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MODERNISMO

Perlas negras VI

Rindime al fin el batallar continuo


De la vida social; en la contienda,
Envidiaba la dicha del beduino
Que mora en libertad bajo su tienda.
Hu del mundo a mi dolor extrao,
Llevaba el corazn triste y enfermo,
Y busqu, como Pablo el Ermitao,
La inalterable soledad del yermo. All moro, all canto, de la vista
Del hombre huyendo, para el goce muerto,
Y bien puedo decir, como el Bautista:
Soy la voz del que clama en el desierto!

No lo s

Crepitan ya las velas en la ra;


T, por qu no te embarcas, alma ma?
Porque Dios no lo quiere todava.
Mira: piadosamente las estrellas
Nos envan sus trmulas centellas...
Bien quisiera vestirme toda de ellas!
Tu amiga, la ms tierna, ya se fue.
Los que te aman se van tras ella; qu

Vas a hacer t tan sola?


No lo s.

Pero te amo

Yo no s nada de la vida,
Yo no s nada del destino,
Yo no s nada de la muerte;
Pero te amo!
Segn la buena lgica, t eres luz extinguida;
Mi devocin es loca, mi culto, desatino,
Y hay una insensatez infinita en quererte;
Pero te amo!

Recuerdo infantil

Una tarde parda y fra


de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Can
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmn.

Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro, un anciano


mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil


va cantando la leccin:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un milln.

Una tarde parda y fra


de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de la lluvia en los cristales.

Daba el reloj las doce...

Daba el reloj las doce... y eran doce


golpes de azada en tierra...
Mi hora! grit ... El silencio
me respondi: No temas;
t no vers caer la ltima gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirs muchas horas todava
sobre la orilla vieja
y encontrars una maana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

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