EL PADRE PIO
por
KARL WAGNER
1994Informe sobre
EL PADRE PIO
por KARL WAGNER
Viena, Austria
Traduccién del Inglés de
ALFONSO CRANE
Bogota, Colombia, Sudamérica
INTRODUCCION
Les voy a contar acerca de mis nueve visitas al Padre Pfo. Pucdo contar
mucho, puesto que pasé nueve meses allf. Mi informe es tan sdlo el de un
testigo ocular y presencial. Todo aquel que tenga la oportunidad de ir alli
podra juzgar con sus propios ojos y convencerse de la verdad.
Para poder entenderme con exactitud, es necesario abandonar todo
pensamiento mundano y ver tan sélo con los ojos de la mente. {Existen
los milagros? jh, sf! Viajando con ojos abiertos alrededor del mundo
podemos ver que los milagros si existen. Pero somos demasiado cobardes
para reconocerlos, Los atribuimos a la casualidad 0 a la buena suerte.
Como dice el Padre Pio, ninguna de estas dos existe ante Dios.
éNecesitamos maravillas? Si, y muy urgentemente. E] mas grande mal en
el mundo es la enorme falta de devocion. Y cuén severamente sufre la
humanidad por sus innumerables enfermedades. Vemos, no obstante, que
en Lourdes han ocurrido més de 5,000 curas milagrosas que han sido
reconocidas (segtn el libro de Alfred Hoppe sobre Lourdes).
Imaginémoslo: todo el dolor terrenal de 5,000 enfermos incurables se
extinguié en un instante. Cudntas lagrimas han sido enjugadas, cuantos
corazones han encontrado consuelo; y si los confesionarios pudieran
hablar, nos maravillariamos de los milagros que Dios ha prodigado sobre
sus almas. Una persona que tenga en su familia a alguien que haya sido
curado repentinamente de una enfermedad incurable rechazara
probablemente el dicho de que «no necesitamos milagros,» pero dard, sin
embargo, gustosamente, gracias a Dios por ellos. De todas formas hay
personas, sienlo decirlo, en ocasiones, buenos catélicos, que luchan
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contra estas maravillas diciendo: no las necesitamos, Deberian regoci-
jarse por la recuperacién de los incurables y por la salvacion de esas
almas que se han convertido por estos acontecimientos maravilloses, que
es lo mas importante. Porque Dios utiliza los milagros del cuerpo para la
conversién, conmocién y estimulo de las almas.
Ya en tiempos del Antiguo Testamento, Dios enviaba a sus profetas
segtin las circunstancias. Cuan malo debe ser nuestro tiempo, cuando por
tres veces en Lourdes la Madre de Dios pidié a la humanidad cambiar.
Pero su llamado no debié haber sido escuchado porque de nuevo se
aparecié en Fatima (Portugal), diciendo con tristeza que la gente deberia
dejar de ofender a Dios, quien estaba ya ofendido mas alla de toda
medida. Pero, de nuevo, sus nifios no oimos su voz. Si una madre advierte
y pide a sus hijos ser buenos y honestos, resultando todo en vano, lloraré.
silenciosamente. Eso hizo la Madre de Dios. En Syracusa (Italia), Nuestra
Sefiora lloré por sus nifios durante cuatro dias con sus noches. Este es el
lenguaje més duro, que finalmente llegaré a conmover los corazones de
los hombres. El mismo Padre Pfo dice que debemos orar mucho, pues de
jo contrario no habré espacio suficiente para nosotros en el infierno.
Cuan duras estas palabras para la humanidad, considerando la infinita
misericordia de Dios, especialmente en este tiempo, mas Ileno de mara-
villas que cualquier otro en la historia! Debemos reconocer que Dios, sabi-
duria infinila, permite que todo esto ocurra; si la Iglesia ha reconocido ya
las apariciones, qué razén tenemos entonces para dudar de ellas? Des-
pués de todo, el mismo San Pablo se conyirtié por un asombroso milagro.
gCémo puede uno decir que ama a Jestis y a su Madre mientras hace caso
omiso de todos estos acontecimientos?
El Evangelio deberia ser suficiente para nosotros pero desafortuna-
damente ya no es asi. La fe es algo sobrenatural, y para el Padre Pio el
cielo esta mas cerca de nosotros que cualquier otro lugar. En el ocaso del
dia, por lo tanto, Dios nos ofrece una oportunidad de encontrar nueva-
mente el camino hacia nuestra meta a la cternidad, al cielo, por medio de
todos estos santuarios de apariciones. Ain personajes ilustrados y cien-
tificos, con largas Lrayectorias de estudio, llegaron donde el Padre Pio, en
donde las leyes fisicas quedaban invalicadas instantaneamente y donde
prevalecian las maravillas de Dios. Alli donde la ciencia tega al final, alli
comienza la fe porque la sabiduria de este mundo se rinde ante Dios.
Frecuentemente escuchamos rumores de que los hombres buscan
maravillas: no es asi; se han vuelto temerosos de ellas. Los hombres
niegan estas maravillas tan s6lo porque no quieren cambiar su modo de
vida. Si admitieran la verdad detrés de ellas, tendrian también que admitir
aquella verdad que las reatiza: Dios. Cada maravilla est impregnada con
la sangre de nuestro Salvador.
Para terminar, quiero decir: para aquel que cree que no se necesita
ninguna explicacion y para aque! que no cree, no hay explicacién posible.
3VIDA
En nuestra imaginacién viajaremos al sur de Italia. El Padre Pio nacié
e] 2 de mayo de 1887 en Pietrelcina. Atin de nifio, fue favorecido con
extraordinarios regalos. Su nombre de pila era Francisco. Ya desde los
primeros afios de su nifiez, hacfa voluntariamente grandes penitencias al
igual que los nifios de Fatima. Nunca jugé con un juguete; mientras que
sus hermanos y hermanas lo hacian, él rezaba en algtin rinc6n. En el cole-
gio estudiaba diligentemente y era muy piadoso. Su mds grande apetito
era Jesus en Ja Eucaristia, Ya a los 13 afios de edad Je ocurrian cosas ma-
ravillosas, como lo mostrara el siguiente ejemplo. Una mujer (cuya
hermana conozco personalmente) vino a visitarle. El Padre Pio le pre-
gunté: «Digame, ,me conocié usted primero, 0 fui yo?» Ella contesté:
«Fui yo, padre.» El sonrié y le dijo modestamente: «No, yo la conoci a
usted primero. Vera, para cuando cumpli los 13 afios, Dios ya me habfa
mostrado a todas las almas que eventualmente vendrian a verme. Entre
ellas estaba usted también.» El cra de alguna manera responsable ante
Dios por todas esas almas. Los seis libros sobre el Padre Pio, escrilos en
alem4n, dan prueba de este testimonio, al igual que de otros muchos
acontecimientos de los cuales he sido tesligo.
Oigamos otro informe de ese mismo afio. Una mujer solia enviarle
pequefios regalos. Una vez le envié una bolsa con castafias. Al recibir de
Tegreso la bolsa vacia, se hizo el proposito de nunca lavarla, anticipando
que podria convertirse en una futura reliquia. Un sabado en Ja noche
entré at establo donde tenia algo que hacer, y con una vela encendida en
la mano pas6 junto a un barril de péivora que su esposo, un albafil,
guardaba allj. Una chispa cay6 sobre la pdlvora produciéndose una
terrible explosién. La mujer se desmayé. La casa se encontraba en una
region aislada y la mujer se encontraba sola. Después de un tiempo,
habiendo recuperado la conciencia logré reunir fuerzas suficientes para
arrastrarse hasta la cocina, bafiada en sangre y sufriendo terribles
dolores. Alli record6 que tenia la bolsa. En un tltimo esfuerzo Ja buseé, y
encontrandola la aplicé a la herida quedando instantameamente curada.
Este fue el primer milagro ocurrido por la intercesién del Padre Pio,
cuando era tan sdlo un nifio de 13 afios. No se sabe si él] mismo supo
acerca de clio ono,
A los 16 arios, el Padre Pio ingresé en el convento de los Capuchinos.
Tiizo este gran sacrificio atin a pesar de su mala salud. Frecuentemente
oraba durante la mitad de la noche porque no conocia ni la cruz ni la
corona: todo lo grande ha surgido de la negacién de si mismo. Mas atin, el
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Sefior dice: «Todo aquel que desee ser discipulo mio debera tomar la cruz
de cada dia.» Pero esto no era suficiente para él. K] Padre Pio se sacrifico
avin més. Era generoso, pero Dios no permite que nadie le exceda. El
demonio lo acosaba también (al igual que ocurrié con el santo Cura de
Ars), como consta en varios libros. Pero, para fortalecer su mente y poder
resislir los ataques, era favorecido con apariciones celestiales. Un dia
escuch6 una voz proveniente del tabernaculo: «Serds afligido, coronado
con espinas y clavado en la cruz como San Francisco» (tomado de un
libro sobre el Padre Pio}. Un dia en que padecia de una fuerte fiebre, hubo-
necesidad de llamar al médico. Al tomarle la temperatura, el termémetro
se rompié. Horrorizado, el médico tomé otro termémetro, pero también
se rompié. Consternado, tom6 el terridmetro del bafio: marcaba 48.5 oC
(119.3 oF). Esto ha ocurrido frecuentemente después durante su vida. Los
mejores cientificos no le han hallado explicacién alguna. En su modestia,
cl Padre Pio no ha dicho una palabra sobre ello. Pero ahora debemos
conocer la razén. En ese momento sufria misteriosamente, por primera
vez, los dolores de la cnucifixién con Cristo.
Un dia, el Padre Pio dejé de comer. Sus supcriores esperaban que
muriera en cualquier momento; después de 36 dias decidieron avisar a sus
padres, pidiéndoles que fueran a verlo pues su hijo estaba muriendo. Al
llegar su padre, viéndolo en ese estado dijo: «No quiero que mi hijo muera
aqui; si ha de morir, que sea en casa. Me lo Ievaré conmigo.» El Padre
Guardian se rchusé a ello puesto que el Padre Pio era miembro-de la
orden, pero finalmente e] Padre Superior accedid. Padre e hijo regresaron
a casa en tren. Al llegar al pueblo de Benevento tuvieron que cambiar
trenes. En la espera, e] Padre Pio dijo a su padre inesperadamente:
«Padre, por favor c6mprame una limonada, pues tengo sed.» El padre lo
hizo, y cl Padre Pio apuré el vaso, diciendo luego: «Ahora me siento fuerte
y saludable de nuevo; por [avor cé6mprame una tarjeta postal; debo
escribir al Padre Superior y conlarle que estoy curado.» FE] Padre Pio
continué comiendo tan poco que ni siquiera un bebé de un afio hubiera
podido subsistir con ian poco. En una ocasién olvidé comer durante
cuatro dias.
En 1910, el Padre Pio fue ordenado sacerdote. Estuvo también en ef
ejército, donde sufrié mucho. El 20 de septiembre do E15 recibié las
Nagas de Cristo, invisibles. Exactamente tres afios después, en 1918,
recibié las llagas visibles. Habia sido siempre el primero en Ilegar a la
iglesia, y el tiltimo en salir. En ese dia, mientras que oraba ante la cruz del
coro con los brazos estirados, el Labernaculo se ilumino siibitamentc con
una luz maravillosa. Cristo, mostréndose como un joven radiante de
infinita belleza, se acercé al Padre Pio. Rayos de luz maravillosa que
emanaban de las heridas de] Salvador se posaron sobre el Padre Pio. Sus
hermanos lo encontraron mas tarde sobre el piso del coro. Al trasiadarlo
a su celda notaron las grandes heridas en sus manos, pies y costado
5izquierdo. Uno de los frailes traté de inspeccionar mas de cerca las
heridas, cuando una mirada dei Padre Pio le imploré respetar su secreto.
No obstante, la noticia del acontecimiento maravilloso cundié por todo el
pais como reguero de pélvora; hoy, el mundo entero conoce el hecho. De
cerca y lejos, los fieles corrieron a ver al padre y hablar con él.
Desde entonces, !as heridas del Padre Pio nunca dejaron de sangrar ni
sufrieron cambio alguno. Mirémoslas mas de cerca. Las de sus manos y
Pies tenian més de dos centimetros (1") de didmetro, lo suficiente para
poder introducir el pulgar en ellas. La herida del costado era de 7em por
5em (2.8” por 2”), con la forma de una cruz invertida, perforando todos
los tejtdos y llegando hasta el corazon. Uno de los mas famosos doctores,
el Dr. Festa, quien en esa época era atin un librepensador, dijo después de
un minucioso examen : «Las heridas de este sacerdote son exactamente
como las crueles heridas de nuestro Divino Salvador. No pueden ser
explicadas naturalmente puesto que contradicen todas las leyes naturales:
ninguna herida se inflama o sana.» Con el Padre Pio, ninguna de las dos
cosas ocurrié nunca, a pesar de los grandes esfuerzos de los cientificos.
Desde el punto de vista de la ciencia, no hay explicacién para el hecho de
que una herida ni se sane ni se expanda. Aunque los puntos delicados de
las manos eran bafiados regularmente con jab6n de baja calidad y agua
corriente, y que estaban en constante contacto con los guantes de lana,
nunca se infectaron; tampoco se curaron. Por otro lado, el Padre Pio fue
operado del pecho en 1925. La herida de la operacién sané normalmente,
sin ninguna complicacién, pero los estigmas de la cruz continuaron
sangrando incesantemente. Por las noches, el Padre Pio usaba guantes de
jana blanca. En Ja mafiana aparecian bafiados en sangre, que 61 mismo
lavaba en su habitacién. La herida del costado también sangraba profusa-
mente. La cantidad de sangre derramada al dia equivalia al contenido de
una tasa de té. El Padre Pio siempre llevaba una tira de lino enrollada
alrededor de su pecho.
En una ocasién, una mujer pregunt6 al Padre Pio si las heridas dolfan.
La contestacién fue: «;Crees que el Sefior me tas dié como decoracién?».
Otra mujer pregunté: «Padre Pio, {c6mo duclen?» El contesté: «Sélo
como si tomaras un clavo, lo pasaras por entre la mano, y lo movieras
para un lado y para el otro». De esto podemos inferir cuanto sufria el
Padre Pio. Pero durante la Misa y la cuaresma sus sufrimientos eran atin
mayores, {Qué significaban estas heridas para el Padre Pio? Para él eran
la mas alta distincién que Dios da al hombre, y debemos recordar que él
cra un sacerdote. {Qué significan esas heridas para nosotros? Son una
amorosa exhortacién y una advertencia de Cristo, nuestro Salvador.
Porque los hombres han olvidado a Jestis crucificado, Cristo se hizo
visible de nuevo en su siervo el Padre Pio, para que asi entendiéramos el
alto precio de nuestra redencion a través de El. El Padre Pio podria haber
dicho come San Pablo: «No soy yo quien vive, sino Cristo vive en mi».
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2Qué decia el Padre Pio sobre su gran sufrimiento diario? Una vez utilizé
estas hermosas palabras, cuyo significado no alcanzamos a comprender:
«Estas son llamas de amor divino: sufro gustosamente.» Sabia que podia
salvar muchas almas con su sufrimiento. Llevaba a los pecadores en su
corazén. El Padre Pio sufria mucho por Ja conversion de los pecadores.
Fue también un gran devoto de la Madre de Dios. Con sus oraciones
obtenia cada dia innumerables favores de Ella. Ei, por otro lado, fue
siempre un modelo de modestia y humildad. Su cardcter era sencillo y
céndido, y siempre trataba de evitar cualquier cosa sensacional.
El hecho de que las personas anhelaran ir a él en sus penas y dificul-
tades, especialmente con sus enfermedades y preocupaciones, se de-
muestra por el numero interminable de peregrinos que encontraron
refugio en e] Padre Pio, favorito de Dios e intercesor para todos nosotros.
Conocié el dolor humano, y su compasivo corazén frecuentemente
intercedié ante el del Divino Maestro, como bien lo demuestran las
muchisimas manifestaciones de agradecimiento. No debe pues sor-
prendernos el que recibiera entre 800 y 1,000 cartas diariamente en el
correo. Las cartas que Hevaban los peregrines ascendian en ocasiones a
las 10,000 en un solo dia. Naturalmente, el Padre Pio no podia leerlas
todas, pero frecuentemente sabia lo que habja en ellas, como lo demues-
tran los hechos. Se le podia escribir en el idioma de cada uno, con la
seguridad de recibir respuesta en ese mismo idioma; habia secretarias que
traducian esas cartas a los diferentes idiomas. Las mas importantes eran
llevadas inmediatamente donde el Padre Pio, quien las contestaba sin
tardanza. Las de menor importancia le eran Hevadas a su celda, donde en
ocasiones se amontonaban hasta formar grandes fardos. E] Padre Pio
oraba ante ellas por las noches, leyéndolas frecuentemente. Todo cl
mundo recibia respuesta.
El viaje a San Giovanni Rotondo parte de Viena via Villach-Tarvis-
Venecia-Bolonia-Ancona (sobre el Mar Adridtico)-Escara-Foggia. Desde
esta ultima, el pueblo esté atin a unos 40 km (25 millas). San Giovanni
Rotondo esta situado en la espuela de Italia, a 600 m sobre el nivel del
mar. En un tiempo fue el lugar mas solitario del mundo, tal como lo
fueron un dia Lourdes y Fatima. Hoy dia se ha convertido en lugar de
peregrinacién para millares de peregrinos. El pueble de 22,000 habitantes
estd rodeado de almendros, olivos, grandes cactus y otras plantas que no
se encuentran en otras regiones. El claustro donde habitaba et Padre Pio
era sencillo y ordinario como todos los claustros capuchinos.
Echemos una ojeada a la iglesia. Tiene una maravillosa imagen de la
Virgen de la Gracia (Madonna detla Grazia), con cuatro altares a los lados.
No existe ninguna obra de arte en esa iglesia, donde habitaba un santo
sacerdote. La vieja iglesia se quedé pequefia, asi que se construydé una
més grande y espaciosa. Desde la primavera hasta el otofio, el Padre Pio
celebraba Misa al aire libre para permitir a las grandes masas de pere-
7grinos tomar parte de ella. A la derecha del convento se yergue el trabajo
de toda una vida del Padre Pio: el mas hermoso y moderno hospital de
Italia hoy en dfa, la Casa Alivio del Sufrimiento. Alrededor del convento
hay muchos hoteles, restaurantes, casas privadas y cabarias que estan
listos para acomodar a los peregrinos. Una aldea se ha desarrollade alla.
LA SANTA MISA DEL PADRE PIO
Cada dia, en invierno 0 en verano, el Padre Pio celebraba la Santa Misa
a las cinco de la mafiana. Desde la una, ya Ja gente se amontonaba a las
puertas de la iglesia, rezando y cantando en espera de que las puertd
fueran abiertas. Yo tuve la oportunidad de presenciar esto en varias
ocasiones. Para las cuatro de la mafiana, una gran multitud se aglomeraba
alli. Podia ofrseles cantar y rezar en varios idiomas. Venian de lejos y ne
les importaba el sacrificio de levantarse tan temprano para poder estar
cerca del altar del Padre Pio. A las cualro y media se abrfan las puertas
para dar paso a los entusiastas peregrinos. Ei Padre Pio, también, se habia
preparado durante 3 horas para celebrar la Santa Misa, como lo presencié
varias veces. Al cuarto para las cinco entraba a la sacristia, tamba-
ledndose y tropezande Ileno de dolor. Por esa época experimentaba la
agonia de Cristo en el Monte de Jos Olivos, dfa tras dia, en una forma mis-
teriosa. No conocia descanso. Muchos sacerdotes y altos dignatarios,
hombres de todas las extracciones, le esperaban allf para hacerle sus
peticiones. E] avanzaba unos cuantos pasos, se arrodillaba y rezaba.
Algunos minutos mds tarde se levantaba y, fortalecido, caminaba hacia la
mesa, revestia los ornamentos y se preparaba para renovar el sacrificio
incruento de Cristo en el altar. Frecuentemente tenia lagrimas en sus
ojos. Al preguntarle por qué, contestaba con voz trémula: «No soy digno
de celebrar la Santa Misa. Soy el sacerdote mas indigno». A las cinco en
punto caminaba hacia el altar, una ardua tarea a través de la impetuosa
asamblea de fieles. Se podia ver claramente que cada paso, cada
movimiento, le causaba un profundo dolor, Celebraba la Misa en el altar
principal, lo cual era una gran ventaja para los ficlos que podian verle
desde tres costados.
Con gran compostura y devocion decia el Introito. Era claro que las
heridas le dolian debido al largo tiempo de pie. Algunas veces se llevaba
Ja mano a ia frente, como para aflojar la corona de espinas. Se acercaba
entonces al altar, trataba de besarlo, pero un dolor inenarrable se lo
impedia. Inmediatamente después entraba en éxtasis por primera vez.
Sufria y ofrecia reparacién por los pecados que Dios colocaba ante sus
ojos una y otra vez. Durante el Gloria y el Credo entraba ocasionaimente
en éxtasis, y se tenia la impresi6n de que estaba presenciando todo
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cuanto decia. Todo cuanto el Padre Pfo decfa en oracién se reflejaba en
su aspecto, en su apariencia. Casi siempre era dolor; raras veces alegria.
Cuando el sacristén acercaba el misal al lado del Evangelio, el Padre Pio
pasaba al centro del altar, se inclinaba y entraba de nuevo en éxtasis.
Entonces, por primera vez, se podia ver y oir claramente llorar y gemir al
Padre Pio. Tenia un pafiuelo especial sobre el altar, llamado «pafio de
lagrimas», con el cual enjugaba sus lagrimas. Recuperado del éxtasis, lefa
el Santo Evangelio con enurme devocién y amor. Durante el Ofertorio, al
elevar la patena, entraba de nuevo en éxtasis. Frecuentemente hablaba en
voz baja con alguien que no podfamos ver. Parecfa colocar las multiples
peticiones, que se hab{an escrito y entregado, en Ja patena, continuando
asi por un rato. Lo mismo ocurria durante la segunda parte del Ofertorio.
Cuando el Padre Pio se volvia hacia tos fieles en e] Dominus Vobiscum,
éstos podian ver claramente su mano, perforada y enrojecida. Su dolor
aumentaba constantemente debido al largo tiempo de pie. Después del
Sanctus, era frecuente que una clevada fiebre abrasara su cuerpo. Sentia
dolores que le quemaban y despedazaban. De acuerdo con los sacerdotes
que concelebraban con él, sus ojos estaban hundidos dentro de sus
cuencas, y su fisonomia cambiaba para asemejarse a la de Cristo en
agonia en la cruz. Los dolores de la agonia convulsionaban su cuerpo en.
el momento en que la campana indicaba el momento de la Consagracién,
y el Padre Pio decia las palabras de la consagracion. Se estremecia y
revolvia victima del mas aterrador sufrimiento, al tiempo que sangre
fresca manaba de las heridas de sus manos. E] Padre Pio no contemplaba
la pasion de Cristo: la vivia en su propio cuerpo en forma misteriosa. La
gente gritaba, gemfa y lloraba «jJestis, misericordia!» Tenian miedo de que
pudicra morir, y més especialmente durante la Sermana Santa. Lo que mas
impresién causaba era ver al Padre Pio, renovando el sacrilicio ineruento
de Cristo, entregando todo cuanto tenia, la sangre de su propio corazén,
para hacerlo més aceptable. Su sangre chorreaba por todo su cuerpo. Era
esto lo que mas conmovia a la gente. Se podia ofr de pronto alguna voz
sofocada por el llanto diciendo: «jCreo!». 2Se ofrecfa el Padre Pio en sufri-
miento expiando anticipadamente por estas almas para que pudieran ser
convertidas? Muchas personas de diferentes religiones se convirtieron en
esos momentos. La consagracion se prolongaba por cince minutos. Padre
Pio mejoraba un poco después, aunque el dolor no disminufa. Frecuen-
temente caia en éxtasis de nuevo. Rezaba entonces el Padre Nuestro con
gran devocién. Finalmente llegaba el momento de su propia comunién. Al
golpearse el pecho diciendo: «Sefior, no soy digno...», se podia ofr
flaquear su voz. Habia l4grimas en sus ojos y no tardaba en golpear su
pecho una segunda y una tercera vez. Finalmente recibia la Sagrada
Hostia. En ese momento, el Padre Pfo caia en éxtasis de nuevo. Ahora si
podia decirse que se veia radiante. Disfrutaba abundantemente de la
felicidad y la gloria del cielo, en cuanto esto pueda ser posible para un
9gmortal. En este momento, de alguna forma, recibia la recompensa por la
pesada carga que Ievaba y nuevo vigor y fuerzas para desempefiar la
dificil tarea que le esperaba cada dia. Permanecia en ese estado por algun
tiempo. Aun profundamente recogido decfa la post-comunién para ser
luego Mevado de regreso a la sacristia por entre la multitud.
Alli se despojaba de los ornamentos y se ponia los guantes de lana que
cubrian sus santas heridas absorbiendo la sangre y protegiéndolo de las
miradas de los curiosos. Acto seguido, caminaba hasta su claustro y hacia
su accién de gracias. Afuera, frente al altar, se podia ver frecuentemente a
Jos peregrinos venidos desde muy lejos, con lagrimas de emocién en sus
ojos. Algunos, habiendo sido convertidos y atm dentro de la iglesia, daban
paso a su temperamento italiano y decian en voz baja: «jAy, te he reco-
nocido tan tarde, oh Dios! Busqué paz y no encontré descanso». Fue alli
donde encontraron la paz y el descanso para sus almas. Mas tarde se
acercaban al confesionario arrepentidos. Debemos comprender cudn
profundamente esta Misa, que duraba por lo general mds de una hora,
conmovia 2 los asistentes. Entre los muchos sacerdotes que fueron, uno
declaré que no podria soportar otra Misa del Padre Pio, con el resullado
de que en adelante celebré sus Misas con més belleza y devocién que
antes.
HECHOS EXTRAORDINARIOS
He aqui algunas otras manifestaciones especiales. Todos tenemos
amigos y todos tenemos enemigos. E| Padre Pio también. ;Qué mal hizo
él? Ninguno, y sin embargo fue odiado y perseguido, La malicia de los
hombres fue su cruz. El Padre Pio caminé por este mundo haciendo el
bien y, no obstante, fue perseguido y odiado porque constitufa un agrio
reproche para muchas personas que no vivian como debieran, y deseaban
consecuentemente su muerte. Un dia, un carro pasé por la carretera,
sobre el punto en que se tiene una buena vista del nuevo hospital y de
otros edificios sobre la colina. El hombre en el carro pregunt6 al con-
ductor: «Por favor, ,qué son esos edificios alli en la colina?» La respuesta
fue: «Ese es el hospital del Padre Pio». Sorprendido, el ateo replied:
«gTienen los capuchinos e] dinero para construir un hospital asi de
grande?» El conductor contesté: «Eso es algo diferente, sefior. All4, arriba
en ese convento, vive el Padre Pio, quien tiene las heridas de la cruz como
el mismo Cristo. La gente dice que es un santo, En aquella iglesia de alld, y
en todo el mundo, se obtienen gracias increfbles por su intercesién. El
Padre Pio es muy humilde y no acepta nada. Pero cuando lleguemos al
pueblo vera los muchos buses que llegan de todas partes del mundo, y oir
a peregrinos hablar en idiomas diferentes. Una y otra vez vienen a dar
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gracias y a pedir nuevos favores. Aun asi, se han recibido limosnas y
donaciones, y el Padre Pio tas ha utilizado para construir ese nuevo
hospital. El no quiere nada para si mismo. En el mundo, es tnico por su
gran amor por Dios y por su préjimo». En ese momento, el atco se
enfurecié y pronuncié palabras Ilenas de malicia en contra del Padre Pio.
Se burld, juré, y por Ultimo lo maldijo. Después de un rato, al acercarse al
pueblo, se burlé de nuevo y socarronamente dijo al conductor: «Dentro
de pocos dias se celebrard una gran fiesta aqui». «,Qué fiesta?», pregunté
el chofer. La insolente respuesta fue: «En pocos dias celebraremos el
funeral del Padre Pio, y alli y entonces acabaremos con este asunto». En
esc mismo momento llegaron al restaurante. El carro se detuvo, el viajero,
que tenia unos 30 afios, se aped, cayé y murié instanténeamente. Hubo
gran confusién. «;Qué ha pasado?» La gente se arremoliné en pocos
momentos. «Este hombre debe haber tenido un ataque de apoplejia.
.Estaba excitado? ;Discutieron?» «No, hablamos del Padre Pio». ¥ el con-
ductor conté sobre la conversaci6n con el hombre. Un testigo que oy6
todo esto fue donde el Padre Pio al convento, donde fue admitido de
inmediato. Queriendo contar lo ocurrido, el Padre Pio modestamente le
replicé: «No necesitas contarme eso. Lo sé». Entonces pronuncié estas
sorprendentes palabras: «En ese momento, cuando el hombre juré contra
mf e hizo una maldicién deseando mi muerte, yo estaba con Dios. La mal-
dicién no pudo hacerme dajfio: fue redirigida contra él] mismo. Celebra-
remos su funeral en pocos dias». jPueden imaginar el efecto de este
acontecimiento! De este ejemplo podemos aprender que Dios no permite
que nadie se burle de El, de sus santos, o de su gente santa, y que nunca
debemos maldecir a nadie, pues podemos ser victimas de nuestra propia
maldicién.
Un hombre que odiaba la iglesia se detuvo frente al convento, cerré los
pufios y grité: «j;Abajo el Padre Pio, abajo él!» Inmediatamente cayé al
suelo, quedando invdlido. Dios le concedié mas tarde, sin embargo, la
gracia de la conversién. Todos los cnemigos del Padre Pio que han
muerto, han sufrido una muerte terrible. De ahi vernos que Dios esté con
el Padre Pio. Hay muchos otros acontecimientos que han ocurrido y que
pueden ser leidos en los libros. Dios ha intervenido en forma dramatica
en las ocasiones en las que se ha tratado de dar muerte o.dafiar al Padre
Pio.
Un dia, una nifia ciega fue llevada al confesionario del Padre Pio. La
pequeiia se arrodillé y confesé sus pecados. Después dijo: «Padre Pio, soy
ciega, pero tengo otras cuatro hermanas que son ciegas también. Por
favor ruegue para que yo pueda ver. Pero no quiero molestarlo. Que la
voluntad de Dios se curnmpla». FE) Padre Pio, conmovido por tan enorme
resignacion, le dijo: «j{Oremos juntos!» La nifia entrelazé sus manos y el
Padre las cubrié con sus propias y perforadas manos. Recitaron el Ave
Maria juntos. Al llegar a la Ultima petici6n «Ruega por nosotros los
1pecadores», la nifia, lena de emocién y llorando profusamente, grité:
«jPadre, veo la gente, el altar, todo!» AI tiempo, la gente Ioraba, sollozaba
y decia: «jYo creo; yo creo cn Dios!». Algunas personas se convirtieron en
ese instante. Es penoso ver que atin hay gente entre nosotros que dice:
«No necesitamos prodigios!» Creo que si la nifia hubiera sido un familiar
suyo hablarian en forma diferente. ;Cudn indiferentes pueden ser las
personas! No es posible imaginar el entusiasmo de la multitud que loraba
alegremente con la nifia curada tan maravillosamente. El Padre Pio, sin
embargo, se retiré modestamente al convento como siempre. Ciega de
nacimiento, la nifia conocia las cosas sélo de nombre o por el tacto. Podia
ahora experimentar el mundo con ojos nuevos,
Un dia Nevaron ante el Padre Pio a un hombre que habia sido ciego
durante varios afios. Sus amigos pidicron al capuchino que lo curara. El
Padre miré al hombre y «Escoja usted mismo. Si quiere ser feliz en el
ciclo, no podra serlo en fa tierra.» El hombre tuvo que atravesar entonces
por un duro conflicto interno, pero después de un corto tiempo tomé una
decisidn. Con voz entrecortada dijo: «Padre, prefiero ser feliz en la oira
vida». El amoroso sacerdote lo confortd, lo bendijo y lo acaricié,
retirandose e] hombre con un alma Ilena de nuevas fuerzas para llevar su
pesada cruz. A través de la intercesién del Padre, el hombre consiguié
permiso para vivir cerca del capuchino, pudiéndosele ver cerca de é1
durante la Misa.
El sobrino del Padre, quien habia sido epiléptico por muchos afios y
quien atin hoy dia sufre ataques de esta penosa enfermedad durante la
Misa, no ha sido curado. Es admirable, en nuestra opinién, lo que el Padre
le dijo en una ocasién: «Dios me concederia la gracia de tu curacin si se
lo pidiera, pero no podria entonces responder por ello ante el Sefior.
Querrias las cosas mundanas con demasiado apego y podrias desviarte
dei camino, pudiéndose perder entonces tu alma». De estos dos casos
podemos ver con claridad porqué no todos los enfermos se curan, como
ocurre también en los grandes santuarios como Fatima, Lourdes, Syra-
cusa y otros higares santos. Un viejo proverbio afirma sabiamente: «Todo
cuanto Dios Nuestro Padre hace es por nuestro bien (por nuestra sal-
vacidn)». El mismo Padre Pio dice: «Qué mejor cosa podemos ofrecer a
Dios que nuestras adversidades, sin olvidar que éstas constituyen un gran
favor?» La adversidad es un Angel de Dios, y a través de ella los hombres
han sido mas ayudados que por todos los placeres del mundo.
El 6 de septiembre de 1956, después de la Misa al aire libre, una nifia
que sufria de alrofia de los huesos era Hevada por sus padres en una silla
de ruedas. Al terminar fa ceremonia, cuando el Padre Pio volvia a la
iglesia con sus asistentes, los padres lo Hamaron de entre la multitud:
«jPadre Pio, Padre Pio, ten piedad de nuestra hija enferma!» En ese
momento, el Padre se detuvo y les dirigié una bendicién. Al instante la
nifia salt6 de la silla y sollozando grildé: «j{Padre Pio, Padre Pio, puedo
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correr!», y corriendo hacia él besé sus manos esligmatizadas. Esta repen-
tina curacién causé una enorme conmocién.
En julio de 1957 conocf a una dama de Hamburgo. Era profesora y
sufria de atrofia vertebral; todo su pecho estaba enyesado, Enferma
incurable, habfa aprendido italiano y sdlo deseaba ir donde el Padre Pio y
confesarse con é] siquiera una vez. Cuando, después de una larga espera,
logré acercarse al confesionario y confesar sus pecados fue sorprendida
por el Padre quien le dijo: «No necesitas ir mas donde el médico ni tomar
mds medicinas; yo te quitaré todo tu dolor y sufrimiento inmedia-
tamente», En ese momento se sintié bien. Durante tres semanas la vi
todos los dias. Una y otra vez me decia: «Estoy saludabie. Estoy curada».
Un nifio agonizante de 4 6 5 afios fue Ilevado en brazos de su madre
que venia de Pescara a donde el Padre Pio. Estaba al borde de la muerte.
Alentrar la mujer en la iglesia con el nifio, Hamé en voz alta: «;Padre Pio,
aytidame! ;Mi hijo esta muriendo en mis brazos, o quizds tal vez ya haya
muerto!» Y afiadid: «Si no me ayudas lo dejaré aqui contigo!» Mientras
tanto, se habia acercado al confesionario. El Padre Pio bendijo al nifio y
lo devolvié a su madre diciendo: «Creo que eres su madre: aqui esta tu
hijo». La mujer abandoné la iglesia con el nifio, que se movia y queria
bajar al piso. Podfa caminar, y dijo: «Madre, jdame algo de comer, que
tengo hambre!» El nifio habia sido curado.
En adicién asu bondad sacerdotal y a su severidad, el Padre Pio poseia
un gran sentido del humor, como puede verse en el siguiente caso, Una
mujer, que habia visitado al Padre y que sufria de un severo dolor de
cabeza, colocé una foto suya debajo de la almohada con la esperanza de
aleanzar la curacién de su dolor. Pero como tenia que sacarla cada dia al
hacer la cama, y como no recibfa alivio alguno, en un arranque de mal
genio la puso debajo del colchén diciendo: «De todas formas no me estas
ayudando; para qué me molesto? ;Toma, descansa un poco!» Una afio y
medio mas tarde fue a confesarse con el Padre Pio, Con gran dificultad
logr6 por fin entrar en el confesionario. Pero cuando el Padre abrié la
puertecita y la vio, se la cerré de nucvo en la cara. La mujer, muy
asombrada ante este cruel tratamiento, permanecié de rodillas esperando
que el Padre atendicra su confesion. De nuevo se abrié la ventanita y el
Padre Pio aparecio. «Pero, Padre, ,por qué me cerré la puerta en la cara?»
«No te gusté que lo hiciera, gverdad? Crees que a mi me gusté que
pusieras mu foto bajo el colchén?»
Hay un testimonio de una sefiora de Grenoble (Francia) sobre eventos
que ocurrieron en septiembre de 1956. Una sefiora tuvo un suefio sobre el
Padre Pio, es decir, sobre un sacerdote a quien no conocia y de quien
nunca habia ofdo hablar, quien le dijo que daria a luz a un nifio que tendria
los pies deformes. «Pero no te preocupes por ello. Ven a Italia, donde se
te dira qué debes hacer». E] suefio se cumplié. La familia y parientes
estaban todos en gran congoja; los médicos no podian hacer nada. Unos
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