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La gallina degollada captulo 6

Pero la mirada de los idiotas se haba animado; una misma luz insistente
estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras
creciente sensacin de gula bestial iba cambiando cada lnea de sus rostros.
Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequea, que habiendo logrado
calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado,
seguramente, sintise cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos
clavados en los suyos le dieron miedo.
- Soltme!, dejme! -grit sacudiendo la pierna. Pero fue atrada.
- Mam! Ay, mam! Mam, pap! -llor imperiosamente. Trat an de
sujetarse del borde, pero sintise arrancada y cay.
- Mam Ay, ma! -No pudo gritar ms. Uno de ellos le apret el cuello,
apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una
sola pierna hasta la cocina, donde esa maana se haba desangrado a la
gallina, bien sujeta, arrancndole la vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de enfrente, crey or la voz de su hija.
-Me parece que te llama -le dijo a Berta.
Prestaron odo, inquietos, pero no oyeron ms. Con todo, un momento despus
se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero, Mazzini avanz al
patio:
- Bertita!
Nadie respondi.
-Bertita! Alz ms la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fnebre para su corazn siempre aterrado, que la espalda
se le hel de horrible presentimiento.
- Mi hija, mi hija! -corri ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a
la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empuj violentamente la puerta,
entornada, y lanz un grito de horror.
Berta, que ya se haba lanzado corriendo a su vez al or el angustioso llamado
del padre, oy el grito y respondi con otro. Pero al precipitarse en la cocina,
Mazzini, lvido como la muerte, se interpuso, contenindola:
- No entres! No entres!
Berta alcanz a ver el piso inundado de sangre. Slo pudo echar sus brazos
sobre la cabeza y hundirse a lo largo de l con un ronco suspiro.

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