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La reproduccién de la fuerza de trabajo en la economfa global y la revolucién feminist inacabada (2008) tua social y econémi Like Hom Es claro que el capitalismo ha cond Superexplotacién de las mujezes. Ello no ofiec consuelo si tan solo significara elevada misetia y opresion, p. afortenadamente también ha provocado resi cepitalismo se ha dado cuenta de que si igno, completamente esta resistencia, ella se volver m convirtiéndose eventualmente en mo mismas y, quiz, incluso en el ni El agente liberador emergente en el Tercer M: fuerza no asalasiada se estima en 16 trill | John McMurtry, The | La mano del mortero reventé de tanto molar, Madina me iré a cna, Hasta | De tanto moles, maaan 5 Canin de mujeres | rd fuerza de tba, Sa ee cra de nbs Introduccién Este texto es lectura politica de la reestructuracién de la (re) fuerza de trabajo en la economia global, pero na critica feminista a Marx, exitica que -de diferen- tes maneras- se ha desarrollado desde la década de 1970, Tal critica fue articulada primeramente por activistas de la campaiia “Salario para el Trabajo Doméstica”, especialmente por Ma- Dalla Costa, Selma James, Leopoldina Fortunati, entre ans tarde por Ariel Salleh, en Australia, y las feminista de la escuela Bielefeld, Maria Mies, Claudia Von Werlhof y Ve- ronica Bennholdt-Thomsen. Al centro de esta critica se argu- ha que no fuese produccién de mercancias, y nificado de la actividad repro- imitd su comprensiéa sobre explotacién capitalista del trabajo, a creaciGn de divisiones en el seno menzando con la relacién entre mu- Marx hubiera reconocido que el capitalismo ia inmensa cantidad de actividad la reproduccién de la fuerza de tra- la devaluacién de estas actividades reproductivas elfin de recortar el costo de la fuerza laboral, posiblemente icra inclinado menos a considerar el desattollo capitalista ley progresivo, En cuanto a nosotras, un siglo y s de la publicacién de E/ capital debemos deuxfiat nesto de la necesidad y la progresividad del capitallsmo, nl Silvia Fedevii materiales” para la transicin al “comunismo” (como lo anti- cipé Marx), mediante la expansién de las “fuerzas de produc- cién” en la forma de industrializacién a gran escala. La “es- case2” -principal obstéculo para la liberacin humana, segiin Marx: no se ha vuelto obsoleta. Al contratio, la escasez 2 esca- la mundial es hoy ditectamente un resultado de la produccién capitalista. Segundo, mientras el capitalismo parece reforzar ld’) cooperacién entre trabajadores en la organizacién de la pro- duccién de mercancias, en realidad, divide a los trab: de muchas maneras: mediante una desigual division del tra- bajo, mediante el uso del salatio -que otorga a los asalariados poder sobre los no asalariados-, y mediante’la instituciona- lizacién del sexismo y el racismo, que naturalizan y mise can -a través de la suposicin de diferentes personalidades- la organizacién de regimenes laborales diferenciados. Tercero(3y a partir de la revolucién en México y en China, las luchas mas anti-sistémicas del tltimo siglo ao han sido enarboladas s6lo, ni principalmente, por trabajadores industriales asalaria dos (los sujetos revolucionarios proyectados por Marx), sino ‘que ban sido dadas por movimientos curales, indigenas, anti- colonialistas, anti-apartheid y feministas, Hay tambi luchas se evan a cabo por campesinos, pobladores urbanos, asi como por trabajadores industriales en Africa, India, Lati- noaméticn y China. Més importante atinfestas lnchas Son S05> tenidas por mujeres que, contra toda adversidad, se dedican {a Te reproducci6n de sus familias sin importat el valor que el merendo arigna a sus vidas, valorizando su existencia, repro- Jduciéndore para su propio bien, aun cuando los capitalistas ideclarnn su inutilidad como fuerza de trabajo. @Cutiles son las perspectivas, entonces, de que la teoria ‘marxinta pueda servir como una guia para la “revolucién” en ‘fuextro tiempo? Hago esta pregunta analizando la reestructu- in de In reproduccién en la economia global. Mi reclamo jadores estas ee \ €s que si la teoria marxista se va a dirigir a los movimientos anti-capitalistas del siglo XXI, debe repensar la cuestion de la “reproduccién’” desde una perspectiva planetaria. Reflexionar sobre las actividades que reproducen nuestia vida disipa la ilusién de que la automatizacin de la produccién puede crear Jas condiciones materiales de una sociedad no explotadora, mostrando que el obsticulo para la revolucién no es la falta del saber (now-bon) tecnoldgico, sino las divisiones que el de- satzollo capitalista produce en la clase trabajadora, De hecho, hoy en dia el peligro es que, ademis de devorar el planeta Tierra, el capitalismo desata més guerras como la que Estados Unidos ha lanzado contra Afganistin e Irak, atizado por la determinacién sistémica de apropiarse de todos los recursos naturales del planeta y controlar la economfa mundial. Marx y la reproduccién de la fuerza de trabajo Sorprendentemente, dada su sofisticacién tebtica, Marx igno- 16 la existencia del trabajo reproductivo de las mujeres. Re- conocié que, al igual que toda mercancia, la fuerza de trabajo debe producisse y, en la medida en que tiene un valor mone- tario, representa “una cantidad definida de la actividad social promedio objetivada en ella”. Pero, al tiempo que explor6 meticulosamente la dinémica de la produccién hilandera y su valorizacién capitalista, fue sucinto al abordar la cuestién de la actividad reproductiva, reduciéndola al consumo de mercan- fas que los trabajadores podian comprar con sus salarios, y al trabajo que la produccida de estas mercancias requiere. En otras palabras, como en el esquema neoliberal, también en la explicacion de Mars, todo lo que se necesita pata reproducit \Ka\ Marx, Capital vat. 1 Londres, Penguin Chassies, 1990,.124. (88 ‘sash: El capital, Va. \, México, Fondo de Cultura Eeansnniea, 1959), es Ia produceién de m as y el mexe: do, Ningia otro trabajo interviene paca prepa que consumen los trab: alguna entre Ja produccién de mercanci la fuerza de trabajo’ i De acuerdo con est porel proveerse al trabajador novar su proceso vital fuerza de lor de las metcancias (comida, ropa, el valor de |, que debe: ‘el hombre, de modo que pueda re a su proy Aun cuando discute In reproduccién de Nos dice que los salarios deben ser dos para asegurar “los reempluzos del trabajado:”, de modo que la fuerza laboral pueda perpe los tes que reconoce en este proceso son los traba) linos que se reproducen a si mismos, sus salarios y sus m: de subsistencia. La produccién de trabajadores es por de las mercancias. Nada se dice acerca de las mujeres, de actividad doméstica, sexualidad y procteacién. E casos en que se refiere a la reproduccién bioldgica, In trata como un fenémeno natural, argumentando que es a través de los cambios en la organizacién de la producci periédicamente un excedente de en el mercado’, Peto, una vez nicos agentes releva ores mas: os pocas teproductiva de las mujeres? ;Por qué, por ejemplo, no se Pregunté qué transformaciones deben suftir las 2 Ibidem, 3 Ibidem, p. 124. fdubidem, p. 125. La repend In fucrea de trabajo, Se er de ajo Primas involucradas en el proceso de reproduccién de la verza de trabajo, con el fin de que su valor se transfera a us productos (como lo hizo en el caso de otras metcan- Sugiero que las condiciones de la clase trabajadora erra -punto de referencia de Marx y Engels- ex parte esta omisién‘, Marx describié la condicion del proletariado industrial de su tiempo tal como la vio, y 'n actividad doméstica de las mujeres dificilmente era parte de ella. Bajo el horizonte histérico y politico de Marx, Ia actividad doméstica estaba reconocida, al menos en la cla- se trabajadora industrial, como una rama especifica de la Produccién capitalista. Aunque desde la primera fase del slesarrollo capitalista, y especificamente en el pesiodo mer- cantilista, el tabajo reproductive fue subsumido formal- mente a Ia acumulacion capitalista; fue s6lo a finales del XIX que el trabajo doméstico emergié como motor clave para la teproduccién de Ia fuerza de trabajo indus- lx por el capital y para el capital, de acuerdo timientos de la produccién fabril. Hasta la dé- cada de 1870, consecuentemente con una I, organi: Ds req 1 de Et capital, en el capitulo sobre la jornada Is trabajo, y en La situaciin de la clase obrera en Inglaterra 845) de Engels: es decir, la situacion de una clase obrera casi incapaz de reproducitse a si misma, que tenia como promedio una expectativa de vida de veinte afios de edad y en su juventud debido al exceso de trabajo® 'an andthe Witch, Nueva York, Autonomedia, 2004 fed cast: Caliban y ia bruja, México, Pez ene Arbo - Tinta Limén, 2013] 6 Marx, Capital, op. cit, p. 346 Siva Fedesii Solo al final del siglo XIX, la clase capitalista comenzé a invertir en la reproducci6n del trabajo, en conjuncién con un desplazamiento en la forma de acumulacién de la industria ligera a la pesada, que requeria una disciplina laboral més in- tensiva y un tipo de trabajador menos demacrado. En térmi- ‘nos marxistas, podemos decir que el desarrollo de la actividad teproductiva y la consiguiente emergencia del ama de casa de tiempo completo, fueron productos de la transicién de la ex- traccién de plusvalor “absoluto” al “telativo” como modo de explotacién del trabajo. No sorprende que, mientras zecono- cid que “el mantenimiento y la reproduccién de la clase trabq- jadora prevalece como condicién necesaria para la reproduc- cién del capital”, Marx pudo afadir inmediatamente: “pero pitalista puede dejar esto tranquilamente a los instintos del trabajador por la auto-preservacion y la procreacién, Lo Sinico que le importa al capitalista es reducir él consumo indi- vidual del trabajador al minimo necesario’ También podemos suponer que las dificultades planten- das pot la clasificacién de una forma de actividad no sujeta a Ja valoracién monetaria, motivé ulteriormente a Marx a per- manecer callado sobre este asunto. Peto hay una raz6a adicio- ‘al, mis indicativa de los limites del marxismo como teorfa Politica, que debemos tomar en cuenta si vamos a explicar or qué no solo Marx, sino generaciones de marxistas, que se criaroa en épocas en que las tareas caseras y la domesticidad habian triunfado, siguieron siendo ciegos a esta actividad. Sugiero que Marx ignoté el trabajo reptoductivo de las mujeres porque se mantuvo casado con un concepto “tecno- logista” de la revolucién, donde la libertad arriba a través de | maquina, donde e! aumento en la productividad del trabajo ¢s asumido como el fundamento material del comunismo, y donde la organizacién capitalista del trabajo es vista como el 1 ibidem, pp. 481-482. el 1a reproducién dela fuerza de tabsjo, era de rion modelo mis alto de racionalidad histérica, sostenido frente 4 Gualuicr otra forma de produccién, incluyendo la repto- duccién de la fuerza de trabajo. En otras palabras, Marx fallo £n seconocer la importancia del trabajo reproductivo porque acepto el criterio capitalista de aquello que constituye el traba- 0, y ctey6 que el trabajo industrial asalariado era el escenario donde se jugaria la lucha por la emancipacién de la humani ded. Con pocas excepciones, los seguidores de Marx han re- Producido los mismos supuestos, prueba de ello es el conti fnuo romance con el famoso Frapmento sobre lar miiguinas en low Grundrisse (1857-1858), que demuestra cémo la idealizacion de la ciencia y la tecnologia, cual fuetzas liberadoris; conti. nia siendo, hasta nuestros dias, un componente esencial de {a visién marxista de la historia y de la revolucién. Incluso las feministas socialistas, a pesar de reconocer la existencia del trabajo reproductivo de las mujeres en el capitalismo, han ten- dldo a enfatizar en el pasado su presunto caricter anticuado, fetrograda y precapitalista, y a imaginar la reconstruccién so. cialista de éste en la forma de un proceso de racionalizacién, fumentando eu aivel produetivo hasta aquel alcanzado por los sectores lideres de la produccién capitalista [Una consecuencia en los tiempos modernos de este pun- to ciego ha sido que los teéricos marxistas no han tenido la capacidad de comprender la importancia histérica de la rebe. tion de las mujezes contea el trabajo reproductivo después de 4a Segunda Guerra Mundial, tal cual quedé expresado en el Movimiento de Liberacién de las Mujeres. Tales tedricos han ignorado la rédefinicién prictica que este movimiento hizo con tespecto a lo que constituye al trabajo, quién es la clase twabsjadora y cudl es la naturaleza de la lucha de clases, Sélo cuando las mujeres depron las oxganizadones dela izayierda, \os manistas teconodieron redimente la imgottancia pol I | i [ del Movimiento de Liberacién de las Mui dias, muchos marxistas no reconocen el caricter de gé de gran parte del trabajo reproductivo, como ¢s el so de eco-marxistas como Paul para fuera como en la nocion de nidios tabajadores en las falbticas, mientras qu reto encontrar cualquier referencia a los nifios en la m: de los textos marxistas. Regresaré mis tarde sobre los limites del mar temporineo, para hacer notat su incapacidad en el significado del giro neoliberal y del proceso de cida. Por el momento, baste con decir que dui de 1960, bajo el impacto de la lucha contra el apartheid en EU el capitalismo y las relaciones de cl tuna crftia radical por los escritores polit tercer mundo Samir Amin y Andre Gunder Frank, quienes criticaron su eurocentrismo y la centralidad que éste atribuye al proletariado industrial asalariado como el princig dor a la acumulacién capitalista y sujeto revol cualquier forma, fue la revuelta de las mujeres cor 8 Véase Samir Amin, Accumulation on a World Scale: 4 C the Theory of Underdey las apor 5 Fu prove tigue yf ‘ueva York, Monthly Review Press, dacién a escala mund del subdesarrolto, México, Siglo XXI, 197 The Development of Underdevelopment, Nueva York, M Preas, 1966 fed. cast: £/ desarrolio del subdesarrollo, 1974] y Captialism and Underdevelopment in Latin tleal Studivs of Chile and Brazil, Nueva York, Mot 1967 led. cas: Cupritalisme y subdescarrolio en Aimer (XI, 1974). y Review Press, a Latins, Méxix ion de la fuerza de tra ee er ce tba je doméstico, en Europa y EUA, y mis tarde la expansién del movimiento feminista alrededor del planeta, en las décadas de 1980 y 1990, lo que desencadené el replanteamiento més radical del marxismo. La revuelta de las mujeres contra el trabajo doméstico y Ia redefinicién feminista del trabajo, la lucha de clases y la crisis capitalista Pazece ser una ley social que el valor del trabajo es validado y, quizis, creado por su rechazo. Este fue, sin duda, el caso del trabajo doméstico que se mantuvo invisiblizado y desvalorado que emergi6 un movimiento de mujeres que se reusé a trabajo reproductivo como su destino natural, Fue lta de las mujeres contra este trabajo en las décadas de 1960 y 1970, lo que desenmascaré la centralidad del teabaj doméstico no retcibuido en la economia capitalista, recon- do nuestra imagen de la sociedad como un inmenso lineas de ensamblaj ‘ministas no sélo plantearon que la reproducciéa de Ia fuerza de trabajo involucra un rango més amplio de ac- tividades que el mero consumo de mercancias, puesto que la debe ser preparada, las ropas deben lavarse, los cucr- + procurados y cuidados. Su reconocimiento de la reproduccién y el trabajo domésticu as categorias de Marx y a una nueva comprension los fandamentos del desarrollo eapitallats y del lucha de clases. Desde los primeros aon de 1970, la ‘coria Geminista tomé formas que radicalizaron al giro tabrice Silvia Federici gue los exiticos de Marx provenientes de los paises del Tercet Mundo habian inaugurado. Confirmé que el capitalismo no ¢s necesariamente identificable con el trabajo formal y asala- ado; argumenté que, en esencia, es trabajo no libre, y reveld Ja conexién umbilical entre la devaluacién del trabajo repro- ductivo y la devaluacién de la posicién social de las mujeres Este cambio de paradigma también tuvo consecuencias politicas. La més inmediata fue el rechazo de las consignas de la izquierda marxista tales como las ideas de “huelga general 0 “rechazo del trabajo”, las cuales aunca incluyeron a las tra- bajadoras domésticas. Con el paso del tiempo, se ha legado 4 Ta conciencia de que el marxismo, fltrado por el leninismo la socialdemocracia, ha expresado los intereses de un sectot limitado del proletatiado mundial, aquel de los trabajadores hombres, adultos'y blancos, que en gran paite han derivado su poder del hecho de que ellos trabajaban en los sectores principales de la produccién industrial capitalista, en los nive- les més elevados del desarrollo tecnolégico. El ado positivo es que el descubrimiento del trabajo re- productivo ha hecho posible comprender que la produccién capitalista descansa sobre la producciéa de ua tipo particular de trabajador -y por lo tanto, de un tipo particular de familia, sexualidad y procreacién-, lo cual ha petmitido redefinit la esfern privada como una esfera de relaciones de producciéa y un terreno de lucha anticapitalista, En este contexto, lis mero de divorcios podian leerse “en cambio-, como » de resistencia a la disciplina capitalista del trabajo. Lo Dersonal devino politico y central; caimos en cuenta en qu cl Estado habia subsumido nuestras vidas'y reproduccion hasta la recimara, La epe a fuerza de wabsio, i era de ras Con base en este anilisis, a mediados de la década de 1970 -un momento crucial en la creacién de las politicas ca- Pitalistas, durante el cual se dieron los primeros pasos hacia la feestructuracién neoliberal de la economia mundial muchas feministas pudiezon ver que la crisis capitalisca desplegada era ‘una respuesta, no sdlo a las luchas obreras, sino también al rechazo de las mujeres al trabajo doméstico, asi como a la c lente resistencia de nuevas generaciones de hombres y moj res africanos, asiéticos, latinoamericanos y caribefios contra legado del colonialismo. Quienes més aportaron a esta pers- ectiva eran activistas en el Movimiento por la Remuneracion del Trabajo Doméstico, como Mariarosa Dalla Costa, Selma James, Leopoldina Fortunati, quienes mostraron que las lu- chas invisibles de las mujeres contra Ia disciplina doméstica estaban subvirtiendo el modelo de reproduccién que habia sido el pilar del acuerdo fordista. Dalla Costa, por ejemplo, en “Riproduzione e emigrazione” (1974) {“Reproduccién y emigracién”], sefialé que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres en Europa se habian comprometido en una silenciosa huelga contra la procreacién, como resultaba evidente por el colapso de la tasa de natalidad y las promo- ciones gubernamentales a la inmigracién. Fortunati en Brutto Géao (1976) [Feo adidi] examinaba las motivaciones tras el &xo- o rural de las muijeres italianas postetiot a la Segunda Gue- ‘ta, su reorientacién del salario familiar hacia la reproduccién de nuevas generaciones; la conexidn entre la biisqueda de las mujetes por independencia en la posguersa; su creciente in- versién en los infantes, y la cteciente combatividad de la nue- va generacién de trabajadores y trabajadoras, Selma James en “Sex, Race and Class” (1975) ['Sexo, raza y clase”) mostré que el comportamiento “cultural’ y los “roles” sociales de las mujeres debian ser leidos como una “respuesta y rebelién contra” la totalidad de sus vidas capitalistas. rios: dependencia econ: confinamiento una fi socia ma de t naturalizado, una sexualidad Estado. Contrariamente a tendida, la crisis no se reduefa a las m media. De hecho, el primer m mujeres en BUA estaba formado primor res negtas. Pue el Welfare Mothers Moverient el que, iosp el Movimiento por los Derechos Civiles, condujo campafia por la “remuneracién es (bajo el nombre de Aid to Dependent Children) largo de la cual Jas mujeres lucharon por r econémico del trabajo reproductivo que realizaban “a asistencia publica” como un derecho Las mujeres se movilizaron tam procteacién controladas na concepcién ¢ es blancas de intervenir en el campo de las politicas femin promotora de los derechos de las mujeres. En otros esc tos, he sugerido que la ONU jugé el mismo pape! r a difusién internacional de los movimientos de que el que habia jugado en la década de 1960 en rel: lucha anticoloni 9 Milwaukee County Welfare Rights Organization, Welfare Mothers ‘Speak Out (Hablan las Madres por la asistencia social], Nueva York, W. W. Norton Co., 1972. 10 Silvia Federici, «Going to Beinjing: How the United Nations Coloni- zed the Feminist Movement» [Dirigiéndonos a Beijing: como Naciones Unidas coloniz6 al movimiento feministal, manuscrito inédito, 2000. s derechos de las mujeres, le Permiti6 canalizar las politicas en favor de la iberacién de las {os planes del capital internacional y del desarrollo de la agen- la neoliberal. En efecto, la conferencia de Ciudad de México, que las mujeres estaban llevando adelante con tespecto a la reproduccién, estaban redireccionando las eco- loniales hacia un aumento de la inversién en a fuerza de trabajo doméstica, ademds de ser el factor mis portante en el fracaso de los planes de desarrollo del Banco ial para la comercializacién de la agricultura. En Africa, jetes se habian reusado de manera consistente a ser jar en los cultivos comerciales de sus es- lugar, habian defendido la agricultura orientada . transformando sus poblados de sitios para iccién de mano de obra barata -como en Ja ima. soux propuso"., en lugares de resistencia a la década de 1980, esta resistencia fue como el principal factor en la crisis de los proyec- rollo agsicola del Banco Mundial, promoviendo wio de la aportacién de las mujeres tarde, iniciativas orientadas a integrarlas arrollo” y 120 de la eco neta ia, como “proyectos para de ingresos esquemas para préstamo de tsocinados por ONG's. Dados estos aconteci- ;, Maidens, Meal, and Money: Capitalism and Conmmunity, Cambridge University Press, 1975 [ed. cast. aneros y capitales: economia deméstica y capitalismo, lo XI, 1985]. Meillassoux afirmaba que la agricultura de ia ha supuesto un incentivo para los gobiemos, las empresas agencias de desarrollo, que les ha permitido una explotacién mis cfectiva del trabajo africano, mediante una constante transferencia de riqueza y trabajo de las zonas rurales a las urbanas (pp. 110-111), Silvia Federici mientos, no es sorprendente que la reestructutacién produci- a por la globalizacién de la economia mundial ha levado a una inmensa reorganizacién de la reproduccién, asi como a una campafia contra las mujeres conducida en el nombre del ‘control poblacional A continuacién, delineo las modalidades de esta rees- tructuracién, identifico las tendencias principales, sus conse- cuencias sociales y su impacto sobre las relaciones de clase. Antes, sin embargo, deberia explicar porque contintio usando el concepto de fuerza de trabajo, aunque algunas feministas Jo han criticado como reductivo, sefidlando que las mujeres producen personas vivas -hijos, parientes, amigos-, no fuerza de trabajo. La critica es bien recibida. La “fuerza de trabajo” es una abstraccién. Tal como nos dice Mars, haciendo eco de Sis- mondi, la fuerza de trabajo “no es nada si no es vendida” y izada'*. Yo, de cualquier modo, mantengo este concepto por distintas razones. En primer lugar, para evidenciar el he- cho de que en la sociedad capitalista el trabajo reproductive 10 coincide con la libre reproduccién de nosotros y nosotras mismas, o de otros, de acuerdo a nuestros deseos y los de aquellos. En la medida en que, directa o indirectamente, el tra- bajo reproductivo es intercambiado por un salatio, est suje- to, bajo cualquier punto de vista, a las condiciones que le son impuestas por la organizaci6n capitalista del trabajo y las rel ciones de produccién, En otras palabras, el trabajo doméstico no es una actividad libre, Es la “produecién y reproduccién Ge los medios de produccién més indispensables al capitalista: el trabajador™. Por ello, esti sujeto a todas las constricciones que detivan del hecho de que su producto debe satisfacer los requerimientos del mercado, 12 Karl Mars, Capital, op. elt, p. 126. 13 Ibidem, p, 481 La reprociuecin de a fueraa de abso, iron En segundo lugar, isis en Ia iden de reproduecidn d la “fuerza de trabajo” permite develar el caticter dea ae la labor Eproductiva y su contradiccién inherente y, por lo anto, el caticter inestable y potencialmente distuptivo de eave tipo de divisién entre estos dos aspectos del trabajo reproductivo. De cualquier modo, mantener el concepto hace emerger la ten- si6n, la potencial separacién; sugiere la idea de un mundo de conflictos, de resistencias y contradicciones, que tienen sig. nificaci6n p achat contta el trabajo domeéstico sin tener tener ¢ artuinar Hucstas comunidades, pues este trabajo aprisiona a los pro- uctores, asf como a quienes son reproduciddos Poraquél (ana Clatificacion, que fue crucial para el movimiente de liberacién de las mujeres) También quiero defender, contra las tendencias posmo- dernas, mi voluntad de seguir manteniendo la separacion entre Produccién y reproduecién, Es verdad que en cierto sentido Ha diferencia entre ambas ha devenido bortosa, Las luchas de 4a década de 1960 en Europa y EUA, especialmente aquellas itica. Entre otras cosas, nos dice que podemes la cle capitalista que inverti en la reprodu Bencracién de trabajadores “no paga”. No es gntantia del na. panto en la productividad del trabajo. Por lo tanto, no sélo las inversiones estatales en la fuerza de trabajo han decaido dsistcamente, sino que las actividades reproductives han dd teorganizadas como servicios productores de valor, por los cuales los tabajadores deben pagar esta manera, el valor que las activi Finalmente, hablo de este trabajo como en lugar de lamarlo “afectivo” porque, en su dlominante, éste iltimo desctibe solamente . del trabajo que la reproduccién de los seres te, borrando el potencial de trabajo reproductivo, Subrayando su fi cién de la fuerza de trabajo y, consecuenterne, las contradicciones inherentes en este tipo de t “epto de “trabajo reproductive” reconoce alianzas cruciles y formas de coopetacio los reproducidos: madres e hijos, maeste fermetas y pacientes, ‘Teniendo en mente este caricter re productivo, preguntémonos er eco: reprodi nciéa en fa py nces: geéimo | Smica ha reestructurado la reproduccidn de trabajo? Y ceuales han sido los efectos de esta reestructu cién sobre los trabajadores y, en especial, sobce las mujeres, que han sido tradicionalmente el s trabajo feproductivo? Y, por iltimo, zqué es lo que podemos sacar fn clnto de esta reestructuracién concerniente al desarsollo capitalista y cudl es el papel de fa teori Ls sope a de abajo. icapitalistas de nuestra época? Mi respuesta a tales pregun- en dos partes. Primero, discutiré brevernente 1e la globalizacién ha producido en | proceso general de la reproduccién social y en Ia relacion de clase; después, discutiré mas extensivamente la reestructu- racién del trabajo reproductivo. Nombrando lo intolerable: acumulacién primitiva y re~ estructuracién de la reproduccién Hay cuatro formas principales en que la reesteucturacién d mia mundial ha respondido a los ciclos de luchas de las de 1960 y 1970, transformando la reproduccién so- \s relaciones de clase. Primero, ha habido la expansiéa yercado laboral. La globalizacién ha producido un salto istérico en Ia magnitud del proletariado mundial, tanto a tra- vés de un proceso global de despojos que ha separado millo- de sus tierras, trabajos y “usos y costumbres” como a través de! aumento del empleo laboral de las mujeres. No debe sorprendernos que la globalizacién se haya presenta- 1n proceso de acumulacién originaria que ha asumi- , flexibil del trabajo y produecién ‘just ises anteriormente socialistas, ha produ- id de produccién “Just ” reproductivo un espacio mas libre y creativo de desarrollada-, est he afirmado, esto no es una utopia de la economia mundial globalizada podrian haber astas de no haber sido por los esfuerzos mujeres han hecho para as importarles el valor que se les concede en oral capitalista. A través de sus actividades de ormas de accién directa yurar el sustento as, exisis ¢ s y devaluacién, conforme el mundo dedor se derrumbaba, ellas han sembrado maiz en las patcelas abandonadas de los pueblos, cocinado comida para vender en las ealles, creado cocinas comunitarias -ollas comu- res como en Chile y Pert, interponiéndose a la total mercan- tilizacién de la vida ¢ iniciando un proceso de reapropiacion y recolectivizacién de la reproduccién, indispensables si hemos de recuperar el control sobre nuestras vidas. Los movimien- tos “Onewpy” y de toma festiva de las plazas de 2011 son, de cierta forma, una continuacién de este proceso, conforme las “multitudes” han entendido que ningén movimiento se sos- tiene, si no pone al centro la reproduccién de aquellos que en 4 participan, transformando de esta manera las demostracio- nes de protesta en momentos de reproduccién y cooperacién colectivas. La reproduecidn de la fuerza de tra derbi de in surgido una politica y una ideologia que recon- ceptualizan a los trabajadores como mictoemprendedore responsables de invertir en si mismos, siendo éstos ssupues- famente- los beneficiarios exclusivos de Ins actividades de reproduccién gastadas en ellos. De acuerdo con esto, ha ceurtido un cambio en la articulacién temporal entre pro: Guccién y reproduccién. Conforme los subsidios a la + lud, 4a educacién, ls pensiones y el transporte pitblico han se ecortados; conforme estos derechos han sido gravados con altos impuestos, y los trabajadores han sido obligados a asumir el costo de su reproduccién; eada articulacién, cada momento de Ia reproduccién de la fuerza de trabajo se ha tornado un punto inmediato para la acumulacién, Cuatto, la apropiacin y destruccién de los bosques, océanos, aguas, pesca, arrecifes de coral, especies animales Y vegetales, por parte de las corporaciones, han aleanzado un pico histérico. Pafs tras pais, desde Africa hasta las Is- Jas del Pacifico, inmensas extensiones de tieztas de cultivo ¥ aguas costeras -hogar j fuente de sustento para inmensas Poblaciones-, han sido privatizadas y puestas al servicio de 12 agroindustria, de la mineria o de la pesca industial, La globalizacién ha revelado, de forma absolutamente inequi- voce, el costo de la producciéa y la tecnologia capitalistas, a tal grado que se ha vuelto inconcebible hablat, tl come hizo Marx en los Grundrisse, de lo, patuleza” “su produccién de una etapa dela sociedad fen 12 cual] Ia naturaleza deviene simplemente un objeto para la humanidad, una cuestién puramente de utilidad, [don- de) cesa de ser reconocida como una fuerga en si misma, y leconciencia teorética de sus leyes independientes aparece fan sdlo como tna estratagema diseiiada para sometedla a 'hs exigencias humanas, sea como como medio de produccién’ Después del dectame de BP [British Petrol] ma en 2011 -entre ottos de: izados por raciones-, conforme los mares estin muriendo Por islas de basura, mienteas el espacio se co Surero asi como en depésito de armas, tales palab ‘ener para nosotros tan solo reverberaciones omi En grados diversos, este desarrollo los pueblos del planets. Aun asi, el Nuevo Orden Puede describirse de manera més precisa como proceso recolonizacién, Lejos de eliminar las diferencias exe, cl mundo a través de una red de citcuitos inrect lo ha reconstruido coo uaa estructura j do las desigualdades y la polatizacion al como eco- némica, y profundizando que histéricamente han caracterizado la divisin sexual inten js jerarquias que los movimientos de libeen Jas mujeres habian socavado, El centro estratégico de fa acurmul clantiguo mundo colonial, histéricamen capitalista y lugar de esclavitud y do “centro estratégico” porque su reestructuraci base y precondiciéa para Ia teorganizacién global de la pro- duccién y del mercado laboral a nivel mundial, Es aqui efecto, donde hemos presenciado los primeros Procesos de expropiacidn y pauperizacién, ical etiro de las inversiones p dela fuerza de trabajo. Estos procesos es {5 Karl Marx, Grundriss, citado por David MeLellane Karl Marx Selected Writings, Oxford, Oxford University Prese {ed cast. Elementos fundamentales para la critica de Siglo XX1, México, 2007), objeto de te soporte del sistem: tadicales Serger arrests rae ee ere La reproduecin de la fuerza de taba, er eta Una medida del nivel en que la reproducciSn de la fuetza de trabajo ha sido degradada es el hecho de que, a lo largo ¥ ancho del mundo, millones de personas estén encaranio, suftimientos inenatrables, o la prospectiva de la mucete ya Encarcelamiento con el fin de migrat, Ciertamente, I migra. cién no es sélo una necesidad sino, como argumentaren Yen Moulier Boutang y Dimitris Papadopolous entre ones éxodo hacia niveles mas elevados de lucha, un medi P: azrobisrse dela tiqueza robada. Es esta la razén por la que Eperaci6n ha adquitido un carécter auténomo que hace diff. cil wsetla como mecsnismo regulatorio para la eatructamicien del mercado laboral. Pero no hay duda de que, Personas dejan sus paises en biisqueda de un di a miles de kilémetros de distancia de sus ho no pueden reproducirse, 0 al menos, no adecuadas de vida. Esto es especialmente Sonsideramos que.la mited de los migrantes son mujeres, nan chas casadss y cos’ nos que tienen que dejat atris, Deete nn Punto de vista histérico, esta pri un si millones de lestino incierto Bares, es porque bajo condiciones evidente cuando sino porque son auienes han sido hechas para sentir mayor responsabilidad Potla reproduccidn de sus familias. Son quienes deben asegu- arse de que los nifios tengan comida, aunque a menudo ellas fengan que quedarse sin ésta, y quienes se aseguran de velar Potlos ancianos o los enfermos. Ast, cuando cientos de miles dejan sus hogares para enfrentar afios de aislamiento y hu- mnillacion, viviendo con angustia por no poder dat a le gente 19 Yann Moulier Boutang, De 'esclavage au salariat. Economie hs. (rigue du salariat bride, Patis, Presse Universitaire de France, 1998 {ed east: De la esclavitud al trabajo asalariado: economia histérion Akal, 2006]; Dimitris Papadopoulos, Niam Shephenson y Vassilis Tsianos, Escape Routes Control and Sub version in the 21th Century, Londres, Pluto Press, 2008, que quieren el mismo cuidado que brindan a cot pletos extra fos al decredor del mundo, sabemos que algo protun imatico esti pasando en la organizacion de en el mundo, mente De cualquier modo, debemos rechazar la conch de que la indiferencia que la clase ta internacional muestra frente a la pérdida de vida que la glo! Produciendo, es una prueba de que el capital mis al abajo vivo. En realidad, la destruc de la vida humana ha sido u capitalismo desde s como contraparte nece sarin de Ia acumulacién de fuerza de tr inevitablemente violento. Las recusrentes “ duccién’ ‘ctisis de te que hemos atestiguado en Aftica en | décadas, estin entaizadas en esta dialéctica de a¢ de fuerza de trabajo y destruccién. As; del trabajo informal y otros fendmenos, gute en in do moderno” pueden parecer abomi ¢l nivel masivo de encatcelamientos o el ere, Organs y otras partes humanas., deben ser entendider cg este contexto. imismo, El capitalismo alimenta una permanente crisis de tepro- duccién, esto no ha sido tan evidente en nuestros ti mpos, al menos no en muchas partes del Norte global, es porque las catistrofes humanas que ha causado han sido, las mis veces, confinadas a las colonias, externalizadas y rac como un efecto del retraso cultural pe Liadiciones erradas o “tribalismo”. Aun mis, en gran parte de las décadas de 1980 y 1990, los efectos de la sectrene ‘orscién neoliberal en el Norte fueron apenas sentidos 22, cepto en las comunidades de color, o fueron pescibidas en Sattes casos (por ejemplo, la flexibilizacion y precarizacion del abajo), como altetnativas liberadoras al répimen label

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