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JOHN WOMACK JR. POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA Hacia una nueva historia de los movimientos obreros Biblioteca Daniel Costo Villegas EL COLEGIO DE MEXICO. AC. y GS FONDO DE CULTURA ECONOMICA FIpEICoMiso HIsTORIA DE LAS AMERICAS EL COLEGIO DE MEXICO indice Presentaci6n Pe 9 Agradecimientos . 6... ee ee ee tee ee B Introduccién. Historia obrera; en busca de un giro conceptual 2... ee ee 1s, I. Formas de hacer historia obrera: sentimientos, trabajo, poder material So ee 29 IL. El concepto de posicién estratégica en el trabajo: su origen pevoluciin ee 49 ILL. Poder y produccién: sus distintas dimensiones en las ciencias ! sociales burguesas, 1839-2001. 6. oe ee 7 IV. Los socialistas alemanes debaten acerca de la “huelga de tasas” : y su “estrategia”, 1895-1918 . 1... bee ee ee LOO V. Los marxistas rusos y soviéticos: estrategia industrial, i “estrategia politica”, 1905-1932. 0 ee ee 118 VL. La “estraiegia de huelga” de la Internacional Roja, 1923-1930 139 VIL. Los marxistas occidentales: guerra industrial, lucha ideoldgica, poder estratégico y movimientos sociales, 1935-2005. . . . . 162 VIII. Estrategia para las empresas, nostalgia para los obteros . . . 194 Notas 2... Siglas y acréninios Bibliografia.. Introduccién HISTORIA OBRERA: EN BUSCA DE UN GIRO CONCEPTUAL AS REVOLUCIONES INDUSYRIALES que vivid México entre 1880 y igi0 fueron particularmente fuertes y variadas en el estado de Veracruz. Empresarios britinicos, estadunidenses, franceses, espa- fioles y mexicanos montaton ahi grandes empresas con la tecnolo- gia mas adelantada de la época en las industrias del transporte, de Ja construccion, eléctrica, textil, azucarera, destiladora, cervecera, cafetalera, del vestido, harinera, tabacalera y petrolera (incluida la refineria). En conflicto con ellos, los trabajadores de algunas indus- trias veracruzanas —de transporte, textil y tabacalera— formaron entre 1900 y [910 organizaciones militantes para exigir su recono— cimiento colectivo, mejorar sus condiciones laborales, reducir los horarios dé trabajo y aumentar sus salarios, Durante las revolucio- nes politicas y sociales que estallaron en México entre 1910 y 1920, cuya violencia fue menor en Veracruz, los trabajadores de los sin~ dicatos veracruzanos lograron mas que los de cualquier otro esta~ do. Durante los siguientes 25 afios, la mayoria de los movimientos obreros mas fuertes y combativos del pais surgieron en Veracruz, a menudo en conflicto unos con otros, pero siempre peleando con- tra las empresas por el poder. En 1946-1947 encabezaron una lucha obrera a nivel nacional en contra de la orientacién pro-empresarial que adopté el gobierno después de la segunda Guerra Mundial. EL fracaso del movimiento obrero en 1948 inaugurd una nueva época en el desarrollo de México, caracterizada por la dedicacién del pais ala industria durante la Guerra fria. En 1968 comencé una investigacién sobre los trabajadores de Veracruz en el periodo que va de 1880 a 1948. Ni siquiera sabia muy bien cémo concebir esta historia, una historia obrera. Sin embargo, me parecié que la mejor guia era E. P. Thompson, asi que comencé a buscar poetas proletarios mexicanos, tradiciones populares en los 5 POSICION. ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA pueblos industriales de Veracruz y costumbres. de los obreros vera~ eraganiog én resistencia a la explotacién.‘ Pronto encontré algunos (Fernando: Celada, las Virgencitas en las fabricas, San Lunes), pero cuanto mids conocia acerca de mi tema, menos me ayudaba Thomp- “son a entenderlo. Ese poder moral que genera en Inglaterra el re~ cuerdo de las huchas pasadas, no podia encontrarle en Veracruz. Re- cordaba una y otra vez aquella célebre perorata acerca de cémo “la clase obrera se educa, se une y se organiza por el propio mecanismo del proceso de produccién capitalista”, hasta que por fin jogra ex- propiar a sus expropiadores.* AGn mis a menudo pensé en otros dos historiadores del nyindo obrero a los que habia ieide, Brody y Hobsbawm. Aunque estén muy alejados de los asuntos mexicanos, sa manera de centrarse en el capital y fos obreros de las industrias miodernas, la atencién que prestan a la tecnologia v a los lugares de trabajo y sus andlisis de las migraciones y divisiones laborales si me ayudaron a entender a Veracruz. Ademds, me sorprendié la “gran denda” de Brody con Oscar Mandlin, pues me records las “asocia~ siones voluntarias” por las que se habian producido las luchas que me parecian la clave de mi tema, y me impresioné profundamente el marxismo-leninismo de Hobsbawin, en principio porque presupone la primacia del imperialismo durante el siglo xx.! Quizd también fie por esto que comencé a estudiar las compariias industriales de Vera~ cruz de 1880-1948, que durante los siguientes Lo ados requirieron el mismo tempo de revisién de archivos que el estudio de los obreros, Mientras tanto, [a historia obrera estaba en pleno auge. Lo mas importante es que era realmente emocionante, como prucha la im- paciencia que provocaba esperar la aparicidn de los boletines semes- tales European Labor and Working Class History y luego International Labor and Working Class History.* Entre los mejores libros sobre los obreros industriales después de 1880, pocos eran del tipo tradicional dentro de la disciplina, del tipo “institucional”, como le Hamaban Jos nuevos criticos (luego me di cuenta de que esto significaba “que ya no inspira a los jévenes”).* La mayoria trataba los temas clisicos de la disciplina, es decir, organizacidn de la clase obrera, huelgas, socia~ lismo y comunismo, pero dentro de contextos sociales novedosa e INTRODUCCION 17 indefinidamente densos. Mas que una “historia obrera”, constituian “gna “historia social” de los obreros, y en mauchos casos (segiin sus propios autores u otros) una “historia desde abajo”. De estas ‘his— torias sociales”, slo unas cuantas prestaban la misma atencion que Brody y Hobsbawm a las cuestiones econdmicas, los sistemas socia~ Jes, la tecnologfa y las estructuras de trabajo.’ La mayoria se centraba en ja “cultura”, en cémo actuaban los obreros en sus conumidades y vecindarios, en las huelgas, levantamientos, festividades y bares, en. Jas relaciones amorosas, pleitos, protestas, famiha, camarillas, clubes, Jogias o iglesias, en los rituales jerarquicos, de deferencia y solida- yidad, sobre todo en relacion con Ja etnia, la raza y la religion.’ Yo admiraba estas historias, su énfasis en la accién dramatica y sus sentides implicitos. Sin embargo, noté que tres cuartas partes de allas se detenian en t9r4 y me pregunté si los nuevos maestros de la disciplina, como Perrot, Scott o Gutman, podfan revelar mas que "Thompson acerca de los temas que me esperaban en Veracruz. Se- guia prefiriendo a Brody y Hobsbawm, ademas del novedoso (para imi) Montgomery, sobre todo después de pasar tres meses estudiando 30 afios de ndminas de una compaitia textil mexicana del siglo XX, Queria conocer Ia historia de la tecnologia industrial y los oficios in- dustriales en Veracruz, saber qué hacian los obreros en el trabajo para entender cémo los afectaba en su “vida diaria” fuera del trabajo. Incluso mas fuerte en esa época fue el auge de Gramsci. An- tonio Gramsci (1891-1937) fue un joven maestro socialista de la ciudad industrial de Turin, openente socialista a la primera Guerra Mundial, leninista desde 1017, principal defensor de los soviets in- dustriales en Italia en 1919-1920, cofundador del Partido Comu- nista Italiano en 1921, del que fue delegado en la Internacional communista de 1922, secretario general desde 1923 y dirigente de su sepresentacién ante el parlamento italiano en 1924-1920. Durante 1924~1926 preparé al partido para la clandestinidad, y dirigié su “dolchevizacién” en 1926, afio en que fue arrestado, juzgado y condenado como traidor por ¢. tribunal fascista. En la cdrcel (1929- 1935) escribid 2848 paginas manuscritas sobre historia, politica y su salud se deterioré a partir de 1935, aleanz6 a cumplir su 38°, “BOSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA, sentencia en. 1937-y murié seis dias después en el hospital. Después ‘de su interte,-este Antonio Gramsci original se convirtié en mu- ches “Antonio Gramsci” En 1957 surgié uno en Italia para sefialar “una via italiana para avanzar hacia el socialismo” y 20 aftos después el éatnino Ilego hasta el “eurocomunismo”.° En 1967 aparecié otro Gramsci en Estados Unidos para inspirar durante la década de 1970 a cientos de jévenes intelectuales de izquierda para organizar un nue vo partido socialista marxista, un eurocomunismo estadunidense, cuyo ultimo esfuerzo fue el boletin trimestral Marxist Perspectives." Oxo més legs en 1967 a México, primero para suftir el desprecio del marxismo mexicano por su “historicismo” y “reformismo”, y juego para justificar, durante la década de 1970, una nueva critica politica y cultural marxista.* Con traducciones nuevas, las ideas, conceptos y palabras de Gramsci circularon rapidamente entre los in- telectuales de izquierda de Estados Unidos y México durante Jos afios setenta. La idea de “hegemonia” resulté particularmente in- teresante para estos “organizadores de Ja cultura” (nosotros). Aun- que el Gramsci original, al pensar en sociedades divididas en clases, , se teferia al orden publico del consentimiento obtenido socialmen- te, a la dominacién mediante la accién cultural, no a la fuerza de la autoridad, para los nuevos Gramsci estadunidense y mexicano el término a menudo parecia significar simplemente la cultura preva- leciente, independientemente de la lucha por mantenerla como tal. El auge de Gramsci alenté mucho las historias obreras sociales y de- finitivamente afecté mi trabajo. Al estudiar un movirniento obrero que derivaba de tres o cuatro revoluciones (en conflicto entre si), traté de adherirme (principalmente) a un Gramsci que reflexiona sobre “a funcién del Piemonte” o las “relaciones de fuerza” y de seguir “la lucha de clases a largo plazo, [...] la clase obrera, los sin- dicatos, los partidos y el Estado”, Sin embargo, también descubri el deber nuevo (0 clasica, al estilo de Thompson) de profundizar en la cultura popular y las apelaciones morales."* En i980 decidi que habia hecho suficiente investigacién porque me sentia bastante seguro de mi historia. Argumentada desde los INTRODUCCION 19 sistemas y estructuras en conflicto en México, se trataria de cOmo los trabajadores en migraci6n, la identidad étnica y el localismo derrotan a Ja ideologia politica, pero sucumben ante la burocracia politica; una explicacién de su cultura para explicar su politica. Primero redacté borradores de los capitulos sobre el desarrollo de México en general y las empresas industriales veracruzanas en par- ticular (1880-1910); después pasé a los trabajadores industriales del estado durante el mismo periodo. Decidi que escribiria primero un capitulo sobre su trabajo, que era de hecho a lo que mas dedicaban sus horas de vigilia. No supuse que tomaria mucho tiempo, pues llevaria una parte introductoria sobre el Génesis (la maldicién pro- vocada por Adan), una seccién breve sobre tecnologia y ocupacio- nes, otra sobre historias de empleo tipicas y una Ultima, mis larga, sobre las relaciones sociales de los obreros en su trabajo, en los sitios de trabajo, su cultura en la produccién. El siguiente capitulo seria acerca de sus pueblos, huelgas, paseos, apuestas y salidas nocturnas. De estas dos culturas derivaria luego su politica. En cuanto a la cultura en la produccién, me parecié que tenia tres ases bajo la manga. Uno era Herman Melville, por la manera en que escribié acerca del trabajo en Moby Dick. Los otros dos eran especialistas académicos en el tema del trabajo: John T. Dunlop y Benson Soffer, Afios atras, al releer a Brody, habia notado por pri- mera vez los “comentarios agudos” de Dunlop acerca de Ja historia obrera. Poco después habia leido criticas desalentadoras del “marco tedrico” de Dunlop en Ia teoria de Soffer sobre los obreros calitica~ dos como “trabajadores aut6nomos”, cuyas “habilidades técnicas y administrativas particulares” les otorgaban una funcién “estratégi- ca” en los sindicatos (lo cual me parecié una revelacion).* Sin em- bargo, mis adelante habia encontrado nuevas teferencias a Dunlop, mids respetuosas, relacionadas con referencias también respetuosas a Soffer, y bajo esta doble huz lei por fin el trabajo de Dunlop acerca de las “relaciones industriales”.“* Me impresiond mucho su idea de. una “red de reglas” en el sitio de trabajo, en cuya creacién eran decisivos los mercados, el poder en general (politico y cultural) y el “contexto tecnolégico” del trabajo.” Los obreros calificados 20 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA tenian. cierto control en el trabajo, sobre todo en la negociacion de poder, dada su “posicién estratégica”, su “indispensabilidad” en la produccién, Esto era justamente lo que habia sostenido Soffer (ci- tando a Dunlop),.lo que habian dicho también Brody, Hobsbawm. y més recientemente David Montgomery, y lo que consideré me daba la clave para Jas relaciones sociales de los obreros veracruzanos tanto en su lugar de trabajo como en sus comunidades.” Como los obreros calificados tenian “posiciones estratégicas” y eran “vitales”™ o “clave”, eran la fuente de la organizacién, la “aristocracia obrera”’ de Hobsbawm, los “artesanos nobles” de Montgomery, de modo que serian ni grupo accidn, la minoria estratégica necesaria para las asociaciones voluntarias de los obreros veracruzanos. Sin embargo, no lograba que mi capitulo funcionara. Para des- cribir a los trabajadores de la Compafiia Ferrocarrilera Mexicana en su trabajo, en su transporte de carga y pasajeros entre la ciudad de México y el puerto de Veracruz, no podia simplemente enlistar las tareas que hacian, sino que tenia que narrar sus acciones u operacio- nes (que resulté nacho mds dificil de lo que imaginé). Y a medida que narraba el trabajo tarea por tarea, direa por drea, incluidas las de reparacién y mantenimiento, me daba cuenta de que las acciones y operaciones estaban conectadas, que las dreas estaban conectadas, que eran interdependientes, a menudo con cocperacién directa. Los obreros individuales slo contribufan al trabajo colectivo de la locomocién. Sin importar quién hacia las tareas y st las realizaba o no en “autonomia”, como planteaba Soffer, todas eran necesatias; todas eran indispensables para que el trabajo ocurriera. ;Cémo po~ da narrar miles de acciones simultineas y encadenadas, pero no en una batalla tolstoiana, sino en el fimcionamiento del ferrocarril? 2¥ por qué “calificado” o “auténomo” significaba “estratégico”? Si el maquinista era “estratégico”, gpot qué no lo era también el fogonero, el conductor y los guardaftenos, o los mecanicos y otros empleados de los talleres y sus ayudantes, que preparaban Ja loco- motora y los vagones para el viaje, o los guardavias o los telegrafistas o los cargadores? (Por un clavo se pierde una herradura, por un cargador no llega la carga .). Sino era la “autonomia” o la “indis- INTRODUCCION 21 pensabilidad”, zqué hacia que una posicién particular fuera “estra~ tégica”? Al releer a Dunlop, encontré una advertencia: “hay que escarbar mucho para encontrar las reglas que mas dependen de los contextos tecnolégicos y de mercado”. Después de dos arios de mucho escarbar y de mucha confusién y frustracion, consegui un capitulo sobre Jos trabajadores ferrocartileros en su trabajo y cierta nocion de las posiciones que eran mas “estratégicas” que ottas, pero sélo cierta nocién. Dos afios después tenia también un capitulo so- bre trabajadores portuarios en el puerto de Veracruz, pero tampoco una explicacin “estratégica” de su trabajo. Las ocho industrias que finalmente describi antes de terminar de escarbar me tomaron casi 20 afios corridos. Fuese lo que fuese que estaba buscando, lo perseguia mediante el anilisis de astintos que nunca imaginé que tendria que entender. Al principio, al narrar las tareas de los trabajadores ferrocarrileros, escribf mucho acerca de sus actitudes, tanto hacia sus supervisores como entre si y hacia los usuarios del ferrocarril. Pronto dejé eso, para tratar de escribir sélo acerca de su compromiso fisico y mental con la locomocién industrial. Aunque sdlo fuera por disciplina, por curiosidad, dejaria de lado los valores, tratos, deferencia, solidaridad, celos y demas, para no confundirlos con la produccién puramente colectiva. Queria ver el transporte industrial no con el ojo de un economista, ni con el ojo de un politdlogo, ni el de un socidloge 0 antropdlogo o psicohistoriador o historiador cultural, sino con el ojo de un ingeniero (0 el de un viejo Hider sindical): T = Fd (trabajo igual a fuerza por distancia). Para la descripcién del trabajo portua- rio, traté de centrarme sélo en los barcos, la carga, los medios para moverla y cémo los trabajadozes los usaban para cargar y descargar. Asi segui con las otras industrias, tratando de evitar los salarios de las obreros, sus ingresos, origenes sociales o geograficos, relacio- nes subjetivas, costumbres 0 identidades en ei trabajo, 0 cualquier pensamiento o sueiio que no estuviera relacionado con el trabajo. Identificaria a los trabajadores sdlo por sexo, edad, tarea y habilidad. Mis Gnicas metiforas y similes, que evité todo lo que pade, fueron fisicas, mecinicas © quimmicas. A pesar del venerable Ronald Fraser y 22. POSICION ESTRATEGICA ¥ FUERZA OBRERA del bendito Studs Terkel, no escribirla acerca del trabajo de un obre- ro particular ni de una ocupacién u oficio particulares, sino de todo el trabajo necesario pata una industria.”* Lo que eta un capitulo se convirtié en varios, pues cada industria requirié el suyo propio, e in~ dustria por industria, dieron lugar a un proyecto muy extrafio. Con. un constante esfierzo de abstraccién, un alejamiento deliberado de las consideraciones de clase y cultura, para concentrarme estricta- mente en la produccién, obtendria distintas estructuras industriales de capital constante en cuanto a fuerza motriz, equipo, maquinaria e instrumentos de produccién, divisiones industriales del trabajo, pa- trones de coordinaci6n en los procesos industriales y organizaciones industrialmente especiticas de muchas y distintas fuerzas de trabajo para la extraccién cooperativa de trabajo en la produccién colectiva, pues sin esta cooperaci6n no habria produccién, Con tantos detalles concretes del trabajo en los ferrocarriles, los puertos, una compaitia eléctrica, las fbricas textiles, un ingenio azucarero, una cerveceria, una fabrica cigarrera y una compafila petrolera (desde exploracién hasta produccién, construccién y opetacién de oleoductos, trans- porte de agua y refineria), un lector inocente bien podria pregun- tarse donde queda el anilisis 0 la abstraccién. Precisamente, como las historias eran (o pretendian ser) resoluciones sdlo del trabajo industrial, mostrarian para cada industria sdlo el conjunto de sus requerimientos mecinicos, manuales y mentales. A partir de ellos podria distinguir cudles posiciones eran “‘estratégicas” en cada indus- tria. Aun asi, no Jograba explicar qué Jas hacia estratégicas. Mientras tanto, seguia leyendo historias obreras en busca de un giro conceptual. Sin embargo, cuanto mas luchaba yo con el trabajo industrial, menos parecian encontrar los demas historiadores Jo que seguia eludiéndome a mi, es decir, los términos en que tenian poder los obreros estratégicos. Los historiadores estadunidenses mas expe~ rimentados en el campo, en cénclave en De Kalb en 1984, apenas s¢ inmutaron ante “el proceso laboral [o de trabajo]” en la industria o cualquier otro lugar, y buscaron ef poder de los obreros modernos sdlo en la politica, que no era mi tema.” Algunos de los mejores li- bros de esa época eran acerca del trabajo industrial, pero no de como INTRODUCCION 23 lo realizan los trabajadores, y acnque estaban bien, ése tamipoco era mi tema2? Otros trabajos, variadamente excelentes, eran acerca de os trabajadores, pero no en su trabajo (en general), sino en otras ac- tividades, como huelgas, politica (ana vez mas), su “vida cotidiana”, peleas con esquiroles o luchas por Ia igualdad racial; otra vez, todo estaba bien, pero no era mi tema.’ Los que me frustraban hablaban (por lo menos en su mayor parte) acerca de los obreros en el trabajo, “en el punto de produccién” (point of production), como decian al- gunos autores, o “en la planta”. A menudo me pregunté cual era el “punto de produccién”, si tantos obreros contribuian de un modo uw otro a la elaboracién de cualquier producto industrial. Si no habia un solo punto, shabia varios, conectados? :O sera que ne habia pun— tos, sino slo conexiones o circuitos? sY por dénde corrian? 'Y, mas all de la manufactura 0 el mantenimiento, gdénde esta la planta? La mayoria de estos libros represertaban lo laboral sélo por el titulo de una ocupacién o por los nombres de varias —~una especie de censo de ocupaciones en un lugar particular——, 0 por la descripcién de al- gunas tareas individuales (nunca todas), o por funciones aisladas en la produccién, No daban ninguna impresién del trabajo que requeria la produccidn, ni siquiera en una comspaiiia ( institucién) particu- lar.* Aun mis frustrantes eran los libros excelentes que describian a sus sujetos en el trabajo y parecia que iban a explicar cémo lo realizaban, pero nunca acababan de hacerlo.” Los mids frustrantes de todos (por ser los mas prometedores) eran Jos que a veces transmitian Ja funcién de les obreros en cierta produccién industrial, describian todas las operaciones particulares (0 casi todas), tarea por tarea, area por rea, como similares 0 diferentes, simultaneas o continuas, todas conectadas, todas (0 95%) indispensables, algunas “estratégicas”, pero luego confundian esta funcén.” Siempre se atravesaba en la historia alguna especie de contradiccién que oscurecia Ja cuiestién mas im- portante: el poder en el trabajo. Sin embargo, cuanto mis perfeccionaba mis historias, mas me frustraban también. Hobsbawm habia escrito acerca de “un cuerpo de trabajadores técnicamente capaz de fuertes negociaciones colec~ tivas”.” Yo no sabia cémo entender este “técnicamente”. Era un 24 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA tipo especial de conexién entre los obreros en el trabajo industrial, que algunos historiadores estaban captando, pero inadvertidamen- te (o ast me parecia}, de modo que luego lo dejaban ir sin darse cuenta, si conceptuarlo. Los historiadores que mis se acercaban, a quicnes lefa una y otra vez en busca de pistas, hablaban de quién conocia a quién en el trabajo y cémo se Ievaban entre si, de una “red. de relaciones personales {...| en la planta”, de “relaciones so- ciales en el lugar de trabajo”, de Jas “vidas [de los obreros} en el abajo”, de una “cultura del lugar de trabajo”, de una “subcultura del trabajo calificado”* Algunos, de mentalidad mis teérica, de- fendian una historia del wabajo especifica para la historia obrera. Otros abogaban por integrar la historia de la tecnologia con la historia obrera, o daban ejemplos de esto. Sin embargo, también estos historiadores, salvo una referencia superficial a “trabajo y re- laciones tecnolégicas”, describian la cooperacién de los obreros en la produccidn como “relaciones sociales” o relaciones “socialmente construidas” o “practicas sociales” en el trabajo." Yo tampoco lo~ graba nada mejor que “relaciones sociales en la produccién”. Esto seguia siendo historia social o sociologia, que eran esenciales, pero no era ingenieria. Yo queria concebir la ingenieria de la produc- cién social, su mecanica, sus fuerzas y movimientos. Mientras tanto, seguia pensando en las “posiciones estraté- gicas” en ef trabajo, en esos lugares que de algtin modo tenfan consecuencias especiales. Relei a Brody y Hobsbawm en este sen- tide y en relaci6n con los obreros “estratégicos”, “‘vitales”, “clave”, “indispensables’’.° Al mirar més de cerca, encontré que la mayoria de los mejores historiadores de organizaciones obreras hablaban acerca de obreros “clave” o en “posicién estratégica” y de su “es~ trategia” en la economia en general o en ciertas industrias o plantas particulares.” Dos de ellos incluso citaban a Soffer en relacién con los “obreros auténomos”.? Sin embargo, no alcanzaba a distinguir claramente a qué se referian con “estratégico”. A veces no habla~ ban de posiciones, sino que describian simplemente la “estrategia” de los obreros, como si la posicion no afectara un plan o ruta de accién, que podia ser ofensivo, defensive o evasivo, A menudo, " INTRODUCCION 25 daban por sentados los resultados de una estrategia, sin explicar come Hegaban a ocurrir esos resultados, si econémica, social, po- litica o culturalmente (o todas a Ja vez). Lo mis complicado era que a veces argumentaban como si una misrna posicién volviera estratégico al obrero y otras veces lo contrario, Ademis, no eran claros en cuanto a qué hacia estratégicos una posicién o a deter- minados obreros. Algunos argumentaban que era la importancia de toda una industria o un sector en la economia en general, sin vincular esta idea con posiciones particulares. Otros hablaban de las consecuencias extraordinarias de una posicion en “el proceso de produccién” o “el proceso laboral”, por cierta conexién tec~ nolégica que a menudo apenas esbozaban. Otros mas atribuian lo estratégico a fas “habilidades” de Jos obreros, sus capacidades recnolégicas, a menudo dejando de lado las excepciones, como los estibadores. Algunos defendian ambos criterios técnicos: el trabajo “estratégico” debia ser imporzante para la produccién y también calificado; se trataba de ciertas funciones o tareas que sdlo po- dian realizar obreros con una preparacién especial. @Qué ocurria entonces con los estibadores 0 los conductores del transporte de carga? El trabajo “estratégico” era una cuestién principalmente sociolégica o técnica? De mis nuevas guias, las dos mas claras eran historiadores que aseguraban tomar los aspectos técnicos seriamente, y lo hacian. El primero, un joven historiador del movimiento obrero industrial en Argentina, oftecié una explicacién concisa y precisa del poder tecnolégicamente “estratégico” de un sindicato de luz y fuerza. “estratégico” en Sin embargo, no explicaba como distinguia lo telacién con los otros sindicazos importantes del pais, ni qué ta~ reas dentro de una compaiiia eléctrica o una planta automotriz eran estratégicas tecnolégicamente o en otro sentido.’ El otro, el mas culto, ambicioso y analitico en cuanto a la teoria, un joven historiador de obreros siderdrgicos alemanes y estadunidenses, en- contré “posiciones estratégicamente importantes” en la siderurgia alemana y estadunidense y especificé que el “proceso de produc- cién” (a veces “el proceso laboral”) no era social, sino que se daba 26 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA através de la “organizacion técnica”.“ Explicé que las “posiciones estratégicas” son las que dan poder técnico, Stérmacht, “poder de interrupcién” o “poder disruptive” (disruptive power); la posibilidad de interrumpir Ja produccién en toda la planta. Ademias, des- cribié vividamente estas posiciones y las “condiciones técnicas” del trabajo estratégico.* Sin embargo, aun con toda su energia analitica, seguia perdiendo la distincién entre social y tecnico. Las tnicas “relaciones” (Beziehungen} que describia de los obreros en el trabajo eran “relaciones sociales”; incluso las “relaciones paratécni- cas” eran “relaciones sociales”..” Especificamente, eran “sociales” las “relaciones en el trabajo” (Arbeitshezichungen), en el “proceso de produccién”; s6lo era “técnica” Ia relacién entre un obrero (0 grupo de obreros) y las materias primas y equipo productivo de la planta. Sin considerar el Stérmacht, destacaba mucho los “tra- bajadores auténomos” de Soffer y continuamente explicaba que el poder de los obreros en posiciones estratégicas provenia de una condicién social, la “autonomia funcional”.* Asi, salvo para la sociologia, las relaciones entre los obreros en el trabajo industrial seguia siendo inconcebible, incluso para los mejo~ res historiadores del mundo obrero. Pero mi mente no se contenta- ba con esto, Me seguia preguntando acerca de ese “cuerpo de tra- bajadores técnicamente capaz de faertes negociaciones colectivas”, del “trabajo y relaciones técnicas”, de las “relaciones en el lugar de trabajo determinadas {en parte} por [...] Ja tecnologia”. de fas “re- laciones laborales” que si bien eran enteramente “sociales”, estaban “mnarcadas” de algtin modo por “procesos laborales técnicamente especificos”.” No lograba entender estas conexiones sélo en tér- minos de las “relaciones sociales en la producci6n” o las “relaciones sociales en el trabajo”. Todavia queria ver las fuerzas veracruzanas de produccién industrial sincronizadas en el espacio, encontrar Ia concepcién que tendria un ingeniero de Ja industria y Jas plantas industriales, como Ja que tendria un general de Ja geografla y las encrucijadas; encontrar el mapa industrial que hubiera trazado un guerrero sindicalista para ubicar las posiciones estratégicamente im- Portantes, o un comité central comunista para elegir una estrategia. INTRODUCCION 27 En 1994 di clases por primera vez sobre la historia industrial y obrera de México. Tenia que pensar qué significaba “industrial”, asi que regresé a Saint-Simon: interdependencia técnica generali~ zada, conscientemente dividida, conscientemente organizada, en ja produccién.** Para poder explicar ef tema a los alunos, tenia que concebir a los obreros industrialmente, dentro de las divisiones @ integraciones técnicas de su trabajo. Esa fue mi oporeanidad. Pronto habja encontrado nuevos términos, especificos para las co- nexiones de los obreros indusiriales en el trabajo y me parecid jmperativo terminar mis historias abstractas con todos los detalles estacionarios, méviles, muertos y vivos que requirieran. I. Formas de hacer historia obrera: sentimientos, trabajo, poder material UALQUTRR POBRE DIABLO con cierta conciencia cultural o pro- fesional sabe que desde hace 20 afios o mas los temas histéricos candentes en la civilizacién occidental han sido Ia raza, el género, lo étnico, el sexo, los héroes, los simbolos y ahora, finalmente, abi frente a todos, “uno mismo”. ;Por qué querria alguien hacer ahora (o todavia) una especie de historia industrial, algo sobre el trabajo industrial moderno? Dejando de lado las apariencias academicistas, glo que propongo es simplemente un ejercicio borgesiano, un plan maniatico para una enciclopedia sin fin, cada vez més actualizada, cada vez mas compleja, de arqueologia industrial? ;Podria tener algésn sentido ahora, o en algfin momento? Una indicacién de que no lo tiene es que recientemente muy poces historiadores de la tematica obrera se han acercado a algo semejante, o si lo intentan (hasta donde sé),.lo hacen para una sola industria, pero no para varias. Como antes, entre los mejores libros nuevos del campo hay algunos que versan sobre el trabajo indus- trial moderno, pero no sobre los trabajadores que lo hacen.’ Otros hablan de los trabajadores industriales modernos, pero (la mayoria) fuera del trabajo, en huelga, en politica, en reuniones, ete.* Los que si hablan de los obreros en el trabajo abordan en su mayoria areas u operaciones particulares, y hablan menos del trabajo que del lugar de trabajo, o de la raza, el género o algiin otro tipo de “identidad” + Dos historias conceptualmente muy ricas del movimiento laboral en Estados Unidos, realizadas por expertos en las “relaciones sociales” que se dan en la produccién, tansmiten un claro sentido estratégico del poder en el trabajo, pero no distinguen si es poder comercial, politico, industrial, técnico o de otro tipo, ni explican (dado que son estudios generales) nada sobre tecnologia.t Sélo un libro, so- bre las empacadoras de los estados centrales de Estados Unidos, da 29 30 POSICION ESTRATEGICA Y PUBRZA ORRERA una idea de Ja organizacién técnica de esa industria en téminos explicitamente “estratégicos”. Sin entbargo, con todo y su mirada reveladora, este autor toma equivocadamente por “calificados” a los trabajadores del rea que considera “estratégicamente importante” (la de los mataderos), y no toma en cuenta el Srea realmente decisi- va: energia y reftigeracion.’ Muchos estudios histéricos cuyo tema declarado es el trabajo tratan en realidad de ottas cosas. Los panora- mas histéricos del trabajo moderno, por itiles que sean, hablan en general de mercados de trabajo, convenciones sociales, ocupaciones, condiciones taborales, regulaciones y emociones, no acerca de las variaciones en. los sistemas industriales.? En una antologia histérica bastante reciente sobre el trabajo, el editor, un historiador inglés prestigioso, no incluye nada de ningin historiador acerca de nin- gim trabajo industrial. Cita a otro distinguido historiador de la clase obrera britinica de los siglos x1x-xx: “sabemos bastante poco acerca de la actitad de la gente hacia el trabajo incluso para las épocas més favorables, y no tenemos casi ningém conocimiento preciso sobre el periodo anterior a la década de 1930”.* Es decir, confesemos nuestra ignorancia de las “actitudes” y hagamos caso omiso de muestra ig- norancia de lo que los obreros hacian sistematica, simultanea, con- secutiva y conjuntamente en sus trabajos, tanto antes como después de la década de 1930. Algunas selecciones de la antologia, tanto de autores del siglo x1x como del xx (como Richard Henry Dana, Melville, Zola, F, W. Taylor, Robert Frost, Orwell), versan sobre clertas partes del trabajo en las operaciones industriales. Aunque son interesantes, todas (excepto Ia cita de Germinal) dan la impresién de haber sido elegidas por el venerable Fraser o el bendito Studs. No hablan de Ja fuerza de trabajo coordinada para la produccién, sino de la experiencia individual, personal; no tratan del trabajo, sino de cémo se siente alguien en el trabajo. Cualquier historia actual de la produccién industrial se to- paria con las preocupaciones historicas vigentes, tanto populares como profesionales. El editor de la antologia pudo decir “lo que pensaba, obviamente, la mayoria de las personas” acerca de su proyecto sobre el trabajo: “jQué tema tan aburrido?? Supongo FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 31 que tenfa raz6n, pues el libro ocupa, aproximadarente, el lugar an millén en Ia lista de libros ms vendidos. Si el formidable Lec- tor Comiin (si es que no est4 viendo el reestreno de la serie tele- visiva sobre la historia de Gran Bretafia de Simon Schama) puede hacerse de un nuevo libro de David McCullough o Paul Johnson, o algiin clasico de Stephen Ambrose, es muy poco probable que se ponga a buscar lecturas histéricas selectas acerca del trabajo, y mucho menos “estudios histéricos acerca del trabajo industrial”. Del mismo modo, los historiadores académicos se interesan ahora (tradicional o especulativamente) en casi cualquier cosa que no sea el trabajo industrial. Si las adquisiciones de la biblioteca de la Universidad de Harvard durante los-tiltimos 10 afios representan sus intereses, entonces publican y‘leen. casi tres veces més sobre guerra que sobre género; una y media veces mds sobre género que sobre asuntos raciales; mas de dos veces mas sobre género que sobre trabajo; 2§ veces mAs sobre trabajo que sobre trabajo indus- trial; 18 veces mds sobre sexo que sobre trabajo industrial, y un tercio mas sobre pornografia que sobre trabajo industrial.” Quiza no sea menos significative que el joven y brillante historiador de los obreros sidertirgicos alemanes y estadunidenses haya escrito hace poco su segundo libro, también excelente: una historia po- litica, social y cultural de la “hermandad” en la socialdemocracia alemana preindustrial." Los maesttos estadunidenses clasicos de Ja historia industrial, seguidores de San Edward y San Herb, no dudarian en considerar el trabajo un tema vilido, pero sdlo como si fuera una prueba escolar o ética, importante en la formacién de la comunidad y cultura de los trabajadores. Entre los veteranos europeos de la historia obrera, uno de los ms agudos, preocu- pado porque el campo “se ha vuelto bastante aburrido”, sugirié hace poco hacer mejoras, incluida, asombrosamente, “una his- toria obrera”, pero es evidente que se refiere s6lo a una historia social de “conceptos”, “significados” y “practicas laborales”. Atin bastantes jovenes, los mds vanguardistas de la historia obrera anglo estadunidense, que nunca confiaron en las cuantificaciones ni en las antiguas clasificaciones de objetos, nociones y catego- 32. POSECION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA rias histéricas, definitivamente no dejarian ahora la historia cul- tural del trabajo por algo tan poco literario como un conjunto de constructos materiales reales, matrices de la produccién moderna. Quizi 95% de los articulos presentados en las Wtimas reuniones de la North American Labor History Conference (NaLHC: Con- ferencia Norteamericana de Historia Obrera), bubieran quedado igual de bien en cualquier congreso de historia politica, social © cultural; el “trabajo” importa sélo por el lugar de trabajo, que sélo importa por la cultura que se produce o trabaja ahi. Para su reunion de octubre de 2004, sobre “Clase, trabajo y revolucién”, Ja NaLHC “fomenta sesiones [...] desde las perspectivas de géne- ro, raza, etnicidad y sexualidad’’.* Incluso el rival mas comple- jo, tiguroso y agudo de Ja nueva historia cultural (un socidlogo histérico del trabajo), que también esta en busca de una nueva historia obrera, pide con urgencia estudios que “demuestren y cs- pecifiquen [..,] exactamente como la construccién cultural de los conceptos econdmicos configuré J...] las practicas en las fabricas Jantes de r914]”. EI mismo no ha procedido en ese sentido, sino hacia una teoria de “la cultura en la practica”.# Recientemente, algunos historiadores del mundo obrero nor- teamericanos se organizaron para promover “la historia obrera y Ja clase trabajadora”.* Contrarios a Ia idea (expresada finalmente en una reunién de la Organization of American Historians, :dén- de mas?) de que “los temas basicos de la historia obrera son en esencia demasiado oscuros 0 poco emocionantes como para atraer al piblico mds amplio”, estos historiadores de fa tematica obrera practicamente redefinen el campo como una historia general de la injusticia, En 2002, su representante se volvié editor de la revista més importante de la disciplina en Estados Unidos, y reconocidé la “stasis intelectual” del campo y declaré que los intereses de la re- vista eran las injusticias raciales, de género, étnicas, sexuales y eco~ némicas que habian sufrido los trabajadores y trabajadoras de toda América. Pedia en particular un “anilisis de los cambios en los pro- cesos laborales y estructuras directivas, asi como la experiencia del trabajo”, y muchos mis estudios de “la historia basica del trabajo y FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 33 Jas ocupaciones”, incluidas “la peluqueria, {...| las fanerarias, | la consejeria escolar”, para fortalecer “la credibilidad de la discipli- na en el mercado intelectual”. Evidentemente, no logra distinguir entre el trabajo y la experiencia del mismo, ni entre la experiencia del trabajo industrial y de otro tipo. Tampoco muestra el menor interés en el trabajo que, hace 25 afios, Montgomery también le _hubiera dicho que era “estratégico”. El programa de posgrado que dirige en la University of Hlinois en Chicago, titulado “La historia obrera, la raza y el género en el mundo urbano”, ofrece un curso dedicado parcialmente a la tecnologia (bendito sea ese profesor), pero ninguno sobre ningiin tipo de trabajo; los cuatro coloquios del programa son sobre “feminismo comparado”, “inmigracion e “historia étnica”, “historia racial y de la clase trabajadora” y “sexua- lidad, poder y politica”. Esta campafia por “‘ampliar y energizar la disciplina” ahora cuenta con una nueva revista, pero el mismo edi- tor sigue tan prendido como siempre con la vieja “experiencia de Ja clase trabajadora”. Ni él ni sus colegas, todos vasailos de Thomp- son, Gutman y un Montgomery ya completamente thompsoniano y gutmaniano, logran distinguir entre el trabajo y los sentimicntos, Hasta donde alcanzo a leer, no podrian imaginar una historia téc- nica de Ja produccién industrial que no los matara de aburrimiento y que no fuera un fracaso completo en el “mercado intelectual”.!” Valdria la pena preguntarse por qué la historia obrera (de cual- quier tipo y época) parece ahora tan “aburrida’. Hace 30 ajios, cuando Terkel publicé por primera vez sus entrevistas, el “trabajo” __y la “clase trabajadora” eran el gran furor entre los intelectuales y con todo ese entusiasmo? Por razones practicas (productividad, ganancia, bene- ficios, salarios, primas, elecciones, guerras, juicios), los estucios econdmicos, sociolégicos, politicos, psicolégicos, médicos, legales, etc., sobre el trabajo estan en pleno auge. Entonces, spor qué la his- toria del “trabajo”, especialmente del “trabajo industrial”, despicrta ahora expresiones fisicas de aburrimiento, incluso de aversién? Si tomamos en cuenta los cambios ccondémicos, sociales y culturales de los tiltimos 30 afios, es facil explicar la reciente fascinacién de académicos de distintas especialidades: ;qué ocurti 34. POSICIGN ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA los historiadores con fa nueva historia cultural (incluida la historia de la cultura del lugar de trabajo). Sin embargo, es mas dificil en- contrar las razones por las que los historiadores ya no quieren saber acerca de la accién laboral propiamente dicha. Seguramente la raz6n no es que ya no haya nada mas que apren- der al respecto. Ahora los investigadores saben mucho mis acerca de la raza, el género y el sexo que acerca del trabajo, pero aGn no dan sefiales de que algiin dia entendern suficientemente el cuerpo en Ja representaci6n o en la estimulacién erética, mientras que a todas luces parece suficiente, por poco que sea, lo que han entendido so- bre Ja historia de los cuerpos y mentes en la produccién industrial. A diferencia de la raza, el géneto o el sexo, el trabajo es intrinseca e infinitamente un objeto del interés, es decir, no un signo 0 una prictica 0 un instinto, sino una accién encaminada a producir co- sas Utiles, algo consciente, aprendido, serio, intencional, honesto, concienzudo, fascinante, algo como la cultura, pero también par- ticular, fastidioso, absorbente, arduo, frustrante, quiz4 agotador y de una importancia generalizada, fundamental y urgente, y el tra- bajo industrial esta dividido y divide, pero aun asi es colectivo. Es- tamos lejos de haber entendido el hecho de que el trabajo es lo que volvié humana a nuestra especie, cada vez mds humana. Resulta absurdo que carezca de interés estudiar la historia de fa actividad necesaria para que ocurra cualquier otra historia humana. Es hist6- rica y naturalmente interesante ¢l hecho de que la especie se extin- guiria mucho mis rapido sin trabajo que sin copulacién. Culturalmente, de todos los grandes mitos de la creacién, de cémo el mundo cobré existencia y por qué sigue existiendo, el que dio lugar al simbolismo, el discurso y las ideologias mas arraigadas en el mundo moderno es una historia del trabajo, la de los primeros tres capitulos del Génesis. Bs una narracion de una fuerza tremenda y sutilezas profundas, vibrantes, sugerentes y reverberantes: “En el principio creé Dios los ciclos y {a tierra”; luego hizo “la expansién de los cielos” y puso ahi “las dos grandes lumbreras” y también las estrellas; cred grandes ballenas y al hombre a su imagen; el séptimo -- dolor dards a luz los hij PORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 35, dia acabé su obra y descans6: luego “planté un huerto” y “puso alli al hombre que habia formado”, Adan, “para que lo labrara y To guardase”; del hombre formd a una mujer, Eva, “y la trajo al hombre”, y cuando violaron una de sus érdenes “y conocieron que éstaban desnudos” y en vano trataron de huir de él, Dios le dijo a Eva, “multiplicaré en gran manera los dolores en tus prefieces; con s”, y a Adin le dijo “maldita sera la tierra por tu causa; con dolor comers de ella todos los dias de tu vida. Espinos y cardos te producira”, y expuls6 al hombre del huerto -“para que labrasen la tierra”.'* Por supuesto, esta historia es mas -fiierte cuando se canta en el original hebreo, porque fas Ictras no solo suenan, sino que tienen caracter, ademas de que las palabras, con sus repeticiones rituales, sus r4ices de res consonantes y sus ‘constantes inflexiones, resuenan con alusiones y distinciones signi- ficativas, Por ejemplo, el trabajo que hizo Dios al crear y fabricar a mano e] mundo es un trabajo radical y puramente divino, un tra— bajo que solo Dios pudo haber hecho. Sin embargo, la palabra que 6 emplea para referirse al trabajo que hizo luego sobre la creacién significa algo asi como nuestro trabajo pleno, liberador, satisfac- so, © como un angel, un mensajero, un mensaje, @ como estar en una misién, seriamente, ocupado, cumpliendo “una promesa o un pacto; el descanso de Dios es también una ben- dicién, una santificacién de su trabajo. La palabra con la que se habla del trabajo que hizo Adan en el huerto se refiere a Ja tarea de estar a cargo de algo, de vigilarlo, resguardarlo, protegerlo. El trabajo que hizo después es radicalmente distinto; la palabra con la que se hace referencia a él significa también servicio, obediencia, sujecion, cautiverio, servidumbre, esclavitud y adoracién, Hl “do- lor” que, después de salir del huerto, sentira Eva al parir y Adan al trabajar es el dolor del esfierzo, de la fatiga, que etimolégicamente tiene que ver con herida, dureza, pesar, tormento, sufrimiento, molestia, pesadumibre, angustia, afliccién.’”? Durante siglos formé. parte de la ortodoxia judia, cristiana y musulmana la creencia en un torio, sustanci mundo forjado por la divinidad en el que el trabajo duro (propio © ajeno) humanamente enajenado sostiene a los fieles obedientes, 36 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA Esta creencia estaba tan arraigada en estas culturas, que sdlo los he- ‘s podian imaginar un mundo ajeno al trabajo, ya fuera divino o humano.** Desde la Revolucién industrial, cuando el capitalismo y luego el socialismo, cada uno con su propio ateismo, comenzaron realmente a reconstruir Europa y el resto del mundo a partir del trabajo humano, ya sea por ganancia o por humanidad, ha empa- pado todas las culturas Ja idea de que “este mundo”, “cl mundo real”, es trabajo (el tuyo, el mio, el de los demis, ef de cualquier ser sano). Como descubrié Marx ya en la década de 1840 (quiza en parte porque era aleman), era imposible pensar o hablar de Ia “rea~ lidad” sin hacer que “trabajara”.” Ahora, sélo seres de otro mundo podrian imaginarlo de otra manera. El aburrimiento que provoca a los historiadores estaduniden- ses el trabajo industrial es en parte sélo la evasién razonable de un tema que se ha vuelto enormemente aburrido para el pabli- co estadunidense en general. Los “historiadores de divulgacién” (public historians), es decir, los que estén mds expuestos al piiblico, entienden mejor esta prudencia. Dado el encogimiento de la vieja industria, la vieja clase trabajadora y el viejo movimiento obrero; dado que los sindicatos han decepcionado (cuando no repugnado) a muchos trabajadores y enfurecido o asustado a gran parte de la poblacién; dado el vuelco continuo y puiblico de Ja politica esta- dunidense hacia la derecha durante los filtimos 25 afios, y dada la dedicacién popular al “ocio”, el “consumo”, el “entretenimiento”, etc., muy pocos de estos historiadores podrian pretender pagar sus cuentas con estudios sobre trabajo o mano de obra, mucho me- nos sobre el trabajo industrial” Dadas estas mismas condiciones, algunos historiadores académicos que han escrito acerca de ciertos aspectos del trabajo industrial pueden ahora, prudentemente (por contratos laborales, de publicacién o ambos), alejarse de él, en fa- vor de temas mis atractivos, como 1a politica o la cultura. Sin embargo, esta aversién entre los que se declaran historia~ dores culturales, principalmente académicos, que ahora dominan la disciplina en Norteamérica, Latinoamérica y Europa, no es tan razonada. Es mas profunda y mas antigua y se vincula con procesos ® injustic! FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 37 . Estos historiadores se concentran en la evasivos ms comiplejc , en la generacién (0 pérdida) de la comunidad y solida- tidad laborales y exclusivamente en las “relaciones sociales” (30 su experiencia?), sin duda porque consideran que describirlos dentro de una organizacién técnica es una falta de respeto hacia los traba- jadores, una negacién de su dignidad humana, un “reduccionismo” aburrido. No aceptan que en sus s se use un vocabulario o gramética para un discurso sobre las divisiones técnicas humanas en Ja produccién industrial. Sin embargo, esta postura implica que el -. poder que han logrado reunir los obreros para sus luchas proviene sdlo de sus méritos morales o de las multitudes reanidas, c implica negar que alguna vez han tenido (ademas o s6lo) un poder técni- camente determinado que les permitiera conseguir victorias. Las razones de esta negacion se remontan quizd 25 aiios. Ep ese entonces, la disciplina estaba dominada por varios gigan- tes. Sobre todo Thompson, pero también otros historiadores, so- cidloges y politélogos, jévenes y viejos, como Brody, Hobsbawm, Werner Conze, Paolo Spriano, Georges Haupt, Barrington Moore, Gutman, Trempé, Perrot, Kocka, Joan Scott, George Rudé, Mom- msen, John Foster, Charles y Louise Tilly, Lawrence Goodwyn, Ralph Miliband, Leo Panitch, Royden Harrison, Yves Lequin, Montgomery y varios mas difundicron entre los jovenes que iban entrando al campo las influencias tedricas de Marx, Weber, los An- nales (Durkheim) y otros .* Sin importar qué influencia aceptaran, todos los jévenes seguian la linea de Thompson al reconocer como su tema la subjetividad, la “agencia” o “agentividad” (agency), de los trabajadores.™ En general, pertenecian politicamente —un re- quisito esencial para ellos—~ a la izquierda no comunista, vivian virtualmente las luchas que estudiaban, se desvivian (como para disculparse por el 68) por que la historia obrera fuera Gtil para los trabajadores reales. A cambio, tenian que soportar que tales trabaja- dores continuamente ejercieran su “agencia” en favor de Thatcher, Reagan y Kohl; ése fue el hecho politico que marcé mas profunda- mente a su generacion intelectual (de izquierda y de derecha).’ En sus historias obreras tendian a hacer, o bien un relato de poder, de ON ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA contlictos, desafios, triunfos, pérdidas, de arreglos invariablemente temporales, un relato que acababa en victoria o derrota, o bien un relato de agravios, de discriminacién, abusos, protestas y resistencia que acababan en integracién o enajenacién, en sintesis o frustra- cién.** Este segundo telato, la historia de una injusticia (corregi- ble}, se convirtié en la especialidad de quienes tendian.a lo cultural, y al cabo de una década ya era la rama principal de Ja disciplina. Especialmente ev. Estados Unidos, siguiendo la huella de Gut- man y Scott, estos historiadores escribfan acerca de obreros ince- santemente divididos entre si, pero no por politica o economia, sino por diferencias raciales y, dentro de cada raza, por religién o lengua, por diferencias entre hombres y mujeres.*? Estudiaban las divisiones del trabajo, pero no Jas industriales 0 técnicas, sino las raciales, de género, étnicas o sexuales. Si alguno mencionaba un “punto de produccién”, no lo concebia en conexién con otros, como uno de muchos nodos técnicos, conexiones y uniones ma- teriales (incluido el material humano) en una red de produccién que de hecho produce cosas (y las transporta): sélo veia una cul- tura del lugar de trabajo. Si alguno hablaba de los obreros en el trabajo, sélo los veia dentro de relaciones sociales, en acciones comunes, en interacciones normativas (acordadas o impugnadas), o simplemente como individuos en una tarea, individuos que ex- perimentan el trabajo. Lo mis técnico a lo que legaban al hablar de esta experiencia era presentar una lista de materias primas en su paso hacia el producto terminado, o hacer una seleccién de ocupaciones © breves descripciones de las tareas, o quizA incluso registrar la experiencia de un obrero, como si el trabajo fuera sélo personal. En el mejor de los casos, tenian muy claros sus intereses: las “voces” de los obreros, su “subjetividad”, “experiencia”, “sig- nificados”, “identidad” y “lenguaje, no sdlo las palabras, sino todas las formas de representacién simbélica’.”? Algunos (como Scott) tomaron de los sociélogos la asombrosa palabra “estrategias”, ge~ neralmente en plural, y no s6lo (como en los viejos tiempos) para referirse a las “estrategias sindicales”, sino principalmente para las “estrategias personales” o “de supervivencia”, “estrategias de clase FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 39 y género”, “estrategias de fertilidad” e incluso “estrategias para asegurarse una identidad” ” Tiananmen, fa caida de ta reforma en la Unién Sovittica, la pasién de la Solidaridad polaca por el capitalismo y (para colmo) Ja derrota del sandinismo en Nicaragua acabaron con todas las es- peranzas inocentes (y desgastadas) de que algtin dia los trabajado- “res optarian por el socialismo, de que algiin dia el socialismo seria _algo mas que una utopia. Como la izquierda se habia ido enfriando desde 1917, los historiadores obreristas de corte cultural ya podian regresar a una utopia mas sencilla, antigua y conocida, la de “poner fin a la desigualdad”.* Aliviados, se volcaron directamente sobre las - Sguerras culturales”, Abi defendieron una especie de justicia histé- “yica por inclusién, al escribir sobre la “gente trabajadora’, con toda su gloria multicultural, en una narracién nacional abierta y amistosa, como en “la biisqueda de [...] la cultura democritica”, Querfan la parracion del “trabajo”, pero sélo “en el contexto de la comunidad y Ja cultura”. Exigian la inclusién de los obreros industriales (fuera del trabajo) “en el hogar, el barrio y la comunidad”, y también en el lu- gar de trabajo, pero atin sdlo en las relaciones sociales que establecian “abi, que seguian (mal)entendiendo como telaciones de trabajo, No lograban ver que la comunidad y la industria moderna (no sélo la manufactura, sino también la mineria, la construccién, las comuni- caciones, transportes y servicios de cémputo y sistemas) han sido tan distintas como el afecto y la coordinacién técnica en la produccién, Aferrados a las identidades y la injusticia, insistentes en la “agencia” de los trabajadores dentro de “la cultura social y politica més am- plia”, pero ignorantes de Ja ingenieria industrial, evitaron cualquier mencién del poder técnico, de las estrategias técnicas, de la carencia de este poder y de la consecuente necesidad de otras estrategias. Subrayaron “lo permeables que son las fronteras entre comunidad y trabajo”, pero solo para aclarar (segin alegaban) que existe una cultura en comin en los dos 4mbitos, no para examinar la rivalidad que ha habido en los usos de Ja cultura para proteger o aislar posicio- nes estratégicas en el trabajo. Al introducir una segunda o tercera generacién thompsoniana a la historia obrera moderna, en lugar de 40 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA ensefiarle a los j6venes acerca del trabajo industrial, les han habla~ do de “construcciones”, “representaciones” y “desaffos semidticos”, no sdlo en textos literarios (y esto ya no es una redundancia), sino también dentro de “la cultura popular”, “la cultura subalterna”, “la cultura material”, “la cultura pablica”, “la contracultura”, etc. Y cla- ro, la nueva generacién acaba de publicar una enciclopedia histérica del movimiento obrero en Estados Unidos que incluye entradas so- bre Ralph Fasanella y sobre “tmisica y trabajo”, pero ninguna sobre “division del trabajo”, “relaciones industriales”, “industrializacion”’ o “tecnologia”! La cultura obrera, con sus tradiciones y revitalizacio- nes, se ha convertido en el refugio feliz y esperanzador de muchos devotos de la historia obrera, porque ahi estan a salvo del sentido objetivo de las desigualdades técnicas incorregibles e inevitables de Jos trabajadores en el trabajo. En este punto, los historiadores de la tematica obrera han justifi- cado su enfoque, ansiosa o felizmente, con los cambios mundiales.* Sin embargo, estos cambios no son culpa ni mérito del mundo. La respuesta tampoco es Ja influencia intelectual. No sdlo porque Gut- man descubrid su solucién sintética en la “cultura”, o porque Scott encontré su nueva “categoria analitica” en el “género”, resultaba inevitable que tantos de sus herederos académicos se descubrieran (0 se perdieran) en los “estudios culturales”, © que levaran (y aban- donaran) ahi a sus alumnos. Que los discipulos acepten su propia xesponsabilidad. En particular en Estados Unidos y Gran Bretaiia, sus estudios se han convertido cada vez mds en una especie de mu- tuo entretenimiento, diversién, distraccién, olvido, negacién de las viejas preguntas que a la gente democritica y culta le resulta muy dificil plantear ahora, no sdlo acerca del “trabajo”, sino también del “futuro” o las “vazones técnicas” o Ia “firerza” o el “socialismo”; no soportan que haya fantasias a su alrededor. La mente del historiador del mundo obrero se seguird hacien- do buenas preguntas sociales y culturales acerca del trabajo indus- trial. ;Qué efectos ha tenido la objetividad fisica, industrial —no la cosificacién, o el c6mo y por qué los objetos cambian, sino un sistema previamente impuesto y realmente existente de cosas técni- FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA ft cas (incluidas las fuerzas naturales ordenadas)—, en la subjetividad de la gente que la usa cotidianamente para la produccion y que a veces altera el orden para que no se pueda usar? ¢Qué diferencias ba habido entre la construccién del sentido del trabajo entre los obreros preindustriales ¢ industriales, y qué ha aprendido cada uno de ese sentido? :La cooperacién técnicamente determinada en el trabajo ha generado entre los obreros animosidad tanto como “so- ciabilidad”?* Su trabajo ha sido una exigencia (hacia quién?), una ejecucién (gpara quién?) o ambas? Para organizar a los obreros cn el trabajo o en las comunidades, entre las comunidades y mis alla, gha resultado mejor la integracién de Jas diferencias 0 su coalicién? 3Por qué los movimientos obreros rara vez han seguido reglas de- mocraticas? :Qué ha generado el sentimicnto de solidaridad en los movimientos no circunscritos al lugar de trabajo o a la comunidad, entre obreros que no se conocen entre si? Qué diferencias crean la localidad y Ja solidaridad en la constitucién de los obreros? Estas preguntas siguen girando en torno de los derechos y los agravios (construidos, claro est4); siguen convirtiéndose en historias mora- les, en signos interpretados y malinterpretados, en practicas realiza- das y fingidas; en visiones del mundo verdaderas (confiables) o falsas (engafiosas}; en argumentaciones histéricas literalmente inacabables. Mientras tanto, siguen sin plantearse buenas preguntas indus- triales y técnicas acerca del trabajo industrial. Por qué los sistemas industriales siempre han sido discontinuos, formados por divisiones y conexiones técnicas, por articulaciones, vinculos y uniones? En el trabajo industrial, que tiene una divisién propia en cada rama, pero que en todos los casos resulta técnicamente imposible de realizar para sélo unos cuantos trabajadores, a menos que otros, conocidos o desconocidos, también estén participando, gdel trabajo de cud- les obreros dependen mis trabajadores? En industrias especificas, cuando Jas compatiias cambian su tecnologia, gc6mo (y dénde) ha cambiado la inevitable desigualdad técnica en el trabajo? Aunque no seati sociales, gus consecuencias son aun asi dinamicas, acumu~ Jativas, dialécticas? gPuede haber un fin para tales preguntas indus- triales, técnicas, no un agotamiento, sino un propésito practico? 42 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA Quiza el estudio histérico del trabajo industrial seria ahora menos dificil de realizar en Europa o Canad4 que en Estados Unides. En Europa o Canada, el historiador académico podria concentrarse respetablemente en las “practicas sociales [.,.] no gobernadas por las leyes de la formacién de discursos” 0 en las “condiciones obje- tivas que tanto limitan como permiten la produccién de discurso”. En Estados Unidos, donde la vieja historia social sigue permitiendo que el trabajo y la mano de obra se desmaterialicen en su “estiliza~ cién’, en imagen o ritual, una historia del trabajo industrial tendria que reflejar que aunque las relaciones en las que actian sus sujetos: no sean simbélicas, de todos modos son significativas. O bien, para los nuevos historiadores culturales —que pueden o no haber leido a Rousseau o a Kant 0 a Nietzsche 0 a Saussure o a Lévi-Strauss 0 a Derrida o a Foucault, pero que toman el mundo real pasado (aun- que no el presente) como un asunto sélo de lenguaje, es mds, sélo de “enunciaciones”; como una mera “construccién discursiva”, y construccién sélo de “identidades” (continuamente alteradas)— tendria que tener sentido como un sinsentido, pero un sinsentido encantador.” Durante los tiltimos 15 aiios, mas de uno de ellos ha profesado que las “realidades sociales” son sélo “juegos de lenguaje diferentes”; m4s de uno ha pretendido que cada identidad tempo- ral, fragmentada, tiene su propia historia, que en la frenética diver- sidad del mundo hay “una historia de cada uno, para cada uno”, incluida, con el mismo privilegio, la propia historia del historiador “descalzo” (barefoot historian), 0 memorias, rerniniscencias, auto- anilisis, confesiones, fantasias ingenuas u ocurrencias personales, 0 quizé todo junto, en una bonita revoltura; mas de uno, sin saber © sin recordar que los historiadores estadunidenses comenzaron a defenestrar la historiografia newtoniana (o humeana) hace mds de 80 anos, atacara la “objetividad” a la menor provocacién, pero bus~ cara dentro de si mismo (individualmente) la “naturaleza humana”, y mas de uno ahora diria en broma, aunque convencido, que “el significado es solo diversién’’.** Si todo es cultural y la materia no es mas que un texto, entonces el trabajo no es accién, sino acto, yel trabajo industrial es teatro gratuito, una obra improvisada. FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 43 Las historias que quiero terminar sobre trabajo industrial enca- jan’ aun menos con los “estudios subalternos”. Ahi donde yo quie- ro explicar complejos materiales, vivos e inertes, los subalternistas han buscado estudiar practicas sociales, principales, agentes, suje- tos y objetos a partir de premisas antimaterialistas de dimensiones verdaderamente emersonianas. Pundado en la década de 1y70 en India para hacer “historia desde abajo” al estilo de Thompson, el “Grupo de Estudios Subalternos” (luego Mamado “colectivo”) se zambullé en Ja teoria lingiiistica, el estructuralismo y el posmoder- nismo, se concentré en la historiografia, publicé cada vez menos sobre “el subalterno”, estudié poco el mundo obrero, hizo caso omiso del trabajo (sea industrial o preindustrial) y produjo una sociologia histérica alegremente contradictoria.” Como su maxi- qa autoridad eligié atin a otro “Antonio Gramsci” y cité su “no- cién de lo subalterno”.° A diferencia del original, este Gramsci era poco marxista, nada leninista,dmperceptiblemente comunista y no un prisionero politico que escribia notas en clave on favor de una tremenda lucha politica que estaba ocurriendo de hecho, sino un profesor virtual de teoria social o de “ciencias de la comunica- cién” que disfrutaba sus “lecturas transaccionales”.* Despreciaba Ja economia politica y la explotacién {reducciones economicistas) para discurrir sobre la “dominacién” y la “hegemonia”, como si no ocurrieran en la sociedad, sino en fos libros. A partir de su problematique (an resumen de las de Pareto, Michel y Mosca, al que el Gramsci original describié como “un gran menjurje”), sus discipulos subalternistas definieron la “dominacién” como reali- zada por la “élite”, que significa (lo juro por Dios) “los grupos do- minantes” y “los estratos sociales inferiores a los de los grupos [...] dominantes” que acttian “segtin los intereses de estos iiltimos y no de conformidad con los intereses que corresponden realmente a su propio ser social”. De acuerdo con esta definicién, “cl pueblo” y “las clases subalternas” son. sindnimos, [...] Los grupos y elementos sociales incluidos en [zrepre- sentados por?] esta categoria [el pucblo, los subalternos en conjunto?] 44 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA representan [zson?] la diferencia demografica entre la poblacién [...] total y todos aquellos que hemos descrito [:definido?| como la “élite”. Algunas de estas clases y grupos, como la poblacién rural nxis pobre, los propictarios empobrecidos, los campesinos ricos y los campesinos de nivel medio-alto [gy qué hay de los comerciantes y artesanos del nivel medio-alto?], que “por naturaleza” se clasifican. con el “pueblo” y los “subalternos”, pucden, en determinadas circunstancias, actuar a favor de la “élite” [...] y ser por ello clasificadas como tal (Aqui, los trabajadores industriales, que desde hace 150 afios existen en grandes nimeros en India, se han convertido en un nuevo Otro Invisible.) Esto es suficiente para confundir a cual- quier historiador que haya superado al rey Juan, el sheriff de Not- tingham y Robin Hood. Por lo tanto, mi proyecto seguramente se enfrentari a la mayor resistencia con los mas “progresistas” de los historiadores estaduniden- ses de Latinoamérica, que durante los tiltimos 10 afios han adoptado como modelo no sélo los estudios culturales, sino particularmente jos “estudios subalternos”.** Evidentemente, los “progresistas” no se han entregado a los “estudios subalternos” porque tengan algin interés profundo o apremiante (0 alguna formacién o talento) en [a lingiiistica, la filosofia lingtiistica o la epistemofogia. La mas directa de entre ellos ha lamentado el “dilema” conceptual de su. modelo “estructura” vs, “agencia”) y otras dificultades, como su “lenguaje” y el hecho de que es “ahistérico”.'* El compromiso parece haberse formado por otras razones, razones posmodernistas apropiadamente fragmentadas, es decir, sentimientos politicos personales, Primero, si para 1989 los entonces jévenes historiadores del mo- vimiento obrero estadumidense padecian una decepcién terminal de ja clase obrera, los proto-“progresistas” que trabajaban en sus prime- tos o segundos libros sobre Latinoamérica padecian decepcién ter- minal de la izquierda tradicional y las distintas nuevas izquierdas (to- das marxistas) que habian proliferado en la regién para 1990. Como habian alcanzado su madurez politica durante el auge del euroco- munismo y como habjan Iefdo algo de Gramsci (del original), por FORMAS DE HACER HISTORIA OBRERA 45 Jo menos en inglés, no le apostaban al “socialismo realmente exis- tente”, pero si habian invertido mucho en el nacionalismo popular de su propio campo, tanto pasado como presente. Sin embargo, México no se habia levantado por Cuauhtémoc Cardenas, sino que seguia con entusiasmo a Carlos Salinas. Cuba (pensaban) estaba per- dida. Chile no sélo no habia derrocado al general Pinochet, sino que los democristianos habian negociado su retiro con honores. Argentina se arremolinaba sobre Menem, Perit parecia a punto de explotar con Ja lucha entre su ejército sanguimario y un nuevo e igualmente sanguinario “maoismo ultraortodexo”. Y para colmo (un doloroso colmo), los sandinistas perdieron las elecciones. Segundo, results que Selected Subaltern Studies, bendecido por Edward Said, estaba circulando en una cémoda versién en pasta blanda publicada por Oxford. Los “progresistas” encontraron ahi no sdlo a otros Iectores de Gramsci, feministas y postcolonialistas del Tercer mundo que estaban d primidos [...] de mujeres, minorias, grupos en desventaja 0 despo- eseubriendo “relatos ocultos o re- seidos, refugiados, exiliados, etcétera”, sino también estudios cul- turales postcolonialistas en los que, segiin aseguraba Said, Gabriel Garcia Marquez y Sergio Ramirez negociaban con “un montén de otros personajes”, entre ellos Frantz Fanon (m. 1961) y Eqbal Ahmad, para hacer un “esfuerzo cultural y critico” en favor del “sur de la nueva configuracién norte-sur”. Esto era reconfortan- te. Como explicaba la “progresista” mas directa, los “progresistas” sentian que sus “caballos marxistas 0 marxianos” ya no cabalgarian y que los “estudios subalternos” eran “el arreglo perfecto, [...] po- liticarnente radicales pero congruentes con lo Gltimo en analisis de textos y métodos posmodernos”; lo “ultimo” era importante porque asi podian aprender (jdel mismisimo Tercer mundo!) el vo- cabulario teérico que venian usando durante jos dltimos afios los intelectuales latinoamericanos europcizados.* ‘Tercero y tiltimo, las contradicciones teéricas, flexibilidad, pla- ralismo, eclecticismo, heterogeneidad, pragmatismo ¢ individuali mo stibjetivo de los nuevos estudios culturales y “subalternos”, con- tratios al “‘discurso totalizante” o a Ias “metanarraciones”, liberaron 46 POSICION ESTRATEGICA ¥ FUERZA OBRERA a los “progresistas” de los deberes de la coherencia y la consistencia y avalaron cualquier anilisis o “deconstruccién” o “represeitacién” que sugirieran sus sentimientos politicos personales. Para ellos no ha importado, por ejemplo, que el Gramsci original haya enfatizado la “hegemonia” de Ja direccién o liderazgo privado hacia la que una clase o “bloque” Ilevaba a otras clases a “consentir” en la “sociedad _ civil”. No hay ninguna raz6n por la que tendria que importar; si asi Jo quieren los “progresistas”, pueden pensar lo que quieran. Pero como su “Gramsci” (a diferencia del original) piensa que “el Esta- do” ejerce “hegemonia”, se basan en su autoridad para pasar com pletamente por alto las operaciones capitalistas concretas. Para estos “gramscianos”, el capitalismo ya no es un modo de produccién, sino un modo cultural, el Estado es “una relacion de produccién’”, la he~ gemonia es tanto un “proceso” como un “pacto”, fas corporaciones se han desvanecido en el aire y la academia (nuevamente, lo juro) es “el didlogo entre tradiciones metodolégicas y epistemoldgicas con~ tradictorias”.“° Cuanto mas “progresistas” se presentan en t¢rminos personales, mas seguros parecen sentirse de que su “teorizacién” de la historia esta haciendo un bien moral, intelectual y politico. La mayoria de los “progresistas” han optado por México y han estudiado principalmente a los campesinos.*?7 En un instan- te sumirian cualquier estudio sobre trabajo industrial como el que estoy tratando de hacer en una discusién (bueno, “didlogo”) so- bre los enredos que Jaman “cultura”, “estructura” y “agencia”. No se podria llegar a ningfin punto nuevo. Darfan vueltas y vueltas, con sus ritos diligentemente subalternistas, y volverian una y otra vez (creyendo que es su giro cultural) a sus viejas suposiciones, he~ redadas inconscientemente, atin no reconocidas (ni, por lo tanto, examinadas) y a menudo contradictorias, de funcionalismo a la Parson, individualismo metodoldgico a la Popper, interaccionismo simbélico a la Cooley y etnometodologia a la Goffinan, con tal de salvar su “cultura” y evitar ver cémo funciona de hecho el trabajo en la organizacién de los obreros industriales. Desde ese mismo campo, dos historiadores de movimientos obreros editaron una coleccién de articulos sobre “obreras latino- FORMAS DE HAC HISTORIA OBRERA 47 americanas”, que proclamaban una “revelacién conceptual clave [...] balleda mediante el compromiso con la categoria tedrica del género” y esperaban que “la investigacién sobre el trabajo y el propio proceso de produccién”, junto con los estudios del dis- curso y la subjetividad, pronto condujeran hacia “una historia de los obreros latinoamericanos [...] con verdadera perspectiva de género”.** Evidentemente, no tienen la menor idea de qué es el trabajo industrial, de que es técnico, colectivo, complejo. Una de las ensayistas de la coleccién conocia con toda frialdad el proceso productivo de Ja industria a la que pertenecian las trabajadoras que estudid (las empacadoras de carne en Argentina), y esta ventaja se smanifiesta en sus argumentaciones vividas y coherentes.” Otra co- nocfa el proceso en la industria de sus Gabajadoras (industria textil . en Colombia) fo suficiente como para sugerir su importancia,® pero ninguna de las dos sefiala (y mucho menos explica) la depen- dencia técnica de sus obreras partigulares més alla de su habilidad o género, y a ambas se les escapa la fuerza de los imperativos cul- turales, las alteraciones de la identidad y la presi6n de movilizarse. Owa ensayista ofrece una percepcién aguda del deber virtualmente absoluto de las mujeres (de las fabricas textiles del Brasil) de tener una familia y cargar con todos los costos no recompensados de mantenerla unida. Otra retrata sensiblemente, escrupulosamente, a Jas nuevas mujeres formadas en las luchas por la justicia y por su sindicato (en una fabrica de hilos en Guatemala), obreras tan valientes, enfrentadas a un terror peor que el de la guerta, que arriesgaron sus vidas, a sus hijos, su honor sagrado y el amor de los demas, y no por ningtin feminismo formal, sino por los derechos de los trabajadores y, especificamente, de las trabajadoras. Otra mas muestra con una claridad sobrecogedora que en las familias rurales recientemente empobrecidas, las esposas que salieron a trabajar en Ja nueva agroindustria (empacadoras de fruta en Chile) obtuvieron una novedosa independencia econdémica y sexual, suftieron mucho mis abuso fisico de parte de sus esposos, se quejaron mis del abuso y asumieron papeles nuevos y p&blicos cn la organizacién de su comunidad.” Todos estos ensayos admirables se rcficren a las “re- 48 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA jaciones sociales del trabajo”, pero no a las relaciones entre los tra- bajadores en el trabajo, simplemente en la realizacion del trabajo. Por lo tanto, sigue siendo un misterio cémo el trabajo industrial en Latinoamérica ha adoptado la conjugacién del género o la ha cambiado. Los editores, que proclaman una “historia obrera con. verdadera perspectiva de género”, se decepcionaran profundamen— te si siguen creyendo que “la fibrica” funciona como “el merca- do”. Pueden “explorar la articulacion [sic, en lugar de inflexién] de género y clase” todo Jo que quieran, pero nunca lograran explicar el género o la clase (ni el discurso o la subjetividad) de los obreros si los siguen buscando sélo en la “experiencia”. Dedicados como est4n a la sivtesis, a la integracién, a la re- solucién, estos editores sospechan que las abstracciones analiticas son estratagemas deterministas en contra de la humanidad, o por lo menos trampas reduccionistas tendidas a los humanistas. Pueden escuchar cémo se elaboraba Ia salchicha, pero se resisten a saber cémo funcionaba la fabrica donde se hizo (o que algunos trabaja- dores estaban en mejor posicién que otros para mantenerla en ope- racién o paravla).** Mis historias abstractas del trabajo industrial, en las que los obreros slo aparecen como mano de obra y que escribo con la esperanza de distinguir entre las relaciones de trabajo y las de oiro tipo, para entender las posiciones estratégicas en el trabajo y luego escribir una historia obrera completa, esas historias serian denunciadas por ellos (consecuentes con sus principios) como una grosera traicién al esfuerzo por lograr “una vision andrégina del futuro [...] basada, sobre todo, en lo que significa ser humano tout court”, una vision que consideran necesaria para que el trabajo trate “todas las formas de Ja desigualdad y la jerarquia”.* IL. El concepto de posicién estratégica en el trabajo: su origen y evolucién A PRIMERA VISTA, como los detalles de cualquier lugar de trabajo industrial, los detalles de mis estudios sobre el movimiento © obrero en Veracruz pueden parecer abrumadores. Pero suibyace en ellos un método que, espero, los hard inteligibles. Deriva, en primer lugar, de mi propia investigacién de correspondencia y néminas de las compaiias, archivos publicos sobre industria y trabajo, prensa comercial y profesional, y manuales de ingenieria, pero también, “en igual medida, de Jas lecturas esporddicas y autodidactas que he hecho durante los Ultimos 35 afios sobre temas ajenos a la historia © obrera, ninguno de los cuales pretendo dominar, como sociologia industrial, historia empresarial, economia del trabajo, administra~ cién cientifica, sociologia, filosofia, teologfa y antropologia del © trabajo, teoria de Ja interaccién, arqueologia industrial, geografia “econdmica, teoria de las organizaciones, historia de la tecnolo- gia, teoria enxpresarial, economia institucional (tanto “vieja” como “yueva”), el “nuevo institucionalismo” y relaciones industriales, asi como obras de ficcién, poesia, memorias y periodismo acerca del trabajo (si es “periodismo” lo que escribieron Henry Mayhew, B. Traven y James Agee). Hl método se fue revelando a partir de esta revoltura acumulada cuando comencé a dar clases sobre histo- ria industrial y obrera de México y cuando relei los textos de John ~ Dunlop sobre las relaciones industriales. Pronto conclui que Dun- lop dio con el concepto clave desde la primera vez que escribié su “teria”, hace ya Go alos, y que nunca fallé después. No se trataba de la “red de reglas”, por mucho sentido que eso pareciera tener, La clave de Dunlop para entender histéricamen- te el trabajo industrial fuc el concepto de “posicién estratégica” (strategic position}, pues estas posiciones siempre han sido la clave de las relaciones industriales y de la organizacién (0 no organiza- 49 $0 POSICION ESTRATBGICA ¥ FUERZA OBRERA cién) de los obreros.’ La teoria de Soffer, inspirada en Dunlop pero claborada en su contra, mutilé la argumentacion original, plagié sus términos y establecié la figura de los “obreros auténomos”, cuyas “habilidades estratégicas” en la produccién los colocan en “posiciones estratégicas” (es la teoria que acabé adoptando Mont- gomery y, a partir de él, muchos més en casi tode el mundo). La argumentacion de Dunlop no era ni prescriptiva ni excluyente: quiza por ciertas calificaciones —aunque explicitamente no debi- do a ellas~—, pero siempre dentro de un “marco tecnolégico”, es decir, “dentro del proceso productivo”, sus “posiciones estratégi- cas” eran cualesquiera que les permitieran a algunos obreros dete- ner la produccién de muchos otros, ya sea dentro de una compaiiia o en toda una economia, como los torneros o los estibadores en 1941-1945, algo que podria entender un economista industrial o un ingeniero, pero no un socidlogo. Ahi Dunlop me offtecié ef concepto que tanto habia ansiado, que habia tenido sobre el escri- toric tantos aitos sin darme cuenta, una idea que va mAs alld de las “relaciones sociales en la produccién” o las “relaciones sociales del trabajo”; simplemente Ia idea de las relaciones industriales 0 mate— riales o técnicas de la produccién, que ahora yo podia captar como “relaciones técnicas de la produccién”.* Yo no ponderaba la base y la superestructura. Queria obviar (por un tiempo) las relaciones sociales cn favor de una visién abstracta, parcial, pero también, y por lo mismo, especial, de otro tipo de conexiones, queria pensar (en abstracto) sélo cn las fuerzas de la produccién sincronizadas en el espacio. Hay que subrayar de manera muy clara que este método de anilisis no proviene de la teoria de juegos, sino de la historia mi- Jitar, y que no se trata de movimientos 0 acomodos dentro de una matriz, sino de ganar una guerra? Corolario: sin conocimiento de jas posiciones estratégicas, no hay estrategia. También hay que dejar muy claro que no es una argumentacién en contra de la historia cultural o moral 0 social o comercial o poli- tica o legal o religiosa o ideolégica del trabajo (aunque esto no tran~ quilice a los cuituralistas). Tampoco es una argumentacién en contra de la idea (mas bien, cl hecho frecuente) de que existen posiciones -intencién inmediata es sélo abogar también por las histor EL CONCEPTO DE POSICION B: RATEGICA EN BLTRABAJO st estratégicas en sentido cultural, moral, social, comercial, politico, legal y dems, asi como estrategias trazadas en funcién de ellas. La indus- triales o técnicas del trabajo, para poder ver en cualquier estudio qué tipo(s) de posiciones estratégicas ocupaban los obreros (si es que ocupaban alguna), incluidas (si las hubiera) las posiciones industrial mente o téciticamente estratégicas, para de ahi poder determinar si los obreros en cuestién percibian o no sus oportunidades y si hacian © no todo lo que podian con ellas, y poder explicar, finalnente, por qué hacian cuanto hacian, ni mas ni menos. Historia real, vida real: en las largas luchas colectivas, uno usa, en el mejor de los casos, lo que uno logra percibir que puede servir de algo: generalmente, uno pierde de vista buenas oportunidades o las echa a perder o inchiso las aprovecha sin saberlo (y mucho menos cémo o por qué); es mejor aprender a reconocerlas todas y sacarles el mejor provecho. Sin embargo, mi intencién Gleima es muy distinta y mas am~ biciosa: es demostrar que agregar este punto de vista al estudio de los conflictos industriales modernos no es un simple aditamento, ya que cambia todas las otras perspectivas porque les da un nuevo enfoque, el del trabajo, y revela esa fuerza especial que es la mano de obra en accién colectiva. Todas las demas fuerzas, sin importar si su sentido es cultural, moral, social, comercial, politico, legal, religioso o ideolégico, son Jas que pueden tener (0 no) todas las clases, cualquier clase. Por eso, entre estas fuerzas, que son tantas y provienen de tantas partes, siempre se ve tanta confusion, contradie- cion, controversia y discusi6n continua. A diferencia de éstas, la que se ve en cl trabajo es Ja fuerza especifica y exclusivamente obrera, a final de cuentas la tinica fuerza obrera. Ademis, y a diferencia de Jas otras, la de] trabajo es fuerza no sé}o en sentido positivo, por fo que aporta, por la produccién, sino también, y en esto radica lo mis especial, en sentido negativo, por lo que quita o resta a la pro- duccién cuando deja de operar, que es muchisimo en cl caso de las posiciones industrial y técnicamente estratégicas. No es una fuerza que se pueda agregar o sustituir libremente. La otras buscan cumplir varios objetivos, corren por todos lados, aborrecen el vacio: si una 32 POSICION ESTRATEGICA Y FUERZA OBRERA desaparece, otra Ilena el hueco y sigue la discusién. Si desaparece la fuerza obrera, en cambio, sc abre un vacio que vinguna otta fuerza (sin ser obrera) puede Ilenar; al hacer que disminuya la produecién, se impone sobre Jas corrientes culturales, comerciales, politicas y demis, activa unas, anula otras. Unicamente la negacién obrcra tie~ ne tal fiierza definitoria, a la vez critica y decisiva. Para tratar de evitar mayores confusiones o malentendidos, ofrez- co aqui un ejemplo real de la época de Dunlop, que refleja el andlisis industrial y técnico al que se referia. Proviene de la gran huelga de la vaw (United Auto Workers), la unién de trabajadores automotrices y aeronduticos de Estados Unidos, contra General Motors (Gm) en Flint, Michigan, del 30 de diciembre de 1936 al 11 de febrero de 1937.* Esta operaci6n solo es comprensible en términos de una cam- pafia masiva, nacional (internacional, en realidad), rdpida y cons- cientemente histérica en la que participaron varias clases, mercados, circulos sociales, politicas, culturas, ideologias, religiones y persona— lidades, todos en una conmocién critica, asi como divisiones indus- triales y técnicas del trabajo, con complicaciones tremendas. Cada una de Jas principales partes en el conflicto tenia su estrategia, que podia ser gradual, secuencial, acumulativa o paralela y simultnea, y como habia mucho en juego, cada estrategia eva “multifibia”: la lucha en Flint se dio en varios elementos a la vez. Sin embargo, son asombrosamente claras las diferencias entre los distintos “contextos” estratégicos (en el sentido de Dunlop). En 1935, dentro del nue- vo “contexto” politico creado por la National Labor Relations Act (vLRA), una ley que otorgé a los trabajadores el derecho a sindicali- zatse y negociar colectivamente, el grupo que finalmente encabezd la huelga contra Gm tomé una gran decisién estratégica: presionar para que se formaran lo antes posible sindicatos por ramo industrial en las grandes corporaciones de las industrias automotriz y siderar— gica estadunidenses. Entre las principales razones para comenzar con, estas industrias de produccién masiva (y no la industria cigarrera, por ejemplo, o fa textil, la cervecera, la jabonera o Ia petrolera) estaba sin duda el niimero de trabajadores que tenian {hasta 500000 en Ja industria automotriz y otro tanto en la siderdrgica), pero también EL CONCEPTO DE POSICION ESTRATEGICA EN ELTRABAJO 53 la razOn estratégica de que la produccién de automoviles requeria cada vez mis acero, que a su vez requeria carbén, de modo que los nuevos sindicatos por ramo industrial se coordinarian con el anti- guo sindicato industrial de la mineria de carb6n, la United Mining Workers of America (umw, a la que estaban afiliados 500 000 de los 650000 mineros de carbén), para formar una alianza industrial di- recta y firme en contra del capital. Ademds de sus otros poderes, la alianza tendria la posicién industrialmente mis estratégica del pais, porque sin carbén no hay ferrocarril. La UAW, organizaca en abril de 1936 para comenzar la campa- fia en la industria automotriz, pronto decidié atacar directamente la corporacién mas grande de ese ramo. Propiedad de Du Pont/ Morgan y administrada por Alfred P. Sloan Jr.; la colosal y delicio— samente rentable General Motors estaba creciendo rapido, con- tratando sin parar, produciendo automéviles y muchas otras cosas en 69 plantas ubicadas en 35 ciudades de 14 estados de Estados Unidos, pagando a 172.000 trabajadores y vendiendo 37% de Jos autos y carniones del mundo. :Por qué no elegir una compaiiia mas pequeiia, como Chrysler? Estratégicamente, el problema hubieran sido los mercados (costos y precios, no un problema indusirial o téenico). Una victoria de la uaw en Chrysler no hubiera durado, porque la pequefia compafifa sindicalizada no hubiera resistido a los gigantes pricticamente no sindicalizados, Gm y Ford, mientras que una victoria en GM o Ford probablemente obligaria a todas las dem4s compafiias a aceptar la negociacién colectiva. Por qué no dirigir la huelga al otro gigante, Ford, detener su gargantuesco co- raz6n metaliirgico en River Rouge y tratar de ganarse a los 70.000 trabajadores automotrices concentrados ahi (la mayor concentra- cién obrera del mundo en un solo punto)? Entre las principales razones estratégicas en contra de esta alternativa, ademas de que casi no habia miembros o agentes de la vaw en el lugar, de que los existentes estaban politicamente divididos y de la “cuestion racial” més acerba de la industria, fomentada por la Ford entre 60000 obreros blancos y 10 000 negros; es decir, ademas de las desventajas sociales, politicas y culturales, estaba la desventaja de que River 54 POSICIGN ESTRATEGICA ¥ FUERZA OBRERA Rouge era el complejo industrial con mayor integracién técnica del mundo. En cambio, aunque cM era en conjunto inas grande, su descentralizacion material la hacia técnicamente més vulnerable. El grupo huelguista de la uaw (principalmente comunistas) habia aprendido en movilizaciones anteriores que toda la produccién de automéviles de cm dependia técnicamente de diez plantas. Habia dos en Detroit, para los Cadillac, Las otras eran Fisher Body 21 y Fisher Body 23, también en Detroit (la 21 para los dispositivos para ajustar el corte de las matrices y la 23 para la mayoria de las matrices de las carrocerias Gm); GM ‘Toledo, Saginaw y Muncie pata las transmisio- nes Chevrolet; Cleveland Fisher Body para las carrocerias Chevy; Chevrolet nim. 4 en Flint para los motores Chevy, y Fisher Body One en Flint para las piezas de carroceria de Buick, Pontiac y Olds. La vaw le provocaria un dafio mayor y més rapido a la compafia si certaba Cleveland Fisher y Fisher One. Comparadas con la planta mas grande de eM, la de Flint Buick, con 16000 trabajadores, estas dos no eran grandes: 7200 y 7 500 trabajadores respectivamente. Sin embargo (como supieron primero los comunistas de Detroit), tenian, los Gnicos juegos de matrices para cortar las carrocerias de todos los modelos més vendidos. Si em hubicra tenido bastantes partes de ca- xtoceria en bodega, se hubiera requerido una huelga mis larga de lo que hubiera podido soportar el sindicato. Sin embargo, por razones fimancieras y técnicas (cl costo de almacenar piezas tan aparatosas}, ninguna compaiiia embodegaba partes de carroceria. Dado el “con- texto” tecnico de Gm en ese momento, si los trabajadores de Cleveland Fisher y Fisher One paraban sus prensas, no sélo obligarian a los de- mis obreros de sus plantas a dejar de trabajar, sino que al poco tiempo también obligarian quiza a otros 120 000 obreros de Gm en otras partes a dejar de trabajar, de modo que se interrumpiria la produccién de alrededor de tres cuartas partes de los pedidos de Gm, mientras Ford seguia produciendo. Técnicamente, las posiciones mis estratégicas de GM eran las que controlaban esas matrices, de modo que la UAW cen- td sus fuerzas sobre todo en estas posiciones. Nétese: lo importante no fite la ubicacién geografica, las coorcdenadas en un sistema de posi- cionamiento global, sino la posicién en la divisién técnica del trabajo. EL CONCGEPTO DE POSICION ESTRATEGICA EN ELTRABAJO 55 En noviembre aparecieron otros “contextos”: cM pagaria wi bono justo antes de Navidad, y el dia de Afto Nuevo un demécrats

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