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La mujer que me pari nunca dej que mis rodillas tocaran el suelo ni que la mirada bajara para

algn lado sin dignidad. Ella me aliment con lecciones sencillas; nada de leyes que no entenda
por qu obedecer?, eso nunca se me pasa, a pesar de los billetes acomodados en el bolsillo y las
rameras en la cama querindome comer en pedazos finos, cortados con el tamao justo para
engullir y olvidar; dos verbos con diplomacia y asco.

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