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Introduccién I. La renuncia a la utopia «Aristotle was not a Utopian; there is a sense in which he was as anti-Utopia J. Ferguson. La Politica de Aristoteles es una obra demasiado com- pleja y rica en sugerencias y problemas para poder dar en breves paginas una idea cabal de su significacion. Ed. Ze- Ley le cal fits Geto ala sabe Suportantory Gel raion tribucién de la antigivedad 0 incluso, teniendo en cuenta la diferencia de los tiempos, el mds importante de todos los trabajos que poseemos en el dominio de la ciencia po- liticas. ¥, aunque tal vez cabe considerar exagerada esta apreciacién en su conjunto, seria estiipido desconocer el in- terés, la sinceridad y la influencia bistorica de las refle- xiones expertas de Aristételes sobre este tema. No vamos aqui a dar un resumen de la obra —que el lector puede hacer por si mismo, tras la lectura de las paginas siguien- tes—ni a definirla apresuradamente, sino a indicar algu- 7 { 8 Aristételes nos rasgos que nos parecen distintivos y orientadores part su comprension i f Aunque la composicion de la Politica estd sujeta a dis- cusiones, en cuanto a la ordenacién y datacion de unos Hes GPTcs, pileds ceva larail elle: Have) ahr a de las iiltimas obras de Aristételes. El fildsofo se ocupab| en ella y retocaba sus detalles en sus iiltimos arios, entr el 330 5 el 323, aiio de su segunda salida de Atenas y de su muerte. La publicacién de la obra fue péstuma, y eh relacin con ésta hay una serie de problemas a gue alie- diremos luego? Resalta interesante considerar la medi- damentales de la vida y obra de Aristoteles. Al lector castellano pode- mos recomendarle al respecto el librillo de J. Brun, Aristoteles y el Li ceo, tr. esp. Buenos Aires, 1970, 0 el de J. Moreau, Aristoteles y su ef- cuela, ed., 1972, para un enfoque general; asi como las introducciongs @ sus respectivas traducciones de la Politica, de Julién Marias (195), * Damos por supuesto que al lector le es facil recordar los datos os reimpresa en 1970) y de J. Palli (1974). (En otros idiomas los tratamict tos actuales de la obra aristotelica mas claros me parecen los de I. Di ring 1966] y el mas breve de G. E. R. Lloyd [1968] cit la Historia de le riega, de A. Lesky (tr. 1961, ya que el original alemin es de 1963) sobr no ala obra de y exhaustivo sobre la Politica, tadas de W. L. Newman, The Politics of A 1887-1902) y de J. Aubonnet, Aristote: Pol bros I y Il), en 1960 (ree: bros V'y VI), 1973; no ha sal excelente, por sus numero: rio, verdaderamente exhaustive tual, bien cuidad: imas y documentadas notas de comenth- por sus referencias a la bibliografia at- ¥ por sus introducciones amplias. (La general och- s. Desde la cxx a fa cxcvt teata del lugar de la Ph- ideas, es decir, en su influencia en los tratad} tradicién occidental, con gran clarid: precede otra introduccién sobre su contenido p: ? Sobre la génesis y formacién de la obra, més importantes son: W. Jaeger, Aristét (by. traduccion espanola, Mexico, 1946) ungsgeschichte der aristotelischen Polit Untersuchungen 2ur Staatslehre des Aristoreles, Ziticl ke, Die Entstebung der aristotelischen Ethik, Politik, Introduccion 9 tacién politica’ de Aristoteles en contraste con la obra de las dos figuras mas importantes de la época, que él traté de cerca: su maestro Platén y su pupilo y discipulo duran- te algunos aios, Alejandro de Macedonia. La Politica queda a unos cincuenta anos de distancia de la Repiblica y a unos veintitantos de las Leyes de Pla- ton, el maestro, el maestro siempre discutible, criticado tantas veces, y, sin embargo, decisivo en la formacién aris. totélica. El fue, sin duda, quien orienté a nuestro autor en este terreno de la politica; y, aun después de muerto, seguird siendo su principal interlocutor. Por aquellos afios, los de la madurez de Aristoteles, su extrario e incompren. sible discipulo Alejandro Magno revolucionaba con sus fulgurantes conquistas el panorama de la geografia poli- tica a una escala inandita por entonces. El pensamiento politico de Aristételes cobra una pecu- liar animacion entre estas dos referencias: la polémica y critica a las teorias de Platén (y a otros teéricos que cul- minaron en él) y, por otro lado, la coetaneidad con la crea- Gion de un gran imperio (escindido pronto en varios), qixe Heva consigo la destruccién de los margenes politicos tra- dicionales, en un momento de una trascendencia singular. Que él, el viejo pensador tan atento a lo real, el gran tes- rico y el gran critico de afan enciclopédico, no supiera ad- verti, compr ender mi imagindt el futuro. es yn Leche fie. nificativo. Creo que fue Hegel quien dijo que Estaria fuera de lugar hacer consideraciones mis extensas sobre el caricter de la politica platénica, su caricter antidemocritico y sus in- terpretaciones actuales. Para hacerse una idea de la polémica actual so- bre el tema basta leer Ia int i Jambrough, Plato, Popper and Politics, Cambridge, 1965, 0 ver la rafia moderna en al libro de WK. ©. Guthrie, A History of Greek Philosophy, 1V (Pls- 10 1), Cambridge, 1975. “ +E, R. Dopbs, The ancient concept of progress arid other ensays, Ox- ford, 1973, p. 13 (este ensayo sobre ef concepto de progreso data de 1969). Introduccién " senmascaraban, omitian y escarnecian las convenciones basicas de la sociedad civica. «Partiendo del ideal de la “autosuficiencia” (autarkeia) que Sécrates habia recomen- dado, los cinicos predicaron el rechazo de todas las con- venciones y el retorno a la vida sencilla en su forma mas cruda. Eran los “beatniks” 0 hippies de la Antigiiedad.» > Al mito del «salvaje feliz» se aade ahora el rasgo de «cos- mopolitismo», pero uno y otro son, en su origen historico, negaciones politicas, surgidas en un preciso contexto social. Con esto se encuentra Aristoteles, con la democracia ateniense moderada y desilusionada del siglo IV, nostal- gica de un pasado mds glorioso, econémica y socialmente muy comprometida y apurada, que, después de Alejan- dro, se resignard a tn honorifico protagonismo cultural. Frente a la realidad del momento —en una Grecia em- pobrecida y devastada por guerras civiles— los fildsofos, marginados de la politica efectiva, la contestan con sus utopias o sus nibilismos, como soluciones mds tajantes. ¥ Aristételes, un meteco, originario de la lejana Estagiro, en la vecindad de la semibarbara Macedonia, se presenta como el defensor de la polis en sus posibilidades histéricas xy sus grandes realizaciones civilizadoras. Hay, pues, todo un trasfondo polémico, en parte laten- te y en parte explicito en el hecho de que, frente al desa- rraigo y al exacerbado individualismo, Aristételes ponga énfasis en el cardcter social del hombre, definido como + E.R. Dopps, ibid. Recuerda él mismo que ya Aristipo preferia, por su parte, ser considerado «un extrafio en cualquier lugare més que ghacerse,ptionero en una comunidad, segn ca Jenofone en sus Memorables, 2, 1, 13. El escandaloso Diégenes dari las muestras mis de este rechazo, y, ademds, serd el primero en llamarse scosmopalia, ciudadano de mundo un sentido positivo, una significacién negativa, que era, para un griego de la epoca, la mis evidente y mis inmediata, por su negacion de cual. ier patria concreta. Sobre el ideal del «noble salvaje», ef. ademés J. Faxcuson, Utopas of the Clasical World, Nueva York, 1975, pp. alabra que tiene, antes que 2 Aristételes canimal civico» (zdon politikén), y en el fundamento na- tural de la ciudad, la més perfecta y tinica autarquicalde las comunidades por naturaleza (phjsei), «anterior por naturaleza a la familia y aun a cada individuo». Aristé- teles no cree en «el buen salvaje», «el peretee fasis tificado por otros pensadores. Al margen de la socie. Gudadana s6lo estén las bestias y los dioses. La ci un logro distinto, y, desde su punto de vista, humanaméen- te insuperable, de la civilizacion griega, frente a las ru. formaciones politicas de las tribus barbaras (éthné).. En el esquema filosofico de su teoria politica la cindud representa el fin (telos) de la evolucién de la sociedad, wn fin o entelequia requerido por la naturaleza. Y cuanto piensa esto, Aristételes no alude a una forma abstracta, sino a la realizacién de la polis griega, la cindad-esta democratica, de la que Atenas es el claro paradigma. Aqui nos sorprende la escasa imaginacion histérica del fil6io- fo°. Rechaza con razones explicitas y una desconfianiza realista la utopia platénica. Pero al mismo tiempo igndra el progreso historico que amenazaba ya angustiosamente la antarquia econémica de las pequetias ciudades griegas. Ya estaba fundada Alejandria de Egipto, pronto una c- dad de dimensiones colosales, mientras que los reinos he- lenisticos iban a ser, solo un poco mds tarde, las comuni- dades politicas fundamentales, imprevistas por su teoria, Aristételes piensa en una ciudad de su tiempo, con un ntimero| de ciudadanos limitado y con un espacio bien definido también. Una ¢iu- dad-estado no puede estar constituida por 10 habitantes ni . sin dejar de ser una polis. Segin J. Marias, se trata de uno de tantos pro- blemas que, «si se prescinde de la habitual beateria con que se han’ lido estudiar las cosas griegas, no es facil tomar en serio» (en su Intr., p. x1v-xv1). Pero, como sefiala J. Ferguson, hay que notar en su He- Rea que no le desasistia cierta razon: ‘ «We laugh at this parochialism but he is of course rights, found that there is indeed an optimum size for business, airports, and our urban agglomerations and vast states have be anything that Aristoteles would regard as a genuine politcal , and we have lost all sense of community» (J. F., Utopias of the Cla | cal World, New York, 1975). Introduccién 3B poco atenta al futuro inmediato. Aunque hay que decir, en defensa de esta limitacion del filésofo, que era ain m nto para tomar conciencia en Grecia del alcance y de significacion de las conquistas de Alejandro, y mucho mds dificil era saber adénde se dirigian las revoluciona- rias decisiones de este personaje, sobre el que ni los mo- dernos historiadores consiguen ponerse de acuerdo ’. Sobre las relaciones entre el filésofo y el joven conquis- tador, la leyenda ha fabulado pintorescas anécdotas, y, en cierto modo, ha convertido ese encuentro en un paradig- ma novelesco *, colmando con fantasia el hueco de los tes- ” Volvemos a citar, traduciéndolas, algunas lineas recientes de J. Fer« guson (0. ¢, pp. 98-99), ya que su resumen es breve y claro: «L cues Hon en controversia no es, 0 no debe ser, si Alejandro marca una cas- cada histor en qué amplie wwe él produjo fueron un resultado accidental de su ambicién personal y de su genio militar, ‘© en qué medida fueron una consecuencia de su deliberada politica. Pese a todos los recursos de la erudici6n actual no tenemos ninguna imagen clara de lo que representé Alejandro. Ya G. Walser, en 1956, expresd a opinién de que durante més de un siglo ningin estudioso habia real- mente atendido a los testimonios hist6ricos con una mente abierta, que todos los Alcjandros subsiguientes fueron variantes del nacionalis- ta helénico de 1833 en la imagen de conquistador del mundo creada por Gustav Droysen. Es un pensamiento un tanto pesimista, pero no falto de justificactén. Los mas influyentes de estos retratos ue Tarn, que hizo de la figura de Droysen un io is ropugnaba la unidad del género humano mediante una pol ads. La imagen de Tarn fue seguida en lineas generales Robinson. Un Alejandro bastante diferentemente idealizado, mistico en busca de su i de Ulrich Wileken, rehal linea de descendencia de como un cosis, fue ofrecida por G. Radet. El retrato itado por la misma época, eseé también en la roysen, aunque se trate de un controlador de los hechos mucho mas pragmitico, si bien altamente racional. En gen de un déspota oriental, de Ernst Badian.» (Para Afead, remito al libro de J. Se1BERT, Alexander de? * Existe una documentada y sagaz disertacién sobre el tema: M. BrdceeR, Aristoteles als Alexanders Lehrer in der Legende, Bonn, 1966. “4 Aristételes timonios histéricos. Es de lamentar la pérdida del memo- rial que el fil6sofo dirigié a su antiguo discipulo, intitula- do Alejandro 0 Sobre ta colonizactin, «El escrito se per- dié, pero el conocido pasaje epistolar (fr. 658 Rose) con el consejo de Arisieeles a Alesandro de que debie ser can- Mile pv Tot beleis, paral lon batbards schot, 9 eater « los primeros como amigos e iguales y a los segundos como 4 fieras 0 a plantas, nos le muestra en pugna tanto con las leas dé abgwed soflstas sobre la tpualted de los bambres ria con lor plates da sa reese dctonlo sobre le Jodera cién de los pueblos» (A, Lesky, 0. c., p. 580). A Aristote- ei We sncsibd cots cl eriemse comgiicado por Alssandes como a Hegel con América: ignoraba la aurora de un nue- vo dmbito histérico que iba a cambiar el horizonte tico mundial, mientras creia atalayar la plenitud de las formas politicas desde su madurez eritica. En buena parte por ese motivo, el de su limitado prag- tmativmo, los pensadores posterisotdlices 1 sentirds mas atraidos por el idealismo platénico que por este realismo critico, atento fundarentalmente a evitar una revolucién, ano una vana catdstrofe coonémice. La Polittia de Ze. sibel entronea, al margen de'las tnfluencias céntees, com la Politeia de Platén, en un puente ideologico tendido por encima de la Politica aristotélica. Los estoicos, adaptados a los nuevos tiempos y a los amplios horizontes del hele- nismo—y més tarde del Imperia romano—, ouelven are. currir a la utopia, al idealismo reformista, y coinciden con Platén en muchos temas, Vuelven a predicar la comuni- dad de mujeres 9 bienes, y el gobierno en manos de lo Iflbsofol. (Ansghe) sbechesude con clertd conmendis de te imposibiidad de Heoar tal programa a a pris) Otros puntos de su teoria revelan ain mds excandalose- mente ese irvealismo irénico de la politica ut6pica de los primeros estoicos, que aceptaban en su sociedad ideal, de Sobre la previsién politica de Aristételes en torno a Alejandro,cf. Prt. Mentan, «lsocrates, Aristotle and Alexander the Greats, en Historia 3 (1954), pp, 60-81 Introduecién 5 acuerdo con los escritos de Didgenes, el incesto y la antro- Pofagia. De los posteriores compromisos de los estoicos se via abusivo hablar aqui. Por otra parte, toda ideologia compromete un hori zonte utépico; y asi existe en la politica avistotélica un cier- 10 ingrediente idealista —como W. Jaeger y otros estudio sos han destacado, consideréndolo como una herencia pla~ t6nica, contra la que Aristoteles habria reaccionado en una segunda etapa critica. Ese moderado «idealismo» de Aris- toteles, que estd ligado a la concepcion ética y a la meta~ fisica de nuestro filésofo, destaca especialmente en algu- nos pasajes (y en los libros VII y VIII de la Politica, al tratar del régimen ideal). De todos modos, y sin preten- der extremar esa oposicién demasiado abstracta entre idealismo y realismo, Aristoteles no pierde nunca de vista 4a posibilidad practica de sus reformas y se orienta més en la direccion de un «posibilismo» que en los senderos de una utopia cualquiera. TI. Composicién de la Politica. ne acceso (pues eligen la gerusia, y tienen acceso al efo- rato). Otros lo califican de oligarquia porque tiene muchos elementos oligérquicos, como que todos los cargos se den por eleccién y ninguno por sorteo, que sdlo unos pocos puedan imponer la pena de muerte y el destierro, y otras muchas medidas similares. En la reptiblica bien mezclada debe parecer que exis ten ambos regimenes y ninguno de los dos en particular, y que basa su salvacion en si misma, y no fuera; en si mis: ma, no porque sean mayoria los que la quieren (pues esto puede ocurrir también en un régimen malo), sino porque en absoluto quertia otro sistema ninguno de los partidos de la ciudad. Asi, pues, de qué forma debe constituirse una repiiblica, asi como las denominadas aristocracias, ya se ha explicado. 166 Aristételes Capitulo X Nos queda hablar sobre la tirana, no porque haya mu- cho que decir sobre ella, sino para que reciba su parte en nuestra investigacin; ya que también a ésta la conside- ramos una parte de los sistemas politicos. Pues bien, a la monarquia la definimos en los primeros libros, donde, especialmente sobre la llamada realeza, in- vestigamos si acaso es inadecuada o conviene a las ciu- dades, asi como cual y a partir de qué origen debe cons- tituirse y cémo. En cuanto a la tirania, distinguimos dos clases al tratar de la realeza, porque sus caracteristicas, en cierto modo, coincidian con la realeza por ser conformes ala ley estos dos poderes (efectivamente, en algunos pue- blos birbaros eligen monarcas con plenos poderes, y an- taio, entre los antiguos griegos, existieron algunos mo- narcas de esa naturaleza, a los que se daba el nombre de aisymnetas), pero asimismo presentan algunas diferencias entre ellas. Eran regias, por ser conformes a la ley y por mandar uno solo con el consentimiento de los subditos, y trdnieas, por gobermar despéticamente y teniendo como norma el propio arbitrio. Una tercera forma de ti- rania es la que mas tirania parece, por corresponder a la realeza absoluta. Tal tirania sera, por fuerza, la monar- quia que irresponsablemente gobierna a todos, iguales y superiores, mirando al propio interés, y no al de sus sib- ditos; por tanto, es contraria a la voluntad de éstos, ya que ninguna persona libre soporta voluntariamente ese tipo de gobierno, Asi pues, dela tania hay esas formas y en ese niimero, por las causas indicadas. Capitulo XI Cuil es el mejor régimen y cual el mejor tipo de vida ara la mayoria de las ciudades y para la mayoria de los Rombres sy, respecto a virtud, no fetnen la superior a la normal, ni, a educacion, la que precisa una naturaleza y Politica 167 unos medios afortunados y ni, a sistema de gobierno, el que se ajuste al ideal, sino un modo de vida que esta al alcance de casi todos y un sistema de gobierno con el que wueden contar casi todas las ciudades? Pues las que reci- Bes el nombre de artnacracias: 9 sole is que tettnace hace un momento, unas veces quedan fuera del alcance de la mayoria de las ciudades y otras se acercan a la lla- mada reptblica (y por ello hay que tratar de ambas como de una sola). La respuesta a todas estas cuestiones se basa en los mis- mos principios. Si en la Etica se ha explicado satisfacto- riamente que la vida feliz es la que de acuerdo con la vir- tud ofrece menos impedimentos, y el término medio es la virtud, la intermedia sera necesariamente la vida me- jor, por estar al alcance de cada cual el término medio; y estos mismos criterios tienen que aplicarse también a la virtud y maldad de la ciudad y del régimen politico, ya que el régimen es en cierto modo la vida de la ciudad. En todas las ciudades hay tres elementos propios de la ciudad: los muy ricos, los muy pobres, y tercero, los in- termedios entre éstos. Sin embargo, puesto que se reco- noce que lo moderado es lo mejor y lo intermedio, ob- viamente, también en el caso de los bienes de fortuna, la propiedad intermedia es la mejor de todas, ya que es la mis facil de someterse a la raz6n; y, en cambio, lo su- perbello, lo superfuerte, lo supernoble, lo superrico, o lo contrario a esto, lo superpobre, lo superdébil y lo'muy despreciable, dificilmente seguira a la razon, pues aqué- llos se vuelven soberbios y grandes criminales, y éstos, malhechores y pequefios criminales; y de los delitos, unos se cometen por soberbia, y otros, por malicia. Asimismo, la clase media es la que menos rehiaye los cargos y la que menos los ambiciona, actitudes ambas fa- tales para las ciudades, demas de esto, los que tienen de- masiados bienes de fortuna, vigor, riqueza, amigos y otros similares, ni quieren ni saben ser gobernados (y esto es ocurre ya desde el seno de la familia, cuando son ni- jios; pues por el lujo, ni siquiera en las escuelas tienen la avs ies Aristételes Politica * 169 costumbre de someterse), y los que carecen excesivamen- | gimenes intermedios 0 muy préximos, mucho menos. La te de éstos son demasiado despreciables. causa, luego, al estudiar los cambios de los sistemas po- En consecuencia, éstos no saben gobernar, sino ser po- liticos, 1a explicaremos. beinadiae cnn unedbldens propio dé eaclavos yaquelios Que el régimen intermedio es el mejor es obvio, ya que no saben ser gobernados con ningiin tipo de gobierno, sélo él esta libre de sediciones; pues donde es numerosa sino gobernar con un gobierno despético. El resultado es, la clase media se originan con menos frecuencia revueltas tate ind chitad darticlabou p aehores™ pete Ro de y discordias entre los ciudadanos. Las grandes ciudades hombres libres—, llenos de envidia aquéllos y de des- estén menos expuestas a sediciones por esta raz6n, por- precio éstos, lo cual es lo mas distante de la amistad y la que a clase media es numerosa; yen las pequefas es mas convivencia politica; ya que la convivencia requiere afec- facil que todos se disgreguen en dos extremos, hasta el to, y ni siquiera el camino se quiere compartir con los punto de no quedar término medio y ser todos, en gene- enemigos. ral, pobres 0 ricos. Las democracias son mis sélidas que La ciudad pretende estar integrada por personas lo més las oligarquias y mas duraderas gracias a su clase media iguales y semejantes posible, y esta situacion se da, sobre (pues es mayor y tiene més acceso a los puestos de ho- todo, en la clase media; por tanto, esta ciudad sera nece- nor en las democracias que en las oligarquias), puesto que, sariamente la mejor gobernada, {la que] consta de aque- cuando sin ésta se hacen demasiado numerosos los po- llos elementos de los que decimos que por naturaleza de- bres, sobreviene el fracaso y desaparecen répidamente. pande ls oprnposicioncde lacielady scbeeaven en 1s Debe tomarse como prueba el hecho de que los mejores ciudades, sobre todo, estos ciudadanos; pues ni ambicio- legisladores se incluyen entre los ciudadanos de la clase nan lo ajeno, como los pobres, ni otros ambicionan su si- media, Solén estaba incluido entre éstos (es evidente por tuacién, como los pobres la de los ricos; y al no ser ob- su poesia), y Licurgo (que no era rey), y Carondas, y, en jeto de conspiraciones ni conspirar ellos, viven libres de general, casi todos los otros. peligro. Por eso es acertado el deseo que expres Fo- De aqui se deduce por qué la mayoria de los sistemas , cided: politicos son democriticos u oligarquicos; pues al ser en «Muchas cosas son mejores para la clase media; de la ellos muchas veces pequedia la clase media, cualquiera de ddise imedia quicto ser en una cludail-» los partidos que sobresalga segiin las circunstancias —los Es evidente entonces que la comunidad politica mejor duetios de las riquezas o el pueblo—, desplazando a la es la de la clase media, y que pueden tener un buen go- clase media, controlan por si solos el gobierno; de ma- bierno aquellas ciudades donde la clase media sea nume- era que se origina una democracia 0 una oligarquia. rosa y muy superior 2 ambos partidos, y sino, 2 uno u ‘Ademis, como se producen sediciones y luchas reci- otro; pues agregindose produce la nivelacién y evita la prosas entre el pueblo y los rcos, cualquiera de ellos que aparicién de los excesos contrarios. De aqui que la ma- logra imponerse a los contrarios no establece un gobier- yor felicidad consiste en que los ciudadanos posean una no comunitario ni equitativo, sino que el premio que s2- fortuna media y suficiente; puesto que donde unos tie- can de su vitoria es la radicalizacion del regimen, y unos vow nen mucho en exceso y otros nada, o aparece una demo- crean una democracia y otros una oligarquia. cracia radical 0 una ofigarquia pura o una tirania, mot Por otro lado, cada pueblo de los que se hicieron con | vada por ambos excesos; ya que, de la democracia mas ba hegemonia de Grecia, mirando al regimen vigenteen- vehemente y de la oligarquia, nace la tirania, y de los re- tre ellos, instauraron en las ciudades, unos, la democra- 170 Aristételes cio, y otros, is oligarquis, tin tenet en cuenta el interés de iis ciudades, sino el suyo propio; en consecuencia, por estas razones, nunca se dio el regimen intermedio, 0 po- cas veces y entre pocos pueblos. Efectivamente, tan s6lo tin hombic de los que antiguamente consiguieron la he- jemonia accedi6 a conceder esta estructura; pero ya se a impuesto en las ciudades la costumbre de no desear la tow igualdad, sino pretender el mando o, en caso de ser ven dos, someterse. ‘Cuil es ef mejor sistema de gobierno y por qué moti- vo es evidene a partic de exo; y de los demas sistemas, puesto que existen varios tipos de democracia y varios de Sligargula, cuil hay que considerer primero, seguado, y ast sucesivamente, segiin sea uno mejor y otro peor no erdificil vetla, una ver que se ha definidd dl mejors poes necesariamente seré mejor el mas proximo a éste y peor clade cite mis alciado del térming medio, aalvd que se haga la distincién teniendo en cuenta un patrén relativo. ¥ al decir patrén relativo me refiero a que a veces, sien- do més deseable otro régimen, nada impide que para al- gunos sea mds conveniente un régimen distinto. Capitulo XII Qué régimen, a quignes y de qué clase conviene a cada tipo de personas es lo que tenemos que explicar después de lo ya tratado. En primer término, hay que encontrar sobre todos los sistemas en general el rasgo idéntico. _Debe ser mis fuerte el sector de la ciudad partidario de la permanencia de! régimen que el no partidario. Toda ciudad consta del factor cualittivo y del cuantitativo; por factor cualitativo me refiero a la libertad, riqueza, edu- cacién y nobleza, y por cuantitativo, a la superioridad ‘numérica. Puede ocurrir que el factor cuslitativo corresponda « teas pane de li chided de‘ciure laa parses dé aise encd cons tituida Ia ciudad, y a otra parte, el factor cuantitativo; ty dibin€ by Wath til ce! Lista - ff Politica 71 como, por ejemplo, que sean-més nuraerosos los no no- bles que los nobles o los pobres que los ricos, pero que sean tan superiores en cantidad como quedan per debajo en cualided Por tanto, hay que combinar estos elementos entre ellos, y asi, donde el nimero de lop pobre tupera la pro porcign indiceds, alli es natural. que hays una deroacra- a, y cada tipo. de democracis dependert de la superio- ridad de cada tipo de pueblo; como, por ejemplo, si es mayor la poblacién de los campesinos. la primera de- mocracia; sila de los obreros y asalariados, fa tltima, y de igual forma también las demas intermedias entre ellas sql tonde ol de los ricosy principales sobresle en a. lidad mas de lo que queda por debajo en cantidad, alli una oligarqufa, y de la oligarquia, del mismo modo, cada tipo dependera de la superioridad de la poblacién oli- garquica, El legislador, en su régimen, debe siempre panarse a la clase media; y si establece leyes oligarquicas, debe orien iver ws che toedlier yd depcaean, wes ten, bién con las leyes a éstos. Donde la cantidad de la clase media es superior a ambos extremos 0 a cada uno aisla- damente, alli el régimen puede ser estable; ya que no hay que temer que alguna vez se pongan de acuerdo los ricos con los pobres en contra de étos, pues nunca desearin servir los unos a los otros, y si buscan, ningin régimen mas comin encontraran que éste. En efecto, no soporta- in gobernaeslernativament, a cusn de [a muta des confianza, y en todas partes el mas digno de confianza es el arbitro, y arbitro es el de la clase media. Cuanto mejor mezclado esté el régimen, tanto mas estable. Muchos se equivocan, cuando pretenden formar regimenes aristocri- ticos, no solo en dar mayor parte a los ricos, sino tam- bign en engafar al pueblo; pues con el tiempo, inevita- blemente, de los falsos bienes sobrevendré alguna vez un mal verdadero, ya que las ambiciones de los ricos destru- yen més el sistema qué las del pueblo. a buen 172 Aristételes Capitulo X11 Las falacias que como pretexto se inventan en los re- menes cara al pueblo, son cinco: a propésito de la asam- Blea, a propésito de los cargos, a propésto dels eibu- nales, a propésito de la tenencia de armas y 3 propésito de los ejercicios gimnisticos. A propésito de la asamblea ¢s la posibilidad para todos de asistir a la asamblea, pero de imponer una multa a los ricos si no asisten a la asam- blea, © mucho mayor solamente a ellos. A propésito de los cargos es la imposibilidad para quienes tengan fortu- na de dimitir, y para los pobres, la posibilidad. ‘A propésito de los tribunales, imponer a los ricos una multa sino administran justicia, y dispensar alos pobres, © a aquéllos yna multa elevada, y a éstos pequefia, como tn las leyes de Carondas. En algunos lugares les est per- mitido a todos, si estan inscritos, asistir a la asamblea y administrar justicia; pero si, estando inscritos, no asisten a la asamblea ni administran justicia se les imponen ele- vadas multas, para que por la multa no quieran inscribir- se, y al no estar inscritos no puedan administrar justicia ni asistir a la asamblea. De igual forma se legisla también sobre la tenencia de armas y sobre los ejercicios gimnasticos; pues 2 los po- bres les est permitido el no poseeras, mientras que 2 los ricos se les impone una multa si no las tienen; y si no practican los ejercicios gimnésticos, a aquéllos ninguna mult, y a los ricos una mult, para que étos, por mie- do a la multa, los practiquen, y aquéllos, al no temerla, no los practiquen. ‘Asi pues, éstas son las falacias inventadas por la legis lacién oligirquica. En las democracias se inventan otras contrarias a éstas: a los pobres se les procura una paga si asisten a la asamblea y administran justicia, y a los ricos ninguna multa se les impone. Por consiguiente, es obvio tue si se les quiere mezclar justamente hay que reunir lo de ambos regimenes, y a unos darles una paga y a otros imponerles una multa; pues asi participarian todos, mien- Politica 173 tras que, de aquella forma, el régimen pertenece slo a unos 0 a otros aisladamente. El régimen debe estar constituido exclusivamente por Jos que tienen las armas. En cuanto a la cantidad de ren- ta, no es posible fijarla en términos absolutos, diciendo que sea tanta, sino que deberemos establecerla fijando- nos en quién llega at linden mis alto con tal de que los jue accedan al gobierno sean més que los que no acce- jan. Los pobres, aunque no participen de los puestos de honor, se estaran quietos, si no se les perjudica ni se les quita nada de su hacienda; pero esto no es ficil, pues no siempre ocurre que sean amables los componentes del go- bierno. Cuando hay guerra la gente suele escurrir el bul- to si no recibe comida y es pobre, pero si se les propor- ciona comida estan dispuestos a luchar. En algunos pueblos el régimen esta constituido no slo pet los que tienen las armas, sino también por los que las han tenido; entre los malios el régimen pertenecia a éstos, pero elegian los magistrados entre los que atin eran del ejército, También entre los griegos el primer régimen después de las monarquias se formabas partir de los com- batientes; al comienzo, a partir de los caballeros (pues la guerra basaba su fuerza y superioridad en la caballeria, Y2 que sin organizacin eran instiles los hoplita, y so- re tal tipo de soldados ni habja experiencia ni tactica, de tal modo que en la caballeria radicaba la fuerza); pero, con el crecimiento de las ciudades y con la pujanza de los hoplitas, fueron mas los que participaban en el go- bierno; por consiguiente, a las que nosotros damos el nombre de repiiblicas los antiguos las llamaban democra- cias. Eran los primitivos sistemas, légicamente, de ti oligirquico y monarquico, ya que por la escasa densidad de poblacién no contaban con una clase media abundan- te, y, por consiguiente, al ser poco numerosos y mal or- ganizados, se resignaban-a ser gobernados. Asi, pues, por qué razén son varios los sistemas poli- ticos, i por qué, ademas de los mencionados, hay otros (pues fa democracia no es una sola, y lo mismo en el caso 4 } 1/2. rte [ug hin se « 174 Aristételes de los demas), y también cuales son sus diferencias y por qué causa ocurre esto, y ademas cual es el mejor sistema en general, y, de los otros sistemas, qué tipo es apropia- do para qué tipo de personas, ya se ha explicado. Capitulo XIV Ahora, sobre todos en general y sobre cada régimen en particular, tratemos las cuestiones siguientes, buscando el principio adecuado para ellas. Son tres los elementos de todos los regimenes sobre los que debe meditar el buen legislador, lo adecuado para cada régimen, Si éstos estin bien dispuestos, el régimen estara bien dispuesto, y los gobiernos basarin sus dife- rencias en las diferencias que presente cada uno de estos elementos. De esos tres elementos una pregunta es cual es el que delibera sobre los asuntos piiblicos; la segunda, la que concierne a las magistraturas (0 sea, cuales convie- ne que haya, en qué asuntos deben tener competencia y cémo ha de ser su eleccién); y la tercera, qué elemento es el que se encarga de la administracién de justicia. El organo deliberativo tiene autoridad sobre la guerra y la paz, sobre las alianzas y su ruptura, sobre las leyes, sobre las penas de muerte, de destierro y de confiscacion, y sobre la eleccién de magistrados y la rendicién de cuen- tas. Y necesariamente o se confian a todos los ciudada- nos todas esas decisiones 0 a unos cuantos todas, por ejemplo, a un solo magistrado 0 a varios, 0 a distintos di- ferentes decisiones), 0 algunas de ellas a todos y otras a unos cuantos. Pues bien: el deliberar todos sobre todas es procedi- miento democratico; pues ese tipo de igualdad persigue el pueblo; pero las formas de que todos deliberen son va. rias: una, que deliberen por turno, y no todos juntos (como ocurre en la Constitucién de Telecles el de Mile- to; en otras constituciones deliberan los colegios de ma- gistrados reuniéndose, pero accede a las magistraturas Politica 175 todo el mundo, alternativamente, a partir de las tribus y de las divisiones mas pequefias, sin exclusion, hasta que se rota a través de todos), y que se retinan s6lo para la implantacién de leyes y para asuntos relativos al régimen, asf como para escuchar las disporiciones de los ma. gistrados, Otra forma, que deliberen todos juntos y se rednan inicamente para las elecciones de magistrados y para la implantacién de leyes, para decidir sobre la guerra y la paz, y con motivo de la rendicion de cuentas; pero que, sobre lo demas, deliberen los magistrados dispuestos al efecto, que son elegidos de entre todos por sorteo. Otra forma, que en relacién con los cargos y las rendiciones de cuentas se retinan los ciudadanos, y para deliberar so- bre guerras y alianzas; pero que lo demas lo administren las magistraturas nombradas por elecci6n: cuantas sea po- sible, 0 sea, todas las que tienen que desempefiar los ex- pertos. Una cuarta forma, que todos deliberen sobre to- das las cuestiones, reuniéndose, y que los magistrados no decidan sobre nada, sino que se limiten a dar un informe previo, como hoy dia se gobierna la altima democracia, que, segiin nosotros, equivale a la oligarquia dinastica y a la monarquia tirdnica. Estas son, pues, todas las formas democriticas, y el de- liberar unos cuantos sobre todas las cuestiones ¢s proce- dimiento oligérquico. También presenta éste varias dife- rencias, Cuando se eligen a partir de rentas mas modes- tas, y por la moderacion de la renta son muchos, y a pro- posito de lo que la ley prohibe no modifican nada, sino jue se someten a ello, y ademas quien tiene la renta fija- de puede paricipar, oljgarqula eb pero republicana, #¢- mejante regimen, debido a esa moderacién. Cuando no todos particpan en las deliberaciones, sino los elegidos, pero gobiernan de acuerdo con la ley, como en el caso anterior, este procedimiento es oligarquico. Cuando se cligen a si mismos los que ejercen la funcién deliberativa, cuando el hijo sucede al padre, y tienen autoridad so- bre las leyes; ota disposii6n serd neceestiamente mas ol 19 176 Aristételes garquica. Cuando unos cuantos tienen poder sobre algu- Tins cucttiones; toma, por ejemplo, sobre la guerra y la az, y las rendiciones de cuentas todos, mientras que so- re las demas cuestiones los magistrados, y éstos se nom- bran por eleccidn, no por sorteo, una aristocracia es ese régimen. Si sobre algunas cuestiones tienen poder magis- trados clegidos y sobre otras magistrados nombrados por sorteo, por sorteo general 0 entre personas preseleccio- nadas, 0 al mismo tiempo elegidos y nombrados por sor- teo, unos de estos procedimientos son peculiares de una repiblicaarstocrétcay otros de una repablica pura ‘Asi pues, se ha clasificado el elemento deliberativo, de acuerdo con los sistemas, de esta forma, y cada régimen, en particular se gobierna segin la clasificacién esta~ blecida. Es conveniente para una democracia, para la que prin- cipalmente parece ser que ¢s democracia hoy dia (me re- fiero a aquella donde el pueblo es soberano, incluso de las leyes), con vistas al mejor ejercicio de la funcién de- liberativa, que haga lo mismo que se hace con los tribu- nales en las oligarquias (pues se impone una multa a los gus 3¢,guere que administren justia, en tanco que los lemécratas dan una paga a los pobres); esto, repito, es conveniente que se haga también en el caso de las asam- bleas (pues deliberaran mejor si deliberan todos en co- min: el pueblo, con los ciuidadanos principales, y éstos, con la masa). Es conveniente también que se nombren por eleccién los consejeros o por sorteo, sacados por igual de las distintas clases. Y es conveniente, si son muy su- periores en niimero los del pueblo a los hombres de es- tado, o bien no dar paga a todos, sino a cuantos corres- pondan al nimero de los principales, o excluir, mediante sorteo, a los sobrantes, En las oligarquias es conveniente o elegir ademas algu- nos del pueblo, o, creando una magistratura similar a como en algunos regimenes existen los que se llaman «po- nentes» y «guardianes de la ley», ocuparse de aquellas cucstianss scbre las que értos hayan deliberado previae Politica 17 mente (asi participard el pueblo en las deliberaciones, y no podré abolir nada que concierna al régimen). Ademis, es conventents.0 qued puchla vores mimac cadi‘eon” trario a lo que se proponga, o que todos intervengan en la deliberacidn, pero decidan lot niagistados, Lo epuces to alo que ocurre en las republicas debe hacerse. Pues si rechaza una medida, deben darse plenos poderes al pue- blo, pero sila vota favorablemente, no se le deben dar ple- nos poderes, sino que la propuesta ha de remitirse a su vez a los magistrados; en las repiblicas, en cambio, se hace a la inversa: la minoria, si rechaza una medida, tiene plenos poderes, mientras que si la acepta no tiene plenos poderes, y su propuesta se remite siempre al pueblo, ‘Asi, pues, sobre el elemento deliberativo y soberano de un’régimen, valgan estas definiciones. Capitulo XV A continuacién de esto esta la division referente a las magistraturas. También presenta este elemento del régi- men politico bastantes diferencias: cuantas son las magis- traturas, con competencia en qué asuntos y, por lo que respecta a su duracin, cuanta es la de cada magistratura (pues unos establecen las magistraturas por seis meses, Otros por menos tiempo, otros anuales y otros mucho mis duraderas) y si acaso deben ser vitalicias las magis- traturas o por mucho tiempo, o ni lo uno ni lo otro, sino desempefarlas varias veces los mismos 0 nunca dos veces la misma persona sino solamente una vez; y ademas, por lo que toca a la provision de las magistraturas, de entre quiénes debe hacerse, por quiénes y de qué forma. Pues bien, sobre todas estas cuestiones debemos ser capaces de determinar de cuantos modos pueden ser, y luego adver- tir a qué clase de regimenes cuales convienen. No es facil aclarar esto, cuales deben calificarse como magistraturas; pues la comunidad politica necesita mu- L295" at 178 Aristételes chos funcionarios y por ello [no] a todos —ya sea elegi- dos o nombrados por sorteo— se les tiene que considerar magistrados, como, por ejemplo, a los sacerdotes en pri- mer lugar (pues esta funcin hay que considerarla algo diferente de las magistraturas politicas); también se nom- bran coregos y heraldos y embajadores. Unas funciones son civicas, bien de todos los ciudadanos para una de- terminada actividad, como, por ejemplo, el estratego cuando se emprende una campaja, o de una parte, como, por ejemplo, el inspector de mujeres y el inspector de ni- fios. Otras, econdmicas (a veces se nombran comisa- vios para el reparto de wiga). Ouray, servis y, si hay prosperidad, se encarga de ellas a esclavos. Pero en resu- midas cuentas, hay que llamar magistraturas a aquellas a las que se encarga la funcién de deliberar sobre ciertos asuntos, juzgar y mandar; y especialmente ésta, ya que mandar es lo mas inherente a la magistratura. Ahora bien, estas distinciones en la practica no tienen ninguna impor- fence, por ast-decido (de hecho nunca & ba Usgito a una conclusién discutiendo sobre el nombre), aunque tic- nen una aplicacién tedrica diferente. ‘Qué clase de magistraturas y cudntas son indispensa- bles para la existencia de una ciudad y cuales no son in- dispensables, pero si Gtiles para un buen sistema de gobierno, nos convendria planteérnoslo cara a cual- quier régimen politico y en particular a las ciudades pe- queaas. En las grandes puede y debe estar encargada una sola de una sola misién (pues muchos pueden ingresar en las magistraturas, por ser muchos los ciudadanos, de for- ma que en unas dejan por medio mucho tiempo y otras las descupetien una sole ¥ex-y cada misi6n's¢ cumple tae: jor si la funcién se refiere a una sola actividad que si se refiere a muchas actividades). En las pequefias, en cam- bio, es necesario concentrar en pocas personas muchas magistraturas (pues por la escasa poblacién no es ficil que muchas personas ocupen las magistraturas. Y ade- mds, gquiénes sern a su vez los sucesores de éstos?). A veces precisan las mismas magistraturas y leyes las ciu- Politica 179 dades pequefias que las grandes; salvo que estas las nece- sitan a menudo y en aquellas esa situacién se da muy es- porddicamente, por-lo que nada impide hacer coincidir muchas funciones a la vez (pues no se estorban unas a atria) Y Wiiende'eh cuenta le escass coves es indis- pensable convertir a los magistrados en algo asi como una pica-antorcha, ‘Asi pues, si podemos decir cuantas magistraturas es ne- cesario que tenga toda ciudad y cudntas no es necesario, pero debe tenerlas, sabiendo esto se comprendera mejor qué magistraturas conviene concentrar en una sola ma- gistratura, Y conviene ademés no olvidarse de esto, de qué funciones y de cusles en todas partes debe ser com- petente una sofa magistratura; por ejemplo, del buen or- den, si acaso en el agora debe encargarse el inspector de mercado y otro en otro lugar, o en todas partes el mis- mo. También, si acaso segiin la misién deben dividirse 0 segiin las personas; 0 sea, si, por ejemplo, un solo ma- gistrado debe encargarse del buen orden, o uno distinto de los nifios y de las mujeres. Igualmente, segin los re- gimenes, si acaso es diferente en cada uno el tipo de ma- gistraturas, 0 en absoluto; como, por ejemplo, en una de- mocracia, una oligarquia, una aristocracia y una monar- quia, si acaso idénticas son las magistraturas principales —aunque no estén desempenadas por personas iguales ni semejantes, sino distintas en cada uno de ellos, a saber, en las aristocracias por las personas que han recibido edu- cacién, en las oligarquias por los ricos y en las democra- cias por los libres—, o tal vez. existen algunas diferencias entre las magistraturas segiin esos regimens y hay casos en que convienen las mismas y casos en que diferentes (pues en unos conviene que sean grandes y en otros que sean pequefias las magistraturas). Es mas, algunas son peculiares de un régimen, como la de los ponentes, pues esta magistratura no es democriti- ca; en cambio, el Consejo es institucion democratica, ya que debe existir alguna semejante cuya misién sea deli- berar antes y someter sus resoluciones al pueblo para que 1300" 180 Aristoteles éste pueda deificarse a sus negocios; pero esta instituci6n, Lack nilambrol-aon’ pcos, e oligirquicary los ponen- tes son necesariamente pocos, de forma que es institucién oligérquica. Donde exiseen estas dos magistratures los po- hhentes tienen cavegoria supetior a los conscleros, ya que id ccasclero es iaslinciin demcutitica y pence olf pirquicas Tarahicn'ee ve restringada le ialluevety del Coc Sejo en aquellos democracias donde el prapio pueblo, reu- niéndose, se encarga de todas las cuestiones. Esto suele courrir cuando hay abundantes recursos pars pagar alos que intervienen en la asamblea; pues, al estar libres, se Seinen’ oun ecuencts'y alles nese lo pesuslien reo, El inspectoy de aincs,el seapecnor de cauieres y cualquier otro magistrado con competencia en ese tipo de funcién, €s institucién aristocrética; pero no democritica (pues cmo se puede evitar que silgan las mujeres de los po- Beetyae oibe utc (ved cealedimente lis de ite Shp Sobre eftas cuestiones déjese la explicatiGn en este pun- ssjesu wtp a la: poareenién Ge las muipicranures; bay que tratar de estudiarla desde el comienzo. Las variedades se basan en tres factores de cuya combinacién necesariamen- te obtendremos todas las modalidades. De esos tres, uno fe qin con bes uc sombre Ins vlagineutnces: el ac- undo, de entre quiénes, y, por iltimo, con qué método. Bi exile isis de stay es bay. ex varilades: 9 tocar los ciudadanos las nombran o unos cuantos, de entre to- dos o de entre unos determinados (bien por su renta, au linaje, por su virtud 0 por algiin otro rasgo similar, como entre los megarenses a partir de los que regresaron piuiod yale lichgn cons ie demsoce chs ecto G or eleccién o por sorteo (a su vez estos factores se com nan, es decir, unas magistraturas las nombran unos cuantos y otras todos, unas de entre todos y otras de en- tre unos cuantos, y unas por eleccin y otras por sorteo). De cada variedad de éstas tendremos seis modalidades: © todos de entre todos por eleccién, o todos de entre to- dos por sortéo [o todos de entre unce euantos por elec: Politica 181 cién, 0 todos de entre unos cuantos por sorteo] (y si de entre todos, 0 por partes, es decir, por tribus, por demos y por fratrias hasta dar la vuelta a todos los cludadanos, © siempre de entre todos) o unas veces asi y otras de aque. lla forma. A su vez, si unos cuantos son los que las nom- bran, de entre todos por eleccién o de entre todos por sorteo, o de entre unos cuantos por eleccién o de entre lunos cuantos por sorteo, o unas veces asi y otras de aque- Ila forma, es decir, unas veces de entre todos por elec- cién y otras por sorteo [y unas veces de entre unos cuan- tos por elecci6n y otras por sorteo). En consecuencia, doce son las modalidades que resul- tan, aparte de las dos combinaciones. Y de ellas, estas tres formas de provisin son democraticas: que las nombren todos de entre todos por eleccién, por sorteo, o por am- bos procedimientos, ‘unas magistraturas por sorteo y otras por eleccién. Que no las nombren todos a la vez pero si de entre todos 0 de entre unos cuantos, bien por sorteo, © por eleccién, 0 por ambos procedimientos, 0 unas de entre todos y otras de entre unos cuantos [bien por sorteo o por eleccién] o por ambos procedimientos (al decir por ambos procedimientos me refiero a unas por sorteo y otras por eleccién) es propio de una repablica. Y que las nombren unos cuantos de entre todos, bien por eleccién o por sorteo 0 por ambos procedimientos, unas por sorteo y otras por eleccién, es propio de una oligar- quis (y mis propio de una oligarquia el hacerlo a partir le ambos). Que nombren unas de entre todos y otras de entre unos cuantos es propio de una repiblica aristocré- tica, 0 unas por eleccién y otras por sorteo. Que las nom- bre unos cuantos de entre unos cuantos [por eleccién] es propio de una oligarquia, asi como que unos cuantos de entre unos cuantos por sorteo (pero si no sucede, es lo mismo) y que unos cuantos de entre unos cuantos por ambos procedimientos. Que las nombren unos cuantos de entre todos y que las nombren de entre unos cuan- tos por eleccién todos, es propio de una aristocracia. Asi pues, las modalidades de lo que concierne a las ma~ 182 Aristételes straturas son todas ésas en niimero y se dividen de esta forma segin los regimenes. Qué modalidad conviene a quignes y cémo debe realizarse la provision, quedara cla- ro junto con los poderes de las magistraturas y cuales son. Al hablar del poder de una magistratura me refiero, ‘or ejemplo, a la que tiene competencia en la cuestidn de dss ereror'y als qucticne companied campo de Ja defensa; pues distinta es la clase de poder, por ejem- plo, de la magistratura del estratego y de la que tiene com- petencia en el terreno de los contratos relativos al mer- cado. Capitulo XVI Nos queda de los tres elementos, hablar del que admi- nistra justicia. También hay que averiguar sus formas se- gin el mismo principio. La diferenciacién de los tribu- nales se basa en tres factores: las personas de entre las que se forman, los asuntos sobre los que versan y el mé- todo por el que se nombran, Por las personas de entre las que se forman quiero decir si acaso de entre todos 0 de entre unos cuantos; por asuntos sobre los que versan me refiero a cuantas especies de tribunales hay; y por mé- todo, si acaso por sorteo o por eleccidn. Pues bien, en primer lugar hay que distinguir cudntas especies de tribunales hay. Su ntimero es de ocho: uno para la rendicién de cuentas, otro por si alguien comete tun delito piblico, otro para cuanto atahe al régimen, un cuarto para magistrados y particulares, para cuantos liti- ios tienen sobre penas, un quinto para contratos priva- Ros in dmperaneaiy adeiite de fot el eueeicenie en homicidios y el de los extranjeros (variedades del de homicidios son, bien con los mismos jueces 0 con distin- tos, sobre homicidios premeditados o involuntarios y so- bre cuantos se confiesan, pero se discute respecto a su jus- Politica 183 ticia, y en cuarto lugar, sobre cuantos se imputan a des- terrados por homicidio a su regreso, como, por ejemplo, en Atenas se dice que es el del Freato. Semejantes casos suceden pocas veces en toda la vida y en las grandes ciu- dades. Del tribunal de extranjeros una clase es para ex- tranjeros contra extranjeros y otra para extranjeros con- tra ciudadanos); y ademas de todos ésos el que se ocupa de contratos de poca cuantia, es decir, los que son de un dracma, de cinco dracmas y de poco mas. Pues es preci- so que se decida sobre ellos, pero tal decisién no debe re- caer en muchos jueces. Pero dejemos de hablar sobre estos tribunales, los de homicidios y de extranjeros, y hagimoslo sobre los po- liticos, sobre aquellos de cuyo mal funcionamiento deri- van las revueltas y los cambios de los sistemas politicos. Necesariamente 0 todos juzgan sobre todas las cuestio- nes mencionadas, bien por eleccidn o por sorteo, 0 todos sobre todas, en unos casos por sorteo y en otros por elec- cién, o sobre algunas de ellas unos por sorteo y otros ele- gidos. Asi pues, estas modalidades son cuatro, Y otras tantas son también las que se hacen por partes; en efecto, de entre unos cuantos pueden nombrarse los que juzguen sobre todas las cuestiones por eleccién o de entre unos cuantos sobre todas por sorteo o unas veces por sortco y Stras por eleccién o algunos tribunales pueden enten- der en las mismas cuestiones formados por miembros sor- teados y elegidos. Asi pues, éstas son, como se dijo, las modalidades [co- rrespondientes] a las ya citadas, Pero ademas los mismos tribunales pueden combinarse, es decir, estar formados en parte por todos, en parte por unos culantos y en parte por ambos (por ejemplo, el caso de que al mismo tribu- nal pertenecieran los nombrados de entre todos y los nombrados de entre unos cuantos), y bien por sorteo 0 por eleccién o por ambos procedimientos. Asi pues, cuantas modalidades posibles de tribunales hay, ya se ha dicho; y de ellos los primeros son demo- a1 184 Aristételes criticos, cuantos de entre todos sobre todas las cuestio- nes, y los segundos oligarquicos, cuantos de entre unos cuantos sobre todas, y los terceros aristocraticos y pro- pios de la repiblica, cuantos en parte de entre todos y en parte de entre unos cuantos. Libro quinto Capitulo I De los demas temas que nos propusimos, ya se ha ha- blado de casi todos; ahora bien, por qué causas, cuintas y de qué indole cambian los sistemas politicos, cusles son las corruptelas propias de cada régimen y a partir de qué tipos en qué otros principalmente se convierten; ademas, con qué medios de conservacién comunes y particulares cuenta cada uno y por cuales se puede salvaguardar me- jor cada régimen, hay que averiguarlo después de lo que ya se ha dicho. En primer lugar, se debe tomar como base el principio de que muchos son los regimenes existentes, porque, si bien todos admiten la justicia y la igualdad proporcional, no se ajustan plenamente a ella, como ya se ha indicado anteriormente. En efecto, la democracia surgié de que, al ser los hom- bres iguales en cualquier cosa, se creian absolutamente iguales (pues, porque todos son igualmente libres se con- sideran absolutamente iguales); y la oligarquia de que, al 185

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