Existe una experiencia de la derrota que podramos llamar absoluta, y que

nada tiene que ver con el game over, algo as como el resultado de un cierto
juego que vale de una vez y para siempre. Parece ms bien la imagen de lo
que queda luego de la batalla, un descampado de emociones mutiladas donde
toda razn se vuelve tan efectiva como la plvora mojada. La derrota absoluta,
no es aquella que simplemente acaba con tu vida, sino que te convierte en un
fantasma, en una ausencia siempre-presente: es la experiencia misma del
infierno.
Ese estado espectral resulta terrible, insoportable para muchos, puesto que al
fantasma se le obliga a presenciar cmo el vencedor comete sacrilegio lo que
queda de su cuerpo, como si la garanta inherente al juego hubiese sido un
engao. En la derrota absoluta, el fantasma es ms que nunca prisionero del
poder al que jur enfrentar con su vida, y esta experiencia le ensea el ms
terrible significado de lo vano, banal que fue su muerte.
Pero si la derrota absoluta no se confunde con la muerte, pareciera que un
pequeo y errtico haz de luz se abre paso entre las ruinas sobrevivientes. Ser
perdedor (y por defecto, ganar) en siempre respecto a un juego, a
determinadas reglas y procedimientos no externos a la historia; perder no es
una sentencia con autoridad suficiente [quin ostenta tal privilegio?] como
para marcar la total existencia del perdedor.
Si nos arriesgamos a hablar de algo as como una naturaleza humana,
pareciera haber algo ldico en ella, con reglas en extremo violentas y un
premio del cual no puedo dar testimonio: nuestras propias vidas. Aun as, la
existencia no se confunde nunca con ese juego, puesto que para que exista
jugador, no puede ser forzado a participar. La derrota absoluta pareciera
indicar que la vida se ubica en el lmite entre lo abstracto de querer jugar y
las reglas mundanas de los distintos juegos, desactivando tanto al homo
ludicus, como a los juegos que este juega.
Luego de la derrota absoluta, y si el espectro est preparado, puede dar el
salto ms importante de lo que queda de su sobre-vida, y mirar hacia otra
parte mientras el vencedor festina. Porque no hay cosa que irrite ms a los
vencedores que luego de la posibilidad de la defeccin absoluta, a que los
fantasmas tomen sus reglas y jueguen otros juegos como el nio que juega con
los instrumentos de adivinacin. Porque ciertamente no pueden hacer nada
contra ello, no se puede dar muerte a quin ya est muerto.