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EL «DESCUBRIMIENTO»
DE LA CULTURA POPULAR
La idea de cultura populars, en contraposicién s «cultura ilus-
trada», deta de las postrimerfas del siglo xvim y el primero en fot-
mularle fue el esctitor alemén J, G. Herder. Los historiedares erudi-
tos, huelga decirlo, ya habfan descrito las costumbres populares antes
de Ia fecha citada: Henry Bourne, por ejemplo, coadjutor de Todos
Jos Santos, Newcastle, publicé un libro sobre «antigiiedades popu-
lates» en 1725, y Pepys hebfa coleccionado romances en hojas suel-
tas y libritos de coplas y cuentos a finales del siglo xv1t. Lo que era
nuevo en el enfoque de Herder, asf como en el de sus amigos y se-
guidotes, entre los que se contaban los hermanos Grimm, eta le idea
fl auc les canclones y los cuentos, las obrat de tat y Jos prover-
os, las costumbres y ceremonias, formaban parte de un conjunto
que expresaba el «espfritu» de un pueblo determinado, De ahf la
apaticién de téminos como Volkslied (‘cancién tradicional’), que
Herder fuz uno de los primeros en empleer, 0 de «folclote», palabra
que invents William ‘Thomas en 1846, Estos términos expresan lo que
cabrla Hamar el «descubtimiento» de la cultura popular por perte
de los intelectuales. La mayoria de éstos procedia de las clases altas,
para quieres el pueblo era un mistetioso como ha sugetido Edward
‘Thompson, pero es claro que las culturas populares de este perfodu
no constitufan una extensién de Ia hegemonfa burguesa. La indus-
tuializacién rural habla alterado Ia naturaleza de la familia al reorien-
tar tanto las relaciones entre los sexos como la categorfa de los
jOvenes y los viejos, Las pautas de consumo habfan suftido tal
transformacién que amenazaban las restricciones suntuatias impues-
tas por les élites censuradoras. Muchas de las formas populares
—beber, comer opfparamente, bailar y cantar— eran, de hecho,
tun aconflicto de clases desplazadon. Asf, entre estos estratos con-
cretos Ja cultura popular era claramente escenatio de una pugna,
incluso de subversién.
En este punto el debate volvié a Ja cuestién de las fuentes y
Nick Rogers (Londres) expresé escepticismo acerza del valor de los
Libritos de coplas como medio de llegar a Jos niveles profundos de
las actitudes populares, Los romances y las hojas sueltas ¢ impre-
sas a una sola cara representaban una fuente mucho'mds wtil, Mu-
chas de éstas habfan ido a parar ¢ manos del gobierno en el si
glo xvi y en ellas aparecen los autores utilizendo un lenguaje «pa-
ternalista» como veh{culo de la protesta social, Los instrumentos de
Ia autotidad se estaban volviendo contra la clase gobernante de una
maneta que convendsla seguir investigando. Gran parte del debate
habia girado en torno a {a influencia de Ja ciudad en el campo.
Tanto es asf que Peter Christensen (Copenhague) pregunté si habla
tun pablico ciudadano para los libritos de coplas y cudl habia. sido
la acogida dispensada a éstos. Peter Burke contesté que, efectivamen-
te, habfa un mercado urbano y que !a dicotomfa cudad-campo podia
set falsa, Seguidamente abordé Ja sugerencia de que el anilisis del
contenido serfa una forma de descubrir fos cambios. de significado
habidos @ lo largo del tiempo. EI cuento escrito « principios del si-
slo xvit podia alterarse para que encajara en el gusto, del siglo xvitt;
y esto era un dato a tener en cuenta, La lectura atenta del texto
revestia impottancia, aunque él siguié insistiendo en que Ia distin.88 HISTORIA POPULAR ¥ TEOR{A SOCIALISTA
cidn entre una cultura de élite y otra plebeya funcioné bien en el
caso de Francia a principios del petfodo moderno,
Mary Ann Conant (Londres) no estaba tan segura de que los
libritos de coplas ingleses los escribiera Ia élite con destino al pueblo
Ilano. Cité una obra reciente en la que Margarct Spufford indica la
posiblidad de que los aprendices de imprenta fueran los autores de
algunas de Jas primeras versiones inglesas, En este punto intervino
Hans Medick para sugerir que hacer hincapié en la instruccién podfa
provacar tergiversaciones, pues este enfoque descuidaba necesaria-
mente muchas cosas y ocultaba el hecho de que se estaba produ-
ciendo un gran arenacimiento» de la cultura popular con total inde-
pendencia de lo que ocuttfa,en los cftculos instruidos, En Jas regio-
nes de industrislizacién rural la propia familia eta consumidora y
creadora de cultura. Las mujeres tanto como los hombres, los j6ve-
nos junto con sus mayores, obtuvieron acceso al tiempo, los recursos
y Ia libertad que hacfan falta para patticipar en actividades que ni
Ja Iglesia ni el estado sancionaban y que a menudo se opontan a estas
instituciones. Medick apunté que los esfuerzos llevados a cabo en
el sig’o xvii con el fin de inculcar una ética de austeridad y ahorro
deberian verse no sélo como un medio de acumulacién de capital,
sin como un medio de sojuzgar a una cultura que amenazaba a los
intereses de Ia élite.
E- debate volvié de nuevo al contenido de los libtitos de coplas
cuando Cathérine Delaval (Parfs) comenté que también podian brin-
dat una forma sin igual de explorar el cometido de Jas mujeres. Res-
pondiendo @ Ia peticién de més explicaciones que formulé Ellen
Ross (Nueva York), Cathérine Delaval dijo que los libritos de co-
plas franceses del siglo xvi muestran a las mujeres jévenes como
seres bastante libres. Las alusiones a la desnudez eran frecuentes
y ottis muchas inhibiciones, sexuales y sociales, brillaban por su
ausencia, Sin embargo, en el siglo xvit a Jas mujeres jévenes ya se
Jas ptesentaba como thmidas y reservadas, ast como recatadas en lo
que hace a la sexualidad. En la literatura del siglo siguiente apare-
cfan todavia més.recluidas; 1a mujer buena se conviette en la per-
sona caseta sin acceso al mundo exterior. Al parecer, las imégenes
de mujeres que apatecen en los libritos de coplas confirman Ia tesis
de Feucault sobre la agran reclusién» de los inicios del perfodo mo-
derno, pero también le dan un significado especial con respecto las
mujeres.
,
«campesinado»— nos dice mAs cosas sobre las preocupaciones de
éstos que sobre Ja cultura popular misma, Las palabras’ de este tipo
coscurecen el aspecto activo, proteico, de le cultura como experien-
cia vivida, toda vez que In abstraen y alejan de fa vida real de las
personas.
Los comentarios de Harker fueron acogidos con entusiasmo, y
Adrian Rifkin (Portsmouth) reforzé su argumento relativo a los pe-
igros de estudiar Ia cultura como si fuese un objeto, préctica que
invariablemente ponfa el acento en las élites. John Gillis (New Jer-
sey) aiiadié. que los iamados histotiadores de la cultura hebfan ten-90 HISTORIA POPULAR ¥ TEORIA SOCIALISTA.
dido a situat Jas fuerzas creatives dentro de instituciones piblicas
como la, Iglesia, Ja escuela y el cfrculo literatio, exeando ast Ja im-
presién de una’ cultura popular principalmente masculina y adults.
Opiné que Hans Medick tenfa razén al pensar que el renacimiento
de le cultura popular en el siglo xvmr tenfa mucho que ver con
Ja economfa familiar asociada a la industrializacién rural. Si bien no
‘estamos acostumbrados a buscar fuerzas creativas en el seno de la
familia misma, los estudios de la cultura doméstica revelatfan cémo
personas que no han tenido acceso a las instituciones publicas —esto
es, las mujeres y Jos jévenes— intervenfan en los procesos cultura-
les de los inicios del perfode moderno. El término «cultura populary
puede tender a homogeneizar y oscurecer las diversas fuentes de
creatividad. Empezando con Ja familia, deberla ser posible «desem-
paquetare las diversas dimensiones de edad y sexo de este renaci-
miento cultural,
Pata entonces ya habia legado Carlo Ginzburg (Bolonia). En
vex de presentar tun artfeulo, coment6 brevemente ef debate anterior
¢ hizo algunas observaciones propias. Le preocupaba mucho el pto-
blema de los datos y 1a dificultad de hacerse una idea exacta de lo
gue realmente pensaban y hacfan Jas personas. Coincidié con Dave
Harker en que habia que sacar mucho més partido de las «media-
clones activas» que son tan evidentes hoy como lo eran en perfodos
anteriores. A modo de ejemplo cit6 los estudios que se han realize
do sobre el hecho de ver Ia televisién y que demuestran que las
personas no ebsorben pasivamente lo que les echan, En vez de ello,
Ho desmontan y fuego vuelven a montarlo del modo que mejor se
ajuste a sus propios fines, Los anifios se burlan de los anuncios que
ven; y hay un perpetuo feedback cuyas posibles consecuencias no son
jas que pretendian los productores de los programas de televisién.
Dijo que era escéptico en lo referente a Ja labor de Bajtin porque
éte habia confiado excesivamente en Ias fuentes literatias. Lo que
se necesitaba, arguy6 Ginzburg, era una forma «disciplinaday de en-
focat las culturas del pasado, Se necesitan «nuevas teglas de tes-
timonio» comparables a las creadas durante el pasado decenio para
ocuparse de otros campos de Ja historia social. El campo, en efecto,
\ esté insuficientemente desarrollado y, por ende, la labor comparativa
resulta diffcil. Mientras no haya mfs rigor-en Ja teorfa y también
en Ia estrategia de Ia investigacién, no podré dar respuesta a Jas
preguntes que se han formulado en este debate y en ottos.
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}
‘DESCUBRIMIENTO DE LA CULTURA POPULAR OL
Algunos de os problemas de interpretacién y testimonio’ cit
dos por Ginzburg fueron luego muy bien ilustrados por Sandro Por-
telli (Roma), que recaloé que Ia fectura no debe verse como un pro-
ceso pasivo, sino como una «lucha» que el lector libra activamente
con el material, A menudo los resultados son muy distintos de los
que buscaba el autor, sobre todo cuando ef lector no pertenece a Ja
misma clase social, En las zonas montafiosas de Italia los textos de la
literatura y la poesfa clisicas frecuentemente son reelaborados por
personas que parecen totalmente «incultas». Personalmente, conocia
el caso de un pastor de ganado que habla construido su propia ver-
sién de In Odisea porque el original se le antojaba demasiado largo
para aprendérsclo de memoria, Portelli habia oldo cémo un campe-
sino daba a sus compafieros una conferencia sobre el Primer Canto
de la Divina comedia, interpretando de un modo propio y original
el pocma de Dante, En la versién de este campesino el lobo re-
presentaba a los ricos y el Primer Canto pasaba a set una alegoria
del advenimiento del comunismo a Italia, Pero, aunque el mensaje
pateciese revolucionario, el autor de esta interotetacidn no era so-
Gial ni politicamente radical. Desde luego, la historia de la cultura
popular era tan contradictoria como rica y evocadora.
Parecfa apropiado terminar Ja sesién hablando de: cosas con-
cretas, de hecho, impenetrables. La introduccién de ‘Peter Burke «
la literatura de los libritos de coplas eta vitil como punto de par-
tida, aun cuando en el curso del debate se pusiera en duda el
valor de concentrarse en una sola fuente, La definicidn de Ja cul-
tata popular se habla ampliado considerablemente, aunque nadie
se hebfa atrevido a proponer una definicién. A veces parecfa que
estébamos hablando de toda Ja forma de vivir de un pueblo, como
hubiese hecho un antropélogo; y existia el peligro de que el tema
se deshiciera en algo totalmente inmanejable. No obstante, también
parecia haber consenso en que una historia auréntica de Ja cultura
popular eta posible y que debfa empezar no con los artefactos de
Ja cultura elitista, sino con los diversos puntos de produccién y
mediacién denteo de la misma clase obrera. Términos como chegemo-
nfa> parecfan fundir y oscurecer la vitalidad de Ia cultura como ex.
periencia vivida,
‘A pesar de los notables esfuerzos de Hens Medick por pro-
porcionar un marco histérico més amplio para el renacimiento
cultural del perfodo, la generalizacién no estaba en el orden delpaar
92 HISTORIA POPULAR Y TEOR{A SOCIALISTA
dia, La diversidad, 1a ambigiiedad y Ia contradiccién se entrome-
tieron en cada punto del debate. Como ocurtié con Ja historia social
hace ua decenio, habla tanto tetritorio inexplorado que la obten-
cién de un nuevo juego de mapas parecia muy lejana, Lo que hacts
falta, al parecer, eran herramientas: debidamente estandatizadas para
seguir explorando, directrices ademés de reglas de testimonio que,
andando el tiempo, hicieran posible In teorfa
BIBLIOGRAFIA,
Sobre el descubrimiento del pueblo, P. Burke, Popular culture in
early modern Burope, cap. 1, Londres, 1978. Sobre la poesta oral, Ruth
Finnegan, Oral poetry, Cambridge, 1977. Sobte los libtitos de coplas
franceses, R. Mandtou, De la culture poptlaire aux 17* et 18° sidcles,
Paris, 1964, y G. Bolle, La Biblioth3que Bleue, Paris, 1971; cf.
R. Muchembled, Culture populaire et culture des élites, Patts, 1978, ¥
HLJ. Liisebrink, «L’image de Mandrin», en Revwe de 'Histoire Moderne,
26 (1979), pp. 345.364, C. Ginzburg, «Cheese and worms», en J. Obelke-
vich, ed., Religion and the people, Chapel Hill, 1979, se ocupa de In
cosmologla de un molinero del siglo xvi que posefa unos cuantos libros.
V. Neuburg, Popular literature, Harmondsworth, 1977, es una gula de los
fibritos de coplas ingleses; su red de distribucién se ha estudiado en un
libro de Margaret Spufford que se publicarf en breve. Sobre aideologle>
y ahegemonfan, R. Williams, Marxism and literature, Londres, 1977.
Sruart Hat *
NOTAS SOBRE LA DESCONSTRUCCION
DE «LO POPULAR»
Primeramente, quiero decir algo acerca de las petiodizaciones en
el estudio de Ia cultura popular. La petiodizacién plantea aquf pro-
blemas dificiles; yo no se Ia oftezco a ustedes sencillamente como
una especie de gesto pura con los historindores. gSon en gran parte
descriptivas las rupturas importantes? gNacen principalmente del
seno de a propia cultura popular, o de factores gute som ajenos a
ella pero la afectan? gCon qué ottos movimientos’y periodizaciones
se vincula mAs reveladoramente la «cultura popular»? Luego deseo
haablatles de algunas de Jas dificultades que me ocasiona el término
-apopular>. Tengo easi tantos problemas con «popular» como con «cul-
tura, Cuando se unen los dos términos, las dificultades pueden ser
horrendas.
Durante la larga transicién hecia el capitelismo agtatio’ y Juego
en la formacién y evolucién del capitalism hay una lucha més 0
menos continua en toro a la cultura del pueblo trabajador, las
clases obreras y los pobtes, Este hecho tiene que set el punto de
partida de todo estudio, tanto de Ia base como de Ia transformacién
de la cultura popular. Los cambios de equilibrio y de fas relaciones
de las fuerzas sociales durante la citada historia se manifiestan, una
y otta ver, en Jas luchas en tomo a fas formas de Ja cultura, las
* Stuart Hall, uno de los directores fundadores dein New Left Review
y durante muchos aiios director del Centre for Contemporary Cultural Studies
de Birmingham, es actualmente profesor de sociclogla de la Opén University.