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JOAQUIM M. MACHADO DE ASSIS CUENTOS SITUACIONES MACHADIANAS Macwavo bx Assis escribié doscientos cuentos. Entre ellos estan algunos de los mejores del idioma portugués, al lado de no pocas historias ancladas en las convenciones del romanticismo urbanizado de la segunda mitad del siglo XIX. El que prepara una antologia prefiere excluir la mayoria de estas ulti- mas, sin dada menos realizadas estéticamente, pero el estudioso no puede omitir el hecho: Machado de Assis fue también un escritor acostumbrado a las practicas de estilo de las revistas femeninas de la ¢poca, sobre todo en la década de 1860 a 1870. Fl joven cuentista se ejercitaba habil- mente en la convencidn estilistica de las lectoras de folletines donde jos modelos idealizantes enmascaraban una practica de clase perfectamente utilitaria. LA PREHISTORIA DE LA MASCARA: HISTORIA DE SOSPECHAS Y ENGANOS ¢Queé significa la convergencia de formas antiguas y valores nuevos en el primer Machado de Assis? En Cuentos flauminenses y cn las Historias de Medianoche la mayor angustia, oculta o patente, de ciertos personajes, est4 determinada por el horizonte del status; horizonte que ya se aproxi- ma, ya se escapa, a la mira del sujeto. La condicién fundamental se llama carencia, Es necesario, es impe- rioso, suprimirla, ya sea mediante la obiencién de un patrimonio, fuente de los biencs materiales por excelencia, ya por la consecucién de un matrimonio con un socio mds acaudalado: “;Dénde encontraré yo a una heredera que me quiera por marido?’, resume el inguieto Gomes, caza- dor de dotes de "El secreto de Augusta”. ix En el primer caso, Ia herencia debe ser negociada mediante parientes tices, tfos o padrinos prefcriblemente, que podrian, si quisiesen, hacer testamento a beneficio del sujeto. Esa rselacién entre el candidate a here- dero y el testador potencial, combina un interés econdmico innegable con una téctica de aproximacién y envolvimiento afectivo del segundo por parte del primero. La relacién es por lo tanto crudamente asimétrica: si en cl testador existe alguna disposicién afectiva, ésta no existe en el interesado sino en gestos calculados. Viceversa: el cdlculo existe, de hecho, solamente en el interesado. Igual asimetria de intereses y sentimientos opera cuando el plan tiene como fin el matrimonio. El pretendiente, o la pretendiente, aparece en una situacién de status inferior o periclitante; es la hora de que asome la figura salvadora de una novia o un novio. Objetivamente, la situaci6n matriz es siempre el desequilibrio social, Ja desigualdad de clases de estratos, que solamente el patrimonio y el matrimonio podran compensar. Subjetivamente, el narrador acentia la composicién necesaria de la mascara mediante Ia persona del pretendiente y, como correlato fatal, los sentimientos de decepcién que el beneficiador terminara experimen- tando cuando la mdscara ya no serd tan necesaria y, detrds de ella, se divise Ia ingratitud, o incluso Ja traicién. Si ese es el proceso en su totalidad, no por eso se vera actualizado por el narradcr en todos los cuentes en que aparece como significado. El narrador puede dislocar el énfasis de un momento a otro de] proceso, 0 detenerse en uno solo, abriendo la pesibilidad de que el cuento sea prin- cipalmente el relate de un episodio (la anécdota de un matrimonio frus- trado, por ejemplo), 0, sobre todo, el retrate moral de una de las partes afectadas; caso en el cual Machado sondea la ambigiiedad peculiar de esa relacién asimétrica entre los personajes. De todos modes, el enfoque ideolégico de los cuentos iniciales tiene todavia un grado bajo de conciencia de esa ambigiiedad. Todavia fun- ciona, en muchos casos, la divisién de las almas en cinicas y puras. To- davia se castiga romdnticamente al muchacho que finge sentimientes de amor Cen “Luis Soares”, en “El secreto de Augusta’), o se trata de apar- tar cualquier sospecha de interés en la conducta del futuro beneficiado C'Miss Dollar”). El énfasis en este ultime caso hace dificil medir el grado de desconfianza del “punto de vista” en relacién a los vaivenes reales de la trama. En suma, a la primera lectura: o hay evidencia de mala fe o hay evidencia de sinceridad. Sin embargo, no por eso algunos de los Cuentos fluntinenses dejan de ser historias de sospechas y engafios. En “Miss Dollar” hay una viuda hermosa y rica, Margarita, la primera de una larga serie machadiana de viudas disfrutables. Luego aparece un pretendiente, Mendonga, a quien la buena suerte le hace encontrar a x Miss Dollar, la perrita que estima la joven. Esta ya habia rechazado va- rias proposiciones de nucvo matrimonio, porque en todas entrevela como motivo la codicia que, ademds, habia descubierto en el marido muerto. A pesar de ello, termina por amar a Mendonga, y lo acepta. Se casan; pero el novio, conocedor de las sospechas de Margarita, rehtisa la vida conyugal mientras cxistan dudas sobre su desinterés. Sin embargo todo termina bien; la sospecha se diluye con el tiempo. Mendonga habia hallado Ja riqueza, ia perrita Miss Dollar, y habia sabido noblemente restituirla: con Jo cual la gand para siempre. “La mujer de negro” cuenta la historia de una traicién, pero involun- taria, Estévao ama a la mujer de un amigo, ignorando su estado civil, Se aleja al saberlo, después de haber reunido a la pareja. La traicién ¢s una salida que el cuento abre y cierra dos veces: primero mostrande que “la mujer de negro” repudiada por el marido, era inocente de la mancha de adulterio; después, mostrando Ia pasién de Estévao, aunque dejando clato que él renuncié inmediatamente al conocer 1a situacién de Ja mu- chacha. Por lo tanto, parece que Machado necesitaba al mismo tiempo, entreabrir y exorcizar la posibilidad del engatio. E] espectro del engafio ronda también Jas “Confesiones de una viuda joven”, historia de una mujer casada que se deja cortejar por el mejor amigo del marido, aunque resista a sus proposicioncs de consumar ¢l adulterio. Como ella misma dice al amado: “Amo, si, pero deseo seguir siendo a sus ojos Ia misma mujer, amante es verdad, pero hasta cierto punto... pura’, Muerto el marido, nada obstaculizaria la unidn de los amantes; asi lo espera la viuda, pero en vano: el antiguo apasionada vuelve, confesindose hombre de hdbitos opuestos al matrimonio. “Era un seductor vulgar”. El engario ejecutado a medias resulta, al final, un engafio total, Los Cuentos fizntinenses fueron escritos bajo la obsesi6n de la men- tira. Esta, sin embargo, o es castigada 0 se comprueba que es una sds- pecha falsa. ¢Serd acaso porque su autor es un moralista todavia romdn- tico dispuesto a predicar casos ejemplares? No, por lo que se verd més adelante: Machado nunca fue, en rigor, un romdntico Cel Romanticismo est4 a su espalda) aunque si lo es por el gusto moralista de la f4bula que implica, al final y en las entrelineas, una Ieccién por extraer. En las Historias de Medianoche (1873), por primera vez el engafiador iriunfa. Véase el cuento “El pardsito azul”. Lo gue en él sucede, a pesar de la amenidad general del tono casi regionalista, es simplemente lo si- guiente: ef héroe finge, el héroe miente, el héroe despista para conquistar a la amada y al padre de ella. Y el contezto lo dice claro: él no triunfa- ria si no mintiese. Camilo Seabra comienza la vida en Paris, seduciendo la fe del “buen viejo”, un hacendado goiano * que lo mantiene creyén- * Relativo o perteneciente al estado de Goiaz. (N. de la T.). xr dolo un estudiante aplicado mientras que éf vive como bohemio y pard- sito. Ya de regreso a Brasil, Camilo pasa de ese engafio a otros, Al primer amigo que encuentra, Leandro, le roba la amada, Isabel. Esta, a su vez, rechaza a todos sus pretendientes, parece un enigma, pero en realidad es el tipo de la falsa ingenua que encubre el deseo de casarse con el me- jor de los partidos posibles. ¢Quién mejor que el mismo Camilo Seabra, médico, hacendado y futuro diputado, ademds de su enamorado de in- fancia? No obstante, Isabel sabe que es necesario fingirse fria y distante para excitar el gusto de la conquista en su casanova goiano egresado del “Boulevard des Italiens’. El hablar de Ja joven, insinia Machado, era “oblicuo y disfrazado”. Pero el autor, también oblicuo y disfrazado, alivia con intermedios novelescos la dosis de cdlculo que va diseminando en la cabeza de los protagonistas. La resistencia de Isabel es un plan que el pretendiente vence con otro plan, Camilo finge suicidarse lo que preci- pita el “si” de la joven, ya dispuesta a proferizlo. El cuento, largo y muy convencional en el estilo tiene su moraleja: los apasionados son mutua- mente engafadores y, en Ja medida exacta en que saben trampear, alcan- zan la meta de sus deseos. La mascara es idilica, pero el meolle es realista-burgués. E] narrador de las Historias de medianoche ya est transitando hacia un “tempo” moral en el cual lo que seria cdlculo frio 0 cinismo Csegdin la concepcién de Alencar, por ejemplo) se comicnza a tomar come prac- tica y cotidianidad, hasta en el corazén de Jas relaciones basicas. La necesidad de la mdscara con Ja cual el interesado desempefiard su papel ante los amigos y ante el futuro cényuge, es un dato nuevo en la historia de la ficcién brasilefa. No es casual que se dé en la década del 70, momento de arranque de las transformaciones sociales del II Imperio rambo a la modernizacién burguesa de Jas costumbres y los valores. El joven Machado introduce la nueva economia de las relaciones hu- manas que también comienza a regular, conscientemente, los midviles de la vida privada. Por consiguiente, es en el tratamiento de les perso- najes donde la novedad toma una forma ostensiva. En los otras aspectos canstitutives de la narracién, Machado se mantiene fiel, sobriamente ficl, a las instituciones literarias. Las descripciones de paisajes y de interiores, Ia secuencia de los eventos, el sentido del tiempo e, incluso, los rasgos metalingiiisticos de esos cuentos, ya estaban en Macedo, en Manuel An- tonio, en Alencar. Machado ser4, tal vez, mds neutro, més seco, mas esquematico, mas vigilado en todo ese trabajo de composicién narrativa que él capté, cuando no imité, de otros contextos. El lastre de la con- vencién no sera jamds subestimado por ese escritor, el tinico brasilefio que los gramaticos puristas de comienzos del siglo xx juzgaron digno de equiparar a los cldsicos portugueses del seiscientos. En realidad, no se trataba solamente de respeto a la convencién lin- giilstica. La deferencia respecto al sector institucional de las Letras y de XII la Sociedad, es norma en Machado, y significa el reconocimiento de lo fuerte por parte del débil. Después de todo, la institucién es el espacio histérice donde se abrigan y se satisfacen las necesidades basicas de los grupos humanos. Y, en todas las acepciones del término, su lugar comin. El lugar comim no necesita ser bello ni sublime, le basta la utilidad, como al papel moneda. Esa conciencia del juego y de la mascara institucional todavia no es tan aguda en los cuentos juveniles, aunque seguramente se haya acre- centado en las Historias de medianoche respecto a los Cuentos fluminen- ses. También crefa en la misma década del 70, en las novelas La mano y el guante y laid Garcia, obras de compromiso entre dos lugares comu- nes: el del romanticismo idealista y el del nuevo realismo utilitario, hacia el cual van inclindndose los personajes femeninos, capaces de sofocar los sentimientos de Ja “sangre” en nombre del calculo, de la “fia eleccién del espiritu”, de la “segunda naturaleza tan imperiosa como la prime- ra”. La segunda naturaleza del cuerpo es el status, la sociedad que se incrusta en la vida. La interpretacién de Lucia Migucl-Pereira! es francamente psico- social. Me parece una buena lectura no sélo de la génesis de las tramas y los tipos machadianos sino, sobre todo, de la base ideolégica que los sustenta y los legitima en nombre de los “célculos de la vida”. A pesar de todos los riesgos y limites que el biografismo implica, el andlisis de Ja autora pone el dedo en la ilaga existencial del hombre Machade que pasa de una clase a otra coriando Jos lazos que lo amarraban a la infan- cia pobre. El pasaje, Ja ruptura y la conciencia de la ruptara darian el soporte a sus personajes femeninos mds ambiciosos (Guiomar, de La mano y el guante; laid Garcia, de la novela homénima). En el quinto capitulo de La mano y el guante, que se titula “Ninez”, encuentro una confirmacién plena de la hipétesis de Liicia Miguel- Pereira. Guiomar, niiia pobre, huérfana de padre, vive con su madre cuya mayor tristeza es verla padccer, a veces, de ciertos extrafios des- mayos acompafiades de actitudes reflexivas y concentradas. En ese con- texto, Machado introduce un episodio revelador de un destino. A través de una grieta en el muro que separa Ja casa de Guiomar de una granja vecina, la nifia ve, como en un suefio, la imagen de la riqueza gue no la abandonard nunca mds, Hay un muro, pero hay una hendidura grande a través de la cual pasaria una persona: “La primera vez que esta gravedad de la nifia se hizo mds patente fuc una tarde en que habia estado jugando cn el patio de Ja casa. El muro del fondo tenia una larga grieta, a través de Ja cual se veia parte de Ja granja que pertenecia a una casa vecina. La grieta era reciente, y Guio- mar se acostumbré a ir para contemplar el lugar con sus ojos ya serios * Licia Miguel-Pereira. Machado de Assis, §, Paulo, Cia, Editora Necional, 1936. XML y pensativos. Aquella tarde, mirando hacia los mangos, codiciando tal vez ios dulces frutos amarillos que colgaban de sus ramas, vio aparecer delante de ella, repentinamente, a cinco o seis pasos del lugar donde estaba, a un grupo de muchachas, todas bonitas, que arrastraban sus vestidos entre los drboles y hacian lucir a los ultimos rayos del sol po- niente las jayas que las adornaban, Ellas pasaron alegres, descuidadas, felices; quizds una le dispensé algiin halago a otra; pero se fueron, y con ellas los ojos de Ja inteligente pequefia, que alli quedé largo tiempo absorta, ajena a s{ misma, viendo todavia en la memoria el cuadro que habia pasado. Llegé la noche; la nifia se recogié pensativa y melancdlica, sin explicar nada a fa solicita curiosidad de la madre. “;Qué podria explicar ella si mal podia comprender Ia impresién que las cosas le dejaban?”. Pocas lineas mds abajo, vemos a Guiomar al amparo de su madrina, una baronesa, gracias a la cual se enriquecerd y de quien heredera sus bienes. Mas tarde, se casara con un hombre ambicieso a quien se ajusta como Ja mano al guante. Primero el patrimonio, después el matrimonio. Hay un muro entre las clases, pero ese muro tiene sus grietas. Es posi- ble pasar de un lado para el otro, no precisamente mediante el trabaja, sino disfrutando de las relaciones “naturales”. ;Quién no recuerda la escena en que Capitu, escribiendo su nombre y el de Bentinho en el muro que separa Ia casa de ambos, da inicio evidente a! idilio prehibide? Capitu se quedaba “agujereando el mero” (D. Casmurro, capitulo XIII). Es asi como, mucho después de haber pasado el momento de las novelas juveniles, Machado continué escribiendo historias de sospechas y engafios. CUENTOS-TEORIAS Todos conocen la importancia de las Memorias péstumas de Brds Cubas y las reconocen come el divisor de aguas de la obra machadiana, La critica egé a hablar de Machado de Assis como de uno de esos raros escritores “twiceborn”, nacido dos veces, a la manera de Ios grandes convertides: San Agustin o Pascal. Quien recorre los cuentos y, paralelamente, las novelas de la década del 70, esta preparado para encontrar la resolucidn de un desequilibrio. El vino nuevo rompe los odres viejos. A medida que en e! escritor crecia la sospecha de que el engaiio es necesidad, de que la apariencia funciona universalmente come esencia, tanto de la vida publica como de la intimi- dad del alma, su narrativa es Ilevada a asumir una perspectiva més general y, al mismo tiempo, mds problemdtica, mds amante de los con- trastes. Interiormente se rompe el punto de vista todavia oscilante de los primeros cuentos. XIV A partir de las Memorias Cy de los cuentos reunidos en los Papeles sueltos) su intencién es acufiar Ja formula que capte la contradiccién entre parecer y ser, entre la mascara y el deseo, entre el rite, claro y¥ publico, y la corriente oculta de la vida psicoldgica; le interesa sondear, no el romintico desespero de Ja diferencia, sino la gris conformidad, la fatal adecuacién, la melancélica entrega del sujeto a la apariencia do- minante, Machado vive hasta el fondo la certeza postromantica (burguesa, “tar- dio-capitalista” como diria un socidlogo italiano) de que ¢s una ilusién suponer la autonomia del sujeto. Y, peor que ilusién, un grave riesgo para el mismo sujeto parecer diferente del promedio general consentido. Por curiosas que sean [as volteretas del pensamiento y extrafias las fan- tasfas del desea, no hay otro modo de sobrevivir en lo cotidiano sino aga- rréndese bien firme a las instituciones: éstas y sdlo éstas, le aseguran al frdgil individue el pleno derecho a la vida material y, de alli, el dulce ocia que Je permitizd, incluso, balancearse sobre esas volteretas y fan- tasias. En los cuentos maduros de Machado, escritos después de los cuarenta afios, veo un riesgo en Jos arabescos de sus “teorias”; bizarras y parads- jicas teorias que, en verdad, persiguen el sentido de las relaciones socia- les mds convunes y revelan algo como la estructura profunda y recurrente de las instituciones. CEn las grandes novelas, Memorias pdstumas, Quincas Borba y Don Casmurro, las instituciones cardinales son el Matrimonio y el Patrimo- nio; y complementariamente, ¢l Adulterio y el Lucro, del latin: Inerum). E] tono que penetra esos cuentos-teorias no es, riguresamente, el sar- casmo del satirico, ni la indignacién, la santa ira del moralista, ni la impaciencia del utdpico. Diria, m4s bien, que es a amargura de quien observa la fuerza de una necesidad objetiva que une el alma mudable y débil de cada hombre al cucrpo, uno, sdlido y ostensible, de la Ins- tituein. Machado acaba consumiendo la substancia del “yo” y del “hecho mo- ral” considerados en si mismos; pero deja viva y en pie, como verdad basica, la relacién de dependencia de! “mundo interior” frente a la apa- riencia dominante. Es de esa relacién, en cambio, de la que se ocupa el narrador. Como dice el més sabio de los bonzos: “Si pusiereis las mas sublimes virtudes y los mas profundos conoci- mientos en un suieto solitario, ajeno a todo contacte can otros hombres, ser4 como si ellos no existiesen. Los frutos de un naranjo, si nadie los gusta, valen tanto como el brezo y las plantas salvajes y, si nadie los ve, no yalen nada; 0, en otras palabras mds enérgicas, no hay espectaculo sin espectador” (“El secrete del bonzo"). La mévil combinacién de deseo, interés objetivo y verdad social, otor- ga materia a esas extrafias teorias del comportamiento que se aman xv “El alienista”, “Teoria del figurén”, “El secreto del bonzo”, “La Sereni- sima Republica”, “E] espejo”, “Cuento alejandrino”, “La iglesia det Diablo”, Acercéndonos més a los textos, se ve que la vida social, segunda natu- raleza del cuerpo, en Ja medida en que exige la mascara serd también, irreversiblemente, mAscara universal. Su ley, no pudiendo ser de la yer- dad individual reafirmada, serd la de la mascara individual expuesta y generalizada. Ei triunfo del signo publico. Se da la corona a la forma estipulada y se cubren de laureles las cabezas bien peinadas por la moda. Todas las vibraciones interiores se callan, se degradan hasta la veleidad y se rehacen para entrar en consonancia con la conveniencia publica y soberana. Fuera de esa adecuacién, sélo hay estupidez, imprudencia o locura. La necesidad de triunfar en la vida —resorte universal— sélo es sa- tisfecha mediante la unién armoniosa del sujeta con la apariencia domi- nante, ¢Acaso se debe culpar al pobre ¢ inerme sujeto porque ascendié con la marca de su tiempo para no ahogarse en la pobreza, en la oscuridad y en la humillacién? Machado no quicre entablar un proceso a los “adaptades” (y la sagacidad de Liicia Miguel-Pereira levanté aqui la punta dei velo autobiogréfico); no quicre acusar al sujeto incapaz de ser héroe. El perfil de tantas conciencias precarias y venales es apenas un efecto, muchas veces cémico, del sistema machadiano. Su critica tiene un blanco mayor: es el proceso al Proceso. El anuncio del Fatum vale por una denuncia. En ese orden de ideas interpreto cl delirio de Bras Cubas. En él, la Naturaleza, fuente primera de toda la historia de jos hombzes, aparece fria, egoista, sorda a las angustias de aquellos que ella misma generd. “Si, egoismo, no tengo otra ley. Egoismo, conservacién”. La mascara es, por Ie tanto, wna defensa imprescindible, que viene de lejos, de muy lejos, como la piel del oso y la cabafia de palos reunidos por el salvaje para protegerse del sol, del viento y de la Muvia... Si toda civilizacién es un esfuerzo de defensa contra la madre-madrastra (“Soy tu madre ¥ tu enemiga”) ¢por qué negar al desheredado social el derecho de abri- garse a la sombra del dinero y del poder?

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