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Boletin dei tnstituto de Historia Argentina y American: Tercera serie, ntim. 24, 24° sernestre de 2001 “Dr. Emilio Ravignani™ UN NUEVO ACTOR PARA UN NUEVO ESCENARIO. LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES EN LA DECADA DE LA REVOLUCION (1810-1820) GasrieL Di MEGLIo* Es posible que el periodo abierto por la Revolucién de Mayo haya sido el més estu- diado por la historiografia argentina, pero hay atin varios aspectos de esa etapa fas cinante y compleja que no han recibido demasiada atencion. Este trabajo se centra en uno de ellos: el destacado papel que cumplié la plebe de la ciudad de Buenos Aires en el proceso politico iniciado en 1810. Los miembros de la plebe no dirigieron el proceso pero si fueron actores de su desarrollo y se convirtieron en uno de los ele- mentos inherentes a la politica nacida de la Revolucién, Lo que se expone en este ar- ticulo es una aproximacién a la participacién de la plebe, una investigacién sobre el surgimiento de un nuevo actor, importante para comprender Ja politica de la época. Hasta el tiltime tercio del siglo Xx, la plebe portefta decimondnica no constituy6, pricticamente, un objeto de estudio para la historiografia argentina, aunque sf habia ocupado un lugar relevante en sus origenes. Su actuacion ba sido mencionada con frecuencia, pero no analizada, en Jos escritos de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel L6- pez. los “padres fundadores” de la disciplina. Mitre sostuvo que el “populacho” per- mitid derrotar a los invasores ingleses y “asegurar con su decisién la preponderancia de los nativos sobre los espafoles europeos. Esta era la gran reserva de la Revolu- cidn”, mientras que Lopez le otorgé al mismo grupo -que “ofrecia una notable ana logfa con la plebe romana"= un papel fundamental en las convulsiones politicas de 1815 y 1820.1 La percepcién de la plebe urbana como participe del proceso indepen- dentista se perdis luego con la profesionalizacién de la disciplina; la aparicién de la * Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, UBA-CONICEY, Agradezco los comentarios a una versicin previa de este trabajo. por parte de la Dra, Noemi Goldman, quien ademis dt rigiG mi tesis de Ticenciaiura en Historia (VBA) que es base de este anticulo, asf como fas sugerencias de lus evaluadores ansnimos del Boleti. |B. Mitre, Historia de Belgrano v de ta Independencia argentina, Buenos Aires, Anaconda. 1950, p. 157: V. F Lopez, Historia de ta Republica Argentina, vol. 8, Buenos Aires, G. Keaft, 1913, p. 103. 7 8 GABRIEL DI MEGLIO Hamada Nueva Escuela Histérica, preocupada principalmente por la evolucidn ju- ridico-institucional, borré la referencia a los sectores subalternos en gereral de la historiograffa. El Revisionismo, que enfrent6 su visién de la historia, no innové tam- poco en esta cuestién, limiténdose algunos autores de esa linea a evocar celebrato- riamente la aparicin dei “pueblo” urbano en algtin acontecimiento polftics.2 Dentro de esta corriente s6lo Eduardo Astesano realiz6 un no muy profundo andlisis de las “clases trabajadoras” dentro de un estudio general de la sociedad portefia en el mo- mento revolucionario.? A su vez, los historiadores agrupables -vagamente~en la Iz- quierda no revisionista consideraron muy lateralmente la accién de los sectores subalternos urbanos, tema en el que no pasaron de alguna que otra mencidn. Sergio Bagti sostuvo que al enfrentamiento entre “el poder imperial y los grupos sociales na- tivos que buscaban la independencia politica” se sumé otro entre “Ios propictarios y los indios y negros” en el cual no ahonds, mientras que Rodolfo Puiggrds afirmé que “las clases mas oprimidas del pueblo anhelaban la emancipacién del yugo espaiiol”, hipdtesis combatida por Mileiades Pefia, para quien las “masas” no cumplieron nin- atin papel en la independenciat Con el surgimiento de nuevas tendencias en la historiograffa, que ganaron fuerza en los aijos sesenta y fueron Hamadas posteriormente la “Renovacién”,$ elementos de la “historia popular” practicada en otros pafses ingresaron a los estudios sobre el siglo XIX argentino. En lo referente a la plebe portefia, fue Tulio Halperin Donghi quien destacé al comenzar los setenta la importancia de su accién durante el periodo revolucionario. Mas tarde, los trabajos de Pilar Gonzilez Bernaldo también resalta- ron la participacién plebeya, pero en ambos autores se trataba de investigaciones que tenfan otro objetivo central.¢ La historiograffa tomé como un dato cierto Jas afirma- 2 Como ejemplo de la Nueva Escuela, véase Academia Nacional de la Historia, Historia de fey Na- cion Argemina desde sus ovigenes hasta la urganizacién definitiva en 1862, Buenos Aires, tomos IV (1940), ¥ (L941) y vt (1948), Entre los revisionistas véanse E. Palacio, Historia argentina, 1515-1938, Buenos Aires, Alpe. 1954, y J. M. Rosa, Let historia de suesiro pueblo, tomo 1, Buenos Aires, Ed. Video, 1986, Pucra de la historiugrafia, José Ramos Mejia fue quien mas considerd el tema en su libro Las wnl- titudes urgentinas. Buenos Aires. Tor, 1956. 3B. Astesano, Contenide social de la Revetuciéu de Mayo. Buenos Aires, Ed, Problema, 1941 4S. Bagi, Estructura social de tu colonia, Buenos Aires. El Ateneo, 1952, p. 141: R. Puiggrés, Los raieillos de ta Revotucitn de Mayo, Buenos Aires. Ed. Problemas. 1954, p. 240: M, Pea, Antes de Met ye, Buenos Aires, Fichas, 1972. p. 93. Por su parte. Jorge Abelardo Ramos se preocup6 por destacar el rol del “gauchaje”, sin atender al de ta plebe urbana. en Las masas y las lunsas. 1810-1862, tomo | de su Re volueidn y contrarrevolucién en ta Argentina. Buenos Aires, Plas Ultra, 1974. ST. Halperin Donghi, “Un cuarto de siglo dc historiografia argentina (1960-1985 Evimdmico, vol. 2S, aim. 100, Buenos Aires, 1986, © T Halperin Donghi, Revolucién y guerra. Formacicn de una elite dirigente en la Anventina crio- ita, Buenos Aires. Siglo XX! 1972, y De la Revolucion de Independencia a la Confedera:it Rosista, Buenos Aires. Paidis. 1985; P, Gonzilez Bermaldo, “Produccin de una nueva legitimidad: ejército y so- ciedades patridticas en Buenos Aires entre 1810 y 1813”, en: AaVY, Jager y recepeisin de tt Revolucidn Francesa en fa Argentina, Buenos Aires, GEL, 1990; también, “La Revolucién Francesa y ht emergencia "en: Desarvulio LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 9 ciones del relevante rot de la plebe urbana en el proceso independentista rioplatense, pero no se generaron nuevas producciones sobre ese punto.” En el dmbito latinoamericano, la cuesti6n de los sectores subalternos urbanos en las independencias tampoco habia despertado demasiada curiosidad entre los bisto- riadores, pero en los afios noventa aparecieron diferentes tabajos que mod/ficaron esit tendencia. Mientras miradas globales, como las de Tulio Halperin Donghi y Brian Hamnett, han enfatizado la participacién popular en el proceso independent ta, una serie de libros y articulos recientes que analizan la vida politica de cistintas ciudades en la primera mitad del siglo \1x -México, Arequipa, Cuzco, La Paz, Bo- gold, Santiago de Chile, algunas ciudades brasilefias— han demostrado que los secto- res subalternos urbanos fueron actores, y no simples espectadores, en In etapa formativa de los Estados iberoamericanos.s Pese a que algunas de estas invesligacio- de nuevas précticas de Ta politica: la irrupciéa de la sociabilidad politica en el Rio de la Plata revolucio- nario (1810-1815)", en: Boletin del Instirwio de Histuria Argentina y Americana "Dr, Emilia Ravignani”. rercera serie, niim, 3, 1991 7 Sihay varios trabajos de Ricardo Salvatore sobre fa participacién plebeya -urbana y sobre to- do rural- en el posterior periodo rosista, por ejemplo ““Expresiones federales’: formas politicas del fe- eralismo rosista”. en: N, Goldman y R. Salvatore (comps.), Caudiltismas rieplatenses. Nuevai miradas cn viejee prablema, Buenos Aires, EUDEA, 1998, y “El imperio de la ley", Delito, Estado y sociedad en Ia era rosista’, en: Delita v Sociedad, nim. 4/5, Buenos Aires, 1994. Se han realizado varios apor- les sobre aspeetos sociales de la plebe urbana durante la primera mitad del siglo XIX: el de P. Gonzé: lee Bernaido "Vida privada y vinculos comunitarios: formas de sociabilidad popular en Buenos Air primera mitad del siglo XIX" en: F, Devoto y M. Madero (comps.), Historia de ta vida privacta en Ar~ genina, tome 1, Buenos Aires, Taurus, 1999: sobre la cuesti6n familiar. pueden hallarse en R. Cicer- chia, “Vida familiar y prdeticas conyugales, Clases populares en una ciudad colonial, Buenos Aires. 1800-1810". en: Baletin del luvtituto de Historia Argentina y Americana "Dr: Emitio Re sa serie, nim, 2, Buenos Aires, 1990, y M. Szuchman, Order family and community in Bueros Aires, 1810-1860, Stanford University Press, 1988: acerca de las caractertsticas de Tos artesanos portefios c loniales. en L. Johnson “The silversmiths or Buenos Aires: a case study in the failure of corporate so- cial organization”. en: 245, vol. #2), Cambridge. 1976. y “The reorganization of an artisan wade: the bakers of Buenos Aires, 1770-1820", en: The America. 1980; sobre las actitudes sociales hacia los po- ‘bres, en V. Paura, “El problema de la pobreza en Buenos Aires, 1778-1820", en: Estudios Sociales, aho 1x, niin, 17, Santa Fe, 1999, ¥ Halperin Donghi. Reforma y disuluciin de los Imperios thérivas. 1750-1850, Madrid, Alianza, 1985: B, Hamnett, “Process and pattern: a re-examination of the Ibero-American independence move- ments, 808-1826", en: srs, 29: 2, Cambridge University Press. E. van Young ha buscado explicar por qué en México las ciudades fueron “islas en Ja tormenta” durante la etapa independentista, en eontras- te con el estallido campesino, en La crisis del orden colonial, Estructura agraria y rebeliones populares de hu Nueva Expaita, 1750-182), México, Alianza, 1992: la participacién politica de ta plebe de la ciu- dad de México (ras la independencia Tue resaltada por R. Warren en “Elections and popular potitical Participation in Mexico, 1808-1836, en ¥. Peloso y B. Tenenbaum (comps.), Liberals, polities and po- wer State Formation in Nieteenth-Centary Latin America, Atenas y Londres. The University of Geor- gia Press. 1996: S. Chambers [From Subjects to Citizens, Honor, Gender, und Politics in Arequipa, Peru. 1780-1854. University Park, The Pennsylvania University Press. 1999] y C. Walker [Smuldering Ashes Caro und the Creation of Republican Peru, 1780-1840, Durham y Londres, Duke University Press. yren" tere 10 GABRIEL DI MEGLIO. nes no se centran en la plebe de cada ciudad sino que tienen también otros objetivos, le han otorgado a aquélla un lugar en la historia de este continente, y a ello también ha contribuido la aparicién de una compilacién sobre diversas revueltas populares ur- banas en la Iberoamérica decimonénica En el caso portefio sigue siendo poco lo que se sabe acerca de cémo se dio esa participacisn politica de la plebe, cudles fueron sus caracteristicas y qué efectos tuvo en el proceso politico. Este trabajo busca echar alguna luz sobre esos interrogantes. 1. La PLEBE PORTENA La plebe urbana de, Buenos Aires era en el momento de la rupiura del orden colo nial un conjunto social muy heterogéneo, étnica y ocupacionalmente, formado por jornaleros, changadores, vendedores ambulantes de velas, de plumeros y escobas, de comestibles-, artesanos pobres y aprendices.!0 repartidores de pan, proveedores “lecheros, aguateros, peones del abasto de la ciudad, lavanderas, costureras, plan- chadoras, prostitutas. pequefios labradores de las quintas periféricas, pescadores, 1999] han hecho exhaustivos andlisis de ta politica en dos ciudades peruanas antes y después de la In- Jependencia, destacando la participacisn popular; la ciudad de La Paz es central en el estudiv de M. Iru- rorqui sobre el desarrollo de fas elecciones en ta historia boliviana (“A bala, piedra » palo”, La construccién de la eiudadanta politica en Bolivia, 1826-1952. Sevilla, Diputacién de Sevilla, 2000); el papel de los artesanos de Bogotd y de Santiago de Chile en la politica de mitad del siglo XIX es anali- zado respectivamente por F. Gutiérrez Sanin ["La literatura plebeya y el debate alrededor ce la propie- daxl (Nueva Granada, 1849-1854)", en: H. Sabato (comp.}. Ciududanfa politica v formecién de tas nuciones, #8. 1998] y L. A, Romero [/Qué hacer con los pubres? Elite y sectores populares en Santia- go de Chile 1840-1895, Buenos Aires, Sudamericana, 1997); J. Murilo de Carvalho deseribe las vias torntales ¢ informales de participacién popular en el Brasil decimonbnico [Desenveivimiento de fa ciu- dadania en Brasil, México, FCE. 1995]; aunque se ocupa del dmbito rural. también J. Tutino hace énfa- sis en la aeci6n popular durante la Independencia. mostrando que los cambios introducidos de abajo hacia arriba en Jos aiios mexicanos que siguieron a 1810 fueron tan “revolucionarias” come los del pe- riodo 1910-1940, en su trabajo “The revolution in mexican independence: insurgency and the renego. tiation of property. production and patriarchy in the Bajio, 1800-1855" (aie, nim. 78, p. 3, Duke University Press, 1998), ° S$. Arrom y S, Ortoll (comps), Riats in rite Cities: Popular Potitics and the Urban Poor in Latin Auerica. 1765-1910, Wiimington, Scholarly Resources, 1996. 0 Los artesanas eran un grupo qumeroso en Buenos Aires. Algunos cran verdadcros empresarios que poseian obrajes y esclavos y. si bien no eran parte de la elite, no integraban lo que Hamo la plebe. Si et ‘argo, la mayoria de los antesanos era pobre, a! igual que los oficiales y aprendices, e incluso muchos eran esclavos [véase L. Johnson, “Artesanos”, en: L. Hoberman y 8. Socolow (comps.)]. Ciudades y Sociedad 01 Latinoamérica colemial, Buenos Aires. ¥CE, 1993). A estos tiltimos los considero parte de la plebe por- tea, como hacfan los contempordneos (aunque obviamente habia grandes diferencias entre ellos y ua imendigo. por ejemplo), LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 11 “chancheros". matarites suburhanos, mozos de pulperfa, transportistas, boteros. ma- rineros, mendigos y gente sin ocupaciGn fija. Eran, de acuerdo con las clasificacio- nes de la época. blancos, negros, pardos, triguefios, algunos indios.!! Todos tenian en comtin, ademas de una residencia urbana o suburbana, su situacién subalerna en la sociedad, su lejania de las éreas de decisi6n politica, la mayorfa de sus costum- bres y ambitos de sociabilidad, y, habitualmente, su pobreza material. En general no se anteponia a sus nombres cl distintivo don 0 dota, como se hacfa con la elite y los sectores medios. Incluyo en la plebe también a los esclavos, quienes, aunque dife- rentes en el crucial hecho de no ser libres, compartian estas caracteristicas. Para denominar a este variado espectro, la historiogratia ha empleado diversas ca- tegorias: sectores populares, clase obrera, clases populares, clase baja, capes popu- lares, populacho, multitud, pueblo, clases trabajadoras, grupos subalternos. masas, plebe urbana. Esta itima, si bien no carece de problemas, como ocurre con todo in- tento de clasificacién —y toda categoria es un poco arbitraria-, es probablemente la mis adecuada. La vaguedad de nociones como masas, capas o multitud es poco itil para un andlisis, lo que es extensible a la muy empleada pueblo, particularmente con- fusa dada su polisemia en el lenguaje politico hispano de Ia época (véase infra). 11 Todas estas categorias ocupacionales y Ctnicas fueron extraidas de fuentes judiciales del periodo. Vase AGN, Sala X. Sianavies Militares en adelaate $at-. 32 legajus y Sala 1X, Tribunal Criminal, No hay datos de su miimmero en el periodo abordado, pero se sabe que muchos de su integrantes habian migrado en el perfodo tardocolonial desde otras regiones de los Virreinatos det Rio de la Plata y del Pend; véase M. Difax “Las migraciones internas ala ciudad de Buenos Aires, 1744-1810", en: Boletin det Instituo de His toria Argentina y Americana “Dr, Emilio Ravignani". tetceta serie, nims, 16 y 17,2 semestre de 1997 y 1m de 1998, 12 Sectores populares Fue empleado por, entre otros, Halperin Donghi [Guerra y financas en los orige: nes del Estado argentino, Buenos Aires, Ed, de Belgrano, 1982] y R, Salvatore [“Consolidacisn del ré- sgimen rosista (1835-1852)" en: N. Goldman (comp,), Revoluctin. Replica, Confederacivin (1806-1852), tomo ut de la Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1998]: clase obrera, por L. John- son [La historia de precios de Buenos Aires durante el periodo virteinal”. en: L. Jonson y E. Tandeter, Economias coluniates. Precias y salarius en América Latina, siglo xvnt, Buenos Aires, FCE, 1982]: eles papules, por R. Cicerchia, {*Vida familiar y pricticas conyugales..."]: clase byja. por G. Haslip Viera ['La clase baja” en: L, Hoberman y S. Socolow, Ciudades ¥ soctedad .... Buenos Aires, FCT, 1993]: cupas populares, por J. C, Chiaramonte ["La etapa itustiada”, en: C. Assadourian, G. Beato y J. C. Chiarameate. Argentina: de ta Conquista a ta Independencia, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986): plehe urbana, por ct mismo Halperin Danghi [Revalieida y Guerra... pot C. Mayo, 8, Mallo yO. Barreneche (“Plebe urba- na y justicia colonial: fas fuentes judiciates, Notas para su manejo metodoldgico”, en: Estudios e Investi guctones, nim, I, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacidn (en adclante, FRYCE) de Ia UNL, 1989] Anteriontiente. B. Mitte (Historia de Belgrano... uilizé populacho, mientras que J. Rares Mejia [ob. cil] se refirid a la muftitud, La mayorfa de 10s revisionistas -s6lo Astesano [Contenido social... | se re= firi6 a lay clases srabaiedaras— y de los miembros de la Nueva Escuela Histérica hablaran del pueblo, mientras que endre Jos autores de izquicrda se encuentran grupos subalternas en S. Assadourian [Modes de produccisn, eapitalisino y subdesarrolio en America Latina”. en: Aavv, Modos de produccicn en Amé= rica Latina, Cuadernos dk Pasado y Presemte, Cérdoba, Siglo XX1. 1976] y masas en M. Pefia [Annes ce Ma- yo, Buenos Aires, Fichas. 172] 12 GABRIEL DI MEGLIO La nocién de clase y sus diferentes derivados arriba expuestos son dificiles de aplicar en una ciudad decimonénica preindustrial."? Si se intenta la categorizacién mediante Ja clasificacién de los lugares ocupados en la estructura productiva no se podria pasar de un andlisis profesional y se obviarfa el hecho de que en la es- tratificacién social de la colonia jugaban otras criterios ademds del ocupacional.4 Tomar la menos rigida definicién de clase empleada por Edward P. Thompson y sus seguidores ~por la cual una clase es tal cuando sus integrantes, por medio de la experimentacién de una historia en comin, adquieren conciencia de cudles son sus intereses compartidos y cudles los opuestos a Jos de otra clase~ no permite su uso para este objeto de estudio, dado que en la Buenos Aires de 1810 se estaba le- Jos de esas caracteristicas.!5 Sectores populares es sin duda una nocién util y adaptable, que a primera vis- ta parece ideal para definir a este objeto. Sin embargo, su empleo es problemati- co, dado que el concepto de clase social al gue intenta reemplazar —mas alli de los inconvenientes ya expuestos— incluye en su definicién un elemento importan- te para el andlisis: la nocién de diferencia social. Sectores populares carece de al- go Semejante; su mérito es poder aglutinar diferentes casos, pero {qué los unifica? Su pertenencia al confuso mundo de lo popular permite contemplarlos como un sujeto independiente del resto de la sociedad, sin incluir ningtin criterio relaciona- do con su condicién subordinada, condicién que resulta clave para entenderlos. La generalidad de este término, que permite abarcar una vasta gama de situaciones, es su vittud pero también su debilidad: es poco lo que define. La nocidn de plebe, originaria de la Antigua Roma, se usaba en la época aqui es- tudiada: asi denominaban los miembros de la elite portefia a la poblacién que ocupa- ba lo mas bajo de la pirdmide social, excluyendo a los difusos sectores medios que recibian el honorifico don/dofia antes de sus nombres (entre los cuales habia pulpe- ros, hacendados, duefios de panaderias. curas). Es decir que aqui se emplea una ca- tegoria que proviene de otro actor social (puesto que los miembros de lo que la elite Tamaba plebe no se reconocfan como parte de esa agrupacidn), y ésa es una de sus ventajas; la carga despectiva que conlleva plebe muestra la posicién de subalternidad 1)” Dificuttad sefiatada por E, Hobshawin: “bajo ef capitalism la clase es una realidad hisiériea inmne- diata que, en cierto sentido, se experimenta directamente, mientras que en las Epacas precapiaistas puc- de ser un mero concepto analitico que sirve para dar sentido a un complejo de bechos que de fo conteario serian inexplicables. en “Notas sobre la conciencia de clase”, Ef munde det trabajo. Estudios histéricos sobre la formaciin y evatucitin de lu clase obrera, Barcelona, Critica. 1987, p. 33. 14 Como advinio Raut Fradkin en “;Estancieros, hacendados 0 terratenientes? La formaciéa de ta clase torraleniente portena y el uso de las categorias historias y analiticas (Buenos Aires, 1750-1850)". en: M. Bo naudo y A. Pucciaretli, La problentica ugrarie, Nuevers apronimacianes, tomo 1, Buenos Aires, CEAL. 1993 18 Para Ia definiciGn de clase de Thompson véase el protogo a su obra La formaciéin de fa clase obre- ro en Inglaterra, tomo |, Bascelona, Critica, 1989. Un ataque a esta visign en defensa de la propuesta an- tes enpuesta aparece en P. Anderson, Gn", en: P. Anderson, Teoria, politica e historia Un debare con EB. Thompson. Madrid, Sighs Xx1, 1985 LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 13 de quienes eran englobados en la denominacién; los patricios delimitaban claramen- te las diferencias sociales." A su vez, plebe es un término que ha sido aplicado por diversos historiadores en los tiltimos afios para referirse a la misma cuestion en otras ciudades hispanoamericanas de la época, e incluso se lo ha empleado para la Europa del siglo XVIII, lo cual otorga a la categoria cierto anclaje espaciotemporal que pue- de facilitar criterios comparatistas.'7 Los problemas para abordar hist6ricamente a este heterogéneo grupo son varios. Los miembros de la plebe eran en su enorme mayoria analfabetos, con Io cual sdlo son aprehensibles a través de documentos producidos por la elite. El corpus de esta investigacidn incluye tanto fuentes de este tipo ~autobiograffas, relatos de viajcros, prensa, papeles administrativos~ como documentacién judicial criminal y militar— en la que se logra una mejor aproximacién a los sectores subalternos, dado que pese a que se produce en situaciones de gran presién para quicnes son interrogados, es po- sible recoger sus palabras més directamente.'® 2. LA PARTICIPACION DE LA PLEBE EN LA POLITICA a) Los comienzos Buenos Aires, modesta capital virreinal de alrededor de cuarenta y cinco mil habi- tantes hacia 1810," habia experimentado cambios profundos poco antes de que la crisis imperial en [a Peninsula Ibérica diera inicio al fin del orden colonial. La vic~ toria sobre las invasiones inglesas de 1806 y 1807 provocé un afianzamiento de la 16 Segdn J. L. Romero, “sélo para la “gente decente’ el populacho era un grupo social coherente”, en: Latinoamérica, Las chudades » las ideas, Buenos Aires, Siglo XX1, 1986, p. 140. 17 Para el uso de plebe, véanse por eiemplo A. Flores Galindo, Aristocracia v plebe, Lima, 1760- 1830 (estructura de clases y sociedad colonial}, Lima, Mosca Azul, 1984; 8. Chambers. From Sub- Jects.... E, Gutiérrez Sanin, “La fiteratura plebeya...": M. trurozqui, “A bala, piedra y itl”. A. Annino, “Cadiz y la revolucia territorial de los pueblos mexicanos”, en: Annino (comp,), Historia de Jas elecciones ex: thervaméricu, siglo xix, Buenos Aires. FCE, 1995; para Inglaterra: E. P. Thompson. “Patricios y plebeyos", en: E. P. Thompson, Costambres en comin, Barcelona, Grijalbo, 1995 18 Acerca de la utilidud de las fuentes judiciales y los problemas para trabajar con ellas véase A. Far- ge, La utraccidin det archivo, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim, 1991. También hay breves referen- clas al tema en C. Mayo, S. Mallo y O. Barteneche, ~Plebe urbana y justicia colonial..." 18 Siguiendo datos censales, L. Johnson y S. Socolow sostienen la cifra de 43.000 habitantes para 1810 en “Poblacidn y espacio en el Buenos Aires del siglo xvii", en: Desurralta Ecandiicn, vot. 20. mim, 19. coctubre-diciembre de 1980); en otro trabajo se calculan entre 40,000 y 48.000 pobladores para el mismo aio [C. A. Garcia Belsunce (comp.), Buenos Aires. Su gente, 1800-1830, Buenos Aires. Emecé, 1976] 14 GABRIEL DI MEGLIO. identidad localista, de la exaltacin de 1a “patria” (en ese momento Buenos Aires), y ala vez implicé la entrada masiva de miembros de la plebe en las milicias vo- luntarias que no fueron desmovilizadas tras la derrota briténica, creando un nue- vo canal de comunicaciéa entre la plebe urbana y la elite local por fuera de la administracién colonial 2! Las milicias se volvieron parte indispensable en cualquier cenfrentamiento de podcres entre 1807 y 1810 y su accionar fue decisivo para asegu- rar el triunfo en mayo del Gitimo afo y la ausencia de cualquier intento contrarrevo- lucionario posteriormente. La adhesin a la nueva situacién de los oficiales que conducian las milicias -muchos de los cuales habian sido elegidos por sus soldados ¥ gozaban de prestigio entre ellos~ fue una de las vias utilizadas por el gobierno re- volucionario para lograr el apoyo plebeyo, objetivo al cual apunt6 desde un primer momento, Otros medios empleados para ello fueron el uso de la amplia influencia de los alcaldes de barrio ~funcionarios del Cabildo~ en sus respectivos cuarteles ur- banos y suburbanos, la difusin de los comunicados de la Junta a través de bandos y la prensa oficial, que se leia en las iglesias obligatoriamente -llegando a los anal- fabetos—, la organizacin de fiestas revolucionatias (véase infra) y el fomento de las delaciones contra los “enemigos del sistema del dia”? Estos intentos fueron coro- nados por el éxito: la plebe apoy6. técita o activamente, la nueva situacién. EI nacimiento de una nueva politica tras el fin del vinculo colonial incluys enton- ces, mediante una interpelacin “desde arriba”, a Ia plebe urbana entre sus actores Las formas de participacién plebeya en la potitica durante los diez afios que duraria el gobierno central creado en 1810 fueron principalmente tres: Ja presencia en las co- lebraciones publicas, Ja intervencién —preparada por miembros de la elite y/o el Ca- bildo— para dirimir conflictos entre las facciones que surgieron dentro de los grupos dirigentes, y los motines “autnomos” -sin injerencia de miembros de la elite- en el ejétcity y la mificia. Las tres se analizaran a continuacién. b) La presencia constamte: las fiestas El rasgo mas constanic de la participacién plebeya en el perfodo fue su visible pre- sencia en la nueva vida “publica” nacida en 1810, es decir, tomando parte de los eventos introducidos por la Revolucidn. Entre ellos, las fiestas fueron decisivas co- 20 J.C, Chiaramonte, “Formas de identidad cn el Rio de 1a Plata luego de 1810". en: Bolerin det Insti- ‘ato de Historia Argentina v Americana "Dr. Emilio Ravignani”. Buenos Aires, ercera serie, maim. 1, i989. 2! P. Gonedlez Bernaldlo, “Produccisn de una nueva legitimidad,.." 22 Para Jas milicias voluntarias, véase T. Halperin Donghi, “Militasizacidn revolucionaria eo Buenos Aires, 1806-1815", on: T. Halperin Donghi, £7 acase del exten colonial en Hispanameriea, Buenos Ai- LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 15 mo medio de ganar la adhesin a la causa revolucionaria de sectores no pertenecien- tes a la elite, por lo cual su organizacién fue muy cuidada por las autoridades y se logré una recepcién positiva de la sociedad en general, que concurrié en bloque eSOS actos. Desde las primeras escaramuzas victoriosas, y particularmente a partir del primer aniversario de la Revoluci6n, comenzé a emplearse un modelo de festejo que se cen- alizaba en la Plaza de la Vietoria y se extendia por los barrios; inclufa un Tedéum, iluminaciones generales en toda fa ciudad por cuatro noches consecutivas; muchas sal- vas de artillerfa, repiques de campanas, fuegos antificiales, misicas, arcos triunfales, y otras infinitas diversiones, como de mojigangas, mascaras, danzas. y bailes [...] ardfan en muchas partes hachas de cera, en otras vasos de colores. y en otras faroles de vis- tosa construceién 2? Las fiestas mayas se convirtieron en las mas importantes y fueron institucionaliza- das en 1813. El gobierno de turno y el Cabildo se encargaron, a lo largo de toda la década, de asegurar entretenimientos para el publico en cada aniversario de la Re- volucién: la magnitud de las celebraciones muestra la importancia de este espacio de convivencia social en el que el nuevo régimen afianzaba su legitimidac. La ple- be participaba activamente de estos festejos que igualaban simbélicamente a la so- ciedad portefia -un viajero decia que el 25 de mayo “producia entusiasmo tal y exaltaba de tal modo a todas las clases sociales, que por ese momento no se hacia diferencia de clases"-.2! No ha sido posible conseguir testimonios directos de inte- grantes de la plebe acerca de las fiestas, pero su participacidn es clara en su concu- rrencia masiva a los eventos organizados o en la iluminacidn de sus casas que varios res, Sudamericana, 1978; la lectura de la Guceta en los templos en R. Di Stefano y L. Zanata, Historia de ta Iglesia Argentina, Desde ta Conguista husta fines del siglo Xx, Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 2000, La formula “enemigos del sistema del dia” aparcee en diversos juicios. 23). M, Beruti, Memovias curiosas, en Biblioteca de Mayo [en adelante xf], tomo 1v, Buenos Aires Senado de la Nacidn. 1960, p. 3.788. La importancia de las fiestas en el periodo revolucionario fue dest da por Halperin Donghi en Revolucidn v guerra... y luego investigada por Lfa Munilla, °Celetrar en Bue~ thos Aites, Fiestas patrias,aste y politica entre L810 y 1830”. en: AVY, Elarte enire lo privade ¥ ta pablico, vi Jomadas de Teoria ¢ Historia de las Artes, CALA, 1995, Recientemente el tema ha sido retomado por Juan ‘Carlos Garavaglia en “A In nacidn por la fiesta; las fiestas mayas en el origen de Ia naciéa en e Plata”, en Boletin del Institute de Historie Argentina y Americana “Dr. Emitio Ravignant”, tercera serie, nim, 23, 20KK): Ricardo Salvatore ha analizads la fuerte presencia popular en fiestas posteriores, las del perfodo tosis. ta, en “Fiestas Federales: representaciones de Ia republica en el Buenos Aires rosista’’ en: Eutrepasades. mim, 11, 1996. 24 John Parish y William Parish Robertson, Letters on South America. Comprising Travels on the Banks of the Parana and Riv de la Plata, Londres, John Murray. 1843, vob. 3 [trad. esp.: Cartas de Suel- América, Buenos Aires, Emecé. 1950, tomo Il, p. 77). 16 GABRIEL DI MEGLIO hacian en esas ocasiones, acompafundo el alumbramiento extraordinario de los lu- gares publicos que realizaba el Cabildo.23 Nuevos y potentes simbolos comenzaron a ser utilizados por el gobierno y cl Ca- bildo como medios de asegurar Ia adhesin a la causa revolucionaria: declaraciones insertas en las comedias con tematicas reterentes a la Revoluci6n, inscripciones alu- sivas ubicadas en distintos soportes ~como banderas © “arcos gallardetones””=, 0 el uso masivo del gorro frigio tomado de la tradicién revolucionaria francesa, que pa- 36 a ser una parte fundamental de las fiestas mayas en 1813 -el momento mas radi- cal de la Revolucién-.*6 Estas acciones simbdlicas se dirigfan a toda la sociedad, pero si Ja elite o los sectores medios letrados se ligaban profundamente con los acontecimientos a través de la prensa o de su vinculacién con integrantes de los cit- culos de gobierno, los plebeyos tenfan menos canales de contacto con la dirigencia revolucionaria y sus ideas; el simbolismo de las fiestas era muy importante como mensaje para ellos. En las fiestas mayas de 1812 y 1813 se realizaron sorteos ~suer- tes de cien pesos— entre familias indigentes y entre “honradas” jvenes pobres. Tam- bién solfa darse dinero a familiares femeninos de Jos cafdos en la guerra (practica que ya se utilizaba con casos similares tras las invasiones inglesas) y se liberaba a algunos esclavos.2? A la vez se siguieron festejando todas las noticias favorables y los acontecimien- tos trascendentes para la Revolucién: batallas victoriosas, Hlegadas de banderas toma- das al enemigo, desfiles de tropas, tratados con Montevideo, la declaracién de 1a Independencia y otras. También las celebraciones religiosas fueron impregnadas: in- cluso la importante Cuaresma, entre el Carnaval y ta Semana Santa, podia nc ser res- petada si se presentaba algtin acontecimiento favorable a la causa, como ocurrié en 1813 con las celebraciones por la victoria de Salta.26 2 En una causa contra un matrimonio acusado de ser opositor al gobierno revolucionario, la testigo Micaela Duarte declard: “Que cuando las funciones pablicas del Cumpleaiios de la Excelentisima Junta puso la que declara las Juminarias que le parecid convenient, y Casanovas y Ia Leonarda decfan que aque- Has luces eran para los demonios”: en AGN, Sala x, legajo 27 4 2. Causas Criminates. 1810-1815. 26 En las fiestas de 1811 se representé un “melodrama” en Ia Plaza de Ia Victoria, en el cval un pri- sionero rompia sus grillos y cadenas mientras algunos pajaros emprendian vuelo, al tiempo que se esti- mulaba al entusiasmado publico con arengas que éste respondia, como “;Viva la libertad civil Nifez, “Noticias historicas", ey, como |, p. 831. En 1813, como parte de la eelebracién se incendiaron piiblicamente Jos recientemente abotidos instrumentos de tortura y no se colocé la bandera espafiola en el Fuerte 27 Acwerdos del Extingtido Cabilde fen adslante AEC}, serie 1V, tomo V, Buenos Aires, 1923. pp. 200. 211, 212, 967, $73 y $77. Todos las aiios ef Cabildo empleaba vasios de sus acuerdos en preparar las fies- tas mayas 28 “Lo nunca visto en esta capital, en un tiempo santo como este de cuaresma se ha experimentade hoy dia, con escdindalo de la gente timorata, y es el haber habido en esta noche comedias piiblicas en el Coliseo [...] alusivo a la libertad que defendemos”, J. M. Beniti, Memicrias curiosas.... p. 3842 LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 17 Si se suman las religiosas, las tradicionales y las revolucionarias, todos los aitos habia una gran cantidad de celebraciones que conmocionaban a la ciudad, transfor- méndose en un elemento caracteristico de la década.29 Seguin un viajero: Asistir a una noche de regocijo paiblico en Buenos Aires es muy placentero. Todos fos habitantes -literaimente todos, con excepcidn de uno © dos criados encargados de cui- dar las vasas~ se dirigen muy bien vestidos a la plaza Mayor. Dos o tres bandas de mui- siea tocan generalmente bajo las arcadas de Ja alealdfa, 0 Cabildo; y las bandas de algunos regimientos deambulan por Ia ciudad, seguidas por miles de habitantes de to- das las clases |... El Cabildo esta iluminado. Alli se brinda un gran baile, al que se in- vita a muchas personas, mientras que a otras no; pero no se le niega la entrada a nadie, si esta vestido convenientemente [subrayado original].5° Como se ve, habia una diferenciacién entre los asistentes: quién era invitado al bai- le y quién no (obviamente era la elite la encargada de decidir qué era estar vestido convenientemente). Pero también es claro que la plebe tenfa un lugar visible en todas las fiestas, fueran religiosas, tradicionales o revolucionarias, aunque de distinta ma- nera en cada caso. En los dos primeros tipos su rol estaba precstablecido: se repetia ¢! modelo del perfodo colonial, en el cual habia un ordenamiento conocido per todos. En el dltimo, el modo de participacién de 1a plebe fue también novedoso y generé resquemores entre la elite. Alguien amparado en el seud6nimo de “el imparcial” pu- blicé en la Gazeta amargas reflexiones sobre el tema: el repique general de cammpanas que 4 las diez de la noche del veinte y acho pasado pu- so en movimiento a todos los habitantes de esta ciudad [...] como por encanto me ha- 6 en la calle, corri como los demés a saber que nuevas habia recibido el gobierno |....] deseaba encontrar patriolas con quienes pasar el resto de la noche, entonando hymnos de alegria y gratitud al Ser Supremo por la singular protecci6n con gue decicidamen- le protege nuestra suspirada libertad; dirigime 4 la plaza mayor, pero um gran pelotén de gentes que venia de vuelta encontrada, acupando toda la calle, no me dejé pasar. tu be que retroceder y esperar que pasasen Las quatro esquinas, el primer troz0 se compo- nfa de una multitud de soldados. chusma y gente de color, unos y otros con visages y demostraciones groseras, en vez de gritar viva la patria, llenaban el ayre de expresio- nes groseras que ni el papel puede sufiir, ni el decoro permite se repitan (...] los mo- 29 Los imgleses J. P. y W. P. Robertson calculaban que habia al menos trcinta ¥ cinco dias al aio don- de las actividades se suspendian por ser fiestas rehgiosas. sin contar los domingos [Curtus...}, En este grupo se inelufan Ia Navidad, Ia Semana Santa y las diez “funciones” religiosas que preparaba el Cabi do: [J. Sienz Valiente, Bajo ta campana del Cabildo. Buenos Aires. Guillermo Kraft, 1950}. Ente las tra~ dicionales estaban el paso del Real Estandarte, suprimido en 1812, y el Carnaval, 30 J, Py W. B. Robertson, Carias.... vol. 2, p. 241 (traduccién mia), 18 GABRIEL DI MEGLIO zos de tienda (europeos tos mas) y ias seRoras que aun estaban en sus casas salieron a sus puertas, ventanas y balcones, pero insultados aquellos con el funesto epiteto de sa- rraceno y avergonzadas éstas al oir las palabras indecentes de la vanguardis, se ence- rraron repentinamente. por no ser espectadores de una escena tan desagradable.3! Las celebraciones revolucionarias, con excepeidn de las fiestas mayas, tenfan un al- to componente de improvisacién, por lo que los miembros de los distintos grupos so- ciales se vefan mezclados en ta calle, petmitiendo a Ia plebe —soldados, chusma y gente de color (diferenciada de la chusma blanca)- aduefiarse de la fiesta Sus co- rrompidas expresiones eran una consecuencia no esperada de fa biisqueda del apoyo plebeyo por parte de los sectores dominantes. Lo cierto es que la preocupacién nun- ca pasé de esa y de los cnidados tomados por los gobiernos para evitar el estallido de desdrdenes, que se suscitaban en los festejos inorganicos e improvisados como en el caso recién descripto, La mayoria de las veces las fiestas fueron una eleccisn feliz para sus organizadores, dado que consiguieron la identificacion popular con la Revo- lucién y jamds devinieron en disturbios considerables: por eso continuaron cuando ya la causa revolucionaria no corria peligros serios y se transformaron en ut. rituat de convivencia social. La masiva presencia plebeya no se limité a los festejos coordinados por las auto- ridades, sino que sc dio también en otras ocasiones, como la asuncién de nuevos go- bernantes -al igual que ocurria en Ja época colonial-, la partida de tropas. el arribo de un general victorioso © de diplomaticos extranjeros, las ejecuciones de contrarre- volucionarios como ta de Alzaga en [812-.%2 ‘Tomar parte de los eventos surgidos con la Revoluci6n fue un efectivo vehiculo de incorporacién de Ja plebe urbana al proceso politico que comenz6 en 1810. Sus miembros los adoptaron masivamente como una practica habitual y no dejaron de concurrir nunca a los festejos de las victorias o a los aniversarios de Mayo. pese a la pérdida de entusiasmo que se acrecentaba afio tras afio.? Renovaban asi su identifi- cacién con la causa y su presencia en la vida politica. 31° Guzera de Buenos Aives [en adelante, G84], ediviGn facsimilar en 6 tomos, Buenos Aires, Junta de Historia y Nomismatica Argentina y Americana, 1910, toma it, p, 37 (3 de diciembre de 1811). El feste- jj era por la recuperacisn de Cochabamba por parte del ejéreito revolucionario. 52 Gervasio Posadas resulta la gran concurrencia él dia que asumié como Director Supremo ‘en su “Au- lobiograffa", 844. torno th vol, 1. p. [427]. Bin una Gazeru de mayo de 184 se describe el masivo acompa fhamiemo al eribargue de las tropas que partian a tomar Montevideo [Gas. tome 1¥, p. 86]. J M. Beruti Memoria crviosas..., p. 3.897] describe la gran algarabfa popular en la {legada de San Martin @ Bucnos Ai- es tras veneer en Maipd: hubo varios plebeyos en el recibimiento a los enviados estadounidenses en 1817 ivéase E, M, Brackenridge, Lat lndependencia argentina, Buenos Aires, América Unida, 1927, p.271]. Vea se “La multitud en Ta ejecucidn de Martin de Alzaga’’ en J. M. Beruti, Memorias curiasas..., p. 3.830. 3 _L. Murulla, “Bl arte de las flestas: Casto Zucchi y el arte efimero festivo” en: F. Aliata y L. Muni- Ua, Carlo Zucchi » ef neactasicismo en et Rio de ta Plata, Buenos Aires, EUDEBA, 1998. LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 19 c) La plebe desequilibrante: la participacién en los conflictos intraelite Las disputas facciosas dentro de la fraccién de la elite que comenzé dirigiendo la po- litica revolucionaria empezaron poco después de ta destitucidn del dltimo virrey del Rio de la Plata, De esa puja surgié la segunda via de participacién plebeya, menos armdnica que las fiestas. A principios de 1811. el enfrentamiento entre el sector moderado los saavedris- tas y el mis radical —los morenistas~ se agudizé. Su desenlace fue forzada por los saavedristas mediante un recurso inédito: convocar a miembros de la plebe de los su- burbios y fa zona de las quintas que rodeaba a fa ciudad, mediante Ja influencia de los alcaldes de barrio de esos lugares. En la madrugada del 6 de abril ocuparon la plaza Mayor como mil quinientos hombres, pidiendo a gritos la reunién del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno [...] casi todos no sabian escribir y necesitaban buscar quicnes firmasen a su ruege [...] los que sabian escribir no eran tan expertos en ef manejo de la pluma como lo e-an en el de los instrumentos de labranza. [...] Las gentes de la ciudad no habéan experimenta- do las sensaciones alligentes que causan estos actos tumultuosos. 54 El “pedir a gritos” no cra nuevo. El 25 de mayo fue de hecho una griterfa: los revo- lucionarios estaban en la plaza “pidiendo a la voz y con amenazas la deposicion del presidente y vocales de la junta, y que se reemplazasen con Jos que ellos nombra- ban”. Lo diferente eran los protagonistas: ahora eran plebeyes de los arrabales, con el discreto pero decisivo soporte de las tropas, los que exigian. La peticisn se hizo en nombre del pueblo, referente clave en el problema fundamental introducide por la Revolucién: cuales eran las bases de ta legitimidad del gobierno. Aquélta se inicié como la reasuncidn de Ja soberania por parte del Pueblo, entendiéndolo de acuerdo con la tradicién pactista espafiola, donde tenia el sentido de “toda la ciudad” como. una comunidad politica; los vecines -propietarios con casa poblada en la ciudad= in- tegraban ese pueblo. A esta concepcién comenzaba a oponérsele otra, vinculada a las ideas de la Ilustracién francesa, en la que el Pueblo es ef conjunto de los cindudanos, I Niiiez, “Noticias. ..", pp. 452 y 455 Francisco de Ordufa. “Infonne oficial del subinspector del Real Cuerpo de Antilleria de Buenos Ai res" ene BA, Lome ¥, p. 4.325. 20 GABRIEL DI MEGLIO considerados individuos iguales en quienes radica la Soberania.% Pero la tensién el Sy 6 el de abril de 1811 no se planted entre dichas concepciones. sino deniro de una misma: los redactores del petitorio hablaban del pueblo en el sentido tradicional del iérmino, dirigiéndose al Cabildo, érgano tradicional, para que a través de él Iegasen Jos reclamos al gobierno. Lo que estaba en juego era quign integraba ese pueblo. Los redactores del pelitorio lo encontraron en la plebe suburbana y de las quintas, En cambio para Juan Manuel Beruti, testigo de los acontecimientos y opositor a los saa- vedristas, el Cabildo debit otorg6 cuanto en nombre de este supuesto pueblo pidtieron los faccio- nistas de la maldad [...] Suponiendo pueblo a la infima plebe [...] en desmedro del verdadero vecindavio itustre que ha quedado burlado (...] bien sabian los facciosos que si hubieran Hamad al verdadero pueblo, no habria logrado sus planes el presiden- te [subrayado mio).27 El verdadero pueblo era el que él integraba: cl de los vecinos, la “gente devente”. Otro opositor a los hechos, Ignacio Nufez, seftalaba despectivamente que fueron a “ejercer en masa el derecho de peticién que por primera vez iba a resonar en sus of- dos” es decir, que iban a hacer uso de un derecho tradicional de los integrantes del pueblo, pero jams antes utilizado por los pleheyos: se estaba ante una novedad. {Por qué convoear a la plebe como pueblo? La pregunta vale, dado que todas las tropas portefas, salvo un rogimiento, respondian a la faccin saavedrista y con esa fuerza hubiese bastado para provocar los cambios que se deseaba realizar en fa Jun- ta, puesto que ya en 1809 y 1810 las milicias habfan demostrado su poder de deci- dir ef curso de los hechos. Sin embargo, remover por la fuerza a vocales que cocupaban legitimamente sus cargos cra algo dificil de hacer pasar por una zccién va- ida aun en la frégil Iegalidad del momento. Por eso se apelé a la plebe ~bien apo- yada por las tropas. claro— para dar legitimidad al acto. El pueblo, y no los militares, exigia cambios. “Desvalides soberanos”, habfa enunciado Nuiiez, pero soberanos al fin: y numerosos. lo que los hacfa peligrosos.™ EI petitorio exigia que la Junta apro- S1.C. Chiaramonte. “Vieja y Nueva Representacidn: los procesus electorates en Buenos Aires, 1810- wn: A, Annino (comp.). Historia de fas elecciones...; vénase también Guerra, Modernidad e Inde- pendencias. Ensasus subre lus revoluciones hispénicas, México, Fe, 1993, y N, Goldman, "Crisis imperial. Revolucion y guerra (1806-1820)", en: N. Goldman (comp.). Revolucidn, Republica. Confedera- cidn, Ex realidad, el vocablo ciudadana va existia en el Antiguo Régimen, definido en términos corpora fivos, para referir al vecino de una ciudad que tenis privitegios y cargas por su pertenenvia a d cho cuerpo: vase Chiaramonte, Ciudkdes, provincias, Estados: origenes de la Nacién Argentina (1800-1846), Buenos Aires, Ariel. 1997 87-4. M, Berti, Memorias curios... p. 3.786. 38 Néjiiez, “Noticias...", p. 452 ” p. 455. LA PARTICIPACION POLITICA DE LA PLEBE URBANA DE BUENOS AIRES (1810-1820) 21 base todos los puntos y lo publicase, o el pueblo no se irfa incluso podie adoptar “medidas menos moderadas”“9 La amenaza estaba clara y el gobierno accpté todos los puntos del petitorio. Hay un elemento clave: cémo fueron movilizados los concurrentes. Los historia- dores que més tarde defendieron la espontancidad del acto la justificaron por la gran identificaci6n del “pueblo” con el presidente Saavedra y sus ideas “nacionales”, pe- ro esto no ha sido demostrado. Los sostenedores de ta tesis de la manipulaciin -con- tempordneos 0 no- consideraron que todo el acontecimiewto obedecié a un plan cuidadosamente orquestado en cl que la piebe jug6 un papel totalmente pasivo.*! ‘Aunque la intervencién del grupo saavedrista en la organizaciGn es indudable, puesto que los Gnicos perjudicados fueron los diputados morenistas el principal argumento utilizado para la convocatoria figuraba como primer punto del petitorio: Convencido cl pueblo de Buenos Ayres de que tas medidas adoptadas hasta et dia pa- ra [a reconciliacion de los espanoles europeos con los americanos, son 4 mas de inefi- caces, perjudiciales 4 la gran causa y sistema de gobierno, que se sigue, y debe abrazarse en lo venidero: es su voiuntad, que se expulsen de Buenos Ayres 6 todos los europeos de qualquier clase 6 condicion.$? No se tataba sélo de una excusa que encubrfa el ataque al grupo morenista, sino que el hecho de que se lo colocara en primer lugar marca su importancia. A principios de 1811 Jos morenistas se habfan dedicado a defender la situacidn de los peninsulares, con lo cual Saavedra y los suyos decidicron tomar la causa contraria para enfrentar- los. Pero lo destacable es que esta radicalizacién, este paso adelante del grupo més conservador, se debié a que sc trataba de un tema capaz de movilizar a la plebe, y éste fue sin duda el principal medio empleado para ello. Se apelé a la identidad ame- ricana contra la peninsular, ante una plebe integrada casi exclusivamente por ameri- canos, que habia atravesado la experiencia de las invasiones inglesas —con su inyeccidn de localismo y americanismo~ y cuyos miembros podian depositar con fa- cilidad el objeto de su adio en los tenderos y comerciantes de origen europeo.*? No 40 Aseguraban no “separarse del puesto donde se halla, y que serin imputables a VE. quakyuiera me- didas menos moderadas, que pudieran adoptarse en su execucion por el propio pueblo. que e+ arbitto de tomarlas conociendo la voluatad general, pero con especialidad quando interesa su libertad, conservacion y seguridad”, Gna. p. 282, 48 Enire quienes sostuvieron la expontaneidad s¢ encuentran J. M. Rosa (Lat historia de nuestro pue blo] y M, Serrano [Crime fue lu revolucién de lus orilleras porterius, Buenos Aires, Plus Ultra, 1975]. B. Mitre [Hisoriet de Belgrano...) R. Puiggrds [Los caudilfos...} se inclinaron por la tesis de Ia manips cin, Fl contemporineo upositor Posadas sostuvo que fueron “de los arrabales y quintas como tnos opas y sin saber a que fin eran alli citados y traidos por un tal Grigera condecorade por Saavedra con el nombra: anivnto de alcalde mayor” (“Autobiografia’, p, (413. 2 Gas. tomo tl, p. 282

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