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Pensamiento Transdisciplinar
Coleccidén
Decisiones
normativas
en los campos de la ética, el Estado y el dere
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Griffin
Ernesto Garzon Va’
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Norwan, Wayne J.: para asumir
tuna actitud aséptica frente a los conflictos. Supone, por el contrario,
un activismo en favor de la defensa de la autonomia personal y del
proceso de deliberacién democritica.* El papel de los jueces debe
ser el de preservar la desconcentracién del poder, indispensable en
una democracia liberal, yevitar los desbordes de un poder ejecutivo
centralizado en desmedto de los derechos fundamentales. Por esta
raz6n, si en la actividad de los jueces se quiere ver al derecho en su
fuerza aplicativa, vale decir entonces que es también en ellos donde
el estado de derecho adquiere toda su funcién dindmica.
RESPONSABILIDAD DE LOS FUNCIONARIOS
Y PRINCIPIO DE PUBLICIDAD
De acuerdo con Victoria Camps:
La responsabilidad tiene que ver con la libertad oautonomta
del individuo asi como con su capacided de comprometerse
consigo mismo y, sobre todo, con otras hasta el punto de
tener que responder de sus acciones. Esa relacién de com-
promiso, de expectativas o exigencias hace que la responsa-
bilidad sea una actitud esencialmente dialdgica.**
Porsu parte, agrega Osvaldo Guariglia, «la responsabilidad, a su vez,
implica que rodo agente debe hacerse cargo de las consecuencias
de sus actos libremente elegidos y decididos»..”
* J, Raz, ob. cits pp. 271-272.
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pig eae en Punto de vista, n° 17, abrijunio 1983,
237RODOLFO VAZQUEZ
La autonom(a personal resulta ser una condicién necesaria
de la responsabilidad, de la capacidad de comprometerse consigo,
mismo y con los demis. La exigencia de responsabilidades supone
‘compromisos claros y fuertes. En este sentido, si aquéllas estan
bien definidas, no parece dificil establecer el nexo obligaciones-
responsabilidades-compromisos. Los cédigos de ética profesional
—del abogado, del contador, del médico— son un buen ejemplo
de exigencias y determinacidn de compromisos, aunque resulta
més dificil dererminar cudles deben ser las obligaciones si pensa~
‘mos en un buen politico, en un buen educador o en un intelectual
compromerido. No es que no existan obligaciones en estos Glti-
mos —y en todo estado de derecho deben positivizarse lo mas
claramente posible— pero la variedad con la que se presentan al
momento de su realizacién es un poco més difusa. Los principios
generales que norman sus conductas deben adecuarse a circuns-
tancias fécticas que exigen lo que los antiguos llamaban la virtud
de la prudencia, el saber cémo actuar aqui y ahora; el desarrollo
de un sano sentido comin que solo puede adquirirse a través de
‘una experiencia mds o menos prolongada. De no existir ésta las
obligaciones tienden a debilitarse y, por consiguiente, los com-
promisos respectivos, Las obligaciones sustantivas terminan redu-
ciéndose a obligaciones formales: el «buen» politico terminara sien-
do el que sabe mantener contentos a sus electores 0 el que no cae
en corrupciones demasiado evidentes.”
La responsabilidad exige, entonces, convicciones firmes y
éstas sélo pueden fundamentarse desde posiciones objetivistas. El
absolutismo moral y su correlato en posiciones dogmaticas no de-
mandan responsabilidad sino sumisién, de la misma manera que
el escepticismo sélo puede generar actitudes de franca indiferen-
cia. Entre la sumisidn y la indiferencia, actitudes que en sus extre-
mos se aproximan, una ética de la responsabilidad exige compro-
isos s6lidos fincados en los valores de objetividad y veracidad
‘guiados por principios normativos imparciales y universales.
‘Ahora bien, para acceder a normas morales intersubjetivas
validas, es decir, aceptables desde una perspectiva de imparciali-
% Che. V. Camps, ob. cit, p. 69,
238
QUE ES EL ESTADO DE DERECHO?
da¢, racionalidad y objetividad, se requiere de un procedimiento
deliberativo pablico que las garantice. Como afirma Wiggins:
«alo que apuntan estos preceptos (imparcialidad, universa-
lidad) como aspiracion de una moral dscursiva es nada me-
nos que a la objetividad y publicidad que son propiedades de
la verdad.*
Lo que implica que no es suficiente con Ia objetividad, sino que
también se requiere que los hombres de accion —Iegisladores, jue-
ces, gobernantes en general— sepan adecuar sus actos a los princi-
pios, es decir, que actien con coherencia y que sus acciones sean
conocidas por la comunidad. En otros términos, no pueden exis-
tir responsabilidad ni compromisos reales si los prineipios norma-
tives y las decisiones no terminan siendo pablicas. Violar el prin-