EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO
Jean M. AuelAgradecimiento
Cuando se publica un libro no es obra exclusiva del autor. Este recibe ayuda de diversas
fuentes de otras tantas maneras. Pero algunas contribuciones para mi obra han venido de
gente a quien nunca he conocido y a la que probablemente nunca conoceré. A pesar de lo
cual estoy agradecida a los habitantes de la ciudad de Pértland y del condado de
Multonomah, Oregén, cuyos impuestos sostienen la biblioteca del Multonomah Country;
sin los libros de consulta que encontré alli no podria haber escrito este libro.
También agradezco a los arqueélogos, antropélogos y demés especialistas que escribieron
los libros en los que he recogido la mayor parte de la informacién para usarla como telén de
fondo y antecedentes de esta novela.
Muchas personas me ayudaron mas. directamente, entre ellas, deseo agradecer
especialmente a:
Gin deCamp, la primera en escuchar la idea de mi historia, una amiga cuando més falta me
hacia, me ley un enorme manuscrito con entusiasmo y sin dejar pasar un error, y quien
esculpié un simbolo para la serie. John DeCamp, amigo y colega escritor, que sabia de la
agonia y el éxtasis, y que tenia el sentimiento de la oportunidad para Tamar exactamente
cuando yo necesitaba hablar con alguien. Karen Auel, que alent a su madre mas de lo que
imaginaba, porque reia y loraba cuando se suponia que debia hacerlo, aunque sélo se
trataba de un primer esbozo.
Cathy Humble, a quien solicité el favor més grande que se le puede pedir a una amiga- una
critica sincera- porque valoraba su sentido de las palabras. Hizo lo imposible; su critica fue
a la vez amable y Ilena de discernimiento, Deanna Strerett, porque se encontré presa de la
historia, y sabia lo suficiente de cacerias para seiialar algunos descuidos. Lana Elmer, que
escuché con una atencién incansable horas enteras de disertacién, y que ain asi gusté de la
historia, Anna Bacus, que brind6 sus percepciones, tinicas en su género, y su dominio de la
ortografia
No todas mis investigaciones se Hevaron a cabo en bibliotecas. Mi esposo y yo hicimos
muchas excursiones de campo para aprender directamente diversos aspectos de la vida
junto a la naturaleza. En cuanto a la experiencia directa, hay que agradecer especialmente a
Frank Heyl, experto de la supervivencia en el Atico del Museo de Ciencia e Industria de
Oregén, quien me ensefié a hacerme la cama en una choza de nieve y jse aseguré de que
me acostara en ellal. Sobrevivi a aquella fiia noche de enero sobre las faldas del Monte
Hood, y aprendi muchisimo mas acerca de la supervivencia con el sefior Heyl, junto a quien
declaro estar dispuesta a pasar la préxima Era Glacial.
Estoy en deuda con Andy Van't Hul por haber compartide conmigo conocimientos
especiales en cuanto a vivir en el entomo natural. Me mostré cémo encender un fuego sin
fésforos, hacer hachas de piedra, lograr el torcido de cuerdas y el trenzado de canastas,
fibras y cueros, y cémo tallar mi propia hacha de piedra que corte el cueto como si fuera
mantequilla.Una gratitud inmensa siento por Jean Naggar, una agente literaria tan buena que convirtié
mis fantasias increfbles en realidad, y las mejoré. Y por Carole Baron, mi aguda, sensible y
astuta editora, que cteyé en la realidad, se apoderd de mi mejor esfuerzo y lo perfeccion6.
Finalmente, hay dos individuos que no tienen la menor idea de que me estaban ayudando y,
sin embargo, su ayuda fue inestimable. He llegado a conocer a uno de ellos, pero la primera
vez que oj hablar al escritor y maestro Don James, acerca de cémo se escribe una novela é1
no sabia que se estaba dirigiendo a mi directamente; crefa estar hablando a todo un grupo.
Las palabras que decia eran precisamente las que yo necesitaba ofr. Don James no lo sabia,
pero tal vez nunca se habria terminado este libro de no ser por él.
El otro es un hombre al que lo conozco por su libro: Ralph S. Solecki, autor de Shanidar.
La historia de sus excavaciones en la descubrimiento de varios esqueletos del hombre de
Neandertal, me conmovié profundamente, Me dio una perspectiva del hombre prehistérico
de las cavernas que de otra manera tal vez nunca hubiera tenido, asi como una mejor
comprensién del significado de “humanidad”. Pero aqui hago algo mas que agradecer
profesor Solecki: debo pedirle perdén por un ejemplo de licencia literaria que he tomado
con los hechos en beneficio de mi historia en Ia vida real, fue una Neandertal quien puso
flores sobre la tumbaCAPITULO 1
La nifia desnuda salié corriendo del cobertizo de cuero hacia la playa rocosa en el recodo
del riachuelo, No se le ocurrié volver la mirada. Nada en su experiencia le daba razén
alguna para poner en duda que el refugio y los que estaban adentro siguieran alli cuando
regresan,
Se eché al rio chapoteando y al alejarse de la orilla, que se hundia ripidamente sintié como
la arena y los guijarros se escapaban bajos sus pies. Se zambull6 en el agua fria y salié
nuevamente, escupiendo, antes de dar unas brazadas firmes para alcanzar la escarpada orilla
‘opuesta, Habia aprendido a nadar antes de andar y a los cinco afios de edad se encontraba a
gusto en el agua, En muchas ocasiones, la ‘imica manera en que se podia cruzar un rié era
nadando.
La nifia jugé un buen rato, nadando de un lado a otro, y después dejé que la corriente la
arrastrara rio abajo; cuando éste se ensanché y empezé a hacer borbotones sobre las piedras
se puso en pie y regresé a la orilla donde se dedied a escoger piedrecillas. Acababa de
poner una en la cima de un montoncillo de algunas especialmente bonitas, cuando la tierra
‘comenzé a temblar.
La nifia vio sorprendida, que la piedrecita rodaba como por voluntad propia, y que las que
formaban su pequefia pirdmide se sacudian y volvian al suelo, Sélo entonces se dio cuenta
de también ella se sacudia, pero todavia experimentaba més sorpresa que aprensién. Echo
una mirada en derredor tratando de comprender por qué su universo se habia altcrado de
manera incomprensible, Se suponia que la tierra no debia moverse.
El riachuelo, que momentos antes corria suaverente, se habia vuelto turbulento, con olas
agitadas que salpicaban las orillas mientras su lecho se alzaba contra la corriente, sacando
lodo del fondo. Los matorrales que crecian cerca de las orillas rio arriba se estremecian,
animados por un movimiento invisible de sus raices, y rio abajo, las rocas oscilaban, presas
de una agitacién insdlita, Mas alld, las majestuosas coniferas del bosque por el que pasaba
el rio ¢ inclinaban de manera grotesca. Un pino gigantesco préximo a la orilla, con sus
raices al aire y debilitado por la corriente del arroyo, se incliné hacia la orilla opuesta; con
un crujido se desplomé, por encima de las aguas turbias, y se quedé temblando sobre la
tierra inestable.
La nifia dio un brinco al oir la caida del arbol; el estomago se le revolvié y se hizo un nudo
cuando el temor pasé por su mente. Traté de ponerse en pie, pero cayé de espaldas, al
perder el equilibrio por el horrible balanceo. Lo intent nuevamente, consiguié enderezarse
y se qued6 de pie, insegura, sin atreverse a dar un paso.
Al echar a andar hacia el cobertizo de cuero, un poco apartado del rio,
sordo, que se convirtié en estrepitoso rugido aterrador; un olor repugnante a humedad
surgié de una grieta que se abria en el suelo, como si fuera el aliento fétido que exhala por
la mafana la tierra al bostezar. La nifia miré sin comprender la tierra, las piedras y los
arbolillos que caian en la brecha que seguia abriéndose mientras la corteza fria de! planeta
en fusién, se resquebrajaba en sus convulsiones.El cobertizo, encaramado en la orilla mas lejana del abismo, se incliné al retirarse la mitad
de la tierra firme que tenia abajo; el esbelto poste se balanceé como indeciso antes de
desplomarse y desaparecer en el profundo orificio, llevindose su cubierta de cuero y todo
su contenido. La nifia tembl6, horrorizada y con los ojos desorbitados, mientras las
apestosas fauces abiertas se tragaban todo lo que habia dado significado y seguridad a los
escasos cinco aos de su vida.
— jMadre! {Madre! —grité cuando 1a abrumé el entendimiento. No sabia si el grito que
resonaba en sus ofdos era el suyo en medio del rugido atronador de las rocas hendidas. Se
acercé gateando a la profunda grieta, pero la tierra se elevé y la derribé, Se aferré a la
tierra, tratando de agarrarse a algo sobre el suelo que se alzaba y se escurria,
Entonces la brecha se certs, el rugido cesé y la tierra agitada se calmé, pero no la nifia,
Tendida boca abajo sobre la tierra floja y humeda, revuelta por el paroxismo que acababa
de sacudirla, temblaba de miedo; y tenia sobradas razones para estar asustada,
La nifia se encontraba sola en medio de un desierto de estepas herbosas y selvas dispersas.
‘Al norte, glaciares cubrian el continente, empujando su frio por delante, Nimeros
incalculables de animales herbivoros, y los camnivoros que de ellos se sustentaban, recorrian
las vastas praderas, pero habia poca gente. No tenia adénde ir ni nadie a quien acudir para
que se ocupan de ella, Estaba sola.
El suelo volvié a estremecerse, asentindose, y la nifla oyé un grufido de las profundidades,
como si la tierra estuviera haciendo la digestién de una comida tragada sin masticar. Dio un
salto, presa de pinico, aterrada a la idea de que pudiera abrirse de nuevo. Miré el lugar
donde habia estado el cobertizo: lo tnico que alli quedaba era tierra descubierta y arbustos
desarraigados. Deshecha en Ianto, la nifia corrié otra vez hacia el riachuelo y se dejé caer
hecha un ovillo sollozante junto a la fangosa corriente.
Pero las mojadas orillas del riachuelo no brindaban refugio alguno contra el agitado
planeta, Otra sacudida, esta vez més grave, agité el suelo. La nifia se quedé mirando con
asombro la salpicadura de agua fria sobre su cuerpecito des nudo, Nuevamente se apoderé
de ella el panico, haciéndola incorporarse. Tenfa que apartarse de ese aterrador lugar de
tierra sacudida, devoradora, pero ,a dénde podria dirigirse?
No habia lugar de donde pudieran brotar semillas sobre 1a playa rocosa, y tampoco habia
matorrales, pero las riberas rio arriba estaban cubiertas de maleza que comenzaba justo a
retofar hojas nuevas. Un instinto profundo le decia que deberia permanecer cerca del agua,
pero las enmarafiadas zarzas parecian impenetrables. A través de sus ojos empatiados por el
Ianto que le enturbiaba la visién, miré hacia el otro lado, hacia la selva de altas coniferas.
Delgados haces de rayos de sol se filtraban por entre las ramas tupidas de densos arboles
perennes que se apretujaban cerca del rio. La selva umbrosa carecia casi por completo de
maleza, pero muchos de aquellos érboles no se ergufan ya. Unos cuantos habian caido sobre
la tierra, otros mas se inclinaban en &ngulos estrambéticos, sostenidos por vecinos que
todavia estaban firmemente anclados. Mas allé del revoltijo de arboles, la selva boreal era
‘oscura y no resultaba mas atractiva que la maleza rio arriba, No sabia hacia dénde ir; miré
primero a un lado y después a otro, indecisaUn temblor bajo sus pies mientras miraba rio abajo la puso en movimiento. Dirigiendo una
Ultima mirada anhelante hacia el paisaje vacfo, con la esperanza infantil de que el cobertizo
siguiera alli, eché a correr hacia los bosques.
Estimulada por algiin grufiido casual mientras la tierra se asentaba, la nifia siguié el curso
del agua corriente, deteniéndose sélo para beber en su prisa por alejarse. Las coniferas que
habian sucumbido a las sacudidas teldricas yacian postradas sobre el suelo, y Ia nifia
evitaba crateres abiertos por el enredo circular de raices cortas que alin tenian tierra y grava
pegadas a sus partes ocultas, ahora descubiertas.
No vefa tantas evidencias de perturbacién al atardecer, eran menos los drboles arrancados y
las rocas desplazadas, y el agua estaba més clara, Se detuvo cuando ya no pudo ver por
dénde andaba, y se dejé caer, agotada, sobre la tierra del bosque. El ejercicio le habia
ayudado a conservar el calor mientras estuvo en movimiento, pero se puso a tiritar bajo el
aire frio de la noche, se sumié en la espesa alfombra de agujas caidas y se hizo un ovillo,
cubriéndose a puiiados.
Pero por cansada que estuviera, no logr6 conciliar el suefio la asustada criaturita. Mientras
se ocupaba en rodear obstaculos para seguir el curso del rio, habia conseguido apartar de su
mente el temor que ahora la abrumaba.
Estaba tendida, perfectamente inmévil, con los ojos muy abiertos, observando cémo la
oscuridad se espesaba y congelaba a su alrededor. Temia moverse, casi temia respirar.
‘Nunca anteriormente se habia encontrado sola de noche, y siempre habia tenido cerca una
hoguera para mantener a raya la oscuridad desconocida. Final mente no pudo dominarse
mis y, con un sollozo convulsivo, Horé de angustia. Su cuerpecito se sacudia con sollozos y
el hipo lo contraia, y su desahogo sirvi6 para adormecerla. Un animalito nocturno la olfated
con curiosidad amable sin que ella se diera cuenta.
iDesperté gritando!
El planeta seguia inquieto, y rugidos lejanos que resonaban por dentro la devolvieron a su
honor en una espantosa pesadilla. Se puso de pie, quiso echar a correr, pero sus ojos no
podian ver més, abiertos, que con los pérpados cerrados Al principio no pudo recordar
dénde se encontraba, Su corazén palpitaba fuerte mente: 2por qué no podia ver? ;Dénde
estaban los amorosos brazos que siempre habjan estado alli para reconfortarla cuando
despertaba de noche? Poco a poco el recuerdo consciente de su terrible situacién se fue
abriendo paso en su mente y, tiritando de fri y de miedo, volvié a hacerse un ovillo ya
sumirse en el suelo mareo. Trataba de no pensar en ello ni en cosa alguna que no fuera el
rio, seguir cubierto de agujas. Los primeros palidos rayos del alba la encontraron dormida.
La luz del dia Ilegé lentamente a la profundidad de la selva, Cuando desperté la nifia, habia
avanzado mucho la mafiana, pero bajo aquella sombra espesa resultaba dificil de
comprobar. Se habia alejado del rio la noche anterior cuando Ia luz empez6 a menguar, y
algo de panico amenaz6 apoderarse de ella cuando mid en derredor y sélo vio arboles.
La sed le ayudé a reconocer el sonido de agua gorgoteante. Siguié el ruido y sintié un gran
alivio al ver de nuevo el riachuelo, No estaba menos perdida junto al rio que dentro de la
selva, pero se sentia mejor al tener algo que seguir, y podria calmar su sed mientras
estuviera cerca de él, Le habfa venido bien cl dia anterior tener agua corriente, pero no le
servia de mucho para aplacar el hambre.Sabia que podia comer raices y vegetales, pero no sabia lo que era comestible. La primera
hoja que probé era amarga y le lastimé la boca; la escupié y se enjuagé para quitar el mal
sabor, pero eso la hizo vacilar en cuanto a probar otras. Bebié mas agua porque le daba una
sensacidn pasajera de estar ahita, y volvié a la otilla rio abajo. Los profundos bosques la
atemorizaban, y se mantuvo cerca del rio mientras brill6 el sol. Al caer la noche, abrié un
hoyo en las agujas que cubrian el suelo y se acurrucé nuevamente entre ellas para dormir.
Su segunda noche de soledad no fue mejor que la primera. Al mismo tiempo que el hambre
un tenor helado le contraia el estémago; nunca habia sentido semejante tenor, ni tanta
hambre: nunca habia estado tan sola, Su sensacién de pérdida era tan dolorosa que empez6
a bloquear el recuerdo del terremoto y de su vida anterior a él; y pensar en el futuro la puso
al borde del panico, de manera que luché por apartar también esos temores de su mente. No
queria pensar en lo que pudiera suceder ni en quién pudiera encargarse de ella,
Vivia sélo para el momento presente, salvando el siguiente obstaculo, cruzando el siguiente
afluente, trepando por encima del siguiente tronco caido. Seguir el rio se convirtié en un fin
en si, no porque la fuera a levar a parte alguna sino porque eta lo nico que le impartia
alguna orientacién, algin propésito, algin curso de accién, Era mejor que no hacer nada.
Al cabo de cierto tiempo el vacio de su estémago se convirtié en un dolor sordo que le
apagaba la mente. Lloraba de vez en cuando mientras seguia avanzando penosamente, y sus
lagrimas pintaban chorretes blancos por su rostro sucio. Su cuerpecito desnudo estaba
cubierto de tierra, y los cabellos que habian sido anteriormente casi blancos y tan finos y
suaves como la seda, estaban pegados a su cabeza en una maraiia de agujas de pino,
ramillas y barro.
El viaje se dificulté cuando la selva de drboles siempre verdes cambié por una veg:
mis abierta, y cuando el suelo cubierto de agujas dejé el paso a matormales, hierbas y
herbajes que cubren generalmente el suelo debajo de arboles de hojas caducas y més
pequefias. Cuando Iovia, se encogia bajo un tronco caido 0 una roca grande o ramas
extendidas 0 simplemente se dejaba lavar por la Iluvia sin dejar de avanzar pesadamente
por el barro, De noche, amontonaba hojas secas caidas la temporada anterior, y se enterraba
en ellas para dormir.
El abundante abastecimiento de agua para beber impidié que la deshidratacién causara
hipotermia, esa baja de la temperatura corporal que provoca la muerte por exposicién, pero
la nifia se estaba debilitando, Estaba ya mds allé del hambre; sélo sentia un dolor constante,
sordo y una sensacién ocasional de mareo, Trataba de no pensar en ello ni en cosa alguna
que no fuera el rio, seguir el rio
La luz del sol, al penetrar en su nido, la despert6, Salié de la cémoda bolsa entibiada por el
calor de su cuerpo y se dirigié al rio para beber agua, con hojas secas todavia pegadas a su
piel. El cielo azul y el sol brillante eran un consuelo después de la Iluvia del dia anterior.
Poco después de que echara a andar, la orilla de su lado del rio comenzé a subir, Para
cuando decidié tomar otro trago, una pendiente abrupta la separaba del agua. Empez6 a
bajar cuidadosamente, pero perdié pie y cayé rodando hasta abajo.
quedé tendida, raspada y dolorida en el barro junto al agua, demasiado cansada,
demasiado débil y demasiado infeliz. para moverse. Gruesos lagrimones le formaban en sus
‘ojos y corrian por su rostro, y tristes lamentos rasgaban el aire. Nadie la oy6. Sus gritos se
convirtieron en plafiidos rogando que alguien fuera a ayudarla, Nadie fue, Sus hombros sesacudian con sollozos mientras Moraba su desesperanza. No queria ponerse en pie, no
queria seguir adelante pero {qué més podria hacer? alli, lorando en el barro?
Cuando dejé de Hlorar se quedé tendida junto al agua, Al sentir que una raiz se le incrustaba
en el costado y que su boca sabia a lodo, se sent6. Entonces, cansadamente se puso en pie y
fue a beber un poco de agua del rio. Eché a andar de nuevo, retirando tereamente las ramas
que obstruian su paso, trepando por troncos caidos y cubiertos de musgo, chapoteando a la
orilla del rio.
La corriente, que ya estaba alta debido a inundaciones de principios de 1a primavera, habia
aumentado hasta més del doble de su tamafio gracias a sus afluentes. La nifia oyé un rugido
a la distancia mucho antes de ver la cascada que caia desde la alta ribera en la confluencia
de un rio grande con el més pequefo, un rio que iba a doblar nuevamente su volumen. Mas
allé de la cascada, las rapidas corrientes de los rios hervian sobre las piedras mientras
corrian hacia las Ilanuras herbosas de la estepa.
La rugiente catarata saltaba desde el borde de la alta orilla formando una amplia capa de
agua blanca. Cafa salpicando una poza lena de espuma que habia sido horadada en la base
de la roca, creando una pulverizacién constante de rocfo y torbellinos de corrientes
contrarias alli donde se unian los rios. En algin momento de un pasado lejano, el rio habia
labrado mas profundamente el farallén de piedra dura detris de la cascada. El saliente por
el que chorreaba el agua salfa mis all del muro que habia detris de la cascada, formando
un paso en medio.
La nifia se acerc6 y miré cuidadosamente el tiinel mojado, y después eché a andar detrs de
la movediza cortina de agua. Se pegaba a la roca mojada para mantenerse firme, pues la
caida continua del rio fluyendo la aturdia. EI rugido era ensordecedor, rebotando sobre la
pared de piedra detras del tumultuoso caudal. Alzé con temor la vista, consciente, lena de
angustia, de que la corriente estaba mds arriba de las rocas que chorreaban por encima de su
cabeza y avanz6 cautelosa y lentamente,
Estaba casi en el otro lado cuando terminé el pasaje, estrechdndose poco a poco hasta ser
otra vez muralla abrupta. El corte del farallén no lo recorria por completo; la nifia tuvo que
dar media vuelta y volver sobre sus pasos. Cuando legé a su punto de partida, miré el
torrente que surgia por encima del borde y meneé la cabeza: no habia otro camino.
El agua estaba fria cuando se puso a vadear por el rio, y las corrientes fuertes. Nadé hasta el
medio, dejé que la fuerza del agua la llevara rotando por las cataratas, y después se vob
hacia Ia orilla del ancho rio que se habia orinado mas abajo. Se cansé de nadar, pero ahora
estaba mds limpia que desde algin tiempo a esta parte, excepto su cabello enredado y
enmaraiiado. Volvié, a sentirse fresca pero no por mucho tiempo.
dia era inusitadamente caluroso para fines de la primavera, y cuando los rboles y las
malezas dejaron el paso a la pradera abierta, el célido sol resulté agradable. Pero a medida
que la ardiente bola ascendia, sus rayos calurosos se ensafiaron en las pocas reservas que le
quedaban a la nifia. Por la tarde iba ya tambaledndose a lo largo de una estrecha faja de
arena entre el rio y un escarpado farallén. El agua chispeante reflejaba sobre ella el brillante
sol, mientras la casi blanca arenisca devolvia luz y calor, suméndose al fulgor
deslumbrante.Del otro lado del rio y mas alld, se extendian hasta el horizonte pequeiias flores herbéceas
blaneas, amarillas y pirpuras, que se combinaban en el brillante y fresco verdor a medio
crecer de la hierba, con una vida nueva. Pero la nifia no se fijaba en la efimera belleza
primaveral de la estepa: la debilidad y el hambre 1a hacfan delirar, y empez6 a tener
alucinaciones.
—Dije que tendria cuidado, madre. Slo nadé un poco, pero zadénde te has ido? —
murmuraba—. |Madre! ;cuindo vamos a comer? Tengo tanta hambre y hace tanto calor
{Por qué no viniste cuando te amaba? Llamé y Hamé y no viniste, ;Dénde has estado?
{Madre? !Madre! jNo te vayas de nuevo! {Quédate aqui, Madre, espérame! No me dej
Cortié hacia donde habia visto el espejismo, y la visién se fue apagando, siguiendo la base
del farallén, pero éste se alejaba de la orilla del agua, apartindose del rio. La nifia
abandonaba su provision de agua. Corriendo ciegamente se golped el dedo gordo del pie
con una piedra y cayé rudamente, Eso casi la devolvié a la realidad. Se senté frotindose el
dedo y tratando de ordenar sus pensamientos.
La muralla dentada de piedra arenisca estaba perforada de hoyos oscuros y partida por
estrechas grietas y hendeduras. La dilatacién y contraccién provocadas por cambios
extremos en temperaturas desde un calor agobiante hasta un frio inferior a cero, habjan
quebrantado la roca blanda. La nifia miro un orificio cerca del suelo, en el muro junto a ella,
pero la insignificante gruta no le causé la menor impresién.
Mucho més impresionante en la manada de uros que se apacentaba, pacificamente en la
lozana hierba nueva que crecia entre el farallén y el rio. En su ciega precipitacién por
perseguir un espejismo la nifia no se habia fijado en el ganado salvaje, de un rojo moreno y
un metro ochenta de altura en la cerviz con inmensos cuemnos curvos. Cuando se dio
cuenta, un temor repentino limpid las iltimas telaraias de su cerebro. Retrocedié
pegandose a la muralla rocosa, sin apartar la vista de un robustisimo toro que habia dejado
de pacer para observatla; entonces se dio vuelta y eché a correr.
Volvié la mirada por encima del hombro, contuvo la respiracién al vislumbrar un stibito
borrén en movimiento y se paré en seco. Una enorme leona, dos veces mayor que cualquier
felino que hubiera de poblar las sabanas mucho més al sur en una era muy ulterior, hab
estado rondando la manada. La nifia, ahog6 un grito al ver que la monstruosa gata se
arrojaba sobre una vaca salvaje.
En un remolino de colmillos descubiertos y zarpas de acero la leona gigantesca destripé al
enorme uro. Con un crujido de potentes quijadas, el mugido aterrado del bovino fue
ahogado mientras el imponente carnivoro le abria la garganta, Un surtidor de sangre mojé
el hocico de la cazadora cuadrépeda y manché de carmesi su piel atezada. Las patas del uro
se agitaban todavia, mientras la leona le abria el estémago y le arrancaba un bocado de
carne roja y caliente,
Un terror absoluto se aduefié de la nifia; eché a correr dominada por el pénico mientras otro
de los grandes gatos la observaba atentamente. La nifia habia penetrado sin saberlo en el
territorio de los leones cavernarios. Normalmente los grandes felinos habrian desdefiado
una criatura tan pequefia como lo es un humano de cinco aijos, pues escogian sus presas
entre los robustos uros, bisontes descomunales 0 gigantescos ciervos para satisfacer las
necesidades de la flor y nata de los hambrientos leones cavernarios. Pero la nifia que huia seestaba acercando demasiado a la cueva que alojaba a un par de cachorros recién nacidos y
maullantes.
El Ieén de melena desgrefiada, que habia quedado al cuidado de las crias mientras la leona
cazaba, lanz6 un grito de advertencia. La nifia levant6 la cabeza y se quedé sin resuello al
avistar al gigantesco gato agazapado sobre un saliente, preparéndose para saltar. Grité, se
detuvo resbalando, cayéndose y araitindose la piema con la grava suelta que habia junto a
la pared, y gated para darse vuelta. Aguijoneada por un temor mayor atin, volvié corriendo
por donde habia venido.
El le6n cavernario brineé con una gracia Kinguida, confiando en su habilidad para atrapar a
Ja pequefia intrusa que se atrevia a profanar la santidad de la caverna infantil, No tenfa prisa
—lla se movia despacio en relacién con la fluidez veloz.del animal— y se sentia de humor
para jugar como el gato con el ratén.
En su pinico, s6lo su instinto guié a la nifia hacia un pequefio orificio junto al suelo en la
fachada del farallén, Le dolia el costado y apenas podia respirar, pero se escurtié por un
agujero justo lo suficientemente grande para ella. Era una cueva miniscula, poco profunda,
apenas una hendidura. Se revolvié en el reducido espacio hasta encontrarse de rodillas con
la espalda pegada a la pared, tratando de fundirse con la roca s6lida que tenia atris,
El leén cavernario rugié su frustracién al Hegar al agujero y no poder aleanzar su presa, La
nifia temblé al oir el rugido y se quedé mirando con horror hipnético cémo la fiera tendia la
pata estirando sus garras curvas dentro del orificio. Incapaz de alejarse, vio cémo se
acercaban las garras y grité de dolor al sentir que se le hundian en el muslo rayandolo con
cuatro profundos araiiazos paralelos.
La nifia se revolvié para ponerse fuera de su aleance y encontré una ligera depresién en la
oscura muralla a su izquierda, Recogié sus pietnas, se aplasts como pudo y contuvo la
respiraci6n. La garra volvié a meterse lentamente en el pequeiio orificio tapando casi por
completo la escasa luz que penetraba en el nicho, pero esta vez no encontré nada. El leén
cavernario rugié y siguié rugiendo mientras iba y venia frente al orificio,
La nifia pasé el dia entero en su estrecha cueva, también la noche y la mayor parte del dia
siguiente. La pierna se le hinché y la herida Infectada era un dolor constante, ademas de
que el reducido espacio de la cueva de paredes asperas no le permitia volverse ni estirarse.
Deliré de hambre y dolor la mayor parte del tiempo y soi espantosas pesadillas y
terremotos y garras agudas y un temor doloroso y solitario. Pero no fueron su herida ni el
hambre ni siquicra su dolorosa insolacién las que la sacaron finalmente de su refugio, fue la
sed.
La nifia miré temerosamente por el pequefio orificio, Magros bosquecillos de sauces y
pinos castigados por el viento arrojaban largas sombras a principios de la tarde. La nifi
miré un buen rato el palmo de tierra cubierto de hierba y el agua chispeante mas alld, antes
de hacer acopio de suficiente valor para salir, se lamié los resquebrajados labios con su
lengua seca mientras examinaba el terreno. La familia de leones se habia marchado, la
leona, preocupada por sus pequefios y molesta por el olor extrafio de la criatura
desconocida que tan cerca estaba de su cueva, decidié buscar otro cuarto para sus hijos,
La nia salié del agujero y se puso de pic. La cabeza le golpeteaba por dentro, y vefa
manchas bailando vertiginosamente frente a sus ojos. Oleadas de dolor la sumergian a cada