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V. Lull R. Micé! Teoria arqueolégica laa éePment 4 w7 1997 I. Los enfoques tradicionales: las arqueologias evolucionistas e histérico- culturales En este artculo se enfoca la teoria arqueolégiea como un sistema deconceptas que rige los planos ontldgien, epstemologicoy politic didaetico dela prictica arqueologica. Con ello se pretende cuestionar Ta equiparacion tsval entre teoria srqucologica © nterpretacicn, simpllando el dominio tedrico @ todos Tos pasos dela investigacion, Desde esta perspectiva, cabe esperar una mejor comprension de las sfinidades y derencias entre las “corvientes” 0 “esruelas” argued. Iocas al uso, que sia para caracterizat adecuadamentela situaclon sctual y emprender las acclones mis convenientes para corre los crores 0 lenar los vacios observades. En las paginas sigulentes se fpaliza al funcionamiento de las arqueologias evolucionstas < histrico-cultursles, prestando una especial atencions las conesiones conceptuales y de procedimiento que las vinculan, ast como a las paradojas o quieras en cada vmo de los planos de andliss Palabras clave: Arqueologia, teria, planos de andlisis, evlucio iso, eultura, Introduccién. A lo largo de las iiltimas décadas, asistimos a la proliferacién de estudios especializados que se ocupan de temas relacionados con determinadas parcelas de! quehacer arqueol6gico. Con la denominacién de “ar- queologia teérica” 0 “teorfa arqueolégica’ se ha delimitado una de estas parcelas que, desde los afios 1. Universitat Autonoma de Barcelona. Este texto procede de anotaciones de clase y de diversas publicaciones de V. Lull YR. Mic6 que han sido integradas para procurar relerencias de debate en tomno a las propuestas englobadas bajo el epigrafe de ‘arqueologta tradicional In this paper- we consider archaeological theory as a system of concepts that rules the onthological. epistemological and political ‘educational instances of the archaeological practice. Given ths, our ‘im is to argue about the usual comparison between archaeological "Theory ind interpretation and, consequanily, co broaden the theoretical domain to all the stages of the research. From this perspective, we ‘should expects better understanding ofthe affinities and differences between the current archaeological “trends” or "shoals of thowght, in onler to corectly characterize the present situation and 10 undertake the necessary developments to correct the mistakes and to fill the gaps. In the following pages, the functioning. of evolutionary and historical-culturalist archacologies is. analysed Special attention pald on their conceptual and methodological inks andom the paradoxes observed in every analytical instance Key words: Archaeology, theory, anaiticl instances, evolutionism, culture, sesenta, ha experimentado un desarrollo notable. A grandes rasgos, la razén de dicho auge tiene mucho gue ver con lo que podriamos calificar un movimiento de “introspeccién” entre losias profesionales de la arqueologia, motivado a su vez por la toma de conciencia acerca de la necesidad de explicitar los objetivas, premisas y métodos de una disciplina cientifica Hegada a su (supnesta) mayoria de edad en los pafses occidentales. El tratamiento de cuestiones tedricas ha calado hondo, circunstancia que se refleja en un extenso corpus bibliogrifico donde figuran ‘manuales universitarios y articulos especializados, asf como en la obligada discusién © posicionamiento teérico previo en todo tipo de trabajos de investiga- 107 cidn, desde estudios monograficos sobre determinados objetos 0 yacimientos, hasta las sintesis regionales de enfoque generalista Con mucha frecuencia, las cuestiones relativas a la teoria arqueologica tienden a equipararse con cuestio- nes de interpretacién, Desde esta perspectiva, el dominio de la teoria se circunscribiria a la formulacién de un esquema conceptual encargado de dar del funcionamiento de los grupos humanos y de los mecanismos de cambio que los afectan. Para ello, la teoria define las variables que deberin ser tenidas en cuenta y establece las relaciones de dependencia 0 jerarquifa entre ellas. Las diferencias en la eleccién de variables en el peso otorgado a unas y otras ha dado lugar a los “ismos” te6ricos que hoy resultan tan familiares (historicismo, funcionalismo, estructu- ralismo, marxismo, etc.) y que, en stt_mayoria, constituyen préstamos procedentes de disciplinas mas fecundas en esta materia, como por ejemplo la antropologfa, la teoria de la historia, la geografia, la lingaistica o la economia, Entendido este mbito como propiamente teérico, el mundo de la investigacién arqueolégica se completaria con un segundo nivel, en el que se incluirian diversos métodos de campo y andlisis de materiales y datos. En primera instancia, hallarfan aqué su lugar los sistemas de prospeccién excavacién y recuperacién de materiales, los andlisis, fisico-quimicos destinados a conocer la naturaleza y propiedades de los objetos (tipo de materia prima, proceso de fabricacién, funcionalidad, edad, etc.) y los, medios de almacenamiento, gestion y andlisis estadis- tico de los datos obtenidos (arqueologia cuantitativa). A continuacién, figura una serie de estudios especia- lizados cuyo objetivo consiste en establecer puentes entre ciertos segmentos de la materialidad arqueolé- ica y las conductas humanas factores naturales responsables de aquéllos (arqueologfa de la muerte, arqueologia del paisaje, tafonomia, paleoeconomta). Por ultimo, podria hacerse mencién a un tercer Ambito, no clasificable en ninguno de los anteriores pero relacionado con todos ellos, que se ocupa de la exposicién piiblica de los resultados y de todo el corolario de implicaciones politicas, profesionales, educacionales e ideologicas derivadas del desarrollo de la labor arqueolégica en el contexto de la sociedad actual (arqueologia patrimonial, museistica, didietica de la arqueologia). En lineas generales y siguiendo este u otro orden expositivo, éta suele ser la forma dual (teoria interpretativa y prictica empirica) en que se presenta la estructura de la diseiplina arqueolégica. Ya hemos sefialado que, en lo que a teorfa se refiere, ésta tiende a quedar relegada al momento de la interpretacién de los datos empiricos. Dado que la adopeién por parte de cada investigador/a de las teorfas de donde se derivan las interpretaciones puede depender, en buena medida, de factores tales como las. preferencias politicas, las “modas” intelectuales o la propia subje- tividad individual, el resultado ha sido la formacién de diversas “corrientes” o “escuelas", casi siempre irreconciliables debido a lo aparentemente arbitrario de las posiciones de partida. La relacién entre las esferas tedrica y empirica se entiende desde la idea, ampliamente extendida, de que cuenta 108, Jas teorias generales acttian como acicate para la Investigacion prictica. De este modo se explica el desarrollo, ciertamente espectacular en los tltimos decenios, de determinados métodos de anilisis. Asi, por ejemplo, el interés en el conocimiento de variables econdmicas y ecol6gicas del pasado no es ajeno al creciente ntimero de andlisis sobre restos faunisticos y botdnicos. Sin embargo, también es cierto que en btras ocasiones son los avances independientes en el conocimiento de las propiedades y transformaciones de la materia a cargo de las ciencias naturales quienes abren nuevas perspectivas para el conocimiento de los objetos arqueolégicos. En suma, es posible sostener que la concepeién mas usual sobre la estructura del saber arqueolégico hace referencia a un componente empirico-metodoligico, ‘a alimentado por iniciativa teérica propia o al amparo de avances técnicos auténomos, el cual es coronado con mayor © menor fortuna por un relate interpretativo (hermenéutico) derivado de la teoria social adoptada. Como hemos seftalado, no se trata de dos esferas estancas, pero, a nuestro juicio, su ajuste no resulta el adecuado. De dénde proviene esta insatisfaccién? Fundamentalmente, de comprobar que esta estructura de investigacién ha producido hasta el momento actual un enorme volumen de datos de calidad discutible y, en cualquier caso, desigual, sobre Jos cuales se superpone, por utilizar una imagen familiar, una sucesion de “estratos interpretativos” los cuales, vistos en conjunto, pueden ser calificados como variaciones mas que como avances, por la sencilla razén de que sélo suelen convencer a quienes ya estaban_convencidos/as de la propia teoria social previa. Posiblemente, ello se debe a que, pese a que las teorias globales de partida pueden estimular el desarrollo de ciertas ramas de la investigacién empt rica, no se ha generado una verdadera teoria arqueo- ogica, entendida como un entramado de conceptos y criterios especificamente arqueolégicos destinado a la ordenacién de los objetos materiales y al estableci- miento de claves inequivocas de signilicacién La soluciGn a esta problematica requiere nuevas propuestas, cuya elaboracién no descuidamos? En lo ‘que se refiere al interés del presente trabajo, destinado a analizar algunos de los sistemas de conocimiento arqueolégico puestos en préctica hasta la actualidad, consideramos oportuno realizar un enfoque distinto a los habituales. Por norma general, los estados de la cuestidn sobre los debates tedricos o las historias del pensamiento y la prictica arqueolégica clasifican corrientes, escuelas o autores y tratan de establecer sus filiaciones, influencias, las circunstancias que rodea- ron sus momentos de mayor vigencia y las razones que explican su pérdida de importancia, Entre los trabajos mas notables y recomendables cabe citar los de Daniel (1977-orig. 1960, 1984-orig. 1967 y 1987-orig. 1975), ‘Trigger (1992-orig, 1989), Schnapp (1980, 1993) y 2. Los firmantes de este wabajo patticipamos, en el marco de un colectivo de trabajo mss amplio al lado de P. V. Castro, TT. Escoriea, S, Gili, C. Ribuete, R. Risch y M" E, Sanahuja Vl, en la elaboracién de una propuesta arqueologica orientada solventar esta inadecuacién (Castro etl, 1996a, b). Bahn (1996), que destacan por una encomiable eru- dicién y una amplia visién expositiva, Estas obras, y otras de similar cardcter, resultan ‘tiles a la hora de situar en su contexto hist6rico determinados plantea- mientos, de tomar contacto con las figuras de quienes realizaron contribuciones relevantes o bien de hacerse tuna idea de los términos en torno a los cuales giraron los debates y controversias de mayor eco. Sin embargo, con frecuencia se sittian en un plano mas narrative (crénica) que analitico y explicativo; ademas, tienden a sobredimensionar diferencias que tan sélo ataien a ciertos componentes de un sistema de pensamiento con el objetivo de enfatizar la distincién entre corrientes © autori Por nuestra parte, no abordaremos el tema de la teoria arqueol6gica desde Ia exposicién de las diversas opciones a nivel interpretativo ni de su sucesién en el tiempo, sino que trataremos la cuestién desde diferen- tes planos de andlisis que recogen las Iineas basicas que definen la arqueologia como sistema de conoci miento. Primero, cuestiones de ontologia y metodolo- ia empirica, es decir, cuales son las formas de organizar la materialidad arqueolégica previamente a generar un conocimiento social sobre ella, En segundo lugar, cuestiones de epistemologfa, 0 sea, cuales son las formas mediante las cuales se obtiene dicho conocimiento, Ios limites del mismo y el polimorlismo de los resultados obtenidos. Finaimente, el tercer plano de anélisis concierne a la expresién piiblica del saber arqueol6gico, 0, en otras palabras, a su papel social y politico en determinados momentos y situa- clones hist6rieas. En principio, la consideracién de estos tres planos permitira situar en su lugar correspondiente las afinidades o las rupturas entre propuestas y decidir con mayor conocimiento de causa las afinidades 0 las divergencias entre planteamientos. Sin embargo, la verdadera utilidad de este ejercicio no deberfa residir en la posibilidad de conseguir una guia mds ajustada para la mera clasificacién de autorias y escuclas. La Clasificacién, por sf misma, es una labor estéril, ya la apliquemos al mundo de los objetos 0 al de las ideas. En el fondo, buseamos aprehender los fundamentos conceptuales en torno a los cuales se articula la totalidad del trabajo arqueolégico (no solamente aquellos que rigen el momento de la interpretacién), para posteriormente detectar logros y carencias y igerir posibles vias de avance. El examen critico de tales fundamentos conceptuales, que slo merecen ser atendidos en Ia medida en que se traducen en soluciones practicas, interesa a la teoria arqueol6gica. Desde el mismo momento en que se ordena, clasifica © agrupa los objetos materiales con la finalidad de obtener el conocimiento de las causa 0 la raz6n social que los produjo o gestions, interviene la teorfa, porque todo ello supone e implica la préctica de una reflexién que conduce a decisiones concretas. De esta forma, contemplamos la labor tedrica como un lugar donde 3. Una aproximacién similar Ia esbozada en estes Lineas es ln avanzada por Gandara (1982) con su concepto de "posicion tedrica’, ef cual recogia la conveniencia de considerar diferentes planos teérico-metodolégicos a la hora de evalar cualquier propuesta arqueologica. se conforman programas practicos respecto a los tres, planos sefialados mas arriba (ontoldgico, epistemolégico y social) y donde, ademas, se trata de establecer los nexos de correspondencia entre dichos planos. Por contra, una “arqueologia tedrica” enten- dida como campo de estudio especializaco en presen- tar la crénica de las ideas interpretativas sobre el pasado humano o tinicamente en proponer posibles variantes interpretativas, resulta poco deseable En esta primera entrega analizaremos el conjunto deestrategias englobadas bajo la denominacién amplia de “arqueologia tradicional”, dentro de la cual se discierne una opeién afin al evolucionismo del siglo y una segunda correspondiente a la “arqueologia hist6rico-cultural”, Esta decisidn inicial obedece sim- plemente a la necesidad de establecer un punto de partida, sin que ello suponga que demos por sentado 4 prior’ que bajo dichas etiquetas existe una unidad sin fisuras radicalmente diferente a otras “escuela: reconocidas, como las arqueologias procesuales, mar: xistas y postmodernas, de las que nos ocuparemos en. futuras publicaciones. 1. De la materialidad social (objetos arqueolégicos) al establecimiento de edades y culturas (objeto de estudio u objeto de razén) En este primer apartado nos centraremos en el examen de las cuestiones relativas al primer paso que debe emprenderse desde cualquier estrategia de cono- cimiento empfrico: a delimitacion y ordenaci6n de las manifestaciones que le son propias; en otros términos, se trata de establecer el qué, la cosa, el objeto de estudio. Bl establecimiento del gué plantea una serie de exigencias y requiere una serie de pasos, un edmo, A continuacion, analizaremos dos de las formas tradicionales de mayor éxito para el establecimiento del objeto de estudio arqueolégico: Ia definicién de edades y de culturas. No obstante, antes de emprender este andlisis vale Ia pena remontarnos hasta la ins tauracién de las propias condiciones de posibilidad de tun conocimiento sobre el pasado humano basado en el estudio de sus restos materiales. 1.1. El nacimiento de la arqueologia como objeto de saber. Las condiciones sociales e intelectuales de la formacion del conocimiento arqueolégico Las crénicas sobre la historia de la arqueologia se inician invariablemente con un capitulo introductorio dedicado a los primeros personajes que mostraron interés o gusto por los objetos antiguos. Tales perso- najes proliferaron especialmente en Europa a partir del Renacimiento y reciben el nombre de anticuarios y dilettanti, expresando en unos casos su interés por lo antiguo y, en otros, el goce que la satisfaccién de dicho interés producia en ellos, Sin embargo, es en el amplio movimiento social € intelectual de la Hustracién desde donde mejor pode- 109 mos entender la aparicién del concepto de lo arque logico que perdura hasta la actualidad. Durante la segunda mitad del siglo xvi se produjeron profundos cambios politicos como causa y como consecuencia de la Revolucion Francesa. Tales cambios también acontecieron en el dominio filos6fico y cientflico. Las ideas que abanderan esta honda transformacién inte lectual sealan que el mundo real (la naturaleza y la sociedad) puede ser conocido cientificamente median- te el uso de Ia razon y la experiencia directa. De esta conviccién trasciende que el conocimiento adquirido puede servir para una mejora del bienestar social, ya sea favoreciendo un desarrollo tecnolégico que per- mita el control de la naturaleza y, por consiguiente, ‘una comoda satisfaccion de las necesidades materiales humanas, ya sea introduciendo nuevas formas de convivencia social que permitan superar injusticias y desigualdades (el anhelo de Liberté, Egalité, Fraternité) En suma, este programa involucra a la ciencia en un ideal emancipatorio plasmado en la idea de progreso universal (al menos, en principio). Las ideas ilustradas defendian que la naturaleza y capacidades humanas se regian universalmente por similares principios, aunque ello no eximia de la existencia de desarrollos sociales diferentes, algunos de los cuales se encontraban mas “avanzados” que otros. Rastreamos en ello el fermento del pensamiento evolucionista. De este enunciado se derivaron im- plicaciones politicas revolucionarias, como el princi pio de la igualdad de todos los seres humanos, y otras no tanto (aunque fueran también de indudable reper- cusién politica), tales como la doctrina que propug- naba la necesidad de “modernizar” o de hacer llegar el "progreso” a las sociedades que, segtin la percepcién occidental, se habrian quedado “paralizadas” en algtin lugar de ta evolucion humana (k rimitivos”, “salvajes” 0 "pueblos en vias de desarrollo”) Entre otras muchas cosas, la reflexién filoséfico- politica ilustrada procuré dos expectativas, cuya imbricacion posterior iba a desempenar un. papel importante en a configuracion de las primeros esquemas conceptuales de la arqueologia académica. En primer lugar, Ia revaloracion de las formulas politico-juridicas grecorromanas clisicas y la expre- siGn estética que las acompaié, incrementé 1a deseabilidad de sus testimonios materiales. Ello con- virtié su busqueda en una actividad atractiva para ciertas élites sociales, en especial aquellas que apre- ciaban cl conocimiento cosmopolita o la erudicién sobre materias especificas poco corrientes como signo de distincién. En esta linea se encuadra el anticuarismo, que se orienté fundamentalmente al coleccionismo de piezas artisticas de la antigtiedad greco-latina, cuyos valores estéticos reivindicé la ideologia renacentista de los siglosxv yxu1y, posteriormente, el neoclasicismo ilustrado. La aficién anticuarista se dedicaba a levan- tar acta de los monuments y artefactos de un pasado cuyo armazin partia de los testimonios escritos y que, en consecuencia, subordinaba a estos altimos la significacién de Tos hallazgos materiales. La obra de J. Winckelmann, Historia del Arte de fa Antigiiedad, publicada en 1764 y calificada por muchos como el “acta de nacimiento de la arqueologia” (BiaNci Banpivettt 1982: 17), representa la culminacion de la tradicion anticuarista europea. 10 En segundo lugar, el proyecto politico ilustrado enunciaba que Ia consecucién de un mayor bienestar social requeria el establecimiento de los Factores y causas que gobernaban la forma y el devenir humano, a Imagen del conocimiento en las ciencias naturales. Esta conviecién iba a abrir a la investigacién cl estudio de todo lo humano desde las miiltiples facetas en que se reconoce como tal, Una de estas facetas, subrayada ademas como de las més importantes, son sus obras materiales. En este sentido, la dimensién temporal, el pasado, se consideré relevante para permitir la com- prensién de dichas obras. Con ello, el interés culto por los objetos antiguos dejara de ser exclusivo de las obras de arte grecolatinas, para extenderse a cualquier realizacién humana, Ademés, con el dominio de la clase burguesa se produjo, como sefala Carandini (1984: 86), una creciente toma de interés respecto a la recogida y exposicién de productos utilitarios, en parte quizés porque la rapidez de la innovacién tecnoligica y la fugacidad de las modas los condena a ser effmeros y a “envejecer” con gran rapidez. Sin embargo, mas que una ampliacién del rango de objetos interesantes per se, este cambio de perspectiva se acompaiia de un pliegue conceptual que concierne a objetivos y métodos. Materia y tiempo, he aqui los ingredientes para la constitucién de un saber social que se instituiré como arqueologia a lo largo del siglo EI nacimiento de Ja arqueologia supuso la incor- poracién de una nueva dimensién social a los objetos, sin que ello haya implicado la eliminacién de otras de estas dimensiones. A cudles nos referimos? El objeto antiguo puede poseer un valor utilitario, debido a su propia condicién fisica, y, en ocasiones, tambi un valor de cambio 0 mercantil como consecuencia de su puesta en juego en el marco de un sistema ‘monetarista. El valor utilitario se pone de manifiesto por la préctica frecuente de reutilizaciones, normal- mente a propdsito de los materiales mas duraderos, como la piedra; asf, por ejemplo, la extraccién de materiales constructivos de las ruinas de edifica: antiguas para la construccién de nuevas estructuras (ortostatos procedentes de tumbas megaliticas, sillares de murallas romanas, etc.). Tales materiales pueden entrar en circuitos econémicos de forma que les sea asignado un determinado valor monetatio. En. otros casos, el valor de uso consiste precisamente en obrar directamente como medio de cambio. Nos referimos a las joyas 0 metales preciosos, cuya obtencién ha animado la biisqueda de tesoros en casi todo el mundo. Ambas facetas funcionales, utilitaria v de cambio, ha sido parcialmente responsables de lo que hoy en dia identificamos en el registro arqueolégico como “sa- queos” o “violaciones”. Adicionalmente, resulta posi- ble identificar un tercer valor que puede calificarse como ideolégico-subjetivo; es decir, la consideracién del objeto antiguo como referente estético, artistico religioso en determinadas épocas y lugares (cultos druidas en monumentos megaliticos, el culto cristiano a las reliquias de santos, el diletantismo renacentista, el gusto anticuarista). Desde esta perspectiva, el nacimiento de la arqueo- logia inaugura un cuarto valor, esta vez intelect Vineulado al logro, mediante procedimientos rigurosos y comunicables, de un conocimiento sobre quienes fabricaron y utilizaron el objeto en el pasado. Poco a poco, los textos arqueolégicos fueron expresando salidas alternativas a la vision del mundo como obra- de-arte. A partir del siglo xrx la arqueologfa se definira como disciplina humanista con un objeto de estudio propio y métodos y lenguajes especificos, calificados ahora como “cientificos'”, ya que la ciencia se proponia como el tinico modelo capaz de explicar el mundo y de servirse de él. Se crea asi un objeto de razén, el pasado humano, y un campo de investigaciones que se deriva de él: conocer el desarrollo humano, sus causas y consecuencias, a través de sus obras mate- riales [As pues, en sintonfa con los ideales ilustrados los objetos antiguos comenzaron a ser considerados elementos aptos para la obtencién de un saber general sobre la humanidad, si bien nunca se ha abandonado el gusto por las “curiosidades” o el goce de las obras consideradas estéticamente bellas, Sin embargo, la estructura de los nuevos saberes no iba a ser ajena a los condicionantes que imponfa la base material de las sociedades que creyeron oportuno generarlos, Es, cierto que la formacién del “buen gusto” de una minoria selecta dejé de ser el tinico objetivo en la preocupacién (ahora “cientifica’) por los objetos del pasado. Sin embargo, las contradicciones en la propia estructura socio-econémica de los estados burgueses ceuropeos iba pronto a traducirse en una controversia de concepto y método en la naciente arqueologia ge6mo conjugar el universalismo humanista de la Tlustracién con el nacionalismo localista de tintes romanticistas impuesto por Ia fuerza de las fronteras y de los potentes mercados internos? En efecto, al entusiasmo ilustrado en la fe de un conocimiento emancipador iba a sobreponerse la exigencia de disefiar una gencalogia para las poblaciones de los, nuevos estados europeos. Los. discursos historicos, sobre la posesién de un pasado comtin se asocian intimamente a aquellos de tipo politico que sostienen el derecho y la necesidad de contar con unas deter- minadas fronteras. "Educar al pueblo” en una idea romantica de esencia 0 espiritu colectivos supuso la conservacién de componentes tradicionales en un mundo rural todavia no alterado por la industrializa- cin capitalista (etnograffa, folklore) y, mas alld, la biisqueda de elementos situados entre la leyenda y el olvido que, bajo el “suelo patrio", darian fe del caracter supuestamente irreductible de los pobladores actuales. Esta circunstancia constituyé un impulso innegable para el desarrollo cientifico e institucional de la arqueologfa, puesto que no hay que olvidar la inau- guracién paralela de_museos nacionales, en cuyas colecciones se incluirin tanto piezas locales como procedentes del extranjero. Los inspiraba una doble pretensién: trazar las raices de un pasado propio y manifestar la volintad de una expansién imperialista Tograda en unos casos y deseada en otros. ‘Todo ello se tradujo en un potenciamiento a nivel institucional. A la mencionada creacién de museos, hay que aftadir la de sociedades de estudios y cétedras, universitarias. La arqueologia de las épocas estudiadas era captada con admiracion y estimada segin sus descubrimientos, Esta situacién historica gener6 en la conciencia de los arquedlogos una necesidad por descubrir “cosas", ya que ello facilitabaaleanzar fortuna y trascendencia. Por otro lado, provocé un atin por atesorar Ios hallazgos con el fin de asegurar la privacidad de tales deseos. Se generaron cétedras competitivas y “escuelas” nacionales también en com- petencia, hecho que favorecié situaciones de aiskamien- to y falta de comunicacién que, posiblemente, fueron las causantes del lento desarrollo de los lenguajes metodologfas disciplinares, asi como de su falta de homogeneidad, Recapitulando acerca de las razones intelectuales y socio-politicas que rodearon el nacimiento de la arqueologfa, podemos sefialar los siguientes enuncia- dos: 1. Los seres humanos* pueden ser conocidos por sus, obras; de ahi que sus logros materiales puedan constituir una via valida para dicho conocimiento. Esta premisa epistemolégica de nivel general permitira la elaboracién de un entramado conceptual mas comple je, que trataremos de sintetizar a lo largo de este trabajo. 2. El estudio racional del pasado humano permite extraer ensefianzas iitiles para Ia organizacién de la convivencia en el presente. Los nuevos usos del conocimiento del pasado podian apuntar a varias direcciones. a) Legitimizar el orden juridico-politico burgués en su conjunto por medio de la biisqueda de sus precedentes en el esplendor clasico grecorromano, En este aspecto, subyace la pretensién de trazar una linea de continuidad con una época contemplada positiva- mente como de racionalidad politica, expansién eco- némica (imperios comerciales) y desarrollo del arte y la filosofia, De abt el interés por la investigacién de las altas civilizaciones e imperios europeos y, més alli, de los supuestos precedentes orientales de los mismos. b) Legitimizar las aspiraciones de las burguesias nacionales por medio de la elaboracion de historias patrias. Este factor constituyé el reverso del pensa- miento burgués. Si, de una parte, éste es cosmopolita por vocacién intelectual (pensamiento ilustrado) y por conveniencia econémica (el mundo esté por explorar y por explotar), de otra es nacionalista por necesidad politico-econémica (la formacién del estado/mercado nacional fue un prerrequisito para la consolidacién de la clase capitalista y su expansién posterior) y, en consecuencia, por ideologia (el ideal roméntico como antesala de la doctrina nacionalista). 1.2. La constitucién del objeto de estudio. Obtencién y estructuracién del registro empirico Se suele admitir que la especificidad de la arqueo- logia respecto a otras disciplinas sociales radica en su fuente de informacin, los objetos materiales, frente alos textos escritos dela historia olos discursos orales, 4. “EI Hombre" segin divfan los contempordineos de los siglos xn y xis y buena parte de loslas profestonales actules, Mas adelante nos referiremos a la ocultacién del papel de las mujeres en la prehistoria, muy comin en las investigaciones arqueolégicas. ut las prcticas y las conductas observables de la antropologia, sociologia y psicologia. Esta especifici dad del universo empirico que la arqueologia reconoce como propio impone una metodologia especifica Hablar o escribir sobre el pasado que estos objetos supuestamente representan requiere la realizacion de una serie de operaciones previas sobre éstos. En otras, disciplinas sociales, la linealidad de los discursos escritos y hablados, asi como el conocimiento. de eédigos gramaticales y de claves de significacion, conceden la confianza necesaria para abordar de modo directo el andlisis de la estructura formal y/o de los contenidos de dichos discursos, lo cual permite generar un saber sobre los individuos 0 grupos significados en la narracién. Asi, en los estudios histéricos, sociolégicos 0 antropoldgicos, se asume que la accién consciente del/de Ia autor/a del texto delide la emisor/a de fonemas garantiza la unidad de lo percibido (“obra”, “documento”, "declaracién") y del significado transmitido. Ademas, se asume tam- ign que esta unidad mantiene una relacién de continuidad con nuestro entendimiento y nuestros medios de expresion, En suma, las premisas de la tunidad del objeto analizado y de la contimuidad del sentido entre éste y ella analista proporcionan las condiciones de posibilidad para la elaboracién de explicaciones 0 interpretaciones sobre Io social. En cambio, en arqueologia tales premisas no estan aseguradas por la sucesién de signos legibles en los limites de un papel o comprensibles en la vor de wn/ a informante. Resulta necesario construir un medio inteligible a partir de los elementos materiales tridi- mensionales que proporciona el trabajo de campo. Ello, supone categorizar y ordenar cronolégicamente la materialidad arqueol6gica como paso previo a la generacién de un saber sobre el pasado, Los primeros criterios que han de respetarse son las coordenadas espacio-temporales. La delinicién de tipos artefactuales, Ja biisqueda de la dimensién temporal de los mismos y el establecimiento de entidades de agrupacién ‘material con sentido hist6rico-social (edades, periodos co culturas) constituyen operaciones insoslayables para cualquier intento de inferencia, reconstruccién 0 explicacién, aumque en ciertos casos la labor de la arqueologia se haya agotado en ellas. Nos encontra- ‘mos, pues, ante cuestiones de indole ontolégica, ya que tales operaciones se orientan a Ia constitucién y delimitacién del objeto de estudio, de lo arqueolégico propiamente dicho, Adicionalmente, las manifestaciones no verbales que maneja la arqueologia han sido metaforizadas (es decir, se han aplicado ciertos objetos de razén sobre determinados conjuntos de objetos materiales), antes de generar un conocimiento sobre ellos y el pasado que supuestamente testimonian, La historia de la arqueologia ha asistido a la elaboracién de varias de dichas metaforas: el registro como mundo de identi- dades mentales en la Hamada “arqueologia hist6rico- cultural”, como espejo o reflejo de realidades pragmé- ticas segtin los enfoques procesuales y, recientemenie, como texto susceptible de multiples lecturas a la hiz del sentir “postmoderno”. Cada una de estas imagenes puede conllevar diferentes actitudes te6rico-metodo: logicas, diferencias que se hallan en el fondo de 112 muchas de las discusiones en torno al quehacer arqueol6gico. En este trabajo, nos centraremos fun- damentalmente en la que gira en torno a la definicion de las culturas arqueolégicas tradicionales, a nuestro juicio Ia principal estrategia metodolégica que ha ideado Ia diseiplina hasta la fecha. La solucién histérico-cultural ha sido la mas exitosa, pero no fue la primera. Este lugar corresponde a la “arqueologia de las Tres Edades". Fue propuesta en un momento en que las teorias evolucionistas proporcionaban una sélida base para las nacientes iniciativas cientificas a comienzos del siglo x1x. En la préctica arqueolégica de esta época cabe sefialar, como punto en comin con las ciencias de la natura leza, un alan cada vez mas explicito por nominar los fendmenos estudiados. Tras examinar los hallazgos de los fondos de los muscos 0 de las vitrinas de las colecciones particulares, ciertos individuos comenza- ron a generar una importante masa de términos especificos que distinguieran su tarea del conjunto de las disciplinas que atesoraban informacién. En 1819, C. Thomsen, conservador del Museo Nacional de Copenhague, dio a conocer la primera sistematizacién cronolégica de materiales prehistoricos. En ella se organizaba el fondo material existente segtin el criterio de la materia prima predominante en cada conjunto material, formulindose la famosa periodizacién de las ‘Tres Edades: Piedra, Bronce y Hierro. El orden de esta sucesién no fue en modo alguno arbitrario, La teorfa ilustrada ya habia propiciado el campo para la ordenacién cronolégica del pasado humano. Autores como Montesquieu, Voltaire, Turgot, Smith © Ferguson propusieron en su dia modelos evolutivos de las formas sociales que poseian un trasfondo tecnolégico como el que subyacia en la propuesta de Thomsen (Meek 1981), Precedentes de este tipo de ordenacién pueden remontarse hasta la antigtiedad clisica con autores como Lucrecio, No obstante, lo verdaderamente relevante de la periodizacién del autor danés reside en el hecho de que estuviese basada en criterios estrictamente ar- queolégicos, tales como la consideracién de los contextos de procedencia de los objetos (fundamen- talmente la presencia de asociaciones en hallazgos cerrados) 0 la elaboracién de inferencias cronolégicas a partir de criterios de seriacidn estilistica de los propios objetos (Grastunn 1987: 17-29, Tracer 1992: 78-82). La clasificacién de Thomsen supuso en su dia Ja demostracién de que los datos arqueolégicos podian ser ordenados cronolégicamente sin acudir a la documentacién escrita y su éxito ha sido tal que, aunque bajo la forma de esquema genérico, se ha mantenido como base de la periodizacion de la prehistoria hasta nuestros dfas. En conexién con la teorfa de la unidad psiquica humana a la que ya hemos hecho mencién, el esquema de Thomsen mantenfa aspiraciones de aplicabilidad universal. Con todo, la arqueologia de las Tres Edades no aporté una nueva concepcién de la duracién del pasado humano, que, por aquel entonces, la “cronologia corta” de las referencias biblicas abarcaba en su integridad mérito de haber mostrado la gran antigtiedad del género humano correspondi6 pocos afios mas tarde a los trabajos de Boucher de Perthes, entre otros. Los vances en otras ramas del mundo cientifico facilita ron este hecho. En particular, el triunfo del uniformitarismo en geologia sobre las concepeiones catastrofistas permitié suponer que los tiempos en que los seres humanos comenzaron a habitar la Tierra deberian estar més alejados de lo que la tradicién biblica del Diluvio hacia pensar. El esquema de las ‘Tres Edades fue matizado mediante la subdivision de sus estadios, en especial la Edad de Piedra: Paleolitico, Neolitico y Mesolitico, ‘a su ver pronto divididos en subperiodos. Cada una de estas épocas se caracterizaba por unos determina dos tipos de objetos. Estos fueron considerados a la luz del principio evolucionista que seniala la progresién desde las formas simples a las complejas. Asi, los objetos o estilos mas elaborados corresponderian a épocas cada vez mas recientes. De la misma forma que los tipos, se suponia que las sociedades que los fabricaron debieron haber pasado desde formas sim- ples de organizacién a otras mas complejas. En este sentido, las formulaciones de la antropologia evo- ucionista, con sus secuencias de salvajismo, barbaric y civilizacién fueron muy bien acogidas para el estudio del pasado. A ello se une la pretension de universalidad y unilinealidad del esquema de las Tres Edades. En funcién de dicha pretensién, se suponia que las sociedadles aciuales habian o deberan haber pasado por los mismos estadios evolutivos. BI trnsito de uno a otro obedecia a la realizacién de innovaciones tecnolégicas propias o bien transmitidas entre los, grupos humanos por distintos mecanismos Detengimonos con mas detalle a considerar la realidad arqueolégica que sustentaba la arqueologia de Jas Tres Edades. En primer lugar, los objetos eran clasificados en tipos. La definicién de tipos implica la toma de decisiones sobre la ordenacién de los objetos; es decir, implica establecer dénde acaba lo similar y donde comienza lo diferente, atendiendo a la aplica- cién de determinados criterios de relevancia que, en el caso que nos ocupa, eran de orden tecnologico (materia prima) y estilistico (morfologfa). Asi pues, la tipologizacién de los objetos se revela como el paso previo y fundamental que hace inteligible la diversidad de lo observable. En los inicios de la arqueologia, la Lipologizacién cumplia por si sola casi todos los objetivos de Ia investigacién. El tipo era, al tiempo, indicador cronolégico ¢ indicador de desarrollo tecno- logico y social, La clasificacion de los objetos tena como fin comprobar el orden seriado de su comple- jidad técnica, lo cual permitia dar cuenta de su temporalidad y, a la vez, obtener la clave para inferir el medio social en que fueron producidos y utilizados.* La creacién y nominacién de agrupaciones de elementos discretos que comparten rasgos comunes constituye una estrategia usual en cualquier disciplina cientilica. Sila ciencia, por definicién, aspira a obtener 5, El fumdamento evolicionista que subyace en el método arqueologico de la seriaciéntipolégica puede ser dicho més alto, pero no més claro que como lo hizo M. Almagro Basch (1985: T0111) “Edicha metodo) .. parte de la fijacion de la sucesiva ‘evolucién de as Formas. eatin este principio, todo itil elemento decorative se desarvolla por grads , a base de fijar su evolucién fscendente 0 descendente, se pueden reconstruir las etspas ‘cronaldgicas o culiarales por él representadas” conocimientos generates, la agrupacién en tipos, es pecies, clases, drdenes, etc, constituye el primer paso para clevarse por encima de la singularidad de los fenémenos individuales. Aunque sea f4cil advertir que al establecer tipos se relevan ciertas dimensiones 0 atributos de las manifestaciones empfricas en detri- mento de su diversidad, ello no debe tomarse nece- sariamente como un obsticulo para su conocimiento, Al contrario, consideramos que la operacién “relevan- cia-agrupacién’” constituye mas bien la (pre-)condicion para cualquier proyecto cognoscitivo. ¢En qué se fundamenta esta conviceién? Es sabido que una misma relacion social (por ejemplo, el estado o la familia nuclear) puede expre sarse materialmente de manera polimorfa. A su vez, la similitud entre determinados elementos materiales no garantiza que hayan sido producidos en el seno de relaciones sociales similares. Lo mismo ocurre si la relacién pretendida es simplemente cronolégica 0 espacial. Ambas consideraciones se antojan ahora de sentido comin, Sin embargo, lo decisivo estriba en que a posibilidad misma de plantear la existencia de ‘cualquier relacién depende siempre de la observaci6n de una semejanza, analogia, identidad o recurrencia en las manifestaciones empiricas, Podemos clasificar en dos grupos las teorias filo- séficas que se sirven de este argumento, En primer Iugar, las teorias de la socializacion, aprendizaje 0 aculturaci6n (teorfas de la continuidad) capaces de dar sentido a una o varias agrupaciones de elementos empiricos por referencia a un factor determinante (por ejemplo, el empleo recurrente de los artefactos tenedor y cuchillo en la mesa en Europa occidental, como signo de aculturacién consensuada socialmente). En segun- do lugar, las teorfas del poder, de la explotacién 0 de Ia competicién (teorias de la discontinuidad), que requieren como minimo dos de tales agrupaciones cempiricas para significar la realidad a que pertenecen (por ejemplo, explotadores y explotados segin la dialéctica de la lucha de clases marxista). Si, por contra, rechazamos la posibilidad de agrupacién, es decir, nos decidimos por aceptar la singularidad tinica de cada fendmeno (heterogencidad radical), nos encon- traremos huérfanos de teorfas explicativas. La difere cia, la heterogeneidad y Ia multiplicidad sélo pueden ser explicadas una vez haya sido posible la identifi- cacién de uno més factores comunes. De no hallar ninguno, cada singularidad seré descartada de la eventual explicacién o entrar en ella como una entidad del mismo nivel gue la unidad definida por factores comunes. De todo ello se extrae que la diferencia es pensada cen cuanto a la semejanza (la exige), mientras que la semejanza no exige necesariamente la diferencia. Con otras palabras, Ia diferencia cobra sentido cuando previamente se ha definido Ia semejanza. Por tal motivo, la investigacién suele partir de las regularid des y recurrencias, independientemente de la teor social que inspire las explicaciones o interpretaciones finales. En arqueologfa, el problema estriba en avel guar cémo dichas unidades configuradas a partir de semejanzas o singularidades fenomenolégicas se c rresponden con unas supuestas relaciones hurman Por ello, el objetivo principal de la teoria arqueolégica 113 ha residido y reside todavia en formular una ordena. cin de as manifestaciones materiales que resulte compatible con una teorfa social general explicativa de las mismas. ‘As{ pues, cabe sefalar el acierto o la conveniencia que supuso la estructuracién del registro arqueolégico en lipos, Sin embargo, la empresa de proporcionar una

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