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El Profesor Suplente - Plan Lector
El Profesor Suplente - Plan Lector
podra ser una conviccin y, ofuscado por tanto tiempo perdido, se lanz
al colegio. Con el movimiento aument el coraje. Al divisar la verja
asumi el aire profundo y atareado de un hombre de negocios. Se
dispona a cruzarla cuando, al levantar la vista, distingui al lado del
portero a un cnclave de hombres canosos y ensotanados que lo
espiaban, inquietos. Esta inesperada composicin -que le record a los
jurados de su infancia- fue suficiente para desatar una profusin de
reflejos de defensa y, virando con rapidez, se escap hacia la avenida.
A los veinte pasos se dio cuenta de que alguien lo segua. Una voz sonaba
a sus espaldas. Era el portero.
-Por favor -deca- No es usted el seor Palomino, el nuevo profesor de
historia? Los hermanos lo estn esperando. Matas se volvi, rojo de ira.
-Yo soy cobrador! -contest brutalmente, como si hubiera sido vctima
de alguna vergonzosa confusin.
El portero le pidi excusas y se retir. Matas prosigui su camino, lleg
a la avenida, torci al parque, anduvo sin rumbo entre la gente que iba
de compras, se resbal en un sardinel, estuvo a punto de derribar a un
ciego y cay finalmente en una banca, abochornado, entorpecido, como
si tuviera un queso por cerebro.
Cuando los nios que salan del colegio comenzaron a retozar a su
alrededor, despert de su letargo. Confundido an, bajo la impresin de
haber sido objeto de una humillante estafa, se incorpor y tom el camino
de su casa. Inconscientemente eligi una ruta llena de meandros. Se
distraa. La realidad se le escapaba por todas las fisuras de su
imaginacin. Pensaba que algn da sera millonario por un golpe de azar.
Solamente cuando lleg a la quinta y vio que su mujer lo esperaba en la
puerta del departamento, con el delantal amarrado a su cintura, tom
conciencia de su enorme frustracin. No obstante se repuso, tent una
sonrisa y se aprest a recibir a su mujer, que ya corra por el pasillo con
los brazos abiertos.
-Qu tal te ha ido? Dictaste tu clase? Qu han dicho los alumnos?
-Magnfico!... Todo ha sido magnfico! -Balbuce Matas-. Me
aplaudieron! -pero al sentir los brazos de su mujer que lo enlazaban del
cuello y al ver en sus ojos, por primera vez, una llama de invencible
orgullo, inclin con violencia la cabeza y se ech desconsoladamente a
llorar.
FIN