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Disefo de interiony cublesa: RAG “Traduccién de ‘Aaa Varela Marcos Tes derechos westo en el are. 270 del Gédigo Penal, podiin ser castigadas com pnas cde mnulea y privacién dle thertad quienes reproduzcan sin l preceptiva autorizaci6e 0 plage, ce todo 0 en parte, ust obra Lieraia,aristica © ciemifica jada en ulqnioe tip de sopente Tilo original: A Brief History of neoliberaion Publicado oxiginalmente en inglés, en 2003, pot Oxioed Univer 1 Press Teaduccisn ealizada peor acverde cos Oxfose Univessty Pros © David Harvey, 2005 @ Ediciones kal, S.A. 2007 ava Tengua espaol Sector Foxssta, 28760 Tres Cantos adrid - Espa Tel 918 061 995, Fax: 918 044 028 wwrw.akal.com ISBN: 918-84-460-25177 Depésito egal: M, 22.594-2007 Impreso en Lavel, S.A, Humsnes (Mudrid) Breve historia del Neoliberalismo David Harvey -kel- Introduccién No seria de extrafiar que los historiadores del futuro vieran les afios compren- didos entre 1978 y 1980 como un punto de inflexién revolucionario en la historia social y econémica del mundo. En 1978 Deng Xiaoping emprendié los primeros pa- sos decisivos hacia la liberalizacién de una economia comunista en un pais que in- tegra la quinta parte de la poblacién mundial. En el plazo de dos décadas, el caini- no trazade por Deng iba a transformar China, un drca cerrada y atrasada del mundo, en un centro de dinamismo capitalista abierto con una tasa de crecimiento sostenido sia precedentes en la historia de la humanidad. En la costa opuesta del Pacifico, y bajo circunstancias bastante distintas, un personaje relativamente oscu- 20 (aunque ahora famoso) llamado Paul Volcker asumié el mando de la Reserve Fe- deral de estados Unidos en julio de 1979, y en pocos meses ejecuté una dedstica transformacién de la politica moneraria. A pacstir de ese momento, la Reserva Fe- deral se puso al frente de la lucha contra la inflacién, sin imporuar las posibles con- secuencias (particularmente, en lo relative al desempleo}. AL otro lado del Auiinti- co, Margaret Thatcher ya habia sido clegida primera ministea de Gran Bretafia en mayo de 1979, con el comptomiso de domefar e! poder de los sindicazos y de aca- bar con el deplorable estancamiento inflacionario en el que habia permanecido su- mido el pais durance la década anterior. Inmediatamente después, en 1980, Ronald Reagan era elegido presidente de Estados Unidos y, armado con su encanto y con su carisma personal, colocé a Estados Unidos en el rambo de la revitalizacién de su economia apoyando la acciones de Volcker en la Reserva Federal y aBadicnde su propia receta de politicas para socavar al poder de los tcabajadores, desregular la industria, la agricultura y la extraccién de recursos, y suprimir las trabas que pesa- ban sobre los poderes financieros :anto internamente como a escala mundial. A par- WROLUPEABLI SMO F tir de estos nuiltiples epicentros, los impulsos revolucionaries parecieron propagat- se y reverberar para rehacer el mundo que nos rodea bajo una imagen completa mente distinta. Las transformaciones de este alcance y profundidad no suceden de manera ac cidental, Ast pues, resulta oportuno indagar qué caminos y gué medios se utilizaron para logear atrancar esta nueva configuracién econémica ~a menudo subsumida en el término «globalizacién» de las entrafias de la vieja. Volekex, Reagan, Thatcher y Deng Xiaoping optaron por utilizar, todos ellos, discursos minoritatios que estaban en circulacién desde hacia largo tiempo y los tornaron mayoritarios {aungue en nin- grin caso sin una dilatada lucha), Reagan hizo revivir una tradicién rainotitaria en el seno del Partido Republiceno, surgida a principios de Ia década de 1960 de la mano de Barry Goldwater. Deng exa testigo del vertiginoso aumento de riqueza y de in- Aluencia experimentado por Japén, Taiwan, Hong Kong, Singapore y Corea del Sur, y paca salvaguardar y promover los intereses del Estado chino resolvié movilizar ua socialismo de mercado en lugar de la planificacién central. A su vez, tanto Volcker como Thatcher rescataron de las sombras de relativa oscuridad en que se encon- uraba una singular doctrina a la que llamaban «ncoliberalismo> y la transformaron en el principio rector de la gestion y el pensamicnto econdmicos.fiista doctrina -sus origenes, su ascenso y sus implicaciones=, constituye mi principal objeto de interés en las paginas que siguen' El neolibetalismio es, ante todo, una teoria de précticas politico-econdmicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringic el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional caractetizado por derechos de propie- dad privada fuertes, mercados libres y libertad de comerciofE! papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado pata el desarrollo de éstas pric: tivag]}Por ejemplo, tiene que garantizar la calidad y la integridad del dinero. Igual- mente, debe disponer las funciones y estructuras militares, defensivas, policiales y legales que son necesarias para ssegurar los derechos ite propiedad privada y ga- rantizar, en caso necesario mediante el uso de la fuerza, el correcto funcionamiento de los mercados. Por otro lado, cn aquellas dreas en las que no existe mercado >§. George, «A Short History of Neoliberalism, Twenty years of Elite Economies and Emerging Opportunities for Siruccural Changes, en Wi. Bello, N. Bullard, y K, Malhotra (eds.), Global Finance New Thinking on Regulating Capital Markets, Londres, Zed Books, 2000, pp.27-35; G. Duminil y D, Lévy, Capital Resurgent. Roots of the Neoliberat Revolution, Cambridge (MA}, Harvard University Press, 2004: J. Peck, «Geography and Public Poliy. Constructions of Neoltheralism», Progress ie Hi man Geography, n° 28/3, 2004, pp. 392-405; . Peck y A. «Neoliberalizing Space», Antipode XXIV, 3, 2002, pp. 380-404; P. Treanor, «Neoliberalism. Origins, Theory, Definitions. http:/Aweh intern.cet/ users/Paul. Treanor/neoliberalism him (como la tierta, el agua, la educacién, la atencién sanitaria, Ia seguridad social o Ja contaminacién medioambiental), ésse debe ser creado cuando sea necesario me- diante la accién estatal. Pero el Estado no debe aventurarse més alld de lo que pres- criban estas tareas. La intervencién estatal. en los mercados (una vez creados) debe ser ininima porque, de acuerdo con esta teoria, el Estado no puede en medo algu- ‘no obtener [a informacidn necesaria para anticiparse a las seftales del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos grupos de interés distorsionen y con- dicionen estas intervenciones estatales (en particular en los sistemas democréticos) atendiendo a su propio beneficio. [Desde la década de 1970, por todas partes hemos asistido a an dristico giro ha- cia el neoliberalismo tanto en las practicas como en el pensamiento politico-econé- mico. La destegulacién, la privatizaci6n, y el abandono por el Estado de muchas Areas de la provisién social han sido generalizadas. Practicamente todos los Estados, desde los recientemente creados tras el derrumbe de lz Unién Soviética hasta las so- ialdemocracias y los Estados del bienestar tradicionales, como Nueva Zelanda y Suecia, han abrazado en ocasiones de manera volunzaria y cn otras obedeciendo a poderosas presiones alguna versién de la teotfa neoliberal y al menos han ajustado algunas de sus politicas y de sus pricticas a tales premisaS|Sudéftica se adscribié al neoliberalismo rapidamente después del fin del epartherd e incluso le China con- temporanea, tal y como veremos més adelante, parece que se estd encaminando en esta direcci6n, Por otro lado, actualmente, los defensores de la via neoliberal ocu- pan puestos de considerable influencia en el dmbito académico (en universidades y en muchos think-tarts), en los medios de comunicacién, en las entidades finncie- ras y juntas directivas de las corporaciones, en Jas instituciones cardinales del Esta- do (como ministerios de Economia o bancos centrales) y, asiinisino, eo Jas institu- ciones internacionales que regulan el mercado y la finanzas 4 escala global, como el Fondo Monetario Internacienal (FMD), el Banco Mundial (BM) y la Organizacién Mundial del Comercio (OMC). En definitiva, el neoliberalismo se ha tornado he- gemonico como forma de discurso. Pose penetrantes efectos en Jos modos de pen- samiento, hasta el punto de que ba llegado a incorporarse a la forma naraval ea que muchos de nosotros interpretamos, vivimos y entendemos el mundo. in embargo, el proceso de’neoliberalizacién ha acarceado un acusado proceso de «destruccién creativa», no slo de los marcos y de los poderes institucionales previamente existentes (desafiando incluso las formas tradicionales de soberania es- tatal) sino también de las divisiones del trabajo, de las telaciones sociales, dle las areas de proteccién social, de las combinaciones tecnol6gicas, de las formas de yida y de pensamiento, de las actividades de reproduccién, de los vinculos con la tierra y de los habitos del coraz6n,JEn tanto que el neoliberalismo valora el intercambic del mercado como «una ética en si misma, capaz de actuar como un guia para toda la acciém humana y sustituir todas las creencias éticas anteriormente mantenidas», en- fatiza el significado de las relaciones contractuales que se estalslecen en el mercado”, Sostiene que el bien social se maximiza al: maximizar el aleance y la frecuencia de Jas transacciones comerciales y busce attaer toda la accién humana al dominio del metcado, Esto exige tecnologias de creacién de informacién y capacidad de alma- cenar, transferis, analizar y utilizar enormes bases de datos para guint la toma de de- cisiones en el mercado global.fDe ahi, ia biisqueda y el intenso interés del neolibe- ralismo en las tecnologias de la informacién (lo que ha Ilevado a algunos a proclamar la emergencia de una nueva clase de «sociedad de la informaciés»). Es- tas tecnologias han comprimido tanto en el espacio como en el tiempo la ereciente densidad de las transacciones comerciales-[Han producido una explosién particu larmente intensa de lo que en otras ocasiones he denominado «compresién espa ciotemporal», Guanto més amplia sea la escala geogtética (lo que explica él énfasis en la «globalizacién») y més cortos los plazos de los contratos mercantiles, mejor. Esta tiltima preferencia coneuerda con la famosa deseripcién de Lyotard de la con- dicién posmoderna como aquella en Ja que eh «contrato temporal» sustituye a las «instituciones permanentes en la esfera profesional, emocionat, sexual, cultural, in- ternacional y familiar, as{ como también en los asuntos politicos». Las consecuen- cias culturales del dominio de esta ética del mercado son innumerables, tal y como desctibiipreviamente en The Condition of Posmodernity. Si bien en Ja actualidad contamos con muchos andlisis generales de las transfor- maciones globales y de sus efectos, carecemos -y este es el hueco que aspira a Lle- nar este libro~ de un relato politice-econémico del origen de ta ncoliberalizacién y del modo en que ha proliferado de manera tan generalizada a escala mundial, Por otro lado, abordar esta historia desde una perspectiva critica sitve para proponer ur marco peta identificar y construir acuerdos politicos y econdmicos alternativos En los ditimos tiempos me he beneficiade de las conversaciones mantenidas con Gerard Duménil, Sam Gindin y Leo Panitch, Asimismo, arvastro deudas que vienen de mis atrds con Masao Miyoshi, Giovanai Arrighi, Patrick Bond, Cindi Katz, Neil Smith, Bertell Ollman, Maria Kaika, y Erike Swyngedouw. Una conferen- cia sobre neoliberalismo patrocinada por la Fundacién Rosa Luxemburg y celebra- da en Berlin, en noviembre de 2001, desperté mi intexés sobre el tema de este libro, 2 P Treanor, «Neoliberafism, Origins, Theory, Definition», cit. > D, Harvey, The Condition of Posimodernity, Oxford, Basil Blackwell, 1989 [ed. cast.: La condiciier de le posrvodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1998]: |-F. Lyotard, The Posmodera Conditios, Mais chester Manchester University Press, 1984, pp. 66 (ed. east: ha condicién posmodema, Madrid, Edit ciones Citedea, 1989}. Sil ally y a mis colegas y estudiantes del Programa de Antco- nterés y por el apoyo que me ban brindado. ¥, por supuesto, ab- | mundo de cualquier responsabilidad por los vesnltades, La libertad no es mas que una palabra... | Para que cualquier forme de pensamiento se convierta en dominante tiene que presentarse un aparato conceptual que sea sugerente para nuestras intuiciones, nueSti0s instintos, nuestros valores y nuestros deseos, asi como también para las po- sibilidades inherentes al mundo social que habitamos. Si esto se logra, este aparato conceptual se injerta de tal modo en el sentido comin que pasa a ser asumido como algo dado y no cuestionable. Los fundadores del pensamiento neoliberal tomaron el ideal politico de la dignidad y de [a libertad individual como pilar fundamental, que consideraron de choque quie habia sido administrada al pais en la década de 1990. La aplic cacién en China de las pricticas orientadas al mercado libre ha producido un extra- ordinario y repentino auge de las desigualdades en Ja renta y en la rigueza. La ola de privatizacién que azot México después de 1992 catapults casi de la noche a la me Hana a un reducido numero de individuos (como Carlos Slim) a la lista de Fortune de las personas més ricas del mundo. A escala global, «los paises de Europa del Este y dela CET han experimentado uno de los mayores incrementos que jamis se hayan re- gistrado {...] en desigualdad social. Los paises de !s OCDE también sufrieran enor- ©. Duménil y D. Lévy; «Neoliberal Dynamics. Towards A New Phase?» en K. van der Pijl, L. Assassi, yD. Wiga (eds ), Global Regulation, Managing Crises efter the tperiol Twen, Nueva York, Pal rave Macmillan, 2004, pp. 41-63. Véase también, «Task Force on inequality and American Democ nigy», Avieriain Democracy in an Age of Rishrg Inequality, American Political Science Associtaton (2004); T. Piketty y E. Saez, elncome Inequality in the United States, 1913-1988», Quarterly Journal of Beonnerics. 118 (2003), pp. 139. 23 {Estados Unidos —Francia— Reino Unido); { Participacisn (%) SPOOR beebeber sf eee Figura 1.3: La restauracién del poder de clase: participacién en Ja renta nacional del 0,1 por 160 mas sico en Estados Unidos, Reino Unido y Francia, 1913-1998 Fuente: Task Force on Inequality and American Democracy, Americar Dentocracy i aa Age of Rising Inequality mes incrementos de la desigualdad después de la década de 1980», mientras da dife- rencia de reata entre el 20 por 100 de Ja poblucién mundial que vive en los paises mas ticos y el 20 por 100 que vive en los mds pobres arrojaba una proporcién de 74a Len 1997, por encima del 60 a 1 en 1990 y del 30 a 1 en 1960»!4, Aunque hay excepeio- nes a esta tendencia (pues varios paises del este y del sureste:de Asia hasta el momento hhan mantenico las desigualdades en la xenta deatzo de limites razonables, como tam- bia ha ocurrido en Francia, véase figura 1.3), las evidencias indican contundente- mente que el giro neoliberal se encuentra en cierto modo, y en cierta medida, ligado ala restauracién o a Ja reconstruccisn del poder de las elites econdmicas. Por lo tanto, la neoliberalizacién puede ser interpretada bien como ua proyecto sutipico con la finalidad de realizar un disctio teérico para la reorganizacisn del cx: pitalismo internacional, 0 bien como un proyecto politico para reestablecer las con diciones para la acumulacién de capital y testaurar el poder de las elites evonémi- ¥ United Nations Development Program, Huzeae Development Repori, 1999, Nueva York, Ox ford University Press, 1999, p. 3 24 *> Rango medio total 100 ras muestran el ascenso del salacio de los altos directivos de acuerdo con el lugar retributive, décima, quincuagésime 0 centésinto. La otee cures ¢ —-—) media de los 100 altos dicectives que perciben las remunezaciones mas significa 1,000 veces el salatio medio. i 1995 2008 — 0,0002% te las famias mas ricas (las 404 familias mas ricas en 2000) 0,00005%, de las familias mas ricas (las 101 familias mas ricas en 2000) ion de riqueza y el pozencial de obsencién de ingresos en Es- : le los altos ditectivos en relacién con el salario medio esta- 3, ¥ el porcentaje de la riqneza de las Familias mds ricas, 1982-2002 yD. Lévy, eNeoliberal ineome Trends. Wealeh, Class and Owner- cas. En las paginas que siguen argumentaré que en la practica el segundo de estos objetives ha sido dominante, La neoliberalizacién no ha sido muy efectiva a la hora de revitalizar la acumulacion global de capital pero ha logrado de manera muy sa- tisfactoria restaurar o, en algunos casos (como en Rusia o en China), crear el poder de una elite econémica, En mi opinién, el utopismo tedrico del argumento neal beral ha funcionado ante todo como un sistema de justificacién y de legitimaciéa de todo lo que fuera necesario hacer para alcanzar ese objetivo. La evidencia indi- ca, ademés, que cuando los principios neoliberales chocan con Ja necesidad de res- taurat o de sostener el poder de la elite o bien son abandonados o bien se tergiver- san tanto que acaban siendo irreconocibles. Esto no supone en absoluto negar el poder de las ideas para actuar como una fuerza de transformacién histérico-ge0- grifica, Pero, en efecto, apunta a una tensi6n creativa entre el poder de las ideas neo: liberales y las practicas reales de la neoliberalizacién que han transformado el modo en que el capitalismo global ha venide funcionando durante las Gltimas tres décadas. El ascenso de la teorfa neoliberal El neoliberalismo en tanto que antidote potencial para las amenazas al orden s0- cial capitalista y como solucién a tos males del capitalismo, habia permanecido le- tente durante largo tiempo bajo las alas de la politica ptiblica. Un grupo reducido y exclusivo de apasfonados defensores —principalmente economistas, historiadorcs » filésofos del mundo académico- se habia aglutinado alrededor del renombtado fi osofo politico austriacg Friedrich von Hayek para crear la Mont Pelerin Society (su nombre proviene del balneario suizo donde se celebré fa primera reunién del gr po) en 1947 (entre los notables del grupo se encontraban Ludwig von Mises, el eco- nomista Milton Friedman ¢ incluso, durante un tiempo, el filésofo Karl Popper). La declaracién fundacional de la sociedad decia lo siguiente: Los valores centrales de la civilizacién estén en peligro. Sobre grandes extent nes de la superficie del planeta las condiciones esenciales de Ia dignidad y de la li bertad humanas ya han desaparecido. En otras, estén bajo constante amenaza anteel desarsollo de las tendencias politicas actuales. La posicién de los individuos y los grus pos de adscripcién voluntatia se ve progresivamente socavada por extensiones de po der arbitrario, Hasta la més preciada posesi6n del hombre occidental, su libertad de pensamniento y de expresién, esté amenazada pot el despliegue de credos gue, reclt- mando el priviiegio de la tolerancia cuando estén en situacién de minaria, procuran solamente establecer una posicién de poder desde la cual suprimix y obliterar todas las perspectivas que no sean la suya. 26 __El grupo sostiene que estos desarrolios se han nutride de la. propagacién de una visién de la historia que rechaza toda pauta moral absoluta y por el crecimiento de ‘teorias que cuestionan le deseabilidad del imperio de la ley. Sostiene adicionzlmente "que se han visto estimulados por la declinacién de la fe en Ja propiedad peivada y en ‘el mereado competitive; por cuanto sin el poder difuso y la iniciativa asociados a es. ciones, ¢s dificil imaginar una sociedad en Ja cual la libertad pueda ser efee- al) debido a su compromiso fundamental con los ideales de la libertad in- La etiqueta neoliberal sefialaba su adherencia a los prineipios de meteado iados por la economia neoclasica, que habia emergido en la segunda mi- Walras) para desplazar las teorias clésicas de Adam Smith. David Ricardo y, sto, Karl Marx. No obstante, también se atenfan a la conclusién de Adam de que la mano invisible del mexcado era el mejor mecanismo para movilizar, Js instintos mas profundos del ser humano como la glotoneria, la gula y el tiqueza y de poder en pro del bien comin. Asf pues, le doctrina neolibe- via profundamente a las teorias que defendian el intervencionisme esta- Jas de John Maynard Keynes, que genaron preeminencia en la década de puesta a la Gran Depresion. Después de la Segunda Guerra Mundial, le los responsables politicos miraron hacia el faro de la teotia keynesiana queda de formulas para mantener bajo control ch ciclo econdmico y las ce- neoliberales se oponian atin mas fietamente a las teorias cn tarno a la ‘i6n estatal centralizada, como las propuestas por Oscar Lange cuya obra iba @ la tradicién marxista. Las decisiones estaiales, argiian, estaban a estar sesgadas politicamente en funcién de la fuerza de los grupos de licados en cada ocasién {como podian set los sindicatos, las organiza- inversion y de acumulacién de capital siempre habsian de ser ectd- la informacién disponible para el Estado no podia rivalizar con la con- efiales del mezcado. reo tedrico no es, tal y como varios analistas han sefialado, enteramente *, El rigor cientilico de su economia neoclasica no encaja facilmente con anéllisis se puede encomtar en H. J. Chang, Globalisation, Economic Development ‘the State, Londres, Zed Books, 2003. Sin embargo, tal y como seiala J. Pec, «Geo- lic Policy. Constructions of Nedliberalism, ci., con feccuencia el neoliberalismo ha 27 sa compromiso politico con los ideales de la libertad individual, al igual que su su- puesta desconfianza hacia todo poder estatal tampoce encaja con la necesidad de un Estado fuerte y si es necesario coactivo que defienda los derechos de la propiedad privada y las libertades individuales y empresatiales. La ficcién juridica de definir a las corporaciones como individuos ante la ley introduce sus propios prejuicios, ha- ciendo parecer irdnico el credo personal de John D. Rockefeller que se encuentra grabado en piedra en el Rockefeller Center en Nueva York y que afirma que él-co- loca sel valor supremo del individuo» por encima de todo lo demés. Y, tal y como veremos, hay suficientes contradicciones en la postura neoliberal como para tornat las pricticas mutantes del neoliberalismo (frente a cuestiones como el poder mono- polistico y los fallos del mercado) irreconocibles en relacién a la aparente pureza de la doctrina neoliberal. Por lo tanto, debemos prestar una cuidadosn atencién a la ten: sién entre la teoria de! neoliberalismo y la pragmética actual de la neoliberalizacién, Hayek, autor de textos eruciales como The Constitution of Liberty, revelaba po- seer unas grandes dotes adivinatorias al afirmar que la batalla por las ideas era de: terminante y que posiblemente llevaria al menos una generacién ganarla, no sélo contra el marxisma sino también contra el socialismo, ls planificacién estatal y eli tetveacionismo keynesiano. El grupo de Mont Pelerin recabé apoyos financieros y politicos. En Estados Unidos, en particular, un poderoso grupo de individuos ricos: yde Ifderes empresariales rabiosamente contrarios a todas las formas de interven- cidn y de regulacién estatal existentes, incluso al intemacionalismo, pretendia or ganizar la oposicién a to que percibian como un emergente consenso pata lograt una economia mixta, Temerosos de que la alianza con la Uni6n Soviética y la eco ssomia dirigida forjada en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial pu: diera materializarse politieamente en un escenario posbélico, estaban dispuestos a abrazar cualquier cosa, desde el macartismo hasta los thivrk-tanks neoliberales, patw proteger y reforzar su poder. No obstante, este movimiento permanecié en los mar- genes de la influencia tanto politica como académica hasta los turbulentos afios de Ja década de 1970, En ese momento, comenzé a adquirit protagonismo, particular mente en Estados Unidos y Gran Bretafia, con la ayuda de varios shink-tanks gene: rosumente financiados (camificaciones de la Mont Pelerin Society, conto el Tnstitu: te of Economie Affairs en Londees y la Heritage Foundation en Washington) ast como también, a través de su creciente influencia deatro de la academia, en patti cular en la Universidad de Chicago, donde dominaba Milton Friedman. La teoria neoliberal gand sesperabilidad académica gracias a la concesin del Ptemio Nobel de ceonomia a Hayek en 1974 y a Friedmap en 1976. Este particular premio, aun absorvido otzos elementos dentro pura, ke su marco de t-! modo que ¢s dificil eoncebislo como una teoria 28 aura del Nobel, no tenia nada que ver con los otros premios y fue ajo el férreo control de la elite bancaris sueca. La teorfa neoliberal, es- nte en su guisa monetarista, comenzé a ¢jetcer wna influencia practica en d de campos politicos. Durante la presidencia de Carter, por ejemplo, la a economia emergié como una de las respuestas al estado de cs ica que habfa prevalecido en Estados Unidos durante toda la déca- ero la espectacular consolidacién del neoliberalismo como una nueva reguladora de Ia politica publica a nivel estatal en el mundo avanzado se produjo en Estados Unidos y en Gran Bretaia en 1979 de aquél afio, Margaret Thatcher fue elegida cn Gran Bretafia con el miso de seformar la economia. Bajo la influencia de Keith Joseph, un sta muy activo y comprometide que poseia conexiones muy in- neoliberal Institute of Beonomic Affairs, acepté que el keynesi abandonado y que las soluciones monetaristas de las doctrinas «di- sobre la oferta» eran esenciales para remediar la estanflacién gue rizado la economéa briténica durante la década de 1970. Thatcher se que estas medidas suponian nada menos que una revoluciéa eo Las ales y sociales, y de manea inmediata most:6 wna feroz deierminacién -con las instituciones y los canales politicos del Estado socialdemderata a consolidado en Gran Breraiia después de 1945, Esto implicé enfren- rde los sindicatos, atacar todas las formas de solidarilad social que es- ilesibilidad competitiva (como las expresadas a través de lu forma de yy tambign al poder de muchos prolesionales y de sus asoci telar o revertit los compromisos del Estado del bienestar, privatizer is pliblicas (entre ellas, la vivienda social), redocts los impuestos, incen- a empresarial y crear un clima favorable para les negecios para in- an afluencia de inversién extranjera (en concreto, proveniente de Ja- famosa declaracién, Thatcher afirmé que no habia «eso que se lama ividuales»; seguidamente ella afia- as, Todas las formas de solidaridad social ibao a ser disueltas en fa- alismo, le propiedad privada, la responsabilidad personal, y los va- El asalto ideolégico alrededor de estas hebras que atravesaban la fue incesante™. «La economia es el métodon, sefials, «pero el el alma». ¥ le hizo cambiar, aunque de formas que en ningéin tivas ni acabadas, y mucho menos carente de costes politicos. del camino ce Thatcher hacie el neoliberalisrne se encuentra perfilada en JD. Yesgin he Commanding Heights. The Battle Between Government and Market Place that is Re- World, Nuova York, SimonéSchuster, 1999. 29 En octubre de 1979, el presidente de fa Reserva Federal de Estados Unidos dus rante el mandato del presidente Carter, Pau! Volcker, maquiné una transtormacié draconiana de la politica monetaria estadounidense"*, El antiguo compromiso estado liberal-demecrata estadounidense con los prineipios del New Deal, gue términos generakes implicaba politicas fiscales y monetarias keymesianas que tenian al pleno empleo como objetivo primordial, fue abandonado para ceder el paso una politica concebida para sofocar la inflacién con independencia de las cuencias que pudiera tener sobre el empleo. El tipo de interés real, que a menud habia sido negativo durante la cresta inflacionaria de dos digitos de la década 1970 se torné positive por orden de la Reserva Federal (figura 1.5). El tipo de in 1s nominal subié de un dia para otto y, tras oscilaciones benignas, en julio de 198} se mantuvo en torno al 20 por 100. De este modo, comenzé «una larga y profunt recesién que vaciaria las fébricas y resquebrajaria {os sindicatos en Estados Unic y llevarfa al borde de la insolvencia a los paises deudores, iniciéndose la larga del ajuste estructural’’. En opinién de Volcker, esta era la tnica salida a la incér da crisis de estanflacién que habia caracterizado a Estados Unidos y a gran parte la economia global a Jo largo de toda la década de 1970. 1965 1975 1985 1995, — Estados Unidos ——Francia Figura 1.5. Bl «shook de Volcker»: movimientos en los tipes de interés reales en Est Unidos y en Francia, 1960-2001 Fuente: G. Duménil y D. Lévy, Capital Researgent. Roots of the Neoliberal Revolution, \L, Panitch v8. Gindin, «Finance and American Empiter, en The Exypire Reloaded. Socialist ister 2005, Londres, Merlin Press, 2005, pp. 46-81, © D, Henwood, Aer the New Econorey, Nueva York, New Press, 2003, p.208. 30 ch de Voleker, tal y como vino a denominarse desde entonces, ha de ser } como una condicién necesaria pero no suliciente de la neoliberaliza- ‘bancos centrales habian hecho hincapit: desde hacia largo tempo ev. fiscal autiin{lacionaria y habiaa adoptado politicas mas préxinas de Weimar en Ia década de 1920 (disponiendo el escenario para e! as- cismo) y de la igualmente peligcosa inflacién que se vegistré al final de ura del endeudamiento excesivo y urgia, cuando no ordenaa, a los Viste a gjecutar politicas de restriecion fiscal y de austeridad presupuestacia, te poder sindical y de} compromiso politico con la construccién el Estado del ar, El giro hacia ef neoliberalismo dependifa, por lo tanto, no sélo de la adop- monetarismo sino del despliegue de politicas eubernameatales en muchas de Ronald Reagan sobre Carter en 1980 se revelé crucial, si bien Cac- via desplazado de manera inquietante hacia la desregulacién (de las lineas del transporte por carretera) como una soluciéa parcial a la crisis de es- Los consejeros de Reagan estaban convercidos de que la «medicina» sta de Volcker para una economia enferma y estancada era un tiro directo lanco, Volcker recibis e] apoyo del nuevo gobierno y fue renovado en su cargo lente de la Reserva Federal, La Administzacién de Reagan proporcioné indispensable apoyo politico mediante una mayor desregulacién, la ve impuestos, los recortes presupuestarios y el ataque contra el poder de catos y de los profesionales. Reagan se mastré implacable y contundente cién de Controladores Profesionales del Trafico Aéres (PATCO) en gada y amarga huelga que protagonizaron en 1981. Esta actitud anuncia- ro en toda regia alos derechos de la firerza de trabajo organizada en el pre- ento en el que la recesién inducida por Volcker estaba generando eleva- de desempleo (10 por 100, 0 mas). Pero PATCO era més que un wolgar acién de profesionales cualificades. Por lo ranto, era mds tn icono de que del sindicalismo obreto. El impacto sobre la condicisa ds la fuer- on general fue espectacular; quizé el mejor cjemplo de ia aueva sirua- densa el hecho de que el salario minimo federal, que se mantenfa pare- rel de pobreza en 1980, habia caido un 30 por 100 por debajo de ese 1990, E] prolongado descensy en los niveles del salario real comenzé en- setio. 31 Sa Nivel de produativicdad, 3g 80 3 & trod & 76,72 $ en 1973 O38 = 16 g s so 8 815 % a Salarios reales 44,15 $ en 2000} 40 E84 52 1g és 42 1960 1985 1970 1975 1980 1985 1990 1695 2000 Figura 1.6: El ataque a Ja fuerza de trabajo: salarios reales y produccividad en Es Unidos, 1960-2000, Fuente: R, Polio, The Contours of Descent, cit. Los nombramientos cfectuados por Reagan para ocupar los cargos de poder materias relativas ala regulacién del medioambiente, la seguridad labaral o la sal Yevaron la ofensiva contea el gran gobierno a niveles nunca antes alcanzados. La litica de desregulacién de todas las areas, desde Jas Tincas aézeas hasta las veh municaciones y las finanizas, abrié nuevas zonas de libertad de mercado sin a fuertes intereses corporativos. Las exenciones fiscales a lt inversi6n fueron, de cho, un mado de subvencionar la salida del capital del nordeste y del medio del pais, con altos indices de afiliacisn sindical, y su desplazamiento hacia la z0 poco sindicalizada y con una débil tegulacion del sur y el oeste. El capital finene ro bused cada vez mas en el extranjero mayores tasas de benelicio. La desi trializacién interna y las deslocalizaciones de la producci6n al extranjero se hick mucho més frecuentes. E] mercado, representado en términos ideoldgicos comot medio para fomentar la competencia y la innovacién, se convirtié en un vel para la consolidacién de} poder monopolista, Los impucstos sobre las empress amiporaron de manera espectaculat y el tipo impositiva msxime paca las fisicas se redujo de} 70 al 28 por 100 en Lo que fue descrita como «el mayor te de fos impuestos de la historia» {figura 1.7). 32 4935 1945 1955 1965 1975 1985 1995 2005 impositive aplicado al trame mas alto. impositive aplicado al tramo mas bajo spositiva de las clases altas: tipo a impositivos en Estados Uni- oy para el tramo rds bajo. inil y D. Lévy, «Neolibberal Income Trends, Wealth, Class and Owners- nie c el cambio trascendental hacia una mayor desigualdad estitucién del poder econémica a las clases alias. otro cambio concomitante que también impelid el mowi- izacién durante la década de 1970. La subida del precio que sucedi6 a su embargo en 1973 o#orgé un enorme po- stados produccares de petrdleo, como Arabia Suudita, Kuwait los informes de los servicios de inteligencia britinicos, aho- los Unidos estuvo preparande activamente la invasién de esos restaurar el flujo de petréleo y provocar una caida de los gue cn aquellos momentos los saudies aceptaron, jo presién militar si no a consecuencia de una abierca amenazi uidos, reciclar todos sus petzoddlares a través de los bancos Nueva York", Estos tilrimos se encontrazon de pronto al mando de USS. Phioned to Seize Oil in 73 Crisiss, The New York Ties, 4 de enero suk de reciclar los petrodlares a través Ue estados Unidos, vésse P Go- ifons Faatirt Fid for World Dorminate, Londres, Verso, 1999, p.20 fed. cin, Madeid, «Cuestiones de antagostsrna &», Ediciones Abel, 2000), 33 una cantidad ingente de fondos para los que necesitaba encontrar salidas rentables. Las opciones dentro de Estados Unidos, dadas las condiciones de depresign eco némica y las bajas tasas de beneficio que se registraban a mediados de la década de 1970, no eran halagtiefias. Las oportunidades mas ventajosas debian buscarse en el exterior. Los gobiernos se presentaban como la apuesta més segura porque, tal y como Walter Wriston, presidente de Citibank, lo expresé en su ya famosa declara- cidn, los gobiernos no pueden trasladarse o desaparecer. Y muchos gobiernos del mundo en vias de desarrollo, basta entonces escasos de fondos, ienian la suficiente avidez como para endeudarse. Sin embargo, para poder llegar a esto se precisaba una entrada abierta y condiciones razonablemente seguras para los préstamos. Los bancos de inversién de Nueva York giraron la mirada hacia la ttadicién imperial es- tadounidense tanto para acceder coactivamente a nuevas oportunidades de inver- sién come para proteget sus operaciones en el extranjero. La tradicién imperial estadounidense habia experimentado una lenta elabora- cién, y en buena medida se habia definido « sf misma en oposicién a las tradiciones imperiales britdnicas, francesas, holandesas asi como de otras potencias europea’. Aunque Estados Unidos habia jugueteado con la conguista colonial a finales del si- glo xtx, habia evolucionado hacia un sistema mas abierto de imnperialismo sin colo- nias durante el siglo xx. El caso paradigmatico se ensavé en Nicaragua en las dea das de 1920 y 1930, cuando los marines estadounidenses fueron desplezados para proteger los intereses de su pais pero s¢ encontraron embrollades en una lenta y cotnplicada guerra de guerrillas contra le insurgencia liderada por Sandino. La res- puesta era encontrar un hombre fuerte-en este caso Somoza~y proporcionarle tan- toa él como a su familia y a sus aliados inmediatos, la asistencia econémica y mili- tar necesaria para poder reprimir o soboruar a la oposicién y para acumular suficiente riqueza y poder para ellos mismos. A cambio, siempre mantendsian su pais abierto a las operaciones del capital estadounidense y apoyarian, y de ser ne- cesario promoverian, jos intereses estadounidenses tanto en el pafs como en la re- gién en su conjunto (en e! caso nicaragiiense, en América Central). Este fue el mo- delo desplegado después de la Segunda Guerra Mundial durante ia etapa de descolonizacién total impuesta a las potencias eucopeas ante la insisrencia de Esta. dos Unidos. Por ejemplo, la CIA urdié el golpe que derrocé al gobierno democté- ticamente elegido de Mosaddeg en Irin en 1953 y entregé el poder al Sha de Tran quien concedié los contratas sobre el petréleo a fas compaiiias estadounidenses (y 2D, Haney, The New Inpenativwa, Qxfocd, Oxford University Press, 2003 [ed. cast. Ed meiovo imperialism, Madrid, «Cuestiones de aptagonisma 26», Ediciones Akal, 2004]; N. Smith, Arvo. Empire, Roosevelt's Geoyrapher dad the Prelude to Globalization, Betkeley, University of Californie Press, 2009; N. Smith, The Endgame of Globabizatian, Nueva York, Routledge, 2005. 34 no devolvié los activos «a las compafiias britanicas que Mossadeq habia nacionaliza- do). El Sha también se convirtié eu uno de los guardianes fundamentales de los in- tereses estadounidenses en la region petrolifera de Oriente Proximo. Enel periodo posbélico gran parte del mundo no comunista se abrié al dominio estadounidense mediante ticticas de este tipo. Este se convirtié en ¢l método pre- ferido para repeler la amenaza de las insurgencias y de !a revolucién comunistas, que implicaba desplegar una estrategia antidemocrética (e incluso mas enérgica- mente antipopulista y antisocialista/comunista) por parte de Estados Unidos gue estreché cada vez més sw alianza con las dictaduras militares y con los regimens au- toritarios represivos (de manera mas espectacular, desde luego, pot toda América Latina). Las historias que aparecen comtadas en Confessions of at Economic Hit Map, estin sembradas de los detalles desgradables y repulsivos de céme se levd 2 cabo todo esto en demasiadas ocasiones, Por Jo tanto, los intereses estadounidenses se toraaron ms vulnerables, en lugar de menos, en la lucha contra el comunismo internacional. Aunque el consentimiento de las elites dominantes cra bastante fécil de conseguir, la necesidad de coaccionar a los movimienios opositores 0 socialde- mocratas (como el de Allende en Chile) lig6 a Estados Unidos a una dilatada bisto- ria de violencia ampliamente encubierta contra los movimientos populares 2 lo lat- g0y ancho de gran parte del mundo en vias de desarrollo. Este fue el contexto en el que los fondos excedentes que estaban siendo recicla dos a través de los bancos de inversion de Nueva York fueron esparcides por todo el globo, Con anterioridad a 1973, Ja mayor parte de ja inversién exiranjera de Es- tados Unidos era de tipo directo y principalmente s¢ encontraba relacionada con la explotacién de recursos naturales (petcSleo, minerales, matetias primas, productos agricolas} 0 con el cultivo de mercados especificos (telecomunicaciones, automévi- Ies, ete.) en Europa y en América Latina. Los bancos de inversi6n de Nueva York siempre habian mantenido un elevado nivel de actividad en el plano internacional, pero después de 1973 esta actividad se intensificé notablemente, aunque ahora es- taba mucho mas centrada ef préstamo de capital a gobiernos extranjeros’?, sto precisaba la liberalizacién del crédito internacional y de los mercados financieres, ¥ el gobierno estadounidense comenzé a promover y a apoyar activarnente esta estra- tegia a escala global durante Ia década de 1970. Los paises en vias de desarrollo, se- dientos de financiacién, fueron estimulades # solicitar créditos en abundancia, eun- que a tipos que fueran ventajosos para los bancos de Nueva York. Sia embargo, dado que lo créditos estaban fijados en délares estadounidenses cualquier ascenso ® Panitch y S, Gindin, «Finance and American Empire» «'inance and American Empit ® Las muchas crisis de deuda de la década de 1980 han sido ampLamente trwadas en P. Gowan, The Glabal Gamble, cr 35 moderado, no digamos precipitado, del tipo de interés estadounidense podia fécil- mente conducit a.una sitvacién de impago a los paises vulnerables. Los bancos de inversién de Nueva York se verian entonces expuestos a sufrir graves pérdidas, El primer precedente de envergadura se produjo al calor del shock de Volcker que llevé a México al impago de su deuda entre los afios 1982 y 1984. La Admini tracién de Reagan, que habia sopesado seriamente retirar su apayo al BMI en su pr mer afio de mandato, encontté en la refinanciacién de la deuda una forma de unir el poder del Departamento del Tesoro estadounidense y del FMI para resolver la dificultad, dado que tal operacién se efectuaba a cambio de exigir la aplicacién de reformas neoliberales. Esta formula se convirtié en un protocolo de compartimien- to después de que tuviera lugar lo que Stiglitz denominé la «purga» de todas las in- fluencias keynesianas que pudieran existit enel FMI en 1982. El FMI y el Banco Mundial se convirtieron a partir de entonces en centros para la propagacién y la eje cucién del «fundamentalismo del libre mercado» y de la ortodoxia neoliberal. A cambio de la reprogramacién de ia deuda, a los paises endeudados se les exigia im- plementar ceformas institucionales, como recortar el gasto social, exeat legislaciones mis flexibles del mercado de trabajo y optar por la privatizacién. ¥ he aqui la in- vencién de los «ajustes estructurales». México fue uno de los primeros Estados que cayé en las redes de lo que iba convertirse en una creciente columna de aparatos es tatales neoliberales repartidos por rodo el mundo™*. No obstante, el caso de México sicvi6é para demostrar una diferencia crucial en tre la practica liberal y la neoliberal, ya que bajo la primera los prestamistas asumen las pérdidas que se derivan de decisiones de inversién equivocadas mientras que, en Ja segunda, los prestatatios son obligados por poderes internacionales y por poten- cias estatales a asumir el coste del reembolso de la deuda sin importar las conse- cuencias que esto pueda tener para el sustento y el bienestar de la poblacién local. Si esto exige la entrega de activos a precio de saldo a compafiias extranjeras, que asi sea. Esto, en verdad, no es coherente con la teoria neoliberal. Tal y como muestran Duménil y Lévy, uno de los efectos de esta medida fue permitir a los propietarios de capital estadounidenses extraer elevadas tasas de benelicio del resto del mundo dorante la década de 1980 y 1990 (figuras 1.8 y 1.9)”. Los excedentes extraidos del resto del mundo a través de los flujos internacionales y de las practicas de ajuste es- structural contribuyeron enormemente a la restauraciéa del poder de la elite econd- mica o de las clases altas tanto en Estados Unidos come en otros centros de los pai- ses del capitalismo avanzado. % J, Stiglite, Globalizatiow ard its Discontents, Nueva York, Norton, 2002, %.G. Duménil y D, Lévy, «The Economics of U.S. Imperialism at the Turn of the 21 Century», Review of International Political Baonony XT, 4 (2004), pp. 657-676. 36 1965 v975 1985, 4995 2005, —— Inversiones estadounidense sn el extranjero ~ Inversionea extranyeras en Estados Unidos Biguea 1,8: Extraccién de excedantes del exterior: tasas de beneficio de las inversiones domésticas y en el extranjero en Estados Unidos, 1960-2000. Fuente: G. Duméuil yD, Levy, “The Economics of US Imperialism at the Tem of the 218 Century», cit, 1950 1960 1970 1980 1990-2000 — Fenta provermonte del resto det snundo/beneticios damésticos —Bonaficios da la inversién sxtranjera drecta/hsneliciys domestics Figura 1.9: El flujo de tribute hacia Estados Unidos: beneticios y renta del capital prove. nientes del resto del mundo en selacién con dos beneficios domésticns. Fuente: G. Duménil y D. Lévy. «Neoliberal Dynamics. Towards A New Phase?» cit. cya El significado del poder de clase Pero a qué nos estamos refiriendo exactamente con el térming «clase»? Se tra- ta siempre de un concepto algo impreciso (algunos dirian que sospechoso incluso). En todo caso, la neoliberalizacién ha implicado su redefinicién. Esto plantea un problema, Si la neoliberalizaci6n ha sido un vehiculo para la restauracién del poder de clase, entonces, deberiamos ser capaces de identificar las fuerzas de clase que ya- cen detras de la misma y las que se han beneficiado de ella. Pero esto es dificil de hacer cuando (definido como «el sentido poseido en comin») es lo que, de manera caracreristi- ca, cimienta et consentimiento. El sentido comin se construye a partir de précticas asentadas en el tiempo de socializacidn cultural a menudo hondamente entaizadas en tradiciones regionales 0 nacionales. No es lo mismo que el «buen juicio» que puede construitse a partir de la implicacién cr'tica con las cuestiones de actualidad Por lo tanto, el sentido comin puede engafar, ofescar, o encubrir profundamente problemas reales bajo prejuicios culturales'. Los valores cultucales y tradicionales {como Ja creencia en Dios y cn el pais, o las opiniones sobre la posicién de les my- jeres en la sociedad) y los miedos (a los comunistas, a los inmigrantes, 2 los extre- fios 0 a los «otros») pueden ser movilizados para enmascarar otras realidades. Pue- den invocarse esiéganes politicos que enmascaran estcategias especificas debajo de A. Gramsci, Selections frons the Preron Notebooks, Londres, Laweence & Wishart, 1971, pp. 321-343, 47 dispositivos tetéricos imprecisos. La palabra «libertad» resnena tan ampliamente dentro del sentido comin de los estadounidenses que se convierte en un «botén que las clites pueden pulsar para acceder a la masas» con el fin de justificar prdcti- camente todo®, De este modo, Bush pudo justificar retrospectivament¢ la guerra de Trag. Gramsci concluia, por lo tanto, que fas cuestiones politicas se convierten en «insolubles» cuando se «disfcazan come culturales». Al tratar de comprender la construecién del consentimiento politico, debemos aprender a extraer significados politicos de sus integumentos culturales. Asi pues, écémo, entonces, se generé el grado suficiente de consentimiento po- pular preciso pata legitimar el giro neoliberal? Los canales a través de Jos cuales se llevé esto a cabo fueron diversos. Poderosas influencias ideolégicas circularon a tra- vés de las corporaciones, de los medios de comunicacién y de las numerosas insti- cuciones que constituyen la sociedad civil, como universidades, escuelas, iglesias, y asociaciones profesionales. Gracias a la «larga marcha» de las ideas neoliberales a ixavés de estas instituciones, que Hayek ya habfa vaticinado en 1947, asi camo a la otganizaci6n de Hsink-tanke (con el respaldo y la financiacién de la corporaciones), ala captuta de ciertos segmentos de !os medios de comunicacién y a la conversi6n de muchos intelectuales a modos de pensar neoliberales, se cred un clima de opi- nién que apoyabs el neoliberalismo como el exclusive garante de la libertad. Estos movimientos se consolidaron con posterictidad mediante la eaptura de partidos po- Iticos y, por fin, del poder estatal. La apelacién a las tradiciones y ¢ los valores culturales fue muy importante en este proceso. Un proyecto manifiesto sobre la restauracién del poder econémico en beneficio de una pequeiia elite probablemente no cosecharia un gran apayo popu- Jar, Pero wna tentativa programiitica para hacer avanzar la causa de las libereades in- dividuales podrfa atraer a una base muy amplia de la poblacién y de este modo en- cubrir la ofensiva encaminada a restaurar et poder de clase. Por otro lado, una vez gue ¢! apatato escatal efectuase el gito neoliberal podia utilizar sus poderes de pet- suasién, cooptacién, de soborno y de amenaza para mantener el clima de consenti- miento necesario para perpetuar su poder. Tal y come veremos, éte fue el punto fuerte particular de Thatcher y de Reagan 2Cémo, entonces, negocié este giro el aeoliberalisma para desplazar de manera tan arrolladora ai liberalismo embridado? En algunos casos, la respuesta descansa en buena meclida en el uso de la fuerza (ya sea militar, como en Chile, 0 financiera, como ocurre a través de las operaciones cel FMI en Mozambique o en Filipinas). * J. Rapley, Globaliza Reiner, 2004, p. 55. A. Gramsci, Selections from the Prison Notebooks, cit, p. 149. n aned Tregualit Neniberaliime’s Downward Spiral, Boulder (CO), Lynne 48 La coetcién puede producit una aceptacidn fatalista, incluso abyecta, de la idea de que no habia ni hay «alternatives, tal y como Margaret Thatcher continia insis- tiendo, La construecién activa de consentimiento también ha variado de un lugar a otro. Asimismo, gracias a la actividad de los miltiples movimientos opositor tentes, el consentimiento a menudo se ha marchitado o ha fracasado en diferentes lugares. Pero debemos mixar mds alld de estos mecanismos culturales ¢ ideolégicos infiaitamente variados ~con independencia de la importancia que tengan- y centear a atencién en las cuslidades de la experiencia cotidiana en aras 2 idemtificar mejor las bases materiales de Ja construccién del consentimiento. Y es, en este nivel -el de la experiencia de la vida cotidiana bajo el capitalismo en la décuda de 1970-, en el ‘que emipezamos a ver de qué modo el neoliberalismo penettd en el «sctlide co- man». En muchas partes del mundo el efecto ha sido que cada vez més sea consi- dado como una forma necesaria, incluso plenamente «natural», de regular el or- den social, Tado movimiento politico que sostenga que las libertades individuales son sa- crosantas es vulnerable a ser incorporade al redil neoliberal. Pot ejemplo, las re- vueltas politicas que bacrieron el mundo en 1968 estuvieron declinadas, de manera muy acusada, con el deseo de conseguir una mayor Hbertad individual. Esta afir- macién resulta inapelable respecto a los movimientos estudiaatiles, come Jos ani- mados por el movimiento por la «libertad cle expresién» en Berkeley en la década de 1960 o los que tomaron las calles en Paris, en Berlin y on Bangkck y que fueron tan despiadadamente batides a tiros en Ciudad de México poco antes de los Juegos Olimpicos de 1968. Demandaban libertad frente a los constreiiimientos paternos, educativos, corporativos, burocréticos, y esiatales. Pero el movimiento del 68 tam- bin tenfa la justicia social como objetivo politico fundamental. Sin embargo, los valores de fa libertad individual y de la justicia social no son ne- cesariamente compatibles. La bésqueda de la justicia social presupone vinculos de solidaridad social y una disposicién a sumetgir las carencias, necesidades y deseos individuales en la causa de una lucha algo més general por la igualdad social 0 Ja justicia medioambiental, por citar dos ejemplos. Los objetivos de la justicia social y de Ja libertad individual se fundicron de manera tensa en el movimiento de! 68. Esta teasién se torné mas evidente en la Grante telacion que se establecié entre la iz- guierda tradicional (Ia fuerza de trabajo organizada y los partidos politicos que apo- yaban los vinculos institucionalizados de solidaridad social) y el movimiento estu- diantil deseoso de libertades individuales. La sospecha y la hostilidad que separaron aestas dos facciones en Francis (por ejemplo, la distancia que surgié entre el Par- tide Comunista y el movimiento estudiantil) durante los acontecimientos de 1968 es un claro ejemplo de Ja misma. Aunque no es imposible salvar tales diferencias, tampoco es dificil ver de qué modo ambos podsian ser empujados a quedar atrapa 49 dos en las mismas. La retérica neoliberal, con sw énfasis fundacional en las liberta: des individuales, tiene el poder de escindir ¢l libertarismo, la politica de la identi- dad, ef multiculturalismo y, eventuaimente, el consumismo narcisista de las fuerzas sociales alineadas en pro de la justicia social a través de la conquista del poder es- tatal, Por ejemplo, hace mucho tiempo que se demostr® extremadamente dificil for- jar en el seno de la izquierda estadounidense la disciplina colectiva requerida para que la accién politica logre alcanzar la justicia social sin atentar contra el deseo de los -actores politicos de obtener libertad individual y el pleno reconocimiento y ex presién de las identidades particulares. El neoliberalismo no crea tales distinciones, pero puede explotarlas facilmente, cuando no fomentarlas. A ptincipios de la década de 1970, aquellos que aspiraban a la libectad indivi- dual y a la justicia social pudicron hacer causa comin frente a lo que muchos per- cibjan como un enemigo comin, Se pensaba que las poderosas corporaciones, alia- das con un Estado intervencionista, iban a gobernar el mundo de formas opresivas para los individuos y, én el plano social, injustas, La Guerra de Viernam fue el ca- talizador mas obvio de este descomeento pero las actividades destructivas de las cor- poraciones y del Estado en selacién con el medio ambiente, la presién hacia un con- sutnismo itracional, cl fracaso para abordar las cuestiones sociales y responder adecuadamente a la diversidad existente, asi como también las intensas restriceio- nes sobre las oportunidades individuales y sobre los comportamientos personales mediapte un control dirigido tanto por el Estado como por lus «tradiciones» tam- bign eran una fuente de malestar general. Los derechos civiles fueran uno de lo ejes, y les cuestiones velativas a la sexualidad y a los derechos reproductives estuvieron muy presentes. Pata la mayor parte de las pessonas comprometidas ea c! enovi- mmiento del 68, el enemtigo era un Estado intrusive que tenia que ser reformado. Y, en este punto, los necliberales no tenfan mucho que objetar, Peto las corporacio- nes, las empresas y el sistema de mercado capitalista tambiéa eran considerados enemigos primordiales que exigian ser revisados, cuando no ser objeto de una transformacion revolucionaria: de ahi la amenaza al poder de clase capitalista. A tra- vés de la captura de los ideales de Ia libextad individual y volviéndolos contra las pricticas intervencionistas y reguladoras del Estado, los inrereses de la clase capita- lista podian esperar proteger ¢ incluso restaurar su posicién.. El neolideralismo po- dia desempefiar de manera excelente esta tarea idvolégica. Pero debia estar respal- dado por una estrategia prdctica que pusiera el énfasis en la Tibectad de eleccisn del consumidor no sélo respecta a productos concretes sino también respeczo a estilos de vida, modos de expzesién y una amplia gama de practicas culturales. La neoli- beralizacién requeria tanto politica como econémicamente la construccién de una cultura populista neoliberal basada en un mercado de consumismo diferenciado y en el libertarismo individual. Tin este sentido, se demostrd més que compatible con 50, el impulso cultural Hamado «posmacernidads que durante largo tiempo habia per- manecido latente batiendo sus alas pero que chora podria alzar su vuclo plenamen- te consumado come un referente dominante tanto en el plano intelectual come cul- tural. Este fue el desafio que las corporaciones y las elites de clase decidieron fraguar de manera velada en la década de 1980. Nada de esto estaba muy claro en aquél entonces. Los movimientos de izquier- da no fueson capaces de reconacer 0 de confrontar, y mucho menos de trascender, la tensi6n inherente entre la brisqueda de libertades individueles y la justicia social. Pero sospecho que de manera intuitiva el problema era bastante nitide para muchos de los miembros de las clases altas, incluso aquellos que nunca habian leido a Hayek © siquiera ofdo hablar de Ja teoria neoliberal. Quisiera ilustrar esta idea mediante un andlisis comparativo del giro neoliberal en Estados Unidos y en Gran Bretafia en Jos turbulentos afios de la década de 1970. Enel caso de Estados Unidos, comienzo con una nota confidencial enviada por Lewis Powell 2 la Camara de Comercio estadounidense en agosto de 1971. Powell, a punto deser clevado al Tribunal Supremo por Richard Nixon, sostepia que la exi- tica y la oposicién al sistema de la libre empresa esiedounidense habia Jlegado de- masiado lejos y que «habja Vegado el momento —de hecho, ya era tarde para que Ja sabidurfa, la inteligeneia y los recuisos de la empresas estadouniclenses pudieran ser lanzados contra aquellos que lo destruirian». Powell sostenfa que la accién in- dividual eta insuficiente. «/.a fuerza -escribidé— descansa en la organizacion, en una meticulosa pianificacién a largo plazo y cn la implementacién, en concordancia con una accin proseguida durante un periodo indefinido de afios, en un nivel de fi- nanciacién tinicamente alcanzable mediante el esfuerzo conjunto, y en el poder po- litico, anicamente alcanzable a través de la unidad de accién y de las organizacio- nes nacionales». La Camara Nacional de Comercio, aseveraba, debia encabezar el asalto 2 Jas instituciones més importantes —universidades, escuelas, medios de co- municacién, publicidad, tribuoales~ en aras a cuestionar el modo de pensar de los individuos «acerea de la empresa, la ley, la cultura, y el individuo». Las empresas vs- tadounidenses no carecian de recursos para realizar un esfuereo de esta cnvergadu- ra, particularmente si se hacia un fondo comin’ En qué medida influyé directamente esta JIamada a implicarse eo una guerra de clase es dificil de decir. Pero sabemos con seguridad que la Camara de Comercio estadounidense expandié seguidamente Ja lista de sus integrantes de cerca de 60,000 empresas en 1972 a cerca de un cuarto de millén diez aios después. Junta mente con la Nacional Association of Manufacturers (que se desplazd a Washington “J. Court, Corporateering. How Corporate Power Steals your Personal Freedom, Nueva York, J. 2. Tatcher/Putnam, 2003, pp. 33-38. Sl en 1972) acumuld una podetosa fuerza rcivindicativa para presionar al Congreso y para estimular actividades de investigacién. En 1972 se fundé la Business Roundta- ble, ana oganizacisn de altos directives «comprometida con Ja busqueda agresiva de poder politico para la corporacion», y desde entonces se convirti6 en el eje de la accién colectiva en pro de los intereses de los negocios. Las empresas implicadas su- mabap un valor «cercao ala mitad del PIB de Estados Unidos» durante la década de 1970, y tenian un gasto anual proximo a 900 millones de délares (una suma muy clevada para la época) en asuntos politicos. Gracias al apoyo empresarial se consti- uyeron shink-tanks, como la Heritage Foundation, el Hoover Institute, el Center for the Study of American Business, y el American Enterprise Institute con la fina- lidad tanto de crear polémica como, cuando fuera necesario camo en el caso del Nacional Bureau of Economic Research (NBER), de ensamblar estudios técnicos y eipiricos setios y argumentos lileséfico-politicos en general en apoyo de las politi- cas neoliberales. Casi la mitad de la financiacién del sumamente espetado NBER provenia de las compaiias que encabezan la lista de Fortune 500. Gracias a su ele- vado grado de integracién en la comunidad scadémica, el NBER iba a tener un im- pacto muy significativo en el pensamiento generado en los depattamentos de eco- nomfa y en las escuelas empresariales de las universidades mas importantes ea el campo de le investigacién, Con una abundante financiacién proporcionada por al- guunos individuos muy ricos (como el cervecero Joseph Coors, que posteriormente se convirtid en miembro del «grupo asesor més intimo» de Reagan) y por sus fun- daciones {por ejemplo, Olin, Scaife, Smith Richardson, Pew Charitable Trust), apa- recié un aluvién de folletos y de libros, del que Anarchy State and Utopia [1977] de Robert Nozick sea quizé el més leido y apreciado, en apoyo de los valores neolibe- sales. Una versiGn televisiva de Free to Choose de Milton Friedman fue financiada con una beca de Scaife en 1977. «El negocio consistia -concluye Blyth~ en apren- cl dinero como tna clase»’. Al escoger las universidades como un lugar merecedor de una particular aten- ci6n, Powel sefialaba una oportunidad y apuntaba también a una cuestida singulas, ya que de hecho ellas eran un foco de sentimiento anticorporativo y antiestatal (los estudiantes de Santa Barbara habfan incendiado el edificio del Bank of America si tuado en el campus universitario y habian enterrado ceremoniosamente un coche en la playa). Pero muchos estudiantes eran (y todavia son) ticos y privilegiados, 0 al menos de clase media, y en Estados Unidos los valores de la libertad individual ban sido celebrados desde hace mucho tiempo (en la mésica y en la cultura popular) der 2 usa > ML. Blyth, Grew Transformations. Economic Ideas and Institetional Change bx the Tusenticth Con tary, ce, p55. La informacién del pirrafo anterior proviene de los capitules 5 y 6 del anilisis de Blyth, basado en T, Fdsall, The New Politic of Inequality, Nueva York, Norton, 1985, capitules 2 y3. 52 como fundamentales, Las tematicas del neoliberalismo podian encontrar aqui un te- reno fértil en el que propagarse. Powell no defendia Ia extensién del poder estatal. Pero las empresas debian «cultivar diligentemente» el Estado y utilizarlo cuando fuera necesario «con agresividad y determinacién»®. sPero de qué modo exacta- mente iba a ser desplegado cl poder estatal para remodelar el propio sentido co- mun? La doble crisis de acumulacién de capital y de poder de clase encontré una linea de respuesta en las trincheras de las luchas urbanas de la década de 1970. La crisis fiscal de la ciudad de Nueva York fue un caso simbélico. La reestractracién capi- talista y Ia desindustrializacién habian venido etosionande durante vatios afios la base econémica de la ciudad, y la acelerada suburbanizaciéa habia sumido en la po- breza a gran parte dela poblacién del centeo de la ciudad. Fruto de estos procesos fue un beligerante descontento social entre los sectores marginados durante la dé- cada de 1960 que definid lo que vino a conocerse como «la crisis urbana» (debido alaemergencia de problemas similares en muchas ciudades de Estados Unidos). La expansion del empleo pablico y de la provision piblica de bienes y servicios —faci- litada en parte por una generosa finaociacién federal fue considerada com la so- lucién adecuada, Pero ante las dificultades fiscales que se le presentaba, el presi- dente Nixon declaré sin més el fin de la crisis a principios de la década de 1970. Si bien no dejaba de ser una novedad para muchos moradores de la ciudad, en efee- 10, seftalaba Ia disminucién de la ayuda federal. Cuando la recesién cob:6 mayor in- tensidad, la brecha entre los ingresos y los gasios en el presupuesto de la ciudad de Nueva York (que ya era extensa a causa del abuso del crédito durante mucho tiem- po) se increments. En un principio, las instituciones financieras estuvieron dis- puesias a cubrir este agujero, pero en 1975 una poteate camazilla de bancos de in- version (eacabezados por el banquero Walter Wriston, de Citibank} se nego a refinanciar la deuda y empujé a Ia ciudad a voa quiebra técnica. La operacion de zescate organizada para salvar a la ciudad coallevé Ja creacién de nuevas institucio- ngs que asumicran la gestién del presupueste de la ciudad, Primero reclamaron que Jos impoestos municipales se dedicazan en prime: luge: a pagar alos titulares de bo- nos y después que el resto se destinase a los servicios esenciales de le ciudad. Esta operacién se saldé con la frustracién de las aspiraciones de Jos fuettes sindicatos de los trabajadores municipales, con la imposicion de medidas de congelacién salarial y con recortes en el empleo piblico y cn la provisién de servicios sociales (educa- cidn, sanidad piiblica, servicios de transporte), y con Iz imposicién de tasas a los usuarios (por vez primera se introdujeron tases de matriculacién en el sistema de la universidad de CUNY). El ultrajc final llegé con la exigencia de que los sindicaros “J. Court. Corporatcering. How Corporate Power Steals your Personal Freclomn, cit, p. 34. 33 municipales debian invertix sus fondos de pensiones en bonos de la ciudad. Ast pues, los sindieatos se encontraron en Je-tesitura de que sino moderaban sus de mandas se enfrentaron a la perspectiva de perder sus fondos de pensiones a causa dela quiebra de la ciudad’, Esto equivalié @ un golpe perpetrado por las instituciones financieras contra el gobierno democréticamente clegido de la ciudad de Nueva York, y no fue menos fective que al golpe militar que previamente se habia producido en Chile. En me- dio de una crisis fiseal, la riqueza era redistribuida hacia las clases altas. En opiniéa de Zevin, la crisis de Nueva York fue sintomatica de «una emergente estrategia de deflacién ligada a una redistribucién regresiva de la renta, la riqueza y el poder. Fue «quizé, una temptana y decisiva batalla de una nueva guerra» cuyo objetivo era ademostrar a otros que lo que estaba sucediendo en Nueva York podeia, y en algu- 10s casos asi sucedi6, ocurrinles también a ellosn' El hecho de si todas las personas implicadas en la negociacién de este compro- iso fiscal lo eatendieron como una estrategia para restaurar el poder de clase, es una pregunta abierta, La necesidad de mantener In disciplina fiscal es una cuestién preocupante en sf misma y no entrafia necesariamente, al igual que el monetarismo de manera mas general, una redistribucién regresiva. Es dificil de creer que, por ejemplo, Felix Robatyn, representante del banco mercamil que negocié el acuerdo entre la ciudad, el Estado y las instituciones financieras, cuviera en mente la restau raciéa del poder de clase, La nica forma en la que él podia «salvar» a la ciudad era contentando a los bancos de inversién, aunque eso supusicra disminuit la calidad de vida de la mayoria de los neoyorquinos. Pero la restauracién del poder de clase era casi con toda seguridad en fo que estaban pensando los responsables de los ban- cos de inversiGn, como Walter Wriston, Después de todo, él habia equiparade to- das las formas de intervencién guberativa presentes en Estados Unidos y en Gran Bretafia con el comunismo, Y, casi con toda seguridad también, era el objetivo de William Simon, secretario del Departamento del Tesoro en el. gobierno del presi- dente Ford (que posteriormente se convirtid en el presidente de la ultra conserva~ dora Olin Foundation). Viendo con aprobaciéa el desarrollo de los acontecimien- tos en Chile, recomends con vehemencia al presidente Ford que se negara a prestat auxilioa la ciudad («Ford to City: Drop Dead» [«Ford dice a la ciudad: muérete»] fue el ticular de The New York Daily News). Los términos de cualquier operaciéa ‘WX. Tabb, The Long Default. New York City and the Urban Piscal Crise view Press, 1982; J. Free: York, New Press, 2001 *R Zevin, «New York Ciry Crisis. First Act in a New Age of Reaction, en R. Alcalay yD, Mee- melstein {eds.), The Fisca? Crisis af Anserican Cities. Essays ox the Political Economy of Urban Amert- ca with Special Reference to New York, Nueva York, Vintage Books, 1977, pp, 11-29. ‘Nueva York, Monthly Re- 1g Class Nuew York. Life and Labar Stace World War If, Nueva 34 de rescate, sefialé, debfan ser «tan punitivos, y toda la experiencia tan dolorosa, que ninguna ciudad, ni ninguna subdivisién politica tuviera jamais la tentacidn de seguir ¢] mismo camino», Aunque la resistencia a las medidas de austeridad fue generalizada, de acuerdo. con Freeman, s6lo pudo ralentizar «la contrartevolucién desde arriba, pero no pa- rarla, En apenas unos afios, muchas de las conguistas histéricas de la clase obxera de Nueva York fueron suprimidas», Gran parte de la infraestructura social de la ciudad fue reducida y la infraestructura fisica (por ejemplo, el sistema de transpor te suburbano) sufrié un acusado deterioro por la falta de inversi6n o incluso de me- didas de mantenimiento, La vida cotidiana en Nueva York «acabé siendo penosa y el ambiente social y civico se torné burafio», El gobierno de la ciudad, el movi- miento obrero municipal, y la clase obrera aeoyorquina fueron efectivamente des- pojados «de gran parte del poder que habian acumulado durante las tres décadas anteriores»", La desmoralizada clase obrera neoyorquina acepz6 a regafiadientes la nueva realidad. Pero Jos bancos de inversién de Nueva York no se marcharon de la ciudad, No iban a dejar escapar la oportunidad de reestructurar la ciudad de maneras que po- dian convenir a su agenda. La creacién de tin «clima dptime para los negocios» era prioritaria, Esto signified utilizar los recursos publicos para construir infraestzuctu- ras adecttadas a los negocios (en particular, en materia de telecormunicaciones) que fueron acompaiiadas de incentivos fiscales y de subvenciones destinadas a las om- ptesas capitalistas, El sistema del bienestar corporativo sustituyé al sistema del bie nestar para la poblacién, Las instituciones de elite neoyorquinas fueron movilizadas para vender la imagen de la ciudad como centro cultural y destino turistico (inven- tando el famoso logo «I love New York»), Las elites dominantes cambiaron de opi- nién, a menudo con reticencias, para apoyar la apertura de! campo cultural a todo tipo de corsientes cosmopolitas diversas. La exploracién narcisista del yo, lit sexva- lidad y la identidad se convirtieron en el fed#motiv de la cultura urbana burguesa La libertad y la licencia artisticas promovidas por las poderosas instivuciones cultu- rales de la cindad condujeron, en efecto, a la neoliberalizacién de Ja cultura. La «de- lirante Nueva York » {por utilizar la memorable frase de Rem Koolhaas) erosiond Ja memoria colectiva de la democratica Nueva York". Las elites de la ciudad acce- PW. Tabb, The Love Defeilt, New York City sind the Urban Fiscal Criss, cit, p. 28; para Walter Wiston, véase T. Frank, One Marker Under God. Fetreme Capitalism, Muket Populist and the End af Economic Democracy, Nueva York, Doubleday, 2000, pp. 33-36. J, Freeman, Working Class New York, Life and Labor Since World War IT, cit. 'R Koolhas, Delirious New York, Nueva York, Monacelli Press, 1994; M. Greenberg, «The Li mits of Branding. The World Trade Center, Fiscal Crisis and the Marketing of Recovery, Internation taal Journal of Urban end Regional Rewearch 27, 2003, pp. 386416. 55 diecon, aunque no sin batallar, a la demanda de diversificacién de los estilos de vida {incluidos Jos ligados a fa preferencia sexual y al género) y crecieron las opciones de consumo alternativo especializado (en areas como la produccién cultural). Nueve York se convirtid en el epicentro de la expetimentacidn cultural e intelectual pos- moderna. Entretanto, los bancos de inversin reconstruyerop la economia de la ciu- dad en torno a las actividades financieras, Jos servicios auxiliares como la asistencia legal y los medios de comunicacién (muchos de los cuales revivieron gracias al pto- ceso de financiarizacién en maccha) ¥ un conswmismo diversificado (proceso en el que jugé un papel prominente la «nchabilitacién de los barrios y la gertvéfication. El gobierno de la ciudad se arganizd cada vex mas como una entidad empresatial en lugat de socialdemsceata 0 siquiera gerencial. La competencia interutbana por el capital de inversién transforms al gobierno en tin modelo de gestién urbano ar- ticulada en torna a asociaciones pablico-privadas. Las empresas municipales co- menzaron a dirigirse de maneca progresiva a puerta cerrada, mientras se desvanecia el contenido democritico y representativo de Ja forma de gobierno", La clase obrera asi como los inmigrantes pettenecientes a las minorias émicas de Ja ciudad, fueron empujados a la sombras, vapuleados por los estragos del racismo y de la epidemia de crack de proporciones épicas que se vegistré durante ta década de 1980 y que dejé a muchos jévenes muertos, en la cércel o viviende en la calle, sélo para acabar siendo azotados de nuevo por la epidemia del SIDA que comenzé a de- jar sentic su incidencia en la década de 1990, La vedistribucién de la riqueza a través de la violencia delictiva se conviti6 en una de las pocas opciones serias que se abrian allas personas pobres, y las autoridades respondieron critiinalizando a comunidades enteras de una poblacién empobrecida y matginada, Las victimas fueron culpabili- aadas y Giuliani se haria famoso por tomarse la revancha colocindose del lado dela burguesia cada dia mas opulenta de Manhattan, que estaba cansada de tener que en- frentarse a los efectos de la devastacién en los portales de sus propia casas. La gestion de lw exisis fiscal de Nueva York fue pionera de las practicas neolibe- rales tanto en el Ambito doméstico, durante las presidencias de Reagan, como in- rermacional, a través del FME en la década de 1980. Instauté el principio de que en caso de conflicto entre la integridad de las instituciones financieras y los beneficios de fos titulares de bones, por un lado, y el bienestat de los ciudadanos, por orto, s¢ iba a privifegiat lo primero. Igualmente, puso el acento en que el pape! del gobier- @ WE Tabb, The Long Defastlt, New York City and the Urban Fiscal Crisis, cit.: acerca de la poste tior «venta» de Nueva York, véase Greenberg, «The Limits of Branding»; para un aceresmiento mas general a la cucstin de la empresarialicad, véase, D. larvey, , Ediciones Akal, 2006] 36 no era crear un buen clima para los negocios y no atender a las necesidades y al bie- nestar de la poblacién en su conjunto. Tabb concluye que la politica de la Admi- nistracién de Reagan durante la década de 1980, se convirtid, «a todas luces, en poco mas que en tuna reedicién ampliada del escenario de Nueva York de la déca- da de 1970. La traduccisn de estas conclusiones locales de mediados de la década de 1970 a eseala nacional se desarrolls de manera vertiginosa. Thomas Edsall (un periodista corresponsal en Washington durante muchos afios) publicé un vaticinador andlisis en 1985 Durante ta década de 1970, las empresas afinaron su capacidad para actuar camo clase, sacrificando su iastinto competitive a favor de la unidad y de una actuacién cooperadora en la arena legislativa. En lugar de que las compaiiias individwales se li- mitaran a buscar favores especiales [...], el tema dominante en la estrategia politica de las empresas se convirtié en un interés compartide por echae por tierra leyes como las destinadas a proteger los derechos de los consumidores y por sacat adelante La re- fosma legislative laborsl, asi como la promulgacién de una legisiacién reguladora, an- timonopolista y fiscal que Jes fuera mds favorable" En atas a cumplic este objetivo, los empresarios necesitaban un insttumento po- Iitico de clase y una base popular. Asf pues, trararon activamente de capturar al Par- tido Republicano y de convertirlo en su propio instrumento. La constitucién de fuertes comicés de accién politica para obtener, tal y como se expresa en el viejo di- cho, «el mejor gobierno que el dinero pueda comprar» {ue un paso importante. Las leyes supuestamente progresistas en materia de financiacién de las campaiias poli- ticas de 1971 sirvieron, de hecho, para legalizar la corrupci6n financiera de los po- lisicos. En 1976, el Tribunal Supremo comenzé a promulgar una serie de dictime- nes de caracter crucial en los que por vez primera se establecia que el derecho de las compaiifas a realizar contribuciones ilimitadas a los partidos politicos asi como alos comités de accién politica se hallaba protegido por la Primera Enmienda, que garantizaba el derecho de los individuos (en este caso, las empresas) a la libertad de expresiGn!®, Los comités de accién politica (CAP) podian, por lo tanto, asegurar el dominio finaneiero de ambos partidos politicos por parte de intereses corporativos, dela clase adinerada y de las asociaciones profesionales. Los CAP corporativas, que > AW. Tabb, The Long Default, Nea York City and the Urban Fiscal Criss, cit, p. 1. "Edsall, Tbe New Politics of tnequality, ct, p. 128. J. Court, Conporatcering. How Corporate Power Steals Yar Personal Freedom, cit pp. 29-31, donde se recone un listado de todas las decisiones Jegislarivas relevantes durante la déeada de 1970. SF en 1974 alcanzaban la cifra de achenta y nueye, ascendian en 1982 a 1.467, Aunque estos comités estaban dispuestos a suministrar fondos a los altos cargos de ambos partidos con tal de que sitvieran a sus intereses, también se inelinaron de manera sistemética hacia los candidatos de derecha de ambas formaciones politicas. A fina- les de la década de 1970, Reagan (que entances era gobernador de California) y Wi- liam Simon (al que ya nos hemos referido) se tomaron la molestia de instar a los CAP a que dirigieran sus esfuetzos hacia la financiacién de los candidatos republi- canos simpatizantes de la dereclia!®, El limite de 5.000 § impuesto a cada contribu- cin del CAP a un solo individuo, obligé a los comités de las distintas compafiias ¢ industrias a trabajar conjuntamente, y esto conllevé a que se forjaran alianzas basa- das en Ja clase en lugar de en los intereses particulares. La disposicién del Partido Republicano a convertisse en el representante de «sus votantes pertenecientes a la clase dominant» durante este periodo contrastaba, en opinién de Edsall, con la actitud «ideolégicamente ambivalenter de los demécratas, Jo cual explica el «hecho de que su vinculaciéa con diversos colectivos de la socie- dad era difusay porque ninguno de esos grupos —mujeres, negros, obreros, ancianas, hispanos, organizaciones politicas urbanas~ era claramente mas numeroso que el res+ to». Por otro lado, la dependencia de los demdctatas de contribuciones «cuantiosas» hizo a muchos de ellos sumamente vulnerables a Ja influencia directa de los intere- ses empresariales”, Aunque el Partido Demécrata tenfa una base popular, no podia seguir ficilmente una linea politica anricapitalista o anticorporativa sin cercenar de este modo totalmente sus conexiones con poderosos intereses financletos. No obstante, si queria conquistar efectivamente el poder, el Partido Republica- no necesitaba una sélida base electoral, La biisqueda por parte de los republicanos de une alianza con la derecha cristiana se produjo aproximadamente en esa misma Sg0ca, La clerecha cristiana no habia estado activa en la esfera politica en el pasa- do, pero la fundacién de la «mayorfa moral» por Jerry Falwell como movimiento politico en 1978 supuso un vuelco en esta actitud. Ek Partido Republicano ahora te- nia su base cristiana, ‘También apel6 al nacionalismo cultural de las clases obreras blancas y a su hostigado sentido de superioridad moral (hostigado, porque esta cla- se vivia en condiciones de insegutidad econémica crénica y se sentia excluida de auchos de los beneficios que eran distribuidos a través de politicas de avcisn afir- mativa asi como de otros programas estatales), Esta base politica podia ser movili vaca a través una actitud positiva hacia la celigién y el nacionalismo cultural y, en °8 Especialmente contunde es resultan los andlisis de’. Edsall, recogidas en The New Polinics of Inequality, ct., seguidos por M. Blyth, Great Transformations, Beonomie Kdeas and Institutional Change inthe Twventieth Century, cit. "Edsall, Tbe New Polities of Trequality, eit, p. 235. 58 1éeminos negativos, a través de un racismo, una homofobia y un antiferninismo la- tentes, cuando no estridentes. El problema no eran el capitalismo y Ia neoliberali- zacién de la cultura sino los «liberales» que habian utilizado un excesivo poder es- tatal pata amparar a ciertos geupos (negros, mujeres, ecologistas, etc.). Un movimiento, con una sélida financiacién, de intelectuales neoconservadores (reuni- dos alrededor de Irving Kristol y Norman Podhoretz y de la revista Commentary cn apoyo de la moralidad y de los valores tradicionales, daba su credibilidad a estas tesis. Apoyaban el giro neoliberal en la esfeta econémica pero no asf en Ja cultural, y vilipendiaban los excesos intervencionistas de la denominada «elite liberal», en- turbiando notablemente lo que el técmino «liberal» podria significar: De este modo, se conseguia desviar la atenci6n del capitalismo y del poder corporative como si nada tuvieran que ver con los problemas econsmicos ni culturales que estaban creando el mercantilismo desentrenado y el individualismo. A partir de este momento se produjo la firme consolidacién de la atroz alianza entre las grandes empresas y los cristianes conservadores respaldada por los neo- conservadores, que finalmente, en particular después de 1990, consiguio erradicar todos los elementos liberales del Partido Republicano (muy significativos ¢ influ- yentes en la década de 1960) y que convirtié a éste en a fuerza electoral de dere- chas relativamente homogénea que hoy conocemos!'®, No era la primera vez ni, es de temer, seré la ditima en Ja historia en que un grupo soci! ha sido convencido para votar en contra de sus intereses materiales, econémicos y de clase por cazones culturales, nacionalistas y religiosas. Sin embargo, en algunos casos, tal vez resulte més apropiado svstituir la palabra «convencidos» por «elegidos», ya que existen abundantes indicios de que los cristianos evangelicos (los cuales no cepresentan mas del 20 por 100 de la poblacién}, que constituyen el micleo de la «mayerla morab», abrazavon con entusiasmo la alianza con Jas grandes empresas y con e] Partido Repu- blicano como un medio para dar un mayor impulso a su agenda moral y evangélica. Sin lugar a dudas, de esto se trataba en e) caso de la oscura y reservada organizacin de cristianos conservadores que constituyé el Council for Nacional Policy, fandando en 1981 «para disefiar estraregias sobre cémo hacer virar el pais bacia la derecha»!”. Por otro lado, el Partide Demécrata estaba profundamente desgarrado por la necesidad de aplacar, sino de socorrer, [ds intereses finaxcietos y corporativos y, al mismo tiempo, dac muestcas de estar impulsando la mejora de las condiciones ma- teriales de vida de su base popular. Durante la presidencia de Clinton, el partido '°T, Krank, What's the Matter with Kansas. How Conservatives Won the Hearts of America, Nue: va York, Metropolitan Books, 2004 * D. Kirkpatrick, «Club of the Most Powerful Gathers in Strictest Privacy», The New York Times, 28 de agosto de 2004, A10, 59 terminé por anteponer lo primero a lo segundo y de este modo cayé de Ileno en el redil neoliberal a la hora de presctibir e implementar sus politicas (como, por ejem- plo, en el caso de la reforma del sistema de bienestar¥®. Sin embargo, como de- muestra el caso de Felix Rohatyn, no est claro que esta fuera la agenda de Clinton desde el principio, Enfrentado a la necesidad de superar un déficit insondable y de despertar el crecimiento econémico, la tinica via econémica plausible eta la reduc- cién del déficit para conseguir bajas tasas de interés. Esto suponfa o bien imponer una fiscalidad sustancialmente mis clevada (que equivalia a un suicidio electoral) 0 bien efectuar recortes presupuestarios. Tomar el segundo camino implied, en opi- nia de Yergan y de Stanislaw, «traicionat a su electorado tradicional para no coo- travenit los caprichos de los ricos», si bien, tal y como posteriormente confess Jo- seph Stiglitz, que fue presidente del Consejo de: Asesores Econémicos de Clinton, «nos las arreglamos para ir apretando el cinturén a los pobres a medida que aflojé- bamos el de los rivos»#!, En efecto, Ja politica social se dejé al cuidado de los tita- ares de bonos de Wall Steeet (de manera muy similar a lo que habia ocuttido en la ciudad de Nueva York anteriormente), con consecuencias predecibles. La estructura politica que surgié fue bastante simple, El Partido Republicano pudo movilizar ingentes recursos financieros asi como su base popular para votar contra sus intereses materiales, apoyiindose en argumentos culturales y religiosos, mientras que ¢l Partido Demécrata no podia permitirse atender a las necesidades materiales de su tradicional base popular (por ejemplo, un sistema nacional de asis- tencia sanitaria) ante el miedo a pesjudicar los intereses de la clase capitalista, Dada esta asimetria, la hegemonia politica del Partido Republicane se volvié més segura. Loelecciéa de Reagan en 1980 fue sélo el primer paso en el largo proceso de consolidar el cambio politica necesario para apoyar el gito de Volcker hacia el mo- netatismo y la priorizacién de la lucha contta la inflacién. Las politicas de Reagan, observé Edsall en aquel tiempo, se concentraron en imprimir «un impulso genecal de reduccisn del alcance y del contenido de la regulacién federal en materias rela tivas a la indusitia, el medio ambiente, las condiciones laborales, Ja asistencia sani- taria y la relacién entse comptador y vendedor». Los principales medios utilizados fueron los secortes presupuestatios y la désregulacisn, asi como «el nombramiento de personas en las entidades pttblicas com tendencias opuestas ala regulacisn y fa- vorables a la industria» para ocupar posiciones clave”. 2 Véase, J. Stiglitz, The Roaring Nvsetes, Nueva York, Norton, 2003, 2D. Yergin y J. Stanislaw, The Commanding Heights. The Battle Between Government and Mar ket Place bbl & Remaking the Modern World, Nueva York, Simon&Schuster, 1999, p. 3375 J. Siglitz, The Roaring Nineties, cit. p. 108, f Edsall, The New Politics of Teeguality, cit, p. 297 60 El National Labour Relations Board, establecido para reglamentar las relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo en los centros de trabajo en la década de 1930, fue convertido por los cargos designados por Reagan en un vehiculo para atacar y regular los derechos de los tralsajadores en el preciso momento en el que Ja activi- dad empresarial estaba siendo desregulada®’. En 1983, se tardé menos de 6 meses en revertir casi el 40 por 100 de las decisiones que habian sido tomadas en la déca- da de 1970y que ala luz de los intereses comerciales eran demasiado favorables a la fuerza de trabajo. Reagan interpretaba que toda segulacién (excepto la celativa « Ia fuerza de trabajo) era negativa, La Office of Management and Buclget, recibié le orden de realizar exhaustivos anilisis basados cn el coste-beneficio de todas las pro- puestas reguladoras (pasadas y presentes). Si no podia demostrarse que los benefi- eins de la regulacién excedian claramente a los costes, entonees la propuesta debia desecharse. Por sino era suficiente, se llevaron a cabo cuidadosas revisiones del ¢6- digo tributario ~principalmente en lo que respeeta a Ja amortizacién de las inver- siones~ que permitieron que muchas corporaciones no tuvieran que pagar ningiin ipo de impuesto en absoluro a la vez que se reducia cl tipo impositivo del 78 al 28 por 100 para los individuos situadas en el tramo de rentas més elevadas, lo cual de- mosiré que se trataba de un intento de restaurar el poder de clase (vease figura 1.7). Y peor atin, se transmitieron gratuitamente activos piblicos al dominio privado. Por ejemplo, gran parte de los adelantos mas decisivos en la investigacién farma- céutica habian sido financiados por el Nacionul Institute of Health en colabocacién a Jas compaiiias ir todos jos beneficios de la explotacién de los derechos sobre las patentes sin devolver ninguna cantidad al Estado asegurando, a partir de entonces, una indus- tria de altos, y sumamente subsidiados, beneficios”*. Pero para poder llevar a cabo todo esto, era necesario meter en cintura ala fuer- za de trabajo y alas organizaciones obseras, y hacer que se conformaran con el aue- vo orden social, Si la ciudad de Nueva York babia sido pionera al conseguir disci plinaral fuerte movimiento sindical municipal entre 1975 y 1977, Reagan adopté la misma zeceta a escala nacional domefiando a los controladores aéreos en 1981 y de- jando claro a los sindicatos que no eran bienvenidos como integrantes de los con- sejos internos del gobierno. El inestable acuerdo gue habia regido las relaciones en- tre el poder corporativo y sindical durante la década de 1960 habia conduide. Con » Nuevamente, el analisis descansa «yal notablemenze en M. Blyth, Grear Transformations. Eco- nomic Meas and fnseitutional Change in the Twentier Century, city T.Ldsall, the New Politics of Ine equality, et. SM, Angell, The Truth About the Drugs Companies. How They Deveise €'\ and What Ti Da Abit 1, Nueva York, Random House, 2004. 6L unas tasas de desemplea en plena efervescencia que alcanzaban el 10 por 100 a me- diados de la década de 1980, el momento era propicio para atacat todas las formas de organizacién obrera y recortar sus derechos conquistados asf como su poder. El traslado de la actividad industrial desde el sindicado nordeste a los Estados del sur del pais, en los que practicamente no se registraba sindicacion y donde existia una mano de obra «dispuesta a trabajar, cuando no més allé de las fronteras estatales, a México y el sudeste de Asia, se convirtié en una prictica comin (subvencionada por una fiscalidad favorable para las nuevas inversiones, y ayndada por el nuevo predominio de las finanzas sobre la produccién como eje del poder de dase capi- talista). La desindusteializacién de Jas antiguas principales regiones industriales fuertemente sindicalizadas (el llamado «rust belt» {el cintuirén de la industria pesa- day la produccién en masa situado en los Estados nordorientales del pafs en torno alos Grandes Lagos]) desposeyé de su poder a la fuerza de trabajo. Las compaiiias podfan amenazar a los trabajadores cuando se produjeran paros en las plantas de produccién o desafiar ~y generalmente ganar~ a los huelguistas en caso necesatio (por ejemplo, en la industria del carbén). Tgualmente, en este caso, lo importante no era sélo el uso de la porta, ya que ha- bfa un gran ntimero de zanahorias que ofrecer a los trabajadores individuales para romper la accién colectiva, Las rigidas reglas de los sindicatos y sus estructuras bu- rocraticas les hacian vulnerables of ataque. A menudo, la falta de flexibilidad era una desventaja tan importante para los trabajadores individuales como pata el ca- pital. La pura demanda de una especializacién flexible en los procesos de trabajo y de la contratacién de una jornada laboral flexible podia convertiese en una parte de Ja retérica neoliberal que podia ser convincente para algunos trabajadores indivi- duales, en particular para ios que habian sido privados de los beneficios exclusivos que en ocasiones conferia esa fuerte sindicacién. Una mayor autonomia y libertad de accién en el mercado laboral podian revenderse como una virtud tanto para el capitalismo como para la mano de obra y tampoco en este caso fue dificil integear los valores liberales en el «sentido comin» de gran parte de la fuerza de trabajo. Comprender de qué modo esta activa potencialidad fue convertida ea un sistema de acumulseidn flexible generador de una gran explotacién (pues todos los benefi- cios procedentes de la progresiva flexibilidad en la distribucién del trabajo, tanto en él espacio como en el tiempo, revirtieron en el capital) resulta fundamental para explicar por qué lo salarios reales, excepto durante un breve periodo de la década de 1990, se mantuvieron estancados disminuyeron (figura 1.6) al mismo tiempo que se redujeron los beneficios sociales. La teoria neoliberal sostiene, porque asi le conviene, que el desempleo es siempre voluntano. Et trabajo, de acuerdo con sus postulades, tiene un «precio ménimo» por debajo del cual se prefiere no trabajar, El desempleo aparece porque el precio minimo del teabvajo es demasiado alto. En la 62 medida en que él precio minimo es parcialmente sufragado por los ingresos prove- nientes del Estado del bienestar (y, en este sentido, abundan las historias de «reinas del Estado del bienestar» que conducen Cadillacs}, cobra sentido el argumente de que la reforma neoliberal Ulevada a cabo por Clinton del «Estado del bienestar tal y como lo conacemos» debe ser un paso crucial pata la reduccién del desempleo Todo esto demandaba algin fundamento, y la guerra de las ideas desempeiio un papel importante para cubtir este necesidad. En opinion de Blyth, las ideas econs- micas orquestadas en apoyo al gito neoliberal consistian en una compleja fusién de monetarisma (Friedman), expectativas racionales (Rober Lucas}, cleecién piiblica (James Buchanan, y Gordon Tullock), y fas ideas elaboradas por Arthur Laffer en torn a las politicas por el lado de la oferta, menos respetables pero en absoluto ca- rentes de poder de influencia, quien Hlegd a sugetir que los efectos incentivadores de los recortes fiscales incrementarian hasta tal punto la actividad econdmica que harfan crecer automaticamente los ingresos tributarios (Reagan estaba cnamorado de esta idea). La hebra comtin més admisible de estos argumentos descansaba en que la intervencién del gobierno era el problema en lugar de la solucién y que «una politica monetaria de estahilidad, sumada a recortes radicales ex los impuestos para os tramos de renta mas elevados, produciria una economia mas prosperay al no dis- torsionar los incentivos de Ja actividad empresarial*. La prensa financiera, con The Wall Street Journal muy a la cabeza, asurnid estas ideas convittindose en una abier- ta defensora de la neoliberalizacién como sotucién necesaria a todos los males eco- nomicos. La difusién popular de estas ideas vino de la mano de prolificos escrito- res como George Gilder (financiado con fondos destinados a los think-tanks), inientras las escuelas de estudios empresariales que emergicron en prestigiosas uni- vetsidades como Standford ¢ Larvard gracias a la generosa financiacién brindada por corporaciones y fundaciones, se convirtieron en centros de la ortedoxia neoli- eral desde el preciso momento en que abrieron sus puervas. Establecer la carto- graffa de la expansién de las ideas es siempre una tarea ardua, pero en 1990 practi- camente la mayoria de los departamentos de economia de las universidades mis importantes dedicadas a la investigacidn asi como también las escuelas de studios empresariales estaban dominadas por formas de pensamiento neoliberal. La im- portancia de este hecho no deberia subestimarse. Las universidades estadouniden- ses dedicadas a la investigacién eran y son campos de entrenamiento para muchos estudiantes extranjeros que se llevan a sus paises de origen lo aprendido —las fige- ras clave de la adaptacién de Chile y de México al neoliberalismo fueron, por ejem- © M, Blyth, Great Trensformatians. Eannomic Ideas and Fnstitutional Change in the Twentieth Con- ‘véase tambien, T. Frank, Oxe Market Under God. Lixtreme Capitaltom, Market Populism ond the End of Economic Democracy, cit., particularmente acerca del papel de Gilder. 63 plo, economistas formados en Estados Unidos asi como también a las instituciones internacionales en Jas que se integran como el FMI, el Banco Mundial y la ONU. Enmi opinién, la clara conclusién es que «durante la década de 1970, el ala po- litica del sector corporativo nacional», en palabras de Edsall, «organizé una de las campaias mds destacables en la busqueda de poder habida en tiempos recientes». A psincipios de fa década de 1980, «habia ganado un grado de influencia y de po- der préximo al que *enia durante los présperos dias de la década de 1920». ¥ en 2000 habia utilizado esa posicién privilegiada para volver a situar su porcentaje de la-riqueza y de la renta nacional en niveles que tampoco se veian desde la década de 1920, En Gran Beetafia, la construccién del consentimiento se produjo de modo muy diferente”, Lo que ocurtia en Kansas era muy distinto de lo que pasaba en Yorks- hire, Las tradiciones politicas y culturales eran muy dispares: En Gran Bretaia no hay una derecha cristiana a la que ditigitse o a la que movilizar detrés de una ma? yoria moral. El poder corporativo era poco inclinado a apoyat un abierto activismo politico (sus contribuciones alos partidos politicos eran mininaas) y en su higar pre feria ejercer su influencia a través de las redes de clase v-de privilegios que desde hacia largo tiempo conectaban el gobierno, la acadeinia, el poder judicial y el ina- movible funcionariado (que en aquelfos momentos todavia conservaba sw teadicio nal independencia) con los lideres industriales y financieros. La situacién politica también era radicalmente distinta, puesta que ei Partido Laborista habia sido con- cebido desde hacia mucho tiempo como un instrumento de poder de la clase obre- ra al servicio de fuertes sindicatos, a menudo muy combativos, En consecuencia, la estructura del Estado del bienestar que se habia desarrollada en Gran Bretafia era mucho mas elaborada y extensa de lo que jamés se podria haber sofiado en Estados Unidos: Los pesos pesados de Ja economia (el carbén, el aceta y la industria auto: movilistica) estaban acionalizados, y una gran parte de las viviendas disponibles pertenecian al sector pitblica, Ademas, desde la década de 1930, el Partido Labo- rista habia cimentado signilicativos reductos de poder en ef ambito del gobierno municipal, estando el Ayuntamiento de Londres, presidido por Herbert Morrison, ala vanguardia de este proceso desde la década de 1930. Los vincules de solidari- dad construides a través del movimiento sindical y de los gobiernes municipales eran rotundamente manifiestos. Incluso el Partido Gonservador, durante los largos petiodos en los que asumié el poder después de fa Segunda Guerra Mundial; se abstuvo mucho de emprender ningun intento de desmantelar el Estado del bienes- tat que habia heredado. ‘T. Besull, The New Potivics of Inequality, cit. p. 107. 2 §. Hall, Hard Road to Renewal. Vharcherism and the Cs sis ofthe Lefi, Nueva York, Norton, 1988. 64 El gobierno laborista de Ja década de 1960 se habia negado « enviar :topas @ Vietnam, lo que salvé al pais de sufrir los traumas domésticos ditectos que hubiera gcnerado la pacticipacin en una guerca impopular Después de la Segunda Guevra Mundial, Gran Bretafia habia accedido (si bien de manera teacia, yen algunas oca- siones no sin una violenta lucha y sin los bruscos empellones de Estados Unidos) a llevar a cabo la descolonizacién, y después de la malogesy aventura de Suez en 1956 fue progresivamente despojandose (también con frecuencia a regaiiadientes) de buena parte del nvanto del poder imperial directo. La retirada de sus fuerzas del este de Suez en la década de 1960 fue una se‘ial importante de este proceso. A par- tir de entonces, Gran Bretaiia en la mayoria de las ocasiones iba a participat como un socio subalterno dentro de la OTAN bajo el paraguas imperial de la potencia es- tadounidense. Pero Gran Bretafia sceguia efectivamente protegiendo su presencia colonial en gran parte de lo que habia sido su imperio y de este modo con frecuen- cia se vefa envuelta en disputas con otras grandes potencias (como, por ejemplo, en Ja sangrienta Guerra civil de Nigeria tras la tentativa de Biafra de separarse). La cuestién de las relaciones y ‘e Ja responsabilidad de Gran Bretafia hacia sus ex co- Jonias fue a menudo tensa, tanto en casa como en el extranjero. Las estructutas neo- coloniales de explotacién comercial se vieron en miltiples acasiones intensificadas en Ingat de erradicadas. Pero las cozrientes migratorias que fluian desde las ex co- lonias hacia Gran Breiaiia comenzaban a devolver a la metrépoli las secuelas del im- petio por nuevos caminos. El vestigio mas impertsnte de la presencia imperial briténica fue la continuacién del papel de la City de Londres como centro de las finanzas internacionales. Du- rante la década de 1960, esto cobré una progresiva impertancia a medida que el Reitio Unido se apuraba para proteger y reforzar la posicién de la City respecto a las potencias emergentes del capital financiero glabal. Este proceso generé una se- rie de contradicciones importantes. La proteccién del capital (inwnciero (a través de Ja manipulacién de los tipos de interés) en ia mayoria de las acasiones entraba en conflicto con las necesidades del capital industrial doméstico (provocando, pues, una divisién estructural dentro de Ja clase capitalista) y, en ocasiones, impedia la ex- pansién del mercado doméstico {restringiendo el crédito). El compromiso de man tener una libra fuerte socavaia la posicién de la industria del pais en el mercado de Jes exportaciones y contribuyé a generar las crisis de la balanza de pagos registra- das en la década de 1970. Asimismo, aflorzron contradicciones entte el liberalismo embsidado, vigente en ¢] Ambito interno, y el liberalismo de! libre mercado del ca- pital financiero con base en Londres que operaba en la escena mundial. La City de Londres, el centro financiero, habia favorecido durante largo tiempo las politicas monetaristas en detrimento de las keyaesianas y, por lo tanto, formaba un bastin de resistencia frente al liberalismo embridado. 65 El Estado del bienestar construido en Gran Bretafia tras la Segunda Guerra Mandial nunca fue del agrado de tostos: A través de fos medios de comunicacién circulabain fuertes corrientes criticas (con el sumamente respetado Finaticial Times ala cabeza), sque cada ver estaban mas subosdinadas a fos intereses financieros. El individualismo, la libertad y los derechos se describian como términos opuestos a Ja asfixiante ineptitud burocrética del aparato estatal y al opresivo poder sindical Estes erfticas se peneralizaron por todo el pais a Jo largo de la década de 1960'y se hicieron todavia més enérgicas durante Ios dias grises del estancamiento econdmmi- co que mared la década de 1970, La gente temié entonces que Gran Bretafia se ¢3- tuviera convirtiendo en un «Estado corporativista, avocado a una gris mediocri: dady#, La corriente subterrdnea de pensamiento representada. por Hayele constituia una oposicin viable, y contaba con defensores en las universidades 9,0 que ¢s mas impoztante, dominaba el trabajo del Institute of Economic Affairs (fun- dado en 1955) en el que Keith Joseph, que posteciormente se convertitfa en uno de los asesores fundamentales de Margaret Thavcher, salt6 con éxixo a Ja escena piiblica en la déeada de 1970, La fundacién del Centee for Policy Studies (1974) y del Adam Smith Institute (1976), y el progresivo campromiso de la prensa con-la néoliberalizacién duraute la década de 1970, afectaron de modo significative al cli- ma respirado entre ls opinién publica. El temprano ange de un significative movi- miento juvenil finclinado a la satira politica) y la legada de una desenfrenada cul: tura pop al «marchoso Londres» de tx década de 1960 eran una buela, a la vez que un desafio, a fa estructura tradicional de las entretejidas relaciones de clase. Fl in- dividualismo y la libertad de expresién se convirtieron en objeto de disputa y et movimiento estudiantil de tendencias izquiesdistas, influido en muchos sentidos por las complejidades que entrafiaba acomodarse al arraigado sistema de clases britinico asi como también a su herencia colonial, se convirtié en en active ele- mento dentro de la politica britanica, de modo muy similar a como ocuztié en otros lugares con ef movimiento del 68. Su actitud isreverente hacia los privilegios de clase (ya se tratara de los aristdcratas, los politicos o los burderatas sindicales) iba a fundar el posterior radicalismo del giro posmoderno. Y el escepticismo res- pecto a la politica iba @ preparar cl camino para la actited de sospecha hacia todas las metanarrativas Aungue habia muchos elementos a parti de los cuales poder construir el con- sentimiento para efeciuar el giro neoliberal, no cabe duda de que el fendmeno That- cher no habria emetgido, y mucho menos con éxito, si no hubiera sido por la seria crisis de acumulacida de capital experimestada durante la década de 1970, La es % D, Yergin yT. Stanislaw, The Commandiug Heights. The Battle Berween Government and Mar ket Place that is Remaking the Moder World, cx, p92: 66 tanflacién estaba petjudicando a todo el mundo. En 1975 la inflscién se disparé hasta alcanzar el 26 por 100y las cifras del desempleo superaron el millén de tra- bajadores (véase figura 1.1). Asimismo, las industries nacionalizadas estaban dre- nando los recursos del tesoro piiblico. Esto desaté un enfrentamiente entre el Es- tado y los sindicatos. En 1972 los mineros briténicos (una industria nacionalizada) declararon su primera huelga desde 1926, tal y como volverian a bacer en 1974. Los mineros siempre habian estado en la vanguardia de las lachas obreras briténicas. Sus salarios no crecian en sintonia con el ritmo de crecimiento de la acelerada in- flacién,y la opinidn publica simpatizaba con ellos. El gobierno conservsdor, en me- dio de cartes en el suministro de energia eléctrica, declaré el estado de emergencia, decreti una jomada laboral de 3 dias a la semana y bused el apoyo de la opinién publica en contra los mineros. En 1974, el gobierno convocé elecciones con el ob- jetivo de obtener el respaldo pablico pars su posicidn, Perdid, y ei gobierno labo- sista que regres6 al poder pacificé la huelga alcanzando un acuerdo en términos fa- vorables para los mineros. Sin embargo, la victoria fue pirrica. Fl gobierno laborisca bo podia pettnicirse los 1éeminos del acuerdo y sus aptietos fiscales se multiplicaton. El elevado déficit pre- supuestatio se vio acompatiado par una crisis en la balanza de pagos. Al solicitat los créditos del FMI entre 1975 y 1976 se encontré ante Is disyuntiva de optar o bien por someterse a las restricciones y la austeridad presupuestarias ordenadas por cl Fondo Monetario Internacional, o bien declararse en quicbra y sacrificar la integri- dad de la libra esterlina, lo que suponia asestar un gelye mortal a los intereses fi- nancieros de la City de Londres. Se opté por el primer camino y se implementaron recortes presupuestarios draconianos en los gastos del sistema de bienestar. Fl go- bierno laborista actu en contra de los intereses materiales de sus partidarios tracli- cionales, pero seguia sin solucionarse la crisis de acuznulaci6n y de estanflacién. De manera infructuosa, traté de enmascarar las dificultades apelando al ideal copota- tivista, en el que se supone que todo e] imundo debe sacrificar algo por el bien de la entidad politica a la que se pertenece. Sus partidarios se revelaron abiertamente y Jos trabajadores del sector pblico iniciacon una oleada de huclgas salvajes durante el periodo que se conacié como eel invierno de] descontento» de 1978. «Los tra- bajadores hospitalarios dejaron de prestar servicios, y la atencién médica tuvo que ser severamente racionada. Los sepultureros en huelga se negaban « eaterrar a los muertos. Los camionetos también s¢ declararon en huelga. Unieamente ios enlaces sindicales teniaa la faculead de permitir cruzar Jas lineas de los piquetes a los ca- miones que transportaban “bienes esenciales”. La compaiiia britanica de ferroca- rriles anuncio una lacdnica noticia: “Hoy no hay trenes” [...] los sindicatos buel- "7. Benn, The Benn Diaries, 1249-1990, ed. R. Winstone, Londres, Arrow, 1996, 67 otganizatives, a menudo mediante la eliminacién de empleos. La valoracién de las snismas también se estructuré para ofrecer incentivos considerables al capital pri- vado en ui proceso equipacada por sus opositares a «cegalar las alhajas de la fami- fia», En varios casos, las subvenciones fueron disfrazadas.en el trémite de valora- cidn de las-empresas para su venta, ya que las compatiias del agua, los ferrocartiles c incluso las empresas puiblicas en la industria automovilistica y sideriirgica posefan terrenos de gran valor en sus ubicaciones originales que fueron excluidos de la ta- sacién de Jas mismnas aduciendn que se trataba de empresas en funcionamiento. La privatizacién y los objetivos especulativos sobre la propiedad liberada iban de la mano. Pero en esta ocasién la finalidad también era transformar a cultura politica ampliando el:campo de la responsabilidad corporativa y personal, y estimulando una mayor eficiencia, innovacién e iniciativa individual/corporativa, British Aeros- pace, Brititsh Telecom, British Airways, el acero, la electricidad y el gas, el petrdleo, el cacbén, el agua, los servicios de autobuses, los ferrocarriles y una rultitud de em- presas estatales de menor tamafio fueron vendidas en una oleada masiva de privati- zaciones. Gran Bretafia fue pionera en este camino al mostrar el modo de llevazlas a.cabo de una forma razonablemente ordenada, y rentable para el capital. Thatcher estaba convencida de que una vez realizados estos cambios, se tornarian itreversi- bles: de ahi su prisa. Asimismo, la legitimidad de todo este movimiento se vio arto- pada con éxito por la venta exhaustiva de las viviendas pitblicas a sus moradores. Este proceso incrementd enormemente el ntimero de propietasios de viviendas en cl periodo de una década, Por un lado, satisfacia el ideal tradicional de ta propie: dad privada individual como el suefo de la clase obreta y, por otro, introducia un dinamismo nuevo y a menudo especulativo en el mercado de la vivienda que fre muy apreciado por las clases medias, que vieron como erecia el valot de sus actives: al menos, hasta la crisis del mercado inmobiliario de principios de la década de 1990. #1 desmantelamiento del Estado del bienestar eta, sin embargo, algo completa- mente distinto. Lidiar en campos como la educacién, la asistencia sanitaria, los set- vicios sociales, las universidades, Ja burocracia estatal, y el sistema judicial, se reve- 16 dificil. En este punto, Thatcher tenia que librar la batalla contra las actitudes arraigadas y a menudo tradicionales de las clases media y alta que formaban el nia cleo de sus electores. Ella pretendia desesperadamente extender el ideal de la res- ponsabilidad personal (por ejemplo, a través de la privatizacién de la asistencia sa- nitaria) a todos los campos y cecortar las abligaciones estatales. Ne consiguié progresar con presteza. A los ojos de la opinién pablica, existian limites a la neoli- beralizacin de toda. Por ejemplo, no fue hasta 2003 que un gobierno laborista lo- £6 en contra de una oposicién generalizada introducir un sistema de pago de tasas en Ja educacidn superior, En todas esas dreas se demostté dificil forjar una alianza 70 de consentimiento a favor de un cambio radical, Acerca de esta cuestién, su gabi- rete (asi como sus partidarics) se encantraba notoriamente dividido (entze «flesi- bles» ¢ «intransigentes»} y llev6 vatios afios de lacerantes confrontaciones on el seno de su propio partido, as{ como en los medios de comunicacién, ganar madestas re formas neolibezales, Lo ms que pudo hacer fue intentar acelerar el desarzollo de una cultura empresariel ¢ imyoner estrictas reglas de vigilancia, de responsabilidad Financiera, y de productivided sobre ciertas instituciones, como las universidades, gue malamente podian amoldarse a las mismas, Thatcher forjé el consencimiento mediante el cultivo de una clase medida que se deleitaba en los placeres de la propiedad de su vivienda, de la propiedad privada, del individvalismo y de la liberacién de las oportunidades empresariales. A la vez que los vinculos de la solidariciad obzeta meaguaban bajo In presién que se ejercia sobre ella y las estructuras de! mercado laboral se vetan radicalmente transformadas através de la desindustrfalizacién, los valores de la clase media se extendian mas ampliamente para integrar a muchos de los que antaio tuvieron una firme ideati- dad de clase. La apertura de Gran Bretafia a un mercado mas libre permitié el flo- recimiento de la cultura de consumo, mientras la proliterscién de instituciones fi- nancieras situé cada vez més en c) centro de una antes sobria forma de vida britanica wna cultura de endeudamiento. E) necliberalismo implicé Ja transforma. cin dea antigua estructura de clase bsitdnica a ambos extremos del espectro. Ade- més, gracias al mantenimiento de la City de Londres como wn actor ceniral ea las finanzas globales, fue gradualmente convirtiends el corazén de la economia britd- ica, Londres y el suresie del pais, en un dindmico centso de riqueza y de poder en continuo crecimiento, Ea realidad, no se cracaba tanto de que el poder de clase hu- biera sido restaurado en elgtin sector tradicional, como de que mas bien se habia rounido de manera expansiva alrededor de uno de los centros globales de opera- ciones financicras mas importantes, Los cachortos de Oxbridge afluyeron a Lon- dres para trabajar negociands con bonos y con divisas, amasar 14pidamente rique- zay podes, y convertir Londres en una de Jas ciudades mas caras del mundo. Aunque la revoluciéa de Thatcher estavo preparada por la organizecién del consentimiento en al sen de fas clases medides teadicionales, que la auparon a tres victorias electorales, en el plano ideclégico, todo su programa, en particular en su primer mandato, estuyo mucho mas impulsado por la teotia neoliberal de Jo que munca antes habia sido el caso en Estados (Inidos. A pesar de peseer ella misma un sélido origen de la clase media, estaba claramente entusiasmada con los tradiciona- les esteechos contactos existentes entre el despacho del primer ministro y los «ca- pitanes» de la industria y las finanzas. Se volvié con frecuencia hacia ellos cn busca de coasejo y en algunas ocasiones les brindd palmarios favores infravalorande los actives del Estado para impulsar su privatizacién. E] proyecto de sestaurar el poder 7 de clase —frente al desmantelamiento del poder de la elase obrera~ jugs quizé un papel mas subconsciente en su evolucién politica. El éxito de Reagan y de Thatcher puede medicse est funcién de diversos crite- rios**, Pero, en mi opiniéa, lo més dil es hacer hineapié en la forma en gue toma- ron fo que hasta entonces habian sido posiciones politicas, idéologicas ¢ intelectua- les minoritatias y las hicieron dominantes, La alianza de fuerzas que ayudaron a consolidar y las mayorias que ditigieron, se convixtieron en un legado que la gene- raciGn posterior de lideres politicos enconts6 dificil de desalojar, Tal vez, el mayor testimonio de su éxito descanse en el hecho de que tanto Clinton como Blair sé en- contraran a si mismos en una situacién con un margen de maniobra tan limitado que no tuvieron més remedio que dejar que continuata el proceso de restauracién del poder de clase, incluso, en contra de lo que Ies sugeria st instinto. Y una vez que el neoliberalismo se convirti6 en algo tan hondamence integrado en el mundo anglosajén fue diftcil negar su notable relevancia en como estaba funcionando el ca- pitalismo en general a escala internacional. Tal y como veremos, esto no significa que ef ncoliberalismo simplemente se impusiera en todo el mundo mediante la in- fluencia y el poder angloestadounidense. El andlisis de ambos casos demuestta que las citcunstancias internas y la naturaleza posterior del gito neoliberal fueron: muy diferentes en Gran Bretafia y en Estados Unidos y, por ende, debemos presumnir que las furerzas internas asi como también las influencias y las imposiciones externas han cesempenado un papel especifico sambién en otras pastes Reagan y Thatcher sacaron ventaja de las pistas que poseian (brindadas por Chi: ley por la ciudad de Nueva York) y se pusieron a la cabeza de un movimiento de clase gue estaba determinado a restaurar su poder. Su genialidad consistié en creat un legado yuna tradicién gue acrapé a los politicos posteriores en wna red de cons- treftimientos de los que no pudieron escapac ficilmente. Aquellos que les siguieron, como Clinton y Blais, poco podian hacer mas que continuar con la Buena marcha de la neoliheralizacién, les gustase 0 00. * La incapacidad de Thatcher para aleanzar vatios de sus objetivos politices macroccondémicas se encuenera adecuadamente documentada en P. Hall, Governing the Econoniy, Te Politics of State Tutervent min Britain and France, ct. lil neoliberal El papel de Estado ex le teorfa neoliberal es bastante facil de definis. Sin em- argo, la practica de la neoliberalizacién ha evolucionado de tal mado que se ha ale- jado de manera significativa de la plantilla prescrita por esta teoria. Por otto lado, Iaevolucién hasta cierto punto castica y el desarrollo geografico desigual de las ins- tituciones, los poderes y las funciones estatales experimentado durante los vikimos treinta afios sugiere que el Estado neoliberal pueda ser una forma politica inestable y contradictoria, El Estado neoliberal en teoria De acuerdo con la teoria, el Estado neoliberal deberia favorecer unos fuertes de- rechos de propiedad privada individual, el imperio de la ley, y las insticuciones del libre mercado y del libre comexcio!, Estos son los puntos de acuerdo considerados esenciales para garantizar las libertades individuales. El marco legal viene definide por obligaciones coniractuales libremente negociadas entre sujetos juridicos en el mercado. La inviolabilidad de los contratos y el derecho individual a la libertad de J. Chang, Globalisation, Econonsic Developsent aud the Role of the State, Londses, Zed Books, 2003; B. Jessop, «Liberalism, Neoltberalism, and Liban Governance. A Staze-Theoretical Per- spectiver, Antipode XXXTV, 3 (2002, pp. 452-472; N. Poulantzas, State Power Soceatisnr, Londres, Verso, 1978; S. Clarke (ed.), The State Debate, Lonsles, Macmillan, 1991; 8, Haggard y R. Kaufman (eds), The Polities of Econontic Adjuianeit Interastunal Cozeciroants, Dastribaaive Confleis and the State, Princeton, Princeton University Press, 1992; R. Nozick, Anarchy, State ond Utopis, Nuova York Basie Books, 197. 73 accién, de expresida y de eleccién deben set protegidos. El Estado, pues, utiliza su monopolio de Jos medias de ejercicio de la violencia para preservar estas libertades por encima de todo. Por ende, la libertad de los empresatios y de las corporaciones {contempladas por ¢! sistema jutidico como personas) para operar dentro de este marco institucional de mercados libres y de libre comercio es considerada un bien fundamental. La empresa privada y la iniciativa empresatial son tratadas como las Tlaves de la innovacién y de la creacion de riqueza. Los derechos de propiedad in- telectual son protegidos (por ejemplo, a través de las patentes) de tal modo que siz- ‘van para estimular cambios teenol6gicos. Los incrementos incesantes de la produc- tividad deberfan, pues, conferir niveles de vida mas elevados para todo el mundo. Bajo la premisa de que «una ola fuerte eleva a todos los barcas», o La del egoteos, la teoria neoliberal sostiene que el mejor modo de asegurar Ja eliminacién de ta po- breza {tanto a escala doméstica como mundial) es a través de los mercados libres ¥ del libze comercio, Lo defensores de la teoria neoliberal son particularmente constantes en la bis- queda de la privatizacién de actives. La ausencia de claros derechos de propiedad privada como ocurre en muchos paises en vias de desatrollo— es considerada una de las mayores barrevas insritucionales al desarrollo econdmico y a la mejora del bie- nestar humano. La delimitacién y la asignacién de derechos de propiedad privada son, asu modo de ver, el mejor modo de protegerse contra la denominada «trage- dia de los bienes comunes» (la tendencia de los individuos a superexplotar de ma~ nera itresponsable los recursos de progiedad comin, como la tierra y el agua). Los sectores econémicos anteriormente dirigidos o regulados por el Estado deben ser traspasados a la esfera privada y desregulados (liberados de toda forma de interfe- rencia estatal). La competencia entre los individuos, las empresas, y entre entida- des territoriales (ciudades, regiones, naciones y agrupamientos regionales)~ es con- sidetada una virtud esencial. Por supuesto, las directrices de la competencia en el mercado deben ser correctamente observadas, En aquellas situaciones en que estas directrices no se hallen establecidas claramente o en que los derechos de propiedad privada sean dificiles de definir, el Estado debe utilizar su poder para imponer o in- ventar sistemas de mercado (tales como comerciar con tos derechos de contamina- cién). Los defensores del neoliberalisme afirman que la privarizacidn y la desregu- lacién, junto a Ja competencia, eliminan los tramites burecraticos, incrementan la eficiencia y la productividad, mejoran la calidad de las mereaneias y reducen los costes, tanto de manera directa para el consumidor a través de la oferta de bienes y servicios mas baratos como indirectamente mediante la reduccién de las cargas fis- cales. E| Estado neoliberal deberia buscar de manera persistente reorganizaciones internas y nuevos pactos institucionales que mejoren su posicién competitiva como entidad en relacin con otros Estados en el mercado global Mientras la libertad personal ¢ individual en el mercado se encuentra garantiza- da, cada individao es responsable y debe responder por sus acciones y de su bie+ nestar, Este principio se extiende ala esfeta del sistema de proteccién social, del sis- tema educativo, de la atencién sanitaria ¢ incluso de las pensiones (la seguridad social ha sido privatizada en Chile y en Eslovaquia, y existen propuestas para pro- ceder del mismo modo en Estados Unidos). El éxito o el fracaso personal son in- terpretados en términos de virtudes empresariales o de fallos personales (como pue- de ser no invertir de manera suficiente en el propio capizal humano a través de la educacién) en lugar de ser azribuidos a ningtin tipo de cualidad sistémice (como las exclusiones de clase normalmente atvibaidas al capitalismo). La libre movilidad del capital entre sectores, egiones y pafses se considera un factor crucial. Todas las barreras a esta libertad de movimiento (como aranceles, ajustes fiscales punitivos, la planificacién y los controles medioambientales, asi como otros impedimentos localizados} ban de ser eliminadas, salvo en aquellas dress que son cruciales para los «intereses nacionales», con independencia de céme se definan étos. La soberanfa estatal sobre la cizculacién de mercancias y de capitales es enttegada en una actitud servicial al mercado global. La competencia internacio- nal se percibe como algo positivo en tanto que mejota la eficiencia y la productivi- dad, reduce los precios y, por consiguiente, controle las tendencias inflacionarias. Por lo tanto, los Estados deberian buscar de maneca colectiva, y negociar entre ellos, la xeduccisn de las barveras a la circulacién del capital entre las fronteras y le apertura de los mercados (tento para las mereancias come para capitel) al inrer- cambio global. No obstante, la cuestién de si esto también se aplica a la fuerza de trabajo, en tanto que mercancia, resulta polémica. En canto que rods los Estados deben colaborar para reducie las bacrerss al intercambio, deben sursir estructuras de coordinacién como el grupo de los paises del capitalismo avanzado (Estados Unidos, Gran Bretafia, Francis, Alemania, Italia, Canadé y Japén) conocido como el G7 (y, actualmente, como el G8 tras Ia adhesién de Rusia). Los acuerdos internacionales entre los Estados que garantizan el imperio de la ley y la libertad de comercio, como Jos que acaban de incorporarse a los acuerdos de la Crganizacién Mundial de Co- mercio, son cruciales para el avance del proyecto neoliberal a escala global. Los tedricos del neoliberzlismo albergan, sin embargo, profundas sospechas he- cia la democeacia. El gobierne de la mayors se ve como una amenaza porencial Jos derechos individuales y a las libercades corstitucionales. La democracia se con- sidera un lujo, que Gnicamente es posible bajo condiciones de zelativa prosperidad en Jas que también concurre una [uerte presencia de Je clase media para garantizar Ia estabiliad politica. Los neoliberales tienden, por lo tanto, a favorecer formas de gobierno dirigidas por elites y por expertos. Existe una fuerte preferencia por el ejetcicio del gobiemo mediante decretos dictados por el poder ejecutivo y median- 75 te decisiones judiciales en lugar de mediante 1a toma de decisiones de maneia de- moctitica y en sede parlamentaria, Los neoliberales prefieren aislar determinadas instituciones clave, como el banco central, de las presiones de ia democracia, Dado que la teoria neoliberal se concentra en el imperio de la ley y en la interpretacion estricta de la constitucionalidad, se infiere que el conilicto y la oposiciéa deben ser dirimidos w través de Ja medliacién de los tribunales. Los individues deben buscar las soluciones y los remedios de todos los problemas a través del sistema legal. Tensiones y contradicciones Existen algunas ateas oscuras asi como también puntos de conflicto en el seno de la teoria general de} Estado neoliberal. En primer luger, esta el problema de cémo interpretar el poder monopolista. La competencia a menudo acaba converti- da en monopolio o en oligopolio, ya que las empresas més fuertes expulsan a las mas débiles. La mayoria de los te6ricos del neoliberalismo no consideran proble- nxdtico este aspecto (en su opinicn, deberia maximizar la eficiencia) con tal de que no hay barreras sustanciales a la entrada de competidores (una condicién a menu- do difieil de evar ala practica y que el Estado debe, por lo tanto, salvaguardas). El aso de los denominados «monopolios naturales» resulta més espinoso. No tiene sentido la competencia entre miltiples redes de energia eléetrica, de sistemas de tu- berias para la condaceién del gas, de sistemas de suministro de agua y de trata: miento de las aguas residuales, o de lineas férreas entre Washington y Boston. En ‘estas teas, la regulacién estatal del suministro, el acceso y la fijacién de precios pa- rece ineludible. Aunque la desregulacién parcial puede ser posible (permitiendo a Jos productores en comperencia proporcionar electricidad utilizande Ja misma red co conducir trenes en las mismas vias, por ejemplo) las posibilidades de que aparez- can pricticas especulativas y abusivas, como demostré sobradamente la erisis de energia de California en 2002, o de irregulacidades y de confusi6n extremas, como ha demostrado la situacién de los ferrocarriles britanicos, son muy reales, E] segundo gran ambito de controversia es el relative a los fallos del mercado. Estos se producen cuando los individwos y les compafiias eluden asumir la totalidad de los costes imputables a su actividad, eludiendo sus responsabilidades al no per- mitir que el mercado valore su incidencia mediante el sistema de precios resultante {estas responsabilidades son, en lenguaje técnico, «externalizadas»). El tema clési- co para abordar este problema es la contaminacion, puesto que los individuos y las compaiifas eluden los costes vertiendo gratis sus residues téxicos en el medio am- biente. Como resultado de su acraacisn, puede producirse la destruccién 0 degra- dacién de ecosistemas productives. La exposicién a sustancias peligrosas 0 a peli- 76

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