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Immanuel Kant FILOSOFIA DE LA HISTORIA QUE ES LA ILUSTRACION Traduccién y Lorenz 226116 —Wum curia 2008 CARONTE Frrosoria in & i i i I Comienzo verosimil de la historia humana’ En verdad, es licito introducir conjeturas dentro del desarvallo de una historia, con el fin de llenar los huecos que dejan los documentos, pues lo que precede a dicho desarrollo, entendido como causa lejana, y lo due lo sucede, en tanto efecto, pueden proporcionar una guia bastante segura para el descubrimiento de las causas intermediatias, es decir, para tornar comprensible el trénsito de las causas a los efectos. Pero el procedimiento que haga nacer integramence una historia a partir de Conjeturas no aventajaré al que se empled al proyectar novelas. No rmeteceria el nombre de historia verosiil, sino el de tera fiecén ‘Sin embargo, lo que no se osaria en el proceso de Ia historia de las aceiones humanas, podria intentarse muy bien, apelando a conjeturas, con relacién a los primeros comienzos de La misma, en cuanto los hace la Naturaleza. En efecto, no tenemos el derecho de imaginarles pottiea~ mente [erdichtet], sino que los podemos derivar de la experiencia, si -damos por supuesto el hecho de que ésta, en los primeros comienzos, ro ha sido mejor ni peor de lo que hoy es: postulado conforme a la de Ia naturaleza y que no implica osadia alguna. Por eso, una historia del desarrollo primitivo de la libertad, expuesta a partir de las disposiciones originatias de la esencia del hombre, difiere por comple- to de la historia de Ia libertad, exhibida en su progreso, la cual slo se puede fundamentar sobre documentos. Puesto que las conjeturas, en lo tocante ab asentimiento de Tos de- ins [Beistinmung], no tienen el derecho de levantar sus pretensiones cen demasfa, sino que sélo se deben anuncfar como ejercicios concedi- dos a la imaginacién ~acompafiada por la razén— con fines de recreo y salud del énimo, pero no como ocupacién seria, no se podrin medi: con una historia establecida y acreditada, en cuanto documento real, sobre acontecimientos cuyo examen descansa en fundamentos mur dlistintos a los de la mera ilosofia de la Naruraleza. Justamente por es0, *+Mutma Blicher Anfang der Mensehengeschicte", 1786 (Connnto vekosiit De A HISTORIA HUMANA / FLOSOFIA DELA HNSTORIA SL Y porque aqut me arriesgo a un simple viaje de placer, solicito que se ime permita emplear un documento sagrado como carta para dicho via- je y que pueda imaginarme, al mismo tempo, que mi itinerario ~segui- do en alas de la imaginacién, aunque no exento de cierto hilo conduc- tor que la ata, mediante la razéa, a la experiencia tropiece con In misma linea seguida por aquel camino histéricamente trazado. El lec- tor consultard los panigrafos de ese texto (Génesis, capitulos 1-vt) y comprobari, paso a paso, si el sencdero seguido por el fikdsofo a través de concepts coincide con el que la historia indica. Sino queremos vagar en medio de conjeturas, endremos que poner el principio en algo que ninguna derivacién realizada por la raadn hue mana, a partir de causas naturales antecedentes, podrfa deduct, a sa- ber, la existencia del hombre, considerada, como es natural, en su pleno desarollo, es decir, independizada de los cuidados maternales. Hemos de considerario apareado, para que ast propague la especie; tal pareja debe sertniea, a fin de que no surja en seguida Ta guerra entre hombres proximos entre sf y extrafios los unos a los otros, y también para no cculpor a la Naturaleza por una diversidad de estipes hostil a la organi- saci mas conveniente para ln sociabilidad, que constituye el magno fin del destino humano. En efee:o, la unidad de la familia de la que dlebyan descender todos Los hombres fue sin duda la ordenacisn éptima para la realizacidn de esa meta. Supongo que tal pargja habita wn lugar aseguradlo contra los ataques de los animales salvajes y que esta provis. ta por la Naturaleza de todos los medios de nutricién. Por tanto, la sopongo en un jardfn, sometida a un clima siempre dulee. Y, lo que todavia es mus, la considero come ya habjendo dado un grandiosa paso cn Ia habilidad de servirse de sus fuerzas; luego, no parto del estado por completo salvaje de su naturaleza. En efecto, si yo trarara de lenar tales huveos, que presumiblemente abarcaron largos perfodos de tiem- po, le ofrecerfa al lector conjeturas en exceso y demasiado pocas vero- simititudes. Por tanto, el primer hombre podia estar enguido y andar; podia hablar (cft. Génesis, cap. th v. 20)" e incluso discuarir[reden], es " Ellmpuso de cumanicase debi incicarat hombre, todavia clitaro, a manifests ceistencia a los sores vivos que To clzesndabin, principalmente a los que emiten sonidos que 6! pudo iniear yemplear lug para nombelos. Tova observemos en los niiose insanos [gdankenfosen| un efecto de este impulso, cuando por ruios, 82 Isanure Kan | | | | | | | decir, hablar mediante el encadenamiento de conceptos (v. 23), 0 sea, penser. EI mismo tavo que conquistar semejantes habilidades (pues si le hubleran sido innatas serian hereditatias, cosa que contratice a la experiencia); sin embargo, aemito que estaba provisto de ellas de otro ‘modo, no podria estimar el desarrollo de la conducta moral en st hacet y omiti, que supone necesariamente aquella habilidad. El instinto, wos de Dios que obedecen toxis los aninnales, era lo nie co que originariamente conducfa al principiante. Le petmitia alimen- tarse con clertas cosas; le prohiba otras (1, 2,3). Pero no es necesacic admitir un instinto particular, y ahora peedido, para tal uso: pudo ha- ber sido el sentido del olfato y la afinidad de éste con el Grgano del gusto, cuya simpatia (symnpatia) con el aparato digestive es conocida Luego, la faculead de presentir la idoneidad o nocividad de las alimen- tos a gustar habria sido semejante a In gue todavia hoy advertimos, Incluso, podemos admitic que en la primera pareja ese sentido no he sido mds penezrante que en la actualidad. En efecto, sabemos que exis ce gran diferencia en la fuerza de percibir encre los hombres que sblo se acupan de los sentidos y los que, al mismo tiempo, lo hacen con el pensamiento, apartindose asi de las propias sensaciones. Mientras el hombre sin experiencia obedecis ese llamado de la Na turaleza se encontrd bien en ella. Peto muy pronto comens6 a desper arse la ya36n, que compard lo ya gustado con lo que le proporcionabe otro sentido diferente del que estaba ligado con el instinto, por ejem plo el de la vista, producigndose asf una representacién de algo tenido pot semejante a lo ya saboreado. De ese modo, el hombre trat6 de He vvarsu conocimiento de los medios de nutriciin mais all de los Kimites del instinto (i, 6). Por casualidad este ensayo pudo salirle bien, aun- que no estuviese aconsejado por el mismo; lo decisivo fue que no lo contradijese. Pero una propiedad caracteristica de la razén consiste et aque ella, auxiliada por la imaginacién, no silo puede inventar deseo: desprovists de la base de un impulso natural, sino incluso contrariado, Tales deseos merecen llamarse, en un principio, concupiscentes; pero sito, silbidos, cantos y otras atitudesrudosis (a menudo parceides a oficios tli: ios) perturban la parce pensante de la communi. Ea efecto, no veo otro mv rom esto fuera de la voluntad de manifesta fa propia existencia en rorno de elles. (Conteszo ViRosiua. ELA BSTORIA HRMANA /PLOSFIA DELA HISTORIA 83 ‘poco a poco produjeron un enjambre de inclinaciones superfluas y has- ta antinaturales, con lo cual se legs a la volupruosidad. Quizd fuera ‘meaquina la ocasién para renegar de los impulsos naturales; pero el xito alcanzado por el primer ensayo, a saber el cobrar conciencia de |a propia razsn ~entendida come facultad capaz de trascender los limi- «es que encierran a los animales~fue muy importance y decisive para el ‘modo de vivir del hombre. Si hubiese habido algin fruto que desatara la tentactén por su semejanza con otros agradables, ya gustados ante- Formente; si, por afiadidura, se agregara el ejemplo de algdn animal que por naturaleza encontrara agrado en semejante satisfaccién que, «en cambio, le serfa nociva al hombre, dorado de un instinto natural de repulsién hacia tal fruto, la eazén habria encontrado un primer motivo para entrar en conflicto con la vor de la Nacuraleza (1m, 1). No obstan- te contradecirla, pudo hacer el irtento originario de una eleccién que, por ser primaria, verosimilmente no se adeeué a la fuerza depositada en ella. El dario pudo ser todo lo insignificante que se quiera; pero no cabe duda de que esa experiencia abrié los ojos de los hombres (v. 7). Den trode sf mismo descubrié una facultad para elegir un modo de vivir, en vee de quedac ligado a uno solo, come los animales. All agrado inme- diato que le debe haber producido la advertencia de esta ventaja, le habrd seguido inmediatamente angustia e inquictud. ;Cémo el hom- bre, que todavia no conocia las eualidades ocultas ni los remotos efec- tos de cosa alguna, iba a actuar de acuerdo con esa facuiltad reciente- mente descubierta? Estaba, por asf decitlo, al borde de un abismo, pues junto a los objeros singulares de sus deseos, indicados hasta entonces pot los instintas, se abrfa una in‘inidad de orros objetos que no sabia ccémo elegir. Pero una vez conocido tal estado de libertad, le fue impo- sible retroceder a una condicién de servidumbre (bajo Ia dominacién del instinco) Al lado del instinto de nutricin, por el cual la Naturaleza conserva al individuo, se halla, como el mis importante, el instinto sexual, me- diante el cual ella cuida la conservacién de la especie. Tan pronto como fa razén desperté se puso a probar, sin tardanza, su influencia sobre ese instinto, El hombre encontré tempranamente que la excitaciGn sexual que en los animales descansa en un impulso pasajero y en gran parte periédico—era capaz de ser ampliado, e incluso aumentado, por lai ginacidn, cuya actividad se mueve con mayor moderacidn, pero al mis- 84 Iamtanue. eave ‘mo tiempo con impulso més duradero y uniforme, cuanto mis sustrat- dos se hallan los objetos a los sentidos. De esta suerte se evita la sacie- dad, que esté implicita en la satisfaccién de un deseo meramente ari- smal, Luego, lahoja de parra (v. 7) fue el producto de una exterior de la razén mucho mas importante que lo mostrado por el primer grado del desarrollo de la misma. En efecto, el hecho de convertir una inci nacién en algo mis fuerte y duradero, porque su objeto se sustrae a los sentidos, muestra la canciencia de cierta dominacién de la rezdn sobre los apetitos, y no solamente ~como ocurria en el primer paso~ una facultad de servirlos en menor o mayor grado. La resistencia fue el ari- ficio que condujo al hombre de las excitaciones meramente sensibles:a las ideales; de los meros apetitos animales, al amor. Del misto modo, lo elevé desde el sentimienco de lo s6lo agradable, al gusto por la belle- za, inicamente extendido al comienzo a los seres humanos, peto des- pués a fa naturaleza también. La decencia, que es la inclinacién que provoca en otro el respeto hacia nosotros mismos, mediante el decoro (es decir, ocultando lo que porta incitar el menosprecio), y que es el fundamento peculiar de toda verdadera sociabilidad, constituys ack- mas el primer signo de la formacién culta del hombre, en cuanto cria~ moral. Pero cuando un comienzo modesto da una direccién com- pletamente nueva al modo de pensar, ha importante que la interminable serie de las ampliaciones de la cultura que sungen del mismo, El tercer paso de la razén, una ver que se hubo mezclado con las primeras necesidades inmediatamente sensibles, fue la reflexiva expxe- tacin de lo furino. Esta facultad de no gozar s6lo el instante presence de la vida, sino también de actualizar el tiempo por venir, con frecuencia ‘muy alejado, constiuye el signo mas decisivo de lt preemineneia hu- mana: la de preparar su destino conforme con fines remotas; peto, a riismo tiempo, es la fuente inagorable de los cuidados y aflicciones acarreados por la incertidumbre del futuro, cosa de gue fueron dispen sados todos los animales (v. 13-19), El hombre, que debia alimentarse asf mismo, a su mujer y a sus futuros hijos, vio la dificultad siempre ceeciencte del trabajo; la mujer previs los suftimientos deparados porla Naturaleza a su sexo y, ademés, los que le impondria el vardn, ms fuerte que ella. Ambos previeron con temor algo que yacfa en el fondo del cuadro, més alla de las penas de la vida, y que inevitablemerte CCowt20 VEKOSINH, DE La HUSTORIA HUMANA / FLOSOFIA DE LATOR 85 a a txlos los animales, sin que se den cuenta de ello, a saber, la muerte. Por 650, les parecid que debfan rechazar ef uso de la razén y convertila en crimen, ya que les habia causado rantos males. Quiz los alentaba una sola perspectiva consoladora: la de vivir en la posteridad, que acaso viviese mejor, o también la de busear alivio los suftimien- tos en el seno de una familia (x El cuarto y iltimo paso de la val hombre muy por encima de la sociedad! animal: consistié en coneebir (aunque oscursmente) que constitufa, en sentido propio, el fin de la Nacuraleta, de manera ‘que nada de lo que vive sobre la tierra podia hacerle competencia. La primera vez que le dijo a la oveja la Nacuraleza no se he dado ta piel que Uevas para ti misma, sino para mi, quiténdosela y revistiéndose con ella (. 21), ¢l hombre tuvo conciencia de un privilegio que por esencia tena sobre rods los animales. Ds acuerdo con es, ya no era un com pafero de los mismos dentro de la creacién, sino que los considers medios e instrumentos puestos a disposicién de la propia valuntad, para que ésta logre sus arbitrarias intenciones. Semejante representa: cid incluye (aunque oscuramente) el pensamiento opuesto, es decit, ‘que al hombre no le es licito decir algo semejante de ningin hombre, sino que fo debe considerar com un asociado que participa por igual de los dones de la Naturaleza. Esta circunstancia preparé desde lejos las limitaciones que la raziin debia imponer en lo furuto a la voluntad, con respecto a la convivencia enzre los hombres [Mitmenschen}, y que son necesarias, mis que la inclinacién y el amor, para el establecimien. tw de la sociedad. De este modo, el hombre se puso en un plano de igualdad con todos los seresracionales, cualquiera fuese la jerarquia de los mismos (m1, 22): ingres6 en un punto de vista de acuerdo con el cual es fin para sf mis- sno, y vigndose apreciado como tal por todos los demas, nadie podria cemplearlo como medio para otros fines. En esto, y no en la siderada como simple instrumento para satisfacer las més diversas in- clinacfones, se encuentra el fundemento dela ilimitada igualdad entre los hombres, la cual se exciende hasca los seres superiores, que los aven- tajarfan incomparablemente por dones naturales, aunque ninguno de ellos tendrfa derecho por ello.a gobemarlos caprichosamente oa impe- rar sobre los mismos, Luego, este paso se vincula con una simulténea separaciin, que excluye al ser humano del maternal seno de la Natura- 86 Iamanuet kane ce el lesa. Es palpable que semejante cambio ennoblece: pero, al mismo tiem po, es muy peligroso, puesto que la Naturaleza expulsa al hombre del inocente y seguro estado de nifiez: por asf decirlo, lo arroja fuera de ur jardin que proporcionaba comodidades sin necesidad de fatigns (v.23), abandondndolo al vasto mundo, donde le esperan tantos cuidados, es fuerzos y desconocidos males, Con frecuencia las penas de la vida pro vocarén, en el porvenir, el deseo de un paraiso creado por la imagine cidn, en el que la existencia del hombre podria sofia 0 retost en tranquila holganza y constante paz. Pero entre él y aq tmorada de delicias se interpone la inexorable razén, que lo impulss imvesistiblemente a desarrollar las capacidades depositadas en ¢l, sit permitirle retornar al estado de rusticidad y simplicidad de que ela lo habia sacado (v. 24). La raz6n lo impulsa a soportar con paciencia fatt- gas que odia, a perseguir el brillante oropel de trabajos que detesta € incluso a olvidar la muerte que lo horroriza: todo ello para evitar ka pérdida de pequefieces, euyo despojo lo espantaréa aun mis. Advertencia A partir de la presente exposicién de la primitiva historia humana desprendemos que la salida del hombre del paraiso, representado por la razén como la moraia originaria de su especie, no sighificitsinerelwin- “Fito dela rusticidad, propia de una criatint meraménte animal, a la Jhumanidad; el pasaje dé Ta Sujeeisin de Tas andaderas dal Instn aa conduccién de larazén: en una palabra, de le'tutela dela Naturaleca al estado de la libertad Ahora bien, si Consideramos el destine de hi es- pecie humana ~que slo consiste en un progreso hacia la perfeccisn—, ya no podremos preguntar siel hombre ha salido ganando perdiendo con aquel cambio. Tratsndose de los primeros ensayos para el logro de esa meta no interesa lo defectuoso de los comienzos, continuados por sus miembros en una larga serie de generaciones. Sin embargo, esta marcha ~que para la especie constituye un progreso que va de lo peor a Jo mejor no es fa misma para el individuo. Antes que ls racdn desper- tara, no habfa ninguna obligacién ni prohibicin, ni tampoco infrac- cidn alguna; pero cuando ella empez6 a trabajar leg a combacir, a pesar de sus débiles fuerzas, con la posterosa animalidad. Por e30, tuvie- (Cowueszo VEROSIMEL RELA HISTORIA HUMANA / FiLosoria ne ta MsTORtA 87 eal ron que nacer males y, lo que es peor, traténdose de una raaén cultiva- da, vieios por completo extrafios al estado de ignorancia, es decir, de inocencia. Por tanto, desde el punto de vista moral, el primer paso para salir de esa condicisn consistis en una caida, cuyas consecuencias, des- de el punto de vista fisico, fueron una muleitud de males jams conoci- dos y que afectabsan a la vida; por ranto, constituyeron un castigo. Lue- 0 la historia de la Naturaleza comienza con el bien, puesto que es abra, de Dios la historia de la libertad, com el mal, pues es obra de! hombre, En semejance cambio hubo una pérdida para el indivicduo, que en el uso de su libertad sSlo mira a si mismo; pero hubo ganancia para la Naturale- 3, que dirige hacia Ia especie el fin que ella se propone con el hombre Por eso ef individduo tiene motivos para aribuir a su propia culpa todo el mal que padece y todas las maldades que ejercita; pero, como miem- bro de un todo (de una especie), tiene razén en admitar y alabar fa sabidurfa y finalidad de la ordenacién [Zweckmasigheit De esta manera, se pueden conciliar entre sf y con la razdn ciertas afirmaciones del famoso J.-J. Rousseau, en apatiencia contradictorias y tan frecuentemente mal interpretedas. En sus escritos sobre la Influen- cia de las ciencias y sobre la Desigualdad de los hombres, muestra con exacta precisién el inevitable conflicto de la cultura con la nacuraleza ddl género humano, entendido éste como una especie fisica en la que exo individuo podeia realizar plenamente su destino. Peto en el Emi- lia, en el Conirato social y en otras cbras, trata de volver a solucionar un problema mis grave: el de saber cmo debiera progresat la cultura para ue se desarvollen las disposiciones de la humanidad que pertenecen a su destino, entendida como especie moral, sin que ésta entre en conteae diccién con aquélla, es decir, con la especie natural. Puesto que la cul- ‘ura, segtin los verdaderos principios de una educaciin simulténea det hombre y del ciudadano, todavia no ha comenzado en sentido propio y mucho menos concluido, de tal coaflicto nacen todos los males reales que oprimen la vida humana y todos fos vicios que la deshonran;? ya # Para proporcionar solo algunos ejemplos de este conficto entre los esfuerzos de ti humanidad por aleansie su destino moral, por una parte, su invariable obe- crc alas leyes puestas en su naturalza en vistas ala condieign nisticay ani smal, por otra parce, aducieé los siguientes casos: La Naturalezs ha filo ente los dieciséiy los dicis afesla épocade la mayo- 88 Inwanvat kan aque las incitaciones al vicio, lejos de sor culpables, son en sf misinas buenas y, en cuanco dispesiciones naturales, conformesa fin. Pero como exas disposiciones actuaban en el mero estado de naturaleza, sufen violencia a través de la culeura progresiva, y és, a su ver, s¢ encuentra violentada por aque! estado natural, y seré asi hasta que el arte periec- to se wuelva a tomar naturaleza. Tales el fin diltimo del destino moral del género humano. rin de edd, os deci, onto la del impulzo como In del podor de engendrar ln spe cic. A esta edad el adolescente que vive en rade estado de naturales lleyn a ser, ligralmente, un hombre, pues tiene ol poder de mantenerse af misino, de engen= drarsu especie y también de sostener ls pro ys mvjer. Too eso eesula fel por le simplicidad de las necesidades. Dentro de una condicion cultivada, en carbio, se requieren muchos medios que deben seradguitis, tanto los que se refieren aha habilided como Ine citeunstancias externas favorable. De al mado esa pac, al smcnos desde el punto de vista civil, se retarda por término medio en mais de diez aos, Por supuesto, la Naruralesa no ha variado ef momento de la madure de feactdo con ese progteso del refinamicnto social, sino que sigue obstinadamente fo ley que ha depositado en el hombre, tendiente a su conservacidn en tanto g30e- animal, De aqui surge la inevitable violencia que las costurnbresimponen os fines naturales, y éstos 9 aquéllas. En efecto, dese el punto de visa dela Natura lezay el set huano se canvierte en hombre eierta edad, aunque visto desde Ia perspectiva civil (en la que sin embargo, no dajade see hombre natural) slo wun Adolescente e incluso un nfo, puesto que se puede llamar ast alguien que, €0 vinod de su edad (en la conslici6n civil), no se puede mantenet posainasy role aunque poseel impale y acacia de ngs ss do el Tamado de In Naturaleza. Porque éta no ha puesto en la ciaruras vivientes ierts instintosy facultaes para que sean combatides ysofocadios. Por tant be slispasiciin de la Naruralesa no se proponfa como meta la condicién evil. sino sé la conservacin de la especie humana en tanto género animal. Luezo el ete db ciilzado se puso inevitablemente en conflcto con la ineinaciones natures, ¥ silo una consttueisn civil perfecra (Fin supremo de la cultura) podeéa anulae semejante coiico. Por lo comin ese intervalo se Hlena, actanlmente, con vision, (que Te acarrean al hombre todo wénero de miseries. (ero ejemplo que prucbs Ia verdad de la propesicién segtn la cual la Natueale=a deposits en nosotros do disposiciones concurrentes a dos fines diversasa sabes, ‘ana dlsposictén a ln urmanidad, encendida como especte ania, yotraatla hums nidad como especie moral=esel propercionado por HipSerates: ars longa, vita bests Las cieneins y ls arces podrfan haber avanzado mucho mis mediante una incl gencia adiestradn en elas, poseedora del pleno so de a madures de juico, scqui- sfimismo yme- (Coneszo VERCSINIL DELA HISTORIA HUMANA (FLOSOFK. DE LA ISTORA 89 El término de la historia El comienzo del siguiente periodo fue éste: el hombre pass de una Epoea de indolencia y par a otra de trabajo y discon, la cal constitu- y6 el preludio de su unin en sociedad, También en este punto tene- tos que volver a dar un gran salto ¢ transportar al hombre, de golpe, a ta posesisn de animales domésticos y de plantas que, para nutriree, él mismo pudo multiplicar por medic de semillas y plantaciones (wv, 2) Sin embargo, el enénsite de la salvaje vida de cazdor, propia de ke primera fase, a la segunda, producida después de la esporddica recolec- cidin de semillas o frutas, debe haker sido muy lento. En este punto debis iniciarse la discordia entre les hombres, que hasta entonces ha- rida por et lento ejercici y la conguista de los comosimicntas, que lo que genera siones enteras de doctos pueden hacer en ese sentido, com tal que auella intel seni pena en su juvenil fuera erie el mismo tiempo abareado por es seneraciones juntas. Ahora bien, eon respecto a Ia duraeién de In vida del hom ‘re, ln Naturaleza se ha decdido por un punt de vita distinto al del fomento de las ciencias. En efecto cuando la inteligeacia mes eli estial borde de los mayors Adescubiimicntos que su habia y experiencia permite experar sobreviene la ania, se tomna apitieny téene que ceder su puestoa una segura generacidn (la-cual debe volvera empezar desde el ancy recorer na vee mis la totaliad del tach gue ya habia so transitado): de ese modo se aide un palo al pr de la cultura. Por eso, la aoe 1 de ln epecie humana hacia el logra de st total dlescino parece estar incesantemente interrumpida y expuesta al continua peligro de reener en la antigua rasticidad. No sin raxén se Lamentaba el fidsofogriego es va lstina tener que mor, justamente cuca xe empezaba aver cmo se debi ivi. Un tercer ejemplo puede estar proporciorado pr hn devgualdad entre los hombres; no, por cierto, la eferida a las dotes natwales ode la fortuna, sino fa del derecho humana universal. Rousseau tiene mucha eazén al amentarse de esa desigualdads rreronno se la puede sparar de la culeura mientras ta progrese, por asf decitlo, sia pian (lo que es inevitable durante cierto tiempo). Sin embargo, le Naturalera no habia determinado al lombce a tal desigualdad, puesto que ella Te dio Hbertad y sain para que esa libertad slo se limitan por su propia legalidad universal y exe ‘ema, que se denontina deveco cul. Porst mssmo ef hombrese debe clevar sobre la rusticidad de sus disposiciones naturales yal levantarse por eneina de ellos, trae sleno wopezar contra las mismas. Tl hablidad slo se puede adquiti tardiamente 9 después de snuchos incenros facosados. Entre tant, la humantdad gime bajo fos nals que por inexperiencta se causa a sf 90 fuscancah KANT brian vivido pactficamente unos al lado de los otros. La consecnencia dl desacuendo fue lade una separaci6n entre ellos, operada seguin dife- rentes modos de vivir y conforme con su dispersign en la tierra, La pastoral no sélo es dulce, sino que también oftece una subsistencia mis segura, ya que no pueden faltar afimentos en un suelo extenso y am pliamente despoblado. En cambio la agricultira, ola plantacién, cons- tituye una vida muy penosa: depende de la inconstancia del lima y, por tanto, es insegura. Exige una morada permanente, la propiedad del suclo y un poder suficiente como para defenderlo, Pero el pastor oda csa propiedad que limita su libertad de pastorear. A primera vista, el labrador podria creer que el pastor estaba més favorecido por el Cielo (v. 4}; pero de hecho, su vecindad le resultaba muy fasticiosa, porque cel animal que pasta no se cuida de las plantaciones. Después de haber'as datado, al pastor le era facil alejarse con su rebario y sustraerse a ctl- uier indemnizacién, puesto que por detris de sf no dejaba nada que no pudiese volver a encontrar en ewalquier parre. El agricultor, puss, tuvo que emplear violencia contre semejantes perjuicies, que el otto no hallaba ilegftimos, ysi no queria perder los frutos le su penoso ta bajo (puesto que nunca posta evitar del todo tales provocaciones) se- nfa que alejarse lo mis posible de los que llevaban vida de pastores (v. 16). Esta separacién constituye la tercera época. Si el sustento depende del trabajo y la plantacisn (principalmente frboles) de un suelo, exigini moradas permanentes, y la defensa del ‘mismo contra todos los peligros reclamara una multitud de hombres que se prestan mutuo apoyo. Tratindose de este modo de vivir, los hombres ya no se podrin dispersar en familias, sino que se tend {que agtupar y construir comunidades rurales (impropiamente llatta- das ciudades) para asegurar la propiedad contra eazadores salvajes © contra hordas de pastores trashumantes. Las necesidades primarias de la vida, cuya adquisicién exige un modo diferente de vivir (v. 20), s¢ pudieron intercambiar. En esto se origind la cultura y el arte incipien- te: comenzaron tanto las artes de esparcimiento como las aplicadas (v. 21, 22). Pero el hecho esencial estuvo en que surgieron algunas disposiciones para una constituciGn civil y una justicia publica. Como es natural, comenzaron en medio de las mayores violencias, cuya ven- ganza ya no se abandona al individuo, como en el estado ce salvavis- ine la eohesidn del todo, es decir, mo, sino a un poder legal que mani CContszo VECSNH ELA HISTORIA HUMANA [FROSDFTA Pe LA nisTOeLS 91 una especie de gobiemo sobre el cual no se ejerce violencia alguna (v.23, 24). ‘A partir de estas primeras y toscas disposiciones se pudieron desa- trollar, poco a poco, todas las artes humanas, principalmente, las de la sociabilidad y la seguridad civil. Enconces ef géneto humano se pudo rmulciplicar y extenderse, partienso de un centro, por todas partes, al enviar, como colmenas de abejas, colonizadores ya cultivados. La des- ‘gualdad entre los hombres también se inicié en esta época, y con ella una fuente pletérica de males, pero también de rods los bienes. Esa desigualdad se fue acrecentando con el tiempo. Ahora bien, mientras los pueblos de pastores némades, que slo re- conacfan como sefior a Dios, vagaban en tomo de los habitantes de las ciudades y de las gentes dedicadss a ta agriculeura, que tenfan por se- for a.un hombre (soberano)? —atac‘indolos por ser enemigos declara- dos de toda su propiedad territorial y siendo al mismo tiempo odiados por ellos-, hubo hostilidad contirua entre ambos o, al menos, un ince- sante riesgo de guerra. Ambos pucblos, por lo menos en lo interno, pudicron gozar del inapreciable bien de la libertad. (En efecto, el peli- ‘go de la guerra, todavia hoy, constituye lo Gnico que modera el despo- tismo; porque para que un Estadc actual sea una potencia necesita ri-

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