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A) Los entornos no sociales

Por entornos no sociales entendemos fundamentalmente el entorno natural


o físico. Entre otras cosas, queremos resaltar en este capítulo, con el que inten-
temos echar una mirada a los posibles escenarios de futuro que se presentan a la
sociedad contemporánea, que uno de los síntomas de vitalidad social, y al mis-
mo tiempo, por supuesto, una de las características de la juventud de la Socio-
logía, es la aparición del discurso académico ecológico, y, a su par, el desarro-
llo de la sociología medioambiental, la subdisciplina sociológica de más auge
en los últimos años. Hemos de considerar que los padres fundadores de la So-
ciología a principios de siglo viven en una época de abundancia de recursos,
progreso tecnológico y crecimiento económico. No es de extrañar que para mu-
chos sociólogos, desde Comte hasta bien hace poco, la obtención de cobertura
vital del entorno, al menos en los países industrializados, haya sido dada por su-
puesta y, por consiguiente, se haya prestado poca importancia al medio en sí
mismo. Para la sociología tradicional, el entorno o el «ambiente» era el con-
texto social y no el físico.
A partir de los años 60 esta visión dominante empieza a cambiar. A prin-
cipios de los 70 ya había sociólogos estudiando la emergencia del medio am-
biente como un problema social, los inicios de los movimientos ecologistas
como genuinos movimientos sociales y los mecanismos de toma de decisiones
políticas en relación con la conservación o destrucción del medio ambiente fí-
sico. Para estos estudios se usaron metodologías y herramientas teóricas tra-
dicionales que conformaron una incipiente «sociología de los problemas eco-
lógicos». Sin embargo, sobre todo a partir de la crisis del petróleo de los años
73 y 74, se empiezan a utilizar perspectivas nuevas para estudiar fenómenos
globales, fundamentalmente macrosociológicos, en la línea de investigar
cómo las sociedades modernas influyen en el medio físico y cómo las condi-
ciones y los cambios en el entorno físico afectan a las sociedades modernas.
208 EL RETO DEL DEVENIR

Estos incipientes intentos de comprensión de las relaciones y mutuas depen- o


dencias entre sociedad y medio ambiente es lo que hace que al final de la dé- U

cada de los 70 se pueda hablar ya propiamente de una sociología medioam-


biental.
La sociología medioambiental supone, en este sentido y al mismo tiempo, 1
un punto de partida y un entronque con los fundadores de la disciplina. Efecti- P
vamente, ninguno de los padres fundadores de nuestra materia tuvo ante sí la re- e
alidad social que nosotros tenemos ahora. Nuestra situación es realmente nueva d
hasta el punto de que algunos han empezado a considerar el fin de la moderni- e
dad como un paréntesis o punto y aparte en el continuo de la historia. Se afirma, i
en este contexto, que nunca antes hemos tenido unas amenazas globales próxi- t
mas del cariz de las presentes, que nunca antes hemos sufrido los riesgos de ho-
locausto ecológico vigentes, y que nunca antes estos peligros han sido genuina-
mente planetarios. Esto conforma a nuestra realidad social de manera intrínseca
y radicalmente distinta a la realidad social de Durkheim, Marx, o Weber. Por ¡
esto, la sociología medioambiental da a nuestra disciplina en general una nueva IT
dimensión, que conlleva también el planteamiento de nuevos problemas y la ne- n
cesidad de afrontar esta nueva situación contextual con instrumentos teóricos y
metodológicos aplicados específicamente a las nuevas realidades. El hecho está
en que hoy en día no podemos comprender ni explicar la realidad social sin ha-
cer referencia específica y primordialmente a los problemas medioambientales.
Y esto conforma, en cierta manera, una nueva misión para la sociología. Pero, P
n
al mismo tiempo, y como hacemos notar también, la sociología medioambien-
n
tal entronca con los fundadores de la disciplina en la medida en que su razón de
i
origen la encontramos en la preocupación y cuestionamiento sobre los grandes
t
interrogantes de nuestro tiempo.
d
n
d
1. PROBLEMAS MAGRO Y MICROECOLÓGICOS
n
La cuestión ecológica representa hoy en día el reto global y paradigmático
por excelencia que tiene planteado la humanidad. Se trata de un reto ante el que Si
la naturaleza de los problemas propuestos exije respuestas y soluciones a una c
escala que no ha tenido una plasmación política efectiva hasta ahora, a pesar de u
los esfuerzos realizados. Por primera vez vemos la necesidad de promover ac- tt
ciones planetarias comunes ante una situación que rebasa las competencias de P
los sistemas políticos de marco reducido como el estado-nación. Por primera e
vez, un concreto sistema de producción y consumo extendido desde la Revolu- a
ción Industrial por todo el mundo, se ve en la necesidad de reaccionar de mane- d
ra coordinada y uniforme. No es de extrañar, pues, que la magnitud y novedad n
del reto haga difícil encontrar la perentoria respuesta. El relativo fracaso de la s;
Cumbre de Río de 1992, auspiciada por la ONU, nos da idea de lo mucho que d
todavía queda por hacer ya sólo para concienciar a los órganos ejecutivos de las
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 209

organizaciones políticas nacionales acerca de la importancia del problema que


tenemos planteado.
Desde el momento en que se presupone que el impacto ambiental de la
actividad económica es el factor principal, a la hora de evaluar las causas de
los problemas medioambientales que se plantean, consideramos de capital im-
portancia una implicación de la empresa, como sistema abierto en relación con
el entorno, en la solución de los grandes retos ecológicos presentes. Los inputs
de energía y tecnología necesaria y fundamentalmente afectan al equilibrio
ecológico y es de capital interés que las empresas muestren una sensibilidad
medioambiental creciente, que permita la sustitución de las fuentes de alimen-
tación actuales por energías renovables y la implantación de una tecnología
aceptable ecológicamente. La empresa está, pues, en el centro del debate me-
dioambiental. Las soluciones que se procuren para las organizaciones empre-
sariales serán después adoptadas por las grandes urbes y, ciertamente, los esti-
los de vida se verán modificados. Pero antes de entrar de lleno en ello, veamos
más en concreto cuál es la naturaleza del problema medioambiental que tene-
mos delante.
Fruto del examen de los principales retos medioambientales planteados
podríamos hacer una distinción entre problemas macroecológicos y microeco-
lógicos. Entre los primeros incluiríamos aquellas situaciones planetarias que
ponen en entredicho la vida tal y como la conocemos hoy en día. Nos referi-
mos, naturalmente, al efecto invernadero, a la disminución de la capa de ozo-
no y a la pérdida de la diversidad biológica. Los problemas microecológicos
incluirían aquellas situaciones más localizadas como la lluvia acida, el aumen-
to de la contaminación ambiental y la acumulación de vertidos y basuras. To-
dos estos problemas, tanto los macro como los microecológicos, tienen la mis-
ma raíz y pueden considerarse ocasionados en germen por el estado de la ética
desarrollista que nace al amparo de la Revolución Industrial. Pero examine-
mos, si acaso someramente, los problemas que acabamos de mencionar.
El efecto invernadero es una solución natural que aumenta la temperatura
sobre la superficie del planeta y que hace que éste sea habitable. De no existir la
concentración de dióxido de carbono que hay en la atmósfera y que impide que
una parte considerable de la radiación solar salga reflejada al espacio exterior, la
temperatura sobre la superficie de la Tierra sería de -18 °C en vez de 15 °C. El
problema radica en que si el volumen de dióxido de carbono y otros gases que
ejercen su misma función aumenta, la capacidad de retener radiación también
aumenta, con lo que se produce un incremento de la temperatura que origina
desertización, cambios climáticos, elevación del nivel del mar y otros fenóme-
nos imprevisibles. Se calcula que nuestro sistema de desarrollo industrial, al ba-
sarse en la quema de combustible fósiles, lanza a la atmósfera 40.000 millones
de toneladas de dióxido de carbono al año, amén de otros gases como metano y
gases clorados que han ocasionado que la temperatura haya subido entre un 0,3
210 EL RETO DEL DEVENIR LC

y un 0,7% en los últimos cien años. Se prevé que al actual ritmo de emisión de M
estos gases la temperatura del planeta puede aumentar entre 3 y 7 °C antes del in
año 2030. Las consecuencias de esta subida serían catastróficas sin paliativos de
para nuestro actual sistema de vida; una de esas hecatombes que en la historia lo
justifican los cambios de civilizaciones. ti\i
El incremento del efecto invernadero está relacionado con otro problema
sobre el que los científicos todavía no han dado explicación satisfactoria. Si
bien las consecuencias derivadas del aumento de la proporción de dióxido de ni
carbono en la atmósfera fueron ya previstas por Arhenius en 1896, la disminu- m
ción de la concentración de ozono en la capa compuesta por este gas que pro-
teje a la Tierra de la radiación solar ultravioleta, ha sido un descubrimiento re- y<
ciente y del que todavía no se tiene explicación segura. El agujero de ozono
er
que se da en los polos es reflejo de una situación generalizada a menor grado P<
de
en toda la envoltura de este gas que cubre la Tierra y parece estar causado por
CO
el efecto multiplicador que, en esas zonas, las condiciones climáticas ejercen
d
sobre los agentes destructores de ozono. Estos agentes son, por un lado, las nu-
ta
bes estratosféricas polares contaminadas (especialmente en el ártico), y por
se
otro, la concentración de ciertos gases (cloroflurocarbonados y otros) emitidos
por la industria en gran proporción desde los años veinte. La previsión es que g
al ritmo de destrucción de moléculas de ozono en la atmósfera habido en 1988 d
(a partir de esta fecha el ritmo ha ido aumentando) por causa de contaminan- u
tes químicos elaborados por el hombre, la capa de ozono disminuirá de espe-
sor un 3% cada ocho años. De hecho, se estima que desde 1960, a una altura c
de 40 a 45 km, la concentración de ozono ha disminuido entre un 5 y un 8%. d
La consecuencia inmediata de este fenómeno es un aumento de la radiación ul- L
travioleta, que tiene como efecto la destrucción de muchas formas vegetales y r
especialmente la disrupción de la fotosíntesis, lo que a su vez aumentaría to- d
davía más la concentración de dióxido de carbono, y la aparición de nuevas c
enfermedades junto con la mayor incidencia de otras que, como el cáncer de d
piel, afectaría al ritmo actual de aumento a una de cada noventa personas en el c
año 2000 y al 50% de los mayores de 65 años (se ha comprobado que cada dis- f
minución en un 1% de la concentración de ozono origina un aumento en un ú
3% de los casos de cáncer). La importancia del problema queda dramática- \
mente reseñada.
El tercer problema medioambiental de índole planetaria al que nos hemos >
referido es la disminución de la diversidad biológica. Los humanos hemos uti- t
lizado las formas de vida en nuestro beneficio para la obtención de pócimas y P
fármacos, para satisfacer las necesidades crecientes de abastecimiento y para
aprender el funcionamiento de variados procesos vitales que después ha apli-
cado a la industria. Sin embargo, se calcula que de las 5 a 30 millones de for- d
mas de vida que existen sobre la Tierra, solamente 1,7 millones han sido cata- C
logadas e investigadas. Además de las aproximadamente 400 formas de vida tai
que se estiman se han extinguido en los últimos 200 años, hoy hay más de rá
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 211

1.000 catalogadas en peligro de extinción, a las que hay que añadir un número
indeterminado de no catalogadas, que conforman un cálculo de extinción anual
del orden de las 3.500 especies. Todas estas formas de vida, además de su va-
lor intrínsicamente ecológico, tienen un valor cultural, estético, moral, recrea-
tivo y científico.
Las aplicaciones prácticas que el conocimiento de las formas de vida toda-
vía desconocidas pueden aportar serían capaces de solucionar potencialmente
muchas de las lacras sociales actuales; entre otras, el problema del hambre y la
malnutrición en ciertas áreas y la curación de enfermedades. Pues bien, la ma-
yor parte de las formas de vida que quedan sin catalogar y aprovechar residen
en un espacio geográfico en vías de extinción: la selva tropical. El 7% de la su-
perficie terrestre está cubierta por bosques tropicales que albergan a casi el 80%
de las formas de vida que se dan en el planeta. El dato escalofriante es que como
consecuencia de la tala anual de 15 millones de Ha, en los últimos 30 años ha
disminuido en un 50% la superficie selvática de la Tierra. Este ritmo de defores-
tación acelerado que viene a suponer la desaparición de un campo de fútbol de
selva virgen cada segundo, causa, en el otro extremo del ciclo, que los desiertos
ganen 8 millones de Ha al año. Es difícil hacer proyecciones futuras con estos
datos, pero lo que parece evidente es que los límites naturales existen y que es-
tos, al forzarlos, acaban por romperse.
Mencionemos ahora los problemas microecológicos antes referidos. La
contaminación ambiental ha producido y sigue produciendo víctimas, a pesar
de los controles sanitarios cada vez más estrictos. Las nieblas de carbón en
Londres en los años 1950-51 causaron 4.000 muertos por afecciones respirato-
rias, y la contaminación por mercurio en la bahía de Minamata en Japón pro-
dujo, en 1965, 200 muertos y 10.000 heridos. En la actualidad, los factores
causantes de víctimas más preocupantes son los referidos a la contaminación
del aire respirable en grandes urbes como Ciudad de México y a la contamina-
ción de las aguas de canalización natural en zonas industriales, por lo que se re-
fiere a problemas que afectan directamente a la persona humana, y la lluvia
acida por lo que se refiere a problemas que afectan principalmente a la conser-
vación del medio. Las sustancias contaminantes más destacadas son el anhídri-
do sulfuroso, el monóxido de carbono, el óxido de nitrógeno, los hidrocarburos
y polvo tóxico que producen la mayoría de las industrias químicas, y el plomo,
flúor y mercurio que, a pesar de su variada utilización, constituyen un veneno
para el organismo. Además, hemos de mencionar la contaminación radiactiva
y la que introducen en el ciclo del agua ciertos abonos y venenos. Quizá la ma-
yor falacia que ha conformado la mentalidad desarrollista es la de la disolución
de los contaminantes en el agua y en el aire y su conversión en productos ino-
cuos. Esto es falso en una gran cantidad de casos y para la mayoría de los con-
taminantes se puede afirmar que, una vez obtenidos y liberados, siempre esta-
rán con nosotros.
212 EL RETO DEL DEVENIR

La supresión de la emisión de productos contaminantes implicaría en estos


,
momentos un cambio tan drástico que es casi inimaginable a corto plazo. No
obstante, es un cambio necesario. Cuando nos encontramos con datos que afir-
man que España es el octavo país emisor de gases contaminantes a los niveles
bajos de la atmósfera (solamente de anhídrido sulfuroso se emiten tres millones
de toneladas), que a la mayoría de los acuíferos de la cuenca mediterránea le
quedan por término medio solamente 20 años de utilización, debido a la conta-
minación de nitratos, o que el 75% de las aguas residuales que llegan al Medi-
terráneo de las 140.000 fábricas y 120 millones de personas que se asientan en
sus bordes no están depuradas, nos damos sólo parcialmente cuenta de la mag-
nitud del problema.
Consideremos el tema de las basuras y vertidos. Se trata de una muestra
clara del absurdo al que hemos llegado anteponiendo una racionalidad económi-
ca de disfrute inmediato al discurso racional de los límites naturales. Los deshe-
chos industriales y agrícolas, la basura doméstica y los residuos urbanos son re-
ciclables y aprovechables; sin embargo, en muchos lugares todavía se prefiere
aumentar la producción de desechables y la capacidad y número de los vertede-
ros antes que modificar o reorientar la política de expansionismo económico de
las firmas establecidas. Los resultados son, naturalmente, catastróficos. El nú-
mero de vertederos peligrosos aumenta en todo el mundo y la acción contami-
nante de los mismos sobre el suelo y las aguas se agudiza. Por otro lado, los ver-
tidos catalogados de tóxicos (que no quiere decir no reciclables) empiezan a ser
objeto de comercio internacional. La OCDE exporta más de 600.000 toneladas
de basura tóxica a los países del Tercer Mundo, cuando la experiencia de nacio-
nes como Australia y Nueva Zelanda indica que esa basura es perfectamente
asumible, aprovechable y reciclable.

PRINCIPALES INDICADORES DE LA CRISIS ECOLÓGICA

Indicador Situación
Fue
1. Destrucción de la capa Las moléculas destructoras de O, tienen una vida
de Ozono media activa de casi 100 años. En estos momentos
se emiten 1 millón de toneladas de CFC al año, aun-
que hay en vigor acuerdos restrictivos
est;
2. Efecto invernadero: La atmósfera hoy tiene un 35% más de dióxi- rete
calentamiento global do de carbono, 10% de óxido nitroso y 100% más ta, 1
de metano que en la época preindustrial. No existe mo:
una política de cuotas a nivel mundial dad
des
ciói
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 213

3. Disminución Existe acuerdo para la creación de un Comité Mun-


de la biodiversidad dial sin poder decisorio, como se acordó en Río

4. Contaminación del aire Las emisiones industriales (óxidos de azufre y ni-


trógeno) siguen aumentando desde 1950 (lluvia aci-
da). Los escapes radiactivos, sobre todo en centra-
les del antiguo bloque soviético, son una bomba de
relojería

5. Agua Las acequias están produciendo problemas de sumi-


nistro urbano. Por otra parte, casi el 25% de la agri-
cultura de riego ha sido afectada por salinización,
contaminación o sobreexplotación de los acuíferos

6. Desertización Amén de los problemas del agua, la erosión y el so-


breuso aumentan los desiertos

7. Erosión Se estima en unos 24 mil millones de toneladas la


cantidad de suelo que se pierde anualmente a causa
de la erosión por la desprotección de la cobertura

8. Deforestación No hay acuerdo Norte-Sur para regular ni el comer-


cio ni la tala de árboles

9. Cuerpos de agua Aumenta escalonadamente el número de ríos, lagos


y esteros biológicamente muertos

10. Costas y mares La mitad de la población mundial vive en las cos-


tas, en su gran mayoría sin plantas de tratamientos
de residuos

Fuente: adaptado de Ecología Política.

En el esquema precedente podemos ver la naturaleza del reto global que


estamos considerando. Naturalmente, a la hora de estudiar la respuesta a este
reto, por parte no ya de la sociedad en su conjunto sino de una empresa concre-
ta, hemos de situarnos en el nivel de análisis pertinente. Apuntamos que debe-
mos considerar dos niveles. A un macronivel está el efecto global de la activi-
dad económica en general, sobre el que incide directamente el concepto de
desarrollo sostenible, y a un micro-nivel, con un enfoque más localista, la rela-
ción organizaciones humanas-entorno inmediato.
EL RETO DEL DEVENIR LO
214

2. LA SOSTENIBILIDAD ECOLÓGICA

El concepto de desarrollo sostenible ha dado lugar a una gran cantidad de


literatura desde su apadrinamiento a escala oficial en el informe Brundtland
de 1987. El desarrollo sostenible es una bandera de conveniencia bajo la que na-
vegan todo tipo de iniciativas intelectuales. No hay que ocultar, sin embargo,
que la principal fuerza institucional defendiendo este concepto es la ONU, que
puede considerarse desde cierto punto de vista como el organismo más repre-
sentativo a escala mundial. Si examinamos las propuestas de la Agenda 21, el
documento más ambicioso emanado de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río,
nos encontramos con una clara apuesta por «la revitalización del crecimiento
con la sostenibilidad en el proceso de desarrollo» y con una llamada a la «vida
sostenible», que se supone combina la solución al problema de la pobreza en el
Tercer Mundo con cambios de estilos de vida en el primero. del
La apuesta por la sostenibilidad es clara al defender sus principales impul-
sores la necesidad de que el desarrollo sostenible se considere un imperativo lai
realista y no una simple opción tanto en términos económicos como medioam-
bientales. Pero, ¿qué entiende la ONU por desarrollo sostenible de manera más
explícita? ¿Qué mecanismos pueden asegurar en un entorno limitado un desa-
rrollo continuo y asimilable? Naturalmente, el problema aparece a la hora de de- we
finir en términos geopolíticos iniciativas económicas concretas. Bien estamos,
como parece estar la ONU, por una apuesta por la continuidad del sistema eco-
nómico de producción y consumo vigente, eso sí, reajustado y regulado de
acuerdo con criterios de sostenibilidad global, o bien optamos por argüir que un ríe:
verdadero desarrollo sostenible sólo es posible dentro de un nuevo sistema de
producción y consumo. La mayoría de los socioeconomistas, con Bill Adams, ten
que afirma que el concepto de sostenibilidad defendido por la ONU es tecnocrá- noi
tico y reformista y no ecocéntrico y radical, Dieter Ernst, que opina que hay que
enfocar el crecimiento económico a partir de la demanda interna solamente, Mi-
chael Redclift, F. Trainer, R. Bahro y otros economistas apoyan esta última op- ya
ción, mientras que Martin Lewis, J. Halevi, W. Reilly, C. Freeman y la mayoría pie
de los neoclásicos apoyan la primera. me
las
La propuesta oficiosa ha sido desarrollada recientemente de manera más
explícita por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarro-
llo, y está basada en cuatro «principios equilibrados para un desarrollo sosteni- de:
ble» y que comprende los siguientes puntos: no:
tic;
1. Principio de que quien contamine, pague,
2. Principio de que quien use (se refiere a recursos), pague,
to;
3. Principio de precaución, en el sentido de que más vale curarse en salud
y prevenir los riesgos, y
4. Principio de subsidiaridad.
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 215

Ninguno de estos principios, ni todos ellos en conjunto, suponen un punto


de partida hacia un diferente sistema de producción y consumo, más bien al
contrario, refuerzan la idea de que un mercado sabiamente regulado no haría ne-
cesario un replanteamiento sobre las fuerzas económicas que mueven el flujo de
capitales. Estas mismas fuerzas, en un sistema rebautizado como «capitalismo
verde», podrían muy bien servir para solucionar los problemas de la pobreza y
del medio ambiente.
Frente a la propuesta oficiosa, tenemos varias propuestas opcionales efec-
tuadas por los que se posicionan frente a la ideología que emana de la economía
neoclásica. Una proposición ecléctica unitaria opcional propondría los siguien-
tes puntos:
1. Principio de integridad cultural y social, que afirma que el desarrollo
debe crecer desde dentro y no puede ser impuesto desde fuera.
2. Principio ecológico, que defiende devolver la diversidad e integridad a
la naturaleza (restitución).
3. Principio de solidaridad, que contempla el equilibrio global de rentas.
4. Principio de emancipación, que supone la autoafirmación y el empo-
werment.
5. Principio de no violencia, también en sentido estructural.
6. Principio de bondad, en el error que supone trabajar en un marco de
riesgo donde los errores no se paguen mediante el deterioro ecológico.
El contraste entre las dos visiones es evidente. Ha habido, no obstante, in-
tentos de acercamiento. El más notable es el de H. Daly y se hace desde la eco-
nomía ecológica:
— En primer lugar se trata de tener un buen diseño económico, que inclu-
ya las externalidades en un proceso que sea también transparente y que contem-
ple tanto la regulación como los incentivos fiscales, pero sin alterar las leyes del
mercado, con lo que no desechamos de entrada ni la exportación de residuos, ni
las cuotas de contaminación, ni los permisos de emisión.
— En segundo lugar hay que introducir la distinción entre crecimiento y
desarrollo, en la que Daly apuesta por el mejoramiento cualitativo, aunque reco-
nozca que se trata de una propuesta idealista a la que no pone condiciones polí-
ticas concretas.
- En tercer lugar, el uso exaustivo y perentorio de los estudios de impac-
to ambiental como garantía de viabilidad ecológica.
— Y en cuarto lugar, por último, las guías operativas de sostenibilidad eco-
lógica, a saber: a) que los residuos nunca amenacen la capacidad del entorno
para aceptar sin modificarse más residuos, y b) que los recursos cumplan la mis-
216 EL RETO DEL DEVENIR LOS

ma condición o la capacidad de sustitución por fuentes renovables sostenida-


mente. bien
troc
Hay como dos fuerzas empujando todo este intento de alcanzar un consen- líos
so económico sobre el medio ambiente, aun a costa por parte de algunos neoclá- un v
sicos de apartarse de la ortodoxia académica. Por un lado está la certeza de que del
si no nos ponemos serios, si no aplicamos toda la fuerza de nuestro sistema en men
conseguir parar la destrucción ecológica que el mismo sistema ocasiona, no po- tant
dremos evitar, quizá antes de lo que pensamos, un holocausto ecológico. Por una
otro lado está la convicción, o más bien el deseo, de generalizar unos comporta- les>
mientos ilustrados que apuesten por valores cualitativos en el conjunto de la po-
blación del planeta. Se trata de dos fuerzas antagónicas. Nuestro sistema de pro-
ducción y consumo está basado en el crecimiento, en la expansión y el aumento trata
de beneficios y Daly reconoce que no hay fuerza política, que lógicamente ha de uso
estar afianzada globalmente, capaz de dominar esta tendencia. La única manera dad
de generar comportamientos ecológicamente ilustrados dentro de este marco den
económico sería mediante la implantación de un sistema geopolítico, compara- men
ble a una dictadura universal de carácter ecológico. Naturalmente, esto sería un na y
despropósito. Una conclusión nos parece clara en este punto: dentro del vigente que i
sistema de produción y consumo, el modelo de desarrollo sostenible que propo- riabl
nen Daly y la ONU es insostenible a plazo indefinido. gene
bal>
No obstante lo expresado hasta ahora, el concepto de desarrollo sostenible
ha vi
tiene una gran virtud: el hecho de haber puesto contra las cuerdas lo que se pen-
de la
saba era la ilimitada capacidad del vigente sistema de producción y consumo por 1
para aceptar modificaciones sin modificarse. Ahora nos enfrentamos con un qued
gran reto intelectual que consiste en elaborar un marco sistémico donde puedan míni
solucionarse los problemas que el desarrollo sostenible intenta corregir.
de es
Ha sido quizá S.M. Lele (1991) quien mejor ha expuesto los defectos de ecolc
la paulatina introducción en la geopolítica mundial del concepto de desarrollo
sostenible y la agenda que han de cumplimentar los que todavía lo proponen una e
para que sea mínimamente aceptable. Básicamente estos mínimos se resumen
en:
tajas
1. Buscar alternativas y rechazar el crecimiento económico como arma
para luchar contra la pobreza y la destrucción medioambiental;
2. Buscar herramientas alternativas y rechazar a la economía neoclásica y cor
como marco en el que pueden solucionarse estos problemas; dad c
3. Aceptar la existencia de causas tecnológicas y estructurales en estos bled
problemas y buscar soluciones sociopolíticas y educativas también; tente
de de
4. Entender la multidimensionalidad del concepto de sostenibilidad, y
impo
5. Examinar las relaciones entre diferentes niveles y formas de consumo en el
con diversas formas de entender la sostenibilidad social. un en
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 217

La propuesta supone una apertura al análisis de los problemas medioam-


bientales y del derecho al desarrollo en una nueva dimensión. Quizá en el cen-
tro de los problemas que subyacen para la aceptación incondicional del desarro-
llo sostenible está el que la geopolítica y la economía todavía no han llegado a
un verdadero entendimiento del empequeñecimiento del mundo y la aceptación
de la globalidad. En efecto, cuando se habla de desarrollo sostenible, muy rara-
mente se habla sin tener en cuenta las coordenadas espacio-temporales y, por
tanto, raramente se inserta uno en el marco de la globalidad diacrónica, y ésta es
una de las razones que claman por el estudio de los problemas medioambienta-
les y de desequilibrio en una nueva dimensión.
N. Choucri (1993) ha sido particularmente brillante en este punto. Su obra
trata de introducir en la prognosis social del análisis de futuro, que implica el
uso del desarrollo sostenible, las complejidades, incertidumbres, impredicibili-
dad y, en definitiva, el caos, que se derivan de la apreciación de la interdepen-
dencia global e intergeneracional. El concepto de noosfera, introducido por el
mencionado Vernadsky, en el sentido de resaltar la inmersión de la mente huma-
na y su razón de actividad en el entorno, es utilizado aquí para darnos idea de
que quizá los análisis realizados hasta ahora pecan de simplistas, vistas las va-
riables ignoradas. Entre otras propuestas a considerar está el concepto de deuda
generacional transtemporal que, en el contexto de un entorno que interpela glo-
bal y colectivamente, pone restricciones al concepto de soberanía tal y como se
ha venido entendiendo hasta ahora. Como vemos, la supercomplejidad es una
de las características de los análisis de globalidad y también una de las razones
por las que los instrumentos económicos usados por la economía neoclásica se
quedan notoriamente obsoletos. El reto de la globalidad consiste en alcanzar un
mínimo de acuerdo que debe estar basado en dos puntos de partida: la necesidad
de establecer normas globales, y el carácter que deben tener las mismas para ser
ecológicamente aceptables. Así, podemos establecer las siguientes condiciones:
1. Legitimidad, lo que implica un consenso participativo y el desarrollo de
una ecopolítica global.
2. Equidad, lo que supone la representatividad de las diferencias y desven-
tajas territoriales (espaciales) y generacionales (temporales).
3. Volición, lo que implica la ausencia de mecanismos de dominación.
Ver los problemas medioambientales desde la perspectiva de la globalidad
y con estas condiciones acabaría por depararnos unos parámetros de racionali-
dad distintos.Todo el tema de la aceptación del concepto de desarrollo sosteni-
ble depende, pues, del marco que consideremos y cada vez nos parece más pa-
tente que en el marco de las relaciones económicas dominantes, cualquier tipo
de desarrollo que vislumbre la desaparición de la pobreza sin dañar el medio es
imposible y dañando el medio es insostenible. El esfuerzo ha de ponerse, pues,
en el diseño de marcos opcionales donde tenga sentido hablar de desarrollo en
un entorno limitado.
218 EL RETO DEL DEVENIR LOS i

Es innegable que hay indicios de la existencia de una fuerte corriente de


opinión abogando por conceptualizaciones opcionales del desarrollo y que exis-
te un extendido sentido de la obligación para con las generaciones futuras y el RÍES
medio ambiente. Ahora bien, también sabemos que incluso en organizaciones
nítidamente democráticas las decisiones son tomadas no tanto a partir de lo que Tipo
se quiere sino de lo que se espera que se puede obtener. Un ejemplo es la intro-
ducción de propuestas para un ecologismo económicamente ortodoxo, que po-
dríamos llamar ecología mercantil. La propuesta alternativa, la ecología inte- Depe
gral, supondría una genuina contrapropuesta paradigmática. decís
Depe
3. LA ECOLOGÍA INTEGRAL decis
indiv
Vamos a referirnos ahora al marco conceptual en el que hemos de mover- Amp
nos para encuadrar las relaciones sociedad-medio ambiente. Nosotros nos situa-
mos no equidistantemente entre dos posturas. Frente al optimismo de Joseph Previ
Huber y otros autores que defienden una modernización ecológica, en el senti-
do de decir que todos los caminos que nos llevan a solucionar la crisis ecológi-
ca son también caminos que nos adentran en la modernización de la sociedad, y
frente al pesimismo de Ulrich Beck (1986 y 1992) y otros que defienden el con- que \o
cepto de sociedades de riesgo, en el sentido de decir que los riesgos globales su-
peran totalmente la capacidad de respuesta de las organizaciones políticas exis- tabili
tentes, nosotros apostamos por la duda en el sentido de caracterizar a nuestra sino
sociedad como una sociedad sin proyección temporal. Estamos, por tanto, más instn
cerca de Beck que de Huber, pero vamos a elaborar un poco todo esto. falta
form
La tesis de Beck es claramente escéptica sobre la posible contribución de ca, le
la tecnología aplicada a la solución de los problemas ecológicos. Beck nos di- genei
buja una sociedad en continuo riesgo y organizada sobre la base del proceso ne- vos n
gativo de distribución de riesgos (ecológicos). Allí donde esos riesgos son ma- nalid
yores estos han desdibujado y subsumido las tradicionales formas de conflicto, el ya
hasta el punto de condicionar inicialmente la distribución geográfica de las «zo- sica.
nas calientes», que ahora se situarán en la periferia con respecto a los focos de vaya:
decisión. Beck anuncia en este contexto la proliferación de guerras periféricas y lapsc
la nuclearización del Sur como un primer paso a la globalización de un riesgo tus q.
mayor («el hambre es jerárquica, la contaminación democrática»). La ciencia,
cada vez más, se dedicará a la elaboración de cálculos de probabilidades de ries-
go dejando claro que los riesgos «asumibles» han de considerarse neutros. Es lo adop
que Beck llama el desencantamiento o desenmascaramiento de la ciencia epito- el qu
mizado en la actitud del científico ante desastres como el de Chernobyl. El pro- socie
blema más importante es el de la aceptación incuestionada del riesgo «asumi- nizat
ble» y el paralelo incremento que se ve en la opinión sobre la necesidad de debe
concentrar el poder para hacer frente a los casi ciertos peligros. ción

sigui
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 219

LA SOCIEDAD DEL RIESGO

Sociedad Sociedad Sociedad


RIESGOS postindustrial
preindustrial industrial

Tipo Peligros naturales: Riesgos Disfunción


peste estructurales: endémica:
accidentes inseguridad al azar
Dependiente de No Sí: el trabajo Sí: energía nuclear
decisiones colectivas industrial
Dependiente de No Sí: hábitos (fumar) No
decisiones
individuales
Amplitud Localizada Generalizada Ilimitada
Prevención No Sí No

La opinión de Beck, que ha sido matizada en estudios posteriores (1995) y


que vemos reflejada en el esquema precedente, nos parece muy aprovechable.
Nosotros, sin embargo, introduciríamos un elemento de duda acerca de la inevi-
tabilidad del apocalipsis. Parece que no podemos pretender ya no solucionar
sino tan siquiera plantearnos los problemas de futuro contando sólo con unos
instrumentos operativos centrados exclusivamente en la inmediatez. Lo que nos
falta es la introducción de la proyección de futuro, que no es otra cosa que una
forma de solidaridad diacrónica, en los requisitos de especialización tecnológi-
ca, lo que haría posible empezar a solucionar hoy los problemas de la siguiente
generación. Esto, naturalmetne, supone la introducción de elementos valorati-
vos nuevos en el vigente ordenamiento económico: una nueva forma de racio-
nalidad que podría muy bien decantarse por la nueva racionalidad propuesta por
el ya mencionado Etzioni corno alternativa a la racionalidad económica neoclá-
sica. No ignoramos los problemas que esto conlleva y no apostamos porque se
vayan a superar. Simplemente nos queda la duda sobre la inevitabilidad del co-
lapso aunque mantengamos la certeza sobre la imposibilidad de mantener el sta-
tus qito.
Para nosotros, esa duda, amén de los condicionamientos derivados de
adoptar personalmente unos criterios operativos de coherencia interna, justifica
el que corporativamente, por lo menos a un nivel teórico, las empresas y demás
sociedades intermedias efectúen cambios notables en sus planteamientos orga-
nizativos de cara a implementar la eco-gestión. En este orden, el primer cambio,
debe ir en la línea de una mayor concienciación ecológica y una mejor forma-
ción universitaria en este campo.
Giddens (1991) ha elaborado un planteamiento interesante al discernir lo
siguiente. Los sistemas abstractos en y con los cuales opera el moderno sistema
220 EL RETO DEL DEVENIR

de producción y consumo y también, añadimos nosotros, los condicionamientos


derivados de vivir en una sociedad superorgánica en sentido durkheimiano, ha-
cen que se produzca una gran floración de agentes de lo que Giddens llama «co-
nocimiento laico». Giddens distingue entre conocimiento laico y conocimiento
experto, una distinción próxima a la que existe entre el amateur y el profesio-
nal. Aunque el tipo de conocimiento experto es en principio asequible a todos si
se tiene tiempo y dinero, en la práctica la mayoría sólo puede ser experta en una
o dos áreas de ese tipo de conocimiento. Por esto el sistema es opaco para gran
parte de la población. La capacidad de conocer del agente está impedida por una
inherente falta de información y de comunicación abierta en el contexto de un
sistema monopolizado por formas organizativas abstractas y donde prima el co-
nocimiento laico. Esto genera una pérdida de poder para los agentes (la impo-
tencia) y el desarrollo de lo que Giddens llama la mentalidad del superviviente,
que a modo de náufrago a la deriva en medio de los avalares que produce el de-
sequilibrio ecológico deja su destino en manos del azar. Pues bien, hay que su-
perar la mentalidad laica que se da en el mundo empresarial en lo que se refiere
a los problemas ecológicos. La empresa, lo mismo que las administraciones pú-
blicas, debe comportarse hoy en día en las relaciones con el medio consecuen-
temente con la adquisición de un conocimiento experto en la globalidad de la
problemática medioambiental y del reto ecológico que tenemos planteado.
En esta tarea, la sociedad contemporánea lleva un retraso considerable. La
causa está, en parte, en que ni las ciencias de la naturaleza han sabido incorpo-
rar en su discurso a las necesidades humanas no estrictamente materiales y, por
tanto, no sujetas a la animalidad de su condición y en que, por otro lado, la
ciencia económica tampoco ha sabido incorporar en su universo autosuficiente
de los valores de cambio a las necesidades derivadas de la inserción natural de
la raza humana en su conjunto. En ambos sentidos, por el lado de las ciencias
puras y de las ciencias aplicadas, la Sociología puede muy bien contribuir a in-
tegrar y relacionar esos componentes olvidados a partir de la experiencia que
tiene en la investigación sobre lo que conforma a una sociedad como humana,
lo que incluye sus relaciones con lo no-humano, y sobre sus necesidades supe-
riores.
Por todo ello nos congratulamos al evidenciar cómo van surgiendo diver-
sas especializaciones profesionales relacionadas con el ámbito del medio am-
biente y la empresa y la demanda que la Sociología adquiere con ello. Hace fal-
ta que esta necesidad que denuncia el mercado laboral se traduzca, a su vez, en
una reforma académica que incorpore la formación ecológica en la base de los
estudios universitarios.
trt
in
nc

he
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 221

SISTEMA DE VALORES QUE SE JUSTIFICAN A SI


MISMOS: EXPANSIÓN, COMPETITIVIDAD

CRECIMIENTO Sensación de inseguridad •*


DESENFRENADO

PROTECCIONISMO
Aumento del INSOLIDAR1O
tráfico
Acciones militares
I Pobreza en el
PRODUCCIÓN Tercer Mundo
INDUSTRIAL CRECIMIENTO Migraciones
Aprovechamiento INSOSTENIBLE A conflictivas Y
ineficiente de la-* LARGO PLAZO
energía
Plaguicidas


CRECIENTE GASTO 1

CONTAMINACIÓN DE DE ENERGÍA Ganadería


explotaciones
SUELOS Y AGUAS Emisiones y forestales
residuos Energías no renovables
radiactivos
ENORMES PRESIONES
Combustibles fósiles SOBRE LOS RECURSOS
PROLIFERACIÓN DE NATURALES
ENFERMEDADES I I
CONTAMINACIÓN — Carbón Petróleo Tala de lefia Expansión de las
zonas de cultivo
DEL AIRE
Aumento de la
radiación ultravioleta CFCs Emisiones Conflictos Agricultura Sobreexplotación de
Gases del CÜ2 geopolíticos química pastos y tierras de cultivo
invernadero
DESTRUCCIÓN DE LA -Incremento .4
CAPA DE OZONO DEFORESTACION
del COi Muerte de los
••Lluvia acida
^ Acidificación
de las aguas IDESERTIZACIÓN |

_. EROSIÓN DE
Subida del LOS SUELOS
nivel del mar
1

J
Inundaciones
Probable inundación
de zonas costeras
DISMINUCIÓN DE LA «—
BIODIVERSIDAD

Pérdida de Freno al desarrollo


calidad de vida tecnológico

En el esquema que acabamos de introducir apreciamos la interconexión en-


tre los diversos problemas medioambientales y los condicionamientos que ello
impone a la vida en sociedad. Ciertamente, podemos apreciar que la acción huma-
na en el entorno físico ha incorporado éste a la deriva de la historia de un modo
que difícilmente podía intuirse hace unos años. Esos entornos no sociales están,
hoy en día, cuando miramos el devenir de la historia, plenamente socializados.
222 EL RETO DEL DEVENIR

El esfuerzo por incorporar esos entornos a la cultura activa, es decir, al de-


signio humano es, en nuestra opinión, la única alternativa a la deshumanización
que supone la incorporación de la sociedad humana al capricho ciego de los M
riesgos que representan la dependencia de una naturaleza usurpada y manipula- c
da. Lo que proponemos es la defensa de la naturaleza del ataque de la cultura 1
moderna usando precisamente la capacidad humana para proyectarse cultural- 1
mente. Cultura contra cultura y humanismo contra deshumanización. Es en este ti
contexto en el que proponemos la necesidad de sustituir los intentos de rematar b
al entorno mediante una «ecología mercantil», por una alternativa cultural níti- c
da que llamamos «ecología integral». c
II
ECOLOGÍA INTEGRAL ECOLOGÍA MERCANTIL r
n
Un nuevo estilo de vida ecológico; Quien contamine, que pague
contaminación cero
t!
Énfasis en los mecanismos de obtención Fomento del consumo ilustrado
y elaboración de productos 1,
S
Enfoque global: la tierra es de todos Énfasis en el entorno local: los problemas
microecológicos EJ
c
Opciones al capitalismo Hacia una empresa con marketing
ecológico en un mercado receptivo:
el capitalismo verde
Ruptura con el vigente sistema de Autorregulación en el mercado -
producción y consumo mediante leyes medioambientales V

t'
Figura 1 f
I
t
Vamos ahora a glosar las diferencias entre una ecología integral y una eco- c
logía mercantil, tal y como mostramos en la figura 1. Esta temática nos parece
de singular importancia. Nosotros pensamos que estamos ante un tema diferen-
cial históricamente hablando, en el sentido de que con la crisis ecológica ya
nada será como antes. Es en este tema en el que cabría utilizar con un sentido
apropiado la expresión el fin de la historia, pues estamos considerando hechos
de naturaleza cosmológica ante los que, acaso por primera vez, la respuesta
ha de ser nedesariamente global. Nos encontramos con dos planteamientos al-
ternativos: bien incorporamos la ecología al vigene sistema de producción y
consumo introduciendo al medio ambiente en el mercado o bien optamos por
sustituir el actual sistema de producción y consumo por otro ecológicamente sa-
ludable. A esta última propuesta la llamamos ecología integral.
Estamos ante un dilema de actitudes en las que interviene un criterio de ra-
cionalidad preciso. En un lado se asume la racionalidad estrecha de las actitudes
humanas que defiende la economía estándar, con lo que para motivar un cambio
LOS ENTORNOS NO SOCIALES 223

en los comportamientos hay que organizar un sistema de premios y castigos que


«obliguen» a establecer ciertas pautas de conducta. Se adopta, pues, la idea de
que el mercado puede domar los comportamientos irreflexivos. Motive usted al
consumidor, edúquele y éste votará y apoyará una política medioambiental con
leyes cada vez más exigentes y obligará mediante su elección de consumo a la
limpieza de las empresas, de las calles, del campo y de las casas. Ésta es la pos-
tura de la ecología mercantil. En definitiva, se trata de introducir al medioam-
biente en el mercado y abstenerse de subvencionar su depredación con lo que su
carestía económica y política hará de su preservación un hecho. Se empezará
contaminando menos y se llegará a contaminar sólo lo que quiera la gente. Na-
turalmente, este enfoque es compatible con posturas de una lógica mercantil im-
pecable, como son la exportación de residuos y la emisión de bonos de contami-
nación. Si la pena es económica, el dinero contamina.
Frente a esta posición, tenemos, de otro lado, la ecología integral. No se
trata ya de contaminar menos sino de no contaminar y, más aún, de purificar. De
lo que se trata no es de consumir sabiamente (usar papel recliclado) sino de con-
sumir menos (usar menos papel) como consecuencia de la interiorización del
problema. Por interiorización del problema queremos decir el resultado del pro-
ceso de reflexión personal que lleva a la autoconsciencia y consecuentemente a
la adopción de cambios de actitud que resultan en nuevos estilos de vida.
Definitivamente apostamos por la interiorización frente a la participación,
que es sólo una actitud ad extra que intenta cambiar lo público antes que lo pri-
vado o todo lo más adoptar unas conductas privadas ecológicamente consecuen-
tes sólo después de la implementación de políticas generales. La postura que de-
fendemos con la interiorización es precisamente la opuesta a la manifestada con
la frase: «nada se arreglará aunque yo cambie». La ecología integral manifies-
tamente defiende que hemos de conseguir cambiar nuestro modo de actuar a es-
cala individual para poder dar sentido a cambios culturales de carácter global.
El ámbito de lo privado es la puerta de entrada a la cultura pública.
El problema que estamos tratando aquí es que el marco, la estructura so-
cioeconómica y cultural, en la que operamos, traduce los deseos por un desa-
rrollo equilibrado y armónico y un estilo de vida ecológico, en propuestas y
prácticas políticas insostenibles a plazo indefinido (ecología mercantil). Desa-
fortunadamente, la cadencia de las transformaciones medioambientales globa-
les raramente ha sido estudiada haciendo referencia a los factores culturales.
Como consecuencia, pocas veces hemos enfocado el problema del desequili-
brio económico y del deterioro medioambiental como problemas de concepto
y sí como problemas de desajuste, y por tanto, pocas propuestas culturales op-
cionales han sido planteadas al sistema capitalista de producción y consumo.
Con este sistema, los deseos generales por un cambio estructural que solucio-
ne los problemas ecológicos se traducen en políticas de ajuste a corto plazo que
no hacen sino apuntalar la pervivencia del sistema en el plano teórico, pero que
224 EL RETO DEL DEVENIR

al mismo tiempo no pueden sobrevivir a una crítica planteada desde una genui-
na perspectiva global.
B)
Pero también la superestructura sociocultural que otrora se contemplara
como ajena a la autonomía de los sujetos individuales, hoy se contempla como
marcando una incidencia mucho más cercana en la conformación de los diferen-
tes estilos de vida. Centrémonos ahora, una vez apreciada la importancia del re-
ferente medioambiental, en este tema a través de la ecología integral, en este
punto. La cultura y los estilos de vida se implican mutuamente. Veamos ya des-
de el enfoque de la sociología de la cultura cómo podemos comprender mejor
los cambios sociales que se avecinan.

ne q

cial
mai
ras
to, i
que
par;
por
sior
dua
hist
prir
gun
vas.
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part
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1. I

def
aquí

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