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Critica ie Fl estudio det p tuo se muestra en © libro al lector Yo un apasionante rerario semtfieo, en que el arquedlogo rece como un arle- vo al servicio de a smoria h rica, Mis 2 un imnual de es- ligrafia arqueokigi Carandini elabora una sufa sabre procedimientos de la estratigraia, cconstituye el timo gran método 1 exer y recuperar la historia inen Ia tiena. El rab de apo y «I dehate teéricw y mevodo- {co relacionados ean ta estratigra argues! vinas reglas ten deseitrar el Imp.esio de los monuimentos y del stilo, haciendo transearentes las jones de la naturaleza y cle hom- 1s $e enneretan vn eonstruceio- conituc: ndrea Caraadini ‘ema, 1937) ccs protesordearqscotot cise 1 ls Universidad de Rona. Dis: uo de Bianchi Bandini, es con- io uno de Tes estosos mis ilntes de nnesino tesapo en ef spo de la arqucolopia romana, Es = de numerosor.lhros sobre 1 material de Syoea rome ogiu e culture manriale, '), sobve ~us exeavaciones en el ty de Osta (Le terine det Nuova: nae en Again Uf easte- Arqueologia nes y destrucciones, en accit nes, sucesc. cit- ccunstancias que kan ro- deedo amplios contex: t0s sociales y dis.imutas historias individuales. Baséndose en su propia experiencia personal y, en particular, en sus ex- eavaciones en Ia vila romana de Settefins: tue y en sus recientes trabajos : el P. tino, el autor subraya la impor: tancia ciemtifica, artesanal e hist6rica de Ia estratigrafia, por medio de la eval se accede al campo. ala ciudad y a os objelos, y se traduce In esencia ids intima de las cosas y de las accio. + uumamas. Un libro det que se han venuido numeroses ediciones en Ita diay que constituye el centro de in in- ten debate teérieo y metod! ents los arqueslogos europens, ‘at det Nadlor, 1989) y en Ia Voseana (Setiefinesire. Una villa sehiavis:iea nel Etruria romana, 1985), y son ev ineeios en particular sus trabajos so- bre las formaciones econémicas pre: ccapitalistas (L'anewomnia della sei ‘ic, 1979), sobre tipologia eraimica (Coramnica romana del medio e ward Fapero. W981) y sobre Ia esteuciur tes lavista del imperio ro. nano (Sehie vitn Kalla, 98°: La villa romana e la ic tagione schiavistica, 1989), Critica IwiaNvavo “auaNy ‘eojBoloanbie upioeneoxo op jenuen, VULSIL V'1Na SVINOLSIH ANDREA CARANDINI CARANDINI HISTORIAS EN LA TIERRA Manual de excavacion arqueologica ANDREA CARANDINI HISTORIAS EN LA TIERRA Manual de excavacidn arqueoldgica ‘Traduecién castellana y prologo de XAVIER DUPRE RAVENTOS ke CRITICA GRIJALBO MONDADORI BARCELONA ‘Qvedan sigresamente probibias sin a autriaaciénescita de los tulres del copyright, bajo las sancionesestabccéas on las lye, la Feproducin ital o parcial de esta obra po cuaguie: ‘medio oprocedinieni, comprentides a eprografia y el tratamiento informstivo, ya distribu. ‘in de ejemplars de ella mediante algulr o préstamo pblins “Thu original: STORIE DALLA TERRA, ‘Manualediscao archelogico (Cobra: Baie Stud Ista de a eabierta: Tempo dels Castres y Macelum, Népoles. Muestea del Proyecto ubea ex ol Museo Nacional de Nipoes. Reconstrocion del Proyecto Eu (Comp Flere, 1860, y Eudes, 1990), Contreebiet: dibujo de Giancarlo Moses DDibujos de GIANCARLO MOSCARA. (© 1991 y 1996 Gili Einaudi edtore spa, Tain (© 1897 dela adesion cstlinspara Baputy Ameri: CRITICA (Grialbo Mondadori, S.A), rag, 385, 08013 Borceloa ISHN 84.723 7645 Deposit legal B. 1282-1997 Impreso en Expaia 1997-—HUROPE, SL, Recared, 2, 08005 Barclona PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA La traduecidn espatola de Storie dala terra. Manuale di scavo archeoto sico aparece, aparentemente, con algunos afios de retraso ya que la primera edici6a italiana vio la luz en 3981. En realidad, el lector se halla frente a la {raduccidn de una aueva edicién, de 1991, ampliamente renovada y que con- lev no solo una actualizacién de sus contenidos, sino el volver a escribir el original, la eliminacién de los apéndices finales de la primera ediciGn y i in- corporacin de una serie de nuevos textos del autor También hay que tener fen cuenta que la primera versin de esta obra no es desconocida para los ar- ‘quedlogos de nuestro pais, mas bien al contrario: muchos somos quienes la leimos hace ya bastantes altos en su version original. Pero también es cierto ‘que la riqueza y profundidad de las reflexiones del autor y, especialmente, su perfecto uso de Ia lengua italiana —Carandini no utiliza un italiano féci, sino Que hace gala de un dominio extremadamente culto del mismo— dificultan al lector extranjero que no tenga un dptimo conocimiento det idioma de Dante la comprensién total, en profundidad, de los conceptos en este texto cexpresados? 'A través de las paginas de este libro se da respuesta a todos 0 casi todos Jos temas sobre los que el investigador se interroga al afrontar el trabajo de campo y por ello su lectura, necesaria para los estudiantes universitarios, es, «en mi opinidn, imprescindible para aquellos arquedlogos que no se plantean ‘muchas preguntas, que no dudan, y se convierte en especialmente recomon- dada para aquellos, por suerte cada vez menos, que ven en la arqueologia de campo y en las cuestiones estratigréficas un mero divertimento que, aunque a veces pueda ser til, poco afecta a los verdaderos problemas de la «Histo- Este manual, que es fruto de y, al mismo tiempo, incorpora las experien- cias y los progresos de la arqueologia anglosajona, se enriquece gracias a la experiencia personal del autor al que, aparte de otros meéritos, hay que reco- 1. Esta segunda edicién ha sdo publicda recentement, en un formato més econémico, cen a coleccién «Bibioteen Studio» atmero 25) de Einaudi, Turn, 1996, ‘2 Loseertares ene! tulo de esie manta (Stora dela err, Storie dela tera en verde Sto re data era), observads en diversas Teferencas al mismo en la bibliogafia espana, son un tbeena prueba eo eho. vu HISTORIAS EN LA TIERRA nocerle el de haber creado una verdadera escuela que ha revolucionado Ia Aarqucologia italiana, La simple comparacion entre la edicién de 1981 y le de 1991 permite observer emo, durante la década de los ochenta, una pare dela arqueologia italiana, aglatinada en torno ¢ Carandiniy al departamento de a. qucologia de la Universidad de Siena y més tarde al de la Universidad de Pisa, ha sido capaz de desarrollar muchos de los aspectos metodolégicos que, en 1981, habian sido s6lo meramente esbozados. A esta labor progresiva, iru to de un intenso debate tedrico ~auin en curso— y de una experimentacion Constante en el trabajo de campo, hay que sumar algo tan importante como el haber luchado para que la arqueologia oficial —siempre con tendencia al inmovilismo— incorporase a sus procedimientos los resultados obtenidos Por la préctica. Los progresos de la interdiseplinaria escuela de Carandini, Guien actualmente es catedrético de la Universidad de Roma «La Sapienza», se reflejan en una rica serie de publicaciones que se hallan incorporadas en ‘a bibliogratfa final de este volumen. En esta ocasién ereo que debe desta. carse, por su cardcter de ejemplo de aplicacion de los presupuestos expucs- tos por et autor en fa primera ediciSn (1981) de Storie dalla terra, la publica. cin de sus excavaciones en la villa romana de Settefinestre Sin duda alguna dlcha experiencia de trabajo de campo contribuyé a la gestacin de la edicién (1991) que ahora se traduce al espatiol y cuya aplicacion practica se he ma teriatizado en las excavaciones realizadas por Carandini y su equipo en la ladera septentrional del Palatino; lainminente publicacién de esta nueva ex- cavacién experimental, de gran importancia para cl conocimiento de los orf genes de Roma, sin duda perfeccionard y completard, desde una Optica me todol6gica, los contenidas de este manual Pero la verdadera aportacién de este libro consiste en no ser solamente tun manual de excavacion arqueol6giea, El lector se halla frente a ua texto 3. Un reciente congresocelebrado en Roma (J material resid nell scavo archeolgico, ‘Roma, 16411-1996), te un excelente ejemplo de etme aguella arqocolopia italia que se a. te iscfpla de Carandin, sigue debatiendo acoea de los mds dversos aspects flatives tla comprensin de is process de formacisn de los dopéstosexrtigrdics, del vlor de lest: tevales erqucoldgleosestraiicados y de los caminos que dsben seyuine pare legat a su co. recta interpretacion. La masiva patiipacién de los infeprantes ce fos equips, tains y et tranjros. qe exeavan en Roma coniraiaba con importantes auscncias de un sector del mend “niversitaro, ms interesado en una arqueologia quepodriamos defini tradicional, 4. Veanseacems ls obras rcientes de Franco Camb y Niola Terrensto,Inroduzione alvercheologia dei paesgg, «La Nuova Talia Scientfcee, Roma, 1994, y de Tuiano Manacel y Enrico Giannichedds, Archeolopa della producione. «Biblioteca Stvlion, 36. Ei, Ty {in 1998. Los autores de este ttm e intereante libro pertenecen& un insiato dele Univer: Sidad de Genove, significativamentelamado «lnetituto de Historia de la Cultura Mattia co Génovae 5, Andrea Carandini, ed. Setefinenre. Une villa schievisica nell Eruria romana, Mode 19852 v. Refigjo de las expectatvas despereadat en Espa por la publiacin de esta aba fuel seminari aEsirat2gia i Analisi Estratigriicn en Arqueologia del any 6, partido por ‘Andrea Csrandini en a Universidad de Lleida (Estudi General de Lleida) en 1985, Andrea Carandini ed, Palatine Sara Via I monograia del Bolen di Archeolo- ‘alo, Roma (en prensa. PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA * {gue afronta también aspectos tan. neceserios como la interpretacién de los indicios y la reconstruccidn de las diversas historias. Historias cuyos pocos in- ici, contenidos en los estratos, tan slo pueden captarse a partir de una ex- cavacién metodoldgicamente correcta y de una justa lectura de la secuencia estratigrafica. Carandiniilustra un modo conereto de pensar la arqueologia, tun modo de reflexionar sobre las cosas y, en la parte final del libro, expone con gran profundidad los fundamentos intelectuales de este nuevo modo de afrontar el estudio de los restos del pasado. La estratigrafia arqueotopica y la cultura de los indieios constituyen, para el autor, una unidad.” Para comprender en su jusia medida el texto de Andrea Carandini, el lector espatiol debe ser consciente de algunas de las muchas diferencias que existen entre el panorama arqueol6gico italiano y el de nuestro pais. Deseo por ello, someramente, ilustrar mi opinién —por lo tanto, subjetiva-~ sobre algunos de los aspectos que distinguen la arqueologia espariola de Ia italiana En lo que respecta a la administracin del patrimonio arqueol6gico hay que tener en cuenta que la realidad italiana es, por ahora, muy distinta de la es: pafola, La competencia exclusiva, de derecho y de hecho, del Ministero per {Beni Culturali e Ambientalicontrasta claramente con la estructura del lla. mado Estado de las Autonoméas y con la capacidad normativa y eecutiva de las diecisiete regiones y nacionalidades espafolas en materia de cultura y, consecuentemente, en el campo de la gestiGn y proteccign del patrimonio ar. queolézico. La omnipresencia de las soprimendenze archeologiche, estruc- turas estatales de dmbito regional adscritas al ministerio, tiene defensores y detractores® pero, sin duda alguna, contrasta con la realidad espatiola por el Teconocimiento social, en tanto que autorided en la materia, de que dispone 4a figura del soprintendente y, en muchos casos, por su prestigio eientific.” Pero, al margen de lo dicho, el elemento mas signficativo es a existencia de un Estado central que gestiona directamente su pattimonio y que dispone de instrumentos para coordinar aspecios tan importantes como el inventatio del Patrimonio arqueol6gico (Istituto Centrale peril Catalogo e la Documenta- 7._tustran esta cuestin los tres ensayos finals (Lo ordinaro lo importantes! «Proce- er hacia atria» / «Anis de lo sumerpids), ncorporados ea la eden italiana de 1991 ‘8. En algunas repiones como el Lacio cocxsten diversas soprintendence arquealdpcas (Lacio, Etruria Meridional, Roma, Osi) mioniras queen las regions autGnomes (Sica, Vic Tie de Aosta.) las competensne son tepionales, 9. El monopoli casi total que sobre la arqueologa de ua determinadotertitorioejeeen ‘lertos soprintendent es justamente ereado por agllos rofesionale, muchas veces prove lentes en universidad, que ven como se les nega el acceso a determinacs conjuntos Je ta terials, cerrados bajo lave inciso Gurantedeconis, os es imide con falas eatunas aterve. nir en certos yacimients, 10, Si tomamos como cempia la ciudad de Roma, veremos que al rene de las soprinten- dense argueolépices de a antigua Urbs se encuentran Adriano La Regina (Ministerio) 9 Euge, nio La Roces (Ayuntamiento). La figura equivelente en la etruciura administvetiva espatola serfa un ete del Servicio de Arqueologe do una Comunidad AutGnoma Salvo poses —pogul Simas— excepeiones estos puests se allan ocupados por funcionarios on inciplentes cameras en el campo de Ia investigacién, en ningin caso catedatioos, cua opiniones tienen poce in. ceidencia en Ia sociedad, x HISTORIAS EN LA TIERRA zone), Este instituto fue el que, en colaboracién con el equipo de Carandiai, ‘labor6 los diversostipos de fichas de registro que, desde 1984, utilizan todas las administraciones italianas. En Espaiia, el Ministerio de Cultura —ahora ya englobado en un nievo Ministerio de Educacién y Cultura— ha dejado ‘desde hace mucho tiempo de ejercer buena parte de las pocas pero necesa- rias competencias que le reserva la Ley del Patrimonio Histérico Espanol (Ley 16/1985) y, en el ejemplo concreto del inventario, no existe una verda- dera colaboracién y complementacién entre las diversas Comunidades Auté- nomas para catalogar nuestro patrimonio arqueol6gico.' La realidad de la esti del patrimonio arqueol6gico hispénico es muy heterogénea y existen srandes diferencias entze los planteamientos y las medidas adoptadas por las diversas comunidades. Destaca en este panorama la labor desarrollada por la Junta de Andalucia —en mi opinién, la tnica regiGn espariola que cuenta desde hace mas de diez aos con una verdadera politica de patrimonio— a la que Carandini dedica las unicas referencias @ nuestro pais en este manual. Sirva como ejemplo de lo dicho el Programa Especial de Arqueologia Urb na, promovido por la Junta de Andalucfa en colaboracién con las univers dades de dicha comunidad, para el que se ha disefiado y desarroliado un sis tema de documentacién especifico.” Otro factor de diversidad entre lof hbientes arqueoldgicos italianos y espartoles reside en ol elovado espirtu extico y la predisposicién al debate de Ja comunidad cientiica italiana. Uino de los primeros preceptos que la uni- versidad de aquel pafsinculca al estudiante de arqucologfa es el escepticismo y el espfritu critico con el que debe analizar todas las noticias que se le trans- mitan. No basta que un insigne profesor dictamine que la interpretacidn de un determinado niimero de indicis sea x: debe demostrarlo."* Esta situacién generalizada es la causa del rico debate cientifico, a veces exagerado, exis- tente en Italia y cuyos resultados son altamente positives para el mundo de 11. Pienso que, sin menoscaber las competercias de ls diversas Comunidades Aut6n0- tas, el Ministero debera promover, oreo hata en los aos oebenta, foros de dseoién enen rinidos ale coordiaaién de eitariosy linens de atuncin, A propésito de ls inventarios: A. Jimeno Martinez, J. dl Val Reco y J. 1. Fernéner Moreno, edey Inventris y cartes arc ‘gica (Serie 199), Valladoié, 1993; AA.VV, Catalogacton del Patrimonio Histéric,tastato ‘Andaluz del Patimonio Histrico, Junta de Andalta, Sevilla, 199. Vease temnbién M.A. Que- rol yB. Martinez, La gestion del Parimonio Arqueolégic en Espa, Aan Faltoral, Ma ‘ri, 1956, 12,” Véanse las trabajos de Fernando Molina y Fernando Contreras en la ibliograi final 4e este volumen. A propétito de la opinién de Carandin sobre la situa dela arqocologia en ‘Andaluce, que en ese libro califes de «Paraiso cent e institucional.» ease tambien La aurea non faVarcheologo (Tavolaroronde, Roma, 8 maggio 1992), Padus se, Pasa, 1993, 8. pecialmont las intervenciones de A. Carandiai (pp. 106-107) y X. Dupré (p. 13. Fesnund Mola raf, «Ua stems de fntormaciin arqhcolegca para Andalucia, en Caulogecon del Parimonio Histirico, Ineitsto Andeluz dal Patsimonio UistSrice, Junta de Andalucia, Sevilla, 1996, pp. 76.3. 14.” Quien haya tno la oportunidad de enseSar uns excavacén aun arqueslogo tlio recordar una sere interminable de proguntas que pueden lega a sorprender En realidad no ‘¢ fs que una consecuencia de ese, en mi opinion posivo, esi eco, PROLOGO A LA EDICION ESPAROLA xt Ia investigacin. De la misma manera que Nino Lambogtia tuvo que suftir los, ‘duros ataques que personajes como Giuseppe Lugli —el hombre de la téeni- Pero esta conversién al «harrisianismo» adolecta de una falta de refle~ omy tu pe ep a ean 1 Tere ak tar edi w ep ren Gr stucco eta oo gon hs cua ep etn pence tre et Banya AAV, £1 Por romdd Empires, Barcelona, 1984; ease especialmente laps aac reece imnmenmrmn oe xv HISTORIAS EN LA TIERRA xi6n y de una puesta en comtin de experiencias, Una primera iniciativa en di cho sentido fue la reunién sobre «Nous m&todes de registre i analisi de da. des en arqueologia clissica», celebrada en Tarragona en 1983, que cont6 con luna nutrida participacisn.» Aitos més tarde (1989), un seminario celebrado en Girona, dio como resultado una excelente publicacidn que, entre otros ‘muchos méritos, ineluye una valoracién de la aplicacidn de los nuevos plan. teamientos en diversos yacimientos peninsulares —basicamente en Cato. luia— un articulo del propio Harris y una prepublicaciéa de la segunda edicion, a cargo de Craig Spence, del Site Manual del Departamento de Ar. ueclogia Urbana del Museo de Londres Para finalizar esta mi modesta contribucién destinada a aclarar al lector cual es el contexto en el que debe enmarcarse la publicacién en Espafia del libro que tiene en sus manos, deseo detenerme, brevemente, en dos episodios dignos de mencién, En 1986, e1 Ayuntamiento de Tarragona cre6 cl Taller Escola «’Arqueo- Jogia (TED’A). Este hecho represent6 para la arqueologia espafiola la pri. ‘mera experiencia en la que un numeroso e interdisciplinar equipo aftontaba (actas del eongreso Koma cle capita cuore, dell echeologi, Roma, 1215-:1991), en Ewopia, 2, Roma 192, pp. 4) sn; «Organica tne éellarcheologia in abito urbano: il Taller Ecole d’Argueclogia (TED'A) in tarreoowa (Spagna)s, Ocrus, 2, Universita degh Studd Bologna, Bolonia, 194, pp. 5325 Valores, ‘ies en Josep M, Nolla sl TED'A i 'arqbeologia urbana a Catlunyes, Revs Araucole gin de Ponent, 1, Lleida, 1991, pp. 326s: Simon I. Keay, «New light onthe colonia tule Urbs ‘TiumphalisTarraco (Tarragona) during the late empire», Journal of Roman Archocology. & ‘Michigan, 1991. pp. 387 ss; Carmen Aranegui y Viente Lecma, «Atchéologi utbaine: Goo, ‘ion recente dela situation en Espagne>, Nouvelles de PArchéologie, 35, Pais 994, pp. 30 se PROLOGO A LA EDICION ESPAROLA xvit aunque fructifera existencia, el TED’A desarrollé un programa exhaustive de organizacidn del archivo de datos y aplicé una metodologia coherente. La experimentaci6n y la reflexién permitieron, también, hacer contribuciones eneste tiltimo campo.” El segundo episodio digno de mencién es el relativo a la aportacidn es- pafiola a la llamada «Arqueologia de la Arquitectura» o aplicacién de! mé. todo estratigrafico a la lectura de paramentos, Esta nueva faceta del anélisis arqueolégico, desarrollada en Italia a partir de mediados de la década de los ochenta.* se halla, en la actualidad, en plena fase de expansiGn. Expansion ue se rofleja en la aparicidn de nuevas lineas de investigacidn (andlisis es- tratigréfico de los alzados, estudio de técnicas constructivas, mensiocrono_ Jogia, reconstruceién de ciclos productivos...) y en la individualizacién de distintas metodologfas para cada una de dichas lineas.” La contribucién es. Paola a esta nueva discipline arqueoldgica,® que na se ha limitado a la apli- cacién prictica de sus presupuestos, se refleja en trabajos como Leer ef documento construido,*' en el que se puede observar la solidez de plantea- ‘mientos, la validez metodol6gica y los excelentes resultados obtenidos por 37. TED'A, «Registro informstico y arquealogla urbana, en acts del congreso Archeo- login e Informatica (Roma, 3:5 marzo 198), Roma, 1988, pp. 177: «Arqueclogay Restores, {n,n Conservation Resanraion des biens cultures. Traitement des supports Teevaus muer iscplnaires (Pars, 2-4 novemdre 1989), Paris, 1989, pp. 91 ss: Xavier Dupré RaventSs ota ‘onganiacion de los archivos arqueogices: la experiencia del TED Aw, en Iuerbonsio ashes ‘gia, Jomadas Internacionales Arqueologta de Inervencton (Sen Sehaién, diclmbre de 109, Bilbao, 19%, pp. 279 sa; Joaquin Ruiz de Abul, «El repre de dades en Farquecloga wb na: Vexpecitacia del TED'A>, en Haris Mat. Stones de regsre s lspp. tle 38. _Véase, en la bibliogafa final de es libro, los trabajos de Gian Pieeo Broilo, Tica no Mannoni y Roberto Parent ene ots, 38, Gian Pietro Brogiolo, . Sc halla contradictoriamente empujado a englobar y neutralizar aquellas diferencias divisadas en el estrato considerado y al mis- ‘mo tiempo tiende a separarlas como algo ajeno, creando asi otros estratos. En este vaivén entre divisible e indivisible el arquedlogo reconoce su tor- ‘mento, sin darse cuenta quizés de que se trata del mismo de cualquier otra isciplina. ;Los estratos existen y el excavador los reconoce con mayor o me- nor exactitud, 0 es el excavador quien inventa sus estratos? Quizés sean cier- tos ambos puntos de vista. La virtud esté en el término medio y en éste est In unidad estratigréfica, «Perplejamente convencidos» y «lentamente apresu- ‘rados» son los mejores estados de énimo con los que podemos intentar trans- formar la opaca estratificacion en una clara estratigrafi, Destruccién y documentacién Cada fuente debe ser usada con andlogas exigencias pero con distinto grado de rigor, una lectura errénea no datia un texto, ni una mirada falaz des- gasta una imagen, pero una excavacién equivocada o una remocién destru- yen para siempre la evidencia enterrada. Equivale a quemar las paginas del ‘inico ejemplar existente de un libro inmediatamente después de su lectura. {Qué quedatia del mismo sin una transcripci6n o, al menos, un resumen dedigno? No se puede levantar un estrato, la preparacién de un pavimento, tuna cloaca o un muro sin destruirlos. Sélo revestimientos significativos como ‘mosaicos, frescos y estucos merecen las complicadas y costosas extracciones no destructivas realizadas por los restauradores, Cuanto mejor es el estado de conservacién de una fase de un monumento, mas dificil se convierte el descender a las fases precedentes subyacentes. No se puede ver una cosa cu- bierta por otra sin extraerla y, si resulta incoherente, destruirla, La casa de INTRODUCCION 19 Augusto en el Palatino, bien conservada bajo el relleno del palacio de época de Domiciano, s6lo se ha podido excavar muy lentamente y por desgracia to- davia sabemos poco de lo que se esconde debajo de la misma, por culpa de los importantes trabajos de restauracidn a los que ha sido sometida y que han absorbido gran parte de los medios disponibles. En la excavacion de la ver- tiente septentrional del Palatino, en cambio, hemos conseguido aleancar sin ‘utcha dficultad los niveles del siglo vin a.C. y el suelo virgen de aquella co- Jina por el mal estado de conservacin de ls edifcios ms tardios y de su de- coracién, motivad por el incendio neroniano y por las excavaciones de con los que 1a construceién ha sido realizada, Esta obligada a reconocer el valor rela tivo de Ia idemtficacién de estas realidades, individualizacion que depende del tipo de informacién (fsico-quimica, bioldgica o antropol6gica) que de di- chas realidades se espera obtener, por lo que en teoria se pueden imaginar fer30s tipos de estratigrafia para una misma estratificaci6n, en funcién de los intereses del observador (De Giuio, 1988). Estas realidades materiales ba~ sicas que no podemos dejar de identificar al separar Ia tierra son las uni¢a~ des estratigréficas que, de ahora en adelante y por razones de tipo préctico, consideraremos de forme convencional que corresponden a otras tantas uni- dades del hacer o unidades de accién. Estas son, al mismo tiempo, realida- des objetivas y resultado de nuestro andliss 0 clasificaci6n del terreno. Hay quien considera el subsuelo como un universo unitario, que sélo el arqueé- logo articula en porciones distintas, no jerarquicas y no intersecantes entre si, ‘euya suma coincide con todo aquel universo. En dicho caso, las unidades de la estratificacidn no serfan mds que las decisiones analiticas del excavador (De Guio, 1988). Pero este es un punto de vista extremo. Al igual que se pue- de considerar extremista contraponer el concepto relativo de unidad estrati- srafica con el de procesualidad en la formacién de un estrato. Sean los que sean los progresos en el campo del conocimiento de los secretos que inter- vienen en la formacién de los estratos, la estratigrafia siempre se basard en tunidades y a éstas jamas se les podré dar menos importancia que a las finas ‘ultiplicidades que cxisten en su interior y que parecen contradecislas, yu {que unas presuponen a las otras Desde el momento en que las unidades estratigréficas y sus superticies ‘mantienen una relacién de contigiidad, superpuestas fisicamente las unas a las otras, para excavarlas en el orden inverso a aqutel en que se han formado 58 VISTORIAS EN LA TIERRA be By Fioura 43. Sise excava 1 y luego 2 todo va bien, Pero si se excava primero 2, 1 cae sobre 2-mezclandose con él y contaminndolo (a no ser que se apuntale L..). ot) Ficuna 44. 1, 2y 4 cubren pero no estén eubiertos por ottos estratos, por lo que pue- den ser excavados; luego le toca el turno a6 y 27; después a 8 y, finalmente, a9 (3,5 110 no son excavables porque son interfaces intangibles o superficies en si). Fiouea 45. Superticies sucias; superfices limpias; superficies distintas (pero que to- ‘davia no se han relacionado entre sf gracias alas superposicionesfisicas). —4l tinico que permite evitar confusiones (figura 43)— es necesario seguir la siguiente regla: «solamente se pueden excavar las unidades que no se hallan, ni tan s6lo parcialmente, “cubiertas” (desde el punto de vista estratigrafico) por otras unidades estratigréficas» (pp. 120 ss.). Pero mientras es relativa- mente facil identificar on seccidn las unidades que no cubren y que no estén cubiertas por otras (figura 44) —por dicho motivo en el pasado se privilegis este tipo de visién y de documentacidn—, resulta més dificil hacerlo hori- zontalmente en planta y cuando se excavan grandes superficies, Esta es una de las mayores dificullades von las que se encuentra uno que esta apren- dicndo. Hay que saber distinguir los estratos por su consistencia, su color, su composicidn y por lo que contienen. Pero estas caracteristicas s6io pueden ser observadas por un ojo experimentado, tras haber limpiado perfectamen- te las superticies de los estratos (figura 45) y en las condiciones justas de hu- ‘medad (en el Mediterraneo nos obstinamos en excavar durante los meses mds ealurosos por temor a la llavia, que es la mejor amiga del estratfgrafo). Las superficies de los estratos deben mostrarse de forma clara, como los te- DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFIA, 9 Fioura 46, (a) Para identificar las relaciones de superposicin fisca entre los estra- tos 1 y2 hay que incidir en planta con la rowel en el Kmite entze 1 y 2. Entonces se ve que 1 sigue por debajo de 2, que, por lo tanto, lo cubre. (b) Puede ocurrir que se incida de forma errénea, hacia el strato cu direccién adecuada, que es la inversa, ¥ ¥ Fioura 47. En la estratiticacton arqueologica una pieza recuperada a una cota més ‘baja (cuadrado) puede pertenecer a un estrato més reciente que aquel al que perte- ‘neee una pieza (asterisco) recuperada a una cota superior. La posicin tridimensional de los materiales no tiene aqut ningdn significado (contrariamente a lo que ocurre en Ja estratificacion natural con vestigios de presencia humana) jidos de una preparacién anatémica. Incluso Ios muros deben desearnarse ‘para purificarlos de la tierra. Tras haber distinguido las superficies de los versos estratos, con la punta de un paletin o trowel (figura 143) hay que es- tablecer las relaciones entre los estratos a partir de sus superposiciones fisi- cas, determinar su cronologia relativa y, finalmente, el orden en que deben ser excavadas y comprendidos (Figura 46). Para los materiales contenidos en los estratos no es tan importante su po- jn tridimensional en el seno de los mismos, como la segura adscripcién al estrato del que proceden. La excavacién por niveles crea, desde este punto de vista, grandes confusiones, al presuponer —erroneamente en una excava- cién arqueoldgica— que lo que se halla més abajo es més antiguo que lo que esté por encima —lo que puede ser, en cambio, cierto en una estratificacién de origen natural (figura 47), oo HISTORIAS EN LA TIERRA, Resulta fundamental, a parte de la procedencia de un estrato preciso, la Posicién tridimensional en el interior del propio estrato de los materiales de construccidn, de la deooraci6n arquitectonica y de les esculturas caldas, que no forman un estrato pero han sido englobados en uno: claves, parhileras, te- jas, terracotas arquitectonicas, columnas, capiteles, statuas y otros materia les. Su ubicaciGn en el espacio tridimensional no tiene en este easo un valor ‘estratigrfico, sino més bien topografico, para la reconstruecién del ecificio ‘excavado. Lo mismo se puede decir para otros bienes muebles utiles para re- construir la utilizacién de fos espacios internos de un edificio y, por lo tanto, su funcién: concentraciones cle materiales que disminuyen el grado de ho: ‘mogeneidad del estrato al que pertenecen o pequetios restos que pasan por alto en las impiezas domésticas, cuya distribucién puede indicar el perime- tro dentro del cual se han desarrollado ciertas actividades laborales 0 do- ‘mésticas (Leroi Gourhan, 1974; para una representacién gréfica det proble- ma a través de ordenador, véase Molina Gonzalez et al, 1986; ef. también pp. 186 ss. y figuras 153-154), Para documentar la posicin de los materiales &s necesaria una cuadricula (p. 102), pero no hace falta ni es aconsejable exca- var por cuadriculas, por ejemplo de un metro, porque dicho proceder acaba- rfa por dar a la superficie de la excavacidn el aspecto de un tablero de aje- diez y la retcula proyectada sobre el suelo dificultara la visién de los limites inregulates de los diversos estratos Existen, por otro lado, estratos poco homogéneos hasta el punto de que pueden identificarse a simple vista las diversas fases de su formacidn, Se trae ta de los estratos que no se puede decir que incluyan materiales porque es- tn exclusivamente formados por materiales, independientemente de que sean grands 0 pequefios, como por ejemplo los estraios formados por el de- rumbe de bévedas de mortero de cal o de estucos pintados. Centremos nuestra atencién sobre estos ditimos, aunque lo que sigue puede ser vélido también para otros casos anlogos (figura 48). Los estucos pintados que nos nteresa restaurar caen por placas que acaban por formar mi- ‘orvestraros en el seno del estrato de derrumbe. Dichos microestrates estable- cen relaciones estratigrficas entre si, motivo por el que es posible reconstruir Ia cronologia relativa de su eafda. De ahi la necesidad de excavar los conjun= tos de derrumbe microestratigréficamente, Ante este caso la excavacién por niveles o cuadriculas también es perjudicial para la sucesiva restauracin de las pinturas, Se debe descubrir la superficie de las placas, documentiéndolas y excavéndolas una tras otra como si se tratara de estratos normales. Trans- pportados sin que se pierdan las conexiones originales entre fos fragmentos, restaurados y en algunos casos vueltos a poner en su lugar, estos materiales especiales pueden ser separados del estrato de derrumbe en el que se han hallado paca pasar a foraia parte de Is uni estratigréfica de revestimiento ‘la que en origen pertenecian, Este es un caso de transmigracién de materia Jes de un estrato horizontal de derrumbe a uno vertical de tevestimiento (f ura 49). En la excavacion de Settefinestre, E. Fentress elabors un método Para excavar los estratos de estucos pintados caidos, método por el que, en el DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFIA 6 Ficuna 48, Secuencia del derrumbe de un techo, muros y estucos pintados. De un dibujo de E. Fentress (Carandini Setti, 1979, panel 44). Fiaven 49, El estrato 1 contiene coajuntos de estucos pintados caidos y tres mate riales cerdmicos, Si una vez acabada la excavaciGn Jos conjuntos se restauran y se cO- locan revistiondo el muro 4, se desplazan de la unidad estratigrfica 1 ala 2, de for- ‘ma que en la caja del estrato 1 s6lo quedan los tres fragmentos cerdmicos. seno del estrato, las placas de estuco se numeran progresivamente y cada pla~ cc (relativamente coherente o incoherente) se subdivide en subplacas corres ‘pondientes a las cajas en las que la subplaca se coloce.‘ |A veces se oye dacir que no ee ha podido exeavar estratigréficamente porque el terreno estaba «alterado», pero la alteraci6n —sea la que sea— 0 justifica jamds el abandono del método estratigréfico, dado que cada una de las acciones de alteracién puede ser identificada y constituir a su vez unida- des estratigrétficas. Nada puede, por lo tanto, escapar a las reglas del juego es- e HISTORIAS EN LA TIERRA Tiouta $0. (a) Excavacion analitica (1,2 y 4 abandono, 3 y 5 roderas, 6 enlosado, 7 ‘massiceiata, 8-15 estratos de preparaci6n, 16 abandono, 17-18 turaba);(b) exeavacién sintética (1 abandono,? y 3 roderas, 4 calle enlosada, 3 abaadono, 6-7 tumba) tratigréfico y no hay justificaciones posibles para eludirlo. Las intervenciones 8 base de cuadriculas 0 de niveles artificiales confieren la forma de la cle- gancia estratigrética a lo que son puras remociones de tierra, Hay que sa- ber navegar entre los estratos siguiendo las reglas establecidas por las olas de. dicho mar. Quien quiera evitar los vaivenes de la barca deberd renunciar al viaje. Excavacion experimental, de urgencia y el piblico La excavacién experimental, en la que se desarrollan las metodologias cientficas srve de referencia para medi la informacién que se pierde en las excavaciones realizadas con prisas y ofrece un modelo para recordar cuéndo se esté obligado a simplificar el procedimiento por motivos de urgencia. Sélo se puede simplificar lo que previamente parece més complejo y se conoce. En teoria la excavaci6n de proteccién deberia facilitar una menor cantidad de informacion, pero no deberia ser una operacién diversa desde el punto de vista cualitativo, El problema reside en saber resumir procedimientos modé- licos consiguiendo, al mismo tiempo, rccoger los datos principales de vous ttucciones, vida, reutilizacién, expolio, destruccién, abandono, presencia es- porddica y reocupacién de un determinado yacimiento, Es lo contrario que seleccionar sin un criterio, ereyendo que lo que se deja de lado s6lo son de- talles instiles. Muchas veces es precisamente en algunas minucias donde se esconde Jo esencial de una estratificacién (figura $0). Para enfrentarse a ex- cavaciones que podriamos llamar de urgencia, el arquedlogo deberia ser excepcionalmente experto, lo que dificilmente sucede por culpa de la prep: DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFLA 6 raci6n casi exclusivamente hist6rico-anticuaria e hist6rico-artistica, en eual- uier caso preferentemente literaria y poco habituada al teritorio y al terre no, de los inspectores de las soprintendenze,* debida a la unilateralidad en sentido tradicional de la preparacidn facilitada por las universidades y ala di- ficultad que tienen las administraciones responsables de la tutela a colaborar con aquéllas. Slo un cirujano que sabe realizar una determinada operacién en el bien dotado quir6fano de un hospital urbano seria capaz de culminar on éxito la misma intervenci6n apresuradamente en una sala de un hospital rural s En Italia hay una tendencia a hacer sondeos aqut y all en funcién de un dlifundido espiritu de proteccién del patrimonio que, aunque sea burocréti- camente correcto y ventajoso (cada inspector tiene su pequefta excavacién, tc.) se ha revelado completamente improductivo. Sin dudda seria mucho mis {il excavar s6lo en dos de cada diez yacimientos, haciendo veloces sondeos en los restantes, que excavar parcialmente los diez, pero ello implicaria que los funcionarios y los universitarios fueran capaces de colaborat entre sty, posiblemente, unos con otros. La eleccién de las prioridades deberia halla. Se, en cicrto modo, en relaciGn con las cuestiones historiogréficas planteadas 2 nivel internacional y deberia realizarse conjuntamente pot las soprinten. denze, las universidades y las regiones (sobre las dificultades en dicho sen- tido, ct. pp. 163 s.). Una lista previa de cuestiones cientfficas no estaria libre de peligros, pero ayudaria a programar y a marginar las intervenciones aisla das, ajenas a un proyecto y a un interrogante hist6rico, que todavia carac- terizan Ia situacién actual. El dnico camino posible para aunar proteccisn ¢ investigaci6n es escoger y programar: qué debe excavarse totalmente, qué parcialmente, dénde hacer sondeos, dénde no se debe excavar y qué debe dejarse para futuras excavaciones (p. 65). No existe un lugar igual a otro. La anatomfa de los yacimientos humanos no se repite como la de los animales. Por dicho motivo resulta dificil, pero Posible, jererquizar las intervenciones, porque incluso las particularidades arqueolégicas pueden encuadrarse en tipologias y no faltan repeticiones y six metrias arquitect6nicas en los edificios que permitan reducit de forma intel gonte las intervenciones (figuras 51-53) En el congreso de Siena de 1981 sobre Come l'archeologo opera sul cam- 70 (p.37),T: Mannoni iustr el modelo estratégico para las intervenciones de ‘proteccidn utilizado entonces en Liguria por a Soprintendenza, el Instituto de historia de In cultura material y los entes locales, Este modclo se aticulaa en tres niveles En el primer nivel estaba la arqueotogia de superficie 0 la excavecién de uurgencia. Ademés de la obvia documentacion horizontal (prospeccin, fotoin. tetpretacién, et.) se usabs también la documentacién vertical (prospecciones = Profesionaescuyas competencas eorresponden alas que en Espana tienen lo arques- Jogos teritriales © provineiles. Véase el Precio a la ediciin espanol. pp. ec (N. del ¢) 4 HISTORIAS EN LA TIERRA Ficura 51. Una habitacién excavada por euadros alternos (se obtienen dos seccio- ‘es normales entre si) FicuRa 52. Un conjunto regular puede ser excavado por cuadros, como si se tratase ‘de una sola habitacin (figura 51). Fjemplo sacado de la poclga de Settefiaestre (Ca randini, 1985a, 1" figura 284), Deval Ficuea 53. Un complejo simétrico puede excavarse en su mitad, de forma que se co: rozca al menos una habitacién de cada tipo. Ejemplo sacado el peristilo de Settefi nestre (Carandini, 1985a, 1", figura 95). gcoflscas,calicatas, remociones de humus, limpiezas, excavaciones de urgen- ‘ia no estratigrfeas, etc). Un easo interesante a este respecto es el de a Tal- bot Street de Worcester (Barker, 1977, figuras 44-45), donde a causa de una nueva construccin se excavé mecénicamente una trinckera detras de le mu ralla dela ciudad, trinchera cuya seccin se limpis y dibujé caracterizando to- {dos sus estratos por fases (cf, también p. 113, figura 107). En el segundo nivel estaban les excavaciones preventivas, parciales 0 to DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFLA 6 AE Ficura 54. Imagen ideal de una excevacién urbana entendida como laboratorio abierto al publico (obsérvese la entrada, el recocrido, los paneles explicativosy la sala idgctica). tales, realizadas en puntos amenazados por intervenciones modernas. Para di cas excavaciones hay que tener una notable capacidad de prevision. Deben Ievarse a cabo estratigriticamente. Respecto alas excavaciones programadas ((véase el nivel sucesivo), étas tienen la desventaja de que deben realizarse entco de un plazo determinado. En el tercet nivel se allabaa las excavaciones programadas, para realizar ‘en general en yacimientos abandonados. Son la sede ideal para las excavacio- nes experimentales. En ostas yen otras excavaciones, como en los policinicos, eberian formarse profesionalmente los jévenes arquestogos y ponerse al dia Jos menos jovenes. En los tes niveles propuestos se observa una interesante variacién en la \dosificacion de investigacion y de proteccién, pero la invesigacién esté pre sente en todos ellos!” Sea cual sea la naturaleza de In excavacidn, experimental o de urgencia, deben siempre eliminarse los recintos que la hagan impenetrable a la vision exterior, Las excavaciones urbanas, especialmente, deben ser visibles y, en grandes Iineas, comprensibles para los transedntes. Las excavaciones gene- ran incomodidades, deben ser objeto de consenso més que de debate y no tienen otra finalidad que la de ampliar, profundizar y preservar la memoria colectiva mejorando Ia vida en la ciudad. En Inglaterra se ha consolidado la costumbre de abrir las excavaciones a los visitantes, de hacerles pagar una entrada (que ayuda a costear las investigaciones), de distribuirles folletos, de preparar recorridos con paneles explicativos que remiten a nimeros ubica- dos en la exeavacién visibles desde lejos, de preparar puntos de audicién con grabaciones explicativas de corta duracién accionables mediante un botn, de organizar pequeas exposiciones con audiovisuales y de prever la venta de libros y recuerdos de la excavacién (figura 54). Ha comenzado a hacerse tam- bién en Italia (pignsese, por ejemplo, en los paneles que se han expuesto en, 66 HISTORIAS EN LA TIERRA Roma en diversas excavaciones de la Soprintendenza arqueoldgica). Pera a dichas actividades deberfa dar continuidad un museo histérico-topogrifico en el que presentar maquetas con las reconstrucciones de las estructuras ar- quitectonicas, si fuera posible a tamano natural. Desde esta dptica resulta ejemplar la excavacidn de Coppergate en York, en un principio visitada por ‘un millon de personas y a la que ha seguido et Viking Centre con la recons- truceién de una parte de la York vikinga y de su excavaci6n, visitado por casi ‘un milldn de personas al afl.” El concepto es el de implicar al puiblico en el problema bisico de la reconstruccién arqueol6gica, utilizando incluso me- dios espectaculares. Pero en Italia se esta todavia lejos de todo esto, prevale- ciendo alin la idea de que los restos materiales antiguos hablan por si solos y ue explicaciones y reconstrucciones son de mal gusto y restan encanto a los originales, lo que no es cierto si las explicaciones se hacen de forma adecua- dda y en la justa medida, Colecciones de ruinas como nuestras éreas arqueo- logicas y colecciones de objetos como nuestras museos, no pueden ser, a fi- nales de este siglo, el nico modo de presentar el pasado. LAS UNIDADES DE LA EXCAVACION Identificar acciones y sus relaciones Pasar de la tierra por excavar a la tierra excavada significa pasar de una realidad en origen inerte, indistinta y desconocida a su representacién di dida en partes, relacionada en el espacio y en el tiempo. Las partes son las que consideramos las acciones bésicas materialmente reconocibles y recono- cidas, es decir, las unidades estratigréficas (p. 57). Una accién o una unidad estratigréfica se convierte en interpretable s6lo cuando se inserta en el siste- ‘ma de relaciones que la une a las otras. Dichas relaciones se presentan en un Primer momento como relaciones fisicas que pueden ser reconducidas sim- plificéndolas y abstrayéndolas en relaciones relativas en el tiempo dentro de luna secuencia estratigréfica. En primer lugar vemos el «cubre/cubierto» y s6- Jo a continuacién comprendemos el «después y el antes» que le siguen, Las relaciones estratigratficas captadas en su aspecto fisico son las si- guientes. 1) Relaciones de contemporaneidad: «igual a» y «se une a (figuras 55, 56). 2) Relaciones de sucesidn en el tiempo: «cubrelcubierto por», «se apoya en/se Je apoya», «cortalcortado por», «rellenalrellenado pore (figuras 57-60). 3) Existen finaimente casos de relacidn inesistente, por lu que en ai sencia de una contigtidad fisica la relacidn en el tiempo entre dos acciones puede ser solamente intuida escogiendo a ojo lo mas verosimil en funcién de Jas oportunidades brindadas por la sccuencia estratigréfica (figura 61). En este tltimo caso nos hallamos fuera de las relaciones estratigréficas en sentido estricto y dentro de las relaciones de las llamadas correlaciones in- terpretativas, relaciones que, bien mirado, pudiendo verse fuertemente con- dicionadas por las caracteristicas fisicas de las unidades estratigréficas y casi DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFIA o Figura 55. Relacidn wigual a» (una fosa ha separado en las unidades 3 y 4 un estra- to orjginalmente unitario). al=]e Fioura 56. Relacién «se une a» (dos muros que forman un éngulo han sido cons- ‘ruidos juntos sin que uno se apoye en el otr0), —[] No Fioura 57. Relacién «cubre!cubierto por» (el estrato 1 cubre parcialmente al 2, por lo que tiene que haberse formado con posterioridad al 2) Flours $8. Relacién «se apoya en/ se le apoya» (el muro 1 se ha apoyado al 2 ‘mediatamente después de su construccién o en un momento de su vida, por lo que es en cualquier caso més tardio). 68 HISTORIAS EN LA TIERRA a Fioura 59. Relacién scorta/cortado por» (la fosa 2ba cortado los estratos Por lo tanto, son anteriores). que, oy Ficuna 60. Relacién «rellena/ellenado por» (elestrato 1 ha rellenado la fosa 2, que, por lo tanto, es anterior). I Fauna 61. Ejemplos de diversas correlaciones entre la unidad 3 y las 2,4y S en un diagrams extratigratico, L rj Eo 6 Figuta 62. Feltan relaciones fsicas entre los estratos 3 4, pero dadas sus caracte- ristcas de estratos de derrumbe muy similares y apoysndose ambos sobre los pavi mentos andlogos 5 6 y sobre el propio muro 7, se puede suponer una correlacién eronol6gica entre los estratos 3 y 4 y otra entre Sy 6. DE LA ESIRATIFICACION A LA ESTRATIORAHIA @ z il : r z Ficu8a 63. (a) Numeracién equivocada. (b) Numeracién correcta. La identificacién entre las dos partes separadas de uns sola unidad original (3 = 4) se reconstruye des- pués de haberlas numerado, excavado y documentadlo separedamiente, como si se tr- {ase de dos unidaces dstitas. OO ET « LD DEG « Fioura 64. Algunos ejemplos de las infinitos relaciones topogrticas posibles. cenredadas en una aleatoriedad circunscrita por las relaciones estratigrficas estrictas, pueden incluitse también en las relaciones estratigréficas entendi- ‘das en un sentido amplio (figura 62; pp. 140 ss.) Ha llegado quizés e! momento de aclarar las diferencias existentes entre relaciones estratigréficas y relaciones topogréficas. La relacion estratigrética en sentido estricto solo se da sustancialmente en tn caso:el de lasucesién tem- oral (del tipo «cubre/eubierto por»). La relacién de contemporaneidad, en cambio, consiste fundamentalmente en una relacién de identidad restablecida entre partes distintas de tina sola unidad original, separada después por otras acciones sucesivas (figura 63), por lo que debe considerarse, al igual que en el ceaso de la relacién inexistente, como una relacién estratigrética sui generis. ‘Asi pues, mientras la relaciOn estratigréfica estricta es tan sélo una, es de , «cubre/cubierto por» = «despuésantesm, las relaciones topogréficas son configuraciones espaciales potencialmente infinitas (figura 6+). Por dicho ‘motivo al editar una excavacién, a documentacién de las relaciones estrati- _aficas puede ser integral o bastante amplia, mientras que la de las relacio- res topogréficas no puede ser més que el resultado de tina dréstica seleccién, aunque responda a una l6pica explicativa conereta (pp. 116 ss.) 70 HISTORIAS EN LA TERRA En la excavacién se establecen relaciones espaciales (topogrificas) y temporales (estratigréficas) entre las diferentes partes de materia en las que se han concretado las acciones y de les que queremos reconstruir su configu racidn espacial y su secuencia cronol6gica. Una excavacién correcta se deno- mina estratigréfica y no topografico-estratigréfica, porque una excavacién no estratigrfica puede ofrecer también representaciones topogréficas, aunque escogidas arbitrariamente fuera de la secuencia cronolégica, es decir, sin ha- ber sido filtradas por las relaciones estratigréficas —pignsese en los grabados de tema arqueot6gico de Piranesi o los dibujos de ruinas de la Ecole des Be- aux Arts, entre finales del siglo xvun y principios de nuestro siglo—, mientras que una excavacién estratigréfica presupone siempre representaciones topo- raficas scleocionadas en relacién con las necesidades de Ia reconstruccién cientifica y, por lo tanto, de las relaciones estratigréficas y de su periodiza- ign, En sintesis, una excavacién no estratigréfica se mueve en tres dimen siones, mientras que la estratigréfica lo hace en cuatro dimensiones; es la cuarta dimensién —el tiempo— Ia que especialmente distingue a un tipo de excavacién del otro, La arqueologia monumental, en cambio, era esencialmente topografica Sélo se ocupaba de grandes montimentos relativamente bien conservados, de los que queria recuperar su configuracién global o, al menos, la de su fase constructiva «principal» (pp. 18 ss.). No se preocupaba de las acciones indi- viduales ni de las unidades estratigréficas, como el pintor que abandona los detalles en busca del efecto de conjunto, porque no estaba verdaderamente interesada en captar el desarrollo cronol6gico, que s6lo se puede restablecer correctamente prestando atencién a cada momento y dndole una importan- cia similar a Ta que cada fotograma tiene en una secuencia cinematogréfica Una pelieula proyectada en una pantalla proporciona una visién continua y nitida de 1a realidad, precisamente gracias ala fatigosa y aparentemente ob- sesiva labor de filmar el minimo movimiento y enfocat todas las cosas, visiin ‘cubierta por el efecto realista de la globalidad (algo parecido a lo que ocurre en las vistas de Canaletto). Opuesta es, en cambio, la dptica del impresionis- ta, sustancialmente antiarqueoldgica, porque sacrifica los detalles al efecto global, entendido més bien como una sensacién, ‘Cada avance en el conocimiento presupone la capacidad del pensamien- to de dividir e! mundo en partes y la de recomponerlo por tipologias y con- textos, superando en la sintesis la meticulosidad del andlisis. EI método es- tratigrafico se parece al modo en que se nos muestra la realidad y al modo en que la mente lega a comprenderla, Su fuerza descripliva e interpretativa te- side en su isomorfismo con la vida, s6lo que, tratndose de una reconstruc- cin a posteriori de la existencia, la perdido la pesadez de la vida adquirien- do la ligereza contenida en el arte del relato. DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFLA n Estratos: voliimenes, superficies y ipos La materia objeto de excavacién es discontinua, mostréndose unas veces més homogénea y otras mas diversificada. Excavar correctamente significa captar los planos regulares e irregulares que separan estas homogeneidades relativas y diversas, como si tuvieran menor resistencia 0 parcial exfoliaciGn especto de la compactabilidad de la materia estratificada, para poder sepa rarla netamente en partes, No es suficiente distinguir una zona de transicion ids 0 menos gruesa entre las varias indivisibilidades, aunque en algtin caso también puede darse. Hay que distinguir, sea como sea, un plano de distin. cin 0 de cambio principal si se quiere avanzar en la excavacién. Las dudas @ este respecto son altamente perjudiciales. Las zonas de materia relativa, ‘mente homogéneas y las zonas de transicién constituyen los estratos, y los planos de cambio sus interfacies o superficies. A veces se interviene alli don. de la separacién se muestra implicita y lo que debe hacerse es actuar decid damente y distinguirla. En tal caso, el reconocimiento del plano de distincién ¢s sencillo, como cuando se quiere separar el polvo de la superficic brillante de una mesa. Otras veces el reconocimiento del limite es mas complejo, por la presencia de una zona de transicién, debida a un cambio general de las ca- racteristicas de la estratificaci6n que se interpone entre dos homogeneidades, relativas, poniéndolas en crisis (figura 65). Sean cuales sean las caracterist cas del limite, debidas a menor intensidad o lentitud en el proceso de acu mulacion, de corte 0 de erosidn, sea cual sea el tipo de transicién, de mayor © menor grosor, y sea cual sea la diferencia entre los estratos en contacto, la excavacién no se autodivide y, por lo tanto, es el excavador quien la divide ‘en funcién de la realidad objetiva y de la informacién que de ella quiere ob- Ficuxa 65. Distincion de los estratos: (a) sencilla; (b) compleja (la flecha indica el Plano de cambio, el paréntesis la zona de transicidn y el corchete las zonas de homo ‘eneidad y a entidad total de los estratos). R HISTORIAS EN LA TIERRA sowosnnny em sen Ficuna 66, El volumen de un estrato se caracteriza por una relativa homogeneidad 1 por Ia superficie o imerfacies de la distincisa, =< ee Fioura 67. Posicin estratigraticamente intercambiable (por lo tanto, equivalente) de Tos materiales de un estrato tener (Amoldus Huyzenvel-Maetzke, 1988; De Guio, 1988). Esto no quiere decir que las divisiones sean siempre subjetivamente arbitrarias, ‘Los estratos aparecen, por lo tanto, desde el punto de vista estratigratico, ‘como porciones de materia relativamente homogéneae indivisible (Figura 66), por lo que componentes como los materiales arqueol6gicos son equivalentes Y su posicién se convierte en intercambiable en el seno de aquéllos. La opor- ‘unidad de determinar la posicién tridimensional de algunos materiales espe- ciales dentro de un estrato, para comprender mejor la naturaleza del mismo © para reconstruir la arquitectura de un edificio o el uso de sus salas, no se ha- Taen contradiccidn con lo dicho, que se referfa, més que a la estratigrafia, a la . Se pueden ilustrar los dife- rentes tipos de unidades estratigrficas a mumerar en tn diagrama (figura 77) En secci6n se atribuye el ndimero que indica un estrato asu volumen, mientras, ‘que en planta éste aparece sobre su superficie (figura 78). DE LA ESTRATIFICACION A LA ESTRATIGRAFIA 81 ‘Al numerar las unidades estratigréficas se debe evitar lo siguiente. 1) Prever series separadas de nimeros yio de letras para diversos tipos de uni- dades, por ejemplo una para estratos y otra para muros y demés estructuras (hubo un tiempo que en Gran Bretana y en Italia se distingufan los layers sestratos» de las features = . Esto se realizaba sin un orden preciso ni unas normas conecretas, por lo que las noticias se acumulaban de forma parcial y arbitraria, Actual- mente, la deseripcién se recoge en fichas preestablecidas en las que se pre~ ‘én los apartados que hay que rellenar y después completar y controlar tras haber documentado graficamente la unidad, al menos con unta planta acota- da (pp. 116 ss), tras haberla excavado. Sin una documentacién objetiva, el diario de excavaciGn puede servir como méximo para registrar las reflexio- nes interpretativas y estratéicas de Ia direccién de la excavacién. Las fichas ‘on para el método Barker-Harris lo que cl diario de excavacidn era para el de Wheeler-Lambogti ‘Quien escribe ha introducido en Italia, a partir de 1976, las primeras fi- chas de sondeo o rea de excavaci6n, de unidad estratigrafica, de unidad es- tratigrafica de revestimiento y de unidad topogrética.! Las fichas fueron pre- sentadas, discutidas y mejoradas por una comisiin creada en el seno del Instituto central del catdlogo, en la que estaba presente el equipo de Settefi- nestre, y también en el congteso de Siena Come archeologo opera sul cam- po de 1981 (Carandini, 1981, pp. 103 5s). El Instituto central del catélogo dio a conocer a continuacidn las Norme per la redazione della scheda di saggio stratigrafico (SAB) (Parise Badoni-Ruggeri, 1984) y las normas para la re- daceidn de las otras fichas relativas @ aquélla, de unidad estratigréfica (UE), de unidad estratigrafica de revestimiento (UER) y las tablas para los mate- riales de las unidades estratigréficas (TMA). El mismo Instituto difundi6 continuacion la Srutturazione dei dati delle schede del catalogo. Beni archeo- logici immobilie territorial (Parise Badoni-Ruggeri, 1988), donde aparecian. también las fichas correspondientes a la investigacién topografica, que com- 90 HISTORIAS EN LA TIERRA pletaban asl sistema de fichas principales necesarias para la arqueolopia de campo. La jerarqufa con 1a que dichas fichas fueron concebidas es la siguiente Te las fichas de Yacimiento (SI) dependen por un lado (sector topogrético) Ia ficha de Conjunto arqueoldgico (CA), de la que dependen las de Monu- ‘mento arqueolégico (MA) y de Monumento arqueoldgico-hija (MAF), y por el otro (sector estratigntico), la ficha de Sondeo arqueoldgico estratigrdfico (SAB); de ambas partes (sectores topografico y estratgréfico) dependen las fichas de Unidad estraigréfica (UE), de Unidad estratigréfica mural (UEM) y de Unidad esiratigrdfica de revestimiento (UER); de estas tltimas dependen finalmente las Tablas de fos materiales (TMA), la ficha de Material arqueolé- ssico (RA) y la ficha para la Numismdiica (N), Las fichas de SI, CA, MA y MAH deberian estar deseritas en manuales de topografia y de dibujo at- queolégico, lo que se echa verdaderamente en falta. En este sistema la ficha MA representa el documento en el que se deben describir las unidades to- pograficas o de yacimiento halladas en la investigacién topogréica y Ia lec- {ura estratigrifica de un monumento no excavado, Esto conlleva que para un misino monumento las unidades estratigréficas observadas, pero no excava- das, sigan una numeraci6n especial y formen parte de la ficha MA, mientras ue las excavadas tengan otra numeracién y consten en la ficha SAE. Para resolver esta dicotomfa de la documentacién, debida al sistema informético utilizado, hay que hacer referencia a las fichas SAE en la MA. Queda, por ‘otro lado, que las unidades estratigréficas relativas a un solo monumento, leidas en alzado 0 excavadas, pertenecen a nivel ideal a un tnico conjunto por lo que, en principio, podrian numerarse dentro de una tnica serie numé- rica (p. 82), El hecho de que el Instituto central del catélogo haya sabido captar la novedad de Ia arqueologia experimental, coordinar los resultados de las mejores experiencias de excavacién y legar, antes de 1988, a un sistema re- lativamente orginico de fichas topograticas, estratigraticas y tipolégicas, lo que no tiene paralelo en las otras parcelas de los bienes cultural, a 0s, arquitecténicos y etnoantropol6gicos, es sin duda algo verdaderamente relevante. Las fichas aumentarén, se mejorarén y se completarén. Faltan al- gunas fichas y estamos especialmente retrasados en el campo del glosario y en el del dibujo arqueotégico, Pero las fichas disponibles son mis que sufi- cientes para considerar cetrado, al menos para la administracién central de los bienes arqueol6gicos, el periodo de desfase, que ha durado unas dos ge- neraciones, de la arqueologia italiana en el sector de la arqueologia do cam po. Hay qite esperar que los arque6logos que excavan estén a la altura de este conjunto de fichas, se adapten a ellas de forma inmediata y compren- dan su importancia, Los afios ochenta han sido fundamentales a este res- ecto y abren sin duda las puertas a la arqueologia de campo del préximo rmilenio. Totalmente negativo es, en cambio, el hecho de que el Instituto central del catalogo se desinterese del final de toda catalogaciOn, es decir, de las pu- LA DOCUMENTACION 91 Fiouna 89. Sondeos y éreas de excavacicn dentro de las diversas zonas en las que se ha subdividido el yacimient, blicaciones arqueoléicas, que deberfan estar mejor coordinadas a nivel na cional, Dicha actitud conlleva una absurda separacién entre catalogacién y edicién que consiente perpetuar de forma temporalmenteilimitada las «pro piedades» institucionales y privadas de bienes arqueolégicos, y que impone limite ala libertad de investigar, y el culto alo inédito, mientras que cada vez somos més conscientes de que los comentarios que se pueden hacer de un ‘monumento son potencialmente infinitos, por lo que hay que redefinir cual \debe ser el papel de la primera publicacidn de cada uno de ellos. Elmanual del Departamento de Arqueologta Urbana det Museo de Lon- res presenta fichas todavia no incluidas en el sistema del Instituto central del catalogo y que deben tomarse en consideracién para completarlo: la ficha de unidad estratigrafica lignea, la de unidad estratigratica de deposicién fu- neraria y aquellas para muestras paleoambientales (Site manual, 1990). El sistema de fichado se deberia poder actualizar y difundir teniendo en ‘cuenta las investigaciones de vanguardia italianas y exiranjeras. La crstaliza- i6n podria ser el limite de un fichado entendido de forma demasiado buro. critica y el sistema informético deberia garantizar una ductiidad razonable. Al telacionar las voces de las fichas del Instituto central del catilogo se indian los ttulos de los pérrafos, de los campos y, sélo en algunos casos, de Jos subcampos, para los cuales se remite a las normas anteriormente citadas. Ficha de sondeo arqueoldgico (SAE) Las voces previstas son las siguientes: 1. Cédigos de eatalogacién: 1.1. Ficha SAE, 1.2. Cédigo unfvoco, 13. En dad que ficha, 14. Entidad competente 2. Referencia a otras fichas:2.1. Localizaciones (21.1. Localizacién geoprati 2,212. Centro hist6rieo, 2.1.3. Zona urbans [figura 89], 214. Sector ut-

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