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h Auerbach ogia de la literatura universal* tiempo de preguntarse qué sentido puede tener atin el término ratura universal, referido, a la manera gocthiana, a lo presente y a lo e se espera del fururo. Nuestra tierra, que es el mundo de la literatu- universal, se hace mds pequefia y va perdiendo en diversidad. Pero n literatura universal no sdlo se hace referencia alo comtin y huma- sino también a ello en tanto que mutua fecundacién de lo diverso. felix culpa de la fragmentacién de la humanidad en un elevado imero de culturas es su premisa. ;Y qué sucede en la actualidad? Qué que se esta preparando? Por mil razones que todos conocemos, la del hombre tiende a la unificacién en todo el planeta. El proceso ‘superposicidn, que partié de Europa, sigue en marcha, socavando aquellas tradiciones particulares. Cierto que en todas partes la untad nacional es mds fuerte y perceptible que nunca, pero también ye en todas partes propicia las mismas formas de vida, esto es, las deno- inadas modernas, y para cualquier observador imparcial resulta evi- nte que los fundamentos internos del ser nacional estén en quiebra en partes, Las culturas europeas o fundadas por europeos, acostum- as a un largo y fructifero intercambio entre ellas y afianzadas ade- is en la conciencia de su validez y actualidad, son las que mejor pre- su autonomfa, aunque también en este caso el proceso de alacién avanza con bastante mds rapidez que antafio. Sin embargo, sr todo lo demés se extiende la estandarizacién, siguiendo bien el odelo europeo-americano, bien el ruso-bolchevique; y con todo lo dis- itos que son ambos modelos, la diferencia ¢s relativamente exigua si se compara, en sus formas actuales, con los respectivos sustratos de, por smplo, las tradiciones isl4micas, indias o chinas. Si la humanidad con- iese sobrevivir en medio de las conmociones que trae consigo un eso de concentracién tan violento, impetuoso y mal preparado, ten- fa que acostumbrarse a la idea de que, en una tierra con una organi- cién unitaria, sélo quedarfan vivas una sola cultura literaria y, en un o de tiempo relativamente corto, unas pocas lenguas literarias, pron- tal yez sdlo una, Y con ello la idea de la literatura universal resultaria un tiempo consumada y destruida. "Esta situacién, si acierto a verla correctamente, es muy poco gocthia- 2 en su inevitabilidad y su limiracién por movimientos de masas. Titulo original: «Philologie der Weltliteratur», publicado en Gesammelte upiitze zur romanischen Literatur, Berna, Francke Verlag, 1967, pp. 301-310. faduccién de Jestis Espino Nuio. 810 TEORIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX Goethe gustaba de evitar este tipo de ideas; a veces se le ocurria has que se movian un poco en esta direccidn; pero solo un poco no podfa sospechar lo r4pido y radical que, por encima de toda sién, iba a presentarse lo para él mas desagradable de este cumplj to. {Qué breve fue la época a la que pertenecfa y cuyo fin he a presenciar los mds viejos de nosotros! Han pasado cinco siglos d, que las literaturas nacionales europeas tomaron conciencia de si mis al tiempo que alcanzaban la primacia frente a la latina; apenas dos dele que stirgié el sentido histdrico-perspecrivo que petmitié constiruie tt concepto como el de literatura universal. Para la constitucién de a sentido histérico-perspectivo y para la investigacién filoldgica que cman de él, el propio Goethe, que murié hace 120 afios, hizo algunas contr, buciones decisivas con su actividad y estimulo. Y ahora estamos viendo nacer un mundo para el que este sentido ya no tendré mucho valor pr4 : tico. i _ La época del humanismo goethiano fue breve, pero tuvo mucha influencia ¢ inicié muchas cosas que estén en un continuo proceso de desarrollo, ampliacién y ramificacién. Al final de su vida, en lo referen- te a las literaturas del mundo, presentes y pasadas, Goethe disponfa de mucha més informacién de la que se tenfa al respecto en la época de su nacimiento; muy poco, no obstante, comparado con el caudal actual de nuestros conocimientos, fruto del impulso dado por el humanismo his- térico de aquella época; y no se trata sélo del descubrimiento del mate- rial y de la configuracién de los métodos para su elaboracién, sino tam- bién de su penetracidn y su utilizacién para llevar a cabo una historia interna de la humanidad, para la consecucién de una idea del hombre homogénea en su diversidad. Tal fue, desde Vico y Herder, el verdadero fin de la filologfa; y gracias a este fin asumié un papel rector. Arrastré tras de sf la historia de las demds artes, la historia de la religidn, el dere- cho y Ia polftica, y en muchas ocasiones se unid estrechamente a ellas en la jerarquizacién conceptual y el establecimiento de objetivos fruto de una actuacién conjunta, No es necesario recordar los logros obtenidos em este sentido, tanto en el Ambito de la investigacién como en el de la sin- tesis. En unas circunstancias y con un panorama completamente diferen- tes, spuede continuarse con sentido una actividad semejante? El simple hecho de que se continte, incluso de que siga extendiéndose, no dice mucho. Lo que una vez fue costumbre y norma, seguir vigente PO! tiempo, toda vez que hasta quienes perciben un profundo cambio las condiciones generales de vida y lo reconocen en todo su significado» atin no estén preparados —y, con frecuencia, ni siquiera son capac para sacar las consecuencias practicas de su discernimiento. No ob* tante, puede que de esa apasionada vocacién que arrastra a un grupo da jévenes como siempre exiguo, aunque caracterizado por el talento ¥!* » Pues atin llegamog D algy. Preyj- Mien TEORIA DE LA HISTORIA LITERARIA Y COMPARATISMO gu alidad, a la actividad histérico-filolégica, surja la esperanza de gu instinto no los traicione y esta tarea atin hoy tenga sentido y estudio de la realidad del mundo Ilevado a cabo con métodos cos Ilena y domina nuestra vida; es, por asf decirlo, nuestro ., pues carecemos de otro que tenga una validez general. Dentro de ealidad del mundo, la Historia es lo que mds directamente nos nza, mds profundamente nos conmueve y més penetrantemente uye la conciencia de nuestto yo. Pues es el tinico asunto en el os seres humanos en su conjunto compareécen ante nosotros. Aqui unto de la historia no entendemos lo pasado, sino el progresar de ontecimientos, incluido el correspondiente presente. La historia na de los ultimos mil afios, de la que trata la filologfa como disci- histérica, es la historia de la humanidad que ha conseguido expre- se a si misma. Comprende los documentos del enérgico y arriesgado de los hombres hacia la conciencia de su situacién y hacia la jalizacién de las posibilidades a ellos dadas; un avanzar cuya meta luso en la forma ciertamente muy fragmentada en la que se pre- ahora) apenas se pudo vislumbrar durante mucho tiempo y que, bstante, en los sinuosos repliegues de su transcurrir, parece haber- ealizado como conforme a un plan. En ello radica toda la riqueza pectativas de las que es capaz nuestro ser; en ello se desarrolla una ntacién cuya plenitud y profundidad activa todas las energias espectador, al tiempo que, gracias al enriquecimiento obtenido, le ita para encontrar la paz en aquello que se le ha dado. Dejar de esta representacién —la cual, para realizarse, tiene que ser ideada e erpretada— supondria un empobrecimiento que no se podria resarcir nada. Sin duda, sdlo lo notarfan aquellos que atin no lo han expe- entado en su integridad; pero esta consideracién no puede impe- tnos hacer todo lo posible para que semejante pérdida no se produz- ‘Silas ideas de futuro con las que empecé, tienen alguna legitimidad, sla tarea de recopilar material y obtener de él, con urgencia, un tado homogéneo. Todavia estamos en condiciones, al menos de un odo general, de completar la tarea: no sélo porque disponemos de simo material, sino, sobre todo, porque hemos heredado el senti- © de la perspectiva histérica necesario para ello. Auin lo poseemos, ies vivimos en medio de la experiencia de la diversidad histérica, sin cual, como me temo, dicho sentido podria perder répidamente en tud viva. As{ pues, nosotros, me parece, vivimos en un kairds de oriografia comprensiva; cabe preguntarse si serdn muchas las raciones que atin le pertenezcan. Ya en la actualidad nos amenaza ‘empobrecimiento que va ligado a una formacién sin historia: no lo existe, sino que reivindica su dominio. Lo que somos, lo fuimos en léstra historia, sélo en ella podemos mantenerlo y desarrollarlo; mos- 812 TEORIAS ATERARIAS DEL SIGLO XX trar esto de modo que vaya penetrando y no se olvide, es la t: fildlogos universales de nuestro tiempo. En Nacksommen hacie (es del capitulo «Die Anniherungy («La aproximacién»), Adalber gal pone en boca de uno de sus personajes la siguiente frase: «Res tet digno del més alto anhelo que, tras el fin de lo humano, un sat reuniese y pudiese abarcar con Ia mirada todo el arte del gener} no, desde sus origenes hasta su desaparicién». Stifter pensaba tan en las Bellas Artes. Y creo que en estos momentos no se puedelt + del fin de lo humano. Pero parece que se ha aleanzado un punto aoe gada y de inflexién, que permite tener una visién de conjunte soe nunca antes. ong Esta idea de la literatura mundial y de su filologfa se presenta m activa, menos prdctica y menos politica que la anterior. Ya no se aa de un intercambio intelectual, de un ennoblecimiento de las costal bres o de una aproximacién de los pueblos. Algunas de estas mcg se han podido alcanzar, otras ya han sido superadas por la cvolucgam Destacadas personalidades y también pequefios grupos de clevada for macién han disfrutado del intercambio de acervos culturales organiza. do bajo el signo de dichas metas, que luego, lo mismo que eae seguia y se sigue persiguiendo en gran medida. Sélo en la civilizacibn en la reconciliacién en su conjunto influye poco este tipo de accre miento; ante la tormenta de los conflictos de intereses y de la propa- ganda adjunta sus resultados se evaporan al instante. El intercanelae eficaz, cuando la evolucién politica ha conducido, con todo, al acerca- miento y la formacién de grupos: actia dentro del grupo, acelera la asi- milacién o el acuerdo y sirve asi al objetivo comin. Pero por lo demés como se dijo antes, la armonizacién de las culturas se ha desarrollado mas alld de lo que serfa del gusto de un humanista de cufio goethiano, sin que se manifieste la razonable perspectiva de resolver las contradic- ciones con todo existentes de un modo distinto al de la prueba de fuer- za. La idea aqui defendida de una literatura mundial como fondo mil- tiple de un destino comin, ya no espera poder determinar algo que sucede, sino algo que sucede de un modo distinto al esperado; conside- ra inevitable el proceso de estandarizacién de la cultura del planeta. Quiere precisar y conservar a los pueblos, concebidos en el estadio final de una fructifera diversidad, la conciencia de esa fusién marcada por ¢l destino, convirtiéndose asf para ellos en patrimonio mitico: para de esté modo evitar que se marchiten en ellos la riqueza y profundidad de los movimientos del intelecto de los tiltimos siglos. Ni siquiera puede especularse de modo productivo sobre cual sea el efecto que semejant empefio pueda ejercer a largo plazo; en nosotros esté el crear la posibi- lidad de ese efecto, y en cualquier caso podemos decir que, en la poe de transicién en la que nos encontramos, el resultado efecto puede set muy importante; también puede contribuir a que aceptemos con ™ ‘TEORIA DE LA HISTORIA LITERARIA Y COMPARATISMO 813 nidad lo que nos pasa, y a que nuestros oponentes lo abrorrezcan no az6n, aun cuando nos esté encomendado hacerles frente. De este Jo, nuestra idea de la literatura mundial y su filologia no es menos a ni menos humanista que la anterior; del mismo modo que la epcidn de la historia que esta en su base, no es la misma que la de fio, aunque haya surgido de ella y sin ella resulte inimaginable. [ds arriba dijimos que, en principio, somos capaces de consumar ea de una filologia de la literatura mundial, pues disponemos de material infinito en continuo crecimiento y estamos en posesién entido de perspectiva historica que hemos heredado del histori- 9 de la época goethiana. Pero con todo lo esperanzador que esto alta en general, las dificultades en lo particular y en lo practico son mes. Para llevar a buen término la tarea de penetracién y organi- n, al menos tiene que haber unos cuantos que dominen, por su ia experiencia y estudio, el conjunto de la literatura universal 0, ido menos, grandes partes de la misma. Algo practicamente osible si tenemos en cuenta la gran abundancia tanto de material 9 de los métodos y los modos de considerar las cosas. Tenemos aterial que abarca seis milenios, procedente de todas las partes Tierra, en tal vez cincuenta lenguas literarias. Muchas de las cul- mas de las que tenemos conocimiento en la actualidad estaban atin descubrir hace cien afios; de otras apenas se conocfa algtin frag- 0 de los testimonios hoy existentes. Incluso en aquellas épocas e llevan siendo objeto de estudio desde hace siglos son tantas las dades que la idea que se tenfa de ellas ha sufrido una profunda sdificacién, plantedndose problemas completamente nucvos. 4s, no basta con la literatura de una época cultural; hay que diar las condiciones en las que se desarrolld, y tomar en conside- i6n las circunstancias religiosas, filoséficas, politicas y econémicas, tes plasticas e incluso la musica, sin perder de vista los resulta- atrojados por las continuas investigaciones Ilevadas a cabo en uno de estos 4mbitos. La abundancia del material conduce a una secializacion cada vex mayor; surgen métodos especiales, de modo en cada uno de estos campos, incluso en cada uno de los muchos ques, ve la luz una especie de lenguaje secreto. Con todo, no es iciente. De fuera, de ciencias y corrientes ajenas a la filologfa, aflu- a ella ideas y métodos: de la sociologia, de la psicologta, de diver- orrientes filosdficas y del Ambito de la critica literaria contempo- . Todo esto debe trabajarse, aunque sélo sea para, dado el caso, ar con conocimiento de causa la falta de valor para fines filolo- de un método propuesto. Quien, consecuentemente, no se limi- aun reducido ambito de especializacidn y al universo conceptual pequefio circulo de colegas, viviré en una marafa de exigencias impresiones practicamente imposibles de satisfacer. Y sin embargo, 814 ‘TEORIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX cada vez resulta més insatisfactorio dedicarse a un dmbito de espe lizacién; por ejemplo, quien hoy quiera ser provenzalista y no eo ne mds que las partes correspondientes de la lingiiistica, la paleoned fia y la historia de la época, dificilmente ser un buen prowac ge Por otra parte, hay ambitos de especializacién que se han ramif, aa de ral forma, que dominarlos es tarea de toda una vida. Fs el cas? Dante, que apenas puede calificarse de dmbito de especialinngg!® pues su estudio se proyecta en todas direcciones; 0 el del roman oo tesano, con sus tres grupos de problemas, el amor cortés, la mane de Bretafia y el grial: :cudntos hombres puede haber que hayan he ‘a suyo todo el material de este tinico campo, con todas las ramificaci 4 nes y direcciones de su investigacién? ¢Cémo, en tales circunstanciay, se puede pensar en una filologia de la literatura universal de cardcte, sintético-cientifico? p Hay algunas personas que, al menos en lo tocante a Europa, tienen una completa visién de conjunto de todo el material; pero hasta donde yo sé, todos pertenecen a la generacién anterior a las dos guerras mun- diales. Serd dificil sustituirlos, pues, en el {nterin, se ha venido abajo practicamente en todas partes la cultura humanistica tardoburguesa, en cuyos colegios la ensefianza inclufa el latin, el griego y la historia sagra- da; si Se me permite sacar conclusiones de mi experiencia en Turqufa, algo similar se est4 produciendo en los paises de otras antiguas culturas. Asi pues, lo que antafio podia presuponerse en la universidad (0 en los graduate studies de los paises anglosajones), ahora tiene que adquirirse en ella y no siempre en grado suficiente, Adems, en el seno de las uni- versidades o de las graduate schools también se ha desplazado el centro de gravedad: se hace mds hincapié en la ensefianza de la literatura moderna y de la critica contempordnea, prefitiéndose de las épocas anteriores aquellas que, como el barroco, se han redescubierto reciente- mente y se sittian en el dmbito de los tépicos literarios modernos. Es cierto que, si queremos que tenga importancia para nosotros, el con- junto de la historia lo debemos obtener a partir del modo de pensar ¥ de la coyuntura de nuestra época; pero, con todo, un estudiante con talento posee el espiritu de su época, y no deberfa, me parece a mh necesitar ensefianza académica alguna para hacer suyos a Rilke, Gide 0 Yeats. Sin embargo, si la necesita para comprender las formas lingiiist- cas y las circunstancias vitales de la Antigiiedad, la Edad Media 0 Renacimiento, asf como para conocer los métodos y los medios para S estudio. Los problemas planteados y las categorizaciones de la critic literaria contempordnea resultan siempre significativos en tanto que expresién de la voluntad de época, ademds de ser a menudo ingenios® y esclarecedores. Pero muy pocos de ellos son de uso inmediato e? Ambito hist6rico-filolégico, o se puede recurrir a ellos como sustituts de los conceptos tradicionales. La mayorfa son demasiado abstractos ¥ TEORIA DE LA HISTORIA LITERARIA Y COMPARATISMO 815 jouos, y con frecuencia se han aguzado de un modo en exceso pri- , Confirman la tentacidn en la que muchos principiantes, y no sdlo jiantes, se sienten inclinados a caer, la tentacién de querer domi- material tan abundante mediante la introduccién hipostatica de ptos jerarquicos abstractos, lo que conduce al desdibujamiento ema, a la discusién de problemas aparentes y, al final, a la pura ‘0 con todo lo perturbadores que a veces resultan estos fendme- 0 me parecen realmente peligrosos, al menos no para aquellos ¢ verdad tienen talento y estén comprometidos con la causa. Ya nos que consiguen centrarse en lo que, en tanto que condicién general, es imprescindible para la actividad hist6rico-filolégica, , frente a las corrientes de moda, encuentran el correcto equili- . En muchos sentidos, llevan ven- pecto a s{ mismos en décadas anteriores. Los acontecimientos s uiltimos cuarenta afios han ampliado el horizonte, revelado mas histérico-universales, y renovado y enriquecido la concep- ario prdctico de historia universal en el que hemos y seguimos ndo parte, ha formado mds entendimiento y comprensién hacia tos histéricos del que se tenfa con anterioridad, de modo que so algunos resultados destacados de la filologia histérica de la tardoburguesa nos parecen un poco ajenos a la realidad y cortos niras en el planteamiento de problemas. En este sentido, hoy se ro scémo se puede resolver el problema de la sintesis? Una vida demasiado corta para tan sélo establecer las condiciones previas Ilo, El trabajo organizado en grupos, tan util para otros fines, no e ninguna salida a este respecto. La sintesis histérica en la que esta- sando, aunque sélo puede encontrar su sentido sobre la base de compenctracién cientifica con el material, es resultado de una ion personal y, por tanto, sdlo se puede esperar de una individua- L Alli donde se consiguiera de forma plena, se habrfa obtenido a un Po un trabajo cientffico y una obra de arte. El hallazgo del punto irtida, del que queremos hablar a continuacién, la intuicién; la eje- €s creacidn, tiene que ser homogénea y sugestiva, si quiere alcan- Iuello que se espera de ella. En verdad, el trabajo realmente impor- © se debe a la intuicién combinatoria; en el caso de la sintesis ica hay que tener en cuenta que sus més elevados productos, para Sentir su influencia, también deben presentarse al lector como de arte. Apenas puede argiiirse la tradicional objecién de que el literario tiene que tener libertad para abordar sus asuntos, y, por no puede vincularse a una fidelidad cientifica; pues los asuntos Sricos, tal como se representan en la actualidad, ofrecen a la imagi- 816 TEORIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX nacién libertad suficiente en lo tocante a seleccién, planteamientg qd problemas, combinacién y conformacién, Incluso podemos decir ques fidelidad cientifica es una buena limitacién: pues, ante la gran tentaciga de sustraerse a la realidad, ya sea mediante trivializacidn, ya media deformacién fantdstica, la fidelidad cientifica a lo real preserva ¥ suai tiza lo probable; pues lo real es la medida de lo probable. Ademés, nog estamos moviendo con la pretensién de una historia sintético-intemg como gens del arte literario dentro de la tradicién europea; la historio. grafia antigua era un genos literario; y la critica histérico-filoséfica fun. dada en el clasicismo y romanticismo alemdn aspiraba a su Propia expresion artistica. Asi pues, hemos remitido al individuo: gcémo se puede llegar a la sintesis? En cualquier caso, me parece a mi, no por el camino de la recopilacién de cardcter enciclopédico. Un horizonte amplio es una condicién previa, no hay dudas al respecto, pero deberfa alcanzarse antes, de forma no intencionada, sdlo guiado por el instinto del int rés personal. Mas una recopilacién aspirante a la totalidad del material de un campo concreto, tal como se tratan habitualmente en los gran- des manuales (por ejemplo, el tratamiento de una literatura nacional, una gran época, un genos literario), dificilmente puede conducir a una actividad creadora de cardcter sintético, como demuestra la experien- cia de las tiltimas décadas. Esto no sélo reside en la abundancia de material, que una sola persona apenas es capaz de dominar, por lo que, en este caso, se recomienda a menudo el trabajo en grupo, sino también en la estructura misma del material. Las habituales compartimentaciones cronolégicas, geogréficas 0 por géneros, con todo lo imprescindibles que resulten para la preparacién del material, no son apropiadas, al menos ya no, para un proceder resueltamente homogéneo; los campos que tienen que cubrir no concuerdan con los campos-problema de la sintesis. Yo incluso he llegado a dudar de que algunas monografias sobre individualidades importantes, de las que tenemos muchas exce~ lentes, sean apropiadas como punto de partida para el tipo de sintesis del que estamos tratando aqui. La individualidad, en tanto que acaba~ da, oftece la unidad de vida concreta que, como medio temitico, siem™ pre serd mejor que todo lo imaginado; pero la oftece al mismo ocr de un modo en exceso incomprensible y lastrado con esa imposibili ahistérica de hallar una solucién en la que acaba desembocando !0 individual. Entre las obras que en los tiltimos afios han abordado la literatul™ desde una perspectiva histérico-sintética, la més impresionante €s en bablemente el libro de Ernst Robert Curtius Europiische Literatur ¥™ Lateinisches Mittelalter. Este libro, me parece a mf, debe su éxito al hech® de que, a pesar de su titulo, no parte de lo amplio y general, sino de a fenémeno singular, que casi podrfamos tildar de estrecho, concebido ‘TEORIA DE LA HISTORIA LITERARIA Y COMPARATISMO 817 ; la pervivencia de la tradicién escolar retérica. Por eso la obra en mejores partes, con toda la enormidad de materiales que moviliza, no a acumulacién de mucho, sino una emanacién que parte de poco. ema mds genérico es la pervivencia de la Antigiiedad a lo largo de la id Media latina y el influjo de la misma en sus formas medievales la literatura europea moderna. Con un objetivo tan general, en \cipio no se puede empezar nada en absoluto; el autor, que no se pro- € otra cosa que la presentacién de un tema de miras tan amplias, se jentra ante una cantidad inabarcable de materiales de distintos tipos ciles de ordenar, cuya recopilacién conforme a criterios mecdnicos ejemplo, la pervivencia de autores concretos 0 la del conjunto en el uurso de los siglos medievales) se veria impedida por la sola enver- a del material a recopilar. La tinica posibilidad de llevar a cabo lo do fue estableciendo como punto de partida un fendmeno a un po firmemente delimitado, abarcable y central (a saber, la tradicién rica y, en especial, los zopoi). Aqui no vamos a discutir si, en este , la eleccién del punto de partida resulta satisfactoria o si es la mejor e puede imaginar para semejante fin; precisamente quien encuen- nsuficiente el punto de partida en relacién con el objetivo marcado, rprenderd tanto mds del resultado obtenido. Hay que agradecérselo cipio metédico que reza: para conseguir un gran objetivo sintéti- que encontrar ante todo un punto de partida, un asidero, por asi tlo, que permita abordar el asunto. El punto de partida tiene que tar una serie de fendmenos bien circunscrita y abarcable; y la pretacién de estos fenédmenos tiene que poseer fuerza irradiatoria, era que ordene y ayude a interpretar un dmbito mayor que el de método se conoce hace mucho tiempo; la investigacién estilistica, sjemplo, se sirve de él para describir la peculiaridad de un estilo en cin de determinadas caracterfsticas. No obstante, me parece necesa- estacar la importancia del método en general como el tinico que nos nite por el momento presentar de un modo sintético y sugestivo tantes procesos de la historia interna sobre un fondo amplio. én lo hace posible para un joven investigador, incluso para un Icipiante; un saber general comparativamente modesto, con la ayuda cierta dosis de consejo, puede ser suficiente, con poco que la i6n encuentre un punto de partida favorable. En el trabajo poste- horizonte se amplia de manera suficiente y natural, pues la selec- Jo que interesa viene dada por el punto de partida; la ampliacién dos, que lo adquirido no es facil que se pierda; y lo asi obtenido Biridad y universalidad, vo o un problema general y luego se tenga que encontrar el punto P y Meg! g' 818 ‘TEORIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX TEORIA DE LA HISTORIA LITERARIA Y COMPARATISMO 819 10 puntos de partida son demasiado ambiguos para designar algo ‘0 y firme. El punto de partida no debe ser nada general que pro- ga de fuera del tema — tiene que obtenerse de él, ser parte del mo. Hay que tratar de las cosas en si; si el punto de partida no es ro ni estd claramente delimitado, no se podré conseguir. No nte, aun contando con el mejor de los puntos de partida posibles, quiere mucho arte para no desviarse del tema. Por todos lados ace- p conceptos ya acufiados, aunque rara vez plenamente acertados, en ocasiones nos seducen por el sonido y el valor de moda, dis- tos a abalanzarse tan pronto como al escribiente le abandone la refa de lo concreto. Por ello, a veces el escribiente, y seguramente chos lectores, se ve inducido a entender en lugar de la cosa un cli- proximado — efectivamente, son demasiados los lectores inclina- $a este tipo de sustituciones; hay que hacer todo lo posible para Jes cualquier posibilidad de escapar de lo pretendido. Los fend- que trata el fildlogo sintético tienen su objetividad en sf; ésta ede perderse en la sintesis, y lograrlo es dificil. No es al placer de partida para ello, A veces se descubre un fenémeno de partida a creto que suscita el entendimiento y la formulacién del problema pa” ral —lo que, no obstante, sdlo puede suceder si antes ya existfa la ea sicién para ese problema. Es esencial reconocer que un objetivo gene] de cardcter sintético o un problema general no bastan. Hay que enco, trar més bien un fenémeno parcial lo més delimitado y concteto posite que se pueda describir con medios técnico-filolégicos, a partir del eugi los problemas se vayan, por asi decir, desplegando y sea factible la realj zacién del objetivo. A veces un fenémeno de partida no ser suficiente 2 serdn precisos varios; pero si el primero estd ahi, los demas surgen con mis facilidad; y tienen que ser tales, que no sdlo uno se afiada al otto, sino que converjan respecto al objetivo. Se trata, por tanto, de una espe. cializacién; pero no de una especializacién conforme a las habituales compartimentaciones de la materia, sino una adecuada al asunto, y que, por eso, se puede reformular constantemente. Los puntos de partida pueden ser muy diversos; enumerar aqui todas las posibilidades seria imposible. Las caracteristicas del buen punto de partida residen, por una parte, en su cardcter concreto y en su pregnancia y, por otra, en el potencial de su fuerza irradiatoria. Puede tratarse del significado de una palabra, o de una forma retérica, o de una construccién sintdctica, o de la interpretacién de una frase, o de una serie de asertos hechos en algtin lugar y momento; pero tiene que irra- diar, de modo que de ello se pueda impulsar una historia universal. Quien, por ejemplo, quiera trabajar sobre la condicidn del escritor en el siglo XIX, ya sea en un pafs determinado, ya en toda Europa, si trata de reunir todo el material, tal vez cree una obra de consulta titil, por la que habré que estarle agradecido, pues se podrd recurrir a ella; pero el resultado sintético en el que estamos pensando se podrd alcanzar mas bien si se parte de unos pocos pareceres que hayan hecho sobre el puibli- co autores muy concretos. Algo similar sucede con temas tales como Ia pervivencia (fortuna) de los poetas. Sin duda, las numerosas obras, como las que tenemos, sobre la fortuna de Dante en los distintos paises son imprescindibles; sin embargo, tal vez el resultado serfa mds intere- sante si se siguiera la pista (debo esta sugerencia a Erwin Panofsky) ala interpretacién de determinados pasajes de la Divina Comedia, PO" ejemplo desde los primeros comentaristas hasta el siglo XVI, y luego ¢* nuevo desde el Romanticismo. Esto serfa una forma exacta de histor# de las ideas. Un buen punto de partida tiene que ser preciso y concreto; las cat® gorizaciones abstractas y los conceptos generales no resultan adecu®™ dos; por tanto, ni lo barroco ni lo romdntico, ni algo del tipo poesia dramatica, destino, intensidad 0 mito; «concepto de tiempo» 0 «Pe pectivismo» también son peligrosos. Estos términos pueden utilizals en la exposicién, si del contexto se obtiene lo que se pretendes pero {conmocién que genera el movimiento del conjunto; algo que sdlo ede ver con nitidez si los miembros se comprenden en su pro- Ta cultura occidental. Pero cuanto mds se vaya amalgamando la tierra, to mds tendr4 que ampliarse la actividad sintética y perspectivista. + que los hombres sean conscientes de s{ mismos en su propia his- es una gran tarea; y sin embargo muy pequefia si pensamos que no estamos en la tierra, sino en el mundo, en el universo. Pero lo que ron épocas anteriores, a saber, determinar el lugar del hombre en el so, parece ahora lejano. cualquier caso, nuestra patria filolégica es la tierra; ya no puede nacién. Lo que la filologfa hereda, la lengua y el patrimonio cul- de su nacién, es sin duda lo mds valioso ¢ indispensable, pero sdlo Separacién, en su superacién, resultard eficaz. En unas circunstan- 'distintas, tenemos que retornar a aquello que la civilizacién medie- Prenacional ya posefa: el reconocimiento de que el espiritu no es onal. «Paupertas» y «terra aliena»; asf o de un modo similar lo encon- os en Bernardo de Chartres, Juan de Salisbury, Jean de Meun y otros chos. «Magnum virtutis principium est», escribe Hugo de San Victor tdascalicon X11, 20), «ut discat paulatim exercitatus animus visibilia haec sitoria primum commutare, ut postmodum possit etiam derelin- . Delicatus ille est adhuc cui patria dulcis est, fortis autem cui solum patria est, perfectus vero cui mundus totus exilium est...». iG0 pensaba esto de aquel cuya meta es desprenderse del amor por el 820 TEORIAS LITERARIAS DEL SIGLO XX mundo. No obstante, también es un buen camino para alguien g). quiera conseguir el recto amor por el mundo. a

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