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2294323 GILGAMESH Alianza Editorial “rutin Gigames:A New Brg Ves Pubind por acuerdo on tacas ctor igi ree Pres ansello de Sino 8 Shuster ‘radu ie Alonso Lope src del cobietsaton Sayer eer tod losdetchos. cones ets ea st roe por a Terre eutee peas de pin yo losses es crept (Bei sanes yor auto person prs ines teprodueen, gare, ‘Senna sme emcee ‘Bids en calque tipo de spore cnmunicadaa ras de cusguier medio i 6 2004by Stephen Miche Alightsreserved 6 delatrducion: vier Alonso pen 2008 © lanes Eo. Madrid, 2008 Cal fun gnaio aca deo 18, $a03? Madrisefona 913988888 sralinnaedoris-es TsaNoo7e 4-206.955-2 Dept MA 63-2008 CCnpoita: Grupo Anaya Tine en Fernie ld. SL Printed Spin [3 QUIERE RECTOR INFORMACION PERIODICA SOBRE LAS NOVEDADESDE LANZA EDITORIAL, PNVIEUN CORREO FLECTRONICO ALA DIRECCION: A Katie L RELATO MAS ANTIGUO DEL MUNDO En Iraq, cuando el viento hace volar el polvo hasta conseguir que los hombres y los tanques se detengan, arrastra con él el recuerdo de un mundo muy antiguo, mucho mas que el Islam o el Cristianismo, La civic lizacién occidental surgi6 en aquel lugar entre el Tix aris y el Eufrates, donde Hammurabi dict6 su e6digo, legal y donde se eseribié el Gilgamesh ~el relato mi: antiguo del mundo, un milenio més antiguo que la Ilfa- da ola Biblia~. Su héroe fae un rey histérico que rei 16 en la ciudad mesopotsmica de Uruk hacia el afio 2750 a.C. En la epopeya, tiene un amig kidu, un hombre desmudo y salvaje que ha sido civili- zado por medio de las artes eréticas de una sacerdotisa del templo, Junto a éste, Gilgamesh combate a mons- imo, En- truos, y cuando Enkidu muere, se muestra inconsola- ble. Asi, emprende un viaje desesperado para encon- trar al dinico hombre que puede decirle cémo escapar dela muerte. Parte de la fascinacién de Gilgamesh radiea en el hecho de que, como cualquier gran obra literaria, tiene ‘mucho que decimnos sobre nosotros mismos. Al pres- tar su vor al dolor y al miedo a la muerte, qui2s de tuna forma més potente que cualquier libro que se haya escrito desde entonces, al retratar al amor, la vul- nerabilidad y la biisqueda de la sabiduria, se ha con- vertido en un testimonio personal para millones de lectores en docenas de idiomas, Pero también pose ‘una relevancia especial en el mundo actual, con sus fundamentalismos polarizados, en donde cada bando, cree fervientemente en su propia rectitud, sea cruzada ‘© yikad, frente alo que percibe como un malvado ene- igo. El héroe de esta epopeya es un antihéroe, un st- permén (una superpotencia, podriamos dect), que no conoce la diferencia entre fuerza y arrogancia. Al ata- car por precauién a un monstruo, atrae sobre sf un desastre que s6lo puede superar mediante un agsnico viaje, una biisqueda que se transforma en sabiduria al demostrar su propia futilidad. La epopeya posee una extraordinaria y refinada inteligencia moral. Insistien- do en el equilibrio y rechazando ponerse de parte del héroe o del monstruo, nos lleva a preguntarnos acerca, ~ a de nuestras peligrosas certidumbres sobre el bien y el mal Emprendi esta versidn de Gilgamesh porque nunca ime ha convencido el lenguaje de ninguna de las tra- ducciones que he leido. Queria encontrar una voz ge- ‘uina para el poema: palabras que fueran suficiente- mente giles y musculosas para transmitir la potencia, de la historia, Si he tenido éxito, los lectores descubri- an que, més que contemplar una antigiedad dentro de una vitrina, se hallan frente a una obra maestra de Ja literatura que, de manera inesperada, esté tan viva hoy en dia como lo estaba hace tres milenios y medio. ORIGENES Gilgamesh es una obra que, en la intensidad de la imaginacién, se sia junto a los grandes poemas de Homero y la Biblia. Y sin embargo, durante dos mil aos no ruvimos noticias de ella. Las tablillas de arcilla cocida sobre las que se inscribié en caracteres cunei- formes permanecieron enterradas entre los escombros de ciudades diseminadas a lo largo de todo el antiguo Oriente Préximo, aguardando a ser leidas por gentes de otro mundo. No fue sino hasta 1850 cuando se des- cubrieron los primeros fragmentos entre las ruinas de Ninive, y el texto no fue descifrado y traducido hasta varias décadas después. EI gran poeta Rainer Maria Rilke pudo haber sido el primer lector que comprendié lo suficiente como para reconocer su auténtica tall lite ria, «;Gilgamesk es formidable!», esribi6a finales de 1916, «Considero... que se encuentra entre las mejores experiencias que le pueden suceder a una persona.» « st magnificencia. Pero Enkidu no esté preparado para esto, Necesita acercarse a él viéndole como un tirano y un adversario, De hecho, Shamhat presenta a Gilgamesh como un tirano la primera vez. que lo menciona, sin el menor indicio del panegirico que vendré a continuiacin: Déjame lleverte a la bien murada Uru, al templo de Ish= tat al palacio del poderoso rey Gilgamesh, quien en su arrogancia oprime al pucblo,attopellindolo como un tore salvaje La respuesta de Enkidu es sorprendente. No se le po- nen los pelos de punta ni se le muda el color de la cara de ira, como le pasa posteriormente cuando escucha el presunto derecho de Gilgamesh de dormir con cual- quier virgen a punto de casarse. Enkidu intuye algo en. Gilgamesh més alld de su fuerza bruta y de su cruel- dad. Su anhelo es un reconocimiento que sale a la su- perfice de su conciencia, un reconocimiento, antes de los hechos, de que por muy injusto que pueda ser Gil- .gamesh, ambos se dan sentido mutuamente. En el fondo de su coraz6n sintié conmoverse algo, un anhelo no conocido hasta entonces el anhelo de un ver- dadero amigo. Pero pasa inmediatamente de este silencio conmove- dor, introspectivo, a una actitud agresiva que iguala a Gilgamesh en arrogancia, eLo desafiaré», dice Enkidu. ‘Le grtaré en ol rostro: *;¥o soy el mas poderoso! jY0 soy quien puede hacer temblarel mundo! ;Yo soy supre- Si un gorila joven y fuerte tuviera la capacidad de ha- bla eso es lo que gritaria al macho alfa con su harén. de esposas. El desafio es conmovedor por su primiti- vvismo, No aparecen aqui la sutileza y la elocuencia homéricas, tan sélo testosterona verbalizada, Otro héroe? jLucharé con él! Enkidw necesita ponerse a prueba, entrar en la civilizacién con una susceptibili- dad del tamaiio de un cedro. Shamhat, habléndole ‘como su maestra, sugiere que se acerque a Gilgamesh desde una perspectiva diferente ‘Te mostraréa Gilgamesh, rey poderoso, el héroedestina- ddoals alegria yal dolor Te pondrés delante de él y locon= templaris admiredo, verds cun bell, cu viril es, eSmo ‘su cuerpo rebosa potencia sexual Ee incluso més alto y fuerte que ti, tan lleno de vida que no necesita dormir. (Olvida tu arebato, Enkids Pero Enkidu no atiende a razones. Nada puede apar- tarle de su estilo de desafio masculino. El impulso concreto que motiva el viaje a Uruk procede de la boca de un joven que pasa por delante de Enkidu y Shamhat mientras estin haciendo de nuevo el amor, El joven va de camino a Uruk para tuna boda en la que va a servir el banguete. La curio- sidad de Enkidu se despierta més répidamente que su ppasiGn; interrumpe el coito y envia a Shamhat a que haga averiguaciones. El joven describe lo que ocurri~ rial final de la ceremonia EL sacerdote bendeciré ala joven pareja, los invitados se regocijarén, el novio se retiraé y la virgen aguardaé en efecho nupcia a Gilgamesh, rey de la bien murade Uruk. Pues él es quien yace primero con Ia esposa. Una vez él lo ha hecho lo puede hacer el novia. Estes el orden que los dioses han decretado. Desde el momento en que cortaron u sree MITCHELL. cl cordén umbilical del rey el himen de todas las j6venes Te ha pertenecido, Al oft estas palabrasy, leemos, «el rostro de Enkidu cempalidecis de cblera», pero no se nos dice por qué se cenfada, {Se trata de la furia indiscriminada de un jo- ven desafiante? ;De una escandalizacién moral ante el ius primae noctis de Gilgamesh? Si es asf, gacaso no ha entendido que es un acto ritual autorizado por los dioses? {Esté autorizado por los dioses, como dice el joven, o es una afirmacién propagandistica inventada por un tirano depredador sexual? (Sabemos que los dioses han enviado a Enkidu para equilibrar la opre- sin de Gilgamesh, pero desconocemos la naturaleza precisa de esa opresién, Es muy posible que Gilga- mesh, como encarnacién de un principio masculino divino, tenga derecho a yacer con cualquier novia en. su noche de bodas, pero que se esté apropiando tam= bien de otras javenes. También es posible, como pien- san algunos estudiosos, que la opresion no tenga nada que ver con el sexo, y que Gilgamesh, un superdepor tista, haya estado agotando a fos hombres en certéme- nes atléticos y que las mujeres estén agotadas de cui- darlos.) Finalmente, si la informacién del joven es exacta y si Enkidu lo ha comprendido correctamente, jse esté rebelando contra el orden divino? {O bien acepta el orden divino y sencillamente quiere sustituir ss 4 Gilgamesh como el semental que planta su semilla en las virgenes de Uruk? Simplemente, no lo sabemos. Esta ignorancia es interesante para nuestra posicién como lectores, (Ser todavia més interesante en el epi- sodio de la matanza del monstruo en los Libros Ills V}) Una de sus consecuencias es que no tomamos partido. Si, Gilgamesh es un tirano, pero también es magnifi- <0, Si, une con una mujer casada, pero esta aparente predacién sexual podria ser parte del orden divino de las cosas, y oponerse a ello no es necesariamente vir tuoso, Cada razsin negativa se contrarresta con otra po- sitiva, Por supuesto, desde otra perspectiva, esté claro que todo ef mundo de Uruk esté desequilibrado debido alos maniacos excesos de Gilgamesh y que Enkida ha sido creado para restaurar ese equilibrio, Esté igual- mente claro que la confrontacién entre los dos héroes no va a ser una lucha entre el bien y el mal. Aqui hay demasindas ambigtiedades para que la mente pueda si- tuarse en una posicin de certeza moral. Lo que nos deja con la emocién en bruto de la ira de Enkidu, que, inexpliada y carente de interpretai6n, sirve para levar- lo desde las cabaias de los pastores hasta la gran ciudad. Cuando Enkidu entra en Uruk, es acosado como una celebridad. Podia ser gigantesco, podie haber sido un salvaje en otro tiempo, pero ahora es plenamente hhumano, y,al reconocer su inocencia, la gente no teme acercarse a él, al revés de lo que le habia ocurrido al trampero. La muchedumbre lo trata con una mezcla de temor reverencial y ternura, admirando su enorme cuerpo y besando sus enormes pies como si fuesen madres chochas que besaran las regordetas carnes de tun bebé, Enkidu se abre camino hasta la casa nupcial y se planta, inamovible, delante de Ia puerta, Cuando llega Gilgamesh, los dos héroes se agarran, ‘entrechocan sus cabezas como toros salvajes y se 2a randean por las calles, golpeandose contra los muros y haciendo que las casas tiemblen. La confrontacién no podria ser més primaria, reducida al elemento del or gullo masculino, La ira de Enkidu no viene al caso. No hay prineipios que defender, no hay justiicaciones ni contrajustificaciones. La batalla es tan tonta como una pelea de colegiales, y sin embargo hay en ella algo be- lio por su energia. También hay un elemento profun- damente er6tico. No se trata de una lucha a muerte, ‘como en la Ilfada 0 en Beowulf. Es una lucha al final de la cual Ios dos hombres podran decir a su oponente ‘, «el noble cora- zn de Gilgamesh se apiadara» del monstruo. Enkidu, por el contrario, no tiene dudas. Por tres veces diferen- tes anima a su amigo @ acabar con la vida del guardisn del Bosque de los Cedros, a pesar de que es consciente de que matarlo no slo enojard a Enlil, sino también a su propio protector, Shamash. (Asf pues, parece que Ninsun, la sabia, la omnipresente>, estaba en To falso cuando opinaba que Humbabs era un ser malvado al que Shamash deseaba ver destruido. Derrotado, si des- ttuido, no.) Amigo querido, répido, antes de que transcurra: més tiempo, mata a Humbaba, no escuches sus palabras, no dudes, sacrifcalo,cértale la garganta antes de que el gran dios Enlil pueda detenernos, antes de que los grandes dio- ses puedan enojarse, Enlil en Nippur, Shamash en Larsa Gana tw fama de manera que por siempre los hombres hablen del valeroso Gilgamesh que dio muertea Humba- bia en el Bosque de los Cedros Al parecer; Enkidu ha sido completamente posefdo por el ethos guerrero de Gilgamesh, en el que el deseo de fama prevalece sobre cualquier otra consideracién. Gierto, quiere forjar la fama de su amigo, no la suya Pero, por muy generoso que sea, este amor sigue sien- do un égoisme a deux; sencillamente, ha sustituido jsoy el més poderoso! por jeres el més poderoso! Y cn su indiferencia ante la piedad, la prudencia y la je- ‘arquia césmica, provoca el desastre, No debemos esperar que Gilgamesh y Enkid co- nozcan el principio de que toda accin tiene un efecto (como héroes, tienen que ser fuertes y valientes, no perspicaces). Pero el poeta, como veremos, si es cons- ciente de ello; es demasiado inteligente para ignorar que las expediciones para matar monstruos, incluso las mejor intencionadas, tienen consecuencias impre- vistas y potencialmente desastrosas. Enkidu es moral- mente responsable por convencer a su amigo de que no respete la vida del monstruo; por tanto, su propia vida se convierte en moneda de cambio, Cuando Gil- ‘gamesh mata a Humbabs, cuenta el poeta, una suave Tluvia cae sobre las montafias, como si los cielos estu- vieran lorando las consecuencias de aquel acto LA HUMILLACION DE LA DIOSA, Casi todos los personajes femeninos del Gilgamesh -Shamhat, Ninsun, Shiduei la esposa de Utnapish- tim~ aparecen retratados como seres admirables:inte- ligentes, generosos, compasivos. La inica excepcidn es Ishtar, diosa del amor y divinidad tutelar de Uruk. En el realmente peculiar y estimulante Libro VI, es re- chazada, insultada, amenazada y humillada tanto por Gilgamesh como por Enkidu. Esto es sorprendente en. lun poema que menciona su templo con reverencia y en el que una de sus sacerdotisas es un personaje cen- tral en el drama inical, Resulta todavia més sorpren- dente ala vista de la milenaria presencia dela diosa en |i cultura mesopotémica: los sumerios la conocian ‘como Inanna, la Reina del Cielo, y «en los mitos, epo- eee se sn peyas e himnos representaba un papel mayor que el de cualquier otra divinidad, masculina 0 femenina>. Cualguiera que haya leo primero el hermoso, tierno ¥y maravillosamente erétio ciclo de canciones deno- minado «El cortejo de Inanna y Dumuzi», probable- mente se sentici at6nito ante el vil rato que Ishtar recibe por parte del poeta del Gilgamesh Pero la amada diosa que Hlev6 la cultura y la ferili- dad a su pueblo de Sumer tiene otra cara. Es también Ia diosa de la guerra, y puede ser egoista, arbitraria y bru- tal. En el poema sumerio «El descenso de Inanna», «ata elojo de la muerte» a su marido, Dumuzi (Tammuz), ¥ ordena que dos tenaces demonios lo arrastren al infier- no. En un poema menos conocido llamado «Inanna y Ebi», que comienza con una invocacién a la ediosa de los terribles poderes, vestida de terror, empapada de san- gre», destruye toda una cadena montafiosa porque no Te muestra suficiente respeto. La literatura sumeria pro- porciona otros ejemplos de su crueldad Es un misterio por que el poeta de! Gilgamesh esco~ si6 concentrarse exclusivamente en la cara oscura de Ishtar en el Libro VI y retratara sus héroes en una ac- titud tan despreciativa, Ningéin erudito ha oftecido una explicacién adecuada sobre cualesquiera que fue- sen las fuerzas culturales que operaran deirés de este episodio. (Es sintomstico de un movimiento religioso, primero entre los sumerios y posteriormente entre los INTRCHUCCION 53 babilonios, para sustituirla por una divinidad masculi- na? Pero, en ese caso, )por qué se trata a sus sacerdo~ tes con tanto respeto? {Y emo podemos explicar la irreverencia del poeta hacia los dioses en general, a los que més tarde compara con perros y moscas? Simple- mente no lo sabemos. Lo tinico que podemos hacer es disfrutar del episodio y ver cémo encaja dentro del poema como un todo. [Las cosas comienzan de una forma bastante tran- quila, Gilgamesh, tras regresar del Bosque de los Ce- «dros, se lava y se viste con sus magnificos ropajes re- ‘gos. Su aspecto es impresionante. Isthar lo ve y se ‘enamora o se encapricha de él. En un discurso que pa- rece atrevido o sincero, dependiendo del sesgo cultural de cada uno, le hace proposiciones deshonestas, ofre- ciéndole una serie de regalos fabulosos a cambio tan sélo de que acceda a ser su amante. En.un primer momento, el rechazo de Gilgamesh es ceducado, incluso diplomatico, Pero pronto se transfor ma en una serie de insultos metaféricos, todos ellos orientados a acusar a Ishtar de dafiar precisamente a aquella persona de la que deberia cuidar. A continua- cin, menciona seis famosas relaciones amorosas de Ishtar ~con Tammuz, luego con la Carrace de brillan- tes colores, con el Leén, con el Semental, con el Pastor y-con el Jardinero Ishullanu (su gusto por los amantes trasciende las especies, es omnisexual)-, todos ellos 5 reve ORL affaires de viuda negra en los que se volvi6 contra su. amante y lo hirié. Gilgamesh concluye diciendo que de suponiendo que aceptara su proposicién, lo trata forma tan cruel como habia tratado a los dems, Es un discurso especialmente vivo, el mas extenso del poema a excepcién del relato que Utnapishtim hace sobre el Diluvio, Al leerlo, quedamos atrapados en la ‘pura energia de los insultos. Es como una danza tribal cen la que las filas de los jévenes y de las doncelas avanzan por turno y se lanzan pullas rituales unos a otros. El climax del discurso, el catélogo de amantes, son unas Metamorfosis en miniatura en las que Ishtar anticipa a Circe y que van de desastre en desastre, no s6lo con la satisfaccién propia del abogado que ofrece pruebas de sus argumento, sino también con el deleite de un cuentista. Aparte de su relacién con Tammuz, desconocemos los mitos a los que se refiere el poeta {no se han conservado ni en la literatura sumeria ni en Ia acadia); para los lectores modernos, esta circunstan- cia confiere al pasaje una cierta gracia, como si estu- vigramos escuchando por casualidad historias intimas de gente que no conocemos. {Es inadecuada Ia respuesta de Gilgamesh? ;Es la reaccién de un macho asustado ante una mujer que toma la iniciativa sexual? Es posible, aunque resulta- ria extraiio en un poema que celebra a un personaje como Shambat. Pero por «El descenso de Inanna» rmencionado antes, podemos estar seguros de que, al menos en tno de los seis ejemplos, Gilgamesh nos esta ofreciendo una informacién precisa. Acostarse con Ish= tar puede resultar peligroso para la salud. Y cuando presenciamos su violenta respuesta ante el rechazo, tendemos a pensar que Gilgamesh ha sido muy juicio- so al negarse. La siguiente escena es un retrato de Ishtar como una nifia mimada asesina, Rompe a lorar de rabia y frustra- cién, acude a Anu, padre de los dioses,y tiene una ra- bieta hasta que éste le presta el Toro Celeste para que mate a Gilgamesh y destruya su palacio. Como mujer dlespechada, Ishtar no sélo se muestra irritable y venga- tiva; es un auténtico monstruo, deseosa de sacrificar a cientos de personas a costa de su venganza, Pero Enkidu y Gilgamesh en seguida dan buena cuenta del gigantesco toro. No tienen miedo; no hay rastro dela angustia y vacilacién del episodio de Hum- baba. Ni siquiera hay sensacién de peligro, a pesar de los dos primeros bramidos que resultan demoledores, para los guerreros. La accién es répida, el humor toseo, yy la muerte del toro no parece tanto un combate como, un deporte. En la gracia de sus movimientos, es como el mas 0 menos contemporsneo fresco del salto del toro del palacio de Cnossos en Creta, en el que un atleta ha saltado por encima de los cuernos de un toro y,asien- do sus lomos con Jos brazos y las piernas colgando por encima de la cabeza, esté a punto de dar un salto mor- tal aterrizando de pie detras del animal Ishtar llora de impotencia por su fracaso. De pie en Io alto de la muralla de la ciudad, grita: «Gilgamesh no sélo me ealumnid; bestia de él, ha dado muerte a st propia castigo, el Toro Celeste. Es divertido, pero se trata de ese incémodo humor que descansa sobre la humillacign de un villano, (;Cuén- tos de nosotros hoy en dia disfrutamos con el ridiculo yy angustiado Hanto de Shylock: «jMi hija! Oh, mis dducados! jOh, mi hijal»?) Aun cuando la mala acabe de matar a trescientas personas, no apetece disfrutar con su dolor. Sin embargo, Enkida no estan delicado: Cuando Enkidu escuché estas palabras, rompi6 a ref se agaché, arrane6 uno de los muslos del Toro y lo arroj6 al rostro de Ishtar. «(Site agarrare, haria lo mismo contigo, te haria trizas y colgaria de tus brazos las tripas del Toro» Una vex més, igual que en la muerte de Humbaba, En- kidu se muestra agui como el mas radical de los dos amigos. Por lo que respecta ala ética del héroe, se ha subido al carro de Gilgamesh hasta tal punto que éste ‘asi parece moderado en comparacién. La eatarata fi- 7 nal de insultos, tan enérgica como sorprendente por su ‘orgullo desmesurado y su carécterabsolutamente ofen- sivo, resulta claramente peligrosa, especialmente si ta rival es ana diosa. Lo que Ia hace extrafiamente diver- tida es su combinacin de inocencia y crueldad, en la que hay algo mas que un parecido superficial entre Ish- tar y los dos héroes. Ese mismo dia, més tarde, después del paseo triun- fal, cuando Gilgamesh presume y se jacta de su victo- ria, nos reeuerda a un atleta que no sélo gana y ma- chaca a su oponente, sino que lo hurnila Decidme: ;Quién es el me hermoso de los hombres? De- cidme: {Quién es el mas valiente de los héroes? Gilga- mesh: él es el mis hermoso de los hombres; Enkida: les el mis valiente de los héroes. Somos nosotros quienes, ‘encolerizados,arrojamos ef muslo del Toro al rosteo de Ishtar y ahora, en las calles, no tiene quien la vengue. Hay formas mas inteligentes de volver a casa después de una muerte que sabes que ha encolerizado a los grandes dioses. Sila tarea psicoldgica del héroe consiste en lograr el dominio de los monstruos internos matando a los ex- ternos, Gilgamesh ha fracasado radicalmente, Matar a Humbaba y al Toro Celeste no le ha proporcionado un control mayor sobre si mismo y su arrogancia. Es po- sible que la Hegada de Enkidu haya significado para él 5 semen ames cierto equilibrio; al menos ha dejado de oprimir a los ciudadanos de Uruk. Pero silos dioses esperaban que Enkidu trajese paz al rey y a la ciudad, estaban en un Jamentable error. Gilgamesh tendré que aprender cus- les son sus limites de otra manera. Es obvio que el Libro VI es un episodio separado que podria omitirse sin que se interrumpiese la con- tinuidad del hilo narrativo. Los héroes matan a Hum- baba en el Libro V y sufren las consecuencias de este acto con la muerte de Enkidu al final det Libro VIL Pero Ia progresién hacia la tragedia parecerfa demasia- do abrupta sin el episodio de Ishtar. El Libro VI es un. interludio cémico, como las obras satiricas que se re- presentaban después de ls tragedias griegas: obscenas, vulgares, animadas, irreverentes y bulliciosas,libera- doras de todas las energias que muy pronto se volve- rin reconcentradas y sombri (MUERTE Y PARTIDA, De repente, Enkidu tiene dos suefios acerca de la muerte, El segundo nos ofrece una imagen maravillo- samente gréfica de emo los antiguos mesopotémicos ‘maginaban a los muertos, sentados en la negra oscu- ridad, vestidos «con ropajes con plumas como los pija- ros», Nadie puede burlarse de los grandes dioses,y el asesinato de Humbaba tendra funestas consecuencias. Gilgamesh, detramando ligrimas, considera absurdo cl primer suefio y lleva a cabo un débil intento por in- terpretar el segundo como un presagio favorable, Pera los dos amigos saben que Enkidu esté condenado. Y efectivamente, tal como anunciaban sus suefios, eae mortalmente enfermo, ‘Alla mafiana siguiente, Enkidu maldice al trampero, yy después a Shamhat, por haberle sacado del bosque. (Nunca se le pasa por la cabeza maldecir también a su amado Gilgamesh, a pesar de que fue idea suya.) El discurso refleja la impotencia de Enkidu ance la con- ciencia de la muerte y parte de su poder reside en derri- bar todos los diques del ego vengativo y culpabilizador. «Que los perros salvajes se instalen en tu dormitorio», dice Enkidu, ‘eque las lechuzas aniden en tu sobrado, que los borra- chos te voriten encima, que Ia pared de una taberna sea tu Tugar de trabajo, que vayas vestida con andrajos y ropa interior mugrien cdemanden, que las espinas y ls zarzas derramen la san- _gre de tus pies, que los jvenes se burlen de ti y la mu- ese a que ha pasado toda la noche en vela Horando a Enkidu, no se permite asf mismo saber qué ha ocurti- do. Es como si nunca antes hubiera visto un cadaver: Reacciona como un nifio pequefio, 6 como un animal que olisquea desconcertad el cuerpo muerto de su pa- reja. Todavia mantiene la esperanza de que Enkidu le responda. Cuando toca el corazén de Enkidu, parece sorprendido de que no siga latiendo. ‘A Gilgamesh todavia le leva cierto tiempo recono- cer finalmente que su amigo esté muerto, Pero, inclu- 50 entonces, su primer gesto es convert la muerte en tuna especie de matrimonio, No puede evitar tratar a Enkidu como si atin estuviera vivo y en peligro de muerte; después de representar el papel de novio des- consolado, se convierte en la madre ansiosa Entonces, como el de una novia, cubrié con un velo el ros- to de Enkidu. Semejante a un éguila, Gilgamesh trazé sfreulos a su alrededor, no cesaba de acercase y alejase a ot creme none de él, como une leona cayos eachorras han exfdo en wna trampa, se arrancaba mechones de cabello,rasgaba sus rmagnificas vestiduras como si estuvieran malditas. Por fin, todo concluye. Gilgamesh manda erigir una ‘magnifica estatua votiva en honor de Enkidu; leva a cabo todos los rituales necesarios para asegurarse de ue los dioses de inframundo le darén la bienvenida y idm, Pero Te ayudardn a cestar en paz y no sufre ali Jos gestos rtuales, aunque meticulosos, parecen deses- perados. En el mejor de los casos, Enkidu seré una de aquellas pobres aves humanas devoradoras de polvo que habitan o se arrastran eternamente por la profunda oscuridad, Es un pobre consuelo. Y asi, abandonan- do todos sus prvilegios y responsabilidades, dimitiendo de sus funciones como rey y guerrero, y haciendo el camino inverso al que hiciera Enkidu desde el salvajis- mo a la civilzacion, Gilgamesh se viste con una piel de animal y abandona Uruk. Su marcha nos recuerda otra partida regia que tiene lugar miles de afios después, en la leyenda de Buda, Al igual que Gilgamesh, Gautama, el foturo Despierto, queda paralizado por una visién de la vulnerabilidad humana y se siente empujado a abandonar su palacio y_ todas sus posesiones para buscar el secreto de la vida yy la muerte, Sin embargo, el dolor de Gautama no es, personal; él no ha perdido a un amigo amado, no ha perdido a nadie excepto a si mismo, su propia identidad. ‘Cuando, por primera vez en su protegida vida, ve la en- fermedad, Ia vejez y la muerte, su Gnica idea de lo que es ser humano, de qué es lo que le aguarda, se viene abajo, y se ve inmerso en tna sucesidn desesperada de preguntas. Su historia tiene un final més feliz. que la de Gilgamesh: tas seis afios de mortificaciones estérles, se sienta bajo el érbol Bodhi, decidido a no moverse has- ta que no le Tlegue la muerte o el entendimiento, y al amanecer, cuando aparece la estrella de la mafiana, des- pierta sibitemente del suefio del sufrimiento, «Cuando ves lo que no ha nacido, lo que no ha sido creado, lo que no ha sido condicionados, drs tiempo despues «ests li- berado de todo lo nacido, creado y condicionado.» También Gilgamesh se consume plantedndose una pregunta acerca de la vida y la muerte. Pero su pre- gunta no viene dada por una profunda necesidad de comprender: la provoca el miedo. (Rilke denominé al Gilgamesh cla epopeya del temor a la muerte>.) El miedo es la otra cara del frio ethos guerrero, en la que Ja conciencia de la mortalidad motiva al héroe a forjar se su fama, «Nuestros dias son pocos en ntimero», ha- bia dicho Gilgamesh imperturbable. «jPor qué temer, pues, / si més tarde © més temprano la muerte ha de llegar?» En efecto, spor qué? Salvo que el terror apa- rece esponténeamente cuando vas en busca de un ‘monstruo o en presencia de una pérdida abrumadora. El amor lo ha cambiado todo; ha convertido a Gilga- mesh en un ser absolutamente vulnerable, Su anterior conciencia de la mortalidad resulta algo palido y abs- tracto en comparacién con la angustia que siente mientras vaga por el bosque. {También yo he de morit? ;He de estar tan carente de vida como Enkida? {Cémo puedo soportar esta angustia que anida en mi vient, este temor a la muerte que me ‘empuja sin cesar? Si all menos pudiera hallar al inico hombre al que los dioses hicieron inmortal, le pregunea- smo vencer ala muerte En su etapa anterior, heroica, Gilgamesh crefa saber ue sélo los dioses viven para siempre. Ahora, aterro- rizado, ya no esté seguro. Su primera pregunta ~«{También yo he de morir?»— no es retrica;en rea lidad ya no sabe cusl es la respuesta. Es la pregunta que hace un nifo en el umbral de la conciencia adulta, tun nifio que por primera vez se enfrenta con el concep- to de muerte. Cualquier nifio, para contertirse en adulto, debe darse cuenta de que la respuesta a esa pregunta es si. (Una vez que haya traspasado la puerta del che de rmorir», puede més tarde, si su busqueda de respuestas es suficientemente profunda, traspasar la puerta del «jamés naciv.) Gilgamesh quiere encontrar a la tnica excepeiéin a la regla de mortalidad, su antepasado Utnapishtim, a quien se le garantizé la vida eterna y vive en algtin lu- gar del extremo oriental del mundo. El hecho de que haya habido una excepcién a la regla de mortalidad significa que puede haber una segunda excepcidn. Esta ‘esperanza pospone la necesaria aceptacién por parte de Gilgamesh, hasta un momento en el que esté més pre- parado, menos herido por el dolor. AL igual que un mi- lar de héroes posteriores de las narraciones populares yy las historias Zen, parte en busca de un maestro que pueda darle sabiduria, En este aspecto, esté condenado a sufrir un desengaiio. La sabiduria no es un objeto; no puede asirse mediante las palabras, ni puede trans- ritirse. Pero hasta que Gilgamesh no complete su bis- queda, no seré capaz de darse cuenta de su futilida. «Esto de lo que hablamos jamés puede encontrarse buscando», dice el maestro sufi Abu Yazid al-Bistami, «y, sin embargo, sélo los que buscan lo encuentran. El primer lugar al que sabemos que llega son los Montes Gemelos, dos altas montafias que dominan el ‘tinel por el que se pone el sol para su nocturno viaje subterréneo y del que surge de nuevo por la mafiana Dos terribles monstruos del género llamado ehom- bres-escorpién» protegen el extremo oriental de este tuinel, igual que Humbaba protegia el Bosque de los Cedros. Cuando Gilgamesh se recupera del pavor que le inspiran y se acerca a ellos (no piensa ya como un exterminador de monstruos), las criaturas resultan ser a eee 6 sree mone muy consideradas y le indican que para el camino que leva hasta Umnapishtim pasa a través del tel. A ins- tancias de su compadecida espos, el hombre-escorpién. permite a Gilgamesh entrar en el tinel, advirtiéndole de que si no consigue aleanzar el extremo occidental antes de que entre el sol por él, se abrasaré. Durante doce horas, sin parat, Gilgamesh corre a través de la és absoluta oscuridad, y sale justo cuando el sol se esti poniendo. Se trata de una muerte yan renaci- rmiento simbélicos, en los que Gilgamesh atraviesa la oscuridad de un inframundo y emerge en el deslum- brrante jardin de los dioses, semejante a los de Las mil xy aoa noches. Pero en sus efectos no se trata de un renacimiento. Gilgamesh sigue siendo el mismo hombre violento y angustiado de siempre. De hecho, cuando se encuentra con la tabernera Shiduri, se muestra tan amenazante que ésta corre al interior de su taberna y se encierra en ella, Gilgamesh intenta superar esta dificultad amena- zando con tirarla puerta abajo. La fuerza es ain su reac- cin automatic, Ja forma en la que responde al mundo. Shiduri es un personaje extrafio: una matrona, po- siblemente una diosa, que elabora cerveza en una ta- berna en el confin del océano, al parecer para aquellos escasos clientes que pueden correr més que el sol. Siente miedo y curiosidad a la vez, y formula a Gilga- mesh desde el tejado preguntas acerea de su aspecto y RMISOUCCIS © su destino que se repetirin posteriormente en el poe- ‘ma. Una vez mis, Gilgamesh da rienda suelta a su elo- cuente dolor: «jCémo no habria de estar mi corazén leno de dolor?», proclama a gritos; Finalmente, Gilgamesh consigue formular a pregunta que le devora por dentro: ;Cémo vencié Umapishtim a la muerte y se convirti6 en inmortal? Utnapishtim, {que no cree que una historia larga pueda resumirse, le habla del Gran Diluvio, Su discurso es una magnifica ‘obra literaria, tan hermosa como su paralelo posterior, Ia historia de Noé, pero mucho mas detallada y dra- -tica, y repleta de las mas vivas imagenes: los obre- ros confiados que beben barriles de cerveza y vino para celebrar la finalizacién del barco; los dioses ate- ” ruven ner, rrorizados que huyen a lo més alto del cielo y se refu- ‘ian alli como perros; Utnapishtim que eae de rodillas y Hora al recibir la bendita carcia del primer rayo de sol; los dioses que, hambrientos porque todos los huma- nos que les provefan de alimento han perecido ahoga- dos, huelen la suave fragancia del sacrifcio de Utna- pishtim y se arremolinan como moseas alrededor. La historia del Diluvio explica la excepcién de mor talidad de Usnapishtim a través de la narracién de las circunstancias que levaron a los dioses a tomar esa decisin, También explica la afirmacién que se hace en cl prologo al decir que Gilgamesh «ha recibido la mer- ced de ver dentro del gran misterio, de los lugares se- ceretos, de los dias primeros antes del Diluvio». Sin ‘embargo, la visidn dentro del gran misterio no parece contribuir al bienestar de Gilgamesh, al menos por el momento. Ciertamente, no le dice emo vencer a la muerte, La inmortalidad, alo que parece, fue una ofer ta Gini, y ese crudo hecho constituye la principal re- velacién de Utnapishtim. {Por qué, entonces, el poeta incluyé la historia del Diluvio de una forma tan prolija? Es simplemente tuna digresién interesante? El lector que quiera com- prender su funcién dramatica dentro del poema debe- ri leer de nuevo el Libro XI esta vez saltando desde la primera pregunta de Gilgamesh («Dime, gedmo es que td, un morta...») hasta el final del discurso de Utna- pishtim («Y ahora, Gilgamesh, ;quién reuniré...?»). Si suprimimos o reducimos de forma dréstica el relato del Diluvio, el intervalo entre la pregunta y la frustra- cin de las esperanzas de Gilgamesh parecerfa dema- siado corto, Pero con la prolongacién del relato hasta tal medida el suspense va en aumento. Somos cons- cientes de que Gilgamesh esta escuchando con absolu- ta atencién, porque en cualquier momento puede re- velirsele la forma de superar la muerte. Podemos sentir su atencién incluso la segunda, la décima vez que leemos este discurso, cuando ya sabemnos que Gil- gamesh no hallard su respuesta. Y cuando el discurso alcanza su climax de disgusto, se nos transporta hasta el siguiente incidente al menos con Ia satisfaccién de conocer toda la historia. Hemos ofdo todo lo que habia que ofr sobre cémo Utnapishtim se convirtié en un dios, Pero no hace falta decir que ésta no es la salida Lahistoria tiene otro efecto dramético. Nos ofrece una Jmagen espeluenante del coste de lainmortalidad de Ut- napishtimy la propia inmortalidad parece una pilida ocu- rrencia de éiltima hora. En el trasfondo de esta narracién planea una pregunta no formulada: si el precio de la in- ‘mortalidad fuese experimentar todo ese terror yla muer- te de casi todo ser viviente, ;mereceria la pena? Lejos de sentir compasin por la angustia de Gilga- mesh, Utnapishtim se muestra brusco, casi burlén, en Ia conclusién de su diseurso: #Y ahora, Gilgamesh, :quign reuniré a los dioses por tt bien? ,Quign los convenceré para que te concedan la vida ‘eterna que buscas?» (Cuanto mas revela Umapishtim su mal cardcter y st cinismo, menos atractiva nos parece la inmortalidad.) Le propone una prueba: si Gilgamesh puede aguantar siete dias sin dormir ~el sueiio es lo més parecido a la muerte quizas también sea capaz de vencera la muer te, Pero Utnapishtim sabe desde el primer momento que Gilgamesh ,«agotado y a punto de desmoronar- seo, no superaré la prueba. Y en efecto, se duerme de inmediato. Umapishtim proclama con desdén: «(Mira éte! Queria vivir eternamente, pero en cuanto se sent, el suefio To envolvi6 como la niebla» Esta prueba encierra una dolorosa paradoja. En los das terribles en que Gilgamesh aterrorizaba alos ciu- dadanos de Uruk, era un hecho bien conocido, como Shamhat conté a Enkidu, que el rey estaba «tan lleno de vida que no necesitalba] dormir». Algin tiempo después de la llegada de Enkidu, Gilgamesh perdié su Vitalidad, de la misma manera que Enkidu, después de hacer el amor con Shamhat, perdié su fuerza vital y ya no pudo seguir corriendo como un animal. Tam- bin en este aspecto son gemelos Gilgamesh y Enkidu. El poema no nos dice exactamente cudndo comenz6 rmonuccION n Gilgamesh a tener necesidad de dormir. La primera ver que tenemos noticias al respecto es durante el via- je al Bosque de los Cedros, cuando es un elemento re- currente en el ritual de suefios Gilgamesh se sent6, ol mentén entre sus rodillas, y ol sue lo ven, como hace oon todos ls hombres. Experimentar una relacién profunda parece ser en el «aso de Gilgamesh lo mismo que fue en el caso de En- Kidu experimentar el sexo: una iniciacin a la vulnera- bilidad humana. Una vez. que conocid a su compatiero del alma, Gilgamesh se convirtié, en efecto, en tres tercios humano. Dejé atras su parentesco con los dio- ses «ajenos al suefo, inmortales», igual que Enkidu dej6 atras los dos tercios de su ser que eran animales. Sin darse cuenta, cada uno abandoné parte de su fuer 2a fisica para poder conocer el tipo de amor que «un animal [o un dios] no puede conocer. Después de que Gilgamesh fracase en la prueba, Ia esposa de Utnapishtim, tan agradable como agri es su rmarido, sugiere despertarlo y enviarlo tranquilamente de vuelta a casa, Pero segiin Utnapishtim, Gilgamesh 5 un impostor como todos los humanos y hay que presentarle una prueba de que ha dormido, y ésta se la proporcionan los siete panes endurecidos. Gilgamesh tras reconocer su fracaso, grita en tn pasaje hermoso y conmovedor: rrr LT

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