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Y desapareci del pueblo, sin que nadie supiera su destino; mientras que en ese
mismo tiempo la hermosa Chasca no cesaba de regar con sus lgrimas el
alejamiento de su amado, renovando a cada momento el juramento de no
pertenecer a otro en tanto que viviera el dueo de su alma.
Asedibanle a ms y mejor los pretendientes y no era el ms flojo el hijo del
alcalde, mozo letrado que saba leer y escribir y sacar cuentas y que prometa ser,
andando el tiempo, uno de los ms ricos propietarios del pueblo.
Al buen curaca le pareca una ganga el chico; pero haba una promesa de por
medio y los indios no ceden en ese punto.
Por esos tiempos un espaol llamado Jos Gutirrez de Garca-Mendoza haba
descubierto las Salinas que se encuentran a algunas leguas ms all de Yocalla,
habindose establecido all un activo trabajo, constituyendo en breve espacio una
bien organizada poblacin.
Jefe de los indios del trabajo, era nada menos que Calca, a quien por el prestigio
que haba sabido granjearle y su constancia, valor en las ocasiones arriesgadas,
habiendo alcanzado el mrito de ser curaca de estas regiones.
As, llorando Chasca y reuniendo dineros Calca esperaban todos los das en que
espirara el plazo; mientras el hijo del alcalde y el buen curaca hacan las cosas de
modo que el mismo da y sin esperar una hora ms, se realizara el enlace de
estos dos.
Era una noche muy oscura como un antro que no se distingua la palma de la
mano y para peor llova a cntaros donde se vea de vez en cuando un relmpago
que rasgaba las tinieblas e iluminaba con fatdica luz la agreste quebrada de
Yocalla.
De las colinas inmediatas se precipitaban arrastrando cuanto hallaban a su paso
abundosos torrentes que en breves momentos tornaron el ro en un verdadero
brazo de mar invadeable.
En una de sus orillas hallbase de pie un hombre. A la luz de los relmpagos, se
vea su semblante demudado por la ms honda desesperacin.
Retorciese el infeliz y en un rapto de suprema angustia, exclam con terrible
acento:
A m espritu de las tinieblas; a m satans, rey del infierno!
Diez mil relmpagos brillaron en ese instante, el abismo pareci abrir sus terribles
fauces y un trueno maysculo estremeci los cielos y la tierra; rase que el Diablo