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: montserrat roig el canto de la juventud Traduecién de Joaquim Sempere Ediciones Peninsula 7 ‘uc guest eokbids, sn korn } cistern scopic aa mons | ‘a bre per omg rio & psalm | neuen is reqosratin jo nen frac y I inion ce epee de la tnt sai © prvamo pio, sf cave fy expan inposibn toe lentes pu su seen en vent aes el Sito den Comonied Eso Estos Diseno y cublera Ge Loré Gest y Tone Hoverstaé, Fotografia de Incubate: Ross Cac Primera eden: mayo de 1590, Segunda eden: mayo de 1980 Thala orginal: cen dela jovet © Montserrat Roig Fransiora, 1950, {© por In aducién: Joaguln Semper © Ge este olin: Eacions sity Provanga 278, 3008-Earestoa. carer, 199, lenpeso en Nove-Geifiks/a, Pugcedi 127, OS012-Barclon, ISHN: Bia97 3925. Depéso legals B. 21.835-1990, 4 Maria Ise! Rog El canto de la juventud A los doctores Nolase Acarin y August Andvés Ans que la nit final em sigui a punt, ‘al fate aru tombo ta car tan envi, ‘om sombia je aifun. Tun now eset de fe m'enima encara, 1 toro, cor batent, ‘le tam clara, per galeries del record profund.* osep Canwen, ADsincia > Antes qu a noche fina esta puto / para mi, Ye doy i espalda sl oy fio; / dean envcldo, /me parece ya diunto. Yun neve fsalldo de fe me sna an, /y vuelv, con el eotaxin brncindole en fl patho, / ala ler clr, por gales / dl reverdo profundo.» . > > > . , 7 > » > > » > > > » . . . . . . - - . : = . Nioyirsis82 2s plspados,s6t0 os dejaba en reposo. Lo hacia todas las mahanas, antes de que entrase la eafer mera. Le gustaba entrecerrar los ojos, como si estuvieran tapados por un pefueo transparente,coior ras claco. Un pa, Autlo de seda. Lucgo iri abriendo los pérpedes y comproba, tia que todo segue ensu lugar. Los abria porque quer, ig como pods, a voluntad, mover las manos pladear un joey la cabeza. Miré hacia artiba: por a ventana entraba laches ke chosa de Ia primera hora del dia, todavia sofolienta, Vie lav paredes blancas, despintadas, y, en eleentro dela habitaci €! biombo, Si, todo segua en sit sitio, Los objetos se despa {aban con ella. Volvian a estat ahi despues dela noche, tan corta. En los hospitals las noches son muy cortas, Oy la respiracion pesada, sorda, de la sehora que estaba Aetrds del biombo. Era una respiracion ronca, come d tuving tuna méquina encima del pecho. Blestertor dea agonia, Desla gue la trasladaron a aquella habitacién, la sefiora del otco lado el biombo iba a ser Ia cuarta en morse. Las inspiracione, gran cada vez mis dstanciadas, mas sordas, hasta que, de mn rasade, ya no oltia nads, Todas morfan de madrugada, Yad Gus la noche, El doctor de la sala grande le habia dicho iin Trane s fenémeno se dea al corso ishormona dele | imiento. Por esto le gustaba sentir los pérpados encima de Sus ojos, yabrirlos despacio para comprabar que todenn ; en su sito. Ella no les decia nada a las seftoras de detrés el biombo. Tampoco la habrien odo, Las cuerpos no tienen naa, ‘ ‘ P ‘que decise, aunque ella procuraba respirar con etro compa, ut -eeeceeeecers Por cada inspiracién de a ota, ella hacfa dos. Dejaba quellos ppulmones se Ie Henaran de oxigeno, como si éte hubiera de ‘bajar hasta el est6mago, y luego fo soltaba por la nariz, con suavidad, rtmicamente. No, nada la vinculaba con el cuerpo ‘que habia tas el biombo. Séio eran dos cuerpos contempors- neos. Los cuerpos de dos vieja instaladas en Iz habitaciOn del piso de arriba, trasladadas desde la sala grande para motir al Unas morian deprisa, otras tardaban algo més. Ella era de las que tardaban. Cuando sentia sobre los ajos el 1oce suave de los pirpados, aquellos velos rosados que la separaban de los objetos de la habitacién, de la ventana, las paredes y el biombo, sabia que estaba viva. Y la respiracién de la vieja de al lado se alejaba, como se alejaba el rida me- tdlico del cubo de la mujer de Ta limpieza, o el rumor del ca- rita del desayuno que iba avanzando por el pasilio, Empezs 8 oir el zumbido cuando Ie dio el ataque, poco después de que una bocanada de sangre se le disparase en e! cerebro, se tr2- taba de un murmullo que, a veces, tomaba el aire de una me- lodia, Era una cancién. La cantaba wn grupa de excursions tas y empezaba asf: «E] maftana me pertenece...» No la oy nunca mis, so aque dia, en el bar, mientras tomaba el ape- ritivo con Sus padres. Se eché a reir. —Bien, parece que hoy estamos de buen umor, ;207 BB dovior acababa de entrar y le miraba socarrén. El n hablaba con diminutivos, como la bruja de fa enfermera. Pero las visitas del joven dela bata blanca eran demasiado répidas. Nolo podia reiener. Desaparesia al ritmo de sus inspiraciones. ‘Aunque os falten camas no pienso estirar la pata por el momento —repuso, abriendo los ojos del todo, —Siempre esté bromeando, Zelda —dijo el doctor mien- teas desaparecia tras el biombo. Hoy tampoco habla podido retener con la mirada la es- pada Blanca del doctor. Una espalda ancha, con los hombros ligeramente cuadrados. Como la espalda que estaba tan quieta ante mostrador de bar. Era la espalda de un forastero, Lle- Bb vaba una camisa blanca. Habla entrada en el bar sin mirar a nadie, con aire decidido. Los hombres que venlan de la gue- tra no tenfan aquel aire. Llus, sin ir més lejos, soliaesconder Te cara entre sus pochos mientras ella le acariciaba la cabeza como @ un rio. Bt apenas se movia ante el mostrador, y no se dio la vuelta. Tenia el pelo negro, algo rizado, que le cu brfa la mitad de la nuca, Como el doctor. ‘Una rendija de luz amarilla se colaba por la ventana, 1 rayo de sol sluminaba las motas de polvo y éstas bailaban st- gendo la nea trazada, Atravesabaa el bombo pars ica morir al suelo. Ahora el doctor rozaba con su hombro izquierdo el borde del biombo. Ella no podia erguirse para ver toda Ia es- palda blanca del doctor. ¥ cuando vio en ef bar la camise del ‘desconocido, bajé la vista. Peto, aunque no la Viera, sents ‘que estaba alll, igual que ia nuca, inmévil, tensa. Una fiers ‘8 punto de saltar. Not6 que las plernas se le volvian de acero, ‘Hola, bonita, ;e¢mo hemos pasado la noche? —pregunt Ja enfermera con el aparato de la presién en una mano y cl termémetzo en la otra me lo pregunta a mi, le diré que atin no me he muert. ‘Lo que no sé es cémo la ha pasado usted. ;Se lo tengo que aecir yo? Veo que hoy estamos de buen humor. iY dale! :Por qué no usa las personas verbales en su forma correcta? —Es un modo de hablar, chata... Ahora te voy a poner el temémetro y.. No es de buen gusto tutear a los agonizantes. (0y6 que el doctor murmuraba algo a su ayudante, No le hhacfe falta poner atencién: la cuarta sefiora no pasar de Ii madrugada, ~Y ahora te vas a tomar las patillitas que te recet6 el doc- tor después del ataque. —Le molesta que todavia no esté en la fose, eh? —Bres més fuerte que un rable. =A los drboles viejos les cuesta mori, El doctor estaba ahora lejos del biombo y hablaba con su ayudante. Le enfermera atin no Je habia acteglado la almo- hada, y no podia ver bien la figura del médico desde su posi. idn horizontal. El doctor se dio la vuelta y la miré sin mi rarla, en cambio, él si que lo habia hecho, si que la habia ‘mirado al girarse, con un codo apoyedo en el mostrador y un ‘vaso de vino en la mano. Blla ya no bajaba la vista, sino que también lo mirabs. Tenia una frente ancha y desnuda, con el pelo peinado hacia atrés. Brillante, No sonteia, no bablaba ‘con nadie, Con una mano larga gpretaba con fuerza el vaso. de vino. Blla sintié como si le estuvieran apretendo #l corn. 26n, como si estuviera @ punto de salisele por la boca. Dia. bolico», penss. ‘Ahora hablaban la enfermera y el ayudante, mientras el doctor eseuciaba con los ojos fijos en ella, y en el bar tame ‘ign sus padres hablaban de algo, mientras él la miraba como si los dos estuvieran solos, no ofa lo que decian sus padres, S6l0 el zumbido, cada vez més lejano, del canto de los Ove. hes excursionistas. En cuanto 6! la miz6, ella supo lo que que- Ha, ¥ lo que queria no s¢ lo podia decir a nadie Esta tarde no te asustes, querida —murmuré la enfere mera—, Vendrd el cura a visitar a tu vecina, —No me gustan los curas, van de negro. Claro, pero esto no significa nada. No serds supersic closa? —El negro es el color de los que olfatean la muerte, Anda! No seas deserelda, —Es0 no le incambe. —Eres una vieja imposible —la enfermera segufa hablando en Vor baja—, Harias perder la paciencia al mismisimo Job, Si no eres buena chica, no te volveremos @ bajar a It sala grande. Ella se levanté y fue en direccién al levabo del bar. Pasé @ un metro de donde estaba dl y, mientras andaba, tenia la 4 sensacién de ir desnuda. Se miré al espejo y vio reflejada a otra persona. Se lavé las manos tres veces, Luego se puso eo- lonia en as sxlas. Queria que todo su cuerpo oliera aexpliego, [La puerta del lavabo chirriéy la camisa blanca se decanto ut ove hacia is izquierda, Fla abrié el arifo para lavase las ta hos de nuevo, pero él Ia detuvo. La mano large le aprets la ‘muufeca como antes lo haba hecho con el vaso de vino. Elia 40 dej6 hacer. Sintid que su cuerpo se volvfa agua, La abrazé ‘mientras el rifo goteaba. Ella, primero, alzé los brazos como, siquisieraatrapar el aire, pero luego ls aflojé y dejé que ba Jaran suavemente por la espalda blanea. «No digas nada, le Ajo &, ¥ elta cere6 fos ojos mientras los dos euerpos descer- dian bacie un fondo de tierra y de fuego. ‘Tras el biombo la respiracién dela cuarta setora parecia ol silbido de un tren cansado. El doctor todavia la miraba s tirarla, mientras los dems emitian palabras como «familit», “spapeles», ecamay. Un triingulo, cada palabra en un angle ¥, dentro, el ojo del doctor que la miraba como sila rier, Se echd a rete. =Y ahora ide que te res? —se volvié, enfadada, Ja es: fermera ~De nada. —Tienes un modo de reitte que me pone frenética, Ade- ‘do, si ies, te subird la presién, Ya sabes que no te convient, Luego todo serin pris. ¥ ya tenemos bastante trabajo, ‘Adiviné por la ventana un destello de cielo azul Zt doctor se fue y las dos lineas de polvo volvieron a ser dos lineas put Felas llenas de motas que danzaban, El polvo danza antes de convertirse en ceniza, pens6, al tiempo que giraba la eara hi cia el otro lado. No queria ver el rayo de sol. No queria ver el biombo. Ella se dejé abrazer en el lavabo del bar y yuh Jaoreja encima dea camisa blanca, toe-toe hacian los lates el corazdn, y vio que las baldosas blaneas daban vuelta con ellos. Todo era una sola cosa, Jos latidos del corazdn, el ban, de la camisa y el blanco de las baldosas, todo era uno ¢ il. Is werrerrrerevreerrreeeeneeeeeereewewereee ito, Pero la danza terminé cuando él le mordié I orejay ella vio en la edrnea de sus ojos unos minisculos hilillos rojos —Ahora te vas a tomar um zumito de naranja y luego te Jevantaremos un poquitin —dijo la enfermera. —{Cuindo regresard el doctor? —pPara qué lo quieres? Ya te ha visto. ¥ ha dicho que si te portas bien quizas vuelvas a Ia sala grande, Aqui sstoy bien. —Andla, bonita —decia la enfermera mientras le arreglaba, la almohada y le quitabe el orinal de debajo del cuerpo—. No digas tonterias. Te llevaremos 2 la sala grande, te sentaremos ten una sila, Puedes mover las manos. Incluso alo mejor vuel- ves a comer sola. =2Y si resulta que me quiero morie? —Ya sabes que aqui no dejamos morir a nadie, S6lo nos morimos cusndo nos llega [a hora. El Ie dijo la hora. A las seis, te espero a las seis al final del camino que leva alos vifedos altos. La puerta del lavabo ‘se eettd detris de ia camisa blanca y Tas baldosas xe volvieron a colooar en su sitio. Tard un rato en salt. Se pein y el es- pejo le devalvié unos ojos enrojecidos. Se eché a llorar, lena Ge una alegria salvaje, Llorabe mientras se vela en el espeio, y su nuevo rostro le gustaba, Se dio cuenta que era bonita. Sus padres la esperaban, de pie en medio del bar, para ir a casa, Oy6 edmo au padre le desia alguna cosa de «papeles y familias, y que la madre anadia: «Habra que comprar una ‘cama nueva.» Después de comer llegaba Lluis con sus padres para arreglar la boda. Tenia un permiso de tres dias. Levanié una mano y la mantuvo alzada ante el rayo de sol aque entraba por Ie ventana, Era una mano transparente, con Jos tntesos desnudas y varios riachuelos azvlados, hinchados, sureados por manchas parduzcas. Luego la movié hasta que (qued6 frente a la pared. La mano ya no era tan transparent, {Cuando nos hacemos vijos —pensé— parece como silos hue- 08 tuvieran vida propia. Mi esqueletointenta traspasar la piel 16 La dermis, aunque floja, evita que sea lo que soy: un esper- ppento, Parece mentira que el euerpo sea en gran parte ag. No, no es agua, Es gelatina.» ‘La cuartasefiora jadeaba ms lentamente, pero ella seguia ‘con la mano sobre el fondo de la pared despintada. Veta una mano extendida delante del sol que, antes de desaparever tras los riseos, dejaba una espuma de fuego en Ia aristade las mon- {anas. Entonces el tjido de su mano era eldstico. Tenia grasa, "Nora una capa coriéces. Antes de tse, Luis le habia besado a mano: «Dentro de tres semanas serds mi mujer. Te quiero.» Latierra pizarrosa mostraba aguas més oseuras donde crecian Jas vidas altas. «Te deseo», le habia dicho é1 cuando se tum- ‘baron cerca de ls vides. E1 camino hacia los vinedos altos era muy largo. Habia ido en bicicleta, sintiendo cémo el corazén le iba desde la punta de los pies hasta el cerebro. Las vides formaban lineas paralelas, como el rayo de sol que hacia dan- zar las motes de polvo. Una arquitectura de cepas que casi le faba 2 lamer Ia cims, «No digas nada, dijo otra vez, ‘Alora alisaba el embozo de la sabane con las dos manos. Pero inmediatamente lo estruj6 recordando una mano joven cuya piel escondfa los huesos. Sintié la camisa blanca encima, hnimeda. Y también vio las cepas ardiendo que llegaban, en lineas paralelas, hasta el infinite. Un euerpo que se convertia en el suyo. Ella era fl. «De dénde vienes?», le pregunts ‘cuando el estaba dentro de ella. «Del inferno.» Una be breve ceubrié el sot y la habitacidn qued en penumbra. El ie contd que al anochecerregresaba al frente, Al oitlo, le ompid la ca- risa y le clavé las uftas en Ia espalda, —iMira cémo has dejado las sébanas! —grité la enfer- tmera—. gPiensas que vamos a hacerte la cama a cada mo- mento? —Vayase al cuernot —Bres una mala persona. =No me quiero morir. Lacuarta seloraestuvo de acuerdo y respondié con un sil- 7 bido estrdente que fue decayendo como siel tren llgara a su destino. La enfermera desaparecé tras el biombo. Luczo sa- Jié corriendo de la habitacin. Ti tampoco quieres motir, 2h? ero ya no st ola ningsin ruido al otro lado del biombo. 1B rayo de sl volvi y las motas de polvoiniciaron otra danza. La enfermera regres6 con un joven vestido de negro. Ambos desaparecieron detrés del biombo y oy6 un cuchicheo con el tridngulo de palabras: efamiian, «papelesy, aeaman, La carta Sefiora no habia muerto en la madrugada. «Esta vee ~pens6— hha fallado la teorfa de la hormona del crecimiento.» Vio los hombros dal joven vestido de negro que rozaban el borde del biombo, Murmuraba algo a la enfermera. Luego se dio la vuelta hacia ella y le sonrié con dulzura. Tenis un Aire timido y ls ojos blandos. Empez6 a andar hacia su cama, ‘como si pensara decirle algo importante. Pero ella cett6 10s, jos y, con los parpadas apretados, hizo que todos los obje- tos dela habitacién desaparecieran, El camino hacia los vilie- dos altos era muy argo. Arriba, en ls riscos, una bola de fuego [a destumbraba, Costaba subir alll, no habla are, jadeaba. Ya no tenis el carazdn en los pies, slo en el cerebro. Haba que recordar algo. Recordar. Recordar una palabra. De otro modo El joven vestido de negro le tocé el hombro. —Ahora eres td quien me necesita —le dijo alegremente. Inspité con fuerza, La mano segufa sobre su hombro. Pe- saba. Ella laded un poco la cabeza y abrid los ojos. No digas nada —le aconsejé el joven vestido de negro. Tntent6 atrapar de nuevo aquel zumbido, el murmullo Te jano que, a veces, adoplata el aire de una melodia. Pero el tanto se habia perdido entre los objetos de la habitacién. ‘—Debe de haberle afectado la muerte de su vecina —su- sureé a enfermera mientras le tomaba la presiéa—. Habra que trasladaria a la cama de detras del biombo. ene algin familiar? —pregunt6 el joven. 18 Me parece que no. En la oficina estin sus papeles. Creo ‘que es viuda. ‘—Dia-béico —murmuré ella, aspirando aire en cada silaba, La ntano aflojé la presi. —1Qué ha dicho? —pregunté el joven vestido de negro: No lo sé... Habra que avisar al doctor —Bs0 —dijo ella. Y se eché a reir por dentro.

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