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Aos de soledad.

Unos aos despus, frente a las urnas, el presidente haba de recordar aquella
tarde remota en la que su padre poltico le llev a conocer el partido. Toledo era
entonces el mismo lugar imperial que ahora, lugar de piedra que dirase
prehistrica, erigido a la orilla de un ro otrora caudaloso pero hoy agonizante. Su
nuevo mundo era tan reciente, tan lleno de bellos sueos e intenciones, que
muchas cosas carecan de nombre y para nombrarlas haba que sealarlas con el
dedo, como si ste fuese la extensin de la voluntad de un mundo nuevo y mejor.
Tenan proyectos de cambio, y se convencieron a s mismos de que el poder no
suscitaba adhesin ni garantizaba la transformacin del presente. Lo importante
era la poltica, una poltica de la verdad que les alejase de la simple contabilidad
de las cosas, de los poderes establecidos, del turnismo de lo viejo y oxidado.
Pasaron los aos. Hay quien dice que veinte aos no es nada, pero para el
presidente lo haban cambiado todo. Aquella ilusin poltica se haba desvanecido
hasta convertirse en el frreo pragmatismo de los adultos, de los responsables,
de quienes saben lo que hay que hacer, pero lo hacen sin ganas, sin la fuerza y el
convencimiento de lo nuevo que llega al mundo.

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