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EL ARBOL DEL DESEO UN ACTO, DIVIDIDO EN TRES ESCENAS Hugo Salcedo A Laura y Paco Beverido PERSONAJES: NINO MALO, de veinti... 0... MUJER Patio trasero de una vieja casa. Al centro, un frondoso drbol cuyas ramas son como brazos que sé extienden fé- rreos por la escena. Hacia proscenio, el Nifio Malo sentado sobre un tronco. Las hojas no cesan de caer. Atardece. ESCENA PRIMERA NINO MALO: Ya no quiero que me di- gas que soy como nifio malo. Ya no. Por qué me dices si ya no te agarro de los pelos hasta que te caes dando de gritos y patadas. Tampoco te me trepo cuando te tiendes al sol para descansar y te asusto y comienzas @ manotear de un lado para otro. Esas cosas eran antes. Juegos para pasar el rato y no aburrirme viendo noms alos mosquitos que paran aqui en mi brazo o en mi pierna y se preparan el aguij6n para meterlo suavecito, en la carne, casi sin que uno sienta y chu- parnos la sangre. Chupe y chupe has- ta que la panza casi les revienta. Eso de agarrarte de los pelos o mor- derte en la pantorrilla hasta que te ganan los ataques de la risa, ya no lo voy a hacer. Ya soy otro, te digo. Ya quiero hacerte caso en todo lo que me dices. Obedecerte, pues. Voy a sacar mas provecho de los mosquitos que siempre andan rondando, que nunca faltan, que conocen el olor de Ja piel y entonces se dejan venir —y no uno o dos—. Todo un enjambre 110 de zumbidos como un chorro de agua que resbala entre las piedras. Voy a jnventar otros juegos, vas a ver. Voy a atrapar y esconder a los mosquitos abajo de la tierra. Voy a despanzu- rrarlos con los dedos y me voy @ be- ber su sangre cafesosa. jAl fin que es mi propia sangre! Voy a cortarles las alas para que ya no vuelen y només caminen; luego a arrancarles las pa- tas para que entonces se arrastren y hagan menos dajio. Y aguantar aqui, abajo de este arbol hasta que se te pase el mal humor y me Ileves, como antes, a tu cuarto 0 a otros cuartos de la casa..., ya NO soy nifio malo, ya no quiero que me digas asi. Vas a darte cuenta bien pronto de que ya soy otro. Y distinto. MUJER (Aparece muy despacio, detras del drbol.) Mejor cAllate. NINO MALO: No voy a darte un sélo motivo para que me arafies © me des de cachetadas o me dejes sin comer. Voy a portarme bien. Voy a obede- certe. Pideme cualquier cosa y ya n0 voy a rezongar ni a gritarte como antes. MUJER: Callate. Un silencio pesado. Sélo las hojas que caen con suavidad. NINO MALO. ;Ves? Me dices que me calle y yo lo hago. Sime dijeras que me jale de los pelos, también lo hago. (Lo hace.) O que escupa al cielo y que me caiga encima... (Lo hace.) O que saque la lengua hasta que alcan- ce la punta de la nariz... MUJER: Me dijiste que tenfas algo im- Portante para decirme y aqui me tie- nes, Escuchando esa monserga esti- pida de cosas. {Eso es lo que me ibas a decir? Estamos donde mismo. No vas a cambiar, las piedras no se mue- ven solas. Eres una pérdida de tiem- po. Un estorbo. Y con tanto por ha- cer alla adentro y ta que te diviertes con ocurrencias y hasta suciedades. Nunca, dyelo bien, nunca vas a cam- biar. Te conozco. Eres un desconsi- derado. Nifio malo. (Avanza a la sa- lida). NINO MALO: ;No! Espérate... Se pone de pie. Una larga cadena le ata del tobillo al tronco del gran drbol. En ambos extremos, candados. MUJER: ;Déjame en paz! NINO MALO: Tengo hambre... MUJER: Ya te comiste tu comida. Un plato copeteado. Mas Ileno que lo que yo me servi. NINO MALO: Pero yo tengo més ga- nas de comer que ti. Lo que me das no me alcanza para Ilenar las tripas. MUJER: Comete mosquitos. (Sale a la carrera). NINO MALO: jNo te vayas! Quiero que te sientes un rato aquf conmigo, como antes. Que nos trepemos a una rama y me cuentes cosas de la calle. ,To- davia esta la paleterfa esa grande, la de las frutas y aguas frescas? ;Toda- via est4 donde mismo? Iban a cerrar- la, me dijiste, que porque la duefia se puso reumitica y preferia irse a vivir con sus nietos, a otro lado. 4Y la maestra Antonia? Toflita, como le deciamos de carifio los alumnos. ;No lll se ha muerto? Tan buena..., si cuan- do estuve en la escuela ella ya se vefa viejita y de eso, no se..., viejita pero activa, de un lado para otro..., siem- pre fue hace algo de tiempo... ;Cuén- tos aiios? MUJER: (Entra répidamente.) Ten y callate. NINO MALO (Recibe el plato.) ;Qué buena que eres! Me gusta tu comida. Eres buena conmigo, aunque trates a veces de portarte diferente. No voy a darte mucha guerra, jal contrario! Si quieres te ayudo a limpiar el frijol o las lentejas, yo sé que eso no te gus- ta. Sé también que tienes mucho tra- bajo all4 adentro, jimaginate ti sola!, y que por eso no vienes a platicar conmigo. Només me traes el plato de comida y después desapareces. No te vuelvo a ver sino hasta el dfa siguien- te. Siempre igual. Si vieras cémo cuento las horas desde aqui, esperan- do que todavia sea la tarde y vengas al menos un ratito. En la noche no duermo contando y otra vez contan- do, repasando las cosas. Escribiendo en la tierra, dando vueltas y vueltas, como relojito... Caminando alrede- dor del arbol..., corriendo cuando hace mucho frio, o subiendo a las ra- mas para ver més de cerca las estre- llas..., contando las horas, las hojas, las estrellas. (Pausa.) Como quiera, yo estoy bien aqui, por mf ni te pre- ocupes. Pero de vez en cuando, en lugar de estar lorando en el pasillo 0 €n tu Cuarto, ven y te acompafio para lorar contigo. Juntos. Entre dos, la pena se siente menos, no te hagas. iY no me digas que eres fuerte y te aguantas! Te oigo por la noche. Hasta acd Ilegan los sollozos. En la noche, el ruido se calma y puedo ofrte. Yo no te digo que no llores, no. Lo que te digo es que vengas aqui, a la hora que ta quieras, a fin que estoy sin hacer nada. Y si me ves jugando con los mosquitos como ya te dije, no te de pena interrumpir. El juego no es Jo que més me importa. Ven y lora- mos juntos, el tiempo que quieras. jLloramos asi, despacito como ti! en los pasillos. Como queriendo que na- die se entere de nuestra tristeza. Pero, te digo, eso no funciona. Todos sa- ben. Yo te escucho desde lejos bien clarito. La tristeza no puede escon- derse. Siempre nos delata. Es como un perfume que vuela por el aire... oO bueno, si quieres llorar a gritos, lo hacemos hasta quedarnos roncos. O un rato y un rato: despacito primero y luego a gritos para rematar 0 para no aburrirnos del mismo sonsonete. MUJER: Eres un puerco. NINO MALO: Siempre me lo dices. Y te entiendo. Es otra forma para des- quitarte. MUJER: Alli vas a quedarte. NINO MALO: Ya me lo dijiste. Una y otra vez, no se me olvida, MUJER: Te perdiste del mundo de afue- ra, Nunca vas a salir de aqui, de este atio. NINO MALO: Yo también te Ilegué a odiar. En un principio, cuando recién no encontraste otra salida a tu pena que amarrarme de una pata..., cuan- do chillé a cAntaros y nadie que me hiciera caso. {Vaya si loré! ...Pero son historias pasadas. No vale la pena 112 lamentarse y atormentarse como ti, acada rato. Y si crees que ésta es tu forma de buscar el perd6n, entonces desquitate conmigo, sigue igual. Ya estoy més que resignado. (Ha termi- nado de comer). MUJER: Si sabes pues que lloro, es por- que no puedo olvidar lo de antes. Porque me da vergiienza. Porque es- tds td como si nada. Como si en ti hubiera sido s6lo un pensamiento 0 una pesadilla lo que fue verdad y bien viviste... NINO MALO: Las cosas se dan entre dos. Se traman juntos. Ojalé te atre- vieras a soltarme, al menos un rato para... MUJER. jCallate! NINO MALO. (La obliga contra el dr- bol). {Yano me grites..! Un rato so- lamente para que me dejaras caminar por la casa y ayudarte. Las heridas deben sanar y continuar en lo que si- gue. MUJER: jEstés haciéndome dafio, eres un imbécil! NINO MALO: Me gustarfa tener la vo- luntad de apretarte el cuello aquf mis- mo, ala sombra de este Arbol del que me tienes desde hace mucho tiempo... MUJER: jHazlo! Asf acabarfas con el recuerdo de tantas cosas horribles que cruzan por mi cabeza. Aquf, aden- tro, siento aun el martilleo de la por- queria. Las costras de la miseria. jApriétame el pescuezo! Y acabemos para siempre, para que ti también te mueras... Si yo me muero, nadie ven- dria en tu auxilio. Nadie, aunque te oyera que te desgafiitas, tendria el menor interés de saber qué es lo que te pasa, Harfan ofdos sordos. Y asi, enmedio de la indiferencia, termina- rias comiendo mi propia carne antes que le llegaran la putrefaccién y las moscas. Después, s6lo el hambre in- tensa y ya la muerte. NINO MALO: No me asusto. Y si me falta voluntad es por otra cosa. Ya sabes. (La suelta al fin). MUJER: Voy a irme lejos y bien pron- to. Sin que te des cuenta voy a salir por aquélla puerta definitivamente. Voy a tomar un barco que vaya al norte, hacia el invierno. Un sitio don- de no haya calor para poder olvidar Jos malos pensamientos. Congelar el fuego del cuerpo y del instinto. Cam- biar definitivamente el paisaje terre- goso, por las montafias blancas y ple- nas de nieve. Te acuerdas de 1a ilus- tracién aquélla de los esquimales metidos en su igli? Asi voy a vivir también, en mi casita de bloques de hielo. Y no vas a darte cuenta cuando huya de aquf, sino hasta que nadie venga por la tarde a traerte el plato de comida. A la distancia voy a ir borrando tu presencia hasta que seas una pintura gastada, una nube que el viento desbarata. NINO MALO: Si de veras quisieras, ya lo hubieras hecho desde hace mucho y sin avisar. No puedes irte. Estas unida a mf como yo a ese tronco. MUJER: Ya no. Voy a liberarme. Lo creas 0 no. Me voy a ir bien lejos y pronto. NINO MALO: Quieres comportarte con- migo como una mujer dura que casti- ga al nifio malo porque no cumple con las reglas. Y ya lo sabes: ni yo soy 113 ya un nifio malo ni ti eres la madras- tra que se la pasa castigando. El tiem- po transcurre rapidamente y cuando ‘uno menos lo piensa, ya somos otros. Como yo. Como ti. Como todos... Ojal4 fuera consciente de eso, de que ya no jugamos al caballito, de que ya No paseas por este patio montado yo sobre tu espalda. De que la ultima vez que nos reimos como locos, no fue producto de la botella de aguardiente que entre ambos nos bebimos. ;Y fue aqui mismo! Igual que hoy, el sol ya pronto se metia, y los grillos comen- zaban el canto de busqueda de su hem- bra para acompafiarse y pasar juntos la noche. MUJER: ;Qué quieres! NINO MALO: Muchas veces me dijiste que estaba mal del coco, que al nacer no respiraba y que por eso. Otras veces inventabas que de chico me habfa caido de cabeza y que por eso tenia ideas tan extrafias. Que tenfa agua en el cerebro. Nomis ti me que- rfas, por eso venia bien seguido a vi- sitarte después que te casaste y te ayu- daba en los mandados 0 haciendo la limpieza... pero no sabfa mAs..., eso era tod crefa que s6lo los anima- Jes bramaban de placer..., no. Aqui, en esta casa estabas con tu esposo, jugando, retozando y corretedndose hasta quedar los dos sin ropa..., y yo los vi muchas muchas veces, y tra- gué saliva al ver las piernas tuyas bien abiertas, dispuestas para recibirlo... Pero no me hagas a mi el responsa- ble porque te diste, se dieron cuenta de que a escondidas los vefa, y jams me reprendieron, al contrario, pare- cfan mAs gustosos de que fuera un testigo... Yo era entonces nifio malo, asi me decias cuando él desaparecia y conmigo desquitabas tu coraje por- que no Ilegaba durante dias o sema- nas. MUJER: Trabajaba no aqui, sino en otro lado. No podia estar viniendo a cada rato... NINO MALO: Te engafias. Sabes que no es cierto. El se hizo pronto de otra mujer y bien lo sabes. MUJER: Mas joven... NINO MALO: ;Té no eras una ancia- na! No. Ese hombre te vio siempre doblando las manos, recibiendo aten- ciones tuyas y tomé provecho. MUJER:Los hombres son asi... NINO MALO: ;Aparecia y bailabas de contenta! Dejabas de pegarme con la soga mojada y ponias sabanas limpias en tu cama y hacfas un banquete, y yo te ayudaba a prepararlo todo. MUJER: (Ligera sonrisa.) Si ... NINO MALO: Retozaban como nifios en la cama, y pasaban horas acurru- cados en el bafio. Sin hablar, sdlo el gemido de ambos a través de las pa- redes, y yo asomandome por la puer- ta que dejaban entre abierta porque sabian que yo de cerca los estaba vien- do. MUJER: “Me gusta que el nifio malo nos vea”, él decia. Que sepa que eres mi mujer, que aprenda el oficio de los hombres... NINO MALO: Tu madeja de cabello caja entre sus hombros y él giraba para presionarte el pecho con su pe- cho. Reias como nunca y él jadeaba como una bestia. Un hilo de sudor 114 rodaba por su espalda y sus ojos se clavaban en los mfos, buscando un cémplice. Presumiendo de su hom- bria, galopando furioso entre tu cuer- po. MUJER: Si... NINO MALO: Al dia siguiente, y a ve- ces en la propia madrugada, desapa- recfa sin dejar ninguna sefia para po- der encontrarlo. Y ti volvias con tu comportamiento: a cruzarme la cara con tu pufio, a molerme a golpes. A imponerte para bafiarme ti misma, ain cuando hacfa mucho tiempo que yo lo hacia solo. Me mojabas con el agua fria que porque yo no sabfa lim- piarme atrds de las orejas, en el cue- Ho, enmedio de las nalgas. MUJER: jNo sabes quitarte la mugre de- tras de los ofdos! jEres un cerdo! jUn nifio puerco al que pronto le saldré cola enroscada! NINO MALO: Y con un estropajo res- tregabas mi piel gritando muy fuerte, y escupiendo la saliva: jNifio malo! jNifio malo! MUJER: (Lo golpea acelerada.) jNifio malo! NINO MALO: Crecf. Mi cuerpo tam- bién se hizo de hombre. Salié la punta de estos vellos como brizna de hier- ba, en las pantorrillas y en los bra- zos. En las axilas y enmedio de las piernas. Tu lo descubriste cuando me bafiabas y sorprendida comenzaste a acariciarme. Tocaste como si fuera la primera vez, mi miembro. Delica- damente como si fuera un objeto san- to. Con carifio, como si fuera a des- baratarse entre tus manos. Lo besas- te y te prendiste de él con ansia. Mi cuerpo te sinti6 a mi lado, tan cer- ca... MUJER: Creciste. Tu cuerpo también se hizo de hombre. Salié la punta de esos vellos como brizna de hierba, en las pantorrillas y en los brazos. En las axilas y enmedio de las piernas. Yo lo descubrf cuando te bafiaba y sorprendida comencé a acariciarte. Toqué como si fuera la primera vez, tu miembro. Delicadamente como si fuera un objeto santo. Con carifio, como si fuera a desbaratarse entre mis manos. Lo besé y me prendf de él con ansia. Mi cuerpo te sintié a mi lado, tan cerca ... NINO MALO: Hubo un estremecimien- to. Busqué tu boca como un refugio para mi lengua. MUJER. Tu boca. NINO MALO: Sabia que besarte el cue- Io deveras te gustaba. MUJER: Mi cuello. NINO MALO: Y encontré las formas de tus pechos impacientes, frondosos como un rbol viejo. Nada pudo de- tenernos. Ti eras mi potranca y yo el jinete que te monta y cabalga a toda prisa. MUJER: (Susurra.) Niiio malo... NINO MALO: Eres la mujer. La con- traparte que equilibra la balanza. Nuestras lenguas cruzan una batalla en las bocas hiimedas, se tiran esto- cadas. Necesito ya que me arafies y susurres cosas inconexas mientras recorro tus codos, tus rodillas, tus ta- lones. ;Ven! (La toma con fuerza.) Aunque me tengas amarrado yo pue- do desatar en ti la furia del deseo. No hay cadenas para cortar el vuelo del 115 placer. MUJER: No... NINO MALO: ;No me pidas que te suel- te porque no voy a soltarte! Voy a entrar una y otra vez en tu cuerpo como el aguijén de mosquitos. jLe- vAntame la piel con tus rasgufios! Gritame que yo tengo la Gnica culpa, que soy un puerco, que me voy a ir directo al infierno cuando me muera. Dime nifio malo mientras me muer- des los brazos y la cara. ;Arréncame los pelos con tus dientes! {Escipeme que voy a arder en el fuego eterno pero no dejes de lamerme! jGata loca, potranca desbocada! ; Yo soy el mis- mo, nunca voy a cambiar! Cafste otra vez, caiste. jNo renunciaré al tufo de tu sexo! jSoy la serpiente que te en- Joquece con su voz, que se enreda por tu cuerpo, que te hipnotiza y te come entera! Soy el diablo, soy satands, soy lo que quieras. ;Aquf estamos otra vez! jAqui es el parafso! MUJER: (Lo golpea y arafia con luju- ria.) {Nifio malo! {Nifio malo! (Re- pentinamente, el oscuro). ESCENA SEGUNDA Tiempo después, misma hora. NINO MALO: (La ropa desgarrada). Escucho el ladrar de los perros y me asomo para ver si ya vienes de regre- so, con el plato de comida en la mano. En el reloj seran las cinco o siete de la tarde, poco importa. Pere atardece y més hojas caen al secarse. Y ya no est4s aqui. Cumpliste tu amenaza de dejarme amarrado con la cadena que se oxida. Preso del frio, el hambre y de tu ausencia... ¢Cudnto tiempo tar- dar en llegar un barco hasta el nor- te? Enel norte, donde todo es témpa- nos de hielo, segtin me cuentas. {Cudntos hombres vivirdn all4, don- de vivir la vida es un milagro? Te fuiste huyendo de lo que lamas man- cha de la sangre, pero en verdad nun- ca podras alejarte porque esa se Ileva en Ia conciencia. En la mente, abajo de las ufias, adentro muy adentro de los ojos. Pensar4s que ya me he muer- to pero no, aqui me tienes esperan- do... No vas a llegar muy lejos con tu equipaje de tristeza. Pronto, o qui- 4 ya lo haces, vas a regresar por los pasos que emprendiste intentando de- jarme, jcomo si el no verme te aleja- ra de los frutos tan dulces del deseo! Y buscards con la mirada otras caras y te encontrards siempre con la mia. Recorrerds plazas y kioskos pero me verds en cada esquina. Est4s atada a mf como yo a este viejo arbol que ha sido testigo de la historia. Que nos vio retozar como lo hacfas ti con tu marido. A él s{ que no pudiste enca- denarlo. {Lo hubieras atado para que no se fuera con las otras! jCon las que sf procreé hijos extrafios y dis- tantes! {Con las que —decfa— en ver- dad que lo encendfan! Conmigo només te desquitaste. Me golpeaste hasta sangrar muchas muchas veces, hasta que ya no tenfas fuerza, hasta que llorando me abrazabas para pe- dir perdén, para darme refugio con tus brazos. Desquitaste conmigo tam- bién el fuego oculto, la ausencia del hombre. ;Y yo fui después tu hom- bre, tu semental que te posefa sin fre- no a cualquier hora! ;Y bebf del jugo de tus piernas! ;¥ limpié con mi len- gua los rincones! ;Y adoré el perfu- me que se impregna, el que todavia levo y que nunca voy a perder, que Nevo dentro! ; Ya no me castigues que bien voy a obedecerte! No me casti- gues con tu ausencia, estoy hambrien- to de los callos tus pies y de tu espal- da. 4A mf por qué amarrarme si siem- Pre te seguia? Porque ya tenfas la ex- periencia del otro, del marido; o por esconderme quizé de la mirada de la gente. Por miedo a que me largara o Por vergiienza. Yo no siento ningiin remordimiento. Somos hombre y mu- jer que se completan, que ofrecen gusto al otro y de vuelta reciben tam- bién su recompensa. No hay delito y por tanto no hay culpable. Mas sin embargo huyes y aqui me dejas. Me condenas a la muerte cuando la muerte es en realidad ya no tenerte. ;No me dejes hablando con mi sombra! Aquf me tienes para Hamarme como quie- ras! ;Desquitate conmigo! ESCENA TERCERA Tiempo después, misma hora. NINO MALO: (La ropa completamente desgarrada.) Las moscas verdes re- volotean encima de la caca. Los cho- rritos de mugre son salados y hacen mucho dafio. Las lombrices se escon- den en la tierra. Los Arboles tienen ojos en las hojas. La corteza es la coraza que guarda al coraz6n. Las ufias tienen vellos invisibles. Los es- 116 quimales comen esquimos en verano. Duermo con los ojos abiertos para no sofiar... jEsta tiritando la noche y las estrellas tocan sus cimbalos de pla- tal.. (Se trepa a una rama del arbol.) Al norte me dijiste, pues voy a ir por ti, Al norte hasta que te encuentre. Voy a romper esta cadena y no toma- ré un barco: volaré montado en una 117 nube y cuando ti des la vuelta, en ella me veras trepado. Ti eres mi Arbol al que yo estoy de verdad enca- denado. Al norte, donde todo es frio y témpanos de hielo... Yo puedo rom- Per esta cadena, td no podrés romper la mia. (Se arroja, con la cadena al cuello, Pataleo. Muere. Oscuro.) Fin, Berkeley, CA., julio 20-22 de 1998. UNIVERSIDAD VERACRUZANA Direccion EpiTorIAL Y DE PUBLICACIONES Apdo. Postal 97 Tel./Fax: (28) 18 - 59 - 80 91000 Xalapa, Ver., México TEATRO HAY SUFICIENTE LUZ EN LAS TINIEBLAS, Try, Christopher SENORITAS A DISGUSTO, UNA PURA Y DOS CON SAL, EL MEDIO PELO, Gonzélez Caballero, Antonio UN HOGAR SOLIDO, Elena Garro TEATRO, Carlos Olmos EL PEZ GRANDE, Rodolfo Amezcua del Rio VIDA Y MUERTE DEL TEATRO NAHUATL, Sten Maria CUENTOS NERVIOSOS, PADRE MERCADER, Carlos Diaz Duf6o DON BONIFACIO. LA CHIMENEA, Manvel Eduardo de Gorostiza EL REY LEAR, Williams Shakespeare (Trad. de Luisa Josefina Hernandez) ENGANO COLORIDO CON TITERES, PASAPORTE CON ES- TRELLAS, Emilio Carballido. ESTE AMOROSO TORMENTO, Angela Galindo; UNA JUANA SIN CRUZ, Edgar Carbajal. >) 118

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