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Pfaas FRANCIS M. CORNFORD DE LA RELIGION ALA FILOSOFIA De MURCIA (LANA 1199608 bese — EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA 4) ARIEL FILOSOFIA Ts origin Frm gon Ph ASadjits ong Dee Seaton “Teaducidn de ANION PEREZ Rawes 1 eedicie: maan 1984 © 1980, Bavard Arwol Ld (ceprintdby Harvester Preis Lid) Derechos achaivos de ediciso encase Tengen en Espana [Nog pre de plicit de aber, pnd sr sero een emi an ayaa i poring eda ya sx clam, que ris Sp de ‘gatecen ode copa sn peme peeviod ctor A Francis Darwin PREFACIO Quiza los términos religion y filosofia sugieran a la mayoria de las personas dos campos delimitados de pensamiento entre los. ue, si bien —como hacian los griegos— incluimos bajo el nom- bre de filosotia a la ciencia, suele sostenerse que existe entre ellas cierto tipo de guerra fronteriza. Cabe también considerarlas como dos fases 0 modos sucesivos de la expresion de los sent que el hombre abriga sobre el mundo: y ibro comporta que centraremos nuestra aten~ ion en el periodo que, en Ia historia del pensamiento occiden- tal, seftala el transito de la una a la otra. Se acepta, en general, que los helenos dieron el paso decisivo unas seis centurias antes de nuestra era. En aquel momento, prevalecio un nuevo espiritu de investigacién al pronunciarse sobre temas fundamentales que, hasta entonces, habian sido objeto de la fe tradicional. Aqui, sin embargo, deseo probar que el advenimiento de ese espiritu no signific6 la completa y sibita ruptura con los viejos modos de pensar. Existe una continuidad real entre a primera especulacion racional y las representaciones religiosas que entrababa; y eso ‘o ¢s ‘inicamente asunto de analogias superficiales, como la ale- mn algunas grandes concepciones plo, las ideas de «Dios», «alma», «destino» y «ley»— ientos del pensa- racional y determinaron sus principales direcciones. La, se expresa a si misma mediante simbolos poéticos y per- filosofia prefiere el lenguaje de la seca abs- ssonajes traccién y habla de substancia, causa, materia y otros. Pero su tan solo disfraza una afinidad interna y fun- damental entre esos dos periodos sucesivos de una misma con- 8 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA itégoras, y parece que ya los mismos griegos adivinaron que eran dos las tendencias que habian conformado sus siste- mas de pensamiento. Como trataré de mostrar, estaban en lo cierto al opinar asi: existian dos tradiciones, que pueden cal carse, respectivamente, de «ci das por dos i divergir, segim lineas cada vez mas dispares, al siones opuestas. Ambos impulsos todavia actian en el pensa- miento actual por la simple razén de que corresponden a dos ne- cesidades permanentes de la naturaleza del hombre y, 2 la vez, caracterizan dos conocidos tipos de temperamento humano se ha entendido e interpretado con mayor iad la tendencia cientifica, porque coincide con el habito de pensamiento de una edad que también comporta ese cardcter. Impelida por una profunda necesidad de dominar el mundo jgible, la ciencia avanza firmemente hacia su modelo conceptual perfectamente claro de la rea- idad, adaptado de tal modo que explique todos los fenémenos con Ia formula més sitnple que pueda encontrarse. Malheur au iewx vaut le faux! En las escuelas jonicas de la Grecia oriental, la ciencia alcanza su cenit con el atomismo. Cuando contemplamos su logro final, advertimos que, al suprimir «lo 10 prescindir de todas aquellas cosas en que lotro tipo mental halla toda la valia y significacién del universo. ‘Los dioses han desaparecido; cl alma ha quedado reducida a un polvo de particulas materiales; Ia vida, en definitiva, ha abando- nado a la naturaleza, tal es la predestinada conchisién de una ciencia que, al inspirarse en a ideal lucidez de lo goométrico deseché la biologia. Admirable en cuanto instrumento de biis- queda en la naturaleza inerte, pulsa, sin embargo, una tecla que horroriza a los hombres que, movidos por su temperamento ‘puesto aaquél, no querran buscar Io vivo entreloiinerte. El espiritu mistico, aguijoneado por una necesidad distinta, avanza en otras direcciones. Para Pitagoras, la fllosofia no cons- titufa una mera curiosidad, sino un modo de vida y demuerte. Las PREFACIO 9 cescuclas occidentales, dominadas por los pitagéricos, se enraizan fn ciertas ereencias en torno a la naturaleza de lo divino y del destino del alma humana. Sobre tales ciencias construyen Ia filo- sofia de la naturaleza. Agarrandose, con no menor energia que la tradicién de los cientificos, al convencimiento, caracteristica- ‘mente heleno, de que el mundo ha de ser racional, aquellas filo- oceidentales se presentan como una serie de intentos por ficar esa fe en la raz6n, Parménides, de manera temeraria, condena al mundo sensible a ser irreal cuando le parece que éste se halla en pugna con las consecuencias légicas de su precon- cepcidn religiosa. Empédocles derrocha raudales de ingenio por conseguir una reconciliacién con la ciencia. Platon sucumbe en el ico de mantener los pies en la ticrra y sostener lo que més preocupa a estos tres filésofos, queda resumido en los términos «Dios» y «alma: precisamente esos vocablos de los que la ciencia prescinde con tanta complacencia. Esas dos tendencias, o {emperamentos, que, en la serie de sistemas filos6ficos han dejado tan claro testimonio de sus carac- teristicas y visiones de ia vida y Ia naturaleza, no aparecieron de pronto en la centuria de Anaximandro y goras. La musa filoséfica no es una Atenea sin madre Homero, con su tropel de luminosos olimpi vislumbramos las contorsionadas formas de Orfeo y pues, natural suponer quelas dos tradiciones filoséicas estén em- paientadas, respectivamente, con los tipos de religion helena —el olimpico y el dionisiaco— en que aquellos mismos tempera- ‘menios en contraste habjan hallado sfmbolos miticos para expre- sar sus sentimientos respecto a la vida de In naturaleza y del hombre. Principiando con la tradicién de los cientificos, intentaré probar la posibilidad de seguir un auténtico hilo conductor desde el supremo logro de aquella ciencia —Ia representacién de un mundo de dtomos individuales, gobernados por el azar o la necesidad— hasta la maxima consecucién de la re reflejada en el supranatural mundo homérico de di Tes subordinados al destino (Moira). Esa suj poderes individuales, divinos y humanos, a la Moira es el rns profundo y —a primera vista— el mas desconcertante dogma de 10 DB LA RELIGION A L.A FILOSOFIA, este tipo de religion. Trataré asi en el primer capitulo de es- bozar un anilisis de fa Moira que, en el pasado, actiia desde Anaximandro hasta Homero y Hesiodo, con animo de dejar clara la persistencia de tal concepcién a lo largo de todo el transcur- so de la ciencia hefena, en la cual llena el puesto quie ahora ocupa la ley natural, Cuando lleguemos a Homero, quizé la mayoria delos estudio- 508 piense que ya hemos arribado a las columnas de Hércules Y que mejor sera que no curioseemos en la tiniebla prehistorica que los avatares de la tradicién han dejado virgen. Pero el pro- blema del porqué los griegos creyeron que hasta los mismos dioses eran vasallos de la autoridad moral, si bien impersonal y sin designio de la Moira, resulta demasiado fascinante para que lo abandonemos y nos empuja a aventurarnos en el nebuloso océa- no de la hipétesis. En el segundo capitulo dejamos constancia de tal procelosa travesia, Para servirnos de norte recurriremos al teorema, mantenido por la nueva escuela de socidlogos fran- cceses, de que la clave de la representacién religiosa esté en la es- tructura social de la comunidad que la elabora. Debo a Emile Durkheim y asus colegas de L ‘Année Sociologique' la resolucion de ese fundamental problema de la religion olimpica que oftezco aqui. Me parece, ademés, que en tal campo también he obtenido argumentos para dilucidar ciertos esquemas de concepcién muy abstractos y persistentes en toda la filosofia antigua, tales como el agrupamiento de los cuatro elementos y la separacién y reu de parejas de cualidades contrarias. Esas aplicaciones particu del teorema principal las he expuesto aqui no como resul hubieran ¢orroborado prueba alguna, sino como ilustraciones que pudicran sugcrir a investigadores con mas completo bagaje psico- Idgico y etnolégico una linea de trabajo hasta aqui descuidada. Nos queda ain un gran concepto filos6fico-religioso, el mas tie», Ann. Soe, Vi ie de M. Durkhein», Revue Philosophigue, XXX\ 160-195, in expresar mi deuda tespeeca Les fonctions mentates dans le socites nf PREFACIO u sentado que no la inventaron los filésofos, sino que se deriva de subyacente en tod cl tercer capi ‘pectd a los problemas de la génesis hist deJane Harrison (Cambridge, 1912) estudio de las primeras fases, no s6l0 dido considerar demanera muy sumari relacionados con el desarrollo de la rel lector a la fuente de la que pr el campo de la filosofia. Desde el punto de vista al que arribaremos en el caf cero, nos parece descubrir que la filosofia, al relegar los ela- 2 DE LA RELIGION A LA FULOSOFIA, a representacién origi mado forma. De que ‘mos «metafisica» en vez de «supranaturaly no se deduce que «en si haya mudado esencialmente de cardcter. Antes bien, lo que ha cambiado es ia acttud del hombre respecto a primera reacciba la emotive, origind los objetos de la fe; su nuevo procedi- na en conceptos y de éstos dee os diferentes tposdeteorasistemiica. A molded tals sistemas, sin embargo, la escala de valores propia de aquellos dos temperamentos que estaban en pugna continia ejerciendo su influencia inconsciente, y divide el flujo del pensamiento en ‘sos dos canales cuya causa discutiremos en los dos capitulos que nossirven de conclusion. Para comodidad del lector inglés hago frecuentes referencias, ala segunda edicion del trabajo del profesor Burnet Early Greek Philosophers (E.G.P.*), y he tomado liberales préstamos de los fragmentos que la obra contiene. Por lo que se refiere a los frag- mentos en si, remito al libro de Diels Die Fragmente der Vor- sokratiker, segunda Berlin, 1906 (D.F.V.2), Dedico esta obra a un , con la esperanza de que en- ‘cuentre en él alin toque salvador de ese espiritu emparentado con el apellido del que es tan dignamente portador. F.M, CornForD Trinity College, Cambridge, abril de 1912. CAPITULO PRIMERO. EL DESTINO Y LA LEY 1. LoS TERMINOS DEL PROBLEMA de extraordinario ‘extremo prometed ‘de las cuestiones que deseamos expli- co. La epopeya homé- un producto acabado "a un atisbo de prueba documental que registre jores alas mas antiguas partes de la Iiada. embargo, se admite, por lo general, que los comienzos de la sofia se encuentran en el campo dela historia. Desde que los peri- patéticos se afanaron en compilar las primeras historias de I filosofia se ha convenido en datar Ia inicial especulaci6 tica de cardcter cientifico a parti cuya actividad se desarrolia en el siglo sexto antes de Cris ‘Tenemos cierto conocimiento de primera mano de la labor de los fil6sofos que vivieron en las dos centurias transcurridas entre Stamina eta { etatio 585; se afirma que 1 la proporsiona un eclipse de Sot acaeido en I fundader dela escuela, lo habia predcho. fr / | \ E relacionar con otras actividades y logros del gos, comenzamos, ‘aunque sea poco, sobre los primeros estadios de su discurir. ‘A pesar de tal ventaja, no se ha contestado de manera sal factoria la pregunta de por qué surgio aquella especulacion y en virtud de qué causas tomé su ruta particular. La investigacion ha fracasado en algin sentido porque, al formularse por primera vez ese problema, se-enfocd desde un punto de vista erréneo. Se supuso que las fuentes de Ja filosofia geriega provenian de «préstamos» e «influencias». Surgieron varios intentos, en el ion de que la filosofia fue «influida doctrinas religiosas; pero contra esta explicaci6n se ha ar; oportunamente que las formas de religion entonces al uso a duras enas podian describirse como cuerpos «doctrinales»; y, con toda certeza, resultaba en suma arduo sefialar algin dogma teolégico que de verdad estuviera englobado en los sistemas que nosotros conocemos. Asi pues, los sabios volvieron a considerar a los primeros fildsofos como figuras singularmente aisladas e inde- Pendientes. Un historiador contemporaneo, el profesor Deusen, en sus notas preliminares acerca de las caracteristicas generales del pen- samiento griego, repite una observacién que, de una u otra forma, figura en todos fos libros sobre el tema. Opina que el rasgo fun- damental de la cultura helena estriba en esa particular libert dela que, tanto en accién como en pensamiento, el al encararse con la naturaleza. El heleno, afirma, no estaba tado por ningin error vigente de antiguo, ni constrehido por ningén rigido sistema de dogmas, sino que podia enfrentarse con la naturaleza de los seres con ojos limpios y sentidos francos para aceptar sus revelaciones. 2. Vease la obra de Eisler, Weltonmantel und Hinmmelselt, Music, 1910. EL DESTINO Y LA LEY 15 Los fildsofos griegos estuvieron, de modo excepcional, libres de las trabas de los prejuicios dogmiticos y de la persecu- cién de los sacerdotes; tuvieron, asimismo, la gran fortuna de hacer en un tipo de sociedad que, por Io general, ic bastaba con ‘que se mostrara un asentimiento externo y dejaba que ta razén libres. pensar, es preciso que no le afiadamos otra cosa e imaginemos ‘que Tales 0 Anaximandro eran como Adan en el dia de su crea- ypeav), «es duefio de los dioses y de tin. Prometeo manifiesta a las ninfas Oceénidas que las Moiras y las Erinias empufian el timén de la nnecesidad y que Zeus, aunque no es tan débil como ellos, no Puede escapar de lo que ha decretado el hado. 5. LA MOIRA COMO MORAL Ademés, tal como acontece en el caso del asi también en Homero la orden del una ciega e irrazonada frontera de imposi moral, 0 sea, fa frontera entre el mal y el bi {que {a noci6n del destino apenas puede il6sofo jonio, es simplemente sido ordenado» 0 que en Homero vacita entre los dos sigr que se ha ordenado y que asi va a s justo y que asi ha de ser», 236y 58: aS Beal wip | nal 409 del BbrarrasdNadetu Bh rabldgee reap heylar Bankr. 3 1d pos LeperBina, gOhrarer ésdpir, relate Mover Bape Mh, Mots rluapgoeerduonée 7 "Epos. Xa. rosruw dpa Beis trv bobotaripers Hi, eben Br écpoy 96 ry werpunir. ‘BL DESTINO Y LA LEY 2 tino—, se niega que un dios o un hombre puedan actuar en «contra dal sino». Y, sin embargo, hallamos en otros pasajes ocede de nosotros; ¥, ee eaens, ia iniquidad, se alzan contra lo que se ha ordenado, cual ahora le ha acaecido a. que desposé a la legitima mujer del hijo de Atreo, y deroga asi lo que se ha establecido.» Es evidente que, aqui, prevalece el sentido moral. Los transgresores obraron, su hado, sino contra las reglas de la moral. De aqui i . rio se restablezca mediante una ronta venganza, que asimismo va «contra lo ordenadon, en el sentido de que los infractores la hicieron caer sobre sus cat Por su propia iniquidad, de resultas de lo eval son ellos, ¥ n0 el Gestino, los responsables (airso1).2 que traducimos por «lo imposiblen, es mas propiamente quello que esta més allé del poder de un individuo (Sivayes) ; Puede ocurtir incluso que rebase el poder de un dios, puesto ‘que —como hemos visto— no hay ningiin Dios gue sea todopo- (Cres lo reconoee. 28 DELLA RELIGION A LA FILOSOFIA indeseables y pel - Pues tanto los dioses como los hombres jadas, y que, de manera general y a la vez justa, circunscriben sus prerrogativas. Lo posible es las fr Jonio, nos encontramos con una creencia profunda en el destino (Moira) en cuanto ordenacién que limita todos los podere dividuales, divinos © humanos; y vemos, ademés, que tal orde- nnacién se parece mas a un decreto de obligacion moral que no una delimitacién de mera imposil ca, Las preguntas que nos haremos a continuacion serén: Como ese poder, al que lamamos Moira, llegé a set superior tanto ‘@ hombres como a dioses? ;Qué significa Moira? Ni la concep- cién, ni Ja imagen det mundo que la acompafia fueron invento de «Homero» més que lucgo lo serian de Anaximandro. Cuando hayamos conseguido definir la Moira con mayor claridad, en- tonces estaremos en condiciones de reconstruir la todavia mas primitiva historia de tal idea. 6. LA MOIRA COMO UN SISTEMA DE DOMINIOS Algunos estudiosos2" pretenden hacernos creer que la Moira 8 una personificacion generalizada # partir del destino 0 suerte individual que se otorga a cada hombre desde 1a cuna hasta el sepulcro. Frente a este parecer, una sola consideracion ya nos resulta decisiva. Resulta inconcebible que se generalizada a partir de los d jor a los mismos dioses. La nocién de una suerte 0 idual, como trataremos de mostrar mas tarde, aparece ¥ No en el principio, siguiendo el orden de tal >. Asi, pues, serdi menester buscar el significado origina- ‘en otras direcciones. . En elcanto XV dela Iliada, Zeus se despierta y ve que los tro- yanos estan perdiendo terreno frente a los aqueos, a los que asiste Poseidén. Tras un aspero arranque de ira contra Hera quien, 27. Por cjemplo, Welsicker en el Lexicon de Roscher, art. «Moira», col 3084 ymero, y en general en el pensamiento | EL DESTINO Y LA LEY 29 sin embargo, jura por el grado y no bajo su insti Zeus envia a Iris con un amenaza- illante mar. {8 que pretend hacerme toreer mis pro- jor mas que Yo sea su igual en rango (6ubru08). Pues tres hermanos somos, nacidos de Crones y Rea, Zeus y yo, y Hades es el tercero, el sefior de los muertos. Y todas jueron divididas en tres regiones y cada uno tom la parte ‘0 rango) que le cortespondia.28 ‘tery lasmubes, pero la clevado Olimpo son comunes alos tres. Por Io tanto, jamais obraré conforme al propdsito de Zeus: ¥y po més que su poder sea grande, que viva tran ‘ parte que es suya (fees... pevére nperccn eo) powpn). 1es, Zeus puede dar ordenes a sus hijos e hijas, quienes ion cede, pero declara que ‘enojadas reprimendas de otto a quien se le han asignado porcién semejante y un lote parejo.2 ‘Sin embargo, aun albergando resentimiento (némesis), se retira al mar, su elemento propio ¢ indiscuti 28, Verso 189: 190d 88 wdora Sttzrran, taaeron 8 fanope rt 29, Versos 209-210: Sete Be lebuopr te if rexpunde aleg resale Badges xoharsiow énleee, 30. En lo referent alos tras divisiones, Tierra, Mar y Ciclo, confréntenge log puntos siguientes: Iiade, XVIII, 483, Hefero febrica el Escudo, ‘pian Eran, bP olpande, Iv 82 O@darcar Odisea, XII, 315: cexpcién que se aproxima ala de os welementor»(vease el § 68). 30 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA En ese curioso pasaje, en sentido original del término Moira con claridad evidente. Moira sencillament © «lote asignado» de discu i tino». La protesta de joses como los hombres nen moirai. Cada dios posee su parte o dominio asignado, esto ierto espacio de la naturaleza o campo de actividad. A la vez, Puede considerarse como su rango (ras), que le confiere determinada ncepcién —y no la de un sino humano personal— es la hecha universal en el . 1a Moira, y representa la asig- nacién de region, rango o privilegio, a cada uno de los dioses. limites que impone a sus poderes cabe considerarlos de natu- raleza moral. Hesiodo deja perfectamente claro que las Moiras, n las transgresiones no s6lo de los hu- ‘manos, sino también de los dio: De esta manera, la concepeién original de la Moira resulta antes que temporal. Hemos de pensar en un sistema , que coexisten uno al lado de otro y cuyas fronteras amente marcadas, Empaiia esta concepeién, en nuestra opinion ulterior, el modo de concebir a tres Hados, com iesen a las divisiones del tiempo: el Pasado, el Presente Y veremos que ese caracter espacial de la Moira gran importancia en posteriores estudios en cuanto re- presentacion que, persistente en la ciencia jonica, gobernard por completo su curso. EL DESTINO Y LALEY 31 7. LA DIVISION DEL MUNDO EN HEsioDO Si ahora paramos mientes en la cosmogonia de Hesiodo, hallaremos en ésa la misma divisién en dominios a las que hemos remontado el sentido original de Moira. Ademds, la supremacia de la Moira sobre los dioses sc reficja alli de mancra temporal; es decir, que la separacion del mundo en tegiones-de-elementos. cs més antigua qu el nace d de los dows. se establece la division del mundo en tres partes: la Tierra, el Cielo y el Mar. ‘La Tierra (Goid)alumibro, antes que a ningin otro, a uno igual Y parié ademés los elevados dioses se deleitan, Y también el furia, el Mar (Ponto) ‘Ockano que se hincha con ‘Aqui hallamos, como estadio definido de la cosmogonia, una division del mundo en tres partes (mdirai), exactamente igual que la vista en Homero, segin la cual, «todas las cosas se re partieron en tres», y esas tres partes se asignaron a Zeus, Po Mar, de Poseidén; de Hades, la «nebulosa tini © la Tierra, segin se crea que los muertos, cuyo seftor es habitan en la obscuridad occidental allende el lugar donde el Sol se pone, 0 bien en el subsuelo. Es menester hacer notar que ests 32 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA, De suerte que Hesiodo, al hacer que dicha division fuera ante- rior a los dioses —Ia cosmogonia nacié antes que la teologia: En Ia coneepeién de Hesiodo, los dioses surgieron de las/ as regiones de la naturaleza, esto es, de los cuatro ele- mentos y de aquellos otros accidentes del universo, tales como los montes y rios, en los cuales se consideraba que residian mi teriosas fuerzas y poderes. Su prdlogo> concluye con una invo- cacién a las Musas, que han de celebrar la raza de los inmortales, «nacidos de la Tierra y del estrellado Cielo, de la tenebrosa No- che y del salado Mar. «Decidme de qué modo surgieron en el principio los dioses y la limitado Piélago y el ancho cielo éstos, los padres de bendicién; cémo se repartieron las riquezas y distribuyeron lentemente et Alte, que los griegos por lo comin consideraban oscuro. En consecuencia, cuando algunos pensadores del sigio v1 —Fe- récides 0 ee de-Regiunt, por ejemplo—, equipararon Tos Teun simple juego de fas. Algunas d& Tas regiones que Ta jgnd a Tos dioses eran, precisamente, esos elementos y, como muy acertadamente dice Hesiodo, de ellos habian nacido 32. Teogonta, 104, ‘ence 0. Gilber, «Spekulation und Volksplauben, ten Arch f: Relig p. 317. Para lo referoate a Tedgenes,consiltese Syp. SM. Fert 5 ibidem, p. 507. Observese 29 especial el uso del als 88 ris wolpas Bln dere raprapin sips EL DESTINO Y LA LEY 33 de los elementos en la cosmogonia al rango de los dioses en la teologia homérica. Ambos mnados sus regiones y departamentos y ambos estén la Moira, De esta suerte hemos hallado una ordenacién del mundo en cs primaria y moral. El orden fisico permanece salvaguardado por los jamados Erinias, las Moirai en su aspecto mas tenebroso, quienes «si el sol no respetase-su compas, sabrian reprenderle».% Anaximandro se apropia de esta concepeidn de la ordenacion primordial del mundo, aunque conserva su forma Y; por encima de todo, mantiene fuera de toda duda su, ma transgresion de I Hasta aqui la representacién filosOfica es : Ia innovacién de Anaximandro consiste en hacer que jordial sea, en parte, efecto de una causa mecanica, to eterno», y en arn aquellos elementos, dk Mientras tanto, es menester que examinemos més cuidado- samente la representacién religiosa. Tal como nos la expone He- siodo, no es un esquema sencillo y congruente; podemos detectar ahi la superposicion de varias capas que corresponden a dis- tintos estadios del desarrollo religioso. En consecuencia, tenemos que efectuar un anélisis que saque a relucir las fases sucesivas. ag, 94 (Diels): Aor vip ob EmepBhveras wlrpa* i B phy "Bors pov lene Leleoope: Herpiour 237. Teagenes de Regio reclco exactamente este punto, alegrizend las ba- de los cioses en Homero como DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA 8." LA MOIRA ES IMPERSONAL, SIN INTELIGENCIA NI DESIGNIO Hagamos notar, de entrada, que un politeismo consecuente tiene el singular mérito de dejar que e! orden del universo, ef cosmos, suri sin la intervencién de ninguna inteligencia dotada de proposito cipio, arrogarse el haber planeado y creado la integra disposicién de los seres mediante un arbitrario, aunque benevolente, acto de voluntad. Tal pretension se expondra paulatinamente al hablar de un dios supremo, siguiendo el proceso segiin el cual el poli- tcismo se troca en monoteismo. Por ventura, en la religion de los helenos, ése fue un desarrollo muy tardio, debido, en parte, a ue los més antiguos autores de la tradicién habian dejado sen- tado de manera bien firme que Zeus, el dios supremo que reina enel presente estadio del mundo, noer divinidades que nacieron en los albor dinastia posterior. Le antecedian la edad de Cronos y aquellas vvagas deidades titénicas, cuyoreinoabareé un intervalo detiempo indefinido entre el comienzo del mundo y el nacimiento de Zeus en la isla de Creta. Esta representacién era demasiado clara y firme para superarla, y ello no acaecié hasta que el sentimiento religioso hall6 tan absolutamente incémodos aquellos aspectos ‘menos edificantes del politeismo, que se considerd una necesi- le desencadenar una revolucion monarquica 10. Pero tal banderfa no triunfé hasta et jencia, ya se habian asegurado tad del pensamiento heleno frente alos prejuicios dogmé odemos estar en demasia agradecidos por fa ausencia de fa par- ticular cteencia en un creador divino, No hay hipdtesis mas décil ¢ indotente, nada es tan susceptible de aturdir y adormecer ese pasmarse —rafz del filosofar— que una explicacién que justi fique, con similar presteza todos los rasgos de este mundo, sean BL DESTINO ¥LALEY 35 buenos 0 malos, adjudicdndose los primeros a la transparente benevolencia del Todopoderoso y los s inescrutable. La Moira es, ciertamente, un poder moral; pero nadie habia de pretender que ella fuera exclusivamente benévo- Ja, 0 que abrigara respeto alguno por los estree deseos de los hombres. Ademas —y ése es el pu tante— no se le habré asignado previ pues éstos pertenecian a los humanos y a los dios alhombre. La Moira es una fuerza ciega y autom: a sus propésitos y voluntades subordinadas camy personalidad: ‘ve para la ordenacién del mundo en do- deidad que, por un haya planeado y creado tablece una verdad sobre la disposicién de la nat lo afiade a dicha afirmac sposicin es a la vez justa y necésaria. Considerada en abstracto respecto al acté la Moira es una representacién de la necesidad (del va a ser y del debe ser) de la disposicién Este es el contenido integro dela nocién de hado. liverso en la forma en que el vendria a ser una concepcién de la misma indole que lugar en. cl pensamiento que apareciera de nuevo tema de Anaximandro. Pero ahora Iver a la Moira una supremacia g ion, habia quedado disminuida, y casi superada, p fe poder de los dioses. 9. EL «DASMOS» DE LOS DIOSES. Debido precisamente a que la Moira era, poder impersonal, se dejé la puerta abierta para que una teolo- } 36 DE LA RELIGION ALA FILOSOFIA ‘ia avanzada invirtiera tal estado de cosas y adscribiese su orde- nacin de la necesidad y Ia ley a las voluntades de los dioses personales, que anteriormente habian sido superados por aqué- las. De esta suerte, 10s dioses, que al principio eran mas jévenes que la Moira y estaban sujetos a ella, podrian en esc estadio pretender ser ellos los originadores del orden del mundo y sus tituir asf aquella decision Hesiodo nos muestra los estadios de este proces su sencilla concepcién gruentes entre si. Por un lad cosmogonia de Hesiodo implica que la di dominios era més antigua que los dioses y, éstos tomaron forma en sus respectivos d 203 mismos elementos. Por otro lado, mismo invoca a su Musa para que le describa cémo los dioses ‘se repartieron entre ellos sus riquezas y distribuyeron sus ho- nores», como si tal cometido no fuera, después de todo, atributo del hado, sino una distribucién (Bagpés) que los dioses habrian efeetuado por su propia voluntad. De ese modo tal voluntad ‘comienza a hacer valer sus pretensiones frente a la inev asignacién del destino. Es curioso observar como estos dos asertos se ven recon liados en el tinico compromiso posible. En el canto XV de Mada, que ya hemos citado, los dioses, al enfrentarse con el mn, reconocen Ja supremacia del d exactamente como los hombres lo hacen en. ocasiones si la vez, afirma que el caso que y se atienen a la asignacién de 1a Moira, como sefiora Jotes, Laquesis. En el pasaje homérico no se cita a Ligue cripcién que ofrece Pindaro3* Iosdioses ela preside prsonalentecl ‘Cuentan las leyendas Zeus y los inmortales se 1s céimo fue que, ene laban repartiendo (a1 nm epetentacin nmr antigua, sobre ln ‘Que mis tarde ee modelar el dass de los dominios elementals ent js de Cronos. EL DESTINO Y LA LEY 37 Ia isla de Rodas no habia emergido ain en la superficie del ponto, sino que se ocultaba en ia selada hondura. No estaba all Helos, ‘de modo que ninguno le asigné la parte correspondiente y dejaron asi al sagrado dios sin tierra propia. Cuando Zeus cayé en la cuenta, estuvo a punto de ordenar usa nueva dstribucién de los Iotes, pero Helis no le dej6y dijo que con sus prapios ojas estaba viendo que emergia de la profunda y verde hondura del piélago una tierra que podria alimentar una muchedumbre de mortales Y ser generosa en rebanos. Y de inmediato insté-a Laquesi, la de In dorada venda en la frente, a que no invalidase el Gran Juramento de los Dioses, y a que, bien al co ‘una con el hijo de Cronos,¥¥ que cuando ln dl ia, habia de ser su sede reservada (yépas) para el tiempo futuro. Es obvio aqui, que, a pesar de la cortés deferencia a Cronos, es Laquesis quien preside y que Zeus se limita tnicamente a con firmar, con su aquiescencia, tal decisién. 10. EL GRAN JURAMENTO DE Los Dioses Aparte la asignacion pk confirmadora de Zeus, la dis ‘est a fa vez sancionada por el Gran Juramento de los Dioses (@civ Bpxos wéyas). La importancia de esta concepcién estriba en que nos abre otro camino por el que Ia voluntad de los dios puede hacer valer su de supremacia frente al hado. As es posible contemplar un voluntariamente se es parte; y de la nocién de ob tual nos es dable pasar a concebir qi del mundo es un sistema de ley constitucional, aspecto desde el ‘ue lo consideraremos ahora. Sin embargo, nos detendremos bra de Léduesis y la aquiescencia "Radheove 8 abrica xpueipeves nde Mayers tida de Platon (Critas, 119 0), segin el cual era menester inmolat al 1070 38 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA por un momento en esa nocién del Gran Juramento y en su re- Jacion con el dasmos.t! La formulaen regla del Gran Juramento sehalla, por ejemplo, al principio del canto XV de la Made, donde Hera jura a Zeus la no ha instigado a Poseidén a que rebase su moira. Jura por «la Tierra y el anchuroso Cielo que esta encima, y por cl agua que se precipita del Estige, el cual es el més imponente juramento para los bienaventurados dioses». De igual manera —por Gaia, Urano y el Estige— jura Leto ante Delos en el himno homérico a Apolo (83) que su isla sera para siempre la sede del culto apolineo, lo que constituye otro caso del Juramento con- fivino. Asi, con el Hesiodo describe en su Teogonia, con todo lujo de detalles, ‘como la gélida agua del Estige se administra a los dioses a guisa de ordalias por perjurio y falsedad. Cuando sospecta que un’ ‘ha mentido, Zeus envia a Tris para que, en una redoma traiga liquido de aquel arroyo helador que se abalanza paralitico por haber bebido el agua gélida de ese antiguo rio, el cual «atraviesa el desolado lugar do tienen asiento las fuentes y limites de la Tierra y del Tértaro, del Ponto y del estrellado al Mar y la Tierra, pero el Estige se despefia desde su roca para ser el gran castigo dé los dioses.** Dp. 163 ys, Mis adlante veremos queel Gran Juramentoreaparscede maneracuriosa BL DESTINO Y LA LEY 39 A pattir del relato de Hesiodo no podemos hacernos una idea clara de la ubicacion del Estige; pero parece que este rio se concibe vagamente a modo de linde que rodea al mundo o bien liza en el Tartaro, donde se las cuatro regiones elemen- , al piélago y el cielo— y imedlas, hacen estremecerse de {rio a los mismos dioses».44 Pues bien, cuando paramos mientes en el hecho de que Hor- kos, Juramento, es el mismo vocablo que herkos, «barreran estamos en situacién de comprender por qué razén el Eistige cons- tituye el Gran Juramento de los Dioses. Un jj barrera que puede simbolizarse de manera visil * cuando ef que jura se coloca entre los tr0z08 a cuartizada y estd rodeado por todas partes d _rivido del peligroso e inviolable poder de la santidad es el «frio estremecedor», el temor pavoroso que cot aspecto negativo y repelente del Poder. Zeus, inm antes de conminar @ Poseidén tal como hemos mentado, con- cluye el enojado mensaje a su hermano con estas palabras: parejo a mi, a quien los demés dioses profesan estremecido respeto (ennyéove). Esta expresion deja claro por qué el Estige esta especi El Gran Juremente evidentemente, noes tal arroyo, sno ls barrers de los mueve baz, {4k eepara Uppal cipcerray 1d re ereytones Gol wep, Teogonia, 738: 45. G, Murcay, Rise of the Greek Epic, p. 738. 40 DE LA RELIGION A LA FILOSOFIA 11. BL ESTIGE CONFIERE A ZEUS LA SUPREMACIA Cuando Zeus afirma que los restantes dioses le profesan estremecido respeto (ervyéovar), quiere decir que su poderio

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