Juan José Seer nacié en 1937 en Serodino, provincia de Santa Fey
‘Aigeiting A los dice afos se trasad6 a Santa Fe y, posterior-
ante a Colsting Nott, Reali estudios de derecho y de floso,
fa Tia dicrado la cétedra de Critica y Estéiea y de Histor del
Cine en el Instituto de Cinematograia. de la Universidad Nacio.
fal del Litoral, yactoalmente es profesor en Ja Facultad de Letras
Be la Universidad de Rennes (Bretaba, Francia), Su obra nary
{Gon publiada comprende En [le zona (1960), Responso (1964),
Fulo y busxo (1965), La onelia complete (1966), Unidad de lu
gar (1967), Clcarices (1969) y El limonero rest (1974)
Serie Latinoamericane—Cuentos
Direccion:
Jordi Estrada y Carlos Jaumé
Juan José Saer
LA MAYOR
8 EDITOFIAL PLANETA BARCELONAwe Juan José Sacr
el dedo. Después 1a cosa dejé de Muir y el animal
qued6 rigido, muerto, hecho exclusivamente de aris-
tas y cartilagos.
Me llamo, digo, Pichén Garay. Es un decir.
RECUERDOS
Aqut me tienen con la voz a medio extinguir y leno
de recuerdos. Han de regirse por alguna ley; eso es
seguro. Pero para encontrarla es necesario vaciarse
de ellos, darse vueltas, como un guante. La cronolo-
‘fa, en todo caso, es sabido, no les incumbe, La eércel
filoséfica que nos tiene a todos adentzo, ha tomado
por asalto hasta nuestros recuetdos, decretando para
ellos Ia ficcién de la cronologia. ¥ sin embargo siguen
siendo, obstinados, nuestra tnica libertad.
‘A menos que se vuelvan obsesién. Entonces obe-
decen a una especie de ley de excepeién, rigurosa y pe-
rentoria. Alguien los llamé «martilleantes». Con una
regularidad que les es propia, ciertos recuerdos de
anécdota mfnima, sin contenido narrativo aparente,
vuelven una y otra vez a nuestra conciencia, neutros
y monétonos, hasta que, de tanto volver, nuestra con-
Ciencia los viste de sentimientos y de eategorias: como
cuando a un perro vagabundo, que pasa a contem-
platnos mudo, todos los dias, ante nuestra puerta, ter-
minamos por ponerle un nombre.180 Juan José Saer
‘Una narracién podria estructurarse mediante una
simple yuxtaposicién de recuerdos, Harian falta para
eso lectores sin ilusién. Lectores que, de tanto leer
narraciones realistas que les cuentan una historia del
principio al fin como si sus autores poseyeran las
eyes del recuerdo y de Ja existencia, aspirasen a un
poco més de realidad. La nueva narracién, hecha a
base de puros recuerdos, no tendria principio ni fin
Se trataria més bien de una nartacién circular y la
osicién del narrador seria semejante a la del nifio
ue, sobre el caballo de la calesita, trata de agarrar a
cada vuelta los aros de acero de la sortija. Hacen
falta suerte, pericia, continuas correcciones de Posi-
cidn, y todo eso no asegura, sin embargo, que no se
vuelva la mayor parte de las veces com las manos
vacias.
Hay muchas clases de recuerdos, Por ejemplo, re-
cuerdos globales. En mi infancia, en las siestas de
verano, mis tios legaban en auto del pueblo vecino
y el radiador niquelado, que brillaba al sol, estaba
leno de mariposas amarillas, aplastadas entre los al-
véolos de metal. La representacién que me queda no
corresponde a ningtin acontecimiento preciso, Es un
resumen, casi una abstraccién de todas las veces que
vvi radiadores Ienos de matiposas. Y sin embargo, es
un recuerdo,
Hay también recuerdos inmediatos: estamos llevan-
do a los labios una taza de té y nos viene a la me-
moria, antes de que la taza legue a su destino, la
fraccién de segundo previa en la que Ia hemos reco-
gido, sin ruido, de la mesa. Y hasta me atreveria a
decit que hay también una categorfa que podriamos
Argumentas
amar recuerdos simulténeos, consistente en recordar
el instante que vivimos mientras lo vamos viviendo:
cs decir, que recordamos el gusto, de ese té y no de
otro, en el momento mismo en que Io estamos to-
mando.
Hay recuerdos intermitentes, que titilan perié-
dicos, como faros. Recuerdos ajenos, con los que
recordamos, o creemos recordar, recuerdos de otros.
Y también recuerdos de recuerdos, en los que recom
damos recordar, 0 en los que Ia representacién es el
recuerdo de un momento en el que hemos recordado
intensamente algo.
Como puede verse, el recuerdo es materia com-
pleja. La memoria sola no basta para asitlo, Volun-
taria o involuntaria, la memoria no reina sobre el
recuerdo: es més bien su servidora, Nuestros recuer-
dos no son, como lo pretenden los empitistas, pura
ilusién: pero un escindalo ontolégico nos separa de
ellos, constante y continuo y més poderoso que nues-
tro esfuerzo por construit nuestra vida como una
narracién, Es por eso que, desde otro punto de vista,
podemos considerar nuestros recuerdos como una de
las regiones més remotas de lo que nos es exterior.