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procedencia al naufragio; inhabilitación del buque para navegar; apresamiento del mismo,
embargo, detención por orden del gobierno nacional o extranjero; pérdida total de las
cosas aseguradas, entendiéndose por tal la que disminuyera las tres cuartas partes del
valor asegurado y , la falta de noticias. En el Código también se establecía la forma de
ejercerlo, plazos, condiciones, efectos, así como los casos en que no era admisible el
mismo.
En la Ley de Navegación y Comercio Marítimo la institución está recogida en tres
artículos del capítulo IV (libro tercero, título tercero, de los contratos) “Del seguro
marítimo”. El régimen actual considera los casos en que procede el abandono y los
reduce a la presunción de pérdida del buque o que el mismo quede imposibilitado para
navegar, limitándolo sólo al caso de las mercancías aseguradas. Se considera perdido el
buque cuando transcurren 30 días después de su plazo normal de arribo y sin que se
tengan noticia de él. En el último artículo (artículo 250), se determina la necesidad de
declaración del asegurado de optar por el abandono y el derecho del asegurador de
objetar el mismo.
El régimen expuesto que sólo admite el abandono en el caso de las mercancías y
no para el buque, pudiera considerarse modificado por reformas a la ley, introducidas en
el año de 1965. Al adicionarse el artículo 86 bis, que corresponde al capítulo IV del libro
segundo “Del auxilio, del salvamento y de los naufragios”, en que presupone la
existencia, en forma de aclaración, del abandono de un buque a su asegurador, ya que el
supuesto de la norma es establecer la institución de abandono como forma de adquirir la
propiedad de un buque por la Nación. Se considera discutible que con una sola referencia
indirecta, se esté admitiendo el abandono de cascos, o sea de buques, a sus aseguradores.
>Probablemente sólo a través de resoluciones judiciales y en su caso de jurisprudencia,
podría llegar a aceptarse la posibilidad de abandono a los aseguradores de buques. En
todo caso, de admitirse este abandono únicamente procedería, en los casos en que se
permite el abandono de mercancías.
Por último, el abandono de un buque a favor de la Nación tiene lugar en cuatro
casos que se establecen el artículo 86 bis de la Ley de Navegación y Comercio Marítimo,
que hacen presuponer el deseo del legislador de que las embarcaciones estén siempre
aptas para su uso en la navegación y que de no estarlo caerían en una sanción muy fuerte,
como sería la traslación de dominio al Estado. Dentro de esta institución, hay que resaltar
que el traspaso de dominio no es automático, sino a elección del ejecutivo federal, si bien
este aspecto parece restringido sólo al caso de remoción de los restos de una
embarcación, la que en determinados casos resulta muy costosa, como pudiera ser el caso
de un buque que se va a pique dentro del puerto, en que por situaciones de seguridad no
pueden usarse explosivos y remover ese obstáculo, sino que requiere un
desmantelamiento que resulta muy oneroso; sin embargo, al no haber reformado también
el artículo 134, suprimiendo su fracción IV, aun cuando el Estado no hiciera uso del
derecho de abandono traslativo de propiedad, el propietario o naviero ejercerían la
limitación de su responsabilidad en función de la fortuna de mar y del derecho de
abandono respectivo.
Los casos de abandono previsto en el artículo 86 bis de la ley son:
a. Si permanece n puerto sin hacer operaciones y sin tripulación, durante un plazo
de cinco días naturales y sin que solicite la autorización de amarre o de abandono
respectivo.
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haber renunciado o sin habérsele aceptado ésta, con respecto a una comisión, cargo o
empleo, o bien antes de que se presente quien haya de reemplazarlo, lo abandone sin
causa justificada. Siguiendo a Marienhoff la conducta del funcionario o empleado en tal
sentido daría lugar a la responsabilidad administrativa por la comisión de una falta en el
desempeño del servicio, transgrediendo reglas propias de la función pública y haciéndose
por tanto acreedor a sanciones disciplinarias. La nueva Ley Federal de Responsabilidades
de los Servidores Públicos publicada en el Diario Oficial de la Federación de 31 de
diciembre de 1982, en la fracción IX del artículo 47 opta por invocar a los servidores
públicos los valores que deben salvaguardarse en el desempeño del empleo, tales como la
legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia. Frente a este marco referencial, a
su vez establece un conjunto de obligaciones que los mismos deben observar, y entre las
que destaca, abstenerse de haber cesado, por cualquier causa ajena a la conclusión del
periodo para el que hubiese sido designado, el ejercicio de sus funciones.
En cuanto a la opción de definir la responsabilidad administrativa a partir del
cumplimiento de las obligaciones inherentes al desempeño de la función pública,
conviene mencionar que André de Laubadère, señala en el derecho administrativo francés
que el funcionario tiene el deber de consagrar su actividad profesional a su función, de
donde se desprenden prohibiciones y deberes que atañen a una conducta del funcionario
público que actúe en interés exclusivo del servicio o de las funciones que desempeña,
excluyendo cualquier actitud que comprometa su independencia con respecto a los
intereses de los particulares con quienes se encuentre relacionado por razón de sus
funciones, igualmente conciernen dichos deberes a la obligación de guardar discreción y
reserva sobre aquellos hechos e informaciones de que conocen con motivo del ejercicio
de su encargo, la obligación de obediencia con respecto al superior jerárquico y las
responsabilidades de índole patrimonial que pueden surgir del incumplimiento de los
deberes propios de la función pública.
En el derecho mexicano, Gabino Fraga sostiene que la falta de cumplimiento en
los deberes que impone la función pública da nacimiento a la responsabilidad del autor,
responsabilidad que puede ser de orden civil, de orden penal o de orden administrativo.
Cualquier falta cometida por el empleado en el desempeño de sus funciones lo hace
responsable administrativamente. Esa responsabilidad no trasciende fuera de la
administración; falta disciplinaria; la sanción que amerita es también una pena
disciplinaria y la autoridad que la impone es la jerárquica superior al empleado que ha
cometido la falta.
La Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos contempla en el
capítulo II del título tercero las sanciones por falta administrativa, las cuales en los
términos del artículo 53, pueden consistir en apercibimiento privado o público;
suspensión; destitución del puesto; sanción económica e inhabilitación temporal para
desempeñar empleos, cargos o comisiones en el servicio público. Estas sanciones cuentan
en el artículo 54 con criterios que orientan su aplicación y que se refieren a la gravedad
de la responsabilidad, las circunstancias socioeconómicas del servidor público, el nivel
jerárquico, los antecedentes y condiciones del infractor, su antigüedad, la reincidencia y
el monto del beneficio, daño o perjuicio económico derivado del incumplimiento de las
obligaciones.
III. BIBLIOGRAFIA: Fraga, Gabino, Derecho Administrativo; 19ª edición;
México, Porrúa, 1979; González de la Vega, Francisco, El Código Penal comentado; 5ª
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edición, México, Porrúa, 1981: Jiménez de Asúa, Luis, La ley y el delito; 10ª edición,
Buenos Aires, Sudamericana, 1980; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano;
3ª edición, México, Porrúa, 1978; Laubadère, Andrés de, Traitè de droit administratif; 4ª
edición, París, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, 1968; Madrid Hurtado,
Miguel de la, El marco legislativo para el cambio, México, Talleres Gráficos de la
Nación, tomo I, diciembre de 1982; Serra Rojas, Andrés, Derecho Administrativo; 9ª
edición, México, Porrúa, 1979; Soberanes Fernández, José Luis, “El régimen de
responsabilidades de servidores públicos del nuevo título cuarto de la Constitución”,
Reformas legislativas 1982-1983, México, UNAM, 1983.
haber pagado los créditos fiscales respectivos. Si el interesado no cumple con lo anterior,
las mercancías pasarán a poder del fisco.
Los plazos señalados se interrumpen si se dan las hipótesis previstas por el
artículo 23 de la Ley Aduanera:
- Por la interposición de un recurso de la demanda en la vía jurisdiccional.
- Por consulta que hagan las autoridades aduaneras a otras autoridades, y de la que
se derive la entrega de la mercancía.
- Por extravío de la mercancía, que se encuentre en depósito en la aduana.
- Por la práctica de un nuevo reconocimiento ordenado por las autoridades
aduaneras.
También existe excepción en el abandono de mercancías, cuando éstas
pertenezcan a la administración pública federal centralizada, al Poder Judicial o al
Legislativo Federal.
III. BIBLIOGRAFIA: Duquesne, Jean, L’entreprise et la douane, París, Les
Editions d’Organisation, 1979; Fernández, Pedro, Derecho aduanero, Buenos Aires,
Depalma, 1966.
seguridad, al no poder hacerlo por sí mismo, por lo que la ley sanciona el abandono de los
deberes de vigilancia y asistencia que incumben a los encargados legalmente de ello. La
impiedad del abandono deriva de la falta de cuidado, que lesiona la seguridad personal.
En la reforma de 1984 (Diario Oficial de 13-I-84), se ha agregado un artículo 336
bis relativo a quien intencionalmente se coloque en estado de insolvencia, con objeto de
eludir el cumplimiento de las obligaciones alimentarias que la ley determina. La pena es
prisión de seis meses a tres años, y el juez debe resolver la aplicación del producto del
trabajo que realice el agente a la satisfacción de las obligaciones alimentarias de éste.
II. BIBLIOGRAFIA: Pavón Vasconcelos, Francisco y Vargas López, Gilberto,
Los delitos de peligro para la vida y la integridad corporal, 3ª edición, México, Porrúa,
1977; Porte Petit Candaudap, Celestino, Delitos contra la vida y la salud personal,
México, Editorial Jurídica Mexicana, 1975.
actividades ya iniciadas. En este último caso, aunque el patrón puede rescindir el contrato
de trabajo fundando su decisión en una falta de probidad u honradez, puede también
descontar del salario sólo la parte proporcional al tiempo no laborado en la jornada
respectiva.
IV. La Ley Federal del Trabajo no regula el abandono de trabajo, precisamente
con esa denominación, como motivo de rescisión, pero es incuestionable que al
producirse las faltas de asistencia a que hace referencia la fracción X del artículo 47, sin
permiso del patrón o sin causa justificada, se actualiza la que podríamos llamar causal de
abandono de trabajo, en virtud de que al no presentarse en la empresa o establecimiento
el trabajador se presume su intención de no seguir prestando servicios. Por otra parte, el
trabajador puede abandonar el trabajo y rescindir el contrato individual sin
responsabilidad para él, de realizarse las hipótesis previstas en las nueve fracciones del
artículo 51.
Es importante hacer notar la previsión del artículo 250 de la Ley Federal del
Trabajo, relativa a que no se configura la causal de rescisión cuando los trabajadores
ferrocarrileros, por fuerza mayor plenamente comprobada, abandonen sus puestos.
Nótese que no se habla de abandono de trabajo o de empleo; realmente se trata de un
abandono de labores.
V. La Ley Federal del Trabajadores al Servicio del Estado contempla desde luego
la causal de rescisión por falta de asistencia injustificada; pero además, en la fracción
primera del artículo 46, incluye específicamente a la figura abandono de empleo, como
una de las razones para que el nombramiento o designación de los trabajadores al servicio
del Estado deje de surtir efectos, sin responsabilidad para los titulares de las
dependencias.
La huelga no constituye un abandono de trabajo ni individual ni colectivo; sólo es
causa legal de suspensión de los efectos de las relaciones de trabajo por todo el tiempo
que dure (artículo 447, Ley Federal del Trabajo).
Los llamados “permisos económicos” requieren de la autorización del patrón para
su disfrute; no basta con la simple interposición de la solicitud, aunque se tenga derecho a
un determinado número de días de descanso. Si el trabajador no espera la aprobación por
parte del empleados, corre el riesgo de que se integre la causal de faltas de asistencia
injustificadas, equiparable al abandono de trabajo o de empleo. Puede constituir
abandono de trabajo el no presentarse a reanudar las labores cuando haya expirado una
licencia.
Existe una gran cercanía entre las locuciones y vocablos abandono de trabajo,
ausentismo, contrato de trabajo, despido, estabilidad en el empleo, relación de trabajo y
rescisión, en virtud de que se exige una causa razonable y suficiente para la disolución
del vínculo obrero-patronal.
véase Ausentismo, Contrato de Trabajo, Despido, Estabilidad en el Empleo,
Relación del Trabajo, Rescisión
IV. BIBLIOGRAFIA: Lastra y Villar, Alfonso, Las leyes de trabajo de la
República Mexicana, México, edición del autor, 1935; Secretaría del Trabajo y Previsión
Social, Diccionario de la ley laboral, México, 1965; Junta Federal de Conciliación y
Arbitraje, Prontuario de la Ley Federal del Trabajo, México, 1978, 2 volúmenes Alonso
García, Manuel, Curso de derecho del trabajo, 5ª edición, Barcelona, Ariel, 1975.
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sujeto activo con dolo determinado de lesionar a una persona y sin confundir a ésta dirige
contra ella la acción criminal, por ejemplo, el disparo, y por equivocación en el golpe,
mala puntería, lesiona a persona diversa de la que se proponía ofender, es responsable
intencionalmente del acto cometido, porque aparte de las reglas de intencionalidad
previstas en el artículo 9o. del Código Penal, se integran las constitutivas del delito de
lesiones intencionales, a saber: una alteración en la salud resultado de causas externas
imputables al agente, importando poco para la integración del delito que haya resultado
víctima persona distinta a la del propósito”.
VI. BIBLIOGRAFIA: Antolisei, Franceso, Manuale di diritto penale: parte
generale; 7ªedición, Milano, Giufrrè, 1975; Carrancá Trujillo, Raúl Derecho penal
mexicano; parte general; 9ª edición, México, Porrúa, 1970; Carrancá y Trujillo, Raúl, y
Carrancá y Rivas, Raúl, Código Penal anotado; 4ª edición, México, Porrúa, 1974;
Maurach, Reinhart, Tratado de derecho penal, traducción de Juan Córdoba Roda,
Barcelona, Ariel, 1962; Pavón Vasconcelos, Francisco, Manual de derecho penal
mexicano; parte general; 4ª edición, México, Porrúa, 1978; Porte Petit, Celestino,
Programa de la parte general del derecho penal; 2ª edición, México, UNAM. 1968.
ABIGEATO I. (Del latín abigeatus, derivado de ab y agere arrear, echar por delante).
Se habla de abigeato en derecho penal para referirse al robo de ganado; el robo de
animales que requieren de arreo, o de acarreo.
II. Esta figura aparece prevista en las legislaciones más antiguas de la historia
cuya economía aparecía apoyada en la agricultura y el pastoreo. El abigeato así, aparece
previsto en la ley hebraica (Exodo XXII, 1, 4)
Entre los germanos la Ley Salica ocupa ocho títulos de los 65 de la Lex antigua
para el robo de animales. En el derecho romano, el Digesto (D. libro 47, título 14 de
abigeis) se ocupa del abigeato con normas precisas en las que se exigía que el ganado
fuese sacado del paso o del establo y que se hurtasen un cierto número de animales, que
podrían ser un caballo, o dos asnos o vacas, o cinco cerdos o diez ovejas o cabras,
pudiendo sumarse el número de animales hurtados para el total exigido; y no se
consideraba como abigeato el apresamiento de animales errantes, aislados o
abandonados.
En España (La Partida 7, título 14, ley 19) se ocupa del abigeato para referirse a
los ladrones que se ocupaban de robos de bestias o ganado, imponiéndoles sanciones que
iban desde la pena de muerte para el abigeo habitual, que hurtaba una grey formada por
un cierto número de bestias, hasta sanciones más leves en casos menos graves o siendo
habitual.
III. En el Código Penal mexicano de 1871, Martínez de Castro, contempló la
figura del abigeato en su artículo 581 con penalidad de un año de prisión. Con
posterioridad el Código Penal Del Distrito Federal de 1931, vigente, derogó dicha
disposición de manera que el delito dejó de aparecer previsto en la ley penal, para ser
contemplado bajo las reglas generales del delito de robo, en los términos del título 22,
capítulo I de la ley.
Por decreto de noviembre 16 de 1966, publicado en el Diario Oficial de 20 de
enero de 1967, fue adicionado el artículo 381 bis, para configurar nuevamente al tipo
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específico de abigeato, entendido como el robo de una o más cabezas de ganado mayor o
menor, o sus crías. La penalidad prevista para éstos, se plantea como independiente de la
fijada de acuerdo con los artículos 379 y 371 del Código Penal Del Distrito Federal
(penalidad general del delito de robo simple), para establecerse de 3 días a 10 años de
prisión, al expresar la ley “Sin perjuicio de las sanciones que de acuerdo con los artículos
370 y 371 deba imponerse, se aplicarán de 3 días a 10 años de prisión…. .al que se
apodere de una o más cabezas de ganado mayor….”
Como consecuencia dela reforma antes señalada, es notable la particularmente
severa orientación punitiva que el legislador mexicano adopta al referirse a esta figura,
que, como expresa el autor Jiménez Huerta, contrasta con la comedia y humana penalidad
que previó el Código Martínez de Castro. Es notorio que la gravedad de dicha pena
resulta incluso superior al de otras circunstancias agravantes en el mismo delito de robo,
donde la calificativa aparece más estrechamente vinculada a la persona de la víctima
como son algunos de los casos previstos en el artículo 381 o de que es aún más grave que
la figura de robo con violencia prevista en el artículo 372.
VII. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl, Código Penal anotado; 4ª
edición, México, Porrúa, 1974; González de la Vega, Francisco, Derecho penal
mexicano; los delitos; 15ª edición, México, Porrúa, 1979; González de la Vega, René,
Comentarios al Código Penal, México, Cárdenas Editor y Distribuidor, 1975; Jiménez
Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, tomo IV, La tutela penal del patrimonio; 3ª
edición, México, Porrúa, 1977.
abogacía fue entonces ejercida por los españoles que de la Metrópoli venían, aunque años
después se permitió profesarla a los criollos descendientes de españoles.
La Real y Pontificia Universidad de México instalada solemnemente el 25 de
enero de 1533, inauguró sus cursos el 3 de junio siguiente y dos días después don Pedro
Morones pronunció la primera lección jurídica en América (Prima de Cánones), fecha
cuyo aniversario recuerda la Facultad de Derecho de la UNAM, e igualmente, en la
Ciudad de México, poco después, el 12 de julio del mismo año, el Sr. Lic. don Bartolomé
Frías y Albornoz impartió la primera cátedra de Derecho en América (Prima de Leyes),
fecha en que celebra su aniversario la Institución Día del Abogado, fundada en 1960 por
el Periódico Diario de México.
En la Universidad se hacían impresionantes exámenes de licenciatura y doctorado,
ante cinco sinodales, se les llamaba la noche triste y duraba dos horas de ampolleta (reloj
de arena), éste y otro examen nombrado de academia, fueron prohibidos por Circular del
Ministerio de Justicia del 16 de diciembre de 1876, probablemente por los vejámenes que
llevaban aparejados. La carrera de Leyes se alargaba, pues comprendía cinco cursos en
cinco años, de Prima y Vísperas de Derecho y dos cursos más, en otro año, de Instituta,
que era la Jurisprudencia Civil, o sexta columna de la Universidad, pues las había una
para cada Facultad y aquélla servía para hacer recta justicia y observarla; se les enseñaba
a trasegar los volúmenes; Digesto, Inforciado, Código e Instituta, para los que hubiesen
de llegar como jueces fuesen primero examinados y juzgados por dignos de ese nombre.
Las Universidades de México (Reales Cédulas de 30 de abril de 1547 y 21 de septiembre
de 1551) y de Guadalajara (1791), proveyeron de abogados a la Audiencia, el foro, las
Alcaldías de Corte y otros tribunales y ya no solamente lo fueron los muy magníficos
señores venidos de la Metrópoli; la práctica de la abogacía se hacía ciertamente con
austeridad, sin faltar por supuesto pícaros y enredadores. Indica don José Luis Soberanes
que en la época de la Colonia los abogados formaban parte de la Real Audiencia y para
tener el título no bastaba con ser letrado o sea egresado de la Universidad, se debía
también trabajar cuatro años en el bufete de un abogado reconocido y pasar otro examen
ante una comisión ad hoc de los Oidores y posteriormente matricularse en el registro
correspondiente. Los abogados cobraban sus honorarios conforme a un arancel que
aprobaba la Audiencia, misma que residía en el Real Palacio (actualmente a la que ocupa
la Presidencia de la República), algunos de cuyos locales tenían las dos Salas de Justicia
y la del Crimen, todas tapizadas de damasco carmesí, con dos estrados, en el superior
estaban la mesa y sillones para los magistrados y en el inferior se sentaban los
funcionarios subalternos y los abogados, todos los letrados vestían traje talar, los
magistrados sus garnachas y los abogados colegiados traían además bolillos.
Desde el inicio de la dominación hispana en América se desató una fuerte
polémica en España contra los abogados y la abogacía, tanto dentro del propio gremio
como fuera de él, y dos Jaime del Arenal Fenochio ilustra cómo trascendió a la Nueva
España el problema, acrecentándose con el tiempo, al grado que en 1835 don Juan
Rodríguez de San Miguel publica un folleto titulado Vindicación de los que se dedican a
la Abogacía.
Durante el Virreinato continuó la división entre jurisconsultos y abogados, los
primeros estudiaban y desahogaban las consultas en su biblioteca, los segundos asistían a
los tribunales. Usaban traje negro con calzón corto, la chinela con la hebilla de oro o plata
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II. Definición técnica. 1. En el lenguaje del foro, los verbos abrogar y derogar, se
aplican exclusivamente para dar por terminada la vigencia de ordenamientos legales, por
el primero se entiende la supresión total de una ley o código, por el segundo sólo
parcialmente y ambos pueden realizarse de modo tácito o bien en forma expresa, pero
atendiendo al principio lex posterior abrogat priorem (la ley posterior abroga la anterior).
2. Por su parte, abolición comprende una idea general y tiene consecuentemente
mayor extensión, tanto en doctrina cuanto en la práctica legislativa y forense; de esta
manera tratadistas y legisladores razonan y decretan, respectivamente, sobre la abolición
de la esclavitud, de las alcabalas, del uso del papel sellado, de la pena de muerte, de la
práctica de absolver de la instancia, de la llamada ley seca, de la reglamentación de la
prostitución como ejercicio tolerado, del proteccionismo económico, de las patentes de
corso, del servicio militar obligatorio, de la jurisdicción militar en tiempos de paz y hasta
de las corridas de toros.
3. Por lo tanto, y jurídicamente considerada, abolición es la extinción de un
precepto, ley, costumbre o institución, dejándolos en consecuencia sin validez alguna
para en adelante, pudiendo ser tácita o expresa.
III. Antecedentes históricos. 1. En Grecia antigua: como en Esparta se declararon
invariables las leyes de Licurgo, no cabía la abolición; Atenas reconocía la necesidad de
modificar las normas ajustándolas a los tiempos, pero no requería el consentimiento del
areópago.
2. Carondas, legislador griego, exigía que quien propusiera la abolición de una
ley, se presentara ante la asamblea del pueblo con una soga al cuello y de no aprobarse su
propuesta se le ahorcara con su propia cuerda.
3. En roma, durante la República y más tarde en el Imperio existió la costumbre
de la Abolitio Generalis que extinguía la acusación, y la abolitio para poner en libertad a
los presos mientras se celebraban las fiestas, quedando firme después de 30 días hábiles si
ya nadie ejercía acción en su contra. La Abolitio se diferenciaba de la amnistía o indulto -
indulgencia - en que aquélla la concedía el Senado y ésta el Emperador.
4. En España, hasta la Gran Guerra (1914), al Rey se atribuía el “Derecho de
abolición” para sustraer de la aplicación de la ley al culpable de un delito capital;
llamábanse “Cartas de Abolición General” y “Concesiones de Abolición Especial” las
otorgadas por el monarca a una provincia o población o bien a una persona o grupo, por
un crimen contra la real autoridad, salvo en el caso de asesinato premeditado o rapto
violento.
IV. Desarrollo y explicación del concepto. 1. Abolición es un sustantivo verbal de
carácter abstracto por su terminación que comporta efectivamente en su significado tanto
el concepto de hecho como su resultado. 2. Este sustantivo verbal fue aplicado por el
Congreso Constituyente que expidió la Carta Magna del cinco de febrero de 1857 en el
texto de sus artículos 23 (abolición de la pena de muerte para los delitos políticos,
quedando restringida a otros casos que enumera); 24 (abolición de la práctica de absolver
de la instancia o sea de un sobreseimiento provisional dentro del proceso penal debido a
la falta de pruebas, pero quedaba pendiente de nuevas evidencias y no se cerraba, ya
abolida dicha práctica, una vez iniciado el juicio o se condena o se absuelve en definitiva
al inculpado), y 124 (abolición de las alcabalas y aduanas interiores en toda la República,
sin embargo no se cumplió la disposición por los estados miembros de la Unión y hubo
necesidad de reiterar la susodicha abolición por reformas constitucionales de este artículo
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ABORTO. I. (Del latín abortus, de ab., privar, y ortus, nacimiento). Acción de abortar,
es decir, parir antes del tiempo en que el feto pueda vivir.
II. Para el derecho penal, aborto es la muerte del producto de la concepción en
cualquier momento de la preñez (artículo 329 Código Penal Del Distrito Federal).
III. Entre los romanos fue considerado como una grave inmoralidad; pero ni en la
época de la república ni en los primeros tiempos del imperio fue calificada dicha acción
como delito.
Según Kohler, en el derecho penal azteca el aborto era castigado con la muerte
que se aplicaba tanto ala mujer como al que la ayudaba. Las fuentes consultadas permiten
conjeturar que, a diferencia del derecho romano, en el azteca el aborto era un delito que
afectaba los intereses de la comunidad.
IV. Para enjuiciar el aborto con criterio integral, haciéndolo punible o no, se
toman en consideración factores éticos, jurídicos, económicos y sociales. Con base en
esto, se han manejado a través de los tiempos, las siguientes teorías:
1) En pro de su punibilidad por razones de que al Estado compete la protección de
la vida, primera en la lista de los derechos humanos, y no sólo en el ser concebido sino en
la madre del mismo, mirando también la conservación de su salud. Su no punibilidad, en
opinión de algunos autores y penalistas, conduciría a un aumento notable del libertinaje
sexual y las enfermedades venéreas; y, según opinan otros, puede conducir a la
instauración de regímenes totalitarios, donde el Estado o el partido disponen de la vida
del feto.
2) En favor de la impunidad del aborto, basándose en los siguientes criterios: a)
Derecho de la mujer de disponer libremente del fruto materno; b) Derecho de rehusar la
maternidad no deseada; c) El no constituir su práctica un peligro para la madre cuando es
realizado conforme al arte médico.
V. El Código Penal de 1931 para el Distrito Federal, contempla como no punible:
1) El aborto culposo (artículo 333);
2) El que se practique cuando el embarazo sea producto de una violación (artículo
333), y
3) El aborto llamado terapéutico, es decir, el que tiene lugar cuando, de no
provocarse, la mujer embarazada corra peligro de muerte, a juicio del médico que la
asista, oyendo el dictamen de otro médico, siempre que esto fuere posible y no sea
peligrosa la demora (artículo 334).
La punibilidad se contempla de la siguiente manera:
Se impondrá de seis meses a un año de prisión a la madre que voluntariamente
procure su aborto o consienta en que otro la haga abortar, si concurren las siguientes
circunstancias: a) que no tenga mala fama; b) que haya logrado ocultar su embarazo, y c)
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que éste sea fruto de una unión ilegítima. Faltando alguna de las circunstancias
mencionadas, se le aplicarán de uno a cinco años de prisión (artículo 332).
VI. Cabe señalar que en México se ha presentado a las Cámaras en 1980 una
iniciativa de ley, patrocinada por ciertos grupos más bien feministas, tendiente a
liberalizar el aborto, pero sin que hasta el momento se haya variado la ley en vigor, en el
sentido de aceptar la interrupción voluntaria del embarazo, como lo hizo Francia a través
de la ley de 17 de enero de 1975.
En el proyecto de Código Penal para el Estado de Veracruz-Llave de 1979, se
apuntaba igualmente una liberalización del aborto, y así, su artículo 131, anotaba lo
siguiente:
No se sancionará el aborto en los siguientes casos:
I. Cuando sea practicado dentro de los noventa días de gestación, siempre que la
mujer embarazada hubiere empleado medidas de prevención de la concepción, bajo
control médico conforme a reglas prescritas por éste y el aborto se practique en
establecimiento hospitalario que reúna condiciones sanitarias adecuadas;
II. Cuando a juicio de dos médicos exista razón suficiente para suponer que el
producto padece alteraciones genéticas o congénitas, que den por resultado el nacimiento
de un ser con trastornos físicos o mentales graves;
III. Cuando sea ocasionado culposamente por la mujer embarazada;
IV. Cuando el embarazo haya sido resultado de una violación, siempre que se
practique dentro de los 90 días de gestación;
V. Cuando la mujer carezca de medios económicos para el sostenimiento de la
familia, tenga tres hijos y se lleve a cabo dentro de los noventa días de gestación.
Dicho proyecto no se aceptó en lo relativo a esta materia, por lo que en el marco
jurídico de México el aborto continúa siendo prohibido, salvo los casos que ya se han
mencionado como excepciones.
VII. BIBLIOGRAFIA: Enciclopedia jurídica Omeba, Buenos Aires, Editorial
Bibliográfica Argentina 1976, García Ramírez, Sergio, “Consideración jurídico-penal del
aborto”, Cuestiones criminológicas y penales contemporáneas, México, INACIPE, 1981;
Lions, Monique, “La evolución de la legislación francesa sobre el aborto y la ley de 17 de
enero de 1975 relativa a la interrupción voluntaria del embarazo”, Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, México, año XIV, número 42, septiembre-diciembre de 1981;
“Proyecto de Código Penal para el Estado de Veracruz-Llave, de 1979” Leyes penales
mexicanas, México, INACIPE, 1981, volumen 5; Trueba Olivares, Eugenio, El aborto,
México, Jus, 1978; Varios autores, El aborto, Un enfoque multidisciplinario, México,
UNAM, 1980.
Héctor Fix-Zamudio
que el servidor público retarda o niega debe buscarse en las normas jurídicas que
imponen una protección o servicio determinados por las funciones asignadas al servidor
público, y atendidas las circunstancias del caso. La segunda parte viene a ser
jurídicamente la contrapartida del derecho constitucionalmente consagrado (Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, artículo 8) de todo ciudadano de presentar a
los servidores públicos las solicitudes y demandas que procedan y que sean de la
incumbencia de éstos.
La cuarta forma de abuso de autoridad (fracción IV) concierne sólo a los
servidores públicos investidos de la facultad de juzgar y consiste en negarse
injustificadamente y bajo cualquier pretexto, aunque sea el de obscuridad o silencio de la
ley, a despachar un negocio pendiente ante él, dentro de los términos establecidos por
ella. Esta infracción debió situarse, en rigor, entre los delitos contra la administración de
justicia.
La quinta forma de abuso de autoridad (fracción V) legisla sobre la denegación de
auxilio, reprimiendo al encargado de una fuerza pública que, requerido legalmente por
una autoridad competente, se niegue indebidamente a dárselo.
En la fracción VI se contienen, en síntesis, cuatro formas de abuso de autoridad
por parte del encargado de cualquier establecimiento destinado a la ejecución de las
sanciones privativas de libertad, de instituciones de readaptación social o de custodia y de
rehabilitación de menores y de reclusorios preventivos o administrativos. Esas cuatro
formas son: a) recibir en el establecimiento como presa, detenida, arrestada o internada a
una persona sin los requisitos legales; b) mantenerla privada de su libertad sin dar parte
del hecho a la autoridad correspondiente; c) negar que la persona está detenida si lo
estuviere, y d) no cumplir la orden girada por autoridad competente. Estas formas de
abuso de autoridad importan esencialmente, habida cuenta de los pertinentes preceptos de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y de los códigos procesales
penales, atentados en contra de la libertad, bien jurídico que la generalidad de las
legislaciones tienen por eje en torno del cual se sistematiza estos atentados.
En conexión con la fracción anterior, la fracción VII describe la conducta del
servidor público que “teniendo conocimiento de una privación ilegal de la libertad no la
denunciase inmediatamente a la autoridad competente o no la haga cesar, también
inmediatamente, si esto estuviere en sus atribuciones”. Esta infracción es, desde luego
claramente concebible respecto de los alcaides y carceleros, pero la posibilidad de su
comisión no se ve limitada sólo a ellos, sino que se extiende a todo servidor público que
no hiciere cesar la privación de libertad estando esa cesación dentro de sus atribuciones,
como expresa la ley.
En las fracción VIII a XII el abuso de autoridad no se cierne ya sobre la libertad
sino sobre la regularidad e incorruptibilidad de la función pública. Esto es sobremanera
claro en la fracción VIII, que pune al servidor público que “haga que se le entreguen
fondos, valores u otra cosa que no se le haya confiado a él y se los apropie o disponga de
ellos indebidamente”. En la fracción IX el abuso recae sobre el subordinado del agente
cuando “por cualquier pretexto obtenga de un subalterno parte de los sueldos de éste,
dádivas u otro servicio”.
La idea de corrupción administrativa está, finalmente, en el trasfondo de las
conductas punibles en virtud de las fracciones X, XI y XII, en todas las cuales el servidor
público obra a sabiendas de autorizar una situación que no es real, generalmente con
36
perjuicio patrimonial del Estado. Ello ocurre al otorgar el servidor público obra a
sabiendas de autorizar una situación que no es real, generalmente con perjuicio
patrimonial del Estado. Ello ocurre al otorgar el servidor público empleo, cargo o
comisión públicos, o contratos de prestación de servicios profesionales o mercantiles o de
cualquier otra naturaleza, que sean remunerados, a sabiendas de que no se prestará el
servicio para el que se les nombró, o no se cumplirá el contrato otorgado (fracción X); al
autorizar o contratar a quien se encuentre inhabilitado por resolución firme de autoridad
competente para desempeñar un empleo, cargo o comisión en el servicio público
(fracción XI), y al otorgar cualquier identificación en que se acredite como servidor
público a cualquier persona que realmente no desempeñe el empleo, cargo o comisión a
que se haga referencia en dicha identificación (fr XII).
III. La penalidad de estos abusos de autoridad ha sido considerablemente
aumentada por la reforma (Diario Oficial 5-I-1983). Antes de ella era de seis meses a seis
años de prisión, multa de veinticinco mil pesos y destitución de empleo. Ahora se ha
elevado a prisión de uno a ocho años, multa de treinta hasta trescientas veces el salario
diario mínimo vigente en el Distrito Federal y destitución e inhabilitación de uno a ocho
años para desempeñar otro empleo, cargo o comisión públicos.
IV. BIBLIOGRAFIA: Bunster, Alvaro, “La responsabilidad penal del servidor
público”, en Las responsabilidades de los servidores públicos, México, Manuel Porrúa,
1984; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano (Suplemento sobre delitos
cometidos por servidores públicos), México, Porrúa, 1983.
Alvaro Bunster
de todas formas lo que es esencial, es que en el abuso de confianza, la tenencia del objeto
le ha sido confiada voluntariamente, sólo que viola la finalidad jurídica de la tenencia; en
tanto que en el fraude el autor se hace de la cosa o valores, mediante el engaño o
maquinaciones a que recurre para obtener su entrega” (Jurisprudencia firme. Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación, sexta época, segunda parte, página 8).
No cometen abuso de confianza sino robo, los empleados que cometen esa
conducta en los sitios a los que tienen libre acceso por motivo de su trabajo, para
diferenciar estas conductas, la Suprema Corte de Justicia ha establecido: “Robo y abuso
de confianza, distinción (dependientes, trabajadores, etcétera). La actividad típica del
delito de robo se encuentra expresada en el verbo “apoderarse”, mientras en el abuso de
confianza dicha actividad se expresa en el verbo “disponer”. En el robo el infractor va
hacia la cosa, mientras que en el abuso la cosa va hacia el infractor. La disposición de
bienes con motivo de relaciones de trabajo, dependencia, etcétera, no siempre constituye
abuso de confianza, sino que encuentra diversas soluciones en atención a la naturaleza del
acto de entrega, debiendo distinguirse entre la entrega de la cosa, la entrega de su
custodia o la de su simple vigilancia. Por lo tanto, si por motivo de la relación de trabajo,
dependencia o función que desempeña, el autor tiene acceso a la cosa, aun con cierta
autonomía de su dueño, pero sin haber recibido la tenencia de ella, ni su custodia, el
apoderamiento y sustracción de ella constituye robo, en virtud de que la cosa no ha salido
de la esfera de custodia del dueño”. (Tesis jurisprudencial. Apéndice al Semanario
Judicial de la Federación, sexta época, segunda parte, página 625)
V. La esencia de la conducta típicamente descrita consiste en que el sujeto activo
“disponga” del objeto material, esto significa penalísticamente que se apropie de la
misma, o sea, que actúe frente a ella con ánimo de dueño, sin embargo es preciso aclarar
que este delito se configura con la apropiación indebida y no por el simple uso abusivo o
no autorizado del objeto material.
No se integrará el delito de abuso de confianza, cuando la persona tenedora de las
cosas, la retiene en su ámbito en ejercicio del derecho de retención, tal derecho lo tienen
el mandatario (artículo 2579 Código Civil Para El Distrito Federal) y el acreedor
pignoraticio artículo. 2876, fracción II Código Civil para el Distrito Federal), no obstante
que el Código Civil para el Distrito Federal dispone que el constructor de cualquiera obra
mueble tiene derecho a retenerla mientras no se le pague (artículo2466) y que el dueño
del establecimiento de hospedaje puede retener el equipaje de los clientes hasta en tanto
éstos no le paguen el importe del hospedaje (artículo 2669 Código Civil para el Distrito
Federal), resulta claro que en estos casos no se ha transmitido la tenencia de las cosas y,
por lo tanto, no realizan la conducta típica del abuso de confianza.
Por otro lado, no tienen derecho a retener legítimamente la cosa cuya tenencia les
ha sido transferida, el comodatario (artículo 2509 Código Civil para el Distrito Federal),
el depositario (artículos 2533 y 2534 Código Civil para el Distrito Federal), y no obstante
que tal retención es ilícita, la misma no configura el delito analizado.
El delito de abuso de confianza sólo es perseguible a petición de la parte ofendida.
VI. BIBLIOGRAFIA: Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, tomo
IV, La tutela penal del patrimonio; 4ª edición, México, Porrúa, 1981 PavónVasconcelos,
Francisco, Comentarios de derecho penal; 4ª edición, México, Porrúa, 1977; Sales
Gasque, Renato, El presupuesto en el delito de abuso de confianza, México, 1963 (tesis).
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ABUSO DEL DERECHO. I. La voz abuso del derecho no tiene una raíz etimológica
propia. Sin embargo, algunas frases del derecho romano recogen la idea: summun jus
summa injuria: la aplicación ciega de la regla de derecho conduce a consecuencias
injustas; o bien a contrario se puede citar la frase del Digesto “neminem leadit qui suo
iure utitur”: aquel que usa de un derecho no perjudica a nadie. La teoría del abuso del
derecho tiene como problema central el considerar que el ejercicio sin control del
derecho, representa una amenaza para la justicia que es el fin esencial del sistema
jurídico.
II. El instrumento de control por excelencia es la teoría del abuso del derecho. El
tema más discutido en esta teoría es la determinación del límite que establezca que más
allá de él, el ejercicio del derecho es abusivo y por tanto reprochable. El sistema para la
determinación del límite varía según algunos autores: unos opinan que lo determinante es
la intención de dañar a otro; otros afirma que lo importante es la desviación del derecho
de su función social. Los elementos que se señalan como constitutivos de la teoría del
abuso de derecho son:
a) Culpen el ejercicio del derecho; b) Intención de causar un daño; c) El
desconocimiento de la función social del derecho. Como ejemplo de la teoría del abuso
del derecho, en nuestra legislación se puede citar en materia de propiedad el siguiente: no
es lícito ejercitar el derecho de propiedad de manera que su ejercicio no dé otro resultado
por causar perjuicios a un tercero, sin utilidad para el propietario (artículo 840 Código
Civil para el Distrito Federal). Otros ejemplos pueden encontrarse en lo preceptuado por
los artículos 16 y 934 del Código Civil para el Distrito Federal.
III. BIBLIOGRAFIA: Ghestin, Jacques, Traité de droit civil; Introduction
gènèrale, par Jacques Ghestin et Guilles Goubeaux, París, Librairie Gènèrale du Droit et
Jurisprudence, 1977; Josserand, Louis, El espíritu del derecho y su relatividad;
traducción de Carlos Julio Latorre, Puebla, Cajica, 1940; Morín, Gastón, “Quelques
observations sur le concept d’bus du droit”, Introduction a Pètude du droit comparè;
recueil d’ètudes en l’honneur de Lambert, Paris, Sirey, 1938, tomo II.
ACCESION. I. (Del latín accesio-onis, agregación de una cosa a otra). Modo de adquirir
la propiedad, por el que el propietario de una cosa principal hace suyo lo que ella produce
o lo que se le incorpora por obra de la naturaleza o por mano del hombre.
II. La acción se configura en el derecho romano como un modo por el que el
propietario de una cosa (principal) adquiere el dominio de otra (accesoria) que se le
incorpora inseparablemente; pero la palabra accesio con este sentido técnico no se halla
en las fuentes jurídicas romanas, sino que es introducida por la jurisprudencia medieval.
El caso más frecuente de accesión en el derecho romano es la construcción (aedificatio);
plantación o siembra en suelo ajeno (plantatio) por el que el dueño del inmueble se hace
propietario de lo construido, plantado o sembrado. También se da una accesión a favor de
los propietarios de los fundos ribereños, cuando queda definitivamente abandonado el
cauce de un río, y se hacen propietarios de los terrenos por donde éste corría, o cuando
aparece una isla, y se hacen propietarios de ésta; también se da a favor del propietario del
fundo inferior al que las aguas van adhiriendo partículas de tierra que van perdiendo otros
fundos superiores (alluvio); Justiniano añade que el propietario de un fundo ribereño
adquiere las plantas que se desprenden de otro y que arraigan en el primero (avulsio).
Cuando una cosa mueble se incorpora inseparablemente a otra (adjuntio), se da la
accesión a favor del propietario de la principal, como en los casos de los hilos que se
añaden a un tejido, las partes metálicas soldadas sin que puedan separarse (ferruminatio),
los tintes de una tela (tintura), un brazo u ornamento que se añade a una estatua, etcétera
No se consideran casos de accesión, la adquisición de los frutos que produce una
cosa, pues se entiende que éstos se adquieren por separatio, ni la producción de una obra
con materiales ajenos que es vista como specificatio. La mezcla de los géneros sólidos
(conmixtio) y la de líquidos (confusio), son entendidos como formas de producir la
copropiedad, y no como casos de accesión.
III. El Código Civil para el Distrito Federal regula la accesión en sus artículos 886
a 932, de acuerdo a la doctrina civilista moderna, según la cual la accesión comprende,
además de la adquisición de las cosas accesorias, la adquisición de frutos, la adquisición
de una nueva especie u obra, y la formación de copropiedad por confusión o conmixtión.
Al extenderse el concepto de accesión a estos otros supuestos, se ha suscitado el
problema de si debe considerarse todavía como un modo de adquirir la propiedad, o
mejor como una facultad propia del derecho de propiedad.
El Código Civil para el Distrito Federal parece inclinarse por esta última
concepción, ya que define la accesión como un derecho (artículo 886), del que trata en el
título sobre la propiedad. Sin embargo, la doctrina mexicana tiende a considerarla como
un modo de adquirir, con la salvedad del supuesto de adquisición de frutos que considera
una facultad inherente al derecho de propiedad (De Pina, página 97; Rojina, Derecho
civil, página 326).
La doctrina ha clasificado distintas especies de accesión: 1) Accesión “discreta” o
por producción, que se refiere a la adquisición de frutos; y “continua” que comprende los
otros casos; 2) “natural”, cuando se producen por obra de la naturaleza, e “industrial” si
42
coincidencia doctrinal al designar a esta modalidad de los accidentes como accidente “in
itinere”, en virtud de que suceden en el tiempo y ruta de traslado (“tempus in itinere”)
hacia las labores diarias, como si de hecho se hubiera iniciado ya la jornada de trabajo.
Los accidentes y las enfermedades a que están expuestos los trabajadores en
ejercicio o con motivo del trabajo integran el rubro conocido como riesgos de trabajo.
Largo fue el camino y arduo el esfuerzo de los trabajadores para que el patrón y la
economía, quienes de hecho ponen los medios para que el riesgo se realice, aceptaran
coadyuvar con la sociedad y con el Estado, en el otorgamiento de protección e
indemnizaciones a los operarios víctimas de algún percance motivado por el vínculo
laboral.
El criterio civilista de que salvo que se probara su culpa, el patrón no era
responsable de los daños sufridos por el trabajador, fue paulatinamente vencido por la
idea de los seguros sociales, que teniendo a Alemania como centro de irradiación se
extendió por el mundo y llegó a México, hasta manifestarse con cierta fuerza en la
conceptualización del riesgo profesional en la Ley de Villada de 1904 y en la de Bernardo
Reyes sobre accidentes de trabajo de 1906. Otras disposiciones emitidas en entidades
como Yucatán, Veracruz y Jalisco, brindaron magníficos antecedentes a las leyes que
posteriormente irían más allá de la previsión social y ascenderían al otro peldaño de la
solidaridad: la seguridad social.
La LSS y la LISSSTE aumentan cada día su cobertura y protección hacia las
víctimas de accidentes de trabajo. El artículo 60 de la LSS señala que el patrón que haya
asegurado a sus trabajadores contra riesgos de trabajo, quedará relevado, en los términos
de la propia Ley, de las obligaciones que sobre responsabilidad por dichos riesgos
establece la Ley Federal del Trabajo. El artículo 29 de la LISSSTE, luego de establecer el
seguro de accidentes de trabajo en favor de los trabajadores federales, expresa que, como
consecuencia de ese mecanismo protector, el ISSSTE se subrogará, en la medida y
términos legales, en las obligaciones de las entidades y organismos públicos derivados
del Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio de los Poderes de la Unión y de las
Leyes del Trabajo por cuanto a los mismos riesgos se refiere.
III. BIBLIOGRAFIA: Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1979, tomo II; Arce Cano, Gustavo, Los seguros sociales en
México, México, Ediciones Botas, 1944; Lara Sánez, Leoncio, “La seguridad en el
trabajo como fundamento de la previsión social”, Revista Mexicana del Trabajo, 7ª
época, tomo I, números 3-4, julio-diciembre de 1971; Carrillo Puerto, Ignacio, Seguridad
social, México, UNAM, 1981.
ACCION. I. (Del latín actio, movimiento, actividad, acusación.) Si bien dicho vocablo
posee varias acepciones jurídicas, la más importante y que le otorga un sentido propio es
la que se refiere a su carácter procesal. Dicha acción procesal puede concebirse como el
poder jurídico de provocar la actividad de juzgamiento de un órgano que decida los
litigios de intereses jurídicos.
II. La acción procesal tiene orígenes remotos. En Roma se le estudia dentro de los
tres diversos periodos del procedimiento civil romano: 1. La época de acciones de la ley
(754 antes de Cristo hasta la mitad del siglo II antes Cristo.). 2. La época del
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procedimiento formulario (que data de la segunda mitad del II antes Cristo y subsiste
hasta el siglo III de la era cristiana). 3. El procedimiento extraordinario, del siglo III,
después de Cristo hasta Justiniano y su codificación, 529-534 de nuestra era.
En el estadio primario (acciones de la ley) la acción se dice que eran declaraciones
solemnes, acompañadas de gestos rituales (tanto el término actio como verbo agere,
posiblemente, no era empleado cuando se habla del proceso en el sentido general de
“obrar” o “hacer alguna cosa”, sino más bien, en la especial de representar una pequeña
ficción dramática, cual es el teatro) que el particular pronuncia y realiza, por lo general,
ante el magistrado, con el fin de proclamar un derecho que se le discute o de realizar un
derecho plenamente reconocido (Arangio-Ruiz, Vincenzo, Las acciones en el derecho
privado romano, páginas 14 a 18). De allí que las acciones se dividieran en declarativas
(legis actio sacramento, per judicis arbitrive postulationem y per condionem) y
ejecutivas (legis actio per manus iniectio y por pignoris capionem).
Con ulterioridad, en el periodo formulario, las fórmulas, antes exclusivas del
conocimiento del Colegio de los Pontífices, se divulgan, se multiplican y se desposeen un
tanto del rigorismo formulista previo, para ser adaptadas a las necesidades crecientes de
un explosivo pueblo romano
Sin embargo, sin la menor duda, es la conocida y longeva concepción de Celso, la
que ha tenido mayor impacto y permanencia en la elaboración de la definición de acción
procesal, así el derecho de perseguir en juicio lo que se nos debe (nehil aliud actio, quam
ius quod sibi debeatur judicio persequendi. D. 44-7-51) se irradia por extensas latitudes,
y todavía algunas legislaciones trasnochadas y autores positivistas que les toman como
base de sus argumentaciones y comentarios, la conservan a pesar de su obsolescencia,
como lo demuestra el que la tradición de usar el título de acciones arranca de la Instituta
de Gayo, que trata del derecho procesal en el cuarto y último libro, De actionibus
(Margadant, Guillermo F., El derecho privado romano, página 140).
Algunos autores objetaban la definición de Celso en vista de que “lo que se nos
debe” no involucraba a los derechos reales; objeción que pretendió eludir el famoso
romanista, fundador de la Escuela Histórica del Derecho, Federico Carlos de Savigny al
recordar que sí se introdujeron en el derecho romano algunas acciones in rem, a las que se
les distinguía con el nombre de petitio. Estas observaciones se eliminan siglos más tarde
al agregar los glosadores a la definición de Celso, “lo que se nos debe o lo que nos
pertenece”.
Una de las corrientes más difundidas sobre la naturaleza jurídica de la acción
procesal, es la doctrina tradicional, que tiene entre sus destacados sostenedores al referido
Savigny, el que estima a la acción como el derecho que nace de la violación de un
derecho subjetivo y como el ejercicio del derecho material mismo, al argumentar que si
no existe un derecho sustancial no puede haber su violación y si no hay violación, el
derecho no puede revestir la forma especial de una acción.
Dentro de esta vertiente monolítica (que confunde y funde en uno solo; el derecho
sustantivo con el derecho de accionar) hay que mencionar a Bernardo Windscheid, quien
en 1856 había de sostener una celebérrima polémica con Theodoro Müther.
En esa época se hacía referencia a una Klagerecht, que era un concepto no
privatista, de un derecho dirigido al Estado a través de los órganos jurisdiccionales.
Para Windscheid la actio era el derecho material que con su violación adquiere
una fase que es el Anspruch o pretensión, entendida como la afirmación de que uno es
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titular de un derecho. La acción significa tener una pretensión reconocida por el derecho.
La acción es un derecho a la eliminación de la violación.
El propio autor alemán desconoce la existencia del Klagerecht, ya que según él,
hablar de acciones en lugar de derechos es una falsificación, ya que pertenecen al derecho
procesal y no al derecho sustantivo.
En el otro extremo de la polémica, se hallaba Müther, quien con sus argumentos
puede ser considerado como el iniciador de otra de las importantes posturas acerca de la
esencia de la acción procesal, o sea, la doctrina de la autonomía de la acción.
Para Müther con la violación del derecho el lesionado no tiene una pretensión
particular a la eliminación de esa violación, sino un derecho público dada la prohibición
de la autotutela a la concesión de la tutela del Estado (la acción) un derecho autónomo
para obtener una sentencia favorable (idea a la que se adherirán Wach y Kisch). El estado
tiene el derecho público a la eliminación de la violación contra el violador mismo.
Luego, acción y derecho sustancial no son idénticos pues sus obligados son
distintos.
Wach aduce que la acción procesal no emana de la realizabilidad, accionabilidad o
de la pretensión compulsiva del derecho subjetivo material, sino que es independiente y
público, se dirige al Estado y contra el adversario procurando la tutela estatal, aunque no
puede ser ejercida por cualquiera, de allí que se alude una teoría de la acción como un
derecho concreto a la tutela jurídica por medio de una sentencia favorable.
Plotzs y Degenkolb un poco más tarde, apuntalan varios de los criterios
sustentados por Müther, al rechazar la idea del Anspruch de Windscheid y al confirmar la
idea de la autonomía de la acción procesal respecto del derecho sustancial. La acción es
un derecho abstracto de todo sujeto hacia el Estado para ser oído en vía legal, que emana
del proceso y mediante el proceso se desenvuelve como un derecho a la sentencia.
Hay que recordar que otro de los argumentos contundentes contra la doctrina
tradicional estriba en la posibilidad de ejercitar la acción procesal sin tener algún derecho
sustancial, como en los clásicos ejemplos de las obligaciones naturales o del “no nacido”
derecho de crédito derivado de deudas de juegos de azar ilícitos, en los que se pone en
movimiento, se activa al órgano jurisdiccional, sin un previo basamento de un derecho
materia.
Todavía más, si al resolverse la controversia judicial se otorga la victoria,
supongamos al demandado y legalmente no se reconoce el derecho sustancial alegado por
el actor, quien, empero, puso en activo al órgano de juzgamiento por tener esa potestad
procesal; dicho en otro giro, tuvo acción más no razón o base sustancial.
En contraste, el demandado que “aparentemente” no tenía acción (se sostiene que
la acción es única), también provocó la actividad jurisdicente, que al final se le otorga o
reconoce la razón.
III. Muchas exposiciones más han intentado fundamental la naturaleza jurídica de
la acción procesal, entre las que sobresalen las de Chiovenda (la acción como derecho
autónomo potestativo); Kohler (como un derecho de personalidad); Couture (como una
forma del derecho constitucional de petición); Kelsen (que sobrepone la acción al
derecho subjetivo, si no hay acción no hay derecho sustancial); Coviello (facultad de
invocar la autoridad del Estado para la defensa de un derecho con dos estadios:
potencialidad y actuación); etcétera
46
ACCION PAULIANA. I. (Locución creada entre los siglos VI y VII después de Cristo.
en virtud de que se atribuye su creación a un pretor Paulus.) También llamada
revocatoria, definida por el artículo 2163 Código Civil para el Distrito Federal como una
facultad concedida al acreedor, a fin de que se nulifiquen los actos celebrados de mala fe
por su deudor en su perjuicio, si de estos actos resulta la insolvencia de este último,
cuando el crédito motivo de la acción es anterior a dichos actos. Está reglamentada por
los artículos 2163 a 2179 del Código Civil para el Distrito Federal perteneciendo, por
tanto, al derecho de las obligaciones y se ejercita mediante la vía ordinaria civil.
Tiene por objeto reconstruir el patrimonio del deudor para que salga de la
insolvencia parcial o total en que se encuentra en forma fraudulenta y en perjuicio del
acreedor, por ello la considera como una acción de conservación de patrimonio y en
defensa del acreedor.
II. En derecho romano era considerada como una acción personal in factum y
arbitraria, teniendo aplicación principalmente en los casos de venta de los bienes del
deudor sin haber sido satisfechos los acreedores. En el derecho justinianeo sus
características son las de una acción in factum, arbitraria, temporal e intransmisible por
herencia. Se considera que es resultado de la fusión de la actio publiciana pretoria con el
55
interdictum fraudatorium, pudiendo ser ejercitada contra el deudor y contra los terceros
beneficiados por el acto fraudulento.
III. Su naturaleza jurídica es incierta, algunos autores la consideran como una
acción de revocación y otros de nulidad. Lo que se puede apuntar con certeza es que se
trata de una pretensión en virtud de que su eficacia está subordinada a la legitimación del
acto y su fundamentación jurídica.
IV. BIBLIOGRAFIA: Gutiérrez y González, Ernesto, Derecho de las
obligaciones; 4ª edición, Puebla, Cajica, 1971; Pallares, Eduardo, Tratado de las
acciones civiles; 4ª edición, México, Porrúa, 1981.
pretensión puede ser formulada en casos excepciones por el acusado cuando solicita, al
producirse o descubrirse nuevos hechos significativos, que se revise el proceso anterior
por conducto del que indebidamente se calificó tradicionalmente como “indulto
necesario” (artículos 614 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y
560 Código Federal de Procedimientos Penales). Afortunadamente esta expresión fue
modificada por la reforma al citado artículo 560 Código Federal de Procedimientos
Penales publicada en el Diario Oficial el 24 de diciembre de 1984, y sustituida por la que
consideramos más adecuada de: “reconocimiento de la inocencia del sentenciado”.
IV. Debido al citado monopolio de la acción penal por el Ministerio Público, éste
puede adoptar varias posiciones: en primer lugar está facultado para negarse a ejercitar
dicha acción penal, cuando los hechos de que conozca no sean constitutivos de delito; o
pudiendo serlo, resulte imposible la prueba de su existencia, o bien cuando la propia
acción sea extinguida legalmente (artículo 137 Código Federal de Procedimientos
Penales). En la reforma al citado precepto promulgada en diciembre de 1983, se
agregaron otros dos supuestos: cuando se acredite plenamente que el inculpado no tuvo
participación en la conducta o en los hechos punibles, y sólo por lo que respecta a aquél;
y cuando de las diligencias practicadas se desprenda plenamente que el inculpado actuó
en circunstancias que excluyen la responsabilidad penal.
En una segunda posibilidad, el propio Ministerio Público puede promover el
sobreseimiento y la libertad absoluta del inculpado (anteriormente desistimiento de la
acción penal), cuando durante el proceso aparezca que la conducta o los hechos no son
constitutivos de delito, conforme a la descripción típica contenida en la ley penal; que el
inculpado no tuvo participación en el delito que se persigue; que la pretensión punitiva
está legalmente extinguida, o que existe en favor del inculpado una causa excluyente de
responsabilidad (artículos 8° Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y
138 Código Federal de Procedimientos Penales).
En tercer lugar, el Ministerio Público puede presentar conclusiones no acusatorias
al terminarse la instrucción del proceso (artículos 320-323 Código de Procedimientos
Penales para el Distrito Federal y 294-295 Código Federal de Procedimientos Penales),
las que equivalen al desistimiento de la acción en cuanto a sus efectos, ya que vinculan al
juzgador, quien debe decretar el sobreseimiento definitivo del proceso. En estos tres
supuestos, la determinación del agente del Ministerio Público debe ser revisada, ya sea de
oficio o a petición de los interesados, por el Procurador General respectivo, en su calidad
de jefe de la institución.
Finalmente, el Ministerio Público puede presentar conclusiones acusatorias, y en
ese supuesto, debe fijar los hechos punibles que atribuye al acusado; los elementos
constitutivos del delito, y las circunstancias que deben tomarse en cuenta al solicitar la
aplicación de las disposiciones legales y de las sanciones correspondientes (artículos 7°
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 293 Código Federal de
Procedimientos Penales).
Aun cuando ha sido objeto de un apasionado debate la posibilidad de que los
afectados puedan interponer el juicio de amparo contra las decisiones del Ministerio
Público confirmadas por el Procurador respectivo, en las que se niegue a ejercitar la
acción penal, desista de la misma o formule conclusiones no acusatorias; la
jurisprudencia firme de la Suprema Corte de Justicia ha considerado que es improcedente
57
el propio amparo en esos supuestos (tesis 198, 408, Primera Sala, Apéndice al Semanario
Judicial de la Federación, publicado en 1975).
V. La doctrina ha señalado las diversas características de la acción penal entre las
cuales destacan las relativas a su unidad e indivisibilidad, ya que se hace valer contra
todos los participantes en la realización del delito, y además se señala que la propia
acción tiene por objeto una resolución de condena, pero en esta segunda hipótesis, que se
refiere más bien a la pretensión, no siempre posee esa finalidad, pues como lo hemos
señalado, el Ministerio Público puede desistir o formular conclusiones no acusatorias, y
en ese caso, la resolución tiene carácter declaratorio, pues desemboca en la absolución del
inculpado.
Es interesante en este aspecto el punto de vista del tratadista mexicano Javier Piña
y Palacios, quien sostiene que la acción penal (en realidad, pretensión), puede dividirse
en las etapas persecutorias y acusatoria, la primera desde la consignación hasta que se
declare cerrada la instrucción, y la segunda cuando el propio Ministerio Público formula
conclusiones acusatorias; y por lo que respecta a la segunda instancia, será persecutoria
cuando el Ministerio Público interponga apelación, pero cuando solicita como apelado la
confirmación de la sentencia condenatoria, la acción asume carácter acusatorio.
Véase Conclusiones del Ministerio Público, Consignación, Ministerio
Público.
VI. BIBLIOGRAFIA: Arilla Baz, Fernando. El procedimiento penal en México;
7ª edición, México, Editores Unidos Mexicanos, 1978; Colín Sánchez, Guillermo,
Derecho mexicano de procedimientos penales; 4ª edición, México, Porrúa, 1977; Franco
Sodi, Carlos, El procedimiento penal mexicano; 4ª edición, México, Porrúa, 1957; García
Ramírez, Sergio, “La acción en el proceso penal”, Revista de la Facultad de Derecho de
México, México, tomo XVII, número 65, enero-marzo de 1967; García Ramírez, Sergio,
Curso de derecho procesal penal; 2ª edición, México, Porrúa, 1977; González Blanco,
Alberto, El procedimiento penal mexicano en la doctrina y en el derecho positivo,
México, Porrúa, 1975; González Bustamante, Juan José, Principios de derecho procesal
penal mexicano; 6ª edición, México, Porrúa, 1975; Piña y Palacios, Javier, Derecho
procesal penal, México, Talleres Gráficos de la Penitenciaría del DF, 1947; Rivera Silva,
Manuel, El procedimiento penal; 9ª edición, México, Porrúa, 1978.
Héctor Fix-Zamudio
ACCION REIVINDICATORIA. I. (Que sirve para reivindicar, del latín res, rei, cosa,
interés, hacienda, y vindicare, reclamar. Reclamar o recuperar lo que por razón de
dominio u otro motivo le pertenece.)
En el derecho romano era definida como una acción real que correspondía al
titular del derecho de propiedad en defensa de su derecho contra cualquier persona que lo
desconociera o violase. En los procedimientos de la legis actionis se le consideraba como
una acción solemne en el ejercicio de la legis actio per sacramento in rem. Según las
fórmulas de los procedimientos performulan y cognotorio se consideraba como una
acción real concedida al propietario a fin de obtener la restitución del bien objeto de su
derecho real.
II. En los términos de los artículos 3 y 4 Código de Procedimientos Civiles para
el Distrito Federal es una acción real concedida al propietario de un bien mueble o
inmueble que no está en posesión de la cosa, contra el poseedor; su finalidad es obtener la
declaración judicial de que el actor tiene el dominio sobre el bien materia del litigio y
lograr su recuperación con frutos y accesiones, conforme a lo establecido por el
ordenamiento civil (artículo 7 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal). Puede ejercitarse no sólo contra el poseedor, sino contra quien, para evitar los
efectos de la reivindicación, dejó de poseer. De conformidad con el artículo 5 Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal el demandado en un juicio reivindicatorio
puede declinar la responsabilidad del juicio señalando al poseedor que lo sea a título de
dueño. El artículo 6 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal establece
una sanción contra el poseedor que niegue la posesión, en cuyo caso la perdería a favor
del actor en el juicio.
De lo establecido por el ordenamiento procesal se derivan como elementos
constitutivos de la acción reivindicatoria los siguientes: a) Que el actor sea propietario de
la cosa, b) Que no se encuentre en posesión de la misma; c) Que el demandado tenga la
posesión del bien materia del litigio; d) Que la cosa esté dentro del comercio; e) Que sea
determinada al momento de entablarse la demanda; f) Que la cosa no esté unida a otra
por vía de accesión; g) Que no se trate de un bien mueble perdido o robado que un tercero
59
por la parte no aceptada - antes del vencimiento del título (artículo 150 segundo párrafo
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Para ejercitar la acción directa, no se requiere requisito especial, basta el mero
incumplimiento del deudor. Para la acción de regreso es necesario levantar debida y
oportunamente el protesto.
Cuando la acción de regreso no se perfecciona porque no se presentó
oportunamente el documento para su aceptación, ya que así lo requería; o porque no se
solicitó el pago en tiempo, o porque no se levantó puntualmente el protesto, entonces el
título se perjudica y perjudicado el título, no se concede acción de regreso a su
beneficiario, pues aquélla, al no ejercitarse adecuadamente, caduca (artículo 160 fracs. I y
II Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Aun cuando el título esté perjudicado, la acción directa procede contra el
aceptante y sus avalistas.
No debemos olvidar que el aceptante, el girador y los endosantes responden
solidariamente del pago de las prestaciones a que hemos aludido. El último portador del
título tiene facultad para ejercitar la acción cambiaria contra todos los obligados
cambiarios simultáneamente o contra alguno o algunos de ellos, sin perder por ese hecho
la acción cambiaria contra los otros, y sin hallarse obligado a seguir el orden que guarden
sus firmas en el título. Entiéndase que igual derecho asiste a cualquier obligado que
pague el título en contra de los signatarios anteriores, del aceptante y sus avalistas
(artículo 154 en relación con el artículo 34 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
El legislador ha previsto en el artículo 157 Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito, fórmulas extrajudiciales para que el acreedor cambiario pueda hacer efectivos
sus derechos.
7. Extinción de la acción cambiaria: prescripción y caducidad. La prescripción
significa la pérdida de la acción cambiaria al no ejercitarla en los plazos legalmente
establecidos. El transcurso de tres años extingue por - prescripción - la acción cambiaria
directa, dicho plazo corre a partir del vencimiento del título (artículo 165, fracción I Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito), o en su defecto, desde que concluyan los
plazos de presentación para la aceptación (seis meses) o para el pago cuando se trate de
letras con vencimiento a cierto tiempo vista (artículo 93, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito) o a la vista (artículo 128, Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito).
La caducidad implica que el derecho cambiario no nace. La acción cambiaria del
último tenedor del título contra los obligados en vía de regreso caduca: por no haber
presentado la letra para su aceptación o para su pago en la forma establecida por la ley;
por no haberse levantado el protesto; por no haberse admitido la aceptación por
intervención; por no haberse admitido el pago por intervención (artículo160, fracs. I-VI,
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito); por haber caducado la acción de
regreso del último tenedor del título, según lo legalmente establecido (artículo 161,
fracción I, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
También por el transcurso del tiempo la acción cambiaria de regreso, en las
siguientes hipótesis:
1) por inactividad de su titular durante un lapso de tres meses (artículos 160,
fracción V, 161 y 174, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito); y
63
Pedro A. Labariega V.
los artículos 111 y 112 de la Ley General de Sociedades Mercantiles, acción es la parte
alícuota del capital social representada en un título de crédito (rectius: título valor) que
atribuye a su tenedor legítimo la condición de socio y la posibilidad de ejercitar los
derechos que de ella emanan, así como de transmitir dicha condición en favor de
terceros.
La doctrina, en forma que podemos considerar unánime, estudia la acción desde
tres puntos de vista: I) Como parte alícuota del capital social; II) Como título de crédito;
y III) Como conjunto de derechos y obligaciones que se atribuyen a la condición de
socio.
I. Las acciones como parte alícuota del capital. El capital social es la cifra
expresada en términos monetarios en que se estiman la totalidad de las aportaciones de
los socios, las cuales se representan en acciones. Las acciones, como partes alícuotas del
capital social, representan, en dinero, la contrapartida de las aportaciones patrimoniales
efectivas realizadas por los socios y cuanto mayor sea el importe de éstas, mayor será el
número de títulos que se le otorguen. La medida de participación en el capital se
determina, pues, en razón del número de títulos que intervienen en el acto constitutivo, de
tal manera que es en las participaciones de los socios en donde reside el carácter
capitalista de las sociedades por acciones.
La expresión en términos monetarios de cada parte alícuota del capital social,
constituye el valor nominal de la acción, el cual, en términos generales y salvo
modificaciones que al respecto se llegaren a hacer en la escritura constitutiva, es
permanente durante la vida de la sociedad. Este valor nominal es diverso del valor real,
que es aquel que resulta como cociente después de dividir el patrimonio social entre el
número de las acciones emitidas; del valor contable, el cual se calcula dividiendo el
capital, más las reservas y beneficios todavía no distribuidos, entre el número de
acciones; y el valor bursátil, que se establece tomando en cuenta los tres valores
anteriores más otros factores de carácter económico, psicológico y de la más variada
índole, como lo son la política seguida por la sociedad con respecto a la repartición de
dividendos, sus perspectivas de crecimiento, etcétera, que en un momento dado
determinan una mayor o menor oferta en la demanda, y, consecuentemente, una variación
de este valor. Al lado de las acciones con valor nominal, por influencia principalmente
del derecho norteamericano, han aparecido ya en nuestro medio con cierta frecuencia
(véase artículo 125 fracción IV Ley General de Sociedades Mercantiles) emisiones de
acciones sin valor nominal (share without parvalue), cuya característica más destacada es
que en ellas se omite el valor nominal de las acciones y el importe del capital social. Por
todo lo que parece, las ventajas principales de su aparición radican en que no existe
disparidad entre el valor nominal y el valor real de las acciones y predomina en ellas, más
que la idea de una suma de dinero, la de participación en la sociedad. Sin embargo, en la
práctica norteamericana se distinguen dos tipos de estas acciones, las true no-par stocks
que son las verdaderas acciones sin valor nominal y cuyo monto y capital social no
aparece ni en los títulos ni en los estatutos, y las stated-value no-par stocks, cuyo valor y
capital, aunque no se expresa en los títulos, sí aparecen en sus estatutos; estas últimas han
sido los que nuestro legislador ha introducido en nuestro medio, pero sus supuestas
ventajas son relativas, toda vez que sí aparecen en los estatutos la cifra del capital social y
la expresión de lo que cada socio aporta en dinero o en otros bienes y el valor atribuido a
éstos (véase artículo 6° fracciones. V y VI Ley General de Sociedades Mercantiles), se
65
podrá obtener el valor nominal, el cual al compararse con las cifras que aparecen en los
informes financieros que anualmente rinde la sociedad, podrá darnos el valor contable y
el valor real.
II. Las acciones como títulos de crédito. Como disponen los artículos 87, 89
fracciones I, III y IV, 91 fracciones II y III, 97, 111, 112 a 141, 209 y demás relativos de
la Ley General de Sociedades Mercantiles y, entre otros, el artículo 22 de la Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito, las acciones requieren una forma gráfica de
expresión que las materialice y que contenga las menciones que establece el artículo 125
Ley General de Sociedades Mercantiles.
Estas formas gráficas o títulos sirven para acreditar, ejercitar y transmitir calidad y
derechos de socio y se rigen, según expresión de la Ley General de Sociedades
Mercantiles, por las disposiciones relativas a los valores literales (v. artículos 111 y 205
Ley General de Sociedades Mercantiles, 17, 18 y 22 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Mucho se ha discutido respecto a la naturaleza jurídica de estos títulos (tanto
provisionales, como definitivos) en el sentido de que si son o no verdaderos títulos de
crédito, o mejor dicho, títulos valores. Los argumentos que se han formulado para
negarles tal categoría se pueden reducir sustancialmente a dos: si las acciones, al igual
que los demás títulos de crédito, son documentos constitutivos; y si se puede considerar
que ellas incorporan derechos literales.
A nuestro modo de ver y con respecto al primer problema estimamos que sí son
documentos constitutivos, aunque ello no impide que antes de su emisión no puedan
existir socios, pues tratándose como son las acciones de documentos causales, mientras el
título no se emite el acreditamiento, circulación y ejercicio de los derechos de socio se
hará conforme a las reglas del negocio que les dio origen, es decir, del negocio social,
acreditándose el carácter de socio y la legitimación de su ejercicio, por la suscripción del
acto constitutivo y, en su caso, por la cesión de tales derechos en favor de tercero,
realizada en los términos del derecho común, lo que no sucederá una vez que los
certificados provisionales o las acciones se hayan emitido.
En cuanto al segundo de los problemas apuntados, consideramos también que sí se
trata de documentos literales (los que no deben confundirse con documentos íntegros) y
en caso de contradicción entre lo establecido en el título y lo resuelto por una asamblea
posterior que modificará su contenido, debe estarse a lo resuelto por una asamblea
posterior que modificará su contenido, debe estarse a lo resuelto por ésta, pues no hay que
olvidar que es obligatorio el designar, tanto en los certificados provisionales como en los
títulos definitivos, los datos de inscripción de la sociedad en el Registro de Comercio,
referencia que, según la que estimamos mejor doctrina, es suficiente para cumplir el
requisito de literalidad aunque en ellos tal literalidad no será íntegra, sino que se
complementa por la referencia.
Por otra parte, los títulos acciones y los certificados provisionales, pueden
amparar una o varias acciones y estos últimos deben llevar adheridos cupones que se
desprenderán del título y que se entregarán a la sociedad contra el pago de dividendos,
intereses constitutivos o para el ejercicio de algún otro derecho que la asamblea
determine, como es el caso del ejercicio del derecho de suscripción preferente en los
aumentos de capital, etcétera
66
dichas utilidades se distribuyan entre los socios y fijar fecha para su pago, pues no hay
que olvidar que las referidas utilidades corresponden a la sociedad, persona moral distinta
de los socios, y sólo cuando ésta tome el acuerdo a través del órgano correspondiente, de
repartirlas entre los socios y fije fecha para su pago, es que nace el derecho del accionista
para exigirlo, incluso judicialmente a la sociedad.
Por cuanto hace al derecho a la cuota de liquidación es también un derecho del
que no se puede privar a ningún socio y se cubre en proporción a lo que cada uno de ellos
haya exhibido para pagar sus acciones; sin embargo, este derecho se encuentra
condicionado a la existencia de un haber social repartible después de cobrar los créditos y
pagar las deudas de la sociedad, amén de que de existir acciones preferentes, se cubriría
en primer término a los tenedores de éstas el valor nominal de sus acciones.
Respecto de los derechos corporativos o de consecución, estimamos que el
fundamental y de mayor trascendencia es el derecho de coto, puesto que es a través de su
ejercicio como el socio participa en la vida de la sociedad; sin embargo, con objeto de
que este derecho puede ser ejercitado plena y conscientemente, la ley ha concedido al
accionista una serie de derechos preparatorios o complementarios de él, como son el
derecho a ser convocado a la asamblea de accionistas una serie de derechos preparatorios
o complementarios de él, como son el derecho a ser convocado a la asamblea de
accionistas, a que las asambleas se efectúen dentro del domicilio social, el derecho de
participar por sí o mediante representante en las asambleas, el derecho de voto y en
algunos casos el derecho de retiro (véase artículos 113, 168, 173, 179, 183, 185, 186, 187,
189, 190, 191, 196 y 206 Ley General de Sociedades Mercantiles); asimismo goza
también del derecho de denunciar al comisario las irregularidades que observe dentro del
manejo de la sociedad (véase artículo 167 Ley General de Sociedades Mercantiles) y del
derecho de opción para suscribir nuevas acciones en los casos de aumento de capital en la
proporción de las que es poseedor (véase artículo 132 Ley General de Sociedades
Mercantiles). Este último derecho se puede considerar como de naturaleza híbrida toda
vez que desde el punto de vista general y abstracto, es un derecho de consecución que
permite a cada socio mantener la situación de influencia en la sociedad con la que ha
venido participando; pero ante un aumento concreto de capital puede adquirir un carácter
patrimonial, pues la falta de suscripción de las nuevas acciones por el interesado, en el
caso de que el patrimonio sea superior al capital social, permitiría que otro u otros
participaran en las reservas y demás elementos del activo que se han venido acumulando
y que atribuyen a las antiguas acciones un valor contable y real superior al nominal.
Al lado de estos derechos individuales de los socios, existen además algunos otros
que su ejercicio requiere que él o los accionistas sean poseedores de un porcentajes
determinado de capital social; estos derechos, denominados como derechos de las
minorías son los siguientes: a designar cuando menos un administrador o comisario
cuando el número de consejeros o comisarios sean tres o más (véase artículos 144 y 171
Ley General de Sociedades Mercantiles); a solicitar se convoque a la asamblea de
accionistas para que se trate algún asunto que sea de la competencia de ésta (véase
artículo 184 Ley General de Sociedades Mercantiles); a solicitar se aplace la votación de
cualquier asunto comprendido en el orden del día de una asamblea cuando no se
considere o consideren suficientemente informados (véase artículo 199 Ley General de
Sociedades Mercantiles); a oponerse judicialmente a la resolución de una asamblea y a
obtener la suspensión de la resolución, cuando se considere o consideren que en dicha
68
asamblea se ha violado alguna cláusula del contrato social o algún precepto legal (véase
artículos 201 a 204 Ley General de Sociedades Mercantiles); y a ejercitar acción en
contra de administradores y comisarios para exigirles responsabilidad civil cuando su
actuación no se hubiere apegado a lo establecido en el contrato social y en la ley (véase
artículos 163 y 171 Ley General de Sociedades Mercantiles).
véase Capital Social, Clases de Acciones de Sociedades, Sociedades
Anónimas, Títulos de Crédito
IV. BIBLIOGRAFIA: Bérgamo, Alejandro Sociedades anónimas (las acciones),
Madrid, 1970; Broseta Pont, Manuel, Manual de derecho mercantil, Madrid, Tecnos,
1972; Claret Martí, Pompeyo, Sociedades anónimas, Barcelona, Bosch, 1944; Fisher,
Rodolfo, Las sociedades anónimas (su régimen jurídico), traducción de W. Roces,
Madrid, Editorial Reus, 1934; Garrigues, Joaquín, Tratado de derecho mercantil, Madrid,
Revista de Derecho Mercantil, 1947; Gasperoni, Nicola, Las acciones de las sociedades
mercantiles; traducción de Francisco Javier Osset, Madrid, Revista de Derecho Privado,
1950; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Tratado de sociedades mercantiles, México,
Porrúa, 1959; Sánchez Calero, Fernando, Instituciones de derecho mercantil, Valladolid,
Editorial Clares, 1969; Uría, Rodrigo, Derecho mercantil, Madrid, 1958; Vivante, César,
Tratado de derecho mercantil; traducción de Miguel Cabezas y Anido, Madrid, Editorial
Reuns, 1939.
1. Clasificación
A. POR LA PERSONA QUE PRESTA LA ACEPTACION
a. ORDINARIA: cuando se trata del girado (artículo 92, párrafo 1° Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito)
b. EXTRAORDINARIA: cuando es persona distinta al girado; por ejemplo
el recomendatario u otro (artículo 92, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
c. POR REPRESENTANTE: cuando quien acepta la letra es un
representante del girado (artículos 9 y 11 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
d. POR INTERVENCION: cuando al negarse el girado a aceptar, la
realiza otra persona (artículo 102, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
B. POR EL NÚMERO DE PERSONAS QUE PRESTAN LA ACEPTACION
a. INDIVIDUAL: cuando se trata de una sola persona el librado u otro.
b. COLECTIVA O CONJUNTAMENTE: cuando todos y cada uno de los
designados habrán de aceptarla (artículo 159, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
c. SUCESIVA: cuando se requiera al primer designado y posteriormente a
los demás.
d ALTERNATIVA:. cuando cualquiera de los designados habrá de
aceptarla (artículo 92, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
C. POR LA OBLIGATORIEDAD DE LA PRESENTACION A LA
ACEPTACION
a. VOLUNTARIA: cuando la ley deja al arbitrario del portador la
exhibición del documento al girado; por ejemplo, las letras giradas al día fijo, a cierto
tiempo fecha (artículo 94, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
b. NECESARIA: por establecerlo así el ordenamiento o éste autorice al
girador a impone dicha carga.
c. INNECESARIA: en las letras a la vista (artículo 79, fracción I y último
párrafo, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
D POR SU EXTENSION.
a. TOTAL: cuando es por el importe total consignado en el documento
(artículo 99, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
b. PARCIAL: cuando es por una parte de la cantidad (artículo 99, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
E. POR SU FORMA
a. EXPRESA: cuando se consigna en el mismo título de crédito (artículo
97, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito)
b. REVOCABLE: cuando el girado tacha la aceptación antes de restituir la
letra (artículo 100, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
c. IRREVOCABLE: cuando una vez aceptada se devuelve al tenedor.
d. CALIFICADA: (Sub mutatione), cuando el aceptante introduce una
modalidad y se obliga en esos términos (artículo 99 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
2. La formalidad de aceptar. La formalidad que la ley establece es que se escriba
la expresión
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- acepto - o equivalente y la firma del girado; sin embargo, es suficiente con que la firma
de éste aparezca en el anverso o reverso del documento (artículo 97, Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito). Normalmente se consigna también la fecha en la que
el acto se verificó. Esto es relevante para las letras a cierto tiempo vista y para aquellas
que la ley ordena un plazo determinado, porque así lo indique su texto; luego la fecha no
es un requisito esencial, pues en caso de omisión, el tenedor puede consignarla (artículo
98, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
3. Presentación para la aceptación. Antiguamente, en el contrato de cambio, la
aceptación se efectuaba en plaza distinta del lugar de expedición. Hoy en día ambos actos
no siempre coinciden, al punto de que la letra puede circular únicamente con el respaldo
del librador.
La letra de cambio debe presentarse primeramente al girado; si éste no acepta, una
vez levantado el protesto, a las personas recomendadas en la letra. Teóricamente, no
aceptar una letra de cambio a la vista, no suscita mayor problema en el pago;
prácticamente sí, ya que en ese mismo momento puede requerirse el pago que
naturalmente no se satisfará. En tal caso, ni siquiera procede la acción cambiaria de
regreso contra el librador y los endosantes pues éstos garantizaron, no la previa
obligación del librado, sino el pago al momento de la presentación (artículo 128 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
En principio, la presentación de la letra para su aceptación es potestativa, ya que
la letra puede ser pagada sin aceptación previa.
La presentación de la letra pagadera a cierto tiempo vista, es indispensable, ya que
la aceptación permite establecer cuándo habrá de vencer. De aquí la importancia de
inscribir la fecha de la aceptación (artículo 98 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito). Este tipo de letras requieren presentarse para su aceptación dentro de los seis
meses siguientes a su fecha; sin embargo, el girador puede extender o disminuir ese lapso
o impedir que se presente antes del plazo señalado (artículo 93, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Estas cláusulas accesorias, tiene distinta finalidad: evitar deshonrar al documento;
por ello, se prohibe su presentación antes de que cierto plazo transcurra, pues esto
permite que librador y librado se pongan de acuerdo para que éste asegure el pago; o la
utilidad de liberar lo más pronto posible a los responsables del título cuando éstos -
llámense endosantes o avalistas del girador -, reducen el plazo porque así lo permite la
ley (artículo 93, párrafo primero, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
En las letras pagaderas a cierto plazo de su fecha o a día fijo, el portador del
documento puede elegir si lo presenta o no a la aceptación. En caso afirmativo, podrá
presentarlo a más tardar el último día hábil anterior al del vencimiento. Aquí también es
válida la cláusula inscrita por el girador que exige presentar la letra en un cierto plazo o
bien que prohibe la presentación en una época determinada (artículo 94, Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
La letra de cambio girada contra el propio librador, requiere aceptación para que
éste como aceptante, responda como principal obligado. Negada la aceptación, se deja
expedita la acción de regreso anticipada aun contra el librador.
La letra de cambio en blanco (incoada) puede presentarse a la aceptación ya que
el documento debe aparecer completo cuando se haga valer el derecho.
71
Pedro A. Labariega V.
ACERTAMIENTO. I. Acierto.
II. En materia fiscal, la doctrina lo explica en el sentido de coincidencia o
actualización de un hecho al supuesto normativo, que hace que surja para el
contribuyente una o varias obligaciones y, para la autoridad, el derecho o potestad de
exigir su cumplimiento. Desde el ángulo del derecho fiscal sustantivo (por contra del
procesal), el acertamiento es la denominación de uno de los efectos de la adecuación de
una conducta al supuesto normativo, cuya realización convierte o da a una persona la
calidad de contribuyente, con todos los derechos y obligaciones establecidos en las leyes
que le sean aplicables. De manera más sintética acertamiento significa el momento
característico del nacimiento de la obligación.
III. BIBLIOGRAFIA: Ataliba, Geraldo, Hipótesis de incidencia tributaria;
traducción de R. García Mullín, Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1977;
Briseño Sierra, Humberto, Derecho procesal fiscal, México, Antigua Librería Robredo,
1964; Pugliese, Mario, Derecho financiero; traducción de J. Silva, México, Fondo de
Cultura Económica, 1939; Sánchez León, Gregorio, Derecho fiscal mexicano; 3ª edición,
Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1974.
de Revisiones, integrada por un alcalde del crimen, el asesor del virreinato y un abogado,
su finalidad era revisar y en su caso ratificar o modificar, dentro de los 15 días siguientes
a ser dictada, cualquier sentencia de tortura, muerte, azotes o similar que implicara una
vergüenza pública; tratábase de una revisión obligatoria no de resolver un recurso.
III. La Constitución de Cádiz de 1812 disponía en su artículo 248 que no habría
más que un solo fuero, en consecuencia el Real Acuerdo resolvió la disolución de la
Acordada, como un efecto sucedió. Cuando regresó al trono Fernando VII, en 1814,
dispuso que se volviera al orden institucional existente en el Imperio Español antes de
1808, por lo tanto se debería restablecer la Acordada, sin embargo como su presupuesto
ya se había ocupado para otros fines y su local destinado para almacén de tabaco, el
Tribunal de la Acordada de la Nueva España nunca más volvió a existir.
IV. BIBLIOGRAFIA: Bazán Alarcón, Alicia, “El Real Tribunal de la Acordada
y la delincuencia en la Nueva España”, Historia Mexicana, México, volumen XIII,
número 3, enero-marzo de 1964; MacLachlan, Colín, “Acordada” Los tribunales de la
Nueva España, México, UNAM, 1980; Ramos Pérez, Demetrio, “El Tribunal de la
Acordada en las Cortes de Cádiz y su posible duplicación”, Memoria del II Congreso de
Historia del Derecho Mexicano, México, UNAM, 1981; Piña y palacios, Javier, “El
Tribunal de la Acordada, Notas para su historia y funcionamiento”, Criminalia, México,
año XXV, número 9, septiembre de 1959.
ACREEDOR. I (Del latín creditor, de credere, dar fe, que tiene acción o derecho a pedir
el pago de una deuda.) El acreedor es la persona ante quien y en cuyo interés otra llamada
deudor debe tener un cierto comportamiento económicamente apreciable, es el titular de
la prestación a cargo de otra llamada deudor.
II. Concepto. El acreedor es el titular del derecho a la prestación debida por el
deudor, es decir es el sujeto activo de la obligación, del vínculo jurídico por el cual una
persona (deudor o “promitente”) queda constreñida o comprometida frente a otra
(acreedor o “estipulante”) a cumplir una prestación, o sea, a desarrollar una actividad
determinada, patrimonialmente valorable que consiste en un dar, hacer o no hacer, y que
atribuye a la segunda (acreedor) un correspondiente poder que consiste en la pretensión
de esa prestación. Cabe advertir que el legislador sólo adopta el vocablo “acreedor”
cuando el objeto de la prestación tiene un objeto diverso, de manera que el término
empleado en su lugar hace referencia l negocio particular de que se trate, por ejemplo,
comprador, arrendador, fiador, asegurado, legatario, etcétera De cualquier manera,
cuando la ley alude al acreedor no sólo se refiere al titular o sujeto activo de una
obligación pecuniaria, sino al sujeto activo de cualquier posición obligatoria.
Así, el acreedor es el titular del derecho de crédito, del derecho que se tiene contra
otra persona llamada deudor para la satisfacción de un interés digno de protección, en
donde dicho interés constituye propiamente lo que la prestación de satisfacer; la
particularidad de la obligación estriba en que el interés del acreedor está tutelado, es un
derecho por el cual debe ser satisfecho por el deudor.
III. Derecho de crédito. Existen diversas teorías sobre la naturaleza jurídica del
derecho de crédito; una de ellas, la subjetiva (crédito como potestad) considera que la
obligación o derecho de crédito importa un señorío sobre determinados actos de la
conducta del deudor, los cuales deben concebirse como sustraídos a su libertad y
sometidos la voluntad del acreedor. Por su parte las teorías objetivas vincular el derecho
del acreedor a la realización de un resultado objetivo de transferencia de valores, es decir,
de relación entre patrimonio. En cambio, la teoría de la doble relación (debitum y
garantía) estima que la obligación ha de ser considerada como un vínculo jurídico
complejo en cuyo seno se deben distinguir dos relaciones diversas: una de deber y otra de
responsabilidad; así la norma jurídica que sanciona una obligación importa un mandato
para que el deudor cumpla voluntariamente la prestación y autoriza al acreedor para
exigir su cumplimiento. En el supuesto de que el deudor no quiera cumplir
voluntariamente, la norma le da al acreedor medios para obtener forzadamente
satisfacción a sus derechos. El primer mandato crea entre deudor y acreedor una relación
de debitum, cuyo objeto es la prestación, el segundo confiere al acreedor potestades
contra el patrimonio del deudor y constituyen la relación de garantías. El debitum
atribuye al acreedor una expectativa, una esperanza dirigida a la prestación, es un derecho
o título para pretender el cumplimiento voluntario, independientemente de que tenga
medios para hacerlo efectivo; la garantía, en cambio, entra a funcionar cuando ocurre el
77
bienes del deudor, los de un tercero (la fianza o el obligado solidario), o ciertos bienes de
un tercero (la hipoteca por el obligado).
5. También el acreedor tiene el derecho de ejercitar la acción oblicua, es decir
ejercitar los derechos y acciones de sus deudores. En efecto, un principio general declara
que ninguna acción puede ejercitarse sino por aquel a quien compete, o por su
representante común (artículo 29 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal), sin embargo, cumplidos ciertos requisitos el acreedor puede ejercitar los
derechos que corresponden a su deudor, requisitos tales como: a) tener un crédito que
conste en título ejecutivo, b) el descuido o negativa del deudor para deducir sus deudas
una vez que ha sido compelido por su acreedor, y c) que las acciones ejercitadas no sean
derivadas de derechos inherentes a la persona del deudor.
VII. Mora del acreedor. Mora accipiendi, es el hecho del retraso del
cumplimiento de la obligación por el deudor debido a la conducta del acreedor que omite
la cooperación indispensable para que la prestación se realice. Para que el deudor se
libere del pago de daños y perjuicios, o de intereses moratorios, o en fin, para que
demuestre que su incumplimiento se debió a la culpa de su acreedor debe: a) estar en
situación lícita de realizar su prestación, b) ofrecer debidamente esa prestación al
acreedor, de forma que todo incumplimiento en adelante le sea imputable a éste, c)
demostrar que el acreedor no acepta la prestación ofrecida o que omite la cooperación
indispensable para su cumplimiento, d) ofrecer la prestación debida en la forma y
términos pactados o prescritos por la ley, y e) demostrar la culpa del acreedor.
VIII. Clases de acreedores. 1. Acreedor quirografario. Para la doctrina clásica se
trata de un causahabiente del deudor o título universal, mientras que para Bonnecase de
un causahabiente a título particular. Se trata de un acreedor sin derecho a prelación,
carente de privilegio, prenda o hipoteca cuyo pago se hace en proporción de su derecho,
al monto de su crédito y una vez que se han pagado a los acreedores con privilegio o
prenda o hipoteca. 2. Acreedor a plazo, condicional o eventual. Aquel cuyos derechos son
aún eventuales o se hallan en suspenso por un plazo o una condición, no facultado para
actuar en nombre de su deudor. 3. Acreedor aparente. Esta institución aparece cuando se
hace el pago realizado de buena fe al poseedor del crédito (se considera válido), se trata
del titular aparente del crédito, de quien para todo el mundo es el acreedor, aun cuando en
verdad no lo sea. 4. Acreedor privilegiado. Aquel que por ley tiene el privilegio de ser
pagado con antelación a ciertos acreedores, así se alude a los acreedores singularmente
privilegiados (artículo 260 Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos) y a los acreedores
con privilegio especial. 5. Acreedor hipotecario. Aquel acreedor que tiene derecho, en
caso de incumplimiento de la obligación garantizada, a ser pagado con el valor de los
bienes, sin necesidad de entrar en concurso con los otros acreedores, a menos que se trate
de otros de la misma clase (también hipotecarios, artículos 2893, 2981 y 2982 Código
Civil para el Distrito Federal y 263 Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos). 6. Acreedor
prendario. Es el titular del derecho real constituido sobre un bien mueble enajenable para
garantizar el cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago y no necesita
entrar en concurso para hacer efectivos sus créditos (artículos 2856 y 2981 Código Civil
para el Distrito Federal). 7. Acreedor alimentario. La persona que tiene el derecho
irrenunciable, inembargable, imprescriptible y no sujeto a transacción de recibir
alimentos, es decir, comida, vestido, habitación, asistencia en casos de enfermedad y
tratándose de menor de edad, gastos para su educación y para proporcionarle algún oficio,
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arte o profesión honestos y adecuados a su sexo (sic) y circunstancia (artículos 301 y 308
Código Civil para el Distrito Federal), son acreedores alimentarios: el cónyuge (artículo
302 Código Civil para el Distrito Federal); los hijos de sus padres, en su defecto de sus
abuelos en ambas líneas, y a falta de éstos de los hermanos de padre y madres, de los de
madre, de los de padre o de los hermanos y demás parientes colaterales (artículos 303,
304, 305 Código Civil para el Distrito Federal); los padres son acreedores alimentarios de
sus hijos, a falta de éstos de los hermanos de padre y madre, de los de madre, de los de
padre o de los hermanos y demás parientes colaterales (artículos 303, 304, 305 Código
Civil para el Distrito Federal); los padres son acreedores alimentarios de sus hijos, a falta
de éstos de los descendientes más próximos en grado (confrontar artículos 304 y 305
Código Civil para el Distrito Federal); el adoptante es acreedor del adoptado y éste del
adoptante en los casos en los que lo son el padre y los hijos (artículo 307 Código Civil
para el Distrito Federal). 8. Pluralidad de acreedores. Cuando existen dos o más titulares
de un crédito, aquí la situación puede variar según que la obligación sea mancomunada o
solidaria, divisible o indivisible. 9. Acreedor personal. Sólo tiene acción personal contra
su deudor, su crédito puede constar en documento público, privado o bien de palabra. 10.
Acreedor real. Tiene a su favor una acción real sobre los bienes de su deudor, dicho
acreedor puede ser de dominio (propiedad), de posesión, hipotecario o pignoraticio,
según que la acción sea de reivindicación, prescripción, hipoteca o prenda,
respectivamente. 11. Acreedor del fallido. El titular de créditos respecto del deudor que
se encuentra en situación de quiebra. 12. Acreedor de la masa. Se refiere al acreedor de la
entidad ideal, masa que se constituye con motivo y desde el momento del
desapoderamiento del deudor fallido. 13. Acreedor solidario. Titular de un crédito
constituido en su favor y al de otro u otros acreedores de manera tal que cada uno de ellos
tiene derecho a exigir el pago total de la deuda y el deudor la obligación de pagar a
cualquiera de los mismos. 14. Acreedor de la sucesión. Aquel cuyo crédito se origina por
obligaciones del causante o por la apertura de su sucesión. 15. Acreedor testamentario. El
titular del derecho a reclamar del heredero la entrega de la donación mortis causa o del
legado. 16. Acreedor hereditario. Se trata de uno de los acreedores de la sucesión, es
aquél del causante que no recibió de éste en vida el pago de sus crédito y tiene el derecho
a reclamarlo sobre los bienes de la herencia respectiva. 17. Acreedor sin acción. El
acreedor que carece de acción para reclamar lo que se le debe por ser el titular de una
obligación natural, sin derecho compulsivo sobre el deudor para hacer efectiva su
responsabilidad patrimonial. 18. Acreedor común y ordinario. es el acreedor
quirografario.
IX. Prelación de créditos. El acreedor tiene un derecho de garantía general sobre
los bienes de su deudor, pero no sobre un bien determinado, sino sobre el patrimonio del
mismo, es decir, el deudor responde de sus obligaciones con todos sus bienes (artículo
2964 Código Civil para el Distrito Federal). En principio, el acreedor sufre las
consecuencias de los actos de su deudor, si éste enajena uno de sus bienes, esta operación
es oponible a sus acreedores, quienes no pueden oponerse al tercer adquirente ni intentar
embargar un bien que ha salido del patrimonio sobre el cual recae su derecho de garantía
(otra cosa sería el fraude de acreedores). En efecto, los acreedores no tienen el derecho de
persecución sobre la masa de los bienes que integran el patrimonio de su deudor, por lo
que el valor de su garantía se ve mermado cuando el pasivo aumenta debido a nuevas
deudas, de suerte que si dicho pasivo excede al activo, dichos acreedores carecen de
81
preferencia alguna basada en la antigüedad de sus créditos, todos los acreedores corren la
misma suerte por lo que son pagados con el precio de los bienes del deudor a prorrata,
proporcionalmente al monto de sus créditos. Sin embargo, un acreedor puede tener una
causa legítima de preferencia que resulte de un privilegio o bien de una prenda o de una
hipoteca (artículo 2981 Código Civil para el Distrito Federal), es decir, que pueden existir
diversas clases de acreedores y, por tanto cierto orden o prelación en el pago de sus
créditos, veamos la prelación de créditos en caso de quiebra de un comerciante: la Ley de
Quiebras y Suspensión de Pagos establece el orden en que deben satisfacerse los créditos
de los acreedores, así 1° los acreedores singularmente privilegiados (por gastos de
entierro, gastos de enfermedad que haya causado la muerte del deudor y salarios del
personal, obreros y empleados), 2° acreedores hipotecarios, 3° acreedores con privilegio
especial, los que según las leyes tengan un privilegio especial o un derecho de retención,
4° acreedores comunes por operaciones mercantiles, 5° acreedores comunes
(quirografarios) por derecho civil (artículo 267 Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos).
En cuanto al fisco como acreedor, remite a la ley especial. En materia civil se establece la
prelación de los créditos fiscales provenientes de impuesto (artículo 2980),
posteriormente los créditos hipotecarios y los prendarios, en tercer lugar se alude a los
acreedores preferentes sobre determinados bienes (artículo 2993 Código Civil para el
Distrito Federal), y finalmente, y en este orden, acreedores de primera, segunda, tercera y
cuarta clases (artículos 2994-2998 Código Civil para el Distrito Federal).
X. Extinción del crédito del acreedor. 1° Normalmente la obligación se extingue
cuando el acreedor es satisfecho con el cumplimiento de la obligación (pago). 2° Cuando
es satisfecho por un modo diverso (dación en pago, novación, confusión o
compensación). Como excepción, hay casos en que se extingue la obligación: a) porque
el cumplimiento se haya terminado (plazo extintivo), b) porque el acreedor acepta el
incumplimiento (remisión de deuda), c) porque el cumplimiento se hace imposible, o d)
por prescripción. En cuanto a obligaciones derivadas de un contrato existen otros modos
de extinción que destruyen la obligación atacando el contrato mismo, el deudor queda
liberado porque el contrato es destruido o suspendido, se trata de la anulación del
contrato, de su rescisión o de su revocación.
XI. BIBLIOGRAFIA: Bonnecase, Julien, Elementos de derecho civil; traducción
José Ma. Cajica Jr., México, 1945, volumen XIV, tomo 2; Branca, Giuseppe,
Instituciones de derecho privado; traducción Pablo Macedo, México, Porrúa, 1978;
Busso, Eduardo B., Código civil anotado, Buenos Aires, Ediar, 1949, tomo III; Mazeaud,
Henri y Jean, Lecciones de derecho civil; traducción Luis Alcalá-Zamora y Castillo,
Buenos Aires, EJEA, 1960, volumen 2ª parte; Ruggiero, Roberto de, Instituciones de
derecho privado; traducción Ramón Serrano S. y José Santa Cruz Tejeiro, Madrid, Reus,
1944, tomo I.
entidades representadas por dicho Constituyente creándose la gran nación mexicana. Este
documento fue firmado especialmente por todos los miembros de dicho Congreso como
representantes de sus respectivas entidades, siendo acatado y obedecido desde luego por
los gobiernos y autoridades de estas últimas.
II. El documento está redactado con la apariencia de una constitución política
abreviada. Consta de tan solo 36 artículos en los cuales se consagran los principios
fundamentales que se refieren al territorio y a las partes integrantes del nuevo Estado
federal; los principios relativos a la religión, a la soberanía nacional y a la independencia
y soberanía peculiar de los Estados miembros de la Unión; igualmente se consagran los
principios sobre la organización y funcionamiento tanto de los poderes del ente federativo
como de los Estados; lo relativo a los derechos del hombre y del ciudadano,
particularmente sobre la libertad de imprenta y varias previsiones más de orden práctico y
general.
III. Históricamente, el Acta Constitutiva es efecto y consecuencia de los
acontecimientos políticos que tienen lugar desde el momento mismo de la declaración de
independencia en 1821 hasta la fecha en que se firma dicha Acta. Ahí se resumen los
esfuerzos por constituir al país de la Soberana Junta Provisional Gubernativa, creada por
Iturbide en el mismo año de 1821, y del Congreso Constituyente Mexicano de febrero de
1822, que fracasaría en su intento por darle forma definitiva al país ante los propósitos de
Iturbide por proclamarse emperador.
Por otra parte, la intransigencia derivada de su fuerza, de algunas de las
Diputaciones Provinciales coadyuvó al fracaso del imperio iturbidista que al carecer de
apoyo se vio obligado a autodisolverse. Las provincias quedaron independientes del
gobierno central, el cual convocó a una asamblea, cuya naturaleza fue tema de
controversia, a fin de redactar una constitución. Ante las presiones separatistas de las
provincias esta asamblea emitió lo que reconoce como “voto del Congreso”, por el cual
se admitía y declaraba el sistema federal y se convocaba a elecciones de un nuevo cuerpo
legislativo.
Cuando comenzó a sesionar este segundo congreso constituyente el 5 de
noviembre de 1823, ya se había consumado el proceso de autoproclamaciones en Estados
libres, independientes y soberanos de varias de las Diputaciones Provinciales, que habían
enviado sus representantes al primer Constituyente, aceptando formar parte de un solo
país fuerte y poderoso. Se trataba de las Diputaciones Provinciales de Centro América,
así como de las de Yucatán, Oaxaca, Jalisco, Zacatecas, a las que no pudo someter el
ejército central y que resolvieron enviar representantes a este segundo Constituyente con
el mando imperativo de luchar por la formación de un Estado federal. De ahí pues que,
ante la amenaza de una dispersión total la nueva Asamblea se apresuró a expedir el Pacto
de Unión constitutivo de la nación mexicana bajo la forma ya señalada de república
popular federativa.
IV. El Acta Constitutiva frente al mundo exterior, consagra el principio de la
unidad indiscutible del Estado mexicano y el principio de la soberanía nacional, cuyos
atributos se acuerda que serían encomendados al ente federativo o a los poderes de la
Unión. El supremo poder de la Federación se dividiría para su ejercicio en los tres
poderes ya clásicos: legislativo, ejecutivo y judicial.
V. Respecto al mundo interior de esta República representativa popular federal, se
establece el reconocimiento expreso de que sus partes integrantes son Estados, libres,
83
concluía con cuatro puntos resolutivos, el último de los cuales proponía la sanción del
Acta de reformas propiamente dicha, la cual constaba de 22 artículos.
falta de ésta no permite inscribir dichos actos en el Registro. Luego, si los acuerdos no
requieren necesariamente inscripción, su eficacia no depende de que consten en acta.
Todo se concreta a una prueba más o menos difícil. La existencia del acuerdo podrá
acreditarse por otros medios de prueba reconocidos por el derecho, sin menoscabo de la
responsabilidad en que hayan podido incurrir los administradores al no levantar el acta
respectiva y al no haber llevado con regularidad el libro de actas que determinan los
artículos 34 y 36 Código de Comercio (Garrigues-Uría).
Cuando haya discrepancia entre el contenido del acta y el texto protocolizado por
el notario, prevalece el del acta, en atención al pacto habido entre las partes, si la
disconformidad es entre el contenido del acta y el de su inscripción, predomina éste con
relación a terceros (artículo 29 Código de Comercio).
véase Convocatoria, Publicidad Mercantil.
II. BIBLIOGRAFIA: Feisch Philipp, Walter. La sociedad anónima mexicana,
México, Porrúa, 1979; Garrigues, Joaquín y Uría, Rodrigo, Cmentario a la Ley de
Sociedades Anónimas; 2ª edición, Madrid, 1958, tomo I; Mantilla Molina, Roberto L.,
Derecho mercantil 20ª edición, México, Porrúa, 1980; Pina Vara, Rafael de, Elementos
de derecho mercantil mexicano; 14ª edición, México, Porrúa, 1979; Rodríguez y
Rodríguez, Joaquín, Curso de derecho mercantil; 11ª edición, México, Porrúa, 1979,
tomo 1; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Tratado de sociedades mercantiles, México,
Porrúa, 1947, tomo II; Vázquez del Mercado, Oscar, Asambleas de sociedades anónimas;
2ª edición, México, Porrúa, 1971.
Pedro A. Labariega V.
III. Por otra parte, a medida que se perdían las plazas dominadas por los
insurgentes, las propias autoridades novohispanas reconocían que “el espíritu
independentista de los mexicanos era ya irreversible”. En este contexto se presentó el
levantamiento de Riego en España, y la vuelta al régimen constitucional, con Fernando
VII a la cabeza. En Veracruz, en Jalapa y en la propia ciudad de México fue jurada la
Constitución de Cádiz, entre mayo y junio de 1820. La instauración de la libertad de
prensa que prescribía la Constitución dio lugar a lo que se ha llamado “la otra revolución”
de independencia, que consistió en la difusión, entre las clases medias, de las ideas
políticas que implicaban la separación de España. Esta segunda revolución se unió a los
restos de la primera, con la ventaja de hallarse incrustada y tolerada por el sistema.
Agustín de Iturbide, jefe del ejército realista, recibió órdenes de ir a combatir al
último reducto insurgente que se hallaba en las montañas del sur, al mando de Vicente
Guerrero. Lejos de buscar el enfrentamiento, ambos jefes se unieron en contra del virrey.
Después de proclamar el Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821, Iturbide buscó el apoyo
militar de otros jefes del ejército realista, y en julio de 1821, el virrey Apodaca fue
“destronado”. En agosto del mismo año desembarcó en Veracruz Juan O’Donojú, quien
venía a hacerse cargo del virreinato, pero inmediatamente suscribió los Tratados de
Córdoba, los cuales, al igual que el Plan de Iguala, proclamaban la independencia, aunque
pretendían ofrecer el trono del nuevo imperio a Fernando VII, o a alguno de sus
familiares, y en el último de los casos a quien designaran las Cortes que habrían de
constituirse.
La unión entre los restos del ejército insurgente y los jefes realistas hizo que los
hechos arriba mencionados se conozcan en la historia de México como “la consumación
de la independencia”.
IV. El acta que sancionaba solemne y formalmente estos hechos es un texto muy
breve en el que se hacía mención del proceso iniciado en Iguala. Aludía a la restitución de
los derechos de la nación mexicana que le había sido concedidos por el autor de la
naturaleza, y declaraba solemnemente que en adelante, la nación mexicana era “nación
soberana e independiente de la antigua España”, con la cual sólo la unirían lazos de
amistad La nación se constituiría conforme a lo prescrito en el Plan de Iguala y en los
Tratados de Córdoba.
El Acta de Independencia fue redactada por el Secretario de la Junta Provisional
Gubernativa, Juan Espinosa de los Monteros, y firmada, entre otros, por el propio
Iturbide, el ex virrey O’Donojú, el Obispo de Puebla, Juan Francisco de Azcárete, José
Miguel Guridi y Alcocer, el marqués de Salvatierra, Anastasio Bustamante y Antonio de
Gama y Córdoba.
Véase Plan de Iguala, Tratados de Córdoba.
IV. BIBLIOGRAFIA: Lemoine, Ernesto, Morelos y la revolución de 1810,
Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1979; Tena Ramírez, Felipe, Leyes
fundamentales de México: 1808-1975; 6ª edición, México, Porrúa, 1975.
elecciones”. En tratándose de los diputados por mayoría “se levantará el acta de cómputo
distrital para elección de diputados electos según el principio de mayoría relativa, con las
copias necesarias, haciendo constar los incidentes y resultados del cómputo, señalando
respecto de la votación: en qué casillas se interpuso el recurso de protesta, quién fue el
recurrente y la resolución recaída” (fracción VII); “Firmada el acta del cómputo distrital,
el comité distrital electoral procederá a extender la constancia de mayoría a quien le
corresponda. Los comisionados de los partidos, los candidatos o sus representantes,
podrán interponer por escrito en cuadruplicado ante el mismo comité el recurso de queja
contra los resultados consignados en el acta del cómputo y la constancia de mayoría. Éste
se interpondrá en el mismo acto o dentro de las 24 horas siguientes a la conclusión de la
sesión del cómputo. El original del escrito del recurso de queja se incluirá en el paquete
electoral” (fracción IX).
7. Actas de cómputo circunscripcional. Encontramos referencia a este tipo de
actas en el artículo 223, relativo a la nulidad de una elección, fracción V, que dispone:
“Cuando en la elección por representación proporcional, la suma de todas las actas del
cómputo distrital no coincida con el total del acta de cómputo circunscripcional y este
hecho sea determinante en el resultado de la votación.”
II. En el Reglamento de la Ley de Organismos Electorales y Previsiones para la
Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales encontramos algunas
disposiciones relacionadas con las actas que acabamos de enumerar. Su artículo 82 hace
alusión a la negativa, por parte de los representantes de los partidos políticos o de sus
candidatos en las casillas, a firmar las actas de instalación, de cierre de votación y final de
escrutinio. El artículo 83 habla de la distribución de las actas entre los representantes de
los partidos políticos y en su ausencia a los representantes de los candidatos; además,
cuando los partidos políticos lo soliciten ante el comité distrital electoral se les entregarán
copias certificadas. El artículo 84 indica que el original de todas las actas que levante el
secretario quedará dentro del paquete y que tres tantos de las mismas se entregarán por
separado, pero junto con el propio paquete al comité distrital electoral. Finalmente, en
cuanto a los problemas de contencioso-electoral, el artículo 140 establece que: “El
recurso de queja procede contra los resultados consignados en el acta de cómputo distrital
de la elección de diputados electos por mayoría relativa y la constancia de mayoría
expedida por el propio comité y tiene por objeto hacer valer las causales de nulidad
consignadas en el artículo 223 de la ley.” También procede contra los resultados de las
actas de cómputo distrital de la elección de diputados por representación proporcional.
ACTA JUDICIAL. I. La voz acta procede del substantivo latino acta que significa
documento escrito. En el derecho romano se llamaban acta a las leyes, ordenanzas o
decretos. Las actas senatus consignaban lo acaecido en las sesiones del senado. Acta
urbana publica diurna, rerum urbanarum o simplemente acta, era la gaceta oficial de
Roma, boletín de noticias, relación oficial de nacimientos, muertes, etcétera, que se fijaba
en las calles.
El adjetivo judicial, proviene a su vez del latín, judicialis, o sea, perteneciente al
juicio o realizado en un procedimiento ya sea contencioso o voluntario, ante los
tribunales. Por tanto, acta judicial es la relación escrita de uno o más actos realizados en
95
un procedimiento judicial, autorizada por funcionario facultado para certificar o dar fe,
generalmente el secretario o el notario que haga sus veces por designación del
promovente en los asuntos de jurisdicción voluntaria, o por las partes en los de carácter
contencioso (artículo 68 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal), o
bien por testigos de asistencia en asuntos de la competencia de los jueces de paz (artículo
44 del título especial de la Justicia de Paz del Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal).
II. En el artículo 126 del Código de Procedimiento Civil italiano, de 28 de octubre
de 1940, se concreta claramente lo que debe contener el acta judicial. A saber;
“indicación de las personas que han intervenido, y de las circunstancias de lugar y de
tiempo en que se han llevado a cabo los actos que documenta; debe contener, además, la
descripción de las actividades desarrolladas y de las manifestaciones hechas, así como de
las declaraciones recibidas. El acta la firma el secretario”.
III. Carnelutti dividió los documentos según su contenido, en descriptivos y
constitutivos: Los descriptivos sirven para representar algo ya sucedido, en tanto que los
constitutivos consignan algo que sucederá, y les llama de representación anticipada. Entre
los documentos descriptivos, menciona el acta judicial en la que se encuentra, de modo
permanente, la representación de hechos que han de apreciarse en un momento posterior.
Explica que deben documentarse únicamente los hechos esenciales, porque se infiere que
en el proceso moderno ya no rige con el rigor con que lo enuncian las palabras, del
proloquio latino que decía: quod non est in actis, de hoc mundo non est. Dice el autor que
en principio se hallan sujetos a documentación las afirmaciones de las partes, las pruebas
constituyentes y los proveimientos del oficio judicial. Pero el documento descriptivo
puede también elaborarse fuera del proceso, éste es el documento público, el acta
notarial. Lo que el notario recibe, agrega, es precisamente la declaración ya hecha por las
partes.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carnelutti, Francesco, Sistema de derecho procesal civil;
traducción de Niceto Alcalá-Zamora y Castillo y Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires,
UTEHA, 1944, tomo II y III; Redenti, Enrico, Derecho procesal civil; traducción de
Santiago Sentís Melendo y Mariano Arreya Redín, Buenos Aires, EJEA, 1957, tomo I.
notario asienta en su protocolo para hacer constar un acto jurídico y que contiene las
firmas de los comparecientes, así como la firma y sello del notario.
En realidad el artículo 82 de la Ley del Notariado del Distrito Federal debe
circunscribirse a hechos jurídicos y a actos materiales. Así debe entenderse dicho
artículo. Además, esta es la tendencia en el derecho comparado, por ejemplo, en los
derechos español y argentino.
III. Las actas notariales tienen un régimen legal específico y existen en la
legislación notarial reglas operativas, relativas a casos particulares de hechos jurídicos,
como notificaciones, interpelaciones, etcétera, relacionadas con el ejercicio notarial. El
régimen supletorio de las actas notariales es el de las escrituras públicas (artículo 83 Ley
del Notariado del Distrito Federal). La actividad notarial en materia de hechos jurídicos y,
en consecuencia, en la redacción de actas notariales representa una faceta diferente de la
función notarial.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carral y de Teresa, Luis, Derecho notarial y derecho
registral; 6ª edición, México, Porrúa, 1981.
1813. Esta acta tuvo validez jurídica, como muchos otros documentos expedidos por los
insurgentes, solamente dentro del territorio que éstos iban ocupando.
Véase Acta de la Independencia Mexicana, Decreto Constitucional para la
Libertad de América Mexicana, Elementos Constitucionales, Sentimientos de la
Nación.
V. BIBLIOGRAFIA: Guedea, Virginia, José María Morelos. Cronología,
México, UNAM, 1981; Lemoine, Ernesto, Morelos y la revolución en 1810, Morelia,
Gobierno del Estado de Michoacán, 1979; Tena Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de
México, 1808-1975, 6ª edición, México, Porrúa, 1975.
Alvaro Bunster
Por otro lado, sólo se califica como mercantil la actividad de aquellos sujetos que
realizan actos considerados como mercantiles en cuanto a su finalidad. Los actos
absolutamente mercantiles, así como aquellos que lo son en cuanto a su objeto, al sujeto y
por conexión, no constituyen, necesariamente, la materia de una actividad comercial.
Aunque quienes se dediquen a ésta, necesariamente, los realizan.
II. Nuestra legislación no atiende de manera principal y exclusiva a la actividad
mercantil, para calificar la mercantilidad de las sociedades comerciales. Así, el artículo 3°
Código de Comercio fracción II califica de comerciantes a las sociedades constituidas
con arreglo a las leyes mercantiles, y según la Ley General de Sociedades Mercantiles,
tienen este carácter todas aquellas que se constituyan en alguna de las formas reconocidas
por el artículo 1° de la misma.
Siendo ésta, la sociedad en nombre colectivo, la sociedad en comandita simple, la
sociedad de responsabilidad limitada, la sociedad anónima, la sociedad en comandita por
acciones y la sociedad cooperativa. De donde se concluye que una persona moral
(sociedad mercantil) puede ser comerciante sin que, necesariamente, realice una actividad
comercial. Por ejemplo: una sociedad anónima dedicada a fines de beneficencia.
Sin embargo, el Código Civil para el Distrito Federal, en su artículo 2688,
condiciona que el fin a que deben dedicarse las sociedades civiles, no constituya una
especulación comercial, de donde se desprende que una sociedad civil, que se dedique a
la realización de una actividad comercial, adquiere carácter de comerciante (como
sociedad mercantil irregular).
Se refiere a la actividad mercantil, de acuerdo con el concepto económico de ésta,
el artículo 75 Código de Comercio, fracciones I y II, que califica como actos de comercio
las adquisiciones, enajenaciones y alquileres de bienes muebles, cuando se verifican con
propósito de especulación comercial, así como las compras y ventas de bienes inmuebles,
cuando se realicen con el mismo propósito. No hay problema para conocer si existe
intención de especular si se trata de actos realizados por comerciantes, respecto de los
cuales el propósito se presume, relativa o absolutamente, a tenor de lo que disponen las
fracciones XX y XXI del artículo 75. Más difícil será el caso de que quien realice el acto
no sea comerciante. Supuesto en el que se presume que el acto es civil y quien afirme su
mercantilidad debe comprobarlo, para lo cual deberá atenderse a “lo que realmente ha
pasado entre las partes. Las declaraciones de éstas; la naturaleza de las mercancías (que
son por lo común objeto de especulación, o impropias del consumo del adquirente); su
cantidad excesiva para las presuntas necesidades del mismo; la condición económica y
social del comprador; las relaciones de negocios que anteriormente hayan mediado entre
las partes; otras adquisiciones de mercancías de la misma especie y de distinta
procedencia; la notoriedad de especulaciones análogas realizadas antes por el mismo
comprador; el lugar de la contratación; la forma del contrato; el modo de la ejecución,
etcétera..” (Tena).
III. Se refieren a la actividad comercial (conceptos económicos y jurídicos),
directa o indirectamente, entre otros, los artículos 3o. Código de Comercio, fracción I,
que califica de comerciantes a quienes hacen del comercio su ocupación ordinaria. El 75
en su fracciones V a XI, que califican como actos de comercio a las empresas de
abastecimientos y suministros, de construcciones y trabajos públicos y privados, de
fábricas y manufacturas, las librerías y las empresas editoriales y tipográficas, de
comisiones, de agencias, de oficinas de negocios comerciales y establecimientos de
101
Alvaro Bunster
11. Activo ficticio. Aquellas partidas del activo que no representan un valor real o
que no pueden ser realizadas a ningún precio. Partidas falsas que se hacen figurar en el
activo.
12. Activo fijo. Las propiedades, bienes materiales o derechos que en el curso
normal de los negocios no están destinados a la venta, sino qoe representan la inversión
de capital de una empresa en las cosas usadas o aprovechadas por ella, de modo continuo,
permanente o semipermanente, en la producción o en la fabricación de artículos para
venta o en la prestación de servicios a la propia negociación, a su clientela o al público en
general, por ejemplo la maquinaria de las compañías industriales, las instalaciones y
equipo de las empresas de servicios públicos, los muebles y enseres de las casas
comerciales, el costo de concesiones y derechos, etcétera También se incluyen las
inversiones en acciones, bonos y valores emitidos por empresas afiliadas. El rubro que se
analiza denota una fijeza de propósito o intención de continuar en el uso o posesión de los
bienes que comprenden. En otras palabras, denota inmobilización al servicio del negocio.
Eventualmente, tales bienes pueden ser vendidos o dados de baja ya sea porque se
considere que no son útiles, porque sean reemplazados por nuevas instalaciones o por
otras causas similares a las expuestas. Las erogaciones que se hagan con objeto de
mejorar el valor de una propiedad o su eficacia para el servicio, pueden considerarse
como inversiones fijas.
Desde el punto de vista estrecho, solamente pueden capitalizarse aquellas
erogaciones que tengan por objeto aumentar los ingresos o disminuir los gastos.
El activo fijo se clasifica en tres grupos:
a) tangible, que comprende las propiedades o bienes susceptibles de ser tocados,
tales como los terrenos, los edificios, las maquinarias, etcétera
b) intangible, que incluye cosas que no pueden ser tocadas materialmente, tales
como los derechos de patente, los de vía, el crédito mercantil, el valor de ciertas
concesiones, etcétera, y
c) las inversiones en compañías afiliadas.
13. Activo flotante. Véase activo circulante.
14. Activo intangible. Bajo este rubro se incluyen los costos de concesiones,
franquicias, marcas de fábrica, patentes, derechos de autores, crédito mercantil, etcétera,
y también ciertas partidas diferidas como gastos de desarrollo, gastos de organización,
etcétera, cuya amortización no se piensa hacer en un plazo relativamente corto.
15. Activo líquido. Suele llamarse así al capital contable, pero tal designación es
técnicamente incorrecta.
16. Activo neto. Se usa por capital contable, pero técnicamente es incorrecto.
17. Activo computable. Se llama así a aquellas partidas del activo que figuran en
las contabilidades de las instituciones bancarias, de fianzas, y de seguros y que de
acuerdo con las disposiciones legales respectivas, son computables como inversiones de
los depósitos y reservas técnicas. El artículo 40 de la Ley de Instituciones de Fianzas, por
ejemplo, establece que se considerarán como activo computable la existencia en cajas,
representada por moneda de curso legal y divisas extranjeras; depósitos, préstamos y
créditos en instituciones de crédito; valores aprobados como objeto de inversión por la
Comisión Nacional de Valores; acciones de sociedades que se organicen exclusivamente
para adquirir el dominio y administración de edificios destinados al establecimiento de
las oficinas de la institución, etcétera
106
18 Activo no computable.. Se llama así a aquellas partidas del activo que figuran
en las contabilidades de las instituciones bancarias y de seguros y que, de acuerdo con las
disposiciones legales respectivas, no son computables como inversiones de los depósitos
y reservas técnicas, sino que se suponen hechas con el capital, con las reservas del capital
o con otros recursos propios de las empresas.
19. Activo ocioso. Denominación aplicable a los activos fijos que están
temporalmente fuera de uso y sobre los cuales se tiene una certeza razonable de que serán
puestos en servicio por la empresa.
20. Activo pignorado. Las partidas de activo dadas en prenda o garantía de alguna
deuda u operación y de las cuales no se puede disponer sino en determinadas
circunstancias.
21. Activo realizable. Véase activo circulante.
22. Activo semifijo. Se usa para designar aquellos renglones del activo que tienen
un carácter intermedio entre el activo fijo y el activo circulante. Especialmente, denota las
existencias de efectos que se consumen en la fabricación sin que formen parte integral de
los productos, como por ejemplo: los abastecimientos de combustibles y lubricantes, los
explosivos en compañías mineras, los utensilios y piezas para la maquinaria, los envases
cuando pueden ser devueltos por los clientes, etcétera
También suelen incluirse dentro de este grupo, aunque es preferible mostrarlas
separadamente: las cuentas deudoras de empresas afiliadas y las que son a cargo de
accionistas, directores, funcionarios y empleados. En el balance general, no se
acostumbre presentar esta clasificación particular sino que los renglones de que se ha
hecho mención se agrupan bien sea en el activo fijo, bien en el circulante (que en tal caso
recibe el nombre de activo circulante y de trabajo) o bien se muestra separadamente sin
designación especial alguna.
23. Activo tangible. Propiedades o bienes materiales susceptibles de ser tocados.
Véase Acciones de Sociedades, Balance, Depósitos Bancarios, Obligaciones.
III. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Legislación bancaria, Doctrina,
compilación legal, jurisprudencia, México, Porrúa, 1986; Elizondo López, Arturo, El
proceso contable, 3ª edición, México, Ediciones Contables y Administrativas, S. A.,
1980; Mancera Hermanos y Colaboradores, Terminología del contador, 8ª edición,
México, Banca y Comercio, S. A., 1979.
ACTO DE AUTORIDAD. I. Son los que ejecutan las autoridades actuando en forma
individualizada, por medio de facultades decisorias y el uso de la fuerza pública y que
con base en disposiciones legales o de facto pretenden imponer obligaciones, modificar
las existentes o limitar los derechos de los particulares.
II. Los actos de autoridad no son únicamente los que emiten las autoridades
establecidas de conformidad con las leyes, sino que también deben considerarse como
109
tales los que emanen de autoridad de hecho, que se encuentren en posibilidad material de
obrar como individuos que expidan actos públicos. De esta manera se podrá establecer
con toda claridad que existen actos emanados de autoridades de facto, por más que tengan
atribuciones que legalmente no les correspondan.
III. Para efectos de la procedencia del juicio de amparo en México, debemos citar
la fracción I del artículo 103 constitucional que establece: “Los Tribunales de la
Federación resolverán toda controversia que se suscite por leyes o actos de autoridad que
violen las garantías individuales”.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sostenido al respecto que:
“El término ‘autoridades’ para los efectos del amparo, comprende a todas aquellas
personas que disponen de la fuerza pública, en virtud de circunstancias, ya legales, ya de
hecho, y que por lo mismo, estén en posibilidad material de obrar como individuos que
ejerzan actos públicos, por el hecho de ser pública la fuerza de que disponen” (Apéndice
al Semanario Judicial de la Federación 1917-1975, octava parte, tesis 53, página 98).
El Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, ha
sostenido que la tesis anterior necesita ser afinada en la época actual, por lo que se refiere
a todas aquellas personas que disponen de la fuerza pública, en virtud de que las
funciones del Poder Ejecutivo se han desplazado con complejidad creciente a organismos
descentralizados y paraestatales.
“Y se tiene que llegar a la conclusión de que si los particulares no pueden por su
voluntad unilateral, ni por estipulación respecto de tercero (artículos 1860, 1861, 1868 y
relativos del Código Civil aplicable en materia federal), imponer a otras cargas que sean
exigibles mediante el uso de la fuerza pública, ni directa ni indirectamente (acudiendo
para ello a los tribunales, por ejemplo), uno de los elementos que viene a caracterizar a
las autoridades, para los efectos del amparo (artículo 103, fracción I, de la Constitución
Federal), es el hecho de que con fundamento en alguna disposición legal puedan tomar
determinaciones o dictar resoluciones que venga, en alguna forma cualquiera, a establecer
cargas en perjuicio de terceros, que puedan ser exigibles mediante el uso directo o
indirecto de la fuerza pública (según que dispongan ellas mismas de esa fuerza, o que
haya posibilidad de un camino legal para acudir a otras autoridades que dispongan de
ella). Y cuando esas cargas sean en alguna manera exigibles mediante el uso de la
facultad económico coactiva, como impuestos, derechos o aprovechamientos (artículo 1o.
fracción I, del Código Fiscal de la Federación), se estará frente a autoridades facultadas
para dictar resoluciones de carácter fiscal” (Informe 1981, tercera parte, tesis 4, página
29).
Véase Acto Administrativo
IV. BIBLIOGRAFIA: Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 15ª edición,
México, Porrúa, 1973; Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 6ª edición, México,
Porrúa, 1974; Burgoa, Ignacio, El juicio de amparo; 9ª edición, México, Porrúa, 1973.
derivados de las remesas recíprocas de las partes se anotan como partidas de abono o de
cargo en una cuenta y sólo el saldo que resulte a la clausura de la cuenta constituye un
crédito exigible y disponible (artículos 302 a 310 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito); carta de crédito (artículos 311 al 316 en el mismo lugar); y
créditos refaccionarios y de habilitación y avío, que son contratos mediante los cuales el
acreditado queda obligado a invertir el importe del crédito, precisamente en los bienes
que especifica la ley (artículos 321 y 323 en el mismo lugar).
V. Actos de comercio relativos: su relatividad estriba en que serán mercantiles si
el fin que persigue el sujeto es el de especular o de participar en el mercado. Y en este
orden de ideas se encuentran comprendidas en esta categoría las adquisiciones y
enajenaciones de bienes muebles o inmuebles (artículo 75 fracciones I y II del Código de
Comercio), los alquileres de bienes muebles (artículo 75 fracción I del Código de
Comercio), ya que si el ánimo de los sujetos, no es el de especular con los mismos, los
contratos serán de naturaleza civil.
Ahora, las empresas de abastecimiento (artículo 75 fracción V), de construcciones
y trabajos públicos y privados (fracción VI en el mismo lugar ), de manufacturas
(fracción VII), de transporte de personas o cosas por tierra o por agua, de turismo
(fracción VII), de librerías, editoriales y tipográficas (fracción IX), de comisiones, de
agencias de oficinas de negocios comerciales y establecimientos de ventas en almoneda
(fracción X), de espectáculos públicos (fracción XI) y de seguros (fracción XXI), por su
participación en el mercado se les atribuye la mercantilidad, ya que por sí mismos esos
actos no son mercantiles.
Igualmente participan de una mercantilidad relativa, las enajenaciones de
productos agrícolas, ganaderos y piscícolas, ya que las mismas dependen de que los
agricultores, ganaderos o pescadores tengan un establecimiento fijo donde expender los
productos de sus fincas (artículo 75 fracción XXIII del Código de Comercio).
VI. Actos accesorios o conexos. La naturaleza de estos actos depende del acto
absoluto o relativo del cual se derivan, por lo que la asociación de que nos habla el
artículo 252 de la Ley General de Sociedades Mercantiles, se incluye en esta categoría
por depender su mercantilidad de que dicha asociación se realice con fines de comercio.
Encontrándose en este mismo caso la comisión mercantil regulada por el artículo 273 del
Código de Comercio, ya que el mismo previene que el mandato aplicado a actos
concretos de comercio se reputará como tal; el depósito si las cosas depositadas son
objeto de comercio, o si se hace a consecuencia de una operación mercantil (artículo 332
en el mismo lugar); el préstamo que se estimará mercantil cuando se contraiga en el
concepto y con expresión de que las cosas prestadas se destinen a actos de comercio o
cuando se contrae entre comerciantes (artículo 358 en el mismo lugar); las compraventas
cuando se realicen con el objeto directo y preferente de traficar (artículo 371 en el mismo
lugar); el contrato de transporte terrestre y fluvial cuando tenga por objeto mercaderías o
cualesquiera efectos de comercio o sea comerciante el porteador o se dedique
habitualmente a verificar transporte para el público, respectivamente (artículo 576 e el
mismo lugar); la mediación (artículo 75 fracción XIII) cuando se refiera a negocios
mercantiles; las obligaciones de los comerciantes reguladas por las fracciones XX y XXI
del artículo 75 del Código de Comercio, entendiéndose que es al comerciante al que le
competerá demostrar que las mismas se han derivado de una causa mercantil y civil. Y
por último, la prenda (artículo 334 en el mismo lugar) que es un contrato accesorio típico,
113
por encontrarse vinculado con uno absoluto o principal. Sobre estos contratos ha dicho la
Suprema Corte de Justicia de la Nación: “Para que existan contratos vinculados no es
suficiente que las mismas partes celebren dos o más contratos en la misma fecha y en un
mismo documento, y teniendo algunas otras coincidencias meramente externas, sino que
es necesario que la voluntad de las partes sea manifestada claramente en el sentido de
relacionar a los contratos entre sí, ya sea en forma coordinada o subordinada. Además, es
necesario que de manera objetiva, lógica y jurídica, los contratos no puedan tener una
vida propia en virtud de sus nexos...” (Semanario Judicial de la Federación, sexta época,
cuarta parte, volumen VII, página 139).
Ahora bien (y para concluir), respecto de los tribunales ante los cuales se dirimen
los conflictos mercantiles, debemos decir que nuestro sistema legislativo no contempla la
competencia por materia en este tipo de conflictos, por lo que se ventilan ante los
tribunales civiles y los jueces civiles son los que conocen de estos asuntos, por lo que se
permite la acumulación de juicios mercantiles y civiles, así como la concurrencia de
acciones. Y a este respecto ha dicho la Suprema Corte: “La circunstancia de ser mercantil
un juicio particular, y civil uno universal, no es óbice para la acumulación, porque aun
siendo ambas materias de distintos fueros, en la mercantil haya jurisdicción concurrente,
cuando se trata de intereses meramente particulares” (Semanario Judicial de la
Federación, quinta época, tomo LXIII, página 816). Y: “Se pueden reclamar
conjuntamente la acción de cumplimiento del contrato y la de cobro de pena moratoria
estipulada en la materia mercantil, y como el texto del artículo 88 del Código de
Comercio es incompleto, lo cual significa que en dicho ordenamiento hay una laguna, en
su caso es procedente subsanarla mediante la aplicación supletoria del derecho común,
conforme al artículo 2° de dicho Código de Comercio, y, en la especie es aplicable el
artículo 1846 del Código Civil para el Distrito Federal. Por tanto, no es incorrecta la
admisión y tramitación de una demanda en que se ejercitan conjuntamente la acción de
cumplimiento del contrato y la de pago de la pena moratoria estipulada” (Suprema Corte
de Justicia, sexta época, cuarta parte, volumen XIV, página 146).
Véase Acto Jurídico, Costumbre Mercantil
VII. BLIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge. Tratado de derecho mercantil,
México Porrúa, 1957; Vázquez Arminio, Fernando, Derecho mercantil, México, Porrúa,
1977; Cervantes Ahumada, Raúl, Derecho mercantil; 3ª edición, México, Herrero, 1980;
Tena, Felipe de J., Derecho mercantil mexicano; 5ª edición, México, Porrúa, 1967;
Mantilla Molina, Roberto, L., Derecho mercantil: 11ª edición, México, Porrúa, 1970;
Rocco, Alfredo, Principios de derecho mercantil, México, Nacional, 1966.
ACTO DE GOBIERNO. I. Por acto de gobierno se entiende un acto del poder ejecutivo
que trasciende más allá de lo administrativo y que, en razón de su contenido político,
escapa del control jurisdiccional, tanto de orden judicial como administrativo.
II. La teoría del acto de gobierno nació en Francia, durante el siglo XIX, como
resultado de decisiones del Consejo de Estado (supremo tribunal judicial) a través de las
cuales, este tribunal rechazó entrar al estudio de conflictos surgidos de actos tomados por
cuestiones políticas. De esta manera, en su orígenes, la teoría del acto de gobierno se
asociaba a la criticable “razón de Estado”.
114
relacionados con los procesos electorales, mismos que debemos distinguir claramente con
el contenido del acto de gobierno.
En este sentido es importante subrayar que ni la jurisprudencia de la Suprema
Corte de Justicia, ni la legislación interna hacen ninguna referencia a los “actos de
gobierno”. El autor francés René Chapus, se pregunta ¿tal silencio no se deberá a que en
realidad tales actos no existen? o bien si existen, por su propia naturaleza, no constituyen
un supuesto de revisión jurisdiccional, pues se trata, po.e., de actos entre los poderes o
entre distintos países.
En realidad, la noción de “acto de gobierno” es un concepto que ha creado la
doctrina para explicarse algunos casos en los que un acto de autoridad no es susceptible
de ser revisado jurisdiccionalmente.
Pocos son los países que cuentan con una reglamentación expresa de estos actos
(España); por lo que en los países en donde este término no ha sido recogido por la
legislación su delimitación sólo puede hacerse de manera empírica y casuística.
Ciertamente, en Francia encontramos la elaboración más acabada de la teoría del
acto de gobierno; pero dadas las importantes diferencias que existen entre su sistema
jurídico y el nuestro, resulta imposible trasladar textualmente esta doctrina al caso de
México.
En primer término porque en el derecho francés, la jurisprudencia ocupa un lugar
de la más alta importancia y que en ella encontramos desde 1822 (decisión Laffitte)
referencia a esta figura y porque en aquel país no existe el juicio de amparo y por ende la
ley es inatacable.
En nuestro país la jurisprudencia no juega el mismo papel que en Francia y
además en ella nunca se ha empleado el término “acto de gobierno”. Por otra parte, la
existencia del juicio de amparo hace impugnable todo acto de autoridad que vulnere o
restrinja las garantías individuales.
Por ello sería necesario revisar si existen actos de autoridad, en cuya
impugnación, los tribunales mexicanos se han negado a resolver sobre el fondo de la
demanda por considerar que el acto fue tomado por razones políticas (no electorales) que
escapan al control jurisdiccional, como resultado del principio de separación de poderes.
En virtud de que nosotros no encontramos ninguna tesis jurisprudencial en este
sentido, pensamos que los actos de gobierno son inimpugnables por su propia naturaleza
y que por tanto se encuentran asociados a alguna causal de improcedencia de cualquier
procedimiento contencioso (por ejemplo, artículo 73 Ley de Amparo).
En todo caso, debemos anotar ciertos elementos que deben reunir un acto de
gobierno. El acto de gobierno es un acto discrecional que emite el ejecutivo en ejercicio
de sus funciones gubernativas, no de las administrativas. Pero por tratarse de un acto del
Estado debe cumplir con los requisitos que impone nuestra estructura de Estado de
derecho; es decir deberá cumplir con los elementos de legalidad que exigen los artículos
14 y 16 de la Constitución. Debe ser un acto fundado en una ley y en el que se expresen
los motivos y la oportunidad que justifica su emisión; debe constar por escrito y ser
emitido por autoridad competente. Esto significa que se puede impugnar la forma del acto
de gobierno, pero no el fondo ni la oportunidad de su emisión, misma que queda a la sola
apreciación del Ejecutivo.
El acto de gobierno es, en consecuencia, un acto discrecional de la autoridad
ejecutiva (en sus funciones gubernativas) relacionado con los otros poderes, o con otros
116
administrativo; 24ª edición, México, Porrúa, 1985; Serra Rojas, Andrés, Derecho
administrativo; 12ª edición, México, Porrúa, 1983; Tena Ramírez, Felipe, Derecho
constitucional mexicano; 20ª edición, México, Porrúa, 1984.
ACTO ILICITO. I. Conducta que viola deberes prescritos en una norma jurídica.
Resulta más propio hablar de conducta ilícita, pues ésta comprende la forma positiva
(acción) y la negativa (Omisión). Pueden ser sinónimos de lo ilícito, si se le quita la carga
de violación del derecho y de la moral, lo antijurídico, y lo injusto, si se estima que la
justicia y el derecho tienen la misma esencia.
II. Para Eduardo García Máynez, las conductas ilícitas son: la omisión de los
actos ordenados y la ejecución de los actos prohibidos. Las conductas lícitas son: la
ejecución de los actos ordenados, la omisión de los actos prohibidos y la ejecución u
omisión de los actos potestativos (actos no ordenados ni prohibidos) (Introducción al
estudio..., página 221).
III. Kelsen sostiene que los actos de sanción son la reacción contra actos u
omisiones determinados por el orden jurídico. Tradicionalmente se dice que un acto está
sancionado porque es ilícito, cuando debería decirse que un acto es ilícito porque está
sancionado. La primera tesis está fundada en una concepción “iusnaturalista” que piensa
que hay conductas buenas o malas, justa o injustas por naturaleza. Afirma Kelsen el
relativismo axiológico y en consecuencia, señala que lo que es bueno o justo para un
sistema moral puede ser malo o injusto para otro. La concepción tradicional de lo ilícito
implica que el término, al igual que sus sinónimos, lo antijurídico o lo injusto, es
contrario a derecho; asegura que esta posición es equivocada pues el acto ilícito es
castigado según las normas que el propio derecho establece. Concluye diciendo que en
realidad el acto ilícito es una de las condiciones de la sanción. La sanción civil y la penal
consisten en irrogar coactivamente un mal o sea la privación coactiva de un bien.
IV. El Código Civil para el Distrito Federal indica que es ilícito el hecho que es
contrario a las leyes de orden público o a las buenas costumbres (artículo 1830); otro
precepto del mismo ordenamiento (artículo 1910) en contradicción al anterior, dice que el
que obrando ilícitamente o contra las buenas costumbres cause un daño a otro está
obligado a repararlo. La contradicción es evidente pues en el primer artículo citado, la
ilicitud comprende las leyes de orden público y las buenas costumbres, mientras que en el
segundo excluye a las buenas costumbres del término ilicitud y por tanto las vuelve a
mencionar. En realidad cuando el artículo 1830 menciona a las buenas costumbres está
introduciendo un concepto equívoco que deja al arbitrio del juzgador interpretar (es decir,
el tribunal puede determinar lo que es buena costumbre según la concepción que tenga en
determinado momento). Por otra parte, resulta en la opinión de algunos juristas
redundante que se mencione a las leyes de orden público, pues en su concepto toda ley
emanada del legislador pretende establecer un orden en la sociedad.
V. BIBLIOGRAFIA: García Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del
derecho; 31ª edición, México, Porrúa, 1980; García Máynez, Eduardo, Filosofía del
derecho; 3ª edición, México, Porrúa, 1980; Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y
del Estado; 2ª edición, traducción Eduardo García Máynez, México, UNAM, 1979;
119
Kelsen Hans, Teoría pura del derecho; traducción de Roberto J. Vernengo, México,
UNAM, 1979.
en el artículo 1795) que son: 1) La capacidad legal del autor o autores del acto. Se trata
de la capacidad de ejercicio que no tiene las personas mencionadas en el artículo 450. 2)
Una voluntad exenta de vicios, éstos son el error, el dolo, y la violencia (artículo 1812).
3) La licitud en el objeto, motivo o fin del acto. Ilícito es el hecho contrario a las leyes de
orden público y a las buenas costumbres (artículo 1830). 4) Cierta forma específica
cuando la ley la requiera. La falta de estos requisitos produce la nulidad absoluta o
relativa del acto (artículos 2225 y 2228).
Las disposiciones que integran un acto o un negocio jurídico son de tres clases: 1)
esenciales (essentialia negotii) que son las que cada tipo de acto exige para formarse (por
ejemplo un crédito que garantizar en el contrato de fianza); 2) naturales (naturalia
negotii) que se entiende implícitas en el negocio, pero pueden ser suprimida por la
voluntad expresa del autor o autores del acto (por ejemplo la responsabilidad por
incumplimiento contractual) y 3) accidentales (accidentalia negotii) que son modalidades
que sólo existen, si son establecidas (por ejemplo el término y la condición). Los actos
que no admiten dichas modalidades como el matrimonio y la adopción se denominaron
puros y simples.
Existe una variedad de formas de clasificación de los actos jurídicos. Así podemos
dividirlos en: 1) Unilaterales en los que la voluntad proviene de una sola parte (por
ejemplo la aceptación de una herencia) y bilaterales, si se origina de dos o más partes
(por ejemplo el contrato). El concepto de parte denota un centro de intereses en la
relación negocial en el que pueden confluir declaraciones de voluntad de varios sujetos y
por lo tanto no es igual al de persona. 2) Familiares como el reconocimiento de hijo
natural y patrimoniales como el contrato de compraventa. 3) Mortis causa, cuando la
muerte de una persona es un elemento esencial para que el acto produzca efectos, el único
es el testamento e inter-vivos cuando no resulta ser así (por ejemplo en un contrato de
seguro de vida, la muerte del asegurado es sólo una modalidad pactada por las partes). 4
De obligación) si sólo crean derechos de crédito (por ejemplo el contrato de
arrendamiento) y traslativos, si implican la constitución o transferencia de derechos
reales (por ejemplo el contrato de donación) y, por último, 5) De derecho privado, en los
que se regulan relaciones entre particulares. De esta clase son todos los anteriormente
citados y de derecho público, en los que se manifiesta la voluntad del Estado actuando
como órgano soberano, como en la sentencia o en el contrato de ejecución de obras
públicas.
IV. BIBLIOGRAFIA: Galindo Garfias, Ignacio, Derecho civil; parte general,
personas y familia; 4ª edición, México, Porrúa, 1980; Bonnecase, Julien, Introduction a
l’ètude du droit; 3ª edición, París, 1939; García Máynez, Eduardo, Introducción al
estudio del derecho; 31ª edición, México, Porrúa, 1980; Nawiasky, Hans, Teoría general
del derecho, 2ª edición, México, Editora Nacional, 1980; Santoro-Passarelli, Francesco,
Doctrinas generales del derecho civil; traducción Agustín Lons Serrano, Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1963; Stolfi, Giuseppe, Teoría del negocio
jurídico; traducción y notas de derecho español de Jaime Santos Briz, Editorial Revista
de Derecho Privado, 1959.
ACTOR. I. Del latín actor, el que ejercita acción procesal mediante la interposición de
una demanda ante un órgano jurisdiccional o aquel a cuyo nombre se interpone. De aquí
que al actor también se le llame demandante. Se puede ser actor en juicio principal o
reconvencional. En este segundo caso al actor se le denomina contrademandante o
reconveniente. Puede ocurrir que en el juicio seguido entre dos o más personas intervenga
un tercero, ya sea como coadyuvante de una de ellas o como excluyente. Se habla
entonces de actor en la tercería.
124
el cual consigna con una técnica defectuosa, también a las providencias precautorias. El
citado código divide dichos medios en cuatro sectores, los de carácter general, los
relativos al juicio ejecutivo; la separación y depósito de personas, y la consignación.
Los que califica de medios preparatorios del juicio en general (artículos 192 a
200) se refieren a la solicitud de declaración de la contraparte sobre determinados hechos;
la exhibición de ciertos documentos o el examen de testigos cuando sean de edad
avanzada o se hallen en peligro inminente de perder la vida o próximo a ausentarse a un
lugar de tardíos y difíciles medios de comunicación.
Los medios preparatorios del juicio ejecutivo se refieren a la confesión judicial de
la contraparte y al reconocimiento de la firma de un documento privado, con
requerimiento de pago y embargo; la separación o depósito de personas se contrae al
cónyuge que lo solicite cuando pretenda demandar o acusar al otro cónyuge; y finalmente
la consignación de la cosa debida se concede cuando el acreedor se rehusa a recibir la
prestación o a entregar el documento justificativo del pago.
b) El Código de Comercio regula instrumentos muy similares a los previstos por
el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, ya que no es sino una copia
incompleta del anterior distrital de 25 de mayo de 1884 (artículos 1151-1167).
c) El Código Federal de Procedimientos Civiles sólo regula como medidas
preparatorias, las relativas a la petición de una persona que pretenda entablar una
demanda, para la inspección de cosas, documentos, libros o papeles, solicitando su
exhibición, siempre que se compruebe el derecho con que se pide la medida y la
necesidad de la misma (artículo 379).
d) Por lo que se refiere a la materia laboral, los artículos 600 y 603 de la Ley
Federal del Trabajo facultan a las Juntas de Conciliación para la recepción anticipada de
pruebas que consideren conveniente ofrecer los trabajadores o empresarios, en relación
con los juicios que pretendan entablar ante las respectivas Juntas de Conciliación y
Arbitraje.
véase Agotamiento Previo de los Recursos, Averiguación, Conciliación,
Consignación, Providencias Precautorias, Recursos Administrativos.
VI. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Examen crítico del
código de procedimientos civiles de Chihuahua”, Derecho procesal mexicano, México,
Porrúa, 1976, tomo I; Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, 8ª edición,
México, Porrúa, 1980; Castillo Larrañaga, José y Pina, Rafael de, Instituciones de
derecho procesal civil; 13ª edición, México, Porrúa, 1979; García Ramírez, Sergio,
Curso de derecho procesal penal; 2ª edición, México, Porrúa, 1979; González
Bustamante, Juan José, Principios de derecho procesal penal mexicano; 6ª edición,
México, Porrúa, 1975; Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, México, Harla, 1980;
Pallares, Eduardo, Derecho procesal civil; 6ª edición, México, Porrúa, 1976; Trueba
Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal del trabajo; 4ª edición, México, Porrúa, 1978.
Héctor Fix-Zamudio
funciones. Entre éstas las hay de orden procesal y otras que, sin serlo en puridad, como
las concernientes a la jurisdicción voluntaria, son, sin embargo, de la competencia de
algunos de ellos por disposición de la ley. Cabe distinguir pues en este punto, entre
actuaciones judiciales de índole procesal propiamente dicha y actuaciones parajudiciales.
Desde el punto de vista objetivo se entiende por actuaciones judiciales las
constancias escritas y fehacientes de los actos realizados en un procedimiento judicial.
II. El conjunto de las actuaciones judiciales integra en cada caso, los autos, el
expediente al que los juristas franceses llaman dossier. Allí se encuentra “toda
providencia, notificación, diligencia o acto de cualquiera especie, que se consigna en un
procedimiento judicial con intervención del escribano y por esta razón se llama
actuaciones al conjunto de todas las partes que constituyen un procedimiento judicial”,
dice José María Manresa y Navarro.
Las normas de procedimiento determinan en forma imperativa las condiciones de
tiempo, forma, lugar y modo que deben llenar las actuaciones judiciales.
III. El Código Procedimientos Civiles para el Distrito Federal contiene un
capítulo (segundo del título II) titulado precisamente De las actuaciones y resoluciones
judiciales. En sus disposiciones se advierte, en relación con las que en ordenamientos
anteriores regían sobre la materia, cierta tendencia a suprimir inútiles formalidades
rituarias y a conservar únicamente las que el legislador ha considerado indispensables
para la correcta documentación de las actuaciones y para responder a los principios de
economía procesal, de seguridad y de mínimo formalismo.
Dicho capítulo II tiene su antecedente inmediato en los capítulos II y III del título
I, libro I del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal de 1884, cuyos
epígrafes eran, respectivamente, De las formalidades judiciales y De las resoluciones
judiciales.
Las formalidades judiciales eran en buena parte prolijas e inútiles y otras
adolecían de vaguedad. Sirva de ejemplo de las primeras, la obligación impuesta por el
artículo 54 de aquel ordenamiento para que en las actuaciones judiciales y en los escritos
que presentaran las partes, el margen fuera “de una cuarta parte y con la ceja necesaria
para la costura”. A la operación manual de doblar una hoja en cuatro partes, para separar
el margen conforme a esa disposición, le llaman los prácticos “cuartear el papel”.
Criticaba don Demetrio Sodi, que el Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal no hubiera suprimido los requisitos de foliatura de las hojas de los
expedientes, la rúbrica del secretario en el centro de los escritos y el sello en el fondo del
cuaderno.
IV. El señalamiento de horas hábiles para las actuaciones judiciales diciendo que
eran “las que median entre la salida y la puesta del sol”, que el Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal de 1932 conservaba en su texto original,
recordaba el mismo autor que tenía su antecedente remoto en la Ley de las Doce Tablas,
que declaraba al respecto “solis occasus suprema tempestas”. Posteriormente reformado
el artículo 64 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal borró esa
imprecisión para determinar que son horas hábiles “las que median entre las siete y las
diecinueve horas”. Menos tempranero el Código Federal de Procedimientos Civiles de 31
de diciembre de 1942 establece que son horas hábiles las que median entre las ocho y las
diecinueve horas (artículo 281).
129
efectúa con base en los Convenios Unicos de Coordinación que se celebran entre el
Ejecutivo Federal y los Gobiernos de las Entidades Federativas en materia de la
planeación regional.
Cuando el acuerdo administrativo adopta caracteres de acto reglamentario, porque
las disposiciones que lo fundamentan son aquellas en las que se basa el ejercicio de la
facultad reglamentaria del Ejecutivo Federal, surge la interrogante en torno a su
distinción frente a los Decretos Presidenciales. Para dar respuesta a ello, es pertinente
considerar al acuerdo administrativo como una resolución del órgano de más alto grado
de la estructura del Poder Ejecutivo Federal, con respecto a los órganos subalternos, los
efectos que produce dentro de la propia estructura son exclusivamente internos y no
atañen a los particulares, o a otros sujetos de derecho que no tengan el carácter de
funcionarios o trabajadores al servicio del Estado.
IV. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Teoría general de derecho
administrativo; 3ª edición, México, Porrúa, 1979, Bielsa, Rafael, Compendio de derecho
público, Buenos Aires, Depalma, 1952; Olivera Toro, Jorge, Manual de derecho
administrativo; 4ª edición, México, Porrúa, 1926.
Ley, toda resolución que afecte a las personas en general; de Decreto; la que otorgue
derechos o imponga obligaciones a personas determinadas y, de acuerdo, en los demás
casos”.
IV. BIBLIOGRAFIA: Montiel y Duarte, Isidro, Tratado de las leyes y su
aplicación; 2ª edición, México, UNAM, 1978; Rodríguez, Ramón, Derecho
constitucional, México, UNAM, 1978, Ruiz, Eduardo, Derecho constitucional; 1ª
reimpresión de la 2ª edición, México, UNAM 1978; Zarco, Francisco, Historia del
Congreso Extraordinario Constituyente de 1856-1857, México, Talleres de la Ciencia
Jurídica, 1900, tomo IV.
Jorge Madrazo
Jorge Witker V
.
ACUERDO INTERSINDICAL. I. Acción concertada entre dos o más sindicatos para
emprender medidas que fortalezcan el estudio, mejoramiento y defensa de sus intereses
colectivos.
La libertad sindical en sentido estricto se traduce en el derecho que asiste a los
sindicatos para redactar sus estatutos y reglamentos, elegir a sus representantes, organizar
su administración y sus actividades, así como para formular su programa de acción
(artículo 395 Ley Federal del Trabajo).
Precisamente el programa de acción puede comprender una amplia gama de
mecanismos que afiancen la solidaridad entre las diversas agrupaciones sindicales.
II. Vasto es el campo que se abre ante los acuerdos intersindicales. Los estatutos
gremiales pueden prever la forma de integrarse a las federaciones y confederaciones
obreras, el tipo de apoyo que se brindará a las demás agrupaciones sindicales y que puede
traducirse en una huelga por solidaridad (artículo 450, fracción VI, Ley Federal del
Trabajo), la fusión con otro sindicato de la misma empresa, las políticas para constituir un
sindicato nacional con los ya existentes en determinada rama de la industria; la posición
que se asumirá con otros sindicatos en relación con la afiliación a determinado organismo
político-electoral, las recomendaciones para pugnar por la firma de un contrato-ley; y
todos aquellos convenios aprobados por la asamblea y susceptibles de ser llevados a la
práctica con otras corporaciones sindicales, siempre que no contravengan los objetivos
constitucionales, legales, sociales, políticos y económicos de toda asociación profesional
obrera.
III. BIBLIOGRAFIA: Castorena, J. Jesús, Manual de derecho obrero, 5ª
edición, México 1971; Guerrero, Euquerio, Manual de derecho del trabajo; 11ª edición,
México, Porrúa, 1980.
136
litigio, bajo la condición de que esto se haga mediante una demanda de ampliación de la
primera y antes de la celebración de la audiencia final del juicio.
IV. Haremos finalmente referencia al restante supuesto de acumulación, es decir a
la acumulación de autos.
La acumulación de autos es la reunión material de los expedientes en poder de un
mismo juez a fin de continuar la substanciación y hacer posible que se resuelvan en una
sola sentencia.
Dado que la acumulación de autos generalmente se tramita en forma de incidente,
conviene recordar que el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal de
1884 contenía, además de un capítulo que pautaba la substanciación de los incidentes en
general (libro I, título XI, capítulo I) uno más dedicado especialmente a la acumulación
de autos, con minuciosa previsión de los supuestos de su procedencia y del modo de
tramitarlos, lo que representaba un valioso auxiliar en los casos de aplicación práctica.
El Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal no contiene en su
texto actual, capítulos equivalentes y tan sólo se limita a reglamentar en forma dispersa
algunos supuestos de acumulación de autos, tales como los que se originan en virtud de
las excepciones de litispendencia y de conexidad (artículos 36 a 42) cosa que ha sido
objeto de crítica por comentaristas mexicanos, sobre todo a poco de haber entrado aquél
en vigor.
La razón de ese cambio tan radical, se encuentra en el deplorable antecedente de
que los litigantes de mala fe, bajo la vigencia del código anterior, aprovechaban las
posibilidades que su texto les brindaba, para promover toda clase de incidentes dilatorios
a efecto de prolongar lo más posible la duración de los juicios, cosa que los autores del
código actual, quisieron impedir a toda costa.
En otras palabras, conforme al ordenamiento hoy vigente, tan sólo deberían de
proceder los incidentes en los casos expresamente previstos, criterio extremo que por otra
parte, provoca a su vez dificultades y problemas de difícil solución en la práctica.
V. BIBLIOGRAFIA; Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Estudios de teoría
general e historia del proceso (1945-1972) UNAM, 1974, tomo I: Couture, Eduardo,
Vocabulario jurídico, Montevideo, 1960; Michelet, Elisabeth, La règle du non cumul du
possessoire et du pètitoire, París, R. Pichon et R. Durand-Auzias, 1973; Pallares,
Eduardo, Derecho procesal civil; 3ª edición, México, Porrúa, 1968; Pina Milán, Rafael
de, Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, comentado, México,
Porrúa, 1961.
Héctor Fix-Zamudio
ADHESION. I. Es una institución del derecho de los tratados por la que un tercer Estado
que no ha participado en la conclusión de un tratado puede incorporarse al régimen. La
adhesión es voluntaria tanto para el Estado que se acoge al régimen como para los
Estados que originalmente celebraron el acuerdo. Así se ha establecido la clasificación de
tratados cerrados y tratados abiertos, siendo los primeros los que no admiten la
participación posterior de terceros Estados y los abiertos los que admiten la posibilidad de
la adhesión.
141
antecede, se aplicarán las penas que correspondan conforme a este capítulo” (artículo 194
fracciones I, II y III del Código Penal del Distrito Federal).
V. No es delito la posesión por parte de un toxicómano, de estupefacientes en
cantidad tal que, racionalmente, sea necesaria para su propio consumo. En este caso
quedará sujeto a las medidas de seguridad que señala el artículo 24, inciso 3 del Código
Penal del Distrito Federal (González de la Vega, páginas 279-280).
VI. “La siembra, cultivo, cosecha, elaboración, preparación, acondicionamiento,
adquisición, posesión, comercio, transporte en cualquier forma, prescripción médica,
suministro, empleo, uso, consumo y, en general todo acto relacionado con estupefacientes
o con cualquier producto que los contenga queda sujeto a: I. Las disposiciones de esta ley
y sus reglamentos; II. Los tratados y convenciones internacionales; III. Las disposiciones
que expida el Consejo de Salubridad General; IV. Las disposiciones relacionadas que
emitan otras dependencias del Ejecutivo Federal en el ámbito de sus respectivas
competencias; (artículo 235 Ley General de Salud).
“Queda prohibido en el territorio nacional, todo acto de los mencionados en el
artículo 235 de esta ley, respecto de las siguientes substancias y vegetales: opio preparado
para fumar, diacetilmorfina o heroína, sus sales o preparados, cannabis sativa, índica y
americana o mariguana, papaver somniferum o adormidera, papaver bactreatum y
erythroxilon novogratense o coca, en cualquiera de sus formas, derivados o
preparaciones” (artículo 237 Ley General de Salud).
“En relación con las medidas de control y vigilancia que deberán adoptar las
autoridades sanitarias, las substancias psicotrópicas se clasifican en cinco grupos: I. Las
que tienen valor terapéutico escaso o nulo y que, por ser susceptibles de uso indebido o
abuso constituyen un problema especialmente grave para la salud pública; II. Las que
tiene algún valor terapéutico, pero constituyen un problema grave para la salud pública;
III. Las que tienen valor terapéutico, pero constituyen un problema para la salud pública;
IV. Las que tienen amplios usos terapéuticos y constituyen un problema menor para la
salud pública, y V. Las que carecen de valor terapéutico y se utilizan corrientemente en la
industria” (artículo 245 Ley General de Salud).
“Queda prohibido todo acto de los mencionados en el artículo 247 de esta ley, con
relación a las siguientes substancias; Dietilamida del ácido lisérgico L.S.D.; N.N.
Dietilpriptamina-DET; N.N. Dimetiltriptamina-DMT; 1 Hidroxi 3 (1, 2 dimetiheptil 7, 8,
9, 10); Tetrahidro 6, 6, 9, -trimetil 6H dibenzo (B,b) pirano DMHP; Hongos alucinantes
de cualquier variedad botánica, en especial las especies psilocybe mexicana, stophana
aubensis y conocybe y sus principios activos; 2 Amino-1 (2, 5 dimetoxi-4-metil) DOM-
STP; Fenilpropano; Parahexilo; N-etil-fenilciclohexilamina. PCE; 1- (1, fenilciclohexil)
pirrolidina PHP o PCPY; 1-(1, 2 tienil ciclohexil) piperidina-TCP; Peyote (clophophora
Williamsii); anahalonium, Williamsii; anhalonium lewinii y su principio activo, la
mescalina (3, 4, 5, trimetoxifemetilamina); Tetrahidrocanabilones.
Cualquier otro producto, derivado o preparado que contenga las substancias
señaladas en la relación anterior, y cuando expresamente lo determine la Secretaría de
Salubridad y Asistencia o el Consejo de Salubridad General, sus precursores químicos y
en general los de naturaleza análoga” (artículo 248 LS).
VII. Clasificación de las droga. Bajo el rubro de drogas en el sentido que aquí nos
interesa, el Consejo Nacional de Problemas en Farmacodependencia agrupa los
estupefacientes, que abarcan los derivados del opio y los de la coca; los psicotrópicos,
144
cual una autoridad competente atribuye o reconoce a una persona el derecho de gozar de
un bien patrimonial. Es, también, una forma de adquirir la propiedad de las cosas en
herencias, particiones o subastas. En derecho romano la adjudicatio era la adquisición de
la propiedad por medio de la declaración hecha por el iudex en los juicios divisorios en
los que la propiedad pro parte indivisa se convierte en separada, siendo civil o pretoria
dependiendo si la actio communi dividundo o la actio familiae erciscundae se ejercitaron
en un juicio legitimum o en uno imperio contienens.
II. Dentro del procedimiento judicial, la adjudicación es el acto por medio del cual
se declara que la propiedad de un bien o un conjunto de bienes pasa al patrimonio de una
persona. Tiene lugar en los remates de acuerdo a lo estipulado por el Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal (artículos 564 a 598); en los juicios
sucesorios (artículo 864 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal) una
vez aprobado el proyecto de partición de la herencia; en los juicios de quiebra (artículo
214 Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos); y en los juicios de concurso.
Es, pues, la adjudicación una resolución judicial cuyo efecto traslativo de dominio
queda estrechamente ligado con el concepto de pago. Tratándose de bienes inmuebles es
necesario que, además de la declaración judicial, se observen las formalidades de ley
como son el otorgamiento de escritura pública y la inscripción en el Registro Público de
la Propiedad.
III. En derecho administrativo la adjudicación es una de las fases de la formación
de los contratos de obras públicas cuyo fundamento constitucional se encuentra en el
artículo 134 Constitucional “todos los contratos que el gobierno tenga que celebrar para
la ejecución de obras públicas serán adjudicados en subasta, mediante convocatorias, y
para que se presenten proposiciones en sobre cerrado que será abierto en junta pública”,
concepto que retoma la Ley de Obras Públicas en su artículo 30 (Diario Oficial, de 30 de
diciembre de 1980).
Véase Concurso, Quiebra, Remate
IV. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Derecho procesal
mexicano, México, Porrúa, 1976; Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones; 4ª edición,
México, Porrúa, 1977; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Derecho mercantil; 13ª edición,
México, Porrúa, 1978; Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 9ª edición, México,
Porrúa, 1979.
cuando establece que los tribunales estarán expeditos para administrar justicia en los
plazos y términos que fije la ley.
Por lo que se refiere al poder judicial en sentido estricto, se encuentra dividido en
el ordenamiento mexicano en dos esferas diversas, ya que se inspiró en el sistema federal
creado por la Constitución de los Estados Unidos de 1887, en virtud de que las Cartas
Federales de 1824, 1857 y la vigente de 1917 implantaron el sistema calificado de doble
jurisdicción, que se apoya en la existencia paralela de tribunales federales y de las
entidades federativas, cada sector con esfera específica de competencia, de manera que
sólo en casos excepcionales, al menos en el sentido original del sistema, los asuntos
resueltos por los jueces locales pueden llevarse en impugnación ante los federales.
Sin embargo, esta doble organización se transformó paulatinamente en nuestro
país, debido a un conjunto de factores históricos, políticos y sociales muy conocidos, que
influyeron en la aceptación por la Suprema Corte de Justicia de la interpretación
artificiosa del artículo 14 de la Constitución de 1857, con apoyo en la cual se inició en la
segunda mitad del siglo anterior una concentración de todos los asuntos judiciales del
país en los tribunales de la federación, particularmente en la Suprema Corte de Justicia,
todo ello en cuanto se aceptó la procedencia del juicio de amparo contra las resoluciones
judiciales, por la indebida aplicación de disposiciones legales de carácter local, la que se
disfrazó de violaciones de carácter constitucional.
En la actualidad se conserva sólo de manera aparente la doble jurisdicción, pero
en realidad ésta se ha unificado, en virtud de que los tribunales locales se encuentran
subordinados a los de carácter federal, en cuanto los fallos de los primeros pueden
impugnarse ante los segundos por medio del juicio de amparo, invocándose de manera
artificial la violación (únicamente indirecta o refleja) de los artículos 14 o 16 de la
Constitución vigente. Por otra parte, los tribunales locales tampoco conservan su
autonomía para interpretar libremente las disposiciones legales de sus respectivas
entidades, ya que la jurisprudencia firme de la propia Suprema Corte de Justicia y de los
tribunales colegiados, debe ser obedecida por los jueces locales inclusive en relación con
sus propios ordenamientos, de acuerdo con lo establecido por el artículo 94
constitucional.
II. Según lo dispuesto por el mencionado artículo 94 de la Constitución, el poder
judicial federal está formado por la Suprema Corte de Justicia, los Tribunales Colegiados
y Unitarios de Circuito, los Juzgados de Distrito y Consejo de la Judicatura Federal. La
Suprema Corte y los juzgados de Distrito poseen una doble competencia, en virtud de que
conocen tanto de asuntos ordinarios federales como de los juicios de amparo: los
tribunales colegiados sólo de estos últimos, y los unitarios exclusivamente de los
primeros. La estructura y funciones de los citados tribunales federales se encuentran
regulados por la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal de 30 de diciembre de 1935, la
cual también incluye al Jurado Popular Federal que conoce de ciertos delitos cometidos
por medio de imprenta y de otros imputados a los empleados y funcionarios del gobierno
federal y el del Distrito Federal.
Aun cuando no forman parte del poder judicial federal, también deben incluirse
dentro de los organismos jurisdiccionales nacionales al Tribunal Fiscal de la Federación,
cuya ley orgánica promulgada el 30 de diciembre de 1977, entró en vigor en agosto de
1978, y que conoce preferentemente de controversias tributarias federales pero también
147
de algunas otras relacionadas con las anteriores, como las relativas a las pensiones a
cargo de fondos públicos y de la legalidad de los contratos administrativos.
En la esfera nacional funciona la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que
resuelve las controversias laborales en los asuntos que se consideran también de ámbito
nacional (regulada por la Ley Federal del Trabajo que entró en vigor el primero de mayo
de 1970), y el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje que decide los conflictos
laborales entre los empleados y funcionarios y los titulares de las dependencias de los
poderes de la Unión y del gobierno del Distrito Federal artículo 123, apartado B, de la C
y la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado de 27 de diciembre de 1963.
Finalmente deben mencionarse los tribunales militares, que conocen de los delitos
y faltas cometidos por los miembros de las fuerzas armadas con motivo o en ocasión del
servicio y están formados por el Supremo Tribunal Militar, los Consejos de Guerra
Ordinarios y los Consejos de Guerra Extraordinarios (artículo 13 de la Constitución y el
Código de Justicia Militar de 29 de agosto de 1933).
III. El poder judicial del Distrito Federal se integra con el Tribunal Superior de
Justicia, jueces de primera instancia (civiles, de los familiar, del arrendamiento
inmobiliario y penales), así como con los jueces de paz, tanto civiles como penales
(artículo 73, fracción VI, base 4a C y la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del
Fuero Común del Distrito Federal de 26 de diciembre de 1968, con varias reformas
posteriores). Además, fuera del citado poder judicial actúa el Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal para conocer y decidir sobre las controversias
administrativas entre las autoridades del Distrito Federal y los administrados, incluyendo
las fiscales (artículo 104, fracción I, párrafo segundo Constitucional y ley orgánica
promulgada el 25 de febrero de 1971).
IV. Por lo que se refiere a las restantes entidades federativas, siguen en esencia y
con ligeras variantes el modelo del organismo judicial del Distrito Federal, con un
Tribunal Superior, jueces de primera instancia y de paz o municipales. En materia laboral
funcionan las Juntas Centrales de Conciliación y Arbitraje (artículo 123, apartado A,
fracción XX y Ley Federal del Trabajo del primero de mayo de 1970). Además se han
establecido recientemente varios tribunales administrativos, algunos sólo con
competencia tributaria, pero con la tendencia hacia el contencioso administrativo, en los
Estados de México (1958), Veracruz (1975), Tamaulipas (1975), Sinaloa (1975), Sonora
(1977), Hidalgo (1979), Jalisco (1983) y Guanajuato (1985).
V. B. En su segundo significado, la administración de justicia comprende el
gobierno y la administración (en sentido estricto) de los tribunales. La función de
gobierno siempre ha correspondido a los órganos superiores de los tribunales mexicanos,
debido a la tradición española que confiaba dicha actividad a las Audiencias y al Consejo
de Indias durante la época colonial, pero no ocurrió así con las funciones de
administración, ya que a partir de la independencia, varias de ellas se encomendaron a la
Secretaría de Justicia, la que fue suprimida definitivamente, por considerarse que afectaba
la autonomía de los tribunales, en el artículo XIV transitorio de la Constitución vigente,
por lo que a partir de entonces ambas atribuciones se ejercitan por los mismos órganos
judiciales.
El Pleno del Tribunal Superior de Justicia designa a los jueces del Distrito
Federal; establece y cambia la adscripción de los propios jueces y de los magistrados del
148
Héctor Fix-Zamudio
recaudación puede ser efectuada por las administraciones fiscales de las entidades
federativas, en virtud de convenios celebrados entre la federación y dichas entidades.
Respecto de la facultad del Poder Ejecutivo Federal para crear las
administraciones fiscales regionales, mediante decreto de 13 de junio de 1973, la
Suprema Corte de Justicia sostuvo el criterio que dicho decreto no contraviene la
Constitución, “....puesto que es una disposición reglamentaria especial expedida con
apoyo en los artículos 89, fracción I constitucional y 28 de la Ley de Secretarías y
Departamentos de Estado, para desarrollar y detallar los principios generales contenidos
en ésta y en el Código Fiscal de la Federación, a fin de facilitar el ejercicio de las
funciones que conforme a esos ordenamientos debe realizar la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público en el cobro de los impuestos, derechos, productos y aprovechamientos
federales”,
véase Fisco, Secretaría de Hacienda y Crédito Público
III. BIBLIOGRAFIA: Cortina, Alfonso, Curso de política de finanzas públicas
de México, México, Porrúa, 1977; Lomelí Cerezo, Margarita, El poder de la
administración pública en materia fiscal, México, Edición Continental, 1961; Retchkman
K., Benjamín, Política fiscal mexicana (reflexiones), México, UNAM, 1979.
En México, en virtud del sistema federal que caracteriza a nuestro Estado, existen
tres niveles de gobierno: el municipal, el estatal y el federal. En cada uno de estos niveles
podemos encontrar, el correspondiente nivel administrativo.
La administración pública, como parte del aparato estatal se rige por el principio
del Estado de derecho y en virtud de su actividad se encuentra subordinada al mandato de
la norma jurídica.
El artículo 90 de la Constitución, precisa que la administración pública federal
será centralizada y paraestatal conforme a la ley orgánica que expida el Congreso de la
Unión, la que distribuirá los negocios del orden administrativo que estarán a cargo de las
Secretarías de Estado y Departamentos administrativos y definirá las bases generales de
creación de las entidades paraestatales. Dicha ley es la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal, publicada en el Diario Oficial el 29 de diciembre de
1976.
De esta manera, conforme a las disposiciones legales aplicables, el Ejecutivo
Federal se auxilia, para cumplir con sus funciones administrativas, de las dependencias de
la administración centralizada y las entidades de la paraestatal. En la primer categoría
encontramos a la Presidencia de la República, las Secretarías de Estado, los
Departamentos administrativos y la Procuraduría General de la República. Por otra parte,
los organismos descentralizados, las empresas de participación estatal, las instituciones
nacionales de crédito (hoy sociedades nacionales de crédito, instituciones de banca
múltiple o de banca de desarrollo), las organizaciones auxiliares nacionales de crédito, las
instituciones nacionales de seguros y fianzas y los fideicomisos, integran la
administración pública paraestatal.
La Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, define las atribuciones de
las siguientes dependencias:
Secretaría de Gobernación,
Secretaría de Relaciones Exteriores,
Secretaría de la Defensa Nacional,
Secretaría de Marina,
Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
Secretaría de Programación y Presupuesto,
Secretaría de la Contraloría General de la Federación,
Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal,
Secretaría de Comercio y Fomento Industrial,
Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos,
Secretaría de Comunicaciones y Transportes,
Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología,
Secretaría de Educación Pública
Secretaría de Salud,
Secretaría del Trabajo y Previsión Social,
Secretaría de la Reforma Agraria,
Secretaría de Turismo,
Secretaría de Pesca y
Departamento del Distrito Federal.
Las dependencias y entidades de la administración pública federal deberán
conducir sus actividades en forma programada, observando los principios y políticas que
152
México, 1821-1940, México, INAP, 1984; Ruiz Massieu, José Francisco, Nueva
administración pública federal; 2ª edición, México, Tecnos, 1978; Serra Rojas, Andrés,
Derecho administrativo; 6ª edición, México, Porrúa, 1974; Vedel, Georges, Droit
administratif; 7ª edición, Paris, Presses Universitaires de France, 1980.
(artículo 307 del Código Civil para el Distrito Federal.) y en nuestro sistema, un derecho
hereditario (artículo 1612 del Código Civil para el Distrito Federal.)
Es decir, en virtud de esta relación, el adoptante tiene respecto del adoptado y sus
bienes los mismos derechos y obligaciones que tienen los padres respecto a los hijos,
pudiendo incluso, darle nombre y sus apellidos; y el adoptado, respecto del adoptante,
tiene los mismos derechos y obligaciones que un hijo.
A pesar de que se trata de evitar la coexistencia del vínculo del adoptado con su
familia natural y su familia adoptiva, el ordenamiento civil establece que la relación de
parentesco que surge a la adopción se limita al adoptante y al adoptado, excepto en lo
relativo a los impedimentos para contraer nupcias, quedando vigentes los derechos y
obligaciones que resultan del parentesco natural, salvo la patria potestad que se transfiere
al adoptante, excepto cuando éste está casado con uno de los progenitores del adoptado,
en cuyo caso se ejerce por ambos cónyuges (artículos 157, 402 y 403 Código Civil para el
Distrito Federal.).
El procedimiento de adopción se tramita ante los juzgados familiares en vía de
jurisdicción voluntaria sin formalidades y términos rígidos, respetándose únicamente el
requerido por el artículo 444 Código Civil para el Distrito Federal., para que se pierda la
patria potestad (artículos 923 a 926 Código Civil para el Distrito Federal.). Una vez
ejecutoriada la resolución judicial que autoriza la adopción ésta surte plenamente sus
efectos, y el juez que conoció del asunto deberá remitir copia de los autos al juez del
Registro Civil correspondiente para que se levante el acta respectiva.
La adopción puede revocarse: a) por convenio expreso de las partes siendo el
adoptado mayor de edad, en caso contrario por consentimiento de las personas que
debieron otorgarlo para la adopción, el Ministerio Público o el Consejo Local de Tutelas;
o por ingratitud del adoptado (artículos 405, 406).
II. En el derecho romano se distinguieron dos formas de adopción dependiendo si
el adoptado era alieni iuris o sui iuris: adoptio y adrogatio. El primero era un acto
jurídico creado cuando por interpretación a partir de las XII Tablas o a través de tres
ventas consecutivas que haga el pater del filius; en la época justinianea la adopción se
simplifica requiriendo únicamente la presencia del padre, el hijo y el adoptado ante la
autoridad competentes. Es en esta época cuando se distingue la adoptio plena y la minus
plena.
La adrogatio implica la absorción de una familia en otra e implica una capitis
diminutio para el adrogatus.
III. BILBIOGRAFIA: Galindo Garfias, Ignacio, Derecho civil; parte general,
personas y familia; 2ª edición, México, Porrúa, 1976; Ibarrola, Antonio de, Derecho de
familia, México, Porrúa, 1978; Iglesias, Juan, Derecho romano; instituciones de derecho
privado; 6ª edición, Barcelona, Ariel, 1976; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil
mexicano, tomo II, Derecho de familia; 5ª edición, México, Porrúa, 1980.
En relación al contenido del artículo 273 del Código Penal del Distrito Federal,
varios autores opinan que se viola el principio de legalidad, en virtud de no definir
detalladamente el objeto de prohibición, o sea, la conducta adulterina. En tanto que otros
niegan que exista tal violación, porque consideran que no es necesario la definición de lo
que es adulterio.
En cuanto a si debe o no incriminarse penalmente el adulterio, es cuestión también
muy debatida en la doctrina. En este punto se imponen los criterios a favor de la no
punición de este tipo de comportamientos.
VI. El adulterio es sancionado legalmente sólo por el hecho de que atenta contra
la fidelidad que se “deben” los cónyuges, si bien es cierto que dentro del catálogo de
obligaciones que nacen del matrimonio no fue incluido (véase artículos 147 y 162 Código
Civil para el Distrito Federal). Sin embargo, en la doctrina de derecho civil en México se
considera que la nueva existencia del adulterio como causal de divorcio implica la
existencia de la fidelidad como un deber conyugal. Así la fracción I del artículo 267
Código Civil para el Distrito Federal establece que el adulterio debidamente probado de
uno de los cónyuges es causal de divorcio.
Este enunciado plantea una serie de problemas de eficacia precisamente por la
falta de definición legal del término a la que se alude supra. Es ciertamente, difícil probar
una conducta que no está plenamente tipificada en el ordenamiento legal por lo que se
tiene que recurrir a su concepto gramatical y es precisamente su probanza jurídica una de
las condiciones sine qua non para la configuración de la causal.
Aparentemente el legislador sólo consideró al adulterio consumado como la
conducta sancionable con el divorcio. Igualmente se afirma que se castiga
exclusivamente el coito “normal” pues es el único que puede provocar un embarazo y,
por tanto, la adulteración de la sangre - o el “linaje” familiar del cónyuge ofendido - .
Estas afirmaciones, que nos pueden parecer absurdas, tienen su fundamento en las
consideraciones de tipo moral y en el interés que la sociedad tiene en la institución del
matrimonio, es decir: salvaguardar los intereses de los hijos que pudieren surgir de la
relación sexual y señalar, de manera indubitable, la paternidad.
Afortunadamente al Suprema Corte de Justicia se ha apartado de estos criterios
puritanos estableciendo que no es necesario que el adulterio se encuentre probado en el
ámbito penal; no es necesario que se trate de una relación sexual - coito -, basta que el
trato de un cónyuge hacia un tercero, cuando por su intimidad denote una falta al debido
respeto conyugal, una ruptura en las relaciones matrimoniales o un deshonor al otro
cónyuge. Aunque se discute si este tipo de conductas constituyen más una injuria grave
que adulterio.
Igualmente se considera que no es necesario que se pruebe el adulterio
consumado, bastarán indicios claros que permitan al juzgador evaluar la ruptura de la
affectio maritalis causada por las relaciones amorosas, íntimas del cónyuge con un
tercero.
VI. BIBLIOGRAFIA: Carmona, M. de, El adulterio en el derecho civil,
canónico, social, penal y procesal, Madrid, Jurídica Española, 1956; Castellanos Tena,
Fernando, “Tipo y tipicidad en el delito de adulterio”, Criminalia, México, año XXVI,
núm. 11, noviembre de 1960; Galindo Garfias, Ignacio, Derecho civil; 2ª edición,
México, Porrúa, 1976; Muldwford, B., El adulterio, traducción de María Eugenia Suárez,
164
AD VALOREM. I. Término latino que significa “al valor” o “sobre el valor”. Se utiliza
principalmente en gravámenes al comercio exterior. Witker y Pereznieto aseveran que los
aranceles se clasifican tradicionalmente en específicos y ad valorem.
II. Los aranceles específicos son los que establecen derechos que se aplican sobre
las mercancías según el número de unidades, el peso o el volumen. Los aranceles ad
valorem o derecho cuota ad valorem son los que establecen derechos según el valor del
producto importado, el que puede ser con valor CIF, FOB o incluso un valor legal fijado
arbitrariamente por la legislación del país importador. Los derechos ad valorem se
aplican a base de cuotas o porcentajes al valor de las mercaderías, lo que les da una
ventaja sobre los específicos, a juicio de los autores citados, originada en la facilidad
recaudatoria y en la sencillez del cálculo y de la predicción de sus efectos sobre los
mercados internos.
III. México ha transformado su arancel en base a derechos ad valorem. Para su
aplicación se ha promulgado la ley de valoración aduanera de las mercancías de
importación que entró en vigor el 1o. de julio de 1979.
Véase Arancel
IV. BIBLIOGRAFIA: Witker, Jorge y Pereznieto, Leonel, Aspectos jurídicos del
comercio exterior de México, México, UNAM. Editorial Nueva Imagen, 1980.
afectaciones que correspondan en cada caso particular. Comúnmente éste comienza con
la correspondiente solicitud de restitución, dotación y ampliación de tierras a favor de los
sujetos favorecidos por la reforma agraria, la cual solicitud, después de varios trámites,
puede finalizar precisamente con una medida de afectación de tierras pertenecientes o
calificadas de privadas, pero que no posean certificado de inafectabilidad, el cual se
otorga mediante decreto presidencial a la pequeña propiedad, previa solicitud y
comprobaciones del caso. Los afectados mediante estas resoluciones tienen el derecho de
acudir al gobierno federal para que les sea pagada la correspondiente indemnización. En
el supuesto de que se afecten tierras protegidas por un certificado de inafectabilidad, se
reconoce el derecho del recurso de amparo para invalidar estas resoluciones contrarias a
la Constitución.
I. Es muy importante señalar que entre los bienes afectables se encuentra, según
determina la Ley de Reforma Agraria, los bienes propiedad de la federación, de los
Estados y de los Municipios, como expresa su artículo 204. Estos bienes, sin embargo,
sólo podrán ser afectados por motivos de interés público y para los fines de dotación o
implantación de los ejidos y centros de población.
V. BIBLIOGRAFIA: Mendieta y Núñez, Lucio. El sistema agrario
constitucional; 4ª edición, México, Porrúa, 1975; Mendieta y Núñez. Lucio,,
Introducción al estudio del derecho agrario; 3ª edición, México, Porrúa, 1975.
AFORO. I. Del latín aforum que significaba “la plaza pública”; en el dialecto rumano de
Macedonia for conservó el sentido de plaza del que se significó precio en el mercado en
el francés medieval. Se derivaron de este vocablo las voces forista, foral, forense, forillo,
hasta que al fin se llegó a forar que significa tasar el precio de una mercancía. La
acepción es tomada del francés antiguo y medieval aforer (S. XIII-XVIII) de donde
deriva fuer que significa tasa. En España el aforo consistía en el reconocimiento que se
hacía a las bodegas de vino de los cosecheros, para que pagaran los derechos al rey.
II. Es el acto de reconocer las mercancías, verificar su naturaleza y valor,
determinar su peso, medida, cantidad y consecuentemente clasificarlas arancelariamente,
determinando las contribuciones que les son aplicables.
En México el valor de aduana de las mercancías, para efectos del aforo, es el
normal, que se deriva de un sistema uniforme de carácter internacional que fue creado por
el Consejo de Cooperación Aduanera y que se adoptó como parte de nuestra legislación
en el año de 1979, por medio de la Ley de Valoración Aduanera de las Mercancías de
Importación.
III. BIBLIOGRAFIA: Duquesne, Jean. L’entreprise et la douane, París, Les
Editions d’Organisation, 1979; Fernández, Pedro, Derecho aduanero, Buenos Aires,
Depalma, 1966.
solicitantes más adecuados por su preparación y aptitudes, hacia los empleos que les
resulten más idóneos; b) autorizar y registrar, en su caso, el funcionamiento de agencias
privadas que se dediquen a la colocación de personas; c) vigilar que las entidades
privadas cumplan con las obligaciones que la ley les impone, así como las disposiciones
administrativas que dicten las autoridades del trabajo; d) intervenir, en coordinación con
unidades administrativas de las Secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores,
Comercio y Fomento Industrial, en la contratación de los nacionales que vayan a prestar
servicios en el extranjero; e) proponer la celebración de convenios en materia de
colocación de trabajadores, entre la Federación y las entidades federativas; f) establecer
registros de constancias relativas a trabajadores con una especialidad dentro de una rama
industrial y g) establecer un servicio de colocación de trabajadores esencialmente gratuito
en todo el ámbito territorial nacional.
véase Empleo y Desempleo
V. BIBLIOGRAFIA: Despontín, Luis A., La técnica en el derecho del trabajo,
Buenos Aires, 1941; Dofny, Jaques, El desempleo, París, 1963; Trueba Urbina, Alberto.
Nuevo derecho del trabajo; 4ª edición, México, Porrúa, 1980.
reglamentó el 7 de mayo del mismo año. Siete años después, por decreto de 20 de mayo,
se abrogan los dos textos legales anteriores y el artículo segundo establecía que las
gestiones ante la aduana se regularían por la Ordenanza de 1891.
Antecedente directo de la ley actual, es la Ley de Agentes Aduanales de 27 de
agosto de 1927, que consagra los elementos que hoy en día regulan la actividad del
agente aduanal.
Las dos leyes aduanales de 18 de abril de 1928 y de 30 de diciembre de 1929,
contienen un c especial destinado a regular la figura comentada, ambas reproducen casi
en forma exacta las normas de la Ley de 1927. Caso similar es el de la Ley Aduanal de 19
de agosto de 1935.
El Código Aduanero de los Estados Unidos Mexicanos de 30 de diciembre de
1951, en su título XVIII reguló las actividades de estos hombres de aduana durante treinta
años.
La Ley Aduanera en vigor, regula en su título noveno la figura del agente aduanal,
sin que en esencia varíen las normas que contenía la Ley de Agentes Aduanales de 1927.
III. Deben reunirse los siguientes requisitos para obtener la patente de agente
aduanal: 1. Ser ciudadano Mexicano por nacimiento; 2. No haber sido sentenciado por
delito o infracción de contrabando o tenencia ilegal de mercancía extranjera; 3. Gozar de
buena reputación personal; 4. No ser funcionario público, militar activo, socio,
representante, empleado o agente de empresa transportista; 5. No tener parentesco por
consanguinidad o afinidad con el administrador o subjefe de la aduana de adscripción de
la patente; 6. Tener título profesional de cualquiera de las siguientes licenciaturas:
Derecho, Economía, Administración de Empresas, Contador Público o ser Vista Aduanal;
7. Tener una experiencia en el campo aduanero de más de tres años, y 8. Aprobar un
examen de conocimientos sobre la materia. (artículo 143 Ley Aduanera).
IV. Entre las obligaciones de los agentes aduanales encontramos las siguientes: 1.
Residir y mantener su oficina principal en el lugar de su adscripción; 2. Ocuparse en
forma personal y habitual de su encargo; 3. Llevar un registro de todos los despachos en
que intervenga; 4. Rendir a sus clientes las cuentas de gastos y entregarles los
comprobantes de pago, y 5. Someterse a los exámenes de eficiencia que convoque la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (artículo 145 Ley Aduanera).
La patente es personal e intransferible, y el agente aduanal sólo podrá actuar ante
la aduana para la cual se le expidió la patente.
El titular de la patente puede ser suspendido en el desempeño de sus actividades y
también se le podrá cancelar la patente (artículos 147 y 148 Ley Aduanera).
V. BIBLIOGRAFIA: Ordenanza General de Aduanas Marítimas y Fronterizas,
de Cabotaje y Secciones Aduanales del 25 de enero de 1885; Ordenanza General de
Aduanas Marítimas y Fronterizas del 12 de junio de 1891; Decreto expedido por
Venustiano Carranza el 15 de febrero de 1918; Decreto presidencial de 20 de mayo de
1925; Ley de Agentes Aduanales de 27 de agosto de 1927; Código Aduanero de los
Estados Unidos Mexicanos de 30 de diciembre de 1951; Ley Aduanera de 28 de
diciembre de 1981; Mantilla Molina, Roberto L., Derecho mercantil; 19ª edición,
México, Porrúa, 1979.
Cuarenta y tres años más tarde, entre las importantes reformas que por iniciativa
del presidente de la República se hicieron a diversos artículos de la Constitución en
materia judicial (por decreto de 21 de diciembre de 1950 publicado en el Diario Oficial
de 19 de febrero de 1951) se incluyeron las correspondientes a las fracciones III y IV del
artículo 107 en el cual se consagra con rango constitucional, el supuesto de agotamiento
previo de recursos para la procedencia del juicio de amparo en materia judicial, no
únicamente en asuntos civiles o penales, sino además en los de índole administrativa y
del trabajo, con las salvedades que en las mismas fracciones se señalan; en el inciso a) de
la III para cuando se trate del amparo contra sentencias dictadas en controversias tocantes
al estado civil de las personas o que afecten al orden o a la estabilidad de la familia, y en
materia administrativa en el supuesto contenido en la fracción I, en la que se previene que
no será necesario agotar recursos o medios de defensa para acudir al amparo cuando se
reúnan las condiciones allí mismo determinadas.
Por otra parte, la Ley de Amparo en las fracciones XIII y XIV de su artículo 73
declara improcedente el juicio de amparo “contra las resoluciones judiciales respecto de
las cuales la ley concede algún recurso o medio de defensa dentro del procedimiento, por
virtud del cual puedan ser modificadas, revocadas o nulificadas...” y “Cuando se esté
tramitando ante los tribunales algún recurso o defensa legal propuesta por el quejoso, que
pueda tener por efecto modificar, revocar o nulificar el acto reclamado”.
IV. La Suprema Corte de Justicia en numerosas ejecutorias ha sostenido
invariablemente el principio de improcedencia del amparo cuando previamente no se
hayan agotado los medios de impugnación procedentes. La determinación de cuál o
cuáles sean éstos en su caso concreto, incumbe al agraviado, en primer lugar; pero en la
realidad forense tal determinación queda a cargo del profesional que asesora o representa
a dicho agraviado. Un error en ese punto, dará por resultado el desechamiento del recurso
erróneamente interpuesto y, por tanto, que en caso de acudir al amparo el interesado, su
demanda sea declarada improcedente.
Mencionaremos en este sentido, la tesis de la Suprema Corte de Justicia que ha
sentado jurisprudencia en cuanto a recursos ordinarios, que declara: “El hecho de no
hacer valer los procedentes contra un fallo, ante los tribunales ordinarios, es causa de
improcedencia del amparo que se endereza contra ese fallo”.
Los recursos que deben agotarse antes de interponer el amparo, deben estar
previstos en la ley y el afectado por el acto o la resolución de que se trate, debe hallarse
en aptitud legal para interponerlos, lo que no ocurre, por ejemplo, cuando el demandado
en un juicio civil no fue legalmente emplazado para salir a defenderse y viene a tomar
conocimiento del juicio mucho tiempo después de concluido éste.
De modo semejante, cuando el acto que motiva el amparo ha sido dictado por la
autoridad sin fundarlo en alguna norma de derecho objetivo, el sujeto pasivo no estará en
condiciones de impugnarlo y no tendrá entonces más camino legal que interponer contra
ese acto, su demanda de amparo.
En cambio, es evidente que cuando existe algún recurso utilizable por la persona
cuyo interés jurídico resulte afectado por un acto o por una decisión concreta de la
autoridad, aquélla debe interponerlo y agotarlo como proceda y únicamente en el caso de
no obtener resolución favorable, quedará en aptitud de intentar la vía de amparo. De no
ser así, este juicio, indiscutiblemente autónomo, vendría a convertirse en un recurso
174
AGRAVIO. I. Por tal debe entenderse la lesión o afectación de los derechos e intereses
jurídicos de una persona, en especial, a través de una resolución judicial, y por extensión.
También cada uno de los motivos de impugnación expresados en el recurso de apelación
contra una resolución de primera instancia.
En un sentido muy amplio, el agravio es el equivalente a perjuicio o afectación de
un interés jurídico, y éste es el significado que se emplea en los artículos 4° y 5° fracción
I, de la Ley de Amparo cuando califica de agraviado al demandante de la protección de
los tribunales federales.
II. De acuerdo con un concepto más restringido, el agravio es la afectación
producida por una resolución judicial y se utiliza generalmente por los códigos procesales
tratándose de la segunda instancia, al regular la llamada “expresión de agravios”
considerada como los argumentos que hace valer el recurrente contra la resolución
impugnada en apelación.
En tal virtud, la expresión de agravios está estrechamente vinculada con el
régimen del recurso de apelación, y en el proceso de amparo, con el llamado recurso de
revisión (que en sentido estricto también es una apelación), por lo que la forma, alcance y
efectos de los propios agravios se pueden separar en tres sectores:
III. (Derecho procesal civil y mercantil). Los códigos modelos Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, Código Federal de Procedimientos
Civiles y Código de Comercio siguen esencialmente el sistema de la apelación española
según la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, con algunos aspectos peculiares.
Lo anterior significa que la apelación debe mejorarse o formalizarse ante el
tribunal de segundo grado, de manera que el apelante debe acudir ante dicho tribunal a
formular agravios, y si no los presenta o los entrega fuera del plazo respectivo (seis días
en materia civil distrital y tres días, que pueden ampliarse en razón de la distancia, en la
esfera civil federal), se declara desierto el recurso (artículos 704-705 Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 243-249 Código Federal de
Procedimientos Civiles). El Código de Comercio dispone escuetamente en su artículo
175
1342 que el recurso de apelación, una vez admitido, se tramitará con un solo escrito de
cada parte y el informe en estrados (exposición oral) si las partes quisieran hacerlo.
El contenido del escrito de expresión de agravios es regulado de manera imprecisa
por el artículo 244 del Código Federal de Procedimientos Civiles cuando establece que
deberán expresarse los conceptos por los que, a juicio del apelante, se le hubiesen
causado dichos agravios por la resolución impugnada, pero en términos generales dichos
argumentos no están sujetos a formalidades estrictas, ya que según la jurisprudencia firme
de la Suprema Corte de Justicia: “Cuando en un agravio se expresan el acto u omisión
que lesiona un derecho del recurrente, el mismo debe estudiarse por el tribunal que
conozca del recurso aun cuando no se cite el número del precepto violado” (tesis 26,
página 66, Tercera Sala, del Apéndice al Semanario Judicial de la Federación, publicado
en el año de 1975).
Por lo que se refiere a las facultades de cognición del tribunal de segunda
instancia, la apelación civil implica de manera exclusiva el análisis de los agravios del
apelante principal y de los del recurrente en la adhesiva, y sólo se admite el ofrecimiento
y desahogo de nuevos medios de prueba o la presentación de nuevas defensas, cuando las
mismas no se hubieran aportado en el primer grado por causas ajenas a la voluntad del
apelante, o no se hubiese tenido conocimiento de las mismas de manera oportuna
(artículos 706 a 708 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 253
a 255 del Código Federal de Procedimientos Civiles).
Para los efectos del juicio de amparo contra la sentencia pronunciada en
apelación, también debe tomarse en cuenta, que para no tener por consentidas las
violaciones procesales respectivas en los asuntos civiles de carácter patrimonial, el
afectado debe impugnar la violación del procedimiento mediante el recurso ordinario y
dentro del plazo que la ley respectiva señale, pero si la propia ley no concede dicho
recurso, o si concediéndolo fuere desechado o declarado improcedente, el propio
interesado deberá invocar la violación como agravio en la segunda instancia, si se
cometió en la primera. No es preciso cumplir con estos requisitos en los amparos contra
actos que afecten derechos de menores o incapaces, ni en los promovidos contra
sentencias dictadas en controversias sobre acciones del estado civil o que afectan al orden
y a la estabilidad de la familia (artículo 161 Ley de Amparo).
IV. (Derecho procesal penal). En virtud de que la apelación en el proceso penal
es más flexible que la regulada en asuntos civiles y mercantiles, el recurso puede
presentarse oralmente o por escrito ante el juez que dictó la resolución impugnada, y no
es necesario, como sí lo es en la apelación civil, mejorar o formalizar el recurso ante el
órgano superior, en virtud de que los agravios pueden formularse ya sea con motivo de la
interposición o bien en la audiencia de alegatos (esto último según el artículo 364 Código
de Procedimientos Penales para el Distrito Federal.).
Por otra parte, el tribunal de segundo grado posee mayores facultades de
conocimiento que las otorgadas en cuestiones civiles, ya que en esencia, el recurso
implica un nuevo examen de todo el procedimiento y de las resoluciones impugnadas en
primera instancia, tomando en cuenta que la parte recurrente puede ofrecer nuevas
pruebas, limitándose sólo la testimonial a los hechos que no hubieren sido objeto de
examen en el primer grado (artículos 428 y 429 Código de Procedimientos Penales para
el Distrito Federal, 376-378 y 380 del Código Federal de Procedimientos Penales).
176
Héctor Fix-Zamudio
poco exigido en las legislaciones modernas. Los requisitos que ya han desaparecido son
el correspondiente al sexo y a la nacionalidad, pues son ya pocos los sindicatos que no
aceptan mujeres en su seno o que no admiten trabajadores extranjeros o que limitan la
acción de éstos dentro de las actividades gremiales.
IV. En cuanto a los derechos y obligaciones que adquiere el trabajador desde el
momento que es afiliado a un sindicato pueden variar de acuerdo a la naturaleza de cada
agrupación, pero como expresa el Doctor de la Cueva, se dividen en cualquier forma en
dos grupos de derechos y otros tantos de obligaciones. Para él los derechos pueden
dividirse en directos y reflejos. Son directos los que derivan de los estatutos y de los
beneficios logrados por la actividad de la asociación profesional; son reflejos las
prerrogativas que la ley otorga a los trabajadores sindicados respecto de quienes no lo
sean. Entre los primeros coloca la participación en las decisiones sindicales, el control de
la gestión financiera, la elección de dirigentes sindicales y la intervención dentro del
sindicato cuando exista incumplimiento en las funciones de los directivos. En los
segundos incluye el derecho del agremiado a ser elegido para cualquier cargo o función
sindical, el de ser informado del destino que se dé a los fondos sindicales, el de participar
en las actividades sociales del sindicato y el de integrar cualquier organismo accesorio,
sea social, cultural, recreativo o deportivo. Por lo que hace a las obligaciones pueden ser
patrimoniales o sociales; entre las primeras se encuentran las correspondientes al pago de
cuotas, ordinarias o extraordinarias; el acatar las disposiciones que a este respecto
emanen de las autoridades sindicales y contribuir a los fondos de ayuda o resistencia que
se integren. Respecto a las segundas los agremiados deben concurrir a las asambleas o
reuniones en que participe el sindicato; no deberán realizarse actos que perjudiquen a la
asociación; desempeñar los puestos sindicales con honradez y responsabilidad, etcétera
De no cumplir el agremiado con las obligaciones que hayan sido aceptadas y fijadas en
los estatutos puede ser separado o expulsado del sindicato.
véase Gremio, Sindicación
V. BIBLIOGRAFIA: Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, 1979; Antokoletz, Daniel, Derecho del trabajo y previsión social; 2ª
edición, Buenos Aires, 1963; Cabanellas, Guillermo, Derecho normativo laboral, Buenos
Aires, 1966; Ruprecht, Alfredo J., Derecho colectivo del trabajo, México, UNAM, 1980;
Pozzo, Juan D., Derecho del Trabajo, Buenos Aires, 1951, tomo IV.
guerra sólo sería aceptable cuando un Estado recurriera al uso de la fuerza a través de la
legítima defensa. En consonancia con esta reflexión, la Resolución que se estudia
considera irrelevante para la determinación de un acto de agresión que exista o no
declaración de guerra.
En cuanto a los casos que se consideran como constitutivos de agresión se
incluyen, entre otras, las siguientes especificaciones:
a) La invasión o el ataque por las fuerzas armadas de un Estado contra el territorio
de otro, así como la ocupación militar, aunque sea temporal.
b) El bombardeo por las fuerzas de un Estado contra otro.
c) El bloqueo de los puertos o de las costas de un Estado.
d) La acción de un Estado que permite que su territorio sea puesto a disposición
de otro Estado para perpetrar un acto de agresión contra un tercer Estado.
Debe advertirse que tanto a la definición genérica como a la definición numérica
pueden escapar casos que en la práctica se presentan como formas de agresión y ello
explica que la Resolución mencionada conceda facultad al Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas para determinar casos adicionales y particulares de agresión, congruente
con las atribuciones que tiene este organismo en el capítulo VII de la Carta de las
Naciones Unidas.
Es de mencionarse una salvedad de extremo interés que incluye la Resolución
citada. Se reconoce a los pueblos bajo régimen colonial, racista y otras formas de
dominación extranjera a usar la fuerza en contra de las autoridades metropolitanas o de
dominación. Toda vez que el colonialismo es ilegal y que contra él se ha levantado en
nuestros días, una vertiente normativa principal del derecho internacional público se optó
en aquella oportunidad por considerar legal, en el ámbito interno, el uso de la fuerza. No
se llega tan lejos como para hacer legítimo el uso de la fuerza entre Estados en el plano
internacional, pero es significativa la Resolución porque se reconoce el derecho a la
revolución en los casos mencionados y, además, a los movimientos de liberación se les
concede el derecho de pedir ayuda externa, lo que vendría a ser una excepción a la
prohibición tajante para terceros Estados de intervenir en los asuntos internos. Surge
paralelamente, una complicación y es la de determinar qué se entiende por la posibilidad
de recibir ayuda de fuera, ya que esto ocasiona, en las condiciones políticas de rivalidad
entre bloques, abrir las puertas a la participación de terceros Estados.
III. BIBLIOGRAFIA: Bandura, Albert, Aggression: A Social Learing Analysis,
New Jersey, Prentice Hall, 1973; Széskely, Alberto, Instrumentos fundamentales de
derecho internacional público, México, UNAM, 1981, tomo II; Zillmann, Dolf, Hostility
and Agression, Hillsdale, New Jersey, Lawrence Erlbaum Associates Publishers, 1979;
Zpurek, Jaroslav, L’interdiction de l’emploi de la force en droit international, Leiden, A.
W. Sijthoff, 1974.
AGUAS. I. Plural de la palabra agua. Agua, del latín aqua, que significa según el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “Cuerpo formado por la combinación de
181
Alberto Székely
AGUINALDO. I. Cantidad que por disposición legal (artículo 87 Ley Federal del
Trabajo, artículo 42 bis Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado) será
entregada cada fin de año a los trabajadores por quien haya contratado sus servicios.
Debe ascender, como mínimo, al equivalente de quince días de salario en el campo de las
actividades productivas en general y a un mes de salario cuando se trate de los empleados
de los Poderes de la Unión y del Departamento del Distrito Federal. Los trabajadores de
las entidades federativas y de los municipios luchan por la obtención de un aguinaldo que
supere el que actualmente les es cubierto en forma irregular y raquítica.
Dentro de la tradición española el aguinaldo ha representado el regalo que se da
en Navidad o en la fiesta de Epifanía, también significa el regalo que se entrega en alguna
otra fiesta u ocasión. Hoy el aguinaldo es mucho más que un obsequio o un presente: se
trata de una conquista de los trabajadores organizados.
II. Se discute el punto de partida de la palabra aguinaldo. Mientras para algunos
proviene del antiguo aguilando y éste de la otra variante aguinando, es decir, surge de
aguilando por metátesis (como guirnalda de guirlanda), para otros su origen es incierto,
quizá de la frase latina hoc in anno “en este año”, que se empleaba como estribillo en las
canciones populares de año nuevo.
III. En México, el aguinaldo fue incorporado a la Ley Federal del Trabajo en
1970, al considerar que el trabajador tiene que efectuar gastos extraordinarios con motivo
de las festividades y vacaciones del mes de diciembre, lo que no podrá hacer con su
salario habitual, porque éste está destinado a cubrir las necesidades familiares diarias.
El salario que debe ser tomado como base para cubrir el aguinaldo es aquel que se
integra con los pagos hechos en efectivo por cuota diaria, gratificaciones, percepciones,
habitación, primas, comisiones, prestaciones en especie y cualquier otra cantidad o
prestación que se entregue al obrero por su trabajo (artículo 84 Ley Federal del Trabajo).
Pero si los trabajadores han conseguido en los contratos colectivos, en calidad de
aguinaldo, un número mayor de días que el señalado en las disposiciones legales, ya no
será necesario hacer el cálculo salarial con base en todas las especificaciones anteriores,
siempre que la cantidad de dinero recibida por el trabajador sea superior a la que le
correspondería de acuerdo con la ley.
El aguinaldo supera cada día los mínimos legales, en beneficio del hombre que
trabaja y de su familia. Recientemente y en forma paralela a su incremento, el pago del
184
aguinaldo se cubre en dos entregas: la primera, antes del inicio del periodo vacacional del
mes de diciembre; la segunda, al efectuar el primer pago, una vez que se han reanudado
las labores en el mes de enero. Esta saludable medida tiende a evitar que los hábitos y las
incitaciones consumistas absorban rápidamente una prestación que se ha generado a lo
largo de todo un año de prestación de servicios.
Lo anterior no contraviene las disposiciones de la Ley Federal de los Trabajadores
al Servicio del Estado y de la Ley Federal del Trabajo en el sentido de que el aguinaldo
debe pagarse antes de los días quince y veinte de diciembre, respectivamente, puesto que
un principio rector del derecho del trabajo señala que en todo caso se aplicará la norma,
uso o costumbre que resulte más favorable para el trabajador (para la economía familiar,
en este caso).
El 31 de diciembre de 1975 se publicó en el Diario Oficial una importante
reforma al artículo 87 de la Ley Federal del Trabajo. Consiste en que los trabajadores que
no hayan cumplido un año de servicios, independientemente de que se encuentren
laborando o no en la fecha de liquidación del aguinaldo, tendrán derecho a que se les
pague la parte proporcional de éste, conforme al tiempo que hubieren trabajado,
“cualquiera que fuere éste”.
Las cajas de ahorro y el aguinaldo guardan una estrecha relación en cuanto al
objetivo de mejorar los ingresos del trabajador en diciembre de cada año.
Véase Cajas de Ahorro
IV. BIBLIOGRAFIA: Buen Lozano, Néstor de, Derecho del trabajo; 2ª edición,
México, Porrúa, 1977, tomo II; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho del trabajo; 2ª
edición, México, Porrúa, 1972.
AHORRO. I. Acción de ahorrar; de a, preposición, y horro que proviene del árabe hurr,
que significa libre, no esclavo. Significa, según el Diccionario de la Academia, I. Dar
libertad al esclavo, 2. Cercenar y reservar alguna parte del gasto ordinario.
II. Efectivamente, el ahorro significa separar una parte del ingreso, que no se
consume, y reservarla a necesidades futuras. Por extensión, se denomina ahorro a la suma
de los recursos obtenidos a través de aquel proceso y que se acumulan durante un cierto
periodo.
Puede practicarse como una forma de atesoramiento individual, guardando en el
colchón o en la alcancía el dinero que no se gasta (que se ahorra), que, inclusive, se suele
cambiar por metales preciosos (oro, generalmente), o monedas extranjeras que no estén
expuestas a fuertes devaluaciones y pérdidas de su valor adquisitivo (dólares en la
mayoría de los casos). Se acude también, a Planes de Ahorro-Seguro de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público, mediante un seguro de grupo (Acosta Romero), o a un
contrato individual de seguro de personas (vida, enfermedades, accidentes) en el que,
además de que el asegurado se protege de dichos riesgos, puede calcular el monto de las
primas como una forma de ahorro, y proceder después de determinado tiempo al
reembolso o al rescate de los valores del seguro, como establece la Ley del Contrato de
Seguros, artículos 181 y siguientes. Inclusive, dadas las altas tasas bancarias hoy
prevalecientes, quien ahorra parte de su ingreso, lo deposita en la banca a plazos de corta,
185
mediana y larga duración, y obtiene así intereses que hoy por hoy exceden del 30%, sin
deducción fiscal alguna.
Puede también el ahorrador acudir a instituciones oficiales especializadas (el
Patronato del Ahorro Nacional); a la banca oficial; a cajas de ahorro que se constituyan
con descuentos en los salarios (artículo 110 fracción IV Ley Federal del Trabajo) y los
educandos hacer aportaciones obligatorias (según la Ley del Ahorro Escolar, Diario
Oficial 7/IX/45, artículos 2° párrafo cuarto y 4°; y sea para suscribir con el ingreso
excedente del gasto, obligaciones emitidas por dichas instituciones (los Bonos del Ahorro
Nacional que emite el Patronato mencionado, artículos 2o. y s., de la Ley del Ahorro
Nacional, en adelante LAN), o bien, estampillas y bonos de ahorro que emitan los bancos
(artículos 18 párrafos sexto y séptimo Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares y 2° de la Ley del Nacional Monte de Piedad, Institución de
Depósito y Ahorro, S. A. en adelante Ley Nacional del Monte de Piedad, Diario Oficial
31/XII/49, modificada en Diario Oficial 19/XII/51, ya para realizar depósitos en cuentas
de ahorro en toda clase de instituciones de crédito, salvo las fiduciarias (artículos 2° y 18
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), ya, en fin, para
guardar el numerario en las mencionadas cajas de ahorro.
Cuando el ahorro se efectúa en instituciones oficiales y en los bancos - ahorro
institucional - está protegido por severas disposiciones administrativas comprendidas en
las leyes respectivas (Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, Ley del Ahorro Nacional, Ley Nacional del Monte de Piedad,), vigiladas por
el Estado a través de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, y documentado aquél
en títulos de crédito, a la orden o al portador (artículos 4° Ley del Ahorro Nacional,
respecto a los bonos del ahorro nacional, y 18 párrafo séptimo Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares, respecto a bonos del ahorro), o en
“estampillas de ahorro” (en el mismo lugar, párrafo octavo y artículo 2° Ley Nacional del
Monte de Piedad), que algunas veces son pagaderos a la vista (artículo 4° Ley del Ahorro
Nacional), y otras en forma de depósitos a plazos más o menos largos, según el destino de
los fondos (por ejemplo préstamos con garantía hipotecaria, o “programas especiales de
vivienda”, a 18 párrafos quinto y noveno Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares), y que siempre causan intereses que pueden ser capitalizados
(artículos 18 párrafo tercero Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares, y 4° párrafo 2° Ley del Ahorro Nacional) y representados en cupones que se
adhieran al título principal (artículo 18 párrafo séptimo Ley General de Instituciones de
Crédito y Organizaciones Auxiliares).
Estos fondos, si se trata de los que se reciben a través de bonos del ahorro
nacional, “serán destinados única y exclusivamente, a la ejecución o financiación de
obras públicas esenciales y de plantas industriales que directamente produzcan un
acrecentamiento de los ingresos públicos” (artículo 3° párrafo primero Ley del Ahorro
Nacional); en cuanto a los depósitos en cuenta de ahorro, “se podrá disponer de ellos en
los términos que señale la Secretaría de Hacienda”. Por otra parte, las instituciones de
crédito que los constituyan, “podrán establecer planes especiales... en beneficio de
ahorradores interesados en obtener préstamos con garantía hipotecaria para la
construcción de habitaciones de interés social” (artículos 18 párrafos tercero y quinto, y
19 fracción III bis Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares.).
186
¿Qué negocios y qué actos jurídicos operan en estas prácticas del ahorro? Se trata,
por una parte, de contratos de depósito celebrados entre el ahorrador y el banco,
regulados por la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, artículos 267 y
siguientes, y en los que las sumas de dinero depositadas se transfieren en propiedad al
depositario (depósito irregular); por otra parte, se trata de la constitución de depósitos, en
dinero, no ya en bancos, sino en sindicatos (cajas de ahorro, artículo 110 Ley Federal del
Trabajo), o por autoridades escolares, que no tienen naturaleza mercantil y por tanto,
están regidos por la legislación laboral o la civil (artículos 2516 y siguientes Código Civil
para el Distrito Federal); y en ambos casos, por las estipulaciones de las partes en los
contratos relativos. En cuanto a la suscripción de bonos; como se trata de títulosvalor, se
está en presencia de actos de comercio en los términos del artículo 1° Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito.
Los depósitos y los bonos del ahorro están especialmente garantizados por la ley.
Si se trata de los bonos del ahorro nacional, el artículo 5° Ley del Ahorro Nacional,
establece las siguientes garantías: I. “La específica de las obras financiadas con la
emisión de los bonos... y con sus productos, quedando afectos a esta garantía todos los
bienes y productos de dichas obras, así como los ingresos de la empresa que las lleve a
cabo”. II. Garantía incondicional del Gobierno Federal de pagar en efectivo el valor
nominal de los bonos, y los valores de rescate constituidos en ellos. Respecto a bonos
emitidos por instituciones de crédito privadas, así como depósitos y estampillas de
ahorro, tendrán preferencia por cantidades hasta de $15,000.00 por bono “sobre los
elementos del activo de la institución, o sobre los bienes afectos al departamento de
ahorro” cuando el banco también practique otra clase de operaciones (artículo 21 Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
En cualquiera de sus manifestaciones, el ahorro constituye una práctica loable,
que merece el estímulo del Estado y la protección de los intereses de los ahorradores.
Quien ahorra, en efecto, restringe el consumo y guarda fondos en prevención de un futuro
incierto, de escasez, o de dificultades y limitaciones que habrán de presentarse por
decrepitud, mengua de capacidades físicas e intelectuales, o por nuevas y más pesadas
necesidades económicas. Desde otro punto de vista, el ahorrador compra independencia y
tranquilidad para su futuro.
No obstante lo anterior, si bien el derecho positivo mexicano ofrece amplias
garantías del reembolso de los depósitos de ahorro, así como del pago de los documentos
y títulos de crédito que lo representan, y de sus intereses, éstos son tan bajos, que quienes
reciben ingresos en exceso de sus necesidades, los invierten, no en depósitos de ahorro, ni
en bonos o estampillas de tal carácter, sino en depósito en plazo, y suscripción de valores
del Estado como son los CETES, que ofrecen intereses mucho más altos. Es lamentable y
muy criticable que tan bajos intereses se paguen por las operaciones y los bonos de
ahorro, y en cambio, que las instituciones que reciben esos caudales, los apliquen en
préstamos y financiamientos que otorgan a su clientela, de los que obtienen lucros varias
veces más altos. Recientemente, la prensa ha denunciado esta viciosa situación, que urge
que el Estado remedie.
Véase Cajas de Ahorro, Depósitos Bancarios, Operaciones Bancarias, Títulos
de Crédito
III. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Derecho bancario; panorama
del sistema financiero mexicano, México, Porrúa, 1978; Lenti, Libero, “Risparmio”,
187
Novissimo digesto italiano, Torino, UTET, 1969, volumen XVI: Prieto, Justo, “Ahorro”,
Enciclopedia jurídica Omeba, Buenos Aires, Editorial Bibliográfica Argentina, 1954,
tomo I.
acuerdo, y en forma simultánea (artículos 1692 y 1693 Código Civil para el Distrito
Federal).
IV. El cargo de albacea en derecho mexicano es oneroso: el testador puede
designarle la retribución que quiera, pero si no lo designare o bien no opta por ella el
albacea, cobrará el dos por ciento sobre el importe líquido y efectivo de la herencia y el
cinco por ciento sobre los frutos industriales de los bienes hereditarios (artículo 1781 del
Código Civil para el Distrito Federal).
Asimismo es un cargo personalísimo: el albacea no puede delegar su cargo, pero
sí puede designar mandatarios que obren bajo sus órdenes. El cargo de albacea debe
entenderse en forma transitoria: debe cumplir con su cargo en un año, prorrogable otro
año más (artículos 1737 y 1738 del Código Civil para el Distrito Federal).
En virtud de que nadie puede ser obligado a ejercer un cargo sin su
consentimiento, el albaceazgo es un cargo voluntario en tanto no ha sido aceptado
(artículo 1965 Código Civil para el Distrito Federal), después de lo cual se convierte en
obligatorio; se puede renunciar a él por causa justa o sin ella con las sanciones
establecidas por la ley en uno y otro caso (artículo 1966 Código Civil para el Distrito
Federal).
V. Entre las principales obligaciones del albacea pueden mencionarse: a) la de
causionar su manejo (artículo 1724 del Código Civil para el Distrito Federal); b) la
presentación del testamento (artículo 1706 fracciones I y VII del Código Civil para el
Distrito Federal); c) el aseguramiento de los bienes de la herencia (artículo 1706 fracción
VI del Código Civil para el Distrito Federal); d) la formación de inventarios (artículo
1706 fracción III del Código Civil para el Distrito Federal); e) la administración de los
bienes (artículo 1706 fracción IV del Código Civil para el Distrito Federal); la rendición
de cuentas (artículo 1724 del Código Civil para el Distrito Federal); f) el pago de las
deudas unitarias, hereditarias y testamentarias; g) la partición y adjudicación de los bienes
entre los herederos y legatarios; h) la defensa en juicio y fuera de él, ya sea de la herencia
como de la validez del testamento; i) la de representar a la sucesión en todos los juicios
que hubieren de promoverse en su nombre o que se promoviesen contra de ella. En
resumen se puede decir que las obligaciones del albacea derivan como consecuencia de la
administración, distribución y disposición de los bienes hereditarios.
VI. El cargo de albacea termina por: a) cumplimiento del encargo; b) por
fallecimiento o incapacidad legal del albacea; c) por excusa declarada legítima en
audiencia con los interesados y el Ministerio Público, cuando los interesados sean
menores o la beneficencia pública; d) por cumplimiento de los plazos y prórrogas
señalados por la ley para el desempeño del cargo; e) por revocación hecha por los
herederos, y f) por remoción (artículo 1745 Código Civil para el Distrito Federal).
VII. El origen de esta institución se encuentra en el derecho germánico y en el
derecho canónico en donde se le consideraba como una institución que favorecía el
cumplimiento de obras y mandas piadosas. Este ejecutor testamentario ha recibido varias
denominaciones como mansesor en Castilla, marmessor en Cataluña, o cabezalero en el
Fuero Real.
VIII. BIBLIOGRAFIA: Gutiérrez y González, Ernesto, El patrimonio, Puebla,
Cajica, 1971; Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones; 4ª edición, México, Porrúa, 1977;
Rrojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo IV, Sucesiones; 4ª edición,
México, Porrúa, 1976.
189
precio al verse gravados por las alcabalas que se le imponían durante su tránsito; por este
motivo las leyes de 10 de octubre y 9 de noviembre de 1846 pretendieron, sin
conseguirlo, extirparlas. Este propósito también fue parte del Plan de Ayutla (Tena
Ramírez, página 376). El artículo 124 de la Constitución Federal de 1857 declaró que a
partir del 1o. de junio de 1858 quedaban abolidas las alcabalas y aduanas interiores en
toda la República. La desastrosa situación política y económica por la que atravesó el país
después de la promulgación de la Constitución de 1857 hizo imposible que entrara en
vigor el decreto que abolía las alcabalas. El 24 de enero de 1861 se dictó un decreto
aplazando la entrada en vigor de la abolición de las alcabalas para el 1° de enero de 1862.
Otros decretos de 1882 y 1884 aplazaron nuevamente la entrada en vigor de la abolición
de las alcabalas. En el año de 1891 se reunió una conferencia nacional para estudiar
nuevamente el problema de las alcabalas a la que asistió en calidad de representante del
Distrito Federal José Ives Limantour quien se opuso a que se transigiera con la existencia
de las alcabalas; sus ideas no prosperaron en esta conferencia pero, dos años más tarde, el
ser nombrado secretario de Hacienda se propuso llevar a la práctica sus ideas: en 1895
presentó a la Cámara de Diputados una iniciativa para reformar los artículos 111 y 124 de
la Constitución, que habiendo prosperado se llevó al texto constitucional al año siguiente,
habiendo sido después trasplantadas a la Constitución vigente en los artículos 117
fracciones IV y VII y 131. La idea fundamental de la reforma de Limantour, que es la que
aún aparece en nuestra Constitución, fue la de suprimir la prohibición general de las
alcabalas para prohibir tipos específicos de impuestos alcabalatorios, así como su forma
de exacción, pero sin que la Constitución mencione la palabra alcabala.
IV. El artículo 117 constitucional establece las prohibiciones absolutas de las
entidades federativas, es decir, aquellas que nunca y por ningún motivo pueden realizar
los Estados, y contiene IX fracciones de las cuales sólo las fracciones IV, V, VI y VII se
refieren a las alcabalas aunque, como ya se dijo, sin mencionarlas expresamente. La
fracción IV prohibe a los Estados gravar el tránsito de personas o cosas que atraviesen su
territorio. En este caso la hipótesis se refiere a mercancías o efectos que no se van a
consumir en el Estado, sino que sencillamente van de paso. La fracción V establece que
no podrán prohibir ni gravar directa o indirectamente la entrada o salida de su territorio a
mercancías nacionales o extranjeras; en este caso se trata de impedir que se pongan
obstáculos a la entrada de mercancías o productos que van a quedarse en el mismo Estado
y a la salida de mercancías o productos que van a quedarse en el mismo Estado y a la
salida de mercancías provenientes de ese mismo Estado. La fracción VI prohibe gravar la
circulación y el consumo de efectos nacionales o extranjeros con impuestos o derechos
cuya exacción se efectúe por aduanas locales (llamadas garitas), requiera inspección o
registro de bultos o exija documentación que acompañe la mercancía. En este caso no se
está prohibiendo ningún tipo de impuesto alcabalatorio, sino la forma y medios que se
pudieran emplear en su recaudación. La fracción VII prohibe expedir y mantener en vigor
leyes o disposiciones fiscales que importen diferencias de impuestos o requisitos por
razón de la procedencia de mercancías nacionales o extranjeras, ya sea que estas
diferencias se establezcan respecto a la producción similar de la localidad, o ya entre
producciones semejantes de distinta procedencia. Lo que se prohibe con este tipo
específico de impuesto acabalatorio, es que se dé un tratamiento distinto a las mercancías
en atención a su procedencia, a fin de que exista auténtica libertad de comercio en el
territorio del Estado mexicano. La reforma de Limantour que suprimió la prohibición
191
general de las alcabalas por el sistema casuista que se ha mencionado, produce como
consecuencia que si se ponen en vigor impuestos alcabalatorios distintos a los
establecidos en las mencionadas cuatro fracción del artículo 117, éstos no serían
inconstitucionales.
Sin embargo, aunque tales alcabalas no fueran inconstitucionales, el Congreso de
la Unión tiene la posibilidad de atacarlas mediante la facultad que la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos le confiere en la fracción IX del artículo 73, que
expresa: “El Congreso tiene facultad: IX para impedir que en el comercio de Estado a
Estado se establezcan restricciones”. Así el Congreso mediante una ley ordinaria puede
prohibir tipos de impuestos alcabalatorios distintos de los mencionados en el artículo 117.
En cuanto a si la federación, en tanto que el gobierno del Distrito Federal, puede imponer
impuestos alcabalatorios, la respuesta está al final del primer párrafo del artículo 131 que
expresa “...pero sin que la misma Federación pueda establecer, ni dictar, en el Distrito
Federal, los impuestos y leyes que expresan las fracciones VI y VII del artículo 117”, lo
que a contrario sensu implica que sí puede hacerlo respecto a las fracciones IV y V.
V. BIBLIOGRAFIA: Guzmán Lozano, Emilio. “Breve historia de las alcabalas
en México”, Jus, México, número 54, enero 1943; Soberanes Fernández, José Luis, “Los
impuestos al comercio en la Nueva España”, Anuario histórico jurídico ecuatoriano,
Quito, volumen V, 1980; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano; 13ª
edición, México, Porrúa, 1976.
Jorge Madrazo
Héctor Fix-Zamudio
su sustento en los aspectos biológico, social, moral y jurídico, de ahí que la Suprema
Corte de Justicia ha sostenido que los alimentos son materia de orden público e interés
social siendo improcedente conceder la suspensión contra el pago de alimentos, ya que
impide al acreedor alimentario recibir la protección necesaria para su subsistencia; ni
tampoco, dada su importancia, es posible aceptar que la obligación del deudor
alimentario sea cumplida parcialmente.
La deuda alimentaria es un deber derivado del derecho a la vida que tiene el
acreedor alimentario y gravita sobre el grupo familiar.
II. Son características de la obligación la proporcionalidad ya citada; la
reciprocidad, toda vez que quien los da tiene a su vez derecho de recibirlos cuando así lo
requieran las circunstancias (artículo 301 Código Civil para el Distrito Federal); la
imprescriptibilidad; el derecho a recibir los alimentos es irrenunciable y no está sujeto a
transacción (artículo 321 Código Civil para el Distrito Federal). Se cumple asignando una
pensión al acreedor alimentario o incorporándolo a la familia del deudor, excepto en el
caso de un cónyuge divorciado o cuando exista algún impedimento legal para ello
(artículos 309 y 310 Código Civil para el Distrito Federal).
Están obligados a proporcionar los alimentos: los cónyuges y concubinos entre sí
(artículo 302 Código Civil para el Distrito Federal); los padres respecto de los hijos, a
falta o por imposibilidad de ellos, la obligación recae en los ascendientes más próximos
en ambas líneas (artículo 303, Código Civil para el Distrito Federal); los hijos respecto de
los padres, en caso de que las circunstancias así lo requieran, a falta o por imposibilidad
de ellos, son deudores los descendientes más próximos en grado (artículo 304 Código
Civil para el Distrito Federal); a falta o por imposibilidad de los ascendientes o
descendientes, la obligación recae en los hermanos (artículo 305 Código Civil para el
Distrito Federal); faltando algunos de ellos a los parientes colaterales dentro del cuarto
grado (artículo 305 Código Civil para el Distrito Federal). Esta obligación de hermanos y
demás parientes colaterales está vigente en tanto el menor no alcance los 18 años o
cuando se trate de incapaces (artículo 306 Código Civil para el Distrito Federal).
Como se puede observar la relación acreedor y deudor respecto de esta obligación
es cambiante, coincidiendo con cada persona de la relación y dependiendo de las
posibilidades y necesidades de cada una.
Tratándose de los cónyuges la obligación surge como parte del deber que tienen
de contribuir al sostenimiento de la familia en los términos de los artículos 164 y 165
Código Civil para el Distrito Federal La obligación de os padres respecto de los hijos
nace de la filiación, tratándose de menores no es necesario que se pruebe la necesidad de
recibir los alimentos, sin embargo, cuando el hijo ha adquirido la mayoría de edad deberá
probarse la necesidad para poder exigir judicialmente el cumplimiento de la obligación.
Esta obligación no comprende la de proveer de capital a los hijos para que puedan ejercer
el oficio, arte o profesión que hubieren elegido (artículo 314 Código Civil para el Distrito
Federal).
La obligación alimentaria cesa cuando el deudor carece de medios para cumplirla;
cuando el acreedor deja de necesitar los alimentos; por injuria, falta o daños graves del
acreedor hacia el deudor; cuando la necesidad de los alimentos se origine en la conducta
viciosa o de holgazanería del acreedor y finalmente, cuando el acreedor abandona la casa
del deudor sin su consentimiento y por causa injustificada (artículo 320 Código Civil para
el Distrito Federal).
195
prenda), por la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, artículos 280 a 287; 229
a 251, y 19 y 20.
II. Por lo que toca al sujeto, se requiere, como en los casos de las instituciones de
crédito y de otras organizaciones auxiliares (artículo 8o. Ley General de Instituciones de
Crédito y Organizaciones Auxiliares), que se constituyan como S. A., sujetas a
“concesión del Gobierno Federal, que compete otorgar discrecionalmente a la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público, (en adelante SHCP), oyendo la opinión de la Comisión
Nacional Bancaria y de Seguros (CNB y de S), y la del Banco de México” (artículo 2° el
mismo). Excepcionalmente, tratándose del régimen legal de los puertos libres, la facultad
de establecerlos y explotarlos dentro del perímetro de dichos puertos, se concede a la
“Junta Directiva de los Puertos Libres” (artículo 18 fracción VII, Ley de Puertos Libres
Mexicanos, Diario Oficial 11/X/46).
Las Sociedades Anónimas, concesionadas, tienen características que las
distinguen de las ordinarias (artículo 8° Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares); las principales de ellas son: 1. Capital mínimo, que será el
que establezca la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que deberá estar totalmente
suscrito y pagado; y cuando exceda del mínimo, deberá estar pagado por lo menos en un
50% (fracción I). 2. No pueden ser accionistas “gobiernos o dependencias oficiales
extranjeras, entidades financieras del exterior, o agrupaciones de personas físicas o
morales, sea cualquiera la forma que revistan, directamente o a través de interpósita
persona” (fracción II bis). 3. Podrán tener acciones de tesorería (fracción III). 4. El
porcentaje mínimo de votación en asambleas extraordinarias, será del 30% de acciones
del capital pagado (fracción VI). 5. La reserva legal se formará separando como mínimo,
anualmente, el 10% de las utilidades, hasta alcanzar una suma igual al importe del capital
pagado (fracción VII). 6. El liquidador de estas instituciones debe ser un banco fiduciario
(fracción IX inciso 1). 7. La Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, ejercerá
funciones de vigilancia en dicha etapa de liquidación (inciso 2), y puede también solicitar
la quiebra o la suspensión de pagos de los Almacenes Generales de Depósito (inciso 3).
III. En relación con el contrato de depósito, su naturaleza y las obligaciones y
derechos que corresponden a las partes (depositario y depositante) son las normales de
aquel contrato, salvo que, el que se realice en los Almacenes Generales de Depósito,
nunca transfiere la propiedad al depositario (caso del depósito irregular al que se refiere
el artículo 276 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, y el derogado artículo
338 Código de Comercio), y siempre es oneroso (artículo 244 fracción II, Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
IV. Los Almacenes Generales de Depósito, están sujetos a ciertas prerrogativas,
obligaciones y restricciones.
1. En efecto, sólo ellos podrán expedir certificados de depósito y bonos de prenda
(artículos 229 párrafo segundo Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, y 50
párrafo primero in fine Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares); solamente ellos pueden recibir un guarda mercancías o bienes,
genéricamente designados (artículo 281 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito); sólo ellos “pueden proceder sin responsabilidad, a la venta o a la destrucción de
los ... efectos de que se trate”, “si por causas que no les sean imputables, los ...efectos se
descompusieren, en condiciones que puedan afectar la seguridad o la salubridad”
(artículo 282 el mismo); o proceder también a la venta, cuando el precio de los efectos
197
depositados, bajare y no fuera suficiente para cubrir el importe de los adeudos del
depósito, y un 20% más (artículo 58 Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares); en fin, dichos almacenes, sólo contra la presentación del
certificado de depósito pueden entregar la mercancía representada en el título (artículos
239 y 287 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito), y ello, por la naturaleza del
certificado de ser un título representativo de las mercancías depositadas, por lo que la
disposición de éstas, requiere la transmisión de aquel (artículo 19 el mismo).
La venta que hagan los almacenes de las mercancías depositadas, deberá hacerse
en remate público (artículo 243 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito), el
producto de ella se aplicará en el orden que fija artículo 244 el mismo, y se considera a
ellos “como depositarios de las cantidades que procedentes de la venta o retiro de las
mercancías, o de la indemnización en caso de siniestro, correspondan a los tenedores de
bonos y de certificados de depósito” (artículo 246 el mismo).
2. En cuanto a obligaciones, además de las que son propias de todo depositario, la
ley impone a los almacenes, cuando se trate del depósito de mercancías genéricamente
designadas, “tomar seguro contra incendio sobre los bienes o mercancías depositadas”
(artículo 284 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito); si se trata de depósito de
cosa individualizada, a exigir la “comprobación del pago de los impuestos o derechos (de
importación, de exportación y otros como el que establezca el Ley del Impuesto sobre
Valor Agregado), o de la conformidad de las autoridades fiscales correspondientes, y
serán responsables... por el pago de los derechos, impuestos.. en que hubieren incurrido
los dueños o consignatarios, hasta la fecha del depósito de las mercancías o bienes en los
almacenes” (artículo 285 el mismo). Están obligados a responder por la pérdida o
destrucción de los efectos depositados, que deriven de su culta (artículo 280), e inclusive,
de los riesgos inherentes a las mercancías, si se trata de depósito de bienes genéricamente
designados (artículo 281 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito),
3. En cuanto a restricciones legales que se imponen a las actividades de los
Almacenes Generales de Depósito, ellos no pueden, salvo situaciones de emergencia que
apruebe la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, emitir certificados “cuyo valor
declarado, o valor de mercado, de las mercancías que amparen, sea superior a cincuenta
veces su capital pagado más las reservas de capital” (artículo 52 Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), y deberán invertir éstas en los
bienes, operaciones o numerario que pormenorizadamente señalan los artículos 54 y 55
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares; no pueden, sin la
previa autorización de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, “adquirir acciones o
participaciones en el capital social de entidades financieras del exterior” (artículo 7° Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares); ni concertar
operaciones en virtud de las cuales puedan resultar deudores de ellos, “por cantidades que
excedan del 10% de su capital pagado y de las reservas de capital, en un máximo de
$1’000,000.00, sus administradores, accionistas mayoritarios o controladores, sus
parientes y cónyuges, o sociedades en que éstas participen (artículo 49 en relación con el
17 fracción XV, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), y
se sanciona la violación de esta prohibición, con pena corporal, tanto en contra de los
representantes del almacén, como de las personas físicas y representantes de las personas
morales que resultaren deudoras (artículo 153 bis Ley General de Instituciones de Crédito
y Organizaciones Auxiliares).
198
Dice por ello la ley vigente que para el efecto de que el doméstico disfrute de
descanso durante la noche, forma parte del salario la habitación que se le proporcione
para dicho objeto, estimándose el importe de ésta junto con el de los alimentos, en el 50%
del salario mínimo que rija en el lugar de prestación del servicio. (artículos 333 y 334).
Agrega el artículo 337 que el patrono, además de guardar al trabajador la consideración
que se merezca, absteniéndose de todo mal trato de palabra o de obra, deberá
proporcionarle local cómodo e higiénico para dormir y condiciones de trabajo que
aseguren su vida y su saludo (artículo 337).
6. Trabajadores médicos residentes:
Contrato especial de nuevo cuño, si se nos permite considerarlo así, el trabajo de
médicos residentes, o sea, el de los profesionales de la medicina, con título legalmente
expedido, que ingresan a una unidad médica para prestar servicios de salud. Incluye por
razón de la residencia, el otorgarles alojamiento durante la práctica de su especialidad,
que puede prolongarse hasta por tres años, siendo este requisito ineludible en la
contratación respectiva.
7. Trabajadores del transporte terrestre:
La ley de 1931 incluía un extenso capítulo sobre el trabajo ferrocarrilero. La ley actual lo
redujo a las disposiciones estrictamente particulares de esta relación de trabajo, ya que
por la diversidad de actividades y lo propio de casi todas ellas, han debido ser los
contratos colectivos de cada rama de la industria, los que contengan las reglas que les
sean propias. A esto se debe que la obligación de proporcionar alojamiento al personal
trenista (o sea el que moviliza los convoyes) en las terminales de “no residencia” como se
denomina a aquellas donde el trabajador debe pernoctar antes de regresar a su domicilio
habitual, ya no esté incluida en la ley, pero formó parte de ella y continúa vigente en las
referidas contrataciones del mencionado personal.
Finalmente, respecto al trabajo de autotransportes, capítulo nuevo de la ley
(artículos 256 a 264) cuando el transporte sea por carretera y el trabajador deba
permanecer por uno o varios días fuera de su residencia, los patronos están obligados a
pagarles los gastos de alojamiento (artículo 263) durante el periodo de un viaje,
facultándolo para hospedarse y descansar donde lo juzgue conveniente, siempre que lo
haga dentro de poblaciones ubicadas en la ruta a seguir.
Véase Contrato Individual de Trabajo, Habitaciones, Vivienda.
IV. BIBLIOGRAFIA: Cueva, Mario de la, Derecho mexicano del trabajo; 3ª
edición, México, Porrúa, 1949, tomo I; Cueva, Mario de la, Nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1972; Krotschin, Ernesto, Instituciones de derecho del trabajo,
Buenos Aires, Depalma, 1947; Ribas, Jacques-Jean et al., Derecho social europeo;
traducción J. L. Domínguez Garrido, Madrid, Instituto de Estudios Sociales del
Ministerio del Trabajo, 1980.
Alvaro Bunster
AMENAZAS. I. (Del latín minaciese, amenazas), dar a entender con actos o palabras
que se quiere hacer un mal a otro.
(Derecho penal). En el Código Penal del Distrito Federal de 1871 se introdujo un
nuevo tipo de amenazas (valerse de un escrito anónimo para obligar a alguien a ejecutar
un delito o cualquier otro acto sin derecho a exigirlo) y se incluyó en el título relativo a
las amenazas-amagos-violencias físicas. Se criticó su ubicación y se adujo que el
significado de amenazas y amagos no eran sinónimos y, por otra parte, se dijo que las
209
Claudia Campuzano y
Ricardo Méndez Silva
210
su mano, han de poder oir las razones de amas partes et de avenirlas en qual manera
quisieren. Et maguer non ficiesen ante si comenzar los pleytos por demanda et por
respuesta et non catasen aquellas cosas que los otros jueces son tenudos de guardar, con
todo eso valdrie el juicio o la avenencia que ellos ficieren entre amas las partes solo que
sea fecho a bona fe et sin engaño...”
De modo correlativo, en las leyes de enjuiciamiento civil españolas, de 1855
(artículos 770 a 818) y de 1881 (artículos 790 a 839) se reglamentaron en capítulos
separados, a continuación uno del otro en indisoluble homogeneidad, el arbitraje y la
amigable composición.
Por su parte, la legislación mexicana ha concedido tanta importancia a la
composición de los litigios por obra de particulares llamados a decidirlos, ya sea como
árbitros o como arbitradores, que la Constitución de 4 de octubre de 1824 en el Título V,
Sección VII, que contiene, las “Reglas generales a que se sujetará en todos los estados y
territorios de la federación la administración de Justicia” en su artículo 156 disponía: “A
nadie podrá privarse del derecho de terminar sus diferencias por medios de jueces
árbitros, nombrados por ambas partes, sea cual fuere el estado del juicio”.
A su vez las leyes procesales en materia civil del siglo XIX en nuestro país,
siguiendo el modelo de las españolas, dedicaron capítulos separados a las dos figuras
heterocompositivas que mencionamos. No fue sino hasta la entrada en vigor del Código
de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, en 1° de octubre de 1932, cuando
quedó suprimido el tratamiento de la amigable composición en capítulo aparte del
consagrado al arbitraje. En este ordenamiento únicamente el artículo 628 dispone
simplemente, que puede encomendarse a los árbitros en el compromiso, la amigable
composición o el fallo en conciencia, con lo que consuma nuestro legislador, la
identificación entre arbitraje y amigable composición sin que por ello, repetimos, se
borren las características tradicionales, de esta última que el intérprete debe respetar.
La razón del cambio obedece sin duda, al poco frecuente empleo de la amigable
composición en nuestros días.
Hace cincuenta años el jurisconsulto Demetrio Sodi hacía un cálido elogio de ella
diciendo que los amigables componedores desempeñan una alta misión y que por lo
mismo su establecimiento responde a necesidades ingentes y a situaciones jurídicas que
sólo ellos pueden resolver, por lo que su funcionamiento merece todo el apoyo legal para
que realicen el nobilísimo papel de hombres buenos.
Véase Arbitraje
IV. BIBLIOGRAFIA: Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, cotejada
con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia y glosadas por el Lic.
Gregorio López, del Consejo Real de Indias de S.M., nueva edición, París, Editorial
Laserre, 1847, tomo II; Plaza, Manuel de la, Derecho procesal civil español, Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1942; tomo I; Rodríguez San Miguel, Juan, Curia
filípica mexicana, publicada por Mariano Galván Rivera, México, 1850; Sodi, Demetrio,
La nueva ley procesal, México, Imprenta Labor, 1933, tomo II; Rocco, Hugo, Tratado de
derecho procesal civil; traducción de Santiago Sentís Melendo y Mariano Ayerra Redín,
Buenos Aires, Depalma, 1969, tomo I; Manresa y Navarro, José María y Reus y García,
José, Ley de enjuiciamiento civil, comentada y explicada, Madrid, Imprenta de la Revista
de Legislación y Jurisprudencia, 1858, tomo IV.
212
AMNISTIA. I. (Del griego amnestia, olvido). Acto del poder legislativo que ordena el
olvido oficial de una o varias categorías de delitos, aboliendo bien los procesos
comenzados o que han de comenzarse, bien las condenas pronunciadas.
Los atenienses dieron el nombre de amnistía a una “ley” que el general Trasíbulo
hizo adoptar por el pueblo en 403 antes de Cristo, después de expulsar a los Treinta
Tiranos, y que prescribía el olvido de los hechos cometidos durante la rebelión. Esta
medida también se aplicó en Roma, principalmente en la Roma imperial que distinguía la
indulgencia especialis, la indulgencia generalis o comunis, y la general abolitio, que
correspondían respectivamente a la gracia, el indulto y la amnistía de nuestro tiempo. En
la Europa medieval, el olvido, el perón de las conductas punibles era atributo del
monarca; más tarde, el derecho de gracia, el indulto, pasó a ser facultad del jefe del
Estado, y, bajo la influencia de la ciencia constitucional moderna, el derecho de amnistiar
fue declarado prerrogativa del poder legislativo.
La amnistía ha sido objeto de críticas por algunos tratadistas, como Bentham,
Beccaria, Kant, etcétera, así como por la escuela positivista o antropológica italiana, con
Ferri y Lombroso, por estimar que era contraria al principio de igualdad y por favorecer
las inclinaciones criminales de los amnistiados. Pese a los censores, siempre ha
prevalecido la corriente de opinión favorable a la amnistía. Montesquieu y Cremani
figuran entre sus defensores, por estimar que es un principio de prudencia política; por su
parte, Story y Mancini la fundamentan en la soberanía misma “la potestad de clemencia
es un atributo de la soberanía”. Sin profundizar la discusión, cabe recordar que, en
determinadas circunstancias, “es más útil perdonar que castigar, más acertado olvidar que
perseguir”. La aministía aparece, pues, como una medida de carácter político, tendiente a
apaciguar los rencores y resentimientos inseparables de las luchas sociales y políticas.
II. En México, la Comisión de Constitución propuso en el Congreso
Constituyente de 1856 que el indulto y la amnistía correspondieran al ejecutivo, a
diferencia de los precedentes que los concedían al legislativo; en efecto, el proyecto
primitivo de la Comisión consagraba la facultad del presidente de la República para
“conceder amnistías e indultos por delitos cuyo conocimiento pertenezca a los Tribunales
de la Federación”. Después de una larga discusión, se aprobó por la escasa mayoría de 42
votos contra 41 el sistema todavía en vigor hoy en día, que atribuye la facultad de indultar
al presidente y la de amnistiar al Congreso.
En efecto, a ejemplo de la Constitución de 1857, la de 1917 establece que “el
Congreso tiene facultad:... para conceder amnistías por delitos cuyo conocimiento
pertenezca a los Tribunales de la Federación” (artículo 73, fracción XXII). Cabe subrayar
que la amnistía no es atributo exclusivo de alguna de las cámaras, sino que figura entre
las facultades del Congreso de la Unión, o sea entre las que se ejercitan separadas y
sucesivamente por la Cámara de diputados y la de senadores.
Conforme al Código Penal del Distrito Federal, la amnistía - que figura entre las
causas de extinción de la responsabilidad penal - ”extingue la acción penal y las
sanciones impuestas, excepto la reparación del daño...” (artículo 92). En resumidas
palabras, a) la ley de amnistía puede abarcar toda clase de delitos, aunque con frecuencia
se aplica a los delitos políticos (véase la “Ley de Amnistía”, publicada en el Diario
Oficial de 20 de mayo de 1976); b) la amnistía es una disposición general que se aplica
213
Monique Lions
Héctor Fix-Zamudio
función representativa y haciendo por ello estéril su circulación posterior, aun en el caso
en que el documento físicamente sobreviva y circule.
Así pues, la cancelación es un hecho jurídico que resulta útil para proteger los
derechos de los tenedores en caso de robo, extravío o destrucción total de ciertos
títulosvalor.
II. Antecedentes. El documento constitutivo o dispositivo del derecho medieval
era la cautio del derecho de los francos, y la carta del derecho de los longobardos como
documento de estipulación posromano. También era dicho documento un título de
presentación, en cuanto que el derecho documental no podía ejercitarse si no era con la
presentación del título, por eso, el derecho, especialmente el de crédito, se hallaba
vinculado al título. Por consecuencia, la extinción de la deuda no podía ser demostrada de
otra manera, sino por la destrucción del título (instrumentum restitum incisum,
cancellatum). Numerosos documentos de la época de los francos contenían la cláusula, de
que en caso de pago debería de restituirse la cautio (el título): “et hec cartula ...ad nos
revertatur et hec pagina ad nos revertatur”. Al momento de pagar la cautio, ésta se
destruía (taliatum, cassatum scriptum) y no se entregaba recibo. Si el acreedor perdía el
documento, perdía el derecho a él vinculado. Excepcionalmente, cuando el acreedor
había perdido la cautio se admitía que ésta se restituyese mediante una epístola
evacuatoria, que era un título de cancelación, hecho con un procedimiento particular, a
cargo y a expensas del acreedor.
La fórmula era “et ubi cautio ipsa inventa feurit, vacua et inanis permaneat”.
(Ferrara).
Referencias más técnicas las encontramos en la Ordenanza Germana de 1848
(artículo 73); en el Código de Comercio italiano de 1865 (artículos 235-240); en el
Código de Comercio italiano de 1882 (artículos 329-332); en el Código Civil italiano de
1942 (artículos 2016-2019) y en las leyes italianas sobre la cambial (artículos 89-93) y
sobre el cheque (artículos 69-74). En el ámbito internacional, en el Proyecto de la
Primera Conferencia de La Haya de 1910 (artículos 80 y 81); en la Segunda Conferencia
de La Haya de 1912 (artículo 15); en la Conferencia de Ginebra de 1930 (artículo 9°).
Probablemente estos precedentes legislativos fueron tomados en cuenta por
nuestro legislador para reglamentar esa institución en nuestro derecho positivo. Sin
embargo, hay que recordar que nuestros códigos de comercio de 1884 (artículos 546 y
547) y 1890 (artículos 532, 507, 556, 617, 620-634), que son anteriores a las
Conferencias de La Haya y a las Convenciones de Ginebra, ya regulaban a la institución.
III. 1. Principios y aplicación del procedimiento de cancelación. El
procedimiento de cancelación se inspira en los principios que enunciamos a continuación;
1) Asegurar al titular del documento el medio para obtener su pago; 2) Garantizar a quien
paga la validez del pago, y 3) Proteger al derecho de quien ha obtenido el título de buena
fe.
También el citado procedimiento se compagina con el sistema de reproducción de
los títulosvalor, por lo que quien ha sufrido robo, extravío o destrucción, y tiene un
duplicado o consigue obtenerlo, con él puede hacer valer sus derechos conforme se
establece en los artículos 117-125, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Por otra parte, el procedimiento en cuestión es aplicable a los títulosvalor, sin
distinguir entre documentos vencidos o por vencer, protestados o no (artículos 45, 53,
60,. 61 y 68 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
216
por lo general resulta de los mismos datos probatorios ofrecidos por el promovente, y el
derecho del portador; la legitimación cambiaria se infiere de los endosos realizados y de
otros elementos (interrogatorios, testigos, etcétera) sugeridos por el interesado; así como
también la preexistencia y falta posterior del título.
Si de las pruebas aportadas resultare al menos una presunción grave, el juez
dictará una resolución - la cancelación provisional del título - y autorizará su pago al
reclamante, dentro de los 60 días contados a partir de la publicación del decreto si no hay
quien se oponga a la cancelación, o dentro de los 30 días posteriores al vencimiento del
título, según que éste sea o no exigible en los 30 días posteriores al decreto (artículo 45,
fracción I, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Vencido el término, quien obtiene la cancelación tendrá derecho a un duplicado de
la cambial en blanco y en él llenará el espacio del vencimiento colocando la fecha
convenida en el lugar del llenamiento. Ordenará el juez, la suspensión del pago, cuando
así lo solicite el reclamante y fuere suficiente la garantía otorgada, mientras la
cancelación pasa a ser definitiva (artículo 45, fracción II, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Mandará publicar en el Diario Oficial un extracto del decreto y que éste y la orden
de suspensión se notifiquen a los firmantes del título señalados en él (artículo 45, fracción
III, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito). Prevendrá a los suscriptores del
documento designados por el reclamante, que deben otorgar a éste un duplicado de aquél,
si el título es de vencimiento posterior a la fecha en que la cancelación que firme. Por
último, dispondrá el juez, a solicitud del reclamante, que el decreto y la orden de
suspensión se notifiquen a las Bolsas de Valores señaladas por aquel a fin de evitar la
transferencia del documento (artículo 45, fracciones IV y V, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Una vez que la cancelación se vuelve inobjetable, el que la obtuvo está legitimado
para exigir el pago del título a los signatarios del mismo (artículo 53, párrafo dos, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito); esto quiere decir, que el documento pierde
su eficacia jurídica y que su poseedor se ve privado de sus acciones y derechos. ¿Qué
alcances tiene esto? Veamos: para el deudor del título sólo existe un acreedor del
documento, el que obtuvo la cancelación. Con respecto a las relaciones entre el poseedor
y el reclamante se pueden presentar dos situaciones: la resolución que decreta la
cancelación quedó firme, o porque el poseedor no se presentó a impugnarla dentro del
término legal o porque presentándose, el reclamante lo venció en juicio.
En este último caso el opositor perdió todo derecho contra el reclamante, a causa
de la sentencia; no así en el primero. Ya que al ser poseedor de buena fe y no mediar una
sentencia que declare al reclamante con mejor derecho, aquél será frente a éste,
propietario legítimo, y podrá requerirle la restitución de las sumas que del signatario
hubiere recibido (artículo 53, párrafo uno, en concordancia con el 43, párrafo uno, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Transcurridos 60 días de haberse publicado el decreto de cancelación, éste
deviene definitivo, para el caso de que nadie lo hubiere objetado y el título hubiere
vencido (artículos 45, fracción II y 53, párrafo uno, Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito). De presentarse un opositor, el segundo momento del procedimiento se inicia.
El juicio se abre con la demanda de oposición; en dicho juicio ha de resolverse quién
tiene mejor derecho sobre el título, el oponente o el reclamante. Para ello, se repuntan con
219
mejor derecho que el reclamante, los que adquirieron el título sin incurrir en culpa grave
y de buena fe y acrediten la propiedad del mismo en términos de ley. La oposición puede
referirse a la cancelación, a la reposición, o al pago del documento. La oposición al pago,
es factible hacerla valer contra la orden judicial que faculta a los obligados a hacer el
pago (artículo 45, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito) y contra los
suscriptores del título que intentan realizar dicho pago, pero siempre ante el juez que
autorizó éste, único competente para conocer del negocio en sus distintas incidencias
(artículos 47, 43 y 38, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito). El juicio
mencionado se sustanciará con citación del tenedor del título y de los signatarios
señalados en el artículo 45, fracción III, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, con el depósito del título en el juzgado para que pueda darse entrada a la
oposición y con la garantía suficiente que asegure el resarcimiento de daños y perjuicios
causados por la antinomia a quien obtuvo el decreto de cancelación, para el caso de que
aquélla no sea admitida (artículo 48, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Declarada procedente la oposición, la parte condenada debe resarcir los daños y
perjuicios causados al oponente y cubrir las costas del procedimiento, amén de quedar sin
efecto el decreto de cancelación y las órdenes de suspensión y de pago o de reposición
dictadas por el juez (artículo 49, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Al no ser procedente la oposición, el oponente pagará daños, perjuicios y costas al
reclamante y el juez mandará que se entregue a éste el título depositado (artículo 50, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito). Ahora bien, es posible que quien presente
la oposición no tenga el documento en su poder. En tal caso, de ser procedente su
oposición, el decreto de cancelación y las órdenes antes emitidas quedarán sin efecto, y el
juez entregará el título a aquel que concurrió a oponerse al poseedor del título; el ganador
debe promover la cancelación del documento. Y el hecho de que se opusiera, evitó que el
decreto de cancelación quedara firme en favor del reclamante (artículo 51, párrafos uno y
dos, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
IV. BIBLIOGRAFIA: Arcangeli, Ageo, Teoría de los títulos de crédito;
traducción de Felipe de J. Tena, México, Revista General de Derecho y Jurisprudencia,
1933; Asquini, Alberto, Titoli di credito, Padova, Cedam, 1966; Cervantes Ahumada,
Raúl, Títulos y operaciones de crédito; 10ª edición, México, Editorial Herrero, 1978;
Esteva Ruiz, Roberto, Los títulos de crédito en el derecho mexicano, México, Editorial
Cultura, 1938; Ferrara, Jr., Francesco, La girata della cambiale, Roma, Società Editrice
del Foro Italiano, 1935, tomo I; Gionfrida, Giuseppe, Il proceso di ammortamento
cambiario, Milano, Giuffrè, 1964; Mantilla Molina, Roberto L., Derecho mercantil; 20ª
edición, México, Porrúa, 1980; Pallares, Eduardo, Títulos de crédito en crédito en
general, México, Botas, 1952; Sacco, R., L’ammortamento dei titoli di credito all’ordine,
Milano Giuffrè, 1950; Tena, Felipe de J., Teoría de los títulos de crédito; 3ª edición,
México, Porrúa, 1970; Vivante, César, Tratado de derecho mercantil; traducción de
Miguel Cabeza y Anido, Madrid, Reus, 1936, tomo III,
Pedro A. Labariega V.
reglas generales del juicio de amparo en materia administrativa - las autoridades agrarias
tienen el carácter de autoridades administrativas federales - dichos campesinos no tenían
oportunidad adecuada para defender sus derechos, ya que generalmente carecen de
asesoramiento técnico. En tal virtud, se redujeron considerablemente los requisitos
procesales y se confirió al juez federal la obligación de suplir los errores en que incurran
los propios campesinos en la tramitación del amparo, Tan importante se ha considerado
este sector, calificado como amparo social agrario, que en virtud de la reforma a la Ley
de Amparo publicada el 29 de junio de 1976, se dividió dicho ordenamiento en dos libros,
que antes no existían, de manera que todos los otros sectores quedan en el primer libro y
las disposiciones del amparo agrario se han concentrado en el segundo (artículos 212-
234). Por el contrario, si el reclamante es un pequeño propietario (agrario), que sólo
puede interponer el amparo si posee certificado de inafectabilidad (artículo 27 fracción
XIV, Constitución) o se encuentra en situación similar, el procedimiento se sigue con los
requisitos del amparo administrativo que según la jurisprudencia es de estricto derecho,
es decir no se puede suplir ni ampliar lo expuesto en la demanda (artículo 76 Ley de
Amparo).
IV. Para evitar que con motivo de la tramitación del amparo se causen perjuicios
irreparables o de difícil reparación a los peticionarios del amparo, existe la medida
precautoria que se conoce como suspensión de los actos reclamados, que normalmente
sólo paraliza la actividad de la autoridad demandada, pero que en ocasiones puede tener
efectos restitutorios como amparo provisional (artículos 122-124, para el procedimiento
de doble instancia, y 170-191, en amparo de una sola instancia, y 233-234, en materia
social agraria, todos de la Ley de Amparo).
V. La sentencia que concede el amparo tiene por objeto restituir al agraviado en el
goce de sus derechos infringidos, restableciendo las cosas al estado anterior, cuando el
acto reclamado sea de carácter positivo; y cuando sea negativo, el efecto será obligar a la
autoridad responsable a que obre en el sentido de cumplir con lo que el derecho violado
exija (artículo 80 Ley de Amparo). Dicha sentencia protectora debe ser cumplida por las
autoridades de las cuales emanó el acto o provenga la omisión, dentro de un plazo
razonable, y si no lo hace, el juez del amparo tiene la facultad de requerirlas a ellas o a
sus superiores jerárquicos para que cumplan (artículos 104-107 Ley de Amparo), pero si
no obedecen o incurren en repetición de los actos o en evasivas para cumplir el fallo de
amparo, se turna el expediente a la Suprema Corte de Justicia para que destituya a la
autoridad remisa y la consigne a un juez federal, o bien solicite a los órganos
competentes, cuando dicha autoridad tenga inmunidad constitucional, para que se inicie
el procedimiento de responsabilidad (artículos 107, fracción XVI Constitucional y 108-
113 Ley de Amparo).
VI. Debe tomarse en consideración que el juicio de amparo mexicano ha tenido
repercusión internacional y que se ha consagrado con la denominación de “acción”,
“recurso” o “juicio” de amparo, en los ordenamientos constitucionales de Bolivia, Chile,
Costa Rica, Ecuador (al menos hasta el golpe de Estado de 1971), El Salvador, España,
Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela; a los cuales
debe agregarse el mandado de segurança brasileño, que algunos tratadistas han traducido
al castellano como “mandamiento de amparo”.
Por otra parte, debido a la intervención de las delegaciones mexicanas, el juicio de
amparo ha sido también introducido en los artículos: XVIII de la Declaración Americana
224
Héctor Fix-Zamudio
fundamentales del sistema pueden ser utilizados para regular casos no previstos. Lo cual,
además, es un imperativo de la equidad.
Es importante subrayar que el razonamiento analógico puede explicar el peso y
fuerza de un argumento, pero no garantiza su validez jurídica. Una aplicación “analógica”
del derecho sólo es válida si es realizada por un órgano autorizado por el derecho a tal
efecto (por ejemplo un tribunal).
IV. No obstante que la interpretación analógica ha constituido uno de los medios
más eficaces para el desarrollo y adecuación del orden jurídico, la validez de la analogía
jurídica es discutida por lógicos y por juristas. Los lógicos sostienen que ni en la lógica
clásica ni en la moderna se puede encontrar un fundamento para el razonamiento
analógico (R. Carnap). Para otros el razonamiento analógico no es objeto de la lógica
sino de la psicología (E. Mach). El problema reside en que la “similitud” que se encuentra
en la base de la analogía es establecida por el propio intérprete. En esta situación su
fuerza o su validez no derivan de una deducción o argumento lógico sino de un acto de
voluntad del órgano autorizado por el orden jurídico, quien crea, judicialmente, nuevo
derecho (Kelsen).
Restaría preguntarse si su validez es discutida ¿por qué entonces se usa tanto por
jueces y abogados? La respuesta está en que la interpretación analógica, las más de las
veces, se encuentra establecida expresamente por los diferentes órdenes jurídicos. Como
es el caso en nuestro derecho (véase el artículo 19 del Código Civil para el Distrito
Federal). Además (aun en el caso de que no estuviera previsto) el procedimiento
analógico recibe su fuerza y autoridad de las reglas de la hermenéutica jurídica las cuales
guían el procedimiento de aplicación del derecho. De esta forma puede decirse que los
dogmas, reglas y convenciones de la profesión jurídica o, si se prefiere, las “normas
implícitas” del orden jurídico (Bobbio), son las que dan fuerza y autoridad a la analogía
jurídica.
Véase Aplicación del Derecho, Interpretación Jurídica, Ratio iuris.
V. BIBLIOGRAFIA: Bobbio, Norberto, L’analogia nella logica del diritto,
Torino, Istituto Giuridico, 1937; Bobbio, Norberto, Teoria dell’ordinamento giuridico,
Torino, G. Giappichelli, 1960; Horovitz, Joseph, Law and Logic. A Critical Account of
Legal Argument, Viena/Nueva York, Springer Verlag, 1972; Kelsen, Hans, Allgemeine
Theorie der Normen, Viena, Manzsche Verlags- und Universitaetsbuchhand-lung, 1979;
Klug, Ulrich, Juristische Logik, Berlin/Heidelbegr/Nueva York, Springer Verlag, 1966;
Liddell, H.G. y Scott, R., A Greek Lexicon, Oxford, Oxford University Press, 1968;
Piano Mortari, Vincenzo, Diritto, logica, metodo net secolo XVI, Nápoles, Jovene editore,
1978; Piano Mortari, Vincenzo, Dogmatica e interpretazione- I giuristi medievali,
Nápoles, Jovene editore, 1976.
ANEXION. I. (Del latín anexio-onis, anexión). Es el acto de unir una cosa a otra en
relación de dependencia. En el plano internacional ha sido la práctica de tomar territorio
de otro Estado e incorporarlo al régimen interno del Estado anexante. La anexión se ha
presentado en forma parcial y total cuando ha sido desmembrada sólo una parte o la
totalidad del territorio de otro Estado. También se ha presentado en forma legal o
simplemente de facto, en caso de que la anexión hay sido legitimada por un instrumento
227
internacional entre las partes o se haya dado únicamente en el terreno de los hechos. La
anexión como expresión de fuerza dominante debe distinguirse de otras formas de unión
de Estados, como la unión real en la que históricamente se presentó como la vinculación
de dos entidades por su propia voluntad. También el caso de la federación y de la
confederación son formas de asociación de Estados que obedecen a la determinación
volitiva de las partes.
II. La anexión, siendo resultante de un acto de fuerza, se encuentra prescrita por el
derecho internacional. El artículo 2 párrafo cuarto de la Carta de la ONU, prohibe el uso
de la fuerza y de la amenaza en las relaciones internacionales. Consecuentemente todo
efecto es ilegal. La resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
adoptada a raíz de la Guerra de los seis días de 1967, reconoció la inadmisibilidad de
adquirir territorio por la fuerza.
La célebre Resolución 2626 (XXV) de 1970 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas enfatizó que los Estados deben de abstenerse de recurrir a la amenaza o
al uso de la fuerza para violar las fronteras internacionales existentes de otros Estados o
como medio de resolver controversias internacionales, incluso las controversias
territoriales y los problemas relativos a las fronteras de los Estados.
A nivel regional la práctica sobre este punto fue precursora. Culminó la tendencia
reguladora con el artículo 25 de la Carta de la OEA que señala: El territorio de un Estado
es inviolable; no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza
tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere el motivo, aún de
manera temporal. No se reconocerán las adquisiciones territoriales o las ventajas
especiales que se obtengan por la fuerza o por cualquier otro medio de coacción.
III. BIBLIOGRAFIA: Kaplan y Katzenbach, Fundamentos políticos del derecho
internacional, México, Limusa-Wiley, 1964; Méndez Silva, Ricardo y Gómez-Robledo
Verduzco, Alonso, Derecho internacional público, México, UNAM, 1981.
II. Este vocablo, guarda relación íntima con el dolo que es la forma más grave de
la culpabilidad y consiste en la producción de un resultado formal o material típicamente
antijurídico, con plena conciencia de que se quebranta el deber, conocimiento de las
circunstancias del hecho y del curso esencial de la relación de causalidad existente entre
la manifestación humana y el cambio en el mundo exterior, con voluntad de realizar la
conducta y con representación del resultado propuesto. Es pues, la voluntad o intención
de delinquir.
Es una expresión indicadora de una intención dolosa, sobre todo en aquellos
delitos en los que específicamente se exige un animus, como por ejemplo en la fracción II
del artículo 247 del Código Penal del Distrito Federal, que con respecto al tipo de
falsedad en declaraciones judiciales y en informes dados a una autoridad, se requiere que
el agente del delito obre maliciosamente.
ANIMUS DOMINI. I. Del latín, animus: espíritu, sentimiento, intención; domini: según
algunos autores, de domo, as, are, sujetar, dominar o domar; según otros, de domus, casa;
de allí derivan: dominus (el jefe y señor de la casa) y dominium (la superioridad de dicho
jefe sobre las personas y bienes que integran la casa). Ulpiano define al pater familias
diciendo: qui in domo dominium habet quavis filios non habeat.
Intención de comportarse con respecto a una cosa como dueño de ella; según la
doctrina clásica, es un elemento esencial de la usucapión, o prescripción adquisitiva o
positiva.
Gran parte los autores y todas las legislaciones modernas consideran como
sinónimos a las palabras dominio y propiedad.
La doctrina antigua (Gregorio López Palardorio, Vinnio) entendía que dominio era
un concepto más extenso que propiedad, pues significaba tanto el dominio directo como
el útil, mientras que “propiedad” expresaba el derecho sin el usufructo.
La doctrina moderna (Viso, Marfa, Azcárate, Clemente de Diego, De Buen,
Gomís y Muñoz) considera más extensa la voz “propiedad” que la de “dominio”:la
primera tiene un sentido genérico y el segundo una aceptación específica, aquella abarca
todas las relaciones jurídicas de esta naturaleza, lo mismo la totalidad de ellas que cada
una en particular; éste alude sólo al conjunto cuando está indiviso.
Demolombe, Aubry, Rau, entre otros, consideran sinónimos los vocablos
propiedad y dominio.
II. Definiciones doctrinales de dominio. Existen tres grupos de definiciones: a)
Las sintéticas, como la de Ulpiano: “plena in re potestas quatenus juris ratio patitur”; la
de Bártolo: “jus de re corporalis perfecti disponendi nisi lege prohibeatur”; la de Puchta;
“la total sumisión de una cosa”; la de Windscheidt: “sumisión de una cosa en todas sus
relaciones”; la de Dernburg: “general dominación sobre una cosa”. b) Las analíticas,
como la que dan los romanistas: “Derecho de usar, disfrutar, abusar, vindicar y disponer
de una cosa corporal, sin más limitaciones que las impuestas por la ley o por la voluntad
de los transmitentes”. c) Las que ponen el énfasis en los caracteres de la relación
dominial, como la de Colin y Capitant: “Es el derecho en virtud del cual se encuentra
sometida una cosa, de manera exclusiva y a perpetuidad a la acción y voluntad de una
229
delitos de la misma especie el aumento será desde los dos tercios hasta otro tanto de la
duración de la pena (artículo 65 Código Penal del Distrito Federal). La sanción para los
delincuentes habituales no podrá ser menor de la que se les impondría como simples
reincidentes (artículo 66).
III. BIBLIOGRAFIA: Franco Guzmán, Ricardo, “La necesidad de crear el
casillero criminal nacional y la cartilla biográfica del delincuente”; Criminalia, México,
año XXIX, número 7, julio de 1963; Quiroz Cuarón, Alfonso, “Casillero criminal
nacional”, Criminalia, México, año XXVI, número 2, febrero de 1960.
garantías individuales y sociales. Y ello, no tanto por el aspecto formal del contrato de los
gobernantes con los gobernados sino porque es la esencia jurídica que regula toda y cada
una de las manifestaciones sociales. La declaración de inconstitucionalidad de la ley
presenta diversos instrumentos o sistemas, unos diferentes, y otros semejantes, en las
constituciones comparadas.
Véase Constitucionalidad, Controles Políticos Interorgánicos.
III. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge y Madrazo, Jorge, “Derecho
constitucional”, Introducción al derecho mexicano, México, UNAM, 1981, tomo I;
García Pelayo, Manuel, “El status del Tribunal Constitucional”, Revista Española de
Derecho Constitucional Madrid, volumen I, número 1, enero-abril de 1981; Loewenstein,
Karl, Teoría de la constitución; traducción de Alfredo Gallego Anabitarte, Barcelona,
Ariel, 1965; Quiroga Lavié, Humberto, Derecho constitucional, Buenos Aires, Editorial
Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, 1978
imponer alguna corrección disciplinaria, siempre y cuando no lesione los derechos que se
deriven de la antigüedad. Será necesario que el trabajador reincida en la falta que motivó
la conmutación de la sanción o que cometa otra igualmente grave, para que quede sin
efecto esta tutelar disposición.
La prima de antigüedad es una importante prestación que consiste en el
otorgamiento de doce días de salario por cada uno de los años de servicios prestados; su
importe debe ser cubierto de acuerdo con las modalidades fijadas por el artículo 162 de la
Ley Federal del Trabajo, disposiciones colaterales y complementarias, los contratos
colectivos y los criterios que al respecto ha emitido la Suprema Corte de Justicia.
La antigüedad en el trabajo tiene diversos efectos favorables al trabajador y se
reviste cada día de mayores medidas protectoras. Queda a salvo en el caso de concederse
alguna licencia o de suspenderse la relación de trabajo por los motivos reconocidos
legalmente; debe tomarse en cuenta cuando se trate de las indemnizaciones a que se
refieren los artículos 49 y 50 de la Ley Federal del Trabajo; el tiempo de servicios de un
trabajador que sea llamado para alistarse y servir en la Guardia Nacional, se tomará en
consideración para determinar su antigüedad.
Cuando un trabajador despedido opta por la reinstalación, y ésta es declarada
procedente por la Junta de Conciliación y Arbitraje que conoció del conflicto, el tiempo
que haya durado el juicio debe computarse como antigüedad efectiva. Las comisiones
convenidas entre las organizaciones gremiales y la parte patronal, no interrumpen la
antigüedad efectiva. Las comisiones convenidas entre las organizaciones gremiales y la
parte patronal, no interrumpen la antigüedad durante el periodo que el trabajador
comisionado emplea para llevar a cabo las gestiones sindicales que le fueron
encomendadas.
En el aspecto procesal debe destacarse que si se ha entablado un conflicto entre el
trabajador y su patrón motivado por la determinación de la antigüedad o por el pago de la
prima, para su resolución deberá ser sometido a los procedimientos especiales (artículo
892 Ley Federal del Trabajo).
Según el artículo 784 (Ley Federal del Trabajo) corresponderá al patrón probar su
dicho, en todo caso, cuando exista controversia sobre la antigüedad del trabajador.
IV. La jurisprudencia patria diferencia entre antigüedad genérica o de empresa y
antigüedad por categoría. Considera a la primera, como aquella que se crea en forma
acumulativa mientras conserve vigencia la relación contractual de trabajo y respecto de la
cual, el derecho a su reconocimiento no se extingue por la falta de ejercicio, en tanto que
la relación de trabajo subsista, toda vez que se actualiza, cotidianamente, con cada día
que transcurre. La antigüedad de categoría en una profesión u oficio sirve de base, a su
vez, para obtener ascensos escalafonarios; en este caso, la acción de su reconocimiento y
efecto, sí es prescriptible, por falta de ejercicio en tiempo oportuno.
Al efecto, se precisa, que la antigüedad de empresa produce varios efectos, entre
los que se distingue el beneficio de la jubilación (Apéndice de Jurisprudencia de 1917 a
1975, Quinta parte, Cuarta Sala, página 11).
Suelen estimarse como derivados de la antigüedad, los derechos de estabilidad en
el trabajo; la jubilación, las vacaciones; la expedición de la constancia de servicios, la
indemnización en caso de rescisión de la relación de trabajo por causa imputable al
patrón o la procedente en el supuesto de incapacidad por riesgo no profesional; la prima
de antigüedad; la preferencia frente a la existencia de plazas vacantes −definitivas o por
239
Estado aplique la sanción, que puede ser penal o civil (Teoría pura del derecho, páginas
123 a 125; Teoría general del Estado, páginas 67 y siguientes.).
III. En el derecho penal, algunos autores sostienen que la antijuridicidad es uno de
los elementos del delito. Estos autores definen al delito como la conducta típica,
antijurídica, culpable y punible (no existe un criterio uniforme sobre el número de
elementos). Otros señalan que darle a la antijuridicidad característica de elemento del
delito, resulta redundante, ya que el legislador al señalar en su catálogo de tipos a cierto
delito, le dio ya la connotación de ilícito. Es interesante destacar que algunos autores −
entre ellos Porte Petit − la definen indicando que una conducta es antijurídica cuando no
se prueba una causa de justificación (legítima defensa, estado de necesidad, ejercicio de
un derecho, cumplimiento de un deber, impedimento legítimo, el consentimiento del
interesado).
IV. BIBLIOGRAFIA: García Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del
derecho; 17ª edición, México, Porrúa, 1970; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal
mexicano, tomo I, Introducción a las figuras típicas, México, Porrúa, 1972; Kelsen,
Hans, Teoría pura del derecho; traducción de Roberto J. Vernengo, México, UNAM,
1979; Kelsen, Hans, Teoría general del Estado; 15ª edición; traducción de Luis Legaz y
Lacambra, México, Editora Nacional, 1979; Pavón Vasconcelos, Francisco, Manual de
derecho penal mexicano; 4ª edición, México, Porrúa, 1978; Vecchio, Giorgio del,
Filosofía del derecho; 9ª edición; traducción de Luis Legaz y Lacambra, Barcelona,
Bosch, 1974.
ANULACION. I. (Del latín anulatio hacer nulo). Acción y efecto de quitarle validez a
las normas producidas por actos jurídicos. En un sentido amplio comprende toda forma
de invalidar cualquier acto jurídico que produzca una norma como podría ser en el caso
del acto legislativo que anula otro acto de este órgano, o en el caso de que las partes
cambien el contenido de un contrato por otro acuerdo de voluntades. Los actos jurídicos
emitidos conforme a normas de derecho se presuponen válidos, pero pueden autorizar a
un órgano especial que declare nula una norma con fuerza retroactiva (nulidad ad initio, o
absoluta), esta declaración es constitutiva y no simplemente declarativa, pues sin ésta las
obligaciones derivadas del acto se deben continuar produciendo.
El orden jurídico puede autorizar, no sólo a un órgano sino a cualquier sujeto, que
declare la nulidad del acto (es característico de los sistemas jurídicos primitivos, como en
Roma, donde los actos viciados de nulidad de pleno derecho no producían ningún efecto
sin necesidad de declaración judicial). Los sistemas modernos pueden autorizar que
cualquier persona considere como nula una norma con el riesgo de que esta conducta sea
contraria al derecho y pueda ser vista como ilícita haciéndose acreedora a una sanción. Es
importante remarcar que todo procedimiento de anulación de los actos jurídicos es dado
por el legislador según sus propias consideraciones. Así puede establecer que una norma
que carezca de ciertos requisitos resulte anulable ad initio, que sus efectos sean
considerados como inválidos sólo desde que es declarada la nulidad o incluso que lo que
para un legislador es nulo para otro no lo sea.
II. En el derecho romano antiguo (formulista) se dio la nulidad de pleno derecho
que hacía que el acto no produjera ningún efecto. Posteriormente aparecieron la condictio
241
y la exceptio doli. El pretor desarrolló la in integrum restitutio para quitarle validez a los
actos formalmente válidos de los incapaces.
III. El ordenamiento civil para el Distrito Federal, se encuentra basado en las
teorías de Jampiot y Piedelievre. La tesis de Bonnecase distingue entre inexistencia y
nulidad absoluta (a diferencia de la teoría clásica). La inexistencia se da cuando a un acto
jurídico le falta un elemento esencial (en el caso del contrato: objeto y consentimiento
Código Civil para el Distrito Federal artículo 1794), no engendra ningún efecto y no es
susceptible de convalidarse, cualquiera tiene derecho a invocarla (Código Civil para el
Distrito Federal artículo 2224), y no es necesaria una declaración judicial.
Para Bonnecase la nulidad se presenta cuando alguno de los elementos
existenciales se encuentra viciado, produce efectos hasta en tanto no sea declarada. No
todo efecto que el acto nulo provoca desaparece (como en el caso del matrimonio nulo,
los hijos se siguen considerando dentro de matrimonio Código Civil para el Distrito
Federal artículo 255). Se distingue entre nulidad relativa (de interés particular) y la
absoluta (de interés general). Esta última se origina por la violación de una norma de
orden público, puede invocarse por cualquiera y no desaparece por confirmación, necesita
ser declarada por autoridad judicial (Código Civil para el Distrito Federal a 2226);
declarada retrotrae sus efectos. La nulidad relativa es la que no cumple con las
características de la absoluta (Código Civil para el Distrito Federal a 2227).
Las causas de nulidad son: ilicitud en el objeto, motivo o fin que produce nulidad
ya absoluta, ya relativa según lo dispongan las leyes (Código Civil para el Distrito
Federal artículo 2225); incapacidad, voluntad viciada (violencia, lesión, dolo o error) y
falta de formalidad que producen nulidad relativa (Código Civil para el Distrito Federal
artículo 2228).
Por su parte la Suprema Corte de Justicia ha establecido jurisprudencia (“Tesis
251”, Apéndice del Semanario Judicial de la Federación, 1917-1975, 3ª parte, 2ª Sala,
página 788), en la que indica que la diferencia entre el acto jurídico inexistente y el nulo
es meramente teórica ya que el tratamiento que el propio Código da a las inexistencias es
similar al de las nulidades.
IV. BIBLIOGRAFIA: Colín, A. y Captant, H., Curso elemental de derecho civil;
traducción de Demófilo de Buen, Madrid, Reus, 1960; Gutiérrez y González, Ernesto,
Derecho de las obligaciones; 2ª edición, Puebla, Cajica, 1975; Kelsen, Hans, Teoría
general del derecho y del Estado; 2ª edición; traducción de Eduardo García Máynez,
México, UNAM, 1979.
APARCERIA. I. (de ad, a y parts, partis: a la parte). Contrato o convenio de los que van
a la parte en una granjería como dice Escriche en su Diccionario.
II. Es un contrato que viene regulado expresamente en el Código Civil para el
Distrito Federal, bajo las modalidades de contrato de aparcería rural agrícola y contrato
de aparcería rural de ganados, según los artículos 2739, 2741 y 2752. Y en cuanto tal
contrato civil cae también bajo la competencia de cada uno de los Estados miembros de la
Unión, en sus respectivos códigos civiles.
III. La aparcería agrícola es un contrato en cuya virtud una persona concede a otra
el uso de un predio rústico para que lo cultive con la finalidad de repartirse los frutos, de
242
acuerdo a una determinada proporción, que no será menor, dice el Código Civil para el
Distrito Federal del 40% de la cosecha. Dicho Código reconoce pues la libertad para fijar
la proporción en que se repartirán los frutos, respetando el mencionado límite. También
indica que a falta de convenio expreso se estará a la costumbre del lugar, pero siempre
respetándose el expresado límite del 40% que la ley establece a favor del llamado
aparcero.
IV. La aparcería de ganados tiene lugar cuando una persona da a otra cierto
número de animales a fin de que los cuide y los alimente a cambio de repartirse los frutos
en la proporción que se convenga. Son objeto, por tanto, de este contrato las diversas
especies de ganados, y con susceptibles de reparto sus pieles, lanas, leche y desde luego
sus propias crías.
V. se le califica al contrato de aparcería, según el tratadista Rafael Rojina
Villegas, como un contrato principal o independiente, bilateral, oneroso, formal y de
tracto sucesivo. Y en cuanto tal contrato se le aplican las normas generales de la
contratación, por ejemplo, respecto del consentimiento o respecto a las consecuencias de
observar la forma escrita que prevé el Código Civil para el Distrito Federal mencionado.
VI. Las obligaciones de las partes del contrato de aparcería nacen en virtud del
mismo contrato, salvo cuando se trata de una aparcería forzosa o por mandato de la ley, la
cual puede tener lugar y se encuentra prevista en la Ley de Tierras Ociosas, figura
también recogida por la reciente Ley de Fomento Agropecuario del 27 de diciembre de
1980 de una manera imprecisa, al invita a cultivar las tierras ociosas por terceras
personas, pero sin especificar bajo qué condiciones, por lo que no ha faltado autor, como
Lucio Mendieta y Núñez que han declarado la inconstitucionalidad de estas
disposiciones.
Entre las obligaciones principales que corresponden al propietario del predio
rústico, podemos mencionar la de conceder efectivamente el uso y el goce del predio
objeto del contrato; no estorbar ni embarazar dicho uso y disfrute; conservar el predio en
las condiciones normales para su cultivo o explotación, debiendo hacer las reparaciones
que sean necesarias; responder de daños y prejuicios a favor del aparcero en los supuestos
de vicios ocultos anteriores al contrato; permitir al aparcero construir su casa habitación
dentro del predio si se hubiere pactado, así como aprovecharse del agua, del pasto o de la
leña para atender sus necesidades y las de los animales que emplee en el cultivo del
predio; respetar el derecho del tanto al concluir el contrato si el predio se va a dar
nuevamente en aparcería.
Entre las obligaciones del aparcero tenemos la de conservar el predio en el estado
en que lo recibe sin alterar su forma ni la substancia; usarlo y servirse del mismo
únicamente para cumplir los fines del contrato; poner en conocimiento del dueño los
daños causados que necesiten reparaciones, así como de los intentos de usurpación o
daños que hayan sido efectuados por terceras personas; devolver el predio al término del
contrato.
A estas obligaciones genéricas deberán sumarse las diferentes obligaciones
especiales que se deduzcan de cada contrato en particular, según su naturaleza y según lo
estipulado.
VII. BIBLIOGRAFIA: Pina, Rafael de, Elementos de derecho civil mexicano,
tomo IV, Contratos en particular; 4ª edición, revisada y actualizada por Rafael de Pina
243
Vara, México, Porrúa, 1978; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo VI,
Contratos; 3ª edición, México, Porrúa, 1977.
Laura Trigueros G.
APEO Y DESLINDE. I. (Apear, del latín appedare, de pedare, sostener; deslindar, del
latín, delimitare, señalar y distinguir los términos de un lugar, provincia o heredad).
Atributo del dominio, por el cual un propietario, poseedor usufructuario tiene derecho a
250
hacer medir, delimitar, amojonar y cercar su fundo. Esta serie de actos derivan del
derecho de exclusión, que faculta al titular de un derecho real a gozar de la cosa
excluyendo a otras personas, por los medios que la ley autoriza.
El derecho de deslinde existe desde que los hombres primitivos abandonaron la
vida nómada para dedicarse a la vida sedentaria y a la explotación agrícola. Primeramente
el deslinde se refería a las propiedades tribales, luego a la propiedad familiar y, al término
de su evolución, alcanzó a la propiedad individual.
En la antigua Roma, la Ley de las XII Tablas señaló el espacio (ambitus) que
debía existir entre los fundos; más adelante, en la Ley Manilia y en el Digesto se
reglamentó con detalle el instituto. Estos cuerpos legales prescribían la intervención de
agrimensor y conferían la acción finium regundorum, de carácter imprescriptible, para
pedir el deslinde.
En México, en la época precortesiana, el deslinde era un acto solemne que se
hacía con intervención de las autoridades y en ceremonia pública; el propietario arrojaba
flechas en su parcela, simbolizando de este modo su imperium sobre el lugar y la
exclusión de los terceros. En la etapa colonial rigieron las Leyes de Partidas, el Fuero
Juzgo y la Novísima Recopilación. Después de la Independencia, el derecho sustantivo se
consagró en los códigos civiles y el procedimiento para hacerlo valer, en las leyes
procesales.
II. Naturaleza jurídica del derecho de apeo y deslinde. La doctrina se divide en
esta materia, atribuyéndole al apeo y deslinde naturaleza de servidumbre, de
cuasicontrato o de emanación del derecho principal de dominio.
Caracteres de la acción de deslinde. La acción de deslinde es indivisible e
imprescriptible. Es indivisible, porque se otorga a todos y cada uno de los propietarios
limítrofes y obliga a que en el juicio en que se sustancía el deslinde, comparezcan todos
los propietarios interesados. La acción de apeo y deslinde es, asimismo, imprescriptible −
aunque este carácter no se halle expresamente consagrado en la legislación nacional −
porque se trata de un derecho derivado del dominio y, mientras éste se conserve, se podrá
ejercer aquella acción.
III. Legislación mexicana. El derecho de deslinde está legislado en el artículo 841
Código Civil para el Distrito Federal, el artículo 842 establece el derecho − y
eventualmente la obligación − de cerrar y cercar la propiedad.
De la redacción dada a esos textos se desprende que, para el legislador, el derecho
de deslinde es una emanación del dominio. (El Código de 1884 lo consideraba como una
servidumbre).
La acción de deslinde está regulada en el Código de Procedimientos Civiles para
el Distrito Federal, para los fundos de propiedad de particulares (artículos 932 a 937) y en
el Código Federal de Procedimientos Civiles, cuando todos o alguno de los predios
pertenece al dominio del Estado. Además, existen múltiples disposiciones administrativas
que se refieren al deslinde, en leyes especiales. Ambos utilizan la palabra apeo,
entendiéndose por tal el acto de medir las tierras cuando no se hayan fijado los límites
que separan un fundo de otro, o bien para comprobar si las medidas coinciden con las
que expresan las escrituras de propiedad − cuando hay motivos fundados para creer que
los límites establecidos no son exactos − o, en fin, porque las marcas o señales se hayan
destruido o cambiado de lugar.
251
Por extensión, se usa este vocablo para designar el documento material o acta en
que queda consignada la operación de mensura (artículo 936 fracción I Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal).
La facultad de hacer mensurar un predio implica la de amojonarlo y la de cercarlo.
Amojonar significa colocar marcas, hitos o mojones estables para señalar los límites de
cada fundo. El cercamiento consiste en la colocación de vallas, muros, setos o cercas que
impidan el paso indiscriminado de terceras personas. Este derecho puede resultar a la vez
una obligación del titular del derecho real sobre el inmueble, en ciertas hipótesis legales.
IV. BIBLIOGRAFIA: Gomís, José, y Muñoz, Luis, Elementos de derecho civil
mexicano, tomo II, Derechos reales, México, Editores José Gomís y Luis Muñoz, 1943;
Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, México, UNAM, 1981.
Títulos y Operaciones de Crédito); o bien, mediante retiros parciales que hará dentro de la
vigencia de la relación contractual. A este respecto ha dicho la Suprema Corte de Justicia:
“En los contratos mercantiles de apertura de crédito.. es permitido que el numerario
objeto del contrato lo reciba el acreditado en una o en varias exhibiciones, sin que se
altere por ello la naturaleza del acto o se contravenga la ley, ya que, por el contrario,
el sentido de lo dispuesto por los artículos 291 y 295 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito confirma que la acreditante y el acreditado tiene libertad de
pactar lo que a sus intereses convenga en relación a la entrega de la suma de dinero
acreditado, así como con respecto a su pago” (7ª Epoca, volumen 62, 4ª Parte, página 16,
A.D. 5024/71, Leopoldo Castro Nivón, 3ª Sala).
Si durante la vigencia del contrato, el acreditado no dispone de la suma convenida
en forma total o parcial, quedará obligado, salvo pacto en contrario, a pagar los premios,
comisiones y gastos correspondientes a las sumas de que no hubiere dispuesto (artículo
294 último párrafo).
También se puede convenir que el acreditado disponga del crédito mediante
cheques u otros títulos de crédito.
5. Restitución del crédito: cuando las partes no fijen plazo para la devolución de
las sumas de que puede disponer el acreditado, o para que el mismo reintegre las que por
cuenta suya pague el acreditante de acuerdo con el contrato, se entenderá que la
restitución debe hacerse al expirar el término señalado para el uso del crédito, o en su
defecto, dentro del mes que siga a la extinción de este último (artículo 300 Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito).
6. Intereses: el acreditado debe pagar normalmente una comisión total sobre el
importe del crédito que se le concede y, además, intereses por las cantidades de que
disponga efectivamente. Los intereses deben convenirse expresamente. Los intereses
deben convenirse expresamente por las partes y aún si el acreditado no hiciera uso total
del crédito durante la vigencia del contrato deberá manifestarse su obligación de pagar los
premios, comisiones e intereses (artículos 294 último párrafo y 300 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito). La Suprema Corte de Justicia ha establecido la
siguiente ejecutoria por lo que a los intereses hace: “En materia de préstamos
refaccionarios, el artículo 325 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
remite a la sección primera del capítulo IV, título segundo de la misma, en la que aparece
el artículo 291, en el que, entre las obligaciones que se imponen al deudor, está la de que
se imponen al deudor, está la de restituir al acreditante las sumas de que disponga o a
cubrirlo oportunamente por el importe de la obligación que contrajo y en todo caso a
pagarle los intereses, prestaciones, gastos y comisiones que se estipulen; o sea, que de
admitirse que las instituciones de crédito puedan hacer renuncia a intereses y accesorios
en los préstamos refaccionarios conforme al sistema de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, esta renuncia, a diferencia de la establecida por el Código de
Comercio para el préstamo en general, tendría que ser expresa, nunca tácita, pues la
expresión ‘en todo caso’ que emplea el legislador en el precitado artículo 291 no permite
suponer excepciones. En tales condiciones, el hecho de que la institución de crédito
reciba del acreditado el pago del capital, sin reservarse expresamente el derecho a los
intereses pactados o debidos, no extinguen la obligación del acreditado de pagarlos,
puesto que el artículo 291 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que es
la aplicable tratándose de préstamos refaccionarios, por ser la ley especial y excepcional
255
que prevé el caso y no el artículo 364 del Código de Comercio que establece una regla
general, impone al deudor la obligación de pagar ‘en todo caso’ los intereses pactados o
debidos” (7ª Epoca, 4ª Parte; volumen 71, página 23 A.D. 4690/71, Financiera y
Fiduciaria de Torreón, S. A., 3ª Sala).
7. Modalidades del contrato de apertura de crédito (en los sucesivo: contrato de
apertura de crédito): existen varias operaciones de crédito respaldadas por el contrato que
se analiza. A saber: descuento de crédito en libros, créditos confirmados, créditos de
habilitación y avío, créditos refaccionarios, contrato de apertura de crédito simple y
contrato de apertura de crédito en cuenta corriente.
Estos dos últimos son estudiados en conjunto por la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, y fácilmente podría pensarse que se trata de una misma
operación (artículos 295, 296 y 298), pero se trata de dos contratos distintos. La Suprema
Corte de Justicia ha marcado claramente sus diferencias: “La apertura de crédito simple y
la apertura de crédito en cuenta corriente, tienen características especiales y producen
consecuencias distintas... en el contrato de apertura de crédito simple, el acreditado debe
regresar al acreditante el importe del crédito que se le otorgó, en las condiciones y
términos convenidos y tratándose de la apertura de crédito en cuenta corriente, el
acreditado tiene facultad de hacer remesas al acreditante antes de la fecha que se señaló
para formular liquidación y puede, mientras el contrato no concluya, disponer del saldo
que resulte en la forma pactada. Por lo tanto, en la apertura de crédito simple se sabe con
toda precisión cuál es la cantidad que debe restituir el acreditado, y en la apertura de
crédito en cuenta corriente, esa cantidad tiene que determinarse al través de una
liquidación entre las entregas que el acreditante hizo al acreditado, y las que éste cubrió al
primero. No será necesario, en consecuencia, formular liquidación alguna tratándose de
exigir la restitución de la suma que el acreditante entregó al acreditado por virtud de un
contrato de apertura de crédito simple, pero sí resulta indispensable dicha liquidación
cuando el acreditante demanda al acreditado el pago del crédito que le otorgó, si el
contrato relativo es el de apertura de crédito en cuenta corriente...” (6ª Epoca, 4ª Parte:
volumen XIV, página 145, Eliseo Larios Rodríguez, A.D. 1450/57, 3ª Sala).
8. Garantías: en ambos contratos que se acaban de analizar, puede pactarse que el
crédito se respalde con una garantía personal según que el acreditado ofrezca a favor del
acreditante la garantía que resulta de la firma de otra persona, o mediante documentos
que suscriba a favor del acreditante en el momento de hacer las disposiciones de las
sumas convenidas, o bien mediante documentos que estando suscritos a favor del
acreditado, éste los endose a favor del acreditante con la finalidad de que los cobre en su
momento oportuno o restituya al acreditado una vez que éste haya hecho la liquidación
respectiva del crédito; o bien con garantía real, que se constituye mediante depósito de
bienes o mercancías en los almacenes generales de depósito (artículos 297, 298, 299 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito). Igualmente la Suprema Corte de Justicia
ha opinado sobre este particular: “Como el artículo 325 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito establece que el habilitado podrá otorgar pagarés a la orden del
acreditante, que representen las disposiciones del crédito, el vocablo empleado
constituye, no una indicación precisa de que obligadamente debe utilizarse el pagaré, sino
cualquier otro documento mercantil, pues éste tiene por objeto fijar la cantidad recibida
por los habilitados y la fecha de recibo para establecer así la fecha desde la cual
comienzan a causarse réditos al tipo y en la forma acordada en el contrato de
256
habilitación” (7ª Epoca, 4ª Parte: volumen 67, página 35. 3ª Sala. A.D. 4825/72, Cástulo
G. Baca y otros).
9. Extinción del contrato de apertura de crédito: la ley contempla seis formas de
conclusión para este tipo de contratos, a saber:
a) Por denuncia, que es un acto jurídico por el cual una de las partes declara su
voluntad de darlo por terminado, cuando el término del contrato ha sido establecido y la
denuncia convenida en el mismo (artículos 294 y 145 párrafos III y IV Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
b) Por haber dispuesto el acreditado de la totalidad de su importe, a menos que el
crédito se haya abierto en cuenta corriente y en este último caso, hasta la liquidación total
del saldo que resulte (artículo 301 fracción I Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
c) Por la expiración del término convenido (en el mismo lugar fracción III).
d) Por la falta o disminución de las garantías pactadas a cargo del acreditado
ocurridas con posterioridad al contrato, a menos que el acreditado suplemente o
substituya debidamente las mismas en el término convenido al efecto (en el mismo lugar
fracción IV).
e) Por hallarse cualquiera de las partes en estado de suspensión de pagos, de
liquidación judicial o de quiebra (en el mismo lugar fracción V).
f) Por la muerte, interdicción, inhabilitación o ausencia del acreditado, o por
disolución de la sociedad a cuyo favor se hubiere concedido el crédito (ibid, fracción VI).
La muerte o interdicción del acreditado, la quiebra no es obstáculo para la
exigibilidad de los créditos procedentes de operaciones concertadas por instituciones de
crédito o auxiliares (artículo 109 Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares).
Véase Almacenes Generales de Depósito, Ausencia, Avío, Crédito, Cheque,
Descuento, Endoso, Operaciones Bancarias, Sociedades Mercantiles, Suspención de
Pagos, Quiebras, Títulos de Crédito.
II. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Derecho bancario; 3ª edición,
México, Porrúa, 1986; Barrera Graf, Jorge, Tratado de derecho mercantil; generalidades
y derecho industrial, México, Porrúa, 1957; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y
operaciones de crédito; 7ª edición, México, Herrero, 1972; Góngora Pimentel, Genaro
David, Apuntes de derecho mercantil II, México, UNAM, sin año; Rodríguez y
Rodríguez, Joaquín, Tratado de derecho mercantil; 5ª edición, México, Porrúa, 1964,
tomo II.
Jorge Madrazo
ejercicio de sus facultades, determinan que un cierto caso concreto del tipo definido en la
norma general se ha presentado y, como consecuencia de ello, efectúa un acto por el cual
actualizan las consecuencias previstas.
Aunque la aplicación del derecho es un acto complejo que presupone la
participación de muchas normas jurídicas (normas de competencia, normas de
procedimiento), normalmente se piensa en la norma general material y en el acto que la
concretiza.
La sentencia jurisdiccional es considerada el acto de aplicación por excelencia;
en ella se manifiesta, de forma por demás característica, la esencia de la jurisdicción
(opuesta a legislación y a administración). En ella se aprecia toda la complejidad del
fenómeno aplicativo.
La sentencia, en tanto acto de aplicación del derecho, no es como lo quiere parte
de la dogmática tradicional, la conclusión de un silogismo práctico (más conforme con el
dogma de la doctrina de la división de poderes que con una adecuada descripción de la
función jurisdiccional).
En una sentencia jurisdiccional (como en cualquier acto de aplicación) se pueden
distinguir tres elementos: 1) determinación del derecho aplicable a la controversia
(quaestio iuris), 2) determinación de los hechos que condicionan la aplicación del
derecho (quaestio facti) y 3) actos de decisión por los cuales se ordena la ejecución de las
consecuencias.
Las dos primeras determinaciones, erróneamente consideradas elementos
“declarativos”, condicionan el elemento normativo característico de la sentencia: el
pronunciamiento que ordena la realización de las consecuencias previstas (por la norma
general material). Es claro que la decisión que ordena la aplicación de las consecuencias
(a ciertos individuos particulares) es una norma jurídica nueva que no existía antes de su
creación judicial. Sin embargo, éste no es el único elemento novedoso que contiene.
Es importante hacer notar que la determinación de los hechos, elementos
esenciales de la aplicación del derecho, no son simples actos que corroboran hechos. Esta
determinación será, mayor o menormente, un acto de apreciación del tribunal.
La quaestio iuris no es meramente una “localización topográfica”, es necesario
que el tribunal (o cualquier órgano aplicador) establezca el significado, el alcance del
material jurídico que debe aplicar.
La atribución de significado es siempre resultado de una operación conceptual que
comporta, además, el reconocimiento de varias opciones interpretativas y escoge una. Es
por esta razón que buena parte del acto aplicativo consiste en argumentaciones
(considerandos, resultandos) en favor de la interpretación escogida (Guastini). Esta
atribución de significado es más patenté en los casos en que el “derecho aplicable” se
muestra “vago”, “confuso”, “contradictorio” o “insuficiente”.
La atribución de significado, a la cual se alude comúnmente con la expresión
“interpretación jurídica”, es inherente al acto de aplicación del derecho. Ciertamente, su
trascendencia es mayor en la función jurisdiccional, toda vez que los tribunales son
considerados los órganos encargados de interpretar el derecho.
IV. En cuanto a la calificación de los hechos, la resolución correspondiente está
lejos de ser la aserción de un hecho, en particular cuando se trata de hechos jurídicos (por
ejemplo incumplimiento, dolo, costumbre). La calificación del hecho es una resolución
del tribunal, un argumento que requiere normalmente de una clara justificación. Sólo los
259
“hechos” establecidos por el tribunal mediante el procedimiento apropiado son los hechos
jurídicos que condicionan la aplicación de las consecuencias previstas.
Es claro que a través de estas determinaciones se introducen nuevos elementos
que prosiguen el proceso de creación, determinaciones sin las cuales las normas generales
y abstractas no se aplicarían. El pronunciamiento del tribunal establece el “sentido”, “el
alcance”, la ‘correcta’ interpretación” del derecho, así como el sentido “objetivo” de los
hechos.
No obstante, la tendencia es siempre a mantener el dogma “de donde, se cree,
deriva la autoridad de su función” de que el tribunal únicamente aplica el derecho
existente.
La creación jurisdiccional no es abiertamente presentada como tal, ciertos dogmas
sobre la función jurisdiccional y la aplicación del derecho, lo impiden. La creación
jurisdiccional es ocultada, es “vestida con ropa modesta” (Guastini).
Podría pensarse que estas determinaciones del tribunal son extraordinariamente
arbitrarias pero, en realidad, no lo son tanto, éstas normalmente se conforman a las reglas
(metarreglas) de la hermenéutica jurídica y a las costumbres y prácticas de los tribunales
y de la profesión jurídica.
Puesto que el acto de aplicación es manifiestamente un acto sucesivo por el cual
se condena a un individuo determinado a comportarse de cierta forma, la aplicación de
una norma general a un caso concreto trae aparejada la creación de una norma individual
y concreta (Bobbio, Kelsen). Es indudable que el acto jurisdiccional por el cual se
individualiza una norma general es un acto de creación jurídica regulada por esta norma
material (y demás normas de competencia y procedimiento).
Puede ocurrir que la norma individual creada por el tribunal se convierta en una
norma general a través del precedente, es decir cuando la resolución del tribunal, con sus
considerandos y resultandos (ratio decidendi), obliga a otros tribunales.
Si bien es cierto que par ala dogmática jurídica tradicional, la aplicación del
derecho se presenta exclusivamente en la sentencia jurisdiccional, cabe afirmar que todos
los actos jurídicos son aplicación del derecho (con excepción de los actos originarios de
creación de un sistema jurídico). Los actos legislativos, las decisiones administrativas e,
incluso, los actos infralegislativos (contratos, testamentos), al igual que las sentencias
jurisdiccionales, crean una norma individual cuyo contenido está determinado (mayor o
menormente) por las normas generales que ésta aplica.
La relación que existe entre las normas jurídicas generales y su aplicación por los
tribunales es sustancialmente idéntica a la que existe, por ejemplo, entre la Constitución y
las normas generales que la aplican /y cuya creación regula). La creación de normas
generales es aplicación de la Constitución de la misma forma en que lo es la aplicación de
las normas generales /y abstractas) por parte de los tribunales.
La creación de una norma que está regulada por otra norma constituye una
aplicación de esta última. La aplicación del derecho es, a la vez, creación del derecho:
acto que continúa la creación gradual y sucesiva del orden jurídico.
Para que un acto jurídico pueda ser considerado un acto regular de un orden
jurídico determinado, necesita ser un acto de aplicación de una norma que lo condiciona y
lo regula.
El acto de aplicación que continúa los actos de creación que le preceden (y
condicionan) hace posible el funcionamiento del orden jurídico. Sin el acto de aplicación
260
esto bastaba una reflexión o atención ordinarias y conocimientos comunes en algún arte o
ciencia; 3) si los acusados han delinquido anteriormente en circunstancias semejantes, y
4) si tuvieron tiempo para obrar con la reflexión y el cuidado necesarios (artículo 60
Código Penal del Distrito Federal). Además los jueces pueden sustituir y conmutar
sanciones, pero en ningún caso podrán eximir de la reparación del daño (artículo 76
Código Penal del Distrito Federal).
En cuanto a la aplicación de la pena en el orden administrativo la misma
corresponde, conforme a la moderna Ley de Normas Mínimas de Readaptación Social a
la Dirección General de Servicios Coordinados de Prevención y Readaptación Social
(artículos 674, fracción V Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 3
de la Ley de Normas Mínimas de Readaptación Social) dependiente de la Secretaría de
Gobernación. La citada dirección tendrá a su cargo aplicar las normas de ejecución penal
en el Distrito y en los reclusorios, dependientes de la Federación. También las normas se
aplicarán a los sentenciados federales en toda la República y se promoverá su adopción
por parte de los Estados, que en líneas generales han reproducido los lineamientos de la
referida ley. La ley prevé la celebración de convenios entre el Poder Ejecutivo Federal y
los Estados.
III. El sistema de tratamiento es el denominado progresivo-técnico, porque
consiste en etapas de estudio, diagnóstico y tratamiento y dividido este último en fases de
tratamiento en clasificación y tratamiento preliberacional. El tratamiento se fundará en
los resultados de los estudios de personalidad que se practiquen a los condenados y
deberá ser actualizado periódicamente (artículo 7 Ley de Normas Mínimas). En cuanto a
lo de técnico es porque un personal especializado se ocupa del tratamiento, que se integra
por criminólogos, psicólogos, médicos, trabajadores sociales, pedagogos y otros. El
tratamiento preliberacional es el que ofrece mayor interés por incluir ideas modernas de ir
acercando paulatinamente al individuo a la sociedad. El mismo comprende: a)
información y orientación especiales y discusión con el interno y sus familiares de los
aspectos personales y prácticos de su vida en libertad; b) métodos colectivos; c)
concesión de mayor libertad dentro del establecimiento; d) traslado a la institución
abierta, y e) permiso de salida de fin de semana o diaria con reclusión nocturna o bien
salida en días hábiles con reclusión de fin de semana (artículo 8 de la Ley de Normas
Mínimas). El sistema de preliberación ha sido aplicado pioneramente en el Estado de
México, en la prisión de Almoloya de Juárez donde existe una sección abierta,
circundando a la prisión. Las salidas de fines de semana se practican en la Cárcel de
Santa Martha en el Distrito Federal.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl, Derecho penal mexicano; parte
general; 11ª edición, revisada y puesta al día por Raúl Carrancá y Rivas, México, Porrúa,
1977; Carrancá y Trujillo, Raúl, y Carrancá y Rivas, Raúl, Código penal anotado; 4ª
edición, México, Porrúa, 1976; García Ramírez, Sergio, El artículo 18 constitucional,
México, UNAM, 1967; García Ramírez, Sergio, La prisión, México, UNAM/FCE, 1975.
Claudia Campuzano
derechos sujetos a condición suspensiva), o bien, que la sociedad tenga que devolver el
bien o el derecho (en el caso de la condición resolutoria).
Por no ser ciertas, no deben admitirse aportaciones consistentes en el nombre del
socio (su nombre personal o la razón social o denominaciones sociales), en su
responsabilidad, en su clientela, en su prestigio o aviamiento. Por ser aleatorias, se
excluyen las aportaciones que se hicieran consistir en lo que se pueda obtener de un juego
o de una apuesta, en una renta vitalicia, en la indemnización por la eventual realización
de un riesgo asegurado. En cambio, no se requiere que el valor del bien o del derecho
aportado sea cubierto en el momento mismo de que se entregue o se trasmita por el socio
a la sociedad; basta con que se determine o se calcule, ya sea en función de su contenido,
por ejemplo, la aportación que haga un agente de seguros, persona física, a otro que sea
una Sociedad Anónima, consistente en su cartera de contratos de seguros (artículo 25 del
Reglamento de Agentes de Seguros, Diario Oficial del 24 de septiembre de 1981), o en
función de su naturaleza (por ejemplo, una concesión minera cuyo valor se fije en función
de las reservas que se calculen del mineral existente en la mina); o bien, del tiempo de
uso o explotación del bien o del derecho (por ejemplo el usufructo, el arrendamiento, o el
uso de un bien, de una marca, de una patente). Esto permite, a juicio nuestro, que al
cubrirse íntegramente el monto de la aportación, el bien o el derecho aportado, deban
devolverse al socio aportante, sin que pierda su carácter de tal; de no ser así, con
posterioridad al pago total de la aportación del socio se plantearía un enriquecimiento sin
causa por parte de la sociedad.
No empero a la afirmación anterior la Ley General de Sociedades Mercantiles
exija que se exhiba “por lo menos el cincuenta por ciento del valor de cada parte social”,
si se trata de una S.de R.L. (artículo 64), y que “se exhiba íntegramente el valor de cada
acción que haya de pagarse con bienes distintos de numerario” (artículo 89 fracción IV),
en el caso de la S. A. Exhibir, para los efectos de esas disposiciones, no quiere decir que
la sociedad tenga que recibir esos valores (50% y 100%), como se desprende del artículo
121 Ley General de Sociedades Mercantiles, que prevé el pago de las exhibiciones con
posterioridad al ingreso del socio; lo que se quiere decir es que se trasmita a la sociedad
el uso o el goce de bienes o derechos, que realmente tengan ese valor económico al
momento de la aportación, como deriva del texto del artículo 141 Ley General de
Sociedades Mercantiles; por ejemplo, que si se trata de la cesión (aportación) de la cartera
de un agente de seguros, el cálculo tenga que hacerse con base en las comisiones que se
habrán de recibir en el fruto, “durante el tiempo en que estén en vigor los contratos de
seguro celebrados con su intervención” (artículo 24 Reglamento Agentes de Seguros).
Sostener lo contrario equivaldría a excluir, como objetos de aportación todos los derechos
del socio de ejecución diferida, y dejar sin contenido preceptos como los artículos 2702 in
fine Código Civil para el Distrito Federal y 12 Ley General de Sociedades Mercantiles.
IV. Sobre la naturaleza jurídica de la aportación, debe desecharse que se trate de
un contrato que se celebre entre la sociedad y cada uno de los socios aportantes; esto,
significaría la duplicidad y superfetación de dos relaciones jurídicas: el contrato o
negocio de la sociedad por un lado, y la de aportación. Se trata, solamente, de una
obligación a cargo del socio que constituye un elemento del contrato social, y de cuya
ejecución depende que el obligado adquiera el carácter de socio. El derecho del socio a
participar en las utilidades y pérdidas, que constituye la causa o fin del socio en las
sociedades lucrativas, es efecto y consecuencia de la aportación.
265
las condiciones que la Constitución y la ley imponen al juez para dictar un auto de formal
prisión, con las de la orden de aprehensión. Pero con ello se pasa por alto que en el caso
del primero, el imputado tiene una oportunidad de contestar los cargos en su contra
(declaración preparatoria), mientras en frente a la segunda tal oportunidad no es
condición sin consecuencia.
IV. La jurisprudencia ha distinguido entre la orden de aprehensión, y la orden de
comparecencia, que tiene en común con aquélla el hecho físico de la privación de la
libertad, pero se diferencia en que la última constituye un medio de apremio y la primera
una medida de cautela.
Véase Auto de Formal Prisión, Cuerpo del Delito
V. BIBLIOGRAFIA: García Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal penal;
2ª. edición; México, Porrúa, 1977.
el Estado que lo haya apresado será responsable ante el Estado de la nacionalidad del
buque o de la aeronave de todo perjuicio o daño causados por la captura, según lo dispone
el artículo 106.
Asimismo, el numeral 107 establece que solamente los buques de guerra y las
aeronaves militares, u otros buques o aeronaves que porten señales claras y sean
identificables como que están al servicio de un gobierno y estén autorizados a tal fin
podrán llevar a cabo capturas por causa de piratería. Todos los Estados de la comunidad
internacional están obligados a cooperar para reprimir el tráfico ilícito de estupefacientes
y sustancias sicotrópicas realizado por los buques en alta mar en violación de las
convenciones internacionales sobre la materia, por lo que cualquier Estado que tenga
motivos suficientes y razonables para creer que un buque que enarbole su pabellón se
dedica al tráfico ilícito de estupefacientes podrá solicitar la cooperación de los otros
Estados para poner término a dicho tráfico (artículo 108).
El llamado derecho de visita es cuando un buque de guerra se encuentra a un
buque extranjero en alta mar y lo aborda cuando existan motivos razonables para creer
que el buque se dedica a la piratería; que se dedica a la trata de esclavos; que se dedica a
realizar transmisiones no autorizadas; que el buque no tiene nacionalidad o que haya
izado un pabellón extranjero o se haya negado a izarlo. Pero si las sospechas resultasen
infundadas se deberán resarcir daños y perjuicios sufridos (artículo 110).
En cuanto al derecho de persecución, la Convención citada establece que el
Estado ribereño podrá emprender la persecución de un buque extranjero cuando tenga
motivos fundados para creer que ha cometido una infracción de sus leyes y reglamentos.
La persecución habrá de iniciarse cuando el buque extranjero o una de sus lanchas se
encuentre en las aguas interiores, en el mar territorial o en la zona contigua del Estado del
buque perseguidor, y podrá continuar fuera del mar territorial o de la zona contigua, a
condición de que no se haya interrumpido.
No es menester que el barco que da la orden de detenerse a un navío extranjero
que navega por el mar territorial o por la zona contigua se encuentre también en ellos en
el momento en que el buque interesado reciba dicha orden. Si la nave extranjera se
encontrase en la zona contigua, la persecución no se podrá emprender más que por
atentados a los derechos para cuya protección fue creada dicha zona, es decir, por
violaciones a los reglamentos aduaneros, fiscales, migratorios y sanitarios. El derecho de
persecución se aplicará en lo conducente, a las infracciones de las leyes y reglamentos del
Estado ribereño en la zona económica exclusiva o sobre la plataforma continental,
incluidas las zonas de seguridad en torno a las instalaciones de la plataforma continental.
El derecho de persecución cesará en el momento en que el buque perseguido entre en el
mar territorial del país a que pertenece o en el de un tercer Estado.
La persecución no se considerará iniciada hasta que la nave perseguidora haya
comprobado, por los medios de que disponga, que el buque perseguido o una de sus
lanchas u otras embarcaciones que trabajen en equipo utilizado el buque perseguido como
barco nodriza, se encuentran dentro de los límites del mar territorial, zona contigua, zona
económica exclusiva o plataforma continental. No puede darse comienzo a la persecución
mientras no se haya emitido la señal de detenerse visual o auditiva, desde una distancia
que permita al buque presunto perseguido oírla o verla. Cabe aclarar que el derecho de
persecución sólo lo podrán realizar los buques o aeronaves del Estado que porten señales
claras de su identificación, y que estén autorizados para tal fin.
271
posible y futuro arbitraje, diverso del contacto “principal” que puede ser una operación de
compra-venta mercantil, por ejemplo
b) Compromiso arbitral, es el acuerdo pactado entre las partes, una vez que ya se
suscitó una controversia jurídica entre ellos, para que su lid sea dirimida en el porvenir
por medio del arbitraje; es decir, el compromiso se convierte después de planteado el
pleito actual.
c) Contrato arbitral o contrato de arbitraje (Cornelutti, Becerra Bautista), es el
acuerdo de voluntades entre las contendientes (partes interesadas en la pugna) y el árbitro
designado, en el que se consignan las obligaciones y derechos de los árbitros en relación
con las partes; así: el plazo para resolver, los honorarios a cubrir, etcétera
IV. Según nuestras disposiciones legales pueden ser árbitros los particulares
designados por las partes contendientes o a falta de su acuerdo de voluntades en la
preparación del juicio arbitral, lo hará el juez público de entre las personas que
anualmente son listadas por el Tribunal Superior, con tal objeto (artículos 220 a 223
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal).
También se distingue entre árbitros de derecho y los arbitradores o amigables
componedores que emiten su resolución en conciencia (el de los primeros se denomina
laudo, el de los segundos, veredicto o dictamen).
V. El procedimiento del arbitraje (que para algunos es un equivalente
jurisdiccional, Carnelutti, García Rojas) reviste ciertas ritualidades, así, partes y árbitro
seguirán los plazos y formas establecidas para los tribunales; los árbitros siempre están
obligados a recibir pruebas y oír alegatos, si cualquiera de las partes los pidiere, o no
hubieren convenido otra cosa (artículo 619).
La problemática de la naturaleza de la heterocomposición arbitral privada es de
pensar se centra en las diversas hipótesis que pueden acontecer con el dictado de la
resolución del laudo y de la procedencia de la designación del árbitro que lo emite.
En efecto, si el arbitraje se pactó en una cláusula compromisoria o en un
compromiso en árbitros; si el árbitro fue designado por las propias partes; si se aceptó el
nombramiento en un contrato arbitral, que se cumple hasta llegar a un laudo; y si éste es
espontánea y voluntariamente acatado por las partes (naturalmente por la parte vencida),
es un caso en que el arbitraje nace, se desarrolla y se cumple por la voluntad
contractualmente manifiesta de los combatientes.
En cambio, si el árbitro no fue nombrado por las partes, sino por el juez público,
la ley adjetiva del Distrito Federal ordena: “La apelación sólo será admisible conforme a
las reglas del derecho común.
Contra las resoluciones del árbitro designado por el juez cabe el amparo de
garantías conforme a las leyes respectivas” (artículo 635).
En el caso de admitirse la apelación ordinaria ante el tribunal de alzada, el
arbitraje privado se equipararía a la primera instancia ante un juzgado público; así como
en el del amparo, pues es sabido, que este recurso extraordinario sólo procede contra
actos de autoridad, y no contra los de particulares. En ambos supuestos parece funcionar
la concepción jurisdiccionalista del arbitraje.
Otra hipótesis que puede suceder, es que ante la desobediencia del vencido en el
laudo, la parte favorecida pueda pedir la “homologación” − denominación dada por la
doctrina mexicana, a pesar de no consagrarse la voz en la ley adjetiva − ante el juez
279
público para su eficaz cumplimiento (artículo 632 Código de Procedimientos Civiles para
el Distrito Federal).
VI. Por otra parte, algunos tratadistas mexicanos han tildado al arbitraje de
violatorio de la Constitución, por ir en contra del texto de los artículos 13 y 14, postura
que no ha trascendido mayormente.
VII. Debemos, por último, recordar que el término arbitraje, se emplea en materia
laboral para designar a los órganos de juzgamiento especializado, las Juntas de
Conciliación y Arbitraje, lo que podría orillar a pensar que éstas llevan a cabo dicha
función de carácter privado. Sin embargo, es de sobre conocido que se trata de tribunales
paritarios que juzgan en primera instancia los conflictos obrero-patronales y que sus
resoluciones, llamados “laudos” pueden ser combatidas ante la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, dentro del marco de orden público y protección social, muy ajena al
arbitraje privado.
Véase Laudo
VIII. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Proceso,
autocomposición y autodefensa; 2ª. edición, México, UNAM, 1970; Becerra Bautista,
José, El proceso civil en México; 8ª edición, México, Porrúa, 1980; Briseño Sierra,
Humberto, El arbitraje en el derecho privado, México, UNAM, 1963; Carnelutti,
Francisco, Instituciones del proceso civil; traducción de Santiago Sentís Melendo,
Buenos Aires, EJEA, 1959, tomo I; Chiovenda, José, Principios de derecho procesal
civil; traducción de José Casais y Santaló, Madrid: Reus, 1922, tomo I; Pina, Rafael de y
Castillo Larrañaga, José, Instituciones de derecho procesal civil; 12ª edición; México,
Porrúa, 1978; Margadant, Guillermo Floris, El derecho privado romano, México,
Editorial Esfinge, 1960; Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, México, Harla,
1980; Pallares, Eduardo, Derecho procesal civil; 6ª. edición, México, Porrúa, 1976.
El arbitraje de derecho público tiene por objeto el arreglo de los litigios entre los
Estados, como entidades soberanas, mediante jueces designados libremente y sobre la
base del respeto a las instituciones jurídicas. El arbitraje privado, en cambio, trata de
resolver las controversias suscitadas entre particulares. Si bien es cierto que los Estados
algunas veces actúan en el comercio sin la investidura de soberanía, participando
activamente a través de corporaciones o empresas dominadas por los intereses del sector
público, también lo es que en tales circunstancias los diferendos que se susciten con otras
empresas de esta naturaleza o con particulares, no inciden en la jurisdicción del derecho
internacional público, pudiendo ser resueltos a través del arbitraje privado.
Es igualmente útil depurar la nomenclatura por lo que respecta al carácter interno
e internacional del arbitraje. La problemática del primero se plantea dentro de un sistema
jurídico único. El segundo surge cuando existe un elemento extraño, ajeno al carácter
local de controversia; es decir, cuando una de las partes contratantes es extranjera o
cuando los efectos del convenio se producen en el exterior; en fin, cuando surge cualquier
conexión con otra legislación distinta a la interna.
Por último, debe señalarse que dentro del arbitraje privado, ya sea interno o
internacional, pueden plantearse tanto materias de orden estrictamente mercantil, como
conflictos puramente de derecho civil. Las materias de carácter comercial son aquellas
que se suscitan en el tráfico mercantil (actos de comercio), en tanto que las que
corresponden al ámbito de los negocios civiles, en las que no intervienen los
comerciantes como sujetos activos, se rigen por las disposiciones propias del derecho
común.
IV. Por lo que toca a México, desde el primer Código Procesal Civil de 1872, se
reglamenta la institución del arbitraje permitiendo que los negocios civiles, con raras
excepciones, pudieran transigirse y comprometerse en árbitros. Esta actitud se continúa
en el ordenamiento adjetivo de 1884 y subsiste en el Código de Comercio de 1889, en
cuyo Libro Quinto (De los juicios mercantiles), Título Primero, Capítulo I, establece que
el procedimiento mercantil preferente a todos es el convencional y que a falta de
convenio expreso de las partes interesadas se observarán las disposiciones del citado
Libro Quinto; únicamente en ausencia de aquél o de éstas, se aplicará la ley de
procedimientos local respectiva.
Como acertadamente lo comenta Alcalá-Zamora, nuestro viejo ordenamiento
mercantil establece una concepción privatista y obsoleta del proceso, que en la práctica se
ha convertido en letra muerta o poco menos, subsistiendo tan sólo el juicio convencional
ante árbitros.
Sin embargo, de acuerdo con el texto aún vigente del artículo 1052 del Código de
Comercio, los jueces deberán sujetarse al procedimiento convencional que las partes
hubieren pactado, si en él concurren las condiciones que el citado precepto establece en
seis fracciones; de la drástica afirmación del legislador no puede interpretarse que el
“procedimiento convencional” pactado por las partes sea el arbitral, en primer lugar,
porque la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito
Federal (artículo369) prohibe a los funcionarios y empleados de la administración de
justicia desempeñar el cargo de árbitro o arbitrador y, en segundo lugar, porque el
artículo 1053 del mismo Código de Comercio en su fracción IX previene que la escritura
pública, la póliza o el convenio judicial que contenga el procedimiento convencional
acordado por las partes, debe señalar al juez o árbitro que deba conocer el litigio para el
281
acuerdan cometer su diferencia a una persona o grupo de personas y cuya decisión será
obligatoria para los contendientes.
II. Puede afirmarse que el arbitraje es tan viejo como la vida internacional
misma. Sin embargo, un arbitraje pactado en un tratado, con normas de procedimiento, no
se dio sino hasta fines del siglo XVIII. En efecto, un número sustancial de autores están
de acuerdo en señalar que el primer arbitraje, en su sentido moderno, lo constituye el
llamado Tratado Jay, del 19 de noviembre de 1794, entre Gran Bretaña y los Estados
Unidos. Seguramente el paso más importante lo constituye en la historia del arbitraje, la
Primera Conferencia de La Haya, de 1899, que instituyó la Corte Permanente de
Arbitraje. Las disposiciones de este instrumento internacional fueron recogidas y
ampliadas en la Segunda Conferencia de La Haya, de 1907, que reorganizó la corte
Permanente de Arbitraje, misma que funcionó hasta 1931; habiendo resuelto veinte casos.
A partir de entonces, puede decirse que el arbitraje se generalizó a través de la firma de
múltiples tratados bilaterales entre distintos países que establecieron tribunales arbitrales,
comisiones de reclamaciones, árbitros únicos, etcétera
III. El Acta General para el Arreglo Pacífico de Disputas Internacionales, de
1928, le dedica todo un capítulo al arbitraje. De esta época data el establecimiento de las
Comisiones Mexicanas de Reclamaciones con Inglaterra, Estados Unidos, España,
Alemania, Francia e Italia. El 28 de abril de 1949, la Asamblea General de Naciones
Unidas adoptó el Acta General Revisada para el Arreglo Pacífico de Disputas
Internacionales, misma que entró en vigor el 20 de septiembre de 1950, la cual
sustancialmente es igual a la de 1928.
En relación a la Corte Permanente de Arbitraje, a menudo se oye decir que ni es
“Permanente”, ni es “Corte”. Los miembros de la Corte son designados por los Estados
partes en una o las dos Convenciones de La Haya mencionadas. Cada Estado designa
hasta cuatro miembros de reconocida competencia en cuestiones de derecho
internacional, de una calidad moral y dispuestas a aceptar sus obligaciones como árbitros
para cada caso. Los árbitros en su totalidad jamás se reúnen como tribunal, sino que
solamente deben de estar dispuestos a actuar en los casos concretos.
Dice Sepúlveda que “puede constituirse un tribunal de arbitraje después de una
controversia y una vez que se han fijado los puntos de la disputa. Pero también puede
pactarse la constitución en un tratado especial, en el cual se haya previsto que si surge
una controversia en relación con el objeto tratado, se recurrirá a ese procedimiento.
Finalmente, puede preverse el arbitraje en un tratado general de resoluciones pacíficas.
Los tribunales arbitrales pueden revestir formas muy varias. Por ejemplo, puede
integrarse con un árbitro de cada uno de los Estados litigantes y un árbitro presidente,
nacional de un país neutral, escogido por ambas partes de común acuerdo. Es posible
formarlo también con un árbitro de un Estado y un árbitro neutral, por parte de cada
contendiente, nombrándose un presidente de común acuerdo. También puede darse el
caso del árbitro único y en esta circunstancia puede recaer la designación en un jefe de
Estado, o en un miembro de la lista de la CPA (Corte Permanente de Arbitraje). La
selección del único arbitrador puede hacerla el Presidente de la CIJ (Corte Internacional
de Justicia) según se ha pactado en numerosos compromisos de arbitraje en las últimas
décadas. En el pacto de arbitraje se pueden pactar las reglas o principios que el tribunal
ha de aplicar, el procedimiento a seguir, la naturaleza y oportunidad de las pruebas, el
lugar donde funcionará el tribunal, el idioma que se utilizará, el tiempo para producir la
283
intrínseca de aquélla. O sea si la norma es injusta el acto arbitrario que la violente puede
ser correcto a la luz de valores metajurídicos (sociales, económicos, éticos). Un ejemplo
histórico aclara muy bien esta distinción entre arbitrariedad e injusticia y es el siguiente:
En el siglo XVIII en la Prusia gobernada por Federico II, un molinero dejó de recibir la
corriente de agua que pasaba antes por un predio vecino debido a que el propietario de
éste, impedía su paso con el solo afán de perjudicarlo. El molinero demandó al
responsable, pero no existiendo la figura del abuso del derecho el juez falló en su contra y
en la apelación el tribunal de segunda instancia ratificó la sentencia. Al saber Federico II
de las resoluciones judiciales las revocó y mandó arrestar a los jueces. Es evidente tanto
la justicia como la arbitrariedad de la primera a las decisiones del monarca ya que la
actuación de los jueces se apegó plenamente a las normas aplicables al caso (Recaséns
Siches, página 215).
Sin embargo, una solución arbitraria aunque justa, para un caso concreto en el
fondo resulta injusta pues si partimos de que la norma general no es correcta y
resolvemos sólo un caso de los que puede englobar, “justa y arbitrariamente”, entonces
los demás casos semejantes serían tratados “injustamente” pues no recibirían este
beneficio. Por el contrario si resolvemos todos los casos análogos “justa y
arbitrariamente”, ya que no habría arbitraridad sino la creación de una nueva norma
general formalmente inválida.
Por último para Stammler tanto la arbitrariedad como el derecho consisten en un
querer entrelazante y autárquico (es decir son mandatos que se imponen a aquéllos a
quienes van dirigidos) pero se diferencian en que en la primera la vinculación se da en
forma caprichosa según cada caso concreto y en el segundo se da de manera uniforme y
permanente. Así la arbitrariedad sería un querer entrelazante, autárquico y violable
mientras que el derecho es un querer entrelazante, autárquico e inviolable.
III. BIBLIOGRAFIA: Legaz y Lacamíbra, Luis, Filosofía del derecho; 5ª.
edición, Barcelona, Bosch, 1978; Recaséns Siches, Tratado general de filosofía del
derecho; 7ª. edición, México, Porrúa, 1981.
ARBITRIO. I. (Del latín arbitrium, ii, que significa sentencia del árbitro o poder de
decidir. Probablemente aparece en el español a través del francés arbitrae, pues la palabra
española que proviene directamente de arbitratium es albedrío).
Se define como la facultad de adoptar una resolución con preferencia a otra.
Jurídicamente , se comprende por arbitrio lato sensu, la facultad de elegir entre
dos o más opciones otorgadas por el ordenamiento jurídico. Stricto sensu es la facultad
concedida al juez por la norma jurídica para valorar, discrecionalmente, las diferentes
circunstancias que se presentan en el desarrollo de los procesos y decidir la sanción
aplicable.
El arbitrio debe ejercerse, necesariamente, dentro de los márgenes delimitados por
la norma jurídica, puesto que, de no ser así, el arbitrio se convierte en una transgresión al
ordenamiento jurídico, lo que produce, indefectiblemente, la aplicación de una sanción.
II. Ejemplo de arbitrio, lato sensu, lo encontramos en el artículo 1949 del Código
Civil para el Distrito Federal, que prescribe “el perjudicado podrá escoger entre exigir el
cumplimiento o la resolución de la obligación con el resarcimiento de daños y perjuicios
287
en ambos casos. También podrá pedir la resolución aún después de haber optado por el
incumplimiento, cuando éste resultara imposible”
El arbitrio judicial se encuentra regulado expresamente por el Código Penal del
Distrito Federal en su Título Tercero; el artículo 51 de éste, por ejemplo, regula: “dentro
de los límites fijados por la ley, los jueces y tribunales aplicarán las sanciones
establecidas para cada delito, teniendo en cuenta las circunstancias exteriores de
ejecución y las peculiares para el delincuente”.
III. BIBLIOGRAFIA: García Máynez, Eduardo, Filosofía del derecho; 3ª.
edición, México, Porrúa, 1980.
ARBITRIOS. I. Son los ingresos fiscales de los niveles inferiores de gobierno, esto es,
de los estados y principalmente de los municipios. En México es poco usual en la
actualidad y encontramos el vocablo en la época colonial, en el siglo XIX, y sólo
excepcionalmente en el siglo XX. Para Escriche los arbitrios son “los derechos que
muchos pueblos imponen o tiene impuestos, con la facultad competente, sobre ciertos
géneros o ramos para satisfacer sus cargas o cubrir sus gastos”. Por su parte G. Fernández
de León considera que “el término arbitrios se emplea para indicar determinados
derechos o imposiciones, por lo común municipales o provinciales, establecidos con el
fin de allegar fondos para atender las cargas o los gastos públicos”. La Nueva
enciclopedia jurídica al tratar el término “arbitrios municipales” refiere que “el derecho a
la imposición de tributos por parte de los entes locales autárquicos se justifica por los
mismos fundamentos que legitiman al del Estado, con la sola diferencia de su limitación
tanto cuantitativa como cualitativamente, como en orden al ámbito de su aplicación”. La
Enciclopedia jurídica Omeba define a los arbitrios como los “Derechos o imposiciones
con que se arbitran fondos para gastos públicos, por lo general municipales”. Sin
embargo, se aclara que es una voz poco usada en la Argentina. Por último, el Diccionario
enciclopédico de derecho usual contiene bajo la voz arbitrios, a “Ciertos medios
ordinarios o extraordinarios que se conceden generalmente a los municipios y en
ocasiones a las provincias, para arbitrar o allegar recursos con que cubrir sus atenciones”.
II. La escasez de los recursos financieros de los estados y de los municipios ha
sido uno de los problemas básicos del país desde su independencia. El proceso de
centralización financiera, en detrimento de los niveles inferiores de gobierno, se dio
desde el siglo XIX y se incrementó notablemente durante la presente centuria. En
México, de acuerdo con la Constitución Federal, existen gravámenes exclusivos para la
federación, y en algunos de ellos debe concederse participación a los estados y a los
municipios. Asimismo existen gravámenes que pueden ser establecidos tanto por la
federación como por los estados. El Sistema de Coordinación Fiscal, derivado de la Ley
de Coordinación Fiscal de 1978, que entró en vigor en la mayor parte de sus capítulos en
1980 estableció dos Fondos, con el objeto de incrementar los recursos financieros de las
entidades federativas. Sin embargo, es necesario promover el aumento de los recursos
financieros para los municipios, con el objeto de que este nivel de gobierno pueda
cumplir con sus funciones, y asumir otras para optimizar la asignación de recursos para la
satisfacción de diversas necesidades públicas. De esta forma se daría eficacia a la
fracción II del artículo 115 constitucional que determina que “Los Municipios
288
Beatriz Bernal
Nación es la entidad central y de consulta del ejecutivo federal para el manejo de los
archivos administrativos e históricos de la administración pública federal. Conforme a
estas disposiciones, el órgano encargado de la administración de estos fondos es un
órgano desconcentrado de la Secretaría de Gobernación que se denomina Archivo
General de la Nación.
IV. BIBLIOGRAFIA: Rubio Mañé, J. Ignacio, El Archivo General de la Nación,
Distrito Federal, Estados Unidos Mexicanos, México, Secretaría de Gobernación, 1973,
tomo II.
del desarrollo, sin embargo, el discurso oficial afirma que los criterios de participación
han sido definidos en el Plan Nacional de Desarrollo y en los programas sectoriales
correspondientes, principalmente en el Programa Nacional de Fomento Industrial y
Comercio Exterior. Parece hasta ahora que la demarcación de las áreas prioritarias se
establece por la asignación directa de recursos por parte del Estado.
Dentro de las funciones que el Plan Nacional de Desarrollo asigna a la empresa pública,
aparece la de participar en la oferta de bienes y servicios socialmente necesarios y en
aquellas actividades de producción básica que no sean cubiertas suficientemente por la
iniciativa particular. En el sector coordinado por la Secretaría de Energía, Minas e
Industria Paraestatal se han considerado ramas prioritarias: A) Bienes de capital en
renglones como maquinaria y equipo agrícola; máquinas y herramientas; equipo
ferroviario; industria naval; fundición; equipo rotativo, etcétera B) Insumos críticos, tales
como fertilizantes, siderurgia, celulosa y papel, petroquímica secundaria, etcétera C)
Bienes para el consumo básico, como azúcar, productos farmacéuticos y textiles básicos.
D) Industrias de punta tecnológica, tales como biotecnología y electrónica industrial.
Cabe señalar que en el Programa Nacional de Fomento Industrial y comercio
Exterior 1984-1988 se señalan áreas de la empresa pública en las que debe participar,
dividiendo las actividades prioritarias en “áreas de concurrencia prioritaria” y “áreas de
concurrencia complementaria”. Respecto de las primeras, se trata de áreas, que por su
importancia para el desarrollo de la economía nacional y por sus requisitos de inversión,
tiempo de maduración o por utilizar tecnologías nuevas o de punta, se justifica la
concurrencia de la empresa pública. En cuanto a las segundas, son áreas que desarrollarán
los sectores social y privado y sólo cuando tal desarrollo no sea suficiente para alcanzar
los objetivos del interés público participará el Estado.
véase Areas Estratégicas, Economía Mixta, Empresa Pública, Intervención
del Estado, Propiedad, Rectoría del Estado
IV. BIBLIOGRAFIA: La Constitución mexicana; rectoría del Estado y
economía mixta, México, UNAM-Porrúa, 1985; Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Comentada, México, UNAM, 1985; Ruiz Dueñas, Jorge, “Sistema
económico, planificación y empresa pública en México”, Colección Ensayos, México,
número 8, 1982; Ruiz Massieu, José Francisco, Valadés, Diego, et. al., Nuevo derecho
constitucional mexicano, México, Porrúa, 1983.
militar y sirvió junto con las balandras “Tampico”, “Papaloapan” y “Tlaxcalteca” para el
primer bloqueo de Ulúa. 6. El egregio marino campechano don Pedro Sáinz de Baranda y
Borreyro (1787-1845), quien tomó parte en la Batalla de Trafalgar a bordo del “Santa
Ana”, fue quien habiendo sido nombrado Comandante General del Departamento de
Marina en Veracruz el 27 de julio de 1825, se enfrentó con gran decisión y valentía a la
escuadra española, impidiendo su arribo con hombres y materiales para el Castillo de San
Juan de Ulúa que defendían aún fuerzas hispanas, Baranda logró la capitulación, que fue
honrosa, el 18 de noviembre de 1825, cumpliéndose así lo expresado por don José
Joaquín Herrera el 7 de noviembre de 1823. “A la marina sólo toca consumar esta grande
obra y consolidar por siempre la Independencia nacional”. 7. El capitán David H. Porter
(sobrino del comodoro de igual nombre, organizador y dirigente de la Armada Mexicana
en 1826), al mando del bergantín “Guerrero” atacó y dispersó un convoy español en las
costas de Cuba, febrero de 1828, pero salió a perseguirlo la fragata “Lealtad”, muy
superior en armamento y tras desventajosa lucha para el “Guerrero” lo hundió muriendo
también Porter. 8. Hacia 1842/43 una escuadrilla mexicana al mando de don Tomás
Marín, compuesta por 4 buques y 3 transportes, fue enviada para sofocar el levantamiento
de rebeldes del sureste y posiblemente sea la misma que trabó exitoso combate contra
barcos texanos que alentaban y ayudaban la independencia del Estado de Yucatán,
destruyéndolos. Algunos nombres de aquellos bergantines han quedado para la
posteridad: “Victoria”, “Orizaba”, “Libertad”, “Bravo”, etcétera 9. Digna de mención fue
la corbeta-escuela “Zaragoza”, por los buenos servicios que prestó al país, construida en
los astilleros del Havré, Francia, en 1891; dio la vuelta al mundo en 1896-1897, bajo el
mando del contralmirante don Angel Ortiz Monasterio (1849-1922), dando a conocer en
el orbe el pabellón nacional. Años después desde La Habana y junto con los cruceros
“Nueve de Julio” (argentino) y “Ciba” escoltó al buque de guerra “Uruguay” que trajo los
restos del eximio poeta mexicano Amado Nervo, quien siendo embajador de México
falleció en Montevideo, el 24 de mayo de 1919 un 10 de noviembre de dicho año
arribaron los barcos a Veracruz. El lema del “Zaragoza”, fue “Siempre a la hora”, se
desarmó y cañonearon sus restos como práctica en los bajos del puerto jarocho en 1925.
10. Siendo presidente interino de la República el general Voctoriano Huerta (1845-1916),
en febrero de 1914 envió a los buques “Morelos” y “Guerrero” para someter al
“Tampico”, pues su tripulación, a cuyo frente se puso el segundo de a bordo, capitán de
navío Hilario Rodríguez Malpica Jr., abrazó la causa revolucionaria, apoderándose del
barco; el 16 de junio siguiente, en las aguas del Farallón de San Ignacio, Topolobampo,
Sinaloa, trabaron combate el “Guerrero” y el “Tampico”, habiendo hundido el primero a
este último, y con él se fue Rodríguez Malpica, que antes se suicidó. 11. Durante la
invasión norteamericana, al Puerto de Veracruz, por una numerosa escuadra, 21 de abril
de 1914, los alumnos de la Escuela Naval Militar y jefes de la misma defendieron
heroicamente el suelo patrio de los marinos yanquis, al mando del almirante Fletcher, el
cadete Virgilio Uribe y el teniente José Azueta murieron por las heridas recibidas.
IV. Desarrollo y explicación del concepto 1. La antigua Secretaría de Guerra y
Marina, tomó el nombre de Secretaría de la Defensa Nacional a partir del 1-nov-1937
(Diario Oficial mismo día); conforme a la Ley de Secretarías y Departamentos de Estado
de 30-dic.-1940, se creó la Secretaría de Marina, a cuyo cargo está la armada (véase Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal artículo 30). 2. Acorde al artículo 18 de su
Ley Orgánica, la Armada de México “se integra con recursos humanos y materiales y
298
ARMADOR. I. (Del latín armator-oris). Significa la persona que explota uno o más
buques en el tráfico marítimo.
Esta palabra se usa como sinónimo de naviero, ya sea propietario del buque o
naviero arrendatario.
II. En el Código de Comercio no se usa la designación armador y sólo se refiere a
los navieros, en el Libro Tercero, título Segundo, capítulo I “De los navieros”.
En la Ley de Vías Generales de Comunicación y en sus reglamentos en materia
marítima, se usa la palabra armador. En el Reglamento para la Navegación de Cabotaje,
publicado en el Diario Oficial del 4 de septiembre de 1941, en su artículo 17 y bajo el
subtítulo “De los armadores”, expresa que éstos, en su calidad de propietarios no pueden
dar instrucciones a los consignatarios o a los capitanes, para dejar de cumplir con las
disposiciones legales, leyes y reglamentos de marina.
En la Ley Federal del Trabajo de 1931, también se identifica al propietario con el
armador, naviero o fletador, en su calidad de patrones.
En la Ley de Navegación y Comercio Marítimo se usa la designación armador,
pero tampoco se precisa su concepto y así en los artículos 93 y 93 bis, así como en el 95
se refieren al armador como propietario del buque; en el artículo 255 K y M, y en el 272,
300
ARMISTICIO. I. La palabra armisticio está formada a su vez de las voces latinas arma,
armas (plural neutro), y stare, está quieto. Suspensión de hostilidades pactada entre
pueblos o ejércitos beligerantes. Término que aparece a mediados del siglo XVIII y que
actualmente es de uso corriente.
II. En el Reglamento de la IV Convención de La Haya, de 1907, se le da una
acepción amplia para designar una suspensión, convenida y provisional, de las
operaciones de guerra pero que deja subsistente el estado jurídico de guerra (artículos 36
y 37). Llámese también armisticio al instrumento o tratado donde está contenido un
armisticio. Se sostiene que un tratado de paz, después de su firma, pero antes de la
ratificación surte efectos de armisticio.
Los artículos 36 a 41 de la Convención de La Haya mencionada regulan el
armisticio, estableciendo que éste “cesa las hostilidades bélicas de común acuerdo de las
partes beligerantes”, y puede ser “general o local”, además “debe ser notificado
oficialmente y a su debido tiempo a las autoridades competentes y militares” y “entra en
vigor inmediatamente después de su notificación”. La reiniciación de las hostilidades
puede darse inmediatamente en el caso de “seria violación” del armisticio, pero no por
“una persona que actúa por su propia iniciativa”; dichas personas deberán ser castigadas y
cubiertos los daños y perjuicios causados. Cuando el armisticio va ligado a la
capitulación se llama armisticio de capitulación, lo que supone generalmente el término
de la guerra. Otros términos relacionados con el armisticio son la tregua, el cese de fuego
y la suspensión de armas.
III. BIBLIOGRAFIA: Kaplan y Katzenbach, Fundamentos políticos del derecho
internacional, México, Limusa-Wiley, 1965.
sino una simple voluntad de regular las relaciones entre personas a nivel internacional, no
debe existir, entonces, ningún obstáculo para que dicha regulación se haga con el debido
respeto a los grandes principios de justicia y de seguridad jurídica. Quedan descartados
por lo tanto todos los sistemas jurídicos basados en las ideas del territorialismo o bien
imbuidos de un nacionalismo exacerbado.
III. Otra manera de lograr una armonización del derecho consiste en celebrar
tratados y convenios internacionales en materia de derecho internacional privado para
unificar el uso de las reglas de conflicto en las materias objeto de dichos tratados y
convenios. Las convenciones celebradas en el seno de la Conferencia Permanente de La
Haya son un buen ejemplo de este esfuerzo, así como lo fueron el Código Bustamante
(1928) y los Tratados de Montevideo (1889 y 1940). Actualmente existe a nivel
americano, en el marco de la Organización de Estados Americanos, un nuevo intento de
armonización del derecho internacional privado con la celebración de las Conferencias
Interamericanas de Derecho Internacional Privado (CIDIP I, Panamá 1975 y CIDIP II,
Montevideo, 1979). Las convenciones adoptadas durante dichas conferencias no buscan
uniformizar los derechos internos de todos los países participantes, sino adoptar reglas
que permitan obtener la aplicación del mismo derecho, es decir del mismo sistema
jurídico, a propósito de cualquier problema de derecho internacional privado, sin importar
el lugar o más bien el país, en el cual se está planteando.
IV. No cabe duda que el fin perseguido requiere de una gran cooperación entre
los diferentes países y de una cierta visión internacionalista del derecho por parte de los
legisladores y de los órganos aplicadores del derecho en una sociedad en la cual el
número de relaciones a nivel internacional va creciendo a un ritmo cada vez más
acelerado.
Véase Conflicto de Leyes, Cuestión Previa, Reenvío, Territorialismo
V. BIBLIOGRAFIA: Batifol, Henri y Lagarde, Paul, Droit international privé;
6ª. edición, París, L.G.D.J., 1974; Pereznieto Castro, Leonel, Derecho internacional
privado, México, Harla, 1980; Carrillo Salcedo, Juan Antonio, Derecho internacional
privado; 2ª. edición, Madrid, Tecnos, 1976; Siqueiros, José Luis, “La contratación
internacional. Posible armonización en su regulación jurídica”. Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, México, año XIII, número 39, septiembre-diciembre de 1980; Fix-
Zamudio, Héctor, “Breves reflexiones sobre los instrumentos de armonización jurídica en
América Latina”, Universidades, México, año XVIII, número 73, julio-septiembre de
1978.
Claude Belair M.
Héctor Fix-Zamudio
ARRAS. I. (La palabra arras viene del griego arraho que significa prenda o señal). Las
arras se definen como la entrega de una suma de dinero u otra cosa, que un contratante
hace al otro en el momento de la celebración del contrato con una finalidad específica,
por ejemplo para confirmar el contrato, es decir, ya sea para asegurar la ejecución del
contrato (arras confirmatorias) o bien para autorizar el arrepentimiento (arras de
desistimiento).
II. La arra confirmatoria se da como una señal de la celebración del contrato; se
entiende como un principio de ejecución del contrato.
307
dinero determinada o determinable que cubra el valor de adquisición de los bienes, las
cargas financieras y los demás accesorios, y adoptar al vencimiento del contrato alguna
de las opciones terminales a que se refiere esta Ley” (LGOAAC, artículo 25).
b) Opciones terminales. “Al concluir el plazo de vencimiento del contrato una
vez que se hayan cumplido todas las obligaciones, la arrendataria deberá adoptar alguna
de las siguientes opciones terminales:
I. La compra de los bienes a un precio inferior a su valor de adquisición. En caso
de que no se haya fijado, el precio debe ser inferior al valor de mercado a la fecha de
compra, conforme a las bases que se establezcan en el contrato;
II. A prorrogar el plazo para continuar con el uso o goce temporal, pagando una
renta inferior a los pagos periódicos que venía haciendo, conforme a las bases que se
establezcan en el contrato, y
III. A participar con la arrendadora financiera en el precio de la venta de los
bienes a un tercero, en las proporciones y términos que se convengan en el contrato.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público, mediante reglas de carácter general,
está facultada para autorizar otras opciones terminales. Siempre que se cumplan los
requisitos señalados en el primer párrafo del artículo 25 de esta Ley.
En el contrato podrá convenirse la obligación de la arrendataria de adoptar , de
antemano, alguna de las opciones antes señaladas, siendo responsable de los daños y
perjuicios en caso de incumplimiento. La arrendadora financiera no podrá oponerse al
ejercicio de dicha opción.
Si, en los términos del contrato, queda la arrendataria facultada para adoptar la
opción terminal, al finalizar el plazo obligatorio, ésta deberá notificar por escrito a la
arrendadora financiera, por lo menos con un mes de anticipación al vencimiento del
contrato, cuál de ellas va a adoptar, respondiendo de los daños y perjuicios en caso de
omisión, con independencia de lo que se convenga en el contrato” (LGOAAC, artículo
27).
c) Documentación de la renta. “La arrendataria podrá otorgar a la orden de la
arrendadora financiera, uno o varios pagarés, según se convenga, cuyo importe total
corresponda al precio pactado, por concepto de renta global, siempre que los
vencimientos no sean posteriores al plazo del arrendamiento financiero y que se haga
constar en tales documentos su procedencia de manera que queden suficientemente
identificados. La transmisión de estos títulos implica en todo caso el traspaso de la parte
correspondiente de los derechos del contrato de arrendamiento financiero y demás
derechos accesorios en la proporción que corresponda.
La suscripción y entrega de estos títulos de crédito no se considerarán como pago
de la contraprestación, ni de sus parcialidades” (LGOAAC, A. 26).
d) Riesgos a cargo del arrendatario, “Salvo pacto en contrario, son a riesgo de la
arrendataria:
I. Los vicios o defectos ocultos d ellos bienes que impidan su uso parcial o total.
En este caso, la arrendadora financiera transmitirá a la arrendataria los derechos que
como compradora tenga, para que ésta los ejercite en contra del vendedor, o la legitimará
para que la arrendataria en su representación ejercite dichos derechos;
II. La pérdida parcial o total de los bienes, aunque éste se realice por causa de
fuerza mayor o caso fortuito, y
314
III. En general, todos los riesgos, pérdidas, robos, destrucción o daños que
sufrieren los bienes dados en arrendamiento financiero.
Frente a las eventualidades señaladas, la arrendataria no queda liberada del pago
de la contraprestación, debiendo cubrirla en la forma que se haya convenido en el
contrato” (LGOAAC, artículo 31).
e) Aseguramiento de riesgos que puedan afectar a los bienes. “En los contratos de
arrendamiento financiero deberá establecerse la obligación de que se cuente con seguro o
garantía que cubra, en los términos que se convenga, por lo menos, los riesgos de
construcción, transportación, recepción e instalación, según la naturaleza de los bienes,
los daños o pérdidas de los propios bienes, con motivo de su posesión y uso, así como las
responsabilidades civiles y profesionales de cualquier naturaleza, susceptibles de causarse
en virtud de la explotación o goce de los propios bienes, cuando se trate de bienes que
puedan causar daños a terceros, en sus personas o en sus propiedades.
En los contratos o documentos en que conste la garantía deberá señalarse como
primer beneficiario a la arrendadora financiera, a fin de que, en primer lugar, con el
importe de las indemnizaciones se cubran a ésta los saldos pendientes de la obligación
concertada, o las responsabilidades a que queda obligada como propietaria de los bienes.
Si el importe de las indemnizaciones pagadas, no cubren dichos saldos o
responsabilidades, la arrendataria queda obligada al pago de los faltantes” (LGOAAC,
artículo 34).
Las arrendadoras financieras podrán proceder a contratar los seguros a que se
refiere el artículo anterior, en caso de que habiéndose pactado en el contrato que el seguro
deba ser contratado por la arrendataria, ésta no realizará la contratación respectiva dentro
de los 3 días siguientes a la celebración del contrato, sin perjuicio de que
contractualmente esta omisión se considere como causa de rescisión.
Las primas y los gastos del seguro serán por cuenta de la “arrendataria”
(LGOAAC, artículo 35).
IV. BIBLIOGRAFIA: Bugeda Lanzas, Jesús, “La sociedad arrendadora
financiera como organización auxiliar de crédito”, Jurídica, México, número 14, 1982;
Díaz Bravo, Arturo, Contratos mercantiles, México, Harper & Row Latinoamericana,
1982; Feisch Philipp, Walter y Gutiérrez Cardona, Carlos, “El arrendamiento financiero”,
El Foro, México, 6ª. época, número 16, enero-marzo de 1979; Giovanoli, Mario, Le
crédit bail (leasing) en Europe: développement et nature juridique, Paris, Librairies
Techniques, Librairie de la Cour de Cassation, 1980; López-Valdivia Padilla, Agustín,
Sencilla exposición y comentarios a la ley del impuesto sobre la renta, México,
Tradición, 1975; Pintado, José Manuel, Problemas fiscales del arrendamiento financiero,
México, Academia de Estudios Fiscales de la Contaduría Pública, 1970; Porras y López,
Armando, Naturaleza del Impuesto sobre la renta; México, Textos Universitarios, 1976;
Sánchez Medal, Ramón, De los contratos civiles; 2ª. edición, México, Porrúa, 1973 (7ª.
edición, 1984); Vázquez Pando, Fernando A., “En torno al arrendamiento financiero”,
Revista de Investigaciones Jurídicas, México, número 14, 1982; Vidal Blanco, Carlos, El
Leasing, una innovación en la técnica de la financiación, Madrid, Ministerio de
Hacienda, Instituto de Estudios Fiscales, Instituto de Planificación Contable, 1977.
ARRESTO. I. (Acción de arrestar del latín, ad, a y restare, quedar; detener, poner
preso). Detención, con carácter provisional, de una persona culpable o sospechosa, en
nombre de la ley o de la autoridad.
Consiste en una corta privación de libertad, que se realizará en lugar distinto del
destinado al cumplimiento de las penas de privación de libertad, y cuya duración no debe
exceder de quince días.
II. El arresto puede ser decretado por la autoridad administrativa, recibiendo − en
este caso − la denominación de arresto administrativo.
También puede ser ordenado por la autoridad judicial, supuesto constitutivo del
doctrinalmente llamado arresto judicial, implica una de las variantes de las “correcciones
disciplinarias y medios de apremio”.
III. En algunos países, sus ordenamientos jurídicos consideran el arresto como
sanción privativa de libertad distinta de la de prisión, si bien en nuestro sistema jurídico
carece por completo de este carácter.
IV. La Suprema Corte de Justicia ha establecido que la aplicación de los medios
de apremio ha de ser gradual, y que se haga uso de aquellos que resulten suficientes para
la finalidad perseguida: en consecuencia, la aplicación del arresto (como medida de
apremio), sin agotar antes los otros medios coactivos legalmente establecidos, constituye
una violación del artículo 16 Constitucional.
V. BIBLIOGRAFIA: González Bustamante, Juan José, Principios de derecho
procesal penal; 4ª. edición, México, Porrúa, 1967; Franco Sodi, Carlos, El procedimiento
penal mexicano, 4ª. edición, México, Porrúa, 1957; González Blanco, Alberto, El
procedimiento penal mexicano, México, Porrúa, 1975.
ARRIBADA. I. Del latín ad y ripa orilla o sea llegar la nave al puerto de destino o bien
entrar en un puerto para evitar un peligro o cubrir una necesidad.
II. En el Código de Comercio se reglamentaba en el título Cuarto, capítulo II “De
las arribadas forzosas”, que corresponden a las que se hacen para evitar un peligro o
cubrir una necesidad. El Código enumeraba las causas que podían dar motivo a una
arribada y las hacía consistir en faltas de víveres, terror fundado de embargo, de
enemigos o piratas o accidente del buque que le imposibilitara para navegar.
Las arribadas y forzosas podían ser a su vez legítimas o ilegítimas, calificación
que resultaba de la falta o imprevisión en el avituallamiento y pertrecho del buque, o bien
de malicia o negligencia del capitán. Este régimen, como todo el Libro Tercero del
Código de Comercio fue derogado por la Ley de Navegación y Comercio Marítimo.
En la Ley de Vías Generales de Comunicación se definen las arribadas como el
hecho de que una embarcación llegue a un lugar cualquiera de la costa procedente de un
puerto o punto distinto, independientemente de que embarque o desembarque personas o
efectos. Esta ley a su vez las clasifica en previstas, imprevistas o forzosas, previniendo
que éstas se justificarían de acuerdo con el reglamento que se expidiera sobre el
particular.
Las arribadas previstas eran las consignadas en los despachos, las imprevistas eran
las que se hacían en puntos distintos de los anotados en el despacho de salida por
316
convenir a los intereses de la embarcación y finalmente, las forzosas que eran las que se
efectuaban por mandato de la ley o por caso fortuito o de fuerza mayor.
Para arribar a un punto no considerado como puerto se requería permiso o
autorización expresa de la autoridad marítima, salvo caso fortuito o de fuerza mayor.
Una consecuencia importante de la calificación de las arribadas, es determinar
quienes responden de los gastos originados por la misma. La arribada a causa de
accidente, sacrifico y otras circunstancias extraordinarias para la seguridad común, está
contemplada en la Regla X de las Reglas de York Amberes, como un caso de avería
gruesa.
En la Ley de Navegación y Comercio Marítimo no se hace una regulación
específica de las arribadas y sólo en el artículo 65 determina aspectos administrativos de
la misma, indicando que se requiere permiso o autorización expresa de la autoridad
marítima para arribar a un punto no considerado como puerto, salvo caso fortuito o de
fuerza mayor.
Una consecuencia importante que puede tener una arribada que no se deba a una
causa justificada, sería el que al salir de los límites de navegación cubiertos por el seguro,
el buque no quedaría cubierto por el mismo.
III. BIBLIOGRAFIA: Cervantes Ahumada, Raúl, Derecho marítimo, México,
Editorial Herrero, 1970.
presentarán por escrito con copias para las otras partes y éstas a su vez podrán articular
repreguntas en idéntica forma, para que el juez a quien corresponda, las proponga al
testigo en ese caso.
II Tiene también la palabra artículo la significación jurídica de incidente, voz que
procede del latín incidens, acaecer, sobrevenir y también interrumpir.
José de Vicente y Caravantes en su famosísimo Tratado de procedimientos
judiciales propone la siguiente definición: “Se entiende por incidente en general (palabra
que como observa Dalloz, proviene de incidere… y a que también se ha dado el nombre
de artículo a la cuestión o contestación accesoria que sobreviene o se forma durante el
curso de un negocio o acción principal.”.
Dentro del amplio género de los artículos o incidentes que suelen presentarse en
un proceso, se distinguen según la forma de su tramitación, el tiempo en que deben
proponerse y los efectos que producen, en incidentes que ponen obstáculo a la
continuación del proceso y que por ello deben substanciarse en la misma pieza de autos y
se denominan artículos de previo y especial pronunciamiento y otros incidentes que no
ponen obstáculo a la prosecución de aquél se substancian por cuerda separada y su
resolución se reserva para el momento de dictarse la definitiva.
Hay otros más, que se llaman de especial pronunciamiento, que se tramitan por
cuerda separada y se fallan por sentencia interlocutoria antes de que el proceso llegue a la
sentencia definitiva.
III. De larga tradición en el derecho español es la denominación artículo de
previo y especial pronunciamiento, que se aplica a los incidentes que por referirse al
fondo del negocio principal o a la validez formal del proceso, requieren ser previamente
resueltos y originan entre tanto la suspensión del desarrollo de aquél.
La Ley de Enjuiciamiento Civil española considera hasta ocho excepciones
dilatorias (artículo 533) en el juicio ordinario de mayor cuantía. Estas pueden hacerse
valer antes de la contestación a la demanda y forman lo que se llama artículo de
incontestación por excepción dilatoria.
IV. En nuestro derecho, los distintos ordenamientos procesales que han regido a
través de la historia de México independiente, han manifestado una tendencia cada vez
más acentuada hacia la limitación de posibilidades de promover artículos de previo y
especial pronunciamiento. Así el artículo 36 del Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal admitía únicamente cuatro, a saber: incompetencia, litispendencia,
conexidad y falta de personalidad en el actor. Además, en el artículo 78, relativo a
incidentes de nulidad se previene que únicamente formarán artículo de previo y especial
pronunciamiento los que se originen por falta de emplazamiento o por falta de citación
para absolver posiciones y para reconocimiento de documentos y en los demás casos en
que la ley expresamente lo determine.
El primero de esos artículos quedó expresamente derogado por el decreto de 27 de
diciembre de 1985, publicado en el Diario Oficial de 10 de enero de 1986, que introdujo
importantes reformas en el citado ordenamiento, entre las cuales destaca la institución de
la audiencia previa y de conciliación, que reglamentan los nuevos artículos del 272-bis al
272-G. En ella, de no lograrse la conciliación entre las partes por el conciliador,
funcionario instituido para ese efecto, se procede a examinar y resolver en el mismo acto
todas las cuestiones que anteriormente eran materia de artículos de previo y especial
318
ASALARIADO. I. Es la persona que trabaja y que percibe una limitada suma de dinero
denominada salario por los servicios que presta a otra mediante acuerdo previo entre
ambas. Para la doctrina alemana del derecho del trabajo asalariado es toda persona que
presta un servicio en beneficio ajeno siempre que dicha prestación sea resultado de la
existencia de un contrato individual de trabajo y Según definición del Tribunal de
Casación de Francia, asalariado es la persona que sin diploma ni conocimientos técnicos
trabaja para otra, por autorización benévola, en su propio interés.
En el lenguaje popular de México asalariado es el trabajador que recibe un jornal
eventual, por día o por semana, o por la realización de una obra manual determinada,
mediante la prestación de un servicio personal. Por este motivo a la palabra asalariado se
la emplea con regularidad y frecuencia como sinónima de trabajador, sin serlo en un
sentido estrictamente gramatical.
II. Ha sido el uso y la costumbre, desde finales del siglo pasado, otorgar a los
obreros así como a los peones de campo la calidad de asalariados, no tanto para significar
o distinguir la actividad que desempeñan sino para acentuar una determinada condición
social dentro de la colectividad.
Fue precisamente en el agro mexicano donde primero se aplicaron las palabras peón
acasillado y peón asalariado para distinguir al trabajador del campo permanente del
eventual, encargado este último por regla general, de las labores más duras, como eran
abrir surcos, realizar siembras y recoger los frutos, todas ellas sujetas a temporalidades
cíclicas; denominándose jornal la cantidad en vales o dinero que se le pagaba por cada
tarea realizada.
La palabra salario apareció en nuestro medio rural cuando sobrevino el avance de
las primeras concepciones doctrinales y técnicas de la relación laboral, la cual se aplicó
tanto al pago del jornal como al sueldo que percibían los obreros de las primeras factorías
modernas. Fue también en esa época cuando empezaron a usarse las voces jornalero y
319
asalariado para distinguir con la primera al trabajador del campo y con la segunda al
trabajador de fábrica, extendiéndose ésta a otras actividades manuales desempeñadas por
los fontaneros, carpinteros, herreros, pintores o albañiles, quienes de esta manera
resultaron asimismo simplemente asalariados, debido a la naturaleza de su trabajo en un
oficio o especialidad, puestos al servicio ocasional de un patrono.
III. Desde el punto de vista del derecho del trabajo es importante destacar las
características aplicadas al asalariado, debido a la condición en que mantuvo a este tipo
de trabajadores hasta antes de iniciada la Revolución Mexicana,, al dársele en el contexto
social un nivel inferior y en muchas ocasiones un trato despectivo e inhumano, contrario
a la dignidad del hombre. De ahí que tanto la literatura como el lenguaje
prerrevolucionarios se dirigieran a enaltecer a los asalariados, y que intelectuales,
escritores o periodistas, atacaran a la sociedad por el desprecio en que se les tenía al
carecer de ilustración.
La defensa y el otorgamiento de los elementos derechos al asalariado fue motivo
de proclamas, manifiestos, planes y artículos en revistas y periódicos, que se publicaron
antes de surgir el movimiento armado. Y en todos ellos se enalteció la figura del
asalariado como símbolo del trabajador explotado, sujeto al yugo del trabajo infame y
retribuido con un escaso jornal que difícilmente alcanzaba para cubrir sus más
apremiantes necesidades. Fue en esta época cuando, podríamos decir con propiedad,
adquirió carta de ciudadanía la voz asalariado en el medio social mexicano.
IV. ¿Cuál fue el pago de esta voz a nuestro lenguaje jurídico? Más que los autores
de la materia nos lo explica el natural mimetismo de nuestro pueblo, quien se ha
caracterizado por otorgar a las concepciones populares una especial categoría y un valor
del que en otros pueblos se carece. El diccionario de la Real Academia Española no
consigna en su texto la palabra asalariado y tampoco la encontramos en la legislación
iberoamericana. En cuanto a su significado, cuando aparece en algún texto es por
referirse al trabajador que percibe un salario a virtud de un contrato individual de trabajo,
tal y como reza la definición de nuestras dos leyes federales del trabajo, la de 1931 y la de
1970 en los artículos 2º. y 8º. respectivamente. Es decir, asalariado es simplemente el
trabajador que percibe un salario, sin otro atributo legal o social.
Es bajo esta connotación gramatical que encontramos en las primeras leyes locales
del trabajo la referencia al trabajo asalariado que no propiamente al asalariado como
persona que trabaja, para distinguir la actividad regulada por dichas leyes respecto de
cualquier otro tipo de actividad productiva o económica. Esto se aprecia tanto en la ley de
Vicente Villada de fecha 30 de abril de 1904, cuando actuó como gobernador del Estado
de México, como en la ley de Bernardo Reyes de fecha 9 de noviembre de 1906, que
promulgó en el Estado de Nuevo León. Y también encontramos su mención en las leyes
del trabajo de los Estados de Coahuila y Chihuahua promulgadas en los años de 1916 y
1913 respectivamente; todas ellas anteriores, como puede apreciarse, a la Constitución de
1917.
V. Al revisar los debates del constituyentes en relación con el artículo 123 de la
nueva Constitución, hemos encontrado asimismo varias expresiones y conceptos
referidos al asalariado en sí, para destacar con esta voz a aquellos trabajadores cuya
marginación social había sido más acentuada. Aclaremos entonces que el asalariado ha
sido siempre, en nuestro lenguaje laboral, al ser humano vinculado al trabajo y por tanto
un trabajador en sentido estricto. No corresponde a esta disertación analizar los caracteres
320
jurídicos del concepto trabajador por encontrárseles en la voz respectiva de este mismo
diccionario. Por ello destacamos que fue la necesidad de emplear la terminología técnica
ya imperante en el medio laboral mexicano de los años 1916 y 1917, la que llevó tanto al
constituyente y años más tarde al legislador de 1931, al empleo del concepto trabajador
tanto en la legislación como en la literatura jurídica, dejando el de la voz asalariado para
el jornalero, o sea la persona a quien sólo liga con un patrón una relación limitada de
trabajo, sea por la obra o el servicio para el cual se le contrata, más que por la
permanencia de que pueda disfrutar en un empleo remunerado.
La ley actual al dar a la relación de trabajo una naturaleza jurídica distinta, ha
venido a colocar a este asalariado típico de nuestro medio social, o jornalero como aún se
acostumbra llamarlo popularmente, el mismo nivel e igual categoría que la de cualquier
trabajador, disfrutando hoy de idénticos derechos, de las mismas garantías y de igual
seguridad en el desempeño de su diaria labor.
Véase Contrato Individual de Trabajo, Jornal, Prestaciones, Salario,
Trabajador
VI. BIBLIOGRAFIA: Camerlynck, G. H. y Lyon-Caen, G., Derecho del
trabajo; traducción de Juan M. Ramírez Martínez; 5ª. edición, Madrid, Aguilar, 1974;
Castorena, J. Jesús, Manual de derecho obrero, México, edición del autor, 1977; Cueva,
Mario de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo; 5ª. edición, México, Porrúa, 1979,
tomo I; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho del trabajo; 3ª. edición, México, Porrúa,
1975.
homicidio, y si el lucro que persigue el autor se hace realidad en la forma de robo habrá
surgido un caso de robo agravado. Es, pues, difícil concebir el delito de asalto en estas
dos hipótesis como algo diferente de la tentativa de lesiones, homicidio o robo. Es
manifiesto, sin embargo, que si se llega a las lesiones, el homicidio o el robo como
efectos de la violencia ejercida en despoblado o en paraje solitario con los dos propósitos
sobredichos, el disvalor del delito de asalto se verá absorbido o consumido en aquellos
tipos, sin que quepa castigar, además, por asalto. Cierto es que la ley ordena esto último,
“independientemente de cualquier hecho delictuoso que resulte cometido”, pero la
necesidad de respetar el apotegma ne bis in idem obliga a la restricción interpretativa
indicada.
III. En conexión con el asalto del artículo 286 dispone a seguido la ley (artículo
287) que “si los salteadores atacaren una población, se aplicarán de veinte a treinta años
de prisión a los cabecillas o jefes, y, de quince a veinte años a los demás”.
La pena se ha alzado a esas magnitudes desde la prisión de uno a cinco años
conminada en el artículo anterior. Ese severo castigo recae en la perpetración de un
ataque por parte de varios sujetos sobre una población, esto es, sobre “una ciudad,
pueblo, ranchería, comunidad, conjunto de casas habitadas, etcétera” (Carrancá y
Trujillo). Contra la opinión del maestro Jiménez Huerta, reconocemos en esta figura de
delito un claro atentado contra la paz y seguridad de las personas, aunque los fines
puedan ser, entre otros, los que la regla precedente señala. Trátase del ataque a una
colectividad con su secuela de vejámenes y depredaciones de toda índole, que es lo que
justifica penalidad tal alta.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl, Código Penal anotado,
México, Porrúa, 1983; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, México,
Porrúa, 1983.
Alvaro Bunster
obligaciones o las garantías consignadas por ellos (artículo 226 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Si en un determinado momento no hubiere representante común, mientras los
obligacionistas lo nombran, será designada interinamente una institución fiduciaria,
debiendo ser hecho este nombramiento a petición del deudor o de cualquiera de los
obligacionistas, por el juez de primera instancia del domicilio de la sociedad emisora.
La ley establece una serie de responsabilidades para el represente común, entre las
cuales tenemos las de autorizar las obligaciones que se emitan, ejercitar las acciones
colectivas que competan a los obligacionistas, convocar y presidir las asambleas
generales de los mismos, así como de ejecutar sus decisiones (artículo 217 fracciones VII
y X de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
En este orden de ideas, llegamos al desglose del concepto que nos importa:
V. Asamblea de obligacionistas. La ley previene que los tenedores de títulos de
crédito obligacionales se reúnan en asamblea con el objeto de proteger sus intereses.
1. El primer requisito para que la reunión sea considerada válida radica en la
convocatoria. Si no existiere la misma, toda resolución que tome la asamblea, será nula
(artículos 221 párrafo VI Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 188 Ley
General de Sociedades Mercantiles).
2. Personas autorizadas para hacer la convocatoria: En primer término el
representante común (artículo 226 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
párrafo III); o en su defecto los obligacionistas que representen por lo menos el diez por
ciento de los bonos u obligaciones en circulación quienes pedirán al representante común
convoque a asamblea general especificando en su petición los puntos que deberán
tratarse. Dicho representante deberá expedir la convocatoria para que la asamblea se
reúna dentro del término de un mes a partir de la fecha en que reciba la solicitud. Si no lo
hiciere, el juez de primera instancia del domicilio de la sociedad emisora, a petición de
los obligacionistas solicitantes deberá expedirla (artículo 218 párrafo III Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
La convocatoria se publicará una vez, por lo menos, en el Diario Oficial y en
alguno de los periódicos de mayor circulación del domicilio de la sociedad emisora, con
diez días de anticipación, a la fecha en que la asamblea deba reunirse expresándose los
puntos que se tratarán (artículo 218, párrafo IV de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
3. Principio mayoritario: la asamblea es un órgano de carácter colegiado y
supremo que actúa de acuerdo con el principio mayoritario. No sería admisible que una
minoría pudiese paralizar la vida de la sociedad. Tomando como base este criterio, se ha
clasificado a las asambleas en ordinarias y extraordinarias, atendiendo igualmente a los
asuntos que han de tratarse, así como el quorum que se exige para la validez de su
instalación y a la periodicidad en que se celebran.
Así tenemos que, para la asamblea ordinaria de obligacionistas, se requiere, en
una primera convocatoria, la representación, por lo menos de la mitad más una de las
obligaciones en circulación. Caso contrario, la asamblea no se considerará legalmente
instalada y las resoluciones que tomaren en ella, serían nulas. En una segunda
convocatoria, se considerará instalada legalmente, cualquiera que sea el número de
obligaciones que estén en ellas representadas. Y en cuanto a la orden del día, ésta debe
tener por objeto el tratar lo relativo a asuntos generales, esto es, concernientes a la
324
defensa de los obligacionistas y ejecución del control del crédito común. Según lo
establece el artículo 181 Ley General de Sociedades Mercantiles a la que nos podemos
referir atendiendo a lo dispuesto por el artículo 221 párrafo VI Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, las asambleas ordinarias deberán reunirse cuando menos una vez
al año.
En cuanto a la asamblea general extraordinaria de obligacionistas para que se
considere legalmente instalada, se requerirá; que esté representado el 75%, cuando menos
de las obligaciones en circulación, en una primera convocatoria, y en una segunda, se
estimarán válidas sus decisiones cualquiera que sea el número de obligaciones
representadas. La ley no exige que la asamblea extraordinaria se reúna siquiera una vez al
año, por lo que puede celebrarse o no durante ese período. Y la orden del día puede
referirse igualmente a lo que contenga la asamblea ordinaria, pero la de ésta no podrá
tratar asuntos que sean de la competencia de aquélla, según lo establece el artículo 180
Ley General de Sociedades Mercantiles. Y a mayor abundamiento, por lo que hace a la
distinción entre una asamblea y otra, tenemos que el artículo 220 de la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito establece diversos asuntos que se tratarán en la
asamblea extraordinaria, exigiéndose que las decisiones sobre los mismos sean aprobados
por la mitad más uno, por lo menos, de los votos computables en la asamblea. Los
asuntos a tratar son:
4. Designación o revocación de representante común de los obligacionistas. Sobre
este punto la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido: “el sistema señalado
en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, para la celebración de las
asambleas en que debe revocarse o nombrarse representante común de los
obligacionistas, en los casos de fideicomiso, es sustancialmente el mismo estatuido por la
ley de 1897, por lo que no agotadas las formalidades que dicha legislación establece para
el nombramiento de un representante, éste no puede ostentarse como el de los
obligacionistas, para hace efectiva cualquiera acción dimanada del contrato constitutivo”
(tomo LXV, página 1129, quinta época, 3ª. Sala).
5. Consentir u otorgar prórrogas o esperas a la sociedad emisora o de introducir
cualesquiera otras modificaciones en el acta de emisión.
6. Concurrencia a las asambleas: los obligacionistas deberán depositar sus títulos,
o certificados de depósito expedidos respecto a ellos por una institución de crédito, en el
lugar que se designe en la convocatoria de la asamblea, el día anterior, por lo menos, a la
fecha en que ésta deba celebrarse. Y podrán hacerse representar por apoderado acreditado
con simple carta poder (artículo 221 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Podrán asistir igualmente los administradores debidamente acreditados de la
sociedad emisora (en el mismo lugar párrafo II).
La asamblea será presidida por el representante común o en su defecto por el juez
de primera instancia del domicilio de la sociedad emisora (en el mismo lugar párrafo V).
Y principiará pasando lista de asistencia, haciéndose constar los nombres de los
obligacionistas presentes o de las personas que los representan (en el mismo lugar párrafo
IV).
De la asamblea se levantará acta suscrita por quienes hayan fungido en la sesión
como presidente y secretario y se le agregará la lista de asistencia, firmada por los
concurrentes y por los escrutadores, conservándose por el representante común, quien las
pondrá, en todo tiempo, a disposición de los obligacionistas para su consulta, los cuales
325
tendrán derecho a que, a sus expensas el representante común les expida copias
certificadas de las mismas (en el mismo lugar).
Los obligacionistas en forma individual, podrán pedir la nulidad de las
resoluciones de las asambleas, cuando éstas no se llevaren a cabo con las formalidades
que la ley exige (artículo 223 fracción I Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
Por último, se menciona, que los gastos que se originan por la convocatoria y
celebración de las asambleas solicitadas por los obligacionistas, serán pagados por los
obligacionistas, serán pagados por los solicitantes, si la asamblea no aprueba las
decisiones por ellos propuestas (artículo 226 de la Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito). Caso contrario, se cubrirán de acuerdo a como la asamblea lo disponga.
Véase Acciones de Sociedades, Crédito, Nulidad, Obligaciones, Quiebra
VI. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Derecho bancario; 3ª. edición,
México, Porrúa, 1986; Barrera Graf, Jorge, Tratado de derecho mercantil, México,
Porrúa, 1957; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de crédito; 7ª. edición,
México, Editorial Herrero, 1972; Díaz Herrera, Hilda, Garantías de la emisión de
obligaciones, México, UNAM, 1979 (tesis profesional); Vázquez del Mercado, Oscar,
Asambleas, fusión y liquidación de sociedades mercantiles, México, Porrúa, 1979;
Vázquez Arminio, Fernando, Las obligaciones y su emisión por las sociedades anónimas,
México, Porrúa, 1962.
Federal, respecto a la asamblea de condóminos, aunque en este caso. sólo para los
administradores o los miembros del comité de vigilancia, que funjan por el primer año;
artículo 216 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, en relación con el
representante común de los obligacionistas); o bien, que provisionalmente, el órgano de
vigilancia de una Sociedad Anónima designe administradores (artículo 155 fracción II
Ley General de Sociedades Mercantiles). En cambio, la revocación de miembros de
ambos órganos sí es facultad exclusiva de la asamblea o junta general.
2. A pesar del carácter supremo del órgano, la ley no siempre exige que la junta o
asamblea se constituya o funcione obligatoria y necesariamente. Esta es la regla general,
pero en las sociedades civiles, en la Sociedad en Nombre Colectivo, y en la Sociedad en
Comandita Simple, puede funcionar sólo en casos especiales; como el nombramiento y la
revocación de administradores (artículos 2711 Código Civil para el Distrito Federal y 37
Ley General de Sociedades Mercantiles), la cesión de los derechos de socio (artículos
2705 Código Civil para el Distrito Federal y 31 Ley General de Sociedades Mercantiles)
o la exclusión de ellos (artículo 2707 Código Civil para el Distrito Federal), las
modificaciones del contrato social (artículo 74 Ley General de Sociedades Mercantiles);
y en la Sociedad de Responsabilidad Limitada, “el contrato social podrá consignar los
casos en que la reunión de la asamblea no sea necesaria” (artículo 82 Ley General de
Sociedades Mercantiles). En todo caso, los acuerdos de las juntas y asambleas se rigen
por el principio de la mayoría; según el cual, “las resoluciones legalmente adoptadas son
obligatorias aun para los ausentes disidentes” (artículo 200 el mismo).
3. La asamblea es un órgano diuturno, en cuanto que no funciona en forma
permanente, sino solamente cuando se convoca y cuando, de acuerdo con los datos de la
convocatoria, sus miembros se reúnen para deliberar y votar. Reunión, deliberación y
voto son, pues, características de este órgano y de su funcionamiento, con la notable
excepción de la Sociedad de Responsabilidad Limitada, arriba señalada.
4. La reunión de los socios en asambleas, se debe efectuar en el lugar, día y hora
que se indique en la convocatoria, y se debe concretar al examen de “la orden del día”
(artículos 187 Ley General de Sociedades Mercantiles, 2677 Código Civil para el Distrito
Federal, 24 LGSC); las únicas excepciones a estas reglas son: primero, que se trate de una
asamblea totalitaria (véase infra); segundo, que se trate de exigir responsabilidad y
administradores y comisarios, así como de revocar su mandato, caso éste en el que no se
necesita que el asunto se liste en la orden del día; y tercero, en los supuestos del artículo
199 Ley General de Sociedades Mercantiles, para los que se permite una nueva reunión,
cuya fecha, lugar y orden del día se señalen en la sesión previa, en los casos de que un
mínimo del 33% de las acciones (o de los socios), presentes o representados en dicha
reunión previa, soliciten un aplazamiento, que será por tres días y sólo respecto “de
cualquier asunto… del cual no se consideren suficientemente informados” (artículo 199
Ley General de Sociedades Mercantiles).
5. La Ley General de Sociedades Mercantiles, y el Reglamento de la LGSC,
establecen la obligación de convocar, “por lo menos una vez al año” (artículos 181 y 21,
respectivamente), a la Asamblea general ordinaria; y en el contrato social se puede (o se
debe señalaren el caso de las cooperativas, según dicho artículo 21), un día determinado
para la celebración.
III. Las asambleas se clasifican en cuanto a su composición y competencia y en
ocasiones, en cuanto a su periodicidad. Relativamente a este último criterio, las
327
socios o accionistas obligaciones adicionales a las que establezca el contrato social (en el
caso de las sociedades civiles, si el pacto lo prevé, puede obligarse a los socios a hacer
una nueva aportación (artículo 2703 Código Civil para el Distrito Federal, sin que se
requiera acuerdo unánime); en la Sociedad de Responsabilidad Limitada, asimismo,
cuando, se modifique el objeto o fin de la sociedad (artículo 83 Ley General de
Sociedades Mercantiles); segundo, tanto en la Sociedad de Responsabilidad Limitada,
como en las Sociedad en Nombre Colectivo y Sociedad en Comandita Simple,
unanimidad de votos en los casos de cesión de partes sociales (salvo que el pacto social
permita mayoría) (artículos 65, 31 y 57 Ley General de Sociedades Mercantiles);
segundo, tanto en la Sociedad de Responsabilidad Limitada, como en la Sociedad en
Nombre Colectivo y Sociedad en Comandita Simple, unanimidad de votos en los casos
de cesión de partes sociales (salvo que el pacto social permita mayoría) (artículos 65, 31
y 57 Ley General de Sociedades Mercantiles); tercero, para la Sociedad en Nombre
Colectivo y la Sociedad en Comandita Simple, unanimidad de votos para modificar el
contrato social (con la misma salvedad anterior); cuarto, para todos los tipos, se requerirá
unanimidad de asistencia y de votación, cuando así se indique en el contrato social.
4. La asamblea extraordinaria y las asambleas especiales (artículo 195 Ley
General de Sociedades Mercantiles), requieren mayoría superiores a las de la ordinaria,
en las sociedades de capitales (Sociedad de Responsabilidad Limitada, artículo 83 y
Sociedad Anónima, artículos 190 y 191 párrafo segundo Ley General de Sociedades
Mercantiles), en la Sociedad en Comandita por Acciones (artículo 208 id.) y en las
cooperativas (artículo 26 del Reglamento LGSC). Para las sociedades por acciones, la
Ley General de Sociedades Mercantiles, impone, como quorum mínimo de asistencia, las
tres cuartas partes del capital con derecho a voto, si la asamblea se celebra a virtud de
primera convocatoria (artículo 190 cit.), y la mitad de las acciones con voto
representativo del capital si se celebran por segunda (o ulterior) convocatoria (ex-artículo.
191 párrafo segundo); en la votación, la mayoría debe ser, tanto en primera como en
posterior convocatoria del cincuenta por ciento del capital social.
Expresamente, la Ley General de Sociedades Mercantiles, tanto para estas
sociedades por acciones, como para la Sociedad de Responsabilidad Limitada, permite
que en el contrato social se aumenten los porcentajes de mayoría (artículos 77, 190 y 191
Ley General de Sociedades Mercantiles); pero los mínimos legales nunca pueden
reducirse. En el caso de la Sociedad de Responsabilidad Limitada, las modificaciones del
contrato social sólo pueden tomarse por mayoría de las tres cuartas partes del capital
social, con las excepciones antes referidas del cambio de objeto y del aumento de las
obligaciones de los socios (artículo 83 Ley General de Sociedades Mercantiles).
5. Por lo que se refiere a las asambleas ordinarias, para la Sociedad de
Responsabilidad Limitada, salvo que el pacto requiera porcentaje más elevado, la
mayoría de votos será de la mitad del capital social, en primera convocatoria y la mayoría
de los socios que asistan a virtud de segunda convocación (artículo 77 Ley General de
Sociedades Mercantiles); para la anónima y la Sociedad en Comandita por Acciones, en
primera convocatoria se exige la asistencia al menos del 50% del capital social, y para la
segunda convocatoria, no se fija (artículos 189 y 191 párrafo primero el mismo), por lo
que la asamblea se constituirá válidamente “cualquiera que sea el número de acciones
representadas” (o sea, que una sola de ellas bastaría). En cuanto a votación, se requiere el
50% del capital social, en asambleas que se celebren por primera vez, y mayoría simple
329
aspirante ha sido trabajador por obra determinada, podrá optar, de no presentarse otras
solicitudes que resulten preferentes, al puesto vacante (artículos 154 a 157 Ley Federal
del Trabajo y 47 a 52 Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado).
IV. Para estar en condiciones de otorgar un ascenso al trabajador con mejores
derechos, las comisiones mixtas deberán integrar los escalafones indispensables, en los
que figurarán la totalidad de los trabajadores de una empresa, establecimiento,
dependencia u oficina pública, cualquiera que sea su naturaleza o carácter, con indicación
de cuál es su antigüedad de ingreso, su antigüedad de servicios en una categoría o puesto,
sus datos personales y el número con el que figure en el cuadro general de antigüedades y
servicios. Deberá darse publicidad a dichos cuadros para que aquellos trabajadores que no
estén conformes con el lugar o datos consignados, puedan oponerse y justificar sus
mejores derechos; de no ser atendidos podrán acudir a las autoridades del trabajo
(ordinario o burocrático) para que éstas dicten la resolución que proceda.
La administración pública federal en México presenta cargos públicos
escalonados en diversos grados, ya sea por las remuneraciones que se les asignan o
porque entre ellos existe una situación que los distingue por razón de superioridad en el
grado. Por esta razón en el status del empleado público el derecho al ascenso comprende
tanto la atribución de un grado superior en la escala de empleados en donde se desempeña
igual función, como un emolumento mayor dentro del mismo empleo.
V. En el derecho moderno prevalece la tendencia a recomendar que la base del
desenvolvimiento de los empleados en la función pública sea mediante el sistema
denominado “de carrera”, esto es, obtener ascensos por grados, antigüedad y capacidad
en uno o diversos puestos que se desempeñen, pues con ello se garantizan las
perspectivas de ascenso. Conforme a nuestro sistema jurídico el trabajador del Estado
para lograr promociones deberá satisfacer los siguientes requisitos escalafonarios: a)
conocimientos; b) aptitud para el empleo o puesto específico; c) antigüedad en la
categoría inferior y en la dependencia; d) disciplina; e) puntualidad; f) presentar un
concurso previo por medio del cual se cubre una vacante, y g) tener un mínimo de seis
meses en la plaza de la categoría inmediata inferior (artículos 53 a 56 Ley Federal de los
Trabajadores al Servicio del Estado).
El sujeto del derecho al ascenso se identifica siempre con el empleado de la
categoría inmediata inferior a la vacante a la que considere tener posibilidades de ser
adscrito, siempre que se reúnan las condiciones y requisitos exigidos. en consecuencia, a
pesar de que una plaza se boletine y un trabajador concurse y obtenga la mayor
calificación, es necesaria la capacitación para el puesto, por cuanto se debe demostrar que
se tienen los conocimientos y aptitudes para desempeñarlo. Sólo en igualdad de
condiciones podrá preferirse al trabajador que tenga a su cargo una familia, como ya
expresamos, frente a quien no se encuentre en esta situación específica.
Las reglas expuestas se apoyan para todos los casos en la circunstancia de que las
relaciones de trabajo crean el derecho de ascenso para los trabajadores. La violación de
este derecho permite al trabajador afectado intentar las acciones que procedan aun en
contra de un sindicato, pues en una controversia de esta índole los únicos interesados son
los propios trabajadores y el sindicato no podrá tener intervención si sus pretensiones van
en contra de los intereses legítimos de sus agremiados.
VI. Nos quedarían por aclarar únicamente los dos casos en que las reglas
escalafonarias ceden ante otros intereses. Uno de ellos es aquel en que el patrón decide
333
por sí mismo quién de sus trabajadores reúne las condiciones de ascenso cuando no tiene
celebrado contrato colectivo de trabajo con un sindicato. La ley establece una prelación a
la que ya hicimos referencia, pero con motivo de las reformas concernientes a la
capacitación el patrón puede capacitar libremente a un trabajador y mediante este
procedimiento aceptado por la propia legislación, otorgará un ascenso aun con la protesta
u oposición de otros trabajadores suyos.
El otro caso es el que se contempla en los trabajos especiales (título sexto Ley
Federal del Trabajo) como el de los llamados trabajadores de confianza (artículos 182 a
186); los trabajadores de los buques (artículos 187 a 214); el trabajo ferrocarrilero
(artículos 246 a 278); el trabajo a domicilio (artículos 311 a 330); los trabajos de médicos
residentes en periodo de adiestramiento en una especialidad (artículos 353-A a 353-H) y
el trabajo en las universidades e instituciones de educación superior autónomas por la ley
(artículos 353-J a 353-U)) en todos los cuales la posibilidad de ascenso se encuentra
sujeta a situaciones que derivan de la prestación del servicio o de la naturaleza de la
relación de trabajo. En todos estos casos podrán ser las contrataciones colectivas las que
permitan regular los sistemas que de común acuerdo entre las partes se impongan,
excepción hecha de los contratos de los trabajadores de confianza en los que el patrón
impone, como hemos explicado tratándose del primer caso de excepción, sus normas para
otorgar ascensos a estos trabajadores.
Véase Escalafón y Antigüedad en el trabajo.
VII. BIBLIOGRAFIA: Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1972, tomo I; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho del
trabajo; 4ª. edición, México, Porrúa, 1980; Friedmann, Georges, Tratado de sociología
del trabajo, México, FCE, 1963, tomo III; Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 21ª.
edición, México, Porrúa, 1981; Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 9ª. edición,
México, Porrúa, 1979, tomo I.
las cuales no se plantean controversias, o que pretenden evitarlas, y que podemos calificar
de preventivo, y la defensa de carácter procesal, que implica la participación en un
proceso judicial.
No obstante que nuestro ordenamiento ha otorgado mayor importancia al
asesoramiento procesal, los aspectos preventivos de la asistencia jurídica han tenido un
desarrollo reciente bastante significativo, y como un ejemplo podemos destacar las
atribuciones que se otorgan a la Procuraduría Federal del Consumidor, regulada por ley
promulgada el 19 de diciembre de 1975, y cuyo asesoramiento a los débiles en el
consumo es predominantemente jurídico y dirigido a solucionar de manera preventiva las
controversias con los prestadores de bienes y servicios, a través de la conciliación y
arbitraje voluntarios, y en ciertos casos también la asistencia procesal, cuando existe
mandato expreso otorgado por uno o varios consumidores concretos (artículo 59 del
citado ordenamiento).
IV. En relación con ambos tipos de asesoramiento, pero particularmente del
procesal, el ordenamiento mexicano ha seguido el sistema tradicional de la prohibición de
costas judiciales, es decir de la gratuidad de la justicia, establecida por el artículo 17 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como de la defensa también
gratuita de los que carecen de recursos suficientes para obtener el patrocinio de abogados
particulares, a través de la institución de la defensoría de oficio o de las diversas
procuradurías, según la tradición española, que en nuestro país se remonta a la época
colonial con el funcionamiento de los defensores y protectores de indios, así como de los
abogados y procuradores de pobres, establecidos por varias de las Leyes de Indias, a lo
cual debe agregarse el antecedente más inmediato de los procuradores de pobres del
Estado de San Luis Potosí, establecidos por la ley de 5 de marzo de 1847.
V. Por lo que se refiere a la defensoría de oficio, debemos destacar como los
ordenamientos de mayor importancia, por servir de modelo a los de las entidades
federativas, a la Defensoría de Oficio en el ámbito federal, regulada por la ley de 30 de
enero y su reglamento expedido por la Suprema Corte de Justicia el 18 de octubre, ambos
de 1922, que encomienda dicho organismo a la propia Suprema Corte de Justicia, y se
integra con un jefe y el número de defensores que según las circunstancias determine la
Corte, debiendo tomarse en consideración que en la práctica funciona con los procesados
y condenados por delitos federales.
También debe mencionarse a la Defensoría de Oficio del D. F., regulada por el
reglamento de 7 de mayo de 1940, y que se compone de un cuerpo de defensores que
dependen del Departamento del mismo Distrito Federal, con oficinas separadas para los
asuntos de carácter civil y penal. Además existe una Defensoría Militar, que actúa como
un cuerpo de defensores de oficio ante los tribunales castrenses (artículos 50-56 del
Código de Justicia Militar).
VI. Entre el número creciente de Procuradurías, destacan las de la Defensa del
Trabajo, tanto en el ámbito federal como en las entidades federativas, y cuyos integrantes
son designados por el Secretario del Trabajo, por los Gobernadores de los Estados y por
el Jefe del Departamento del Distrito Federal, respectivamente (artículos 530-536 Ley
Federal del Trabajo). Por supuesto que las que sirven de modelo son la Procuraduría
Federal cuyo reglamento vigente fue publicado el 2 de junio de 1975, así como la del
Distrito Federal, con reglamento expedido el 24 de noviembre de 1944, las que
337
Héctor Fix-Zamudio
promover una política sanitaria para mejorar las condiciones de vida. Si partimos del
concepto legal de salario mínimo como aquel que debe ser suficiente para satisfacer las
necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, así
como proveer a la educación obligatoria de los hijos, tendremos que la asignación
familiar habrá de ser también suficiente para cubrir las necesidades materiales e
inmediatas de la esposa, hijos u otros dependientes económicos cuando el trabajador no
esté en condiciones de satisfacerlas o cuando fallece, sobre todo a consecuencia de un
riesgo de trabajo.
II. La razón anterior obliga a ligar la asignación familiar a la seguridad social y a
los accidentes o enfermedades profesionales, máxime si tomamos en consideración las
siguientes consecuencias que se desprenden de disposiciones legales: a) la cantidad que
se tome como base para el pago de cualquier indemnización no podrá ser inferior al
salario mínimo (artículo 458 Ley Federal del Trabajo); b) cuando el riesgo traiga como
consecuencia la muerte del trabajador, la viuda o el viudo que haya dependido
económicamente del trabajador y tenga una incapacidad fisiológica de 50% o más,
tendrán derecho a recibir una indemnización (artículo 501 Ley Federal del Trabajo); c)
los tribunales del trabajo tienen facultad para apreciar la relación de esposo, esposa y
ascendientes, sin sujetarse a las pruebas legales que acrediten el matrimonio o parentesco,
aun cuando no pueden dejar de reconocer lo asentado en las actas del Registro Civil
(artículo 503 Ley Federal del Trabajo), y d) en cualquier caso de fallecimiento de un
trabajador, todas las prestaciones que estén pendientes de cubrírsele: salarios, primas de
antigüedad, vacaciones, descansos, tiempo extraordinario u otras de cualquier índole, se
entregarán a los familiares si éstos son sus dependientes económicos (artículos 115 y 162
Ley Federal del Trabajo). Los pagos anteriores representan asignaciones familiares
derivadas de la calidad de trabajador que tenga la persona.
III. El estudio de las necesidades en las familias debe asimismo tomar en cuenta
las variaciones económicas o los cambios de situación de éstas. Por tal razón la
asignación familiar no se otorga a trabajadores con ingresos elevados sino a familias
pobres para compensar los gastos excedentes y puede consistir también en despensas que
se entregan en forma periódica con alimentos básicos o toda entrega que ayude a nivelar
el presupuesto o a mejorar el nivel de vida del trabajador.
IV. BIBLIOGRAFIA: Chombart de Lauwe, Paul, La vida familiar y los
presupuestos, París, 1977.
ASILO. I. Palabra tomada del latín asylum, y éste a su vez del griego ásylos, adjetivo,
inviolable; asylon, sustantivo, asilo, derivado de sylao, “yo saqueo”. En forma figurada
significa amparo, protección, favor. Término de uso internacional que designa el hecho
de dar refugio a un extranjero expuesto en su país, por razones ideológicas o de raza, a
persecuciones, cárcel o muerte.
II. La figura del asilo es reconocida ampliamente en la América Latina, a través
de diversos instrumentos regionales, sin embargo, no es reconocido en los Estados
Unidos, países de Europa y las Filipinas, no obstante que ocasionalmente lo conceden en
su modalidad diplomática.
339
El asilo tiene dos formas: el territorial, o sea aquel que se concede a un perseguido
político que logra entrar al territorio del país asilante, derecho que deriva del principio de
que un país puede refugiar en su territorio a las personas que considere perseguidos
políticos, y el diplomático que es el que se otorga en aquellos locales que gozan de
inviolabilidad. Esta última modalidad, llamada asilo diplomático, no es aceptada por
todos los países del orbe, sino solamente en algunas regiones, como en América Latina.
En 1928, se firmó, en el seno de la VI Conferencia Internacional Americana, en La
Habana, la Convención sobre Asilo Diplomático. Desgraciadamente dicho instrumento
nació con muchas lagunas y ambigüedades, lo que le restó ratificantes.
Debido a lo anterior, los países americanos volvieron a reunirse con el mismo
motivo en Montevideo, en 1933, de donde resultó la Convención sobre Asilo Político,
que tuvo más éxito que su predecesora, ya que fue firmada y ratificada por más países.
Debido a las dudas surgidas en el caso Haya de la torre, entre Colombia y Perú, resuelto
por la Corte Internacional de Justicia, en 1950, la X Conferencia Internacional de Estados
Americanos, realizada en Caracas, en 1954, se propuso despejar las confusiones surgidas,
resultando la Convención sobre Asilo.
El asilo diplomático no se concede a personas acusadas o condenadas por delitos
del orden común, sino solamente a aquellas perseguidas por razones políticas o sociales.
Se ha establecido que por razones análogas en las embajadas, los barcos o buques del
Estado, mientras estén surtos en aguas de un Estado amigo gozan de ciertas inmunidades
según el derecho internacional, con respecto a la jurisdicción local, por lo que se han
dado casos de asilo concedido a bordo de dichos buques. La doctrina no está de acuerdo
en que el asilo forme parte de los derechos humanos, sino que se afirma que es un
privilegio del Estado que lo concede, pero de ninguna manera un derecho que el
individuo pueda reclamar.
III. BIBLIOGRAFIA: Seara Vázquez, Modesto, Derecho internacional público;
6ª. edición, México, Porrúa, 1979; Sepúlveda, César, Derecho internacional público, 6ª.
edición, México, Porrúa, 1974.
hasta el cuarto grado de la colateral, ya que más allá de dicho grado considera que son
débiles los lazos de parentesco; en atención a lo mismo fortalece los derechos del Estado-
heredero. Existe una controversia en considerar al Estado efectivamente como heredero.
La opinión dominante sostiene que el Estado recibe los bienes por derecho de su
soberanía.
IV. BIBLIOGRAFIA: Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones; 4ª. edición,
México, Porrúa, 1977.
sino en el deber social; ya no se recibe como una dádiva, sino que se reclama como un
derecho y se refiere exclusivamente a los que se encuentren impedidos de trabajar por la
edad, o por cualquier otra causa y que además carecen de recursos.
Las innovaciones en el orden de la legislación administrativa federal, aparejadas
por la consagración del derecho a la salud en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, trajeron como consecuencia cambios en el orden de las estructuras
administrativas del Ejecutivo Federal, por cuanto a que fuera la Secretaría de Salud la
que asumiera las atribuciones que la Secretaría de Salubridad y Asistencia venía
desempeñando, según lo dispuesto por el artículo 39 de la Ley Orgánica de la
Administración Pública Federal. En esta virtud a partir del 22 de enero de 1985, fecha en
que entró en vigor la reforma al artículo 39 de la Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal, decretada por el Congreso de la Unión, la Secretaría de Salud contó
entre sus atribuciones fundamentales con facultades para crear y administrar
establecimientos de asistencia pública y de terapia social, así como facultades para
establecer y conducir la política nacional en materia de asistencia social. Igualmente a
dicha Secretaría le correspondió además organizar y vigilar las instituciones de
beneficencia privada en los términos de las leyes aplicables e integrar sus patronatos,
respetando la voluntad de los fundadores.
En el mismo contexto, la LS fue publicada el 7 de febrero de 1984, en el Diario
Oficial de la Federación; su propósito fundamental fue aportar los elementos legales
básicos que permitan dar progresiva efectividad al derecho a la protección de la salud. En
la concepción jurídica de esta ley, debe subrayarse la clasificación de los servicios de
salud en servicios de atención médica, de salud pública y de asistencia social que
favorecen a los grupos de la sociedad más vulnerables. Así en la exposición de motivos
de la LS, se especifica que el concepto de asistencia social es recogido por primera vez en
la legislación sanitaria, reconociéndole una función estratégica y atribuyéndole el carácter
de finalidad básica del Sistema Nacional de Salud. A este respecto se hace hincapié en
que el desarrollo desigual provoca la formación de grupos vulnerables de menores y
ancianos en desamparo, inválidos y personas en estado de necesidad que requieren de la
asistencia física, mental, social, técnica y jurídica del Estado, a fin de protegerlos de los
riesgos y de incorporarlos a una vida más plena y productiva.
La reciente ley sobre el Sistema Nacional de Asistencia Social, publicada en el
Diario Oficial de 9 de enero de 1986, da pauta para apreciar una paulatina transformación
del concepto de asistencia social, definido por la propia ley como el conjunto de acciones
tendientes a modificar y mejorar las circunstancias de carácter social que impidan al
individuo su desarrollo integral, así como la protección física, mental y social de personas
en estado de necesidad, desprotección o desventaja física y mental, hasta lograr su
incorporación a una vida plena y productiva.
III. BIBLIOGRAFIA: Almanza Pastor, José Manuel, Derecho de la seguridad
social; 2ª. edición, Madrid, Tecnos, 1977, 2 volúmenes; Alvarez Amézquita, José;
Bustamante, Miguel E. y Fernández del Castillo, Francisco, Historia de la salubridad y
asistencia, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1960, 4 volúmenes tomos. I y III;
Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 21ª. edición, México, Porrúa, 1981; Mendieta y
Núñez, Lucio, El derecho social; 2ª. edición, México, Porrúa, 1967; Muriel, J.,
Hospitales en la Nueva España, México, Publicaciones del Instituto de Historia, 1956;
Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 9ª. edición, México, Porrúa, 1979.
343
dedicarse a delinquir (constituya su modus vivendi) y para ello se organicen, dando lugar
a la existencia de la asociación delictuosa.
II. El artículo 164 del Código Penal del Distrito Federal, determina que estamos
frente al tipo de asociación delictuosa, cuando tres o más individuos se reúnen u
organizan para dedicarse a la delincuencia, imponiendo una punibilidad hasta de seis años
de prisión. En sentido similar se producen los códigos penales de Guanajuato (artículo
173), Nuevo León (artículo 176) y Veracruz (artículo 213).
III. La Suprema Corte de Justicia, sobre este tema ha establecido: “Para que exista
el delito de asociación delictuosa, se requiere un régimen determinado con el fin de estar
delinquiendo y que sea aceptado previamente por los componentes del grupo o banda”
(Directo 7030/1961, Carlos Villela López, Primera Sala, Boletín 1963, página 276).
“Conforme al artículo 164 del Código Penal del Distrito Federal, el delito de asociación
delictuosa se integra al tomar participación en una banda tres o más individuos, cuando
está formada para delinquir; para que exista se requiere régimen determinado con el fin
de estar delinquiendo y aceptado previamente por los componentes del grupo o banda, es
decir, que exista jerarquía entre los miembros que la forman, con el reconocimiento de la
autoridad sobre ellos, del que la manda, quien tiene medios o manera de imponer su
voluntad” (Directo 1916/1958, Guillermo Rivera Camacho, Primera Sala, Boletín 1959,
página 384).
IV. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Rivas, Raúl, La participación delictuosa,
México, 1957 (tesis profesional); Horas, Plácido Alberto, Jóvenes desviados y
delincuentes, Buenos Aires, Editorial Humanistas, 1972; Moreno, Antonio de P., Curso
de derecho penal mexicano; parte especial; 2ª. edición, México, Porrúa, 1968.
ASONADA. I. (Del latín assonare, hacer oír, hacer sonar.) El Diccionario de la Real
Academia la define como la “reunión o concurrencia numerosa para conseguir
tumultuaria y violentamente cualquier fin, por lo común político”. De esta misma
cuestión, la Segunda Partida dice que asonada es “ayuntamiento que facen las gentes unas
contra otras para hacerse mal” (ley 16, título 26).
Es interesante lo que señala Escriche en su Diccionario respecto a las causas de
las asonadas: la miseria, los impuestos excesivos, los vicios de la administración pública,
los abusos del poder, las vejaciones, las maniobras de un partido que aspira a empuñar,
retener o recobrar el cetro, y el fanatismo de una religión mal entendida. Sin embargo
356
eficacia de su pistola por haberla disparado momentos antes, la orienta contra unos
policías que pretendieron desarmarlo siendo irrelevante que no se produjera el disparo al
accionar el llamador, toda vez que debido al antecedente, fue evidente el peligro corrido
por los policías” (Directo 682/1958, Hipólito Hernández Saldívar, Primera Sala, Boletín,
1958, página 389).
IV. BIBLIOGRAFIA: González de la Vega, Francisco, Derecho penal
mexicano; los delitos; 5ª. edición, México, Porrúa, 1958; Jiménez Huerta, Mariano,
Derecho penal mexicano, tomo II, La tutela penal de la vida e integridad humana; 3ª.
edición, México, Porrúa, 1975; Pavón Vasconcelos, Francisco y Vargas López, Gilberto,
Los delitos de peligro para la vida y la integridad corporal; 3ª. edición, México, Porrúa,,
1977.
de la voluntad y por la otra parte los factores o procesos psicológicos, que llevan a un
individuo a la realización de un acto, y, finalmente, el tercer momento dado en la
resolución de cometer el acto, que es al mismo tiempo el punto de partida de su
exteriorización.
Integrada la fase interna del iter criminis, tiene inicio la fase externa,
generalmente contemplada por la doctrina penal en la realización de los actos
preparatorios y los actos ejecutivos. Se entiende por actos preparatorios aquellos que
subsumen todas aquellas actividades realizadas por un individuo previas a la ejecución
misma del delito. A su vez, se entiende por actos ejecutivos aquellos que suponen ya el
inicio de la ejecución del delito de que se trate.
Esta aparentemente sencilla diferenciación, en realidad ha sido fuertemente
debatida por la doctrina penal de todos los tiempos, en un intento de lograr establecer el
punto de diferenciación indubitable entre uno y otros actos, o lo que es lo mismo, el
momento a partir del cual se puede estimar como iniciada la realización de un delito. La
dificultad de ésta, ha llevado a la doctrina en no pocas ocasiones a buscar caminos para
definir el inicio de la acción típica y por lo mismo el inicio de la acción punible. Y así,
algunos códigos se refieren a la “univocidad” de los actos, es decir, señalar que se trata de
actos unívocos y no equívocos; otros códigos se refieren a la “dirección” de los actos; y
otros más hacen valer el criterio de la “inmediatez”.
IV. El legislador mexicano se ocupa de la materia, en el artículo 12 del Código
Penal del Distrito Federal de 1931, cuando expresa: “La tentativa es punible cuando se
ejecutan hechos encaminados directa e indirectamente a la realización de un delito, si éste
no se consuma por causas ajenas a la voluntad del agente”.
Conforme aparece del texto transcrito, es visible que el legislador se ha referido al
criterio de la dirección y de inmediatez de los actos realizados para la comisión del delito.
No obstante esto, la dificultad en determinar caso por caso cuando se estima integrada la
tentativa del delito a partir de dichos elementos ha dado lugar a una jurisprudencia no
uniforme en que con frecuencia se ha recurrido nuevamente al criterio generalmente más
aceptado del comienzo de la ejecución de los actos, según aparece en la jurisprudencia
que más adelante se consigna.
En México el proyecto de Código de 1949 incorpora el principio del comienzo de
la ejecución. El proyecto de Código de 1958 utiliza el criterio de la univocidad unido al
del inicio de la resolución criminosa y el proyecto de 1963 se refiere nuevamente a la
resolución de cometer un delito, que en todos los casos modifican el criterio adoptado por
el Código de 1931.
La tentativa del delito aparece estudiada por la doctrina como tentativa inacabada,
y tentativa acabada o delito frustrado. El primer caso se refiere a la realización de actos
que no llegan a la consumación por causas externas a la voluntad del agente; y el
segundo, se refiere al caso presente cuando el agente habiendo ejecutado todos los actos
necesarios para la realización del hecho, éste no se consuma, por causas ajenas a la
voluntad del agente.
Unido a estas figuras, se habla del “arrepentimiento” cuando habiéndose realizado
todos los actos que supondrían la tentativa acabada o el delito consumado, el delito no se
presenta por razón del propio agente que realiza nuevos actos orientados a desvirtuar las
consecuencias criminógenas de su intentada conducta delincuencial. Asimismo se plantea
el caso del “desistimiento”, presente cuando el sujeto habiendo iniciado la ejecución del
362
acto, antes de realizar todos los actos necesarios para su consumación desiste
voluntariamente de su acción criminosa. Finalmente, se plantea el caso del delito
imposible, cuando habiendo realizado el agente todos los actos orientados a una
ejecución, el delito no se presenta, sea por inidoneidad de los medios o por inexistencia
del objeto.
Estas figuras aparecen previstas en algunas leyes penales de los diferentes países
contempladas en forma diferente, no pocas veces como exculpatorias o atenuantes de la
responsabilidad penal.
V. Jurisprudencia. “Hay tentativa punible cuando el agente inicia exteriormente la
ejecución del hecho delictuoso, directamente por actos idóneos y no practique todos los
esenciales de ejecución…” (Semanario Judicial de la Federación, 5ª. Epoca, tomo
XXXV, 2ª. Parte, página 2349). “Dos características esenciales indican la tentativa que es
punible: el principio de ejecución del hecho material, porque hasta ese momento todavía
no hay tentativa…” (Semanario Judicial de la Federación, 5ª. Epoca, tomo LVIII, 3ª.
Parte, página 3715).
VI BIBLIOGRAFIA: Jiménez de Azúa, Luis, Tratado de derecho penal, Buenos
Aires, Editorial Lozada, 1970, tomo VII; Malo Camacho, Gustavo, Tentativa del delito
(con referencias al derecho comparado), México, UNAM, 1971; Mezger, Edmundo,
Tratado de derecho penal; parte general; traducción De Conrado A. Finzi, Buenos Aires,
Editora Tipográfica Argentina, 1958, tomo I; Palacios Vargas, J. Ramón, La tentativa; el
mínimo de ilicitud penal, México, UNAM, 1951; Pavón Vasconcelos, Francisco, Breve
ensayo sobre la tentativa; 2ª. edición, México, Porrúa, 1974; Welzel, Hans, Derecho
penal; parte general; traducción de C. Fontán Balestra y Eduardo Friker, Buenos Aires,
Depalma, 1956.
Véase Banca
IV. BIBLIOGRAFIA: Barre, Raymundo, Economie politique, Paris, Presses
Universitaries de France, 1959, 2 volúmenes; Borja Martínez, Francisco, “Política
monetaria y crediticia”, Aspectos jurídicos de la planeación en México, México, Porrúa,
1981.
Marcos Kaplan
la quiebra, de todos los juicios pendientes contra el fallido, excepto aquellos en que ya
esté pronunciada y notificada la sentencia de primera instancia y los que procedan de
créditos hipotecarios o prendarios; y en el artículo siguiente agrega, que en los dos casos
a que se refiere el anterior, cuando hubiere sentencia ejecutoria, se acumularán esos autos
a la quiebra para los efectos de la graduación y pago.
En un comentario al citado artículo 126, Joaquín Rodríguez y Rodríguez explica
que la acumulación a la quiebra, de los juicios pendientes contra el fallido, persigue dos
finalidades: una, que el reconocimiento de los créditos se haga en el juicio de concurso;
otra, que su cobro se efectúe en sujeción a las normas propias de la quiebra.
III. BIBLIOGRAFIA: Briseño Sierra, Humberto, Derecho procesal, México,
Cárdenas, 1970, volumen IV; Devis Echandia, Hernando, Compendio de derecho
procesal; 2ª. edición, Bogotá, A.B.C., 1973, tomo III; Gómez Orbanjea, Emilio y Herce
Quemada, Vicente, Derecho procesal civil; 5ª. edición, Madrid, 1962; Rodríguez
Rodríguez, Joaquín, Ley de quiebras y de suspensión de pagos. Concordancias,
anotaciones, exposición de motivos y bibliografía, México, Porrúa, 1943.
AUDIENCIA. I. (Del latín audientia) Consiste en el acto, por parte de los soberanos o
autoridades, de oír a las personas que exponen, reclaman o solicitan alguna cosa.
II. La primer constitución federal que incluyó la garantía de audiencia fue la
Constitución de 1857, en su artículo 14. Los artículos 21 y 26 del proyecto de esta
Constitución regulaban dicha garantía. En la redacción original de estos artículos la
garantía de audiencia debía ser previa a todo acto de autoridad, de índole privativa; mas
en la versión definitiva quedó como una garantía de legalidad exacta en materia judicial,
como se desprende del precepto constitucional “Nadie puede ser juzgado, ni
sentenciado…”. Esto trajo aparejada la transformación del Juicio de Amparo y la
consecuente intervención de la Suprema Corte como órgano de control constitucional.
Luego, los juristas Lozano y Vallarta trataron de referir la aplicación de esta garantía
exclusivamente a la materia penal. Para ello, Vallarta se basó en argumentos de carácter
auténtico-interpretativo, gramatical, constitucional y jurídico general, logrando su
objetivo, por lo menos durante su estancia como presidente de la Suprema Corte, ya que
una vez que ésta concluyó fueron admitidos los juicios de amparo en materia civil por
367
Héctor Fix-Zamudio
proceso, según sea el caso de que el delito que se imputa al acusado se sancione con pena
corporal o con pena no corporal o alternativa, respectivamente. Sin embargo, constituye
una deficiencia de todos los códigos la fusión de lo que debería ser el auto de
procesamiento por un lado y el auto de prisión preventiva por otro.
IV. Siendo una resolución necesaria, el auto de formal prisión aparece como
condición de validez de los actos procesales posteriores al mismo, tales como la apertura
del procedimiento ordinario o sumario, la apertura del periodo probatorio, la formulación
de conclusiones de las partes y, especialmente, la sentencia. Al mismo tiempo y por la
particular estructuración (constitucional y legal) del procedimiento penal, constituye una
violación de las reglas del debido proceso, dictar el auto de formal prisión sin haber dado
oportunidad de defensa al acusado (declaración preparatoria y careo constitucional), sin
ejercicio de la acción penal por el órgano competente (consignación) o sin haber radicado
la causa ante el juez competente (auto de radicación).
V. Los requisitos de forma del documento cuyo contenido es el auto de formal
prisión generalmente son los siguientes: fecha, hora, delito imputado por el Ministerio
Público, el delito o delitos por los que debe seguirse el proceso, la expresión de lugar,
tiempo y circunstancias de ejecución y demás datos que arroje la averiguación previa que
permita comprobar el cuerpo del delito y hagan probable la responsabilidad y, por último,
nombres del juez y secretario. Todo ello, es obvio, sin perjuicio de los demás requisitos
formales que deben reunir los documentos judiciales según lo regula a la ley respectiva.
VI. En cuanto a los requisitos de fondo del auto de formal prisión, no sólo es
necesario su fundamento y motivación, sino que por exigencia tanto constitucional como
legal, la cantidad de pruebas debe ser tal que el cuerpo del delito esté plenamente
comprobado y la responsabilidad debe ser al menos probable. Esta exigencia es un
mínimo y no un máximo en la relación de los elementos probatorios que han de hallarse
reunidos para justificar la resolución, de lo que se desprende claramente que la sentencia
condenatoria que eventualmente se dicte, puede basarse en los mismos elementos
probatorios en que se apoyó el auto de formal prisión. Ello determina que si bien no es
necesario establecer en el auto el carácter culposo o doloso de la infracción, o
circunstancias modificativas de responsabilidad, tal cosa es posible, sobre todo en el caso
de que el acusado pueda verse beneficiado con la libertad provisional en cualquiera de
sus formas.
VII. La posibilidad de modificar oficiosamente la calificación legal del hecho
consignado por el Ministerio Público, que la ley procesal acuerda el juzgador, ora en
forma expresa, ora tácitamente, ha sido cuestionada por diversos autores como opuesta al
sistema procesal consagrado en la Constitución, dado que en dicho cuerpo normativo no
se confiere tal facultad a los jueces y por considerarse tal prerrogativa una ruptura con el
modelo acusatorio supuestamente seguido por el legislador constituyente. No es posible
aquí desarrollar la polémica en torno al modelo procesal penal constitucional y sus rasgos
tanto inquisitorios como acusatorios, amén de los mixtos si por tal se entiende un sistema
con especificidad histórica. Pero la vigencia del iura novit curia no constituye un
principio opuesto al ne procedat iudex ex officio, ni al ne eat iudex ultra petita partium.
VIII. El auto de formal prisión puede ser impugnado por vía del recurso de
apelación o por la vía del amparo indirecto, puesto que cuando se trata de la violación de
los artículos 16, 19 o 20 de la Constitución, el principio de definitividad no rige. Sin
375
embargo, escogida una de las vías posibles no es dable utilizar la otra, salvo desistimiento
si los plazos para interponer el recurso o la demanda respectivamente, no ha concluido.
IX. Es importante destacar que los efectos del auto de formal prisión no se
reducen al plano meramente procesal, sino que por mandato constitucional, todo
individuo sujeto a proceso criminal por delito que merezca pena corporal es suspendido
en el goce de sus derechos o prerrogativas como ciudadano a partir de la fecha en que se
dicte dicho auto en su contra (38, fracción II Constitucional).
véase Cuerpo del Delito
X. BIBLIOGRAFIA: Colín Sánchez, Guillermo, Derecho mexicano de
procedimientos penales; 4ª edición, México, Porrúa, 1977; Franco Sodi, Carlos, El
procedimiento penal mexicano; 4ª de., México, Porrúa, 1957; García Ramírez, Sergio,
Derecho procesal penal; 2ª de., México, Porrúa, 1977; Rúa, Fernando, “Procedimiento y
prisión preventiva” Proceso y justicia, Bueno Aires, número 20, 1980; Vélez Mariconde,
Alfredo, Derecho procesal penal, 2ª. edición, Buenos Aires Lerner, 1969
Véase Autodefensa.
IV. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Proceso,
autocomposición y autodefensa; 2ª. edición, México, UNAM, 1970; Carnelutti,
Francesco, Instituciones del proceso civil; traducción por Santiago Sentís Melendo,
Buenos Aires, 1959, tomo I; Carnelutti, Francesco, Sistema de derecho procesal civil;
traducción por Niceto Alcalá-Zamora y Castillo y Santiago Sentís Melendo, Buenos
Aires, UTEHA, 1945, tomo I; Cortés Figueroa, Carlos, Introducción a la teoría General
del proceso, México, Cárdenas Editor, 1974; Couture, Eduardo J., Fundamentos del
derecho procesal civil; Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1966; Gómez Lara, Cipriano,
Teoría general del proceso; 5ª edición, México, UNAM, 1980; Ovalle Favela, José,
Derecho procesal civil, México, Harla, 1980.
ley; su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales
(el subrayado es nuestro).
Espléndida norma que muestra el avance humanista del derecho sobre las caducas
tradiciones y la funesta autodefensa, otorgando a los justiciables, el derecho subjetivo
público a una administración de justicia pronta y gratuita.
a) A pesar de esta tajante exclusión constitucional, todavía se conservan
(reglamentados legalmente) “algunos polvos de aquellos lodos” autodefensivos, tal es el
caso de la legítima defensa penal (artículo 15, fracción III Código Penal del Distrito
Federal), de la defensa del honor en el campo penal (artículos 310 y 311 Código Penal del
Distrito Federal); del aborto por causa de violación y el aborto terapéutico (artículos 333
y 334 Código Penal del Distrito Federal); del robo del famélico (artículo 349 Código
Penal del Distrito Federal). Se discute si el estado de necesidad debería involucrarse en
este corto catálogo de soluciones autodefensivas en materia penal (artículo 15, fracción
IV Código Penal del Distrito Federal).
b) El campo de derecho civil se encuentra aún contaminando con manifestaciones
de autotutela, como la retención del equipaje (artículo 2669 Código Civil para el Distrito
Federal); el corte de ramas y raíces provenientes del predio vecino artículo 848); la
persecución de animales propios en predios ajenos o destrucción de animales extraños o
feroces en predio propio (artículos 865, 872 Código Civil para el Distrito Federal).
Ya empezamos a vislumbrar esperanzas de un movimiento que llegue a extinguir
la “legalidad” de la autodefensa, al observar que antes el Código Civil concedía el poder
de castigar mesuradamente a los hijos pero ahora el texto del artículo 423 se ha
reformado en concordancia con el 422.
A las personas que tienen al hijo bajo su patria potestad, incumbe la obligación de
educarlo convenientemente. . .tienen la facultad de corregirlos y la obligación de observar
una conducta que sirva a estos de buen ejemplo.
c) La autotutela se extiende a otras áreas como la Ley de Navegación y Comercio
Marítimo, en la echazón; o en la Ley Federal del Trabajo, en la huelga (naturalmente
hasta el momento, en que la Junta declare la licitud o ilicitud del movimiento
huelguístico).
IV. Entre nosotros, tampoco es permitida la “caballerezca” autodefensa bilateral
del duelo; y, por significar la actitud más irracional del zoon politikon, al nivel de la
bestialidad, condenamos a los movimientos bélicos, ya locales, ya internacionales, que
abandonan el sacrosanto privilegio de los humanos de la reflexión, de la inteligencia, del
libre albedrío y son la causa más marcada del raquítico progreso de la humanidad,
siempre temerosa del despliegue de la brutalidad de la especie más destructora del orbe.
V. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Proceso,
autocomposición y autodefensa; 2ª edición, México, UNAM, 1970; Carnelutti,
Francesco, Teoría general del derecho; traducción de Carlos González Posada, Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1941; Cortés Figueroa, Carlos, Introducción a la
teoría general del proceso, México, Cárdenas Editor, 1974; Couture, Eduardo J.,
Fundamentos del derecho procesal civil; Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1966;
Gómez Lara, Cipriano, Teoría general del proceso; 5ª edición, México, UNAM, 1980;
Kisch, W., Elementos de derecho procesal civil; traducción de L. Prieto Castro, Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1932; Redentti, Enrico, Derecho procesal civil;
traducción de Santiago Sentís Melendo y Mariano Ayerra Redín, Buenos Aires, EJEA,
380
1957, tomo I; Rosenberg, Leo, Tratado de derecho procesal civil; traducción de Angela
Romero Vera; Supervisión de Eduardo B. Carlos y Ernesto Krotoshin, Buenos Aires,
EJEA, 1955, tomo I; Vescovi, Enrique, Derecho procesal civil, Montevideo, Ediciones
IDEA, 1974.
bien, en los citados preceptos se confunden la acción con su contenido, es decir, las
pretensiones. Así observamos que los propios códigos regulan la prescripción de las
acciones, no obstante que en realidad se refieren a los derechos subjetivos, o también se
establecen las modalidades de la acumulación de las calificadas como acciones, cuando
se trata de pretensiones en sentido propio. También se observa con frecuencia en la
redacción de las sentencia civiles y mercantiles la frase “el actor probó su acción”, en vez
de hacer la referencia correcta a las pretensiones.
Nos encontramos en el derecho mexicano con una superposición del concepto
tradicional de la acción como derecho subjetivo llevado al proceso o bien ante la
confusión de la primera con las pretensiones que se formulan a través de la misma, y al
mismo tiempo en otros conceptos se reconoce la autonomía de la acción frente a las dos
instituciones mencionadas.
II. Desde el punto de vista de nuestro ordenamiento fundamental, el derecho de
acción está regulado (si bien no de manera consciente, puesto que tiene su origen en el
precepto del mismo número de la Constitución de 1857), en el artículo 17 de la Carta
Federal vigente, como un derecho constitucional autónomo y unitario, que poseen los
gobernados para exigir la prestación jurisdiccional, en cuanto la parte relativa establece
que: “los tribunales estarán expeditos para impartir justicia en la forma y términos que
establezca la ley”.
III. En el derecho procesal civil y mercantil perduró el concepto tradicional de la
acción, si tomamos en cuenta que hasta la reforma publicada el 10 de enero de 1986, el
artículo primero del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal disponía
que el ejercicio de las acciones civiles requería, entre otros supuestos, la existencia de un
derecho a su violación; el desconocimiento de una obligación, o la necesidad de declarar,
preservar o constituir un derecho, y a continuación, en preceptos subsecuentes, todavía
regula varios derechos subjetivos que califica de “acciones”, tales como la
reivindicatoria, la negatoria, la hipotecaria, etcétera
Por su parte, el Código de Comercio en el título segundo del libro cuarto,
reglamenta la prescripción de las acciones, no obstante que en sentido estricto se refiere a
los derechos subjetivos (artículos 1038-1048).
Por el contrario, los artículos primero del citado CCP de acuerdo con la citada
reforma de enero de 1986, como el del Código Federal de Procedimientos Civiles, que
sirvió de modelo a dicha reforma, adoptan un criterio menos tradicional que implica el
reconocimiento implícito de la autonomía de la acción, en cuanto disponen en su parte
conducente, que sólo puede iniciar un procedimiento judicial o intervenir en él, quien
tenga interés en que la autoridad judicial declare o constituya un derecho, o imponga una
condena, y quien tenga el interés contrario.
IV. La Ley Federal del Trabajo no obstante su modernidad en muchos aspectos,
especialmente a partir de la reforma procesal que entró en vigor el primero de mayo de
1980, en su título X, artículos 516-522, reglamenta la prescripción de las “acciones”,
cuando en realidad se contrae a los plazos de prescripción de los derechos derivados de
las relaciones laborales; en el artículo 689 establece que son partes en el proceso del
trabajo, las personas físicas o morales que acrediten su interés jurídico en el proceso y
ejerciten acciones u opongan excepciones, y en la parte final del artículo 873 regula las
llamadas “acciones contradictorias” (en realidad pretensiones), las cuales, cuando son
presentadas por el trabajador o sus beneficiarios, deben ser objeto de una advertencia por
384
Héctor Fix-Zamudio
IV. Derecho internacional privado. Principio jurídico según el cual las partes en
un contrato internacional tienen la libertad de escoger la ley aplicable al mismo, tanto en
lo que se refiere a su forma como en lo que se refiere a su contenido. Dicho principio
puede tener un alcance absoluto y en este caso la libertad de las partes será total, o bien,
dicho alcance será restringido y la libertad de las partes se verá limitada. Le pertenece a
cada sistema jurídico determinar el margen dentro del cual las partes en un contrato
pueden actuar.
V. El principio de la autonomía de la voluntad, sin ser universal, ha sido
consagrado y reconocido por una gran mayoría de sistemas jurídicos en lo que se refiere a
los conflictos de leyes en materia de contratos. Su origen, en esta materia, se remonta a la
Edad Media (Rochus Curtius y Dumaulin principalmente). Actualmente figura en algunas
convenciones internacionales como la “Convención de La Haya sobre la ley aplicable a
las ventas de carácter internacional de objetos mobiliarios corpóreos” (La Haya 15-VI-
1955) y la “Convención Europea sobre la ley aplicable a las obligaciones contractuales”
(Roma, 19-VI-1980).
VI. En lo que se refiere al sistema mexicano, nuestro derecho ha descartado el
principio de la autonomía de la voluntad por medio de una regla de conflicto que figura
en nuestra legislación desde el Código Civil para el Distrito Federal de 1870; dicha regla
somete los contratos celebrados en el extranjero y que tengan ejecución en la República a
las disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal (artículo 13) lo que viene a
decir, de una manera bilateral y no unilateral como lo hace el Código Civil para el
Distrito Federal que los contratos se rigen por la ley del lugar de su ejecución, negando
así a las partes la posibilidad de elegir la ley aplicable a sus convenciones.
Véase Bilateralidad, Conflicto de Leyes, Contrato Internacional, Normas de
Aplicación Inmediata
VII. BIBLIOGRAFIA: Batiffol, Henri, “Conflictos de leyes en materia de
contratos”, Segundo Seminario Nacional de Derecho Internacional Privado, México,
UNAM, 1980; Buen Lozano, Néstor de, La decadencia del contrato, México, Textos
Universitarios, 1965; Kummerov, Gert, Algunos problemas fundamentales del contrato
por adhesión en el derecho privado, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1955;
Larenz, Karl, Derecho de obligaciones; traducción y notas de Jaime Santos Briz, Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1958, tomo I; Marty, Gabriel, Derecho civil;
traducción de J. M. Cajica, Puebla J. M. Cajica, Puebla J. M. Cajica, 1953, t I; Pereznieto
Castro, Leonel “Las obligaciones convencionales en el derecho internacional privado
mexicano”, El Foro, México, 6ª época, número 6, julio-septiembre de 1976; Roca Mora
Valls, Pedro, Libertad y voluntad en el derecho, Madrid, Gráficas Valera, 1947;
Siqueiros, José Luis, “La contratación internacional. Posible armonización en su
regulación jurídica”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, año XIII,
número 39, septiembre-diciembre de 1980.
viene del adjetivo politiké= lo perteneciente o relativo a la polis, que era la ciudad-Estado
en la que vivieron los griegos y tuvo su esplendor en la época clásica (siglos V y IV antes
de Cristo).
La autonomía concebida, en términos generales, como la facultad de darse leyes a
sí mismo, adquiere, al ser aplicada al orden político, un significado especial: se refiere a
la facultad que tiene un pueblo de darse leyes a sí mismo, o sea, de gobernarse así mismo
con independencia de gobiernos extranjeros. En el orden internacional, autonomía es
equivalente de independencia o autodeterminación.
El concepto de autonomía está emparentado con el de soberanía, pero no se
confunde con él. La autonomía puede darse por grados y a diferentes niveles: en el
municipio, en la región, en el Estado-miembro o entidad federativa, en el Estado
considerado en general. La soberanía, en cambio, es la potestad suprema, dentro del
Estado, de decidir en última instancia de todo lo que corresponde al bien público, con el
monopolio de la coacción física. Implica, pues, una superioridad con respecto a otros
poderes internos subordinados. En sentido propio, la soberanía corresponde solamente al
Estado en su totalidad; ninguna porción del Estado o entidad descentralizada puede
llamarse “soberana”, si no es en un sentido translaticio o analógico. La soberanía, por otra
parte, es esencialmente interna, dentro de cada Estado. En la comunidad jurídica
internacional no hay jerarquía entre los Estados: ninguno puede llamarse “soberano” con
respecto a los demás. Todos se encuentran en un plano de igualdad jurídica, lo mismo los
pequeños que los grandes.
La autonomía política, en su concepto y en su práctica, ha variado a lo largo de la
historia jurídica de los pueblos. En el mundo occidental, Grecia y Roma concibieron la
autonomía como la situación de aquellas ciudades o comunidades que se gobernaban por
sus propias leyes y no estaban sometidas a ningún poder extranjero. Los romanos
conocieron también la institución de la autonomía regional considerada como la
capacidad de algunos pueblos conquistados de seguir aplicando sus propias leyes y
costumbres, en el orden interno, sin dejar por ello de estar sometidos al poder supremo de
Roma. En la Edad Media existió la autonomía de ciudades y municipios que dotados de
fueros y privilegios se enfrentaron, en muchas ocasiones, al poder central de reyes y
emperadores. Sin embargo, muchas de esas autonomías no provenían de decisiones libres
y espontáneas, sino de concesión graciosa de los monarcas, y no abarcaban a la totalidad
del pueblo, sino a ciertos estamentos o clases privilegiadas. Fue necesaria una larga lucha
para llegar a una autonomía verdaderamente democrática y a un régimen constitucional
de raigambre popular.
En la actualidad la autonomía política se concibe de diversas maneras: o como la
independencia total de un Estado (autonomía en sentido lato) o como la descentralización
del poder político en los municipios, regiones o entidades federativas (autonomía en
sentido estricto). En este último caso, la autonomía regional queda subordinada a la
soberanía total del Estado. Esta soberanía, con las limitaciones que impone a lo
autónomo, constituye el elemento heterónomo en las decisiones regionales.
II. En México la autonomía política en sentido estricto surge como una
característica del régimen federal. El artículo 40 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos establece: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en
una República representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y
389
indica las modalidades necesarias para que se haga concordar esa relación laboral con la
autonomía, la libertad de cátedra e investigación y los fines de las universidades y, c)
como el ingreso, la promoción y la permanencia del personal académico son cuestiones
de carácter académico, como se ha precisado, son fijados por las propias universidades
autónomas.
VII. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge, “La garantía constitucional de la
autonomía universitaria”, Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, México,
volumen 9, número 31, septiembre-diciembre de 1980; Hurtado Márquez, Eugenio, La
Universidad Autónoma: 1929-1944, México, UNAM, 1976; Pinto Mazal, Jorge, La
autonomía universitaria, México, UNAM, 1974; Valadés, Diego, La Universidad
Nacional Autónoma de México, México, UNAM, 1974; Varios Autores, La autonomía
universitaria en México, México, UNAM, 1979.
Jorge Carpizo
AUTOPSIA. I. (Del griego a aytos, mismo, propio, y ópsis, vista). Sinónimo: necropsia
(del griego nekros, muerto, y ópsis, vista). Examen anatómico de un cadáver, con el
objeto de reconocer las alteraciones de sus tejidos y establece así las causas de la muerte.
Consta de dos partes: el reconocimiento externo y el estudio del contenido
craneotoracoabdominal.
II. La reiteración de las autopsias de cadáveres humanos, a partir del siglo XV,
cualquiera que fuese el fin a que con ellas se aspiraba, condujo al descubrimiento de
anomalías o lesiones morbosas en el interior de los cuerpos disecados y despertó en los
médicos el afán intelectual de ponerlas en conexión con la dolencia de que había
sucumbido el difunto, a fin de conocer con más seguridad su causa continente y su
patogénesis. De tal afán nacerá una de las más fecundas vías para la conversión de la
medicina en verdadera ciencia, el “método anatomoclínico”.
Se distinguen, clásicamente, dos tipos de autopsia: la anatomopatológica y la
medicoforense, ambas con la finalidad primordial de esclarecer la causa de la muerte. La
última, es decir, la medicoforense, en auxilio de los órganos encargados de administrar
justicia.
La autopsia medicoforense debe ser metódica, completa y descriptiva, pues la
experiencia enseña que “no puede rehacerse nunca”, según la afortunada expresión de
Pablo Zacchia, padre de la medicina forense.
El procedimiento autópsico de orden médico forense comprende además del
examen externo e interno del cadáver, el estudio de las ropas que vestía y del lugar donde
se encontraba, única forma de poder establecer con un grado elevado de probabilidad la
causa de la muerte y las circunstancias en que ésta se produjo.
III. BIBLIOGRAFIA: Adelson, L., The Pathology of Homicide, Springfield,
III., C.C. Thomas Publisher, 1974; Baledón Gil, Arturo, “Tanatología forense.
Necropsia”, en Quiroz Cuarón, Alfonso, Medicina forense; 2ª edición, México, Porrúa,
1980; Eckert, W. G., “The Medicolegal Autopsy”, en, Tedeschi, C.G., Eckert, W. G. and
TEDESCHI, L. G., Forensic Medicine, Philadelphia, W. B. Saunders, 1977, 3 volúmenes
directa por el sujeto que tiene en sus manos el curso del devenir central del hecho; pero
también puede suceder que éste la haga valiéndose de alguien, que no comete injusto sino
que actúa como mero instrumento, o bien hacerla conjuntamente con otros que también
tienen el dominio del hecho, es decir, que también son autores.
Respecto del “autor directo”, según lo anterior, no hay ya mayor problema: es
aquel que tiene el poder de dirección sobre la configuración del hecho, y es a quien en
principio se refieren las reflexiones: “al que”, “el que”, “a los que”, “a todo el que”,
etcétera, utilizadas en los diversos tipos penales de la parte especial del Código Penal, ya
que no hay injusto sin autor. El “autor mediato” es el que para la realización del injusto se
vale de otra persona que actúa como mero instrumento, ya sea porque actúa sin dolo,
atípicamente o justificadamente, o incluso inculpablemente. En relación a los casos de
inculpabilidad, la solución doctrinaria varía para los efectos de determinar si hay autoría
mediata o instigación. El “coautor” es aquel que, teniendo las calidades de autor, posee el
codominio del hecho; es decir, en la coautoría cada uno de los que llevan a cabo el hecho
típico conjuntamente son “autores”.
III. En el derecho penal mexicano, el Código Penal del Distrito Federal se refiere
al problema de la concurrencia de personas en la realización de un delito en el artículo 13.
En su fracción II se recoge el concepto de autor al hablarse de “los que realicen (el delito)
por sí”, mención innecesaria según algunos, pues el autor está obviamente aludido en
cada tipo de la parte especial.
La jurisprudencia mexicana, así como la doctrina, es bastante imprecisa a este
respecto, lo que en mucho obedece a la imprecisión u oscuridad de la ley.
Un avance legislativo muy considerable en esta materia, se manifiesta en el
Código Penal del Estado de Guanajuato (1977), que en su artículo 20 define lo que es
autor en sentido estricto. Algo semejante se muestra también en el Código Penal para el
Estado de Veracruz de 1980 (artículo 28) y en el nuevo Código Fiscal de la Federación de
1982 (artículo 95).
Véase Coautor del Delito, Participación Criminal
IV. BIBLIOGRAFIA: Baciagalupo, Enrique, La noción de autor en el Código
Penal, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1965; Cerezo Mir, José. “La polémica en torno al
concepto finalista de autor en la ciencia del derecho penal española”, Anuario de Derecho
Penal y Ciencias Penales, Madrid, tomo XXVIII, facsímil I. enero-marzo de 1975;
Gimbernat Ordeig, Enrique, Autor y cómplice en derecho penal, Madrid, 1966; Maurach,
Reinhart, “Los problemas de la autoría”, Derecho Penal Contemporáneo, México,
número 14, mayo-junio de 1966; Welzel, Hans, Derecho penal alemán; traducción de
Juan Bustos y Sergio Yáñez, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1970.
facultado para cambiar la situación jurídica de los demás). De esta forma, las relaciones
de autoridad no son sino relaciones de dominio, donde se presenta la posibilidad de
imponer la voluntad de uno a la conducta de los demás. Pero sólo el dominio ejercido por
los órganos del Estado es un dominio en virtud de autoridad (Weber). Un individuo (o
grupo) tiene autoridad si su poder descansa en el orden jurídico de la comunidad, si es la
autoridad legítima. Es de esta manera como se identifica autoridad (la autoridad en una
determinada comunidad) con la “fuerza” o “poder” del orden jurídico: el “monopolio”
legítimo del poder.
En esto último reside el criterio que subyace detrás de expresiones como
“autoridad regular”, “autoridad constituida”, “autoridad legítima”, etcétera
En tanto institución social el derecho manifiesta su autoridad en formas diversas.
La autoridad del derecho es independiente, última (su autoridad no proviene de ninguna
otra autoridad). La autoridad del derecho es exclusiva y excluyente. La autoridad del
derecho es primaria.
El derecho reclama autoridad para regular toda forma de comportamiento;
reclama autoridad para prohibir, permitir o imponer condiciones a la actividad de otras
instituciones sociales (partidos políticos, iglesias, etcétera). El derecho manifiesta su
autoridad proscribiendo o legitimando las actividades de las demás instituciones sociales.
(Raz).
Véase Facultad, Legitimidad, Organo, Poder Público, Soberanía
IV. BIBLIOGRAFIA: Berger, Adolf, Encyclopedic Dictionary of Roman Law,
Filadelfia, The American Philosophical Society, 1968; Burdeau, George, Traité de
science politique, Paris, Librairie Générale de Droit et Jurisprudence, 1984; Burdese,
Alberto, Manual de derecho público romano, Barcelona, Bosch, 1972; Dias, R. W. M.,
Jurisprudence, Londres, Butterwoths, 1976; Kelsen, Hans, Teoría general del Estado;
traducción de Luis Legaz y Lacambra, México, Editora Nacional, 1959; Kelsen, Hans,
Teoría pura del derecho; traducción de Roberto J. Vernengo, México, UNAM, 1983;
Nocera, Guglielmo, “Autorità (storia)” Enciclopedia del diritto, Milán, Guiffrè Editore,
1955; Raz, Joseph, La autoridad del derecho. Ensayos sobre derecho y moral; traducción
de rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, 1982; Tamayo y Salmorán, Rolando,
El derecho y la ciencia del derecho, México, UNAM, 1984; Tamayo y Salmorán,
Introducción al estudio de la constitución; 2ª edición, México, UNAM, 1986; WEBER,
MAX, Economía y sociedad; 2ª edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, 2
volúmenes
autoridades pueden, por medio de un simple oficio, acreditar delegados en las audiencias
para el solo efecto de que rindan pruebas, aleguen y hagan promociones en las mismas
audiencias por lo que el único acto procesal que no pueden efectuar, es la interposición de
recursos.
Existen reglas específicas en cuanto a la intervención del presidente de la
República cuando es señalado como autoridad responsable en una demanda de amparo,
en virtud de que el mismo precepto mencionado, establece que podrá ser representado por
los Secretarios o jefes de Departamento a quienes corresponda el asunto de acuerdo con
las leyes y reglamentos respectivos o por los funcionarios que deban sustituirlos en sus
ausencias, así como por el Procurador General de la República, cuando el titular del
ejecutivo federal le otorgue la representación respectiva.
También se establecen disposiciones particulares sobre la interpretación del
llamado recurso de revisión (en realidad, apelación), ya que el artículo 87 de la Ley de
Amparo dispone que las autoridades responsables sólo podrán interponer tal recurso
contra las sentencias que afecten directamente al acto que de cada una de ellas se hubiese
reclamado, pero cuando se ha impugnado la inconstitucionalidad de una ley, señalándose
como autoridades responsables a los organismos legislativos, es decir al Congreso de la
Unión en el ámbito federal, o a alguna legislatura local, el citado recurso de revisión
puede ser interpuesto, también para fines prácticos (debido a la dificultad de que dichos
cuerpos legislativos intervengan directamente) , por los titulares de los órganos del
Estado a quienes se encomiende su promulgación, es decir el presidente de la República o
el gobernador del Estado, respectivamente, o a quienes los representen según el artículo
19, antes mencionado.
IV. El carácter de autoridad. demandada, en los términos del artículo 5º fracción
II, de la Ley de Amparo, corresponde claramente a aquella que participa como
contraparte del quejoso o agraviado en el juicio de amparo de doble instancia, en virtud
de que el artículo 149 del mismo ordenamiento, le impone tanto la carga como la
obligación de rendir un informe con justificación que en estricto sentido equivale a la
contestación a la demanda, puesto que su contenido consiste en las razones y
fundamentos legales para sostener la constitucionalidad o legalidad del acto reclamado o
la improcedencia del juicio, acompañando, en su casa, copia certificada de las constancias
que sean necesarias para apoyar dicho informe.
El citado informe (en realidad, contestación. a la demanda), debe presentarse en
un plazo de cinco días, que el juez de Distrito puede ampliar hasta por otros cinco si
estimare que la importancia del caso lo amerita, plazo que resulta inoperante en la
práctica, por lo que en la realidad judicial, el citado informe se admite siempre que se
presente con anterioridad a la audiencia de fondo del amparo. La falta de dicho informe
produce los mismos efectos que la rebeldía del demandado en el proceso civil, es decir,
que se tengan por ciertos los actos reclamados en la demanda, salvo prueba en contrario.
Pero además de las consecuencias de la citada carga procesal, también existe una
obligación jurídica de rendición del informe, pues su falta o 1a de la documentación
necesaria, determina la imposición de una multa por parte del juez de Distrito.
Por el contrario, la situación de la llamada autoridad responsable en el amparo de
una sola instancia o directo, es decir, el juez o tribunal que dictó la sentencia impugnada
en amparo, no corresponde a la de una verdadera parte, calidad que le atribuye de
manera artificial el artículo 166, fracción III, de la Ley de Amparo, si se toma en
401
consideración que la obligación que tiene dicha autoridad judicial de rendir informe con
justificación, de acuerdo con el artículo 169 del citado ordenamiento, debe considerarse
como administrativa, que carece de carácter de carga procesal, en virtud de que la falta de
presentación de dicho informe (que en la realidad judicial no se formula en la mayoría de
los casos, puesto que normalmente sólo se envía el expediente respectivo), no produce
efectos de carácter procesal, es decir no se tienen por ciertos los actos reclamados, salvo
prueba en contrario, como ocurre en el procedimiento de doble instancia, según se
destacó anteriormente. En tal virtud, la citada autoridad judicial que pronunció la
sentencia combatida en amparo no es parte en sentido estricto, puesto que no actúa en el
procedimiento de amparo como contraparte del quejoso (ni lógicamente puede hacerlo,
puesto que como juzgador debe ser imparcial y su interés personal en la controversia es
motivo de impedimento en el proceso ordinario en el cual dictó el fallo impugnado); y,
además, debe tomarse en consideración que el artículo 180 de la propia Ley de Amparo
atribuye el carácter de contraparte del quejoso al llamado tercero perjudicado, es decir, a
quien contradijo las pretensiones del quejoso en el proceso ordinario (civil, mercantil,
administrativo o laboral), o bien al Ministerio Público que hubiese intervenido en el
proceso penal como acusador.
V. Dentro de la regulación relativa a la autoridad responsable en el juicio de
amparo, deben destacarse dos situaciones particulares; la primera de ellas relativa al
concepto tradicional de autoridad de la legislación y la jurisprudencia, en virtud de que de
acuerdo con ellas, los organismos públicos descentralizados (cada vez más numerosos en
la administración federal y local) carecen del carácter de autoridad para efectos del
amparo, con excepción de los Institutos Mexicano del Seguro Social (tesis 291, página
492, Segunda Sala, del Apéndice al Semanario Judicial de la Federación publicado en
1975) y el del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores, debido a que según
las disposiciones relativas, ambos Institutos, tienen el carácter de organismos fiscales
autónomos, Pero sólo para la determinación de las cuotas y de las aportaciones que deben
entregarles trabajadores y empresarios (artículos 267 y 268 de la Ley del Seguro Social
de 1973, y 30 de la Ley del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los
Trabajadores de 1972). Todos los demás actos y resoluciones de estos organismos no
pueden impugnarse inmediatamente a través del amparo, por carecer del carácter de actos
de autoridad.
El segundo aspecto particular, establecido por la jurisprudencia de la Suprema
Corte de Justicia después de un debate doctrinal muy intenso, consiste en considerar que
los actos del Ministerio Público (federal o local) en ejercicio de la acción penal, no
pueden impugnarse en amparo por carecer dicho Ministerio del carácter de autoridad
cuando actúa como parte en el proceso penal, no así los efectuados en la etapa de
investigación previa, que pueden reclamarse ante los tribunales federales (tesis 198,
página 408, Primera Sala, del Apéndice al Semanario Judicial de la Federación
publicado en el año de 1975). Esta argumentación de la jurisprudencia, que pretende
apoyarse en el artículo 21 de la Constitución Federal, ha sido objeto de severas críticas
por la doctrina, tomando en consideración que no son incompatibles el carácter de
autoridad con el de parte procesal, pues resulta indiscutible que el Ministerio Público no
pierde su categoría de autoridad cuando ejercita la acción e interviene como parte
acusadora en el proceso penal. El razonamiento admisible para negar al ofendido la
legitimación para interponer el juicio de amparo contra la negativa de dicho Ministerio
402
Héctor Fix-Zamudio
efectos en que consiste el delito. Es auxiliador después del delito, el que consumado ya
el acto recepta o encubre al malhechor o le facilita medios para la fuga, u oculta sus
armas o los instrumentos con que se cometió el delito o los efectos en que éste consista
(Escribe, J., Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, página 325).
La anterior distinción de los momentos en que el auxilio se presta, recobra
importancia para efectos de determinar la calidad por la que el sujeto auxiliador se hace
responsable.
II. La responsabilidad penal por el auxilio se deriva en el derecho penal mexicano
del contenido de la fracción VI del artículo 13 del Código Penal del Distrito Federal,
participación en el delito que en la doctrina y jurisprudencia se conoce con el nombre de
complicidad. También es una forma de auxilio prevista en la fracción VII del mismo
artículo, donde, si bien el auxilio es posterior al delito, la promesa del mismo se da con
anterioridad a la perpetración del hecho.
El “auxilio para el delito”, según se deriva del artículo13, fracción VI del Código
Penal del Distrito Federal, está sistematizado en la parte general del código y, en
consecuencia, rige para todos los delitos de la parte especial como forma de participación
criminal (stricto sensu) junto a la instigación. No obstante, en la parte especial se
encuentran disposiciones que le dan a ese auxilio una naturaleza jurídica distinta y, por
consiguiente, otra solución dogmática; tal es el caso, por ejemplo, del “auxilio al
suicidio” (artículo 3I2), en que, si bien la conducta del suicida no es punible, la del que
presta el auxilio sí lo es como delito autónomo. Cosa parecida sucede en tratándose del
que “favorece” la evasión de algún detenido, procesado o condenado (artículo 150
Código Penal del Distrito Federal), o del que “ayuda o patrocina” a otro para obtener una
carta de naturalización con violación a los preceptos de la Ley de Nacionalidad y
Naturalización (artículo 41).
Al ser el auxilio para el delito una forma de participación en sentido estricto, se
plantean los problemas de delimitación con la autoría, así como los relativos a los
requisitos que deben concurrir en el hecho principal realizado por el autor o coautor al
que se presta el auxilio, para fundamentar la responsabilidad del que auxilia.
Para efectos de la pena, la delimitación entre autoría y participación no parece
tener mucho sentido en el código penal vigente, ya que éste no establece distinción
alguna respecto del monto de la sanción para autores y partícipes. Toda vez que a todos
considera “responsables”, es de suponerse que la pena señalada en la ley al autor de cada
uno de los delitos, es la aplicable para todos, dejando implícitamente al arbitrio del juez la
facultad de su medición según la intervención. de cada quien.
Véase Autor del Delito, Complicidad, Encubrimiento
III. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl y Carrancá y Rivas, Raúl,
Código penal anotado; 6ª edición, México, Porrúa, 1976; Castellanos, Fernando,
Lineamientos elementales de derecho penal; parte general; 14ª edición, México, Porrúa,
1980; Escriche, Joaquín, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia; nueva
edición, París, Librería Garnier Hermanos, sin fecha; Valdés, Ramón Francisco,
Diccionario de jurisprudencia criminal mexicana, México, Tipografía de V. G. Torres,
1850.
AVAL. I. (Del francés aval - à valoir, que debe valer y éste del latín ad vallem, abajo; ad
valere, fortificar, reforzar.)
Genéricamente el aval es el acto jurídico y también el documento en que éste
consta y por el que se garantiza la solvencia religiosa, política o económica de una
persona determinada.
Jurídicamente, consiste en la firma que se consigna en un título para garantizar su
pago total o parcial, en caso de no realizarlo la persona principalmente obligada a ello
(artículo 109 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
II. Sin poder precisar el momento de su nacimiento, el uso de esta institución se
difundió ampliamente en las ferias medievales cuando tenían que liquidarse operaciones
y el acreedor desconfiaba del deudor, aquél exigía la firma de un banquero o de persona
reconocida, frecuentemente en un segundo o tercer ejemplar, obligándose éste sin poder
invocar excepción alguna. La garantía en acto por separado se regía por normas del
derecho civil y permanecía la obligación de solidaridad.
III. Al nacimiento de un título de crédito, el tomador sólo cuenta con la
responsabilidad del girador y en el caso de la letra de cambio con la del aceptante, sin
embargo, para evitar las eventualidades que pueda sufrir el patrimonio de su o sus
deudores, suele exigir una garantía anticipada asegurando el pago de su crédito. Así
pues, en derecho cambiario es posible la existencia de una garantía adicional, la del aval.
Podernos afirmar que la fianza es al derecho civil lo que el aval es al derecho
cambiario. Claro este último con su rigor característico.
Así pues, el aval es una garantía típicamente cambiaria que por el principio de la
literalidad tiene que constar en el propio documento. Es también, como dice Bolaffio, una
garantía objetiva porque se extingue un crédito cambiario objetivamente considerado y no
una particular obligación cambiaria (artículos 110 y 11 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
El aval expresa siempre una relación de garantía porque su finalidad es
precisamente garantizar él pago de la letra. El avalista no se propone como el librador,
asumir una obligación de hacer pagar o de pagar por sí mismo la letra que crea, ni se
propone como aceptante asumir la deuda cambiaría, accediendo a la invitación que se le
hace para que acepte la letra. Al contrario, el aval da por supuesta la existencia del título
ya creado y que nadie nos obliga a firmar y en el que intervenimos espontáneamente para
asegurar un buen fin (Garrigues).
Se trata de una garantía cambiaría formal, porque debe ajustarse a las
solemnidades legales; abstracta, porque permanece ajena a la causa; objetiva, porque no
garantiza al avalado sino el pago de la letra a favor de su portador legítimo; autónoma,
porque subsiste independientemente de la obligación garantizada, salvo que ésta se halle
viciada formalmente; limitada, porque a voluntad del avalista cubre parcial o totalmente
el importe de la obligación cambiaría (Cámara) .
Constituye - añade este autor - un acto jurídico unilateral, abstracto y completo de
naturaleza cambiaría que obliga autónoma, distinta y personalmente al avalista para el
pago de la obligación.
Estas premisas permiten entender con exactitud la naturaleza jurídica del aval y
diferenciarle de la fianza. Sin embargo, la principal diferencia con la fianza es que en ésta
se aplica el principio, de que - lo accesorio sigue la suerte de lo principal -, mientras que
en el aval - lo accesorio no sigue a lo principal -, es decir, ambas obligaciones, la del
407
cualquier causa que no sea la de vicio de forma” (artículo 114, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito). Una vez acreditado el incumplimiento del deudor principal, la
obligación ya es solidaria, de modo tal que formalizado el protesto se puede perseguir ya
al avalista, sin que operen los beneficios de orden y excusión que el derecho común
otorga al fiador (artículo 2814, Código Civil para el Distrito Federal) .
C. Unilateralidad. Ya que el único obligado es el avalista, sin que se descarten los
derechos subrogatorios.
D. Reintegrabilidad. Posibilidad de que el avalista recobre del avalado el crédito
que ya pagó.
6. Aplicación de normas. Por ser una obligación de garantía, se aplican al aval,
las disposiciones generales del Código Civil relativas a la fianza, siempre que no
contradigan la naturaleza de la obligación cambiaría.
Así, el aval no puede concederse por una suma mayor a la debida por el avalado y
en caso de que así suceda, sólo es válida hasta el monto de lo debido (artículo 2799,
Código Civil para el Distrito Federal). El aval puede prestarse sin que el avalado lo
solicite o tenga conocimiento de su existencia (artículos. 2828 y 2832, Código Civil para
el Distrito Federal) ; el aval no puede extenderse más allá de los límites en los que fue
prestado; el aval comprende las cuestiones accesorias del adeudo: intereses y demás
aspectos considerados por la ley (artículo 2829, Código Civil para el Distrito Federal).
En ese orden de ideas, el avalista puede accionar contra su avalado utilizando la
acción subrogatoria que le concede la ley común (artículo 2830, Código Civil para el
Distrito Federal). No debemos olvidar la disposición relativa a que el aval queda
liberado, cuando por causa del acreedor (portador del título) no puede realizarse en su
favor la subrogación de los derechos y garantías que asisten al crédito cambiario (artículo
2821 Código Civil para el Distrito Federal).
7. Efectos del aval:
A. Relaciones entre avalista y tenedor Como ya mencionamos, el avalista al
quedar obligado solidariamente con aquel cuya firma ha garantizado, asume una
obligación cambiaría directa frente a cualquier tenedor legítimo y, por lo tanto, el tenedor
puede proceder indistinta y simultáneamente contra el avalista y el avalado.
En cuanto a la excepciones que puede oponer el avalista al tenedor, dice el
artículo 116 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, que la acción contra el
avalista se sujetará a los mismos términos y condiciones a que lo está la acción contra el
avalado. Ello obviamente significa que el avalista no puede oponer las excepciones que el
avalado pudiera oponer al ejecutante cambiario, sino tan sólo las que enumera el artículo
8 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Así pues, si el avalado es el aceptante, el tenedor no necesita levantar el protesto
para exigir el pago del avalista, puesto que no lo levantó para obtener el pago del
aceptante. Por el contrario, si el avalado es el girador u otro obligado indirecto, el
tenedor, si no levanta el protesto (artículo 139, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito), pierde su acción contra el avalista; ya que si el avalista pagara, no se
reembolsaría de lo pagado, pues el avalado y sus garantes se negarían a pagar por haber
caducado la acción de regreso (artículo 160 fracción II, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito). Sencillamente si el tenedor del título no tiene acción contra el
avalado, no la tiene tampoco contra el avalista.
409
Pedro A. Labariega V.
fin. Es también la mediación de un tercero para buscar un acuerdo entre ellas o establecer
una coincidencia en sus intereses.)
En el Estado moderno los órganos judiciales procuran, ya sea de oficio o a
petición de parte, o sea de los interesados, encontrar al presentarse un conflicto de
intereses bases que les sirvan para llegar a un arreglo. En algunas legislaciones se han
establecido procedimientos que no sólo facilitan por este medio la solución de tales
conflictos, sino que obligan a los contendientes a participar en ello, a menos que no sea
posible un entendimiento por ser firmes y definitivas las convicciones de cada uno.
Cabe advertir que la avenencia sólo puede tener efectos entre personas que tengan
capacidad legal para obligarse con relación al objeto de la controversia y no se trate de
materia en que esté prohibida la transacción.
II. En la terminología procesal la avenencia se toma como sinónimo de
conciliación. En realidad la distinción resulta muy sutil porque como piensa Eduardo J.
Couture, una es la especie y otra el género. Para él tanto el acto procesal que consiste en
intentar ante un juez de paz un acuerdo amigable como el avenimiento, no encuentra
etimológicamente una profunda distinción; pero para otros autores, en particular
franceses e italianos, la avenencia es en principio el acuerdo entre las partes, en tanto que
la conciliación es el resultado de tal acuerdo; la primera puede ser una tentativa de
solución, la segunda es la solución misma y por eso para ellos debe hablarse en este
segundo caso de una audiencia de conciliación, de una acta de conciliación, etcétera Sin
embargo, para la doctrina, tanto estas dos formas como la transacción, el allanamiento o
el desistimiento, son actos de “autocomposición” en cuanto constituyen medios para
resolver amigablemente un juicio, ya que en todas las partes se hacen concesiones
recíprocas para no continuar el proceso. La diferencia estriba en que en la avenencia esto
se logra mediante el reconocimiento por el actor o el demandado de que su contrario
tenga en parte razón y prefiere no rendirse ante el peso de los argumentos, sino buscando
una fórmula de arreglo en la cual resultan menos lesionados sus intereses; en tanto que en
la transacción, el allanamiento o el desistimiento, la legislación impone el cumplimiento
de determinados requisitos para hacerlas posibles; de esta manera sólo el actor puede
desistir de la acción intentada y sólo el demandado allanarse a las acciones del actor;
ambas partes pueden transigir pero esto no siempre significa avenir a conciliar, es decir,
llegar a un acuerdo voluntariamente.
III. La avenencia se presenta en algunas materias del derecho civil o del derecho
del trabajo; en el primero en cuestiones del orden familiar (filiación, divorcio, pensiones
alimenticias, etcétera) , en el segundo en los casos de emplazamiento a huelga y en los
conflictos de naturaleza económica. Y es en el derecho laboral donde podemos encontrar
la diferencia de grado entre avenencia y conciliación, pues en tanto aquélla atañe al
simple arreglo entre las partes sin mayores formalidades, esta forma parte de la instancia
jurisdiccional, ya que es obligatoria y no puede pasarse a la siguiente instancia, el
arbitraje, mientras no se intente la conciliación por el tribunal del trabajo. Estas
circunstancias han hecho pensar que la avenencia ha sido una creación del derecho Social
y aunque esto no sea así, de cualquier manera constituye una fórmula aceptable para la
solución pacífica y voluntaria de graves disidencias.
IV. En derecho procesal la avenencia se ha establecido en juicios cuya cuantía no
excede de ciertas sumas de dinero, como ocurre entre nosotros en la llamada “justicia de
paz” en donde por el escaso monto al que asciende una controversia o la mínima
411
importancia de la comisión de una falta que pudiera ameritar la imposición de una leve
sanción penal, se busca por la autoridad judicial que los afectados encuentren soluciones
prácticas a sus divergencias. En España, por ejemplo, este aspecto se ha encomendado a
los jueces municipales, a quienes por disposición legal deben acudir las personas que
estimen lesionados sus derechos, pero en los cuales es necesaria la avenencia para evitar
un juicio prolongado, que aparte de poner en ejercicio innecesario a los órganos de la
justicia, resultaría costoso para las partes y para el Estado. Igual opera en otros países en
donde cierto tipo de controversias deben ser resueltas por medio de la avenencia, como en
Italia o en Alemania, en donde es un presupuesto necesario del procedimiento
contencioso o una institución de derecho nacional de carácter público, respectivamente.
véase Allanamiento, Conciliación, Desistimiento, Transacción.
V. BIBLIOGRAFIA: Alacalá-Zamora y Castillo, Niceto, Proceso,
autocomposición y autodefensa; 2ª edición, México, UNAM, 1970; Couture, Eduardo J.,
Estudios de derecho procesal civil, Buenos Aires, Ediar, 1948, tomo I; Menéndez Pidal,
Juan, Apéndice al derecho procesal social; 3ª edición, Madrid, Revista de Derecho
Privado, 1963; Rocco, Ugo, Derecho procesal civil, traducción de Felipe de J. Tena,
México, Porrúa, 1939; Maldonado, Adolfo, Derecho procesal civil, México, Antigua
Librería Robredo, 1974; Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, México, Harla,
1980.
en su caso. En derecho marítimo, más allá de toda consideración convencional, los daños
o gastos extraordinarios que se han causado deliberadamente en el proceso, de la
navegación, para evitar un peligro que amenaza al buque y su cargamento, producen el
efecto jurídico que el importe de las pérdidas se reparte entre todos los beneficiados, en
proporción a sus bienes salvados, presentándose así un caso de avería gruesa o común.
III. La contribución a la avería gruesa es una de las instituciones más antiguas del
derecho marítimo. Se encuentra en el derecho rodio, del cual pasa al derecho romano,
con la Lex Rhodia de Jactu, que forma parte de un título del Digesto.
La Ley de Navegación y Comercio Marítimo en su título cuarto, capítulo único,
“De las averías gruesas o comunes” reglamenta la institución. Esta ley define en su
artículo 256 la avería gruesa, como todo daño o gasto extraordinario, ocasionado
deliberada y directamente por actos del capitán al buque o a su carga, para salvarlos de un
riesgo conocido y real. En el artículo 257 se dispone que el importe de las averías
gruesas será a cargo de todos los interesados en la travesía marítima en proporción a sus
respectivos intereses.
De la definición legal se desprende la existencia de los siguientes elementos:
A. El acto de avería debe ser necesariamente voluntario. Por lo contrario la
pérdida involuntaria recae sobre el dueño de la cosa. El acto de avería debe ser decidido
por el capitán, que de acuerdo con. nuestro derecho es la persona autorizada para tomar
tal decisión. El acto traerá , consigo un daño al buque o a su cargamento o bien a cubrir
gastos excepcionales a fin de la salvación común.
B. Debe existir un peligro común. Para que haya avería gruesa se requiere que
exista un peligro real y actual que amenace llegar a ser una pérdida total del navío o cae
la carga. Las medidas que se tomen deberán ser dirigidas a salvar la nave o el
cargamento.
C. La finalidad de las medidas que se tomen deberán estar dirigidas al salvamento
de la nave y el cargamento.
La obligación de contribuir supone que todos los interesados están amenazados en
ese momento y del mismo modo, esta comunión debe subsistir en el momento en el cual
se decide el sacrificio.
D. Sacrificio para la salvación común. La avería común lleva un sacrificio
resultante de un acto voluntario, el cual se traduce en un daño o en un gasto
extraordinario. Hay que precisar que sólo se liquidan como avería gruesa los daños que
sean directa consecuencia de la medida tomada.
E. Resultado útil. La Ley de Navegación y Comercio Marítimo no determina que
el oficio haya producido un resultado útil para el buque o el cargamento. Para algunos
autores éste es un elemento constitutivo de la avería gruesa.
En relación con la obligación de los interesados en la travesía marítima de
contribuir al importe de la avería, en proporción al monto de sus respectivos intereses, se
ha discutido sobre el fundamento de esta obligación de contribuir y así se han formado
varias opiniones sobre el tema como son: la gestión de negocios, la comunión de intereses
y riesgos, forma asociativa, enriquecimiento indebido, principios de equidad. Si en el
sistema legal está prevista la contribución, su fundamento está en la propia ley. En el
caso de avería común también puede existir como base de la contribución un fundamento
convencional cuando las partes aceptan y se sujetan a la regulación establecida en las
Reglas de York y Amberes.
413
AVIAMIENTO. I. (Del latín ad, para, y via, camino) es sinónimo de la palabra avío,
definida en el Diccionario de la Academia como prevención, apresto. Barrera Graf
prefiere utilizar el término aviamiento, en tanto que Mantilla Molina usa la palabra avío,
considerando que este vocablo tiene más aceptación en América y en México, y que no
tiene la nota, de anticuado que los diccionarios suelen poner al término aviamiento
(página I00, nota 4).
El avío o aviamiento consiste, para este último autor en “la buena organización el
conocimiento de los hábitos y gustos del público, las listas de nombres y direcciones de
proveedores y consumidores, el buen servicio suministrado por el personal, etcétera”.
Barrera Graf, por su lado, dice que es “la tarea del empresario, consistente en organizar
los bienes de la hacienda, en coordinarlos convenientemente y adaptarlos a la finalidad de
la empresa. Su labor de formar con ellos un instrumento apto y eficaz para que la
negociación surja, prospere y se imponga a los competidores el trabajo posterior del
415
forman el activo fijo, quedando la inversión inmovilizada por un periodo más o menos
largo. El legislador recoge todo lo anterior al limitar los fines a que se puede destinar el
dinero del avío a la adquisición de materias primas, pago de salarios y gastos directos de
explotación; en tanto que el importe de los créditos refaccionarios está destinado a
invertirse de modo diverso, incluyendo, entre otros, la apertura de tierras para el cultivo,
compra o instalación de maquinaria, construcción, organización de obras materiales y el
pago de determinados créditos a cargo de la empresa (artículo 323 Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito).
La anterior interpretación resulta más clara si se toma en cuenta que los créditos
de avío y refaccionarios son, de modo principal, créditos bancarios y que la Ley General
de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares establece que los préstamos de
habilitación tendrán un plazo de vencimiento no mayor de 3 años y los refaccionarios no
mayor de 15 (artículo 28, fracción VII). La Suprema Corte ha resuelto que debe estimarse
que la garantía prendaria sobre los frutos, en el avío, se limite a los obtenidos en el ciclo
agrícola para el cual fue otorgado el crédito (AD 7816/60, Ignacio Borgues, Semanario
Judicial de la Federación, 6ª época, 4ª parte, volumen LXI, página 84).
Aunque, como arriba se señaló, los créditos de habilitación son principalmente
bancarios, nada impide que aparezca como acreedor quien no se dedique a tal actividad,
con tal de que esté legalmente capacitado para celebrar la operación. Sólo puede aparecer
como deudor o acreditado quien explote una empresa, agrícola o comercial (industrial),
aun cuando no sea propietario de la misma, a menos que, tratándose de arrendatarios,
colonos o aparceros, obre inscrito el contrato respectivo en los registros de propiedad, de
crédito agrícola, de minas o de comercio correspondientes, y en ese contrato el
propietario de la empresa se haya reservado el derecho de consentir en la constitución de
la prenda (artículo 331 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Los contratos de avío requieren forma escrita. Expresarán el objeto de la
operación, la duración y la forma en que el beneficiario podrá disponer del crédito
materia del contrato. Fijarán, con toda precisión, los bienes que se afecten en garantía, y
señalarán los demás términos y condiciones del contrato. Se consignarán en contrato
privado, que se firmará por triplicado, ante dos testigos, se ratificarán las firmas ante el
encargado del Registro Público y serán inscritos en el Registro de Comercio. En el caso
de que, como garantía accesoria al privilegio natural del avío, se pacte un crédito
hipotecario, deberán ser inscritos en el registro correspondiente (artículo 326 Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito).
Si el acreedor es una institución de crédito se consignarán, según convenga a las
partes y cualquiera que sea su monto, en póliza ante corredor público titulado, en
escritura pública o contrato privado, que en este último caso se firmará por triplicado ante
dos testigos y se ratificará ante notario público, corredor público titulado, juez de primera
instancia en funciones de notario o ante el encargado del Registro Público
correspondiente (artículo 50 Ley Reglamentaria del Servicio Público de Banca y
Crédito).
Los créditos de avío estarán garantizados, por disposición de la ley, con las
materias primas y materiales adquiridos, y con los frutos, productos o artefactos que se
obtengan con el crédito, aunque éstos sean futuros o pendientes (artículo 322 Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito,).
418
Estados poco habían hecho por reivindicar al municipio y un buen número de ellos era
precisamente instancia de sojuzgamiento; b) El Poder Revisor, en cuya formación
participan las Legislaturas Locales, posee facultades para ampliar sus directivas
municipalistas, partiendo de las prevenciones que en este campo se han introducido de
1917 a la fecha; c) La Constitución no es una norma del orden federal, sino precisamente
la fórmula que reparte la competencia entre los órdenes federal o nacional y el estatal o
local y, por ende, se encuentra sobre ellos asegurando su validez, y d) El nuevo artículo
115 conservaría su carácter de catálogo de bases a desarrollar y completar por los
constituyentes locales y por las Legislaturas de cada Estado”.
Desde esta perspectiva en las fracciones I, II, IV y VIII del artículo 115
constitucional aparecen un conjunto de atribuciones y prerrogativas que se otorgan a los
ayuntamientos en su carácter de autoridad político-administrativa. En efecto, por la
naturaleza de las mismas, conviene mencionar en primer término a la facultad de
reglamentar las bases normativas que definan las legislaturas, a través de la expedición de
bandos de policía y buen gobierno, reglamentos, circulares y disposiciones
administrativas de observancia general. En segundo término, cabe enfatizar el haberse
otorgado con la reforma a los Ayuntamientos, la prerrogativa de acordar a sus municipios
y con sujeción a la ley la posibilidad de coordinarse y asociarse para la más eficaz
prestación de los servicios públicos que les corresponda. En tercer lugar y en materia de
finanzas públicas la reforma concede a los Ayuntamientos la atribución de aprobar los
presupuestos de egresos de sus municipios, con base en sus ingresos disponibles,
reservándose a las legislaturas de los Estados la aprobación de las leyes de ingresos de los
Ayuntamientos y la revisión de sus cuentas públicas.
En el ámbito de las transformaciones políticas, se producen con las reformas y
adiciones constitucionales dos cambios fundamentales, por un lado, se adopta en la
elección de los Ayuntamientos de todos los municipios, el principio de representación
proporcional, lo cual tiende a democratizar su integración, y por el otro, la fracción I del
artículo ya citado, en el párrafo tercero prevé el procedimiento para que las legislaturas
locales declaren la desaparición, suspensión o revocación del mandato de alguno de los
miembros del Ayuntamiento, atendiendo a las causas graves que la ley local prevenga,
siempre y cuando sus miembros hayan tenido oportunidad suficiente para rendir las
pruebas y hacer los alegatos que a su juicio convengan. Igualmente y en tratándose de la
desaparición del Ayuntamiento o por renuncia o falta absoluta de la mayoría de los
miembros del mismo y ante la imposibilidad legal de que entren en funciones los
suplentes o se celebren nuevas elecciones, se faculta a las legislaturas a designar entre los
vecinos, a los Consejos Municipales que deban concluir los períodos respectivos.
En lo que concierne a las repercusiones de este último aspecto de la reforma
constitucional Salvador Valencia comenta que “pese a que estas adiciones constituyen un
avance de seguridad jurídica indudable, creemos que la democracia municipal reclamará
en el futuro la intervención más amplia de la ciudadanía en estas decisiones vitales para
los Ayuntamientos.”
III. En la historia constitucional paradójicamente son, según afirma Tena Ramírez
las constituciones centralistas las que se ocuparon en el siglo XIX con mayor rigor de
asignarles funciones y dotarlos así de autoridad; de suerte que la Constituci6n centralista
de 1836 confirió a los Ayuntamientos como funciones, las de cuidar de las cárceles y de
los hospitales y de las casas de beneficencia, cuya fundación no hubiere sido de
423
AZOTES. I. (Del árabe as-sut, látigo). Instrumento de suplicio con que se castigaba a
los delincuentes.
Los azotes corresponden a una de las formas de las denominadas penas corporales
que tuvieron frecuente aplicación en el transcurso de la historia y que actualmente se
encuentran, por lo general, erradicadas de las legislaciones penales que se rigen por
criterios humanitaristas. Las penas corporales tuvieron una gran importancia en los siglos
pasados, constituyendo junto con la pena de muerte, la base del sistema de imposición de
los grupos sociales. En Roma, existió la flagelación con varas, azotes o bastones que se
imponía a los humiliores, frecuentemente como pena de policía. junto con esta pena
corporal otras de aplicación frecuente fueron la mutilación, la marca, la ruptura de
miembros o descuartizamiento, el arrancamiento del cuero cabelludo, el afeitado de la
cabeza y la oradación. Durante la Edad media, el derecho canónico utilizó los azotes no
sólo como pena sino como penitencia y en la Alta Edad Media las penas corporales,
fueron frecuentes y unidas a las anteriormente mencionadas se conocieron la oradación
de la lengua y de las orejas, así como sacar los ojos y la castración. La Constitución
Criminalis Carolina (artículo132) mantenía diversas de ellas entre las cuales estaban los
azotea. Las penas corporales fueron desapareciendo con posterioridad al periodo del
iluminismo, y con el humanitarismo consciente, en forma que después del siglo XVIII
básicamente sólo se mantuvieron los azotes. En Rusia era conocido el Knut y el Rozgui
abolidos hasta principios del siglo, en Europa fue famoso el gato de siete colas.
Los azotes han sido también frecuentemente usados al transcurso de la historia
como medidas de educación correctiva, incluso para los jóvenes. En fecha muy reciente
ha sido aún frecuente su presencia.
II. En la legislación mexicana el artículo 22 constitucional de 1917,
expresamente prohíbe la imposición de penas corporales, entre los que señala los azotes,
por lo cual debe entenderse que éstos corno forma de castigo, se encuentran desde
entonces abolidos. En congruencia con esto, el Código Penal del Distrito Federal vigente
de 1931 al hacer referencia en el artículo 24 a las penas y medidas de seguridad no los
incluye.
De lo mencionado debe entenderse que cualquier flagelación o azote, con vara,
bastón, látigo o cualquier instrumento apto para ello se encuentra terminantemente
prohibido tanto como pena, cuanto con mayor razón, como medida disciplinaria o
424
BAHIA INTERNA. I. El derecho internacional del mar establece los requisitos para que
un Estado ribereño pueda cerrar la boca de una bahía, para someterla al régimen de aguas
marinas interiores es decir, obteniendo la ventaja de que la franja de mar territorial, en
lugar de ir paralela a la costa de la bahía, dejando tal vez así a la parte media de la misma
como alta mar, vaya a lo largo de la línea con que se cierra la boca de la bahía.
II. La Convención de Ginebra sobre Mar Territorial y Zona Contigua, ratificada
por México (Diario Oficial 5 de octubre de 1966), codificó la práctica de los Estados en
la materia, dictando que, para que un Estado pudiera considerar una bahía como interna,
las costas de la bahía deberían pertenecer a un solo Estado, la bahía debería consistir de
una escotadura bien determinada cuya penetración tierra adentro, en relación con la
anchura de su boca, sea tal que contenga aguas cercadas por la costa y constituya algo
más que una inflexión simple de la costa. Además, su superficie debe ser igual o superior
a la de un semicírculo que tenga por diámetro la boca de dicha escotadura. Finalmente, si
ese diámetro mide 24 millas o menos, entonces puede considerarse que la bahía es
interna. De lo contrario, la franja de mar territorial debe entrar a la bahía y correr a lo
largo de la costa, lo que le da menos espacio marino al Estado.
III. En México hubieron intentos por aplicar este régimen al Golfo de California,
sobre todo por el Partido Acción Nacional y por una parte del mundo académico
especializado en derecho internacional. Lo anterior no prosperó, ya que dicha bahía no
llena los requisitos dispuestos por el derecho internacional, sobre todo por lo que se
refiere a la anchura de su boca, que es de aproximadamente 110 millas. En lugar de eso,
el gobierno procedió a aplicar las normas del artículo 4º de la citada Convención,
trazando líneas de base rectas en escotaduras o aberturas profundas y entre la costa e islas
situadas en su proximidad inmediata, lo que permitió que se declarara, por decreto
aparecido en el Diario Oficial el 30 de agosto de 1968, que la mitad norte del Golfo
constituye zona de aguas marinas interiores.
véase Aguas Marinas Interiores
IV. BIBLIOGRAFIA: Méndez Silva, Ricardo, “El Mar de Cortés, bahía vital”,
Boletín del Centro de Relaciones Internacionales, México, número 18, mayo de 1972;
Székely, Alberto, México y el derecho internacional del mar, México, UNAM, 1979;
Whiteman, Marjorie, Digest of International Law, Washington, U.S. Printing Office,
1964, volumen 4.
Alberto Székely
427
sus activos y pasivos que, por definición deben siempre estar en equilibrio, o sea tener
totales idénticos.
VII. En diversas leyes bancarias (véase Ley Federal de Instituciones de Fianzas,
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares, Estatutos del
Banco de México, así como la Ley del Impuesto sobre la Renta ) se previenen las
formalidades que han de revestir los estados financieros de las instituciones bancarias, de
seguros, afianzadoras, arrendadoras financieras, fiduciarias, etcétera, así como los
periodos en que han de practicarse, por ejemplo, remitimos a los artículos del 41 al 49 de
los Estatutos del Banco de México; artículos 61, 64, 65 y passim de la Ley Federal de
Instituciones de Fianzas; artículo 58 fracción I de la Ley del Impuesto sobre la Renta .
VIII. En la nomenclatura contable, se encuentran las siguientes definiciones:
1. Balance general: el estado demostrativo de la situación financiera de una
empresa, a una fecha determinada, preparado de acuerdo con la contabilidad y
documentación respectiva, que incluye al activo, al pasivo y al capital contable.
En el “sistema continental”, llamado así por haberse usado primeramente en el
continente europeo, el activo se presenta en el lado izquierdo del balance, mientras el
pasivo y el capital contable se hacen aparecer en el lado derecho. En el sistema inglés se
invierte esta colocación.
2 Balance general comparativo:. estado financiero en el que se comparan los
diferentes elementos que lo integran, en relación con uno o más periodos, con el objeto de
mostrar los cambios en la posición financiera de una empresa en relación con los
periodos comparados y facilitar el estudio de tales cambios.
3. Balance general condensado o concentrado: el que se prepara incluyendo
ciertos renglones de carácter análogo, en uno solo.
4. Balance general consolidado: aquel en que se combinan los datos
correspondientes a los balances generales particulares de una campaña matriz y de sus
empresas filiales, después de eliminar los saldos intercompañías de las empresas
afiliadas.
Este tipo de balance se prepara con objeto de mostrar clara y correctamente la
situación financiera del grupo de empresas afiliadas, considerado como una unidad
económica.
5. Balance general dando efecto a ciertas operaciones: se usa para describir un
balance general basado en cuentas ya existentes y en el que se da efecto retroactivo a
ciertos actos o contratos, ya sea que estén consumados después de la fecha del balance
ordinario o que estén por llevarse a cabo en virtud de convenios o resoluciones formales,
como en el caso de reorganizaciones financieras, fusiones de sociedades, emisiones de
obligaciones, etcétera
En esta clase de balances, el contador público puede expedir un dictamen siempre
que los convenios o contratos hayan sido firmados por personas o compañías capaces de
llevarlos a cabo, que no medie entre la fecha del balance y la de la operación un plazo
demasiado largo, que el contador se cerciore o investigue acerca de si no ha habido
ninguna operación o acontecimiento que, en el intervalo, haya afectado adversamente la
situación financiera de la empresa, que el carácter del balance y de la operación se haga
constar expresamente en el encabezado y que en el informe o certificado se establezca
claramente el propósito del balance formulado.
429
Marcos Kaplan
BALDIO. I. (De la voz arcaica balda, que a su vez proviene del árabe batila, con el
significado de vano o cosa de poquísima importancia.)
Referido al campo del Derecho Agrario significa terreno que, no siendo de
dominio particular, ni se cultiva ni está adhesado, como dice Escriche en su Diccionario.
Por tal motivo el legislador lo ha tomado en cuenta para cumplimiento de políticas
relacionadas con la producción, con las llamadas colonizaciones, tan frecuentes durante la
432
época de la colonia y durante el siglo pasado, así como relacionadas con la política
agraria a partir de la Constitución de 1917. No siendo propiedad privada dichas tierras el
Estado podría como mejor le conviniera, enajenarnos, entregarlos en arrendamiento,
permitir su ocupación y posesión por terceros de buena fe, o bien podría tomarlos como
base de repartos agrarios y para la creación de nuevos centros de población. Tales
políticas han creado una amplia o extensa legislación sobre la materia, la cual se
encuentra además de en las leyes de Indias, en la obra de Luis Wistano Orozco,
Legislación y jurisprudencia sobre terrenos baldíos, México, 1895.
II. El problema fundamental que se ha planteado en esta materia ha sido la poca
seguridad jurídica en que quedan las personas beneficiadas por las diversas políticas
aplicadas a los terrenos baldíos, de manera que Lucio Mendieta y Núñez, gran conocedor
de estos problemas, reconoce que, lejos de lograr una mejor distribución de la tierra,
contribuyeron a la decadencia de la pequeña propiedad y favorecieron al latifundismo.
En la actualidad rige la ley de terrenos baldíos y nacionales, demasía y excedencia del 7
de febrero de 1951 (fecha de su publicación en el Diario Oficial).
III. De acuerdo a la ley vigente se consideran terrenos baldíos, los terrenos de la
nación que no han salido de su dominio por título legalmente expedido y que no han sido
deslindados ni medidos, como expresa el artículo 4° El a 7 prohibe la enajenación o
arrendamiento de los terrenos baldíos. Es decir, para enajenarse un baldío, en los
términos de esta ley, primero habrá que transformarlo en terreno nacional, que será aquel
terreno baldío que haya sido deslindado y medido. Y, una vez convertido en terreno
nacional, ya se podrá enajenar a título oneroso o gratuito o podrá arrendarse, según el
artículo 7, que faculta el ejecutivo federal para realizar estas operaciones. Para adquirir
estas tierras nacionales se requiere ser mexicano, mayor de edad y capacidad legal para
contratar.
dos tipos de operaciones cuya ligazón caracteriza su actividad: la gestión de los fondos
depositados y el otorgamiento de créditos. Esta actividad implica además la posibilidad
para la banca, por una parte, de creación de moneda documental a través de los créditos
otorgados que a su vez generan nuevos depósitos; y por la otra, el recurso a diversos
medios de otorgamiento de crédito (creación de moneda, transformación de depósitos a la
vista o de ahorro líquido).
La categoría banca se desagrega así, en la realidad y en la diversidad de países,
según una amplia variedad de tipos y funciones primordiales: comercial (préstamos,
inversiones, depósitos, ahorros); de fomento (construcción, vivienda, hipotecas); de
seguros; financiera, industrial; agropecuaria, nacional, internacional.
La intensificación y estrechamiento de las relaciones económicas internacionales,
y los problemas que en tales niveles se plantean en cuanto a operaciones de crédito, de,
inversiones y de transacciones monetarias entre países y regiones y a escala global, han
multiplicado el número e importancia de las instituciones de banca internacional: Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento o Banco Mundial; Banco Internacional de
Cooperación Económica y Banco Internacional de Inversiones (instituciones del Consejo
de Ayuda Económica Mutua o COMECON); Banco Interamericano de Desarrollo; Banco
Europeo de Inversiones (Comunidad Económica Europea), etcétera
véase Banco, Crédito, Moneda.
IV. BIBLIOGRAFIA: Barre, Raymond, Economie politique, Paris, Presses
Universitaires de France, 1959, tomo II; Yves, Bernard et Colli, Jean-Claude,
Vocabulaire économique et financier, 4ª edición, Paris, Editions du Seuil, 1976.
Marcos Kaplan
preferenciales respecto a los niveles del mercado, como un instrumento para canalizar
inversiones hacia determinados sectores o actividades prioritarias o trascendentes para el
desarrollo del país.
En cuanto a la justificación de la banca de desarrollo, siguiendo a Carlos Zorrilla,
ésta se basa en la escasez relativa de capital que caracteriza a los países en desarrollo, en
relación con la magnitud de sus poblaciones y la cuantía de sus recursos naturales. El
crecimiento y en consecuencia el desarrollo de nuestros países depende en gran medida
de su capacidad para generar ahorros y canalizarlos hacia inversiones productivas que
sean determinantes para el desarrollo integral de la nación. Este proceso conlleva los
siguientes pasos: La generación del ahorro, su canalización adecuada, normalmente a
través de mecanismos financieros y la inversión misma. Sin embargo, debe aclararse que
la banca de desarrollo no es exclusiva de los países en vías de desarrollo ya que en varios
países desarrollados existen instituciones con las características de fomento descritas.
II. En cuanto a la banca de desarrollo internacional referiremos algunas
características del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID). El Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento se estableció como resultado de la conferencia celebrada en Bretton Woods, del
1 a 22 de julio de 1944, junto con el Fondo Monetario Internacional. El Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento tuvo por objeto en un principio la
reconstrucción de los países desvastados por la guerra y la adecuación de los mecanismos
de producción a las necesidades de los tiempos de paz, facilitando la transición de una
economía bélica a una economía de paz. Otro objeto fue el de fomentar el desarrollo de
recursos y elementos de producción de los países menos desarrollados. Desde 1948, al
crearse el Programa de Recuperación Europea, el Plan Marshall, la actividad económica
del banco se especializó en el financiamiento del desarrollo económico. Pero el volumen
de recursos requeridos conllevó la creación de otros organismos. En el ámbito formal el
BIRF es una agencia especializada de las Naciones Unidas, dependiendo del Consejo
Económico y Social.
El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, la Corporación Financiera
Internacional y la Asociación Internacional del Desarrollo, cuya estructura corporativa es
conocida como el Banco Mundial, conceden préstamos o garantías, realizan inversiones
en el capital social de las empresas e intervienen en diversos ámbitos para el desarrollo
económico de los países miembros. En un sentido más específico en el inicio de las
operaciones del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, éste fue considerado
como una institución complementaria del Fondo Monetario Internacional (FMI) y en
íntima relación con él, que prestaría atención a las dificultades estructurales de los países,
en tanto que el Fondo Monetario Internacional se ocuparía de ayudarlos para superar
problemas transitorios de la balanza de pagos, con el tiempo el banco se concentró en su
segunda función de fomentar el desarrollo de recursos y elemento de producción en los
países menos desarrollados. Los estatutos del Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento condicionan la concesión de préstamos a la realización de proyectos concretos y
prioritarios con miras a aumentar la producción de bienes y servicios, para elevar el nivel
de vida de los países prestatarios. Además, establecen la obligación de vigilar que el
acreditado pueda hacer frente a las obligaciones contraídas. En el caso de que a pesar de
toda precaución el deudor resultara insolvente, cada uno de los países miembros del
437
banco sería responsable de los empréstitos y de las garantías vigentes hasta una suma
igual al importe no desembolsado de su suscripción de capital.
En cuanto a su organización, el Banco Mundial es una institución
intergubernamental con estructura corporativa, cuyo capital en acciones se encuentra en
poder de los países miembros y cuya participación se calcula sobre la base de su cuota en
el FMI. Los derechos de voto están en función de la participación de cada país; esto es, en
proporción a su participación en el capital, que a su vez mantiene relación con el
potencial económico del mismo, expresado por una serie de magnitudes económicas
básicas.
En el ámbito regional cabe destacar el BID, establecido en 1959. Esta institución
se crea para fomentar el proceso de desarrollo de los países latinoamericanos, a través de
la promoción de inversiones tanto públicas como privadas, del estímulo y complemento
de inversiones privadas en proyectos de promoción del desarrollo económico y la
provisión de asistencia técnica. Los recursos del BID se dividen en dos tipos: El capital
ordinario y el fondo para operaciones especiales. Posteriormente con el ingreso al BID
de países extraregionales, actualmente hay 15, se constituye el capital interregional, a
partir de las aportaciones de estos últimos. Cabe aclarar que los préstamos del BID
concedidos con recursos provenientes del capital ordinario y el capital interregional se
destinan a proyectos productivos, en tanto que los créditos otorgados con recursos del
fondo de operaciones especiales se destinan a obras de interés social o de lenta
recuperación.
III. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero Miguel, Derecho bancario, México,
Porrúa, 1983; Creel de la Barra, Enrique, “La banca de desarrollo de obras y servicios”,
Régimen jurídico de la banca de desarrolla en México (en prensa); Gil Valdivia,
Gerardo, “El concepto de banca de desarrollo”, Régimen jurídico de la banca de
desarrollo en México (en prensa); Gil Valdivia, Gerardo “La Ley Reglamentaria del
Servicio Público de Banca y Crédito”, Revista FONEP, México, número 104, marzo de
1985, Grez Zuloaga, Luis, Banco Interamericano de Desarrollo, Chile, 1965;
Lichtennsztein, Samuel y Baer, Mónica, Las políticas globales en el capitalismo: El
Banco Mundial, México, CIDE, 1982; Quijano, José Manuel (coordinador) La banca.
Pasado y presente, CIDE, México, 1983; Zorrilla de la Garza Evia, Carlos, “El papel de
las instituciones financieras en el desarrollo económico. Nacional Financiera. Banca de
Fomento”, Memoria VII Seminario sobre Financiamiento y Promoción Industrial,
México, NAFINSA-ALIDE, julio de 1984.
forma exclusiva por el Estado, a través de las instituciones que determina la Ley
Reglamentaria del Servicio Público de Banca y Crédito. Esta ley en su artículo 2°
establece que dicho servicio será prestado exclusivamente por instituciones de crédito
constituidas con el carácter de sociedad nacional de crédito que serán: instituciones de
banca múltiple y de banca de desarrollo.
La banca múltiple se identifica con la banca privada comercial, que fue objeto de
la nacionalización señalada.
En las operaciones y servicios bancarios, las instituciones de banca múltiple se
deben regir por la Ley Reglamentaria del Servicio Público de Banca y Crédito, por la Ley
Orgánica del Banco, de México, y en su defecto por: l. La legislación mercantil 2. Los
usos prácticas bancarios y mercantiles, y 3. El Código Civil para el Distrito Federal. En
cuanto a las instituciones de banca de desarrollo, éstas se rigen en primer término por su
propia ley orgánica y posteriormente por la legislación citada.
II. Un antecedente de la banca en el México independiente es el Banco de Avío
fundado en 1830 cuyo objeto era el fomento industrial, el cual desapareció en 1842. En
1864 se establece el Banco de Londres, México y Sudamérica, sucursal de esa sociedad
inglesa. En 1884 se funda el Banco Nacional de México, que de acuerdo con Enrique
Creel de la Barra es el iniciador de los bancos legalmente constituidos y dotados de
personalidad reconocida por la ley.
Hasta 1883 la facultad de legislar en materia comercial y bancaria estuvo
reservada a los Estados, por la Constitución de 1857, por lo que se establecieron bancos
de emisión en varios Estados de la República. En 1883 se reforma la Constitución y se
asigna a la federación la facultad de legislar en materia de instituciones de crédito y en
general en materia de comercio, por lo que en 1884 se establece el Código de Comercio
que incluyó la materia bancaria.
En este código se determina la organización de la actividad bancaria sobre la base
de la especialización. En 1897 al expedirse la primera Ley General de Instituciones de
Crédito, había 9 bancos de emisión operando en el país, algunos concesionarios por
Estados y otros por la Secretaría de Hacienda. Al emitirse la citada ley se inicia, de
acuerdo con Creel de la Barra, el primer esfuerzo por estructurar un sistema financiero.
Según esta ley había tres tipos de instituciones de crédito: bancos de emisión, bancos
hipotecarios y bancos refaccionarios.
En la época de la Constitución de 1917 destacan las siguientes fases: En 1925 se
expide la Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, que al
igual que la de 1926 conserva el criterio de la especialización estricta de las instituciones
de crédito, salvo en lo relativo al establecimiento de un banco único de emisión, proyecto
que se vio realizado en 1925 al emitirse la Ley Orgánica del Banco de México con
fundamento en el a, 28 de la referida Constitución de 1917. En 1932 se expide una nueva
Ley General de Instituciones de Crédito, la cual separa a los bancos privados de los
bancos gubernamentales, estructurados como instituciones nacionales de crédito, varios
de los cuales prevalecen en la actualidad como bancos de desarrollo. En 1941 se
promulgó la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares que
estableció que la concesión a los particulares para el ejercicio de la actividad bancaria
podía referirse a los siguientes grupos de operaciones: l. De depósito; 2. De ahorro; 3.
Financieras; 4. Hipotecarias; 5. De capitalización y fiduciarias. La distinción fundamental
consistía entre la banca de depósito y las sociedades o instituciones de inversión. El
439
BANCO. I. (Del germánico Bank, asiento; por referencia al que en las ferias medievales
ocupaban los cambistas.)
Noticia histórica. Aunque se dice que a mediados de la etapa colonial operaron
en la Nueva España varios bancos privados, y que bajo el reinado de Carlos III se creó,
como entidad pública, el Banco de Avío de Minas, información fidedigna permite afirmar
que el 2 de junio de 1774 se autorizó la creación del Monte de Piedad de Animas, y que
el mismo monarca expidió la Real Orden del 19 de julio de 1782, en la que se ordenaba el
cumplimiento, en lo conducente, de la Cédula Real por la que se acababa de constituir el
Banco de San Carlos, germen del actual Banco de España.
440
las previstas en éste u otros artículos les determinen sus leyes orgánicas” (artículo 31) ;
cabe tener presente que también se han expedido dichas leyes orgánicas.
Las relaciones entre los bancos y sus empleados se rigen por la Ley Reglamentaria
de la fracción XIII-bis del Apartado B) del artículo 123 de la Constitución (Diario
Oficial 30 de diciembre de 1983), así como por las Condiciones Generales de Trabajo que
se han aprobado por los Consejos Directivos de las empresas de que se trata
IV. Régimen corporativo. El ejercicio de la banca y del crédito sólo puede
llevarse a efecto, en México, por las citadas sociedades nacionales de crédito, que “son
instituciones de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propios.
Tendrán duración indefinida y domicilio en territorio nacional. Serán creadas por decreto
del Ejecutivo Federal….” (artículos 2° y 9° Ley Reglamentaria del Servicio Público de
Banca y Crédito). Empero, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público puede autorizar,
previa opinión del Banco de México y de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, el
establecimiento de oficinas de representación de entidades financieras extranjeras, las que
no pueden realizar actividades que impliquen el ejercicio de la banca y del crédito
(artículo 7°).
En el capital de las sociedades nacionales de crédito no pueden participar personas
físicas o morales extranjeras ni sociedades mexicanas en cuyos estatutos no figure la
cláusula de exclusión directa e indirecta de extranjeros. El capital social está representado
por certificados de participación patrimonial, que tienen el carácter de títulos de crédito y
que son de dos series: la serie A, que representa el 66% del capital y que sólo puede ser
suscrita por el Gobierno Federal; la serie B, que representa el 34% restante y que, con las
salvedades apuntadas, es de libre suscripción y circulación en principio, ninguna persona
puede suscribir más del l% del capital en lo que se refiere a los certificados de la serie B,
excepto entidades de la administración pública federa1 y gobiernos de las entidades
federativas o de los municipios, según reglas de carácter general que debe expedir la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (artículos 11, 14 y 15). El capital mínimo será
establecido por dicha Secretaría, y debe estar íntegramente pagado (artículo 16).
La administración de estas sociedades está encomendada a un consejo directivo y
a un director general, el primero de ellos integrado por un mínimo de nueve y un máximo
de quince consejeros propietarios, por cada uno de los cuales debe asignarse un suplente.
El órgano de vigilancia está formado por dos comisarios uno de ellos nombrado
por la Secretaría de la Contraloría General de la Federación, y el otro por los consejeros
de la serie B. Existe, además, una Comisión Consultiva formada por los tenedores de
estos últimos certificados, en cuanto no correspondan al Gobierno Federal, que sólo tiene
facultades de examen y opinión.
V. Régimen de control y vigilancia. Aunque corresponde al Ejecutivo Federal, a
través de la multicitada Secretaría de Hacienda, interpretar la Ley Reglamentaria del
Servicio Público de Banca y Crédito para efectos administrativos, la inspección y
vigilancia de estas sociedades se atribuye a la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros
(artículos 8° y 97).
En ejercicio de sus facultades, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha
dictado, en los últimos años, importantes disposiciones en materia de crédito bancario,
entre ellas las Reglas Generales sobre el importe máximo de las responsabilidades
directas y contingentes a cargo de una misma persona, entidad o grupo de personas y a
favor de bancos múltiples (Diario Oficial 5 de marzo de 1984), y las Reglas para el
442
consonancia con ésta se elabora una nueva Ley Orgánica del Banco de México, publicada
el 31 de diciembre de 1984.
En este nuevo ordenamiento se ratifica al Banco de México su carácter de
organismo público descentralizado del Gobierno Federal, con personalidad y patrimonio
propios. Se le asignan como finalidades las de emitir moneda, poner en circulación los
signos monetarios y procurar condiciones crediticias y cambiarias favorables a la
estabilidad del poder adquisitivo del dinero, al desarrollo del sistema financiero y, en
general, al sano crecimiento de la economía nacional.
Para lograr estas finalidades el banco puede: a) regular la emisión y circulación de
la moneda, el crédito y los cambios; b) operar con las instituciones de crédito como banco
de reserva y acreditante de última instancia, así como regular el servicio de cámara de
compensación; c) prestar servicios de Tesorería al Gobierno Federal y actuar como
agente financiero del mismo en operaciones de crédito interno; d) fungir como asesor del
Gobierno Federal en materia económica y, particularmente, en la financiera, y e)
participar en el Fondo Monetario Internacional y en otros organismos de cooperación
financiera internacional o que agrupen a bancos centrales.
Corresponde privativamente al Banco de México emitir billetes y ordenar la
acuñación de moneda. En materia de regulación crediticia y cambiaria el banco está
facultado para recibir depósitos del Gobierno Federal y de todas sus dependencias; así
como depósitos bancarios en moneda extranjera; para emitir bonos de regulación
monetaria, obtener créditos del exterior, realizar cobros o pagos por cuenta del Gobierno
Federal en el extranjero; y para celebrar todo tipo de operaciones con divisas. En materia
fiduciaria la ley prescribe que el banco sólo actuará como fiduciario cuando por ley se le
asigne esa encomienda o cuando se trate de fideicomisos cuyos fines coadyuven al
desempeño o funciones del banco. En todo caso, señala el artículo tercero transitorio, el
banco podrá seguir operando los fideicomisos que actualmente maneja.
Por lo que se refiere al financiamiento que el banco puede otorgar al Gobierno
Federal, la ley introduce un novedoso mecanismo que limita su monto, a la cantidad que,
para cada ejercicio fiscal, determine su Junta de Gobierno, tomando en cuenta las
previsiones del Plan Nacional de Desarrollo y las disposiciones relativas de la Ley de
Ingresos y del Presupuesto de Egresos, de cada año. La ley faculta al Banco de México
para determinar el encaje legal (el monto del pasivo exigible de las otras instituciones de
crédito) que se deben depositar en sus arcas y para canalizar estos recursos con fines de
regulación monetaria y de apoyo crediticio a actividades prioritarias.
Asimismo, la ley dispone la creación de la Comisión de Crédito y Cambios, con
funciones en materia de control de cambios y de fijación de la paridad del peso con otras
monedas.
Son órganos de gobierno del Banco de México, junto con esta Comisión de
Crédito y Cambios, la Junta de Gobierno y el Director General. En la Junta de Gobierno
(once miembros propietarios y sus suplentes) participan los secretarios de Hacienda y
Crédito Público, de Programación y Presupuesto y de Comercio y Fomento Industrial y el
propio Director General del banco; el cual es designado por el presidente de la República.
De esta manera se pretende consolidar al Banco de México, como institución de
banca central del país, para que funcione como banco de bancos, monopolice la emisión
de billetes y ordene la acuñación de moneda; regule la cotización del peso con la moneda
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extranjera y funja como agente financiero y asesor del Gobierno Federal, con amplias
facultades en materia de financiamiento tanto interno, como externo.
En consecuencia, el Banco de México aparece como el eje central no sólo. del
sistema bancario, sino, en general del sistema financiero nacional.
IV. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Legislación bancaria, México,
Porrúa,1986; Fernández Hurtado, Ernesto, Cincuenta años de banca central, México,
Fondo de Cultura Económica, 1976; Manero, Antonio, La reforma bancaria en la
revolución constitucionalista, México, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios
Históricos de la Revolución Mexicana, 1958; Manero, Antonio, La revolución bancaria
en México, México, 1957; Turrent Díaz, Eduardo; Historia del Banco de México,
México, Banco de México, 1982, Witker, Jorge, Derecho económico, México, Harla,
1985.
BANDA. I. Tiene diversas acepciones, una de ellas proviene del francés bende, bande,
que significa faja, cinta, venda; en la Edad Media se entendió como señidor o franja en el
escudo que es la cinta ancha atravesada que usan los militares. Conforme a otro enfoque,
banda es la porción de gente armada, manada, lado especial de una nave, del vocablo
bandwo, que es signo, estandarte, distintivo de un grupo. El de más uso, ha sido “grupo
de gente”, “partido” o “parte”; en España se utiliza casi de manera exclusiva dentro de la
náutica, pero en América se extiende hasta el grado de significar “zona y orilla, margen”.
¿Cómo podríamos definir el vocablo banda? Sería algo difícil proporcionar un
concepto preciso, pero delimitado el problema, vemos que se da el nombre de bandas, al
grupo de sujetos que aun cuando restringidos, se presenta frente a la sociedad de manera
marginal y desvía a sus integrantes de la vida normal.
La banda se ha entendido como la asociación de tres o más personas destinada a
cometer múltiples delitos de manera indeterminada. Observado el concepto con amplitud
sociológica, se caracteriza como grupo primario que se desarrolla espontáneamente,
formándose y solidarizándose como resultado de la lucha y antagonismo existente en el
medio social; en ocasiones actúa como multitud, pero difiere de ésta, porque la banda se
configura por tradición y tiene cohesión y la multitud es cambiante y dispersa con falta de
unidad.
II. La banda en su origen es inestable, integrándose paulatinamente hasta llegar a
linderos de disciplina con un jefe o cabecilla que controla y domina por su carácter,
fuerza, poder económico o prestigio.
La banda no contiene un juicio sobre causalidad real, sino sobre un curso causal
probable, puesto que potencialmente siempre está en disposición de satisfacer su objetivo,
que es delinquir, de ahí, que se le considere idónea para la producción de resultados
dañosos para la sociedad, ya que esto último constituye la razón de su existencia.
III. El Código Penal del Distrito Federal específicamente en su artículo 164,
contempla el tipo de asociación delictuosa y determina que este delito se colma cuando
tres o más individuos se organizan para delinquir en forma general e indeterminada, es
decir, cuando deciden hacer de la delincuencia un modus vivendi. La interpretación que
siempre se ha hecho en este renglón, es equiparar la asociación delictuosa a la banda.
446
Virreinato y hasta los Tratados de Córdoba (24. Ago. 1821), la Nueva España ostentó las
banderas de tafetán blanco con la Cruz (espinosa) de Borgoña en rojo o en púrpura y
puesta en sotuer (como letra equis).
c) Al iniciarse la Independencia con el Grito de Dolores (16. Sep. 1810), el Padre
don Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811), al pasar por el Santuario de Atotonilco,
Guanajuato, tomó una imagen de la Virgen de Guadalupe haciéndola su Estandarte y
hemos de decir que desde mediados del siglo XVIII, dicha advocación unía ya a criollos
y mestizos en el anhelo de libertad; ha sido y es igualmente símbolo de mexicanidad.
d) Antes de 1821, los insurgentes usaron una bandera tricolor, blanco, azul y
encarnado, los dos primeros correspondían a los colores de la Real Casa de Moctezuma y
el último en substitución del morado del Pendón de Castilla y relata el Tte. Coronel
Manuel de J. Solís que esta insignia la llevaban nuestros barcos mercantes en las costas
del Golfo y fue reconocida y saludada en New Orleans, con salvas de 19 cañonazos.
e) La Soberana junta de Zitácuaro (1811-1813) y el señor Cura don José María
Morelos y Pavón (1765-1815), en plena campaña (19. Ago. 1812), hicieron ondear otra
bandera blanca, que al centro presenta un tramo de acueducto con tres arcos en cuyos
vanos aparecen las siglas V V M (Viva la Virgen María), sobre el nace un nopal del cual
emerge el águila con las alas desplegadas, coronada y sin víbora, alrededor la leyenda:
oculis et unguibus aeque victrix (con los ojos y con las garras igualmente vencedora),
pequeña franja de cuadros azules y blancos, sucesivamente, enmarca la Enseña.
f) Don Agustín de Iturbide (1783-1824) de acuerdo con el Caudillo Insurgente
don Vicente Guerrero (1783-1831), formuló el Plan de Iguala, proclamado solemnemente
el 24 de febrero de 1821 en la población de su nombre, Estado de Guerrero, y ese mismo
día recibió la Bandera de las Tres Garantías que mandó confeccionar a un sastre-
peluquero llamado José Magdaleno Ocampo, quien cobró por ello 24 pesetas, tenía los
colores blanco, verde y rojo terciados en barra. (fajas diagonales de izquierda a derecha),
con una estrella dorada al centro de cada uno, significando: el blanco la conservación y
pureza de la Religión Católica, el verde la Libertad y el rojo, tal vez porque no se
encontró color púrpura o morado, la Unión de americanos y europeos, las estrellas
atestiguaban el cumplimiento de dichos postulados por garantizarlo así el Ejército, ya
unido, de Iturbide y de Guerrero, que por eso recibió el nombre de Trigarante y desfiló en
la Capital de la Nueva Nación el 27 de septiembre de 1821, consumando ese día con
dicho acontecimiento la Independencia de México; uno de sus regimientos de infantería
portaba el Lábaro blanco, verde y rojo, terciados en banda y al centro una corona imperial
con la divisa: RELIGION YNDEPENDA UNION (sic).
g) Existe una Bandera “siera” (sic) con los colores nacionales, sobre el blanco
aparece un arco para flechar y una espada, cruzados como equis, la enarbolaron las
fuerzas insurgentes de don Nicolás Bravo (1786-1854) o de don Guadalupe Victoria
(Miguel Fernández Félix, 1786-1843), entre 1812 y 1817.
h) La Primera Regencia por Decreto número 254 de 2. nov. 1821 resolvió: 1°
Que las armas del Imperio para toda clase de sellos sea solamente el nopal nacido de una
peña que sale de la laguna y sobre él parada en el pie izquierdo, una águila con corona
imperial. 2° Que el Pabellón Nacional y banderas del ejército deberán ser tricolores,
adoptándose perpetuamente los colores verde, blanco y encarnado (colorado) en fajas
verticales y dibujándose en la blanca una águila coronada. La misma Soberana Junta
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Provisional Gubernativa del Imperio, por nuevo Decreto número 262 del 7. Ene. 1822
ratificó en todo el anterior transcrito.
i) Después del efímero reinado de Agustín de Iturbide (20. jun. 1822 a 19. Mar.
l823), el Soberano Congreso Constituyente Mexicano (republicano), por Decreto número
323 del 14, Abr. 1823 ordenó: 1° Que el Escudo sea el águila mexicana, parada en el pie
izquierdo, sobre un nopal que nazca de una peña entre las aguas de la laguna y agarrando
con el derecho una culebra en actitud de despedazarla con el pico y que orlen este blasón
dos ramas, la una de laurel (victoria) y la otra de encina (fuerza), conforme al diseño que
usaba el gobierno de los primeros defensores de la Independencia. 2° Que en cuanto al
Pabellón Nacional, se esté al adoptado hasta aquí, con la única diferencia de colocar el
águila sin corona, lo mismo deberá hacerse en el Escudo.
j) Desde 1823 hasta 1880, la bandera y escudo que anteceden fueron los modelos
a seguir, con variaciones en la forma de representar el águila.
k) Durante la Intervención Francesa (abril de 1862 a marzo de 1867), en el breve
reinado de Maximiliano de Habsburgo (12. jun. 1864 a 15. May. 1867) y no sobre todo
el territorio nacional, el Pendón permaneció invariable en sus colores, pero el escudo de
armas del Segundo Imperio, según Decreto número 20 del 18. jun. 1864 firmado por el
Príncipe y conforme al modelo que acompañó, fue en pavés (forma oval), al centro el
águila mexicana con las alas desplegadas, descansando sobre un nopal y desgarrando la
serpiente de la discordia intestina (sic, véase Decreto número I del 1 Ene. 1865), el nopal
nace entre las rocas que emergen de la laguna, la bordura del escudo presenta una guía de
hojas de laurel y sobre aquél una corona imperial, a ambos lados como soportes dos
grifos, cetro y espada puestos en sofuer atrás del blasón, representando así la EQUIDAD
EN LA JUSTICIA que fue el lema del Imperio. Por cuanto a las banderas del Estado
señaló varias, adjuntando los correspondientes modelos; meses más tarde, en el Estatuto
Provisional del Imperio Mexicano promulgado por Maximiliano en Chapultepec, 10.
Abr. 1865, decreta en el Título XVI, artículo 78: los colores del Pabellón Nacional son el
verde, blanco y rojo. La colocación de éstos, las dimensiones y adornos del pabellón
imperial, del de guerra, del nacional, del mercante y del gallardete de Marina, así como el
escudo de armas, se detallarán en una ley especial.
l) Decreto del 30. Dic. 1880 del Primer Mandatario, Gral. don Porfirio Díaz
(1830-1915), ordenando que se presentara el águila en su forma original. Vale expresar
que la bandera nacional mexicana fue conocida por primera vez en todo el mundo, al
enarbolarla el Barco Escuela Zaragoza en el viaje que hizo a los principales puertos del
orbe (1893-1897).
m) Una Circular de la Secretaría de Guerra, número 13, 710 de 27. Oct. 1896,
prescribe que cuando se remitan a dicho Ministerio las banderas y estandartes cumplidos
de los batallones y regimientos, e acompañe su respectiva historia.
n) Decreto del Presidente de la República, Gral. Díaz, número 108 de 28. Ago.
1893, relacionado con la Circular número 43 del 8. jul. 1881, que dispone
pormenorizadamente, todo lo referente a las banderas, estandartes y guiones (clase de
telas, medidas, escudos, cintas, corbatas, astas, moharras, regañones, etcétera) .
ñ) Circular número 22, 895 de la Dirección General de Aduanas, del 22. Mar.
1909 sobre la Bandera del Ramo, escudo (ancla sobre el color blanco) y uso.
o) Don Venustiano Carranza (1859-1920) expidió Decreto el 20. Sep. 1916,
indicando que el águila recobrase su antiguo estilo, o sea de perfil.
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nacionales, México, 1940; Tena Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de México, 1808-
1964; 2ª edición, México, Porrúa, 1964.
bienes de una persona en la imposición a la riqueza. En este último caso se aclara que los
impuestos a la riqueza, sólo gravan determinados bienes, ya que en México no existe el
impuesto al patrimonio.
Tanto la base imponible como su forma de cálculo están determinadas, por la ley
para cada gravamen.
Esto debe ser así porque la base es uno de los elementos de los impuestos y, por
ello, debe estar expresamente prevista y determinada en la ley, de tal manera que su
determinación no quede ni en manos ni al arbitrio de la autoridad encargada de
administrar el impuesto; pues de lo contrario ese gravamen será inconstitucional, en
términos de la jurisprudencia vigente de la Suprema Corte de Justicia, relativa a la
garantía genérica de legalidad tutelada por la fracción IV del artículo 31
constitucional.
III. BIBLIOGRAFIA: Flores Zavala, Ernesto, Elementos de finanzas públicas
mexicanas. Los impuestos; 22ª edición, México, Porrúa, 1980; Musgrave, Richard,
Public Finance in Theory and Practice, New York, McGraw-Hill, 1975; Rodríguez
Bereijo, Alvaro, Introducción al estudio del derecho financiero, Madrid, Instituto de
Estudios Fiscales, 1976.
gobernador de los departamentos estaría asistido por un órgano consultivo con funciones
económicas, electorales y legislativas, llamado junta departamental. El poder, judicial
local se ejercería en los departamentos hasta la última instancia, y los funcionarios de este
poder serían nombrados con intervención del supremo poder ejecutivo. Estas bases
preceden, como quedó apuntado, a las llamadas Siete Leyes, la primera de las cuales fue
dictada sólo dos meses después que las Bases.
Véase Estatuto Provisional Político del Imperio Mexicano, Leyes
Constitucionales, Tratados de Córdoba
III. BIBLIOGRAFIA: Tena Ramírez, Felipe, Leyes Fundamentales de México,
1808-1975, 6ª edición, México, Porrúa, 1975.
BECA. I. (Pensión que se concede en cantidad determinada para que una persona curse
o amplíe estudios o los realice en una institución privada.)
Por regla general las leyes del trabajo no incluyen disposiciones relacionadas con
el otorgamiento de becas a los trabajadores, ya que se ha preferido obligar a los patrones
a proporcionar aprendizaje a sus obreros en el propio centro de trabajo o en instituciones
especializadas, o como ha ocurrido en fecha reciente en México, a facilitarles
capacitación y adiestramiento, beneficio que inclusive fue elevado a garantía
constitucional (fracción XIII del artículo 123 Constitucional) .
II. Puede afirmarse que únicamente aquellos países que han ratificado el convenio
número 140 de la OIT relativo a licencia pagada de estudios a trabajadores y aprobado en
la quincuagésima novena reunión de la Asamblea de dicha Organización, celebrada el 5
de junio de 1974, son los que en forma indirecta han reglamentado el otorgamiento de
becas como obligación derivada del contrato de trabajo. Dicha convención define la
licencia pagada de estudios, o beca en términos nuestros, como el permiso concedido a
los trabajadores para fines educativos por un periodo fijo, ya sea durante las horas de
trabajo y en lugares diferentes o en establecimientos educativos. creados exprofeso, como
pago de prestaciones económicas adecuadas. Cada país miembro de la OIT que ha
adaptado este convenio a su sistema jurídico vigente, contrae la obligación de llevar a
cabo políticas de fomento educacional de acuerdo a los métodos, condiciones y prácticas
nacionales. La beca debe ser pagada por la empresa para realizar cualquier clase de
estudios profesionales o a todos los niveles de educación cívica, técnica, académica,
social e inclusive sindical.
457
que el Gobierno Federal en ningún caso puede servirse o disfrutar de los bienes, si no es
para realizar actividades altruistas en favor de los menesterosos.
En la actualidad la beneficencia pública subsiste de los recursos que aporta el
Estado y de las donaciones o legados realzados por particulares artículos 1636 y 1637 del
Código Civil para el Distrito Federal.
IV. En el contexto de los sistemas de protección social, la beneficencia obedece a
los siguientes principios rectores: a) Simplicidad: es una de las modalidades más antiguas
y directas de protección de un número limitado de contingencias; b) Universalidad; en
principio todo individuo puede ser sujeto de atención, pero se centra sobre aquellos que
carecen de medios propios de subsistencia y que no son sujetos de ningún régimen de
seguridad social o asistencia social; c) Residualidad: a medida que una sociedad avanza
en sus sistemas de protección social, por la mayor cobertura de los sistemas de asistencia
pública, se aminora el campo de acción de la beneficencia limitándose al socorro de los
grupos más necesitados; d) Precariedad: al ser un sistema que atiende a las consecuencias
de las contingencias o infortunio y no a sus causas, su labor es de sobrevivencia y no de
transformación social. Su acción no permite influir sobre las situaciones que están
provocando la desigualdad, la enfermedad, los riesgos, la pobreza, etcétera e) Gratuidad:
se persigue que los beneficios se obtengan de manera gratuita o a muy bajo costo, debido
a la insolvencia económica de los beneficiarios. El financiamiento de esta actividad se
obtiene a través del subsidio público o privado. f) Discrecionalidad: permite a la
institución pública o privada, determinar unilateralmente los beneficios y sus
modalidades así como los grupos o sujetos protegidos y el tiempo de protección. Sin
embargo, las legislaciones más avanzadas han optado por precisar los beneficios y sus
destinatarios. En todo caso los presupuestos y programas de las beneficencias pública,
privada o mixta, ya predeterminan los grupos a atender y el monto de los beneficios a
otorgar y comprobar; g) Transitoriedad: se caracteriza como una forma de protección que
ha existido en toda sociedad humana, como un dispositivo que permite amortiguar los
efectos de la desigualdad y sentar las bases para el desarrollo de sistemas más avanzados
de protección social, y h) Adaptabilidad: que no obstante limitarse a otorgar beneficios de
subsistencia, permite emplear muy diferentes modalidades para ofrecer la ayuda y lograr
su distribución y financiamiento.
Si bien beneficencia se utiliza en ocasiones como sinónimo del vocablo asistencia,
debe precisarse que resulta un precedente de la misma y que tiene una menor cobertura y
una organización más elemental y dispersa. Sus mecanismos jurídicos, sociales y
económicos de acción si bien es cierto son profesos también son más limitados en su
papel transformador.
En la asistencia social existe un nexo jurídico, puesto que se tiene el derecho de
recibir asistencia médica, vivienda, etcétera pero a cambio de la obligación de cumplir
con otra prestación, en cambio, la beneficencia presta diversos servicios, pero a un sector
de la población que no tiene los medios propios de subsistencia, es decir a las clases
desprotegidas.
Véase Asistencia Pública, Seguridad Social
V. BIBLIOGRAFIA: Alessio Robles, Miguel, La filantropía en México 1884-
1951, México, Ediciones Botas, 1944; García 0Lizama, Víctor José de Jesús, Naturaleza
jurídica, organización y facultades de la Junta de Asistencia Privada (tesis profesional),
México, 1965; Herraez Sánchez de Escariche, Julia, Beneficencia de España en Indias
461
BENEFICIARIO. I. (La persona que percibe una indemnización o una ayuda económica
por la muerte de un trabajador a consecuencia de un riesgo profesional. La persona a
quien un trabajador designa para recibir determinados beneficios derivados de una
relación laboral.)
Los romanos entendieron por beneficio de la ley (beneficiorum legis) una especie
de privilegio (ius singulare) que se concedía a una categoría de individuos por
consideraciones especiales. Beneficiario venía a ser por ello la persona que obtenía un
privilegio legal por encontrarse en una situación particular que debía ser protegida
jurídicamente; esto es, aquella persona a la que debían otorgársele beneficios legales por
encontrarse en situación jurídica específica de manera tal que no pudieran ser
renunciables dichos beneficios a menos que el interesado manifestase en forma expresa
su voluntad de no hacer uso de ellos.
II. La calidad de beneficiario se ha ligado por la misma razón desde las primeras
leyes del trabajo a los aspectos fundamentales de los riesgos profesionales, por ello las
normas que han regulado la situación jurídica del beneficiario han de tener un carácter
transitorio, pues en la medida en que los beneficios de un sistema completo de seguridad
social se vayan extendiendo, habrán de ir desapareciendo las disposiciones relativas en
las leyes laborales.
III. La Ley Federal del Trabajo no define al beneficiario sino que únicamente
señala la prelación de los posibles sujetos que adquieren derechos al fallecer un
trabajador (artículo 297), a saber: la esposa o esposo en su caso y los hijos legítimos o
naturales que sean menores de dieciséis años y los ascendientes, a menos que no
dependan económicamente de él; a falta de hijos, esposa o esposo y ascendientes podrán
obtener los beneficios las personas que parcial o totalmente hubiesen dependido del
trabajador. El principio responde al de familia como célula social que eduque a los hijos
en una idea de servicio a su comunidad natural y a la sociedad. Sólo en materia de
prestaciones pendientes de pago al ocurrir el deceso del trabajador, ya se trate de salarios
percibidos y no cobrados, primas de antigüedad, de utilidades, de descansos, de
vacaciones u otras a las que ya hubiera adquirido un derecho, permite la ley que sea el
propio trabajador en vida quien designe el beneficiarios ellas.
IV. BIBLIOGRAFIA: Castorena, José de Jesús, Manual de derecho obrero, 3ª
edición, México, 1959; Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo,
México, Porrúa, 1979, tomo II; Despontin, Luis A., Legislación obrera; previsión social,
Córdoba, 1934; Durand, Paul, Traité de droit du travail, París, 1937,
resultaba gravosa o benéfica. Por tal motivo Justiniano le fijó un plazo al heredero para
decidirse (9 meses), y para facilitar esta opción, determinó que el heredero respondiera a
de las deudas, sólo hasta donde alcanzaran los bienes de la herencia. Este principio se
incorporó al Código Civil para el Distrito Federal. “El heredero adquiere a título
universal y responde de los cargos de la herencia hasta donde alcance la cuantía de los
bienes que hereda.” Este postulado que en apariencia no tiene problemas, al presenta
algunos si se analiza respecto a la titularidad de los patrimonios.
II. La solución doctrinal ha sido que cada persona sólo tiene un patrimonio: es una
masa única. Sin embargo, en el derecho se habla de un solo titular y de un patrimonio,
pero de dos masas de bienes. Esta idea ha sido incorporada en nuestro derecho positivo.
La aceptación de la herencia en ningún caso produce confusión de los bienes del autor de
la herencia y de los herederos, porque toda herencia se entiende aceptada a beneficio de
inventario, aunque no se exprese (artículo 1678 del Código Civil para el Distrito Federal)
.
Finalmente es de destacarse que el beneficio de inventario no es un mecanismo
exclusivo de la herencia. En el derecho alemán, cuando se cede el patrimonio, los
acreedores pueden ejercitar sus acciones en contra del cesionario, quien adquiere a
beneficio de inventario.
III. BIBLIOGRAFIA: I Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones; 4ª edición,
México, Porrúa, 1977.
nacionales o extranjeros, así como las obras de autores nacionales o de aquellos que
radicados en nuestro territorio ven la luz en el extranjero.
V. BIBLIOGRAFIA: Escamilla G., Gloria, Manual de metodología y técnica
bibliográficas; 3ª edición, México, UNAM, 1982; Malcles, Louise Nöelle, La
bibliografía; 2ª edición, traducción de Roberto Juarroz, Buenos Aires, Eudeba, 1967;
Torre Villar, Ernesto de la, “La bibliografía", Las humanidades era México 1950-1952,
México, UNAM, 1978.
BICAMARAL I. Del latín bis doble, dos veces; camera, cámara. Dos cámaras. Palabra
no recogida por el Diccionario de la Lengua Española.
II. Nombre que recibe la organización del Poder legislativo (en México Congreso
de la Unión) cuando está dividido en dos cámaras o asambleas (en México cámara de
diputados y cámara de senadores).
III. La organización bicamaral del poder legislativo nació en Inglaterra en el siglo
XIV. El parlamento británico se dividió en dos asambleas de acuerdo a una estratificación
social: La cámara de los lores o cámara alta asumió la representación de la aristocracia y
la nobleza y la cámara de los comunes o cámara baja asumió la de la burguesía. El
bícamarismo británico fue copiado por las diversas monarquías constitucionales, bajo el
sello de una cámara alta conservadora y una cámara baja progresista, resultado del origen
del sistema que agrupó a las clases sociales en distintas cámaras.
Los Estados Unidos de Norteamérica adoptaron la organización bicamaral pero
con un significado distinto: en razón del establecimiento del Estado federal se concibió a
la cámara de representantes como aquella que asumía la representación del pueblo, dando
al senado la representación de los Estados.
En México, la organización bicamaral se introdujo en la Constitución Federal de
1824, bajo el modelo norteamericano, es decir, atribuyendo al senado la representación de
las entidades federativas. Las constituciones centralistas de 1836 y 1843 mantuvieron el
bicamarismo aunque por supuesto la cámara alta no tuvo la representación de los Estados
que ya no existían. La original constitución de 1857 rompió con la tradición bicamarista
al depositar el poder legislativo en una asamblea unicamaral, suprimiéndose el senado. El
recuerdo de los senados centralistas, que tuvieron un marcado tinte aristocrático, condujo
a la mayoría de los constituyentes de 1856-1857 a proponer el unicamarismo; algunos
diputados constituyentes consideraron, también, que sería más fácil la expedición de la
legislación social emanada de la Constitución, que ellos deseaban, si el poder legislativo
se depositaba en una asamblea única no dividida.
El unicamarismo y el hecho de que el ejecutivo se encontraba desprovisto del
derecho de veto, crearon un sistema político con un legislativo fuerte y un ejecutivo débil.
Desde 1867 se insistió en la necesidad de modificar esta situación, razón por la cual se
propuso, entre otras cosas, el establecimiento del senado para regresar al sistema de dos
cámaras. Sin embargo, el regreso del bicamarismo no se consiguió sino hasta el año de
1874, a iniciativa de Lerdo de Tejada.
IV. La Constitución mexicana de 1917, establece la organización bicamaral del
poder legislativo en el artículo 50 que establece lo siguiente: “El Poder Legislativo de los
Estados Unidos Mexicanos se deposita en un Congreso General, que se dividirá en dos
466
Jorge Madrazo
II. En el concepto de bien común, se articulan dos ideas. La de bien implica los
elementos materiales indispensables para la satisfacción de las necesidades de las
personas, y la norma moral que ordena su uso y destino. La de común o público implica
que el Estado no puede perseguir ni admitir fines puramente particulares. El bien común
se manifiesta como parte de la oposición entre lo privado y lo público, entre lo que es
para un hombre y lo que es para los otros y para la comunidad global. Es el bien de los
seres humanos tomados en su conjunto, tal como se realiza dentro de los marcos y por el
intermedio de la sociedad, por el Estado, que encuentra en la responsabilidad y
desempeño de tal función una de las fuentes principales de legitimidad y consenso.
Esta concepción general se ramifica sin embargo en una gran variedad de
significados divergentes, en las obras de los principales pensadores y analistas. Un primer
significado identifica bien común con todo aquello, especialmente lo económico, que
puede ser compartido o usado por muchos (tierras comunales de una ciudad o aldea). Un
segundo significado, que asocia el punto de vista colectivo y el distributivo, es el de todo
bien que corresponde a una multitud o comunidad organizada para un propósito común,
caso en el cual los miembros individuales del grupo se benefician a la vez de la
prosperidad general y de los resultados particulares de la mutua asociación. En un tercer
significado posible, bien común es lo que pertenece a todos los miembros de la especie
humana como individuos, no en cuanto sometidos a cualquier forma de organización
humana.
Estos diversos significados son, en algunas concepciones, mutuamente
excluyentes, con excepción por un solo de ellos; o bien compatibles aunque en una
jerarquía. Otra gran división de los significados opone, por una parte las concepciones
que afirman la supremacía política del bienestar de la comunidad sobre el del individuo
(variedades del organismo y del socialismo; sistemas totalitarios); y por la otra, las que
defienden la primacía del interés y el bienestar individual sobre los de la sociedad y el
Estado (liberalismo, variedades del anarquismo y del socialismo). En contraposición a
una y otra, un tercer orden de concepciones sostiene que se trata de una oposición no
genuina entre falsos extremos; y que se da y debe dar la coexistencia de aspectos
comunes e individuales, colectivos y distributivos, ambos verdaderos y necesarios y por
lo tanto inseparables.
Véase Propiedad Colectiva, Propiedad Privada
III. BIBLIOGRAFIA: Foulquie, P., et Saint-Jean, R., Dictionnaire de la langue
philosophique, Paris, Presses Universitaires de France, 1969; Hutchins, Robert Maynard,
Editor, Great Books of The Western World, 2. The Great Ideas, I, Chicago,
Encyclopaedia Britannica, 1952.
Marcos Kaplan
Algunos juristas, como Nawiasky, indican que en vez de bien jurídico se puede
hablar de fin jurídico o interés jurídicamente protegido, pues en el concepto positivista de
derecho subjetivo cabe perfectamente (página 280).
El bien jurídico, en la teoría iusnaturalista, se encuentra implícito dentro del
derecho natural, pues deriva de la voluntad emanada de Dios o de la racionalidad
humana. En una teoría positiva - en el sentido de no tomar en cuenta el derecho natural -
el bien jurídico es arbitrariamente fijado por el legislador de acuerdo a su propio criterio.
En la teoría kelseniana, determinar el bien jurídico es labor del legislador, mas no del
científico del derecho.
El legislador observa la realidad social y dependiendo de su ideología determina
cuáles son los objetos a proteger. Puede determinar que sean: la vida, la libertad, la
seguridad, la honra, la propiedad, etcétera La forma de proteger los bienes jurídicos
determinados por el legislador es mediante el uso de la sanción que puede ser civil o
penal. Así, el legislador establece que cuando una persona comete un acto ilícito que
consiste en violar los bienes. jurídicos de otra (la vida, la libertad, la seguridad, etcétera)
le será aplicada una sanción que consiste en irrogar coactivamente un mal, es decir,
privarlo de un bien (de su vida, de su libertad, de su propiedad, etcétera) .
El legislador puede jerarquizar los bienes jurídicos, determinando cuáles tienen
más valor sobre otros y, en consecuencia, cuáles prevalecen en caso de confrontación.
Doctrinalmente esta jerarquización es utilizada en algunas figuras jurídicas,
especialmente en el derecho penal.
II. La Constitución mexicana consigna bienes jurídicos que el legislador
consideró que deberían ser protegidos. Así, el artículo 14 indica que nadie puede ser
privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino como
la propia Constitución prescribe. El artículo 16 también consigna bienes jurídicos que hay
que proteger. En realidad, se puede decir que cada tipo delictivo consignado en el
Código Penal protege un bien jurídico. La teo- como causa de justificación o causa de
justificación y causas de inculpabilidad, las cuales son como forma de irresponsabilidad.
penal. El estado de necesidad (previsto en el artículo 15, fracción IV del Código Penal
del Distrito Federal) sólo puede ser diferenciado doctrinalmente como causa de
justificación o causa de inculpabilidad teniendo en cuenta una jerarquización de los
bienes jurídicos protegidos Si el bien jurídico que se tiene que sacrificar es de mejor
jerarquía, se habla de causa de justificación, mientras que si son de igual nivel se da como
causa de inculpabilidad. Hay que tener en cuenta que estas clasificaciones son meramente
doctrinales, aunque pueden ser incluidas dentro del orden jurídico o no según criterio del
legislador. En nuestro Código Penal del Distrito Federal el legislador no hace diferencia.
III. BIBLIOGRAFIA: Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado;
2ª edición. traducción de Eduardo García Máynez, México, UNAM, 1979; Nawiasky,
Hans Teoría general del derecho, 2ª edición; traducción de José Zafra Valverde, México,
Editora Nacional, 1981; Pavón Vasconcelos, Francisco, Manual de derecho penal.
mexicano; 4ª edición, México, Porrúa, 1978.
BIENES. I. (Del latín bene, entre sus acepciones están: utilidad, beneficio, hacienda.
caudal). jurídicamente se entiende por bien todo aquello que puede ser objeto de
469
apropiación, entendiendo como tales, las cosas que no se encuentran fuera del comercio
por naturaleza o por disposición de la ley (artículos 747 a 749 Código Civil para el
Distrito Federal).
II. Existen diferentes criterios de clasificación: la legislación mexicana
comprende: a) los bienes muebles e inmuebles; b) los bienes considerados según las
personas a quienes pertenecen y c) los bienes mostrencos y vacantes. Además,
doctrinalmente, se habla de: a) bienes fungibles y no fungibles; b) bienes consumibles y
no consumibles y c) bienes corpóreos e incorpóreos.
Son bienes muebles aquellos que por su naturaleza pueden trasladarse de un lugar
a otro ya sea por sí mismo (semovientes, por ejemplo los animales) o por una fuerza
exterior (artículo 753 Código Civil para el Distrito Federal). También se consideran
muebles, por disposición de la ley, las obligaciones y derechos personales o que tienen
por objeto cosas muebles (artículo 754 Código Civil para el Distrito Federal) las acciones
de asociaciones y sociedades aun cuando a éstas pertenezcan algunos bienes inmuebles
(artículo 755 Código Civil para el Distrito Federal), y los derechos de autor (artículo 758
Código Civil para el Distrito Federal).
Son bienes inmuebles aquellos que por su naturaleza se imposibilita su traslado;
división que se aplica exclusivamente a las cosas (artículo 750 fracciones I, II, III y IV
Código Civil para el Distrito Federal). Son también inmuebles aquellos que por su
destino agrícola (artículo 750 fracciones V, VI, VII, IX, X, XI, Código Civil para el
Distrito Federal), industrial (artículo 750 fracciones VI, VII, XIII Código Civil para el
Distrito Federal), civil y comercial (artículo 750 fracción VI Código Civil para el Distrito
Federal), son considerados por la ley como inmuebles, aunque por naturaleza sean
muebles. Para ello se requiere que pertenezcan al mismo dueño del inmueble y que sean
necesarios para los fines de la explotación. Son también inmuebles, por disposición de la
ley, los derechos reales constituidos sobre inmuebles (artículo 750 fracción XII Código
Civil para el Distrito Federal) .
Los bienes considerados según a las personas a quienes pertenecen pueden ser del
dominio del poder público o de propiedad de los particulares (artículo 764 Código Civil
para el Distrito Federal). Dentro de la primera categoría están comprendidos los
pertenecientes a la Federación, a los Estados, o a los Municipios (artículo 765 Código
Civil para el Distrito Federal) ; y en la segunda todas las cosas cuyo dominio pertenece
legalmente a los particulares, no pudiendo aprovecharse ninguno sin consentimiento del
dueño o autorización de la ley (artículo 772 Código Civil para el Distrito Federal).
Son bienes mostrencos los muebles abandonados y los perdidos cuyo dueño se
ignore (artículo 774 Código Civil para el Distrito Federal), y bienes vacantes los
inmuebles que no tienen dueño cierto y conocido (artículo 785 Código Civil para el
Distrito Federal). Son bienes fungibles aquellos que tienen un mismo poder liberatorio
(artículo 763 Código Civil para el Distrito Federal), es decir que teniendo el mismo valor
pueden reemplazar a otro era el pago, se determinan por su género, cantidad y calidad,
son genéricos. Los no fungibles se determinan individualmente y no tienen ese poder
liberatorio, son específicos. Son consumibles aquellos bienes que se agotan en la primera
ocasión que son usados, sin permitir, por tanto, el uso reiterado o constante (por ejemplo
alimentos) y no consumibles son aquellos que si lo permiten; se considera bien principal,
entre dos incorporados, al de mayor valor, o aquel cuyo uso, perfección o adorno se haya
conseguido por la unión de otro que se denomina accesorio (artículos 917 y 918 Código
470
BIENES COMUNALES. I. Se llama así a las tierras, bosques y aguas que pertenezcan a
los núcleos de población que de hecho o por derecho guarden el estado comunal, como se
señala el artículo 267 de la Ley de Reforma Agraria de 16 de marzo. de 197l.
II. Se trata de una figura muy antigua, existente inclusive antes de la Colonia, y
se caracteriza por el hecho de que la titularidad de dichos bienes corresponde a toda la
comunidad, en cuanto tal; porque al aprovechamiento de estos bienes únicamente tienen
derecho los miembros de la propia comunidad o núcleo de población, ya sea que existan
repartimientos individualizados, ya sea respecto al aprovechamiento de bienes de uso
común, como pueden ser los pastizales, la leña, etcétera
471
Jorge Witker V.
473
la propiedad inmueble en pocas manos, pero ya no más fuera del comercio, sino en
propiedad privada, enajenable.
V. El complemento de la ley a que se ha venido haciendo referencia se encuentra
en las Leyes de Reforma: nacionalización de bienes eclesiásticos, secularización de
cementerios y camposantos, secularización de hospitales y establecimientos de
beneficencia y extinción de las comunidades de religiosas. Estas leyes fueron más allá
que la simple desamortización de bienes de corporaciones civiles y eclesiásticas, ya que
buscaban la separación de las esferas jurisdiccionales del Estado y la Iglesia.
Véase Bienes de la Iglesia, Bienes Ejidales, Leyes de Reforma
VI. BIBLIOGRAFIA: Gutiérrez Flores Alatorre, Blas José, Nuevo código de la
reforma, México, 1869-70, véanse las partes 1° y 2° del tomo II, editadas por la Imprenta
“El Constitucional” y Miguel Zornoza, impresor, respectivamente.
articulo 2° de esta ley, que sean susceptibles de enajenación a los particulares; II. Los
nacionalizados conforme a la fracción II del artículo 27 constitucional, que no se
hubieren constituido o destinado a la administración, propaganda o enseñanza de un culto
religioso; III. Los bienes ubicados dentro del Distrito Federal considerados por la
legislación común como vacantes; IV. Los que hayan formado parte de entidades de la
Administración Pública Paraestatal, que se extingan; en la proporción que corresponda a
la Federación; V. Los bienes muebles al servicio de las dependencias de los poderes de la
Unión, no comprendidos en la fracción XI del artículo anterior; VI. Los demás inmuebles
y muebles que por cualquier título jurídico adquiera la Federación, y VII Los bienes
muebles e inmuebles que la Federación adquiera en el extranjero”.
Mejora la distinción, cuando decide que estos bienes, estarán sujetos al Código
Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República en Materia
Federal. Luego la legislación mexicana se une a otras que caracterizan al dominio
privado por su régimen de derecho privado.
III. Los bienes de dominio privado están sometidos también a normas de derecho
público, por lo que su régimen es más bien híbrido, de derecho privado y público. Por
principio la misma ley general antes citada, ordena que a los bienes de la fracción I, del
artículo 3° transcrito, se les apliquen las leyes administrativas sobre tierras, aguas,
bosques y otras especiales, así como para todos, la legislación administrativa urbanística
(Ley General de Asentamientos Humanos, leyes de desarrollo urbano del Distrito Federal
y de los Estados) .
Participa del régimen administrativo de los bienes de dominio privado la propia
Ley General de Bienes Nacionales que contiene reglas sobre adquisición, enajenación y
avalúo de bienes inmuebles; administración, conservación, uso, explotación y
aprovechamiento de bienes; autorización y aprobación de contratos de arrendamiento,
etcétera También son aplicables, por ejemplo, la Ley de Obras Públicas (Diario Oficial
30 de diciembre de 1980) y la Ley sobre Adquisiciones, Arrendamientos y Prestación de
Servicios Relacionados con Bienes Muebles (Diario Oficial 8 de febrero de 1985).
En suma, los bienes de dominio privado de la Federación están regidos por las
leyes administrativas y por el derecho común, y este último con las modalidades que
prescribe la Ley General de Bienes Nacionales.
IV. En general esta categoría de bienes, sirve a los mismos fines públicos que los
bienes de dominio público, sólo cambia el herramental jurídico con que lo hacen. En caso
de su incorporación al dominio público, su destino no cambia, lo que sucede es que será
diverso el fin público al que deberá atender.
No cambia de comportamiento ni de metas el Estado, al actuar como propietario
de bienes de uno u otro dominio. El Estado nunca deja de ser tal, cuando utiliza al
derecho privado para lograr sus fines.
V. Junto con los bienes del dominio público, los del dominio privado, integran la
propiedad pública federal. Todas las modalidades que el derecho público impone a esta
última, así como el derecho privado, constituyen finalmente el régimen jurídico de la
propiedad estatal.
La sujeción a normas de derecho privado no priva a los bienes de dominio privado
de su carácter de propiedad pública. Por lo demás, el derecho privado que se aplica a esta
parte de bienes, propiedad del Estado, no es literalmente el que prevé el Código Civil
para el Distrito Federal.
476
qué otros del dominio privado de la federación. Agrupa como el dominio público,
taxativamente, los siguientes:
“Artículo 2° Son bienes de dominio público: I. Los de uso común; II. Los
señalados en los artículos 27, párrafos cuarto, quinto y octavo, y 42, fracción IV, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; III. Los enumerados en la
fracción II, del artículo 27 constitucional, con excepción de los comprendidos en la
fracción II, del artículo 3° de esta ley; IV. El suelo del mar territorial y el de las aguas
marítimas interiores; V. Los inmuebles destinados por la Federación a un servicio
público, los propios que de hecho utilice para dicho fin y los equiparados a éstos,
conforme a la ley; VI. Los monumentos históricos o artísticos, muebles e inmuebles, de
propiedad federal; VII. Los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles; VIII. Los
terrenos baldíos y los demás bienes inmuebles declarados por la ley inalienables e
imprescriptibles; IX. Los terrenos ganados natural o artificialmente al mar, ríos,
corrientes, lagos, lagunas o esteros de propiedad nacional; X. Las servidumbres, cuando
el predio dominante sea alguno de los anteriores; XI. Los muebles de propiedad federal
que por su naturaleza no sean normalmente substituibles, como los documentos y
expedientes de las oficinas; los manuscritos, incunables, ediciones, libros, documentos,
publicaciones periódicas, mapas, planos, folletos y grabados importantes o raros, así
como las colecciones de esos bienes; las piezas etnológicas y paleontológicas; los
especímenes tipo de la flora y de la fauna; las colecciones científicas o técnicas, de armas,
numismáticas y filatélicas; los archivos, las fonograbaciones, películas, archivos
fotográficos, cintas magnetofónicas y cualquier otro objeto que contenga imágenes y
sonidos, y las piezas artísticas o históricas de los museos; y XII. Las pinturas murales, las
esculturas y cualquier obra artística incorporada o adherida permanentemente a los
inmuebles de la Federación o del patrimonio de los organismos descentralizados, cuya
conservación sea de interés nacional”.
Con el mismo sistema, las leyes administrativas de los Estados y de los
municipios, determinan cuáles son los bienes que integran el dominio público de su
jurisdicción patrimonial.
De esta manera, se forma el dominio público, con el dominio que resulta del
hecho de la naturaleza (ríos, lagos, espacio, minerales, aguas subterráneas, etcétera,) y
con los bienes que por afectación, uso o destino resuelve la voluntad del legislador,
siguiendo criterios de servicio público o utilidad pública. Es lo que la doctrina llama:
dominio natural y dominio artificial.
IV. Criterio de distinción. Directamente no lo hace la ley reglamentaria precitada,
pero sí se deriva de ella la pauta para distinguir el dominio público y el privado respecto
de los bienes propiedad de la federación. El dominio público comprende los bienes
sometidos a un régimen de derecho público fundamentalmente y el dominio privado, a
los bienes sujetos a un régimen fundamental de derecho privado (artículos 6° y 16).
Además de las reglas de caracterización, de adquisición, de uso, aprovechamiento
o explotación, de su registro, catalogación e inventario, que previene la ley reglamentaria
en cita, en común para los bienes de dominio público o privado, se trate de bienes
muebles o inmuebles, el régimen legal de estos bienes se integra con las leyes
administrativas que regulan en forma específica los bienes del dominio natural: leyes de
minas, aguas, petróleo, caza, energía atómica, espacio, mares, ríos, lagos, etcétera El
Código Civil del Distrito Federal se aplica principalmente a los bienes del dominio
478
BIENES EJIDALES. I. Son las tierras, bosques y aguas que se señalan como propiedad
de la población ejidal en la respectiva resolución presidencial a partir del día de su
publicación en el Diario Oficial, con las modalidades y regulaciones que se prevean en la
propia Ley de Reforma Agraria, dice el artículo 51 de ésta.
II. Desde un punto de vista histórico, antes de la promulgación de la Constitución
de 1917, los bienes ejidales podían confundirse con los bienes propiedad de los diversos
núcleos de población, desde el “calpulli”, que es respetado en buena medida por la
legislación indiana, hasta los ejidos que se constituyeron en base a esta legislación
colonial.
III. Lucio Mendieta y Núñez, al preguntarse por la naturaleza de estos bienes,
ahora regulados por la Constitución en su artículo 27 y por las diversas leyes agrarias,
dice que es una de las cuestiones más serias que ofrece nuestro derecho agrario, por la
falta de precisión en las normas legales, por los; señalamientos que se han hecho a través
de la jurisprudencia de la Suprema Corte y porque subsiste en muchos casos la confusión
entre ejidos, comunidades y los núcleos de población. Y concluye reconociendo que
realmente se trata de bienes propiedad del Estado, de naturaleza pública, puesto que
gozan de los privilegios de ser inalienables, imprescriptibles, inembargables, teniendo los
ejidos un derecho precario de posesión.
IV. Estos bienes son susceptibles de uso y aprovechamiento de manera
individualizada o a través de una parcelación, que se efectúan de acuerdo a la resolución
presidencial correspondiente y en los términos de la Ley de Reforma Agraria, así como
de uso y aprovechamiento en común, sobre todo tratándose de bosques, montes y
pastizales, cuando expresamente no se determine lo contrario. Tratándose del uso y
aprovechamiento del agua, la ley mencionada recomienda el acatamiento de las
reglamentaciones que se hayan podido establecer, sobre todo respecto al agua de riego.
Entre estos bienes ejidales cabe mencionar especialmente la llamada zona de
urbanización, la parcela escolar y la unidad agrícola industrial para la mujer, instituciones
que son reguladas de manera especial por la Ley de Reforma Agraria. La zona de
urbanización deberá venir determinada en la misma resolución presidencial dotatoria de
tierras, la que se localizará preferentemente sobre tierras que no sean de labor, establece
el artículo 90. La extensión de esta zona se fijará de acuerdo a los requerimientos reales
del momento en que se constituya. Dicha zona se deslindará y fraccionará, reservándose
superficies adecuadas para los servicios públicos y distribuyéndose los diferentes lotes
por sorteo entre los ejidatarios, en calidad de patrimonio familiar. Si hubiere lotes
sobrantes, éstos podrán arrendarse o enajenarse a quienes quisieran avecindarse en el
ejido, sin poder adquirir derechos sobre más de un solar, y deberán ser mexicanos y
dedicarse a labores útiles para la comunidad.
La parcela escolar, indica el artículo 101 de la Ley de Reforma Agraria vigente,
que data de 16 de marzo de 1971, deberá tener una extensión igual a la unidad de
dotación que se fije en cada caso. Esta parcela se determinará precisamente entre las
mejores tierras del ejido por medio de la providencia del gobernador y de la resolución,
en todo caso, del presidente, dotatoria de las tierras. La ley aclara que la parcela escolar
deberá destinarse a la investigación, enseñanza y demás prácticas agrícolas de la escuela
rural correspondientes.
481
1959; Chu, Paul, “Evolución del concepto de bienestar en la vida profesional”, Revista
Internacional del Trabajo, Ginebra, volumen LI, número 6, junio de 1955.
BIGAMIA. I. Deriva del latín bigamus referido al sujeto que tiene esta condición,
constituyendo dicha voz una alteración de digamus por influencia del prefijo bi que
significa doble; digamus procede del griego digamos que es bígamo, derivado de γαµσζ
que es casarse, vinculado con el prefijo di que es doble.
II. La bigamia es el estado de un hombre casado con dos mujeres a un mismo
tiempo o viceversa, una mujer casada con dos hombres en forma simultánea. Por tanto,
el bígamo es el sujeto casado con dos, o bien, el que se casa por segunda vez sin que su
primer matrimonio se encuentre disuelto.
La bigamia, es un tipo penal recogido por diversas legislaciones, en el que se
estima que aun siendo el segundo matrimonio susceptible de nulidad, al haberse contraído
ante el funcionario facultado para darle validez y habiéndose satisfecho todas las
formalidades legales, con independencia del impedimento por la existencia del primer
matrimonio, el delito se consuma de manera indudable, afectándose de manera directa el
estado civil de las personas. Desde el punto de vista de la doctrina, se señala que al
someterse este ilícito, también se afectan las buenas costumbres, la moral pública y el
orden de la familia. Es un tipo que protege el orden monogámico de la familia
matrimonial o el status jurídico de dicha naturaleza.
En cuanto al momento de su consumación, la controversia que ofrece la bigamia,
es si en atención a su resultado se debe considerar instantáneo o instantáneo con efectos
permanentes; la mayoría de los autores se inclinan por sostener el segundo punto, porque
a pesar de haberse colmado, la afectación al estado civil de las personas perdura hasta que
se declare nulo el segundo matrimonio, independientemente de que se produzca o no la
unión camal entre los bígamos.
Un factor que se ha estimado origina la comisión del ilícito de bigamia, es la
legislación civil de los diversos Estados o países que presenta grandes dificultades para
conceder el divorcio.
Con relación al elemento de la culpabilidad o de la acción finalística perseguida
por el agente, se considera que el tipo de bigamia sólo se integra en forma dolosa, ya que
el sujeto que contrae nuevas nupcias sin haberse disuelto de manera legítima e
irrevocable el primer matrimonio, lo debe hacer a sabiendas de ello.
Al observar a través del tiempo a la bigamia, se advierte que no ha constituido un
problema criminal de trascendencia; sin embargo es el reflejo de una desintegración
familiar.
III. De acuerdo con algunas legislaciones, como ya se dijo, específicamente la del
Código Penal del Distrito Federal (artículo 279), el Código Penal de Veracruz de 1980
(artículo 208) y el Código Penal del Estado de Nuevo León de 1981 (a. 275), se considera
que comete bigamia el que contrae nuevo matrimonio sin hallarse legítimamente disuelto
el anterior.
Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con respecto al tipo de
bigamia ha sostenido: “Requiere para su integración: a) un matrimonio previo no anulado
o disuelto y b) la celebración de un ulterior casamiento que matiza al delito como
484
IV. Fue el autor alemán Federico C. von Savigny quien, al introducir la idea de la
“localización de las relaciones jurídicas” a través de los puntos de vinculación, puso de
relieve la necesaria bilateralidad de las reglas de conflicto, en oposición a la
unilateralidad de las reglas utilizadas con anterioridad, en particular por las escuelas
estatutarias.
V. En la actualidad, los sistemas de conflicto de leyes incluyen tanto reglas
bilaterales como unilaterales. En México encontramos ejemplos de reglas bilaterales en
el Código Civil para el Distrito Federal artículo 15; en el Código de Comercio artículo
24, y en la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito artículo 252; y también
reglas unilaterales, siendo las más famosas las contenidas en los artículos 12, 13 y 14 del
Código Civil para el Distrito Federal.
VI. Después de la publicación de las obras de Savigny la tendencia de los
legisladores y redactores de tratados internacionales en materia de conflictos de leyes fue
de elaborar reglas de conflicto de tipo bilateral, salvo en los países de tendencia eminente
territorialista, en los cuales se siguió utilizando, preferentemente, reglas de conflicto
unilaterales; sin embargo se presentaron casos de sistema jurídicos elaborados con
anterioridad a Savigny, y por lo tanto unilateralistas, en los cuales la práctica judicial
procedió a lo que se conoce como la “bilateralización” de las reglas de conflicto
unilaterales. Dicha práctica consiste en extraer de la regla de conflicto unilateral el punto
de vinculación apropiado por utilizarlo en una regla de conflicto bilateral, conservando la
misma institución jurídica como objeto de la regla. Así el artículo 13 del Código Civil
para el Distrito Federal, referente a los actos y contratos celebrados en el extranjero
podría “bilateralizarse” de la siguiente manera: “Los actos y contratos internacionales se
regirán por la ley del lugar de su ejecución”. El punto de vinculación utilizado, el lugar de
ejecución, se encuentra implícito en el artículo 13 al referirse a los efectos jurídicos de
actos y contratos “que deban ser ejecutados en el territorio de la República”. Esta práctica
judicial de la bilateralización está por desaparecer en virtud de que los legisladores
utilizan con cada vez más frecuencia reglas de conflicto bilaterales en las legislaciones
modernas.
Véase Puntos de Vinculación, Reglas de Conflicto, Territorialismo,
Unilateralidad
VII. BIBLIOGRAFIA: Arellano García, Carlos, Derecho internacional privado,
2ª edición, México, Porrúa, 1976; Batiffol, Henri, y Lagarde, Paul, Droit international
privé, 6em. éd., Paris, Librairie Générale de Droit et de jurisprudence, 1974, Carrillo
Salcedo, Juan Antonio, Derecho internacional privado, introducción a sus problemas
fundamentales; 2ª edición, Madrid, Tecnos, 1976; Péreznieto Castro, Leonel, Derecho
internacional privado, México, Harla, 1980; Trigueros, Eduardo, Estudios de derecho
internacional privado, México, UNAM, 1980; Carbonnier, Jean, Droit civil, tomo IV,
Les obligations; 8em. edición, Paris, Presses Universitaires de France, 1975; García
Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del derecho, 20ª edición, México, Porrúa,
1972; Lozano Noriega, Francisco, Cuarto curso de derecho civil; contratos; 2ª edición,
México, Asociación Nacional del Notariado Mexicano, Asociación Civil, 1970, Savigny,
Federico C. von, Sistema de derecho romano actual; traducción de Jacinto Mesía y
Manuel Poley; 2ª edición, Madrid, Centro Editorial Góngora, 6 volúmenes
Claude Belair N.
BILLETE. I. (Del francés billet y éste del latín bulla, sello) . Carta breve por lo común,
tarjeta o cédula que da derecho para entrar u ocupar asiento en alguna parte o para viajar
en un tren o vehículo cualquiera. Cédula impresa y grabada que representa cantidades de
numerario. Resguardo o cédula que acredita la participación en una lotería, rifa u otro
sorteo. Documento más o menos simple, por lo general fechado y numerado, que concede
derecho a presenciar un espectáculo, a concurrir a un local público o a efectuar un viaje.
II. En la técnica bancaria y económica es el documento de crédito abstracto, que
no devenga intereses, por el cual el banco emisor se obliga a pagar cierta suma de dinero
a la vista y al portador. En la realidad financiera de todos los Estados modernos, el título
público que, con la autoridad y garantía más bien nominal del Estado, equivale a
determinada cantidad de la moneda oficial y que es documento liberatorio de pago por la
misma suma que exprese.
1. Origen: Aparece en los pueblos de la antigüedad. Se encuentra también en las
ciudades mercantiles de la Edad Media, en la zona meridional de Francia, en las ciudades
italianas y germanas. Su forma primaria se origina en los recibos que los orfebres o
plateros daban por las barras de metal que recibían para amonedar, o por las monedas que
les entregaban en depósito y por las cuales se percibía cierto interés; recibos que
empezaron a transmitirse como resguardos del dinero. Posteriormente esos recibos
portaron el nombre del titular, para que lo llenara quien retiraba las monedas; y por
último adquirió sustantividad, como símbolo en la moneda, como expresión de las
reservas monetarias de la institución emisora de los billetes.
2. Descripción característica. Para garantía y para apreciar su valor porta
impresas las siguientes indicaciones; expresión del país y de la entidad que lo emiten; la
fecha en que se hace; la firma de las personas responsables de la emisión, la cantidad, en
números y en letras, de su importe; y una numeración, combinada con una letra (la serie),
para comprobar falsificaciones, de repetirse tales datos. A este respecto, en los billetes
aparecen también combinadas ciertas alegorías u otras manifestaciones artísticas o
políticas y algunas contraseñas o filigranas para evitar falsificaciones.
3. Cualidades. Paridad: significa que su capacidad de compra es igual a la unidad
monetaria del país.
Seguridad: consiste en la capacidad que tiene el banco emisor para cumplir su
promesa de pago.
Elasticidad: se entiende por tal, la capacidad del banco emisor de expandir y
controlar el volumen de billetes circulantes de acuerdo con los requerimientos cambiantes
del público en relación con el dinero circulante.
4. Carácter financiero y jurídico. Integrar una promesa de pago en dinero, salvo
tener curso forzoso, en que se transforma en medio de pago, de aceptación obligatoria
para el acreedor; constituir documento al portador transmisible por entrega; ser a la vista;
con valor inalterable, el impreso en el documento; indicar las cantidades, tener la
consideración de bienes muebles; teóricamente, por cuanto el curso forzoso lo anula;
lleva aparejada ejecución; irreivindicable en caso de hallazgo.
La ley monetaria mexicana determina: que los billetes del Banco de México
tendrán poder liberatorio ilimitado (artículo 4°) ; dos tipos de valor: nominal y de
cotización (artículo 7) ; que la emisión de los billetes se regirá por esa ley por la Ley
487
Orgánica de Banco de México (artículo 11°); la prohibición para imitar o reproducir total
o parcialmente los billetes, para fabricar piezas nacionales o extranjeras que hubieren
tenido el carácter de billetes (artículo 18°) ; la sustitución de billetes viejos por nuevos, la
interrupción para emitir los de cierta denominación y la publicación en el Diario Oficial
de las resoluciones que al efecto adopte el Banco de México, detallando los billetes a que
estén referidas, como también el término durante el cual éstos conservarán su poder
liberatorio, el que no será inferior a veinticuatro meses contado a partir de la fecha en que
se publique la resolución correspondiente (artículo 22); el canje ilimitado y a valor
nominal de los billetes (artículo 23).
Por su parte, la Ley Orgánica de Banco de México dispone como facultad
exclusiva para dicha institución, la de emitir billetes (artículo 9°) y fabricarlos con sus
datos, denominaciones y firmas (artículo 10° el curso legal de los billetes en todo el país,
por el importe expresado en ellos y sin límite respectivo a la cuantía del pago; la
obligación de las oficinas públicas de recibir ilimitadamente los billetes que el Banco
ponga en circulación (artículo 12°); la responsabilidad de la nación por el valor de los
billetes que el Banco ponga en circulación (artículo 13°); la obligación de Banco de
canjear a la vista los billetes indistinta e ilimitadamente y a voluntad del tenedor por
billetes o monedas de igual o distinta denominación (artículo 14°).
En fin, los billetes de banco no pueden ser objeto de actos mercantiles (artículo
639 Código de Comercio).
5. Ventajas. Facilidad de transporte; de poco desgaste y fácil reposición; no
necesita de aceptación; no requiere endoso, ni formalidad al presentarse al emisor.
III. Billete de lotería. l. Documento expedido por un organismo de la
administración pública, numerado y aclarada la numeración en letra bajo cada cifra, con
la fecha verificativa del sorteo y la del premio mayor.
El billete de lotería, el de ferrocarril, los boletos para el teatro, las fichas de
guardarropa, las planillas de tranvía, etcétera, son títulos de crédito impropios que
legitiman e identifican al que tiene derecho a una presentación, pero no son títulos valor
propiamente dichos, ya que en ellos no funcionan peculiaridades como incorporación,
autonomía y literalidad (Vivante; Esteva Ruiz) (artículo 6° Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
En alguna ocasión el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal resolvió
que los billetes de lotería eran títulos de crédito (Anales de Jurisprudencia, tomo XXX,
número 4, páginas 565 y siguientes.). Pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
estableció que los billetes de lotería no eran títulos de crédito (Informe de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación correspondiente a 1953, páginas 39 y 98).
El billete de lotería constituye para el expendedor una venta al contado de un bien
fraccionable. Para el adquirente es un contrato aleatorio. Al resultar premiado el billete,
se convierte en un documento de crédito al portador y a la vista contra la administración
pública de la lotería.
La mayoría de las loterías estampan en sus billetes una cláusula leonina: la de que
los premios únicamente se pagan contra la presentación del billete (véase Semanario
Judicial de la Federación Sexta Epoca, volumen LXXXIX, Cuarta parte, página 18).
2. Punibilidad e impunibilidad. Robo de billetes de lotería. Si la celeridad judicial
permitiera juzgarlo entre la venta y el sorteo, tendría que ser por el importe nominal del
billete. De resultar premiado y percibir el ladrón el importe, el enjuiciamiento ha de ser
488
Pedro A. Labariega V.
BLOQUEO. I. La palabra bloqueo proviene del francés bloquer, hacer un bloque, y éste
a su vez de blocus, fortín de asedio, bloqueo. Acción de bloquear. Desde un punto de
vista militar significa el conjunto de medidas que adopta un Estado beligerante para
impedir la navegación y el comercio marítimo con su adversario. Se afirma que es un
recurso de extrema importancia cuando un país afectado depende para su avituallamiento
del exterior. El bloqueo prohibe la entrada y salida de barcos en el país afectado, por lo
que se impide el acceso a la costa o puertos del enemigo al interceptar todos los buques
3
que se dirigen o que provienen de ese país. El concepto anterior es el llamado bloqueo de
guerra.
II. El bloqueo de guerra para que pueda calificarse de lícito tiene que llenar
determinadas condiciones, entre otras, que exista el estado de guerra contra el Estado que
lo sufre. Es necesario además, que sea efectivo por lo que una simple declaración
prohibiendo la entrada o salida de barcos no será suficiente, ni válida. El Estado que
ejerce el bloqueo debe notificarlo a terceros Estados para que surta efectos con respecto a
ellos.
III. En la historia militar se conoce el bloqueo decretado por Napoleón contra
Inglaterra para arruinar el comercio exterior y las comunicaciones navales de dicho país;
durante la Primera Guerra Mundial, el bloqueo de los países centrales por los aliados, y,
en la Segunda Guerra Mundial, el bloqueo contra Alemania, que resultó decisivo para su
derrota final.
IV. En la práctica internacional se conoce el llamado bloqueo pacífico como
medio compulsivo para ajustar una diferencia internacional. Esta figura, que ya estaba en
desuso, vuelve a resurgir en 1962 con motivo del bloqueo naval de Cuba ejercido por los
Estados Unidos. Sin embargo, el bloqueo pacífico, como medida represiva se encuentra
proscrito por la Carta de las Naciones Unidas, de 1945, ya que es violatorio del artículo 2,
fracciones3 y 4. En otras palabras, todo acto de fuerza que no esté previsto por la Carta
(Legítima defensa, acciones colectivas decididas por el Consejo de Seguridad) es
simplemente ilegal o ilícito. El bloqueo en tiempo de paz sólo es admisible cuando es un
instrumento de acción colectiva para hacer efectivas las obligaciones y principios de la
propia Carta (artículos 41 y 42) .
La primera vez que se menciona al bloqueo es en la Declaración sobre Derecho
Marítimo, firmada en 1856 por los signatarios del Tratado de París, que puso fin a la
guerra de Crimea, en cuyo punto número 4 se estableció que el bloqueo debe ser eficaz lo
que significa disponer de fuerzas suficientes a fin de impedir el acceso del enemigo a la
costa. Posteriormente, en la Declaración relativa a las leyes de la guerra marítima,
firmada en Londres en 1906, por Alemania, Austria-Hungría, España, Estados Unidos,
Francia, Holanda, Italia, Japón, Gran Bretaña y Rusia, establece en su capítulo I, artículos
1-21, los principios qué rigen el bloqueo en tiempo de guerra.
En las últimas décadas se habla a menudo de “bloqueo económico”, destinado a
producir una crisis económica en un país determinado, acompañado, usualmente, del
llamado “bloqueo invisible”, que consiste en impedirle créditos y flujos financieros al
país afectado. Existe la tendencia doctrinal de considerar al bloqueo económico y al
bloqueo invisible como un acto de intervención. Lamentablemente estas dos figuras
económico-financieras no encuentran aún una tipificación internacional clara y precisa.
V. BIBLIOGRAFIA: Kaplan y Katzenbach, Fundamentos políticos del derecho
internacional, México, Editorial Limusa-Wiley, 1965.
o diplomáticas. Para que el boicot sea legal es menester que no se manifieste como acto
de fuerza o amenaza militares, en cuyo caso estaría prohibido por el artículo 2, párrafo
cuatro, de la Carta de las Naciones Unidas.
II. La naturaleza político-social del boicot se ha traducido en el derecho del
trabajo, en la facultad de todo individuo de negarse a mantener relaciones con un patrón o
patrones determinados, aunque no siempre con el ánimo de causar daños a la empresa o
establecimiento, sino simplemente de impedir una conducta contraria al orden social y al
respeto humano. No es lo mismo que la huelga, porque en ésta lo que tiene lugar es una
simple suspensión legal del trabajo y tratándose de la materia laboral, puede consistir en
hacer campañas contra dicha empresa o establecimiento para que no se consuman los
productos elaborados una vez que salen al mercado o bien, en estricto sentido colectivo,
impedir la realización de determinadas actividades o tratándose de organizaciones
profesionales, no proporcionar trabajadores hasta en tanto se corrijan prácticas viciosas o
perjudiciales.
En algunos casos sí puede producirse el boicot como resultado de una huelga,
pero la actitud asumida por los trabajadores obedece a situaciones diversas
independientes entre sí, que entrañan propiamente un conflicto de trabajo. Más aún, a
través del boicot no se produce necesariamente la paralización de labores en la propia
empresa o establecimiento, sino que sólo se presiona para obtener un beneficio a un trato
acequible. También debe distinguirse el boicot del sabotaje, porque aun cuando ambos
son actos deliberados de la persona, el primero se caracteriza por manifestaciones
pacíficas, de no obrar o de abstención; en tanto que en el segundo se busca causar daño
material a las instalaciones, máquinas o equipo de la empresa o establecimiento, daños
que entran en el ámbito de lo delictivo.
III. BIBLIOGRAFIA: Cabanellas, Guillermo, Derecho normativo laboral,
Buenos Aires, 1963; Castorena, José de Jesús, Manual de derecho obrero, 3ª edición,
México. 1959; Deveali, Mario L., Lineamientos del derecho del trabajo, Buenos Aires,
1959; Kaplan y Katzenbach, Fundamentos políticos del derecho internacional, México
Editorial Limusa-Wiley, 1965.
BOLETIN JUDICIAL I. La voz boletín procede del italiano, bolletino, que significa
boleta o cédula.
El Boletín Judicial es una publicación oficial del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal que se edita en la ciudad de México, y constituye una sección especial y
separada, del periódico Anales de Jurisprudencia.
El Boletín Judicial se publica todos los días, con excepción de los domingos y
días de fiesta nacional, y debe aparecer antes de las nueve de la mañana. Actualmente se
compone de dos secciones nominadas A y B, de 19 por 27.5 centímetros.
La publicación de la Revista Anales de Jurisprudencia y del Boletín Judicial que
se edita de conformidad con lo dispuesto en los artículos 203 a 205 de la Ley Orgánica de
los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal de 26 de diciembre de
1968, está a cargo de una comisión especial, compuesta de siete miembros, que son: el
Presidente del Tribunal Superior de Justicia, que la preside, tres magistrados designados,
5
uno por las Salas del ramo civil, otro por las del ramo penal, otro por las del ramo
familiar y tres jueces designados por los de primera instancia de los ramos antes
mencionados. Hay, además, un director de Anales de Jurisprudencia y Boletín Judicial,
que debe ser abogado con título registrado en la Dirección General de Profesiones y de
excelente reputación profesional (la ley omitió la necesaria referencia al título de
licenciado en Derecho, equivalente al de abogado, que desde hace más de treinta años
expiden, la UNAM y otras instituciones afines).
II. En el Boletín Judicial se publican las listas de los negocios en que han recaído
acuerdos el día anterior, que les envían oportunamente las Salas de lo Civil y de lo
Familiar, los Juzgados de lo Familiar, los Juzgados Mixtos de Paz, así como los edictos,
convocatorias y demás avisos judiciales.
Se insertan en esas listas los nombres de las partes con expresión de la clase de
juicios de que se trata en los asuntos litigios, así como los de los promoventes en los de
jurisdicción voluntaria, a fin de que los interesados puedan acudir a enterarse del
contenido de tales acuerdos en las secretarías correspondientes.
Véase Notificaciones
BOLSA DE VALORES. I. (Del latín bursa, bolsa; según otras opiniones, del apellido
de Van der Bourse, en cuya casa de Brujas se reunían, a principios del siglo XVI, algunos
negociantes, en mercancías y documentos.)
Noticia histórica. A fines del siglo XIX se constituyeron las primeras bolsas de
valores en la ciudad de México. Según Alfredo Lagunilla, el 21 de octubre de 1895 surgió
una de ellas, si bien en junio del mismo año aparece registrada otra, como sociedad
anónima, con un capital de cuarenta mil pesos y, además, ya operaba una tercera que,
fusionada con la anterior, dio lugar al surgimiento de la Bolsa de México, que
prontamente languideció y acabó por desaparecer en 1896.
8
pueden participar los indicados agentes y casas de bolsa, éstas mediante los llamados
operadores de piso.
Por su forma, las compraventas bursátiles se pueden celebrar conforme a
cualquiera de estos tres procedimientos principales:
1). orden en firme, que es la propuesta escrita de compra o de venta, que el agente
u operador deposita en el corro de la bolsa, con indicación precisa de las características,
número y precio de los valores que desea comprar o vender, así como si se trata de una
operación al contado o a futuro; el agente u operador dispuesto a aceptar la propuesta
debe manifestarlo así, de viva voz, al personal de la bolsa, a cuyo efecto, después de
emplear las palabras cierro vendiendo o cierro comprando, según el caso, indicará las
características y la cantidad de los valores, con lo cual la operación quedará cerrada, y
ninguna de las partes podrá retractarse;
2). de viva voz, que es también una propuesta de compra o de venta, pero
formulada en voz alta, igualmente con indicación de las características, número y precio
de los valores; el agente u operador que acepte la propuesta lo manifestará en voz alta con
la sola expresión cerrado, que será suficiente para que la operación se perfeccione; sólo
para información y registro en la bolsa, el vendedor debe llenar y entregar al personal de
la misma una ficha - muñeco, en la jerga bursátil mexicana - en la que consignará los
principales datos de la compraventa;
3). registro o cruce, que supone en el agente u operador una doble
representación: la de un vendedor y la de un comprador que se interesan en transmitir y
en adquirir, respectivamente, los mismos valores; las prácticas y las reglas de operación
bursátil, contrarias a una automática operación por parte del agente en su doble
representación, le imponen el deber de anunciar en voz alta, su doble intención, a cuyo
efecto debe precisar que se trata de una orden cruzada, las características de los valores,
su cantidad y precio, todo ello acompañado de la expresión doy o tomo, seguido de la
expresión de la cantidad de valores que se desea vender o comprar. En ese momento se
iniciará uno puja, según sumas mínimas y reglas adoptadas por las bolsas, concluida la
cual se cerrarán las operaciones respectivas, en prueba de lo cual el vendedor entregará la
ficha o muñeco al personal de la bolsa; naturalmente, si ningún otro agente se interesase
en vender o comprar, el autor del cruce podrá celebrar consigo mismo la operación, de lo
cual dará cuenta, igualmente, al personal de la bolsa.
En lo que toca al plazo para el cumplimiento, las transacciones bursátiles pueden
ser: a) de contado, en cuyo caso el precio deberá pagarse y los títulos entregarse a mas
tardar dos días hábiles después del cierre; b) a plazo o a futuro, y entonces el
intercambio de precio y valores se efectuará en cualquier momento, a condición de que
ello ocurra entre los tres y los trescientos sesenta días hábiles siguientes al cierre.
V. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Derecho bancario, México,
Porrúa, 1978; Broseta Pont, Manuel, Estudios de derecho bursátil, Madrid, 1971;
Messineo, Francesco, Operaciones de bolsa y de banca, Barcelona, Bosch, 1957;
Rodríguez Sastre, Antonio, Operaciones de bolsa, Madrid, 1954.
BONO DE PRENDA. I. Bono (del latín bonus, bueno), título de deuda emitido
comúnmente por una tesorería pública, empresa industrial o comercial. Prenda (del latín
11
pignora, de pignus) cosa mueble que se sujeta especialmente para garantizar una
obligación.
Es un titulovalor representativo de mercancías, accesorio a un certificado de
depósito, expedido por un almacén general de depósito, que acredita la recepción de una
cantidad por el dueño del certificado y la entrega en garantía por éste, de los bienes o
mercancías indicados en el documento (artículos 229 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y 50 Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares).
1. Antecedentes. Proceden estos títulos de - warrant - del derecho inglés y
francés, cuya finalidad es agilizar la circulación de las mercaderías y de los créditos
prendarios que sobre ellas se constituyen (Cervantes Ahumada).
2. Naturaleza jurídica. Es un titulovalor representativo de mercaderías que
acredita la constitución de un crédito por parte del tomador del bono al titular del
certificado y el otorgamiento de una prenda a favor del acreditante, por parte del dueño
del certificado; garantía que consiste en empeñar las mercaderías depositadas y
amparadas por el certificado (Rodríguez y Rodríguez) (artículo 229 Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
El bono puede ser nominativo o al portador, a favor del depositante o de un
tercero. El tenedor tiene libertad para cambiar su ley de circulación (artículo 238 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
El bono de prenda accesorio al certificado de depósito, se desprende al momento
de su emisión (artículo 230 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 50,
párrafos dos y tres LJC) .
La primera emisión de un bono de prenda se anotará en el certificado de depósito
y en el registro del almacén (artículos 232, fracción VI, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y 50, último párrafo, Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares). La expedición de los bonos se hará simultáneamente a la de
los certificados (artículo 50, párrafo dos, Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares).
Constituir una prenda requiere la entrega material de los bienes al acreedor, o a un
tercero quien conservará las cosas en nombre de aquél; o al propio deudor que poseerá en
nombre del acreedor.
A través del bono el acreedor tiene la disposición de las mercaderías, de tal
manera que el tenedor del certificado y el acreedor prendario pueden transmitir su
respectivo derecho
3. Forma. El bono se desprende del certificado y ambos se desprenden de un
talonario (artículos 230, 234, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 50, Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
El bono se emite generalmente con el certificado, excepto cuando éste no es
negociable. Es permitido emitir un bono por cada certificado o varios bonos fraccionados.
En el primer caso, el bono se refiere a todas las mercancías o bienes amparados en el
certificado de depósito; en el segundo, los varios bonos expedidos amparan la cantidad
total, fraccionada en tantas partes iguales como bonos haya (artículos 230 y 237, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
12
Los almacenes generales de depósito son los únicos autorizados para expedir los
bonos de prenda (artículos 229, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 50,
apartado primero, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
4. Contenido. El bono además de reproducir los datos que contiene el certificado
(artículo 231, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito), deberá portar: l) el
nombre del acreedor prendario o la designación de ser el portador; 2) la cuantía del
crédito y de los intereses pactados; 3) el préstamo, que no podrá ser posterior a la fecha
en que concluya el depósito; 4) la firma del primer expedidor del bono; 5) la indicación
de haberse anotado en el certificado de depósito la entrega del bono, conforme a la;
manifestación que se hace, o con motivo de la primera negociación del título, la cual debe
aparecer firmada por el almacén depositario (artículo 232 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
El bono de prenda podrá ser negociado por primera vez, independientemente del
certificado, sólo con la intervención del almacén que haya expedido el documento o de
una institución de crédito (artículo 236 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito); si se trata de bono único deberán cubrirse los requisitos del artículo 232, y en
caso de bonos múltiples los requisitos a que se refieren las fracciones I, V y VI del
artículo 232 Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito (artículo 236 Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito). Por otro lado, al expedirse bonos de prenda
múltiples relativos a un certificado, el almacén debe hacer constar en los bonos los
requisitos a que se refieren las fracciones II a IV del artículo 232, y en el certificado la
expedición de los bonos con las indicaciones dichas (artículo 235 Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito).
Las anotaciones a que se refiere el artículo 236 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, deberán de suscribirlas el tenedor del certificado y el almacén o
institución de crédito que en ellas intervengan; también harán constar que se ha hecho la
anotación correspondiente en el certificado y responderán de los daños y perjuicios que se
causen por las omisiones o inexactitudes en que incurran (artículos 232 y 236 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Al intervenir una institución de crédito en la primera negociación del bono,
avisará de dicha intervención al almacén que lo hubiere expedido (artículo 236 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
5. Derechos. El tenedor legítimo del bono tiene derecho a recibir el monto
representado por el mismo, más los intereses respectivos, al vencimiento del plazo
convenido.
El bono no pagado en tiempo, parcial o totalmente, debe protestarse a más tardar
el segundo día hábil que siga al del vencimiento (artículo 242 Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
El protesto debe efectuarse en el almacén que expidió el certificado de depósito
correspondiente y en contra del tenedor eventual del mismo, aunque se desconozca su
nombre o dirección o no se halle presente en el acto del protesto (artículo 242 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Cuando el bono no se pagó totalmente, el tenedor del documento, una vez
protestado éste, deberá solicitar al almacén, dentro de los ocho días siguientes al protesto,
la venta en remate público de las mercancías depositadas (artículo 243 Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
13
Pedro A. Labariega V.
BOTIN. I. Es definido como los despojos de que se apoderan los soldados en el campo o
país enemigo. Existe reglamentación para evitar los excesos de los combatientes en lo
que toca a proteger a la población civil y los bienes de la población civil. Los pertrechos
de guerra y la propiedad pública pueden ser inmediatamente confiscadas al enemigo
cuando caen en poder de un Estado. Dentro de la propiedad pública deben dejarse a salvo
los bienes culturales.
15
Los autores mexicanos, especialmente Galindo Garfias, sostienen que la buena fe,
expresión de un deber moral calificado de social, adquiere imperatividad y coercibilidad,
al ser postulada como un principio de derecho en la medida en que se transforma en regla
de derecho.
Así, la noción de buena fe en el ámbito del derecho se presenta no sólo como un
postulado moral incorporado al ordenamiento jurídico como un principio general de
derecho, sino como una fuente de derecho subsidiaria; una guía del intérprete en su labor
doctrinal y jurisprudencias; una norma de conducta rectora en el ejercicio de los derechos
subjetivos y en el cumplimiento de obligaciones; un deber jurídico; una convicción
razonablemente fundada de que con nuestra conducta no causamos daño a otro.
III. Derecho internacional. La expresión latina bona fide se utiliza en su versión
o traducida a diversos idiomas, en castellano buena fe, para indicar espíritu de lealtad, de
respeto al derecho, y de fidelidad, es decir, como ausencia de simulación, de dolo, en las
relaciones entre dos o más partes en un acto jurídico. En la interpretación y ejecución de
las obligaciones internacionales significa fidelidad a los compromisos, sin pretender
acrecentarlos o disminuirlos. El principio de la buena fe se encuentra recogido en la Carta
de Naciones Unidas, artículo 2, párrafo 2, que dispone que los Estados deberán cumplir
de buena fe los compromisos contraídos.
Asimismo, en el derecho de los tratados, el cumplimiento de los tratados está
sujeto a la obligación mutua de la buena fe de los Estados contratantes. Este principio se
aplica también a la interpretación de los tratados, y se interpreta como una violación al
mismo, cuando un Estado se vale de una pretendida ambigüedad en el tratado para alegar
que tal cosa no fue intención de los negociadores del instrumento internacional. En
algunos casos se ha interpretado que la emisión de una cierta legislación que sea contraria
al espíritu de un tratado se puede interpretar como quebrantamiento del principio de la
buena fe.
La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 1969, establece, en
su artículo 26, que “Todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por
ellas de buena fe”. A su vez el artículo 31, que se refiere a la regla general de
interpretación de los tratados, dispone que: “Un tratado deberá interpretarse de buena fe,
conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el
contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin.” Otra disposición que contiene
implícitamente el principio de la buena fe es el artículo 18 que establece la obligación de
los Estados de abstenerse de realizar actos en virtud de los cuales se frustren el objeto y
fin de un tratado.
IV. BIBLIOGRAFIA: Galindo Garfias, Ignacio, Estudios de derecho civil,
México, UNAM, 1981; Ortiz Urquidi, Raúl, Derecho civil, México, Porrúa, 1977;
Sorensen, Max, Manual de derecho internacional público, México, FCE, 1973.
influyen las corrientes de pensamiento de cada época, los climas, los inventos y hasta las
modas.
Jurídicamente se recurre a este concepto para eludir la puntualización y
determinación en instituciones que pueden ser sutiles o cambiantes. El ordenamiento civil
establece la ilicitud de los hechos y objetos materia de contrato o convenio cuando sean
contrarios a las leyes de orden público o a las buenas costumbres (artículos 1830 y 1831
Código Civil para el Distrito Federal). Así, el juzgador deberá valorar necesariamente el
conjunto de principios ético-sociales que imperan en una sociedad al momento de
declarar la nulidad de un acto por contravenir a las buenas costumbres.
II .Las buenas costumbres no se encuentran solamente en la ley civil, sino
también en textos penales, etcétera, y se observan en la doctrina diversas tendencias para
conceptuarlos:
a) La tendencia empírica que intenta describir la evolución de las buenas
costumbres.
b) La tendencia idealista que explica la evolución en base a un ideal religioso o
humano.
En algunos derechos positivos (por ejemplo, los artículos 138 y 826 del Código
Civil alemán) ha servido para reprimir algunas conductas como la lesión, el abuso del
derecho, etcétera
III. BIBLIOGRAFIA: Carbonnier, Jean, Droit civil; tomo IV, Les obligations;
8èm. éd., Paris, Presses Universitaires de France, 1975; Lutesco, Georges, Teoría y
práctica de las nulidades, traducción de Manuel Romero Sánchez y Julio López de la
Cerda; 5ª edición, México, Porrúa, 1980; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil
mexicano, tomo V, Obligaciones; 3ª edición, México, Porrúa, 1976, 2 volúmenes
acto inamistoso; cualquier Estado puede ofrecer sus buenos oficios; cualquiera de los
Estados en conflicto puede solicitar los buenos oficios de cualquier Estado; los terceros
Estados solicitados pueden aceptar o negar su intervención en el conflicto a través de los
buenos oficios. El mismo autor indica que los buenos oficios y la mediación son, en el
fondo, lo mismo, pero que existe una diferencia en cuanto al grado de intervención del
tercer Estado: “éste se limita, en los buenos oficios, a buscar una aproximación entre los
Estados, trata de favorecer la negociación directa, sin intervenir en ella, señalando, en
algunos casos, los factores positivos que pueden existir y que permitan llegar a un
acuerdo. En la mediación, el Estado interviene de modo más activo y no sólo propone una
solución al problema sino que participa en las discusiones entre las partes para tratar de
que su propuesta de solución sea aceptada” (Seara Vázquez, páginas 246-247).
III. Los buenos oficios fueron incluidos en la I Convención de La Haya de 1898.
La Carta de las Naciones Unidas, de 1945, en su capítulo VI, sobre el “arreglo pacífico de
las controversias”, ofrece a los miembros de la organización, en caso de “una
controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de
la paz y seguridad internacionales”, los buenos oficios, a través de la Asamblea General o
del Consejo de Seguridad. En el ámbito americano los buenos oficios tienen su
fundamento legal en el Tratado de Arbitraje Obligatorio (artículo 6),.de 1902, en el
Tratado Interamericano sobre Buenos Oficios y Mediación, de 1936, y en el Tratado
Americano de Soluciones Pacíficas, Pacto de Bogotá, de 1948.
IV. BIBLIOGRAFIA: Seara Vázquez, Modesto, Derecho internacional público;
6ª edición, México, Porrúa, 1979; Sepúlveda, César, Derecho internacional público; 6ª
edición, México, Porrúa, 1974
.
Víctor Carlos García Moreno
por la costa africana y el dominio castellano de las islas Canarias hablan sido autorizadas
y, confirmadas, respectivamente, por Nicolás V, Calixto III y Sixto IV.
La concesión que Alejandro VI hizo a los reyes católicos llevaba aparejada la
obligación de cristianizar a los indígenas.
IV. Desde 1455 los portugueses habían obtenido una serie de bulas que permitían
el descubrimiento, la navegación, el comercio y la apropiación de las personas y bienes
de los infieles que se hallaran en algunas islas de la costa africana, la atribución definitiva
de las Canarias a Castilla determinó que el Atlántico quedara dividido, con sus islas y
tierras que se fueran descubriendo, entre España y Portugal. Al regresar Colón de su viaje
de descubrimiento, Juan II de Portugal trató de alegar ciertos derechos sobre las tierras
encontradas, de ahí que los reyes católicos solicitaran la expedición de unas bulas
análogas a las de Portugal sobre las tierras recién descubiertas. Alejandro VI expidió con
este motivo primero tres bulas, y poco tiempo después otras dos.
V. El contenido de ellas puede ser resumido de la manera siguiente: la primera
Inter cetera de 3 de mayo de 1493 por la que se concedía a los reyes católicos el dominio
y autoridad plena de todas las islas y tierras descubiertas y por descubrir navegando en el
Atlántico por Occidente hacia la India. La Eximiae devotionis, fue expedida en la misma
fecha, otorgaba a los reyes iguales derechos a los que en las africanas tenían los reyes
portugueses. La tercera, también Inter cetera fijaba una línea de demarcación entre las
islas y tierras portuguesas y castellanas. Esta línea fue plenamente aceptada por ambas
partes a partir del Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494. A diferencia de las bulas
otorgadas a Portugal las de los reyes castellanos implicaban la evangelización de los
naturales. Una cuarta bula expedida por el mismo Papa la Dudum siquidem de 23 de
septiembre de 1493 concedía a los reyes de Castilla el dominio e investidura de las tierras
que se hallaran en la India dentro de una circunscripción determinada y que no estuvieran
ocupadas por un príncipe cristiano y, finalmente, la Ineffabilis, expedida por el mismo
Papa en 1497, consideraba ocupados por los portugueses los pueblos que voluntariamente
reconocieran su autoridad. Hasta aquí hemos seguido la explicación que al respecto
proporciona Alfonso García-Gallo, pero cabe advertir que éste es uno de los temas más
controvertidos de la Historiografía jurídica, sobre todo española.
De esta manera, los territorios americanos descubiertos y por descubrir pasaron al
dominio de los reyes católicos y de sus “herederos y sucesores los reyes de Castilla y
León”. El significado y alcance de esta donación, las implicaciones que tuvo, la
naturaleza de la misma, los sujetos a quienes estuvo destinada y muchos otros temas
relativos a ella han sido objeto de multitud de estudios y algunos de estos temas son
todavía hoy motivo de controversia.
VI. BIBLIOGRAFIA: García-Gallo, Alfonso, “Las Bulas de Alejandro VI y el
ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en Africa e Indias”,
Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid, 1958; García-Gallo, Alfonso, “La
unión política de los reyes católicos y la incorporación de las Indias”, Estudios de historia
del derecho indiano, Madrid, 1972; Manzano Manzano, Juan, “La adquisición de las
Indias por los reyes católicos y su incorporación a los reinos castellanos”, Anuario de
Historia del Derecho Español, Madrid, 1951-52.
alcaldes ordinarios, así como a los demás oficiales necesarios en las poblaciones. Moisés
Ochoa Campos cita Hevia Bolaños y precisa que “Cabildo es ayuntamiento de personas
señaladas para el gobierno de la República, como son justicia y regidores”. Erigido el
cabildo como asamblea deliberante y particularmente el cabildo abierto, tenía como
facultades la de formar el libro del pueblo y dictar y reformar las ordenanzas municipales,
así como también mandar efectuar los trabajos semanales de la comunidad. La
proliferación en la Nueva España de los cabildos abiertos fue limitada, pues su institución
llegó a prohibirse. De las prerrogativas conferidas a los cabildos, la de dictar ordenanzas
garantizó por mucho tiempo que los gobiernos municipales conservaran su autonomía.
Testimonio de esto último es lo ordenado por Felipe II en el sentido siguiente: “porque
las ciudades, villas y lugares de las Indias, presentan algunas veces sus Ordenanzas ante
nuestros Virreyes, los cuales las confirman y otras veces las hacen de nuevo en materia
de gobierno. Mandamos que si se apelare de ella para las audiencias reales, donde los
Virreyes presidieron, se guarden, cumplan y ejecuten, hasta que por justicia se vean y
determine en revista por las audiencias lo que se debe hacer”.
Las principales funciones objeto de las ordenanzas de los cabildos, eran las
relacionadas con el ejercicio del comercio dentro de las jurisdicciones de las ciudades,
villas y pueblos a que gobernaban.
Actualmente, en la legislación orgánica de los municipios de algunas entidades
federativas es frecuente encontrar un empleo diverso del vocablo cabildo, ya como
sinónimo de ayuntamiento o de órgano deliberativo municipal, como por ejemplo en las
leyes orgánicas municipales de Jalisco y San Luis Potosí, ya como el vocablo con el cual
en la tradición se denomina al lugar donde lesiona el ayuntamiento o concejo municipal,
es el caso de la Ley Orgánica Municipal del Estado de Tlaxcala. En cambio en la Ley
Orgánica Municipal de Sinaloa en ningún momento se alude al cabildo.
III. En el derecho histórico mexicano, la voz cabildo se refiere fundamentalmente
a una corporación o gobierno colegiado existiendo dos tipos de cabildos totalmente
diferentes: el eclesiástico y el secular o civil.
IV. El cabildo secular, también llamado concejo, municipalidad o ayuntamiento,
tenía a su cargo el gobierno del municipio, célula o base de la organización política desde
la época colonial.
En la Nueva España había dos tipos de cabildos seculares: el de españoles y el de
indios, el primero se refería a comunidades predominantemente integradas por españoles
(peninsulares y criollos) lo que se conocía también como la república de los españoles,
mientras que el segundo se refería a comunidades de indígenas o naturales lo que
formaba la república de los indios.
Aunque desde el principio de la dominación española se dispuso respetar la
organización política y social de los indígenas, en tanto no contraviniera los principios
políticos fundamentales de los españoles, ello duró bien poco, pues los pueblos de indios
se organizaron políticamente según el modelo del ayuntamiento castellano.
En esencia, el cabildo secular se integraba con alcaldes y regidores, más un
escribano para dar fe de lo actuado; en cuanto a su número, podemos decir que de
aquellos había normalmente dos, aunque hubo casos en que uno bastó, eran electos por
éstos el primer día hábil del año y duraban un año en el cargo; por su lado, el número de
regidores varió de entre cuatro a veinticuatro, dependiendo de la importancia del lugar;
27
eran nombrados por el rey o su mandatario, con carácter perpetuo. A estos concejales se
les podía añadir el alguacil mayor, el alférez mayor y el procurador, sin voto este último.
La erección del cabildo secular correspondió al monarca o a quien éste diera
poder para ello, como por ejemplo el adelantado, o el virrey.
El primer cabildo mexicano fue el fundado por Cortés el 22 de abril de 1519, que
por ser el Viernes Santo de aquel año púsole por nombre el de Villa Rica de la Vera Cruz.
V. El cabildo eclesiástico es un colegio de clérigos que tiene por objeto dar un
culto más solemne a Dios, puede ser de dos tipos: catedralicio y colegial. El primero,
además ayudaba al obispo como su consejo o senado, además de suplirlo en el gobierno
de la diócesis cuando vacare la sede, después de 1983 quedaron suprimidas estas
facultades de gobierno.
El cabildo eclesiástico se integra de dignidades, canonjías y dignidades menores.
Entre los primeros encontramos al dean, al arcipreste, al arcediano, al chantre, al
maestrescuela y al tesorero; las canonjías o prebendas eran ocupadas por los canónigos
(dentro de éstos hay dos oficios fundamentales: el canónigo lectoral o teologal y el
penitenciario), y las dignidades menores, llamados beneficiarios, que aunque
formalmente no son parte del cabildo, están ajenos a él y se les considera también
capitulares.
Véase Ayuntamiento
VI. BIBLIOGRAFIA: Bayle, Constantino, Los cabildos seculares en América
española, Madrid, Sapientia, 1952; Bielsa, Rafael, Principios de régimen municipal, 3ª
edición, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1962; Haring, Clarence H., El imperio hispánico
en América; traducción de Horacio Pérez Silva; 2ª edición, Buenos Aires Solar/Hachete,
1972; Miranda, José, Las ideas y las instituciones políticas mexicana. Primera parte
1521-1820; reimpresión, México, UNAM, 1978; Munguía Clemente, Institutiones
canonicae, México, Vocis Religionis, 1851; Ochoa Campos, Moisés, La reforma
municipal, México, Porrúa, 1972; Ots y Capdequí, José María, Historia del derecho
español en América ,y del derecho indiano, Madrid, Aguilar, 1969; Porras Muñoz,
Guillermo, El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI, México, UNAM, 1982;
Porras Muñoz, Guillermo, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya (1562-1821); 3ª edición,
México, UNAM, 1980, Solórzano Pereyra, Juan de, Política indiana; reimpresión
facsimilar, México, Secretaría de Programación y Presupuesto, Dirección General de
Difusión y Relaciones Públicas, 1979.
CABOTAJE. I. (De cabo y éste, a su vez, del latín caput, cabeza). Es el comercio o
tráfico que realizan los buques de un cabo a otro o de un puerto a otro, sin perder de vista
la costa del país de que se trate. Cuando dicho comercio o tráfico se efectúa de un país a
otro suele recibir el nombre de gran cabotaje o tráfico mixto. Por lo que respecta al
cabotaje, en México se encuentra regulado por la ley del 2 de febrero de 1929 y por el
reglamento del 4 de septiembre de 1941; mientras que al cabotaje mixto se le aplicará
además la Ley de Navegación y Comercio Marítimo de 21 de noviembre de 1963.
Estos cuerpos legales consideran al cabotaje de interés nacional y le otorgan
importantes exenciones y facilidades para su realización. Las facilidades se refieren
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modificó en los artículos 726 y 727 de la Ley Federal del Trabajo que entró en vigor el
primero de mayo de 1970, cuyo texto se conserva en el artículo 773 de la reforma
procesal con vigencia el primero de mayo de 1980, de acuerdo con el cual, se tendrá por
desistida de la acción intentada a toda persona que no haga promoción alguna en un plazo
más amplio, es decir de seis meses, sólo cuando dicha promoción sea necesaria para la
continuación del procedimiento y siempre que no esté pendiente de dictarse resolución
sobre alguna promoción de las partes, o la práctica de alguna diligencia o la recepción de
informes o copias que se hubiese solicitado. Además, la resolución respectiva únicamente
puede dictarse si previamente se cita a las partes a una audiencia en la cual se les oiga y
se reciban las pruebas que ofrezcan sobre la procedencia o improcedencia del llamado
desistimiento. Dicha resolución puede impugnarse en amparo de doble instancia, de
acuerdo con lo previsto por el a. 114, fracción IV, Ley de Amparo.
Por otra parte, en las citadas reformas procesales de 1980 a la Ley Federal del
Trabajo, se procuró evitar, hasta donde fuese posible, las consecuencias de la caducidad
en perjuicio del trabajador, ya que el artículo 772 dispone que si para continuar el trámite
sea necesaria la promoción del trabajador, y éste no la hubiese efectuado en un lapso de
tres meses, la Junta de Conciliación y Arbitraje respectiva debe ordenar que se le requiera
para que la presente, apercibido de la aplicación de la propia caducidad si no lo hiciere, y
además, si el mismo trabajador está patrocinado por un Procurador del Trabajo, se
notificará a la Procuraduría de la Defensa del Trabajo, y, si no lo estuviese, la misma
Procuraduría debe asesorarlo legalmente en caso de que el afectado se lo requiera.
IV. (Derecho de amparo.) También existe en este campo una imprecisión
terminológica, ya que la institución se introdujo en las reformas de mayo de 1951, en la
fracción V del artículo 74 de la Ley de Amparo, con la designación de “sobreseimiemo
por inactividad procesal”, en materia civil y administrativa y siempre que no se reclamara
la inconstitucionalildad de una ley, si el quejoso no promovía dentro del plazo de 180
días consecutivos (considerados como hábiles de acuerdo con la jurisprudencia del
Tribunal pleno de la Suprema Corte de Justicia, contados a partir del último acto procesal
o de la última promoción).
Esta institución fue objeto de controvercias doctrinales y de esfuerzos por parte de
la jurisprudencia para resolver el problema de la falta de actividad procesal en la segunda
instancia, no prevista en la citada disposición; por lo que en las reformas a la legislación
de amparo que entraron en vigor en octubre de 1968, se modificó la citada fracción V del
artículo 74 de la Ley de Amparo, no sólo para ampliar el plazo, que actualmente es de
300 días incluyendo los inhábiles, sino también para distinguir entre el sobreseimiento del
juicio, que opera en el primer grado del amparo de doble instancia y el de una sola
instancia, debido a inactividad procesal del quejoso; de la caducidad de la instancia en
sentido estricto, que opera. en el segundo grado del juicio de amparo, recayendo la carga
de la promoción en el recurrente, cuya inactividad produce el efecto de que el tribunal
revisor declare que ha quedado firme la sentencia recurrida.
A partir de 1968 dicho precepto ha sido objeto de dos modificaciones: en
diciembre de 1975 para incluir, el sobreseimiento y la caducidad de la instancia en los
juicios de amparo en los cuales se reclame la inconstitucionalidad de una, ley, materia
excluida en el texto original de 1951. En segundo término, el 20 de marzo de 1976, para
transferir al diverso artículo 231, fracción II y III de la misma Ley de Amparo (libro
segundo relativo al amparo en materia agraria), la prohibición tanto del sobreseimiento
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concedérsela el amparo que solicite con tal motivo.” (Tesis número 16, Apéndice al
Semanario Judicial de la Federación, 1917-1975, quinta parte, cuarta sala, página 23.)
De conformidad con esta jurisprudencia se obtiene: primero, la diversa naturaleza
de ambos tipos de ahorro; segundo, la facultad patronal para que, si los trabajadores lo
acuerdan y otorgan su aprobación, se hagan los descuentos que correspondan al fondo de
la caja de ahorro; tercero, se garantiza de esta manera la operatividad de dicha caja y se
evita su descapitalización, la cual tendría lugar en perjuicio de todos los asociados.
Véase Ahorro
IV. BIBLIOGRAFIA: Antokoletz, Daniel, Derecho del trabajo y previsión
social, Buenos Aires, 1953, tomo II; Castorena, José de Jesús, Manual de derecho
obrero; 3ª edición, México, 1959; Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1972, tomo I; Pozzo, Juan D., Derecho del trabajo, Buenos
Aires, 1949, tomo III.
delimitar sus supuestos y para elegir los puntos de conexión, conceptos que deben ser
precisados por un sistema jurídico determinado de entre los que se encuentran
relacionados con el caso.
Para resolver esta situación se han propuesto diferentes soluciones:
1. Calificación por la lex fori.
Supone este método la aplicación de las categorías jurídicas del sistema del juez
en la determinación de la calificación y se basa para ello en varios argumentos.
a) Las normas de derecho internacional privado forman parte de un sistema
jurídico que cuenta también, en orden a mantener su coherencia, con una serie de
conceptos y definiciones que el legislador utiliza al formular sus normas; si el problema
de calificación se refiere a la interpretación de la norma, de las categorías jurídicas que
establece, es indiscutible que ésta debe corresponder al propio sistema.
b) La calificación tiene un carácter previo en el conflicto de leyes, su función
consiste en hacer operar una norma conflictual que a su vez determinará la ley aplicable
al fondo de la cuestión; la única norma que el juez puede considerar es la que forma parte
de su sistema, no puede acudir a un sistema extranjero cuando no sabe si es o no
aplicable, suponer esta posibilidad es caer en un círculo vicioso.
c) El juez, como autoridad del sistema, está obligado a utilizar los conceptos de
éste que son fruto, además, de una política legislativa determinada y responden a factores
sociológicos, políticos e internacionales que el legislador ha tomado en cuenta y ha
procesado de una manera particular.
Las principales criticas que se le han hecho son el deformar el derecho extranjero
aplicable al sujetarlo a categorías que no le son propias, el aislamiento que provoca al
conceder predominio excesivo al derecho interno y la imposibilidad de resolver los casos
en que se presente una institución desconocida para el propio sistema.
Este método sin embargo ha sido aceptado por muchos autores: Kahn, Bartin,
Makarov, Niboyet, Caicedo Castilla, Trigueros, Ago, Nussbaum, entre otros. Lo
sostienen como la única solución posible en el momento de desarrollo actual del derecho,
si bien, hoy en día se han introducido matices y variantes a la aplicación rígida de sus
conceptos.
La solución ha sido consagrada en la legislación: el Código Bustamante (artículo
6), el Código Civil egipcio (artículo 10), el decreto Ley español de 1974 (artículo 12), el
segundo Restatement en Estados Unidos, la ley húngara de 1979 (artículo 3), en México
el artículo 3 de la Ley de Navegación y Comercio Marítimo lo establece también como
principio.
La jurisprudencia se inclina también en este sentido,así lo expresa la sentencia de
la Corte de Casación francesa de 22-VI-1955 al caso Caraslanis al definir el carácter
religioso del matrimonio como cuestión de forma sujeta al lugar de celebración del acto;
lo mismo sucede en decisiones de otros tribunales; la del Tribunal federal suizo de 26-V-
1936; en Inglaterra los casos Ogden vs. Ogden en 1908 y Lodge vs. Lodge en 1963; la del
Tribunal de Roma de 5-X-1951 y la del Tribunal de gran instancia del Sena de 12-I-1966,
que señala la obligación para el juez de ceñirse a sus conceptos.
2. Calificación lege causae.
Consiste en la definición de los conceptos jurídicos de la norma con apego al
derecho extranjero eventualmente aplicable a la relación.
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conflictual; en cuanto al segundo problema, nadie, o casi nadie discute que debe
interpretarse de acuerdo con sus propios conceptos y no con la lex fori.
b) La teoría de la jerarquización de las calificaciones defendida principalmente
por Lea Nerigi se basa en la creación de una calificación-tipo con objeto de jerarquizar
las instituciones y su definición de acuerdo con un sistema conceptual indeterminado.
La existencia de una verdadera norma de conflicto de calificaciones resolvería el
problema de antemano.
Pero varios obstáculos se presentan a la viabilidad de este proyecto: por una parte,
la aceptación unánime de esa jerarquización y, por otra, el encuadramiento casuístico en
el tipo que recuerda las dificultades de operatividad de las doctrinas estatutarias.
5. Teorías autonomistas
Parten de la concepción de Rabel sobre los conceptos autónomos del sistema
conflictual y propugnan por el ajuste y adaptación de los sistemas jurídicos preconizada
por el profesor Batiffol.
Sostienen la validez de la calificación lex fori, pero la utilizan como cauce de
coordinación de los ordenamientos con el fin de obtener una solución más acorde con el
espíritu del derecho internacional privado. Esta coordinación requiere la interpretación de
los conceptos atendiendo más a su finalidad que a su estructura y supone dos fases en la
calificación: una de análisis de la institución, sus elementos, su estructura conforme a la
ley extranjera que la ha concebido y que eventualmente regulará la cuestión; y otra de
decisión sobre las categorías jurídicas aplicables que sólo puede hacer la lex fori
(Batiffol, página 307).
Esta tendencia, que puede también encuadrarse en, las eclécticas, ha sido acogida
por otros autores como Miaja de la Muela, Yanguas y, en nuestro país, Pereznieto.
El estado actual de desarrollo del derecho impone la calificación por la lex fori
como algo necesario, y sin embargo, la tendencia a una apertura es evidente. La inclusión
de normas conflictuales construidas sobre conceptos muy amplios en algunas
legislaciones como el Código Civil griego de 1910 al regular la “Tutela y todos los
sistemas de protección”; la redacción de los tratados internacionales pugnando por un
sistema propio de calificaciones, son clara muestra de ello.
III. BIBLIOGRAFIA: Ago, Roberto, Teoria del diritto internazionale privato,
Padova, Cedam, 1934; Aguilar Navarro, Mariano, Derecho internacional privado,
volumen I, tomo II, parte segunda, Reglamentación dé la aplicación de la norma de
colisión; 4ª edición, Madrid Facultad de Derecho, Universidad Complutense, 1979;
Arellano García, Carlos, Derecho internacional privado, México, Porrúa, 1974; Batiffol,
Henri y Lagarde, Paul, Droit international privé; 7ª edición, Paris, Librairie Générale de
Droit et de jurisprudence, 1981, tomo I; Carrillo Salcedo, J. Antonio, Derecho
internacional privado; 2ª edición, Madrid, Tecnos, 1976; Francescakis, Ph.,
“Qualifications”, Réportoire de droit international privé, Paris, Dalloz, 1969, tomo II;
Kahn-Freud, Oscar, “Cours générale de droit internacional privé”, Recueil des Cours de
l'Academie de Droit International de La Haya, 143 (1974-III); Pereznieto Castro, Leonel,
Derecho internacional Privado, México, Harla, 1980; Rigaux, François, La théorie des
qualifications en droit international privé, Paris, Líbrairie Générale de Droit et de
Jurisprudence, 1956; Trigueros S., Eduardo, Estudios de derecho internacional privado,
México, UNAM, 1980.
38
Laura Trigueros G.
célebre lex remmia, en contra de los calumniadores, a quienes castigaba con marca en la
frente, la marca empleada era la letra K, pero que fue desplazada por el castigo del talión.
En el derecho canónico, la calumnia es malitiosa et mendax acusatio, y las Decretales
llamaron calumniador a quien conscientemente y con dolo imputa un crimen a otro. Si la
calumnia era evidente, el acusador debía sufrir la pena del talión. En el Fuero Juzgo,
Fuero Real y la Ley de Partidas, se le aplicaba igual penalidad señalada con anterioridad
en el derecho canónico. Pero en los códigos españoles la calumnia como imputación de
un hecho delictuoso fue incluida en la legislación alfonsina, influyendo de esta manera en
los códigos actuales.
III. La primera característica que es apreciable en la calumnia, es la falsa
imputación de un delito y, además, que este delito sea de aquellos que la ley persigue de
oficio.
En el delito de calumnia, a diferencia de la injuria y de la difamación, la falsedad
es un elemento esencial; sin embargo, deben concurrir otros aspectos importantes que la
hacen diferente de los otros delitos que la ley señala como los delitos contra el honor.
Esa falsedad por otra parte, debe ser consciente y voluntaria por la persona que realiza la
imputación de un delito; además, la imputación debe ser a persona directa y los hechos
también deben ser concretos y determinados. Por ejemplo: no incurre en calumnia el que
llaman ladrón al perjudicado; ello constituye injuria. En cambio, si yo atribuyo con
falsedad a otro el robo de mi cartera, el delito es de calumnia y no de injuria. Se
considera, además, que la finalidad en el delito de calumnia se traduce en una imputación
totalmente falsa, concreta y dolosa; la finalidad del delito de injuria, es fundamentalmente
el animus injuriandi, la ofensa y el desprecio. A su vez, la naturaleza esencial que reviste
el delito de difamación es en sí la comunicación a una o más personas de la imputación
que se hace a una tercera persona. En la difamación el dolo es evidente, ya que prevalece
el objetivo del descrédito por medio de la publicidad y divulgación. Por lo que, en la
injuria y en la calumnia se incurre en delitos sin necesidad de la publicidad.
IV. En el Código Penal mexicano, el delito de calumnia se encuentra ubicado en
el título relativo a los “delitos contra el honor” y regulado en el artículo 356; a diferencia
de otros países que lo consideran como un “delito en contra de la administración de
justicia” ya que consideran que el bien jurídico que se protege no es el honor, sino
prevalentemente un “interés jurídico” que la sociedad tiene en que la recta administración
de justicia no se vea entorpecida por acusaciones o imputaciones engañosas”. Este
criterio es el seguido por los códigos italianos, en tanto que los españoles y los de
Iberoamérica, con excepción de Costa Rica y Venezuela, estiman que el honor es el bien
jurídico ofendido.
Por eso se dice que la calumnia no trasciende ni a los muertos, ni son sujetos
pasivos las sociedades, salvo cuando trasciende a los individuos que las representan o
dirigen por encontrarse afectado su honor. Por tal razón, los sujetos pasivos sólo pueden
ser las personas físicas, porque la ratio del delito de calumnia consiste en la falsa
imputación, denuncia, queja, acusación o atribución de un delito, y si sólo la persona
física es susceptible de responsabilidad penal, obvio es que únicamente dicha persona
puede devenir en sujeto pasivo.
De la lectura del artículo 356 del Código Penal del Distrito Federal se desprende
que los delitos que se imputan a una tercera persona deben ser de aquellos que se
persiguen de oficio; también no deja de revestir importancia, que la imputación del delito
44
debe ser falsa y esta falsedad debe ser objetiva y subjetiva. La falsedad objetiva es la
imputación de un delito, sin que este delito se haya cometido por la persona. La falsedad
subjetiva se da cuando existe el ánimo doloso; es decir cuando se tiene conocimiento y
voluntad de que se está cometiendo un hecho injusto. Por lo que el tipo de calumnia se
puede integrar con la imputación, denuncia o queja de hechos, a sabiendas de la falsedad
de los mismos en que se funda, o de la inocencia de, la persona a quien se hace la
delictiva atribución.
Del artículo 356, también se pueden establecer las formas de realización de la
calumnia: verbales o escritas, formales y reales. Las primeras se desprenden de la
fracción I del mencionado artículo, ya que la imputación puede hacerse mediante palabras
proferidas en presencia o en ausencia del sujeto pasivo o mediante escritos dirigidos a
éste o comunicados a terceras personas, pues dentro de la especialidad del tipo de
calumnia entran los diversos modus operandi. Las formales se contemplan en la fracción
II, cuando se hace mediante la presentación de denuncia, queja o acusación calumniosa;
entendiéndose por tales, aquellas en que el autor “imputa un delito a persona
determinada, sabiendo que ésta es inocente o que aquél no se ha cometido”. La calumnia
real, descrita en la fracción III, consiste desde el punto de vista fáctico en poner “sobre la
persona calumniada, en su casa o en otro lugar adecuado…, una cosa que pueda dar
indicios o presunciones de responsabilidad”.
La consumación y la tentativa de calumnia se puede establecer en base a las
formas de como se presenta este delito. Existe consumación si la calumnia es verbal y es
oída por el sujeto pasivo o por tercera persona. Escrita cuando una u otra persona lea la
imputación falsa. La fracción II del artículo 356, en dónde se enmarca la forma de
calumnia formal, se consuma cuando se está ante un organismo judicial presentando la
denuncia, etcétera, teniendo el carácter de falsa. Y con respecto de la otra forma de
calumnia, se dará la consumación cuando engendre en contra de la persona indicios o
presunciones de responsabilidad.
Es configurable la tentativa en todas las formas de calumnia, habiendo dificultad
respecto de la verbal, cuando ésta no es oída por alguna persona o por la persona a quien
se le imputa el hecho delictivo.
Véase Difamación, Injurias.
V. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl y Carrancá y Rivas, Raúl,
Código Pena anotado; 8ª edición, México, Porrúa, 1980; Jiménez Huerta, Mariano,
Derecho Penal mexicano. tomo III, La tutela penal del honor. Parte especial, 3ª edición,
México, Porrúa, 1978.
Igualmente conviene precisar que las instituciones que deseen hacer uso del
servicio de compensación, deberán manifestarlo por escrito al Banco de México, dando
su conformidad con las reglas de operación contenidas bien sea, en el instructivo para
hacer uso del servicio local, o en el reglamento de servicio de compensación por zona y
nacional
IV. Legislación. La compensación, como una de las formas para extinguir
obligaciones, se encuentra regulada en el Código Civil para el Distrito Federal, en sus
artículos del 2185 al 2205. Puede ser optativa, convencional y aun judicial.
En dichos artículos se determinan: los requisitos para que opere, así como sus
características.
En derecho mercantil, únicamente se habla de esta institución como procedente
para ser opuesta como exención (artículo 1062 Código de Comercio), por lo que creemos
que sobre este particular, son aplicables las reglas supletorias del derecho civil; pero la
compensación bancaria es regulada ampliamente en las leyes combate como veremos a
continuación:
La función de compensación y liquidación, ha sido adoptada por todos los bancos
centrales - se denomina así a las instituciones de crédito que efectúan la emisión de
billetes en forma exclusiva y realizan las operaciones bancarias del Estado, entre otras.
También se les denomina instituto central -, bien sea por tradición, por conveniencia o
por obligación impuesta por la ley.
En derecho patrio, la ley establece esta función - de compensación - como
exclusiva del Banco de México, en sus artículos 8°, fracción II y 24 fracción XXVI, de la
Ley Orgánica del Banco de México.
Igualmente se regula por el Instructivo a las Instituciones de Crédito por Hacer
Uso del Servicio de Compensación Local del Banco de México, publicado en el Diario
Oficial, el día 27 de junio de 1962 y, por el Reglamento de Servicio de Compensación
por Zona y Nacional del Banco de México, publicado en el Diario Oficial, el día 29 de
diciembre de 1958.
Por su parte, el propio Banco de México, ha expedido las siguientes circulares que
regulan la compensación por zona y nacional y que son: 1679/70; 1692/70, sobre
procedimientos de devolución de cheques; 1732/72, sobre compensación de cheques y
giros bancarios en dólares de los Estados Unidos de Norteamérica; 1737 72, que
establece las zonas de jurisdicción de diversas oficinas del Banco de México; 1738/72,
que admite por cámara de compensación, las órdenes de pago H-T-S-113 que expiden las
pagadurías dependientes de la Tesorería de la Federación; 1741/72, que suprime el
servicio de cámaras de compensación los sábados; y, 1752/73, sobre procedimiento de
envío de títulos de crédito a cámaras de compensación.
V. Por último, veamos la compensación internacional: en materia internacional y
dado el movimiento cada vez más acelerado que impone el tráfico mercantil de títulos de
crédito y fondos, se ha hecho patente la necesidad de la existencia de cámaras
internacionales de compensación, o sea las international clearing houses.
Es de advertir, que los bancos centrales de los países, tienen una función muy
importante en la compensación internacional. Conforme a los internacionales hay dos
sistemas: el angloamericano que permite la compensación entre créditos expresados en
diferentes monedas y el francés, en el que deben convertirse a francos los pagos que
hayan de ser realizados en territorio francés; es de citar que en el Tratado General de
50
le someta el presidente de la República. En los términos de la base 4ª, fracción VI, del
artículo 73 constitucional, la Cámara deberá otorgar o negar dicha aprobación dentro del
improrrogable término de 10 días.
f) La fracción VII faculta a la Cámara de Diputados para declarar justificadas o no
justificadas las peticiones de destitución de autoridades judiciales que hiciere el
presidente de la República en los términos de la parte final del artículo 111. En virtud de
que esta misma facultad se prevé en la fracción IX del artículo 76 como exclusiva del
Senado, debe reputarse como facultad del Congreso de la Unión. Respecto de esta
facultad, la parte final del artículo 111 aclara que la petición de destitución la deberá
formular el ejecutivo, primero ante la Cámara de Diputados, y si ésta la aprueba por
mayoría absoluta de votos, pasará al Senado para los mismos efectos. Los funcionarios
judiciales que pueden estar sometidos a dicho procedimiento son: los ministros de la
Suprema Corte de Justicia, los magistrados de circuito, los jueces de distrito, los
magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y los jueces del orden
común del Distrito Federal
g) La fracción VIII del artículo 74 establece como facultades de la Cámara de
Diputados las demás que le confiere expresamente la Constitución.
V. BIBLIOGRAFIA: Burgoa, Ignacio, Derecho constitucional mexicano,
México, Porrúa, 1976; Carrizo, Jorge, “La reforma política mexicana de 1977”, Estudios
constitucionales, México, UNAM, 1980; Carpizo, Jorge, Ezeta, Héctor Manuel y otros,
Derecho legislativo mexicano, México, XLVIII Legislatura del Congreso de la Unión,
Cántara de Diputados, 1973; Rabasa, Emilio, La constitución y la dictadura; 4ª edición,
México, Porrúa, 1968; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano; 13ª
edición, México, Porrúa, 1975.
Jorge Madrazo
Jorge Madrazo
debía verificarse por el tercio de senadores designados por las propuestas del propio
Senado, la Suprema Corte y los diputados.
La original Constitución Federal de 1857 fue unicamaral, es decir, no contuvo la
institución del Senado. El temor de dar vida nuevamente a un órgano de corte
aristocrático, como fue el Senado de las constituciones centralistas y la esperanza de los
liberales radicales de que un congreso unicamaral consiguiera más fácilmente la
expedición de las leyes de reforma social que tanto anhelaban, hizo ganar en el
constituyente la propuesta de que no hubiese Cántara de Senadores. Esta situaci6n
comprueba que no es indispensable la existencia de la Cámara de Senadores en un
régimen federal. En el año de 1874 la Constitución fue reformada para introducir, entre
otras cosas, el Senado. Dicha reforma obedeció a la idea de debilitar al poder legislativo
al dividirlo, fortaleciendo consecuentemente al ejecutivo, y de establecer un sistema de
gobierno más operativo en la realidad. Bajo esta reforma el Senado se componía de dos
senadores por cada Estado y dos por el Distrito Federal, electos popularmente, mediante
el sistema indirecto en primer grado, renovándose por mitad cada dos años.
La original Constitución de 1917 estableció, que la Cámara de Senadores se
compondría de dos miembros por cada Estado y dos por el Distrito Federal, nombrados
en elección directa, que durarían en el cargo cuatro años renovándose la cámara por mitad
cada dos. A partir de las reformas de 1933, los senadores duran en el cargo seis años,
renovándose la cámara en su totalidad cada sexenio. La elección se lleva a cabo en los
Estados y en el Distrito Federal por el sistema de mayoría de votos. Las legislaturas
hacen las declaratorias de senadores electos a los que hubiesen obtenido la mayoría de los
votos emitidos. En el caso del Distrito Federal la declaratoria la debe hacer la Comisión
Permanente. La calificación de la elección la realiza la propia Cámara, con los presuntos
senadores electos. Por cada senador propietario se elige a un suplente. Los senadores
propietarios no pueden reelegirse en el cargo para el periodo inmediato posterior, pero los
suplentes que no hayan estado en ejercicio de propietario sí pueden participar como
candidatos a senadores propietarios en la siguiente elección, sin que los senadores.
propietarios puedan hacerlo en calidad de suplentes.
III. Quórum de asistencia y votación. Para que la Cámara de Senadores pueda
funcionar válida y legalmente, es necesario que se encuentren presentes un número
determinando de senadores, es decir, que se integre quórum. El artículo 63 constitucional
establece la regla general sobre quórum en la Cámara de Senadores que es de las dos
terceras partes del total de sus miembros, es decir, la Cámara se integra con 64 miembros,
se integrará el quórum con la presencia de 47 senadores. La regla general sobre votación
en la Cámara de Senadores es la de la mayoría de votos de los miembros presentes.
Hay dos clases de mayoría: la absoluta y la relativa; la mayoría absoluta implica
que, existiendo dos proposiciones, se aprueba aquella que reúne más de la mitad del total
de votos. La mayoría relativa implica que, existiendo más de dos proposiciones, se
aprueba aquélla que más votos haya obtenido, sin importar si éstos suman más de la
mitad del total. Las excepciones a esta regla general se encuentran en: a) El artículo 73,
fracción III, base 5ª, que expresa ser necesario para formar un nuevo Estado dentro de los
límites de los existentes, que la erección sea votada por las dos terceras partes de los
diputados y senadores presentes en sus respectivas cámaras; b) El artículo 135
Constitucional que establece que en el procedimiento de reformas a la Constitución, las
reformas o adiciones deben ser aprobadas por las dos terceras partes de los individuos
57
propio presidente pueda disponer de la guardia nacional fuera de sus respectivos estados,
fijando la fuerza necesaria.
D) Las facultades establecidas en las fracciones V y VI se relacionan directamente
con las entidades federativas. De acuerdo con la fracción V, el Senado tiene facultad para
declarar, cuando hayan desaparecido todos los poderes constitucionales de un Estado, que
es llegado el caso de nombrar un gobernador provisional que convocará a elecciones de
acuerdo con las leyes constitucionales de la respectiva entidad federativa. Esta facultad
corresponde exclusivamente al Senado y su naturaleza es declarativa y no constitutiva.
De acuerdo con esta misma fracción, la designación del gobernador provisional debe ser
hecha también por el Senado, a propuesta en terna del presidente de la República y bajo
una votación calificada de las dos terceras partes de los senadores presentes. A diferencia
de la facultad declarativa anterior, en este caso la Comisión Permanente sí puede realizar
tal designación, con base en las mismas reglas. Las facultades concedidas al Senado en
esta fracción son desarrolladas en una ley reglamentaria publicada en el Diario Oficial el
29 de diciembre de 1978. Por su parte, la fracción VI faculta al Senado para resolver las
cuestiones políticas que surjan, entre los poderes de un estado, cuando uno de ellos ocurra
con ese fin al Senado, o cuando con motivo de dichas cuestiones se haya interrumpido el
orden constitucional mediante un conflicto de armas. Tratándose de conflictos entre los
poderes de una entidad federativa, la Constitución distingue entre conflictos
constitucionales, para cuya resolución tiene competencia la Suprema Corte de Justicia y
conflictos políticos para lo cual tiene competencia el Senado. No podemos saber con
certeza lo que debe entenderse por conflictos que hasta ahora no se ha expedido la ley
reglamentaria de esta fracción, que prevé la Constitución, y en la que entre otras cosas,
debería señalarse el significado y las hipótesis de tales cuestiones políticas. La
competencia del Senado para resolver este tipo de conflictos se surte de dos formas según
el texto de la fracción citada: a) a petición de parte, es decir, cuando uno de los poderes
estatales concurra con ese fin al Senado, y b) motu propio, cuando el conflicto político
haya desencadenado un conflicto armado interrumpiendo el orden constitucional.
E) La fracción VII del artículo 76 faculta al Senado para erigirse en Gran Jurado
para conocer los delitos oficiales de los funcionarios que designa la Constitución
(senadores y diputados al Congreso de la Unión, ministros de la Suprema Corte de
Justicia, secretarios de Estado, procurador general de la República y presidente de la
República que sólo puede ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden
común). Esta facultad es consecuencia de la que se atribuye a la Cámara de Diputados en
la fracción V del artículo 74. Realizada la acusación por la Cámara de Diputados, la de
Senadores inicia un procedimiento en el que debe practicar las diligencias convenientes y
oír al acusado para culminar en una sentencia, que siendo condenatoria impondrá al
funcionario las penas de privación definitiva del cargo e inhabilitación para ocupar otro
de carácter público. Esta sentencia, que deberá ser aprobada por las dos terceras partes
del total de senadores, constituye cosa juzgada y en tal virtud es inatacable por cualquier
otro recurso legal.
F) La fracción IX faculta a la Cámara de Senadores para declarar justificadas o
no justificadas las peticiones de destitución de autoridades judiciales que hiciere el
presidente de la República, en los términos de la parte final del artículo 111. Esta facultad
se encuentra concedida a la Cámara de Diputados en la fracción VII del artículo 74,
exactamente en los mismos términos por lo que debe reputarse como facultad del
59
Congreso de la Unión y no como exclusiva de una sola cámara. la fracción X del artículo
76 establece como facultades de la Cámara de Senadores las demás que la Constitución le
atribuye.
Véase Cámara de Diputados, Conflicto Político, Desaparición de Poderes en
las Entidades Federativas
V. BIBLIOGRAFIA: Burgoa, Ignacio, Derecho constitucional mexicano,
México, Porrúa, 1976; Carpizo, Jorge, El presidencialismo mexicano, México, Siglo
XXI, 1978; Carpizo, Jorge, Ezeta, Héctor Manuel y otros, Derecho legislativo mexicano,
México, Cámara de Diputados, 1973; Romero Vargas Yturbide, Ignacio, La Cámara de
Senadores de la República Mexicana, México. Ediciones del Senado de la República,
1967; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano; 13ª edición, México,
Porrúa, 1975.
Jorge Madrazo
Jorge Madrazo
Yolanda Frías
Las personas morales gozan también de una capacidad de goce y ejercicio, que
adquieren al momento de constituirse como tales, sin embargo, su capacidad no es total,
pues, por lo regular se ven afectadas con ciertas limitaciones al respecto, el Código Civil
para el Distrito Federal estipula, en su artículo 26, que las personas morales se encuentran
limitadas por el objeto de su institución y por la naturaleza de su estatuto (artículo 28 del
Código Civil para el Distrito Federal).
II. En algunos sistemas jurídicos se limita la capacidad de los extranjeros. A este
respecto, el ordenamiento jurídico mexicano establece, en la fracción I del artículo 27 de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los casos en que los
extranjeros verán restringida su capacidad.
III. En derecho romano existían restricciones a la capacidad de ejercicio para los
menores de edad, los dementes y para otras personas en razón del sexo y la religión entre
otras causas. Asimismo los esclavos estaban privados de capacidad de goce, como lo
fueron, en un principio, los hijos de familia.
Véase Emancipación.
IV. BIBLIOGRAFIA: Galindo Garfias, Ignacio, Derecho civil; 2ª México,
Porrúa, 1980; Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del Estado; traducción de
Eduardo García Máynez, 2ª edición, México, UNAM, 1979; Rojina Villegas, Rafael,
Derecho civil mexicano, tomo I, Introducción y personas; 3ª edición, México, Porrúa,
1976.
Alberto Székely
petrolera o para algún otro fin que no sea agrícola, entre los que se incluye, obviamente,
el avícola, situaciones en las que están facultadas para realizar esos actos en la extensión
estrictamente necesaria para su objeto social” (Amparo en revisión número 3707/76.
“Inmuebles San Juan”, Sociedad Anónima de Capital Variable 29 de julio de 1980,
visible en la Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, del Instituto de
Investigaciones Jurídicas, número 32, enero-abril de 1981, página 330, bajo el número
31).
Aunque, en general, el ejercicio de la actividad mercantil es libre, existen, sin
embargo, incompatibilidades, prohibiciones y restricciones.
Así, no pueden dedicarse al comercio los corredores (Código de Comercio,
artículo 12, Fracción I), los notarios (Ley del Notariado para el Distrito Federal, artículo
17) ni los agentes aduanales, cuya profesión es incompatible con el ejercicio de una
actividad mercantil profesional. Lo que significa que pueden hacerlo si abandonan su
profesión.
Tienen prohibido ejercer el comercio los quebrados no rehabilitados y los reos de
delitos contra la propiedad (Código de Comercio artículo 12).
V. Los extranjeros pueden dedicarse a una actividad económica en el país, en
casos de excepción. Como inmigrantes inversionistas, en unión de nacionales y en cuanto
su inversión no exceda del 49% del capital de la empresa (Código de Comercio, artículo
13, Ley General de Población artículos 52 y 53, Ley para Promover la Inversión
Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera, artículos 2° y 5°). Como inmigrados, con las
limitaciones que establezca la Secretaría de Gobernación en cada caso particular, de
acuerdo con las disposiciones legales aplicables (Ley General de Población artículo 55).
Debe tomarse en cuenta que hay actividades que por diversas leyes se encuentran
reservadas exclusivamente a mexicanos (por ejemplo: en la Ley para Promover la
Inversión Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera, artículo 4°., radio y televisión,
transporte automotor urbano, interurbano y en carreteras federales, transportes aéreos y
marítimos nacionales, explotación forestal y distribución de gas).
La Comisión Nacional de Inversiones Extranjeras podrá resolver sobre el aumento
o la disminución de los porcentajes arriba aludidos, cuando a su juicio sea conveniente
para la economía del país, fijando las condiciones conforme a las cuales se puede recibir,
en casos específicos, la inversión extranjera en condiciones diferentes.
Las disposiciones de la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Vigilar la
Inversión Extranjera arriba indicadas, no son aplicables en perjuicio de aquellos
extranjeros que tenían derechos adquiridos antes de su entrada en vigor; lo que ocurrió el
9 de mayo de 1973.
Véase Capacidad, Comerciante, Consejo de Administración, Inversión
Extranjera, Sociedades Mercantiles
VI. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, “Derecho mercantil”, Introducción al
derecho mexicano, México, UNAM, 1981, tomo II; Barrera Graf, Jorge, La regulación
jurídica de las inversiones extranjeras, México, UNAM, 1981; Mantilla Molina, Roberto
L., Derecho mercantil, introducción y conceptos fundamentales, sociedades; 11ª, edición,
México Porrúa, 1970.
unidad coordinadora del empleo y cuyos comités tendrán facultad para participar en los
requerimientos de capacitación y adiestramiento, formular recomendaciones específicas
en materia de planes y programas, así como evaluar sus efectos y colaborar en la
elaboración del Catálogo Nacional de Ocupaciones y en los estudios sobre características
de maquinaria, y equipo en existencia y uso en cada rama industrial (artículo l53 K).
Finalmente, respecto a planes y programas, aquellas empresas en que por alguna
razón no rija un contrato colectivo de trabajo, tendrán la obligación de ponerse de
acuerdo con sus trabajadores para convenir la forma en que se les proporcionará
capacitación y adiestramiento, sometiendo dichos planes y programas a la aprobación de
la Secretaría del Trabajo y Previsión Social e indicando la forma en que las comisiones
mixtas que se integren en cada centro de trabajo cuidarán y vigilarán su cumplimiento.
VII. Con motivo de la reforma constitucional a la que ya hemos hecho referencia,
la filosofía social de la obligación patronal se orienta al fortalecimiento de los derechos
de las clases económicamente menos protegidas. Por esta razón fue indispensable
reformar asimismo la ley (artículo 132 fracción XV) e imponer esta nueva obligación,
derivada de la complejidad del proceso industrial que ha tenido México y de la
interrelación existente en los sistemas de educación formal, ya que las particulares
condiciones de nuestro proceso tecnológico exigían una reglamentación flexible a través
de la cual los métodos y procedimientos implantados pudieran ser suplidos por los
patrones con la intervención de los sindicatos o del Estado en lo que resultara necesario.
La finalidad fue evitar al mismo tiempo, que la capacitación o el adiestramiento pudieran
representar un obstáculo para un adecuado desarrollo de las fuentes de trabajo; de ahí que
se haya buscado realizar una acción conjunta de dos principio: el de la capacitación del
trabajador y el de proporcionarle una adecuada actividad, empleo o trabajo derivados de
la preparación que adquiera; para cuyo logro debe disponerse de las escuelas o institutos
que satisfagan en forma conveniente la necesidad que tiene cada hombre de trabajar. La
capacitación y el adiestramiento han de ser esfuerzo de todos: trabajadores, patrones y
autoridades, demostrándose con este interés conjunto que sólo así se responde a una
sociedad en la que cada vez sean más los trabajadores, porque en ello se encuentra la
clave del progreso personal y social.
Véase Derecho al Trabajo
VIII. BIBLIOGRAFIA: Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1979, tomo II; Deveali, Mario L., Lineamientos del derecho del
trabajo, Buenos Aires, 1956; González Salazar, Gloria, Problemas de la mano de obra en
México, México, UNAM, 1971; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho del trabajo; 4ª
edición, México, Porrúa, 1980.
CAPITAL SOCIAL. l. Capital (del latín capitalis, de caput, is, cabeza). Existen diversas
acepciones del término en cuestión, según el marco teórico de referencia empleado. Por
ejemplo, el Diccionario de la Lengua Española señala doce distintos significados, cinco
de los cuales aluden a la cuestión económica: 7. Hacienda, caudal, patrimonio. 8.
Cantidad de dinero que se presta. 9. Caudal, bienes que aportan el marido o la mujer al
matrimonio. 10. Valor permanente de lo que de manera periódica o accidental rinde u
ocasiona rentas, intereses o frutos. 11. Uno de los cuatro factores de la producción
75
formado por la riqueza acumulada que en cualquier aspecto se destina de nuevo a aquélla,
en unión del trabajo y de los agentes naturales. Por su parte, el Diccionario de Ciencias
Sociales indica que es el producto destinado a nuevas producciones. El trabajo acumulado
y destinado a nueva producción. El caudal de bienes que una persona o entidad posee.
Mercantilmente, el conjunto de medios de cambio de moneda, destinados a sostener,
regularizar e incrementar operaciones comerciales. Social (del latín socialis). Lo
perteneciente o relativo a una sociedad o a los socios aliados o confederados (Diccionario
de la Lengua Española).
II. Concepto. Como vemos, el vocablo capital expresa una realidad compleja que
no se puede reducir a una fórmula simple. Denota varios aspectos de una única realidad
que dada la conexión recíproca existente entre los distintos significados se trata de
perfiles diversos de un mismo fenómeno complejo, cuya integración no puede
compendiar una sencilla definición.
La disciplina del capital se caracteriza por las frecuentes intersecciones con la
disciplina del patrimonio, lo cual puede suceder en virtud de aquella relación de
implicación (continenza) que existe entre los dos conceptos. Como si se tratara de esferas
concéntricas de las cuales una - el patrimonio - comprende también a la otra - el capital -
que en ella está circunscrita.
Se entiende por patrimonio social, “el conjunto de bienes y derechos de la
sociedad, con deducción de sus obligaciones. Se forma inicialmente, con el conjunto de
aportaciones de los socios” (Mantilla Molina). El conjunto efectivo de bienes de la
sociedad en un momento determinado.
Su cuantía adolece de las mismas variaciones que el patrimonio individual. Se
incrementa si la industria es próspera, se reduce en el caso contrario. El patrimonio activo
comprende: dinero, cosas, derechos, valores económicos de toda clase. El patrimonio
pasivo: abarca las deudas (Garrigues). Dichos bienes pasan a ser propiedad del ente social
de modo distinto o como ocurre con el capital (Simonetto) .
El capital social es el conjunto de bienes propios (fondo patrimonial) del ente
social, constituido por el valor inicial en dinero de las aportaciones de los accionistas
(personas físicas o morales) que lo forman. Su valor permanece inmutable durante la vida
de la sociedad, salvo los aumentos y disminuciones acordados por los socios. Según el
concepto clásico, es una entidad formal y una expresión invariable y cristalizada de valor
que refleja el balance.
“Es la cifra en que se estima la suma de las obligaciones de dar de los socios y
señala el nivel mínimo que debe alcanzar el patrimonio social para que los socios puedan
disfrutar de las ganancias de la sociedad” (Mantilla Molina).
Cifra permanente de la contabilidad, que no necesariamente refleja el patrimonio
efectivo. Señala dicha cifra el patrimonio que debe existir no el que realmente existe. Es
la cifra considerada como tal en la escritura constitutiva de la sociedad o en sus reformas
(artículo 6° fracción V, Ley General de Sociedades Mercantiles). “La cifra del capital es
una línea cerrada o círculo ideal trazado en el activo de la sociedad, que no acota bienes
determinados, pero que impone a la sociedad la obligación de tenerlo siempre cubierto
con bienes equivalentes a aquella cifra.” Técnica y legalmente, patrimonio y capital
social deben coincidir al erigirse la sociedad; sin embargo, pueden ser diversos desde el
primer momento (Garrigues).
76
CAPITAL
B. Aportaciones mediatas.
a) Por el compromiso contraído.
b) Cuentas puentes de activo (accionistas).
c) Exhibiciones secretas.
3. Por la forma de constituirse.
A. En efectivo.
B. En especie.
Se quedan los títulos en depósitos en Tesorería, por 2 afios (artículo
141 Ley General de Sociedades Mercantiles).
IX. Función económica del capital social. Las aportaciones de capital efectuadas
por los socios permiten que la sociedad ejercite sus funciones y alcance su fin.
X. Acepciones complementarias. Múltiples y diversificados son los significados
de la voz capital, no menos lo son los vocablos que se conectan directa o indirectamente
con el capital social. Este puede estar a su vez formado por: l. Capital autorizado: cifra
máxima que puede alcanzar el capital suscrito sin que se requiera modificación
estatutaria. Deberá estar colocado el mínimo que marca la ley para la Sociedad de
Responsabilidad Limitada y la Sociedad Anónima o bien, el mayor que fije la propia
escritura. 2. Capital autorizados no emitido: constituye la diferencia entre el máximo del
capital autorizado en la escritura constitutiva o en sus reformas y la cantidad disponible a
suscripción, ya sea que esté o no suscrita. Dicha cifra es meramente un elemento de
información y para efectos de los estados financieros no integra el capital contable
(Instituto Mexicano de Contadores Públicos, IMCP). 3. Capital emitido y no suscrito:
parte del capital autorizado que por acuerdo de la asamblea general de accionistas o del
consejo de administración se ofrecerá al público para su suscripción. 4. Capital suscrito:
aquel que los dos se obligan a aportar. Capital social y capital suscrito, coinciden en las
sociedades de capital fijo. 5. Capital suscrito y no exhibido: aquel que los socios se
comprometieron a aportar pero que la sociedad aún no ha recibido (Instituto Mexicano de
Contadores Públicos). 6. Capital exhibido: es el importe del capital suscrito que ha sido
cubierto por las aportaciones de los socios. 7. Capital social autorizado y exhibido:
cuando el capital autorizado está totalmente pagado. Nunca el capital exhibido podrá ser
mayor al capital social.
XI. Capital contable o patrimonio social. Es la diferencia entre el activo y el
pasivo de la sociedad; está constituido por: l. El capital social pagado. 2. Otras
aportaciones de los socios y asociados. 3. Utilidades retenidas en el negocio: A.
Aplicadas o separadas específicamente (reserva: legal y estatutaria): a) Con fines
específicos determinados; b) Con finalidades generales; A. Sin aplicación especial. 4.
Revaluaciones de activos y pasivos. 5. Aportaciones no reembolsables hechas por
terceros. 6. Utilidad del ejercicio. En suma: capital contable es igual a capital social
pagado, más superávit (utilidades retenidas y resultados del ejercicio), menos déficit
pérdidas.
Véase Acciones, Amortización, Patrimonio, Sociedades Mercantiles
XII. BIBLIOGRAFIA: Ascarelli, Tullio, Principios y problemas de las
sociedades anónimos, traducción de René Cacheaux Sanabria, México, UNAM, 1951;
Garrigues, Joaquín, Curso de derecho mercantil; 2ª reimpresión, México, Porrúa, 1979,
tomo II, Gertz Manero, Federico, Qué es la contabilidad, México, Porrúa, 1971; Instituto
Mexicano de Contadores Públicos, Normas y procedimientos de auditoría, México, 1965;
79
Mantilla Molina, Roberto L., Derecho mercantil; 20ª edición, México, Porrúa, 1980;
Rodríguz y Rodríguez, Joaquín, Tratado de sociedades mercantiles, México, Porrúa,
1947, tomo II; Simoneto, Ernesto, “Concetto e composizione del capitale sociale”, Rivista
di Dirittio Commerciale e del Diritto Generale delle Obbligazioni, Milano, anno LIV,
1956; Solá Cañizares, Felipe de, Tratado de derecho comercial comparado, Barcelona,
Montaner y Simón, 1963, tomo III; Vivante, César, Tratado de derecho mercantil;
traducción de Ricardo Espejo de Hinojosa, Madrid, Reus, 1932.
Pedro A. Labariega V.
III. Capitulaciones. Dícese de los antiguos tratados celebrados en países del Islam
con el fin de regular la jurisdicción consular en el extranjero. Este tipo de tratados,
iniciados en 1535, entre Turquía y Francia (Solimán II y Francisco I respectivamente),
fueron denunciados por Turquía durante la Primera Guerra Mundial, quedando abolidos,
definitivamente, por el Tratado de Paz de Lausana en 1923. Algunos Estados europeos,
de Extremo Oriente y los Estados Unidos de América impusieron la jurisdicción consular
a través de capitulaciones.
IV. BIBLIOGRAFIA: Oppenheim, L., Tratado de derecho internacional
público, traducción de J. López Olivan y J. M. Castro-Rial, Barcelona, Bosch, 1967, tomo
II, volumen II; Osmañczyk, Edmund Jan, Enciclopedia mundial de relaciones
internacionales y Naciones Unidas, Madrid, FCE, 1976; Rousseau, Charles, Derecho
internacional público; 2ª edición; traducción de Fernando Jiménez Artigues, Barcelona,
Ariel, 1961; Verdross, Alfred, Derecho internacional público, traducción de Antonio
Truyol y Serra, Madrid, Aguilar, 1963.
Yolanda Frías
Beatriz Bernal
Alberto Székely
CAREO. I. Es la confrontación del acusado con los testigos de cargo, así como entre las
personas que formulan declaraciones contradictorias en un proceso penal, con el objeto
de establecer la veracidad de los testimonios.
De acuerdo con la doctrina, el careo posee en el ordenamiento mexicano una
doble connotación: por una parte debe considerarse como un derecho constitucional de la
defensa del inculpado en el proceso penal, para conocer con precisión y de manera directa
lo sostenido por los testigos que declaran en su contra, y por la otra, el cotejo de los
testimonios que incurran en discrepancias, para efectos probatorios.
II. El antecedente inmediato del primer aspecto, se introdujo en el artículo 20,
fracción III, de la Constitución de 5 de febrero de 1857, y se reiteró en la fracción IV del
precepto del mismo número de la Constitución vigente, de acuerdo con la mal, el acusado
será careado con los testigos que depongan en su contra, los qué declararán en su
presencia si estuviesen en el lugar del juicio, para que pueda hacerles todas las preguntas
conducentes a su defensa.
89
III. Lo anterior significa que los careos pueden efectuare entre el procesado y el
ofendido, el procesado y los testigos, y también entre estos últimos. De acuerdo con lo
establecido por el artículo 265 del Código Federal de Procedimientos Penales la
confrontación del acusado contra los testigos de cargo, prevista por la fracción IV del
artículo 20 de la Constitución, debe efectuarse en todo caso, aun cuando no existan
discrepancias. Sin embargo, la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia ha
interpretado la disposición constitucional el sentido de que la confrontación no es
indispensable cuando exista coincidencia entre lo expuesto por el inculpado y los testigos
que declaran en su contra.
IV. El careo entre el acusado y los testigos de cargo ha sido calificado como
constitucional, y el de los testimonios divergentes, se le considera como de carácter legal,
por estar regulado por los códigos de procedimientos penales. Podemos dividirlo en
directo, cuando se encuentran presentes los declarantes, y supletorio cuando no se puede
lograr la comparecencia de alguno de ellos.
De acuerdo con lo establecido por los códigos modelos, Código de
Procedimientos Penales para el Distrito Federal y Código Federal de Procedimientos
Penales , el careo directo se practicará sólo entre dos personas y en una sola diligencia,
durante el periodo de instrucción, y a la mayor brevedad posible, sin perjuicio de repetirlo
cuando el juez lo estime oportuno o cuando surjan nuevos puntos de contradicción. A la
diligencia sólo pueden acudir las personas que deban ser confrontadas, las partes y los
intérpretes, si fueren necesarios (artículos 226 Código de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal y 266 Código Federal de Procedimientos Penales ).
Dichos careos se practicarán, dando lectura, en lo conducente, a las declaraciones
que se reputen contradictorias y llamando la atención a los careados sobre los puntos de
contradicción a fin de que discutan entre sí y pueda aclararse la verdad (artículos 228
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 267 Código Federal de
Procedimientos Penales ).
Por lo que se refiere a los llamados careos supletorios, los mismos pueden
efectuarse cuando alguno de los que deban ser careados no fuere encontrado o residiere
en otra jurisdicción, y se practicarán leyendo al presente la declaración del ausente y
haciéndole notar las contradicciones que hubiere entre aquélla y lo declarado por él, a fin
de que puedan hacerse las aclaraciones necesarias. Sin embargo, cuando las dos personas
que deban confrontarse se encontraran fuera del ámbito territorial del tribunal del
proceso, se practicará el careo directo a través del exhorto correspondiente (artículos 229
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 268 Código Federal de
Procedimientos Penales ).
V. La doctrina ha destacado el valor del careo, tanto por lo que respecta a la
defensa del inculpado al enfrentarse a los testigos de cargo y conocer directamente, si se
encuentran en el lugar del juicio, o de manera supletoria en caso contrario, las
declaraciones de sus contradictores, como también la confrontación de los testimonios
discrepantes, con el objeto de verificar la veracidad de los mismos. Sin embargo, para la
eficaz utilización de este instrumento se requieren dos condiciones importantes: en primer
término la inmediación del juez con los participantes del careo, y en segundo lugar, la
preparación del propio juzgador en los conocimientos de la psicología del testimonio y
del interrogatorio, sin los cuales resulta difícil valorizar con precisión las declaraciones
divergentes.
90
Héctor Fix-Zamudio
CARGA. I. En el derecho civil, la carga ha sido entendida como un deber que se impone
a un sujeto que recibe una liberalidad. Por eso el campo de aplicación será en los actos
jurídicos de liberalidad entre vivos (donaciones) o por causa de muerte (herederos o
legatarios). El que realiza un acto de liberalidad puede que tenga interés en que ese acto
se sujete a la condición de que se realice determinada conducta para beneficio del sujeto,
en este caso hablamos de cargas en las donaciones que convierten a la donación en
onerosa, en función de la imposición de algunos gravámenes; no se trata de satisfacer
caprichos absurdos del donante y por eso se señala que si la donación se hace con la carga
de pagar las deudas del donante, sólo se entenderán comprendidas las que existan con
fecha auténtica al tiempo de la donación, y que, en todo caso, el que recibe una donación
de todos los bienes del donante estará obligado a pagar todas las deudas del mismo,
anteriormente contraídas, pero sólo hasta la cantidad concurrente con los bienes donados
y siempre que las deudas tengan fecha auténtica; de ninguna manera el donatario está
obligado con sus bienes propios e incluso se le faculta para sustraerse a la ejecución de
cargas abandonando la cosa donada y si ésta perece por caso fortuito, queda libre de toda
obligación (artículos 2336, 2353, 2355, y 2368 del Código Civil para el Distrito Federal).
II. Cuando la liberalidad se hace por causa de muerte, en nuestro ordenamiento
jurídico mexicano, se indica que el heredero sólo responde hasta donde alcanzan los
bienes que hereda, esto es que toda herencia se entiende a beneficio de inventario
(artículo 1284 Código Civil para el Distrito Federal). En principio los herederos
adquieren a título universal y responden de las cargas de la herencia hasta donde alcanza
la cuantía de los bienes que heredan, en tanto que los legatarios adquieren a título
particular y no tendrán más cargas que las que expresamente les hubiere impuesto el
testador, sin perjuicio de su responsabilidad subsidiaria, es decir, sin perjuicio de que en
caso de que no alcanzasen los bienes de la herencia para cubrir los adeudos del autor de la
sucesión, tendrán preferencia para salvarse los legados hechos en calidad de
remuneración, los preferentes, la cosa cierta y determinada y los de alimentos y
educación (artículos 1285 y 14l4 Código Civil para el Distrito Federal).
Finalmente, cabe que el estudioso ponga atención en la afirmación que hemos
hecho con anterioridad, de que el legatario no tiene más cargas que las que expresamente
le imponga el testador. En este caso, el autor de la sucesión desea que después de su
muerte el que reciba el legado efectúe una cierta conducta o realice una determinada
prestación, por ejemplo, que obtenga un título profesional, o que vigile y cuide de la
91
asistencia de otra persona. Por esa razón las cargas en los legados constituyen una
condición resolutoria, es decir, que si no se diese cumplimiento a la conducta impuesta el
legado dejaría de tener efecto (artículo 1361 Código Civil para el Distrito Federal).
III. BIBLIOGRAFIA: Alacalá-Zamora y Castillo, Niceto, Derecho procesal
mexicano, México, Porrúa, 1976, 2 volúmenes; Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones;
4ª edición, México, Porrúa, 1977; Ortiz Urquidi, Raúl, Derecho civil (parte general);
introducción, teoría del derecho (ubicación del civil, teoría y técnica de la aplicación de
la ley, teoría general del negocio jurídico, México, Porrúa, 1977.
del proceso penal y de los procedimientos relativos a la materia familiar y del estado civil
y de arrendamiento de fincas urbanas destinadas a habitación.
La ausencia de esta carga para el inculpado en el proceso penal mexicano se
deriva del principio general in dubio pro reo, ya que de acuerdo con las ventajas
procesales que le otorga el artículo 20 de la Constitución merecen destacarse la de no ser
compelido a declarar en su contra, prohibiéndose toda incomunicación o cualquier otro
medio de presión, así como la facultad de nombrar defensor desde el momento en que es
aprehendido, y si se niega a designar a la persona que lo defienda, el juez debe señalarle
uno de oficio (fracciones I y IX). Por ello la posible rebeldía del acusado no tiene
consecuencias desfavorables en su contra, ya que tampoco puede ser juzgado en ausencia.
V. La carga relativa al impulso existe en una buena parte de los ordenamientos
procesales mexicanos, especialmente los relativos a la materia civil y mercantil, debido al
carácter exageradamente dispositivo de nuestro procedimiento, y la consecuencia del
incumplimiento de la citada carga determina la paralización del procedimiento, y en
ocasiones también la llamada caducidad de la instancia o el sobreseimiento del juicio
(artículos 137 bis Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 373-378
Código Federal de Procedimientos Civiles ); inclusive en algunos procedimientos en los
cuales predomina el principio de impulso de oficio, como en los procesos laborales y de
amparo (artículos 74, fracción V, LA y 773 Ley Federal del Trabajo).
VI. La carga procesal de mayor importancia y en la cual existe una mayor
elaboración tanto legislativa como doctrinal y jurisprudencial es la relativa a la prueba;
debiendo destacarse que los ordenamientos procesales civiles y el mercantil recogen las
dos reglas tradicionales, según las cuales el actor y el demandado tienen la carga - que
califican de obligación - de probar los hechos en que funden su pretensión o su
excepción, respectivamente, y sólo los hechos afirmados - no así los negados, con
algunas excepciones - imponen la carga de probarlos a la parte que los expresa (artículos
281 y 282 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal; 81 y 82 del
Código Federal de Procedimientos Civiles , y 1194-1196 del Código de Comercio). El
Código Federal de Procedimientos Civiles prescribe, además, que quien afirme que otro
contrajo una “liga jurídica, solo debe probar el hecho o acto que la originó no que la
obligación subsiste”.
Con mayor precisión, los códigos de procedimientos civiles que siguen al
anteproyecto de 1948 del Distrito Federal, establece la regla general de que las partes
tienen la carga de probar sus respectivas proposiciones de hecho y los hechos sobre los
que el adversario tenga a su favor una presunción legal. Para el caso de duda sobre la
atribución de la carga, dichos códigos indican que la prueba debe ser rendida “por la parte
que se encuentre en circunstancias de mayor facilidad de proporcionarla, o si esto no
puede determinarse, corresponderá a quien sea favorable el efecto jurídico del hecho que
deba probarse” (artículos 260 de los códigos de Sonora y Zacatecas, y 239 del de
Morelos).
En el proceso laboral, una de las innovaciones más importantes de la reforma a la
Ley Federal del Trabajo de 1980 ha consistido en regular con mayor precisión el régimen
de la carga de la prueba en favor de la parte trabajadora, ya que el artículo 748 dispone,
por una parte, que la junta de conciliación y arbitraje debe eximir de la carga de la prueba
al trabajador, cuando por otros medios esté en posibilidad de llegar al conocimiento de
los hechos y para tal efecto requerirá al empresario para que exhiba los documentos que,
93
de acuerdo con las leyes, tiene la obligación de conservar, bajo el apercibimiento de que
de no presentarlos, se presumirán ciertos los hechos alegados por el trabajador; y por otra
parte, el mismo precepto enumera, en forma precisa y detallada, algunos de los hechos
que en todo caso, corresponde probar a la parte patronal.
Por lo que se refiere al proceso penal, la Constitución no recogió expresamente el
mencionado principio in dubio pro reo, pero una interpretación amplia del artículo 14
podría conducir a afirmar que una de las “formalidades esenciales del procedimiento”
exigidas por tal precepto, consiste, precisamente, en el respeto del principio de que, en
caso de duda, debe absolverse al inculpado. En el artículo 247 del Código de
Procedimientos Penales para el Distrito Federal se establece que en caso de debe
absolverse al inculpado y que “no podrá condenarse a acusado, sino cuando se le pruebe
que cometió el delito que se le imputa”. Cabe señalar que la presunción del dolo
consignada anteriormente en el artículo 9° del Código Penal del Distrito Federal, fue
suprimida con la reforma publicada en el Diario Oficial del 13 de enero de 1984.
Por otra parte, la Suprema Corte de Justicia ha restringido el alcance del citado
artículo 247 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, ya que ha
sostenido, por un lado, que el estado de duda que implica la obligación legal de absolver
al acusado sólo produce efectos cuando recae respecto a si el acusado cometió o no el
delito que se le imputa, pero si se refiere a la existencia de circunstancias eximentes de
responsabilidad, la duda no debe producir la absolución, sino la condena; y además, la
misma Suprema Corte de Justicia se ha negado a revisar la aplicación del citado principio
in dubio pro reo, con el argumento de que el problema de la duda sobre si el acusado
cometió o no el delito que se le imputa es de la competencia de los tribunales de instancia
y no de los de amparo (tesis 99, 100 y 101, del Apéndice al Semanario Judicial de la
Federación, publicado en 1985, páginas 216-219, primera sala).
Los artículos 600 a 602 del CJM establecen las mismas reglas del Código de
Procedimientos Penales para el Distrito Federal sobre la carga de la prueba, en tanto que
el Código Federal de Procedimientos Penales no contiene disposición al respecto.
VII. La carga relativa a los alegatos carece de importancia esencial en los
ordenamientos procesales mexicanos, especialmente en materias civil y mercantil, por el
predominio del procedimiento escrito, ya que los intentos de establecer una dosis - así sea
muy moderada - de oralidad, han fracasado, de manera que los propios alegatos se
reducen a un resumen escrito de los argumentos contenidos en la demanda y en la
contestación, en su caso.
En el proceso penal la formulación de conclusiones por el Ministerio Público
constituye no sólo una carga, sino una verdadera obligación, ya que en dichas
conclusiones se concreta la acusación del Estado, y sin ellas el juzgador no puede emitir
la sentencia definitiva. En cambio, las conclusiones de la defensa sólo son una carga, ya
que su omisión no impide al juzgador resolver.
Por último, la carga de la impugnación es fundamental para las partes, pues su
incumplimiento determina la firmeza de las resoluciones respectivas.
Véase Alegatos, Caducidad, Demanda, Impugnación, In Dubio Pro Reo,
Pruebas
VIII. BIBLIOGRAFIA: a) Derecho procesal civil; Becerra Bautista, José, El
proceso civil en México; 8ª edición, México, Porrúa, 1980; Ovalle Favela, José, Derecho
Procesal civil, 2ª edición, México, Harla, 1985; b) Derecho procesal laboral; Díaz de
94
León, Marco Antonio, Las pruebas en el derecho procesal del trabajo, México, Textos
Universitarios, Manuel Porrúa, 1980; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal
del trabajo; 4ª edición, México, Porrúa, 1978; c) Derecho procesal penal; Díaz de León,
Marco Antonio, Tratados sobre las pruebas penales, México, 1982; García Ramírez,
Sergio, Derecho procesal penal, 2ª edición, México, Porrúa, 1977.
Marcos Kaplan
Con los defectos que pueda tener, la Carta de las Naciones Unidas, o Carta de San
Francisco, ha representado un esfuerzo entre los Estados en la lucha por el imperio de la
ley, al crear normas jurídicas de observancia universal. Estamos frente a un tratado-ley
que consagra, por un lado, principios generales de derecho, algunos con carácter de
normas de jus cogens, que, a su vez, han sido inspiradores de otros instrumentos
internacionales; y, por otro, reglas de conducta para los Estados miembros. La Carta de
las Naciones Unidas demostró un avance de contenido jurídico, especialmente si nos
remontamos a la fecha de su elaboración, y si comparamos a éste con el del viejo Pacto
de la Sociedad de Naciones (1919-1939) pero, sin duda, debería ser objeto de una
cuidadosa revisión general a fin de colocarla, en algunas de sus partes, en mejor posición
para afrontar los cambios sociales, económicos y políticos del mundo actual.
La mayoría de los textos sobre derecho internacional público explican, de manera
general, los antecedentes, creación y funcionamiento de la ONU.
Véase Organización de las Naciones Unidas
III. BIBLIOGRAFIA: Goodrich, Leland M. and Hambro, Edward, The Charter
of the United Nations. Commentary and Documents, second edition, London, Stevens,
1949; Kelsen, Hans, The Law of the United Nations. A Critical Analysis of its
Fundamental Problem, London, Stevens, 1950; Kelsen Hans, Recent Trends in the Law
of the United Nations, London, Stevens, 1951; Ross, Alf, Constitución de las Naciones
Unidas, traducción de Fernando Arias Parga, Madrid, Imprenta Jura, 1954.
Yolanda Frías
Yolanda Frías
1. El jefe de la Oficina Consular será provisto por el Estado que envía, de un documento
que acredite su calidad en forma de carta patente u otro instrumento similar, extendido
para cada nombramiento y en el que indicará, por lo general, su nombre completo, su
clase y categoría, la circunscripción consular y la sede de la Oficina Consular.
2. El Estado que envía transmitirá la carta patente o instrumento similar, por vía
diplomática o por otra vía adecuada, al gobierno del Estado en cuyo territorio el Jefe de la
Oficina Consular haya de ejercer sus funciones.
103
3. Si el Estado receptor lo acepta, el Estado que envía podrá remitir al primero, en vez de
la carta patente u otro instrumento similar, una notificación que contenga los datos
especificados en el párrafo 1 de este artículo.
El agente consular presentará sus cartas patentes ante el ministro de Relaciones
Exteriores del Estado receptor.
III. BIBLIOGRAFIA: Calvo, Charles, Dictionnaire de droit international public
et privé, Paris, 1885, tomo I; Molina, Cecilia, Práctica consular mexicana; 2ª edición,
México, Porrúa, 1978.
Yolanda Frías
Grados de Sevilla como opina Ots y Capdequi) o al Consejo Real y Supremo de las
Indias.
Los primeros empleados subalternos eran dos alguaciles, el visitador de navíos y
el portero. En 1534 se creó el cargo de correo mayor y en 1552 la Cátedra de
Cosmografía (antes existía un cosmógrafo) y finalmente en 1597 se dotó de presidente a
la Casa de la Contratación.
IV. En 1717 se trasladó la Casa de Sevilla al puerto de Cádiz. Con la política de
los Borbones de ir liberalizando al comercio, se provocó que Sevilla y Cádiz perdieran el
carácter monopólico en esta materia hasta que por fin en 1765 se decretó el libre
comercio entre varios puertos españoles y las colonias, con lo cual dejó de tener sentido
la Casa de la Contratación de las Indias y fue suprimida en 1790.
V. BIBLIOGRAFIA: Konetzke, Richard, América Latina. II. La época colonial,
México, Siglo XXI, 1971; Ots y Capdequí, José María, Historia del derecho español en
América y del derecho indiano, Madrid, Aguilar, 1969; Piernas Hurtado, J., La Casa de
la Contratación de las Indias, Madrid, Victoriano Suárez, 1907; Schafer, Ernesto, El
Consejo Real y Supremo de las Indias. Su historia, organización y labor administrativa
hasta la terminación de la Casa de Austria, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1935, tomo I;
Tau Anzoátegui, Víctor y Martiré, Eduardo, Manual de historia de las instituciones
argentinas; 3ª edición, Buenos Aires, Macchi, 1975; Veitia Linage, Joseph, Norte de la
Contratación de las Indias Occidentales (edición facsimilar tomada de la de 1672 con un
estudio preliminar de Francisco de Solano titulado “Norte sobre la vida y obra del autor
del...”), Madrid, Ministerio de Hacienda, 1981.
CASACION. I. (Del francés cassation, derivada del verbo casser, anular, y a su vez del
latín quassare, sacudir violentamente, romper). El medio de impugnación que se traduce
en el recurso de carácter extraordinario a través del cual se examina la legalidad de la
actividad del juez en el procedimiento y en la sentencia, que de ser acogido, puede
producir el efecto de anular el fallo respectivo, ya sea para reponer el citado
procedimiento o con el propósito de que se pronuncie una nueva sentencia de fondo.
II. Con antecedentes en los procedimientos de nulidad e injusticia de la sentencia
en el derecho romano, la querella nulitatis del derecho estatutario italiano, y en la
impugnación ante el Conseil des parties de la monarquía francesa, el recurso de casación
en su sentido moderno, fue establecido por decreto del 27 de noviembre-primero de
diciembre de 1790 por la Asamblea Nacional Revolucionaria Francesa, en un principio
como una instancia ante el Tribunal de Casación dependiente de la propia Asamblea para
asegurar la unidad de la interpretación del derecho objetivo, hasta que por ley de primero
de abril de 1837 se creó la Corte de Casación como el órgano supremo del sistema
judicial francés y de ahí la institución se extendió por casi todos los países europeos y
posteriormente, a través del derecho español, a la mayoría de los ordenamientos
latinoamericanos.
III. Aun cuando en apariencia no existe la casación en el derecho mexicano, la
misma subsiste a través del juicio de amparo contra resoluciones judiciales, pero como
ocurrió con los demás países de nuestra región, dicha institución se introdujo desde la
segunda mitad del siglo XIX en nuestros códigos procesales, por inspiración del derecho
español. En efecto, en forma muy sintética podemos mencionar que el antecedente del
recurso de casación en la legislación procesal mexicana, lo fue el llamado “recurso de
nulidad”, introducido en el artículo 261, inciso noveno, de la Constitución española de
Cádiz de 1812, que se refiere exclusivamente a las violaciones de carácter procesal, y que
pasó posteriormente a los artículos 12, fracción XI y 22, fracción III, de la Quinta Ley
constitucional mexicana de 1836, así como el artículo 118, fracción XII, del documento
constitucional denominado Bases Orgánicas, expedido en 1943.
En forma más precisa, el citado recurso de nulidad fue regulado en la Ley que
Arregla los Procedimientos Judiciales en los Tribunales y Juzgados del Distrito y
Territorios Federales, de 4 de mayo de 1857, conocida como “Ley Comonfort”, y
también en el ordenamiento similar expedido el año siguiente, es decir, en 1858, por el
gobierno conservador de Félix Zuloaga, y en ambas leyes, inspiradas probablemente en la
institución que proviene de la Constitución de Cádiz, el citado medio de impugnación
sólo procedía por violaciones de carácter procesal.
IV. La casación propiamente dicha y con ese nombre, se introdujo por influencia
de la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1855, en el Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal y el Territorio de Baja California de 13 de agosto de 1872
tanto por violaciones procesales como respecto al fondo del negocio, y en este último
supuesto, cuando se alegara que la sentencia era contraria a ley expresa, a su
interpretación natural y genuina o cuando comprendiera personas, cosas o acciones que
no hubiesen sido objeto del juicio o no comprendiera todas las que lo hubiesen sido
(artículo 1613). El propio recuso de casación fue regulado sin modificaciones apreciables
por los Códigos de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y Territorio de la Baja
California de 15 de septiembre de 1880 y de 15 de mayo de 1884, el segundo inspirado
en la ley española de Enjuiciamiento Civil de 1881, y además sirvió de ejemplo a la
107
Héctor Fix-Zamudio
encuentra frente a alguna de ellas. Por su parte, el mismo autor señala como diferencias
que el constreñimiento físico siempre es de origen humano, que la fuerza mayor proviene
de la naturaleza o de un factor metahumano y en el caso fortuito la fuerza física puede ser
de cualquier índole; el constreñimiento físico y la fuerza mayor pueden ser previstos o no,
ya que su inevitabilidad proviene de su magnitud y el caso fortuito es imprevisible por
definición; la causalidad en el caso fortuito y en la fuerza mayor es fatal y tratándose del
constreñimiento físico, la causación es teleológica; en la fuerza mayor y en la fuerza
absoluta (costreñimiento físico), puede existir o no una conducta previa, en el caso
fortuito la conducta previa es indispensable; en la fuerza absoluta y en la fuerza mayor, la
energía es inevitable de suyo, en el caso fortuito podría suceder en forma excepcional que
la energía externa fuera vencible, pero se torna inevitable por su sorpresividad.
En sentido filosófico, sociológico y económico, “caso” equivale a ignorancia total
o parcial de las causas que producen un determinado efecto, pero diverso es el concepto
tratándose de las ciencias jurídicas, donde el evento debe ponerse en relación no ya con el
desarrollo de una determinada disciplina que explique los fenómenos naturales, sino la
voluntad de una persona singular. Caso, penalmente, es por tanto, toda energía extraña a
la voluntad del individuo en cuya esfera de actividades ha ocurrido el evento, la cual
impide al agente mismo llevar a cabo aquella diligencia ordinaria que habría sido
suficiente para ajustarse al cumplimiento de un mandato penal, o a otra norma de
conducta diferente de la violación voluntaria y de la que puede surgir responsabilidad
penal por las consecuencias no queridas.
III. BIBLIOGRAFIA: Borja Soriano, Manuel, Teoría general de las
obligaciones; 7ª edición, México, Porrúa, 1974, 2 volúmenes; Carbonnier, Jean. Droit
civil, tomo IV, Les obligations, 8e. edición, Paris, Presses Universitaires de France, 1975;
González de la Vega, Francisco, El Cddigo Penal comentado; 4ª edición, México, Porrúa,
1978, López Gallo, Raúl, El caso fortuito. Aspecto negativo de la conducta, México,
1957 (tesis profesional); Manzini, Vincenzo, Tratado de derecho penal; traducción de
Santiago Sentís Melendo y Mariano Ayerra Redín, Buenos Aires, Ediar, 1948.
al retirarse varios kilómetros, desde la frontera, hacia el interior de su propio país. En esta
materia opera, pues, la oportunidad política y el grado de poderío de las potencias.
Véase Guerra
II. BIBLIOGRAFIA: Seara Vázquez, Modesto, Derecho internacional público,
6ª edición, México, Porrúa, 1979; Sepúlveda, César, Derecho internacional; 10ª edición,
México, Porrúa, 1979.
Yolanda Frías
CATASTRO. I. El término catastro viene del italiano catasto. Para De Giuli, el catastro
es “el complejo de operaciones que tienen por objeto regular la producción y la renta de
los bienes inmuebles y las personas a las que pertenecen, con el fin de repartir el
impuesto fundiario en proporción a los bienes que cada uno posee”.
II. El catastro fiscal es el registro público de los bienes inmuebles ubicados en
demarcación territorial específica y una que contiene la localización de dichos inmuebles:
límites, extensión, transferencias, nombre del actual propietario y de los anteriores y, en
general, los elementos necesarios para poder evaluarlos y aplicar las tarifas
correspondientes a los gravámenes que recaen sobre los propietarios o poseedores de los
referidos bienes inmuebles:
III. El catastro es el elemento básico para la aplicación del impuesto predial y, en
general, de todo tipo de contribuciones territoriales, ya que con base en él puede
establecerse la correcta valoración de los inmuebles, que es uno de los problemas más
significativos de la hacienda pública local. Según Viti di Marco el catastro puede
definirse como “un sistema de libros y registros que contiene: a) la lista de propietarios
contribuyentes; b) la correlativa de terceros ordenados por propietarios, y c) el valor o
producto de la finca gravada por el impuesto”.
Existen diversos tipos de catastro, por una parte los descriptivos, en los que sólo
se contienen los principales rasgos diferenciales de la propiedad inmueble, y por la otra el
geométrico topográfico, en el que se pretende lograr una perfecta exactitud, tanto de la
descripción de los terrenos, como de su valoración. También las operaciones de
valoración catastral pueden diferenciarse en dos grupos: las descriptivas o técnicas, y las
valorativas, que encierran una gran complejidad. El catastro enfrenta diversos problemas,
entre los más frecuentes se encuentra: a) el retardo con el que el catastro refleja las
variaciones ocurridas en la realidad económica, y b) el alto costo que conlleva su
elaboración. Actualmente los sistemas de registro y control catastrales incluyen métodos
modernos como la fotogrametría aérea y la computación.
IV. Aunque la Ley de Hacienda del Distrito Federal vigente hasta el 31 de
diciembre de 1982, señalaba el significado de catastro y de valor catastral, cabe decir que
la ley vigente ya no lo hace; pues ésta tan sólo dispone (artículo 18) que se considerará
valor catastral la cantidad que se determine conforme a cualquiera de las reglas
establecidas en las cuatro fracciones de dicho artículo.
Véase Impuesto Predial, Valor Catastral
V. BIBLIOGRAFIA: Carral y de Teresa, Luis, Derecho notarial y derecho
registral; 4ª. edición México, Porrúa, 1978; Jadaud, Bernard, Fiscalité inmomilière; 2ª
edición, París, Dalloz, 1978; Marín Pérez, Pascual, Introducción al derecho registral,
Madrid, Revista de Derecho Privado.
112
IV. Como lo señala con agudeza el procesalista mexicano Sergio García Ramírez,
es preciso distinguir el cateo relacionado con la investigación previa y el que se ordena
para fines probatorios dentro del proceso penal propiamente dicho, por lo que
consideraba equivocada la disposición anterior del artículo 61 del Código Federal de
Procedimientos Penales que exigía el ejercicio de la acción por parte del Ministerio
Público para solicitar del juez respectivo la orden de cateo. De acuerdo con la reforma a
dicho precepto promulgada en diciembre de 1983, se autoriza al Ministerio Público para
que pueda solicitar al juez la orden de cateo, durante la averiguación previa, sin necesidad
de tener que ejercer la acción penal. En dicha orden de cateo el tribunal debería decidir si
la diligencia se lleva a efecto por el personal judicial, por el propio Ministerio Público o
por ambos. Cuando dicho Ministerio Público practique el cateo, deberá informar al
tribunal que lo autorizó, de los resultados de la diligencia.
V. Por lo que se refiere a la realización del registro, las diligencias se practicarán
por el tribunal que las ordene o por el secretario o actuario del mismo, o por los
funcionarios o agentes de la policía judicial, y podrá asistir al propio cateo la autoridad
que lo hubiese solicitado del Ministerio Público (artículo 62 Código Federal de
Procedimientos Penales ). Las propias diligencias sólo podrán efectuarse de las seis a las
dieciocho horas, salvo caso de urgencia, ya que en ese supuesto, si se consigna en el
mandamiento judicial respectivo, podrá hacerse en cualquier momento (artículos 153
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 64-65 Código Federal de
Procedimientos Penales ); y además, el registro debe limitarse al hecho que lo motive,
sin averiguar delitos o faltas en general (artículo 157 Código de Procedimientos Penales
para el Distrito Federal). Ambos ordenamientos disponen que si casualmente se descubre
otro delito perseguido de oficio, debe levantarse el acta respectiva (artículos 159 Código
de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 66 Código Federal de
Procedimientos Penales ).
Si se trata de flagrante delito, el registro se practicará sin demora; si no hubiese
peligro de hacer ilusoria o difícil la averiguación, se citará al inculpado para que
presencie el acto y en todo caso al jefe de la casa o finca, y a la falta de éstos, se
procederá con dos testigos como representantes del acusado, y otros dos de asistencia
(artículo 154 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal). Cuando se trate
de un edificio público, se avisará con una hora de anticipación por lo menos, al encargado
de aquél, salvo caso de urgencia (artículo 155 Código de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal).
Por otra, parte, únicamente deben recogerse con motivo del registro, los objetos
relacionados con el delito que se investiga o con el nuevo que se descubriere casualmente
(artículos 160 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 69 Código
Federal de Procedimientos Penales ). Cuando el inculpado se encuentre presente debe
poner su firma, rúbrica o huella digitales sobre los objetos recogidos o la tira de papel con
que los selle, en su caso (artículo 70 Código Federal de Procedimientos Penales ).
VI. Existen reglas especiales para la práctica de ciertos cateos, ya que cuando el
registro deba efectuarse en la residencia de cualquiera de los poderes federales o de las
entidades federativas, el tribunal debe recabar la autorización correspondiente (artículo 67
Código Federal de Procedimientos Penales ); para realizarlo en el domicilio oficial de un
agente diplomático es preciso recibir instrucciones de la Secretaría de Relaciones
Exteriores, sin perjuicio de adoptar en el exterior del inmueble las providencias
114
Héctor Fix-Zamudio
CAUSA. I. (Del latín causa: fundamento u origen de algo.) La palabra causa tiene varios
significados en el derecho. l) En materia procesal alude, por una parte, al conjunto de
actuaciones en un litigio sometido por las partes a un juez para su resolución. Si bien la
causa puede ser civil o criminal, comúnmente se reserva dicho término para los asuntos
criminales, usándose respecto de los civiles preferentemente el nombre del pleito.
Asimismo, en el derecho procesal se habla de la causa de la acción o de la causa de pedir
(causa petendi), la cual se refiere al hecho generador del derecho que hace valer el actor
en un juicio, o bien, al título en que se funda la acción dando, en este último caso, a la
palabra acción la acepción tradicional de derecho substancial materia del litigio. 2) En
materia civil, por su parte, se distinguen por lo general los siguientes sentidos de la
palabra causa: A) Causa final: es el propósito o fin abstracto que se proponen las partes al
contratar. Es un elemento intrínseco al contrato y es idéntico en cada categoría de
contratos; B) Causa impulsiva: es el móvil o motivo determinante de la voluntad del
individuo que lo lleva a contratar. Es un elemento extrínseco al contrato y es variable en
cada contrato y en cada persona; C) Causa eficiente: es la fuente de las obligaciones, es
decir, el contrato, el delito, el cuasicontrato, el cuasidelito, etc.;
II. Corrientes doctrinarias sobre la causa en los contratos y otros actos jurídicos
civiles: l) Doctrina clásica de la causa: tiene su origen en Domat, quien inspiró a Pothier,
el cual influyó, a su vez, a los autores del Código Napoleón. Los artículos 1108 y 1131 de
este código incluyeron a la causa lícita como uno de los elementos del contrato (junto con
el consentimiento, el objeto y la capacidad), así como declararon que 1a obligación sin
causa, con una causa falsa o con una causa ilícita, no produciría efecto legal alguno.
Conforme a la doctrina clásica y la jurisprudencia francesa vigente hasta 1832, la causa
de la que se ocupan estos artículos es aquella que determina esencialmente el contratante
a obligarse, esto es, el fin directo e inmediato que éste propone al contratar, por lo que se
trata de la causa final. 2) Doctrina anticausalista: iniciada en Bélgica, con Ernest y
Laurent y desarrollada en Francia, entre otros, por Baudry-Lacantinerie y Planiol.
Sostiene que la noción clásica de la causa es falsa e inútil, ya que se duplican
innecesariamente los elementos del contrato, al confundirse la causa con el objeto o con
115
jurídica del delito afirma ya, en el plano de la causalidad, el principio de que nadie puede
responder de un resultado si su acción no ha sido, a lo menos, una condición del mismo.
III. ¿Queda con ello satisfactoriamente respondida la cuestión jurídica del nexo
causal?
Para los sostenedores de la llamada teoría de la conditio sine qua non o de la
equivalencia de las condiciones, formulada en la segunda mitad del pasado siglo por el
magistrado alemán Maximilian von Buri, la respuesta es, en principio, afirmativa.
Mediante el ya referido arbitrio de la supresión in mente, propuesto por él y retocado más
tarde por otros juristas germanos, se afirma la causalidad de la acción aun cuando
concurran otras condiciones, como la especial disposición corporal del ofendido (por
ejemplo, hemofilia), la falta de cuidado de la herida, o la interposición de una maniobra
infortunada del médico tratante. Los aparentes excesos a que podría conducir la
utilización de la fórmula desaparecen al enjuiciar ulteriormente la acción de que se trata a
la luz de las restantes exigencias en que estriba la responsabilidad penal, a saber, la
tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad.
Otros autores aspiran a individualizar una condición, destacándola del conjunto
por su preponderancia (Binding), por su mayor eficacia (Birkmeyer), por su carácter
exclusivo (Antolisei), por su eficiencia o por su necesidad. Puede decirse que existe
prácticamente consenso en estimar todas estas teorías como superadas.
Mención especial debe hacerse de la teoría de la causa adecuada y de la teoría de
la relevancia. La primera presupone que una acción, para ser causa, debe empezar por ser
conditio sine qua non del resultado, pero requiere, además, de acuerdo a un criterio de
regularidad estadística basado en la experiencia, que aparezca como generalmente
adecuada para producir un resultado del tipo del que en concreto se produjo. Admite, por
consiguiente, la existencia de concausas que tienen la virtud de interrumpir la relación
causal entre acción y resultado. Se la ha criticado por anticipar juicios, como los relativos
a la probabilidad y a la previsibilidad, que en rigor deben emitirse al efectuarse las
restantes valoraciones de que depende la responsabilidad penal. Se la ha censurado,
además, por hacer posibles absoluciones que no pueden admitirse, como la de quien,
conocedor en el momento del hecho del antecedente anormal (por ejemplo, de la
hemofilia) capaz de contribuir a la aparición del resultado excepcional que se produjo, ha
obrado precisamente para producirlo. La teoría de la relevancia, por su parte, desplaza el
problema causal al campo jurídico, al destacar la importancia o significación (relevancia)
que la acción ejecutada tiene para el derecho, en relación al correspondiente tipo
delictivo. Esta concepción converge con la tendencia hoy predominante a reducir las
proporciones del problema de la causalidad, confinándolo a mera comprobación de la
acción como conditio sine qua non del resultado y sometiéndola luego, para los fines de
establecer la responsabilidad penal, a las valoraciones propias de la tipicidad, la
antijuridicidad y la culpabilidad.
IV. El Código Penal del Distrito Federal no legisla en la parte general sobre esta
materia y consagra a la causalidad en el homicidio los artículos 303, 304 y 305. Estos
preceptos, de arcaico sentido casuista, pueden difícilmente arrojar luz sobre el concepto
del nexo causal acogido en ellos. El Código Penal para el Estado de Veracruz, de 1980,
incluye, en cambio, un precepto general sobre la relación causal en su artículo 10, que
corresponde a las ideas de la teoría de la causalidad adecuada. Dice así: “El resultado será
atribuido al agente cuando fuere consecuencia de una conducta idónea para producirlo,
118
Alvaro Bunster
CEDULA HIPOTECARIA. I. Son titulosvalor emitidos por una persona física o moral
(institución de crédito hipotecario) que otorga a su tenedor una garantía hipotecaria,
constituida por el acreditado y le confiere derecho al interés fijado (artículos 2, 34, 47, 38,
44 y 123, fracción V, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares y 15, fracción II de la Ley Orgánica del Banco Nacional de Obras y Servicios
Públicos, LOBNOSP)
1. Antecedentes. Estos títulos representativos de un crédito hipotecario tienen
como antecesores a los títulos emitidos por las instituciones francesas y germanas
(Landschaften).
2. Naturaleza jurídica. Estos documentos son títulos emitidos en serie,
verdaderas obligaciones, es decir, expresan un crédito colectivo dividido en partes
iguales, cada una de las cuales está representada por una cédula y constituida a cargo del
emisor (artículos 208, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito; 38, 125, primer
párrafo, fracción V., Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares).
Las cédulas hipotecarias en tanto obligaciones, son bienes muebles aunque las
garantice una hipoteca (garantía real) (artículo 268, Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito). Pueden ser nominativas o al portador o nominativas con cupones al portador
emitidas en denominaciones de cien pesos o de sus múltiples (artículos 123, fracción VI,
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares y 209, Ley General
de Títulos y Operaciones de Crédito). Son títulos ejecutivos contra el deudor o contra la
institución que garantice la emisión para exigir las cantidades debidas, previo protesto
levantado, en todo caso, contra la institución garantizante (artículo 38 primer párrafo Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
119
emisión y el recibo del depósito correspondiente (artículo 37, fracción VII, Ley General
de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares en relación con el artículo 1999,
Código Civil para el Distrito Federal).
8. Efectos. La acción colectiva, dice la ley, será atractiva de cualesquiera otras
acciones promovidas o por promover en lo sucesivo por los tenedores de las cédulas, las
cuales se acumularán a la acción colectiva siempre que no se hubiere llegado al remate de
los bienes hipotecarios (artículo 37, fracción VII, Ley General de Instituciones de Crédito
y Organizaciones Auxiliares). Para ejercitar esta acción basta con el acta de emisión y el
recibo del depósito correspondiente (artículo 37, fracción VII, in fine, Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares). También en este caso, se aplica lo
fijado por la fracción V del artículo 141, Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares, que dice: “lo dispuesto en este artículo y en el precedente, se
aplicará también al cobro de los créditos que resulten de la adquisición de hipotecas por
una institución de crédito, así como a los representados en cédulas cuando el cobro sea
hecho, en este último caso, por la institución que intervino en la emisión.
9. Amortización de títulos. Regularmente, las cédulas se cancelan una vez hecho
el pago, al vencimiento previsto o antes, en los casos de sorteo o de cualquiera otra clase
de amortización.
Irregularmente, cuando el emisor acreditado incumple la obligación de asegurar
los bienes; ello permite rescindir el crédito y requiere la amortización anticipada de la
cédula.
En otras ocasiones, es la falta de pago del capital o intereses que el acreditado
debe hacer a la institución garantizadora, en los plazos previstos, para que aquélla haga
los pagos debidos, lo cual provoca que la garantizadora deposite el monto de las cédulas
en el Banco de México y las retire de la circulación (Rodríguez y Rodríguez) .
Por último, cuando la institución garantizadora emprende acción colectiva y logra
que los bienes se rematen y cobra su importe, o se adjudica los bienes que sirven de
garantía (artículo141, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares), deberá cancelar las cédulas en circulación en el momento de recibir el valor
del remate o de adjudicarse a nombre propio el bien hipotecado, salvo que, al llevarse a
cabo la ejecución se conserve el gravamen a favor de los tenedores de las cédulas, caso en
el que la institución que garantice permanecerá obligada a realizar el pago del servicio,
debiendo rescatar las cédulas que hubiere en circulación en el momento en que se efectúe
la venta de los bienes hipotecados (artículo 37 fracción VIII, Ley General de Instituciones
de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
La tenencia material de los títulos es imprescindible para ejercitar
individualmente la acción, los que al terminar el juicio se entregarán al deudor.
Por otro lado, la institución emisora deberá también cancelar los títulos que
vuelvan a su poder por reembolso anticipado o devolución de préstamo (artículo 123
fracción III, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
Cuando éstos sean pagaderos a plazos superiores a tres años, deberán cancelarse
por periodos no mayores de un año, con o sin sorteo, porque abarquen amortización e
intereses, o amortización de capital. En caso de sorteo, se amortizarán por cada serie una
cantidad proporcional de cédulas. Sin embargo, siempre que la naturaleza de la inversión
lo justifique, se podrá pactar el aplazamiento de las amortizaciones y de los intereses
durante los tres primeros años. Los títulos amortizables no percibirán interés desde la
123
fecha fijada para su cobro, y sin que pueda ser mayor de un mes entre ésta y la
celebración del sorteo. El sorteo constará en acta y se publicará nota de los números
agraciados, señalando la fecha a partir de la cual deberán cobrarse los bonos premiados
123, fracción IV, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares) .
Respecto a la prescripción, la ley expresa que las cédulas y las acciones
provenientes de ellas prescribirán: a los tres años, a partir de la fecha del vencimiento,
cuando se trate de los cupones de intereses o de intereses y capital representado en el
mismo cupón; y a los cinco años contados desde la fecha de su respectivo vencimiento o
desde aquella en que haya sido aplicada la lista de las cédulas vencidas o sorteadas
(artículo 38 tercer apartado, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares).
Estos plazos corren desde la publicación que se haga en los casos de reembolso.
Véase Acción Hipotecaria, Hipoteca, Obligaciones
II. BIBLIOGRAFIA: Bauche Garciadiego, Mario, Operaciones bancarias; 2ª
edición, México, Porrúa, 1974; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de
crédito, 8ª edición, México, Editorial Herrero, 1973; Hernández, Octavio A., Derecho
bancario mexicano; instituciones de crédito, México, AMIA, 1956, tomo II; Pina Vara,
Rafael de, Elementos de derecho mercantil mexicano, 11ª edición, México, Porrúa, 1979;
Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Curso de derecho mercantil, 11ª edición, México,
Porrúa, 1974, tomo II; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Derecho bancario, 5ª edición,
México, Porrúa, 1978.
Pedro A. Labariega V.
del país con base en las técnicas censales. De esta manera, en 1895 se levanta el primer
censo de población y en 1900, el segundo.
A partir de esta última fecha, el censo de población se levanta cada diez años.
Solamente en 1920, debido a la fuerte agitación política que sacudía al país, no fue
posible levantar el censo correspondiente, el que sin embargo, se realizó un año después.
De entre las constantes que podemos encontrar en los cuestionarios de los
distintos censos, están los datos sobre nombre, sexo, edad, estado civil, alfabetismo, lugar
de nacimiento, ocupación principal, idioma y religión. Existen otros datos cuya aparición
ha sido más bien irregular, tales como los datos sobre nacionalidad, raza, defectos físicos
y mentales y calzado.
En 1895 se levantó el primer censo de edificios o casas, a través del que se captó
información sobre el número de edificios, los pisos de éstos, las viviendas, los cuartos
independientes para habitación, etcétera. Al mismo tiempo se levantó el primer censo de
población; sin embargo fueron considerados como dos instrumentos separados.
En 1910 se introduce la clasificación de la población en urbana y rural. En 1930,
la técnica censal sufre una importante evolución, que deja sentir su influencia hasta
nuestros días: se utiliza por primera vez la boleta colectiva (por familia), así como el
método de la entrevista directa y la captación de la población residente; se amplían
algunas categorías como las relativas al estado civil y a la actividad económica.
Para el censo de 1950, se recogen las recomendaciones de la Comisión del Censo
para las Américas, lo que permite garantizar la comparabilidad internacional de los
resultados del censo a nivel del continente americano.
En 1950 se realizaron, por primera vez, en forma conjunta los censos de población
y el de vivienda.
En 1980 se levantó el X Censo General de Población y Vivienda, bajo la
responsabilidad de la Secretaría de Programación y Presupuesto, a través de la
Coordinación General de los Servicios Nacionales de Estadística, Geografía e
Informática. Actualmente esta unidad administrativa es un órgano desconcentrado de la
propia secretaría, convirtiéndose en el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI).
IV. Existen distintos tipos de censos: los de población, de vivienda, y los
económicos. Estos últimos se pueden especializar por rama de actividad: agrícola,
pecuaria, industrial y comercial, entre otras.
La información que se obtiene a través de los censos nacionales de población y
vivienda permiten obtener estadísticas indispensables para el análisis e interpretación
científica de la composición, distribución y crecimiento de la población.
A través de esta información se pueden conocer fenómenos tan importantes como
son los cambios que ocurren en la distribución de la población urbana y rural, el
crecimiento de zonas urbanizadas, la distribución geográfica de la población según
diferentes variables como la ocupación o la educación, y la evolución de la estructura de
la población, según la edad así como la mortalidad y natalidad de los diversos grupos de
la población.
En definitiva, el censo es una operación estadística mediante la cual se hace el
recuento de todos y cada uno de los habitantes del país y de las viviendas que ocupan.
Además se obtienen las características más relevantes tanto de unas como de otras. El
censo es el único medio por el cual se puede obtener información del país como un todo y
125
comparar sus partes entre sí en un momento dado. Por estas razones, los censos de
población y vivienda constituyen la información estadística esencial e indispensable para
el quehacer gubernamental en sus diferentes niveles: federal, estatal y municipal.
Los censos proporcionan el conocimiento que permite determinar la cuantía de la
población, su distribución territorial, composición y factores de crecimiento, su
participación en la actividad económica y en la distribución de sus productos, así como en
la dotación de bienes básicos, vivienda, infraestructura y servicios; es decir, de toda la
gama de características socio-demográficas que reflejan el nivel de desarrollo alcanzado
por el país. Los censos, pues, arrojan información de importancia fundamental, en el
apoyo de las funciones de planeación del desarrollo.
El 30 de diciembre de 1980 se publicó la Ley de Información Estadística y
Geográfica (LIEG), abrogando la Ley Federal de Estadística de diciembre de 1947. Con
la nueva ley, se sistematizan y actualizan las disposiciones legales en materia de
información estadística y geográfica. Esta ley declara de orden público e interés social la
organización de los Servicios Nacionales de Estadística y de Información Geográfica,
entendiendo por ello el conjunto de datos producidos por las dependencias y entidades de
la administración pública federal y por los poderes Legislativo y Judicial de la federación,
así como por el Judicial del Distrito Federal.
A través del sistema se organizan estos datos en una estructura conceptual que
permita mostrar la situación e interdependencia de los fenómenos económicos,
demográficos y sociales, así como su relación con el medio físico y el espacio territorial.
El levantamiento de los censos tiene así un fundamento legal y en dicha ley se
consagra el carácter confidencial de los datos personales proporcionados. La información
así obtenida sólo se utiliza para fines estadísticos. Bajo esta óptica, el público tiene
acceso a la información estadística y geográfica producida.
Se ha dicho que la tarea censal constituye la operación de mayor envergadura que
se emprende en la nación. El censo involucra en sus tareas a más personas que cualquier
otro acto realizado en el país. El alcance del censo exige la cooperación de toda la
población. Por ello el artículo 5° de la Constitución prescribe - en su párrafo cuarto - que
las funciones electorales y censales tendrán carácter obligatorio y gratuito.
La Ley de Información Estadística y Geografía dispone que la palabra censo no
podrá ser empleada en la denominación y propaganda de registros, encuestas o
enumeraciones distintas a las que se practiquen en aplicación de la propia ley.
V. BIBLIOGRAFIA: Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 19ª, edición,
México, Porrúa, 1979; Secretaría de Programación y Presupuesto, Imágenes de los censos
de población y vivienda, México, SPP, 1980; Secretaría de Programación y Presupuesto,
Memoria institucional de la Secretaría de Programación y Presupuesto, México, SPP,
1981, volúmenes 1980, 1980 anexo II y 1979 anexo III.
II. Sobre estas bases y considerando los elementos que integran la figura de la
centralización se pueden encontrar los antecedentes históricos de esta institución en la
monarquía absolutista de fines de la Edad Media. Bajo este régimen la autoridad real se
esforzó por concentrar el máximo de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) en
detrimento del poder que en un tiempo llegaron a ejercer los señores feudales.
Esta tradición fue trasladada a nuestro país con la llegada de los españoles. El
régimen colonial se caracterizó entre otras cosas por someter las decisiones de mayor
trascendencia para la vida de la Colonia y sus habitantes a la autoridad real. De esta
manera desde la metrópoli se decidía el destino de la Colonia. Por lo que se refiere a la
organización y funcionamiento de autoridades coloniales éstas obedecían igualmente a un
esquema centralizado en donde la máxima autoridad la ejercía el virrey a nombre de la
Corona.
Al triunfo del movimiento independentista bajo el régimen de la Constitución de
1824 se adopta el sistema federal como forma de gobierno. Esta situación implica ya en
principio, descentralización del poder que se distribuye ahora entre los niveles federal,
estatal y municipal.
En 1836 se adopta con la Constitución llamada de las Siete Leyes, un esquema
centralista, que en 1847, a través del Acta de Reformas que restablece el orden
constitucional de 1824, cede definitivamente su lugar al sistema federal instaurado por la
Constitución, del mismo año, y que hubo de ser ratificado por la Constitución de 1857.
Por lo que se refiere al aspecto administrativo, la administración pública federal ha
seguido una tendencia centralista con una mayor o menor intervención legislativa en el
control y vigilancia de su actividad.
Paradójicamente, bajo el imperio de la Constitución de 1857, instrumento que se
caracterizó por la preeminencia del poder legislativo sobre el ejecutivo, el país vivió un
régimen marcadamente centralista, bajo la autoridad del general Porfirio Díaz.
La Constitución de 1917, al igual que su antecesora, adopta el sistema federal
como forma de gobierno asociado a un régimen presidencialista. Esta última
característica implica la concentración de facultades en favor del Poder Ejecutivo Federal
que se ejerce de manera unipersonal.
III. Para el maestro Miguel Acosta Romero, la centralización es la forma de
organización administrativa en la cual, las unidades, órganos de la administración
pública, se ordenan y acomodan articulándose bajo un orden jerárquico, a partir del
presidente de la República, con el objeto de unificar las decisiones, el mando, la acción y
la ejecución.
Por su parte Gabino Fraga considera que existe el régimen de centralización
administrativa cuando los órganos se agrupan colocándose unos respecto de otros, en una
situación de dependencia tal que entre todos ellos existe un vínculo que, partiendo del
órgano situado en el más alto grado de ese orden, los vaya ligando hasta el órgano de
ínfima categoría, a través de diversos grados en los que existen ciertas facultades.
La centralización administrativa implica la unidad de mando y ésta se da a través
de una relación jerárquica que une los órganos administrativos de las diversas categorías
y los subordina a la autoridad central del presidente de la República.
Gabino Fraga sostiene que mediante dicha relación de jerarquía se explica cómo
se mantiene la unidad del poder administrativo a pesar de la diversidad de los órganos
127
que lo forman, la conservación de esa unidad está garantizada por la concentración del
poder de decisión y del de mando.
La mayor parte de la doctrina coincide en considerar que la relación jerárquica
implica una serie de poderes como son los siguientes: de decisión, de nombramiento, de
mando, de revisión, de vigilancia, disciplina y para resolver conflictos de competencia.
El artículo 90 de la Constitución establece que la administración pública federal
será centralizada o paraestatal conforme a la ley orgánica que expida el Congreso que
distribuirá los negocios, del orden administrativo de la federación que estarán a cargo de
las Secretarías de Estado y Departamentos Administrativos. Asimismo, la propia
disposición constitucional precisa que las leyes determinarán las relaciones entre las
entidades paraestatales y el Ejecutivo Federal, o entre éstas y las Secretarías de Estado o
Departamentos Administrativos.
Por su parte, el artículo 80 de la propia Constitución señala que el ejercicio del
Supremo Poder Ejecutivo de la Unión se deposita en un solo individuo que se
denominará Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Esta disposición significa que la administración pública federal está subordinada
al presidente de la República, quien es la única autoridad facultada para ejercer el poder
ejecutivo.
Cabe señalar que el presidente de la República es al mismo tiempo jefe de
gobierno, jefe de Estado y jefe de la administración pública. De esta manera las
dependencias y entidades de la administración pública federal son colaboradores del
presidente de la República y ejercen a su nombre las funciones administrativas que les
encomienda la ley.
Así pues, el presidente de la República está facultado para, nombrar y remover
libremente a los secretarios del despacho, al Procurador General de la República, al
gobernador del Distrito Federal y al Procurador General de Justicia del Distrito Federal.
De conformidad ton las disposiciones constitucionales antes citadas, la Ley
Orgánica de la Administración Pública Federal (Diario Oficial 29 de diciembre de
1976), reglamenta la estructura y funcionamiento de la administración pública federal,
precisando que ésta se integra por dos grandes ramas: la centralizada y la paraestatal. En
la primera categoría se encuentran la presidencia de la República, las secretarías de
Estado, los departamentos administrativos y la Procuraduría General de la República.
Esto significa que dentro de la administración pública federal, existe también un
régimen descentralizado, integrado por entidades que guardan con el presidente de la
República, una relación distinta a la jerárquica, gozando de personalidad jurídica y
patrimonio propios. En consecuencia, en México coexiste un principio de
descentralización derivado del régimen federal (aspecto político), con un sistema
administrativo centralizado en el que el presidente de la República concentra en su
entorno un gran número de facultades y poderes. En este sistema las secretarías de
despacho y jefes de departamentos administrativos dependen jerárquicamente del titular
del Poder Ejecutivo Federal, sin gozar de poderes o responsabilidades propias. En otros
países podemos encontrar sistemas políticos centralizados con sistemas administrativos
que gozan de una mayor autonomía y responsabilidad que en el caso de México, tal es el
caso de Francia.
Véase Administración Pública, Descentralización Administrativa, Estado
Unitario, Secretarías de Estado.
128
establecimiento, en un noventa por ciento cuando menos (artículo 7°); 2) a las empresas
llamadas beneficiarias (artículo 15); 3) a las obligaciones de las empresas que se
compongan de varios establecimientos (artículo 137) ; 4) a los reglamentos interiores
de trabajo (artículo 422) ; 5) a la terminación de las relaciones de trabajo como
consecuencia el cierre de una empresa o establecimiento (artículo 433) ; 6) a la huelga,
que puede abarcar a una empresa como unidad o solamente a uno o algunos
establecimientos (artículo 442), y 7) a la aplicación de las normas de trabajo que
corresponde a las autoridades federales respecto de empresas conexas (artículos 527
fracción XII y 528).
La justificación del uso indistinto de estos vocablos la encontramos en la
exposición de motivos de la Ley Federal del Trabajo de 1970, en la que se dice que la
economía contemporánea ha impuesto como una necesidad técnica la especialización del
centro de trabajo y ha obligado al mismo tiempo a organizar negocios subsidiarios para
que ejecuten obras o servicios en forma exclusiva o principal para otros. Y se agrega:
“como esta circunstancia ha redundado en perjuicio de los trabajadores por cuanto sus
condiciones de trabajo son inferiores a las de la empresa principal y porque las empresas
filiales no siempre disponen de elementos suficientes para cumplir las obligaciones que
derivan de las relaciones de trabajo, el artículo 15 establece la responsabilidad solidaria
de las empresas y dispone que las condiciones de los trabajadores que presten sus
servicios en la filial, deben ser iguales a las de las empresas que aprovechen la actividad
de dicha filial”.
IV. Lo anterior obliga a precisar los conceptos y a distinguir empresa y
establecimiento en el derecho del trabajo, ya que la idea de empresa interesa tanto a la
economía como al derecho mercantil, al derecho internacional público, al derecho
marítimo o al derecho aéreo. Todas estas ramas emplean indistintamente las voces
empresa, establecimiento, negociación, agencia, etc., pero todas coinciden en el
contenido: su referencia a la explotación simultánea de una organización derivada a la
productividad; destinada a la combinación de prestaciones de trabajo y medios reales
productivos, y a la regulación de las relaciones laborales.
Se ha definido la empresa en esta materia como “la organización de los factores
de la producción - capital y trabajo - para la obtención de una ganancia ilimitada con
riesgo. Es la unidad de producción sobre la que se monta la vida económica” (Paul
Durand). Sus elementos son: los bienes, los servicios, las relaciones económicas y la
organización interna. Sus finalidades: a) constituir relaciones jurídicas sobre una masa
patrimonial; b) establecer relaciones particularmente reguladas; c) constituir una entidad
distinta de sus elementos singulares, y d) obtener protección jurídica como unidad
económica. Su apoyo social: la colaboración de esfuerzos entre patrón y trabajador, o el
concurso de medios personales, materiales e inmateriales, destinados a un fin
determinado.
En cambio, al establecimiento se le concibe como una unidad técnica, “el lugar
donde se ejecuta un trabajo para una cierta función y bajo una dirección única. Base física
de la empresa a efecto de que la misma pueda realizar sus fines sociales” (Mario L
Deveali). Para Paul Durand es “la unidad técnica de producción donde los dirigentes que
tienen cierto tipo de control sobre los trabajadores, no son propiamente los responsables
de las decisiones que adoptan, pues ellos mismos son subordinados y responsables ante
los directivos de la empresa”. El establecimiento, agregaríamos con Carlos García
130
urbanización”, El Perfil de México en 1980, 2ª edición, México, Siglo XXI, 1972, tomo
II.
que resulte necesaria, ya sea que haya aumentado o disminuido dicho grado de riesgo.
(artículos 43, 44 y 45 LSS.)
III. El tercer organismo que tiene a su cargo la clasificación industrial es el
Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), por
cuanto en los artículos 29 a 33 de la ley que lo creó están fijadas las obligaciones
patronales que derivan de las disposiciones contenidas en los artículos 136 a 144 de la
Ley Federal del Trabajo tanto en lo que concierne a su propia inscripción en el
mencionado Instituto como a la inscripción y registro bimestral de sus trabajadores. Para
dicha inscripción se tomarán como base los padrones fiscales en los términos de un
instructivo que expide el Consejo de Administración en este instructivo se indica la forma
en que los patrones deben inscribirse en lo particular y aquella en que inscribirán a sus
trabajadores; se determinan en el mismo los avisos que deben darse sobre altas y bajas de
trabajadores, las modificaciones de salarios y demás datos que el Instituto considere
necesarios para el cumplimiento de sus finalidades sociales.
IV. Finalmente, dentro del campo propiamente laboral, varias legislaciones
autorizan y en algunas obligan a los patrones a entregar lo que en México se denomina
constancia de trabajo y que otras leyes consignan bajo el nombre de certificado de
trabajo, que es el documento expedido a un trabajador, en el cual se indican los servicios
que prestó en una empresa y la actuación que tuvo en su desempeño. Estos certificados
también se pueden expedir con indicación de los puestos que haya ocupado el trabajador,
el tiempo que permaneció en cada uno de ellos, su asiduidad y su capacidad en el
desempeño de determinadas actividades, a fin de que pueda ser contratado en otro
establecimiento. La legislación mexicana, hasta época reciente, consignó la obligación
patronal de expedir al trabajador que lo solicite o se separe de una empresa o
establecimiento, una constancia escrita relativa a sus servicios (artículo 132 fracción VIII
Ley Federal del Trabajo). El documento que se expida al trabajador deberá contener su
nombre y apellido, la fecha en que haya iniciado labores al servicio del patrón; la
naturaleza de los servicios prestados y el salario percibido por el trabajador al dejar el
trabajo; la fecha en que finalizaron los servicios sin especificar los motivos de ello, a
menos que el trabajador lo solicite. No es preciso incluir alguna calificación laudatoria,
pero desde luego no podrá hacerse constar alguna desfavorable a fin de evitarle un
perjuicio para obtener distinciones que no puedan otorgarse a otros trabajadores en
condiciones similares.
V. BIBLIOGRAFIA: Castorena, José de Jesús, Manual de derecho obrero,
México, 1959; Despontin, Luis A., La X Conferencia Internacional del Trabajo,
Córdoba, 1928; Deveali, Mario, Lineamientos del derecho del trabajo, Buenos Aires,
1956; Friedmann, George y Naville, Pierre, Tratado de sociología del trabajo, México,
1959; Remorino, Jerónimo, La nueva legislación social argentina, Buenos Aires, 1955.
cónsul, por un jurista o bien por cualquier autoridad extranjera, en el cual se enuncian las
normas jurídicas vigentes en el país cuyo derecho ha resultado ser aplicable.
II. El certificado de costumbre no tiene carácter obligatorio para el juez; es una
simple información, ya que admite prueba en contrario por otros medios. Cuando
proviene de una autoridad extranjera (consulado o embajada) el certificado de costumbre
contiene únicamente el enunciado de los textos extranjeros vigentes; a diferencia del
certificado elaborado por un abogado o jurista que contiene, en la mayoría de los casos,
una tesis o una solución al problema jurídico planteado, fundamentado en textos
legislativos, jurisprudencia y doctrina. En ambos casos el certificado de costumbre tiene
que hacer referencia tanto al derecho sustantivo extranjero como a sus reglas de conflicto
para que el juez competente pueda determinar si da o no lugar al reenvío.
Véase Derecho Extranjero, Reenvío
III. BIBLIOGRAFIA: Batiffol, Henri y Lagarde, Paul, Droit international privé,
6e. edición, Paris, Librairie Générale de Droit et Jurisprudence, 1974, tomo I; Mayer,
Pierre, Droit international privé, Paris, Montchrestien, 1977; Pereznieto Castro, Leonel,
Derecho internacional privado, México, Harla, 1980.
Claude Belair M.
expedidos los títulos al portador (requisitos personales (artículo 231, fracciones II y IX,
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito); 3) la mención de ser certificado de
depósito; 4) la fecha de expedición del título; 5) el número de orden correspondiente
(requisitos documentales, artículo 231, fracciones I, IV y V, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito); 6) el lugar del depósito; 7) la mención de que las mercancías o
bienes respectivos se depositaron individual o genéricamente; 8) el plazo señalado para el
depósito; 9) la mención de los adeudos o de las tarifas en favor del almacén general o, en
su caso, la mención de no existir tales adeudos (requisitos relativos al depósito) (artículo
231 fracciones III, VI, VIII y XII, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito); 10)
su especificación con mención de su naturaleza, calidad, cantidad y demás datos
necesarios para su identificación; 11) la indicación de estar o no asegurados y del importe
del seguro en su caso (requisitos relativos a las mercancías depositadas) (artículo 231,
fracciones VII y XI, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
3. Forma. Los almacenes expedirán dichos títulos desprendiéndolos de los libros
talonarios en los que se anotarán los mismos datos que en los documentos expedidos,
según las constancias que obren en los almacenes o según el aviso de la institución de
crédito que intervenga en la primera negociación (artículos 234, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y 50 Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares). Estos certificados podrán expedirse con o sin bonos de prenda, a solicitud del
depositante, pero la expedición de dichos bonos deberá hacerse simultáneamente a la de
los certificados respectivos dejando necesariamente constancia en ellos, si se expiden con
o sin bonos. El bono o bonos expedidos podrán ir separados del certificado (artículo 50,
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
II. Certificado de depósito de mercancías de tránsito. En la práctica, los
almacenes generales de depósito expiden certificados de depósito (titulosvalor) de
mercaderías que no están en sus bodegas sino que están en transporte; siempre que el
depositante y el acreedor prendario de común acuerdo acepten expresamente responder
de los contratiempos causados por el movimiento de las mismas; que sean aseguradas en
tránsito por el almacén que expida los certificados relativos y que los documentos. de
porte estén expedidos o endosados a los almacenes (artículo 55, último párrafo, Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares) .
1. Derechos del tenedor legítimo. El tenedor legítimo de un certificado de
depósito no negociable, podrá disponer totalmente o por partes de las mercancías, si éstas
lo permiten, mediante órdenes de entrega a cargo de los almacenes, previo pago de las
obligaciones que el tenedor haya contraído con ellos (artículo 241, Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
Cuando el tenedor provea el certificado de depósito y el bono de prenda
respectivos, tendrá pleno dominio sobre las mercancías o bienes depositados y puede, en
cualquier momento, recogerlos contra entrega del certificado o bono respectivo y pago de
sus obligaciones correspondientes a favor del fisco y de los almacenes (artículo 239 Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Finalmente, el que sólo sea tenedor del certificado tendrá dominio sobre las
mercaderías o efectos depositados, sin poder retirarlos, a menos que cubra las
obligaciones contraídas con el fisco y los almacenes, y deposite en los almacenes la
cantidad amparada por los bonos respectivos. Asimismo, el tenedor, bajo la
responsabilidad de los almacenes, podrá retirar una parte de las mercancías depositadas,
140
Pedro A. Labariega V.
deberá inscribirse en el Registro Agrario Nacional como dispone el artículo 446 de la Ley
Federal de Reforma Agraria, de 16 de marzo de 1971.
II. BIBLIOGRAFIA: Martínez Garza, Bertha Beatriz, Los aspectos jurídicos
agrarios, México, Porrúa, 1971.
Claude Belair M.
b’ O solo a una cuota del importe (artículo 6°, fracción II, tercer párrafo,
Ley Orgánica de Nacional Financiera).
g. De vivienda (artículos 228 a bis, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito y 44 i) bis, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
B. Por su ley de circulación
a. Nominativos.
b. Al portador.
c. Nominativos con cupones al portador (artículo 228 l, Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito).
C. Por su forma de emisión.
a. Singulares.
b. Seriales.
D. Por su objeto.
a. Mobiliarios.
b. Inmobiliarios (artículo 228. d, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
a' de aprovechamiento (artículo 228 e, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
E. Por su contenido.
a. Los que dan derecho a los rendimientos (artículos 228 a, a); 228 j, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
b. Los que dan derecho a una cuota de propiedad o titularidad (artículo 208 a,
b) ).
c. Los que dan derecho a los rendimientos y a una cuota del importe de venta
(artículos 208 a, c) ; 228 k, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y 6 fracción
II, párrafo tercero, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
F. Por su función económica: de inversión.
Los certificados de acreedores habrán de ser siempre nominativos. Igualmente los
de vivienda (artículos 44 i) bis, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares y 228 a bis, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Los certificados fiduciarios atribuyen un derecho de crédito para exigir una cuota
de condominio, o su valor nominal. Los certificados de participación de copropiedad,
sobre muebles o inmuebles, confieren a su tenedor los derechos de un auténtico
copropietario (artículos 45, fracción II, c) y 44 i), Ley General de Instituciones de Crédito
y Organizaciones Auxiliares). En este caso, el tenedor es condueño y depositante, ya que
la emisión de certificados se basa en un depósito regular de bienes. En los certificados de
participación de acreedores, se incorporan únicamente derechos de crédito. Así pues, los
certificados de copropiedad incorporan derechos reales, mientras que los demás
incorporan derechos de crédito. En conclusión, los certificados de participación
incorporan cuotas de copropiedad o de cotitularidad sobre bienes comunes, sobre créditos
comunes o de titularidad sobre una misma masa de responsabilidad, debiendo actuar sus
intereses en el ejercicio de sus derechos, según las decisiones mayoritarias de la
colectividad (Rodríguez y Rodríguez).
4. Función económica. Los certificados de copropiedad movilizan a la propiedad.
Los de acreedores movilizan los créditos contra la quiebra y la liquidación; los fiduciarios
son instrumentos muy útiles de inversión.
145
D. Relativos a los derechos que atribuyen. (artículo 228 n, fracciones V, VI, VII,
VIII, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
a. El término señalado para el pago de los rendimientos o productos y del
capital y los plazos y condiciones de la amortización, si fueren amortizables y el mínimo
garantizado si existiese.
b. El lugar y modo de pago.
c. Garantías especiales si las hubiere.
9. Derechos de los tenedores. A. Derecho a los beneficios. Los tenedores tendrán
derecho a participar en los frutos o rendimientos del fondo común en proporción al valor
de su coparticipación, si se trata de certificados de copropiedad. Es posible la
coparticipación sobre bienes no productivos. En tal situación, los certificados
determinarán la forma en que cada uno de los partícipes podrá utilizar la cosa o cosas
comunes.
El derecho a una parte alícuota de los frutos o rendimientos de los bienes dados en
fideicomiso si son certificados fiduciarios (artículo 228 a, a) Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
Los derechos de aprovechamiento directo del inmueble fideicomitido con la
extensión, alcance y modalidades que se fijen en el acto de emisión, si son certificados de
participación inmobiliarios (artículo 228 e, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
Un mínimo de rendimiento, si la institución emisora puede realizar operaciones
financieras (artículo 228 g, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
B. Derecho principal. En los certificados de copropiedad y de acreedores los
tenedores percibirán una parte de los bienes depositados o en liquidación. En los
fiduciarios, los fideicomisarios reciben los bienes fideicomitidos o su equivalente
económico y su derecho ajeno a esa calidad, obtiene una cuota en la distribución de los
bienes o su equivalente económico (artículo 228 a, Ley General de Títulos y Operaciones
de Crédito).
En los certificados fiduciarios no amortizables se tiene el derecho a la cuota de
copropiedad o de titularidad o del producto de la venta de bienes (artículo 228 a), b), c),
Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito), al extinguirse el fideicomiso base de
la emisión, previo consenso de la asamblea general (artículo 228 k, Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito).
En los amortizables, los tenedores tendrán derecho a obtener el valor nominal de
los certificados, según les toque en suerte (artículos 228 p, y 228 n, párrafo 2°, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito).
C. Otros derechos. Los derechos de vigilancia son diferentes para cada uno de los
tipos de certificados. Lo esencial en ellos es el ejercicio colectivo de los derechos.
Sin embargo, su derecho de ejercicio individual depende del acta de emisión.
Hacen uso de este derecho al exigir: la nulidad de la emisión, el pago de cupones
y del principal, la realización de actos conservatorios y la responsabilidad del
representante común (artículos 223 y 224, Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
No obstante, la acción colectiva, una vez iniciada, prevalece sobre la individual
que se piensa ejercitar.
148
En todos los supuestos, la ley ordena aplicar a los derechos de los tenedores de
certificados en lo conducente, los artículos 223 y 224, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito.
10. Derechos y obligaciones del emisor. La emisora será depositaria regular,
simple o en administración si los certificados son de copropiedad (artículos 44, i); 45;
fracción V, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares y 21
Ley Orgánica de Nacional Financiera).
Tendrá los derechos y obligaciones del síndico o liquidador, si los certificados son
de acreedores (artículos 28-57, Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos) .
Se desempeñará como fiduciaria se si trata de certificados fiduciarios (artículos
44-46,
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares) .
En las hipótesis la emisora puede establecer modalidades, además cobrar
comisión por sus servicios.
11. Extinción de los certificado, A. Certificados de copropiedad. Los títulos se
extinguen una vez que la situación de condominio o el depósito base de la emisión
desaparezca.
B. Certificados de acreedores. Concluida la liquidación o la quiebra, se tiene
derecho a cobrar el principal, lo cual provocará la cancelación de los títulos emitidos.
C. Certificados fiduciarios. Extinguido el fideicomiso, los títulos se cancelarán.
Es posible la extinción de una parte de los certificados cuando éstos sean amortizables.
12. Prescripción. Las acciones para el cobro de los cupones de los certificados
prescribirán en tres años, a partir del vencimiento (artículo 228 v, Ley General de Títulos
y Operaciones de Crédito). En los certificados amortizables, las acciones para el cobro de
los mismos prescribirán en cinco años, a partir de la fecha en que venza el plazo
estipulado para hacer la amortización o, en caso de sorteo, a partir de la fecha en que se
publique la lista de los certificados premiados (artículo 228 v, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
En los certificados no amortizables (certificados de copropiedad y de liquidación),
la prescripción de las acciones para el cobro en efectivo o adjudicación se regirá por las
reglas del derecho común, y principiará a correr el término correspondiente en la fecha
que señale la asamblea general de tenedores que conozca de la terminación del
fideicomiso relativo (artículo 228 v, Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
La prescripción, en el caso de los certificados de participación, operará en favor
del patrimonio de la Secretaría de Salud (artículo 228 v, Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito).
véase Títulos de Crédito
II. BIBLIOGRAFIA: Bauche Garciadiego, Mario, Operaciones bancarias, 2ª
edición, México, Porrúa, 1974; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de
crédito; 8ª edición, México, Editorial Herrero, 1973, Hernández, Octavio A., Derecho
bancario mexicano, México, Jus, 1956, tomo II; Pina Vara, Rafael de, Elementos de
derecho mercantil mexicano; 11ª edición, México, Porrúa, 1979; Rodríguez y Rodríguez,
Joaquín, Curso de derecho mercantil; 11ª, edición, México, Porrúa, 1974, tomo II;
Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Derecho bancario; 5ª edición, México, Porrúa, 1978,
Pedro A. Labariega V.
149
CESION DE BIENES. La frase cesión de bienes puede tener dos acepciones, una
genérica, sinónimo de sucesión de bienes, y otra específica que significa cesión
voluntaria que el deudor haga de sus bienes a favor de sus acreedores. Tradicionalmente
la cesión de bienes se limita a esta segunda.
I. Los hechos jurídicos, en sentido amplio, abarcan los hechos, en sentido estricto,
y los actos jurídicos. Puede suceder que el análisis jurídico observe una situación aislada
de un hecho o de un acto jurídico, por ejemplo el nacimiento de una persona o la
150
compraventa de una caja de cigarros son situaciones jurídicas que se agotan en una sola
expresión. En ocasiones, y por cuanto que el derecho es vida, las situaciones jurídicas
persisten, es decir tienen una amplia prolongación en el tiempo. A la relación puramente
temporal o cronológica de un hecho se le da el nombre genérico de sucesión. Este nombre
hace pensar en la continuidad de una cosa o de un derecho a través del tiempo a pesar de
la modificación de uno o algunos de los elementos del hecho jurídico.
Como la gran división de la actividad económica de los seres humanos se traduce
en una actividad en grado de exclusividad o en grado de colaboración, los derechos
patrimoniales o de contenido económico, como se ha visto, pueden ser derechos reales o
derechos personales según que se efectúe dicha actividad en forma de explotación
exclusiva o en forma de comunicación o colaboración.
La sucesión o continuidad de las relaciones jurídicas aplicada a los derechos
patrimoniales recibe el nombre de cesión; cuando se refiere a los derechos personales
hablamos de una cesión de bienes y cuando se refiere a los derechos personales hablamos
de una cesión de crédito, de deudas o, lo que es más complicado de una cesión de
contratos. Pondremos atención en la sucesión o cesión de bienes.
Los bienes se tienen en propiedad y ésta consiste en el derecho de disponer del
uso y disfrute de una cosa. Es decir, el derecho de propiedad no solamente otorga la
facultad de usar el bien o de hacer suyos los frutos sino también y fundamentalmente de
disponer de este uso y disfrute.
Cuando se transmite un bien que el propietario hubiese dado en garantía prendaria
o hipotecaria o que se ha sujetado a embargo, la transmisión se realiza con los límites del
derecho real de aquella garantía o del derecho personal de aquel embargo o secuestro. De
donde se desprende que los causahabientes o sucesores de una universalidad de bienes o
de un bien en particular responden frente a terceros en la misma forma en que respondería
el causante o propietario original, pues nadie puede transmitir a otro más de lo que tuvo.
La cesión de bienes en resumen puede ser a título universal o a título particular y,
la causa de la misma puede ser gratuita u onerosa según que el motivo que da lugar a la
cesión sea resultado de un contrato oneroso o de un acto jurídico gratuito.
II. La cesión de bienes entendida como cesión voluntaria hecha por el deudor a
sus acreedores otorga mejor resultado que el concurso o quiebra y abarcaría las hipótesis
de una cesión de todos los bienes del deudor a los acreedores o de una cesión de bienes a
sólo algunos de los acreedores o cesión de algunos de los bienes que forman el
patrimonio del deudor.
La cesión requiere un acuerdo de voluntades por el que el deudor confiere a sus
acreedores el encargo de liquidar sus bienes y aplicar el producto de esta liquidación al
pago de los créditos y se distingue del concurso o de la quiebra porque la cesión se limita
a los sujetos que participan en ella (artículo 2968 Código Civil para el Distrito Federal).
En el correcto sentido de la palabra no es una verdadera cesión, pues liquidados
los créditos, el resto corresponde al deudor y, por otro lado, el deudor queda liberado
desde el momento en que los acreedores reciban lo que les corresponde del producto
obtenido en la liquidación si así se hubiere convenido.
Los sujetos son el deudor cedente y los acreedores cesionarios; el primero
conserva un derecho de control sobre la liquidación efectuada y tiene derecho a exigir
una rendición de cuentas.
151
título y pueden ser objeto de la cesión todos los derechos de crédito, excepto aquellos que
sean personalísimos (como los derechos de familia, los políticos o el uso o la habitación)
(artículos 2029 y 2030 Código Civil para el Distrito Federal).
La cesión de créditos no requiere formalidad alguna salvo que recayese sobre
derechos inmobiliarios, en cuyo caso, si el valor de estos derechos excede de quinientos
pesos, la transmisión debe hacerse en escritura pública e inscribirse en el Registro
Público para que produzca efectos en contra de terceros (artículos 2031, 2316 y 2317
Código Civil para el Distrito Federal) .
El acreedor que transmite un crédito responde de la existencia y legitimidad de
dicho crédito al tiempo de la transmisión a no ser que se hubiere transmitido como
dudoso; pero no responde de la solvencia del deudor salvo que así se hubiese
expresamente convenido. En materia de titulosvalor la cesión se entiende convenida salvo
buen cobro, esto es, en este punto, la presunción legal se estima favorable al cesionario
(artículos 2042 y 2043 Código Civil para el Distrito Federal).
Cabe cesión de derechos hereditarios, de créditos o derechos litigiosos, de créditos
o derechos hipotecarios y de créditos mercantiles en títulos de crédito a través del endoso,
etc.
IV. BIBLIOGRAFIA: Branca, Giuseppe, Instituciones de derecho privado;
traducción de Pablo Macedo, México, Porrúa, 1978, Gaudement, Eugene, Teoría general
de las obligaciones; traducción y notas de derecho mexicano de Pablo Macedo, México,
Porrúa, 1974; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo V Obligaciones; 3ª
edición, México, Porrúa, 1976.
cesión de deudas, por lo que necesariamente requerirán la voluntad expresa del otro
contratante. Esta voluntad resultará implícita si se trata de un título de crédito al portador
o a la orden, pues la transmisión de los derechos operará por la sola entrega del título en
el primer caso y por la del título y el endoso correspondiente en el segundo.
véase Cesión de Bienes, Cesión de Créditos
II. BIBLIOGRAFIA: Branca, Guiseppe, Instituciones de derecho privado,
traducción de Pablo Macedo, México, Porrúa, 1978; Gaudement, Eugene, Teoría general
de las obligaciones, traducción y notas de derecho mexicano de Pablo Macedo, México,
Porrúa, 1974; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo V, Obligaciones, 3ª
edición, México, Porrúa, 1976.
Jorge Carpizo
frente a testigos imparciales por un pacto previo que es cumplido con lealtad. A pesar de
que las lesiones y el homicidio en duelo son punibles en los artículos 297 y 308 del
Código Penal del Distrito Federal, no podemos negar que en México, como en casi todas
las legislaciones del mundo, el duelo pertenece al recuerdo y desaparece de nuestro
tiempo.
Véase Circunstancias Agravantes, Duelo, Riña
IV. BIBLIOGRAFIA: Carrara, Francesco, Programa del curso de derecho
criminal, traducción de Jorge Ortega Torres y Jorge Guerrero, Bogotá, Editorial Temis,
1957-1958, 2 volúmenes; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, tomo II,
La tutela penal de la vida e integridad humana; 3ª edición, México, Porrúa, 1975: Porte
Petit Candaudap, Celestino, Dogmática sobre los delitos contra la vida y la salud
personal, 4ª edición, México, Editorial Jurídica Mexicana, 1975.
requisitos indicadores de magnanimidad del Estado. Por ejemplo, el robo y el fraude entre
ascendientes y descendientes no es sancionable según los artículos 377 y 390 del Código
Penal del Distrito Federal y tratándose de los mismos delitos entre cónyuges, hermanos,
suegros y yernos o nueras, para sancionarse y por supuesto antes de ello, iniciarse el
procedimiento relativo, es indispensable la querella de parte ofendida. El perdón es
operante en estos casos.
4. Al atender a la naturaleza del hecho, observamos que de acuerdo con los
artículos 310 y 311 del Código Penal del Distrito Federal, cuando por infidelidad un
cónyuge priva de la vida a su consorte, a la tercera persona, o bien a los dos, al
sorprenderlos en la realización de la cópula o próxima a ella, o cuando esto ocurre con
relación al corruptor de su descendiente, por la emoción violenta en la que se encuentra,
se ha estimado que es merecedor de una sanción atenuada, lo que no sucedería si el marco
de la escena fuera otro.
II. BIBLIOGRAFIA: Carrara, Francesco, Programa del curso de derecho
criminal, traducción de Jorge Ortega Torres y Jorge Guerrero, Bogotá Editorial Temis,
1958, tomo II; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, tomo II, La tutela
penal de la vida e integridad humana; 3ª edición, México, Porrúa, 1977; Maggiore,
Giuseppe, Derecho penal; parte especial; traducción de Jorge Ortega Torres, Bogotá,
Editorial Temis, 1955, tomo IV.
se funda en la tutela del derecho y por ello debe entrar en juego, el análisis entre el mal
mayor y el menor.
Se ha considerado siempre, que toda pena debe adecuarse a la personalidad del
delincuente a quien se aplica, pues sólo así es justa y equitativa y por otra parte, cumple
con el fin que persigue; ello es posible, si la misma se adapta a cada uno de los extremos
particulares y concretos que se presentan en la realidad y que dan lugar al funcionamiento
de estas circunstancias modificativas.
Véase Circunstancias Agravantes, Circunstancias Atenuantes
III. BIBLIOGRAFIA: Carrara, Francesco, Programa del curso de derecho
criminal; traducción de Jorge Ortega Torres y Jorge Guerrero, Bogotá, Editorial Temis,
1958, tomo II; Chichizola, Mario I., La individualización de la pena, Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1967.
conclusión, además de ilógica, fue imposible. En efecto, la fracción I del artículo 10,
declaró suspendido el ejercicio de los derechos ciudadanos durante la minoridad.
E. Bases Orgánicas de 1843. Artículo 18. “Son ciudadanos los mexicanos que
hayan cumplido 18 años siendo casados, y 21 si no lo han sido, y que tengan una renta
anual de doscientos pesos por lo menos, procedente de capital físico, industrial o trabajo
personal honesto. Los Congresos Constitucionales podrán arreglar, según las
circunstancias de los Departamentos, la renta que en cada uno de éstos haya de requerirse
para gozar los derechos de ciudadano. Desde el año 1850 en adelante los que llegaren a la
edad que se exige para ser ciudadano, además... es necesario que sepan leer y escribir.”
Los miembros de la Junta Nacional Legislativa se excedieron en su misión de
caracterizar a la ciudadanía. Todos los requisitos no eran, en realidad, sino obstáculos a la
democracia. Consagraron el voto censitario y el voto capacitario. Con ello se propiciaba
el régimen aristocrático.
F. Constitución de 1857, texto original de la de 1917. En ambas leyes
fundamentales el artículo 34 regula la ciudadanía en términos casi idénticos: “son
ciudadanos de la República todos los que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan
además las siguientes: I. Haber cumplido diez y ocho años, siendo casados, o veintiuno
si no lo son. II. Tener un modo honesto de vivir”.
G. Texto vigente: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que
teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: I. Haber
cumplido diez y ocho años y II. …”.
IV. Consideraciones sobre las reformas. Dos reformas ha sufrido este precepto.
Una en 1953 y la otra en 1970. Por ésta, en el mundo actual - que no novedad en nuestro
derecho - se concedió la ciudadanía a los jóvenes de diez y ocho años. Por la de 1953 se
concedió tal calidad a las mujeres mexicanas, enalteciendo su dignidad y, honrando con
ello a la justicia.
La reforma ruizcortinista, contraria a lo que se ha sostenido, no fue inútil ni
innecesaria; no fue sólo una reforma literal. Gramaticalmente es cierto que el texto de
1917, heredado de 1857, implicaba a las mujeres; pero también es indubitable que la
interpretación histórica y teleológica hizo indispensable la reforma, pues, de no ser así, y
de permitir el acceso femenino a las urnas sin modificación constitucional, se habría dado
a entender que las anteriores elecciones habían sido realizadas al margen de 1a
Constitución, lo que no fue así en virtud de la interpretación histórica de la ciudadanía
como prerrogativa exclusiva de los varones. Hoy, gracias a la enmienda constitucional,
las mujeres tienen iguales privilegios y deberes que los varones, intervienen en política
con responsabilidad, eligen gobernantes, ocupan puestos de elección popular, militan en
partidos políticos; participan, estimulan y vigorizan el régimen político de la dignidad: la
democracia.
V. BIBLIOGRAFIA: García Ramos, Sergio, La ciudadanía de la juventud,
México, Ciencia y Cultura Política, 1970; Venegas Trejo, Francisco, Nacionalidad,
estatalidad y ciudadanía, México, 1964 (tesis profesional).
VI. Acciones de trabajo. El artículo 114 de la ley hace alusión a estas acciones de
trabajo, las cuales, según dicho precepto, pueden emitirse en favor de las personas que
presten sus servicios en la empresa y en las que figurarán las normas respecto a la forma,
valor, inalienabilidad y demás condiciones particulares que les correspondan.
La consignación en nuestra ley de estas acciones, según expresa el párrafo 44 de
la exposición de motivos de la ley, tuvo por objeto ofrecer a las anónimas una forma de
cumplir con la obligación de otorgar a sus trabajadores la participación que en las
utilidades les corresponde de acuerdo con lo establecido por las fracciones VI y IX del
artículo 123 de la Constitución.
Sin embargo, como la propia exposición de motivos lo establece en el párrafo
mencionado, así como en el que le precede, estas acciones no representan parte del
capital y se otorgan a los trabajadores siempre que presten sus servicios a la sociedad en
el curso de su existencia jurídica, de donde se concluye que no tienen derecho a la cuota
de liquidación y son inalienables, de tal manera que sólo tendrán derecho a participar en
las utilidades y aquellos otros derechos que el estatuto expresamente les otorgue, de
donde se deduce que no pueden considerarse como verdaderas acciones.
Finalmente, cabe hacer notar que, según nuestras noticias, estas acciones no han
tenido difusión en nuestro medio, máxime que en la actualidad ya se ha reglamentado la
participación de los trabajadores en todas las empresa, aunque podrían emplearse dichas
acciones de acuerdo con una tendencia actual, para interesar a algunos trabajadores de la
sociedad en la prosperidad de ésta.
Véase Acciones de Sociedades, Sociedades Anónimas, Títulos de Crédito
VII. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, “Las acciones sin valor nominal”,
Estudios de derecho mercantil, México, Porrúa, 1958; Bérgamo, Alejandro, Sociedades
anónimas (las acciones), Madrid, 1970; Broseta Pont, Manuel, Manual de derecho
mercantil, Madrid, Tecnos, 1972; Claret y Martí, Pompeyo, Sociedades anónimas,
Barcelona, Bosch, 1944; Fischer, Rodolfo, Las sociedades anónimas. Su régimen
jurídico, traducción de Wenceslao Roces, Madrid, Reus, 1934; Garrigues, Joaquín,
Tratado de derecho mercantil, Madrid, Revista de Derecho Mercantil, 1947; Gasperoni,
Nicola, Las acciones de las sociedades mercantiles; traducción de Francisco Javier Osset,
Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1950; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín,
Tratado de sociedades mercantiles, 2ª edición, México, Porrúa, 1959; Sánchez Calero,
Fernando, Instituciones de derecho mercantil, Valladolid, Editorial Clares, 1969.
CLAUSULA. I. Del latín clausula, de clausus: cerrado, y se define como en cada una de
las disposiciones de un contrato, tratado, testamento o cualquier otro documento análogo,
público o particular.
II. La doctrina ha distinguido tres clases de cláusulas en el contrato:
a) Las cláusulas esenciales son aquellas sin las cuales el contrato no puede
subsistir.
b) Las cláusulas naturales son aquellas que están sobreentendidas en el contrato;
cuando las partes no se han explicado, pero que, no siendo de la esencia del contrato
pueden ser suprimidas en él por una explicación formal.
171
CLAUSULA CALVO. I. Además de las cláusulas que, por regla general, se contratan en
diversos negocios jurídicos, existen muchas específicas, de una determinada rama del
derecho, que se celebran con relativa frecuencia.
II. Calvo, Carlos (1824-1903), publicista y diplomático sudamericano nacido en
Buenos Aires en 1824. Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la
República Argentina ante el Emperador de Alemania. Miembro fundador del Instituto
172
Yolanda Frías
Claude Belair M.
organismo colectivo tiene el derecho de expulsar a los miembros perniciosos. Por otra
parte, como ya se apuntaba en líneas anteriores, en los estatutos sindicales se reglamenta
un procedimiento de expulsión previamente establecido.
4° La prohibición constitucional de hacerse autojusticia (artículo 17
Constitucional). Esta observación se ha rebatido afirmando que no tiene relación con esta
cláusula, que como en el caso anterior no consolida sino el derecho de los grupos sociales
para expulsar de su seno los elementos nocivos o contrarios a sus fines.
5° La libertad de asociación profesional reconocida en la fracción XVI del
apartado A del artículo 123 constitucional. Al efecto se sostiene que dicha objeción no es
exacta, puesto que la libertad sindical no es absoluta y que en el caso de referencia, el
interés particular del trabajador queda sometido a la libertad y el interés colectivo sindical
de la organización profesional mayoritaria.
6° La prohibición de despedir a los trabajadores por ingresar a un sindicato o a
dejar de pertenecer a él (artículo 123, apartado A fracción XXII de la Constitución).
Dicha observación se ha refutado en el sentido de que se trata de una estipulación
obligatoria plasmada en el contrato colectivo de trabajo o en el contrato-ley. Por otra
parte condiciona el interés particular del trabajador al interés colectivo del sindicato que
precisa del respeto y el apoyo de sus miembros para el cumplimiento de sus fines y el
robustecimiento de su organización.
7° Implica renuncia de derechos de los trabajadores, por lo que dicho tipo de
estipulación es nulo (artículo 123, apartado A, fracción XVIII, incisos g y h). A esta
afirmación se ha respondido que no existe tal renuncia de derechos, sino como en los
casos anteriores, subordinación del interés individual del trabajador sindicalizado al
interés prioritario de la seguridad, fortalecimiento y consolidación del sindicato.
Para un importante sector de la doctrina, aunque la práctica confirme que esta
cláusula ha favorecido la corrupción, el abuso y la manipulación, tales consecuencias no
explican su inconstitucionalidad dada la prevalencia del interés profesional. En todo caso
corresponde a los trabajadores determinar y exigir el nombramiento de sus dirigentes más
idóneos.
IV. BIBLIOGRAFIA: Buen Lozano, Nestor, Derecho del trabajo; 3ª edición,
México, Porrúa, 1979, tomo II; Cavazos, Baltazar, Nueva Ley Federal del Trabajo.
tematizada y sistematizada; 10ª edición, México, Trillas, 1981; Cueva, Mario de la, El
nuevo derecho mexicano del trabajo. México, Porrúa, 1979, tomo II; Trueba Urbina,
Alberto, Nuevo derecho del trabajo, 2ª edición, México, Porrúa, 1972.
Yolanda Frías
7
México, Porrúa, 1973; Sorensen, M., Manual de derecho internacional público, México,
FCE, 1973.
Yolanda Frías
Yolanda Frías
psíquicas), que es muy difícil suprimir o atenuar su fuerza motivadora. Para que alguien
se comporte como otro quiere o desea, éste necesita disponer de medios altamente
persuasivos (inhibidores) para alterar el cuadro de motivaciones de aquél.
La forma más simple en la que un individuo se ve constreñido a hacer lo que otro
desea es cuando se está amenazado con consecuencias desagradables si rehusa (Hart). El
castigo, el recurso a la coacción, es el elemento enormemente persuasivo que anula (o
altera) el cuadro inicial de las motivaciones de los individuos (en todo tiempo y lugar).
Por ello el derecho es descrito como “monopolio del uso (legítimo) de la fuerza” (Kelsen,
Weber).
El carácter coactivo del derecho resulta de la forma en que éste regula la conducta
humana. El derecho provoca cierta conducta (no matar) haciendo de la conducta
contraria (matar) la condición de un acto de coacción (privación de la libertad). El
derecho es, en este sentido, una técnica social que motiva el comportamiento aplicando
una medida de coacción que habrá de imponerse en caso de conducta contraria (Kelsen) .
La sanción se aplica sobre el sujeto “responsable”. Normalmente al mismo sujeto
“obligado”, pero no necesariamente, puede imponerse especial (por ejemplo e.
parentesco) con el sujeto responsable.
La sanción es un acto de coacción, toda vez que es resentida como un mal, una
desventaja (privación de la vida, de la libertad, de bienes económicos, de derechos) la
cual se aplica si es necesario, mediante la fuerza física (Kelsen). La sanción es un “daño
sustancial físico o “psicológico” (Oberdiek).
Los demás actos de coacción establecidos por el orden jurídico que no tienen el
carácter de sanciones (requisición, facultad económico-coactiva de la administración)
también pueden ser impuestos, en casos de resistencia, mediante el empleo de la fuerza
física.
Las sanciones, así como los actos coactivos que no tienen tal carácter, son
instituidos por el orden jurídico; son socialmente inmanentes (de este mundo) e
institucionalizados: establecidos y aplicados por instituciones jurídicas (órganos) cuyos
actos se atribuyen al orden jurídico (estatal) . Los actos coactivos del derecho se
distinguen, así, de las sanciones trascendentes (ultramundanas) y de las reacciones
espontáneas de aprobación o reprobación de los miembros de la comunidad (Bobbio,
Kelsen, Raz). El carácter institucional del derecho distingue a éste de otros sistemas
normativos en los cuales la coacción juega un papel importante (por ejemplo órdenes
religiosas).
El uso de la fuerza física fuera de los casos establecidos por el derecho está
prohibida. Al determinar las condiciones por las cuales la fuerza (coacción) es
legítimamente usada, el derecho organiza coactivamente (mediante el uso de la fuerza) a
la comunidad.
IV. Una descripción sucinta de regulación coactiva podría formularse de la
siguiente manera: l) X “quiere que Y se abstenga de C (-C), por tanto, 2) X hace de la
conducta contraria (C) condición de una sanción S: “si tú C, entonces yo S”. 3) S
constituye un daño sustancial (físico o psicológico). 4) X está en posición de imponer S.
Cuando estas condiciones se presentan Y se encuentra coactivamente regulado por X.
En el caso del derecho es necesario adicionar la siguiente condición: (5) X (o sus
funcionarios) está facultado para establecer e imponer S y sus actos son atribuidos
(imputados) al orden jurídico de la comunidad.
11
No cabe duda que la característica más general y relevante del derecho en todo
tiempo y lugar es que su presencia indica que cierta conducta humana deja de ser optativa
(Hart). Este argumento corresponde a una generalización empírica respaldada por
abundante evidencia histórica y corresponde, por mucho, a la idea que la gente tiene del
derecho.
Aunque el carácter coactivo del derecho fuera aceptado sólo como una
característica histórica, común a todos los órdenes jurídicos conocidos y no como rasgo
esencial o de definición (Oberdiek), aún así, continuaría siendo un rasgo distintivo que
nos permite diferenciar y describir los órdenes jurídicos positivos. Las teorías más
alejadas del positivismo (lo cual revela que el carácter coactivo del derecho no es una
tesis positivista) describen el derecho como coactivo: “….la noción derecho contiene,
primero ... que es regla…. segundo .… que tiene poder coactivo.. ..” (S. Tomás. Sum. Th
I, II, Q. 96, A. 5).
Con independencia de si la sanción es un elemento esencial o de definición de
toda norma jurídica, el carácter coactivo es prácticamente indiscutible. Buena parte de la
doctrina distingue las normas que imponen sanciones: “normas sancionadoras”
(Bentham), “normas primarias” (primer Kelsen), “normas de obligación” (Hart), etcétera
El gran debate sobre el carácter coactivo gira no alrededor de si el derecho es o no es
coactivo sino de cómo y en qué grado funciona la coacción dentro del orden jurídico. La
tesis más compartida es que todas las normas (normas de competencia, de procedimiento,
de adjudicación, “secundarias”, “no independientes”, o como quiera que se denominen)
constituyen un todo normativo en el que mantienen una relación esencial con las normas
sancionadoras.
Se puede pensar en una coacción in abstracto: el establecimiento de sanciones, y
en una coacción in concreto: la imposición de sanciones y la ejecución forzada (empleo
de la fuerza física). En ocasiones la simple representación de la norma coactiva es
suficiente para convertirse en una razón para que alguien actúe en consecuencia). Sin
embargo, esta representación no debe ser confundida con la institución de un acto
coactivo. Todos los órdenes jurídicos que son eficaces ejercen, en cierto grado, una
coacción psíquica. El derecho no es un orden coactivo porque ejerza una coacción
psíquica sino porque instituye (establece e impone) actos de coacción.
Es importante subrayar que la imposición de la sanción no siempre requiere del
empleo de la fuerza física. Existen algunas en que la aplicación de la fuerza física es
prácticamente imposible como en el caso de la cancelación de un derecho o de un título.
Véase Ejecución de Sanciones, Poder Público, Responsabilidad, Sanción
V. BIBLIOGRAFIA: Bobbio, Norberto, Teoria della norma giuridica, Turin, G.
Giachiappelli, 1958; Bentham, Jeremy, Of Laws in General, Hart. H.L.A. (edición),
Londres. University of London, Athlone Press, 1970; Berger, Adolf, Encyclopedic
Dictionary of Roman Law, Filadelfia, American Philosophical Society, 1968; García
Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del derecho, México, Porrúa, 1959; Hart,
H.L.A., El concepto del derecho; traducción de Genaro Corrió México, Editora Nacional,
1978 (reimpresión de la edición de Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1963); Kelsen, Hans,
Teoría general del derecho y del Estado; traducción de Eduardo García Máynez, México,
UNAM., 1959, Kelsen, Hans, Teoría pura del derecho; traducción de Roberto J.
Vernengo, México, UNAM, 1983; Nozick, Robert. “Coercion”, in Laslett, P. y
Runciman, W.G. (ediciones), Philosophy, Politics and Society, Oxford, Basil Blackwell,
12
1972; Oberdieck, Hans, “The Role of Sanctions and Coercion in Understanding Law and
Legal Systems”, American Journal of Jurisprudence, volumen 21, 1976; Raz. Joseph, El
concepto de sistema jurídico. Una introducción a la teoría del sistema jurídico;
traducción de Rolando Tamayo y Salmorán, México UNAM, 1986; Simpson, D.P.,
Cassell’s New Latin Dictionary, Londres, Cassell, 1972; Tamayo Salmorán, Rolando, El
derecho y la ciencia del derecho, México, UNAM, 1984; Tamayo Salmorán, Rolando,
Sobre el sistema jurídico y su creación, México, UNAM, 1976.
En caso de que los partidos políticos coaligados convengan que los votos, para los
efectos de registro, se atribuyen a uno de los partidos políticos coaligados, le corresponde
a la Comisión Federal Electoral hacer la declaratoria correspondiente.
Asimismo la ley en los artículos 61 y 66 establece los siguientes lineamientos.
- El convenio de coalición deberá presentarse para su registro a la Comisión
Federal Electoral a más tardar la primera semana de marzo del año de la elección.
- Los partidos políticos no podrán postular candidatos propios donde ya hubiere
candidatos de una coalición de la que ellos formen parte.
- Concluido el proceso electoral automáticamente termina la coalición.
Con base en las consideraciones que se han hecho valer se puede decir que la
coalición difiere da la fusión de partidos por cuanto ésta tiene por objeto en los términos
del convenio que se celebre, la formación de un nuevo partido político en cuyo caso
deberá solicitar a la Comisión Federal Electoral el registro respectivo. El artículo 35 de
la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales establece que en el
convenio de fusión podrá convenirse que uno de los partidos políticos fusionados
conserve su personalidad jurídica y la validez de su registro, acordándose la disolución
del otro u otros partidos que participen en la fusión.
Asimismo dispone la ley que el convenio de fusión deberá registrarse en la
Comisión Federal Electoral, la que resolverá dentro del término de los 30 días siguientes
a su presentación.
Para fines electorales, el convenio de fusión deberá registrarse ante la Comisión
Federal Electoral, por lo menos 180 días antes de la elección.
IV. BIBLIOGRAFIA: Patiño Camarena, Javier, Análisis de la reforma política;
2ª edición, México, UNAM, 1981.
preparatoria o de una acción accesoria para la acción ejecutiva de otro sujeto (Beling);
coautor es, por eso, el que realiza una acción ejecutiva y cómplice el que lleva a cabo una
acción preparatoria o colaborar durante la ejecución del delito, pero con una actividad
meramente auxiliadora. La teoría subjetiva, por otra parte, trató de fundar la distinción en
el animus, en que el autor “quiere el hecho como propio” (animus auctoris) mientras que
el partícipe stricto sensu “lo quiere como ajeno” (animus socii) o, en otras palabras y con
cierto correctivo autor es el que tiene “interés” en el hecho y partícipe quien no lo tiene;
de donde coautor es aquel que interviene con otro u otros en la realización del hecho y lo
quiere como suyo o tiene interés en el mismo. Tanto la teoría formal-objetiva como la
subjetiva han sido bastante criticadas por la doctrina: la primera, por dejar fuera del
concepto de autor (y coautor) a quienes evidentemente lo eran, y, además, por no dar una
explicación satisfactoria a la llamada “autoría mediata”, la segunda, por considerar
autores (coautores) a quienes realmente no lo son y, en fin, por ser técnicamente
incorrecta.
Ante el fracaso de esas dos teorías extremas (objetiva y subjetiva), aparece la
teoría penal objetiva o del “dominio del hecho”, que se funda en la finalidad, como una
solución que aparta la teoría de la acción finalista. Para ella, coautor es aquel que,
teniendo la calidad de autor, posee el codominio del hecho. Todo coautor es, por tanto,
autor; en él deben concurrir, en primer lugar la característica general que es el “dominio
del hecho” y, en segundo, ciertas características especiales - que el tipo penal puede
requerir para el autor -, que pueden ser objetivas (cierta calidad en él, por ejemplo, ser
funcionario o empleado público) o subjetivas (ánimo, deseo, propósito, etcétera, por
ejemplo, ánimo de lucro, deseo erótico). Los que no reúnan tales características,
entonces, no serán actores. Es aquí donde se encuentra el punto distintivo entre autor
(coautor) y partícipe (cómplice e instigador).
III. Junto con referirse al Código Penal del Distrito Federal al autor stricto sensu
en la fracción II del artículo 13, alude a los coautores en la fracción III del mismo artículo
diciendo que lo son quienes realizan el delito conjuntamente. Conforme a esto para ser
coautor debe tenerse la calidad de autor. En principio bastará una calidad o característica
genérica, que es la que corresponde a todo sujeto según el criterio que se siga de los
anteriormente mencionados; en la medida en que cada uno de los que realizan el hecho
conjuntamente tiene tal característica, como sería, por ejemplo el dominio del hecho, será
coautor. Habrá casos en que además de la característica genérica se requiera por el tipo
en particular una característica específica, como puede ser una determinada calidad en el
sujeto, como ser servidor público, por ejemplo, o un elemento subjetivo que deba
concurrir en él, cómo es el propósito de hacerse ilícitamente de una cosa o de obtener un
lucro indebido en el caso del fraude mediante libramiento de cheque sin fondos. En
ambos casos, para ser coautor se requerirá que concurra en los intervinientes la
característica genérica y la específica; si falta esta última, aun cuando se dé la primera no
podrá hablarse de coautoría.
Véase Autor del Delito
IV. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Rivas, Raúl, La participación delictuosa.
Doctrina y ley penal, México, Editorial Stylo, 1957; Franco Guzmán, Ricardo, El
concurso de personas en el delito, México, 1959 (tesis profesional); Jescheck, Hans-
Heinrich, Tratado de derecho penal; traducción de Mir Puig y Muñoz Conde, Barcelona,
Bosch, 1981, tomo II; Welzel, Hans, Derecho penal alemán traducción de Juan Bustos y
16
Sergio Yáñez, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1970; Zafaroni, E. Raúl, Teoría del
delito, Buenos Aires, Ediar, 1973.
c) Por esto mayor de votos se entiende el remanente más alto entre los restos de
las votaciones de cada partido político, después de haber participado en la distribución de
curules mediante el cociente natural. El resto mayor podrá utilizarse si aún hubiese
curules sin distribuir.
IV. La fórmula de primera proporcionalidad establece que las curules se
adjudiquen a través del cociente rectificado, cociente de unidad y resto mayor, y que con
apego a la ley se pueden definir de la manera. siguiente:
a) Por cociente rectificado se entiende el resultado de dividir la votación efectiva
de la circunscripción plurinominal entre el número de las curules multiplicado por dos.
Hecho lo anterior se deberá atribuir a cada partido una o dos curules, dependiendo ello de
si la votación del partido contiene una o dos o más veces dicho cociente.
b) Por cociente de unidad se entiende el resultado de dividir la votación efectiva
deducidos los votos utilizados mediante el cociente rectificado, entre el total de curules
que no se han repartido. Así a cada partido se le deben asignar tantas curules como
número de veces contenga dicho cociente la votación que le reste después de aplicar el
cociente rectificado.
c) Por resto mayor de votos se entiende el remanente más alto entre los restos de
las votaciones de cada partido político después de haber participado en la distribución de
curules mediante el cociente rectificado y el cociente de unidad. El resto mayor podrá
utilizarse cuando aún hubiese curules sin distribuir.
V. BIBLIOGRAFIA: Escurdia, Mario, Ensayos sobre la reforma política,
México, Gaceta Informativa de la Comisión Federal Electoral, 1978; Patiño Camarena,
Javier, Análisis de la reforma Política; 2ª, edición, México, UNAM, 1981.
CODIGO. I. (Cuerpo de leyes según un método y sistema. Del latín codicus, de codex-
icis). En sentido histórico se entiende por código toda compilación de preceptos
jurídicos; actualmente se denomina se denomina código a la fijación escrita que
comprende el derecho positivo en alguna de sus ramas (civil, penal, mercantil, etcétera)
con unidad de materia, plan, sistema y método.
II. En su sentido originario, codex alude a cierto formato editorial consistente en
un conjunto de tablillas de madera encerada, unidas de modo que cada tablilla actúe como
la hoja de un libro moderno. A partir del siglo I después de Cristo comenzó a usarse este
mismo formato editorial en pergamino, formándose con él cuadernillos. A fines del siglo
II, este tipo de codex comenzó a imponerse, desplazando a otras formas de editar hasta
llegar a equiparse codex y libro. Paulatinamente codex fue ligándose a la materia jurídica
y vino a significar libro con contenido jurídico y más específicamente: el libro que
19
recogía una compilación de leyes para su uso forense. Desde el siglo VI después de
Cristo el codex por antonomasia fue el mandado elaborar por el emperador Justiniano en
534 después de Cristo, que recogía las constituciones imperiales de varios emperadores
romanos reputadas como vigentes en su época. Desde entonces la palabra código ha sido
utilizada para designar a una muy variada tipología de obras jurídicas, y ha estado
siempre vinculada a la idea de fijación escrita, única y totalizadora.
III. El código se distingue de otros cuerpos fijadores de derecho porque consagra
su propia vigencia en cuanto, forma. Guzmán Brito explica este hecho de la manera
siguiente: “Un cuerpo fijador del derecho puede escindirse en materia y forma, en
contenido y continente, es decir, por un lado, en el conjunto de fuentes, o más en general,
de derecho que fija y, por otro, en la sistemática y redacción que se da a ese conjunto.
Cuando el cuerpo fijador logra consagrar su vigencia en cuanto forma (lo que llevaba
aparejada la vigencia de su contenido o materia), entonces estamos en presencia de
propiamente un código”. Si el cuerpo jurídico no consigue vigencia como tal estamos en
presencia de otro tipo de fijaciones escritas de derecho pero no de un código.
A partir del momento en que el cuerpo fijador consigna vigencia como tal, la
comunidad que hace uso de él, admite que las disposiciones que contiene, están vigentes
por estar contenidas en el cuerpo fijador que podemos llamar código, y para su uso en los
tribunales recurre al código y no a cada disposición por separado.
A diferencia del código, en una compilación las disposiciones recogidas pueden
estar vigentes, pero no derivan su vigencia del hecho de estar contenidas en la
compilación, sino de haber sido promulgadas (a través del procedimiento establecido en
cada época) por un órgano creador del derecho.
IV. En la forma arriba descrita, código y recopilación pueden ser sinónimos, si
ésta ha sido promulgada para que las disposiciones que contienen tengan vigencia por el
hecho de haber sido recogidas precisamente en un cuerpo fijador que se realiza con afán
totalizador. Sin embargo, históricamente, código y recopilación no son sinónimos, puesto
que con el primer vocablo se alude al resultado de un proceso codificador que adquirió
una connotación específica a partir del siglo XVI, al amparo de la filosofía del
iusnaturalismo racionalista.
V. Entre 534 después de Cristo, fecha en que se publicó el Codex de Justiniano y
el principio del siglo XVI no fue utilizada la palabra codex o código para aludir a
ninguna fijación del derecho. El codex por antonomasia como se ha explicado arriba, era
el de Justiniano y, a las fijaciones escritas del derecho que alcanzaron vigencia en ese
periodo se les llamó: corpus lex, liber, collectio, especulo, etcétera El uso del vocablo
codex o código para aludir a una fijación escrita del derecho vigente por su forma
reaparece en el siglo XVI y el primer registro de este hecho lo tenemos en el Codex
Statutorum de 1547. A partir de ese momento es cada vez más frecuente el uso de la
palabra código para hacer referencia al tipo de fijación escrita del derecho que se ha
venido describiendo. En diversos países de la Europa continental comenzaron a
elaborarse códigos que agrupaban disposiciones relativas a varias materias o a una sola
rama del derecho.
V. El código como producto del proceso de la codificación del derecho que se
desarrolló en Europa continental a partir del siglo XVII se distingue de todas las
fijaciones escritas del derecho anteriores porque no pretendió consignar todo el derecho
ya existente ni reformarlo ni continuarlo, sino que buscaba planear la sociedad mediante
20
formulación de proyectos del Código de Comercio (el primero, data de 1929, después de
él se han sucedido otros en 1943, 1948 y 1964, y uno reciente de 1981, que al parecer fue
ya sometido al Congreso de la Unión), o solamente de algunas leyes, de aquellas en la
que resulta más urgente su modernización y su adaptación a las necesidades económicas
en curso como son la Ley de Monopolios, la Ley General de Sociedades Mercantiles, la
Ley General de Sociedades Cooperativas (el proyecto para una nueva ley de sociedades
cooperativas, al parecer según informaciones de la prensa, también ya se ha presentado a
la Cámara de Diputados), y la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos.
Véase Costumbre Mercantil, Supletoriedad
V. BIBLIOGRAFIA: Arrillaga, José Ignacio de, “Código de comercio”, Nueva
enciclopedia jurídica, Barcelona, Seix, 1952, volumen IV; Asquini, Alberto, “Códice de
commercio”, Enciclopedia del diritto, Milano, Giuffrè, 1960, volumen VII; Azara,
Antonio, “Codice de commercio”, Novissimo digesto italiano, Torino, UTET, 1964,
volumen III; Barrera Graf, Jorge, Tratado de derecho mercantil, México, Porrúa, 1957;
McWhinney, Edward, Derecho mercantil; introducción y conceptos fundamentales,
sociedades; 21ª edición, México, Porrúa, 1981; McWhinney, Edward, “Sistemas de
derecho codificado”, Enciclopedia internacional de ciencias sociales, Madrid, Aguilar,
1979, volumen 9; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Curso de derecho mercantil; 6ª
edición, México, Porrúa, 1966; Tena, Felipe de J., Derecho mercantil mexicano; 2ª
edición, México, 1938.
Héctor Fíx-Zamudio
Como referimos, existen también códigos fiscales en casi todas las entidades
federativas.
autor de ese texto en que “la Constitución exigía para su abolición un verdadero sistema
penitenciario”, y que éste no existía.
El 30 de septiembre de 1929 fue expedido un nuevo Código Penal del Distrito
Federal, debido principalmente a José Almaráz. Sancionado sin exposición de motivos,
estuvo vigente desde el 15 de diciembre de 1929 al 17 de septiembre de 1931. Con él
volvió a suprimirse la pena de muerte y situó en su centro al delincuente. Fue un texto
muy criticado, que por su extensión y preciosismo teórico no era fácilmente manejable en
su tiempo. El Código Penal vigente para el Distrito Federal en materia común y para toda
la República en materia federal fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 14
de agosto de 1931. La comisión redactora estuvo integrada por José López Lira, José
Angel Ceniceros, Alfonso Teja Zabre y Ernesto Garza. Su contenido ha sufrido
profundas y variadas modificaciones. De ellas, la más significativa es la publicada en el
Diario Oficial del 13 de enero de 1984.
III. Posteriormente se han elaborado diversos proyectos de Código Penal del
Distrito Federal que nunca llegaron a ser promulgados. Entre ellos figuran, de manera
importante los de: 1944, Anteproyecto del Código de Defensa Social para el Estado de
Veracruz; 1949, Proyecto Federal debido a Celestino Porte Petit, Luis Garrido y
Francisco Argüelles; 1958, Proyecto Federal en el que participaron Ricardo Franco
Guzmán, Francisco H. Pavón Vasconcelos, Manuel del Río Govea y Celestino Porte
Petit; 1963, Proyecto de Código Penal Tipo para la República Mexicana, cuya comisión
redactora se constituyó con Porte Petit, Luis Fernández Doblado, Olga Islas de González
Mariscal, Luis Porte Petit Moreno, y Luis Garrido, como asesor, bajo la presidencia de
Fernando Román Lugo; y 1983, Anteproyecto de Código Penal para el Distrito Federal,
elaborado en el Instituto Nacional de Ciencias Penales.
IV. A continuación se cita la fecha de Publicación del Código Penal de cada
entidad federativa; Aguascalientes (28-VII-49), Baja California (10-VIII-77), Baja
California Sur (31-XII-80), Campeche (16-XII-75), Coahuila, (19-X-82), Colima (4-VI-
55), Chiapas (2-III-38) Chihuahua (29-IX-71), Durango (21, 24, 28, 3I-VIII-83),
Guanajuato (4-V-78), Guerrero (31-XII-80), Hidalgo (I-II-41), Jalisco (28-I-82), México
(4-I-6I), Michoacán (7-VII-80), Morelos (17-III-46), Nayarit (19-XI-69), Nuevo León
(19-VI-81), Oaxaca (9-VIII-80), Puebla (23-III-43), Querétaro (7-I-32), Quintana Roo
(11-VII-79), San Luis Potosí (4-VI-44), Sinaloa (30-III-40), Sonora (3-VIII-49), Tabasco
(21-X-72), Tamaulipas (18-VIII-56), Tlaxcala (2-I-80), Veracruz (13-IX-80), Yucatán
(28-XII-73) y Zacatecas (19-VII-67).
V. BIBLIOGRAFIA: García Ramírez, Sergio, Derecho penal; reimpresión,
México, UNAM, 1983; Leyes penales mexicanas, México, Instituto Nacional de Ciencias
Penales, 1979; Margadant, Guillermo F., Introducción a la historia del derecho
mexicano; 2ª edición, México, Esfinge, 1976; Porte Petit Candaudap, Celestino,
Apuntamientos de la parte general de derecho penal; 4ª edición, México, Porrúa, 1978.
COERClON. l. (Del latín corceo que significa contener, ceñir, encerrar). Aunque en los
diccionarios jurídicos y los tratados de filosofía del derecho se considera a la palabra
coerción sinónimo de coacción, es posible encontrar una sutil diferencia entre las dos
voces.
31
campo espiritual eran irreductibles los antagonismos toda vez que ambos sistemas
obedecían al patrones culturales y a principios opuestos. Las relaciones que se aceptaban
se desenvolverían durante una época de transición limitada.
Correspondió a Nikita Kruschov proyectar como tesis de Estado a la coexistencia
pacífica en 1956 durante el XX Congreso del Partido Comunista. Varios elementos en la
realidad condicionaban el sustento de la tesis. La muerte e Stalin, tres años antes, implicó
un relajamiento de la tensión entre los dos bloques rivales. Los ejemplos de cooperación
que ya se habían dado, principalmente durante la Segunda Guerra Mundial en la que los
Estados Unidos y la URSS pelearon en el mismo bando con el remate de los Acuerdos de
Yalta que dividieron a Europa en dos zonas de influencia. El impacto que hacía sentir el
Tercer Mundo naciente que enarbolaba a la coexistencia pacífica como una de sus
principales banderas. Un gran paso para sostener la tesis de la coexistencia pacífica fue
el desarrollo del armamento nuclear que extendía la amenaza de un suicidio universal en
caso de que las dos potencias llegaran a una confrontación bélica.
Kruschov reconocía que un conflicto por la vía armada entre los dos sistemas
podría desembocar en una guerra nuclear donde no habría vencedor posible. De ahí que
se impusiera la coexistencia pacífica con el bloque enemigo. Aclaró, sin embargo, que la
confrontación entre dos sistemas incompatibles no se eliminaba, sólo se substituían los
métodos; se descontaba el camino de la violencia y se impulsaba la competencia. En este
terreno la lucha sería sin cuartel y a la larga el sistema soviético se impondría por su
propia dinámica económica y su capacidad de hacer justicia y dar solución a los
problemas sociales.
Con la desaparición de Kruschov y también por el cambio sucesivo en la
dirigencia norteamericana, el ámbito de cooperación sui generis entre los bloques ha
conocido otros fundamentos y denominaciones. En los setentas, por ejemplo, la
distensión a los años de Nixon en la Casa Blanca. En la República Federal Alemana
destaca la política de Willy Brandt de la Ostpolitik, o sea, la apertura hacia el Este.
Enfoques posteriores para la relación bipolar y el recrudecimiento del conflicto
entre los bloques han sumido en el olvido a esta acepción de la coexistencia pacífica.
II. La otra connotación, la referente al Tercer Mundo, surge del movimiento de
independencia política de las antiguas colonias de Africa y de Asia después de la
Segunda Guerra Mundial. Sostuvieron el no alineamiento o neutralismo activo como
respuesta a las presiones de los dos bloques protagónicos. En la polarización del mundo
se abogaba por una coexistencia pacífica que impidiera el exterminio colectivo. Pero se
añadió otro significado con relación específica a estos países: el respeto que debían las
superpotencias a los Estados menores a fin de asegurar un interjuego relacional
igualitario y equitativo entre todos los agentes de la sociedad internacional. Aquí, la
coexistencia pacífica tenía dos direcciones, entre los bloques rivales y hacia los demás
Estados. La coexistencia pacífica se desdobló en principios rectores que recibieron
afirmación y que en realidad eran tradicionales y que a los países latinoamericanos tocó
durante el siglo XIX defender: no intervención, igualdad de los Estados, respecto a la
soberanía, solución pacífica de las controversias.
La primera vez que se utilizó el término de coexistencia pacífica fue en el tratado
entre la República Popular de China y la India en 1954. Un año después en la histórica
Conferencia de Bandung de 1955 el término alcanzó todo su esplendor.
33
II. Originada en el proceso per formulas del derecho romano para indicar, en
términos generales, el examen que el magistrado hacía del negocio para decidirlo, la
expresión cognición de la causa o conocimiento de la causa sirve todavía para designar la
percepción y verificación, por parte del juez o tribunal, de los hechos y de su relevancia
jurídica, como presupuestos para la emisión de la sentencia o decisión de fondo sobre el
litigio sometido a proceso. También se suele aludir al proceso de cognición o de
conocimiento, por oposición al cautelar y al ejecutivo, para caracterizar a aquel en el que
el juzgador, previo conocimiento del litigio, resuelve acerca de una pretensión discutida y
define los derechos controvertidos.
III. Tomando en cuenta la extensión del conocimiento del juzgador sobre el
litigio, la doctrina suele clasificar los procesos en plenarios u ordinarios y sumarios; los
primeros son aquellos en los que el conocimiento del juez sobre el litigio es completo,
pues se basa en el examen pleno de todas las argumentaciones que las partes pueden
libremente aducir; en cambio, en los sumarios, la cognición del juez es limitada o
incompleta, pues se funda sólo en aquellas argumentaciones que las partes están
autorizadas, en forma limitativa por la ley, a formular. En los procesos plenarios, las
partes pueden argumentar todas las condiciones que funden las acciones (o más
exactamente, pretensiones) y excepciones que formulen; en los sumarios, sólo pueden
aducir - y el juez sólo debe tomar en cuenta - aquellas condiciones o cuestiones
limitativamente permitidas por la ley. La regla general son los procesos plenarios y la
excepción los sumarios. Entre los procesos que tienen esta última característica,
podemos mencionar el juicio especial de desahucio, previsto en el Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, y el juicio ejecutivo mercantil, regulado
en el Código de Comercio
IV. El conocimiento por parte del juez de un litigio, excluye la posibilidad de que
éste pueda volver a plantearse en un proceso posterior. Cuando el primer proceso de
conocimiento, ha concluido con sentencia firme, el afectado por el proceso posterior que
llegase a tratar de iniciarse, puede oponer la excepción de cosa juzgada; cuando el primer
proceso todavía no ha concluido, la excepción procedente es la de litispendencia
(artículos 38, 92, 422 y 426 a 429 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal) .
véase Excepciones
V. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Cuestiones de
terminología procesal, México, UNAM, 1972; Ovalle Favela, José, Derecho procesal
civil, 2ª edición, México, Harla, 1985; Pala, Tommaso, “Cognizione”, y Pugliese,
Giovanni, “Cognitio”, ambos en Novissimo digesto italiano, Turín, UTET, 1964.
COHECHO. I. (De confectus, participio del verbo latino conficere, acabar, negociar.)
Incurre en el delito de cohecho el servidor público que por sí o por interpósita persona
reciba indebidamente dinero o cualquier otra dádiva para hacer o dejar de hacer algo justo
o injusto relacionado con sus funciones. Es éste el cohecho pasivo, al paso que el acto
del particular que induce a la corrupción denomínase cohecho activo. Atenta el delito de
cohecho contra la incorruptibilidad de la función pública. El término servidor público se
enuncia en términos muy amplios por el artículo 212 del Código Penal del Distrito
35
Federal, que es reproducción fiel del artículo 108 párrafo primero de la Constitución. De
esa regla se infiere, además, un concepto asimismo muy amplio de administración
pública para estos efectos.
El concepto arriba enunciado es, aproximadamente, el que del cohecho pasivo
ofrece la fracción I del artículo 222 del Código Penal del Distrito Federal, único del
capítulo X del título X del libro II, consagrado a los delitos cometidos por los servidores
públicos. El servidor público puede obrar por sí o a través de interpósita persona, que
será responsable del delito si actúa a sabiendas, aunque no sea ella misma servidor
público, según aparece claramente de lo preceptuado en el segundo párrafo del artículo
212 del Código Penal del Distrito Federal. La acción consiste alternativamente en
solicitar, recibir o aceptar promesa de dinero o cualquier otra dádiva para hacer o dejar
de hacer algo justo o injusto relacionado con sus funciones. La preposición subrayada
reviste particular importancia para la debida inteligencia de la figura, tanto porque indica
la orientación subjetiva que da sentido a las tres mencionadas conductas cuanto porque
deja ver que, a diferencia de lo que acontece en otras legislaciones, el momento
consumativo no es el de ejecutar u omitir el acto justo o injusto que se vende sino el de
realizar, con tal propósito, alguna de las tres acciones aludidas. Es indiferente que el
dinero o la dádiva solicitados o recibidos o la promesa aceptada sean en beneficio propio
o de otro. La ley dice, en seguida, que estas tres acciones deben ejecutarse
indebidamente, adverbio que, como parece obvio, sólo tiene sentido si, tratándose de
actos justos relacionados con la función ministerial, no están ellos sujetos al pago de
derechos. Relativamente a los actos injustos, no parece que deba llegarse al extremo de
postular que ellos constituyan delito. Injusto, en este contexto, equivale a ilícito. Pero es
esencial que el acto, justo o injusto, esté relacionado con las funciones propias del
servicio público.
II. Con la figura del cohecho pasivo ensambla perfectamente la del cohecho
activo, prevista en la fracción II de este artículo 222. Se castiga allí al que de manera
espontánea dé u ofrezca dinero o cualquier otra dádiva a alguna de las personas que se
sancionan en la fracción anterior para que cualquier servidor público haga u omita un
acto justo o injusto relacionado con sus funciones.
III. El elenco de figuras de cohecho se ha visto ampliado con lo dispuesto en el
artículo 88 de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos, cuyo
último párrafo sanciona también como cohecho, con las penas establecidas al efecto por
el Código Penal del Distrito Federal, la infracción a la prohibición establecida para los
servidores públicos en el primer párrafo de este artículo 88. En él se expresa que los
servidores públicos no podrán, durante el desempeño de su empleo, cargo o comisión,
solicitar, aceptar o recibir, por sí o por interpósita persona, dinero o cualquier otra
donación, servicio, empleo, cargo o comisión, para sí o para las personas a que se refiere
la fracción XIII del artículo 47 de la ley, y que procedan de cualquier persona cuyas
actividades profesionales, comerciales o industriales se encuentren directamente
vinculadas, reguladas o supervisadas por el servidor público en el desempeño de su
empleo, cargo o comisión, que determinen conflicto de intereses. Agrega la ley que en
ningún caso podrán recibirse de esas personas títulos de valor, bienes inmuebles o
cesiones de derechos sobre juicios o controversias en las que se dirima la titularidad de
los derechos de posesión o de propiedad sobre bienes de cualquier clase.
36
Sin embargo, para esa ley no alcanzan a constituir cohecho las dádivas u
obsequios que el servidor público reciba en una o más ocasiones de una misma persona
física o moral de las ya mencionadas, durante un año, cuando el valor acumulado durante
ese año no sea superior a diez veces el salario mínimo diario vigente en el Distrito
Federal en el momento de su recepción.
IV. En cuanto a la penalidad, la ley no hace distingos entre sobornado y
sobornante. Antes de las profundas reformas introducidas en el título X del libro II
(Diario Oficial de 5-I-1983), el cohecho se punía con tres meses a cinco años de prisión y
multa hasta de dos mil pesos. Ahora la pena se gradúa en relación a la cantidad o al valor
de la dádiva o promesa. Si ésta no excede al equivalente de quinientas veces el salario
mínimo diario vigente en el Distrito Federal en el momento de cometerse el delito, o no
sea valuable, se impone prisión de tres meses a dos años y multa de treinta a trescientas
veces el salario diario mínimo vigente en el Distrito Federal en el momento de cometerse
el delito y destitución e inhabilitación de tres meses a dos años para desempeñar otro
empleo, cargo o comisión públicos. Si el monto de la dádiva excede la expresada
cantidad, la pena de prisión conminada pasar a ser de dos a catorce años, la multa de
trescientas a quinientas veces el indicado salario mínimo, y la destitución o inhabilitación
de dos a catorce años. Previene la ley, además, que en caso alguno se devolverá a los
responsables del delito el dinero o dádiva entregados, los que se aplicarán en beneficio
del Estado.
véase Concusión
V. BIBLIOGRAFIA: Bunster, Alvaro, “La responsabilidad del servidor
público”, Las responsabilidades de los servidores públicos, México, Manuel Porrúa,
1984; Jiménez Huerta, Mariano, “Delitos cometidos por servidores públicos”, suplemento
al tomo V de su obra Derecho penal mexicano, México, Porrúa, 1983.
Alvaro Bunster
Jorge Carpizo
sus miembros, debiendo para ello actuar con plena libertad e independencia no sólo de los
Poderes Ejecutivo y Judicial, sino también de la Cámara Colegisladora.
El constituyente de 1917, con apego a la tradición constitucional mexicana,
dispuso en la redacción original del artículo 60 constitucional, que cada cámara debía de
calificar las elecciones de sus miembros y que sus resoluciones serían definitivas e
inatacables, no procediendo en contra de ellas el juicio de amparo.
A resultas del proceso de reforma política, en el año de 1977 se promovió una
reforma al artículo 60 constitucional, a efecto de precisar que el Colegio Electoral de la
Cámara de Diputados, se debería integrar por los 60 presuntos diputados que de acuerdo
con las constancias de mayoría registradas por la Comisión Federal Electoral obtuvieron
el mayor número de votos y por los 40 presuntos diputados que en las circunscripciones
plurinominales habiendo obtenido la votación más alta.
El análisis que se hizo de los resultados de las elecciones legislativas de 1979,
primeras en efectuarse con apego a los lineamientos de la reforma política, puso de
manifiesto que las disposiciones que regulaban la integración del Colegio Electoral de la
Cámara de Diputados dejaban las puertas abiertas para que los partidos minoritarios
pudieran contar con una presencia mayoritaria en un órgano tan importante como lo es el
Colegio Electoral, ya que a sus cuarenta representantes plurinominales, se les podían
sumar representantes que obtuvieran triunfos a través del sistema mayoritario.
Asimismo, los resultados de la consulta electoral de 1979 pusieron de manifiesto
que los presuntos diputados uninominales y plurinominales que obtuvieron el mayor
número de votos, y que por lo mismo integraron el Colegio Electoral, resultaron, en
muchos casos, personas con poca o nula experiencia en cuestiones electorales, lo que
actuó en detrimento de este delicado proceso.
Por su parte, varios de los partidos de oposición argumentaron, que el régimen
establecido al supeditar la integración del Colegio Electoral a la obtención de la mayor
votación en los distritos uninominales, o a la votación más alta en las circunscripciones
plurinominales, favorecía que quienes desearan formar parte de dicho órgano se vieran
precisados a realizar ciertas actividades irregulares con objeto de las cantidades
mayoritarias de votos requeridos.
En vista de estas consideraciones, el Ejecutivo Federal presentó en octubre de
1980 a consideración del poder revisor una iniciativa de reformas tendientes a subsanar
estas deficiencias.
Como resultado del voto favorable de las Cámaras del Congreso de la Unión y de
la mayoría de las legislaturas de los Estados, a partir del 22 de abril de 1981, el Colegio
Electoral de la Cámara de Diputados se integra, con 100 presuntos diputados: 60 de los
electos en los distritos uninominales designados por el partido político que hubiera
obtenido mayor número de constancias de mayoría registradas por la Comisión Federal
Electoral, y 40 de los electos en circunscripciones plurinominales, designados por los
partidos políticos proporcionalmente al número que para cada uno de ellos hubiera
reconocido la Comisión Federal Electoral por el porcentaje de votación que hayan
obtenido.
Se puede decir que al disponerse, que para integrar al Colegio Electoral se debe
estar no a la mayor votación que obtengan los diputados de mayoría en los distritos
electorales, ni a las votaciones más altas que obtengan los diputados de representación
proporcional en las circuncripciones plurinominales, sino al origen de los diputados en
39
razón del partido político del que proviene, se subsanan las deficiencias a que daba lugar
el régimen establecido en 1977 y se confiere mayor peso y rango a los partidos políticos
en esta materia.
Consecuentemente la reforma presenta los siguientes avances: Primero, subsana
las deficiencias a que daba lugar el régimen anterior.
Segundo, se amplía la participación de los partidos políticos en el proceso
electoral, a partir de la consideración de que si son los partidos los legítimos
representantes de los presuntos diputados que los propios partidos postularon, resulta
procedente que sean éstos quienes seleccionen a los integrantes del Colegio Electoral.
Tercero, se sientan las bases legales para que sean los partidos políticos quienes
nombren a los presuntos diputados que consideren más idóneos para intervenir en el
proceso de calificación de las elecciones.
Sin embargo, la redacción del texto vigente no resulta del todo satisfactoria por
cuanto abre la posibilidad para que el partido que venga a significarse como la segunda
fuerza política del país no cuente con representantes en el Colegio Electoral, ya que en
caso de que obtenga más de 60 triunfos de mayoría, por disposición de la ley, no podrá
contar con representantes ante el Colegio Electoral por la vía plurinominal, pero tampoco
podría contar con representantes en el Colegio Electoral por vía mayoritaria porque éstos
son nombrados, en exclusiva, por el partido que obtenga mayor número de triunfos.
Asimismo, se ha llamado la atención sobre el hecho de que en los términos de la
reforma aprobada pueden presentarse casos en que no se pueda constituir el Colegio
Electoral, tal y como acontecería en el supuesto de que 6 partidos obtuvieran casa uno 42
presuntos diputados, lo que da un total le 252 presuntos diputados de mayoría y el partido
de mayoría numérica obtuvieron 48 presuntos diputados, con los que se integrarían los
300 diputados de mayoría, pero sin que ninguno de ellos haya obtenido más de 60
triunfos de mayoría y, consecuentemente, el derecho de nombrar a los 60 integrantes de
mayoría del Colegio Electoral.
II. Cámara de Senadores. Le corresponde a la Cámara de Senadores, a través del
sistema de autocalificación, proceder a calificar las elecciones de sus miembros. Al
efectuar esta tarea debe actuar con plena libertad e independencia de los poderes
Ejecutivo y Judicial, así como de la cámara colegisladora.
De conformidad con los artículos 60 constitucional y 70 de la Ley Orgánica del
Congreso de la Unión, el Colegio Electoral de la Cámara de Senadores se integra con los
presuntos senadores que obtuvieran declaratoria de senador electo de la legislatura de la
entidad federativo correspondiente, y de la Comisión Permanente del Congreso de la
Unión en el caso del Distrito Federal.
Véase Autocalificación, Calificación de Elecciones
III. BIBLIOGRAFIA: Patiño Camarena, Javier, Análisis de la reforma política;
2ª edición, México, UNAM, 1981.
habilitado de acuerdo con la ley; por último el ingreso a estas corporaciones puede ser
forzoso o de colegiación libre en uno o varios colegios dentro de una misma profesión.
En México esta materia se halla regulada en el artículo 5 de la Constitución, el cual
reconoce plena libertad de profesión, indicando que en cada entidad federativa la ley
correspondiente determinará qué profesiones requieren título para su ejercicio. Para el
Distrito Federal se ha expedido la ley reglamentaria de dicho artículo 5° constitucional el
día 26 de mayo de 1945, en donde además del principio de la libertad de profesión, se
establece el principio de la libertad de colegiación y la facultad de constituir uno o más
colegios dentro de una misma profesión. De acuerdo con esta ley para el Distrito Federal
las profesiones que requieren título para su ejercicio son la de actuario; arquitecto;
bacteriólogo; biólogo; cirujano dentista; contador; corredor; enfermera y partera;
ingeniero; licenciado en derecho; licenciado en economía; marino; médico; médico
veterinario; metalúrgico; notario; piloto aviador; profesor de educación preescolar;
profesor de educación primaria; profesor de educación secundaria; químico; trabajador
social. Asimismo, para el ejercicio de la profesión se requerirá tener registrado el propio
título ante la Secretaría de Educación Pública.
II. El origen de los colegios de profesionales, según nuestra tradición jurídica, se
remonta hasta el derecho romano, donde se admitió la facultad para fundar colegios o
corporaciones, las cuales llegaron a gozar de importantes prerrogativas legales, tanto
como personas jurídicas o morales cuanto como miembros incorporados a dichos
colegios. Desde sus inicios estas corporaciones tuvieron el carácter o la misión de
representar los intereses profesionales de los individuos qué los componían; la misión de
velar por la dignidad y ética profesional en el desempeño de cada uno de sus miembros,
con facultades inclusive para decretar la suspensión temporal y aun definitiva de tal
ejercicio.
La Iglesia asimiló el principio jurídico de estas corporaciones y lo utilizó para
fundar congregaciones, cofradías o hermandades, de diversas clases y con propósitos
diferentes.
Durante la Edad Media, fundamentalmente a través de los gremios, se les dio un
extraordinario impulso a estas sociedades de tipo artesanal, sobre todo, con fines de
defensa y protección. En esta época, pero por otros caminos se incrementó la
importancia de los colegios con el establecimiento y creación de los primeros estudios
generales y de las primeras universidades, toda vez que a estas instituciones de enseñanza
se les reconocerá personalidad jurídica propia y se les caracterizará como comunidades
de alumnos y maestros, sujetos a un estatuto muy singular, aun en materia disciplinaria.
Con la aparición de la Universidad, que se define igual que las corporaciones o colegios
romanistas como universitas personarum, nacerán las diversas carreras profesionales, a
nivel superior, y los títulos correlativos, indispensables para su ejercicio.
Por su parecido con la universidad, lo mismo que por la especialidad de la materia
y exigencias internas derivadas de privilegio y de la defensa de sus intereses, a los
colegios y corporaciones profesionales se les reconoció durante mucho tiempo la facultad
para examinar y, en su caso, declarar habilitados para ejercer la profesión a los
postulantes, tal como encomendaba en España una disposición de 1617 o las cédulas que
crearon al Ilustre y Real Colegio de Abogados en México a partir del 21 de junio de
1760, sin duda la corporación más antigua de este género.
41
La primera colonia penal de Argentina fue la de Marcos Paz, creada por decreto
del 28 de junio de 1905 y estuvo destinada a menores infractores. Además existe la
colonia penal de Santa Rosa, proyectada por Juan José O'Connor (padre del
penitenciarismo argentino) con el propósito de contar con un establecimiento para
delincuentes de origen rural y para recluidos de mediana seguridad, provenientes del
medio urbano, para poder ser inducidos a tareas de tipo agrícola. Era una forma de evitar
el éxodo de los campesinos hacia las ciudades y no sacarlos de su medio natural.
III. BIBLIOGRAFIA: González Bustamante, Juan José, Colonias penales e
instituciones abiertas, México, Asociación Nacional de Funcionarios Judiciales, 1956;
Malo Camacho, Gustavo, Historia de las cárceles en México, México, Instituto Nacional
de Ciencias Penales, 1978; Piña y Palacios, Javier, La colonia penal de las Islas Marías,
México, Ediciones Botas, 1970.
Guerra Mundial y al nacer la Organización de las Naciones Unidas, el mundo ofrecía una
composición colonial. La propia Carta incluyó en el capítulo XI la Declaración Relativa
a Territorios no Autónomos que reconocía un trato favorable para los territorios y para
sus habitantes, sin embargo, no hubo condena contra el colonialismo y menos vías
institucionales para lograr la independencia de las colonias.
El desarrollo de los sentimientos nacionales, la aparición de líderes nativos, la
actuación de las colonias en la Segunda Guerra Mundial, el ejemplo de otras colonias que
alcanzaban la independencia, provocaron que durante la década de los años cincuenta el
movimiento de descolonización alcanzara una aceleración formidable. La Conferencia de
Bandung de 1955 proclamó el derecho a la independencia política del mundo colonial.
III. En 1960 tuvo lugar la adopción de la histórica Resolución 1514 (XV) sobre
concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales que a pesar de no haber
tenido formalmente fuerza obligatoria, se tradujo en una nueva vertiente jurídica de rango
dominante en el derecho internacional. Esta resolución ha sido llamada la “Carta Magna
de la Descolonización”. De la premisa del derecho de todos los pueblos coloniales a la
independencia política, expresión jurídica del principio de la autodeterminación, han
derivado numerosos elementos reguladores, tutelares, para los pueblos bajo el yugo
colonial. En la resolución de la Asamblea General de1974 sobre la Definición de la
Agresión se reconoció el derecho de los movimientos de liberación nacional a usar la
fuerza en contra de las autoridades metropolitanas y a recibir ayuda de terceros Estados.
Los intentos de dividir los territorios de las colonias han llevado a proclamar el principio
de la integridad territorial de las mismas. A los movimientos de liberación nacional se les
ha concedido un grado de representatividad internacional e incluso la calidad de
observador ante organizaciones internacionales.
Hoy en día el derecho de la descolonización es uno de los ejes normativos
fundamentales del ordenamiento jurídico internacional.
IV. BIBLIOGRAFIA: Cordero Torres, José María, La descolonización; un
criterio hispánico, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1967; Gros Espiell, Héctor,
The Righ to Self Determination. Implementation of United Nations Resolutions, New
York, United Nations, 1980.
tomado de la Constitución liberal de 1857), que tiene una ley reglamentaria llamada Ley
de Monopolios promulgada el 31 de agosto de 1934, misma que carece de reglamento
volviendo letra muerta tanto el precepto constitucional como la propia ley orgánica. Esa
circunstancia determina que la realidad comercial tienda a la monopolización de dicha
actividad subsistiendo prácticas restrictivas y desleales que perjudican a los
consumidores. La LPC y los respectivos reglamentos sobre ofertas, son también
parámetros legales que intervienen en el sector comercio. Toda la regulación comercial
está a cargo en México de la Subsecretaría de Comercio Interior, dependencia que
controla la política de precios, subsidios y estímulos, instrumentos propios de una
economía mixta y cuya sistematización corresponde al derecho económico mexicano.
III. Derecho mercantil. l. Es un concepto que pertenece al mundo de la economía,
ya que ésta se ocupa de la circulación de la riqueza, pero guardando un estrecho vínculo
con el derecho, pues hay una relación social que lo pone en movimiento.
Económicamente es la actividad de intermediación entre productores y
consumidores que se efectúa con la finalidad de obtener un lucro.
En términos jurídicos el comercio no es sólo una intermediación lucrativa, sino
también la actividad de las empresas, de la industria, de los títulos de crédito, etcétera El
concepto jurídico es variable, porque se refiere a lo que el legislador haya querido reputar
como tal y este concepto lo plasma a lo largo del derecho positivo y de una manera
implícita.
2. Antecedentes: al incrementarse los grupos humanos, el hombre tiene la
necesidad de la obtención de satisfactores que no produce la organización donde se
encuentra y surge el trueque, pero es notorio que al efectuar trueques casi nunca es con el
fin de consumir los productos adquiridos, sino más bien para realizar nuevos
intercambios con el objeto de hacerlos llegar a un consumidor; por lo tanto, en sentido
amplio se puede decir que el trueque lleva como consecuencia al comercio.
En Roma no tuvo trascendencia el comercio a pesar de su expansión territorial
que trajo como fruto el trato con países industriales o comerciantes; incluso se ha
afirmado por la doctrina, que esta actividad era observada despectivamente por los
romanos, perteneciendo al área de la población esclava.
Las raquíticas relaciones jurídicas que emanaban del comercio estaban
encuadradas en el ius civilis, que, aun con su rigorismo, daban seguridad y libertad para
el ejercicio de esta actividad.
En el medioevo se encuentra como nota importante la caída del Imperio Romano,
trayendo aparejada la disgregación política y social; en medio de esta situación se
presenta un florecimiento en Italia del comercio, al tener sus puertos una posición
geográfica muy apropiada, jugando un gran papel el inicio de las Cruzadas, las que
abrieron las vías de comunicación y fomentaron el intercambio de los productos entre
Oriente y Europa.
Desde el punto de vista jurídico, el auge en Italia consiste en que, al no ser posible
regular las hipótesis nacientes del comercio en el corpus iuris civilis, ya que el derecho
ahí contenido no respondía a las exigencias de la época, surgen las prácticas uniformes en
las operaciones comerciales que en la mayoría de los casos se imponían obligatoriamente
en las corporaciones o asociaciones de comerciantes, cimentadas en una serie de usos y
costumbres comerciales que paulatinamente van recopilándose como ordenanzas y
52
estatutos, entre las que sobresalen: las Ordenanzas de Bilbao, de Colbert en lo relativo a
comercio terrestre y marítimo; los Roles de Olerón, respecto al comercio marítimo.
Las corporaciones se integraban por tribunales que tenían una función
jurisdiccional realizada por los cónsules, que primeramente se ejercía frente a
comerciantes agremiados y matriculados, sistema mercantil denominado subjetivo, en
virtud de ser lo más importante el sujeto, la figura del comerciante. Posteriormente se
amplió a comerciantes miembros de diversas corporaciones y a particulares que trataban
con comerciantes.
Con el descubrimiento de América, Italia dejó de ser eje del comercio universal,
pasando a serlo España, Francia y Holanda principalmente.
Paulatinamente el Estado va restando jurisdicción a los tribunales consulares, con
la creación de tribunales judiciales y legislando sobre la propia materia.
Hasta 1807 en el Código de Napoleón, se observa ya un sistema objetivo, o sea, la
aplicación de la legislación comercial, tomando en cuenta solamente al acto o actividad
que la ley repute comercial (véase artículo 75 del Código de Comercio y passim) sin
importar que lo realice un comerciante o no (véase artículos 1° y 4° del Código de
Comercio), aunque es menester aclarar que los sistemas mercantiles de diversas partes del
mundo, no han observado completamente un sistema objetivo puro, por ejemplo, aunque
el Código de Comercio mexicano en su artículo l° establece que sus disposiciones se
aplicarán únicamente a los actos de comercio, existen diversas normas que se refieren a la
figura del comerciante.
3. En México, las instituciones y legislaciones más preponderantes en nuestro
derecho positivo son:
A. Banco Nacional de Comercio Exterior. El día 28 de junio de 1937, se publicó
en el Diario Oficial la concesión otorgada por la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público, a la Nacional Financiera, Sociedad Anónima, para la constitución del Banco
antes citado y se regula fundamentalmente con las bases de la LIC y la Ley General de
Sociedades Mercantiles. Esta sociedad siempre será considerada mexicana, así como sus
accionistas, aun en el caso de ser extranjeros.
Las importaciones y exportaciones de mercancías, se regulan primordialmente en
la Ley Aduanera, publicada en el Diario Oficial, el día 30 de diciembre de mil
novecientos ochenta y uno y consta de nueve títulos, con sus respectivos capítulos,
secciones y apartados.
B. Banco del Pequeño Comercio del Distrito Federal: previsto en la ley publicada
en el Diario Oficial, el día tres de enero de mil novecientos cuarenta y nueve, que tiene
como legislación supletorio a la LIC. Es una sociedad anónima de capital variable, con
domicilio en el Distrito Federal. Su objeto es promover y auxiliar a las asociaciones de
comerciantes en pequeño; fomentar la creación de fideicomisos y almacenes de depósito
de artículos de consumo necesario.
C. Cámara de Comercio y de las Industrias: establecidas por la ley del mismo
nombre, en fecha 2 de mayo de 1941, de la que se desprende que las cámaras son
instituciones públicas, autónomas, con personalidad jurídica. Esencialmente se crearon
para la representación de intereses generales de comercio o de la industria de acuerdo a su
jurisdicción y para incrementar el desarrollo del comercio.
53
Funcionan igualmente como órganos de consulta del Estado para satisfacer las
necesidades del comercio. Pueden desempeñar la sindicatura en las quiebras, etcétera
Tienen su antecedente en las antiguas corporaciones y asociaciones de los comerciantes.
D. Preceptos constitucionales que contemplan al comercio: en la Constitución
existe como garantía individual la libertad de comercio, que se refiere a la protección y
oportunidades brindadas por el Estado para que toda persona pueda ejercer el comercio
(artículo 5°). Guarda relación con el artículo 253 fracción II del Código Penal del
Distrito Federal que tipifica como delito los actos o procedimientos en contra de la libre
concurrencia en la producción, industria, comercio o servicio público, en perjuicio de la
colectividad o de una clase social en particular.
La libertad de comercio, por supuesto, no es limitada, según se desprende de la
lectura del propio artículo constitucional: “... el ejercicio del comercio sólo podrá vedarse
por determinación judicial, cuando se ataquen los derechos de terceros - esto es,
maniobras desleales dirigidas a su competidor - o por resolución gubernativa dictada en
los términos que marque la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad.- La base
de esta restricción es evitar el daño al público consumidor -. Tampoco puede admitirse
convenio en que la persona pacte su proscripción o destierro, o que renuncie temporal o
permanentemente a ejercer determinada profesión, industria o comercio”.
En el artículo 28 de la ley fundamental - que tiene un lazo indisoluble con el
anterior dispositivo - nos habla sobre la prohibición de monopolios o estancos, a
excepción de los controlados por el Estado y de “concentración o acaparamiento en una o
pocas manos de artículos de consumo necesario, que tenga por objeto obtener el alza de
los precios.. . “.
Por lo que hace al artículo 73 fracción X de la carta magna, encontramos la
facultad del Congreso de la Unión para legislar en toda la República en materia de
comercio y el artículo131, párrafo último, nos señala que el Ejecutivo podrá ser facultado
por el Congreso de la Unión para aumentar, disminuir o suprimir las cuotas de las tarifas
de exportación e importación, expedidas por el propio Congreso, y para crear otras, así
como para restringir y para prohibir las importaciones, las exportaciones y el tránsito de
productos, artículos y efectos, cuando lo estime urgente, a fin de regular el comercio
exterior, la economía del país, la estabilidad de la producción nacional ...debiendo el
ejecutivo, al enviar al Congreso el presupuesto fiscal de cada año, someter a su
aprobación el uso que hubiere hecho de la facultad concedida.
E. Ley sobre Atribuciones del Ejecutivo Federal en Materia Económica:
publicada en el Diario Oficial, de fecha 31 de diciembre de 1950. Esta legislación es de
orden público y sus disposiciones serán aplicables a quienes efectúen actividades
industriales o comerciales, relacionadas con la producción o distribución de mercancías o
con los servicios que en la propia ley se enumeran (artículo 1°).
Se otorgan facultades al ejecutivo para imponer precios máximos al mayoreo o
menudeo y fijar las tarifas de los servicios, en su caso, siempre sobre la base del
reconocimiento de una utilidad razonable para los productores y comerciantes (artículo
2°) Igualmente se le otorgan facultades para imponer la obligación, a las personas
que tengan existencias de determinadas mercancías, de ponerlas a la venta a los precios
que no excedan de los máximos autorizados; para dictar disposiciones sobre la
organización de la distribución de las mercancías mencionadas en el artículo 1° de la
54
Jorge Witker
III. Para ser miembro del comisariado ejidal se requiere, según previene el
artículo 38 de la ley mencionada, ser ejidatario del núcleo de población de que se trate y
estar en pleno goce de sus respectivos derechos ejidales; haber trabajado en el ejido
durante los últimos seis meses inmediatamente anteriores a la fecha de la elección; no
haber sido sentenciado por delito intencional que amerite pena privativa de la libertad. El
requisito del trabajo no se exigirá para los supuestos de designación del primer
comisariado.
IV. Como hemos expresado corresponde al comisariado ejidal llevar la
representación, legal del ejido y ejecutar las resoluciones y acuerdos de las asambleas
generales, atendiendo todos los aspectos relacionados con la explotación y
comercialización, principalmente, del ejido, según se detalla en el artículo 48 de la LRA.
V. Los miembros del comisariado ejidal durarán en su cargo el término de tres
años, pudiendo ser reelectos por una sola vez para el mismo o diferente cargo en el
siguiente periodo si obtuvieran el voto de las dos terceras partes de la asamblea. Son
responsables de sus funciones y pueden ser removidos por las causas previstas en la ley,
tales como no cumplir los acuerdos de la asamblea; desobedecer o contravenir
disposiciones legales; ausentarse del ejido por más de 60 días consecutivos sin causa
justificada o sin autorización de la asamblea; malversar fondos; acaparar o permitir
acaparar unidades de dotación, etcétera
VI. BIBLIOGRAFIA: Chávez Padrón, Martha, El Proceso social agrario y sus
procedimientos, 3ª edición, México, Porrúa, 1979; Mendieta y Núñez, Lucio,
Introducción al estudio del derecho agrario; 3ª edición, México, Porrúa, 1975.
los restantes (en este último caso), no reúnan el quorum legal o estatutario (artículo 155
Ley General de Sociedades Mercantiles). Por último, pesa sobre los comisarios la
obligación de prestar “la garantía que determinen los estatutos, o, en su defecto, la
asamblea general de accionistas, para asegurar la responsabilidad que pudieran contraer
en el desempeño de sus encargos” (artículos 152 y 171 Ley General de Sociedades
Mercantiles).
En el caso de las cooperativas, se atribuye al consejo de vigilancia el “derecho de
veto (pero) , sólo para el objeto de que el consejo de administración reconsidere las
resoluciones vetadas” (artículo 32 Ley de Sociedades Cooperativas).
En cuanto a su responsabilidad, si no se trata de un consejo de vigilancia, es
individual de cada comisario frente a la sociedad (no frente al órgano de administración,
ni frente a terceros, artículo 169 Ley General de Sociedades Mercantiles); y comprende
“negligencia, impericia o dolo, sin perjuicio de las penas que merezca en caso de delito”
(artículo 2615 Código Civil para el Distrito Federal, aplicable supletoriamente, y por
analogía). Si son varios los comisarios, no responden solidariamente, pero sí, en cambio,
a pesar de tratarse de uno solo, con el que o los que le hayan precedido por las
irregularidades en que éstos hubieran incurrido, si, conociéndolas, “no las denunciare por
escrito” al órgano de administración (ex-artículos 160 y 171 Ley General de Sociedades
Mercantiles). Por lo demás, si en cualquier operación en que intervenga, el comisario
tiene un interés opuesto al de la sociedad - conflicto de intereses -, debe abstenerse de
toda intervención (en juntas y asambleas, y fuera de ellas), ya que de no hacerlo “será
responsable de los daños y perjuicios que se causen a la sociedad” (artículos 169 y 156 el
mismo)
IV. Por lo que concierne a su nombramiento y revocación, así como al
funcionamiento del órgano, aquellos actos corresponden a la asamblea ordinaria de
accionistas en la Sociedad Anónima y en la S. en C. por A. (artículos 181 fracción III y
208 Ley General de Sociedades Mercantiles), a la asamblea de socios en la S. de R.L.
(artículo 78 el mismo), y a la asamblea ordinaria de socios en las sociedades cooperativas
(artículo 33 Ley de Sociedades Cooperativas).
Excepcionalmente, el nombramiento del o de los comisarios puede hacerse por el
juez; cuando falte “la totalidad de los comisarios” nombrados por los socios; dichas
designaciones excepcionales siempre son transitorias, hasta que la asamblea se reúna y
los designe (artículo 168 Ley General de Sociedades Mercantiles).
En protección de minorías, para las sociedades por acciones, los artículos 144 y
171 Ley General de Sociedades Mercantiles, tanto en el caso del órgano de
administración como en el de vigilancia, conceden a la minoría del 10% del capital, si las
acciones de la Sociedad Anónima se cotizan en bolsa, y del 25% si no se cotizan, el
derecho de nombrar un comisario en el remoto caso de que sean tres o más los que deban
designarse (el artículo 144, que fue reformado por decreto del 23/I/81, contenía un
segundo párrafo, que no se reprodujo en dicha reforma, y que, por ello, puede afectar
seriamente los derechos de la minoría. Ese párrafo establecía que “sólo podrá revocarse
el nombramiento del administrador o administradores [del comisario o comisarios]
designados por las minorías, cuando se revoque igualmente el nombramiento de todos los
demás administradores”, o comisarios).
V. Otros casos especiales son el del Banco de México (en adelante B. de M.): la
ley que lo rige concede a los titulares de las acciones serie B de su capital social, el
59
derecho de nombrar al comisario suplente (artículo 55 Nueva Ley Orgánica del Banco de
México; en adelante LBM); y el de las sociedades cooperativas, en las que, si en la
asamblea de socios se constituye una minoría del 25% por lo menos, a ella corresponderá
la designación de todo el consejo de vigilancia (solución contraria a la del artículo 144
Ley General de Sociedades Mercantiles, antes citado, que respeta, como es lógico, la
misma participación minoritaria en el órgano).
El órgano funciona sin necesidad de reuniones (ni, por tanto, de convocatorias) y
de votaciones; pero, cuando la ley establece al órgano como consejo (caso de las
cooperativas, y de la S. de R.L. de I.P. - véase supra), además del deber permanente y
continuo de vigilancia de cada uno de sus miembros, se deben celebrar juntas del consejo
(al respecto, véase artículo 42 Fracción I, del Reglamento Ley de Sociedades
Cooperativas).
VI. Los comisarios, de acuerdo con el artículo 164 Ley General de Sociedades
Mercantiles, pueden o no ser socios; su designación es temporal - anual, aunque pueden
ser reelegidos - y eminentemente revocable. La revocación puede ser sin causa - aunque,
obviamente, con la posible responsabilidad de la Sociedad por daños y perjuicios - y sin
que se requiera que se incluya expresamente en la orden del día de la junta o asamblea de
socios (ex-artículo 201 in fine, el mismo), dado que la razón de la revocación puede
plantearse en la misma asamblea, y considerarse urgente la sustitución. Pueden,
igualmente, ser comisarios, no sólo personas físicas (como es el caso de los
administradores de las sociedades por acciones, artículo 147 el mismo), sino también
personas morales (por ejemplo, instituciones fiduciarias, artículo 44 inciso c) LIC). En
los casos de instituciones y sociedades mutualistas de seguros, “el nombramiento de
comisarios sólo puede recaer en personas que reúnan los requisitos que fije la Comisión
Nacional Bancaria y de Seguros (en adelante, C.N.B. y de S.), (artículos 32 y 98 fracción
I Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares) ; y en el caso del
B. de M., “no podrán ser comisarios las personas incapacitadas para ser consejeras….”
(artículo 56 Ley del Banco de México).
El artículo 165 Ley General de Sociedades Mercantiles, indica las causas de
inhabilitación para ser comisarios: I. Quienes estén inhabilitadas para ejercer el comercio,
o sea, según el artículo 12 Código de Comercio, los corredores, los quebrados que no
hayan sido rehabilitados, y quienes hayan sido sentenciados por delitos contra la
propiedad; y tampoco los extranjeros no inmigrados; II. Los empleados de la sociedad, o
de aquellas otras que sean accionistas de ella con más de un 25% de su capital social, ni
“los empleados de aquellas sociedades de las que la sociedad en cuestión sea accionista
en más de un 50%”, y III. “Los parientes consanguíneos de los administradores en línea
recta sin limitación de grado, los colaterales dentro del cuarto y los afines dentro del
segundo” (artículos 171 y 144 Ley General de Sociedades Mercantiles). Por mayoría de
razón, tampoco puede ser comisario un administrador, ni por analogía con lo dispuesto en
la fraccion III, el cónyuge de éste.
VII. Las funciones de vigilancia en las instituciones de crédito, de seguros, de
fianzas, y sus organizaciones auxiliares, así como en las sociedades de inversión (en
adelante, S.I), no sólo están a cargo del comisario (órgano de vigilancia, propiamente),
sino también, y principalmente respecto a aspectos operacionales, de la C.N.B. y de S.
tratándose de instituciones de estas dos materias (artículos 160 Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliar y 74 LIS); de la Secretaría de
60
organiza existe y funciona un solo partido político, o un partido dominante, será normal
que la comisión de constitución sea homogénea, es decir, que todos sus integrantes
tengan la misma filiación política y cuenten con el apoyo del comité directivo del partido
que favoreció su elección.
Por el contrario, en un régimen pluripartidista eficaz, de pluralismo político, de
fuerzas parlamentarias más o menos equilibradas, 1a comisión podrá ser integrada por
diputados de diversas tendencias, provenientes de partidos políticos distintos, pudiendo
concertarse alianzas para lograr incluir a diputados constituyentes de ideologías afines;
resultando en este punto decisivos los partidos políticos del centro. El momento y
circunstancias en que se produce la reunión de la asamblea constituyente, tiene también
sumo interés para integrar la comisión aquí analizada. Lo anterior por cuanto que si la
causa real es una revolución, lo más normal será que los integrantes de la comisión
pertenezcan al partido, al grupo o a la facción que resultó triunfadora, pudiendo darse una
composición monolítica, aunque en la contienda electoral previa hayan participado
diversos partidos.
V. Funcionamiento de la comisión de Constitución. Aunque reducida de
integrantes, la comisión de constitución debe contar con un mínimo de reglas que
permitan, en su seno, el debate y la votación. Este reducido número de normas vigentes
para la comisión reciben generalmente el nombre de Reglamento, mismo que puede
formar parte del general relativo a las sesiones ordinarias de todos los componentes del
congreso.
Aunque tienen igual carácter y posibilidad de acción, con entera libertad y plena
convicción, los miembros de la Comisión de Constitución, se estila que uno de ellos funja
como presidente y otro como secretario; correspondiendo al primero, además de dirigir os
debates, actuar como moderador y estimular los trabajos de sus colegas, para poder llevar
a feliz término su pretendido proyecto.
Si bien el proyecto es resultado de discusión y por ende, trabajo colectivo,
también la historia nos muestra casos en los que el proyecto sólo es efectivo resultado de
un solo de los comisionados, cuya tarea es tan sólo ratificada por sus compañeros de
comisión.
En otros casos, el proyecto de constitución no es elaborado en el seno de la
asamblea constituyente, ni, lógico es, por diputados miembros de la misma; sino por el
gobierno, es decir, el órgano ejecutivo del Estado, sea provisional u ordinario. En este
caso, la redacción del proyecto cobra más caracteres autocráticos que democráticos. El
ejemplo que se puede citar en este punto, es el de la vigente Constitución francesa de
1958, comúnmente conocida como de la V República. La comisión encargada de
redactar el proyecto de constitución gala, fue integrada por un reducido número de
personalidades reunidas en torno del entonces Ministro de Justicia Michel Debré; y
posteriormente la tarea de este grupo de funcionarios fue revisada por un “Comité
Consultatif Constitutionnel”, compuesto de 39 miembros, de los cuales 26 eran
legisladores provenientes de las dos cámaras y 13 personalidades nombradas
directamente por el general De Gaulle. En opinión de Duverger, el Comité “comprendía
pocos hombres de primera categoría: en lugar de nombrar especialistas, el Gobierno sobre
todo, había designado a amigos políticos”.
VI. El número de integrantes de la Comisión de Constitución. Si bien como
señalamos en el punto anterior el Comité francés se compuso de 39 individuos, lo normal
63
García Contarines, Del Castillo, Esteva, Godoy, Ibarra, Odoardo, Camacho, Argandar,
Valdez. De esta Comisión resultaron varios proyectos, de los que cabe resaltar el
formulado por Miguel Guridi y Alcocer.
D. Congreso de 1823. En el seno de este congreso sin que se conozcan los
nombres de los integrantes de la comisión redactora del proyecto, con fecha 28 de mayo
se presentó un proyecto denominado “Plan de Constitución Política de la Nación
Mexicana”, preparado durante 18 días por una comisión designada por el padre Mier,
comisión en la que sobresalió la actividad y el pensamiento del diputado por Guatemala
José del Valle.
E. Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824. En el
Congreso de esta Constitución sí existen datos de los integrantes de la Comisión de
Constitución. Fueron 5: Miguel Ramos Arizpe (presidente), Manuel Argüelles, Rafael
Manguino, Tomás Vargas y José de Jesús Huerta.
F. Constitución de las Siete Leyes de 1836. La Comisión de constitución quedó
integrada por: Miguel Valentín, José Ignacio de Anzorena, José María Cuevas, Antonio
Pacheco Leal y Francisco Manuel Sánchez de Tagle. Su proyecto fue aprobado después
de ser ampliamente discutido y su contenido normativo separado en diversos
ordenamientos, se conoce como Las Siete Leyes Constitucionales de 1836, fundamento
jurídico del centralismo.
G. Proyecto de 1840. Con el objeto de reformar la Constitución Centralista de 36,
fue elaborado un Proyecto de nueva Ley Fundamental por una comisión de cinco
miembros, de los que José Fernando Ramírez presentó un voto particular disintiendo de
la mayoría de sus colegas de comisión. Además del citado diputado integraron la
comisión: José María Jiménez, Pedro Barajas, Demetrio del Castillo y Eustaquio
Fernández.
H. Proyecto de 1842. También pretendiendo reformar Las Siete Leyes de 36, en
1842 se integró una nueva comisión de constitución con 7 diputados: Antonio Díaz
Guzmán, Joaquín Ladrón de Guevara, José Fernando Ramírez, Pedro Ramírez, Juan José
Espinosa de los Monteros, Mariano Otero y Octaviano Muñoz Ledo. Los 3 últimos
formularon un Proyecto, mientras que sus cuatro colegas elaboraron el conocido como
Proyecto de la Mayoría. Posteriormente, el 3 de noviembre, la comisión entera presenta
un nuevo y distinto proyecto, pero sus afanes no tuvieron repercusión por cuanto que el
19 de diciembre el presidente Bravo desconoció al Congreso Constituyente.
I. Bases orgánicas de 1843. Por fin, en 1843 quedaron sin vigencia las leyes
Supremas de 36, pero se estructuró de nuevo un régimen político centralista. La
Comisión de Constitución se integró por: el general Valencia (presidente), Sebastián
Camacho, Cayetano Ibarra, Manuel Baranda, Manuel de la Peña y Peña, Simón de la
Garza y el arzobispo de México.
J. Acta de Reformas de 1847. En plena guerra por la intervención de los Estados
Unidos, se integró un nuevo Congreso Constituyente del que fueron designados 5
legisladores para elaborar el Proyecto respectivo. Empero, dada la crisis política por la
que se atravesaba, no se redactó una nueva y completa Constitución, aunque tampoco,
como lo solicitaban Muñoz Ledo y 37 diputados más, se restableció íntegro el texto de la
Constitución Federal de 24; sino que ésta readquirió obligatoriedad con una serie de
reformas que constaron en un acta firmada por los diputados, razón por la cual su obra se
identifica como Acta de Reformas de 1847. Fueron nombrados para la Comisión de
65
Constitución: Juan Espinosa de los Monteros, Crescencio Rejón, Mariano Otero, Joaquín
Cardoso y Pedro Zubieta.
K. Constitución liberal de 1857. En este congreso ya se observaban más las
formas parlamentarias, por cuanto que se contaba con antecedentes. Así, acordaron los
diputados en sesión del 19 de febrero de 1856, regirse por el Reglamento del Congreso,
expedido el 23 de diciembre de 1824; conforme al cual la Comisión de Constitución
debería integrarse por un mínimo de 3 y por un máximo de 5 diputados comisionados,
cuyo dictamen debería ser por escrito, claro y sencillo. Pese a lo anterior el 21 de febrero
de 1856 la Comisión se integró por nueve diputados propietarios y dos suplentes. Los
favorecidos y la votación con que contaron se enumeran a continuación: Propietarios.
Arriaga (79 votos), Yáñez (58 votos), Olvera (60), Romero Díaz (65), Cardoso (73),
Guzmán (45), Escudero y Echánove (46), Ocampo (59) y Castillo Velasco (41).
Suplentes: Cortés Esparza (72) y Mata (69).
L Constitución federal de 1917. La Constitución en vigor, producto de la
Revolución para fincar en México la justicia social, contó con un proyecto y con un
dictamen. El proyecto fue elaborado previamente a la instalación del congreso, por una
comisión designada directamente por Venustiano Carranza, encargado del ejecutivo
federal. El dictamen fue realizado por la comisión de constitución integrada por cinco
miembros. He aquí sus nombres y los votos que obtuvieron sus integrantes: Enrique
Colunga (144), Francisco J. Múgica (135), Luis G. Monzón (132), Enrique Recio (106) y
el Dr. Alberto Román (87).
Cabe advertir como expresión de la libertad que privó en el seno del Congreso,
que habiéndose propuesto como integrante de dicha comisión al diputado José Natividad
Macías, la mayoría de sus colegas lo impugnaron en virtud de que había sido el principal
redactor del proyecto.
VIII. La Comisión de Constitución es un comité de legisladores constituyentes
que por su trabajo facilitan la labor de la asamblea, y que por ende, coadyuvan a
establecer en un pueblo soberano un sistema Político democrático.
IX. BIBLIOGRAFIA: Calvillo, Manuel, “La consumación de la independencia y
la instauración de la República Federal 1820-1824”, La República federal mexicana.
Gestación y nacimiento, México, Departamento del Distrito Federal, 1974, volumen I;
Carpizo, Jorge, La Constitución mexicana de 1917, 3ª edición, México, UNAM, 1979;
Duverger, Maurice, Institutions politiques et droit constitutionnel; 9e. edición, Paris,
Presses Universitaires de France, 1966; Tena Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de
México, 1808-1979, 10ª edición, México, Porrúa, 1981; Zarco, Francisco, Historia del
Congreso Constituyente de 1856-1857, México, El Colegio de México, 1956.
nombrados por la propia Asamblea General de acuerdo con los dos criterios de la
calificación personal y de una equitativa distribución geográfica.
II. La labor de la Comisión ha sido fundamentalmente preparar proyectos de
convenciones sobre las materias más importantes, cuyas normas eran consuetudinarias y
requerían de precisión convencional. Así, la Comisión ha dado las bases para la adopción
de los siguientes instrumentos:
Ginebra, 1958:
a) Convención sobre el derecho del mar territorial y la zona contigua.
b) Convención sobre el alta mar.
c) Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos de alta mar.
d) Convención sobre la plataforma continental
e) Protocolo de firma facultativa sobre la jurisdicción obligatoria en la solución
de las controversias.
Viena, 1961:
a) Invención de Viena sobre relaciones diplomáticas.
b) Protocolo de firma facultativa sobre adquisición de la nacionalidad.
c) Protocolo de firma facultativa sobre la jurisdicción obligatoria en la solución
de las controversias.
Nueva York, 1961:
Convención sobre reducción de apatridia
Viena, 1963:
a) Convención de Viena sobre relaciones consulares.
b) Protocolo de firma facultativa sobre adquisición de la nacionalidad.
c) Protocolo de firma facultativa sobre la jurisdicción obligatoria en la solución de
las controversias.
Nueva York 1969:
Convención sobre las misiones especiales
Viena, 1969:
Convención sobre el derecho de los tratados
Viena, 1975:
Convención sobre la representación de los Estados en sus relaciones con las
organizaciones internacionales de carácter universal.
Viena, 1978:
Convención sobre la sucesión de los Estados con respecto a los tratados.
III. BIBLIOGRAFIA: Naciones Unidas, La Comisión de Derecho Internacional
y su obra, Nueva York, Naciones Unidas, 1967.
otra especial para atender principalmente los daños a extranjeros causados durante la
Revolución Mexicana.
Las comisiones de reclamaciones contribuyeron a la definición de principios para
la conducción y solución de los litigios interestatales, sin embargo, en virtud de que
normalmente fueron impuestas a los Estados débiles para dar satisfacción a las
reclamaciones de súbditos extranjeros operaron en la práctica con una marcada
unilateralidad. Un ejemplo fue la comisión de 1868, presidida por Francis Lieben quien
era un inmigrado alemán en los Estados Unidos, abogado postulante en Nueva York, en
donde atendió los asuntos de la comisión. La manifiesta parcialidad originó abusos y
cargas severas a los países débiles que se vieron obligados a reconocer las reclamaciones
y a pagarlas en forma desmedida.
Contra estas comisiones y los excesos que produjo la institución de la protección
diplomática se enderezó la lucha de los países latinoamericanos a fin de implantar un
régimen de igualdad entre nacionales y extranjeros a fin de que se les aplicaran las
mismas leyes, fueran juzgados por los mismos tribunales y no se sustrajera a los
extranjeros del ámbito doméstico para que sus asuntos fueran decididos por tribunales
especiales.
Las comisiones de reclamaciones han caído en desuso, superadas por la evolución
del derecho internacional.
II. BIBLIOGRAFIA: Méndez Silva, Ricardo y Gómez Robledo Verduzco,
Alonso, “Derecho internacional público”, Introducción al derecho mexicano, México,
UNAM, 1981, tomo I; Sepúlveda, César, Dos reclamaciones fraudulentas contra México,
México, Porrúa, 1965.
representación, con similares consecuencias que las que señala el Código de Comercio,
(artículos 2560 y 2561 Código Civil para el Distrito Federal).
En consecuencia, la distinción entre comisión y mandato mercantil, la debemos
encontrar en ser el comisionista una persona que profesionalmente presta sus servicios
como tal, lo que justifica la aplicación de los citados artículos 275, 276, 277, 278 y 279
Código de Comercio, de los que me ocuparé en adelante.
III. La comisión mercantil se distingue de la mediación o correduría y de la
agencia, en que ni el corredor, ni el agente, están facultados para obligar a las partes, que
son quienes tienen que emitir el consentimiento para perfeccionar el acto de que se trate,
en tanto que el comisionista obliga a su comitente.
También se distingue, la comisión mercantil, del contrato de trabajo que el
empresario celebra con sus vendedores o agentes, en tanto que éstos prestan un servicio
personal subordinado y el comisionista es tan auxiliar independiente del comercio.
En la práctica, se ha abusado de las figuras de la agencia y comisión mercantil,
para disfrazar contratos de trabajo, defraudando la ley, lo que llevó al legislador laboral a
someter a las disposiciones de la ley correspondiente, a los agentes de comercio, de
seguros, los vendedores, viajantes, propagandistas o impulsores de ventas y otros
semejantes, que deberán ser considerados trabajadores de la empresa o empresas a las que
presten sus servicios, cuando su actividad sea permanente, salvo que no ejecuten
personalmente el trabajo o que únicamente intervengan en operaciones aisladas (artículo
285 Ley Federal del Trabajo). La Suprema Corte de Justicia se ha ocupado del problema
y ha resuelto que cuando “el supuesto comisionista ejecuta no uno o varios actos
concretos de comercio, sino un gran número de ellos y se encarga sistemáticamente de su
celebración, no puede considerarse que se trate de un comisionista sino de un trabajador,
aunque las condiciones en que preste sus servicios no correspondan a las del contrato de
trabajo típico de quien presta sus servicios en una oficina, fábrica o establecimiento de
cualquier clase” (Josefina Santizo Morales, A.D. 4406/59). Igualmente, estableció
jurisprudencia definida en el sentido de que en el contrato de trabajo la dependencia
respecto del empleador “es permanente, su duración es indefinida o por tiempo
determinarlo, pero independientemente del necesario para realizar el acto materia del
contrato, siendo la característica esencial de este último contrato la dependencia
económica que existe entre la empresa y el trabajador. De modo que si el comisionista
sólo puede ocuparse de los asuntos del comitente, sin poder prácticamente ocuparse de
otros, se encuentre en una sujeción y dependencia que dan a su contrato las características
de un contrato de trabajo” (Semanario Judicial de la Federación, Apéndice de
jurisprudencia de 1975, Quinta parte, Cuarta Sala, tesis 287, página 270).
Al hablar de comisión mercantil, se acostumbra pensar en negocios de
compraventa, y en realidad ésta es la operación más usual. Sin embargo, nada impide
que el contrato de comisión se utilice para la celebración de otro tipo de contratos, tales
como seguro, transporte, etcétera
En cuanto a las partes, el comitente y el comisionista deberán tener capacidad de
ejercicio; y nada impide que una persona moral pueda dedicarse al ejercicio de la
comisión mercantil.
La comisión puede pactarse por escrito o de palabra, pero cuando haya sido
verbal, se ha de ratificar por escrito antes que el negocio concluya (artículo 274 Código
de Comercio). La Suprema Corte de Justicia ha decidido que 1as cartas-opción y las
71
cuál sea la persona del comitente, salvo en el caso de seguros (artículo 284 Código de
Comercio).
Cuando el comisionista contratare expresamente en nombre del comitente, no
contraerá obligación propia, rigiéndose en este caso sus derechos y obligaciones como
simple mandatario mercantil por las disposiciones del derecho común (artículo 285
Código de Comercio).
c) Salvo pacto en contrario, todo comisionista tiene derecho a ser remunerado por
su trabajo. En caso de no existir estipulación especial previa, el monto de la
remuneración se regalará por el uso de la plaza donde se realice la comisión (artículo304
Código de Comercio).
d) El comitente, salvo pacto en contrario, debe adelantar al comisionista los
fondos necesarios para el desempeño de la comisión (artículo 281 Código de Comercio).
En todo caso, el comitente está obligado a satisfacer al contado al comisionista, mediante
cuenta justificada, el importe de todos sus gastos y desembolsos, con el interés comercial
desde el día en que los hubiere hecho (artículo 305 Código de Comercio).
e) Los efectos cine estén real o virtualmente en poder del comisionista, se
entenderán especial y preferentemente obligados al pago de los derechos de comisión,
anticipaciones y gastos que el comisionista hubiere hecho por cuenta de ellos, y no podrá
ser desposeído de los mismos sin ser antes pagado (artículo 306 Código de Comercio) .
IV. En el contrato de comisión mercantil es conocida la cláusula star del credere,
en virtud de la cual el comisionista se compromete a responder, total o parcialmente, del
cumplimiento de las obligaciones asumidas por las personas con quienes contrató,
teniendo, en este caso, derecho a cobrar una comisión adicional por la responsabilidad
que adquiere. La posición del comisionista, en este supuesto, es similar a la del fiador.
No estando prohibido esta cláusula por nuestra legislación, es de considerarse lícita.
La comisión se extingue:
a) Por revocación, que podrá hacer en cualquier tiempo el comitente. Sin
embargo, quedará siempre obligado a las resultas de las gestiones ya practicadas. La
revocación hecha saber únicamente al comisionista no puede ser opuesta a terceros
contratantes que no la conocieron, quedando a salvo el derecho del comitente contra el
comisionista (artículo 307 Código de Comercio).
Nada impide que, al igual que el mandato, la comisión pueda ser irrevocable,
aplicando el principio del artículo 2596 Código Civil para el Distrito Federal, de
aplicación supletoria.
b) Por muerte o inhabilitación del comisionista se entenderá rescindido el
contrato de comisión; lo que no sucederá cuando se trate de la muerte o inhabilitación del
comitente, aunque pueden darlo por terminado sus representantes (artículo 308 Código de
Comercio) .
véase Auxiliares Mercantiles, Contrato de Agencia, Contrato de Mediación
V. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, La representación voluntaria en el
derecho privado, México, UNAM, 1967; Barrera Graf, Jorge, “Derecho mercantil",
Introducción al derecho mexicano, México, UNAM, 1981, tomo II; Bauche Garciadiego,
Mario, La empresa, México, Porrúa, 1977; Buen Lozano, Néstor de, Derecho del
trabajo; 2ª edición, México, Porrúa, 1977, tomo II; Cervantes Ahumada, Raúl, Derecho
mercantil, México, Editorial Herrero, 1975; Díaz Bravo, Arturo, Contratos mercantiles,
México, Harla, 1983; Mantilla Molina, Roberto L., Derecho mercantil; 18ª edición,
73
México, Porrúa, 1979; Pina Vara, Rafael de, Elementos de derecho mercantil mexicano;
14ª edición, México, Porrúa, 1981; .Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Curso de derecho
mercantil; 3ª edición, México, Porrúa, 1957, tomo II; Tena, Felipe de J., Derecho
mercantil mexicano; 7ª edición, México, Porrúa, 1974; Vázquez del Mercado, Oscar,
Contratos mercantiles, México, Porrúa, 1982.
Jorge Madrazo
electoral, se deben reunir los siguientes requisitos: ser ciudadano en ejercicio de sus
derechos políticos; nativo de la entidad respectiva o con residencia no menor de un año;
tener modo honesto de vivir; no desempeñar cargo o empleo público; ser de reconocida
probidad y poseer la experiencia para desempeñar adecuadamente sus funciones.
b) Residencia. En cada una de las capitales de las entidades federativas
funcionará una Comisión Local Electoral.
c) Funciones. Principalmente las siguientes: vigilar el cumplimiento de la Ley
Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales
y demás disposiciones relativas; intervenir en la preparación, desarrollo y vigilancia del
proceso electoral; publicar la integración de los comités distritales electorales; registrar
las candidaturas a senadores y efectuar el cómputo de su elección, turnando el paquete
electoral a las legislaturas locales, y extender a los candidatos que hubieren alcanzado
mayor votación la respectiva constancia de mayoría, etcétera Por otra parte, las
comisiones locales electorales con residencia en las capitales designadas cabeceras de
circunscripción plurinominal, además de las funciones anteriores deberán: registrar
concurrentemente con la Comisión Federal Electoral las listas regionales de candidatos a
diputados de representación proporcional, en la circunscripción correspondiente; efectuar
los cómputos de su circunscripción plurinominal y enviar a la Comisión Federal Electoral
la documentación relativa, etcétera
3. Comités distritales electorales. Son definidos por el artículo 90 de la Ley
Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales como organismos de carácter
permanente encargados de la preparación, desarrollo y vigilancia del proceso electoral en
sus respectivos distritos electorales uninominales.
a) Integración. Cuatro comisionados designados mediante insaculación por la
Comisión Federal Electoral, fungiendo como presidente y vocales primero y segundo
según el orden en que hayan sido insaculados y por un comisionado de cada uno de los
partidos políticos nacionales. Por cada comisionado propietario se designa un suplente.
Los comisionados de los partidos políticos con registro condicionado sólo actuarán con
voz pero sin voto.
b) Residencia. En cada uno de los 300 distritos electorales uninominales en que
está dividida la República habrá un Comité Distrital Electoral con residencia en la
cabecera del distrito.
c) Funciones. Las principales funciones de los comités son las siguientes: vigilar
la observancia de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales y
demás disposiciones relativas; intervenir, dentro de sus respectivos distritos en la
preparación, desarrollo y vigilancia del proceso electoral; registrar concurrentemente con
la Comisión Federal Electoral a los candidatos a diputados por mayoría relativa; designar
a los ciudadanos que integren las mesas directivas de las casillas; hacer el cómputo
distrital de la votación para presidente de la República, senadores y diputados de mayoría
relativa; expedir las constancias de mayoría para los diputados electos por este principio;
enviar al Registro Nacional de Electores copia de los cómputos distritales que haya
efectuado, etcétera
4. Mesas directivas de casillas. Son definidas por el artículo 103 de la Ley
Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales como los organismos que
tienen a su cargo la recepción, escrutinio y computación del sufragio de las secciones en
que se dividen los 300 distritos electorales uninominales de la República.
79
Jorge Madrazo
mejorar la calidad del aire en el valle de México, que comprende el trienio 1980-1982. El
fenómeno de conurbación que sufre el Valle fue tomado en cuenta: el presidente de la
República autorizó a la Secretaría de Salubridad y Asistencia y al Departamento del
Distrito Federal para celebrar un convenio con el gobierno del Estado de México, que
permita la ejecución integral del Programa.
El Diario Oficial del 5 de noviembre de 1980 da noticia de la constitución de una
comisión intersecretarial de carácter permanente, integrada por un representante -
propietario y suplente - de cada una de las siguientes Secretarias: de Asentimientos
Humanos y Obras Públicas - como presidente -; de Hacienda y Crédito Público; de
Programación y Presupuesto; de la Defensa Nacional, y de Educación Pública, con el
objeto de ocuparse del conjunto de edificios que comprende el Palacio Nacional,
considerado que es la residencia del poder ejecutivo federal y asiento de oficinas de
diversas dependencias, que requiere con frecuencia de reparaciones,
reacondicionamientos y restauración de sus valores arquitectónicos y artísticos; y que por
su estructura y ubicación necesita de revisiones periódicas y de la ejecución de obras para
la prevención y atención de emergencias derivadas de fenómenos físicos y siniestros.
La formación de las comisiones intersecretariales es facultad propia e indelegable
del presidente de la República; no, así la de ordenar que una o varias entidades
paraestatales se sumen a determinada comisión intersecretarial. Esto último es posible
gracias a que los artículos 50 y 51 de la Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal facultan a las Secretarías de Estado y Departamentos Administrativos para
conducir y uniformar las acciones de los sectores a su cargo
En conclusión, cuando las comisiones intersecretariales obedecen a motivos reales
y no a “inflación” burocrática, permiten más agilidad en los procesos administrativos y
mayor eficiencia en las acciones coordinadas.
IV. BIBLIOGRAFIA: Faya Viesca, Jacinto, Administración pública federal,
México, Porrúa, 1979; Ruiz Massieu, José Francisco y Lozano Hernández, Wilfrido,
Nueva administración pública federal, crítica, análisis y evaluación; 2ª edición, México,
Tecnos, 1978, Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 9ª edición, México, Porrúa,
1979, 2 volúmenes
pleno de la cámara, a propuesta de su Gran Comisión, procurándose que todos los grupos
parlamentarios se encuentren representados. Las comisiones de dictamen legislativo
tienen la función de estudiar, analizar y dictaminar las iniciativas de ley o decreto en el
área de su competencia. Por otra parte, las comisiones de investigación se integran
exclusivamente para que, en los términos del último párrafo del artículo 93
constitucional, se investigue el funcionamiento de los organismos descentralizados y
empresas de participación estatal mayoritaria. Las Comisiones Jurisdiccionales se
integran para el efecto de conocer de las responsabilidades de los servidores públicos.
III. De conformidad con la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados
Unidos Mexicanos son comisiones de la Cámara de Senadores las siguientes:
A) Gran Comisión. Está compuesta por un senador de cada Estado y uno del
Distrito Federal, seleccionados por sorteo entre los dos senadores que estuvieran
presentes; es dirigida por un presidente y un secretario y sus funciones principales son las
siguientes: proponer a la cámara el personal de las demás comisiones, proponer a la
cámara la designación de los comisionados ante la Comisión Federal Electoral, proponer
el nombramiento de oficial mayor y tesorero de la cámara; cooperar con la mesa directiva
de la cámara para el mejor desempeño de sus funciones; proponer el programa legislativo
jerarquizando las iniciativas de ley o decreto; vigilar las funciones de la oficialía mayor,
etcétera (artículo 105 Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos
Mexicanos).
B). Comisión Instatadora del Colegio Electoral realiza funciones similares a la de
la Cámara de Diputados y su integración es la misma (artículo 67 Ley Orgánica del
Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos). Por otra parte, el artículo 86 de la
Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, prevé que la
Cámara de Senadores contará con el número de comisiones ordinarias y especiales que
requiera para el cumplimiento de sus funciones. Las comisiones ordinarias son las
siguientes:
C). Agricultura, Ganadería y Recursos Hidráulicos; Aranceles y Comercio
Exterior; Asistencia Pública; Asuntos Indígenas; Colonización; Comercio Interior;
Corrección de Estilo; Correos y Telégrafos; Crédito, Moneda e Instituciones de Crédito;
Defensa Nacional; Departamento del Distrito Federal; Economía; Editorial; Educación
Pública; Ferrocarriles Nacionales; Fomento Agropecuario; Fomento Cooperativo;
Fomento Industrial; Gobernación; Hacienda; Industria Eléctrica; Insaculación de
Jurados; Justicia; Justicia Militar; Marina; Medalla Belisario Domínguez; Migración;
Minas; Obras Públicas; Patrimonio y Recursos Nacionales; Pesca; Petróleo; Planeación
del Desarrollo Económico y Social; Puntos Constitucionales; Reforma Agraria;
Reglamentos; Relaciones; Salubridad; Sanidad Militar, Seguros; Servicio Consular y
Diplomático; Tierras Nacionales; Trabajo; Turismo; Vías de Comunicación.
Los integrantes de las comisiones ordinarias duran en el cargo toda una legislatura
y tienen la encomienda de atender las cuestiones relacionadas con la materia de su propia
denominación y conjuntamente con la Comisión de Estudios Legislativos analizar las
iniciativas de ley o decreto de su competencia.
D). Las comisiones especiales son las siguientes: de Estudios Legislativos, de
Administración y de Biblioteca. Las comisiones especiales se renuevan anualmente.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge, Ezeta, Héctor Manuel y otros, Derecho
legislativo mexicano, México, XLVIII Legislatura del Congreso de la Unión, Cámara de
84
Diputados, 1973, Rens, Ivo, “Les commissions parlamentaires en droit comparé”. Revue
Internationale de Droit Comparé, Paris, l3e année, número 2, avril-juin 1961; Wheare, K.
C., Legislatures; 2ª, edición, London, Oxford University Press, 1968.
Jorge Madrazo
Las reglas del common law se entendían como un cuerpo jurídico no escrito,
basado en la costumbre, la lógica o la tradición; estas reglas fueron reconocidas y
aplicadas en las sentencias escritas por los jueces de tribunal. Para el siglo XV, tanto las
reglas como el procedimiento se habían vuelto tan rígidas que no siempre daban
resultados justos, y el Canciller, en reacción, estableció un sistema adicional de tribunales
- courts of equity (tribunales de equidad) - que aplican reglas y procedimientos más
flexibles para dar resultados justos cuando no había remedio en los tribunales de common
low. Así, compitieron durante varios siglos dos sistemas paralelos de tribunales y dos
cuerpos de jurisprudencia hasta la unificación de ambos sistemas en el siglo XIX, tanto
en Inglaterra como en los Estados Unidos de América. Todavía, en algunas
jurisdicciones se reconocen distinciones entre reglas de law y reglas de equity, pero en la
mayoría de los casos las reglas de equity han sido incorporadas en la jurisprudencia del
common law en general.
Los principios de common law - tanto reglas sustantivas como las procedimentales
- pasaron a aplicar en las colonias inglesas. Sin embargo, desde el comienzo de la
administración colonial, el common law aplicado en las colonias norteamericanas fue
distinto de las reglas y procedimientos seguidos en Inglaterra, por varias razones: el
reconocimiento de que las nuevas condiciones que se presentaban en las colonias diferían
de la situación relativamente estática de Inglaterra; la falta de profesionales - abogados y
jueces capacitados - que conocieran y supieran aplicar el common law; y un cierto desdén
por las reglas inglesas que sentían los grupos disidentes que fueron importantes en
algunas de las colonias. Al independizarse, trece colonias, que luego se unieron en los
Estados Unidos de América, aceptaron que el common law siguiera aplicándose, tal como
se aplicaba en ellas al momento de su independencia, pero aclararon que el desarrollo de
las reglas del common law provendría desde entonces de la jurisprudencia independiente
de sus propios jueces. La independencia de otras colonias dio resultado similar, de
manera que actualmente no se puede hablar de un sistema de common law, sino de varios
sistemas que provinieron de la misma fuente.
III. En los sistemas de common law, se destacan varias características que los
distinguen de los otros grandes sistemas legales, como el neorromanista, el socialista, el
canónico, etcétera La primera, y más importante, es que una gran parte, si no la mayoría,
de las reglas que se aplican en los países de common law provienen de la jurisprudencia
de casos litigados, y no de leyes o decretos. Cuando los jueces dictan sentencias, ponen
por escrito, crean reglas que, a causa de la tradición de stare decisis (véase el párrafo
siguiente), tienen vigencia dentro de la misma jurisdicción. Por esta razón, el abogado de
common law tiene que consultar toda la jurisprudencia judicial aplicable (que
normalmente se publica en colecciones oficiales) para saber las reglas específicas
conforme a las cuales se resolverá el caso. Aun cuando se trate de un caso regido por
alguna ley, será necesario consultar la jurisprudencia para conocer la interpretación que
se ha dado a la ley, ya que tal interpretación es obligatoria conforme al stare decisis.
La regla de stare decisis (stare decisis et non quieta movere, acatar decisiones y
no abrogar reglas establecidas) existe sólo por tradición en el sistema de common law y es
la base del gran poder judicial que caracteriza estos sistemas. La regla de stare decisis se
desarrolló junto con las cortes de common law en Inglaterra, y ha sido preservada, con
más o menos fuerza, en todas las jurisdicciones. Según la regla, una vez que una corte
dicta una sentencia final en un caso litigado, esa sentencia establece reglas que requieren
87
aplicación igual en casos futuros que presenten las mismas circunstancias dispositivas. La
regla ha sido aplicada con una rigidez variable según la jurisdicción y la época. Por
ejemplo, de acuerdo con la teoría de stare decisis, una vez que una corte dicta una regla,
esa regla regirá los casos análogos presentados ante la misma corte o ante cortes y
tribunales inferiores. Sin embargo, las cortes en algunas jurisdicciones (por ejemplo las
cortes federales de los Estados Unidos) no temen reconsiderar una regla establecida
anteriormente por ellas, y pueden anularla o reformarla de acuerdo con el cambio de
circunstancias, ocurrido entre el lapso del caso anterior y el actual. Hasta que se anula o
se revisa una regla, las cortes inferiores a las que establecieron la regla tienen la
obligación de seguirla sin variación.
Otra característica del sistema de common law es el papel que desempeñan los
jueces durante los litigios civiles, criminales o administrativos. Se considera que la
solución justa de un conflicto se producirá después de un riguroso debate y desahogo de
las pruebas presentadas por las partes contendientes. El papel del juez es el de un mero
árbitro que aplica las reglas sobre el procedimiento y sobre la cuestión debatida, y no
actúa inquisitivamente, como en otros sistemas, interrogando a los testigos o a quienes
confiesan, ni allegándose medios de prueba distintos de los que las partes le ofrecen.
De igual importancia en el sistema de litigios es la utilización del jurado - un
grupo de ciudadanos (tradicionalmente doce) - que presencian el juicio y deciden sobre
responsabilidad, culpabilidad, etcétera El jurado también tiene su origen en la Inglaterra
medieval, y se utiliza con frecuencia en los sistemas de common law (en los Estados
Unidos, hay garantías constitucionales de acceso a jurado en casos civiles y criminales).
Cuando se trata de un caso sometido a un jurado, el juez se limita a decidir cuestiones de
procedimientos y de pruebas, o cuestiones sobre la aplicación de otras leyes o reglas al
caso. Los hechos decisivos, como la culpabilidad o responsabilidad de una persona,
pertenecen a la decisión del jurado. Por esto, se dice que el juez decide cuestiones de
derecho, y el jurado decide cuestiones de hechos litigados. Cuando se trata de un caso
sometido a un jurado, el juez se limita a decidir cuestiones de procedimientos y de
pruebas, o cuestiones sobre la aplicación de otras leyes o reglas al caso. Los hechos
decisivos, como la culpabilidad o responsabilidad de una persona, pertenecen a la
decisión del jurado. Por esto, se dice que el juez decide cuestiones de derecho y el jurado
decide cuestiones de hechos litigados. Cuando se trata de un juicio sin jurado, el juez
decidirá cuestiones de derecho y de hechos.
IV. BIBLIOGRAFIA: Buckland, W. W. y McNair, A. D., Roman Law and
Common Law: A Comparison in Outline; 2ª, edición, Londres, Cambridge University
Press, 1974; Cross, Sir Geoffrey y Hall, G. D. G., The English Legal System; 4ª, edición,
Londres, Butterworths, 1964; Cueto Rua, J., El “common law”, Buenos Aires, La Ley,
1957; David, R., Los grandes sistemas jurídicos contemporáneos; 2ª, edición; traducción
de Pedro Bravo Gala, Madrid, Biblioteca Jurídica Aguilar, 1973; Farnsworth, E. A., An
Introduction to the Legal System of the United States; 2ª, edición, Nueva York, Oceana,
1975; Nweman, R. A., Equity and Law: A Comparative Study, New York, Oceana, 1961;
Pound R., El Espíritu del "common law"; traducción de José Puig Brutau, Barcelona,
Bosch, 1955; Santa Pinter, J., Sistema del derecho anglosajón, análisis esquemático,
Buenos Aires, R. Depalma, 1956.
Stephen Zamora
88
en forma recíproca y por su propio derecho (artículo 2185 Código Civil para el Distrito
Federal). Las palabras “por su propio derecho” significan que el acreedor de una de las
obligaciones debe ser el deudor principal y personal de la otra obligación y,
recíprocamente, el acreedor de ésta debe ser principal y personal deudor de aquélla; 2)
que las deudas consistan en cantidad de dinero o en cosas fungibles. Son fungibles las
cosas que pueden ser reemplazadas por otras de la misma especie, calidad y cantidad
(artículo 763 Código Civil para el Distrito Federal), 3) que las deudas sean líquidas
(artículo 2188 Código Civil para el Distrito Federal). Según la definición de Pothier, una
deuda es líquida cuando consta lo que es debido y cuánto es debido; o sea, que se trate de
una deuda cierta en cuanto a su existencia y que esté determinada en cuanto a su cantidad.
El Código Civil para el Distrito Federal admite como líquida la deuda cuyo monto pueda
determinarse dentro del plazo de 9 días (artículo 2189), y 4) que las deudas sean
exigibles. Es exigible la deuda cuyo pago no puede rehusarse conforme a derecho
(artículo 2190 Código Civil para el Distrito Federal), es decir, cuando el acreedor puede
reclamar el pago en forma inmediata. No son exigibles, por ejemplo, las obligaciones
con plazo pendiente, o las contraídas bajo condición suspensiva, mientras ésta no se
cumpla.
La compensación produce los siguientes efectos: l) extingue ambas deudas de
pleno derecho (artículo 2194 Código Civil para el Distrito Federal); 2) en caso de ser
iguales, la extinción se opera por el importe total; si fuesen desiguales, la compensación
se produce por un monto equivalente a la deuda menor, quedando subsistente la
obligación por el saldo no compensable (artículo 2194 Código Civil para el Distrito
Federal); 3) una vez compensadas las obligaciones principales, quedan extinguidas las
accesorias (fianzas, hipotecas, prendas) (artículo 2194 Código Civil para el Distrito
Federal), y 4) los intereses dejan de correr desde el momento en que se opera la
compensación. Si las deudas fueran desiguales, subsistirían las garantías y seguirían
corriendo los intereses correspondientes al saldo no compensable.
IV. El instituto jurídico de la compensación es de vasta aplicación en el mundo
moderno, tanto en sus aspectos civiles como mercantiles, y aun internacionales. Toda la
teoría de la cuenta corriente comercial reposa en el sistema de la compensación. Las
cámaras compensadoras (clearing-houses) implican el uso de la compensación a escala
interbancaria. En el orden internacional, la compensación se efectúa por obra del
comercio entre los diversos países y mediante ella se evita el transporte efectivo de
grandes cantidades de dinero o de oro.
V. BIBLIOGRAFIA: Bejarano Sánchez, Manuel, Obligaciones civiles, México,
Harla, 1980; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo V, Obligaciones, 3ª,
edición, México, Porrúa, 1976, 2 vols; Salvat, Raymundo M., Tratado de derecho civil
argentino; obligaciones en general, 4ª, edición, Buenos Aires, Talleres Gráficos de
Guillermo Kraft, 1941.
extiende al espacio que ocupan las embajadas, legaciones, ubicadas en el extranjero; así
como el de naves y aeronaves nacionales.
Además de este ámbito espacial, en cuya esfera de acción pueden producirse los
actos y sus efectos jurídicos, debe tomarse en cuenta el problema que plantea el ángulo de
distribución territorial de la competencia entre los diversos órganos judiciales; otros
principios jurídico-políticos influyen sobre la división territorial de la competencia, como
ocurre en nuestro país donde existe una organización constitucional que establece
autoridades y normas de carácter federal y estadual, así como la creación, en algunos
sectores como el fiscal de nuevos tribunales regionales.
C). Cuantía. Aunque se ha dado lugar a una cadena de polémicas ardorosas, en
que se discute sí deben plantearse distingos en torno al monto pecuniario de los litigios a
ventilarse; y así se habla de “justicia para pobres” y de “justicia para ricos”; hace luengas
centurias que la competencia se determina también por este punto de vista del valor
económico que pueden revestir los negocios judiciales. En ese sentido tanto en el orden
local, como en el federal se regula por las Leyes Orgánicas del Poder Judicial esta
distribución para el conocimiento de los pleitos de mayor o menor quantium.
Naturalmente hay problemas que no tienen traducción monetaria, en los que
concretamente, el legislador tiene que definir y ordenar cuál es el juzgado o tribunal
competente para componerlas. Pensemos en la decisión sobre la pérdida de la patria
potestad de uno de los cónyuges en un divorcio, o en instituciones semejantes que no
pueden ser apreciadas en signos económicos.
D). Grado. Este vocablo en su acepción jurídica significa cada una de las
instancias que puede tener un juicio (E. Pallares); o bien el número de juzgamientos de
un litigio. También se hace referencia al “grado de jurisdicción” como el lugar que ocupa
un órgano jurisdiccional en el orden jerárquico de la Administración de Justicia (De
Pina); o sea, se emplea la palabra grado como sinónimo de instancia.
Así las cosas, un sector mayoritario de tratadistas se ocupan de la competencia
funcional, como la aptitud de un órgano judicial de conocer de los pleitos en primera -
órganos inferiores -, o en ulterior instancia - órganos superiores - (desde Wach, pasando
por Kisch, Carnelutti, Calamandrei, Rosenberg, Devis Echandía, E. Pallares).
Empero, otros autores apuntan matices de diversificación entre los criterios
funcional y de grado (Alcalá-Zamora y Castillo y Levene, hijo; Oderigo), como por
ejemplo basados en la gravedad mayor o menor de los actos antisociales que pueden caer
dentro de la competencia de distintos órganos del orden penal.
E). Subjetivo. Ahora el punto de atribución de esta categoría de competencia se
centra en el justiciable, en el sujeto que pide justicia; o sea, para fincar la capacidad
objetiva del órgano de juzgamiento se tiene en consideración la condición o calidad
personal de las partes involucradas en el pleito, como una reminiscencia de los
denominados fueros o privilegios personales que antaño abundaban y que en México de
manera muy limitada se han conservado, como ocurre con el artículo 13 constitucional al
regular el fuero militar o castrense. Puede citarse también el caso del procedimiento para
menores infractores.
F). Prevención. Criterio por el que siendo legal y potencialmente competentes
para conocer de un mismo negocio varios juzgados o tribunales, uno de ellos se anticipa a
los demás y puede continuar ventilando el pleito, excluyendo a los otros órganos.
Llámase prevención, porque previene y se adelanta a conocer antes que otros; cuya
94
Depalma, 1966; Gómez Lara, Cipriano, Teoría general del proceso; 5a edición., México,
UNAM, 1980; Liebman, Enrico Tullio, Manual de derecho procesal civil; traducción de
Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, EJEA, 1980; Pina, Rafael de y Castillo
Larrañaga, José, Instituciones de derecho procesal civil, 6ª, edición, México, Porrúa,
1976.
una compilación es llamado “compilador”, pero esta voz debe distinguirse de la latina
compilator que significa plagiario.
Véase Código, Recopilación.
IV. BIBLIOGRAFIA: Bernal de Bugeda, Beatriz, “El Derecho romano en el
discurso de Antonio de León Pinelo, sobre la importancia, forma y disposición de la
Recopilación de las Leyes de las Indias Occidentales”, Anuario Histórico-Jurídico
Ecuatoriano, Quito, volumen VI, 1980; Guzmán Brito, Alejandro, La fijación del
derecho, Valparaíso, Chile, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1977.
autor y, con base en ese conocimiento, quiere auxiliarlo. El Código de Guanajuato, por
su parte, establece en su artículo 22: “Es cómplice el que dolosamente presta ayuda a otro
para la comisión dolosa de un delito.” En idéntico sentido el Código Penal de Veracruz
de 1980 (artículo 28, fracción VI).
El hecho principal en el que se participa, o del que es accesoria la complicidad,
debe, además, hallarse por lo menos en la etapa ejecutiva, para que la participación sea
punible; por lo que una participación a nivel de la concepción o de los actos preparatorios
no será punible si el hecho principal no llega por lo menos a la etapa de la tentativa.
La complicidad se distingue de la autoría (o coautoría) en virtud de que en aquélla
el cómplice no tiene el dominio del hecho, es decir, no tiene la posibilidad de controlar la
configuración del hecho como sucede con el autor (o coautor). La jurisprudencia
mexicana no es clara a este respecto, ya que indistintamente se habla de “coautor” y
“cómplice”; véase, por ejemplo, amparo directo 5731/1961 José Luis González Ayad,
marzo 7 de 1962, unanimidad de 4 votos. Semanario Judicial de la Federación, 1a sala,
sexta época, volumen LVII, segunda parte, página 14.
La cooperación en la complicidad se distingue de la cooperación en el
encubrimiento; en que en éste ella es posterior a la ejecución del delito y, además, no es
una forma de participación en el delito, sino un tipo independiente en los casos concretos,
sin embargo, con frecuencia se presentan dificultades de distinción.
Una modalidad sui generis de la complicidad y, en cierto modo, una parcial
derogación de su dogmática, es la que en la terminología moderna se denomina
complicidad correspectiva. Fue ideada, según se dice, por la jurisprudencia napolitana a
comienzos del pasado siglo para resolver un caso dudoso en que dos individuos habían
asesinado a un tercero, sin poderse precisamente determinar quién de ellos hubiera
asestado el golpe mortal. En todo caso, ha sido en la ciencia penal italiana en la que el
concepto ha logrado mayor desarrollo y más completa bibliografía. En la legislación
penal mexicana, esta figura ha adquirido ya carta de naturalización; en el Código Penal
del Distrito Federal y en los códigos penales de los estados de la República que siguen su
ordenación, la complicidad correspectiva sólo vale para determinados delitos en
particular, como son homicidio y lesiones (artículos 296 fracción. II y 309). En el
Código Penal de Guanajuato, en cambio, la fórmula de la complicidad correspectiva es
aplicable a todo tipo de delitos y de ahí que se le considere un tema de la parte general del
derecho penal, encuadrable en la teoría de la participación (artículo 27).
Véase. Auxilio para el Delito, Encubrimiento, Participación Criminal.
VI. BIBLIOGRAFIA: Cárdenas, Raúl F., “La complicidad correspectiva”,
Estudios Penales, México, Editorial Jus, 1977; Franco Guzmán, Ricardo, “El concurso de
personas en el delito”, Revista de la Facultad de Derecho de México, México, tomo XIII,
núm. 47, julio-septiembre de 1962; Gimbernat Ordeig, E., Autor y cómplice en derecho
penal, Madrid, 1966; Jescheck, Hans-Heinrich, Tratado de derecho penal. Parte general;
traducción de S. Mir Puig y F. Muñoz Conde, Barcelona, Bosch, 1981, Vol. II; Jiménez
de Asúa, Luis, La ley y el delito. Principios de derecho penal; 4a edición., Buenos Aires
1963; Zaffaroni, F. Raúl, Teoría del delito, Buenos Aires, Ediar, 1973.
Beatriz Bernal
102
COMPRAVENTA, I. Es un contrato por medio del cual uno de 1os contratantes llamado
vendedor se obliga a transferir la propiedad de una cosa o la titularidad de un derecho a
otro, llamado comprador, quien se obliga a pagar un precio cierto y en dinero (artículo
2248 Código Civil para el Distrito Federal). Por su naturaleza es un contrato translativo
de dominio, clasificado como: a) bilateral, en virtud que crea obligaciones para ambas
partes; b) generalmente conmutativo dado que es posible fijar el monto de la ganancia o
pérdida desde el momento de su celebración (excepto en los caso de los artículos 2792 y
2793 Código Civil para el Distrito Federal relativos a la compra de esperanza en que se
trata de un contrato aleatorio); c) oneroso porque representa provechos o ventajas y
gravámenes o cargas recíprocas; d) al ser un contrato típico reglamentado en la ley se le
clasifica como nominado, y e) tratándose de bienes muebles es un contrato consensual,
perfeccionado únicamente por el acuerdo de voluntades y tratándose de inmuebles es
formal.
II. Dentro de las especies de este contrato se distinguen: a) la compraventa
voluntaria y la necesaria, diferenciadas en la espontaneidad del consentimiento del
vendedor, en el segundo caso estamos frente a una fuerza jurídica coercitiva como por
ejemplo. en la venta de bienes del quebrado; b) compraventa privada o pública, según sea
realizada entre las partes o en almoneda pública al mejor postor; c) compraventa judicial
o extrajudicial según intervenga o no la autoridad judicial en la realización del contrato, y
d) compraventa civil o mercantil siendo esta última la realizada con propósito de
ejecución comercial o entre comerciantes y banqueros.
III. Delimitando los elementos de existencia de este contrato se tiene un acuerdo
de voluntades con el objeto directo de celebrar un contrato translativo de dominio y las
modalidades a que esté sujeto. El objeto indirecto se compone de la cosa y del precio.
Son requisitos de validez: l. La capacidad general para contratar y la especial para
transmitir el dominio de la cosa, en el caso del vendedor, y para adquirirlo, en el caso del
comprador. En este sentido son incapaces para comprar los extranjeros dentro de los
límites marcados por el artículo 27 constitucional y sus leyes reglamentarias (artículo
2274 Código Civil para el Distrito Federal); los magistrados, jueces, el Ministerio
Público, los defensores de oficio, los abogados, los procuradores y los peritos respecto de
los bienes que son objeto de los juicios en que intervengan (artículo 2276 Código Civil
para el Distrito Federal) excepto en los casos de venta o cesión de acciones hereditarias
cuando dichas personas sean coherederas o cuando se estén afectando bienes de su
propiedad (artículo 2277 Código Civil para el Distrito Federal); los tutores, curadores,
mandatarios, ejecutores testamentarios y los nombrados ab intestato, los interventores
nombrados por el testador o por los herederos, los representantes, administradores e
interventores en los casos de ausencia, y los empleados públicos respecto de los bienes de
cuya venta o administración se hallen encargados (artículo 2280 Código Civil para el
Distrito Federal); asimismo, los peritos y los corredores tratándose de bienes en cuya
venta hayan intervenido (artículo 2281 Código Civil para el Distrito Federal). Y son
incapaces para vender su parte alícuota los propietarios de cosa indivisa sin antes
notificar a sus partícipes a fin de que éstos tengan posibilidad de ejercitar el derecho del
tanto (artículos 973, 974 y 2279 Código Civil para el Distrito Federal).
Los menores e incapacitados no pueden vender sino a través de sus
representantes; tratándose de hijos sujetos a patria potestad pueden vender a sus padres
103
los bienes adquiridos por su trabajo (artículos 428 y 2278 Código Civil para el Distrito
Federal) .
2. La forma, tratándose de un contrato consensual la compraventa de bienes
muebles no requiere ninguna formalidad (artículo 2316 Código Civil para el Distrito
Federal). Sin embargo, cuando versa sobre inmuebles o derechos reales cuyo valor sea
hasta de quinientos pesos debería realizarse en documento privado firmado ante dos
testigos y ratificado ante notario, juez de paz o el Registro Público de la Propiedad
(artículo 2317 Código Civil para el Distrito Federal). Si el valor excede de esa cantidad,
la compraventa debería realizarse en escritura pública (artículo 2320 Código Civil para el
Distrito Federal). Excepto cuando se trate de enajenaciones para la constitución del
patrimonio familiar en los términos del párrafo segundo del artículo 2317 Código Civil
para el Distrito Federal. Si se tratase de bienes ya inscritos en el Registro y cuyo valor no
exceda de cinco mil pesos el contrato se puede realizar con el endoso en el certificado de
propiedad, mismo que debe notificarse ante el registrador a fin de que se haga una nueva
inscripción a favor del comprador (artículo 2321 Código Civil para el Distrito Federal).
En caso de no realizarse la compraventa con los requisitos formales establecidos por la
ley no producirá efectos contra terceros (artículo 2322 Código Civil para el Distrito
Federal).
3. El objeto; como había quedado asentado se compone de la cosa y del precio.
La primera debe cumplir con los requisitos de ser lícito y estar dentro del comercio
(artículos 1794 y 1795 Código Civil para el Distrito Federal); el segundo deberá ser cierto
y en dinero (artículo 2248 Código Civil para el Distrito Federal).
4. La ausencia de vicios de la voluntad, que se calificará de acuerdo a las reglas
generales (artículos 1812 a 1823 Código Civil para el Distrito Federal).
IV. Son obligaciones del vendedor: a) transmitir la propiedad de la cosa o la
titularidad del derecho, obligación que, por regla general, se cumple por mucho efecto del
contrato excepto en los casos de compra de géneros (artículo 2015 Código Civil para el
Distrito Federal), de cosas futuras o de esperanza (artículos 2309 y 2792 y 2793 Código
Civil para el Distrito Federal); de los contratos sujetos a modalidades; o de la transmisión
de títulos de crédito. b) Conservar la cosa, el vendedor es deudor de la cosa y su pérdida
en poder de éste se presume por culpa suya mientras no se demuestre lo contrario. c)
Entregar la cosa (artículos 2283 fracción. I y 2292 Código Civil para el Distrito Federal)
que puede ser real, jurídica o virtualmente. El primer caso se refiere a la entrega material,
el segundo a la consideración legal de que ha sido recibida por el comprador y el tercero a
la aceptación del comprador de que la cosa ha quedado a su disposición. La legislación
mexicana establece que la cosa deberá ser entregada en el estado en que se encontraba al
perfeccionarse el contrato junto con los productos y frutos, en el tiempo y lugar
convenido. A falta de convenio se deberá entregar la cosa 30 días después de la
interpretación y en el lugar donde se encontraba al momento de realizarse el contrato. d)
Garantizar las calidades de la cosa respondiendo por los vicios ocultos, y e) prestar la
evicción
Son obligaciones del comprador: a) pagar el precio en el lugar, tiempo y formas
convenidos (artículos 2293, 2300 Código Civil para el Distrito Federal), y b) las demás
lícitas a que se haya obligado (artículo 2293 Código Civil para el Distrito Federal).
V. Son modalidades comunes en la compraventa: a) la compra a vistas (artículo
2257 Código Civil para el Distrito Federal), que se presenta doctrinalmente como una
104
condición suspensiva; b) la compra sobre muestras (artículo 2258 Código Civil para el
Distrito Federal) es generalmente sujeta a término cuando no se tiene la cosa misma a la
vista c) la compra al acervo o a precio alzado; d) con pacto de no vender a persona
determinada (artículo 2301 Código Civil para el Distrito Federal); e) compra con derecho
de preferencia por el tanto (artículos 2303 al 2309 Código Civil para el Distrito Federal)
en donde el vendedor está obligado a ejercer su derecho dentro de los 3 días tratándose de
muebles o 10 días tratándose de inmuebles, a partir del día en que el comprador le hace
saber la oferta que tiene por la cosa; f) la compra de esperanza (artículos 2309, 2792 y
2793 Código Civil para el Distrito Federal) que tiene por objeto la adquisición de los
frutos que una cosa produzca en el tiempo fijado, tomando el comprador el riesgo para sí
de que no lleguen a existir, o bien los productos inciertos de un hecho que puedan
estimarse en dinero; g) la compra en abonos, técnicamente está sujeta a la condición
resolutoria de que el comprador no pague puntualmente los abonos, y h) la venta con
reserva de dominio (artículos 2312 a 2315 Código Civil para el Distrito Federal).
VI. En el derecho romano la compraventa sólo obligaba al vendedor a poner al
comprador en posesión de la cosa garantizándole la posesión pacífica en virtud de que no
se trataba de un contrato translativo de dominio; idea que se transmitió al derecho francés
antiguo y no es sino hasta el Código Napoleón cuando se le transforma en un verdadero
contrato translativo de dominio.
VII. BIBLIOGRAFIA: Lozano Noriega, Francisco, Cuarto curso de derecho
civil. Contratos, México, Asociación Nacional del Notariado Mexicano, A.C., 1970;
Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo VI, Contratos; 3a edición,
México, Porrúa, 1977, 2 volúmenes; Sánchez Medal, Ramón, De los contratos civiles;
teoría general del contrato; contratos en especial; registro público de la propiedad; 5a
edición, México, Porrúa, 1980.
Estados. Aún más, los países signatarios estiman “que la adopción de normas uniformes
aplicables a los contratos de compraventa internacional de mercaderías en las que se
tengan en cuenta los diferentes sistemas sociales, económicos y jurídicos contribuiría a la
supresión de los obstáculos jurídicos con que se enfrenta el comercio internacional y
promovería el desarrollo del comercio internacional”.
De acuerdo al artículo 1° la Convención regula sólo: A) Contratos de
compraventa; B) cuyo objeto consiste en bienes muebles, y C) que tengan carácter
internacional.
A) Con respecto a la naturaleza del contrato, la Convención incluye: a) “los
contratos de suministro de mercaderías que hayan de ser manufacturadas o producidas, a
menos que la parte que las encargue asuma la obligación de proporcionar una parte
sustancial de los materiales necesarios para esa manufactura o producción” (artículo 3°
inciso l); b) las compraventas y los contratos mixtos (compraventa más prestación de
servicios cuando ésta no sea la parte prevaleciente de las obligaciones del vendedor)
(artículo 3°, inciso 2); c) las compraventas que impliquen el transporte de las mercancías
(artículos 31, inciso a); 58 incisos 2 y 7); ch) las compraventas que versen sobre
mercaderías ciertas o mercancías no identificadas (artículo 31, inciso b); d) las
compraventas al contado como en abonos; e) las compraventas en que la propiedad se
transfiera al comprador y aquellas en que el vendedor se reserva el derecho de propiedad
(Barrera Graf, Temas ... )
B) El objeto de los contratos de compraventa. La Convención únicamente se
refiere a mercaderías (artículos 1°, inciso l; 3°, inciso 1 ... ); debería expresar el texto,
bienes muebles corporales, como lo hicieron sus precedentes (Barrera Graf, Temas ... ) .
C) El carácter internacional del contrato. Nota peculiar y condicionante, es que
los establecimientos del vendedor y del comprador se hallen situados en Estados
diferentes (criterio del domicilio de los contratantes) (artículos 1°, inciso 1, y 7°, inciso
l). Adviértase que no siempre que las partes tengan su establecimiento en Estados
diferentes, se debe aplicar la Convención. Tal sería el caso, cuando el contrato requiera
la aplicación de la ley de un tercer Estado que no fuera contratante, en el que, además, las
reglas de derecho internacional privado no condujesen a la aplicación de la ley de un
Estado contratante (Barrera Graf, Temas ... ).
¿Cuáles son las razones por las que la Convención excluye transacciones
domésticas? La respuesta se antoja obvia si pensamos que con la Convención se requiere
evitar los conflictos que pudieran surgir en la aplicación de legislaciones nacionales.
Además, varios países se han inspirado en los estatutos internacionales para legislarse
internamente. Asimismo, ciertas ideas, costumbres o usos localistas, al ser bien recibidos
por los derechos nacionales se han convertido en ciudadanos del mundo, por ejemplo, el
Código Civil francés. Amén de que un ordenamiento internacional reclama uniformidad
en su aceptación, aplicación e interpretación.
No se puede afirmar que la Convención se haya formulado según los lineamientos
jurídicos de un país en particular, ni siquiera con los de un grupo determinado de sistemas
jurídicos. Por el contrario, ella combina los principios de diversos sistemas jurídicos.
Indudablemente esta estrategia pretendía elevar al máximo la probabilidad de que la
Convención se ratificara, procedimiento ya de por sí bastante difícil a nivel internacional
(Sweet).
109
Pedro A. Labariega V.
110
compra de artículos o mercaderías que para uso o consumo o los de su familia, hagan los
comerciantes.
Son comerciales, sin importar la intención con que se realicen, ni la calidad de las
partes, las compraventas que tengan por objeto cosas mercantiles, entendiéndose por tales
los titulosvalor (Código de Comercio artículo 75, fracción. III y Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito, artículo 1°), las negociaciones mercantiles o empresas (Código
de Comercio artículo 75, fracciones VI a XI y Ley de Navegación y Comercio Marítimo,
artículo 129), los buques (Código de Comercio artículo 75, fracción. XV, y Ley de
Navegación y Comercio Marítimo, artículos 110 y 114), y las marcas, avisos y nombres
comerciales, si bien éstos constituyen derechos y no cosas propiamente dichas.
Para calificar la comerciabilidad de una compraventa no es válido recurrir al
concepto de mercancía, debido a la relatividad del mismo, ya que un mismo bien será
mercancía para el comerciante que especula con él y no lo será para el comprador que lo
necesita para su uso o consumo.
Salvo la excepción arriba indicada (artículo 76 Código de Comercio), son
comerciales todas las compraventas en que intervengan uno o varios comerciantes, de
acuerdo con las disposiciones del artículo 75 Código de Comercio, fracciones XX y
XXI.
Un caso especial de venta mercantil es la que el propietario o el cultivador hagan
de los productos de su finca o de su cultivo (artículo 75, fracción XXII Código de
Comercio). Lo anterior se afirma aunque entre nuestra doctrina haya discrepancia. No es
este el lugar para discutirlo, basta señalar que aceptan la solución legislativa Mantilla
Molina, Cervantes Ahumada, Pina Vara y Tena. Se muestran en contra Jorge Barrera
Graf y .Joaquín Rodríguez y Rodríguez.
III. Como es a través de la compraventa que solemos adquirir la mayoría de los
bienes que necesitamos para usarlos o consumirlos, y como la mayoría de estas
operaciones las realizamos con comerciantes, es lógico que sea abundante el número de
compraventas mixtas o unilateralmente mercantiles. Respecto de este tipo de
operaciones, quien adquiere con calidad de consumidor queda protegido por las
disposiciones de la Ley Federal de Protección al Consumidor, sin importar que el acto sea
o no comercial para el adquirente.
La compraventa mercantil tiene, en general, las mismas características que la
civil. Es un contrato sinalagmático, oneroso, conmutativo (a excepción de la compra de
esperanza, que es aleatorio) consensual si se trata de muebles y formal de inmuebles. Su
reglamentación en el Código de Comercio, no se justifica; en este ordenamiento se
encuentra una serie aislada de disposiciones que en parte coinciden y en parte difieren de
las del Código Civil para el Distrito Federal, lo que produce confusión e inseguridad. De
modo que la compraventa mercantil está regida por el Código Civil para el Distrito
Federal, con las excepciones que paso a señalar, únicas a las que haré referencia, por no
ser aquí el lugar para estudiar la reglamentación de este contrato.
Cuando en una compraventa se concede crédito al consumidor, el proveedor está
obligado a informar de modo previo a su cliente sobre el precio de contado, el monto de
los intereses y la tasa a que éstos se calculan, el total de los intereses a pagar, el monto y
detalle de cualquier cargo si lo hubiere, el número de pagos a realizar, su periodicidad, la
cantidad total a pagar por dicho bien, el derecho que tiene a liquidar anticipadamente el
crédito con la consiguiente reducción de los intereses y la fecha en que será entregado el
112
bien. Deberá entregarse al consumidor copia del contrato con el nombre y firma
autorizada del proveedor, o de la persona con facultades para obligarlo. Los datos arriba
señalados en la copia que se entregue al consumidor, deben constar con claridad (artículo
20 Ley Federal de Protección al Consumidor).
Los intereses deben calcularse sobre el precio de contado, deduciendo el enganche
que haya recibido el proveedor. Sólo se causarán sobre saldos insolutos, debiendo
cobrarse por periodos vencidos; no por adelantado. No podrán capitalizarse los intereses
no pagados, ni cobrarse intereses sobre éstos. La Secretaría de Comercio y Fomento
Industrial tiene facultades para fijar las tasas máximas de interés y los cargos máximos
adicionales que puedan hacerse al consumidor, tales como gastos de investigación,
cobranzas, quebrantos (sic) derivados de cuentas incobrables y de administración del
crédito. Fijación que la Secretaría podrá hacer mediante disposiciones generales que
publique en el Diario Oficial y en un periódico de los de mayor circulación. En caso de
que la Secretaría omita determinar una tasa máxima de intereses, no podrán estipularse
tasas superiores a las autorizadas por el Banco de México para los préstamos que
otorguen las sociedades nacionales de crédito, durante el periodo del crédito. Los
intereses moratorios no podrán exceder a los fijados por la Secretaría, y si esta última ha
sido omisa, del 25% de los estipulados (Ley Federal de Protección al Consumidor
artículos 21 a 25).
Tanto si se trata de artículos con precio legalmente autorizado, como, en su caso,
del estipulado, los pagos hechos en exceso de dicho precio son recuperables por el
comprador, y causarán al máximo de los intereses moratorios (artículo 30 Ley Federal de
Protección al Consumidor).
La Ley Federal de Protección al Consumidor, en su artículo 46, califica de venta a
domicilio, la que se propone a una persona física en el lugar donde habite en forma
permanente o transitoria o en el de su trabajo, con exclusión de la que se haga de bienes
perecederos recibidos por el consumidor y pagados de contado. Exige, en su artículo 47,
que se hagan constar en contrato escrito que debe contener el nombre y dirección del
proveedor y de su empleado vendedor, en su caso; el registro federal de causantes del
proveedor y de su empleado vendedor, en su caso; el nombre y dirección del consumidor;
la designación precisa de la naturaleza y características de los bienes o servicios
contratados; las condiciones de ejecución del contrato y los datos relativos al precio de
contado del bien de que se trate y todos los datos relativos a la compraventa a crédito a
que ya me he referido, así como la facultad que tiene el consumidor para revocar el
consentimiento, cosa que puede hacer dentro de los 5 días hábiles contados a partir de su
firma. La revocación deberá hacerse mediante aviso entregado personalmente al agente
en su caso, o bien remitido por correo certificado con acuse de recibo o por otro medio
fehaciente, quedando, por este hecho, sin efecto la operación. Los vendederos que
realicen ventas a domicilio, deberán acreditar la representación que tienen de sus
principales, mediante la presentación de credenciales que estos últimos expidan al efecto.
Por lo que ve a la entrega de la cosa o cosas vendidas, el artículo 375 Código de
Comercio dispone que si se ha pactado en cantidad y plazo determinados, el comprador
no estará obligado a recibirlas fuera de ellos; pero si aceptare entregas parciales, quedará
consumada la venta en lo que a éstas se refiere.
Según los artículos 379 y 380 Código de Comercio, si no se hubiere fijado plazo
para su entrega, el vendedor deberá tener a disposición del comprador las mercancías
113
establecidos por los usos (factura, documentos aduaneros, póliza de seguro, etcétera). El
comprador deberá hacer el pago contra la entrega de los documentos, quedando a salvo
sus acciones en relación con la calidad o el estado de la cosa comprada (artículos 210 y
211 Ley de Navegación y Comercio Marítimo).
La compraventa sobre documentos es una modalidad que puede aplicarse a
cualquiera de las compraventas a que adelante me refiero. Con frecuencia implica la
intervención de bancos por medio de los cuales se hace la entrega de los documentos y el
pago de la operación.
En la venta libre a bordo (LAB) o (FOB), dice el artículo 213 Ley de Navegación
y Comercio Marítimo, la cosa vendida deberá entregarse para su transportación a bordo
del buque, en el lugar y tiempo convenidos. Desde el momento de la entrega, la
responsabilidad de los riesgos se transmitirá al comprador. Según el artículo 214 Ley de
Navegación y Comercio Marítimo, en la venta LAB, el precio de la cosa comprenderá
todos los gastos, impuestos y derechos que se causen hasta el momento de su entrega a
bordo.
Esta modalidad de la compraventa FOB ha sido acogida por nuestro comercio
interno y es usual que se pacten precios LAB o FOB en Hermosillo, Veracruz, etcétera,
en cuyo caso debe entenderse que el vendedor cumple al entregar la cosa vendida al
transportista.
Similar a la venta libre a bordo es la venta al costado del buque (CB o FAS), con
la salvedad de que el vendedor cumplirá su obligación de entrega de las mercancías al
colocarlas en el muelle, al costado del buque, y desde ese momento operará la
transmisión de la responsabilidad en los riesgos del comprador (artículo 215 Ley de
Navegación y Comercio Marítimo).
Otra modalidad se encuentra en la compraventa costo, seguro flete (CSF, CIF o
CAF), en la cual el precio comprenderá el valor de la cosa más el importe de las primas
del seguro y el importe de los fletes hasta el lugar convenido para que la mercancía sea
recibida por el comprador (artículo 216, Ley de Navegación y Comercio Marítimo). El
vendedor estará obligado a contratar el transporte en los términos convenidos, a pagar los
fletes y a obtener del porteador el conocimiento de embarque correspondiente. Deberá
contratar y pagar, a favor del comprador o de la persona que éste indique, la prima del
seguro sobre las cosas vendidas, el cual deberá cubrir los riesgos convenidos o los
usuales, y deberá obtener del asegurado la póliza y el certificado correspondiente.
Deberá, igualmente, entregar los documentos al comprador o a la persona que él indique
(artículo 217 Ley de Navegación y Comercio Marítimo).
En la compraventa CIF, dice el artículo 218 Ley de Navegación y Comercio
Marítimo, la responsabilidad de los riesgos se transmitirá al comprador desde el momento
en que la cosa sea entregada al porteador y desde ese momento deberá iniciarse la
vigencia del seguro. Si el vendedor CIF no contratare el seguro en los términos
convenidos o usuales responderá ante el comprador como hubiere respondido el
asegurador. En este caso, el comprador podrá contratar directamente el seguro, y, aunque
no lo contratare, tendrá derecho a deducir el importe de la prima del precio de la compra,
o a exigir su devolución (artículo 219 Ley de Navegación y Comercio Marítimo).
Por último, tenemos las ventas costo y flete (CF), a las cuales se aplicarán las
disposiciones de la venta CIF, con excepción de lo relativo al seguro (artículo 220 Ley de
Navegación y Comercio Marítimo).
116
constancia que pone el secretario constituye la compulsa, lo cual permite que los efectos
legales del instrumento se produzcan para la finalidad propuesta.
IV. Existen, asimismo, algunos casos en que debe hacerse la compulsa de libros,
documentos de contabilidad, instrumentos públicos u otras constancias que sean ofrecidas
como prueba y que por disposición legal o determinadas circunstancias no pueden salir
del local en donde se encuentran ubicados o guardados. En tales casos el juez o tribunal
comisiona a un actuario o inspector para que tal compulsa sea hecha en el lugar de su
depósito o guarda, siendo este funcionario el que debe dar fe de haber tenido a la vista
dichos instrumentos, los cuales procede a copiar en el expediente o a agregar una copia
de ellos, poniendo la constancia de cotejo que haya hecho, acto que equivale a la
certificación notarial y produce fe pública para cualquier efecto legal. En materia fiscal
estas compulsas son necesarias en razón de que determinados instrumentos deben
conservarse en forma permanente en el domicilio del causante. En las otras materias sólo
algunos documentos no pueden salir del domicilio de quien los tenga en su poder, sobre
todo si se trata de oficinas del Estado. En estos casos es la autoridad judicial quien
determina si deben ser presentados o se hace la compulsa de los mismos, actuación
procesal que actualmente se facilita, debido a la existencia de máquinas copiadoras que
han facilitado esta labor y que han permitido se exhiban únicamente copias xerográficas,
eso sí, debidamente compulsadas y con la certificación de quien realiza la compulsa de
haber examinado en forma minuciosa el documento original. La exhibición en los
juzgados o tribunales de los documentos originales junto con las copias xerográficas
respectivas ha facilitado al personal judicial la labor de compulsa e inclusive hoy se
permite a los propios notarios públicos tomar copias xerográficas y certificarlas al calce
mediante la constancia de haber realizado tal compulsa.
V. BIBLIOGRAFIA: Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal
civil, 3ª edición, Buenos Aires, De Palma, 1958; Maldonado, Adolfo, Derecho procesal
civil, México, Antigua Librería Robredo, 1974; Ovalle Favela, José. Derecho procesal
civil, México, Harla, 1980; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal del trabajo;
4ª edición, México, Porrúa, 1978.
COMUNIDAD AGRARIA. I. En sentido estricto podría confundirse esta voz con las
figuras jurídicas del ejido y con los núcleos de población que la ley crea o reconoce como
figuras fundamentales de la acción de reparto y restitución de tierras. A veces, en la vida
real llega a contraponerse comunidad agraria, que sería la comunidad formada por
aquellas personas que fueron incluidas en el censo que sirvió de base para el reparto o
restitución individual de tierras, y los restantes vecinos de la misma población, que fueron
expresamente excluidos del censo de referencia o que no pertenecen sencillamente a
dicho ejido, suscitándose no sólo enconadas rivalidades, sino un trato desigual por parte
del sistema encargado de otorgar auxilios y beneficios a dichas comunidades agrarias.
II. En sentido amplio, también significa o abarca a toda la población rural, sean o
no ejidatarios todos sus componentes. La misma ley da pie para esta noción, toda vez
que, por un lado, autoriza al ejido, a entregar lotes para vivienda a personas que no
pertenezcan al ejido; mientras que, por otro lado, la ley impone ciertas obligaciones de
118
solidaridad respecto de obras y servicios hechos por el ejido a las demás personas
avecindadas en él.
III. BIBLIOGRAFIA: Chávez Padrón, Martha, El derecho agrario en México;
5ª edición, México, Porrúa, 1980, Mendieta Núñez, Lucio, El problema agrario en
México y la Ley Federal de Reforma Agraria; 16ª edición, México, Porrúa, 1979.
México, Porrúa, 1976; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo II, Derecho
de familia; 4ª edición, México Porrúa, 1977.
- sociedad controladora
stricto sensu
Sociedad Controladora - grupos financieros
lato sensu - holdings bancarias
- unidades de fomento
la lectura de los artículos 57-A a 57-L de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, publicada
en el Diario Oficial, el 31 de diciembre de 1981.
Igualmente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público otorga estímulos e
incentivos a las unidades de fomento, si le prueban: que las sociedades promovidas que
las integran incrementan sus ventas y servicios, así como que obtienen aumentos en
cinco, por lo menos, de las siguientes actividades: la mexicanización de sociedades con
mayoría de inversión extranjera; la creación de nuevos empleos; la creación de nuevas
empresas industriales y de turismo; el desarrollo tecnológico nacional; el aumento de
exportaciones; las inversiones en zonas de menor desarrollo económico relativo; la
ampliación de empresas industriales y de turismo y la colocación de acciones entre el
público.
V. Holdings bancarias: son sociedades anónimas y por lo tanto, con personalidad
jurídica propia, reguladas, en concreto por la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares y precisamente, en el artículo 4 bis. La Secretaría de Hacienda
y Crédito Público estableció los requisitos a que se deben de sujetar, por ejemplo, que no
podrán celebrar operaciones de reporto con las acciones de sus empresas filiales, ni
podrán recibir préstamos ni créditos de las instituciones de crédito y organizaciones
auxiliares de las que sean accionistas, debiendo sujetarse a la inspección y vigilancia de la
Comisión Nacional Bancaria y de Seguros.
VI. Sociedades controladoras stricto sensu: respecto a este tipo de sociedades, la
Ley del Impuesto Sobre la Renta regula específicamente su existencia, debiéndose aclarar
que las propias disposiciones de esta ley, son aplicadas a los otros tipos de sociedades que
estamos analizando, cuando su ley especial así lo indica.
Así pues, la Ley del Impuesto Sobre la Renta, en sus últimas reformas publicadas
en el Diario Oficial, de 31 de diciembre de 1981 ha adicionado un capítulo IV que se
intitula “De las sociedades mercantiles controladoras”, definiendo a las mismas como:
“aquellas que detenten más del 50% de las acciones con derecho a voto de otras
sociedades, inclusive cuando dicha tenencia se tenga por conducto de otras sociedades
que a su vez sean controladas por aquélla. Las sociedades independientemente del lugar
de su residencia, no podrán tener más del 50% de las acciones con derecho a voto de la
sociedad controladora; para estos efectos no se computarán las acciones que se coloquen
entre el gran público inversionista, de conformidad con las reglas generales que al efecto
dicte la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”. Véase artículos 57-A a 57-L de la
Ley del Impuesto Sobre la Renta.)
En nuestro país, este tipo de sociedades han ido apareciendo paulatinamente en
virtud de que una sociedad dedicada a la industria, agregaba a la misma otras actividades
que, por diversas razones, motivaron nuevas empresas de carácter autónomo.
La Comisión Nacional de Valores da un criterio de carácter interno de este tipo de
sociedades en el siguiente sentido: las sociedades controladoras se pueden considerar
puras e impuras o mixtas. Son controladoras puras aquellas que tienen invertido todo su
capital en acciones de empresas que controlan; e impuras o mixtas, aquellas que además
de controlar empresas, explotan también una industria, comercio o prestan un servicio.
Dicha comisión establece una serie de requisitos que han de cumplir, tanto las
controladoras puras, como las mixtas o impuras. Para éstas los requisitos giran en torno a
la actuación del consejo de administración y a los asuntos de la asamblea ordinaria anual
y para las puras se refiere a su objeto social, el cual debe consistir en: promover,
122
los permisos o autorizaciones. Es por mandato del legislador que algo puede ser objeto
de concesión o de permiso. Extender la concesión a objetos que no sean la explotación
de bienes o de servicios públicos, es decisión legislativa.
IV. Modalidades de la concesión. l. No todo campo de bienes o servicios puede
ser objeto de concesión. No lo son: el petróleo, los carburos de hidrógeno sólido,
líquidos o gaseosos, la petroquímica básica, los minerales radiactivos, el
aprovechamiento de los combustibles nucleares para la generación de energía; tampoco
generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por
objeto la prestación de un servicio público, correos, telégrafos, radiotelegrafía,
comunicación vía satélite, ferrocarriles, servicio público de banca y crédito (artículos 27,
párrafos sexto y séptimo y 28, párrafos cuarto y quinto de la Constitución) 2. Existen
campos de concesión en que no pueden tomar participación los extranjeros, por ejemplo
en las concesiones de radio o de televisión (artículo 14); en las concesiones de prestación
de servicios públicos en el Distrito Federal (artículo 25 párrafo segundo de la Ley
Orgánica del Departamento del Distrito Federal, Diario Oficial 29-XII-1978). A veces
esa participación extranjera sólo puede ser minoritaria como acontece en las concesiones
mineras (artículos 11 y 13 de la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en
Materia Minera, Diario Oficial 27-XII-1975).
V. Naturaleza jurídica de la concesión. No es una merced ni una gracia del
Estado, la concesión administrativa, es una decisión de la administración pública regida
por la ley. Es posible que el concesionario llegue a convenir con la administración en
algo del contenido de la concesión: como lo es su régimen de tarifas, y a esto se debe que
la doctrina piense que la concesión es un verdadero contrato y no una simple decisión
unilateral del poder público. Pero aceptada la sola voluntad de la administración o ésta y
la del concesionario, como origen y naturaleza de la concesión, es cierto que esas
voluntades no se producen con absoluta libertad sino que están sometidas a las reglas de
la ley de la concesión, que imprime cierta índole reglamentaria a esta última. En
definitiva, la concesión administrativa aparece en la legislación administrativa, como
decisión casi exclusiva del poder público. El concesionario se subordina a las reglas de la
ley que rige la concesión y se adapta a casi todas las condiciones que se fijan para y en el
otorgamiento de la misma por la autoridad administrativa.
VI. Destino de la concesión. Sin asegurar en forma absoluta que la concesión
administrativa esté en decadencia dentro del derecho positivo mexicano, en cambio sí lo
estamos al afirmar que su régimen legal ya no es el imperante en la explotación de los
recursos naturales propiedad del Estado ni tampoco en la prestación de los servicios
públicos. “Mucho terreno ha perdido en favor de otro régimen legal contemporáneo, el
de las empresas públicas. Significan las empresas públicas el nuevo procedimiento
inventado por el Estado para proteger y explotar los recursos naturales de la nación con
marcado sentido social. Representan las empresas públicas el nuevo fenómeno jurídico y
económico que permite recuperar o conquistar para el Estado, los grandes servicios
públicos, económicos, industriales, comerciales, que juegan un papel vital en la economía
y que protegen a la sociedad de los viejos sistemas de industrialización y
comercialización ociosos y egoístas” (Nava Negrete, página 407).
VII. BIBLIOGRAFIA: Alessi, Renato, Principi di diritto amministrativo,
Milano, Giuffré, 1966, 2 volúmenes; Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 20ª edición,
México, Porrúa, 1980; Lamarque, Jean, Recherches sur l'application du droit privé aux
126
(artículo 875 Ley Federal del Trabajo). De llegar las partes a un acuerdo ahí concluye el
juicio laboral y mediante acta que se levante para tal efecto se deja constancia de la
solución adoptada y de los actos tendientes a su ejecución (artículo 876 Ley Federal del
Trabajo).
En nuestro orden jurídico laboral la conciliación tiene lugar también en forma
obligatoria en los procedimientos especiales, en los procedimientos de conflictos
colectivos de naturaleza económica y en el procedimiento de huelga. Los primeros son
de índole muy variada (artículos 5° fracción III, 28 fracción III, 151, 162 fracción IX,
209, 236, 389, 418, 424 fracción IV, 427, 434 y 503 Ley Federal del Trabajo) pues se
contraen a controversias derivadas: a) del incumplimiento de obligaciones que contraen
patrones extranjeros cuando contratan los servicios de trabajadores mexicanos para
laborar fuera del país; b) de convenios celebrados entre patrones y trabajadores para
proporcionar a éstos habitaciones; c) reconocimiento de antigüedades; d) terminación o
suspensión colectiva de las relaciones de trabajo; e) revisión de los reglamentos interiores
de trabajo; f) pago de indemnizaciones en caso de muerte de un trabajador a
consecuencia de un riesgo profesional, y g) cuando se trata de implantar nueva
maquinaria que traiga como consecuencia la reducción de personal. En todos es
obligatoria la celebración de una audiencia de conciliación en la que se procurará avenir a
las partes, ya que la índole de los conflictos permite evitar el proceso. Este se continúa
cuando no es posible la avenencia pero en la práctica se ha observado que un gran
número de casos se resuelven en la forma conciliatoria.
En cuanto a los conflictos de naturaleza económica, que son aquellos cuyo
planteamiento tiene por objeto la modificación o implantación de nuevas condiciones de
trabajo, o bien la suspensión o terminación de las relaciones colectivas de trabajo, las
juntas deberán procurar, ante todo, que las partes lleguen a un convenio y para tal
propósito tienen facultad para intentar la conciliación en cualquier estado del
procedimiento, siempre que no se haya dictado la resolución que ponga fin al conflicto
(artículos 900-901 Ley Federal del Trabajo). Y por lo que corresponde al procedimiento
de huelga, una vez entregado al patrón un emplazamiento a huelga, la junta deberá citar a
las partes a una audiencia de conciliación en la que procurará avenirlas, sin hacer
declaración que prejuzgue la existencia o inexistencia, justificación o injustificación de la
huelga; audiencia que podrá diferirse a petición de los trabajadores por una sola vez
(artículos 926 y 927).
III. La conciliación en materia de derecho internacional público es un medio de
solución pacífica de controversias entre Estados, caracterizado por la participación de
comisiones especiales, creadas convencionalmente por las partes con anterioridad al
surgimiento de la diferencia o a posteriori, para atender de manera específica cualquier
caso concreto de conflicto. Tiene por finalidad dilucidar la controversia y presentar un
informe o acta que no es obligatorio para las partes. De esta suerte, la conciliación es un
método intermedio entre los buenos oficios y la mediación, ya que es un recurso
institucional entre el arbitraje y la Corte Internacional de Justicia, en la medida que el
fallo de la mediación carece de fuerza obligatoria.
El sistema de conciliación para el tratamiento de cuestiones internacionales
adquirió importancia al aprobarse en la Sociedad de las Naciones la llamada Acta General
para el Arreglo Pacífico de las Diferencias Internacionales de Ginebra de 1928. Pero
asimismo en el continente americano han sido previstas Comisiones Interamericanas de
128
esposos, padres y tutores, y e) todos los problemas familiares que guarden similitud con
los anteriores y que requieran la intervención judicial. En todas estas controversias el
juez de lo familiar está facultado también para intentar la conciliación entre las partes
antes de que el asunto sometido a su decisión pase a sentencia, disponiendo igualmente
de facultades para proponer las bases que les permitan optar por un arreglo que dirima los
puntos controvertidos y ponga fin al juicio (artículo 946 Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal).
La conciliación en materia civil ha continuado su desarrollo, en virtud de las
reformas tanto al Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal como a la
Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal
publicadas en el Diario Oficial de 7 de febrero de 1985, por virtud de las cuales se
adicionó el título decimocuarto bis al citado ordenamiento procesal para regular las
controversias en materia de arrendamiento de fincas urbanas destinadas a habitación, y en
la mencionada ley orgánica se crearon los Juzgados del Arrendamiento Inmobiliario.
En el referido procedimiento, una vez presentada la demanda con los documentos
y copias requeridas, se correrá traslado de ella al demandado, citando a las partes para
que concurran en el plazo de tres días al juzgado para que tenga verificativo la audiencia.
conciliatoria respectiva. Si comparecen las partes o sus representantes con facultades
expresas para transigir legalmente, el juez, a través del conciliador, escuchará las
pretensiones de las partes con el objeto de procurar una amigable composición; si la
logra, se celebrará el convenio respectivo, que será aprobado por el juez con efectos de
autoridad de cosa juzgada, cuando reúna los requisitos legales (artículos 959 y 969
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal).
Si a la citada audiencia conciliatoria no asiste el actor, se le tendrá por desistido
de la demanda, pero si el demandado no comparece o en la diligencia no se lograra la
avenencia de las partes, el juez prevendrá al propio demandado para que conteste la
demanda en el plazo de cinco días (artículo 969 Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal).
Una de las innovaciones de la reforma procesal y orgánica de 1985 fue la
introducción de los conciliadores en los Juzgados del Arrendamiento Inmobiliario, los
que deberán reunir los mismos requisitos que la ley orgánica señala a los Secretarios de
los Juzgados de lo Civil y son designados en la misma forma. Dichos conciliadores
profesionales deben estar presentes en la audiencia de conciliación y escuchar las
pretensiones de las partes para procurar su avenimiento, así como dar cuenta al juez de la
aprobación del acuerdo, en caso de que proceda, y además, informar al propio juzgador
de los resultados logrados en las audiencias que se les encomienden (artículo 60-F Ley
Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal)
También en materia civil se ha logrado un nuevo avance en la reforma al Código
de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal publicada en el Diario Oficial el 10 de
enero de 1986, en la que se introdujo como institución genérica la audiencia previa y de
conciliación, que debe señalarse por el juez dentro de los diez días siguientes a la
contestación de la demanda o de la reconvención, o de la declaración de rebeldía, dando
vista en el plazo de tres días a la parte que corresponda con las excepciones que se
hubieren opuesto en su contra. Cuando una o las dos partes no concurren sin causa
justificada, el juez debe imponerles una multa, de acuerdo con los nuevos montos
señalados por la fracción II del artículo 62 Código de Procedimientos Civiles para el
130
Distrito Federal, pero si asistieron ambas, el propio juzgador examinará las cuestiones
relativas a la legitimación procesal y luego procederá a procurar la conciliación, la que
está a cargo del conciliador adscrito al juzgado, y el cual debe preparar y proponer a las
partes alternativas de solución a la controversia.
Cuando los interesados lleguen a un acuerdo, el juez lo aprobará de plano, si
procede legalmente, con efectos de cosa juzgada. Pero de no lograrse el avenimiento, la
citada audiencia debe continuar a fin de que el juzgador regularice el procedimiento a
través del examen y la depuración de los presupuestos procesales (artículo 272-A Código
de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal)
Como puede observarse de las dos reformas mencionadas de 1985 y 1986, en
materia de conciliación el legislador ha adoptado el criterio de las nuevas corrientes
contemporáneas, que atribuyen a este instrumento un carácter dinámico y técnico, puesto
que tradicionalmente ha fracasado en materia civil debido a que se había transformado en
una simple exhortación hecha por el juez o el secretario a las partes. Actualmente tanto
en materia de conflictos inmobiliarios como en el proceso civil en general, la actividad
conciliatoria queda a cargo de funcionarios profesionales y especializados, adscritos a los
juzgados respectivos.
VI. En la Ley Federal de Protección al Consumidor se halla fijado asimismo un
breve procedimiento conciliatorio por cuanto en esta legislación se concede al procurador
federal del consumidor el ejercicio de la función conciliadora (artículo 59 Ley Federal de
Protección al Consumidor). El procedimiento se prevé para el caso de “reclamaciones
contra comerciantes, industriales, prestadores de servicios, empresas de participación
estatal, organismos descentralizados y demás órganos del Estado”. El procedimiento se
inicia ante la Procuraduría con la reclamación que presenta el consumidor, organismo que
solicita un informe al reclamado advirtiéndole las consecuencias de una omisión.
Recibido dicho informe se cita a las partes a una audiencia en la que se buscará conciliar
los intereses del proveedor y el consumidor, presumiéndose la negativa de un arreglo
respecto del primero, si no concurre a la diligencia. El afectado, independientemente de
que la Procuraduría obtenga una solución favorable a su reclamación o de que no sea
posible un acuerdo entre las partes, podrá presentar su demanda judicial por los medios y
en la forma establecida en las disposiciones legales competentes. El otro derecho de que
dispone es que al interponer su reclamación la prescripción de cualquier acción que pueda
intentarse contra el proveedor se interrumpirá hasta dictar resolución la Procuraduría,
cualquiera que sea el sentido en que ésta se pronuncie.
VII. En materia de relaciones de trabajo entre las instituciones de crédito y
auxiliares y sus respectivos trabajadores, desde el 20 de noviembre de 1937 se promulgó
un Reglamento del trabajo de las instituciones de crédito y auxiliares, sustituido con
fecha 22 de diciembre de 1953 y finalmente modificado en casi la totalidad de sus
disposiciones el año de 1974, en cuyo reglamento los empleados bancarios quedan
sujetos a las normas ahí establecidas en todo lo concerniente al contrato individual de
trabajo por medio del cual se establezca a su vez la relación laboral. Ahora bien,
conforme a este reglamento los conflictos que surjan entre los bancos y sus servidores
podrán ser planteados previamente ante la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros, que
intervendrá entre las partes en forma conciliatoria en lo que atañe a conflictos derivados
de la jornada, el salario, los descansos y demás condiciones fijadas en las contrataciones.
131
CONCLUSIONES DEL MINISTERIO PUBLICO. I. Son las que formula una vez
terminada la instrucción en el proceso penal, para establecer su posición definitiva
respecto a la existencia y clasificación del delito, así como en relación con la
responsabilidad del inculpado; las que deben servir de base a la resolución del juzgador.
II. El ordenamiento jurídico mexicano se apoya en la interpretación legislativa y
jurisprudencia del artículo 21 de la Constitución, sobre el monopolio del ejercicio de la
acción penal por parte del Código Penal del Distrito Federal, por lo que sus conclusiones
asumen particular importancia al cerrarse la instrucción en el proceso penal, ya que de
acuerdo con ellas debe resolver el tribunal.
III. El Ministerio Público puede adoptar dos posiciones diversas, es decir, puede
presentar conclusiones acusatorias, o no acusatorias, pero en las dos hipótesis debe hacer
una exposición sucinta y metódica de los hechos conducentes e invocar las disposiciones
legales y doctrinales aplicables (artículos 316 Código de Procedimientos Penales para el
Distrito Federal y 242 Código Federal de Procedimientos Penales ).
En el supuesto de que las conclusiones sean de no acusación, o tratándose de
aquellas que en opinión del tribunal sean contrarias a las constancias de autos, el mismo
juzgador debe dar vista al procurador general respectivo, a fin de que, en su calidad de
jefe del Ministerio Público y oyendo el parecer de sus agentes, determine si se confirman
o modifican las conclusiones presentadas por aquel que intervino en el proceso respectivo
(artículos 320-321 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 294-295
Código Federal de Procedimientos Penales )
Si el citado procurador confirma las conclusiones no acusatorias, las que
equivalen a un desistimiento, el juez debe sobreseer el proceso y ordenar la libertad
definitiva del inculpado, ya que dicha resolución tiene los efectos de una sentencia
absolutoria firme (artículos 323-324 y 298, fracción I, del Código Federal de
Procedimientos Penales).
IV. Si las conclusiones son acusatorias, el Ministerio Público debe determinar las
proposiciones concretas relativas a los hechos punibles que atribuye al inculpado,
señalando los elementos constitutivos del delito y las circunstancias que deben tomarse
en cuenta para la imposición de las sanciones correspondientes, incluyendo la reparación
del daño, cuando proceda. De manera expresa fue modificado el artículo 293 del Código
Federal de Procedimientos Penales en la reforma promulgada en diciembre de 1983 para
establecer la obligación del Ministerio Público de indicar en sus conclusiones acusatorias
los elementos necesarios para la individualización de la pena.
En las propias conclusiones, el Ministerio Público fija de manera definitiva los
términos de la acusación, con la facultad de reclasificar la tipificación de los hechos
delictuosos de acuerdo con los resultados de la instrucción, siempre que no altere los
mismos hechos, por lo que el juez debe circunscribirse a los límites de acusación y no
puede rebasarla agraviando o variando la petición del acusador (tesis 12, página 29,
Primera Sala, del Apéndice al Semanario Judicial de la Federación, publicado en el año
de 1985).
Al respecto, el artículo 319 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal establece que las conclusiones definitivas del Ministerio Público sólo pueden
modificarse por causa superveniente y siempre en beneficio del acusado.
V. Las conclusiones del Ministerio Público influyen también en la defensa, ya que
si son acusatorias deben comunicarse al inculpado y a su defensor para que contesten el
133
escrito de acusación y formulen a su vez las conclusiones que consideren pertinentes, las
que pueden variar en tanto no se declare visto el proceso, pero si no se presentan en los
plazos respectivos, se deben tener por formuladas las de inculpabilidad (artículos 315-319
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 296-297 Código Federal de
Procedimientos Penales).
véase Acción Penal, Acusación, Ministerio Público
VI. BIBLIOGRAFIA: Franco Sodi, Carlos, El procedimiento penal mexicano, 4ª
edición, México, Porrúa, 1957; García Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal
penal, 4ª edición, México, Porrúa, 1983; González Bustamante, Juan José, Principios de
derecho procesal penal mexicano; 8ª edición, México, Porrúa, 1985; Piña y Palacios,
Javier, Derecho procesal penal, México, Talleres Gráficos de la Penitenciaría del Distrito
Federal, 1947.
Héctor Fix-Zamudio
cuando se ataquen los derechos de tercero, o por resolución gubernativa, dictada en los
términos que marque la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad”.
II. Interpretación del artículo 5° Constitucional. Una interpretación amplia del
precepto, no ya literal, ni ceñida a la filosofía individualista que reproduce su texto, sino,
más bien, dentro de las ideas sociales de la revolución mexicana, que cristalizaron
precisamente en diversos preceptos de la Carta Magna (artículos 9°, 27, 28, 115, 123),
lleva necesariamente a admitir que tal libertad tiene como límites la realización de
actividades ilícitas o contrarias al interés público; consecuentemente, que es posible
limitarla e incluso prohibirla cuando su ejercicio viole derechos de terceros o atente en
contra del bien público, o como indica el Código Civil italiano (artículo 2595), lesione los
intereses de la economía nacional.
En efecto, la licitud y el respeto a los derechos de la sociedad de que habla la
norma, exigen que el ejercicio del comercio no sea “contrario a las leyes de orden público
o a las buenas costumbres”, como con precisión indica el artículo 1830 Código Civil para
el Distrito Federal al definir lo que significa un hecho ilícito; lo que repite el artículo
1910 del mismo ordenamiento.
Con este contexto se tiene que admitir lo que, por otra parte, es principio
necesario del derecho; o sea, que la libertad (de comercio en este caso) es la posibilidad
de una actividad normativa y que no afecte derechos de terceros o el interés público; ya
que una libertad sin frenos conduciría al abuso del fuerte en contra del débil, y no a un
régimen democrático, sino de opresión oligárquica.
Que la interpretación que deba darse a la libertad de comercio y al texto del
artículo 5° Constitucional sea esa, se desprende tanto de diversos preceptos de nuestro
derecho, como de prácticas en materia de concurrencia que restringen la libre
competencia.
III. El artículo 28 constitucional. Dentro del capítulo I de la Constitución, que se
refiere a las garantías individuales, también está comprendido el artículo 28, que en
general prohibe los monopolios y los actos que atentan contra la libre concurrencia, y
reitera expresamente (párrafo segundo), el principio de la libre concurrencia, con una
redacción farragosa y ambigua, que admite que se restrinja cuando ocasione “ventajas
indebidas a favor de una o varias personas... y con perjuicio del público en general o de
alguna clase social”.
IV. La prohibición de la competencia desleal. La norma de alcance más general
no está contenida, por cierto, en una ley interna, sino en un tratado internacional, como es
el Convenio de París para la protección de la propiedad industrial del 20 de marzo de
1883, en su última revisión adoptada en Estocolmo el 14 de julio de 1967 aprobada por
México el 11 de septiembre de 1975, promulgada por el ejecutivo federal y publicada en
el Diario Oficial del 27 de julio de 1976; que, por tanto es “ley suprema de toda la
Unión” (artículo 133 Constitucional).
El artículo 10 bis de dicho Convenio define la competencia desleal: “todo acto de
competencia contrario a los usos honestos en materia industrial o comercial” (párrafo 2);
y en particular prohibe (párrafo 3): “1..Cualquier acto capaz de crear una confusión, por
cualquier medio que sea, respecto del establecimiento, los productos o la actividad
industrial o comercial de un competidor. 2. Las aseveraciones falsas en el ejercicio del
comercio, capaces de desacreditar el establecimiento, los productos o la actividad
industrial o comercial de un competidor. 3. Las indicaciones o aseveraciones cuya
136
Tienen preferencia para ser pagadas antes de las demás con algunos bienes en
especial, las deudas: a) por gastos de salvamento, con el valor de la cosa salvada; b) las
contraídas antes del concurso para obras de rigurosa conservación; c) las deudas a las que
la ley da al acreedor derecho de retención, como el fabricante de cosa mueble, los fletes,
el hospedaje y el arrendamiento respecto de los bienes que se hallen en poder del
acreedor; d) los créditos anotados en el Registro Público de la Propiedad por embargos o
ejecución de sentencia, respecto a créditos posteriores.
Pagados los acreedores privilegiados antes mencionados se establecen cuatro
clases de acreedores con prelación en el pago. Son acreedores de primera clase:
l.. Los gastos judiciales del concurso.
2. Los gastos de conservación y administración de los bienes concursados.
3. Los gastos de funeral del deudor, su cónyuge e hijos.
4. Los gastos de enfermedad hechos en los seis meses anteriores al fallecimiento
de los nombrados antes.
5. Créditos por alimentos fiados al deudor y su familia en los seis meses anteriores
al concurso
6. La responsabilidad civil cuando consista en gastos de curación o funerales del
ofendido.
Pagados los acreedores de primera clase se debe proceder al pago de los
acreedores de segunda clase:
l. Acreedores con derecho a hipoteca necesaria que no la hubieran exigido.
2. Los créditos fiscales que no se refieran a bienes concretos.
3. Los créditos de establecimientos de beneficencia.
Pagados éstos corresponde pagar a los acreedores de tercera clase; éstos son
aquellos en que su crédito consta en escritura pública u otro documento auténtico.
Y por último a los acreedores de cuarta clase cuyo crédito conste en documento
privado.
Dentro de esta última clase se prevé el pago de cualquier otro crédito con el
remanente sin atender ni a la fecha ni al origen del crédito.
El deudor sujeto a patria potestad o a tutela, y el que estuviera impedido para
trabajar tendrá derecho a alimentos, si obró de buena fe y el valor de los bienes excede al
importe de los créditos; cesarán los alimentos si se hace constar que los bienes son
inferiores a los créditos, pero el deudor no devolverá lo que hubiera percibido.
IV. El juicio consta de cinco fases o períodos:
l) El declarativo que se inicia con la solicitud del deudor o de los acreedores en el
cual el juez prevé el aseguramiento de los bienes, la citación del deudor y acreedores, la
prohibición de hacer pagos al concursado, la acumulación al concurso de los juicios
pendientes contra el deudor y el nombramiento de un síndico provisional.
2) Periodo de reconocimiento y graduación de créditos, en el cual los acreedores
deberán presentar los documentos justificativos de sus créditos, el síndico presentar el
informe y dictamen de cada uno de los créditos y clasificarlos según sus privilegios. Si el
crédito no es objetado por el síndico, el concursado o la mayoría de acreedores se tendrá
por bueno y verdadero. Las objeciones particulares de algún acreedor se tramitarán a su
costo por la vía incidental. La rectificación y graduación de. créditos se hará en junta de
creedores, en la misma los acreedores designarán síndico definitivo.
141
La pena para el concurso ideal será la que corresponda al delito que merezca la
mayor, la que se podrá aumentar hasta en una mitad más de su duración, sin que pueda
exceder de los máximos señalados en el título segundo del libro primero del Código
Penal del Distrito Federal (cuarenta años de prisión).
Si estamos frente al concurso real, se impondrá la pena correspondiente al delito
que merezca la mayor, la cual podrá aumentarse hasta la suma de las penas
correspondientes por cada uno de los delitos, sin que tampoco exceda de cuarenta años de
prisión. En caso de delito continuado, se aumentará hasta una tercera parte de la pena
correspondiente al delito cometido.
Los artículos 23 y 24 del Código Penal del Estado de Veracruz, vigente desde el
20 de octubre de 1980, establecen que existe concurso ideal o formal, cuando con una
sola conducta se violan varias disposiciones penales compatibles entre sí y que se
manifiesta el concurso real o material, cuando con pluralidad de conductas o hechos, se
violan varias disposiciones penales, si no han sido motivo de sentencia ejecutoria y la
acción penal para perseguirla no está prescrita.
Los artículos 19, 20 y 21 del Código Penal del Estado de México que entró en
vigor el 23 de enero de 1986, establecen que existe concurso de delitos siempre que
alguien sea juzgado en un mismo proceso por varios delitos ejercitados en actos distintos,
si no se ha pronunciado antes sentencia ejecutoria y la acción penal no ha prescrito, o
cuando con una sola acción, omisión o comisión por omisión, ya sea dolosa, culposa o
preterintencional, se violen varias disposiciones penales compatibles entre sí. No hay
concurso cuando se trate de un delito continuado o permanente; si las disposiciones
legales violadas son incompatibles entre sí; si uno o varios delitos constituyen un grado o
grados de otro o medio de ejecución, y si un delito constituye un elemento de otro o una
circunstancia agravante de su penalidad.
IV. BIBLIOGRAFIA: Camargo Hernández, César, El delito continuado,
Barcelona, Editorial Bosch, 1951; Castineira, María T., El delito continuado, Barcelona,
Editorial Bosch, 1977; Landrove Díaz, Gerardo, Los fraudes colectivos, Barcelona,
Editorial Bosch, 1978; Maggiore, Guiseppe, Derecho penal; 5ª edición, traducción de
José J. Ortega Torres, Bogotá, Temis, 1954, volumen II; Navarro García, Raúl, El delito
continuado, México, 1962; Nino, Carlos Santiago, El concurso en el derecho penal,
Buenos Aires, Editorial Medrano, 1972; Porte Petit Candaudap, Celestino, Programa de
la parte general de derecho penal; 2ª edición, México, UNAM, 1968; Roldán Sánchez,
Vicente, El delito continuado, México, 1955; Zaffaroni, Eugenio Raúl, Teoría del delito,
Buenos Aires, Ediar, 1973.
la norma. En una teoría iusnaturalista, la valoración sobre qué derecho debe prevalecer
es consecuencia del derecho natural y no puede ser violentada por la decisión del
legislador. Algunas de las reglas posibles que el legislador puede establecer son: el
derecho de mayor jerarquía prevalece sobre el menos importante; si son de la misma
jerarquía subsiste el que tiende a evitar una pérdida sobre el que tienda a obtener una
ganancia; el derecho más antiguo es preferible al más nuevo; tiene mayor derecho el que
posee; etcétera
El legislador mexicano ha establecido prelaciones de derechos; como ejemplo
podemos citar el derecho de los trabajadores a cobrar sus salarios de un año sobre
cualquier otro crédito (artículo 113 Ley Federal del Trabajo). El Código Civil para el
Distrito Federal consigna en el libro cuarto, tercera parte, la forma en que se deben pagar
los créditos en caso de concurso, y el Código de Comercio hace lo propio en el título
cuarto, capítulo IV.
consista en prisión que no exceda de dos años (cumpliendo los demás requisitos del
artículo 90 del Código Penal del Distrito Federal), para intentar su reintegración a la
convivencia social.
IV. En materia civil, decisión judicial contraria al demandado y estimatoria., en
todo o en parte, de las pretensiones del actor o demandante.
Cabe distinguir:
l) Condena de reserva. Cuando la sentencia condena al demandado, pero le
reserva la facultad de reclamar - en otro juicio - los derechos que, en la misma, no le
fueron reconocidos.
2) Condena de futuro. Se da, en supuestos excepcionales, por razones de
economía procesal, o para la mejor protección de los derechos del acreedor y para evitar
conductas maliciosas del deudor, que hagan ineficaces los derechos de aquél.
Así, la condena de futuro viene referida a una obligación - todavía no exigible -,
pero que lo será después.
Ejemplos serían: cuando el juez condena al pago de prestaciones periódicas
(rentas, pensiones, etcétera); cuando la pretensión del actor no es la exigibilidad
inmediata de una obligación sino el aseguramiento de su derecho en el porvenir, en cuyo
supuesto el juzgador, tras señalar el plazo para el cumplimiento, condena a la
satisfacción, oportuna y futura, de la obligación.
V. BIBLIOGRAFIA: Becerra Bautista, José, El proceso civil en México; 7ª
edición, México, Porrúa, 1979; Borja Osorno, Guillermo, Derecho procesal penal,
Puebla, Cajica, 1969; Briseño Sierra, Humberto, Derecho Procesal, México, Cárdenas
Editor y Distribuidor, 1969-1970, 4 volúmenes; Colín Sánchez Guillermo, Derecho
mexicano de procedimientos penales, 5ª edición, México, Porrúa, 1979; Ovalle Favela,
José, Derecho procesal civil, México, Harla, 1980; Pallares, Eduardo, Derecho procesal
civil, 8ª edición, México, Porrúa, 1979.
alguna ley o a las buenas costumbres. En estos casos la condición anula la obligación que
de ella dependa.
Y, por último, se diferencian las condiciones suspensivas de las resolutorias. Es
suspensiva cuando de su cumplimiento depende la existencia de la obligación (artículo
1939 Código Civil para el Distrito Federal) y es resolutoria cuando su cumplimiento deja
sin efecto la obligación, volviendo las cosas al estado que tenían como si esa obligación
no hubiese existido (artículo 1949 Código Civil para el Distrito Federal).
II. Efectos. El artículo 1941 Código Civil para el Distrito Federal señala que la
condición en general tiene un efecto retroactivo, ya que una vez cumplida ésta, se
retrotraen sus efectos al tiempo en que la obligación fue formada, salvo pacto en
contrario.
Para estudiar los efectos de las condiciones resolutoria y suspensiva se analizan
tres momentos: antes de realizarse, en momento de su realización y cuando se tiene la
certeza de que no se realizará.
Tratándose del primer momento en la condición resolutoria, la obligación surte
sus efectos como si fuera pura y simple; en el momento que la condición se realiza, las
consecuencias son borradas retroactivamente y todo sucede como si el acto jurídico no se
hubiera realizado; y cuando se tiene la certeza de que la condición no se va a realizar, la
obligación será considerada como pura y simple.
En el caso de la condición suspensiva, en tanto no se realiza la obligación no surte
todos sus efectos (en la doctrina se discute sí la condición pospone el nacimiento de la
obligación o no); una vez realizada la condición se retrotraen sus efectos al momento en
que se realizó el acto que dio origen a la obligación y todo sucede como si hubiera sido
puro y simple; y, finalmente si se tiene la certeza de que la condición no va a darse, se
tiene por no realizado el acto jurídico.
III. BIBLIOGRAFIA: Bejarano Sánchez, Manuel, Obligaciones civiles, México,
Harta, 1980; Gaudement, Eugenio, Teoría general de las obligaciones; traducción y
notas de derecho mexicano de Pablo Macedo, México, Porrúa, 1974; Gutiérrez y
González, Ernesto, Derecho de las obligaciones, 4ª edición, Puebla, Cajica, 1971; Ortiz
Urquidi, Raúl. Derecho civil (parte general); introducción teoría del derecho
(ubicación del civil); teoría y técnica de aplicación de la ley, teoría general del negocio
jurídico, México, Porrúa, 1977.
II. Está fuera de toda duda que las posibilidades de producción masiva y mass-
marketing se expresan en una contratación que convierte los pactos contractuales en
uniformes y estereotipados y en donde la negociación y el consentimiento individuales
como los conceptuaba la teoría clásica son totalmente inadecuados.
En este orden de ideas el contrato de adhesión (o por adhesión) ha sido
conceptuado como aquel cuyo contenido contractual ha estado determinado total o
parcialmente en forma abstracta y general antes del periodo contractual; el contrato tipo
es un modelo - formulario - redactado por personas privadas o públicas, y que por sí
mismo no constituye contrato de adhesión; sin embargo, cuando es un contrato tipo
obligatorio, se constituye era el instrumento privilegiado de los contratos de adhesión. La
estrecha relación entre contratos tipo y contratos de adhesión, se explica en la medida en
la que se suceden en un contexto idéntico.
III. Finalmente las condiciones generales de contratación son el conjunto de
reglas que un particular ha establecido para fijar el contenido (derecho y obligaciones) de
los contratos que sobre un determinado tipo de prestaciones se propone celebrar; se
expresan en forma de lista de cláusulas que obran anexas al contrato o bien se incorporan
a él por referencia.
IV. BIBLIOGRAFIA: Galindo Garfias, Ignacio, “Cláusulas que limitan o
excluyen las responsabilidades en las condiciones generales de contratación” Estudios de
derecho civil, México, UNAM, 1981; García Amigo, Manuel, Condiciones generales de
los contratos (civiles y mercantiles). Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado,
1969.
cuando el tipo exige como núcleo una mera conducta”. Y añade que “el Código Penal al
reglamentar la conmutación (artículo 74) ‘alude a los móviles de su conducta’”.
En la Constitución, agregamos nosotros, también se utiliza la expresión “mala
conducta” como causal de destitución de los ministros de la Suprema Corte, en el artículo
111, 5° párrafo. Pero lo cierto es que en el Código Penal del Distrito Federal o en la
Constitución se utilizan con mayor frecuencia y en el mismo sentido, expresiones tales
como acción, omisión, hecho y acto (artículos 7°, 12, 13, fracción IV, 15 fracción II,
etcétera del Código Penal del Distrito Federal y artículos 14 párrafo, 2°, 16, 20 fracción
III, 28 párrafo 2°, 111, párrafo 2°, 5°, etcétera).
La Suprema Corte ha considerado que “dentro del significado de conducta, debe
entenderse el comportamiento corporal voluntario”, según cita de Porte Petit, aunque en
otras ocasiones, particularmente en lo que se refiere a la conducta condicional, la
conducta aparece como un conjunto de acciones valoradas unitariamente que permiten
caracterizar el comportamiento general de un sujeto.
III. La conducta, como “elemento del delito” y en este sentido como género de la
acción y de la omisión tiene mayor o menor alcance según las distintas “teorías del
delito”. Para los autores que siguen el concepto causal de acción la conducta comprende
la voluntad, la actividad y, en el caso de la omisión, el deber jurídico de abstenerse. Pero
la voluntad que se toma en cuenta en este caso es una voluntad como causa del hacer u
omitir externo y no la voluntad como efecto de una decisión finalista. En cambio, para la
teoría finalista del delito la conducta es tomada en cuenta desde el punto de vista de una
actividad dirigida a su meta por la voluntad. También es causal la llamada concepción
finalista de la acción, pero en ella ésta no es causa sino efecto y por lo tanto el “dolo” o la
finalidad lícita aparece en los delitos dolosos y culposos, respectivamente, como uno de
sus elementos. Aunque el finalismo pretende que con ello se ha logrado un concepto de
acción (conducta) ontológico o prejurídico como objeto de regulación del derecho penal,
lo cierto es que jurídicamente la conducta, como contenido de normas, se estructura
según su peculiar y propia legalidad.
El error del causalismo, por su parte, ha sido el de discutir la cuestión en el plano
de lo prejurídico o naturalístico. Y ello es un error porque la “voluntariedad” de la
conducta, más que confirmación empírica de un fenómeno es el sentido de la imputación
jurídica. En otras palabras, la conducta. vista desde el ángulo de una interpretación
causal constituye un objeto de conocimiento distinto al de la conducta como objeto de
conocimiento bajo un esquema de interpretación normativo. Desde este último punto de
vista, acción y omisión constituyen conceptos intercambiables y por lo tanto reductibles,
mientras que desde un enfoque naturalístico o causal, tal cosa no es posible.
IV. Ha sido preocupación constante de los penalistas, la determinación de las
llamadas causas excluyentes de la conducta. En general hay consenso en considerar
como tales los actos reflejos, los estados hipnóticos, ciertos estados fisiológicos, ciertos
actos instintivos. Suele discutirse el caso de los actos habituales y los impulsivos. En
general es también considerada una “excluyente” de acción la llamada “vis absoluta” o
“fuerza física irresistible” (artículo 15, fracción I Código Penal del Distrito Federal). En
cambio el caso de la llamada “obediencia debida” como excluyente de conducta,
defendido por Soler, no ha obtenido mayor aceptación.
Desde nuestro punto de vista sin embargo, como se trata de una problemática
propia de la imputación (en el sentido kelseniano de “imputación periférico”), es correcto
155
considerar como excluyente de acción o conducta todos aquellos casos en que, como
contenidos de normas, no se atribuye la acción al sujeto agente como “autor”. Son casos
en los cuales el propio derecho conecta ciertas condiciones a ciertas consecuencias
“retrocediendo” más allá de lo habitual. Es el caso también de las llamadas “acciones
libres en su causa” (actio libera in causa) en la cual las normas jurídicas atribuyen a un
sujeto las consecuencias de su propia actividad realizada bajo uno de los considerados
“ex-cluyentes” de la acción, bajo la condición de haber provocado voluntariamente tal
situación.
Véase Causalidad
V. BIBLIOGRAFIA: Gramajo, Edgardo, La acción en la teoría del delito,
Buenos Aires, Astrea. 1975; Jiménez de Asúa, Luis, Tratado de derecho penal; 3ª
edición, Buenos Aires, Lozada, 1965, volumen III; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho
penal mexicano, tomo I, Introducción a las figuras típicas; 2ª edición, México, Porrúa,
1977; Núñez, Ricardo C., Manual de derecho penal (parte general); 3ª edición, Córdoba,
Lerner, 1977; Porte Petit, Celestino, Apuntamientos de la parte general de derecho penal;
4ª edición, México, Porrúa, 1978; Skinner, B. F., The Behavior of Organisms, Nueva
York, Appleton, 1938; Soler, Sebastián, Derecho penal argentino, 4ª edición, Buenos
Aires, TEA, 1970; volumen I; Wilson, Edward O., Sobre la naturaleza humana, México,
FCE, 1980; Winch, Peter, Ciencia social y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
CONEXIDAD. I. (Del latín connexus, a su vez del verbo connectere, atar juntos) Por
conexidad debe entenderse la estrecha relación que existe entre dos o más procesos, por
lo que la resolución que se dicte en uno de ellos puede influir en los otros, y por ello
resulta conveniente que se sometan al mismo tribunal, evitando la posibilidad de
sentencias contradictorias.
En la mayor parte de los casos, la conexidad procesal, ya sea que se trate de
procesos o de pretensiones, desemboca en la acumulación de los juicios que se
encuentran involucrados y se resuelven no sólo por el mismo juzgador sino también en
una sola sentencia, aun cuando se tramiten en expedientes separados.
II. La conexidad coincide en sus lineamientos fundamentales en las diversas
ramas procesales, pero en cada una de ellas posee determinados matices, por lo que
examinaremos por separado las características que para esta institución establecen los
diversos ordenamientos procesales mexicanos.
A. En el proceso civil, el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal lo regula como una excepción dilatoria que debe hacer valer la parte interesada a
través de un incidente de previo y especial pronunciamiento (artículo 35, fracción III). Es
evidente que dicho ordenamiento incurre en falta de técnica, ya que en realidad no puede
considerarse como una verdadera excepción, por no existir defectos en los presupuestos o
en la relación jurídico-procesal.
De acuerdo con el artículo 39 del citado Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal, se configura la conexidad de causas, es decir, de procesos, cuando existe
identidad de personas y de acciones (pretensiones), aunque las cosas sean distintas, y
cuando las acciones (pretensiones) provengan de la misma causa (es decir, del mismo
vínculo jurídico). De acuerdo con este precepto, la aparente excepción de conexidad
156
tiene por objeto que se remitan los autos al juzgado que primero previno en el
conocimiento de la causa conexa.
No procede la acumulación cuando los procesos relacionados se encuentran en
diversas instancias; se trate de juicios especiales o cuando los jueces que conozcan de
ambos procesos pertenezcan a tribunales de alzada diferente (artículo 40).
La parte que señale la conexidad debe acompañar a su escrito, copia autorizada de
la demanda y de la contestación en el juicio conexo, o en su defecto, solicitar la
inspección de los autos, y con esta prueba y la opinión de la parte contraria que debe
expresarla dentro de tres días, el juez ante el cual se presente la solicitud debe fallar
dentro de las veinticuatro horas siguientes, ordenando se acumulen los autos al juicio más
antiguo, para que, aun cuando se tramiten en expedientes diversos, se resuelvan en una
misma sentencia (artículos 41-12) .
Según el Código Federal de Procedimientos Civiles dos o más litigios deben
acumularse, es decir, entre ellos existe conexidad, cuando la decisión de cada uno exige
la comprobación, la constitución o la modificación de relaciones jurídicas, derivadas, en
todo o en parte del mismo hecho, el cual tiene necesariamente que comprobarse en todo
caso; tienden en todo o en parte al mismo efecto, o cuando en dos o más juicios, debe
resolverse total o parcialmente en una misma controversia (artículo 72).
Cuando los procesos relacionados se encuentren en el mismo tribunal, la
acumulación puede ordenarse de oficio o a petición de parte, a través del procedimiento
incidental, pero si se encuentran en tribunales diversos, la acumulación se tramitará en la
forma señalada para los conflictos de competencia planteados por inhibitorio, de manera
que el juzgador que decida sobre la vinculación enviará los autos al que deba conocer de
los juicios respectivos, cuando proceda la acumulación devolverá a cada tribunal los que
le hubiesen enviado, en caso contrario, en la inteligencia de que la citada acumulación se
hará del más nuevo al más antiguo, y siempre que no esté para verificarse la audiencia
final de la primera instancia (artículos 72-74).
La acumulación produce el efecto de que los asuntos relacionados deben
resolverse en una sola sentencia, para lo cual se suspenderá la tramitación de una cuestión
cuando esté por realizarse en ella la audiencia final del juicio. Se considera válido lo
practicado por los tribunales respectivos antes de promover la acumulación, pero lo
posterior será nulo, salvo lo dispuesto para providencias precautorias o por disposición
contraria de la ley (artículos 75-76).
III. B. En el proceso penal, la conexidad tiene su base en los artículos 18 y 19 del
Código Penal del Distrito Federal, de acuerdo con los cuales, hay acumulación (como
consecuencia de la vinculación de procesos o de pretensiones) siempre que alguno es
juzgado a la vez por varios delitos, ejecutados en actos distintos, si no se ha pronunciado
con anterioridad sentencia irrevocable y la acción para perseguirlos no está prescrita, y
por el contrario, no deben acumularse procesos o pretensiones citando los derechos
constituyen un delito continuo o cuando en un solo acto se violen varias disposiciones
penales, considerándose como delito continuo aquel en que se prolonga sin interrupción,
por más o menos tiempo, la acción o la omisión que lo constituyen.
Los artículos 484 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y
473 y 475 del Código Federal de Procedimientos Penales disponen la acumulación de
procesos y pretensiones cuando existen varios delitos ejecutados en actos distintos por la
misma persona; varios delitos cometidos por diversas personas unidas; varios delitos
157
cometidos por varias personas en diversos tiempos y lugares, pero en virtud de concierto
entre ellos; delitos cometidos para procurarse los medios de cometer otro, facilitar su
ejecución, consumarlo o asegurar su impunidad; procesos contra los partícipes de un
mismo delito; y procesos en averiguación de un mismo delito contra diversas personas.
La acumulación procede sólo durante la instrucción (artículos 485 Código de
Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 476 Código Federal de Procedimientos
Penales ) y puede ser promovida de oficio citando se siguen en el mismo tribunal, o bien
solicitarse por las partes (inculpado y Ministerio Público), incluyendo el código distrital
al ofendido entre los peticionarios (artículos 487-488 Código de Procedimientos Penales
para el Distrito Federal y 478 Código Federal de Procedimientos Penales).
No procede la acumulación cuando se trate de procesos que corresponden a
diversa jurisdicción (fueros), supuesto en el cual el código del Distrito establece que el
acusado debe quedar a disposición del juez que conozca el delito más grave (artículos
504 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 474 Código Federal de
Procedimientos Penales ).
Cuando se trate de jueces diversos, el trámite de la acumulación es el mismo de
los conflictos de competencia por inhibitoria (como lo establece expresamente el artículo
480 del Código Federal de Procedimientos Penales, y en forma más detallada, pero
similar, los artículos 490-50l del Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal).
Es competente para conocer de los procesos conexos el juez ante el cual se
tramiten las diligencias más antiguas, si bien el. código distrital dispone. que tiene
preferencia el juez de mayor jerarquía, y también agrega que si los delitos comenzaron en
la misma fecha, debe decidir el que conociere el delito más grave, y en el código federal
se establece en este supuesto, que queda a elección del Ministerio Público decidir sobre el
juez competente. Por su parte el código distrital deja en manos del propio Ministerio
Público determinar el juez cuando se trate delitos iguales.
En los casos en los que no proceda la acumulación a pesar de existir conexidad de
procesos o de pretensiones, los jueces deben comunicarse sus respectivas sentencias para
los efectos de la aplicación de sanciones (artículos 486 y 504 Código de Procedimientos
Penales para el Distrito Federal y 477 Código Federal de Procedimientos Penales ).
IV. C. En el proceso laboral la Ley Federal del Trabajo regula la conexidad en el
capítulo relativo a la acumulación de los juicios, ya que el artículo 766 dispone que
procede dicha acumulación de oficio o a petición de parte cuando se trate de juicios
promovidos por el mismo actor contra el mismo demandado, en los que se reclamen las
mismas prestaciones (aquí se trata en realidad de litis pendentia); cuando sean las mismas
partes, aunque las prestaciones sean distintas pero derivadas de una misma relación de
trabajo; cuando se trate de juicios promovidos por diversos actores contra el mismo
demandado, si el conflicto tuvo su origen en el mismo hecho derivado de la relación de
trabajo; y en todos aquellos casos, que por su propia naturaleza las prestaciones
reclamadas o los hechos que las motivaron, pueden originar resoluciones contradictorias.
La tramitación se hace de acuerdo con el procedimiento previsto para los
incidentes de previo y especial pronunciamiento y si se declara procedente la
acumulación, el juicio o juicios más recientes se acumularán al más antiguo, debiendo
resolver la Junta que previno. Si se trata de juicios iguales (litis pendentia), sólo surtirán
efectos las actuaciones del más antiguo, pero en los otros tres supuestos, que son
158
Héctor Fix-Zamudio
Ricardo Méndez
cuestiones sociales y jurídicas y se suscribió un tratado con reglas sobre estado civil y
capacidad de las personas, sobre el matrimonio contraído por nacionales en el extranjero
y por éstos en el país, sobre sucesiones, competencia sobre actos pasados o delitos
cometidos en el extranjero.
En 1889, en Montevideo, se reinició la tarea codificadora en derecho internacional
privado, y tuvo verificativo el congreso jurídico más importante del. siglo XIX en
América, en lo que hace a la unificación normativa del derecho internacional privado, ya
que se lograron convenciones sobre propiedad literaria, marcas de fábrica, patentes de
invención, ejercicio de profesiones liberales, derecho penal internacional, derecho civil
internacional, derecho comercial internacional y derecho procesal internacional. Se
adoptó como sistema la ley del domicilio y no la de la nacionalidad, lo que determinó un
divorcio entre el sistema europeo prevaleciente y el sistema de los países de América del
Sur.
La Sexta Conferencia Internacional Americana, que se reunió en La Habana, en
enero y febrero de 1928, aprobó el Código de Bustamante, obra del jurista cubano
Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén. Este Código fue ratificado por quince
naciones americanas. El buen éxito del Código de Bustamante se debe a que mediante la
redacción del artículo 7 se perrnit4e la suscripción a los países que siguen el sistema del
domicilio o a los que adoptan el sistema de la nacionalidad.
V. El movimiento codificador se ha reanudado en América bajo los auspicios de
la Organización de los Estados Americanos y ya han tenido verificativo tres conferencias
especializadas interamericanas de derecho internacional privado.
La Primera Conferencia Especializada Interamericana sobre Derecho
Internacional Privado (CIDIP-I) se desarrolló en la ciudad de Panamá, del 14 al 30 de
enero de 1975, y concurrieron representantes de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica,
Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos de América, Guatemala, Honduras, Jamaica,
México, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Uruguay
y Venezuela, todos ellos miembros de la Organización de Estados Americanos. Dejaron
de asistir Barbados, Bolivia y Haití. Como base previa se utilizaron los proyectos de
tratados elaborados por el Comité Jurídico Interamericano. En la fase inicial de la
Conferencia se decidió que las convenciones que se aprobaran tendrían, al lado de las
disposiciones de corte típicamente iusprivalista, normas de derecho uniforme, es decir,
que habría tanto normas formales o conflictuales, al lado de normas materiales, esto
último cuando fuese indispensable.
Como fruto de los trabajos de la primera CIDIP se concluyeron y firmaron seis
importantes convenciones: Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en
Materia de Letras de Cambio, Pagarés y Facturas; Convención Interamericana sobre
Conflictos de Leyes en Materia de Cheques; Convención Interamericana sobre Arbitraje
Comercial Internacional; Convención Interamericana sobre Exhortos o Cartas Rogatorias;
Convención Interamericana sobre Recepción de Pruebas en el Extranjero y Convención
Interamericana sobre Régimen Legal de Poderes para ser utilizados en el Extranjero.
México ha suscrito, ratificado, promulgado y publicado la Convención
Interamericana sobre Exhortos y Cartas Rogatorias, la Convención Interamericana sobre
Conflictos de Leyes en Materia de Letras de Cambio, Pagarés y Facturas la Convención
Interamericana sobre Arbitraje Comercial Internacional y la Convención Interamericana
sobre Recepción de Pruebas en el Extranjero. Los decretos de promulgación de las dos
164
juez señalará día y hora para la comparecencia. En este caso el deudor habrá de estar en
el lugar del juicio cuando se le haga la citación, y ésta deberá ser personal expresándose
en la notificación el objeto de la diligencia, la cantidad que se reclame y la causa del
deber.
Si el deudor no fuere hallado en su habitación, se entregará la cédula, conteniendo
los puntos a que se refiere el párrafo anterior, al pariente más cercano que se encontrare
en la casa
Si no comparece a la primera citación, se le citará por segunda vez bajo
apercibimiento de ser declarado confeso.
Si después de dos citaciones no compareciere ni alegare justa causa que se lo
impida, se le tendrá por confeso en la certeza de la deuda.”
Se ha calificado, esta diligencia preliminar de confesión judicial, de limitada y
perjudicial en la preparación del juicio en general; y, de prueba anticipada (y de ser más
exigente que la confesión intentada en el periodo probatorio regular) la confesión judicial
como medio preparatorio del juicio ejecutivo (Pallares).
Además los artículos 202 y 203 contienen lo que se ha denominado como
“reconocimiento” judicial o notarial de documento privado que contenga deuda líquida y
exigible (Ovalle).
III. La confesión judicial puede producirse en un segundo momento o estadio
procedimental, como actitud que puede asumir el reo y que ocurre después de realizado el
importante acto formal del emplazamiento, por el que se notifica al demandado de la
presentación de una demanda en su contra y se le advierte de la existencia de la carga (el
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal lo califica de “obligación”,
fracción III del artículo 259) de contestar la demanda ante el juzgado que lo emplazó, en
un plazo determinado (es plazo y no término: por eso se llama emplazamiento).
Transcurrido dicho plazo sin haber sido contestada la demanda se hará de oficio la
declaración de rebeldía o contumacia, tras examinar, el juez si el procedimiento se ha
cumplido con fiel legalidad.
Se presumirán confesados los hechos de la demanda que se deje de contestar,
ordena el párrafo final del artículo 271. Aquí se configura la confesión judicial ficta; en
una nueva interpretación auténtica, o mejor, en una nueva versión del legislador
procedimental mexicano, ya que antiguamente la no contestación de la demanda se
presumía como contestación negativa de los hechos afirmados por el actor. Otro tanto
puede colegirse sobre la confesión judicial tácita, en la hipótesis prevista por el artículo
638 del propio Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal que establece:
“El litigante será declarado rebelde sin necesidad que medie petición de la parte contraria
y cuando el que haya sido arraigado quebrante el arraigo sin dejar apoderado instruido.”
Es necesario aclarar que no en todos los casos de falta de contestación de la
demanda se presenta la rebeldía, sino que el artículo 271 específicamente exceptúa los
casos en que las demandas afecten las relaciones familiares o el estado civil de las
personas o de cuestiones de arrendamiento de fincas urbanas para habitación, cuando el
demandado sea el inquilino; pues entonces se tendrá por contestada en sentido negativo.
Dentro de esa catalogación de la confesión judicial como postura cabe adopte el
demandado, se puede involucrar aquélla en contestar la petición judicial del actor, el reo
admita total o parcialmente los hechos, Hipótesis clara y clásica de la confesión judicial,
en la que rechaza el derecho esgrimido y la pretensión (aspiración jurídica del actor, que
167
Pallares) e Individua e indivisa, contrastarte con la dividua, o sea, aquella. confesión que
no puede dividirse en perjuicio del confesante, sino que la de r«lazarse en su integridad
(E. Pallares). Sin embargo, existen reticencias doctrinarias y jurisprudenciales sobre esta
clase de confesión judicial, que si se interpreta. debe hacerse en su conjunto.
VII. Diversas teorías acerca de la naturaleza jurídica de la confesión judicial
provocada. l. En muchos autores tradicionalistas (Laurent, Lessona) se califica a la
confesión como acto de disposición del derecho material controvertido en el proceso
jurisdiccional. No obstante se ha observado, que a pesar de la, confesión, el juez aprecie
como de mayor peso otros medios de convicción y no dicte la sentencia en el sentido del
acto voluntario de la confesión vinculante (del animus confitendi).
2. Para otros tratadistas la confesión es el testimonio que rinde una de las partes
sobre hechos propios, dando importancia a que es un acto de ciencia y no un acto de
voluntad (Carnelutti, Cappelletti). Aquí se prescinde del ánimo de disposición y lo que
preocupa es la información que sobre los hechos debatidos puede aportar la parte.
Empero, conviene advertir que no es fácil olvidar el factor sicológico que impele en sus
funciones distintivas al confesante (parte), y al testigo (no interesado en la controversia).
Todavía se mencionan varias posturas más sobre la esencia de la confesión como ocurre
al hablar de diversas variantes del papel del animus confitendi (Devis Echandía) o que
estiman la confesión como un contrato, como un negocio procesal o en la concepción
elusiva de ser una prueba sui generis.
No podemos dejar al margen de esta nota un hecho significativo en tomo a la
confesional judicial provocada, derivada de la reforma legislativa que operó en el Código
de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal con fecha 10 de enero de 1986 y es el
relativo a su valor probatorio
De acuerdo con las disposiciones anteriores, ese catálogo legal adjetivo seguía el
sistema de la prueba tasada, aunque no faltara alguien que le calificara de mixto, pues en
la parte conducente el artículo 289 proclamaba: “La ley reconoce como medios de
prueba: I. Confesión; . . . “ y el numeral 402 especificaba: “La confesión judicial hace
prueba plena cuando concurren en ella la siguientes condiciones: I. Que sea hecha por
persona capaz de obligarse: II. Que sea hecha con pleno conocimiento, y sin coacción. ni
violencia; III. Que sea de hecho propio, o en su caso del representante o del cedente, y
concerniente al negocio; IV. Que se haga conforme a las formalidades de la ley”.
Y así hasta el artículo 410 el legislador determinaba las reglas que debía seguir el
juzgador para valorar este medio de convicción.
Por fortuna, en una muestra del avance científico legislativo que propugnó dicha
reforma, ahora se adopta por el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal
el régimen de valoración de la sana crítica, como fácilmente se puede colegir de los
nuevos artículos 289 y 402, que a continuación transcribimos:
“289. Son admisibles como medios de prueba aquellos elementos que puedan
producir convicción en el ánimo del juzgador acerca de los hechos controvertidos y
dudosos.”
“402. Los medios de prueba aportados y admitidos, serán valorados en su
conjunto por el juzgador, atendiendo a las reglas de la lógica y de la experiencia. En todo
caso el tribunal deberá exponer cuidadosamente los fundamentos de la valoración jurídica
realizada y de su decisión.”
169
dicha Constitución al declarar: “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos ... estatuímos
y sancionamos esta Constitución. . . “.
A mayor abundamiento, hay resoluciones de la Corte Suprema de Estados Unidos
en favor del primado de la Constitución sobre leyes locales. Así, los casos como el de
Cooper vs. Telfair, el de Marbury vs. Madison, fueron célebres. En el último intervino
el prestigiado Chief Justice John Marshall. Sus argumentos han motivado, desde 1803
hasta nuestros días, infinidad de referencias judiciales. Otros casos también célebres
fueron el de Martin vs. Hunter, Cohens vs. Virginia (Juez Marshall), Dodge vs. Woolsey
(Juez Wayne), Ableman vs. Booth (Juez Taney), Hepburn vs. Griswold (Juez Chase).
III. Lo que interesa es señalar qué institución es más efectiva en el
reconocimiento del primado de la Constitución sobre leyes que han de ser subordinadas.
A ese respecto cabe señalar el artículo 61 de la Constitución francesa vigente que
encomienda al Consejo Constitucional la facultad de autorizar o rechazar leyes orgánicas
antes de su promulgación. Y asimismo, el artículo 62 que señala que ante la declaración
de anticonstitucionalidad la ley no podrá ser promulgada ni puesta en aplicación. Las
decisiones del Consejo Constitucional son inapelables. Integran el Consejo
Constitucional, según el artículo 56, nueve miembros, tres de los cuales son nombrados
por el presidente de la República, los otros tres por el presidente de la Asamblea Nacional
y el resto por el presidente del Senado. Además, los expresidentes de la República serán
de pleno derecho, miembros vitalicios del Consejo Constitucional.
En la Constitución mexicana vigente no encontramos una institución específica y
especial que dirima los conflictos constitucionales. En la Constitución española vigente
el Tribunal Constitucional (Título IX, artículos 159 a 165), que en cierto modo recuerda
sus dos Antecedentes inmediatos: la Constitución española de 1931 y la de Weimar de
1919. Según su artículo 161 el tribunal es competente para conocer: “….c) de los
conflictos de competencia entre el Estado y las comunidades autónomas o los de éstas
entre sí…”.
La Constitución mexicana vigente regula los posibles conflictos constitucionales
por diversas materias o ramas jurídicas: por ejemplo, el artículo 76 da facultades
exclusivas al Senado: “fracción VI: para resolver las cuestiones políticas que surjan entre
los poderes de un Estado cuando alguno de ellos ocurra con ese fin al Senado, o cuando,
con motivo de dichas cuestiones, se haya interrumpido el orden constitucional mediante
un conflicto de . . . ”.
Los artículos 76 y 123 regulan en diversas fracciones los conflictos surgidos:
a) Por conflicto de armas que interrumpan el orden constitucional (76, fracción
VI) .
b) Por diferencias entre capital y trabajo; o por cuestiones laborales (123, A,
fracción XX).
c) Que afecten a dos o más entidades estatales (123, A, fracción XXXI).
d) Por conflictos entre el Poder Judicial de la Federación y sus servidores (123, B,
fracción XII, párrafo segundo).
En los casos de a) es competente el Senado según ya hemos mencionado.
En los casos b) y c) conoce el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje y en
los casos comprendidos en el apartado d) es competente el Pleno de la Corte.
IV. El antecedente inmediato de la fracción VI del artículo 76 corresponde a la
Constitución de 1857. “En aquella época suscitó varios debates la facultad que se
177
ya que las jurisdicciones de varios Estados no se encuentran en “conflicto” , sino que las
partes van a presentar su demanda ante el juez de un país u otro, y cada juez se declarará
competente o no para resolver el asunto. Por otra parte, la analogía entre conflictos de
jurisdicción y conflictos de leyes puede acrecentar la confesión, pues el caso de los
conflictos de leyes, el problema para el juez es la determinación de la ley aplicable al
caso, y en ningún momento se plantea una alternativa similar en los llamados conflictos
de jurisdicción; en éstos el juez no determina cuál es el tribunal competente, tan sólo debe
decidir si él es o no competente. La cuestión de determinar quién es el juez competente,
toca resolverla a las partes o a sus representantes legales; el papel del juez se reduce
únicamente a afirmar o a negar su competencia, y en éste último supuesto no puede
decidir quién es el juez competente, ya que tal decisión constituiría una intromisión en la
soberanía de los otros Estados.
III. Cabe destacar la importancia de la determinación del juez competente en los
asuntos internacionales. Si bien es cierto que no existe identidad entre la competencia
judicial y la competencia legislativa, tal determinación suprimiría los conflictos de leyes;
en efecto, la competencia judicial va a tener consecuencias primordiales para el desarrollo
del juicio y va a condicionar su solución: respecto del procedimiento será el derecho del
tribunal el que se aplique; es la norma de conflicto del juez la que determinará el derecho
aplicable al caso, en caso de aplicación de un derecho extranjero, este último no podrá ser
contradictorio al derecho del foro; en fin, en la mayoría de las sentencias la falta de
comprobación del derecho extranjero tendrá como consecuencia la aplicación de la ley
del foro. La determinación de la jurisdicción competente constituye entonces un
elemento clave, ¿cuáles son luego los criterios para el establecimiento de dicha
competencia? Recordemos que el problema de los conflictos de jurisdicción se plantea
en razón de la ausencia de una jurisdicción internacional competente para conocer de los
litigios entre particulares; la ausencia de un órgano legislativo supranacional implica que
la competencia de los tribunales se determine con normas nacionales. La administración
de justicia es una de las funciones esenciales del Estado y la competencia de sus
tribunales está muy vinculada a su soberanía, así pues sólo el Estado puede legislar al
respecto. Las normas de competencia judicial son entonces, de manera general, normas
internas, normas nacionales; sin embargo, los Estados tienen la facultad, por vía de
tratados bilaterales o multilaterales, de reglamentar los problemas de competencia que se
puedan presentar para resolver los asuntos en los cuales están comprometidos ciudadanos
de varios Estados.
Por lo tanto las normas de competencia judicial son de dos tipos: nacionales en su
gran mayoría, internacionales en algunos casos excepcionales, en razón de la existencia
de un tratado.
IV. Normas nacionales. Cada Estado establece las reglas de organización judicial
operantes en su territorio y delimita la competencia de sus tribunales. La competencia de
los tribunales se fija en función del territorio (ratione loci) o de la materia (ratione
materiae). Como son pocos los sistemas jurídicos que prevén el caso de los asuntos que
contienen un elemento extranjero, luego son las reglas internas de atribución de
competencia territorial las que se aplicarán en estos casos y que se proyectarán al ámbito
internacional. Así, por ejemplo, si encontramos en el derecho interno la norma siguiente:
“es competente el tribunal del domicilio del demandado”, esta regla en el ámbito
internacional se proyectará de la siguiente manera: “es competente el tribunal mexicano
182
de la soberanía de los Estados), sino que la ley extranjera debe aplicarse únicamente
porque la regla de conflicto del juez, es decir, el derecho del juez, lo ordena.
Sin embargo dicha aplicación del derecho extranjero presenta dificultades y
características específicas.
a) El derecho extranjero designado contiene reglas de conflicto diferentes a las del
foro. ¿Cómo poder resolver en este caso el conflicto utilizando las reglas sustanciales de
un derecho extranjero, si este mismo derecho no se reconoce competente? Se presenta
entonces el problema del reenvío, que puede ser simple, en la hipótesis de que las reglas
de conflicto remitan al orden jurídico del foro, o de segundo grado cuando dicho derecho
extranjero da competencia a un tercer sistema jurídico.
b) Salvo la excepción de reenvío simple, el juez aplicará el derecho extranjero
para resolver el caso. Sin embargo dicha aplicación puede resultar contraria al orden
público internacional del foro. En esta hipótesis el juez, generalmente, substituirá el
derecho extranjero por el derecho del foro; en algunos casos el juez dará al orden público
un efecto atenuado y aplicará el derecho extranjero a pesar de ser contradictorio con el
derecho del foro.
c) El fraude a la ley, que consiste en un cambio voluntario de los puntos de
vinculación con el fin de resolver un litigio con la aplicación de una ley más favorable
que no hubiera sido declarada aplicable sin el fraude, provoca también la substitución del
derecho extranjero por el derecho del foro.
d) En cuanto a su aplicación, el derecho extranjero plantea problemas específicos.
Los jueces tienen la obligación de conocer el derecho nacional, pero esta obligación no se
puede extender al conocimiento del derecho de todos los países. Por esta razón, el
derecho extranjero debe tener, en este aspecto, un trato específico que lo asimila, para
numerosos autores, a un puro hecho en el proceso. Tanto la comprobación del derecho
extranjero como su interpretación son dificultades adicionales que se acumulan a las
sutilezas del sistema tradicional de los conflictos de leyes.
Véase Arbitraje, Armonización, Bilateralidad, Calificación, Conferencias
Internacionales, Cortesía Internacional, Derecho Extranjero, Exequatur, Fraude a
la Ley, Lex Mercatoria, Normas de Aplicación Inmediata, Reenvío, Territorialismo,
Unilateralidad.
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4ª edición, México, Porrúa, 1980; Batiffol, Henri y Lagarde, Paul, Droit international
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Siqueiros, José Luis, Los conflictos de leyes en el sistema constitucional mexicano,
México, Jus, 1957; Trigueros, Eduardo, Estudios de derecho internacional privado,
México, UNAM, 1980.
188
Hijos nacidos en país de jus soli de padres extranjeros cuya nacionalidad se rige
por el jus sanguinis; mujer que adquiere la nacionalidad de su marido sin perder la
propia; naturalización de un individuo sin perder la nacionalidad anterior; mujer e hijos
del que cambia de nacionalidad y adquieren la de éste sin perder la anterior; anexión que
impone la nacionalidad del nuevo Estado sin que el anterior haga desaparecer el vínculo.
En derecho mexicano estas hipótesis se presentan por la amplitud de los supuestos
para la adquisición de nacionalidad, establecidos en la Constitución artículo 30-A,
además de que en los casos de adquisición por matrimonio, la hipótesis se extiende
también al marido. La Ley de Nacionalidad y Naturalización vigente, artículo 17
pretende evitar esta situación exigiendo la renuncia de la nacionalidad anterior, pero toda
vez que ésta no siempre es aceptada por el Estado extranjero, el problema queda en pie.
La plurinacionalidad trae consigo una serie de consecuencias: la posibilidad de
que el individuo sea requerido por dos Estados para cumplir sus obligaciones militares, el
que se le niegue protección diplomática por no ser extranjero del país ante el que se
reclama, que la ley aplicable a su estatuto personal no sea fácilmente determinable,
etcétera, y aunque en la mayoría de los casos sólo una nacionalidad es efectiva, se
requieren soluciones y evitar la falta de armonía entre los aspectos interno e internacional
del derecho de nacionalidad (Batiffol, página 81).
La solución más adecuada, atendiendo a las causas que motiven el problema es la
que atiende a la limitación legislativa de los criterios de atribución; esta limitación supone
la moderación de las pretensiones de los Estados basada en el reconocimiento de su
capacidad real para la aplicación de su propio sistema, por ejemplo, limitar el sistema de
jus sanguinis a cierto número de generaciones o el de jus soli al requisito de domicilio.
Por otra parte es indispensable. establecer la pérdida de la propia nacionalidad
cuando se adquiere una nueva y requerir la renuncia efectiva de la nacionalidad anterior
cuando se otorga la propia. Así lo establece en derecho mexicano la Constitución artículo
37-A, fracción I y la Ley de Nacionalidad y Naturalización artículos 17 y 18.
Partiendo de un punto de vista preventivo, el derecho de opción proporciona un
remedio genérico al problema. Se ejercita voluntariamente por el individuo y es
controlado por el Estado para impedir abusos, tal como lo establece el Convenio de La
Haya de 1930 y el decreto del Consejo Europeo de 21-V-1968.
Esta solución está prevista también en derecho mexicano por la Ley de
Nacionalidad y Naturalización en su artículo 53 que admite la renuncia a la nacionalidad
mexicana en estos casos.
Pero el hecho de que la opción quede siempre sujeta a la voluntad del individuo y
en muchas ocasiones no se ejercite por negligencia o falta de interés le resta parte de su
eficacia.
Una vez que el conflicto se ha planteado ante un tribunal, se hace necesaria la
elección de una nacionalidad entre las que se atribuyen al individuo, y pueden entonces
enfrentarse dos situaciones.
l. Si el tribunal ante quien se plantea es el del sistema que atribuye su
nacionalidad, debe resolver a favor de la ley del foro. En efecto, no podría actuar de otra
manera, puesto que el juez es órgano de aplicación del orden interno y está obligado a
respetar las disposiciones de su sistema y la interpretación que éstas hagan del orden
internacional (Trigueros, página 79).
190
Laura Trigueros G.
Máynez, Eduardo, Introducción al estudio del derecho, México, Porrúa, 1959; García
Máynez, Eduardo, “Some Considerations on the Problem of Antinomies in the Law”,
Archiv fuer Rechts- und Sozialphilosophie, volumen XLIX, 1963; Kelsen, Hans,
Allgemeine Theorie der Normen, Viena, Mansche Verlagund Universitaetsbuchhandlung,
1979; Kelsen, Hans, “Derogation”, Essays in Jurisprudence in Honor of Roscoe Pound,
Indianapolis-Nueva York, The Bobb-Merrill, Co, 1962; Hart, H. L. A., “La doctrina
kelseniana de la unidad del derecho” (traducción de Rolando Tamayo y Salmorán),
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, año VII, número 21, septiembre-
diciembre de 1974; Ross, Alf, Sobre el derecho y la justicia; traducción de Genaro
Carrió, Buenos Aires, EUDEBA, 1970; Tamayo y Salmorán, Rolando, El derecho y la
ciencia del derecho, México, UNAM, 1984; Tamayo y Salmorán, Rolando, La
jurisprudencia y la formación del ideal político, México, UNAM, 1983.
II. En los conflictos entre el trabajo y el capital no siempre se obliga a las partes a
someterse a una disposición legal o al acatamiento de alguna regla contractual, sino a la
creación de nuevas condiciones laborales, alterando los salarios, las jornadas, los
descansos o los procedimientos establecidos en contratos anteriores. Dentro de este
marco de disposiciones puede encontrarse a los conflictos de naturaleza económica, que
son aquellos que no pueden resolverse mediante la aplicación de una norma jurídica, sino
cuya solución se apoya con exclusividad en consideraciones de carácter social y
197
económico. Por esto la característica distintiva en el derecho mexicano del trabajo de los
conflictos económicos radica en la facultad del juzgador de crear libremente las normas
que lo resuelvan y de establecer a su arbitrio condiciones especiales de trabajo, pudiendo
inclusive modificar las bases de lo solicitado al plantearse el conflicto en la sentencia
colectiva que se pronuncie.
III. Varios autores han denominado a estos conflictos de equidad tomando en
cuenta que la facultad discrecional del juzgador se asienta en los principios de conciencia
y equidad, pues la valoración de las pruebas no está sujeta a las reglas de un juicio
ordinario ya que se le otorgan amplias facultades para practicar diligencias y solicitar por
su parte informes de cualquier índole; puede asimismo interrogar a peritos o solicitarles
algún dictamen complementario o designar comisiones que realicen investigaciones o
practiquen estudios especiales que ayuden en el pronunciamiento de la sentencia
colectiva que resuelve dicho conflicto. Lo anterior queda reforzado con la circunstancia
de que la sentencia colectiva no es atacable ni por la vía de amparo en cuanto al fondo del
conflicto, sino únicamente por infracción al procedimiento que debe seguirse.
IV. El conflicto económico se inicia con la solicitud patronal en la que se exponen
los hechos y causas que han dado origen a una situación de quebranto en el
funcionamiento de una empresa, negocio o establecimiento, y en la cual se determine con
claridad lo que se solicite de la autoridad laboral. Recibida dicha solicitud por el tribunal
del trabajo dará vista con la copia de ella a la coalición de trabajadores o al sindicato con
el que se tenga celebrado contrato colectivo y citará a una audiencia a la que pueden o no
concurrir las partes. Si la parte promovente no asiste a la diligencia se le tiene por
desistida de su solicitud; si quienes no concurren son los trabajadores sólo se les tendrá
por inconformes con cualquier arreglo. Si están presentes en la audiencia ambas partes se
les exhorta para que procuren un arreglo conciliatorio y si no hay posibilidad de ello se
continuará el procedimiento conforme al cual deben tramitarse estos conflictos (artículos
900 a 919 Ley Federal del Trabajo).
La Junta de Conciliación y Arbitraje, una vez que oye a los interesados, nombra
tres peritos, cuando menos, para que investiguen los hechos denunciados y las objeciones
opuestas y al mismo tiempo analicen en forma pormenorizado las causas que dieron
origen al conflicto. Realizados todos estos estudios la comisión pericial formula un
dictamen en el que propone la forma en la que, a su juicio, puede solucionársele. El
dictamen debe contener una relación entre los costos de la vida por familiar en la región o
zona económica donde esté ubicado el centro de trabajo y los salarios que perciban los
trabajadores; analizará también las condiciones económicas de las empresas, negocio o
establecimiento de que se trate y la situación general de la industria de la cual forme
parte; atenderá las condiciones generales del mercado incluyendo en relación por
separado el monto de los salarios medios que se paguen por trabajo similar en otros
negocios de la misma rama industrial, así como un estado financiero de la propia rama
industrial de acuerdo con las condiciones generales de trabajo que rijan en ella. El
dictamen se entregará a las partes para que formulen objeciones y ofrezcan pruebas, las
que tendrán por único objeto aportar nuevos elementos o destruir el valor de los hechos y
consideraciones formuladas por la comisión pericial. Al concluir la recepción de pruebas
se concede a las partes un término para producir sus alegatos por escrito y al recibirse
éstos se cierra la instrucción y se turnan las actuaciones a los representantes del tribunal
para que se formule un proyecto de resolución.
198
Jorge Madrazo
semejantes y aún con las mismas señas que las del confrontado, si fuere posible; y que los
acompañantes sean de clase análoga tomando en cuenta educación, modales y otras
circunstancias especiales, y además, si alguna de las partes solicita que se observen
mayores cauciones que las prevenidas, el tribunal podrá acordarlas si lo estima
conveniente. Por otra parte, el que debe ser confrontado puede elegir el sitio en que
quiera colocarse en relación con los que lo acompañan y pedir que se excluya del grupo a
cualquiera que le parezca sospechoso, todo ello de acuerdo con la prudente apreciación
del juzgador (artículos 219-221 Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal, 260-262 Código Federal de Procedimientos Penales y 593-595 Código de
Justicia Militar).
III. De acuerdo con los propios ordenamientos procesales, la forma de realizar la
confrontación consiste en colocar en una fila a la persona que debe ser identificada y a las
que deben acompañarla, interrogándose al declarante si persiste en su declaración
anterior; si conocía con anterioridad a la persona a quien atribuya el hecho o si la conoció
en el momento de ejecutarlo; y si después de la ejecución del hecho la ha visto, en qué
lugar, con qué motivo y con qué objeto.
Después, se llevará al propio declarante frente a las personas que formen el grupo;
se le permitirá mirarlos detenidamente y se le prevendrá que toque con la mano a la de
que se trate, manifestando las diferencias o semejanzas que tuviere entre el estado actual
respecto del que tenía en la época en que se refirió en su declaración (artículos 222-223
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, 263 Código Federal de
Procedimientos Penales y 597 Código de Justicia Militar).
Por otra parte, cuando exista una pluralidad de declarantes y de confrontados,
deben realizarse las diligencias por separado, en el número que considere conveniente el
tribunal (artículos 224 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, 264
Código Federal de Procedimientos Penales y 597 Código de Justicia Militar).
IV. La doctrina considera que este medio de prueba debe realizarse con cuidado y
valorizarse conjuntamente, con otros elementos de convicción, ya que en la práctica, aun
cuando no exista mala fe en los declarantes, el reconocimiento de la persona señalada
puede producir errores de identidad con consecuencias desfavorables para el confrontado,
y por ello el resultado de la diligencia respectiva sólo puede constituir un indicio.
Véase Reconocimiento
V. BIBLIOGRAFIA: Franco Sodi, Carlos, El procedimiento penal mexicano; 4ª
edición, México, Porrúa, 1957, García Ramírez, Sergio, Derecho procesal penal; 2ª
edición, México, Porrúa, 1977; González Bustamante, Juan José, Principios de derecho
procesal penal mexicano, 6ª edición, México, Porrúa, 1975; Piña y Palacios, Javier,
Derecho procesal penal, México, Talleres Gráficos de la Penitenciaría del DF, 1947;
Rivera Silva, Manuel, El Procedimiento penal, 9ª edición, México, Porrúa, 1978.
Héctor Fix-Zamudio
Jorge CARPIZO
inmunidad; mediante el primer privilegio los diputados y senadores son inviolables por
las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos no pudiendo jamás ser
reconvenidos por ellas. Este privilegio se conserva incluso después de haber dejado el
cargo. El privilegio de la inmunidad consiste en que mientras se está en ejercicio del
cargo, no se puede ejercer acción penal en su contra, si previamente la cámara no los ha
desaforado. Al contrario de lo que sucede con la irresponsabilidad, la inmunidad
solamente se conserva mientras se está en ejercicio del cargo, por lo que, al llegar éste a
su natural conclusión, sí se puede ejercer acción penal en contra del diputado o senador.
B) Funcionamiento: a) Periodo de sesiones. Por decreto publicado en el Diario
Oficial el 17 de abril de 1986, se restableció el doble periodo de sesiones al año para el
Congreso de la Unión, que ya contemplaba la Constitución de 1857 y la Constitución de
1917 redujo a uno solo. Así, de conformidad al referido decreto - cuyo artículo primero
transitorio prevé que entrará en vigor a partir del 1° de septiembre de 1989 -, se
establecen dos periodos de sesiones ordinarias del Congreso: El primero, del 1° de
noviembre al 31 de diciembre, como máximo; y, el segundo, del 15 de abril al 15 de julio,
también como máximo (artículos 65 y 66 constitucionales), lo cual amplía
razonablemente en un 20% el tiempo en que puede estar reunido ordinariamente el
Congreso y reduce el lapso de ocho meses durante el que permanecía en receso a
intervalos aproximadamente de tres meses y medio.
Por su parte, la Comisión Permanente tiene facultad para citar al Congreso, o
alguna de las cámaras, a sesiones extraordinarias, pudiéndoselo solicitar el ejecutivo o
actuando dicha comisión motu proprio, cuando se presenten asuntos urgentes que
ameriten la reunión de la Asamblea.
b) Quórum de asistencia y de votación. Para que las cámaras puedan celebrar
sesiones válida y legalmente se requiere que estén presentes un número determinado de
legisladores; en la Cámara de Diputados la regla general sobre quórum de asistencia es de
la mayoría absoluta de sus integrantes, es decir, la mitad más uno, mientras en la Cámara
de Senadores la regla general es de las 2/3 partes del total de sus integrantes. Como toda
regla general ésta también tiene sus excepciones que expresamente consigna la
Constitución. En cuanto a la votación, la regla general es en ambas cámaras el de la
mayoría absoluta de votos, es decir, una resolución se adopta cuando recibe la mitad más
uno de los votos. Esta regla general también sufre sus excepciones.
c) Forma de actuación. La organización bicameral del Congreso de la Unión
origina que las funciones que corresponden al poder legislativo sean ejecutadas en forma
diversa. La mayor parte de las funciones que corresponden a este poder. son
desarrolladas por el Congreso de la Unión, actuando las dos cámaras en forma separada y
sucesiva, es decir, cada cámara funciona en su propio recinto y la facultad no se agota
sino hasta que sucesivamente ambas cámaras han intervenido. La ley, cuya elaboración es
la actividad más importante del Congreso, es desarrollada mediante este procedimiento.
La mayor parte de las facultades del Congreso se concentran en el artículo 73 de la
Constitución. Otra serie de facultades corresponden exclusivamente a una de las dos
cámaras, es decir, se actúa en forma independiente y no sucesiva, agotándose la facultad
precisamente en la cámara a la que corresponde. Las facultades exclusivas de la Cámara
de Diputados se encuentran en el artículo 74 y las del Senado en el 76 constitucional.
Otra serie de facultades de carácter administrativo, consignadas en el artículo 77, son
207
desarrolladas por las cámaras en forma independiente y no sucesiva, pero sin implicar
facultades exclusivas.
Por último, el Congreso de la Unión puede actuar también como asamblea única,
es decir, actuando las cámaras en forma conjunta y simultánea. Esta situación solamente
se presenta en los siguientes casos, a) A la apertura del periodo ordinario de sesiones. b)
Al recibir la protesta del presidente de la República en el acto de tomar posesión de su
cargo y c) Para designar presidente de la República, sea con el carácter de interino o
substituto, cuando falta el titular.
IV. Facultades del Congreso. El principio de colaboración de poderes que
asienta nuestra Constitución, produce como una de sus consecuencias en el que un poder
realice funciones que materialmente debieran corresponder a otro. Por esta razón, aunque
obviamente la inmensa mayoría de las facultades del Congreso son de carácter
legislativo, otras son, sin embargo, de naturaleza administrativa o jurisdiccional. La
mayor parte de las facultades del Congreso se encuentran en el artículo 73, que está
compuesto de 30 fracciones (en realidad son 32 por que las fracciones II, XXIII, XXVIII,
están derogadas pero, en cambio, existen las fracciones XXIX-B a XXIX-F). Las
primeras 29 fracciones contienen las facultades expresas y la última fracción contiene las
facultades implícitas, que no son nuevas y distintas facultades, sino facultades que
solamente existen asociadas con una expresa y que tienen la finalidad de hacerlas
efectivas, tanto las 32 del artículo 73, como todas las otras concedidas por la Constitución
a los poderes de la Unión.
Dentro de las numerosas facultades que posee el Congreso de la Unión, pueden
citarse las siguientes: a) Respecto al Distrito Federal. Ya se mencionó que el Congreso
de la Unión es también la legislatura o Congreso Local del Distrito Federal, razón por la
cual en este órgano confluye una doble naturaleza, la de ser órgano federal y órgano
local. La fracción VI de artículo 73 le da facultad al Congreso para legislar en todo lo
relativo al Distrito Federal, estableciendo en cinco bases sus principios organizativos
fundamentales. Estas cinco bases prevén que el gobierno del Distrito Federal estará a
cargo del presidente de la República, quien lo ejercerá por conducto del órgano u órganos
que determine la ley; la institución del referéndum y la iniciativa popular para los
ordenamientos legales y reglamentos que se determinen en la ley de la materia; los
procedimientos para la designación y sustitución de los magistrados del Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal, así como de los demás jueces del fuero común y, los
principios elementales de organización del ministerio público del Distrito Federal. Las
funciones que el Congreso de la Unión debe desarrollar en tanto que legislatura del
Distrito Federal, son las mismas que le corresponde ejecutar a cualquier legislatura de
una entidad federativa. Todo aquello que no esté concedido al Congreso de la Unión por
la Constitución General, en tanto que órgano federal, podrá ser desarrollado por éste en
tanto que órgano local respecto al Distrito Federal.
b) Respecto a las entidades federativas. De conformidad con las fracciones I, III,
IV, IX, X XXIX-C del artículo 73, el Congreso tiene facultad para admitir nuevos
Estados a la Unión Federal; para formar nuevos Estados dentro de los límites de los
existentes, de acuerdo a una serie de bases que la propia Constitución establece; para
arreglar definitivamente los límites de los Estados, menos cuando las diferencias entre
ellos tengan un carácter contencioso; para impedir que en el comercio de Estado a Estado
se establezcan restricciones y para expedir las leyes que establezcan la concurrencia del
208
Jorge Madrazo
mismo que quiere decir conferencia y aun convención. Lo que debe quedar claro es que
ha habido una evolución en el significado del vocablo.
II. Históricamente, se considera que la finalidad de un congreso - al que se
supone debe asistir un elevado número de jefes de Estado -, es el restablecimiento de la
paz. Por lo tanto, su naturaleza es más bien política que jurídica. Para apoyar esta tesis
se afirman que hasta mediados del siglo XVII se utilizaba el término “paz” para referirse
a un congreso internacional, citando como ejemplos la Paz de Cambrai (1529); la Paz de
Augsburgo (1555) ; la Paz de Cateau-Cambresis (1559) y la Paz de Westfalia (1648), que
es la primera reunión internacional a la que se aplica el nombre de congreso. Por último,
valdría señalar que según Genet, de 1648 a 1850 tienen lugar 26 congresos y una sola
conferencia, mientras que de 1850 a 1900 - cuando empieza a cobrar vigor el empleo del
vocablo conferencia -, la situación se invierte ya que en ese periodo se celebran 45
conferencias y sólo 8 congresos. Así pues, el advenimiento del siglo XX marca la caída
en desuso del término congreso.
Para Sibert el congreso “consagra el triunfo de una política, mientras que la
conferencia anuncia el triunfo del derecho y de la organización”. Añade que a las
conferencias conviene “un método científico, igualitario y prudente”. El maestro César
Sepúlveda dilucida cuál es “la pequeña diferencia” que existe actualmente entre los
congresos y las conferencias. Afirma que los primeros “se orientan hoy día hacia
materias técnicas o técnico-jurídicas, y acusan, por otra parte, muchas veces un marcado
carácter privado, no oficial”. En cambio las conferencias “más bien son reuniones
formales de representantes debidamente autorizados para el propósito de discutir materias
internacionales de interés común para ver de llegar a una solución con respecto a ellas”.
A su vez, Cahier define a la conferencia como “toda reunión de representantes de
diferentes Estados u organismos internacionales que discuten un problema y tratan, a
través de la negociación, de encontrar solución a un punto controvertido”.
Puede decirse, entonces, siguiendo a Cahier que la conferencia reúne las
siguientes características:
a) se trata de una reunión formal en la que participan representantes o delegados
de diferentes Estados, así como de ciertos organismos internacionales;
b) nace y se desarrolla con plena autonomía, atendiendo solamente al
cumplimiento del objetivo final para la cual fue convocada. Así se ha dicho que la
conferencia “empieza y termina en sí misma”, al tratarse de una entidad que carece de
periodicidad, pues aunque se suspende durante cierto tiempo, una vez terminada su
función deja de existir;
c) una de sus características más distintivas es que la conferencia intenta llegar a
un acuerdo en la mayoría de las ocasiones, por lo que puede decirse que su objetivo
lógico y final es la formulación y firma de un tratado. Esto ha valido para que algunos
autores las consideren como “órganos legislativos” que contribuyen a la formulación del
derecho de gentes mediante la redacción y firma de tratados;
d) por lo que se refiere a su naturaleza jurídica, la conferencia no posee una
personalidad jurídica internacional propia, por lo que debe ser considerada “como un
órgano temporal común de los diferentes Estados que la componen”. En consecuencia,
las participaciones de los delegados solamente expresan el punto de vista del Estado que
representan, y
211
Jorge A. Vargas
intencional, que haya tenido buena conducta antes y después de su comisión, y que por
sus antecedentes personales, así como por la naturaleza y el móvil del delito, se presuma
que no delinquirá nuevamente (artículo 70).
III. La conmutación tiene por objeto individualizar judicialmente las sanciones y
evitar las penas cortas de prisión por considerarse que son más contraproducentes que
útiles. También para impedir la contaminación criminógena. En algunos países se
sustituyen las penas cortas de prisión por las de trabajo sin reclusión (Egipto, Argentina,
Perú, Rusia, Etiopía), El Código Penal de Veracruz es el más moderno al respecto y al
introducir los sustitutivos penales señala que cuando la prisión no exceda de tres años, el
juez podrá sustituirla por la libertad bajo tratamiento o semilibertad (artículo 35).
IV. La jurisprudencia ha establecido que la conmutación de sanciones privativas
de libertad por la de multa es una facultad opcional del juzgador, quien para decretarla o
negarla debe atender a las premisas y circunstancias que para su posible otorgamiento
establece la ley (Semanario Judicial de la Federación, Apéndice 1975, segunda parte I,
Primera Sala, tesis 85, página 185.
V. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl, Derecho penal mexicano; parte
general; 11ª edición, México, Porrúa, 1977, Castellanos, Fernando, Lineamientos
elementales de derecho penal (parte general; 14ª edición, México, Porrúa, 1980;
González de la Vega, Francisco, El Código Penal comentado; 4ª edición, México, Porrúa,
1978; Leyes penales mexicanas, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 1981,
volumen V.
del lugar donde hayan de guardarse mientras sean embarcadas. 3) El plazo fijado para el
embarque” (artículo 169, Ley de Navegación y Comercio Marítimo).
4. Funciones. Se ha dicho que el conocimiento de embarque tiene tres funciones:
l) Aunque no es en realidad el contrato de transporte, es el mejor medio probatorio de que
existe tal contrato, pues este último se celebró antes de que el conocimiento de embarque
fuera expedido; 2) es el recibo de las mercancías embarcadas que contiene algunas
características en cuanto a la cantidad y condiciones de las mismas, y 3) es un título
transmisible de propiedad sin el cual la entrega de las mercancías no puede ser efectuada
(E. R. Hardy Ivamy).
5. Clases de conocimientos. En los usos internacionales aparecen los siguientes
tipos: 1) Normativos, 2) a la orden, 3) al portador, 4) limpio a bordo 5) con anotaciones
6) recibido a bordo, 7) recibido para embarque 8) directo, 9) ad valorem y 10) no
negociable.
6. Regulación internacional. La “Convención internacional para la unificación de
ciertas reglas en materia de conocimientos de embarque”, de Bruselas de 1924, mejor
conocida como Reglas de La Haya, se considera el primer intento que ha fructificado en
la regulación a nivel internacional, del conocimiento de embarque. Posteriormente, con
la intención de mejorar y actualizar este documento, se elaboraron las Reglas de Visby en
1971 y por último las Reglas de Hamburgo en 1978. Ninguna de las tres han sido
suscritas a la fecha por nuestro país. De cualquier forma, las que aún persisten en el
medio internacional marítimo son las de 1924 y en nuestro país los conocimientos de
embarque se expiden sujetos a esas reglas.
7. Reglas de La Haya. No proporcionan una definición de conocimientos de
embarque, pero establecen en los siguientes términos, su contenido: Después de recibir
las mercancías, el portador, su agente o el capitán, expedirán a solicitud del embarcador,
un conocimiento de embarque que contenga, entre otras cosas: a) Las marcas principales,
necesarias para la identificación de las mercancías tal como fueron suministradas por
escrito antes de iniciarse la carga de las mercancías, por el embarcador, debiendo estar
tales marcas, claramente exhibidas sobre las mercancías, si éstas están sin cubrirse, o
sobre las cajas o cubiertas en donde se encuentran las mercancías, en la forma en que
puedan permanecer legibles hasta el término del viaje. b) El número de paquetes o piezas,
la cantidad o el peso, dependiendo del caso, como lo haya suministrado por escrito el
embarcador y c) La condición y orden aparentes de las mercancías (artículo 3°).
Véase Carta de Porte, Contrato de Transporte, Títulos de Crédito.
III. BIBLIOGRAFIA: British Shipping Laws, London, Stevens & Sons, 1963,
volumen 2; Brunetti, Antonio, Derecho marítimo privado, Barcelona, Bosch, 1950,
volumen 3; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de crédito; 8ª edición,
México, Herrero, 1973; Chorley and Giles Shipping Law, 5ª edición, London, Pitman &
Sons, Ltd., 1965, Fariña, Francisco, Derecho comercial marítimo; 2ª edición Barcelona,
Bosch, 1956, volumen 2; Gilmore and Black, The Law of Admiralty, 2ª edición, New
York, The Foundation Press, Inc., 1975; Hardy lvamy, E. R., Payne’s Carriage of Goods
by Sea; 8ª edición, London, Butterworths, 1968; Scrutton, T. E., Charterparties and Bills
of Lading, 17ª edición, London, Sweet & Marxwell, 1964; Torres E., Pedro, La
evolución del conocimiento recibido para embarque, Buenos Aires, 1944; Vidal Sola,
Arturo, El conocimiento de embarque, Barcelona, Bosch, 1924.
215
Pedro A. Labariega V.
IV. El servicio militar obligatorio. Entiéndese por tal, la obligación que tienen
las personas físicas estatales o nacionales de una entidad jurídico-política soberana, de
instruirse en el ejercicio de las armas y adquirir las mínimas nociones de combate, para
los efectos de auxiliar al ejército en casos de invasión o de guerra internacional, así como
en. casos graves de perturbación de la paz pública, que pongan en peligro la existencia
del Estado o el normal funcionamiento de sus instituciones.
Del concepto anterior podemos inferir que el servicio militar revista las siguientes
características:
a) La obligación de personas físicas. Ello significa que tienen obligación de
defender al Estado, y por ende de instruirse en el arte bélico, quienes pueden hacer uso de
las armas; esto es, personas físicas, dado que las personas colectivas si bien tienen
obligaciones con respecto al Estado, no pueden, dada su naturaleza, participar per se en la
defensa del Estado o de sus instituciones.
b) El servicio militar obligatorio es gratuito. Se trata, en efecto, de un servicio, de
una actividad realizada para el Estado, más aún, para la comunidad; y sabido es que
conforme a derecho, no debe existir ni imponerse un servicio gratuito, porque su
imposición, además de lesionar la dignidad humana, rebaja al prestatario a la calidad de
siervo y no de individuo libre e integrante de una asociación política soberana. La
remuneración de todo servicio es un postulado de la democracia, e impide la injusticia del
abuso de parte de los poderosos, de los explotadores, lesionando la libertad y, por ende, la
dignidad de los seres humanos.
c) El servicio militar obligatorio, al tenor de lo dispuesto por el artículo 31
fracción II, obliga tanto a los hombres como a mujeres. En el mismo sentido se ha
pronunciado la doctrina; e incluso en diversos países, fundamentalmente en Europa, la
dama joven realiza su servicio militar bajo formas diversas adecuadas a su naturaleza y a
los requerimientos de la población de su Estado. Sin embargo, esta generalidad de la
conscripción debe ser entendida con un sentido histórico, pues sólo así se puede
comprender el hecho de que, como es el caso de México, las mujeres no participan en la
preparación militar ni estén, en consecuencia, aptas para auxiliar al ejército en casos de
guerra internacional o de conflictos graves de orden interior.
En efecto, el método histórico nos permite señalar y comprender las razones de la
exclusión del sexo femenino del deber del servicio militar. Operan las mismas razones
que excluyeron a la mujer de participación en materia política. Se trataba
fundamentalmente de proteger su feminismo y sus funciones biológicas de la maternidad.
Teníase la intención de alejarla de las guerras y revoluciones para que, atendiendo a la
infancia y a la familia que no tomaba las armas, se asegurase la continuidad de la
población del Estado y la imprescindible protección que merecen los menores de edad,
los mayores desvalidos y los ancianos.
Hoy las anteriores motivaciones carecen de fundamento por cuanto que es
indudable que la mujer, por haberlo exigido con justicia, goza de una total igualdad de
derechos, y por tanto de obligaciones que sus connacionales varones. De suerte tal que
las jóvenes pueden prestar su servicio militar obligatorio de diversas maneras, según sus
cualidades y según sus aptitudes y preferencias. E incluso los mismos argumentos son
válidos para los varones. Así, quien sea inclinado a adquirir la disciplina y técnicas
militares mínimas, puede escoger realizar su servicio como conscripto de tierra o de mar;
y quien no tenga la capacidad o no sea proclive a las tareas militares, puede realizar
217
“III. Defender la patria y cooperar al sostén y restablecimiento del orden público, cuando
la ley y las autoridades a su nombre le llamen” dejando, a los reglamentos respectivos su
explicitación.
E) Bases Orgánicas de 1843. También esta ley centralista fue parca con relación
al tema aquí expuesto. El artículo 14 dispuso: “Es obligación del mexicano contribuir a
la defensa y a los gastos de la Nación”. Es incuestionable que lo aquí acordado tendría
que ser reglamentado con posterioridad.
F) Constitución Federal de 1857. El texto original de esta Ley Fundamental
estipuló en su artículo 31, como obligación de todo mexicano, “I Defender la
independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de su patria”. Por reforma
de 1898 se agregó una segunda fracción: “Prestar sus servicios en el Ejército o Guardia
Nacional, conforme a las leyes orgánicas respectivas”.
Merece mención especial advertir que para hacer efectivas las obligaciones
anteriores de los mexicanos, fue necesario reformar la Constitución Política en su artículo
5°, en el año de 1898. Dicha reforma obedeció al hecho de que, conforme al texto
original del precepto indicado el servicio militar no era auténticamente obligatorio, dada
la prohibición, como derecho del hombre - hoy garantías individuales - de prestar trabajos
personales sin justa retribución y sin el pleno consentimiento. En virtud de lo defendido
por el artículo 5° muchos mexicanos interpusieron demanda de amparo, habiéndoles sido
acordado por los Tribunales Federales competentes. Para evitar el incumplimiento del
servicio de las armas, al precepto 5 se le agregó un segundo párrafo: “en cuanto a los
servicios públicos, sólo podrán ser en los términos que establezcan las leyes respectivas,
obligatorio el de las armas. ..”
G) Constitución Federal de 1917. Es el artículo 31 el que marca, en su segunda
fracción, esta obligación de los mexicanos: “Asistir en los días y horas designados por el
Ayuntamiento del lugar en que residan, para recibir instrucción cívica y militar que los
mantenga aptos en el ejercicio de los derechos de ciudadano, diestros en el manejo de las
armas y conocedores de la disciplina militar.”
Se complementa el anterior precepto con su ley reglamentaria, la Ley del Servicio
Militar, respecto de la cual, el 18 de junio de 1940 el presidente Cárdenas señaló: “La
situación que prevalece en Europa reclama con urgencia que los pueblos tomen medidas
adecuadas para prevenir injustas agresiones, de tal manera que, a pesar de la tradicional y
definida política de nuestro país que nunca ha abrigado propósitos de carácter bélico,
juzgo llegado el caso de resolver los más trascendentales aspectos de la Defensa Nacional
como los que se refieren a la instrucción militar y al Servicio Militar Obligatorio.”
VI. Consideraciones finales. La necesidad del servicio militar obligatorio es
incuestionable, pero resulta que por diversos motivos, su prestación no se ajusta a lo
dispuesto por la Constitución. Muchos jóvenes eluden la prestación del servicio militar;
y quienes a él concurren no reciben la preparación cívica acordada imperativamente por
nuestro congreso constituyente. El servicio obligatorio a que se refiere la fracción II del
artículo 31 es el militar, no así el deportivo de alfabetización o de aprendizaje de oficios
con el que es actualmente suplido.
Merece también especial mención el democrático derecho de objeción de
conciencia, para no prestar el servicio militar obligatorio quienes, imbuidos de un
profundo sentimiento religioso, tienen la convicción de ser injusto el hecho no sólo de
matar, sino aun el de prepararse para matar a seres humanos. Esta objeción de conciencia
219
que opera en varios países debe ser respetada como homenaje a la sublime libertad de
credo religioso.
VII. BIBLIOGRAFIA. Boils Morales, Guillermo, Los militares y la política en
México (1915-1974), México, Ediciones El Caballito, 1975; Cárdenas De la Peña,
Enrique, Gesta en el Golfo (La Segunda Guerra Mundial y México), México, Editorial
Primicias, 1966; Castillo Velasco, José María del, Apuntamientos para el estudio del
derecho constitucional mexicano; reimpresión, México, Comisión Nacional Editorial,
1976; Cattelain, Jean-Pierre, La objeción de conciencia; traducción de Damián de Bas,
Barcelona, Oikostau, 1973; Ceniceros, José Angel, El servicio militar obligatorio,
México, Centro Revolucionario de Estudios Políticos, 1933; Coronado, Mariano,
Elementos de derecho constitucional mexicano; reimpresión de la 3ª edición, México,
UNAM, 1977; Lozoya, Jorge Alberto, El ejército mexicano, México, El Colegio de
México, 1976; Rodríguez, Ramón, Derecho constitucional; reimpresión de la 2ª edición,
México, UNAM, 1978; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, 17ª
edición, México, Porrúa, 1980.
II. Entre las atribuciones del Consejo Consultivo del Distrito Federal pueden ser
individualizadas las siguientes:
Proponer a la consideración del Jefe del Departamento del Distrito Federal
proyectos de leyes y reglamentos, y reformas o derogaciones de leyes y reglamentos
vigentes, y opinar sobre los nuevos proyectos, o sobre las reformas o abrogaciones de los
ya existentes que procedan de las autoridades del Distrito Federal. Asimismo, sobre estas
materias, puede proponer al Jefe del Departamento la instauración del referendum y
apoyar o no la substanciación de la iniciativa popular.
Proponer que determinada función o actividad que se realice regular y
continuamente, se declare servicio público, cuando estime que es de utilidad general;
proponer que algún servicio público prestado por los particulares, por una empresa de
participación estatal o por un organismo descentralizado, pase a serlo por el
Departamento del Distrito Federal, o viceversa, y proponer la declaración y creación de
nuevos servicios públicos.
Opinar sobre estudios de planeación urbana; emitir opinión al Jefe del
Departamento del Distrito Federal, acerca de la política fiscal: coordinar los trabajos de
las Juntas de Vecinos.
Conocer oportunamente en su integridad los planes y programas de obras y
servicios del Distrito Federal y proponer adiciones y modificaciones a los mismos.
Recibir contestación escrita y explicación suficiente sobre las resoluciones de la autoridad
competente en relación con sus opiniones y proposiciones.
Las demás que fijen la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal, el
Reglamento Interior del Departamento, el Reglamento del propio Consejo Consultivo y
otras disposiciones aplicables.
III. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Teoría general del derecho
administrativo; 3ª edición, México, Porrúa, 1979; Fraga, Gabino, Derecho
administrativo; 20ª edición, México, Porrúa, 1980.
resolución, cuando sin dicho voto “no se habría logrado la mayoría requerida” (artículo
197 en el mismo lugar).
VI. Naturaleza y funciones de los administradores. Ley General de Sociedades
Mercantiles - artículo 142 -, dice que el o los administradores son mandatarios, lo que no
es exacto literalmente, porque su designación procede de un contrato de prestación de
servicios (Minervini) entre cada uno de ellos y la sociedad, que al nombrarlos actúa a
través del órgano supremo que es la asamblea; porque sus facultades y atribuciones
exceden a las de un mandatario, ya que no solo les corresponde la representación y 1a
ejecución de actos jurídicos (artículo 2546 Código Civil para el Distrito Federal), sino
también la dirección y administración de la sociedad y la ejecución de actos materiales, a
nombre y por cuenta de ella; por otra parte, la representación corresponde al órgano, al
administrador único o al consejo como un todo, y no a cada uno de sus miembros, por lo
que tampoco es aplicable el mandato. Así pues, las atribuciones de los administradores,
tanto son externas de representación, como internas, frente a sus socios, su personal, su
patrimonio, el Estado.
Interna y externamente, el ámbito de sus facultades de dirección y de
representación lo fija y limita el objeto o finalidad de la sociedad misma (artículo 10 Ley
General de Sociedades Mercantiles); y si el órgano realiza actos que excedan dichas
facultades o la finalidad social (actos ultra vires), si la sociedad nos los ratifica sólo la
obliga en razón del beneficio obtenido (artículo 2726 Código Civil para el Distrito
Federal aplicable supletoriamente a las sociedades mercantiles), y en este caso, los
integrantes del órgano responderán personal y solidariamente (artículo 1917 Código Civil
para el Distrito Federal) frente a la sociedad y frente a tercero (artículos 2565 Código
Civil para el Distrito Federal y 289 Código de Comercio aplicables por analogía).
VII. Facultades. Las que le fija la ley, constituyen la esfera de su competencia
- por lo que también en esto se distinguen del mandato y de la representación
convencional -. Otras facultades puede atribuirles el contrato social. Las principales de
aquéllas, son: verificar las aportaciones de los socios y la existencia real de los
dividendos que se les pague; la existencia, y regularidad de los libros que la sociedad
debe llevar; cumplir los acuerdos de las asambleas (artículo 158 Ley General de
Sociedades Mercantiles), preparar y presentar a la asamblea ordinaria anual los estados
financieros (artículo 172 en el mismo lugar); convocar debidamente y asistir a las
asambleas (artículos 183, 186, 181 en el mismo lugar); nombrar gerentes y apoderados
(artículo 145), así como delegados para la ejecución de actos concretos (artículo 148), es
decir, ejecución de los acuerdos adoptados por la asamblea o por el mismo órgano de
administración.
VIII. Responsabilidad de los administradores. Incurren en ella, frente a la
sociedad, por violación de sus deberes e incumplimiento de las obligaciones derivadas de
su cargo, y de los que la ley o los estatutos les impongan (artículo 157 Ley General de
Sociedades Mercantiles); la suya, es una responsabilidad que deriva de su función de
encargados de la administración y de sus deberes como integrantes del órgano; y como
efecto de los actos ilícitos que realicen, a nombre de la sociedad, hacen incurrir a ésta en
responsabilidad frente a terceros. La ley impone a los administradores responsabilidad
solidaria (artículos 158, Ley General de Sociedades Mercantiles y 1917 del Código Civil
para el Distrito Federal) (salvo que algún administrador que, exento de culpa, haya
manifestado su inconformidad en el momento de la deliberación y al aprobarse el acto de
225
que se trate, artículo 159 de la Ley General de Sociedades Mercantiles), y con quienes les
hayan precedido, en los supuestos del artículo 160 en el mismo lugar.
La acción de responsabilidad corresponde a la sociedad, por acuerdo de la
asamblea ordinaria de socios (artículo 161 en el mismo lugar), pero también socios que
representen el 33% del capital social, por lo menos, podrán ejercitarla directamente, si la
demanda respectiva comprende el monto de la responsabilidad, y no sólo “el interés
personal de los promoventes; y si los actores no hubieran votado en favor del acuerdo de
la asamblea de no proceder contra los administradores demandados” (artículo163 en el
mismo lugar).
IX. Terminación del cargo de administrador. Las causas más comunes de
conclusión del cargo, son su revocación, que libérrimamente puede acordar la asamblea
ordinaria (aunque la puede hacer incurrir en responsabilidad por daños y perjuicios, si
ella fuere injustificada); la renuncia, también totalmente libre, la muerte, incapacidad o
inhabilitación superveniente y el cumplimiento de la condición o plazo a que su
nombramiento se hubiere sometido. En relación a esta causal - el plazo - la Ley General
de Sociedades Mercantiles, dispone - artículo 154 -, que “los administradores continuarán
en el desempeño de sus funciones, aun cuando hubiere concluido el plazo... mientras no
se hagan nuevos nombramientos y los nombrados no tomen posesión de sus cargos”.
Véase Asamblea de Socios y Accionistas, Comisario, Representación, Ultra
Vires.
X. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, La representación de sociedades,
México, UNAM, 1967; Galindo Garfias, Ignacio, Sociedad anónima. Responsabilidad
civil de los administradores, México, Porrúa, 1957; Mantilla Molina, Roberto L.,
Derecho mercantil; introducción y conceptos fundamentales, sociedades; 20ª edición,
México, Porrúa, 1980, Minervini, Gustavo, Gli amministratori di società per azioni,
Milán, Giuffrè, 1956; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Tratado de sociedades
mercantiles, México, Porrúa, 1947, volumen 2.
II. El Consejo es uno de los cinco órganos fundamentales del Poder Judicial de la
Federación. El artículo 100 Constitucional señala que debe estar integrado por siete
227
Las funciones del Presidente del Consejo son las siguientes: representar al
Consejo de la Judicatura Federal; tramitar los asuntos de la competencia del Pleno y
turnar los expedientes entre sus integrantes para que formulen los correspondientes
proyectos de resolución. En caso de que el Presidente estime dudoso o trascendental
algún trámite, designará a un consejero ponente para que se someta el asunto a la
consideración del Pleno del Consejo, a fin de que este determine lo que corresponda;
presidir el Pleno, dirigir los debates y conservar el orden de las sesiones del Consejo;
despachar la correspondencia oficial, salvo la reservada a los presidentes de las
comisiones; proponer al Pleno del Consejo de la Judicatura Federal los nombramientos
de los secretarios ejecutivos, los titulares de los órganos auxiliares del propio Consejo,
así como el del representante de este último, ante la correspondiente Comisión
Sustanciadora.
El Consejo está integrado además por órganos auxiliares los cuales son: el
Instituto de la Judicatura, Visitaduría Judicial, la Contraloría del Poder Judicial de la
Federación y el Instituto Federal de Defensoría Pública.
III. Las decisiones que dicta el Consejo son inatacables y definitivas con
exepción de las que se refieren al nombramiento, adscripción, cambios de adscripción y
remoción de magistrados de Circuito y jueces de Distrito, las cuales pueden impugnarse
a través del Recurso de Revisión Adminstrativa.Dicho recurso tiene por objeto que el
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación determine si el Consejo de la
Judicatura Federal nombró, adscribió, readscribió o removió a un Magistrado de Circuito
o Jues de Distrtio, con estricto apego a los requisitos formales que marca la ley o a los
reglamentos interiores y acuerdos generales expedidos por el propio Consejo.
CONSEJO DE MINISTROS. I. Cuerpo formado por los titulares de las diversas áreas
de la administración, ministros o secretarios, que usualmente sesionan en forma conjunta
con el jefe del gobierno, para atender asuntos particularmente importantes. En algunos
países se distingue el consejo del gabinete, porque este último no es presidido por el jefe
de gobierno; su integración puede variar, de un país a otro, de manera que en algunos
incluye a todos o a algunos de los ministros.
II. En términos generales, la locución consejo de ministros puede referirse al
órgano que con tal nombre desarrolla funciones fundamentalmente deliberativas, en un
sistema tanto republicano como monárquico, así como democrático o totalitario. Desde
el punto de vista del derecho constitucional moderno, los consejos de ministros que más
relevancia tienen son aquellos que detentan alguna función real, de asesoría o control, y
que son relativamente independientes de los jefes del gobierno a los que asisten; de otro
modo, se trataría de órganos administrativos sin ninguna función política. En el sistema
parlamentario, donde los ministros de estado son relativamente independientes del primer
ministro o el jefe del gobierno - por su condición de líderes o notables del partido
mayoritario en el parlamento -, es donde mayor sentido puede tener la institución de un
consejo de ministros. De hecho, históricamente, un género de éstos, el gabinete, surgió
del sistema parlamentario inglés, y, específicamente, durante el gobierno de la Reina Ana
(1702-1714), para tratar determinados asuntos gubernamentales cuyo conocimiento se
transfirió del pleno del Consejo Privado (Privy Council) a un subcomité del mismo,
integrado por los consejeros que desempeñaban los principales cargos. El Acta de
Establecimiento, de 1701, previó que el rey debía tratar los asuntos en el Consejo y
requirió que su aprobación ostentara la firma de un consejero. El mecanismo en cuestión
dio nacimiento al principio del referendo y al de la responsabilidad ministerial,
juntamente con la creación del gobierno de gabinete.
III. Dentro del sistema jurídico mexicano el primer antecedente de un órgano
deliberante de control, se encuentra en el Consejo de Estado, que estableció la
Constitución de 1824. Sin embargo, se trata de un antecedente indirecto, en virtud de
tratarse de un órgano integrado por notables. El antecedente directo del Consejo de
Ministros surgió del Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana, del 15 de
mayo de 1856. El artículo 82 requería la intervención del Consejo de Ministros, con el
objeto de que el presidente pudiera ser investido de facultades extraordinarias, para
defender la independencia, la integridad del territorio, sostener el orden establecido o
conservar la tranquilidad pública. El Proyecto de Constitución, presentado por la Sala de
Comisiones, el 16 de junio de 1856, incluyen los primeros 33 artículos un amplio
catálogo de derechos individuales y en el artículo 34 estableció el mecanismo para
suspenderlos, en casos excepcionales, mismos que requería del acuerdo del consejo de
ministros. El artículo en cuestión se incorporó a la Constitución de 1857, con el número
29, estableciendo que las garantías individuales podían suspenderse en los casos de
invasión, perturbación grave de la paz pública o cualesquiera otros que pusieran a la
sociedad en grave peligro o conflicto. En estos casos, el presidente, de acuerdo con el
230
Jorge Carpizo
incapacitados o ausentes que sean beneficiarios en una sucesión, sin mengua de que en tal
hipótesis el juez de la causa proceda a hacer, desde luego, dicho nombramiento.
V. BIBLIOGRAFIA: García Téllez, Ignacio, Motivos, colaboración y
concordancias del nuevo código civil mexicano; 2ª edición, México, Porrúa, 1965;
Lagunes Pérez, Iván, “La función verdadera del juzgador pupilar”, Revista de la Facultad
de Derecho de México, México, tomo XVI, número 61, enero-marzo de 1966; Pina,
Rafael de, Elementos de derecho civil mexicano, tomo I, Introducción, personas, familia;
10ª edición, México, Porrúa, 1980; Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la
Familia, Documentos sobre conclusiones y recomendaciones de congresos y reuniones,
México, 1978.
Héctor Fix-Zamudio
Convenio según el artículo 1792 del Código Civil para el Distrito Federal es el
acuerdo de dos o más voluntades para crear, transferir, modificar o extinguir
obligaciones. El artículo 1793 agrega que cuando las convenciones producen o
transfieren obligaciones y derechos toman el nombre de contratos.
El consentimiento es un requisito de existencia del contrato, de acuerdo a lo
establecido en los artículos 1794 y 2224 del Código Civil para el Distrito Federal. Si no
existe consentimiento, no habrá contrato.
El consentimiento nace en el instante en que legalmente se produce el acuerdo de
voluntades de las partes que intervienen en una relación jurídica en formación, o sea,
cuando coinciden entre sí las voluntades individuales de cada uno de los interesados.
Técnicamente el concepto tiene este significado en la doctrina y en las
legislaciones de los diversos sistemas jurídicos 1os artículos 1803 y siguiente del capítulo
especial destinado por el Código Civil para el Distrito Federal al proceso de formación
del consentimiento reafirman este alcance.
II. Las numerosas definiciones del consentimiento, concuerdan con los principios
expuestos. Joaquín Escriche en su Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia,
lo define como “la adhesión a la voluntad de otro; o el concurso mutuo de la voluntad de
las partes sobre un hecho que aprueban con pleno conocimiento”.
Se hacen estas aclaraciones, porque hay disposiciones del Código Civil para el
Distrito Federal que denominan “consentimiento” a simples manifestaciones individuales
de voluntad, como ocurre en los artículos 149 a 155, 181, 187, 209, 238, 240, 397, 405
fracción I, 426, 427, 1908, entre otros. Se trata en la especie de autorizaciones,
aprobaciones o conformidades unilaterales y no de acuerdo de voluntades.
Este error lo encontramos también en el Código Civil francés, que emplea
indebidamente la expresión consentimiento en el artículo 1108 al disponer que para la
validez de una convención se requiere “el consentimiento de la parte que se obliga”.
Habrá que concluir que en la legislación mexicana al igual que en la francesa, este
vocablo tiene dos significados o acepciones.
Es del caso observar que en la legislación mexicana los artículos 1655, 1668 y
1679, entre otros, emplean correctamente la expresión “autorización” y no
consentimiento como lo ha hecho en los otros que se han citado.
Sólo nos detendremos en esta ocasión, en el estudio del consentimiento,
considerado como acuerdo de voluntades.
III. En el proceso legal de formación del consentimiento, pueden distinguirse dos
etapas sucesivas: la oferta y la aceptación.
La oferta, denominada también propuesta o policitación, consiste en la
declaración unilateral de voluntad que hace una persona a otra u otras proponiéndoles la
celebración de un contrato.
Laurent opina que la oferta puede emanar no sólo del que desea obligarse, sino
también de quien pretende adquirir un derecho. Poco importa cuál de los dos tome la
iniciativa, en especial cuando se trata de contratos bilaterales donde ambas partes son
recíprocamente acreedoras y deudoras.
Para que la oferta sea eficaz y sea tomada en consideración por el destinatario
debe ser seria y concreta. Esto quiere decir que debe contener los datos necesarios para la
plena individualización del contrato que se ofrece celebrar, describiéndolo en todos sus
detalles y pormenores.
237
La oferta puede ser expresa cuando se manifiesta verbalmente, por escrito o por
signos inequívocos y tácita cuando resulta de hechos o de actos que la presupongan o que
autoricen a presumirlo, excepto en los casos en que por ley o convenio la voluntad deba
manifestarse expresamente (artículo 1803 del Código Civil para el Distrito Federal).
La oferta puede hacerse a personas presentes o no presentes, cuando estas últimas
se encuentran en lugares distintos.
Si se hace a una persona que se encuentra presente, puede el proponente fijar un
plazo para la aceptación o exigir la respuesta de inmediato.
Si la oferta se hace a una persona presente sin fijación de plazo la respuesta debe
darse de inmediato.
Si es aceptada sin modificación alguna queda en ese mismo instante
perfeccionado el contrato. El consentimiento se ha formado al producirse el acuerdo de
voluntades entre el proponente y el aceptante.
Si la oferta es rechazada, la ausencia de consentimiento impide la formación del
contrato por ser un requisito de existencia del mismo. La falta de consentimiento acarrea
la inexistencia jurídica. El proponente queda desligado de todo compromiso y la oferta
sin efecto legal alguno (artículo 1805 del Código Civil para el Distrito Federal).
Cuando la oferta se hace a una persona presente fijándole un plazo para aceptar,
queda el proponente ligado por su oferta hasta la expiración del plazo (artículo 1805
Código Civil para el Distrito Federal) .
Se consideran como ofertas hechas entre presentes, las que se hacen por teléfono
(artículo 1805 Código Civil para el Distrito Federal) .
Las ofertas pueden hacerse a una o varias personas, sobre uno o varios objetos y a
personas determinadas e indeterminadas. En cambio la aceptación debe hacerse a
persona determinada: el proponente.
Si la oferta se hace a varias personas, unas pueden aceptarla y otras rechazarla. El
contrato se celebrará entre el proponente y los que acepten.
Si la oferta se hace a varias personas conjuntamente y se exige la aceptación
conjunta, el rechazo de cualquiera de ellas impedirá la formación del contrato.
A la misma conclusión puede llegarse cuando la oferta comprende varias cosas.
Si se las considera como un conjunto indivisible, el rechazo a una de ellas obstaculizará
la formación del contrato, en caso contrario, podrán celebrarse contratos parciales.
No hay que confundir la oferta con la simple proposición a la celebración de un
contrato (ofrecer en venta una casa sin señalar precio ni forma de pago) ni con los actos y
entrevistas preliminares que se efectúen antes de que se haga formalmente la propuesta
(elaboración de planos presupuestos, etcétera). Se discute por los autores si le puede
acarrear responsabilidad al que se desiste injustificadamente de estos trámites
preliminares.
Tampoco puede confundirse la propuesta con el pre-contrato o contrato de
promesa, donde existe un acuerdo previo de voluntades para la celebración de un
contrato, como lo señala el artículo 2243 que dice: “Puede asumirse contractualmente la
obligación de celebrar un contrato futuro”.
Si la oferta se hace a una persona que no se encuentra presente, el autor de la
oferta queda ligado durante tres días, además del tiempo necesario para la ida y vuelta
regular del correo público o del que se juzgue bastante no habiendo correo público según
238
extendida para todos sus efectos, y además, todos los gastos serán por cuenta del acreedor
(artículos 2102-2103 Código Civil para el Distrito Federal) .
La doctrina considera que si bien las disposiciones respectivas de los Código Civil
para el Distrito Federal y Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal
regulan exclusivamente a la consignación de dar, los mismos principios pueden aplicarse
a las obligaciones de hacer.
III. B) La consignación en materia penal es la instancia a través de la cual el
Ministerio Público ejercita la acción punitiva, por considerar que durante la averiguación
previa se han comprobado la existencia del delito y la presunta responsabilidad del
inculpado.
Cuando el propio Ministerio Público presenta el escrito de consignación ante el
juez penal competente (escrito que debe considerarse como equivalente a la demanda en
las restantes ramas procesales), solicita del tribunal la iniciación del procedimiento
judicial; las órdenes de comparecencia y las de aprehensión que procedan; el
aseguramiento precautorio de bienes para los efectos de la reparación del daño, y en su
caso, las sanciones respectivas; pero al mismo tiempo debe ofrecer las pruebas de la
existencia de los delitos y de la responsabilidad de los inculpados (artículos 5° y 6° del
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal y 136 del Código Federal de
Procedimientos Penales).
La presentación de la instancia de consignación no impide que el Ministerio
Público, con motivo de los resultados de la instrucción procesal, modifique su posición,
ya sea desistiendo de la acción penal o formulando conclusiones no acusatorias, que
equivalen también a un desistimiento, y en ambos supuestos, el juzgador está obligado a
dictar el sobreseimiento del juicio y a ordenar la libertad definitiva del inculpado
(artículos 6°, 8°, 320-323 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal
y 138, 294-295 del Código Federal de Procedimientos Penales).
Por otra parte, si formula conclusiones acusatorias, en ellas puede reclasificar, sin
variarlos, la tipificación de los hechos delictuosos, tomando en cuenta los resultados de la
instrucción, y son estas conclusiones, que no pueden modificarse sino por causas
supervenientes y en beneficio del acusado, las que deben servir de base a la sentencia del
tribunal.
Véase Acción Penal, Conclusiones del Ministerio Público, Obligaciones,
Pago.
BIBLIOGRAFIA: Becerra Bautista, José, El proceso civil en México; 8ª
edición, México, Porrúa, 1980; Béjar Sánchez, Manuel, Obligaciones civiles, México,
Harla, 1980; Castillo Larrañaga, José y Pina, Rafael de, Instituciones de derecho procesal
civil; 13ª edición, México, Porrúa, 1979; García Ramírez, Sergio, Curso de derecho
procesal penal, 2ª edición, México, Porrúa, 1977; González Bustamante, Juan José,
Principios de derecho procesal penal mexicano; 6ª edición, México, Porrúa, l975;
Gutiérrez González, Ernesto, Derecho de las obligaciones; 4ª edición, Puebla, Cajica,
1971; Pina, Rafael de, Elementos de derecho civil mexicano, tomo III, Obligaciones
civiles, 5ª edición, México, Porrúa, 1980; Rojina Villegas, Rafael, Compendio de derecho
civil, tomo III, Teoría general de las obligaciones, 9ª, edición, México, Porrúa, 1980.
Héctor Fix-Zamudio
242
a la compraventa, se excluye a éste; más cerca está, aun cuando con características que lo
diferencian, del contrato de comisión mercantil, en el que el comisionista obra a nombre
propio, pero por cuenta del comitente (artículos 284, 286, 289, Código de Comercio), está
obligado a custodiar la cosa que recibe y a responder de su conservación en el estado en
que recibe la cosa. (artículos 294 y 295 en el mismo lugar). Se debe distinguir, sin
embargo, el contrato estimatorio de la comisión, en cuanto que aquel no se basa en una
relación de representación (directa o indirecta), sino en derechos que se atribuyen al
consignatario de disponer de la cosa y transmitirla a terceros, o bien, conservarla a su
favor (lo que es contrario a lo dispuesto en el artículo 299 Código de Comercio).
A pesar de su falta de reglamentación, y de que, en consecuencia, sea un contrato
atípico, no es un contrato innominado, puesto que la Ley de Quiebras y Suspensión de
Pagos lo califica, al disponer que el propietario de los bienes que se hayan “recibido (por
el quebrado consignatario) en consignación por virtud de un contrato estimatorio”,
pueden separarse de la masa de la quiebra, si ésta se declara antes de la manifestación del
comprador (del quebrado) de hacer suyas las mercancías (artículo 151 fracción VI, inciso
a) de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos) .
IV. Consignación en el contrato de transporte. En este contrato, como se sabe,
existen dos partes, el cargador o remitente y el porteador que se encarga del traslado de
los bienes de su custodia durante el viaje. Puede aquél, ser el destinatario o consignatario
de las mercancías, pero casi siempre éste es una persona distinta a cuyo favor se pacta el
contrato, y ante el que debe el porteador proceder a la entrega de las mercaderías
transportadas. Se trata de una estipulación a su favor (a favor de terceros), que se rige por
las disposiciones de los artículos 1869 a 1872 Código Civil para el Distrito Federal.; y
que, en consecuencia, “hace adquirir (al consignatario), salvo pacto escrito en contrario,
el derecho de exigir a prestación que se ha obligado” (artículo 1869); que consiste
precisamente, en la entrega de la cosa, y en ocasiones de ciertos documentos (factura,
certificados de calidad, certificados de aduana, etcétera).
El Código de Comercio, al regular el contrato de transporte, se refiere al
consignatario y enumera sus derechos (artículo 596) y obligaciones (artículo 595),
principalmente la de recibir la cosa (y si se rehusa, el porteador tiene derecho a
depositarlas en consignación artículo 591, fracción VIII, en el mismo lugar).
Véase Comisión Mercantil, Consignación, Contrato de Transporte,
Estipulación a Favor de Tercero, Pago.
V. BIBLIOGRAFIA: Asquini, Del contrato de transporte, en el Comentario al
Código de Comercio, dirigido por Bolaffio, Rocco y Vivante, Buenos Aires, 1949, tomo
XVI; Mazzone, Rosario, “Contratto estimatorio”, Novissimo digesto italiano, Turin,
UTET, 1964; tomo IV; Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, La separación de bienes era la
quiebra, México, UNAM, 1951.
En esta voz, sólo se analiza el consorcio desde el punto de vista económico, y más
concretamente, comercial, propio del derecho mercantil y del nuevo derecho económico.
II. Concepto. Consorcio es la reunión de dos o más personas físicas o morales,
que realizan actividades económicas iguales o semejantes, con la finalidad de regular
entre sí su concurrencia al mercado en cuanto a las mercancías que producen o elaboran,
o los servicios que prestan.
Se trata de un fenómeno propio de la economía capitalista. Cuando ésta se
desarrolla dentro del liberalismo, se considera que dicha regulación atenta contra la
libertad del comercio y que, en consecuencia, constituye una injerencia inadmisible del
Estado en la vida económica: la ley de la oferta y de la demanda, sin cortapisas, ni la
intromisión del Estado, debe regular al mercado.
Los abusos y los excesos de tal libertad - como de otros principios también
propios de esa etapa - (autonomía de la voluntad; abstención de la intervención del poder
público en las relaciones laborales y en la prestación de servicios públicos: protección de
los consumidores, etcétera), pronto plantearon la necesidad de restringir y de reglamentar
la libre concurrencia, y el intervencionismo del Estado en actividades antes reservadas a
los particulares. La etapa actual de “capitalismo tardío” en que vivimos, se caracteriza en
todos los países, por una creciente y desbordada intervención estatal, y por una regulación
de la libre concurrencia que tanto tiende a evitar daños al público consumidor
ocasionados por la concentración monopolista de productores, o de productos y de
servicios, como a admitir ciertas formas de agrupación de industriales, de comerciantes,
de agricultores que busquen el abaratamiento de los productos y de los servicios, mejorar
su calidad y distribuirlos en forma más amplia y mejor.
III. Caracteres del consorcio y diferencias con figuras afines. Por lo general, el
consorcio constituye un pactoo contrato entre dos o más empresas para regular el
ofrecimiento de bienes o de servicios al público. Excepcionalmente, constituye una
obligación legal que impone a productores (agrícolas o industriales) su asociación y la
oferta de sus productos a través de ella, y no directamente (como el caso de la Ley de
asociaciones de productores para la distribución y venta de sus reductos, Diario Oficial
25-IV-37; en adelante LAP artículos 7° y 8°). Es frecuente que el pacto se formalice a
través de la constitución de una sociedad, la que no se registre ni se exteriorice al público
(por lo que carecería de personalidad artículo 2° Ley General de Sociedades Mercantiles)
sino que se mantenga como una sociedad oculta que sólo produce efectos internamente.
Como contrato, el consorcio es atípico, por su falta de regulación legal, pero es un
negocio nominado, porque tanto la Ley General de Instituciones de Seguros, artículo 4°,
como la Ley Federal de Instituciones de Fianzas, artículo 9°, acogen el nombre. Por no
estar reglamentado en ley alguna, el contrato se rige “por las reglas generales de los
contratos, por las estipulaciones de las partes (cuando no se afecte el interés público, ni se
perjudiquen derechos de tercero, artículo 6° Código Civil para el Distrito Federal.) , y en
lo que fueran omisas con el contrato con el que tengan más analogía” (artículo 1858
Código Civil para el Distrito Federal.). Ahora bien, el contrato de consorcio puede
implicar aportaciones o contribuciones de bienes de los consortes, que se manejarían de
acuerdo con el pacto, y en su defecto, de las reglas legales sobre la copropiedad; si la
contribución de alguno, de los socios consortes consiste en servicios, la relación se
consideraría como una aportación de industria, o de gestión o administración, si se trata
de una sociedad, de gestión de negocios o de mandato si ésta no existe.
245
Sieyès, el clásico doctrinario francés del siglo XVIII, declara que “la constitución
comprende a la vez la formación y la organización interior de los diferentes poderes
públicos, su correspondencia necesaria y su independencia recíproca”. Manuel García
Pelayo se ha referido a que necesariamente el vocablo Constitución, de por sí tan poco
concreto, va seguido de un adjetivo: por ejemplo, Constitución jurídica, real, política,
normativa, material, formal, empírica, ideal, etcétera, “mas como sucede que lo que
aparece como adjetivo es en realidad sustantivo, el resultado es que a tales
contraposiciones se les escapa la Constitución como un todo”. Tan es cierta la posición
de García Pelayo que hasta Schmitt para dar un enfoque más concreto establece su
célebre clasificación de las Constituciones por su sentido ideal, positivo, absoluto y
relativo.
Bryce no solamente es conocido por su célebre clasificación de las Constituciones
en rígidas y flexibles sino que además considera que la Constitución es “El complejo total
de leyes que comprenden los principios y las reglas por los que la comunidad está
organizada, gobernada y defendida”, lo que nos parece muy acertado.
En definitiva, debe considerarse la Constitución como la ley fundamental y
suprema del Estado, que atañe tanto a las atribuciones y límites a la autoridad como a los
derechos del hombre y pueblo de un Estado. Además, la Constitución estipula los
derechos y deberes tanto de los gobernantes como de los gobernados en orden a la
solidaridad social (Duguit). El régimen constitucional es la raíz primera del de las
instituciones políticas, por cuanto la organización de la sociedad política es de siempre
“alma de la polis” (Isócrates). También se ha dicho que la Constitución es el primer poder
ordenador del Estado, ya que de la Norma Suprema se derivan las leyes orgánicas, leyes
ordinarias, códigos, estatutos orgánicos y hasta reglamentos administrativos. Los pueblos
griegos de la civilización del Mar Egeo proclamaron constituciones (véase el estudio que
de ellas hace Aristóteles en La política) y los romanos tuvieron su rem publicam
constituere del que se derivaba el derecho público y privado del pueblo romano. Sin
embargo Hauriou afirma que del derecho público se derivan dos ramas: el derecho
constitucional (derecho político) y el derecho privado, con lo que no estamos de acuerdo
por ser la Constitución la raíz primera y suprema de la idisiosincrasia del pueblo de un
Estado.
III. ¿Qué es una institución? Según Hauriou “es el conjunto de actos o de ideas
que los individuos encuentran ante ellos, y que se imponen”. En su consecuencia deberá
entenderse por institución constitucional el conjunto de ideas que regulan la manera o
forma de ser el Estado.
Según Duverger el vocablo Constitución proviene de la Edad Media. Así se
denominaban a las reglas que regían la vida conventual. Siguiendo a este autor, existe un
derecho constitucional formal y un derecho constitucional material. El primero se
encuentra recogido en la Norma Suprema del Estado, cuando el derecho público del
mismo se presenta escrito. El segundo ya no es por el lugar en que se encuentra, sino por
lo que expresa. Así será derecho constitucional si el precepto, o norma se refiere: 1° a la
estructura del Estado; 2° a la organización del gobierno; 3° a los regímenes políticos; 4° a
los problemas de autoridad; 5° a la división de poderes, y 6° a las garantías individuales y
sociales. Es decir, el derecho constitucional, derivado del vocablo Constitución se refiere
a las instituciones políticas.
251
añadido las denominadas garantías sociales de las cuales dicha Constitución fue la
primera en formularlas (artículo 123 y sus relativos).
Sin duda alguna, el precepto básico de una Constitución es aquel que fija la
titularidad de la soberanía (artículo 39).
VI. Los preceptos de una Constitución deben ser estudiados a la luz de la realidad
fáctica, precisamente de lo que es el Estado, resultado de la decisiva acción del pueblo
soberano. El estudio formal constitucional nos conduce al alejamiento entre el deber ser
y el ser político. Ni aun Kelsen pudo desvincularse del enfoque sociológico de las
instituciones proclamadas en la ley fundamental del Estado. cuando nos dice “la
Constitución en sentido formal es cierto documento solemne, un conjunto de normas
jurídicas que sólo pueden ser modificadas mediante la observancia de prescripciones
especiales, cuyo objeto es dificultar la modificación de tales normas”. En este pasaje
Kelsen no se está refiriendo, tan sólo a la diferencia entre el concepto formal y material
de la Constitución sino que lo interpretamos respecto a la distinción entre la realidad
constitucional como aplicación de dicha ley y las meras declaraciones de textos que por
no ser aplicadas implican letra muerta. Enfoque básico de los artículos referidos a la
organización del Estado es la división de poderes (sistema competencial), principio
fundamental de la organización política y jurídica junto con las amplias y nuevas
garantías sociales de las Constituciones actuales.
VII. BIBLIOGRAFIA: Aristóteles La Política, Madrid, Instituto de Estudios
Políticos. 1951; Duverger, Maurice, Instituciones políticas y derecho constitucional, 5ª
edición, Barcelona, Ariel, 1970; García Pelayo, Manuel, Derecho constitucional
comparado; 8ª, edición, Madrid, Editorial Revista de Occidente, l967; Hauriou, André,
Derecho constitucional e instituciones políticas; 4ª edición, Barcelona, Ariel, 1941;
Isócrates, Discursos completos, Barcelona, Editorial Iberia, 1961; Schmitt, Carl; Teoría
de la Constitución, México, Editorial Nacional, 1966.
la lista nombres que hayan sido remitidos, por las legislaturas estatales, en el proceso de
nombramiento de ambos mandatarios, en el cual no participaba para nada la población.
Bajo este mismo título IV está la sección quinta consagrada al mencionado
Consejo de Gobierno, el cual funcionaría únicamente durante los recesos del propio
congreso general. Este organismo estaría compuesto por la mitad de los senadores, uno
precisamente por cada Estado, y sería presidido por el vicepresidente de los Estados
Unidos Mexicanos. Podemos señalar entre sus funciones la de vigilar la puntual
observancia de la constitución y de todo el orden legal establecido y la de emitir
dictámenes en cuestiones de interés general. Tenía facultades para instruir expedientes de
responsabilidad y para, con tal motivo, convocar a congreso extraordinario. Se trata de
un reflejo de la diputación Permanente de Cortes de la Constitución de 1812.
Asimismo bajo este mismo título IV se encuentra la regulación correspondiente
al despacho de los negocios de gobierno a través del número de secretarías que el
congreso determine por una ley. Sus titulares debían refrendar con su firma los actos del
presidente que correspondieran a su secretaría y ser corresponsables de los actos de éste
que contravinieran la Constitución, el Acta Constitutiva, las leyes o las constituciones de
los Estados y que correspondieran al ramo concreto de cada uno de los secretarios.
El título V, desde el artículo 123 al 156 está dedicado al poder judicial de la
federación. Este residirá en una Corte Suprema de Justicia, en los tribunales de circuito y
en los juzgados de distrito, cuya organización y funcionamiento se detallan.
Cabe destacar que el nombramiento de los magistrados de la Corte Suprema
corresponde a las legislaturas locales junto con el Congreso General. En cambio, el
nombramiento de los magistrados de los tribunales y jueces de los juzgados tocaba al
ejecutivo federal, mediante terna presentada por la Corte Suprema. Unos y otros deberán
reunir, entre otros, el requisito de ser letrados. La constitución les reconoce el carácter de
perpetuos y el de la inamovilidad, salvo el juicio correspondiente, ya, que todos son
responsables del cumplimiento de sus funciones legales, previéndose como figura
especial la posible creación de un tribunal singular para, en su caso, juzgar a la Corte
Suprema de Justicia.
Conviene señalar además que bajo este mismo título V se consagran varios
principios generales, según los cuales se regulará la administración de justicia inclusive
en el ámbito de los diversos Estados. Entre ellos pueden señalarse: la fe pública y validez
automática de los actos de las diferentes autoridades federales y estatales, la prohibición
de confiscación de bienes, de los juicios por comisión, de la retroactividad de la ley, y de
los tormentos. Se consagran varias medidas más tendientes a garantizar la libertad y la
inviolabilidad de las personas, y se mantiene el fuero especial para los militares y
eclesiásticos.
El título VI, por su parte, que va del artículo 157 al 162, establece las reglas
fundamentales de la organización y funcionamiento de los gobiernos estatales. Se
prescribe la división tripartita del poder: legislativo, ejecutivo y judicial. Salvando el
anterior principio, los estados se podían organizar libremente en lo relativo a la titularidad
del ejecutivo. El legislativo podría constar de una o dos cámaras, según se estableciera en
sus respectivas constituciones. El poder judicial local gozaría de absoluta independencia
y todas las causas deberían terminarse, en todas sus instancias, dentro de la jurisdicción
estatal.
255
Católica y en él reside la potestad de ejecutar las leyes, por lo que entre sus importantes
facultades se le reconoce la de expedir los decretos, reglamentos e instrucciones que crea
conducentes para la ejecución de las leyes. Se detallan también otros puntos relativos al
rey, la regencia y la familia real.
El capítulo VI de este título está dedicado a los Secretarios de Despacho, que
serían siete en total. Los Secretarios firmarían todas las órdenes y disposiciones del rey,
de acuerdo al ramo a que pertenecieran y se consagra el principio del refrendo, o de la
responsabilidad de éstos por los actos del rey, responsabilidad que harían efectiva las
cortes.
Del consejo de gobierno se ocupa el capítulo VII, último de este título IV. Dicho
organismo estaría compuesto por cuarenta individuos, que fueran ciudadanos, de los
cuales doce debían ser de Ultramar a lo menos. Es el único consejo que se prevé.
El título V se refiere a los tribunales de la administración de justicia, y va desde el
artículo 242 al 308. A los tribunales del reino correspondía aplicar las leyes a las causas
civiles y criminales, prohibiéndose al rey y a las Cortes ejercer funciones judiciales,
avocarse a causas pendientes ni mandar abrir los juicios fenecidos. La justicia se
administra en nombre del rey. Se consagra el principio de la unidad de jurisdicción
aunque subsisten los fueros eclesiástico y militar. Se organiza en forma piramidal el
poder judicial; en la cúspide se hallaría el Supremo Tribunal de Justicia, después vendrían
las audiencias territoriales, luego los partidos con su respectivo juzgado de letras y
finalmente podemos mencionar a los alcaldes constitucionales, a quienes se les
encomiendan funciones, así en lo contencioso como en lo económico, como dice el
artículo 275.
Todas las causas civiles y criminales deberían terminar en la propia audiencia, de
manera que el Supremo Tribunal de Justicia se instituye como última instancia para los
recursos extraordinarios de nulidad y de responsabilidad fundamentalmente, y para
salvaguarda de la legalidad y constitucionalidad en la importante tarea de administrar la
justicia. A él toca, en particular, dirimir las competencias que tuvieren entre sí las
audiencias; conocer de la responsabilidad de los altos funcionarios, como secretarios,
consejeros y magistrados de las audiencias; conocer de la residencia de los empleados
públicos; conocer de los recursos de fuerza y de nulidad y velar por la pronta
administración de la justicia
El título VI se refiere al gobierno interior de las provincias y de los pueblos. El
territorio, en efecto, se divide en circunscripciones políticas llamadas provincias, al frente
de las cuales habrá un jefe superior político presidiendo un órgano colegiado de gobierno
denominado diputación provincial, encargado de promover su prosperidad. Y en cada
provincia habrá ayuntamientos, compuestos de alcaldes, regidores y un procurador
síndico.
Esta es la nueva división política que se implantara tanto en la península como en
ultramar.
Todavía se dedican sendos títulos a las contribuciones a la fuerza militar nacional
y a la instrucción pública, materias todas de enorme importancia, en donde se
consagraron principios trascendentales, que se insertarán inclusive en la Constitución
mexicana de 1824, sobre todo lo relativo a las contribuciones que debían ser votadas por
las Cortes y ser proporcionales a la capacidad económica de españoles, sin distinción ni
privilegio alguno.
259
Diputados, conformaron este Congreso. Las sesiones del Congreso fueron clausuradas el
31 de enero de 1917. El título con el que esta Constitución se promulgó fue:
“Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la de 5 de febrero
de 1857”, lo que, no significa que en 1917 no se haya dado una nueva constitución. Es
una nueva Constitución, porque la llamada revolución mexicana rompió con el orden
jurídico establecido por la Constitución de 1857, y porque el constituyente de 1916-1917
tuvo su origen no en la Constitución de 1857 (ya une nunca se observó el procedimiento
para su reforma), sino en el movimiento político-social de 1910, que le dio a la
Constitución su contenido.
La Constitución mexicana de 1917 es una constitución rígida, republicana,
presidencial, federal, pluripartidista (aunque en la realidad existe un sistema de partido
predominante) y nominal (en la terminología de Lowenstein), ya que sin existir plena
concordancia entre lo dispuesto por la norma constitucional y la realidad, existe la
esperanza de que tal concordancia se logre. La Constitución está compuesta por 136
artículos. Como en la mayoría de las constituciones puede advertirse una parte
dogmática y una parte orgánica; la parte dogmática, en la que se establece la declaración
de garantías individuales, comprende los primeros 28 artículos de la Constitución.
II. Los principios esenciales de la Constitución mexicana de 1917 son los
siguientes: la idea de soberanía, los derechos humanos, la división de poderes, el sistema
federal, el sistema representativo, la supremacía del Estado sobre las iglesias y la
existencia del juicio de amparo como medio fundamental de control de la
constitucionalidad (Carpizo, La Constitución...., páginas 134-135).
A) Los derechos humanos en la Constitución de 1917 están contenidos en las
declaraciones de garantías individuales y de garantías sociales. Las garantías individuales
se concentran en los primeros 28 artículos de la Constitución, en donde encuentran cabida
más de 80 distintas protecciones. La Constitución mexicana de 1917 fue la primera
constitución en el mundo en establecer, a este nivel, las garantías sociales, lo que fue
producto del movimiento político-social de 1910. La declaración de garantías sociales se
encuentra principalmente en los artículos 3, 27, 28 y 123. Estos dispositivos
constitucionales reglamentan la educación, el agro, la propiedad y el trabajo (Carpizo,
Introducción. . ., página 22).
B) La idea de la soberanía que adopta nuestra Constitución vigente se expresa en
su artículo 39, y responde al pensamiento de Rousseau, toda vez que hace residir la
soberanía en el pueblo. La expresión “soberanía nacional”, que utiliza este artículo,
quiere expresar que desde su independencia México tiene una tradición que no encadena
sino que se proyecta hacia el devenir. Según este mismo artículo, la soberanía nacional
reside en el pueblo de dos maneras: esencial y originariamente. Por esencial, se debe
entender que la soberanía está en el pueblo en todo momento y que no se puede delegar y,
orginariamente, implica que la soberanía jamás ha dejado de residir en el pueblo
C) La división de poderes se establece en el artículo 49 de la Constitución que
asienta la tesis de que el poder es sólo uno y que lo que se divide, es su ejercicio. El
ejercicio del poder se encuentra repartido en tres ramas u órganos: legislativo, ejecutivo y
judicial. Entre estos tres órganos o ramas, existe una colaboración, lo que implica que un
órgano puede realizar funciones que formalmente corresponderían a otro poder, siempre
y cuando la propia constitución así lo disponga. El poder u órgano legislativo federal
reside en un congreso, dividido en dos cámaras: una de diputados (compuesta de hasta
264
400 diputados, electos popularmente cada 3 años) y una de senadores (compuesta por dos
senadores electores en cada una de las 31 entidades federativas y 2 por el Distrito
Federal). El poder ejecutivo federal es unipersonal y reside en el presidente de los
Estados Unidos Mexicanos, que es electo popularmente cada seis años. Por último, el
poder judicial federal está compuesto por: la Suprema Corte de Justicia (integrada por 11
ministros, nombrados por el presidente de la República con la aprobación del Senado y
que funciona en pleno o en salas, que son: la primera sala conoce de la materia civil y
penal, y la segunda de los asuntos de materia administrativa y laboral), los tribunales de
circuito (colegiados en materia de amparo y unitarios en materia de apelación) y jueces
de distrito.
D). El sistema representativo asentado en la Constitución de 1917 ha respondido a
los principios de la teoría clásica de la representación. El principio de que gana la curul
el candidato que mayor número de votos ha obtenido, ha sufrido ajustes y
modificaciones, a raíz de la implantación del régimen de diputados de partido y más
recientemente, en 1977, cuando se estableció el sistema mixto actual, mayoritario en
forma dominante con representación proporcional de las minoras.
E) El régimen federal está previsto en los artículos 40 y 41 de la Constitución. El
artículo 40 asienta la tesis de la cosoberanía de Alexis de Tocqueville, ya que prevé que
tanto la federación como los Estados son soberanos; sin embargo, este artículo sólo pone
de manifiesto una tradición. La verdadera naturaleza del Estado federal mexicano se
establece en el artículo 41, del que se desprende que las entidades federativas no son
soberanas sino autónomas, existiendo, por mandato constitucional, dos órdenes jurídicos
parciales y delegados de la propia Constitución; el orden jurídico federal y el orden
jurídico de las entidades federativas. Las características del Estado federal mexicano son
las siguientes: de acuerdo a su dimensión étnica, es homogéneo o uninacional; existe
identidad de principios fundamentales de la federación y las entidades federativas; la
competencia originaria corresponde a las entidades federativas; construye un sistema
rígido de división de competencias entre la federación y los Estados; no acepta ningún
principio o característica secesionista; las legislaturas locales o estatales participan en el
proceso de reformas a la constitución; la base de la división política y territorial de los
Estados es el municipio libre.
F). El principio de la supremacía del Estado sobre las iglesias, es resultado del
proceso histórico operado en este país, y se encuentra plasmado, básicamente, en el
artículo 130 de la Constitución. Algunos de sus postulados no se cumplen en la realidad.
G). El juicio de amparo, previsto en los artículos 103. y 107 de la Constitución, es
el sistema de control de la constitucionalidad más importante. Es un sistema de tipo
judicial, en el que el órgano encargado de llevar a cabo el control es un tribunal del poder
judicial federal, emanando la solicitud de control del particular agraviado, y teniendo la
sentencia de amparo efectos relativos para ese particular quejoso, sin hacer ninguna
declaración general sobre la ley o acto que motivó la solicitud de control.
III. De 1921 a la fecha, la Constitución ha tenido más de 250 modificaciones, lo
que demuestra que, a pesar de su rigidez teórica, ha sido muy flexible en la práctica. Las
reformas hechas a nuestra constitución se han dirigido tanto al fondo como a la forma de
los preceptos en ella asentados. Algunos principios y postulados han sido totalmente
modificados; otros lo han sido parcialmente, e incluso, se ha reformado la constitución
para decir algo que gramaticalmente ya decía. En todo caso, las reformas auténticamente
265
innovadoras constituyen la minoría. Se ha afirmado con justa razón, que las múltiples
reformas a la constitución no son una manifestación de falta de respeto hacia la Ley
Fundamental, antes bien, evidencian que se cree en la constitución y que se le quiere
mantener viva (Valadés, página 18).
IV. BIBLIOGRAFIA: Burgoa, Ignacio, Derecho constitucional mexicano; 3ª,
edición, México, Porrúa, 1979; Carpizo, Jorge, La Constitución mexicana de 1917; 4ª,
edición, México, UNAM, 1980; Carpizo, Jorge y Madrazo, Jorge, “Derecho
constitucional, Introducción al derecho mexicano, México, UNAM, 1981, tomo I;
González Flores, Enrique, Derecho constitucional, 2ª, edición, México, UNAM, 1980;
Moreno, Daniel, Derecho constitucional mexicano, México, Pax, 1972; Schmill Ordóñez,
Ulises, El sistema de la Constitución mexicana, México, Textos Universitarios, 1971;
Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano, 17ª, edición, México, Porrúa,
1980; Valadés, Diego, “La constitución reformada”, Los derechos del pueblo mexicano,
México, Manuel Porrúa, 1979, tomo XII.
Jorge Madrazo
adaptación a las nuevas necesidades sociales. Cuanto mayor sea la vigencia del
articulado constitucional, más fuerte será su validez, y demostrabilidad. Sin embargo, es
convincente el poder revisor que se desprende del artículo 135 (Congreso y legislaturas
locales).
No existiendo en México tribunales específicamente constitucionales, ni figuras
como el Ombudsman, o el “Defensor del pueblo”, etcétera, necesariamente conoce sobre
la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las leyes la Corte Suprema por juicio
directo de amparo. Según la jurisprudencia “la autoridad administrativa no puede
examinar la constitucionalidad de una ley” (Jorge Carpizo y Jorge Madrazo)
Es preciso distinguir los términos constitucionalidad, inconstitucionalidad y
anticonstitucionalidad. Del primero deberá entenderse ante todo el precepto al que se le
hace referencia. Pero además, el jurista, intérprete o ejecutor del derecho puede captar la
idealidad que anima el denominado espíritu de una Constitución. La inconstitucionalidad
está en consonancia con esta última aseveración. Se trata de algo quizá no concreto pero
que está ahí, en la captación de los rasgos peculiares e idiosincráticos del pueblo de un
Estado, mientras que la anticonstitucionalidad ha de estar referida a un precepto concreto
y determinado. Así, las leyes ordinarias u orgánicas no pueden, desde el punto de vista
formal, ser anticonstitucionales. Es más, ni siquiera inconstitucionales; es decir, no
pueden ser contrarias ni a precepto ni a la voluntad del legislador (pueblo). No han de
contradecir a los lineamientos concretos, específicos y, en su caso, al significado del
contenido constitucional.
Pero ¿quién, o quiénes van a declarar la constitucionalidad de un precepto?
Distintos son los instrumentos de defensa. Puede resultar que el apego a la Constitución
implique, en su caso concreto, el señalamiento de algo caduco. Sin embargo, mientras el
precepto esté vigente habrá que respetarlo, aun cuando deba promoverse su modificación
posterior por la vía conducente. Máxime, si el punto controvertido, o impugnado, implica
un valor jerárquicamente superior, aunque normalmente la axiología jurídica recogida en
la norma ha de coincidir con el valor bien común expresado en el precepto ético. Si bien
en el principio de las relaciones humanas fueron el rechazo y la oposición, dos grandes
móviles políticos, surgió el precepto constitucional de la unión para dirimir el problema.
IV. En México es el poder judicial federal el encargado de resolver sobre la
constitucionalidad de una ley mediante el juicio de amparo. Así, existe un denominado
recurso de inconstitucionalidad que viene a abordar en México el formal equívoco entre
el amparo como recurso propiamente dicho (habeas corpus) de los artículos 14 y 16
constitucionales y el juicio directo contra leyes (afectabilidad de una ley a un caso
concreto promovida por parte afectada y que en su día puede llegar: a crear
jurisprudencia) que corresponde al de los artículos 103 y 107 (cuya ley orgánica es la del
Amparo, procedimiento pesado que podría agilizarse con la creación de un Tribunal
Constitucional).
Dicho tribunal, y otros controles operativos, requieren de un poder judicial
independiente con sus escalafones administrativos específicos, incompatibles con el
sistema constitucional presidencial de plena potestad legal dados los artículos 71 fracción
1 (de la iniciativa de ley del ejecutivo) y 72, incisos c), d) y e) (del veto presidencial).
En el derecho constitucional mexicano el fundamento directo del reconocimiento
del primado de la Constitución sobre las demás leyes se encuentra en el artículo 133 cuyo
antecedente literal, como ya dijimos, proviene del artículo 126 de la Constitución de
267
1857. Complementa este artículo el 124 al declarar que las facultades que no están
expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden
reservadas a los Estados. “Luego, en México, el problema propuesto se responde de la
siguiente manera: se aplica la ley que fue expedida por autoridad competente, es decir, el
problema en nuestro país no se presenta como de supremacía de la legislación federal
sobre la local sino como un problema de competencia: ¿cuál es la autoridad que de
acuerdo con la Constitución es competente para legislar sobre esta determinada materia?”
(Jorge Carpizo y Jorge Madrazo) .
De aquí la importancia de un órgano específico, competente para resolver sobre la
constitucionalidad o inconstitucionalidad lo que supone el señalamiento del primado de la
Constitución sobre las leyes ordinarias decretos, sentencias y decisiones de la autoridad.
La carencia de estos controles podrán subsanarse o bien por la vía de la jurisprudencia
que declare el primado, o por un consensus popular que así lo señale como hábito
inveterado.
Pero de cualquier manera se precisará de un órgano competente que haga la
declaración “de este modo el órgano de control se constituye en un poder político con
facultad de desautorizar a los poderes políticos ordinarios, toda vez que éstos violen los
textos constitucionales” (Humberto Quiroga Lavié).
Los sistemas de control consisten o bien en la intervención directa de la
ciudadanía solicitando a las instituciones competentes su intervención, o, en su defecto,
por instituciones ya sean especializadas (por ejemplo el Tribunal Constitucional) o por
medio de cada uno de los tres poderes. Como por ejemplo el poder judicial en los
Estados Unidos, o por el propio poder legislativo, o una combinación de ambos poderes
en el que uno de ellos tiene que decidir en última instancia; el veto que la Constitución
mexicana reconoce en favor del jefe del ejecutivo en el artículo 72, incisos c), d) y e)
expresa un control, puesto que faculta al presidente de la República para no sancionar un
proyecto de ley, en su caso.
Existen también maneras preventivas para adelantarse a posibles y decisivos
controles sobre la constitucionalidad y la inconstitucionalidad de una ley, muy
especialmente en aquellos países que disponen del referendum, antes de que surja el
posible conflicto, ya se trate de fijar posición sobre un acto político o una norma jurídica.
Pero preventivo, o no, preceptivo o sancionador el control de constitucionalidad lleva,
implícita o explícitamente el reconocimiento de la Constitución como “norma de
normas”.
V. En México carecemos de un control concreto, determinado y sancionador de
los poderes legislativo y judicial sobre el ejecutivo de la Unión y del de las entidades
federativas, no en vano la Constitución designa a éste como poder supremo y no a
aquéllos. Hay pues, una indiscutible supremacía en favor del ejecutivo. A mayor
razonamiento las interferencias de este poder en las esferas de los otros dos, se
manifiestan en el transcurrir constitucional, véase si no la peligrosa y peculiar facultad
del ejecutivo federal mexicano de poder declarar, de acuerdo con la previa propuesta del
Senado, la desaparición de poderes en las entidades federadas (que no Estados libres y
soberanos) según el artículo 76 fracción V. O, el continuo, persistente y exclusivo
control del ejecutivo de la Unión sobre dichas entidades a pesar de los artículos 115, 116
y 117 de la Constitución.
268
legislatura unicamaral, compuesta por diputados electos popularmente cada tres años en
su totalidad, de los cuales alrededor de tres cuartas partes se eligen mediante el sistema de
mayoría relativa, y la restante cuarta parte mediante el sistema de diputados de partido
(como en los casos de Chihuahua, Guerrero, Jalisco, México, Michoacán, Nuevo León e
Hidalgo) o mediante sistemas de representación proporcional (como en los 24 Estados
restantes). Hoy en día la legislatura más pequeña de la República es la del Estado de
Colima, que cuenta con 9 diputados propietarios, de los cuales 7 son electos mediante el
sistema de mayoría relativa y 2 por el de “representación proporcional”; en cambio, la
legislatura más grande es la del Estado de México con 37 diputados, 28 de mayoría y 9 de
minoría o de partido. En la actualidad la mayoría de las constituciones locales establecen
dos periodos ordinarios de sesiones de la legislatura o congreso local con excepción de
Aguascalientes, Campeche, Coahuila, Chihuahua, Michoacán, Veracruz y Zacatecas que
establecen uno solo. Todas las constituciones locales prevén la existencia de una
comisión o diputación permanente que funciona durante los recesos de la legislatura. El
poder ejecutivo reside en un gobernador electo popularmente cada 6 años, con
imposibilidad para reelegirse. Es auxiliado por funcionarios que nombra y remueve
libremente, de los cuales el Secretario General de Gobierno o Secretario del Ejecutivo del
Estado es el más importante, dedicándole por lo general las constituciones locales un
capítulo para reglamentar sus funciones; lo mismo hacen las constituciones locales por lo
que se refiere al procurador general del Estado, cuyas funciones se reglamentan en el
capítulo que generalmente se dedica a la organización y funcionamiento del ministerio
público en la entidad federativa. Por lo que se refiere al poder judicial debe advertirse
que la Constitución General de la República no contiene ninguna disposición relativa a su
organización, como sí sucede respecto de la legislatura y el gobernador, razón por la cual
los constituyentes locales han gozado de gran libertad para establecer la organización y
funcionamiento de los órganos judiciales en las entidades federativas. Todas las
constituciones locales establecen un tribunal superior de justicia, como el órgano de
mayor jerarquía en la organización judicial. Este tribunal está integrado por magistrados
que son designados mediante métodos diversos: en la mayoría de los Estados la
designación del magistrado la hace el gobernador con aprobación de la legislatura,
excepto en los casos de Chiapas, Chihuahua, Durango y Puebla, donde la designación del
magistrado la hace la legislatura a propuesta en terna del gobernador; en los casos de
Michoacán, Tlaxcala y Zacatecas, la designación se hace también por el congreso local a
propuesta del gobernador, pero sin mediar terna; en Sinaloa, Querétaro, Tamaulipas y
Yucatán, la designación la hace directamente la legislatura; en Tabasco, la designación la
hace el gobernador a propuesta en terna del Tribunal Superior de Justicia y con la
aprobación de la legislatura; y en Coahuila la designación corre a cargo del Congreso
local a propuesta en terna de los ayuntamientos. Respecto a los demás órganos que
integrar los poderes judiciales locales, no existe uniformidad en las constituciones
estatales respecto a su número, integración y competencia, aunque mayormente se pueden
distinguir los juzgados de primera instancia, los menores, los auxiliares y, en algunos
casos, los municipales.
VI. Otros títulos que invariablemente aparecen en las constituciones locales, se
refieren a la organización del ministerio público, de la hacienda pública estatal, de la
responsabilidad de los funcionarios públicos y de la organización municipal. La
reglamentación de la instrucción y educación pública, a nivel constitucional, es también
271
frecuente. Los últimos capítulos de las constituciones locales siempre se refieren a las
prevenciones generales, la inviolabilidad de la constitución y su procedimiento de
reformas. Es muy común encontrar reproducida en el texto de las constituciones locales
la disposición contenida en el artículo 136 de la Constitución Federal. En cuanto a las
reformas y adiciones a las constituciones locales, existen diversos procedimientos, casi
todos dentro del modelo rígido: las constituciones de Aguascalientes, Baja California,
Colima, Guanajuato, Morelos, Quintana Roo, Sonora, Tabasco y Tlaxcala, exigen que
las reformas o adiciones sean aprobadas por las dos terceras partes del total de diputados
de la legislatura y por la mayoría de los ayuntamientos del Estado; dentro de este mismo
procedimiento se encuentran otros Estados que, sin embargo, exigen quórum de votación
distintos: Campeche (la mayoría del total de diputados), Nayarit (las dos terceras partes
de los ayuntamientos), Querétaro (las dos terceras partes de los ayuntamientos) y
Zacatecas (las dos terceras partes de los ayuntamientos). Bajo distintos procedimientos y
quórum de votación, pero exigiendo invariablemente que las reformas o adiciones sean
aprobadas en dos distintos periodos ordinarios de sesiones, se encuentran las
constituciones de Chiapas, Durango, Nuevo León, Oaxaca, Puebla y San Luis Potosí.
Las constituciones de Chihuahua y Michoacán exigen que las reformas o adiciones sean
aprobadas por dos distintas legislaturas. Dentro del procedimiento más flexible, se
encuentran las constituciones de Baja California Sur, Guerrero, Hidalgo, México,
Tamaulipas, Veracruz y Yucatán, que sólo exigen la aprobación de la legislatura a través
de un quórum de votación calificado. El procedimiento más complicado es el que exige
la constitución de Coahuila, que prevé que a la iniciativa de reformas deben dársele dos
lecturas, mediando entre cada una de ellas un lapso considerable de tiempo.
Posteriormente, deben haber dos lecturas del dictamen elaborado por la comisión
respectiva, debiéndose aprobar por la mayoría absoluta de votos del total de diputados. A
continuación, el expediente debe ser publicado por la prensa y remitirse a los
ayuntamientos para que éstos emitan sus opiniones y, en su caso, la aprueben la mayoría
absoluta de dichos ayuntamientos. En seguida se elaborará y discutirá el nuevo dictamen,
hecho con el sentir de los ayuntamientos para que al final haga la declaratoria el propio
congreso.
VII. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge, “Sistema federal mexicano”, Estudios
constitucionales, México, UNAM, 1980; Madrazo, Jorge, “Un panorama de la Reforma
Electoral en los Estados y municipios de la República Mexicana”, Anuario Jurídico,
México, número IX, 1982; Madrid Hurtado, Miguel de la, Estudios de derecho
constitucional, México, UNAM, 1977; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional
mexicano; 13ª edición, México, Porrúa, 1976.
Jorge Madrazo
proveedor, o de persona con facultades para obligarla. Los datos arriba señalados, en la
copia que se entregue al consumidor, deben constar con claridad (artículo 20 Ley Federal
de Protección al Consumidor).
b) En las operaciones a crédito, los intereses deben calcularse sobre el precio de
contado, deduciendo el enganche que haya recibido el proveedor. Sólo se causarán sobre
saldos insolutos, debiendo cobrarse por periodos vencidos; no por adelantado. No podrán
capitalizarse los intereses no pagados, ni cobrarse intereses sobre éstos. La Secretaría de
Comercio y Fomento Industrial tiene facultades para fijar las tasas máximas de interés y
los cargos máximos adicionales que puedan hacerse al consumidor, tales como gastos de
investigación, cobranzas, quebrantos (sic) derivados de cuentas incobrables y de
administración del crédito. Fijación que la Secretaría podrá hacer mediante disposiciones
generales que publique en el Diario Oficial y en un periódico de los de mayor
circulación. En caso de que la Secretaría omita determinar una tasa máxima de intereses,
no podrán estipularse tasas superiores a las autorizadas por el Banco de México para los
préstamos que otorguen los bancos durante el período del crédito. Los intereses
moratorios no podrán exceder a los fijados por la Secretaría, y si esta última ha sido
omisa, del 25% de los estipulados (Ley Federal de Protección al Consumidor artículos 21
a 25).
c) En caso de rescisión de una compraventa a plazos, proveedor y consumidor
deberán restituirse mutuamente las prestaciones que se hubieren hecho. El vendedor que
hubiere entregado la cosa, tendrá derecho a exigir por el uso de ella el pago de una renta y
el de una indemnización por el deterioro que haya sufrido. El alquiler y la indemnización
serán fijados por las partes al momento de pactarse la rescisión voluntaria o, a falta de
acuerdo, por peritos designados administrativamente si el caso se somete a la
Procuraduría Federal del Consumidor (PFC). El comprador que haya pagado parte del
precio tiene derecho a los intereses de la cantidad que haya entregado, computados
conforme a la tasa que pagó. Cualquier estipulación en contrario, será ilícita. y no
producirá efecto alguno (artículo 28 Ley Federal de Protección al Consumidor).
d) El comprador a plazos tiene siempre el derecho de pagar por anticipado sin
más cargos que los que hubiere en caso de renegociación del crédito (artículo 28 Ley
Federal de Protección al Consumidor).
e) Cuando el proveedor pretenda o demande la rescisión o cumplimiento del
contrato por mora del consumidor, y el consumidor ha pagado más de la tercera parte del
precio o del número total de los abonos convenidos, podrá optar por la rescisión en los
términos arriba indicados, o por pagar el adeudo vencido más las prestaciones que
legalmente procedan. En todo caso, serán liberatorios para el consumidor los pagos que
le acepte el proveedor, aun cuando sean extemporáneos (artículo 29 Ley Federal de
Protección al Consumidor).
f) Tiene derecho a que se le restituyan los pagos hechos en exceso del precio
legalmente autorizado, o en su caso, estipulado; causando el máximo de los intereses
moratorios. La acción correspondiente prescribe en un año (artículo 30 Ley Federal de
Protección al Consumidor).
g) Puede optar por pedir la rescisión del contrato o la reducción del precio y, en
cualquier caso, la indemnización por daños y perjuicios, cuando la cosa objeto del
contrato tenga defecto o vicios ocultos que la hagan impropia para los usos a que
habitualmente se destine o que disminuyan de tal modo su calidad o la posibilidad de su
277
uso, que de haberlos conocido no lo habría adquirido o habría dado menos precio por ella.
Salvo que la ley establezca un plazo mayor, la acción prescribe en seis meses (artículo 31
Ley Federal de Protección al Consumidor).
h). Tendrá derecho a la reposición del producto, a la bonificación o devolución de
la cantidad pagada en exceso cuando, considerados los límites de tolerancia permitidos, el
contenido neto de un producto sea inferior al que debiera ser, o la cantidad de que se trate
sea menor o la indicada en el envase o empaque; cuando el consumidor advierta que
algún instrumento empleado para la medición opera o ha sido utilizado en su perjuicio,
fuera de los límites de tolerancia fijados por la Secretaría de Comercio y Fomento
Industrial para este tipo de instrumento. Deberá presentar su reclamación dentro de los
diez días hábiles siguientes a la recepción del producto o de aquella en que se advierta la
deficiencia de la medición o del instrumento empleado para ella (artículo 32 Ley Federal
de Protección al Consumidor).
i). Tendrá derecho, además de la indemnización por los daños y perjuicios
ocasionados a la reparación gratuita del bien, y, cuando ello sea posible, a su reposición;
o, de no ser posible la una ni la otra, a la devolución de la cantidad pagada, cuando los
productos sujetos a normas de calidad de cumplimiento obligatorio, o que ostenten la
contraseña oficial de conformidad con ella, no cumplan las especificaciones
correspondientes; cuando los materiales, elementos, sustancias o ingredientes que
constituyen o integren los productos no correspondan a las especificaciones que ostenten;
cuando la ley de los metales de los artículos de joyería u orfebrería sea inferior a la que
en ellos se indique; cuando el producto se hubiere adquirido con determinada garantía y,
dentro del lapso de ella, se pusiera de manifiesto la deficiencia de la cualidad o propiedad
garantizada, siempre que se hubiere utilizado en condiciones normales; cuando cualquier
producto, por sus deficiencias de fabricación, elaboración, estructura, calidad o
condiciones sanitarias, en su caso, no sea apto para el uso al cual está destinado; y cuando
proveedor y consumidor hubiesen convenido que los productos objeto de la operación
debieran reunir determinadas especificaciones que no se cumplieron (artículo 33 Ley
Federal de Protección al Consumidor). La reclamación correspondiente debe, presentarse
dentro de los dos meses siguientes a la fecha en que se haya recibido el producto, a no ser
que éste se haya vendido con una garantía vigente durante un lapso mayor (artículo 34
Ley Federal de Protección al Consumidor).
En este aspecto la Ley Federal de Protección al Consumidor presenta una
innovación para el derecho mexicano al establecer la responsabilidad del producto, ya
que el consumidor no está limitado a presentar su reclamación al vendedor con quien
contrató, sino que puede hacerlo al vendedor o al fabricante, estando ambos obligados a
hacer frente a la responsabilidad correspondiente.
j). A exigir facturas o comprobantes, los cuales deberán contener los datos
específicos de la compraventa, del servicio recibido, o, en general, de la operación
realizada (artículo 38 Ley Federal de Protección al Consumidor).
k). A que en la reparación de los productos que encargue se utilicen partes y
refacciones nuevas y apropiadas para el producto de que se trate, salvo que otra cosa
autorice expresamente y a que se le repare de nueva cuenta, sin costo adicional, en caso
de que dentro de los 30 días siguientes a la reparación, el producto presentaré deficiencias
(artículos 39 y 40 Ley Federal de Protección al Consumidor).
278
Marcos Kaplan
Jorge Madrazo
283
Alberto Székely
Existieron dos intentos, ambos incipientes y sin aplicación, para sustituir esta
tradición judicialista, por el sistema francés del Consejo de Estado, es decir, de un órgano
situado formalmente dentro de la misma administración, ya que en el instrumento
provisional denominado “Bases para la administración de la República”, de 22 de abril de
1853 y en la Ley para el Arreglo de lo Contencioso-Administrativo y su reglamento,
ambos de 25 de mayo del propio año de 1853, durante la última dictadura del General
Santa Anna; y también en el Segundo Imperio, de acuerdo con el artículo 18 del Decreto
sobre Organización General de los Ministerios de 12 de octubre de 1865, así como con la
Ley sobre lo Contencioso Administrativo y su reglamento, los dos de primero de
noviembre de ese año, se estableció dicho organismo con la misma denominación de
Consejo de Estado, para resolver como organismo de jurisdicción retenida, es decir, con
la posterior aprobación de los funcionarios de administración superiores, las controversias
entre los particulares y la administración pública.
En las constituciones federales de 5 de febrero de 1857 y la vigente de 1917
(artículos 97, fracción I, y 104, fracción I, respectivamente), se otorgó competencia a los
Tribunales de la Federación para conocer de las controversias suscitadas sobre el
cumplimiento y aplicación de las leyes federales, y si bien no se hizo referencia expresa a
la materia administrativa, tanto la doctrina como la legislación y la jurisprudencia han
considerado que dichos preceptos son el apoyo constitucional para someter el
conocimiento de los conflictos entre los particulares y la administración pública a los
tribunales federales - y consecuentemente, a los locales, en cuanto a la aplicación de las
disposiciones administrativas en las entidades federativas -. Con este fundamento, se
regularon ciertos procedimientos administrativos (nacionalidad y extranjería,
expropiación y patentes de invención), por los Códigos Federales de Procedimientos
Civiles de 6 de octubre de 1897 y 26 de diciembre de 1908; y durante los primeros años
de vigencia establecieron y regularon los llamados juicios de oposición ante los tribunales
ordinarios, con la posibilidad de interponer contra la sentencia de apelación, ya sea el
juicio de amparo o bien, el recurso de súplica (este último utilizado por las autoridades),
ante la Suprema Corte de Justicia, si bien el citado recurso de súplica fue suprimido de la
fracción I, del artículo 104, por la reforma constitucional de 18 de enero de 1934.
El sistema actual del contencioso administrativo mexicano se inició con la
creación del Tribunal Fiscal de la Federación, por la Ley de Justicia Fiscal de 27 de
agosto de 1936, que introdujo un organismo jurisdiccional dentro de la esfera formal de la
administración, para dirimir las controversias entre la misma administración, y los
causantes, en sus comienzos, estrictamente en materia tributaria federal, y con el carácter
de órgano de jurisdicción delegada, es decir, que dictaba sus fallos a nombre del gobierno
federal.
En un principio se discutió la constitucionalidad del citado Tribunal Fiscal, pero
en forma indirecta fue elevado a rango constitucional con la reforma al artículo 104,
fracción I, de la Constitución Federal (de 30 de diciembre de 1946) y esta situación
culminó con la posterior reforma al mismo precepto por Decreto que entró en vigor en
octubre de 1968, en cuya parte relativa se dispone “Las leyes federales podrán instituir
tribunales de lo contencioso-administrativo dotados de plena autonomía para dictar sus
fallos, que tengan a su cargo dirimir las controversias que se susciten entre la
administración pública federal o del Distrito Federal y los particulares, estableciendo las
287
ilegitimidad, San Luis Potosí, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 1969; Nava
Negrete, Alfonso, Derecho procesal administrativo, México, Porrúa, 1969; Vázquez
Galván, Armando y García Silva, Agustín, El tribunal de lo Contencioso-Administrativo
del Distrito Federal, México, Editorial Orto, 1977.
Héctor Fix-Zamudio
a) Siempre puede darse una mala actuación de las autoridades para con el
contribuyente, lo que sirve de justificación para evadir el impuesto como forma de
recuperar lo propio.
b) Las personas debido a la inmoralidad y abuso de autoridad que imperan en el
medio aduanal, experimentan una fascinación al eludir el control, y los impuestos
aduaneros, y la sociedad recoge con agrado y de buena gana estos actos.
c) El conocimiento de que muchas otras personas realizan actos similares de
evasión, hace que se adopte la posición de no cubrir los impuestos aduaneros. Un ejemplo
claro de esto es el abuso que los pasajeros internacionales hacen de la franquicia de
artículos de uso personal introduciendo mercancías en exceso, de contrabando.
d) El declarar un valor menor de las mercancías de importación con objeto de
pagar un menor impuesto ad-valorent es una costumbre extendida en virtud de la falta de
una implementación adecuada de la ley, falta de conocimiento de la misma, el cambio de
criterios constante por parte de las autoridades aduanales para determinar el valor normal,
así como la oposición al sistema por parte de ciertas autoridades e importadores.
Existen otros factores que influyen para que surja el contrabando, la llamada
molestia del impuesto constituye en ciertas ocasiones otro elemento determinante de la
evasión tributaria, que incide en forma decisiva, cuando el sujeto pasivo se encuentra en
situación de estimar el sacrificio económico; como puede ser el caso de una mercancía
que no se produzca en el país y cuyos impuestos ad-valorem sean exorbitantes, mas el
artículo sea indispensable para el logro de los fines de una persona.
En épocas de crisis económicas en que se presentan la inflación,
descapitalización, acaparamiento de los productos nacionales, tasas de interés altas,
oscilaciones bruscas de precios, elementos que contribuyen a disminuir la capacidad
individual para tributar, surge con mayor fuerza el contrabando.
IV El contrabando se encuentra regulado por dos textos legales que son: como
infracción administrativa por la Ley Aduanera en su título séptimo, y como delito
especial por el Código Fiscal de la Federación, título IV.
La doctrina nacional ha adoptado dos posturas bien distintas en cuanto a la figura
del contrabando, derivadas de los dos procedimientos que para sancionarlo se aplican.
Los autores que consideran que con ello se viola la garantía constitucional que
consagra el artículo 23 de la Carta Magna y otros tratadistas que estiman acertada la
regulación de esta figura por dos textos diversos.
Adoptamos la primera posición; el artículo 23 constitucional, contiene el principio
non bis in idem, el precepto parte que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo
delito, entendiéndose, en este caso en particular, como un mismo hecho, un mismo acto,
una misma omisión; de tal manera que este principio constitucional, se viola, cuando ese
mismo acto se califica simultáneamente como infracción administrativa y como delito.
La mayoría de las legislaciones extranjeras se remiten o a la vía judicial o a la
administrativa pero no participan de esta dualidad; en España, Argentina, Chile y
Uruguay se le considera como delito de contrabando. En nuestro país, todavía la Ley
Aduanal de 1935 consideraba al contrabando únicamente como delito especial, que
regulaba en su artículo 346 y de conformidad con el 358, era la autoridad judicial federal
la que aplicaría las normas sobre contrabando contenidas, en la ley administrativa.
292
CONTRATO. I. (Del latín contractus, derivado a su vez del verbo contrahere, reunir,
lograr, concertar.) Es un acto jurídico bilateral que se constituye por el acuerdo de
voluntades de dos o más personas y que produce ciertas consecuencias jurídicas (creación
o transmisión de derechos y obligaciones) debido al reconocimiento de una norma de
derecho. Sin embargo, tiene una doble naturaleza pues también presenta el carácter de
una norma jurídica individualizada.
II. Antecedentes históricos. En Roma surge el contrato, pero originalmente no es
una fuente genérica de obligaciones, ya que sólo algunas figuras típicas del acuerdo de
voluntades producían acción y era sancionado su incumplimiento. El sistema contractual
romano en una larga evolución histórica que va del formalismo al consensualismo ve
aparecer las siguientes figuras: l) Contratos verbis que se perfeccionaban (es decir
adquirían obligatoriedad) sólo mediante el uso de determinadas frases verbales, por
ejemplo la stipulatio. 2) Contratos litteris que se perfeccionaban mediante la inscripción
de un registro (codex accepti el expensi) de una deuda. Era una forma contractual que
tuvo escasa importancia. 3) Contratos re que se perfeccionaban mediante el
consentimiento de las partes aunado a la entrega (traditio) de una cosa (res), eran el
mutuo, el comodato, el depósito y la prenda; generalmente creaban obligaciones sólo para
la parte que recibía la cosa (exigibles por una actio directa) pero eventualmente podían
surgir para la otra parte (exigiéndose por una actio contraria) por ejemplo cuando un
294
El Código Civil para el Distrito Federal establece las reglas generales sobre
contratos (artículos 1792-1859) por la razón histórica de que los contratos civiles fueron
los primeros en aparecer. Ahora bien el contrato como todo acto jurídico debe reunir
para ser existente ciertos elementos señalados en el artículo 1794 del Código Civil para el
Distrito Federal y son: l) El consentimiento, que se da cuando existe el concurso de
voluntades de dos o más sujetos; por lo tanto implica la manifestación de dos o más
voluntades, pero no basta, es necesario además que concuerden. 2) Objeto que pueda ser
materia de contratación (la doctrina ha distinguido entre objeto directo del contrato que es
la creación o transmisión de derechos y obligaciones y objeto indirecto que es el
contenido de la obligación que se constituye en virtud de dicho contrato. A esta última
acepción nos estamos refiriendo) es decir que sea posible tanto física como
jurídicamente; de acuerdo al artículo 1828 del Código Civil para el Distrito Federal, se
entiende que hay imposibilidad cuando un hecho no puede existir porque es incompatible
con una ley de la naturaleza (física) o con una norma jurídica que debe regirlo
necesariamente y que constituye un obstáculo insuperable para su realización (jurídica).
Además de estos elementos de existencia, es necesario que se den ciertos requisitos o
presupuestos de validez para que el contrato produzca normalmente sus efectos jurídicos
y no pueda ser invalidado.
Estos requisitos (establecidos en forma negativa en el artículo 1795 del Código
Civil para el Distrito Federal) son: l) La capacidad legal de las partes. Se entiende por
ésta la capacidad de ejercicio, de la que están excluidas las personas señaladas en el
artículo 450. 2) La ausencia de vicios del consentimiento. Estos vicios son el error, la
violencia y el dolo (artículo 1812). 3) La licitud en el objeto, el motivo o el fin del
contrato. La ilicitud es lo contrario a las leyes de orden público o a las buenas
costumbres (artículo 1830). 4) Y una determinada forma cuando la ley la establezca. El
Código Civil para el Distrito Federal es consensualista pues la forma siempre es una
excepción (artículo 1796). La ausencia de estos requisitos produce la nulidad absoluta o
relativa (artículos 2225 y 2228). También el contrato puede ser rescindido cuando
alguien obtiene un lucro excesivo y desproporcionado a lo que él se obliga,
aprovechándose de la ignorancia de otro (artículo 17). Esta es la figura de la lesión.
Si se dan estos elementos de existencia y requisitos de validez el contrato es
obligatorio. Esta idea se ha expresado en el principio conocido como pacta sunt
servanda (es decir, los pactos deben ser cumplidos). El Código Civil para el Distrito
Federal lo señala así en los artículos 1796 y 1797.
Sin embargo frente a este principio la doctrina ha desarrollado últimamente la
teoría de la imprevisión o de la excesiva onerosidad superveniente que consiste en que los
contratos deben ser revisados cuando acontecimientos extraordinarios provocan un
cambio en las condiciones que resiente injustamente una de las partes. El antecedente de
esta teoría es el principio de rebus sic stantibus (mientras las cosas así permanezcan)
elaborado por los canonistas medievales.
Los civilistas han hecho una clasificación de los elementos del contrato,
diferenciando a los: l) Esenciales que son (aparte de los dos existencia que ya vimos que
tienen carácter general) los que cada figura típica contractual exige para configurarse, por
ejemplo cosa y precio en la compraventa. 2) Naturales que son las consecuencias
implícitas en el contrato pero que se pueden eliminar por acuerdo expreso de las partes,
por ejemplo el saneamiento por evicción en la compraventa. 3) Accidentales que son
296
modalidades que sólo existen en el contrato si las partes así lo acuerdan, por ejemplo el
término y la condición.
Existen múltiples criterios de clasificación de los contratos algunos de ellos son: l)
Civiles (por ejemplo el arrendamiento), mercantiles (por ejemplo el seguro), laborales y
administrativos. 2) Bilaterales o sinalagmáticos (artículo 1836 del Código Civil para el
Distrito Federal), cuando existen obligaciones para ambos contratantes y unilaterales
(artículo 1835) cuando sólo una de las partes está obligada. 3) Onerosos cuando se
estipulan provechos y gravámenes recíprocos y gratuitos cuando el provecho es de una
sola de las partes (artículo 1837) No se deben confundir los contratos gratuitos con los
unilaterales pues, en aquéllos, una parte sólo tiene provecho si está obligada, por ejemplo
en el comodato que es un préstamo gratuito de uso, el comodatario debe devolver la cosa.
Los onerosos se subdividen en A) conmutativos cuando las partes desde un principio
pueden apreciar el beneficio o pérdida que el contrato les causa y B) aleatorios cuando la
existencia o monto de la prestación depende del azar (artículo 1838). 4) Nominados que
son los tipificados en la ley, e innominados los que no están y se rigen de acuerdo al
Código Civil para el Distrito Federal por las normas del contrato nominado con el que
tengan mayor semejanza (artículo 1858).
Cierto sector de la doctrina considera que existen muchas figuras a las que
indebidamente se les da el nombre de contrato siendo en realidad actos jurídicos de
naturaleza especial, por ejemplo el matrimonio, la sociedad, el contrato colectivo de
trabajo y el contrato de adhesión (Buen Lozano, 265 a 298).
IV. El contrato como norma jurídica individualizada. El más brillante expositor
de esta concepción es Hans Kelsen. Este autor explica que la teoría tradicional sólo vio
en el contrato un acto jurídico, ya que lo analizó desde la perspectiva de un acto de
aplicación del derecho. (Así al contratar las partes aplican una regla de derecho - pacta
sunt servanda - a una situación concreta). Olvidando que el contrato también es un acto
de creación del derecho pues de él surgen para los sujetos, obligaciones y derechos que
anteriormente no tenían. Kelsen parte de la idea de que todo acto es al mismo tiempo de
creación y aplicación del derecho: La “fuerza obligatoria” del contrato radica en que éste
ha creado una norma que sólo se distingue de la que los contratantes aplicaron en que
tiene carácter individual o concreto. Para este autor existe un equívoco pues contrato
designa tanto un acto o procedimiento determinado como su producto que es la norma
contractual.
IV. BIBLIOGRAFIA: Bonnecase, Julien, Introducción al estudio del derecho;
traducción de José M. Cajica Puebla, Cajica 1944; Buen Lozano, Néstor de, La
decadencia del contrato, México, Textos Universitarios, 1965; Kelsen, Hans, El contrato
y el tratado analizados desde el punto de vista de la teoría pura del derecho; traducción
de Eduardo García Máynez, México, Editora Nacional, 1979, Rojina Villegas, Rafael,
Derecho civil mexicano, tomo V, Obligaciones; 3ª edición, México, Porrúa, 1976,
volumen I; Sohm, Rodolfo, Instituciones de derecho privado romano. Historia y
sistema; traducción de Wenceslao Roces, México, Editora Nacional, 1975.
su origen se contrajo a una relación entre empleado y patrono por separado, el abuso a
que se llegó dio motivo a la organización, y con la organización empezó la época de la
lucha por la mejoría de las condiciones de trabajo, pasándose entonces a los arreglos
colectivos. Las recientes épocas de crisis y de guerras han representado, para él, un
obstáculo que ha impedido el avance de la convención colectiva, siendo hasta el
intervencionismo de Estado reciente que ha recibido nueva orientación al quedar
integrada a las funciones del poder público y al coordinar su existencia y desarrollo con
los objetos de la economía nacional. El único problema que encuentra el profesor
Krotoschin, es el de conciliar un régimen de planificación económica con la libertad
sindical y con el sistema de convenciones colectivas libres. Estima que para el avance de
la convención colectiva resulta necesaria la reducción de la libertad jurídica individual
del obrero y su absorción por la asociación profesional, porque de no ser así resultaría
muy difícil adaptar el contenido de un contrato colectivo a los demás elementos de una
economía dirigida. De salvarse estos elementos será posible esperar un desenvolvimiento
más amplio de la relación entre trabajadores y empresarios.
Por su parte el doctor De la Cueva considera que todo contrato colectivo de
trabajo representa un esfuerzo de democratización del derecho, tanto por la circunstancia
de que sean los dos miembros de la relación laboral quienes fijen las condiciones a que
habrá de quedar sujeta, como por la substitución que ha hecho del contrato individual, al
conseguir para los trabajadores el antiguo principio de que la ley es igual para todos; es
decir, al quedar abolidas las diferencias indebidas y la voluntad omnímoda del patrono, es
posible afirmar el principio de que los hombres son iguales y por tanto han de suprimiese
toda preferencia, distingo o privilegio, en aras de una auténtica noción democrática de la
relación laboral y del debido respeto a la justicia.
III. Elementos que integran el contrato colectivo de trabajo. Con base en los
breves conceptos doctrinales examinados, podemos decir que al igual que lo ocurrido con
el contrato individual de trabajo, el contrato colectivo tampoco responde a la noción
clásica de la voluntad de las partes que intervienen en él, pues independientemente de
encontrarse limitada dicha voluntad por disposición de la ley, ya que ni patronos ni
trabajadores ajustan las normas que lo integran a sus propios intereses sino a intereses
sociales de mayor envergadura y representatividad, los efectos jurídicos que se
desprenden de su contenido tampoco pueden alterar o modificar elementales derechos
individuales, como el que impide la renuncia de un conjunto de beneficios que la ley
incluye para protección de los propios trabajadores; a menos que - como lo ha expresado
nuestra Suprema Corte de Justicia - ya sindicalizados dichos trabajadores y aceptados por
ellos las cláusulas respectivas, pretendan la prevalencia del interés individual sobre el
colectivo, pues en estas circunstancias la pretensión de imponer cualquier interés
individual sobre el colectivo no podrá prosperar, por ser de superior jerarquía el interés
general que representa el contrato colectivo. (Tesis número 50 del Apéndice de
jurisprudencia correspondiente a los fallos de los años 1917 a 1985, páginas 50 y 51,
tomo correspondiente a la Cuarta Sala.)
Hecha la anterior advertencia examinemos los elementos que integran el contrato
colectivo de trabajo:
1° Es inderogable. Ha expresado asimismo nuestro alto tribunal de la República
que sólo las partes que intervienen en la celebración de un contrato colectivo (sindicatos
y patronos) tienen acción para modificar el contenido de sus cláusulas, facultad de la
301
explica y analiza una rica literatura jurídica, francesa, italiana, española. Se trata, pues,
entre nosotros, de una figura atípica que, además, es innominada, en cuanto que ninguna
ley le da tal nombre.
Por otra parte, si bien la actividad de promoción de negocios y servicios es propia
del contrato de agencia, no es exclusiva de él, porque puede también corresponder a
empresas distintas con fines más amplios, como son los casos de las sociedades
financieras y de las uniones de crédito, según disponen los artículos 26 fracción I y 86
fracciones VII y VIII Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares.
II. Agencia como sucursal. Como parte de la organización administrativa de una
negociación: es decir, no como una relación contractual, sino como un establecimiento de
la empresa (Jauffret), con mayor o menor autonomía, con o sin un patrimonio propio,
separado o de afectación (como es el caso de las sucursales de los bancos extranjeros, que
deben contar con un capital afectado a las operaciones que practiquen en la República,
artículo 6° párrafo tercero, Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares), se refieren a la agencia el Código de Comercio (artículo 15), la Ley General
de Sociedades Mercantiles (artículo 251 fracción III), la Ley General de Instituciones de
Crédito y Organizaciones Auxiliares (artículo 4° párrafo segundo), la Ley General de
Instituciones de Seguros (artículo 65 párrafo segundo) y la Ley Federal de Instituciones
de Fianzas (artículo 78 párrafo segundo, reforma publicada en el Diario Oficial del 29-
XII-81). En cuanto a la empresa misma, es decir, como actividad consistente en la
prestación de servicios dirigidos a la promoción de negocios y a la gestión de contratos,
por cuenta ajena, el artículo 75 fracción X Código de Comercio incluye a las “empresas
de agencias”, junto a las de “comisiones, oficinas de negocios y establecimientos de
ventas en pública almoneda”. Finalmente, como despacho u oficina del agente para los
asuntos propios de su actividad, trata de la agencia el artículo 145 fracción II de la nueva
Ley Aduanera que entrara en vigor el 1° de julio de 1982.
En muchos otros casos, sin que se hable de agencia, las leyes se refieren a ella,
como sucursales (verbi-gratia Regla Primera de las dictadas por la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público - SHCP - para el establecimiento de los Bancos de Depósito,
Diario Oficial 5/VII/72), o de oficinas de representación de reaseguradoras extranjeras
(artículo 28 Ley General de Instituciones de Seguros) y de entidades financieras del
exterior (artículo 6° Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares
y las Reglas correspondientes a estas últimas oficinas, Diario Oficial 11/IV/71); aunque,
a pesar de su nombre, no representan y no obligan a la sociedad que las establece, y sólo
están facultadas para gestionar y tramitar operaciones (Regla Sexta, inciso 1, de las
Reglas últimas citadas)
III. Agentes comerciales. Agente, según también el Diccionario de la Academia,
“es la persona que obra con poder de otra”; o “el que tiene por oficio gestionar negocios
ajenos”. Jurídicamente, aquella acepción no siempre es cierta, en cuanto que “poder”
significa otorgar facultades representativas, y no sólo encargos, ya que en la mayoría de
los casos los agentes carecen de representación; es decir, no obligan al principal por cuya
cuenta actúan y no están autorizados a celebrar contratos, sino a promoverlos y
gestionarlos, como indica la segunda acepción lingüística, plenamente admisible desde el
punto de vista jurídico.
305
con el que tengan más analogías” (artículo 1858 Código Civil para el Distrito Federal).
Su finalidad, en relación con la cual debe aplicarse este criterio, consiste en la promoción
y conclusión de otros actos y contratos, sin que, generalmente, el agente intervenga en la
celebración de éstos, por carecer de la facultad de representación del principal.
Se distingue, pues, la agencia, de la comisión representativa, en que el agente
como tal no actúa a nombre propio, y que no concreta su actividad a la ejecución de actos
jurídicos (artículo 2546 Código Civil para el Distrito Federal); y del intermediario o
mediador, que opera por cuenta y en interés del principal, con quien coopera para la
celebración de los contratos, gestionándolos, promoviéndolos e inclusive aportando su
experiencia, la organización de su empresa y sus relaciones personales.
V. Caracteres del contrato de agencia. Dicho contrato normalmente se celebra
entre empresas; es oneroso ex-artículo 304 Código de Comercio y 286 Ley Federal del
Trabajo, y respecto a ciertas clases de agentes, artículo 146 fracción II Ley Aduanera y
artículo 6° penúltimo párrafo Reglamento Agentes de Seguros); sinalagmático tanto en
su origen como durante su ejecución; consensual, en contraposición a real y a formal (sin
embargo, respecto a los agentes aduanales, se requiere “una patente”, artículo 143, Ley
Aduanera, y en relación con los agentes de valores, que ellos se inscriban en el Registro
Nacional de Valores e Intermediarios, artículo 21, Ley del Mercado de Valores);
conmutativo, porque las prestaciones son ciertas “desde que se celebra el contrato”
(artículo 1883 Código Civil para el Distrito Federal); de duración, en cuanto que la
actividad del agente se desarrolla en el tiempo y no es de ejecución inmediata, e intuitu
personae, o de naturaleza fiduciaria, en cuanto a la actividad del agente.
2
VI. Caracteres del agente. Pueden serlo, como decíamos, personas físicas o sociedades
(para los agentes aduanales, el Código Aduanero - pero ya no la Ley Aduanera exigía que
el agente -, persona física, fuera varón, artículo 691). En el primer caso, se puede tratar
de auxiliarles dependientes de un comerciante, o bien, de auxiliar independiente y
autónomo (auxiliares del comercio); ambos son sujetos del derecho laboral si su actividad
es permanente, ejecutan personalmente el trabajo y no se concretan a intervenir sólo en
operaciones aisladas (artículo 285 Ley Federal del Trabajo). El agente persona moral,
que está admitido en materia de seguros (Ley General de Instituciones de Seguros,
artículo 23 y Reglamento de Agentes de Seguros, artículo 49) y de valores (Ley del
Mercado de Valores, artículos 18 y 23), debe ser una Sociedad Anónima, con ciertos
requisitos (verbi-gratia, acciones nominativas, exclusión o limitación de extranjeros,
consejo de administración y nunca administrador único), y es un auxiliar independiente y
autónomo del comerciante o empresario por cuya cuenta obra.
El agente debe actuar por cuenta ajena (por cuenta de quien le hace el encargo);
empero, tratándose del agente de valores persona moral, la Ley del Mercado de Valores
amplía sus funciones y facultades, desvirtuando esa nota propia de toda interposición
gestora, al permitirle realizar operaciones por cuenta propia (artículo 23 fracción III
inciso a) “de conformidad con disposiciones de carácter general que dicte la Cámara
Nacional de Valores”, con fines distintos a los de cualquier contrato de agencia; con lo
que estas sociedades agentes (Casas de Bolsa, según el artículo 32 in fine Ley del
Mercado de Valores) se convierten en auxiliares dependientes de ciertas instituciones de
crédito (véase el inciso d) el mismo) .
VII. Clases de agentes. Pueden clasificarse, en función de la fuente normativa
que los regule: l) Los regidos por disposición legal; ellos son A) agentes de seguros (Ley
General de Instituciones de Seguros, artículo 23 y Reglamento de Agentes de Seguros);
B) agentes de valores (Ley del Mercado de Valores, artículos 22, 23 y 18); C) agentes
navieros (Ley de Navegación y Comercio Marítimo, artículos 251 y siguiente); CH)
agentes aduanales (Código Aduanero, artículos 690 y siguiente, y Ley Aduanera, artículo
143 y siguiente); D) agentes viajeros (Código de Comercio artículo 323 y Ley Federal
del Trabajo 285).
2) Aquellos agentes cuya regulación deriva de la que es propia de la “comisión
mercantil” (Código de Comercio artículos 273 y siguiente. Entre ellos, caben. A) Los
agentes de compras o de ventas, o de ambas actividades (artículos 294, 295, 300 Código
de Comercio); B) Los agentes de transportes (artículos 284, 296, 297 Código de
Comercio); C) Los agentes de cobros o pagos (artículos 303 y 281 Código de Comercio.).
3) Los usos comerciales han dado lugar a innumerables clases de agentes; entre
los más importantes deben señalarse: A) agentes de publicidad; B) agentes de periódicos;
C) agentes de automóviles; CH) agentes funerarios; D) agentes de colocaciones; E)
agentes de cerveza y de refrescos.
VIII. Obligaciones y derechos del agente. La gestión y la promoción de
contratos constituye la principal obligación del agente, y la que configura y distingue ese
negocio de otros similares (véase supra número IV; de ahí que las Casas de Bolsa -
supra número VI - propiamente no sean agentes). Al lado de esa obligación pesan otras
3
sobre él (Garrigues), como las de cooperar a la ejecución de los contratos, a través, por
ejemplo, de entrega de documentos, o del precio; informar al principal del curso de sus
actividades y de las operaciones concretas que gestione; respetar las limitaciones y
prohibiciones que el contrato imponga respecto a zonas, empresas, personas, productos
en los que o con los que no debe operar, defender los intereses del principal y mantener o
incrementar el volumen de sus operaciones, cuyo incumplimiento es causa justificada de
rescisión del contrato (véase artículo 291 Ley Federal del Trabajo).
En cuanto a derechos, corresponde al agente una retribución que suele llamarse
comisión y que desde el punto de vista laboral es un salario (artículo 286 Ley Federal del
Trabajo en cuanto a su cuantía), y que se establece con base en los pedidos o contratos
que consiga; le corresponde también el reembolso de los gastos en que incurra. Si hay
pacto expreso, tiene el derecho de autoentrada, o sea, comprar para sí o para otro, lo que
se le hubiere mandado vender; o vender “lo que se le haya mandado comprar” (artículo
299 Código de Comercio).
Véase Actos de Comercio, Agentes Aduanales, Auxiliares Mercantiles,
Comisión Mercantil, Mediador, Sucursal.
IX. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, Tratado de derecho mercantil,
México, Porrúa, 1957; Cerami, Vicenzo, “Agenzia (contratto de)”, Enciclopedia del
diritto, Milano, Giuffré, 1958, volumen I; Buen Lozano, Nestor de Derecho del trabajo,
México, Porrúa, 1946, volumen 2; Cueva, Mario de la, El nuevo Derecho mexicano del
trabajo, México, Porrúa, 1972; Formiggini, Aldo, “Agenzia (Contratto de)”, Novissimo
digesto italiano, Turín, UTET, 1964, volumen I; Garrigues, Joaquín, Curso de derecho
mercantil, 6ª edición, revisada con la colaboración de Fernando Sánchez Calero,
reimpresión, México, Porrúa, 1979, tomo II; Herzog, J. L., Les representants de
commerce et les accidents du travail, Paris, Dalloz, 1946; Sánchez Calero, Fernando,
Instituciones de derecho mercantil; 8ª edición, Valladolid, 1981.
por escrito al editor; en ambos casos éste deberá resarcir al autor de los daños y perjuicios
sufridos por su mora o incumplimiento (artículos 46 y 47). En cuanto a la calidad la ley
establece que, no habiendo convenio expreso, el editor cumple su obligación haciendo la
edición de calidad media (artículo 48). Y finalmente, en relación a los precios de los
ejemplares, se establece que el editor está facultado para fijarlo cuidando de que no exista
una notoria desproporción entre la calidad de la edición y el precio, tal que dificulte la
venta (artículo 49).
II. Son derechos del editor: a) los establecidos dentro de los límites del contrato
o que conduzcan al mejor cumplimiento del mismo, sin que en ellos se comprenda la
enajenación de los derechos patrimoniales del titular de la obra (artículo 41 Ley Federal
de Derechos de Autor); b) derecho de preferencia, en igualdad de condiciones, para
contratar la siguiente edición. Este derecho deberá ejercitarse en el plazo de 15 días a
partir de la notificación que le haga la Dirección General de Derecho de Autor (artículo
45 fracción III) ; c) a continuar con la venta de los ejemplares no vendidos dentro del
plazo fijado, si el autor no los compra dentro del término de un mes (artículo 50), y d) el
derecho de editar separadamente varias obras de un autor no implica el de editarlas en
conjunto, ni el derecho de editarlas en conjunto le confiere la facultad de editarlas por
separado (artículo 52).
Dentro de las obligaciones del editor están: a) respetar la obra sin
modificaciones tales como abreviaturas, supresiones o adiciones, salvo consentimiento
expreso del autor (artículo 44) ; b) inscribir el contrato de edición en la Dirección General
del Derecho de Autor (artículo 45 fracción V) ; c) enviar un ejemplar del contrato a la
sociedad de autores correspondientes (artículo 45 fracción V) y d) hacer constar en lugar
y forma visible el nombre o razón social y dirección del editor, año de la edición, número
ordinal que corresponde a la edición a partir de la segunda y el número del ejemplar en su
serie (artículo 53).
III. Son derechos del autor o de su causahabiente dentro del contrato de edición,
sin perjuicio de los demás consignados en la Ley Federal de Derechos de Autor: a) hacer
las correcciones, enmiendas, adiciones o mejoras que estime convenientes antes de que la
obra entre en prensa (artículo 44), b) comprar los ejemplares no vendidos dentro del plazo
estipulado a precio de costo más el diez por ciento (artículo 50).
Y es obligación del autor de la obra o de su causahabiente hacer de conocimiento
del editor si han celebrado algún contrato de edición sobre la misma obra con
anterioridad o si ha sido publicada con su consentimiento (artículo 42).
IV. BIBLIOGRAFIA: Colombet, Claude, Propriété litteraire et artistique, 12ª
edición, Paris, Dalloz, 1980; Farell Cubillas, Arsenio, El sistema mexicano de derechos
de autor, México, Ignacio Vado Editor, 1966; Hung Vaillant, Francisco, Estudios sobre
derecho de autor, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1968; Porrúa, Francisco,
“La empresa editorial”, Revista de la Facultad de Derecho de México, México, tomo
XIV, número 56, octubre-diciembre de 1964.
Código Civil para el Distrito Federal y 334-345 Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito).
V. Obligaciones legales del hospedero. En cuanto están considerados
prestadores de servicios turísticos, los hospederos, personas físicas o morales, deben
solicitar su registro ante la Secretaría de Turismo (artículos 5° y 69-e de la Ley Federal
de Turismo) y obtener la autorización de la misma para sus precios y tarifas (artículo 71);
tanto en el lugar de registro de los clientes, como en cada habitación, deben colocar las
tarifas de sus servicios, así como los reglamentos interiores; han de contratar un seguro
con las coberturas y por las sumas que fije el reglamento respectivo; de modo general,
deben sujetarse a las disposiciones de las leyes y reglamentos en materia de turismo, así
como a las que dicte la Secretaría de Turismo (artículo 75-VII, XI y XVIII).
VI. Caracteres, El hospedaje es, de ordinario, un contrato consensual; el Código
Civil para el Distrito Federal (artículo 2667) lo califica de tácito cuando el hospedero
tiene establecimiento destinado a tal efecto.
Se trata, por lo demás, de un contrato típico, nominado, bilateral, oneroso,
conmutativo y de tracto sucesivo.
VII. BIBLIOGRAFIA: Battista Funaioli, Giovanni, “Albergatore”, Novissimo
digesto italiano, Torino, UTET, 1964, tomo I, volumen I; G, Joaquín, Curso de derecho
mercantil, II, Madrid, 1956; Messineo, Francisco, Manual de derecho civil y comercial,
Buenos Aires, 1971, tomo V; Sánchez Medal, Ramón, De los contratos civiles; 2ª
edición, México, Porrúa, 1973; Zamora y Valencia, Miguel Angel, Contratos civiles,
México, 1981.
un mediador no queda por ello obligado a celebrar el contrato con persona alguna
presentada por el mediador. Es función del mediador el tratar de lograr la celebración del
negocio, pero sin que esté obligado a actuar; por eso suele decirse que la mediación es un
contrato de resultado, en tanto el mediador tiene derecho al pago de la mediación si logra
la celebración del negocio, pero sin que esté jurídicamente obligado a llevar a cabo acto
alguno.
Para que el mediador tenga derecho a la remuneración acordada se requiere que:
a) el negocio se celebre entre las personas puestas en contacto por él; b) el negocio
celebrado responda a las características previstas en el contrato de mediación; c) el
contrato se concierte dentro del plazo previsto en el contrato de mediación, en caso de
existir tal plazo, lo cual es muy frecuente, y d) que la celebración del contrato haya sido
causada por la actividad del mediador.
Desde luego, los requisitos anteriores deben entenderse dentro de las prácticas
de los negocios, por lo que las variaciones en cuanto al tipo de contrato y peculiaridades
del mismo, deben estimarse a la luz de la práctica de los negocios más que al de un rígido
criterio jurídico, pues muchas de esas variaciones pueden resultar de la actividad del
mediador para tratar de obtener el acuerdo entre las partes.
III. Se discute en doctrina si el mediador tiene derecho al reembolso de los
gastos incurridos en el desarrollo de su actividad, a lo cual la doctrina italiana se inclina
por la afirmativa, dados los términos del Código Civil italiano que expresamente así lo
prevé. Entre nosotros, habría que aplicar por analogía la disposición del artículo 63 del
Código de Comercio según la cual el mediador (el corredor) puede excusarse de actuar,
si no se le proveen por anticipado los gastos necesarios para el desarrollo de su actividad.
La falta de regulación de esta figura ha ido siendo suplida por las prácticas
comerciales, en las cuales pueden distinguirse algunas ya generalizadas.
IV. La mediación puede ser solicitada por una o ambas partes del negocio
encomendado al mediador, en el primer caso puede la mediación otorgarse
exclusivamente a una persona o no, en el segundo suele ser exclusiva.
En la práctica, cuando la mediación se establece en términos exclusivos suele
acordarse que el mediador tendrá derecho al pago de la comisión pactada, si el contrato se
celebra con cualquier persona durante el término de vigencia del contrato de mediación,
con lo cual se pretende eliminar el problema de prueba de la relación causal entre la
actividad del mediador y el contrato celebrado, considerando como atribuible a la
actividad del mediador cualquier contrato que se celebrare; suele en algunos casos
preverse un plazo de protección en términos tales que el contrato se considera
consecuencia de la actividad del mediador, si a pesar de celebrarse fuera del término de la
mediación misma, se celebrare dentro del mencionado periodo de protección, o bien que
el mediador tendrá derecho a la comisión si el negocio se celebrare en cualquier tiempo
con alguna persona presentada por el mediador. Tales prácticas tienen por finalidad
proteger al mediador, eliminando el problema de prueba de la relación causal.
Cuando la mediación no es exclusiva, ni existen tal tipo de protecciones, el
mediador para tener derecho a la comisión pactada, deberá demostrar que su mediación
fue eficaz, es decir, que fue la causa del negocio celebrado.
V. Debe distinguirse entre los mediadores particulares y los corredores o
corredores públicos; nuestro Código de Comercio denomina corredor a aquel que ha
obtenido la licencia respectiva. La actividad de los corredores está sujeta a disposiciones
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de una obra pública y es el concepto de ésta el que le tipifica e individualiza frente a los
otros contratos administrativos.
Contrato de obra pública es un contrato del Estado cuyo objeto es la realización
de un trabajo o la prestación de un servicio consistente en una obra material sobre bienes
muebles o inmuebles, a través de procedimientos públicos, con la finalidad de satisfacer
intereses o necesidades colectivos y mediante la entrega de un precio al cocontratante. Es
a grosso modo, un contrato en que el cocontratante de la administración se compromete a
la prestación de un servicio a cambio de un precio.
Manuel María Diez da esta definición del contrato: “es aquél por medio del cual
una persona, sea física o jurídica, en general una empresa, se encarga, con relación al
Estado, de construir, demoler o conservar una obra pública en las condiciones que fueren
establecidas y mediante un precio que debe abonar el dueño de la obra, vale decir, el
Estado” (página 27). Laubadere dice: “el contrato de obras públicas es un contrato por el
cual una persona pública encarga a un empresario, ejecutar un trabajo público mediante el
pago de un precio (tomo I, página 255).
Para la Ley de Obras Públicas (Diario Oficial 30-XII-1980), el contrato de obra
pública es el que tiene por objeto esta última, a la cual considera: “todo trabajo que tenga
por objeto, crear, construir, conservar o modificar bienes inmuebles por su naturaleza o
disposición de la ley” (artículo 2°). Incorpora a este concepto otros trabajos como: “la
construcción, instalación, conservación, mantenimiento, reparación y demolición de los
bienes a que se refiere este artículo, incluidos los que tienden a mejorar y utilizar los
recursos agropecuarios del país, así como los trabajos de exploración, localización,
perforación, extracción y aquellos similares que tengan por objeto la explotación y
desarrollo de los recursos naturales que se encuentren en el suelo o en el subsuelo”
(fracción I). Se extiende el concepto todavía más, a: “la construcción, instalación,
conservación, mantenimiento, reparación y demolición de los bienes inmuebles
destinados a un servicio público o al uso común” (fracción II). El concepto de obra
pública, definido así, casuísticamente, se vuelve anárquico por su excesiva concepción al
incluir: “todos aquellos de naturaleza análoga”. No para aquí el legislador, somete al
régimen de los contratos de obra pública a todos los contratos de servicios relacionados
con la obra pública (artículos 5 y 15). Se aplica o se sigue el criterio “del carácter
atractivo de la obra pública” prohijado por la jurisprudencia administrativa del Consejo
de Estado francés, según el cual todos los contratos vinculados a la obra pública estarían
sometidos a la jurisdicción de aquélla que es la administrativa.
Se advierte que la ley no incluye como obra pública los trabajos referidos sobre
bienes muebles, ni señala la finalidad de los trabajos públicos, que es la de satisfacer
necesidades públicas.
II. Elementos del contrato. l) Partes contratantes: Estado y particulares. Es
posible legalmente que las partes fueran dos órganos públicos, por ejemplo, entre órganos
de la federación y órganos de los Estados o, los municipios. En cambio esta posibilidad
no existe entre particulares, exclusivamente. 2) Obra material. El acuerdo de voluntades
es para la realización de una obra material, sobre bienes muebles o más comúnmente
sobre bienes inmuebles que son propiedad del Estado y por excepción de los particulares.
La obra pública consiste en trabajos o prestación de servicios de construcción, de
reparación, de conservación, de instalación o de demolición sobre dichos bienes. 3)
Interés colectivo. El carácter público de la obra se debe a la finalidad a que se destina la
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general, la que las fija. Expresan los artículos 24 y 25 al respecto, que las condiciones de
trabajo podrán hacerse constar por escrito, sin ser esto necesario, pues lo importante es
precisar: a) la naturaleza de la relación de trabajo (obra determinada, tiempo determinado
o tiempo indeterminado); b) el servicio o servicios que deban prestarse, determinados con
la mayor precisión posible; c) el lugar o lugares donde tales servicios hayan de prestarse;
d) la duración de la jornada de trabajo; e) los descansos y vacaciones que deberá disfrutar
el trabajador; f) el monto del salario; la forma, día y lugar de pago del mismo, y g) la
obligación de capacitar al trabajador en los términos de los planes y programas
establecidos o que se establezcan en las empresas, conforme lo dispone la ley. Requisitos
que representan la mejor garantía tanto para el trabajador como para el patrono, y evitan
un cambio o modificación en la relación de trabajo, aun contando con el consentimiento
del trabajador.
4. Obligaciones de las partes. La doctrina francesa ha distinguido entre normas
jurídicas de derecho positivo y normas jurídicas de derecho imperativo. Con relación a
las primeras considera que su aplicación está condicionada a la voluntad de los
particulares; en cambio, respecto de las segundas, estima deben ser observadas
obligatoriamente por todas aquellas personas a quienes vayan dirigidas. A las normas del
derecho del trabajo las estimamos, por nuestra parte, de carácter imperativo al ser el
Estado el que se obliga a vigilar su cumplimiento y al quedar obligados trabajadores y
patronos a sujetarse a su contenido, por ser de mayor grado el interés social que el
particular que las mismas representan. La relación de trabajo, en consecuencia, no queda
a la iniciativa de las partes interesadas; tampoco su cumplimiento depende de la voluntad
o acuerdo que pueda establecerse, sino de la obligación que ha tomado para sí el Estado
de proveer a la defensa del interés colectivo.
IV. Importancia de la distinción entre relación de trabajo y contrato individual
de trabajo. Han sido asimismo los doctrinarios franceses quienes han fijado la doble
naturaleza jurídica del concepto “contrato”: como relación jurídica sujeta a un
determinado estatuto y como reglamentación determinante de ciertas relaciones jurídicas.
En su calidad de relación jurídica el contrato queda siempre sujeto a un estatuto regulador
de un cambio de prestaciones; esto es, algo que pasa del patrimonio de una persona al
patrimonio de otra distinta. En cambio, como reglamentación, el contrato se propone
únicamente el equilibrio de tales prestaciones, con una sola excepción, la referente a la
prestación de servicios profesionales, más propia del derecho del trabajo que del derecho
civil. Para el pensamiento francés es aquí donde puede encontrarse el origen de la
relación de trabajo, pues interviene en ella un principio nuevo no contemplado en el
simple cambio de prestaciones: la dignidad humana; principio que se traduce en un
conjunto de bases mínimas para que el hombre que trabaja pueda conducir una existencia
decorosa, en armonía con los valores de que es portador el hombre. “El derecho del
trabajo - nos dejó escrito el doctor De la Cueva - no puede admitir la tesis de que el
trabajo humano sea una mercancía y tampoco puede aceptar que se le trate como a las
cosas que están en el patrimonio de los hombres, ni es posible concebir la relación
jurídica de trabajo como un cambio de prestaciones, y al derecho del trabajo como la
norma que busca el equilibrio de las prestaciones, pues el derecho del trabajo contempla,
no el cambio de prestaciones, sino a la persona humana.”
Sin desconocer la existencia del derecho individual de trabajo, en cuanto
conjunto de derechos y obligaciones que derivan para el trabajador y el patrono, del
22
hecho de la prestación del servicio; a la relación de trabajo debe concedérsela hoy plena
autonomía por dos razones esenciales: una, porque en toda relación de trabajo si bien
resulta indispensable la voluntad del trabajador, como ya se dijo, no es siempre necesaria
la voluntad del patrono; otra porque la relación de trabajo surge del servicio en sí,
cualquiera haya sido la voluntad de las partes.
Al contrato se le considera por este motivo, como acepción del concepto relación
de trabajo y así lo consigna nuestra Ley Federal del Trabajo. Tiene existencia en el
marco de las condiciones de la prestación de servicios con independencia absoluta de lo
que pudieran haber pactado trabajador y patrono (que puede ser o no aplicable). Al
contrato individual de trabajo lo limitan la ley, los contratos colectivos de trabajo y en
cierta forma los reglamentos, porque no se pueden reducir en él los privilegios incluidos
en unos u otros instrumentos, debido al supuesto de que su contenido siempre prevalecerá
sobre cualquier acuerdo individual.
V. Los contratos especiales. Son los contratos especiales los que confirman hoy
la anterior distinción, pues aparte de haber dado nacimiento a relaciones que revisten
características particulares, la necesidad de dotarlos de normas propias que no sería
posible ceñirlas al concepto de contrato individual de trabajo, ha obligado a considerarlos
como relación de trabajo. Su naturaleza jurídica, así como la concurrencia de ciertas
modalidades tanto en lo que corresponde a las condiciones de trabajo como a los
derechos y obligaciones de trabajadores y patronos, han conducido la reglamentación de
estas contrataciones sobre bases sui generis cuya sustentación requiere de un análisis
distinto al general, no tanto por el hecho de que las normas en que se apoyan se aparten
de los demás principios legales, sino por la urgencia de evitar la aplicación de
disposiciones de otros códigos o leyes a un grupo de actividades que deben ser regidas
por el 123 constitucional. Tal es el caso, ya indicado, de los agentes de comercio, de los
maniobristas, deportistas, actores o músicos, el trabajo universitario o el de médicos
residentes en centros hospitalarios.
No podríamos entrar al estudio de cada uno de estos contratos de trabajo por no
permitirlo el espacio y constituir actualmente un abundante título con diecisiete capítulos
y casi doscientos artículos (título VI de la Ley Federal del Trabajo, artículos 181 a 353-
U). Examinaremos por grupos estos contratos, fijando en cada uno las generalidades que
en ellos se consignan.
1. Contratos relacionados con el transporte. Comprenden el trabajo a bordo de
las embarcaciones; el trabajo ferrocarrilero; el del autotransporte y el de las tripulaciones
aeronáuticas. Las características de la relación de trabajo se encuentran: a) en la forma
de pago del salario; b) en las jornadas; c) en los descansos, y d) en los derechos y
obligaciones de cada trabajador. Es importante el salario porque el pago de cualquier
prestación o indemnización debe ajustarse a la percepción diaria convenida y a los tipos
de jornada que se establezcan, muy diferentes a las que corresponden al trabajo ordinario;
por ejemplo la jornada y el salario a bordo de 1os buques contempla variantes múltiples,
sobre todo cuando la contratación se realiza con base en viajes y no por tiempo
determinado o indeterminado. En el trabajo ferrocarrilero los cuotas varían, sobre todo
para el personal de transportes, según el manejo que se haga de los convoyes, la distancia
que se recorra y la calidad de las rutas: de superficie (como se denominan los tramos sin
pendientes), de montaña; o de tracción, cuando la tripulación necesita realizar alguna
maniobra que implique ensanchar o desenganchar vagones de carga o de pasajeros. En
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las tripulaciones aeronáuticas lo que interesa es el tiempo efectivo de vuelo; las horas que
exija la prestación del servicio y el número de maniobras de despegue o aterrizaje que se
requieran en un viaje; los descansos, al igual que en los casos anteriores, cuentan de
manera importante por no regirse con base en el séptimo día, sino en función del número
de viajes realizados y de la duración de éstos en un mes. Lo mismo puede decirse del
autotransporte, donde el pago del salario es por viaje, ajustándose la jornada a las
necesidades propias del trabajador y a las horas que éste tome para descansar.
2. Contratos de los agentes de comercio maniobristas y trabajadores del
campo.Lucha ardua ha existido por largos
Lucha ardua ha existido por largos años entre mercantilistas y laboralistas, para establecer
la naturaleza del contrato de trabajo de los agentes de comercio, que los primeros
consideran comerciantes y los segundos simples trabajadores con obligaciones especiales.
La batalla se ha definido en favor de los laboralistas y de ahí que su relación de trabajo se
encuentre hoy reglamentada por la Ley Federal del Trabajo, a través de condiciones
ajustadas a la prestación del servicio y a la dependencia o subordinación patronal a la que
este personal se encuentre sujeto. Situación semejante se tiene en el trabajo de maniobras
de servicio público, que por largo tiempo también, fue motivo de inicua explotación del
grupo de trabajadores encargados de la carga, descarga, estiba, desestiba, alijo, chequeo,
acarreo, almacenaje y movimiento de equipaje, todo cual es objeto de una relación de
trabajo particular, a cuya definición contribuyó la Suprema Corte de Justicia mediante su
jurisprudencia, en la que se fijaron las reglas para la misma (véase tesis números 14 y 15
del Apéndice de jurisprudencia que comprende los fallos de los años 1917 a 1965,
páginas 29 a 32). A su vez, el trabajo del campo ha obligado a un tratamiento especial,
dado que no ha sido posible el reparto de tierra a todos los campesinos, en la actualidad
ampliamente regido por la legislación laboral.
3. Trabajo de los deportistas, artistas y músicos. Mucho fue discutido al
redactarse el anteproyecto de Ley Federal del Trabajo, sobre si estos grupos de
trabajadores quedaban o no comprendidos en una auténtica relación de trabajo. El
examen de las obligaciones a las cuales se les sujeta, las condiciones en que se les
contrata, la disciplina que se les impone, el tipo de jornadas que desempeñan, el salario
que perciben por temporada o número de representaciones, etcétera, condujo a
considerarlo en un sector especial de las relaciones obrero-patronales, con una
reglamentación propia.
4. El trabajo universitario o en centros de educación superior y el trabajo de
médicos residentes, en periodo de adiestramiento de una especialidad. El primero,
conforme lo establecido en el artículo 3° constitucional y reglamentado en la ley, tiene
por objeto conseguir el equilibrio y la justicia social en las relaciones laborales existentes
entre los trabajadores administrativos o académicos y las universidades e instituciones de
educación superior autónomas, de modo tal, que concuerden con el concepto de
autonomía, con el de la libertad de cátedra, con el trabajo de investigación y con los fines
propios de estas instituciones. El segundo, como se expresa en el título de referencia,
tiene por objeto regular las relaciones laborales entre los médicos residentes y las
unidades médicas donde se encuentren realizando estudios y prácticas de posgrado, en
una disciplina de la salud a la cual pretendan dedicarse en su actividad profesional.
5. Trabajadores de confianza; a domicilio; domésticos; de hoteles, bares,
restaurantes y otros establecimientos análogos. Lo peculiar de sus actividades
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aplicable; ciertos sistemas resuelven el problema por medio de una regla de conflicto
subsidiaria semejante a las que se han examinado en el punto IV Al respecto es
importante señalar el reciente descubrimiento de un nuevo punto de vinculación en la
materia que consiste en la residencia habitual o el establecimiento principal de la parte en
el contrato que tiene la obligación de cumplir con la prestación característica de dicho
contrato. Este punto de vinculación figura en la Convención Europea arriba mencionada
como presunción del lazo más estrecho que guarda un contrato con aquel país en el cual
se ubica la residencia o el establecimiento. Se trata aquí de otro tipo de regla de conflicto
subsidiaria utilizada con creciente frecuencia en los sistemas de conflictos de leyes
modernos.
VII. El profesor Batiffol propuso otro método de determinación del derecho
aplicable a los contratos internacionales. Se trata de la teoría llamada “localización
objetiva de los contratos”; según dicha teoría el papel jugado por la voluntad de las partes
no se materializa en la elección del derecho aplicable sino en la localización del contrato;
dicha localización puede resultar tanto de una declaración expresa de las partes como del
contenido de las convenciones y de las circunstancias que las rodean. A falta de voluntad
expresa de las partes el juez tomará en consideración, para localizar el contrato, ciertos
indicios tales como: las cláusulas de atribución de competencia o cláusulas
compromisorias, el contenido y el objeto del contrato, el lugar de celebración, el lugar de
ejecución, las nacionalidades y domicilios de las partes y, finalmente, la redacción misma
del contrato.
VIII. Al expresar su voluntad las partes en un contrato tienen la facultad de
elegir varias leyes y por consiguiente de proceder a lo que se ha llamado el dépeçage
(descuartizamiento) del mismo. El problema de la aplicación de varios derechos a un
mismo contrato se remonta a la época de la escuela estatutaria italiana cuando los post-
glosadores afirmaron que era necesario distinguir entre la forma y el contenido de cada
contrato; y que no era forzosamente la misma ley la que se tenía que aplicar a estos dos
aspectos jurídicos. Surgió entonces, en esta época, la famosa regla conocida como locus
regit actum (la forma de los actos se rige por la ley del lugar donde se celebran).
El principio de la distinción entre forma y fondo se ha conservado y todos los
sistemas jurídicos permiten la aplicación de dos derechos diferentes en cuanto a la
regulación de estos dos aspectos de los contratos internacionales. El dépeçage se
fundamenta también en este principio, pero debe ser considerado como la máxima
expresión de la voluntad de las partes y de la libertad que se les da para regular sus
convenciones; en efecto, tienen la facultad de dividir el contenido del contrato en varias
partes y de aplicar a cada una de ellas el derecho que les parezca más adecuado; no cabe
duda que dicha práctica fomenta el fraude a la ley con la posibilidad de eludir las normas
que a su juicio, les parezcan demasiado severas o demasiado coercitivas. La práctica
internacional parece orientarse hacia el respeto del dépeçage operado por las partes; sin
embargo es necesario agregar que el dépeçage no podrá efectuarse jamás en detrimento
de las leyes imperativas que figuran en los sistemas jurídicos vinculados con el contrato
lo que nos lleva a considerar la posibilidad de un dépeçage efectuado por el juez si resulta
necesario para él respetar todas las leyes de policía de los países involucrados.
IX. Por último, es necesario analizar el problema conocido como del “contrato
sin ley”. De la misma manera que se puede concebir un contrato en el cual las partes
hayan previsto la regulación jurídica de todos los aspectos del mismo, es igualmente
28
posible pensar en un contrato ideado y elaborado sin que se tomara en cuenta algún
sistema jurídico, sino, únicamente, la voluntad de las partes. La práctica comercial
internacional ha puesto en evidencia esta última posibilidad. Mientras no surja ningún
litigio entre las partes en un contrato de este tipo no se presentara ninguna dificultad en
cuanto a su celebración, interpretación, ejecución, etcétera Pero en el momento en que
una o las dos partes decidan recurrir a un tribunal o a cualquier autoridad judicial para
dictaminar sobre cualquier punto litigioso de su contrato, dicha autoridad tendrá la
obligación de aplicar su regla de conflicto relativa que lo remitirá a algún derecho en
particular, sea por la voluntad de las partes, sea por medio de otro punto de vinculación;
es evidente que en el caso en el cual la regla de conflicto remita a la ley escogida por las
partes y que dichas partes no hayan hecho a propósito ninguna elección, el juez tendrá
que “localizar” el contrato para aplicarle el derecho pertinente, lo que significa en
realidad que le pertenece al juez determinar la ley aplicable a los contratos, tomando en
consideración la voluntad de las partes en cuanto a la localización de dicho contrato,
solución propuesta por el profesor Batiffol. El problema se vuelve aún mas delicado
cuando las partes han decidido recurrir al arbitraje; en efecto, el árbitro no tiene, como el
juez, la obligación de aplicar una regla de conflicto; más bien su papel consiste en tratar
de avenir a las partes en conflicto en los términos del contrato; no existe pues para él la
necesaria obligación de aplicar un derecho vigente, salvo en los casos en los cuales las
partes lo hayan acordado. En el supuesto de un “contrato sin ley” el árbitro no tiene
entonces razones para examinar este problema para emitir su laudo. Si la ejecución de
dicho laudo se realiza de manera voluntaria no se planteará el problema de la validez del
“contrato sin ley”. Al contrario, si las partes tienen que recurrir a la ejecución judicial,
por medio del exequatur, ¿cuál podrá ser la decisión del juez?
Véase Arbitraje, Arbitraje Internacional, Autonomía de la Voluntad,
Conflicto de Jurisdicción, Conflicto de Leyes, Contrato, Exequatur, Fraude a la Ley,
Lex Mercatoria, Reglas de Conflicto.
X. BIBLIOGRAFIA: Batiffol, Henri y Lagarde, Paul, Droit international privé,
París, LGDJ, 1976; Batiffol, Henri, “Conflictos de leyes en materia de contratos”,
Segundo Seminario Nacional de Derecho Internacional Privado, México, UNAM, 1980;
Pocar, Fausto, “La unificación de reglas de conflicto en materia de contratos en la
Comunidad Europea”. Segundo Seminario Nacional de Derecho Internacional Privado,
México, UNAM, 1980; Siqueiros, José Luis, ”La contratación internacional, posible
armonización en su regulación jurídica”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado,
México, año XIII, número 39, septiembre-diciembre de 1980.
Claude Belair M.
Estudios Sociales del Ministerio del Trabajo, 1980; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo
derecho del trabajo, 3ª edición, México, Porrúa, 1975.
La Haye du ler. juillet 1964 sur la formation des contrats de vente, Nederland, Den Haag,
s.f; Yntema, Hessel E., Unification of Law, Roma, Instituto de Roma para la Unificación
del Derecho Privado, 1958.
CONTRAVENCION. I. (Del latín, contravenio, is, ire, oponerse a.) Acción u omisión
contraria a lo que dispone una norma de derecho, ya sea ésta una ley, un decreto, un
reglamento o una sentencia judicial.
El concepto de contravención es tan antiguo como el de norma. En la historia
del derecho encontramos que en las civilizaciones antiguas no se hallaban claramente
diferenciadas las normas morales de las normas jurídicas. Asimismo, el concepto de
delito estaba asociado a la noción de pecado; por lo tanto, el ilícito legal era un ilícito
moral, y la contravención a las normas participaba de doble carácter de violación de la
regla moral o religiosa y del precepto jurídico, que estaban imbricados. La evolución del
pensamiento jurídico condujo a la separación entre normas morales y jurídicas. Hoy en
día, la sanción a la contravención de la regla de derecho posee un carácter público, en el
sentido de que solamente el Estado tiene el poder de castigarla. Este es el correlato
necesario del principio por el cual sólo el Estado puede dictar normas jurídicas. (El
Estado en sentido amplio: Estado nacional, entidades federativas, municipios,
administraciones autónomas o descentralizadas, etcétera)
Pero toda norma, cualquiera que sea su naturaleza, apareja la doble posibilidad
de su acatamiento de su contravención, como las dos caras de una moneda: la norma
moral, los usos y costumbres, las meras reglas de urbanidad.
II. En la sistemática del derecho penal. se clasifican las acciones - por su entidad
y otras características - en crímenes, delitos y faltas o, más sencilla y usualmente, en
delitos y faltas, reservando para éstas la condición de infracciones más leves, de simple
quebrantamiento de ordenanzas municipales o de reglamentos de policía, para las cuales,
en su configuración y en lo relativo al elemento subjetivo, no se exige la existencia de
dolo.
En esta dicotomía de delitos y faltas (o en la tricotomía de crímenes, delitos y
faltas, hoy menos frecuente en los códigos) a las faltas se les conoce, asimismo, con el
nombre de contravenciones, lo cual enfatiza su condición de ilícito venial, no enfrentado
a verdaderas sanciones penales, sino más propiamente a multas y sanciones de índole
disciplinaria o administrativa. En este sentido, los vocablos “falta” y “contravención”
pueden ser entendidos como sinónimos.
III. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl, Derecho Penal. Parte
general; 13ª edición, México, Porrúa, 1979; García Máynez, Eduardo, Introducción al
estudio del derecho, 20ª edición, México, Porrúa, 1972; Recaséns Siches, Luis,
Introducción al estudio del derecho; 5ª edición, México, Porrúa, 1979.
para los gastos públicos, así de la Federación, como del Estado y municipio en que
residan, de la manera proporcional y equitativa que determinen las leyes”. De esta forma,
las contribuciones en México deben reunir los requisitos referidos. Sin embargo, es
necesario hacer algunas precisiones. En primer término, las contribuciones no sólo deben
pagarlas los mexicanos, sino todos aquellos que se sitúen en los supuestos previstos por
las leyes que las crean, y estas determinan las calidades que deben reunir los sujetos
pasivos. La misma disposición constitucional determina que las contribuciones deben
destinarse para los gastos públicos, entendiéndose por éstos, según la jurisprudencia,
todos los que realiza el Estado. Para Flores Zavala “por gasto público debe entenderse
todo el que sea necesario para que las entidades públicas realicen sus atribuciones, es
decir, para el desarrollo de su actividad legal”, y la Suprema Corte de Justicia ha
aseverado que: “Los gastos públicos están previstos en el presupuesto de egresos, y los
impuestos para cubrir esos gastos, en el de ingresos, de modo que la prueba de que una
contribución no está destinada a cubrir gastos, necesariamente debe encontrarse o en la
ley que los establece o en el presupuesto de egresos.”
Otra idea contenida en esta fracción es la de que estas contribuciones están
destinadas tanto al financiamiento de la federación, como de los estados y municipios de
residencia de los contribuyentes. En cuanto a contribuir para los gastos públicos de la
federación, la disposición es clara, sin embargo, parece desprenderse que las legislaturas
locales sólo pueden establecer impuestos estatales y municipales a cargo de sus
residentes; pero en la realidad las entidades federativas con frecuencia se han financiado
parcialmente a través de la imposición indirecta, la cual recae sobre quienes consumen
bienes y servicios, sin atender al lugar de residencia del consumidor.
Otro de los requisitos que se establecen en la fracción IV del artículo 31
constitucional, es que las contribuciones deben establecerse en forma proporcional y
equitativa. Esta disposición plantea una posible contradicción entre la norma
constitucional y la tendencia de los sistemas tributarios modernos que durante el siglo XX
han tratado de introducir progresividad en los gravámenes, especialmente a través del
impuesto sobre la renta. Este fenómeno se ha presentado en la mayoría de los países
capitalistas, tanto desarrollados como en desarrollo, y al introducirse gravámenes
progresivos al ingreso, dicha imposición se ha convertido en la piedra angular de
numerosos sistemas fiscales por sus efectos económicos y financieros.
El conflicto entre los conceptos de “proporcionalidad y equidad” establecidos
por la fracción IV del artículo 31 constitucional y por el impuesto sobre la renta,
instituido como ingreso federal ordinario desde 1924, ha tenido diversas soluciones pero
la tendencia del máximo tribunal ha sido la de legitimar la progresividad en la imposición
al ingreso. Por último, la propia fracción IV del artículo 31 exige que las contribuciones
estén contenidas en leyes. Esta subordinación al principio de legalidad tiene dos
excepciones, ambas incluidas en la norma suprema. En primer término el supuesto
establecido en el artículo 29 constitucional, que permite la suspensión temporal de
garantías. En este caso es posible, como efectivamente ha sucedido, que sean
establecidos gravámenes en reglamentos emitidos por el órgano ejecutivo federal. Sin
embargo, una vez terminado el estado de emergencia vuelve a aplicarse el principio de
legalidad. La otra excepción a éste se encuentra contenida en el segundo párrafo del
artículo 131 constitucional, el cual determina que: “el Ejecutivo podrá ser facultado por el
Congreso de la Unión para aumentar, disminuir o suprimir las cuotas de las tarifas de
39
1. Para los bancos de depósito (artículos 11 fracción XII, y 17 fracción II. Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), de crédito hipotecario
(artículo 36 fracción X, párrafo tercero el mismo), y fiduciarios (artículo 45, fracción
XIII, primer párrafo el mismo), así como para las instituciones de seguros (artículo 29,
fracción II, Ley General de Instituciones de Seguros), ninguna persona, física o moral
(salvo las excepciones que las mismas leyes consignan), puede ser propietaria de más del
15% del capital pagado. Para las instituciones de fianzas, el límite para suscribir acciones
es el 20% del capital pagado de la emisora (artículo 42 Ley Federal de Instituciones de
Fianzas).
2. Respecto a las sociedades de inversión (Sociedades de Inversión) (que
constituye una de las formas más propias para actuar como sociedades de control:
Holdings, en el sistema anglonorteamericano), el artículo 7°, bis de la Ley de Sociedades
de Inversión (LS de I) (reforma del Diario Oficial 30/XII/80), dispone que “la
adquisición del control del 10% o más de acciones representativas del capital social de
una Sociedad de Inversión, mediante una o varias operaciones de cualquier naturaleza...
deberá someterse a la previa autorización del a Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
quien la otorgará discrecionalmente oyendo la opinión de la Comisión Nacional de
Valores y la del Banco de México”. Y, por otra parte, el artículo 8°, fracción II, inciso b)
de la propia Ley de Sociedades de Inversión, al 30% del capital de la emisora, las
acciones que la Sociedad de Inversión pueda adquirir. Un régimen similar rige para los
agentes de bolsa que tengan el carácter de Sociedad Anónima (artículo 24 bis, Ley del
Mercado de Valores).
3. La Ley para Promover la Inversión Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera
considera como una de las formas de “inversión extranjera” el hecho o el acto a virtud del
cual “los extranjeros tengan por cualquier título la facultad de determinar el manejo de la
empresa” artículos 2°, fracción IV; 5°, párrafo segundo, y 8°, párrafo segundo).
Ahora bien, este “manejo” en que consiste el control, si sólo derivara de la
tenencia de la mayoría de las partes sociales o de las acciones, con derecho a voto, no se
daría en el caso de sociedades con socios extranjeros, puesto que la propia Ley para
Promover la Inversión Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera limita el derecho de
éstos de suscribir acciones (y de ser titulares de partes sociales) a un 49% del capital
social (artículo 5°, párrafo segundo en su primera parte), y exige que la participación de
dichos socios en los órganos de administración también sea minoritaria (artículo 5°,
párrafo cuarto); pero puede también ser consecuencia de múltiples actos (entre otros,
contratos de transferencia de tecnología o de uso de patentes y marcas; de cláusulas
contractuales de exclusividad o de no competencia), lícitos o ilícitos entre éstos, el de
votar en tal o cual sentido o el de actuar como prestanombre de un extranjero sobre el que
pese una prohibición que el testaferro ejecuta); e inclusive, de situaciones de hecho - que
suelen también derivar de acuerdos ocultos -, como no concurrir a juntas o asambleas, o
abstenerse de votar en ellas. Las disposiciones antes citadas de la Ley para Promover la
Inversión Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera, permiten una interpretación
amplísima para comprender cualquier forma de control, al prohibir que por cualquier
título, un extranjero tenga la facultad de determinar el manejo de la empresa.
4. La Ley de Impuesto sobre la Renta, en una reforma que data del 31/XII/81,
regula, pero sólo para efectos fiscales (consolidación de estados financieros e imposición
de la tasa máxima del 42% a los ingresos gravables), a las que llama “sociedades
43
mercantiles controladoras” (artículos 57A a 57L), en las que el control se ejerza, tanto a
través de la tenencia de más del 50% de las acciones del capital social de las sociedades
controladas (artículo 57A, primer párrafo, y en este sentido no se incluye a sociedades
cuyo capital no esté representado en acciones), como de aquellas en que se tenga “control
efectivo” de las controladas (artículo 57C, que establece en su segundo párrafo el
concepto de esta expresión), lo que sí permite considerar como tales sociedades
controladas a cualquier tipo social.
De este concepto fiscal de control, y de las relaciones entre la sociedad
controladora y las controladas, la Ley del Impuesto sobre la Renta (artículo 57D) excluye
a varias; entre otras, a “las instituciones de crédito, de seguros, las organizaciones
auxiliares de crédito, sociedades de inversión y casas de bolsa” (fracción II); lo que se
antoja extraño, porque el control de otras sociedades usualmente se logra por sociedades
bancarias y de inversión (y entre nosotros por casas de bolsa).
Es cierto que la exclusión podría justificarse en cuánto que las leyes que regulan
a estas sociedades restringen el derecho de ellas - o de algunas de ellas cuando menos - a
suscribir acciones de otras, En efecto, el artículo 94 bis Ley General de Instituciones de
Crédito y Organizaciones Auxiliares, respecto a sociedades financieras y bancos
múltiples, establece que sus inversiones en acciones “no serán superiores al 25% del
capital social de la emisora”, salvo que se trate, primero, de sociedades que presten
servicios o “efectúen operaciones con aquellas” (artículo 4° bis, el mismo), segundo, de
“entidades financieras” extranjeras (artículo 7°, el mismo) y tercero, de la banca múltiple
para la que se establecen otras restricciones (artículo 40 bis, 9 fracciones I y III, el
mismo); como también es cierto que las leyes que rigen a la banca (Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), a las instituciones de seguros (Ley
General de Instituciones de Seguros) y de fianzas (Ley Federal de Instituciones de
Fianzas), a las Sociedades de Inversión (Ley de Sociedades de Inversión.), y a las
Sociedades Anónimas que sean agentes de bolsa (Ley del Mercado de Valores), limitan la
adquisición de acciones de otras sociedades, como ya se dijo; pero ni la tenencia de
acciones es la única forma de obtener el control de las Sociedades Anónimas, ni dichas
limitaciones se refieren a todas las sociedades.
5. Otra ley vigente, que se refiere al control, es la ley que establece requisitos
para la venta al público de acciones de sociedades anónimas (Diario Oficial 1/II//40). El
artículo 13, impone “a las personas que controlen el funcionamiento de una Sociedad
Anónima, ya sea que posean o no la mayoría de las acciones... obligación subsidiaria
ilimitada frente a terceros, por los actos ilícitos imputables a la compañía.”
6. Por último, en el Proyecto para un Nuevo Código de Comercio, que se
presentó al Congreso de la Unión a fin de año de 1981, se establece (artículo 180) que
“Las personas que controlen de hecho el funcionamiento de una sociedad, sean o no
socios, responderán frente a terceros subsidiaria, solidaria e ilimitadamente, por los actos
dolosos realizados en nombre de ella”.
Véase Inversiones Extranjeras, Sociedades de Control.
V. BIBLIOGRAFIA: Barrera Graf, Jorge, La regulación jurídica de las
inversiones extranjeras en México, México, UNAM, 1981; Libonati, Berardino, Holding
e Investment Trust, ristampa, Milán, 1969; Mantilla Molina, Roberto L, Derecho
mercantil; 20ª edición, México, Porrúa, 1980, Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Tratado
de sociedades merantiles; 3ª edición, México, Porrúa, 1964.
44
poderes federales. Estas facultades implícitas revisten una gran importancia, pues
considerando el amplio margen que tiene el Congreso para interpretar la disposición
constitucional al expedir la ley puede legislar en el sentido de restringir facultades al
ejecutivo (Carpizo, El presidencialismo mexicano, página 216). Hasta el momento todas
las facultades que hemos mencionado no han operado realmente como controles; pero
esto no quiere decir que en el futuro, bajo otras circunstancias del país, cumplan
efectivamente el propósito constituyente.
III. Facultades de control del ejecutivo hacia el legislativo. A) El veto. Se
encuentra previsto en al. 72, inciso b, de la Constitución, que faculta al presidente de la
República para hacer observaciones a los proyectos de ley que le envíe el Congreso,
disfrutando de un plazo de 10 días para ejercer dicha atribución. Vetado un proyecto de
ley tiene que regresar a las cámaras para ser discutido nuevamente; para superar el veto es
necesario un quórum de votación calificado de las dos terceras partes de los legisladores
presentes en ambas cámaras, lo que es difícil, y así el presidente puede paralizar la
actividad legislativa del Congreso.
B) La facultad reglamentaria. En los términos del artículo 89, fracción I, de la
Constitución, el presidente de la República tiene facultades para expedir reglamentos,
cuya función es precisar los alcances de una ley del Congreso; en este sentido el ejecutivo
puede ir más allá de los marcos señalados en la propia ley.
C) La Promulgación de la ley. Esta facultad del ejecutivo también está prevista
en la fracción I del artículo 89 constitucional, y se traduce en el hecho de que mientras el
presidente de la República no ordene la publicación de la ley en el Diario Oficial, ésta no
podrá entrar en vigor.
D) Ejecución de la ley. También prevista en la fracción I del artículo 89
constitucional consiste en la serie de actos que debe el ejecutivo realizar para aplicar a los
casos concretos la ley expedida por el Congreso, lo que en su caso, podría dar lugar a su
aplazamiento.
Véase Convocatoria a Sesiones Extraordinarias, Cuenta Pública, Juicio
Político de Responsabilidad, Presupuesto de Egresos, Tratados Internacionales.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge, El presidencialismo mexicano, México,
Siglo XXI Editores, 1978; Carpizo, Jorge, La Constitución mexicana de 1917; México,
UNAM, 1979; Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución; traducción de Alfredo
Gallego Anabitarte; 2ª edición, Barcelona. Ariel, 1976; Tena Ramírez, Felipe Derecho
constitucional mexicano; 13ª edición, México, Porrúa, 1.976.
Jorge Madrazo
III. En cuanto a los controles intraorgánicos del legislativo en nuestro país, sin
duda destaca el sistema bicamaral. La función legislativa del Congreso de la Unión se
distribuye entre dos asambleas separadas y respectivamente independientes: la Cámara de
Senadores y la Cámara de Diputados (artículo 50 de la Constitución). La Constitución
faculta a ambas cámaras para debatir y aprobar separadamente cualquier proyecto legal,
lo que las coloca en posición de limitarse y controlarse respectivamente (artículo 72).
Esta misma situación se presenta en relación con otras facultades de control que se les
atribuye conjuntamente, como en el caso del juicio político a ciertos servidores públicos
de alta jerarquía (artículo 110).
El control intraórgano derivado del bicamarismo ha perdido eficacia en aquellos
sistemas donde ambas cámaras son elegidas con la misma o parecida, base electoral, ya
que es frecuente que en ambas cámaras se dé la misma o similar constelación de partidos,
por lo que se han ideado diversos mecanismos para lograr aún ese autocontrol (así por
ejemplo, una edad mínima, superior a la fijada para la elección de los miembros de una
de las cámaras para elegir o ser elegido miembro de la otra; en algunos sistemas
federales, una cámara de representantes de las respectivas entidades federativas; elección
directa de una cámara e indirecta de la otra; renovación periódica de una parte de los
miembros, etcétera).
Si bien un máximo de controles intraorgánicos no se refleja siempre en un
óptimo funcionamiento - pues se pueden presentar bloqueos irresolubles en el proceso
político -, es indispensable que se establezcan ciertos de esos controles a fin de que
puedan operar eficientemente, en su oportunidad, los propios controles políticos
interorgánicos. Al respecto, destaca la protección que se da a las minorías para evitar la
llamada “tiranía de las mayorías” a través del requisito de mayorías calificadas (como en
el caso del procedimiento de reforma constitucional, artículo 135); en el acceso que se da
a las cámaras a representantes de partidos minoritarios de oposición (o como en nuestro
sistema electoral para la Cámara de Diputados, denominado mixto con dominante
mayoritario, donde además de diputados de mayoría relativa hay diputados de
representación proporcional, artículos 52-54); asimismo es fundamental la participación
proporcional a su respectiva fuerza electoral de los partidos políticos en las comisiones
legislativas o parlamentarias y en los órganos encargados de la dirección del trabajo
parlamentario, etcétera
IV. Aun cuando la llamada independencia del poder judicial constituye uno de
los baluartes de la democracia constitucional, ha surgido la necesidad de establecer
ciertos medios técnicos que autolimiten la función judicial, protegiendo a los individuos
sujetos a proceso de la eventual arbitrariedad de los jueces.
En este sentido, se debe señalar la organización colegiada de los tribunales de
mayor jerarquía, en tanto que existe menos peligro de un error judicial o de una violación
de la ley si varios jueces tienen que decidir un caso por unanimidad, o tan sólo por
mayoría, que cuando un solo juez es el encargado de dictar sentencia. Piénsese, por
ejemplo, en la estructura colegiada que en nuestro país tienen la Suprema Corte de
Justicia y los tribunales colegiados de circuito (artículo 94 de la Constitución) o en el
requisito de una mayoría calificada o de unanimidad en la aprobación de ciertas
ejecutorias para que puedan constituir jurisprudencia (artículos 192-194 bis de la Ley de
Amparo).
48
Estados, así como aquellas en que la federación sea parte en los casos que establezca la
ley.
Dicho precepto constitucional está reglamentado, por el artículo 11, fracciones I
a IV de la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal así como por el artículo 12 de la Ley
de Coordinación Fiscal, promulgada el 22 de diciembre de 1978, pero que entró en vigor
el primero de enero de 1980, y ambos ordenamientos otorgan competencia para conocer
de las propias controversias al pleno de la Suprema Corte de Justicia.
III. Este tipo de controversias ha tenido escasa importancia práctica durante la
vigencia de la Constitución de 1917, en virtud de que, los conflictos entre los órganos de
un mismo Estado, han sido resueltos con mayor frecuencia por el Senado Federal de
acuerdo con la atribución que le confiere el artículo 75, fracción VI, de la misma
Constitución, que se refiere sólo a cuestiones de carácter político mientras que los litigios
entre la federación y las entidades federativas, también se deciden por el Senado a través
de la desaparición de los poderes, prevista por la fracción V del mismo precepto
constitucional, ya que, el último de estos conflictos jurídicos entre la federación y una
entidad federativa, se resolvió por la Suprema Corte de Justicia los días 3 y 17 de
diciembre de 1932, y es conocido como el caso “Oaxaca” por referirse a la controversia
del gobierno de la Unión y dicho Estado sobre la Ley de Dominio y Jurisdicción de
Monumentos Arqueológicos expedida por dicha entidad en febrero del mismo año de
1932.
IV. El sector de mayor aplicación se refiere al concepto de federación como
parte, cuyo alcance fue interpretado de diversas maneras por la jurisprudencia de la ya
que en un primer periodo que va de 1917 a 1954, el más alto Tribunal de la República
consideró que le competía conocer en una sola instancia de cualquier controversia en la
cual figurase como actora o demandada una autoridad federal, con lo cual concentró
numerosos conflictos de escasa importancia económica o jurídica; a partir de 1954 sentó
jurisprudencia en el sentido de que únicamente le correspondían los litigios cuando el
asunto pudiera afectar los intereses fundamentales de la Nación; este último criterio fue
nuevamente modificado a partir de 1963, para volver al primero lo que motivó que la
reforma que entró en vigor en octubre de 1968 a dicho artículo 105 constitucional,
remitiese a lo que disponga la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal, cuyo artículo 11
fracción IV, establece que corresponde al pleno de la Suprema Corte de Justicia el
conocimiento de las controversias en que la federación fuese una de las partes de un
litigio judicial, es parte cuando a juicio del pleno se consideren de importancia
trascendente para los intereses de la Nación, oyendo el parecer del Procurador General de
la República.
V. Por lo que respecta a las controversias constitucionales en materia tributario,
el actual artículo 12 de la Ley de Coordinación Fiscal de 1980, que sustituye al 99, de la
ley del mismo nombre de 28 de diciembre de 1953, dispone que el Estado inconforme
con la declaratoria pronunciada por la Secretaría de Hacienda previo el dictamen técnico
de la Comisión Permanente de Funcionarios Fiscales, en el sentido de que dicha entidad
deja de estar adherida al Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, podrá ocurrir ante la
Suprema Corte de Justicia, conforme al citado artículo 105 Constitucional, solicitando la
nulidad de dicha declaratoria.
VI. No se ha establecido un procedimiento específico para tramitar las
controversias constitucionales reglamentadas por las fracciones I a IV del artículo 11 Ley
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Orgánica del Poder Judicial Federal, por lo que la Suprema Corte de Justicia ha aplicado
las disposiciones relativas del Código Federal de Procedimientos Civiles, que no siempre
son adecuadas para conflictos de esta naturaleza. Por el contrario, el citado artículo 12 de
la Ley de Coordinación Fiscal, siguiendo en esto a la ley anterior de 1953, regula un
procedimiento especial, de carácter concentrado, con una sola audiencia de pruebas y
sentencia, en la inteligencia de que la presentación de la demanda suspende los efectos de
la declaración impugnada por ciento cincuenta días, en los que se supone debe fallarse el
asunto, cuya sentencia producirá efectos a los treinta días siguientes después de su
publicación en el Diario Oficial.
Véase Desaparición de Poderes.
VII. BIBLIOGRAFIA: Fix-Zamudio, Héctor, “Las garantías constitucionales
en el derecho mexicano”, Anuario Jurídico, México, III-IV, 1976-1977; Herrera y Lasso,
Manuel, Estudios constitucionales. Segunda serie, México, Jus, l964; Tena Ramírez,
Felipe, Derecho constitucional mexicano; 18ª edición, México, Porrúa, 1981.
Héctor Fix-Zamudio
deviene la ficta confessio (salvo en los asuntos sobre el estado civil de las personas o que
afecten a las relaciones familiares en los clases se presume que la incomparecencia
significa negar los hechos consignados en la demanda); a petición del actor se puede
solicitar la retención de los bienes muebles (curiosa figura creada por el legislador
adjetivo local) y el embargo de los inmuebles (aseguramiento de antiquísima extracción);
y opera la preclusión respecto de todas las actuaciones procesales efectuadas hasta el
momento.
Si el rebelde demuestra que no pudo comparecer por una causa de fuerza mayor
insuperable e ininterrumpida (segunda hipótesis legal) se le admitirá como parte (en
nuestro concepto nunca dejó de serlo, basta recordar el apotegma de Hellwig: en el
proceso sólo hay dos partes, ni menos ni más de dos); podrá solicitar el levantamiento de
la medida cautelar (“purga de la rebeldía”) y hacer, uso exclusivamente de excepciones
perentorias (ya que nuestra legislación conserva el criterio caduco de la clasificación de
las excepciones procesales en dilatorias y perentorias).
IV. La contumacia, más que una clase especial de juicio (procedimiento) es una
modalidad que puede darse en los diversos juicios, en la eventualidad de que una de las
partes se sitúe al margen de las actividades del proceso (Castillo Larrañaga, y de Pina,
página 377).
El Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal regula la rebeldía
del demandado, aplicándole la confesión ficta al no cumplir con la obligación de
contestar la demanda ante el juez que lo emplazó (artículos 259, fracción III, y 271,
último párrafo), olvidando o desconociendo el concepto de Goldschmidt, quien consideró
a la rebeldía como el hecho de no desembarazarse de una carga procesal.
Véase Caducidad de la Instancia.
V. BIBLIOGRAFIA: Becerra Bautista, José, El proceso civil en México; 8ª
edición, México, Porrúa, 1980; Chiovenda, José, Principios de derecho procesal civil;
traducción de José Casais y Santaló, Madrid, 1922; tomo II; Castillo Larrañaga, José y
Pina, Rafael de, Instituciones de derecho procesal civil; 12ª edición, México, Porrúa,
1978; Kosch, W., Elementos de derecho procesal civil; traducción de Leonardo Prieto
Castro, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1932; Ovalle Favela, José,
Derecho procesal civil, México, Harla, 1980; Pallares, Eduardo, Derecho procesal civil;
6ª edición, México, Porrúa, 1976, Redenti, Enrico, Derecho procesal civil, traducción de
Santiago Sentís Melendo y Marino Ayerra Redín, Buenos Aires, EJEA, 1957, tomo I y II;
Rosenberg, Leo, Tratado de derecho procesal civil; traducción de Angela Romero Vera,
supervisión de Eduardo B. Carlos y Ernesto Krotoshin, Buenos Aires, EJEA, 1955, tomo
I y II,
el Jefe del Departamento del Distrito Federal y en los Estados por los gobiernos locales a
través de sus respectivos Departamentos de Trabajo. Tienen lugar cada seis años y
pueden celebrarse tantas asambleas como juntas especiales funcionen en cada junta de
Conciliación y Arbitraje, si éstas no actúan en pleno (artículo 648 Ley Federal del
Trabajo).
II. Las convenciones que se reúnen se ajustan al siguiente procedimiento para la
elección de representantes:
A) El día primero de octubre del año en que corresponda convocar a los
trabajadores y a los patrones para tal objeto, se publicará en el Diario Oficial por lo que
corresponde a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje; en la Gaceta Oficial del
Departamento del Distrito Federal respecto de la Junta Local y en los periódicos oficiales
de los Estados, sean de conciliación únicamente o de conciliación y arbitraje la
convocatoria respectiva, que contendrá una relación de las ramas de la industria o de las
actividades productivas o comerciales que deban estar representadas en cada junta
especial o en la Junta Local, indicándose la distribución que se haga cuando se trate de
varias juntas especiales.
B) Tanto los trabajadores como los patrones presentarán un padrón para conocer
su número y ocupación dentro de una empresa o establecimiento; al mismo tiempo
acreditarán a sus delegados ante la convención por medio de credenciales que certificará
en su autenticidad y número la autoridad administrativa del trabajo, de acuerdo con los
padrones presentados y las relaciones de trabajadores que existan actualizadas en las
oficinas de registro de asociaciones. Hecha la revisión de los padrones y de las
credenciales se autorizarán éstas y se indicará el lugar, local, día, fecha y horas en que
tendrá verificativo cada convención y se indicará el número de votos que cada credencial
representa y que podrá acreditar el delegado obrero o patronal ante la convención.
C) El día cinco de diciembre de los años que corresponda, tanto en las capitales
de los Estados, como en la capital de la República o el lugar de residencia de una Junta de
Conciliación o de Conciliación y Arbitraje, se celebrarán las convenciones observándose
las siguientes normas: a) tendrá lugar una convención de trabajadores y otra de patrones,
por separado y por cada junta especial si el funcionamiento de la de Conciliación y
Arbitraje lo es en esta forma; b) los delegados presentarán ante el funcionario que
designen las autoridades del trabajo sus credenciales; c) se acreditará el número de votos
que cada credencial representa y se procederá a su registro; d) la convención se instalará a
continuación únicamente con los delegados que se presenten debidamente acreditados.
D) Instalada la convención se designará un presidente, dos secretarios y dos
vocales, actuando como presidente de los debates el funcionario designado por las
autoridades. Electa la mesa directiva que habrá de actuar en la convención, el
funcionario de las autoridades laborales les tomará la protesta y les hará saber sus
obligaciones; durante el resto de la convención sólo actuará como asesor sin asumir
ninguna otra función.
E) La mesa directiva electa procederá a revisar las credenciales dándoles lectura
en voz alta y sólo podrá rechazar las que no reúnan los requisitos legales de registro,
certificación y número de votos que cada delegado ostente o cuando se compruebe que
los electores no pertenecen a la rama de la industria o a las actividades representadas en
la convención.
53
la otra, será asimismo en las convocatorias donde se fije lugar, fecha y hora en que deban
celebrarse las convenciones. Las demás actuaciones tanto en estas convenciones como en
las que corresponden a las comisiones de los salarios mínimos, se desarrollan en iguales
términos al procedimiento ya indicado para la elección de representantes obreros y
patronales ante las Juntas de Conciliación y de Conciliación y Arbitraje, variando
únicamente la competencia de estas últimas convenciones que, es en exclusiva, de
carácter federal, ya que por la naturaleza de los trabajos que realizan no podrían quedar,
respecto de su funcionamiento, al arbitrio de las autoridades locales, las que sin duda
alguna, implantarían sistemas distintos y se ajustarían a procedimientos diferentes
(artículos 683 y 684 de la Ley Federal del Trabajo).
V. BIBLIOGRAFIA: Castorena, J. Jesús, Manual de derecho obrero; 3ª
edición, México, 1959; Cueva, Mario de la, Derecho mexicano del trabajo, México,
Porrúa, 1967, tomo II; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho del trabajo; 4ª edición,
México, Porrúa, 1980.
CONVENIO. I. (De convenir y éste del latín convenire ser de un mismo parecer, ajuste o
concierto entre dos o más personas.)
II. Es el acuerdo de dos o más personas para crear, transferir, modificar o
extinguir obligaciones (artículo 1972 Código Civil para el Distrito Federal). Las
definiciones doctrinales coinciden con la que estipula el ordenamiento civil. Es, pues, un
género particular de actos jurídicos en el que el acuerdo de voluntades tiene por objeto un
interés jurídico referido a la transmisión, modificación, creación o extinción de derechos
y obligaciones. Los contratos son una especie de este género.
III. En el derecho romano eran considerados como una fuente de obligaciones
de inferior categoría de los contratos en virtud de que por sí solos no generaban
obligaciones, para ello, era necesario que: a) estuvieran unidas a un contrato principal
(pacta adiecta) : b) los amparara el derecho pretorio (pacta pretoria), o c) los amparara el
derecho imperial (pacta legitima) . Para que surtieran efectos iban acompañados de
palabras solemnes o menciones escritas y su cumplimiento se garantizaba a través de
estipulaciones penales, de la entrega de arras, de la constitución de hipoteca o permuta, o
del aval de una tercera persona.
IV. BIBLIOGRAFIA: Baudry et Lacantinerie, G., Barde, L., Traité théorique
et pratique de droit civil; 3ª edición, París, Librairie de la Société du Recueil J. B, et du
Journal du Palais, 1906; Mazeaud, Henri, León, et Jean, Leçons de droit civil; 12ª
edición, París, Montehrestien, 1971; Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano,
tomo III, Contratos; 3ª edición, México, Porrúa, 1977.
1963, que suscribieron Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Finlandia, que luego fue
ampliado en el año 1972 a otros países (Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Italia,
Luxemburgo, Noruega, Suecia, Gran Bretaña, Grecia, Turquía, Irlanda, Alemania
Federal, Austria, Suiza y Malta).
II. México es el único país de América Latina que ha firmado convenio de canje
de prisioneros con los Estados Unidos, Canadá y Colombia. El texto es similar en todos
los casos y los requisitos son los siguientes: l) que el delito por el cual el reo fue
declarado culpable y sentenciado sea también punible en el Estado receptor; 2) que el reo
sea nacional del Estado receptor; 3) que el reo no esté domiciliado en el Estado
trasladante; 4) que el delito no sea político en el sentido estipulado en el Tratado de
Extradición de 1899 entre las partes, ni tampoco un delito previsto en las leyes de
migración o en las leyes puramente militares; 5) que la parte de la sentencia que quede
por cumplirse en el momento de la solicitud sea de por lo menos seis meses, y 6) que
ningún procedimiento de apelación, recurso o juicio en contra de la sentencia o de la pena
esté pendiente de resolución en el Estado trasladante y que el término prescrito para la
apelación de la condena del reo haya vencido.
Entre las razones prácticas se encuentra la de que los fines de las leyes de
ejecución penal se pueden cumplir mejor en el país donde es oriundo el condenado, que
se evitan problemas de discriminación que existen con los extranjeros en las prisiones y
las agresiones y violencias que suelen darse entre aquellos y los nacionales. Además hay
razones efectivas de soledad, culturales, laborales, idioma, costumbres, alimentación
religión y otras.
La Constitución otorga el fundamento para el intercambio al señalar en su
artículo 18 que los “Gobernadores de los Estados, sujetándose a lo que establezcan las
leyes locales respectivas, podrán celebrar con la Federación convenios de carácter
general, para que los reos sentenciados por delitos del orden común extingan su condena
en establecimientos dependientes del Ejecutivo Federal” (párrafo tercero) y más adelante
señala que “Los reos de nacionalidad mexicana que se encuentren compurgando penas en
países extranjeros, podrán ser trasladados a la República para que cumplan sus condenas
con base en los sistemas de readaptación social previstos en este artículo, y los reos de
nacionalidad extranjera sentenciados por delitos del orden federal en toda la República, o
del fuero común en el Distrito Federal, podrán ser trasladados al país de su origen o
residencia, sujetándose a los Tratados Internacionales que se hayan celebrado para ese
efecto. Los gobernadores de los Estados podrán solicitar al Ejecutivo Federal, con apoyo
en las leyes locales respectivas, la inclusión de reos del orden común en dichos Tratados.
El traslado de los reos sólo podrá efectuarse con su conocimiento expreso” (párrafo
quinto, creado o adicionado por decreto de 4 de enero de 1977, publicado en el Diario
Oficial de 4 de febrero del mismo año, en vigor al día siguiente). En consecuencia el
convenio de ejecución puede operar dentro del país conforme al acuerdo de los
gobernadores y la federación o a nivel internacional con los países suscriptores de
tratados bilaterales.
III. BIBLIOGRAFIA: García Ramírez, Sergio, El artículo 18 constitucional;
prisión preventiva, sistema penitenciario, menores infractores, México, UNAM, 1967;
García Ramírez, Sergio, Delitos en materia de estupefacientes y psicotrópicos, México,
Editorial Trillas, 1977; García Ramírez, Sergio, Legislación penitenciaria y correccional
comparada, México, Cárdenas Editor y Distribuidor, 1978.
56
constitucionales autorizados y, por último, las cuestiones sobre el tipo de acuerdo a ser
utilizado.
Parece que México se apega cada vez más a la práctica de celebrar acuerdos
ejecutivos en lugar de tratados o convenciones. Al respecto, convendría señalar que la
gran mayoría de los instrumentos internacionales suscritos por nuestro país, en los
últimos años no fueron ratificados por el Senado de la República.
V. BIBLIOGRAFIA: Cabra Ybarra, José, México en el derecho convencional,
México, UNAM 1969-70, 2 volúmenes; Carpizo, Jorge, El presidencialismo mexicano,
México, Siglo XXI Editores, 1978; Casanovas y De la Rosa, Oriol, Prácticas de derecho
internacional público, 2ª edición, Madrid, Tecnos, 1978; Detter, Ingrid, Essays on the
Law of Treaties, Stockholm, P. A. Norstedt & Soners, 1967; Visscher, Paul de, De la
conclusion des traités internationaux; étude de droit constitutionnel comparé et de droit
international, Bruxelles Etablissements Emile Bruylant, 1943.
Jorge A. Vargas.
los que el contrato social exija un número de asistentes que no acuda ni a la primera, ni a
la segunda cita.
Véase Asamblea de Socios y Accionistas, Consejo de Administración.
IV. BIBLIOGRAFIA: Frè, Giancarlo, “Società por azioni, articoli 2325-2461”,
Commentario del codice civile, dirigido por Scialoja y Branca, Roma, Foro Italiano,
1951; Frisch Phillip, Walter, La sociedad anónima mexicana, México, Porrúa, 1979;
Mantilla Molina, Roberto L., Derecho mercantil; 20ª edición, México, Porrúa, 1980;
Rodríguez y Rodríguez, Joaquín, Tratado de sociedades, México, Porrúa, 1947, tomo II.
Jorge Madrazo
Artículo 77. Cada una de las cámaras puede, sin la intervención de la otra:
IV. Expedir convocatoria para elecciones extraordinarias con el fin de cubrir las
vacantes de sus respectivos miembros.
Artículo 84. En caso de falta absoluta del presidente de la República ocurrida en
los dos primeros años del periodo respectivo, si el Congreso estuviera en sesiones, se
constituirá inmediatamente en Colegio Electoral, y concurriendo cuando menos las dos
terceras partes del número total de sus miembros, nombrará en escrutinio secreto y por
mayoría absoluta de votos, un presidente interino; el mismo Congreso expedirá, dentro de
los diez días siguientes al de la designación del presidente interino, la convocatoria para
la elección del presidente que deba concluir el periodo respectivo debiendo mediar entre
la fecha de la convocatoria y la que se señale para la verificación de las elecciones, un
plazo no menor de catorce meses, ni mayor de dieciocho.
Si el Congreso no estuviera en sesiones, la Comisión Permanente nombrará
desde luego un presidente provisional y convocará a sesiones extraordinarias al
Congreso para que éste, a su vez, designe al presidente interino y expida la convocatoria
a elecciones presidenciales en los términos del párrafo anterior.
Cuando la falta de presidente ocurriese en los cuatro últimos años del periodo
respectivo, sí el Congreso de la Unión se encontrase en sesiones, designará al presidente
sustituto que deberá concluir el periodo; si el Congreso no estuviere reunido, la Comisión
Permanente nombrará un presidente provisional y convocará al Congreso de la Unión a
sesiones extraordinarias para que se erija en Colegio Electoral y haga la elección del
presidente sustituto.
Artículo 85. Si al comenzar un periodo constitucional no se presentase el
presidente electo, o la elección no estuviera hecha y declarada el 1° de diciembre, cesará,
sin embargo, el presidente cuyo periodo haya concluido y se encargará desde luego del
Poder Ejecutivo, en calidad de presidente interino, el que designe el Congreso de la
Unión, o en su falta, con el carácter de provisional, el que designe la Comisión
Permanente, procediéndose conforme a lo dispuesto en el artículo anterior.
Cuando la falta de presidente sea por más de treinta días y el Congreso de la
Unión no estuviera reunido, la Comisión Permanente convocará a sesiones
extraordinarias del Congreso para que éste resuelva sobre la licencia y nombre, en su
caso, al presidente interino.
Si la falta, de temporal se convierte en absoluta, se procederá como dispone el
artículo anterior.
III. En la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales se
contienen las siguientes disposiciones sobre la materia.
En los artículos 7, 8, 9 y 10 se contienen disposiciones relacionadas con las
convocatorias para la elección de los integrantes de los Poderes Legislativo y Ejecutivo.
Artículo 7° En el caso de vacantes de miembros del Congreso de la Unión,
electos por votación mayoritaria relativa, la Cámara de que se trate convocará a
elecciones extraordinarias con base en la fracción IV del artículo 77 constitucional, las
que estarán sujetas a esta ley y a las disposiciones de la convocatoria.
Las elecciones extraordinarias que se celebren para presidente de la República
con arreglo a lo dispuesto por el artículo 84 constitucional, se sujetarán a esta ley y a las
disposiciones de la convocatoria que al efecto expida el Congreso de la Unión.
65
Artículo 8. Cuando se declare nula una elección, según los principios de mayoría
relativa o de representación proporcional, la extraordinaria que se celebre se sujetará a las
disposiciones de esta ley a las que contenga la convocatoria que expida el Congreso de la
Unión o la Cámara respectiva, dentro de los 45 días siguientes a la declaratoria de
nulidad.
Artículo 9. Las convocatorias que expida el Congreso de la Unión o la Cámara
respectiva, para la celebración de elecciones extraordinarias, no podrán restringir los
derechos que esta ley reconoce a los ciudadanos y a los partidos políticos, ni alterar los
procedimientos y formalidades que establece.
Artículo 10. La Comisión Federal Electoral ajustará, conforme a la fecha
señalada en la convocatoria para la celebración de elecciones extraordinarias, los plazos
fijados en esta ley a las diferentes etapas del proceso electoral.
Cuando se trate de elecciones ordinarias se podrán ampliar dichos plazos cuando
a su juicio haya imposibilidad material para realizar dentro de ellos, los actos para los
cuales se establecen, y publicará oportunamente en el Diario Oficial el acuerdo que tome
al respecto.
Los artículos 83 y 85 contienen disposiciones en torno a las convocatorias
relacionadas con la organización electoral y la preparación de la elección.
Artículo 83. Serán facultades del presidente de la Comisión Federal Electoral las
siguientes:
Fracción I. Convocar a sesiones a los organismos electorales.
Artículo 85. En cada una de las capitales de las entidades federativas funcionará
una comisión local electoral que a más tardar en la primera semana de noviembre del año
anterior a la elección ordinaria, se reunirá con el objeto de preparar el proceso electoral.
A partir de esta fecha y hasta el término de los comicios, la comisión sesionará, por lo
menos, dos veces al mes. Concluido el proceso electoral se reunirá cuando sea
convocada.
En el artículo 92 se refiere a las convocatorias relacionadas con las sesiones de
los Comités Distritales Electorales.
Artículo 92. A más tardar, en la primera semana de diciembre del año anterior al
de la elección ordinaria, los comités distritales electorales iniciarán sus sesiones y
actividades regulares. A partir de esta fecha y hasta el término de los comicios,
sesionarán por lo menos dos veces al mes. Concluido el proceso electoral se reunirán
cuando para ello sean convocados.
IV. En la Ley Orgánica del Congreso General se contienen las siguientes
disposiciones en torno a las convocatorias.
Artículo 10. En el caso de elección presidencial, prevista en el primer párrafo
del artículo 84 constitucional, el Congreso convocará a elecciones en un plazo de diez
días naturales, contados a partir del siguiente al del nombramiento del presidente interino.
Esta convocatoria no podrá ser vetada por el presidente interino.
Artículo 26. El trámite del recurso de reclamación a que se refiere el artículo 60
de la Constitución General de la República se sujetará al siguiente procedimiento:
Fracción V. Si la Cámara estima que debe anularse la elección o elecciones
impugnadas procederá, según corresponda, de acuerdo con lo que establece el artículo
224 de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, o convocando
a elecciones extraordinarias según lo dispone el artículo 7° de ese mismo ordenamiento.
66
del hogar y por ende está en su mano castigar a los integrantes del mismo que no cumplen
con sus mandatos y si es necesario hacerlo con severidad, si se trata de la mujer infiel
hasta producir su muerte, lo que no acontece si la infidelidad proviene de él.
Dentro del derecho romano y en la época de Justiniano, se facultó al marido para
que defendiera los fueros del hogar ultrajado, sin que fuera necesario acreditar el hecho
del ayuntamiento, sino bastando la simple sospecha. En el derecho germánico, a la mujer
adúltera se le despojaba de sus vestidos, era totalmente rasurada y ante la vista de los
parientes, se arrojaba del hogar por el cónyuge inocente, quien la perseguía además de
golpearla desalmadamente. En el derecho canónico, Santo Tomás de Aquino, sostuvo
que matar a la mujer fuera del acto del adulterio no era permitido; San Agustín no aceptó
la excusa absolutoria en caso de muerte por adulterio, contradiciendo a los autores
eclesiásticos que invocaban la causal de exención fundada en el justo dolor; pero a pesar
de todo ello, la Iglesia siempre se mostró benévola con los uxoricidas. En el derecho
español clásico, específicamente en el Fuero Juzgo, en el Fuero Real y en las Leyes de
Estilo, se permitió que el cónyuge varón privara de la vida a su esposa, en caso de
adulterio. Las Leyes de Partidas restringen en cierta forma este derecho.
III. A propósito de que el conyugicidio se estudia en el ámbito del parricidio,
múltiples autores han clasificado a éste en propio directo, propio inverso, impropio y
cuasiparricidio. El primero proviene de los descendientes a los ascendientes
consanguíneos en línea recta; el propio inverso cuando los agentes del delito son los
ascendientes que privan de la vida a los descendientes consanguíneos en línea recta, el
impropio cuando se trata de los parientes por afinidad o alianza, como es el caso de los
suegros, yernos y nueras; el cuasiparricidio cuando las víctimas son los padres o hijos
adoptivos.
IV. El artículo 323 del Código Penal del Distrito Federal, limita el parricidio a la
muerte del ascendiente consanguíneo en línea recta, sabiendo el agente del delito dicho
parentesco, sucediendo que la mayoría de los códigos penales en la República Mexicana
siguen dicho lineamiento, incluso el más reciente del Estado de Nuevo León, que entró en
vigor en 1981 (artículo 324). Dentro del capítulo del homicidio, sin especificar que se
trata de parricidio o conyugicidio, el artículo 112 del Código Penal, del Estado de
Veracruz, que entró en vigor en octubre de 1980, establece una pena agravada al que
prive de la vida dolosamente a su ascendiente o descendiente consanguíneo en línea recta,
cónyuge, concubina, concubinario, adoptante o adoptado, sabiendo el sujeto activo dicha
relación.
La mayoría de las legislaciones modernas, al homicidio de un cónyuge contra el
otro, lo incluyen en el parricidio; el (Código Penal, del Estado de Veracruz sigue el
criterio agravatorio de la sanción, pero sin denominarle parricidio.
El conyugicidio siempre ha tenido como antecedente de su regulación, un
adulterio cometido por la esposa; sin embargo, en estricto rigor, no tiene porque ser así,
ya que debe funcionar como tal, por el simple hecho de que se dé muerte al consorte,
independientemente del móvil.
V. BIBLIOGRAFIA: Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano,
tomo II, La tutela penal de la vida e integridad humana; 3ª edición, México, Porrúa,
1975; Moreno, Antonio de P., Curso de derecho penal mexicano; parte especial; 2ª
edición, México, Porrúa, 1968, Porte Petit Candaudap, Celestino, Dogmática sobre los
delitos contra la vida y la salud personal; 5ª edición, México, Porrúa, 1978.
68
obstaculizaron el comercio interno durante buena partes del siglo XIX. Este tipo de
exacciones ya habían sido prohibidas por el artículo 124 de la Constitución de 1857.
C) El tercer caso en el que la Constitución le concede competencia impositiva
exclusiva a la federación comprende todas aquellas materias en las que dicho nivel de
gobierno tiene competencia para legislar en forma privativa. Ya que los impuestos se
establecen a través de leyes, al tener la federación competencia legislativa exclusiva la
tiene también tributaria.
3. Los Estados tienen competencia impositiva coincidente con la federación en
todas aquellas materias que no le estén reservadas a esta última en forma exclusiva, o que
les estén prohibidas a las entidades federativas por la Constitución. En este sentido han
coincidido la mayor parte de la doctrina, así como la jurisprudencia, salvo casos
excepcionales. Es en este ámbito en el que se encuentran varios de los gravámenes
financieramente más productivos para la federación, como el impuesto sobre la renta, y el
impuesto al valor agregado.
4. Las citadas anteriormente son las reglas más importantes contenidas en varios
artículos constitucionales. Cabe, sin embargo, agregar la fracción IX del artículo 117, y
la fracción I del artículo 118, ambos de la Constitución.
El sistema de coordinación fiscal entre la federación y las entidades federativas
tiene dos ámbitos: En primer lugar la federación está obligada, por disposición
constitucional (artículo 73 fracción XXIX) a participar los Estados en el rendimiento de
determinados gravámenes exclusivos de ella. En segundo término, en el ámbito de la
coincidencia tributaria, la federación ha celebrado convenios de coordinación con las
entidades federativas para distribuirse los rendimientos de los gravámenes ubicados en
esta área, esto es, que constitucionalmente podrían ser establecidos por ambos niveles de
gobierno, como el mencionado impuesto al valor agregado.
III. La Ley de Coordinación Fiscal, publicada en el Diario Oficial del 27 de
diciembre de 1978, entró en vigor el día primero de enero de 1980, salvo las
disposiciones relativas a los organismos en materia de coordinación que entraron en vigor
el 1° de enero de 1979. El artículo 1° de la ley determina que el objeto de la misma es
coordinar el sistema fiscal de la federación con los de los Estados, Municipios y el
Distrito Federal; establecer la participación que corresponda a sus haciendas públicas en
los ingresos federales; distribuir entre ellos dichas participaciones; fijar reglas de
colaboración administrativa entre las diversas autoridades fiscales; constituir los
organismos en materia de coordinación fiscal y dar las bases de su organización y
funcionamiento.
Asimismo la ley autoriza a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para
celebrar convenios con los Estados que soliciten adherirse al sistema nacional de
coordinación fiscal, que el propio ordenamiento establece. Al adherirse al sistema
referido los Estados y el Distrito Federal participarán en el total de los impuestos
federales, así como en otros ingresos, mediante la distribución de dos fondos: l) El fondo
general de participaciones, que se integra con el 13.0% de los ingresos totales anuales que
obtenga la federación por concepto de impuestos. Este fondo se incrementará con el por
ciento que represente, en dichos ingresos de la federación, la recaudación de un ejercicio
de los gravámenes locales o municipales que las entidades convengan en derogar o dejar
en suspenso al adherirse al sistema nacional de coordinación fiscal. 2) El fondo financiero
complementario de participaciones que se integra con el 0.50% de los ingresos totales
70
Marcos Kaplan
III. En la materia procesal civil, los códigos modelo, distrital y federal, regulan
en forma similar los citados instrumentos, y así establecen como tales el apercibimiento o
la amonestación en el primero y sólo la amonestación en el segundo; la multa hasta 500
pesos en el código federal, que se duplica en el caso de reincidencia; y la suspensión
hasta por un mes o 15 días, respectivamente; esto último tratándose de empleados o
funcionarios judiciales (artículos 62 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal y 55 Código Federal de Procedimientos Civiles).
En esta materia el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal fue
modificado sustancialmente en las reformas publicadas el 10 de enero de 1986, ya que se
ampliaron los motivos por los cuales pueden imponerse las correcciones disciplinarias, en
cuanto ahora tienen por objeto no sólo como en el texto anterior, que el juez o tribunal
mantenga el buen orden y exija que se le guarde el respeto y la consideración debidos,
sino también para sancionar cualquier acto contrario al respeto debido al propio juzgador
y al que han de guardarse las partes entre sí, incluyendo las faltas de decoro y probidad
(artículo 61 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal)
Por lo que respecta a la multa, la misma se actualizó de acuerdo con el criterio
que se ha adoptado en otros ordenamientos procesales, para relacionarlo con las
modificaciones en el valor de la moneda, y por ello en la actualidad el máximo será en los
juzgados de Paz, el equivalente de 60 días de salario mínimo general vigente en el
Distrito Federal en el momento de la comisión de la falta; en los de lo Civil, de lo
Familiar o del Arrendamiento Inmobiliario, de 120 días de salario; y en el Tribunal
Superior 180 días de salario; sanciones que se duplicarán en caso de reincidencia (artículo
62, fracción II, Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal) .
En ambos ordenamientos, si la persona sancionada solicita ser oída en justicia, el
juez tomará en cuenta sus argumentos en una audiencia que debe señalarse dentro de 3 y
8 días, respectivamente, en que se resolverá sin ulterior recurso (artículos 63 Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 55 Código Federal de Procedimientos
Civiles).
IV. En la materia procesal penal se efectuaron también reformas importantes
promulgadas en diciembre de 1983, en cuanto a las correcciones disciplinaria en los dos
códigos modelo distrital y federal, especialmente por lo que se refiere a la imposición de
multas y arrestos. Por lo que respecta a las multas, las mismas se fijan por el equivalente
entre uno a 15 días de salario mínimo, vigente en el momento y lugar en que se cometa la
falta que amerite la corrección, pero tratándose de obreros y trabajadores la sanción no
deberá exceder de un día de salario, y cuando no sean asalariados, el de un día de
ingresos. En cuanto a los arrestos, éstos no pueden exceder de 36 horas, de acuerdo con
la reforma al artículo 21 de la Constitución promulgada en diciembre de 1982. La
suspensión de los servidores públicos judiciales tendrá la duración prevista por la Ley
Federal de Responsabilidades (artículos 31 y 33 Código de Procedimientos Penales para
el Distrito Federal y 42 y 43 Código Federal de Procedimientos Penales) .
V. La Ley Federal del Trabajo regula como correcciones disciplinarias la
amonestación; la multa que no podrá exceder de 7 veces el monto del salario mínimo
vigente en el lugar y tiempo de la violación; expulsión del local de la junta respectiva, y
si se resiste, el juzgador puede utilizar el auxilio de la fuerza pública.
VI. El artículo 29 de la Ley Orgánica del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal unifica correcciones disciplinarias y medios de
77
Héctor Fix-Zamudio
sistemas jurídicos del mundo. No puede haber dos jueces que sean nacionales del mismo
Estado. Una práctica, que no tiene apoyo reglamentario, es que los Miembros
Permanentes del Consejo de Seguridad tienen siempre un juez de su nacionalidad en la
Corte.
III. La Corte Internacional de Justicia tiene dos tipos de competencia: a) la
competencia contenciosa, y b) la competencia consultiva.
La competencia contenciosa está abierta a los Estados, quienes deben manifestar
su consentimiento para que la Corte pueda conocer del litigio en cuestión. El carácter
voluntario de la jurisdicción se subsana con la cláusula facultativa de jurisdicción
obligatoria que permite a los Estados previamente, a través de la suscripción de las
cláusulas, la jurisdicción con carácter obligatorio de la Corte para todos los casos en los
que pueda quedar involucrado el Estado, sujetos normalmente a reciprocidad por la
contraparte en una controversia determinada. Los Estados suelen presentar reservas a la
jurisdicción obligatoria, excluyendo asuntos que consideren de su competencia interna.
En la competencia contenciosa la sentencia que se emite es obligatoria para las
partes, e inclusive, la aplicación de la sentencia puede ser hecha por el Consejo de
Seguridad.
La competencia consultiva, a diferencia de la competencia contenciosa está a
disposición, no de los Estados, sino del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General.
Este órgano puede autorizar a los otros órganos y a los organismos especializados para
que solicitan a la Corte una opinión consultiva.
Las opiniones que emite la Corte no tienen fuerza obligatoria para las partes.
IV. BIBLIOGRAFIA: Cheng, Bin, General Principles of Law as Applied by
International Courts and Tribunals, London, Stevens & Sons Ltd., 1953, Rosenne,
Shabtai, El tribunal internacional de justicia; traducción de Francisco Cádiz Deleito,
Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1967, Seara Vázquez, Modesto, Derecho
internacional público, 6ª edición, México, Porrúa, 1979; Sepúlveda, César, Derecho
internacional, 10ª edición, México, Porrúa, 1979; White, G. Edward, “The Deliberative
Process of the International Court of Justice: A Preliminary Critique and some Possible
Refoms”, American Journal of International Law, Washington, volumen 70, número l,
January 1976.
indemnización por los daños, si los hubo. Su fallo es definitivo e inapelable, además de
que los Estados están obligados a acatar dicha decisión. Lamentablemente la Convención
que instituye la Corte no contiene regla alguna sobre el cumplimiento de los fallos,
remitiéndose dicho caso a la Asamblea General de la OEA.
IV. BIBLIOGRAFIA: Camargo, Pedro Pablo, La problemática mundial de
los derechos humano, Bogotá, Universidad La Gran Colombia, 1974; Cuadra, Héctor, La
proyección internacional de los derechos humanos, México, UNAM, 1970; Fix-
Zamudio, Héctor, Los tribunales constitucionales y los derechos humanos, México,
UNAM, 1980; Seara Vázquez, Modesto, Tratado general de la organización
internacional, México, FCE, 1974.
Claude Belair M.
COSA JUZGADA. I. (Del latín res judicata.) Se entiende como tal la inmutabilidad de
lo resuelto en las sentencias o resoluciones firmes, salvo cuando éstas puedan ser
modificadas por circunstancias supervenientes.
Esta institución establecida por razones de seguridad jurídica, es una de las más
difíciles de precisar, ya que sobre su naturaleza jurídica, límites y efectos se han
82
elaborado numerosas doctrinas y se han producido acalorados debates, por lo que para
evitar los problemas de una discusión doctrinal adoptamos el punto de vista esclarecedor
del procesalista italiano Enrico Tullio Liebman expresado en sus clásicos estudios sobre
la autoridad y eficacia de la sentencia.
De acuerdo con el criterio del profesor Liebman, la institución no debe
considerarse como una cualidad de la sentencia, en virtud de que dicha resolución judicial
adquiere la autoridad de la cosa juzgada cuando lo decidido en ella es inmutable, con
independencia de la eficacia del fallo.
Lo anterior hace innecesario distinguir como tradicionalmente se hace, entre
cosa juzgada formal y cosa juzgada material, pues la primera en realidad constituye una
preclusión al apoyarse en la inimpugnabilidad de la resolución respectiva; y por ello la
cosa juzgada en sentido estricto es la que se califica como material, que implica la
indiscutibilidad de lo resuelto en cualquier proceso futuro, pero sin desconocer que la
primera es condición para que se produzca la última, pero no a la inversa.
En efecto, la cosa juzgada se configura sólo cuando una sentencia debe
considerarse firme, es decir, cuando no puede ser impugnada por los medios ordinarios o
extraordinarios de defensa. Sin embargo existen fallos que no obstante su firmeza no
adquieren autoridad de cosa juzgada, ya que pueden ser modificados cuando cambien las
situaciones que motivaron la decisión, y por este motivo, el segundo párrafo del artículo
94 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal dispone que las
resoluciones judiciales firmes dictadas en negocios de alimentos, ejercicio y suspensión
de la patria potestad, interdicción, jurisdicción voluntaria y las demás que prevengan las
leyes, como aquellas pronunciadas en los interdictos y sobre las medidas precautorias o
cautelares, pueden alterarse cuando se modifiquen las circunstancias que afectan al
ejercicio de la acción que se dedujo en el juicio correspondiente.
II. Aun cuando el concepto de la autoridad de la cosa juzgada se aplica a todas
las ramas procesales, su regulación adquiere algunos aspectos peculiares en los
ordenamientos procesales civiles y los de carácter penal, y también se utiliza en sentido
impropio en la materia administrativa.
III. Derecho procesal civil. La doctrina está de acuerdo en que los dos códigos
modelo Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y Código Federal de
Procedimientos Civiles han regulado de manera defectuosa la institución de la cosa
juzgada, puesto que ambos ordenamientos siguen todavía el criterio, tradicional en el
sentido que constituye un efecto de las sentencias inimpugnables, y además, el artículo
354 del Código Federal de Procedimientos Civiles recoge la disposición del artículo 621
del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal de 1884, suprimido por el
distrital vigente, en el sentido de que “es la verdad legal y contra ella no se admite
recurso ni prueba de ninguna clase, salvo en los casos expresamente establecidos en la
ley”, precepto que se remonta al Código Napoleón.
Estos dos ordenamientos procesales incurren en dos errores fundamentales: el
primero consiste en vincular la cosa juzgada con la sentencia firme, que califican
indebidamente de “ejecutoria”, puesto que los artículos 426 del Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 355 del Código Federal de
Procedimientos Civiles disponen que: “hay cosa juzgada cuando la sentencia ha causado
ejecutoria”.
83
que justifican un nuevo examen del proceso anterior (artículos 614 del Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 560 Código Federal de Procedimientos
Penales).
VI. Una excepción de la cosa juzgada en materia penal, está prevista por los
artículos 110 de la Constitución y 8° de la Ley Federal de Responsabilidades de los
Servidores Públicos, de 31 diciembre de 1982, ya que dichos preceptos disponen que
cuando un servidor público de la federación o del Distrito Federal es considerado
culpable de haber cometido infracciones oficiales por el Senado, previo acusación de la
Cámara de Diputados, quedará privado de su puesto e inhabilitado para obtener otro por
el plazo que fije la ley (no menor de uno ni mayor de veinte años), y además a
disposición de las autoridades comunes para que lo juzguen y castiguen con arreglo a la
ley ordinaria, si esta última señala otra pena para los mismos hechos.
Efectivamente se puede producir un doble enjuiciamiento pues lo que se debe
tomar en consideración son los hechos con independencia de su calificación jurídica.
. VII. En materia administrativa. Podemos hacer una breve referencia a lo que la
doctrina ha calificado como cosa juzgada administrativa, en relación con las resoluciones
de la administración activa que deben considerarse firmes cuando no pueden ser
modificadas por las mismas autoridades que las pronunciaron.
No se trata en realidad de cosa juzgada en sentido estricto, ni siquiera en sentido
formal, ya que no existe resolución judicial, sólo puede hablarse de preclusión
administrativa, en virtud de que según la jurisprudencia, las autoridades administrativas
no pueden revocar sus propias resoluciones cuando deciden una controversia sobre
aplicación de las leyes que rigen en su ramo, creando derechos en favor de terceros o
cuando las resoluciones establecen derechos en favor de las partes interesadas (tesis 513,
páginas 849-850, Segunda Sala, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación,
publicado en 1975).
Véase Preclusión, Resoluciones Judiciales, Sentencia.
VIII. BIBLIOGRAFIA: Abitia Arzapalo, José Alfonso, De la cosa juzgada en
materia civil, México, 1959; Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Examen crítico del
código de procedimientos civiles de Chihuahua”, Derecho procesal mexicano, México,
Porrúa, 1976, tomo II; Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, 8ª edición,
México, Porrúa, 1980; Castillo Larrañaga, José y Pina, Rafael de, Instituciones de
derecho de derecho procesal civil; 13ª edición, México, Porrúa, 1970; García Ramírez,
Sergio, Curso de derecho procesal penal; 2ª edición, México, Porrúa, 1977; González
Bustamante, Juan José, Principios de derecho procesal penal mexicano; 6ª edición,
México, Porrúa, 1975; Liebman, Enrico Tullio, Eficacia y autoridad de la sentencia y
otros estudios sobre la cosa juzgada; traducción de Santiago Sentís Melendo, Buenos
Aires, Ediar, 1948; Linares, Juan Francisco, Cosa juzgada administrativa en la
jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1946;
Medina Lima, Ignacio, “Límites subjetivos y objetivos de la cosa juzgada”, Revista de la
Facultad de Derecho de México, México, tomo XVIII, número 72, octubre-diciembre
1968.
Héctor Fix-Zamudio
COSTAS PROCESALES. I. Son los gastos y erogaciones que las partes tienen que
efectuar con motivo del proceso, las que pueden dividirse en judiciales y procesales en
sentido estricto, ya que las primeras son aquellas que se establecen como contribuciones
fiscales para el pago de algunos servicios efectuados por los tribunales, en tanto que las
segundas comprenden todas las restantes erogaciones.
Por otra parte, en la práctica procesal se suele distinguir entre gastos y costas,
tomando en cuenta que la última expresión se reserva para designar de manera exclusiva
los honorarios de los abogados, de modo que los gastos comprenden las demás
erogaciones legítimas y susceptibles de comprobación.
II. En el ordenamiento mexicano, contrariamente a lo que ocurre en numerosas
legislaciones, se prohibe el cobro de costas judiciales por mandato expreso del artículo 17
de la Constitución vigente, disposición que se introdujo en el precepto del mismo número
de la Constitución de 5 de febrero de 1857; no obstante, en la práctica procesal algunos
funcionarios y empleados judiciales sí reciben determinadas retribuciones por los
servicios que están obligados a prestar gratuitamente.
III: Sólo en las materias procesal civil y mercantil se hace una regulación sobre
el pago de las costas procesales en sentido estricto, ya que en las restantes ramas de
enjuiciamiento no se hace referencia a la parte que debe cubrir los gastos del proceso, y
tratándose del proceso administrativo los artículos 201 del Código Fiscal de la Federación
y 30 de Ley Orgánica del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal
disponen expresamente que en el juicio fiscal federal y en el administrativo del Distrito
Federal no ha lugar a condenación en costas, por lo que cada parte será responsable de
sus propios gastos.
También debe tomarse en cuenta la disposición similar contenida en el artículo
11 Código Federal de Procedimientos Civiles, que excluye el pago de costas en los
conflictos de poderes, y en todo caso cuando el litigio se establezca exclusivamente entre
entidades federativas, o entre éstas y la federación.
IV. En la materia procesal civil y mercantil se siguen dos criterios esenciales: a)
el sistema subjetivo, conforme al cual sólo debe condenarse al pago de los gastos y costas
a la parte que hubiere conducido el proceso con “temeridad y mala fe”, y b) el sistema
objetivo, de acuerdo con el cual se debe condenar siempre al pago de los gastos y costas a
la parte que haya sido vencida en el juicio. En el primer supuesto se toma en cuenta un
dato subjetivo, la conducta temeraria y de mala fe de una de las partes, la cual de ser
difícil de probar, en tanto que acuerdo con el criterio objetivo, la prueba la constituye la
propia sentencia con la que se acredita el hecho del vencimiento.
V. Debemos distinguir a este respecto dos sistemas en el ordenamiento
mexicano; por una parte, el seguido por el Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal, y el Código de Comercio, que coinciden en lo esencial por inspirarse
directa o indirectamente en la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1881; y por la
otra, el régimen que establece el Código Federal de Procedimientos Civiles.
Por lo que se refiere a los primeros ordenamientos, es decir, los Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y Código de Comercio, éstos adoptan
parcialmente los criterios objetivo y subjetivo, y además, establecen dos principios
generales, ya que reiteran la disposición constitucional que prohibe el cobro de las costas
judiciales (artículos 139 y 1081, respectivamente), así como que cada parte será
87
inmediatamente responsable de las costas que originen las diligencias que promueven y
que en caso de condenación en costas, la parte condenada indemnizará a la otra de todas
las que hubiere anticipado (artículos 139 y 1082).
Por lo que concierne al sistema subjetivo, los dos códigos mencionados disponen
que la condena en costas se hará cuando así lo prevenga la ley, o cuando, a juicio del
juez, se hubiese procedido con temeridad y mala fe, y agregan que siempre será
condenado el que alguna prueba rinda para justificar su acción o su excepción, si se funda
en hechos disputados, y el que presente documentos falsos o testigos falsos o sobornados
(artículos 140, fracción I y II, y 1084, fracciones I y II). Las reformas al Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal publicadas en el Diario Oficial del 21 de
enero de 1985, adicionaron el artículo 140, con las fracciones V y VII, de acuerdo con
los cuales deben ser condenados en costas, el que intente acciones o haga valer
excepciones notoriamente improcedentes, y así lo declare la sentencia definitiva, y el que
haga valer recursos e incidentes de igual naturaleza, con el fin de entorpecer la buena
marcha del juicio, Debe destacarse que en la práctica los jueces mexicanos no acuden con
frecuencia al sistema subjetivo para hacer la condena en costas.
Existe una ligera diferencia en ambos códigos por lo que se refiere al criterio
objetivo, ya que los dos coinciden en que será condenado en costas quien resulte vencido
en el juicio ejecutivo (artículos 140, fracción III y 1084, fracción III) , pero el Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal agrega, además, al vencido en el juicio
hipotecario, y en los interdictos de retener y recuperar, pero vuelven a coincidir por lo
que concierne a la condena de la parte vencida en dos sentencias “conformes de toda
conformidad” en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas
(artículos 140, fracción IV, y 1084, fracción IV).
Una vez decretada la condena en costas en la sentencia definitiva, la liquidación
de la suma total que debe pagar la parte condenada por este concepto se tramita a través
de un incidente llamado de liquidación de gastos y costas, el cual se inicia con
posterioridad a que se ha dictado la sentencia y ésta ha adquirido firmeza. 1a parte
beneficiada por la condena en costas presenta al juez su “planilla de gastos y costas”, que
es un escrito en el cual se detallan cada uno de los gastos y costas procesales realizados
por aquélla; el juez, después de conceder a la parte condenada un plazo para que formule
las objeciones que estime pertinentes, resuelve el incidente de liquidación de gastos y
costas para precisar la suma total que el condenado debe cubrir a la otra parte (artículos
141 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y 1086-1088 Código de
Comercio) Finalmente, en los juicios de mínima cuantía ante los jueces de paz, nunca se
debe hacer la condena en costas (artículo 142 Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal).
VI. Dentro de los códigos procesales locales debe destacarse como peculiar el
sistema seguido por el Código de Procedimientos Civiles del Estado de Sonora, el cual
distingue entre gastos y costas procesales (artículo 78), y adopta el sistema objetivo para
los procesos en los cuales se deduzcan pretensiones de condena (artículo 80), y el
subjetivo cuando dichas pretensiones sean meramente declarativas o constitutivas
(artículo 81), y además al lado de los gastos y costas procesales, también prevé la
condena al pago de “daños y perjuicios” que una de las partes produzca a la otra por “el
ejercicio malicioso de la acción y la falta de probidad y lealtad” (artículo 86).
88
VII. El Código Federal de Procedimientos Civiles define las costas del proceso
como la suma que, según la apreciación del tribunal y de acuerdo con las disposiciones
arancelarias, debió o habría debido desembolsar la parte triunfadora, excluido el gasto de
todo acto o forma de defensa considerado superfluo (artículo 79, cuarto párrafo).
Dicho ordenamiento procesal federal sigue de manera predominante el criterio
objetivo, ya que el primer párrafo del citado artículo 7° dispone que la parte que pierde
debe reembolsar a su contraria de las costas del proceso, y en le segundo, que si las dos
partes pierden recíprocamente, el tribunal puede exonerarles de dicha obligación, en todo
o en parte, pudiendo imponer un reembolso parcial contra una de ellas, según las
proporciones recíprocas de las pérdidas.
Sin embargo, también toma en cuenta la conducta que han seguido las partes en
el proceso, en cuanto el artículo 8° establece que no se hará la citada condena en costas, si
a la parte vencida no le es imputable la falta de composición voluntaria de la
controversia, y además, si limitó su actuación en el desarrollo del proceso a lo
estrictamente indispensable para hacer posible la definitiva resolución del negocio.
Según dicho precepto, se entiende que no es imputable a la parte la falta de composición
voluntaria de la controversia cuando: a) la ley ordena que sea decidida necesariamente
por la autoridad judicial; b) consiste en una mera cuestión de derecho dudoso, o en
sustituir el arbitrio judicial a la voluntad de las partes, y c) tratándose de la demandada,
cuando hubiese sido llamada a juicio sin necesidad.
Por otra parte, dicho ordenamiento establece que cuando haya temor fundado de
que una parte no pueda responder, en su oportunidad, del pago de las costas, a petición de
la contraria se le exigirá garantía bastante, a juicio del tribunal, y si no la otorga, se le
embargarán bienes suficientes para lograr, en su caso, el pago de aquéllas (artículo 9°).
Además, cuando sean varias las personas o partes que pierdan, el tribunal distribuirá,
entre ellas, proporcionalmente a sus respectivos intereses, la carga de las costas, cuyo
importe se distribuirá entre las partes o personas que hayan vencido, también
proporcionalmente a sus respectivos intereses (artículo 10) .
VII. BIBLIOGRAFIA: Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Examen crítico del
Código de Procedimientos Civiles de Chihuahua (comparado con el del Distrito y
Territorios Federales)” Derecho procesal mexicano, México, Porrúa, 1977, tomo, II;
Armienta Calderón, Gonzalo, “La onerosidad en los juicios”, Revista de la Facultad de
Derecho de México, México, tomo XX, números. 77-78, enero-junio de 1970; Becerra
Bautista, José, El proceso civil en México; 8ª edición, Porrúa, 1980; Ovalle Favela, José,
Derecho procesal civil; 2ª edición, México, Harla, 1985.
encontrarnos también en las Siete Partidas del rey Alfonso X El Sabio. Por costumbre
secundum legem se entiende, pues, aquella que coincide con lo establecido por, las leyes
y, ocasionalmente, sirve para interpretar lo dispuesto por ellas cuando surge alguna duda.
La costumbre praeter legem es la que regula los casos no previstos por la ley, por lo que
sirve para completar y colmar sus lagunas, considerándosele, habitualmente, como
“fuente supletoria” de la ley. La costumbre contra legem, por su parte, se refiere a los
casos en que la costumbre se aparta de lo dispuesto por alguna ley “antigua”,
“inconveniente” o “perjudicial”.
La anterior doctrina ha sido, en lo esencial tomada por diversos tratadistas
modernos, quienes clasifican la relación de la costumbre con la legislación de la siguiente
manera: a) interpretativa, que tiene relevancia únicamente cuando por esta vía se llega a
modificar el sentido del texto legislativo, b) introductoria, que se desenvuelve en aquellos
casos que cierta situación no ha recibido regulación alguna por parte de las disposiciones
legislativas o, por lo menos, no ha conseguido completa regulación, y c) derogatoria, que
se refiere al caso de la costumbre contra legem y a la operancia de la desuetudo.
Una explicación interesante sobre las relaciones que pueden haber entre la ley y
la costumbre ha sido la proporcionada por Walter Heinrich, quien describió tres diversas
formas del derecho consuetudinario: delegante, delegado y derogatorio. El delegante se
presenta cuando a través de la costumbre se autoriza a una determinada instancia
centralizada para crear derecho escrito; se dice que en estos casos la costumbre se halla
“supraordinada” a la ley. El derecho consuetudinario delegado existe en aquellos casos,
que alguna disposición legislativa remite expresamente a la costumbre para la solución de
determinadas controversias; en esta hipótesis se afirma que la costumbre hállase
“subordinada a la ley”. El derecho consuetudinario derogatorio se refiere, según
Heinrich, a los casos en que la costumbre se desenvuelve en sentido opuesto al de los
textos legales; el mismo autor admite la posibilidad de que la costumbre “derogatoria” se
forme aun cuando el propio legislador le niegue expresamente validez.
sur la problématique du droit coutumier”, en Recueil d’études sur les sources du droit en
I'honneur de François Gény, Paris, 1935, tomo II; Kelsen, Hans, Teoría pura del
derecho, traducción de la 2ª edición en alemán por Roberto J. Vernengo, México,
UNAM, 1979; Orozco Henríquez, J. Jesús, El derecho constitucional consuetudinario,
México, UNAM, 1983; Tamayo Salmorán, Rolando, “El derecho consuetudinario y la
constitución”, Los cambios constitucionales, México, UNAM, 1977.
Jorge Carpizo
significa cuando en una relación de dar o poseer existente entre dos sujetos, se da en un
primer tiempo para recobrar después en un segundo tiempo, lo que se ha dado” (páginas
21-22).
II. Elementos y características del crédito: estimamos que los elementos del
crédito son: la existencia de ciertos bienes, la transferencia de ellos, o de su disposición
jurídica, de su titular a otra persona (la que los disfruta); el lapso de tiempo durante el que
se usan esos bienes y la obligación de restitución de los mismos, con el pago de la
cantidad pactada por su uso. Hay quien afirma que también la confianza forma parte
importante del concepto del crédito.
III. Clasificación: se le puede considerar, desde el punto de vista de las
entidades que lo reciben como: crédito a la industria, a la importación, al comercio, al
consumo, etcétera Ahora, por la finalidad a que está destinado, se clasifica como: para
adquisición de bienes de consumo duradero, para obras públicas, para importación y
exportación, para la agricultura, para la industria, etcétera Según el plazo a que se
contrae: a corto, medio y largo plazo.
IV. Operaciones activas y pasivas: el problema fundamental cuando se estudia la
materia del crédito, es determinar el concepto de éste y lo que la doctrina en general
estima que deben llamarse operaciones activas y pasivas, con cierto criterio contable,
porque reflejan como si fuera en un balance, los registros del activo y del pasivo o sea
saldos acreedores y deudores.
El crédito es un concepto genérico que puede abarcar una serie de operaciones
específicas o ramas que han ido especializándose y que van tipificando las distintas
actividades de las instituciones de crédito, es decir, hay operaciones de crédito que son
fundamentales y que pueden resultar comunes, como son la captación de recursos del
ahorro público y el otorgar préstamos a los sectores de la población que los necesitan.
Ahora bien, esas operaciones fundamentales pueden adoptar una serie de
modalidades específicas conforme a la estructura jurídica que rige en México y que
pueden ser: depósitos a plazo, de ahorro, de capitalización, emisión de bonos, en el
aspecto que llaman pasivo o sea de asunción de los recursos del público o de otras
entidades por parte de las instituciones y una serie de créditos muy diversos y con
modalidades muy peculiares, cuando la institución es la que proporciona el dinero a quien
lo necesita.
Puede afirmarse que aquellas operaciones en las que las instituciones reciben
dinero de terceros, es decir, que éstos son acreedores y las instituciones deudoras, son las
que la doctrina califica como pasivas y el origen de los fondos puede ser el siguiente: a)
del público en general a través de los instrumentos que la Ley Bancaria permite a cada
tipo de instituciones; b) de otras instituciones del país; c) directamente del gobierno
federal o de organismos descentralizados o del instituto central, y d) de bancos
extranjeros, previo cumplimiento de los requisitos que señale el Banco de México y en su
caso, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (en lo sucesivo: Secretaría de Hacienda
y Crédito Público).
Operación pasiva que no sólo consiste en que el banco recibe dinero en efectivo,
sino que consideramos que también puede ser en bienes o servicios estimables en
numerario, pagaderos a futuro.
Operaciones activas en este orden de ideas, serán todas aquellas que realizan las
instituciones, en las que prestan dinero, o conceden crédito, o servicios estimados en
101
reserva para hacer frente a los apoyos que se quiera otorgar; así como en su caso, el saldo
de los financiamientos referidos.
No excederán las aportaciones semestrales del 1 al millar y del 1.5 al millar del
importe al que asciendan al día último del semestre natural inmediato anterior, los
créditos objeto de protección expresa del fondo a cargo de la propia institución.
El Banco de México cargará, en las cuentas que lleva a las instituciones de
crédito, el importe de las cuotas ordinarias y extraordinarias que éstos deban cubrir
conforme a lo dispuesto en el artículo que se analiza, precisamente en las fechas en que
tales pagos deban efectuarse. Las cantidades así cargadas serán abonadas
simultáneamente al fiduciario (en el mismo lugar fracción IV).
4) Límites: El Fondo no protegerá las obligaciones subordinadas, los créditos
que se deriven de depósitos de valores en custodia y administración, así como la parte de
los mismos protegidos expresamente, que, en su caso, exceda de la cantidad que resulte
de aplicar, a los pasivos de la institución de crédito deudora, los porcentajes máximos
determinados conforme a lo previsto en el inciso a) del artículo 94 bis I de la Ley General
de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares. Para este último efecto, se
considerarán como un solo crédito los que sean en favor de los grupos de personas que,
de acuerdo a lo previsto en la citada disposición, deban considerarse como un solo
acreedor. Los saldos de depósitos bancarios de dinero en cuenta de cheques, no quedan
sujetos a lo dispuesto en este apartado (en el mismo lugar fracción III-c).
El gobierno federal responderá en todo tiempo del pago de depósitos y otros
créditos, derivados de la realización de las operaciones bancarias efectuadas por las
instituciones nacionales de crédito en virtud de que las mismas quedan excluidas de la
aplicación del artículo objeto de esta voz (artículos 94 bis 7 fracción IX y 94 bis 8 Ley
General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares).
Es menester aclarar que si bien es cierto que los bancos sirven de intermediarios
para el crédito, también lo es que entre los particulares esta institución es harto común, y
según la relación jurídica que entre los mismos se realice, estará regulada dicha relación
por las leyes del derecho común o del derecho mercantil.
Véase Depósitos Bancarios, Fideicomiso Público, Obligaciones o Bonos,
Voto de Calidad.
VI. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Derecho bancario; 3ª edición,
México, Porrúa, 1986; Acosta Romero, Miguel, Legislación bancaria. Doctrina,
legislación, jurisprudencia, México, Porrúa, 1986; Greco, Paolo, Curso de derecho
bancario; traducción de Raúl Cervantes Ahumada, México, Jus, 1945.
Constitucional) estableció por primera vez la fórmula para dar competencia al congreso
general a fin de “autorizar al Ejecutivo para contraer deudas sobre el crédito de la nación
y designar garantías para cubrirlas”. El artículo 66, fracción VII de las Bases Orgánicas,
repitió con variación de detalles la fórmula anterior. El artículo 72 fracción VIII de la
Constitución de 1857 facultó al Congreso “para dar bases bajo las cuales el Ejecutivo
pueda celebrar empréstitos sobre el crédito de la nación; para aprobar esos mismos
empréstitos, y para reconocer y mandar pagar la deuda nacional”. Esta disposición se
reprodujo en forma idéntica en el primer párrafo del artículo 73, fracción VIII, de la
Constitución de 1917. El segundo párrafo de esta fracción fue adicionado el 30 de
diciembre de 1946.
III. Las bases expedidas por el Congreso, a las cuales debe atenerse el ejecutivo
para contratar empréstitos, se establecen, por una parte, en la Ley de Ingresos y, por la
otra, en la Ley General de Deuda Pública (publicada en el Diario Oficial de 31 de
diciembre de 1976). De acuerdo con el artículo 9 de esta ley “el Congreso de la Unión
autorizará los montos del endeudamiento directo neto interno y externo que sea necesario
para el financiamiento del gobierno federal y de las entidades del sector público federal
incluidas en la Ley de Ingresos y en el Presupuesto de Egresos de la Federación, así como
del Departamento del Distrito Federal”. Esta Ley establece que las entidades que pueden
tener a su cargo la contratación de créditos, empréstitos o préstamos, dentro o fuera del
país, son las siguientes: el ejecutivo federal y sus dependencias; el Departamento del
Distrito Federal; los organismos descentralizados; las empresas de participación estatal
mayoritaria; las instituciones y organizaciones auxiliares nacionales de crédito, las
nacionales de seguros y de fianzas, y los fideicomisos en los que el fideicomitente sea el
gobierno federal o alguna de las entidades mencionadas anteriormente (artículo l). Por lo
general, en el artículo 2° de la Ley de Ingresos de la Federación es donde el Congreso
establece las bases para que el ejecutivo, por conducto de la Secretaría de Hacienda
Crédito Público, contrate, ejerza y autorice créditos, empréstitos u otras formas del
ejercicio del crédito público, fijando los montos a que el endeudamiento puede llegar en
lo interno y en lo externo.
Véase Crédito Público.
IV. BIBLIOGRAFIA: Carpizo, Jorge, El presidencialismo mexicano; 2ª
edición, México, Siglo XXI, 1979; Fraga, Gabino, Derecho administrativo; 11ª edición,
México, Porrúa, 1966; Garza, Sergio Francisco de la, Derecho financiero mexicano; 10ª
edición, México, Porrúa, 1981; Serra Rojas, Andrés, Derecho administrativo; 6ª edición,
México, Porrúa, 1974.
Jorge Madrazo
II. El crédito fiscal es el derecho que tiene el Estado a exigir el pago de una
prestación, en dinero o en especie, derivado de la ley, y como consecuencia de su
soberanía. A este derecho del Estado, que se convierte en el sujeto activo de la relación
fiscal, corresponde el deber del sujeto pasivo de cumplir con la prestación que determine
la ley. El Estado ejerce este derecho por medio de sus representantes expresamente
autorizados que pueden ser incluso organismos descentralizados. En caso de
incumplimiento por parte del sujeto pasivo, el Estado tiene la facultad económico-
coactiva, Además, el crédito fiscal es personal y tiene el carácter de preferencias frente a
algunos otros créditos.
III. BIBLIOGRAFIA: Flores Zavala, Ernesto, Elementos de finanzas públicas
mexicanas; los impuestos; 22ª edición, México, Porrúa, 1980; Musgrave, Richard, Public
Finance in Theory and Practice, New York, McGraw Hill, 1975; Rodríguez Bereijo,
Alvaro, Introducción al estudio del derecho financiero. Un ensayo sobre los
fundamentos teóricos del derecho financiero, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales,
1976.
III. Algunos autores muy respetados apuntan que la criminalística tiene por
finalidad el descubrimiento de los delitos. Sin embargo, en la práctica policial y judicial
no es suficiente saber que un hecho punible ha tenido ejecución, sino que se necesita
averiguar cómo, dónde, cuándo y quién lo realizó a efecto de poder imponerle la
adecuada sanción penal. En la técnica moderna la críminalística se vale de ciencias y
artes diversas. Tales como la física, la química, la biología, etcétera, que permiten en
cada caso determinar la naturaleza de la evidencia física o indicios que han sido
advertidos en el lugar de los hechos y su relación con los mismos.
El examen criminalístico de los indicios varía conforme a su naturaleza. Este
hecho trajo como consecuencia que del frondoso tronco de la criminalística nacieran con
su respectiva metodología varias ramas o especialidades, a saber: hematología forense,
semenología forense, toxicología forense, química forense, balística forense y
grafoscopía, entre otras.
La evidencia física o indicios son la preocupación primordial de la criminalística
y su estudio constituye la prueba científica del delito, a nuestro juicio el más importante y
seguro de los medios de prueba que contempla la legislación penal contemporánea.
La investigación criminalística, en forma muy sintética, comprende dos fases.
En la primera el investigador observa el suceso tal como se le ofrece o se le representa, y
luego, en una segunda, trata de interpretar mediante el raciocinio los datos y elementos
recogidos, para determinar en su consecuencia por qué se han producido los hechos en la
forma en que se manifiestan y quiénes han podido participar en su realización. Y sólo
cuando ambas fases de observación e interpretación concuerdan en un todo en el juicio
que se forma, se estima alcanzado el camino a seguir para posteriores indagaciones o para
establecer sus conclusiones.
El desenvolvimiento de la criminalística y sus proyecciones actuales propugnan
el incremento de los recursos científicos y técnicos para luchar contra el delito, el que,
conforme acertadamente expresó Alfredo Nicéforo, “no muere: se transforma, pasando de
ambiente en ambiente, de civilización en civilización”.
En resumen: la criminalística es una disciplina enciclopédica que, al correr el
tiempo, reclama de sus cultivadores mayores y más profundos conocimientos. Por otra
parte, debe hacer frente a las irreductibles corrientes del delito, aplicando los más
recientes avances de la ciencia y la tecnología. De ser necesario, debe dar nacimiento a
nuevas ramas que la robustezcan. Sólo así podrá luchar eficazmente contra el crimen,
plaga que azota a todos los pueblos y que sigue al hombre como la sombra al cuerpo.
IV. BIBLIOGRAFIA: Ceccaldi, P. F., La criminalística, Barcelona, Oikos Tau,
1971; Currand, W, J., McGarry, A. L., y Petty, C. S., Modern Legal Medicine, Psichiatry
and Forensic Medicine, Philadelphia, F. A. Davis Co., 1980; Jiménez Navarro, R., “El
indicio y los expertos”, Revista Mexicana de Ciencias Penales, México, año III, núm. 3,
julio 1979 junio 1980; Moreno González, L. R., Manual de introducción a la
criminalística; 2ª edición, México, Porrúa, 1979; Saferstein, R., Criminalistics. An
Introduction to Forensic Science, Englewood Cliffs, N. J. Prentice-Hall, Inc., 1977;
Sandoval Smart, L., Manual de criminalística, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 1960.
CRIMINOLOGIA. I. (Del latín crimen inis, crimen, y logía) , tratado acerca del delito,
sus causas y su represión.
II. Existen varias definiciones de criminología, dentro de las más importantes
podemos señalar las que nos dan los teóricos como Rafael Garáfalo, Quintiliano Saldaña,
Constancio Bernardo de Quirós, David Abrahansen, Stephan Hurwitz Ernest Seelig,
Hains Goppinger, y Benigno di Tullio.
Para Rafael Garófalo la criminología es la “ciencia del delito”, distinguiendo el
delito natural del delito sociológico. El primero es aquel que el legislador lo considera
como tal y lo incluye en el Código Penal del Distrito Federal El delito sociológico,
natural o crimen, el aquel que se caracteriza por una lesión de aquella parte del sentido
moral (sentimientos altruistas de piedad y probidad), según la medida que se encuentra en
las razas humanas superiores, y cuya medida es indispensable para la adaptación del
individuo a la sociedad.
Para Quintiliano Saldaña la criminología “Es la ciencia del crimen o estudio
científico de la criminalidad, sus causas y medios para combatirla”.
Para Constancia Bernaldo de Quirós, la criminología es la ciencia que estudia al
delincuente en todos sus aspectos. Hay ciencias del delito (derecho penal) del
delincuente (criminología); y la ciencia de la pena (penología).
David Abrahansen dice que criminología es la investigación que a través del
estudio de la etiología del delito y la filosofía del delito, busca tratar o curar al
delincuente y prevenir las conductas delictivas.
Stephan Hurwitz señala que la criminología es la ciencia que pone de relieve los
factores de la criminalidad individuales y sociales que fundamentan la conducta criminal.
Ernest Seelig da a la criminología un alcance enciclopédico, ya que señala su
objeto como el estudio del crimen ya sea como fenómeno naturalístico o bien jurídico.
Hans Goppinger dice que la criminología es una ciencia empírica e
interdisciplinaria. Se ocupa de la esfera humana y social, relacionadas con el nacimiento,
la comisión y la prevención del crimen, así como del tratamiento del transgresor de la ley.
Benigno di Tuilio define a la criminologia como la “ciencia de la generosidad”,
En México, Alfonso Quiroz Cuarón, define a la criminología como “una ciencia
sintética, causal-explicativa, natural y cultural de las conductas antisociales”
III. Los antecedentes histórico-criminológicos son numerosos. Desde la
prehistoria hasta el siglo XIX, pasando por Mesopotamia, Egipto, China, Israel, Grecia,
Roma, la Edad Media y los precursores de César Lombroso, este último considerado
como iniciador de la criminología, encontramos importantes aportaciones en el campo del
saber criminológico.
Ideas relacionadas con el crimen, con el criminal, con la criminalidad, así como
con la reacción de la comunidad; sin olvidar las diversas y variadas medidas de represión
y preventivas por quien detenta el poder.
Filósofos (Platón, Aristóteles, Sócrates, San Agustín, Santo Tomás Moro,
etcétera), filántropos como John Howard, Cerdán de Tallada, así como pensadores,
médicos de prisiones y juristas (Juan Jacobo Rousseau, Jeremy Bentham, César Beccaria,
Phillipe Pinel, Augusto Morel, Gaspar Virgilio, entre tantos), puede considerárseles como
el antecedente histórico de lo que hoy llamamos criminología.
IV. Hoy por hoy la doctrina criminológica nos muestra un panorama poco
preciso por lo que al objeto de estudio de la criminología corresponde.
111
Sin embargo en los últimos años se observa una tendencia bastante generalizada
- por lo que a los teóricos de la criminología corresponde - en el sentido de unificar
criterios en relación con el objeto del estudio criminológico.
Se dice que la criminología estudia el crimen, entendido éste como
antisocialidad. Es decir, el crimen se caracteriza por destruir valores individuales y
sociales, considerados como básicos tanto para la vida de los individuos, como para la
vida social.
Queda por investigar detenidamente los valores de los grupos sociales y precisar,
dentro de la escala valorativa de cada grupo, en qué momento y bajo qué circunstancias,
qué conductas son reprochables como antisociales y qué reacción se espera de la
comunidad y del Estado cuando dicha conducta se concreta.
El enfoque teórico criminológico que pudiera ofrecer una aproximación más
completa al estudio del crimen es el interdisciplinario.
Por lo que corresponde a México, es necesario proponer la investigación
criminológica ya que, fuera de algunas excepciones, esta actividad es prácticamente
inexistente en nuestro ámbito nacional.
V. BIBLIOGRAFIA: García Ramírez, Sergio, Manual de prisiones; la pena y
la prisión; 2ª edición, México, Porrúa, 1980; Goppinger, Hans, Criminología; 2ª edición,
traducción de María Luisa Schnark e Ignacio Castro, Madrid, 1973; Orellana Wiarco,
Octavio A., Manual de criminología, México, Porrúa, 1978; Rodríguez Manzanera, Luis,
Criminología, México, Porrúa, 1979; Rojas Pérez Palacios, Alfonso, La criminología
humanista, México, Librería de Manuel Porrúa, 1977; Saldaña, Quintiliano, Nueva
criminología; traducción de Jaime Mazeveu, Madrid, Aguilar, 1936.
Jorge Carpizo
tres grupos. El primero siguió comprendiendo lo que anteriormente era el cuerpo del
delito y que, como se ha dicho, sólo cabe en ciertos hechos delictuosos. Así, las heridas
en las lesiones, el cadáver en el homicidio o la cosa dañada en el daño, por ejemplo El
segundo comprendía huellas del delitos, pero en un sentido más amplio que en el primer
grupo, puesto que los delicti transeuntis también las admiten. Así, las huellas dejadas por
el delincuente frente a la puerta de la casa, pueden servir tanto para comprobar el
homicidio, como también el allanamiento de morada. El tercer grupo comprendía todo
aquello que hubiera servido, de medio para la realización del delito y que también, como
en el segundo grupo, podría referirse a un delito de hecho momentáneo como a uno de
hecho permanente, por ejemplo el objeto obsceno utilizado para ofender el pudor público
o el arma utilizada en el homicidio, y c) en una tercera acepción, cuerpo del delito es
definido con el hecho considerado en sí mismo, es decir como la “materialidad de la
infracción”. Esta es por ejemplo, la posición de Ortolán; “... cuando se dice el cuerpo del
delito, se emplea una metáfora; se supone que el delito, considerado físicamente tiene un
conjunto de elementos materiales, más o menos unidos entre sí, que lo constituyen y lo
forman como un cuerpo. Es cierto que no hay delito fuera del orden moral, como no hay
hombre sin alma, lo que no obsta a que el hombre tenga un cuerpo. Se dice cuerpo del
delito, como se dice cuerpo del hombre, haciendo abstracción de su naturaleza moral,
empleando esta expresión para designar el conjunto completo de los elementos materiales
que forman el delito”. En esta tercera acepción, el concepto es distinguible de otros tales
como el de huellas, vestigios o instrumentos del delito.
II. La razón de ser del concepto se encuentra en el llamado “principio de la
mejor prueba”, estrechamente vinculado al sistema de la tasación legal de la misma,
aunque todavía operante en el sistema de la sana crítica en donde, tal como lo indica
Sauchelli, “…..el juez debe tener presente el principio de la mejor prueba”. Al mismo
tiempo, el concepto de cuerpo del delito evolucionó, tal como se expuso en I, hasta
constituirse en esquema conceptual del propio hecho delictivo, considerado en sí mismo,
esto es, con total prescindencia de la culpabilidad del agente. Suministra de tal manera el
thema probandum que guía la actividad del órgano encargado de integrar los elementos
de la acusación. Es aquí precisamente, donde se conecta el concepto “cuerpo del delito”
con el de “tipo delictivo”, cuya familiaridad ha sido señalada por numerosos autores,
entre otros Jiménez de Asúa, Jiménez Huerta, Franco Sodi, etcétera Pero debe tenerse en
cuenta que el concepto que nos ocupa precede al segundo y que los puntos de contacto no
deben ocultar lo que los separa y especifica. El concepto de tipo cumple su función en la
teoría del delito y la mayor o menor amplitud de su contenido depende de
consideraciones sisciones procesales tales como las condiciones necesarias y suficientes
para que proceda válidamente dictar un “auto de procetemáticas ajenas por completo a
considerasamiento”, por ejemplo Si el concepto “cuerpo del delito” dependiera de la
extensión del “tipo”, el primero estaría sujeto a los vaivenes que cada teoría del delito
produce en cuanto a los “elementos” integrantes del segundo. Y no es posible desconocer
que el tipo del causalismo es sustancialmente distinto al del finalismo e incluso que para
las teorías unitarias del delito el concepto de tipo puede, legítimamente en su campo,
abarcar la totalidad del delito. Si lo que “debe ser comprobado” para dictar un auto de
formal prisión coincide con el “tipo” de alguna teoría del delito, ello es útil para
demostrar la génesis del concepto del tipo; de ahí no se sigue, sin embargo, que el
concepto de “tipo” no pueda evolucionar hasta independizarse de su origen. Mejor que
120
decir que el concepto de “tipo” cumple una función procesal (Jiménez de Asúa), sería
decir que el concepto de “cuerpo del delito” cumplió una función sistemática en el
derecho penal sustantivo.
III. En el derecho mexicano, el concepto de “cuerpo del delito” tiene
importancia capital. En la Constitución (artículo 19) se exige su comprobación como
condición para justificar la detención por un plazo mayor de tres días (en realidad 72
horas, véase artículo 107 fracción XVIII de la Constitución). Al mismo tiempo, tal
exigencia aparece receptada en los códigos de procedimientos penales: artículos 94 y
siguientes, 297 fracción IV, etcétera del vigente en el Distrito Federal para el orden
común y 168 y siguientes, 161 fracción I, etcétera del federal. La Suprema Corte de
Justicia de la Nación ha mantenido esta exigencia en diversos fallos y ha definido al
cuerpo del delito como “el conjunto de elementos objetivos o externos que constituyen la
materialidad de la figura delictiva descrita concretamente por la ley penal”.
Sistematizando la regulación de la materia en nuestra, legislación, García Ramírez
distingue entre normas generales y normas especiales referidas a los modos de
comprobación del cuerpo del delito. Es fácil ver cómo ello demuestra el origen del
concepto en el en el principio de la mejor prueba. Al mismo tiempo, es clara la tendencia
de los códigos citados, aunque con menor intensidad en el federal, hacia la tasación
probatoria. Dicha tasación se refiere tanto a los medios como a la eficacia de los mismos,
pero cabe señalar que, así como cuerpo del delito y tipo coinciden en algún momento de
su evolución sin que ello permita su confusión, tampoco el sistema de la prueba legal o
tasada es necesaria, siempre que el concepto de cuerpo del delito aparezca como
contenido de normas jurídicas. La propia evolución de la jurisprudencia en relación al
tema que nos ocupa así lo demuestra: “El juez goza de las más amplias facultades para
comprobarlo, aunque se aparte de los medios específicamente señalados por la ley, con
tal de que los empleados no pugnen con la propia ley, con la moral o con las buenas
costumbres”. De todos modos, la fundamentación siempre es necesaria junto a la
motivación: “La autoridad judicial goza de amplio criterio para la comprobación del
hecho, pero ésta no puede hacerse con razonamientos desvinculados de las normas
legales”.
IV. Finalmente, y a modo de conclusión, diremos que el concepto estudiado no
debe nunca desvincularse del contiguo a saber, la “responsabilidad”. Si bien el primero
debe ser “comprobado” y el segundo sólo establecido en grado de “probabilidad” (y a
nuestro juicio probabilidad positiva) a los fines de la procedencia del auto de formal
prisión, no debe olvidarse que ambos extremos deben estar comprobados en tanto
proceda sentencia condenatoria y ambos conjuntamente deben ser exhaustivos respecto a
las condiciones que el derecho sustantivo establece para imponer la sanción penal. En el
fondo de la discusión acerca del dominio del concepto, esto es, su mayor o menor
amplitud, está presente el problema de la certeza necesaria y de la duda mínima que es
exigible al juez para que disponga del procesamiento e imponga la prisión preventiva en
su caso. El cuerpo del delito puede ser definido entonces, como aquel concepto cuyo
contenido comprende todos aquellos extremos que el juzgador debe comprobar
plenamente como condición de la procedencia del auto de formal prisión o de sujeción a
proceso. Ello no significa que el juez, durante el periodo instructorio no valore, como
afirma Jiménez de Asúa. Esto, que tal vez fuera justo respecto al proceso penal español,
no lo es en nuestro derecho. Es en cambio aceptable decir, como nosotros, que la
121
valoración que el juzgador realiza durante el periodo instructorio respecto a los elementos
o condiciones del delito, está distribuida con distinta intensidad respecto a cada uno de
esos elementos.
Véase Auto de Formal Prisión
V. BIBLIOGRAFIA: García Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal
penal; 2ª edición, México, Porrúa, 1977; Jiménez de Asúa, Luis, Tratado de derecho
penal; 3ª edición, Buenos Aires, Losada, 1965, tomo III; Jiménez Huerta, Mariano,
“Corpus delicti y tipo penal”, Criminalia, México, año XXII, núm. 5, mayo de 1956.
Claude Belair M.
Héctor Fix-Zamudio
126
CULPA. I. (Del latín culpa.) En el lenguaje alemán (derecho penal), se sostiene por
algunos que la palabra culpa (Fahrlässingkeit, de fahren lassen) puede tener tres
significados: a) dejar fuera de cuidado, descuidar o actuar sin atención; b) actuar sin dolo,
y c) dejar las cosas al acaso. Conforme a otros, la culpa (de warlose) sería falta de
observación, atención, cuidado o vigilancia. Y aun cuando no hay unidad de pareceres,
lo cierto es que en la raíz de la culpa hay siempre la omisión de algo: cuidado, atención,
etcétera.
II. En el lenguaje no específicamente penal, culpa equivale a imputación penal
de responsabilidad. En una acepción mucho más estricta y de técnica latina, la culpa es
una de las formas posibles de manifestarse la “culpabilidad” penal en un grado
sicológico, moral y jurídico inferior a la otra principal: el dolo. De ahí que la idea de
culpa se la ha ligado siempre a la de cuasidelito, por ser un estado intermedio entre el
dolo y el caso fortuito, pues mientras que en el dolo existe previsión efectiva y, por
consiguiente, conciencia del resultado, en la culpa hay tan solo posibilidad de previsión, y
en el caso fortuito, ni previsión ni previsibilidad. El substratum de la culpa, por tanto, es
distinto del dolo, ya que en ella los factores intelectual y volitivo no operan con la misma
intensidad que en éste. Al dolo se le considera como el grado mayor de culpabilidad y,
por ende, de responsabilidad; en la culpa, en cambio, el elemento intelectual (previsión
efectiva) queda sustituido por la previsibilidad, y el elemento volitivo queda reemplazado
por una conducta negligente, una conducta que no presta la atención que se debe prestar
y, por tal razón, ocasiona un resultado prohibido.
III. En los tiempos anteriores a la república romana, la voz culpa poseyó un
significado muy amplio, pues indicaba la “imputabilidad” o “culpabilidad” en general;
luego se la utilizó de un modo ambivalente y, en muchos casos, de manera incierta, para
expresar no sólo la culpa genérica (lato sensu), sino también la negligencia, impericia,
falta, imprudencia (stricto sensu); siendo este último el sentido que adquirió en la
evolución posterior del derecho romano. En el derecho alemán, durante la Edad Media
los cuerpos legislativos desconocieron totalmente el concepto de culpa; éste llegó a través
de la ciencia penal italiana, que se había dedicado a comentar los textos romanos. El
cuerpo legislativo que sirvió de cauce de expresión a la ciencia italiana en los (Constitutio
Criminalis Carolina, 1532). Pero la recepción trajo consigo defectos, como el principio
del versari in re illicita y la designación de “cuasidelito” para los delitos culposos, que se
siguieron manteniendo aún en las legislaciones posteriores.
La lenta evolución del derecho penal, desde la responsabilidad objetiva o
responsabilidad por el resultado hasta las más sutiles formas culposas, aún no está
terminada, sobre todo cuando todavía hay leyes que suelen contentarse con tipificar
concretas y contadas figuras culposas, como el homicidio por culpa, que dificultan
construir una doctrina general.
IV. El lenguaje legal suele emplear preferentemente los términos de imprudencia
y negligencia, e en la práctica son equivalentes al de culpa, preferido, en cambio, en el
léxico científico actual. Así, por ejemplo, el Código Penal español, desde su redacción de
1848, escribió en su texto: imprudencia, desdeñando la más exacta fórmula de culpa que
figuraba en el de 1822.
En la legislación penal mexicana, el Código Penal del Distrito Federal de 1871
hablaba correctamente de “culpa” (artículos 6, 11, 12, 14, 15 y 16); el código de 1929
127
designó los delitos culposo con el término de delitos por imprudencia (artículo 12), que
perdura en el código vigente de 1931 (artículo 8°) junto a la expresión de delitos no
intencionales. Ceniceros y Garrido, autores de este último cuerpo de leyes, dicen que lo
hacen así por creer que la tendencia en los códigos modernos es “no utilizar la
denominación de los delitos culposos” (La ley penal mexicana, México, 1934, página
45); Carrancá y Trujillo, en cambio, ataca dicho término por ser una forma de la culpa y
no poderse definir el género con la especie (Derecho penal, tomo I, página 230). Los
diversos proyectos de reforma (1949, 1958, 1963) enmiendan aquellas expresiones y
adoptan la más técnica y correcta de delitos culposos.
En cuanto al sistema que se sigue respecto al tratamiento que se da a los delitos
culposos, se establecen ciertas clasificaciones o grupos, a saber: a) códigos que,
siguiendo el sistema romano y medieval, prescinden de una definición dogmática de la
culpa en la parte general y que se limitan a configurar y sancionar, en la especial, ciertos
delitos culposos (así el Código Penal, francés, el luxemburgués y el belga) ; b) códigos
que, en las disposiciones generales de su texto, dan una noción comprensiva de la culpa,
sin condicionarla taxativamente a que las figuras culposas se tipifiquen en la parte
especial (ejemplo, código bávaro de 1813, de Bolivia, Chile, Costa Rica, y otros vigentes
hasta 1970); c) códigos que no definen la culpa en la parte general, pero enclavan en la
especial una definición amplia; d) códigos que se refieren a la culpa en la parte general y
hacen constar en ella que los delitos culposos sólo se castigarán en aquellos casos
taxativamente establecidos, y e) modernos códigos y proyectos que dan en la parte
general una definición de la culpa y limítanse en la punición a los casos taxativamente
tipificados en la parte especial.
Mención especial, en cuanto a la sistematización de la culpa criminal, merecen
las legislaciones anglosajonas, por la desmedida y rigurosa acepción que prestan a la
vieja máxima del qui in jure illicita tenetur etiam pro casu; la ilicitud inicial priva de
relevancia a la culpa como tal destruyendo su esencia por una teoría del common law, que
habla de la “malicia implícita”. El Código Penal mexicano de 1931 emplea el término
imprudencia y definía ésta hasta antes de las reformas de 1984, como “toda imprevisión,
negligencia, impericia, falta de reflexión o de cuidado que cause igual daño que un delito
intencional” (artículo 8). A partir de estas reformas, en el artículo 8 se habla de la
clasificación de los delitos en intencionales, no intencionales o de imprudencia y
preterintencionales, y en el artículo 9 se modifica totalmente el criterio en relación al
delito culposo, destacando como característica del mismo la “violación de un deber de
cuidado”, también dice, por ejemplo que el aborto causado por imprudencia de la mujer
“no es punible” (artículo 333), con lo que, además de la definición, señala taxativamente
los casos en que se cotiza o no la culpa.
V. El tratamiento que la dogmática jurídico-penal le da a la culpa, varía. Para la
generalidad de la doctrina tradicional la culpa es elemento o forma de la culpabilidad; es
decir, la culpa, junto al dolo, es un problema de la culpabilidad. Conforme a la
concepción puramente “sicológica de culpabilidad”, la culpa es una especie de ésta; pero
como la culpabilidad es entendida como “relación sicológica” con el resultado, dicha
relación también tiene que darse en la culpa, lo que provoca grandes dificultades sobre
todo para la llamada culpa “inconsciente”. De acuerdo a la concepción normativa de la
teoría causalista, la culpabilidad ya no se reduce a dolo y culpa, sino que es un “juicio de
reproche” que se hace al autor, por lo que dolo y culpa no son especies sino elementos o
128
CULPA CONTRACTUAL. I. Todo acto ilícito que perjudica a otro, bien sea en la
ejecución de un contrato o sin que exista ligamen contractual se denomina culpa. La
culpa tiene dos significados: uno amplísimo que comprendería el dolo y el delito y otro
estricto que equivaldría a falta de diligencia.
Desde el punto de vista del derecho civil la culpa equivale a una falta de
diligencia bien que proceda de un hecho o de una omisión. Entendemos por diligencia el
deber que tienen todos los hombres de evitar el daño usando todos los medios posibles;
negligencia es no poner esos medios en la práctica aun sin intención de perjudicar y
custodia es una forma especial de diligencia que consiste en el cuidado que debe ponerse
en conservar la cosa ajena.
II. Por esa razón los romanos distinguían la culpa lata, culpa leve y la culpa
levísima. La primera es no poner la diligencia en el cumplimiento de nuestros deberes
que pondría cualquier hombre. Denominamos culpa leve a la falta de diligencia
ordinaria. Llamamos culpa levísima a la falta de diligencia que usaría una persona.
La culpa lata da nacimiento a la responsabilidad de actos ilícitos (artículos 1910
y siguientes del Código Civil para el Distrito Federal).
La culpa leve se pide en el cumplimiento de cualquier contrato (artículos 2104,
2105 y 2106 Código Civil para el Distrito Federal).
La levísima se exige en aquellos contratos en donde el sujeto está recibiendo un
beneficio de liberalidad de la otra parte, como en el contrato de comodato o de mutuo
cuando éste no es oneroso.
III. BIBLIOGRAFIA: Bejarano Sánchez, Manuel, Obligaciones civiles,
México, Harla, 1980; Betti, Emilio, Teoría general de las obligaciones, Madrid, Revistas
de Derecho Privado, 1970; Galindo Garfias, Ignacio, Estudios de derecho civil, México,
UNAM, 1981.
para medir aquéllas la “peligrosidad” o sea, la capacidad para delinquir, y, como único
fundamento de la intervención estatal, la situación de que el hombre, sólo porque y en
tanto vive en sociedad, es responsable siempre de todo acto que realiza; surge así, en
lugar de la “responsabilidad moral” basada en la libertad de voluntad, la “responsabilidad
social”, que es el criterio que en nuestros días defiende la corriente conocida como de la
“defensa social”, que es una derivación del positivismo anterior. De esta manera, los
conceptos de “culpabilidad” y “peligrosidad” empiezan a transitar juntos el amplio campo
del derecho penal y de la política criminal, como los puntos de conexión del sistema de
reacción estatal frente a la comisión de un hecho antijurídico (cotejar Moreno
Hernández).
III. Concepción dogmática. Si bien la problemática de la culpabilidad es muy
antigua y todos los autores penalistas se han ocupado de ella, su concepto y
sistematización, tal como actualmente se la entiende, es de reciente data. Es apenas a
partir de mediados del siglo pasado, con Merkel y Binding, cuando encontramos
planteamientos de ella semejantes a los que modernamente se hacen. En el desarrollo de
la dogmática jurídico-penal moderna, cuyo incuestionable iniciador fue Franz von Liszt
(1881), dos han sido fundamentalmente los conceptos que se han elaborado de la
culpabilidad, uno “sicológico” y otro “normativo”, que aun se mantienen en nuestros días
y, a su vez, han dado origen a dos teorías correspondientes, siendo el segundo el que
mayores transformaciones ha experimentado, sobre todo a raíz de la teoría de la acción
finalista de Welzel.
La concepción “sicológica” de la culpabilidad, que se corresponde con el
naturalismo causalista y se fundamenta en el positivismo del siglo XIX, parte de la
distinción tajante entre lo objetivo y lo subjetivo del delito, refiriéndose lo primero a la
antijuridicidad y lo segundo a la culpabilidad. Esta, por tanto, es entendida sólo
subjetivamente, como relación sicológica entre el autor y su hecho, que se agota en sus
especies o formas: “dolo” y “culpa”, y tiene a la “imputabilidad” como su presupuesto.
Conforme a esta corriente, la culpabilidad sólo se anula mediante las causas que eliminan
el proceso sicológico, como son: el “error” y la “coacción”; el primero destruye el
elemento intelectual, la segunda el elemento volitivo (del dolo). Entendida así la
culpabilidad y su exclusión, la concepción tropezó con grandes problemas. Por una parte,
no podía explicar satisfactoriamente la culpa, en especial la culpa consciente, ya que el
“nexo sicológico” presuponía una concepción de la culpabilidad basada
fundamentalmente sobre el dolo. Por otra, no podía explicar la concurrencia de
determinadas causas de exclusión de la culpabilidad, diferentes al error y a la coacción,
como era por ejemplo el “estado de necesidad” con bienes de igual valor, ya que en éste
la relación sicológica no se afecta. Para superar esas dificultades, surge la teoría
normativa de la culpabilidad.
La concepción “normativa” de la culpabilidad, es el resultado de una larga
evolución doctrinaria, cuyo fundador es Reinhar von Frank, y se desarrolla en una etapa
en que la dogmática recibe una gran influencia del pensamiento kantiano de la primera
mitad del siglo XX, en su nueva vertiente de la escuela sudoccidental alemana de Baden
Baden, y en que el derecho penal es entendido referido a fines y a valores. La
culpabilidad, ahora, ya no es entendida sicológicamente sino “normativamente”, como
“reprochabilidad”, y se la liga con la concepción kantiana de la “retribucíón” por el
contenido “ético” que el reproche lleva. La culpabilidad, pues, ya no se reduce
131
simplemente a dolo y culpa, sino a un juicio de reproche que se da tanto en las acciones
dolosas como en las culposas. El pensamiento de Frank es continuado por James
Goldschmidt (1913) y Freudnthal (1922) y llevado a su mayor desarrollo por Mezger
(1931), para quien la culpabilidad “es el conjunto de aquellos presupuestos de la pena que
fundamentan, frente al autor, la reprochabilidad personal de la acción antijurídica”. Los
componentes de este concepto son: la imputabilidad, el dolo o la culpa - o sea, la relación
sicológica del autor con el hecho - y la ausencia de causas especiales de exclusión de la
culpabilidad; de donde se desprende que la “imputabilidad” no es ya presupuesto de la
culpabilidad, que el dolo y la culpa son elementos o formas de la misma y no especies, y
que, tanto las circunstancias acompañantes, la motivación normal o la exigibilidad, sólo
aparecen en forma negativa, como exclusión de la culpabilidad. Se trata, pues, de un
concepto complejo o mixto, porque junto a la base naturalista-sicológica aparece la teoría
de los valores; es decir, junto a los elementos sicológicos aparecen componentes
normativos, que le imprimen una mayor coloración ética al concepto y reafirman su corte
retributivo.
La concepción normativa “por excelencia” de la culpabilidad producto de las
elaboraciones de la teoría de la acción finalista y del rechazo total tanto del naturalismo
causalista como del naturalismo sicologista, fundamenta el juicio de reproche en la
“posibilidad del autor de actuar de manera diferente”, esto es, en la libertad para
“motivarse de acuerdo a la norma”. Conforme a ello, “el reproche de culpabilidad
presupone que el autor se habría podido motivar de acuerdo a la norma, y esto no es un
sentido abstracto de que algún hombre en vez del autor, sino que concretamente de que
este hombre habría podido en esa situación estructurar una voluntad de acuerdo a la
norma” (Welzel, página 201). A esta concepción se llegó después de un proceso de
evolución que implicó librar una serie de batallas científicas con las diversas líneas de la
llamada sistemática “causalista”, que hasta los años treinta de este siglo era totalmente
dominante, lo que determinó, naturalmente, el rechazo por parte de los finalistas del
concepto “causal” o “naturalístico” de acción, del concepto y estructura del tipo que de
ello resultaba y, finalmente, del concepto y estructura de la culpabilidad mixta. En lugar
del concepto causal, se sostiene ahora uno “final” de acción; el tipo, que en la mayoría de
los casos se estructuraba sólo de elementos objetivos, ahora es mixto, compuesto en todos
los casos de elementos objetivos y subjetivos, y entre éstos se ubican el dolo y la culpa,
resultando que ya a nivel del tipo puedan distinguirse los delitos dolosos de los culposos.
Como consecuencia de lo anterior, la culpabilidad queda desprovista del dolo y de la
culpa, es decir, del objeto de valoración, y como componentes de ella se encuentran
ahora: la imputabilidad, la posibilidad de conocimiento o conciencia de la antijuridicidad
y la exigibilidad.
Desde otra perspectiva, en la doctrina penal también se habla, como posiciones
antitéticas, de “culpabilidad de actos” y de “culpabilidad de autor”, según que el juicio de
reproche se haga al autor por su “acto” típico y antijurídico o por “personalidad” lo que
en cierta medida se corresponde con un derecho penal de acto y un derecho penal de
autor.
En relación a la “función” que desempeña la culpabilidad de las anteriores
consideraciones dogmáticas se deriva que siempre ha cumplido una función sistemática,
por ser ingrediente esencial en la estructura del delito; es decir, se trata de un componente
que junto a otros convierten a la acción en delictiva. Al concurrir en esta función,
132
ilícita, sino que pretendemos explicar aquellos casos en los que ni una ni otra se producen
y que sin embargo no habiendo una causa de justificación ni de inculpabilidad, hay un
acto delictivo sin responsabilidad penal para su ejecutor.
Véase Conducta.
V. BIBLIOGRAFIA: Castellanos, Fernando, Lineamientos elementales de
derecho penal (parte general), 14ª edición, México, Porrúa, 1980; González de la Vega,
Francisco, Derecho penal mexicano; los delitos; 15ª edición, México, Porrúa, 1979;
Gramajo, Edgardo, La acción en la teoría del delito, Buenos Aires, Astrea, 1975; Soler,
Sebastián, Derecho penal argentino; 4ª edición, Buenos Aires. TEA, 1970, tomo I.
esta forma, no son los trabajadores quienes voluntariamente y con plena conciencia
aportan su cuota respectiva a la agrupación profesional de sus predilecciones.
Las asociaciones sindicales, por su parte, aseguradas las cotizaciones, poco
interés manifiestan en justificar su representatividad mediante una defensa eficaz de los
intereses de los agremiados. Enderezan más bien sus empeños, a recaudar las cuotas
sindicales para dedicarlas, sin control alguno, a los fines que deciden las instancias
directivas y, en una buena porción, al destino e incremento del interés personal de los
representantes de esas organizaciones.
La conservación de tan jugoso ingreso determina, de continuo, las más hondas
diferencias entre las agrupaciones sindicales que a toda costa pretenden la titularidad del
contrato colectivo de trabajo.
Aliados a las empresas o a las propias instancias oficiales, los sindicatos
burocratizados (“controlados”) no corren peligro de que los trabajadores les retiren su
apoyo económico. Menos aún, de que éstos se afilien a otro sindicato o se agrupen en
uno independiente, pues se ven consolidados mediante la cláusula de exclusión.
Dentro del ordenamiento mexicano, si bien en principio se prohiben las
deducciones a los salarios, como excepción, se previene el descuento de las cuotas
sindicales, resultando de todo esto, que la cotización, al efecto, es obligada. Amparados
por la ley (artículo 110, fracción VI, Ley Federal del Trabajo), los líderes sindicales
aprovechan el descuento que ha de operarse por cuotas, impidiendo que los trabajadores
reciban su salario íntegro. Contra la democracia sindical y la libre disposición de los
salarios, no son siquiera las asambleas generales las que deciden el monto de las cuotas;
vista nuestra realidad son las organizaciones afiliadas al Congreso del Trabajo.
Aunque sólo formalmente, se exige dentro de las obligaciones de los sindicatos,
el rendir cuenta, semestralmente, a la asamblea general, manipulados por las centrales
oficializadas, en aquellos de más importancia se reeligen, propiamente, ad infinitum, los
mismos representantes. Es de conocimiento generalizado que nunca existe control sobre
el destino de los recursos financieros con que cuentan las directivas sindicales y sobre
todo de las cuotas de los agremiados. Sin la posibilidad de oponerse a tal descuento,
salvo la exclusión del sindicato y la casi inevitable pérdida de su trabajo, los trabajadores
son objeto de una muy grave injusticia.
III. BIBLIOGRAFIA: Buen Lozano, Néstor de, Derecho del trabajo; 2ª
edición, México, Porrúa, 1977, tomo II; Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano
del trabajo, México, Porrúa, 1979, tomo II.
CUPON. I. (Del francés coupon, corte porción, de couper cortar). Documento unido a
los títulos rentables que sirve para cobrar con periodicidad la fracción correspondiente de
la renta o dividendo anual. La parte que se corta de un bono y que da derecho a intervenir
en concursos y sorteos o a obtener rebajas en las compras.
II. En derecho corporativo. Cada una de las partes de un documento de deuda
pública o de una sociedad que periódicamente se desprenden para presentarlas al cobro de
intereses o dividendos (artículo 127, Ley General de Sociedades Mercantiles).
III. Naturaleza jurídica. Resulta controvertido este aspecto. La doctrina
mexicana considera que los cupones son títulos de crédito accesorios de todos los
140
documentos que engendran prestaciones periódicas como las acciones, los certificados
provisionales, las obligaciones, las cédulas hipotecarias, etcétera, (artículo 209, IV, Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito). Incompletos en el caso de las acciones, ya
que el importe del dividendo se comprueba con las actas de asambleas y consejos.
Completos, para las cédulas hipotecarias, porque en estos títulos, al ser de renta fija, se
establece anticipadamente el valor del cupón y no se necesita recurrir a elementos ajenos
al título para determinarlo. En principio, el cupón puede tener diversa ley de circulación.
Los cupones pueden ser al portador no obstante que el título al que se adhieren sea
nominativo (artículo 127, Ley General de Sociedades Mercantiles)
Los cupones incorporan un derecho futuro condicionado a que existan
dividendos o intereses; contienen un sencillo derecho de crédito a una prestación en
dinero. Hay acciones que tienen cupones para cobrar intereses del 9% anual, sólo por el
lapso de tres años (artículo 123, Ley General de Sociedades Mercantiles)
En la práctica, determinado número de cupones sirve para canjearlos por nuevas
acciones. También se utilizan para ejercer el derecho de opción. El número de cupones
de una acción varía ya que la ley no lo determina. Algunas acciones portan tantos
cupones como número de años tenga de existencia la sociedad mercantil.
Tampoco establece la ley los requisitos para los cupones. Normalmente
contienen el nombre de la sociedad emisora de la acción, el número de ésta y del cupón.
Muchos cupones están firmados, otros llevan firma autógrafa. Es aconsejable que para
efectos de identificación lleven la rúbrica de los administradores.
El pago de los dividendos ha de hacerse en moneda nacional sin que pueda
imponerse su percepción en bienes de naturaleza distinta.
Los cupones no están reglamentados, ni sujetos a control o registro alguno. Por
ello es legítimo que el extranjero titular de una acción al portador, venda o transfiera por
cualquier título, su cupón al portador. Según esto puede pensarse en que el adquirente del
cupón sea a su vez, un extranjero, sin que ello autorice a la sociedad no registrada a
rehusarse el pago del dividendo, salvo que supiera o debiera saber que dicho extranjero es
el accionista o que el cupón se transfirió de un extranjero a otro; asimismo, nada impide
que el accionista mexicano de una sociedad no inscrita transmita un cupón nominativo o
al portador, a un extranjero, caso en el que la sociedad no tendría ningún derecho para
rehusar el pago del dividendo (Barreda Graf).
Por otra parte, no debemos olvidar que los extranjeros tenedores de títulos, no
tienen derechos a sus dividendos mientras no hayan solicitado su inscripción en el
Registro Nacional de Inversiones Extranjeras (artículos 27, Ley para Promover la
Inversión Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera y tercero transitorio del Reglamento
del Registro Nacional de Inversiones Extranjeras). Tampoco las sociedades que tengan
socios extranjeros podrán pagar dividendos mientras no se inscriban en el Registro
Nacional de Inversiones Extranjeras (artículo 27, Ley para Promover la Inversión
Mexicana y Vigilar la Inversión Extranjera).
En ocasiones, las instituciones de crédito realizan el pago de los dividendos. En
caso de robo, extravío o destrucción de cupones, se seguirá lo preceptuado por la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito (artículos 42 y siguiente, 72 y siguiente).
Los cupones reportan utilidad para el accionista, porque puede negociar su
derecho a los dividendos separando los cupones y para la sociedad, porque agiliza el
servicio de pago de los dividendos.
141
Pedro A. Labariega V.
No pueden recaer en una misma persona los puestos de tutor y curador al mismo
tiempo, así como que ambos auxiliares sean parientes entre ellos.
Son impedimentos para ocupar el cargo, desempeñar funciones en los juzgados
familiares o en los consejos locales de tutela, la existencia de parentesco con los
funcionarios acabados de citar, y la circunstancia de ser causante o propulsor de la
demencia del incapacitado.
Es un cargo voluntario a diferencia de la tutela, pero obliga a responder de los
daños y perjuicios que se ocasionen al pupilo cuando no se cumplan los deberes
prescritos por la ley, una vez aceptado y discernido judicialmente.
Es además remunerado el cargo, pero solamente en proporción a sus
intervenciones específicas y conforme a un arancel notoriamente obsoleto que hace
inconsistente su actividad.
Rigen para el curador las mismas reglas de incapacidad y excusa de los tutores,
además de que puede ser renunciado el cargo a los diez años de desempeñarse.
IV. Funcionamiento. El régimen legal del curador se contrae a la satisfacción
oportuna de las siguientes obligaciones:
1. Defender los derechos del incapacitado, en juicio o fuera de él exclusivamente
en el caso de que exista oposición de intereses entre aquél y su tutor.
2. Vigilar la conducta del tutor en el desempeño de sus funciones denunciando al
juez familiar todo aquello que a su juicio puede causar o haya causado daño al
incapacitado.
3. Avisar al juez para que haga nuevo nombramiento de tutor a falta o abandono
de los deberes que a éste corresponden.
4. Promover información de supervivencia e idoneidad de los fiadores
comprometidos con el tutor en garantía de sus responsabilidades.
5. Vigilar el estado de las fincas dadas para asegurar la garantía acabada de citar,
así como los bienes dados en prenda por el mismo concepto.
6. Conocer de las cuentas de la tutela haciendo valer las objeciones conducentes
en el supuesto de inconformidad con su contenido.
7. En general, intervenir en los actos previstos específicamente por la ley como
la formulación del inventario oportuno y la concesión de licencias judiciales para
enajenar gravar, transigir, etcétera, y las demás que se le impongan especialmente como
serían las dictadas por el autor del testamento en que se le confirió su cargo.
V. Terminación. Concluye el cargo con la muerte, remoción o excusa del
curador; por haber recobrado su capacidad o haber llegado a su mayoría de edad el
pupilo, pues tratándose de un organismo accesorio al de la tutela cesa el cargo
automáticamente con la desaparición de ésta, con la salvedad de que si variase sólo la
persona del tutor, el curador continuará en sus funciones.
Al respecto cabe observar que el curador no puede ser removido sin que
previamente haya sido oído y vencido en juicio, lo que implica mayor seguridad en su
posición frente a la del tutor que puede ser suspendido de plano en el supuesto de
encontrarse procesado por cualquier delito.
Priva en la actualidad la corriente de la inutilidad de la curatela, atentas las
circunstancias de que su función de control y vigilancia se desempeña también por otros
organismos como son el Consejo Local de Tutelas, el Ministerio Público y el propio juez
familiar, de que, por otra parte, el pago de su remuneración constituye un gravamen más
143
CUSTODIA. I. Proviene del latín custos que significa guarda o guardián y ésta a su vez
deriva del curtos, forma del verbo curare que quiere decir cuidar. Es por lo tanto la
acción y el efecto de custodiar o sea guardar con cuidado alguna cosa.
II. En derecho romano tuvo dos acepciones: en derecho penal y en derecho civil.
En este último significó una clase especial de diligencia que debía aplicar el deudor de
cuidar la cosa debida como un bonus pater familias. En general esa clase especial de
diligencia debía emplearse en todo caso en el cuidado de una cosa ajena a fin de
conservarla y vigilar de tal manera que no pudiera perderse, o ser robada usucapida por
terceros.
La obligación de custodia ha surgido desde el derecho romano de las más
variadas relaciones jurídicas y especialmente de cualquiera de los contratos por los cuales
se entraba a la tenencia de alguna cosa ajena, pues por el principio de custodiam
praestare, el deudor respondía por las pérdidas o detrimentos de la cosa ocurridos por su
dolo o culpa.
Especialmente, la custodia ha sido el objeto y la esencia del contrato de depósito.
En derecho romano, en un principio debía haber convenio expreso para que existiera la
obligación de cuidado con la clase especial de diligencia antes mencionada;
posteriormente, se consideró que debía establecerse la obligación aun sin el convenio
expreso de los interesados, exceptuándose los casos de fuerza mayor. La obligación de
custodia variaba en el contrato de depósito según fuera voluntario o necesario,
considerándose más rigurosa en el segundo caso puesto que el depositante no podía elegir
al depositario.
III. En los códigos civiles actuales la custodia se considera como la primera de
las obligaciones del deudor tanto en los contratos como en los derechos reales por los
cuales hay tenencia de cosa ajena, como en los casos de depósito, comodato, usufructo,
prenda, etcétera La doctrina española incluye a los “contratos de custodia” como una
clase especial dentro de la clasificación general de los contratos, en la cual anota el
depósito común, los depósitos especiales y el depósito de los efectos introducidos por los
viajeros en las fondas y mesones (artículos 1783 y 1784 del Código Civil español).
En el derecho mexicano es poco empleado el vocablo custodia, ya que
excepcionalmente lo encontramos en algunas disposiciones legales como las siguientes:
artículo 423 del Código Civil para el Distrito Federal a que se refiere a la facultad de
corrección que se concede a quienes ejercen la patria potestad o tienen hijos bajo su
custodia; artículo 549 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, que
establece en el caso de secuestro sobre bienes muebles que no sean dinero, alhajas, ni
144
CH
CHANTAJE. I. (Del francés chantage, de (chanter, y éste del latín cantare, cantar.)
Agresión a las personas mediante una coacción de su libertad de obrar que se caracteriza
por una amenaza de causar un mal en su honor o reputación exigiendo a cambio de no
cumplirla una prestación, beneficio o lucro.
II. El florecimiento de esta criminalidad no ha pasado por alto en los congresos
internacionales, así el Congreso Penitenciario de Bruselas celebrado en agosto de 1900,
planteó la necesidad de adoptar medidas para la represión de estas conductas.
El chantaje en nuestros días ha adquirido enormes proporciones y constituye el
modus vivendi de individuos, que, sin ninguna ética, no dudan en amenazar a una persona
con revelar algún dato que es de su conocimiento para, de esta manera, coaccionar su
voluntad a efecto de que les concedan lo que solicitan.
La ubicación, dentro de los códigos penales, del chantaje y su denominación, no
es uniforme en la legislación internacional, toda vez que algunas consideran que el bien
jurídicamente protegido es el patrimonio, mientras que otras consideran que es la libertad.
Lo consideran como delito patrimonial el Código Penal francés, artículo 400, el alemán,
párrafo 253 (Erpressung), el italiano, artículo 269 (Estorsione); el portugués lo considera
como una estafa, artículo 452, en Suecia se puso en vigor una disposición para la
represión del chantage, capítulo 21, artículo 10. En Argentina, bajo la denominación de
extorsión, lo regula el artículo 168.
III. El Código Penal no regula el chantaje con esta denominación, esto es, no
existe ningún tipo que se llame chantaje. Sin embargo esta conducta, es punible si sus
elementos encuadran en los artículos 282 fracción I y 284 1ª regla que disponen,
respectivamente: “Se aplicará sanción de tres días a un año de prisión y multa de diez a
cien pesos: I. Al que de cualquier modo amenace a otro, con causarle un mal en su
persona, en sus bienes, en su honor, o en sus derechos, o en la persona, honor bienes o
derechos de alguien con quien esté ligado con algún vínculo”, “Sí el amenazador
consigue lo que se propone, se observarán las reglas siguientes: 1ª Si lo que exigió y
recibió fue dinero, o algún documento o cosa estimable en dinero, se le aplicará la
sanción de robo con violencia”.
Cabe hacer notar que en el lenguaje legal y jurisprudencial nacional, no se
maneja el vocablo “chantaje”, sino que como ya hemos anotado, la conducta constitutiva
del mismo encuadra en el título décimo octavo del Código Penal del Distrito Federal,
intitulado “Delitos contra la paz y seguridad de las personas”, capítulo I “Amenazas”.
Véase Amenazas.
IV. BIBLIOGRAFIA: Cuello Calón, Eugenio, Derecho penal, t II, Parte
especial; 13ª edición, Barcelona, Bosch, 1972, volumen 2; Henting, H. von, Estudios de
146
psicología criminal, tomo IV, El chantaje; traducción y notas de José Ma. Rodríguez
Devesa, 3ª edición, Madrid, Espasa-Calpe, 1973; Núñez, Ricardo C., Derecho penal
argentino; parte especial; Buenos Aires, Omeba, 1967; tomo V; Rodríguez Devesa, José
Ma., Derecho penal español. Parte especial; 6ª edición, Madrid, sin editorial 1975;
Soler, Sebastián, Derecho penal argentino; 3ª edición, Buenos Aires, TEA, 1973, tomo
IV.
CHEQUE. I. (Del inglés check, documento en forma de mandato de pago, por medio del
cual una persona puede retirar, por sí o por un tercero, todos o parte de los fondos que
tiene disponibles en poder de otra.)
II. Es un título de crédito, en virtud del cual se da a una institución, también de
crédito, la orden incondicional de pagar a la vista, de una suma determinada de dinero a
cuenta de una provisión previa establecida de acuerdo al convenio respectivo.
El título de crédito es un documento representativo de un valor, por ejemplo
letra de cambio, pagaré, cheque, etcétera cuyo cobro por vía judicial goza de un
procedimiento particularmente expedito.
La institución de crédito recibe el nombre de “librado” y quien da la orden
incondicional el de “librador”, a favor de un beneficiario también llamado “tenedor” o
“tomador”. Se dice “la orden incondicional” (artículo 176 fracción III Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito) en virtud de que el pago del cheque no puede llevar
inserta ninguna condición (artículo 78) (los artículos que no indiquen ley o código, se
entienden que son de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito). La locución
“a la vista” significa que el librado debe pagar al tenedor del cheque la cantidad que en el
mismo se contenga el mismo día en que se le presente, sin atender si la fecha es anterior o
posterior a la de presentación (artículo 178). Por provisión de fondos se entiende que el
librador ha concertado con el banco una operación bancaria de depósito de dinero a la
vista o apertura de crédito, que le da derecho a disponer de las sumas depositadas o
acreditadas mediante cheques expedidos a cargo del librado (artículo 269), siempre y
cuando entre librador y librado exista en relación contractual, en virtud de la cual aquél es
autorizado para dicha emisión (artículo 175).
III. Contenido del cheque: la ley exige (artículo 176) que el cheque contenga la
mención de ser tal, en el texto del documento; la orden incondicional de pagar una suma
determinada de dinero, el nombre del librado; la firma del librador; el lugar y la fecha en
que se expide y el lugar de pago. Los dos últimos requisitos, si no se indican, la ley los
presume (véase artículo 177).
Por lo que hace a los otros requisitos, los cheques podrán transmitirse o circular
sin los mismos (excepción hecha de la firma del librador), pero deben ser satisfechos
hasta antes de la presentación del cheque para su pago (artículo 15), pues en caso
contrario el mismo no producirá efectos (artículo 14).
IV. Capacidad de partes: beneficiario, tomador o tenedor, puede serlo cualquiera
persona, pero librado sólo una institución de crédito. El cheque que no se libra en estas
condiciones, no tiene siquiera la consideración de título de crédito (artículo 175).
La capacidad para suscribir con cualquier carácter (emitir, transmitir, garantizar)
un título de crédito, la tiene el que sea capaz de contratar según el Código Comercio, y las
147
probar que sufrió daños y perjuicios superiores y pedir que le sean indemnizados (artículo
193). Y, la acción cambiaría en vía de regreso. Sobre este particular la doctrina discute
si la acción pertinente que tiene el tenedor contra el librador o sus avalistas es ésta o la
directa, en virtud de que, dicen, la ley sí regula la aceptación en el cheque, según se
desprende del artículo 199 párrafo III, pero en la práctica judicial ambas acciones son
procedentes ya que hasta la fecha no se ha rehusado la admisión de una demanda por
denominar la acción cambiaria “directa” o en “vía de regreso”.
Ahora, por no haberse presentado o protestado el cheque en la forma y plazos
previstos en la ley (artículo 181), caducan: las acciones de regreso del último tenedor
contra los endosantes o avalistas y contra los endosantes y avalistas entre sí; así como la
acción directa contra el librador y contra sus avalistas (artículo 191); y prescriben en seis
meses, contados desde que concluya el plazo de presentación, las del último tenedor del
documento; y desde el día siguiente a aquel en que se pague el cheque las de los
endosantes y las de los avalistas (artículo 192) .
Las excepciones y defensas que pueden oponerse a estas acciones, se encuentran
enumeradas taxativamente en el artículo 8°.
IX. De las acciones extracambiarias: el fundamento de esta acción se encuentra
en la relación que da origen a la emisión del cheque, esto es, el negocio o acto jurídico.
La relación causal entre el librador y el librado es la llamada provisión de fondos, que
puede constituirse mediante un contrato de depósito a la vista en cuenta de cheques, o
bien mediante la apertura de crédito. Pues bien, si las acciones cambiarias prescriben o
caducan (artículo 168 párrafos II y III), o porque así lo haya decidido el tomador, podrá
ejercitar la acción causal, siempre que haya ejecutado los actos necesarios para que el
demandado conserve las acciones que pudieran corresponderle y deberá intentarse
restituyendo el cheque al demandado. A este respecto ha dicho la Suprema Corte: en el
caso del artículo 168 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito, para el
ejercicio de la acción causal, no es necesario que con anterioridad se restituya el título de
crédito, pues la ley no lo exige así, sino simplemente la restitución, la que puede hacerse
en el momento mismo de presentarse la demanda.. . ello es suficiente para que se
considere cumplido dicho requisito (Semanario Judicial de la Federación 6ª época, 4ª
parte: volumen LXXIV, página 53, A.D. 6228/61, María de Jesús Rueda de Rodríguez y
Coagraviados).
Al librador compete esta acción, en contra del librado, cuando éste se niega a
cubrir un cheque teniendo fondos suficientes de aquél y no exista ninguno de los casos
previstos para el no pago.
Como acción extracambiaria, también existe la denominada de “enriquecimiento
ilegítimo” que corresponde al tenedor del cheque contra el girador para que éste no se
enriquezca a costa de aquél, y proceda su ejercicio cuando el tenedor no le queda ninguna
otra acción o ningún otro medio jurídico (artículos 196 y 169).
La acción causal prescribirá en los términos que la ley establezca en relación con
el acto jurídico de donde deriva y la de enriquecimiento ilegítimo en un año, contado
desde el día en que caducó o prescribió la acción de regreso (artículo 169).
X. Destrucción, extravío y robo de los cheques: existe todo un procedimiento en
los artículos 42 a 68, mediante el cual el tomador de un cheque que se encuentre en esas
circunstancias, puede evitar su circulación y obtener el pago respectivo.
150
XI. Formas del cheque: la ley contempla diversas formas de expedición del
cheque, mismas a que la doctrina ha calificado de:
1. Cheque cruzado: aquel que el librador o tenedor crucen con dos líneas
paralelas trazadas en el anverso. Esta modalidad implica que únicamente podrá ser
cobrado por una institución de crédito. Si se especifica entre las líneas el nombre de la
institución, el cruzamiento se denomina “especial”; caso contrario el cruzamiento es
“general”, que puede devenir cruzamiento especial, sin que éste pueda variar por ningún
concepto; (artículo 197). Esta costumbre de cruzar cheques apareció en las cámaras de
compensación.
2. Cheque para abono en cuenta: a la presentación de un cheque con la cláusula
"”para abono en cuenta” el librado no hará el pago en efectivo, sino que abonará el
importe en la cuenta que lleve del tomador o abra en favor del mismo. Este tipo de
cheques no es negociable (a 198).
3. Cheque certificado: el librador puede exigir que el librado, antes de la emisión
del cheque, lo certifique, declarando que existen en su poder fondos bastantes para
pagarlo. La certificación no puede ser parcial y sólo puede extenderse en cheques
nominativos (artículo 199), ya que si se expidiesen al portador, éstos harían las veces de
billetes de banco. Tampoco es negociable y para su revocación precisa que el librador lo
entregue al librado (artículo 199).
4. Cheques de caja: la emisión de este tipo de cheques tiene la particularidad de
que hacen concurrir en la institución de crédito las calidades de librador y librado. Para
su validez deberán ser nominativos y no negociables (artículo 200).
5. Cheques de viajero: igualmente acontece la concurrencia de calidades en el
banco, ya que el artículo 202 previene que los cheques de viajero son expedidos por el
librador a su propio cargo y pagaderos por su establecimiento principal o por las
sucursales o corresponsales que tenga en la República o en el extranjero. Son
nominativos (artículo 203) y pueden ser puestos en circulación por el librador, sucursales
o corresponsales autorizados por él al afecto (artículo 202). La falta de pago inmediato
daré derecho al tenedor para exigir al librador la devolución del importe y la
indemnización de daños y perjuicios, que en ningún caso serán inferiores del veinte por
ciento del valor del cheque no pagado. (véase artículos 204 a 207).
Véase Acciones Cambiarias, Apertura de Crédito, Aval, Cámara de
Compensación, Protesto, Títulos de Crédito.
XII. BIBLIOGRAFIA: Cabrillac, Henry, El cheque y la transferencia;
traducción de Antonio Reverté, Madrid, Reus, 1969; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y
operaciones de crédito; 7ª edición, México, Editorial Herrero, 1972; Pina Vara, Rafael
de, Teoría y práctica del cheque, 2ª edición, México, Porrúa, 1974.
II. El cheque en nuestro país fue reglamentado por primera vez en el Código de
Comercio, de 1884, las disposiciones de este cuerpo legal las acogió el legislador de 1889
sin hacer ninguna modificación y estuvieron vigentes hasta la promulgación de la Ley
General de Títulos y Operaciones de Crédito.
Por lo anterior en el Código Penal del Distrito Federal de 1871 no se
contemplaba el supuesto libramiento de cheque sin fondos como fraude específico, el
artículo 416 disponía que: “Al que defraudare a alguno con una cantidad de dinero o
cualquier cosa, girando a favor de él una libranza o una letra de cambio contra una
persona supuesta o contra otra que el girador sabe no ha de pagarla” sufrirá las penas que
corresponden al robo sin violencia. Al instituirse el cheque en el ámbito nacional, cuando
se realizaba la conducta que estamos estudiando, los jueces aplicaban la sanción del
fraude con fundamento en el artículo 432.
El Código Penal del Distrito Federal de 1929 ya contempla la figura del
libramiento de cheque sin fondos, artículo 1552 fracción IV. “Al que obtenga de otro
una cantidad de dinero o cualquier otra cosa, girando a favor de él una libranza, una letra
de cambio o un cheque contra persona supuesta o que el girador sabe que no ha de
pagarlas, ... se impondrá la pena que corresponde al robo sin violencia”.
El Código Penal del Distrito Federal de 1931 también incluyó el libramiento de
cheques sin fondos (documentos nominativos), como fraude específico, así el artículo 386
fracción III establece: “Al que obtenga de otro una cantidad de dinero o cualquier otro
lucro otorgándole o endosándole a nombre propio o de otro, un documento nominativo, a
la orden o al portador contra una persona supuesta o que el otorgante sabe que no ha de
pagarla” se sanciona con la punibilidad del fraude.
Con fecha posterior al Código Penal del Distrito Federal de 1931 nace el artículo
193 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito que dispone: “El librador de
un cheque presentado a tiempo y no pagado, por causa imputable al propio librador,
resarcirá al tenedor los daños y perjuicios que con ello le ocasione. En ningún caso la
indemnización será menor del veinte por ciento del valor del cheque. El librador sufrirá,
además, la pena del fraude, si el cheque no es pagado por no tener el librador fondos
disponibles al expedirlo, por haber dispuesto de los fondos que tuviere antes de que
transcurra el plazo de presentación o por no tener autorización para expedir cheques a
cargo del librado”.
III. El surgimiento de la anterior disposición acarreó una fuerte polémica entre
autores, litigantes y jueces, quienes no acertaban a descifrar la verdadera naturaleza del
artículo, y la discusión giró en torno a si se trataba de un tipo que derogó la fracción III
del artículo 386 del Código Penal del Distrito Federal - en cuanto a cheques se refiere -, o
no la derogó. La Suprema Corte de Justicia fue quien puso fin a esta discusión
sustentando el criterio, por una parte, de que el artículo 193 no derogó la fracción III ya
que en el caso del Código Penal del Distrito Federal forma parte del tipo el elemento
lucro, no así en el artículo 193, de donde se infiere que cuando efectivamente se obtenga
un lucro o cantidad de dinero con el libramiento de un cheque sin fondos, habrá fraude,
en caso contrario la conducta será adecuada al artículo 193.
Por otra parte la Suprema Corte de Justicia ha sostenido: “cheques sin fondos,
naturaleza del libramiento de. Es inexacto que el libramiento de cheques sin provisión de
fondos configure el delito de fraude genérico, pues tal libramiento constituye un delito
especial cuyos elementos materiales son distintos a los del fraude y el bien protegido,
152
DACION. I. (Del latín datio-onis, a su vez de dare que significa dar) Técnicamente
la palabra dación quiere decir acción y efecto de dar; popularmente equivale a donación.
II. Las obligaciones pueden tener como objeto un dar, un haber o un no hacer.
Las obligaciones de dar están reguladas en los artículos 2011 a 2026 del Código Civil
para el Distrito Federal y las de hacer o no hacer en las disposiciones de los artículos
2027 y 2028, del mismo ordenamiento.
De conformidad con el artículo 2011 del Código Civil para el Distrito Federal la
obligación de dar puede consistir en la transmisión de dominio de cosa cierta, en la
enajenación temporal o de uso o goce de cosa cierta o, en la restitución de cosa ajena o
pago de cosa debida.
En el sentido profundo del término, la dación es una tradición y entrega real y
efectiva de una cosa; es un doy para que des o un doy para que hagas y, por
consecuencia, podría ser un contrato innominado.
v. Obligaciones
III. BIBLIOGRAFIA: Bejarano Sánchez, Manuel Obligaciones civiles,
México. Harla 1980; Betti, Emilio, Teoría general de las obligaciones; traducción de
José Luis de los Mozos, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1969-1970, 2
volúmenes; Borja Soriano, Manuel, Teoría General de las Obligaciones 7a. edición,
México, Porrúa, 1974, 2 volúmenes
DAÑO. I. (Del latín, damnum. daño, deterioro, menoscabo, destrucción, ofensa, o dolor
que se provocan en la persona, cosas, o valores morales o sociales de alguien.)
II. Un principio general de derecho, de secular origen, establece que todo aquel
que cause daño a otro, tiene obligación de repararlo. En la antigua Roma, en el año de
287 antes de Cristo, en los comicios de la plebe y a propuesta del tribuno Aquilio se dictó
una ley que tenía por objeto regular la reparación del daño causado a otra. Su objeto era
limitado: se refería a los hechos de matar o herir a un esclavo o animal, o destruir o
deteriorar una cosa. Se le conoce como Lex Aquilia y consta de tres capítulos. Este
cuerpo legal consagra el principio de que matar injustamente es matar sin derecho; por
tanto, quien mata para escapar a un peligro que de otra forma no pudiese eludir, está
exento de responsabilidad. Este concepto es el germen de la legítima defensa. La ley
establece asimismo la eximente de caso fortuito: quien mata por casualidad, no merece
154
castigo; en cuanto a la culpa, la asimila al dolo. El daño con deterioro, robo, incendio,
etcétera lo considera sólo con relación a los esclavos, animales que pasen en rebaños y
objetos materiales, y determina su indemnización. Desde su antecedente remoto en el
derecho romano, a través del Código Napoleón la obligación de indemnizar el daño fue
acogida por las legislaciones de los países del área latina, y también por México.
III Derecho civil. El concepto de daño está relacionado en todas las legislaciones
modernas con el perjuicio: todo daño - deterioro, destrucción, mal, sufrimiento - provoca
un perjuicio, una pérdida patrimonial. El Código Civil para el Distrito Federal acoge
esta distinción en sus artículos 2108 y 2109
La responsabilidad civil - obligación de indemnizar los daños y perjuicios - puede
derivar de fuentes contractuales, de una declaración unilateral de voluntad, de figunas
autónomas (enriquecimiento ilegítimo, gestión de negocios), de un hecho ilícito, de un
delito, o de un mandato legal por causas objetivas.
1. La obligación de indemnizar de origen contractual. Ya el Código Civil para el
Distrito Federal de 1884 establecía como causa de responsabilidad “La falta de
cumplimiento de un contrato” (artículo 1459. fracción I), El Código Civil para el
Distrito Federal de 1928 consagra el mismo principio, en sus artículos 2028 y 2104.
Según el artículo 2110, los daños y perjuicios deben ser consecuencia “inmediata” y
“directa” de la falta de cumplimiento de la obligación; esto es, establece una relación de
casualidad necesaria entre el hecho del incumplimiento y los perjuicios generados.
2. La declaración unilateral de voluntad está regulada en los artículos 1860 a
1881 del Código Civil para el Distrito Federal y comprende los casos de ofertas al
público, estipulación en favor de terceros y documentos civiles pagaderos a la orden o la
portador. Si un incumplimiento de las obligaciones así contraídas acarrease un perjuicio,
éste debe ser indemnizado.
3. Las fuentes autónomas especiales de obligaciones están constituidas por las
figuras jurídicas de “enriquecimiento ilegítimo” (artículos 1882 a 1895) y “gestión de
negocios” (artículo 1896 artículo 1909). El enriquecimiento ilegítimo es el de quien
“sin causa se enriquece con el detrimento de otro”; en consecuencia, “está obligado a
indemnizarlo en su empobrecimiento en la medida que él se ha enriquecido” (artículo
1882 Código Civil para el Distrito Federal). La acción para reclamar por parte del
empobrecido, se conoce como actio in rem verso (acción de repetir) y tiene un
contenido indemnizatorio. Se denomina “gestión de negocios” a la de aquel que “sin
mandato y sin estar obligado a ello se encarga de un asunto de otro”, por ejemplo, en un
caso de emergencia; el gestor tiene derecho a ser indemnizado por los gastos realizados y
el gestionado debe cumplir con las obligaciones que aquel hubiese contraído (artículo
1903 Código Civil para el Distrito Federal). Pero si el gestor no pone la diligencia que
acostumbra en sus propios negocios, debe indemnizar los daños y perjuicios que cause
con su negligencia (artículo 1897 Código Civil para el Distrito Federal).
4. Todo hecho ilícito del hombre que cause a otro un daño, impone la obligación
de repararlo. Si el daño se ha producido con dolo, estará tipificado como delito e integrará
el ordenamiento jurídico-penal. En este caso, además de la sanción penal que recaiga
sobre él, el agente se hará responsable civilmente de los perjuicios causados. Existen
casos en que se ha actualizado sin intención de dañar y el hecho no está calificado como
delito por la legislación; pero se ha producido un daño en perjuicio de otro, que da lugar a
indemnización. La doctrina atribuye el nombre de “cuasidelito” a estos supuestos.
155
Alvaro Bunster.
daño moral como “la afectación que una persona sufre en sus sentimientos, efectos,
creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, configuración y aspectos físicos o bien
en la consideración que de sí misma tienen los demás.
El concepto de daño ha experimentado una evolución a través de los siglos,
partiendo desde una noción crasamente materialista hasta alcanzar elaboraciones
abstractas, de contenido más espiritual. Injuria, en un sentido etimológico, es toda
conducta que no se ajusta a derecho, o lo vulnera.
En una acepción restringida, significa todo ataque, lesión o menoscabo inferido a
la persona de otro. La idea de injuria pasó - a través de las distintas legislaciones -
desde un concepto materialista de daño inferido a la persona física del hombre en su
forma más ruda y evidente (por ejemplo ruptura de un miembro, herida por arma), hasta
llegar a abarcar las formas inmateriales de la ofensa (ataques al honor, a la intimidad de
las personas, a su dignidad pública y social, a su decoro). La injuria produce o tiende a
producir un daño; la doctrina civilista moderna distingue entre el daño material, o sea el
que apareja consecuencias patrimoniales, y el daño moral, llamado también
extrapatrimonial.
II. Ya las legislaciones primitivas distinguían ambos tipos de daños, si bien no
habían elaborado una doctrina de alcance general sobre este tópico. Las Leyes de
Eshnuna (aproximadamente 2,000 años antes Cristo.) constituyen - en el estado actual de
las investigaciones - el primer antecedente que se conoce sobre la reparación del daño
puramente moral: así, el artículo 42 dispone que quien propine a otro una bofetada en la
cara “pesará y entregará diez shekels de plata”. La injuria verbal daba lugar a una
reparación de igual monto. En el derecho romano, tanto los edictos del pretor como la
legislación justiniana concedieron acciones específicas al ofendido en su honor, su
decoro, su consideración pública o su reputación. Pero, si bien las legislaciones antiguas
consideraron la protección de estos bienes jurídicos inmateriales, no alcanzaron una
sistematización de los principios. Es la doctrina moderna lo que, bajo la denominación
“derechos de la personalidad”, llegó a elaborar una concepción filosófico-jurídica de
ciertos valores inmateriales, inherentes a la esfera íntima del individuo. También desde
antiguo se consagró el principio de que quien produce un daño tiene el deber de repararlo.
La forma en que se responda, depende del tipo de sociedad de que se trate, y las
soluciones, históricamente, han variado desde las taliónicas hasta la compensación
pecuniaria. Esta última abarcó tanto la reparación debida por daño material como moral
(pecunia doloris). A partir de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la doctrina
en su conjunto empieza a cuestionarse y a realizar planteos de orden axiológico sobre la
posibilidad de compensar materialmente algo tan imposible de mensura como el dolor, la
humillación o el menoscabo de la honra. Se elaboraron así teorías como la de la
reparación-sansión, la reparación-indemnización y la reparación-satisfacción. Hoy en día
existe consenso entre los autores sobre la procedencia de esa reparación.
III. Se discute, sin embargo, si solamente es reparable el daño moral que deriva
del material (por ejemplo, la desfiguración del rostro a raíz de un accidente, que a la vez
da lugar a reparación de daño emergente - asistencia médica - y a lucro cesante - pérdida
de haberes laborales -) o también debe indemnizarse el daño moral puro (por ejemplo una
ofensa verbal hecha en público). Otro punto que se cuestiona es el tipo de responsabilidad
indemnizable; si sólo procede la reparación extracontractual y la emergente de delito, o se
incluye también la de origen contractual.
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El Código Civil para el Distrito Federal (artículo 1916) sienta un criterio amplio
en estos puntos: “Cuando un hecho u omisión ilícitos produzcan un daño moral, el
responsable del mismo tendrá la obligación de repararlo mediante una indemnización en
dinero, con independencia de que se haya causado daño material, tanto en
responsabilidad contractual, como extracontractual. Igual obligación a reparar el daño
moral tendrá quien incurra en responsabilidad objetiva. . . así como el Estado y sus
funcionarios. . .”
En lo que se refiere al monto de la indemnización, se otorga amplio arbitrio al
juez, quien dictará sentencia “tomando en cuenta los derechos lesionados, el grado de
responsabilidad, la situación económica del responsable y la de la víctima, así como las
demás circunstancias del caso”.
Como medida complementaria, si el daño incidió en valores como el “decoro,
honor, reputación o consideración”, el juez, a petición de la parte ofendida y a cargo del
ofensor, ordenará la publicación de un extracto de la sentencia, a través de los medios
informativos que considere convenientes.
Si el daño se produjo a través de los medios informativos, la sentencia se difundirá
por los mismos medios y con la misma relevancia que el acto que ocasionó el daño.
El artículo 1916 bis del Código Civil para el Distrito Federal deja a salvo los
derecho de opinión, crítica, expresión e información, en los términos y con las
limitaciones que determina la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Por último, al fijarse el valor y el deterioro de una cosa, no se tendrá en cuenta el
valor efectivo de la misma, a no ser que se pruebe que el responsable la destruyó o
deterioró con objeto de lastimar los sentimientos del dueño.
v. Responsabilidad civil.
IV. BIBLIOGRAFIA: Castán Tobeñas. José, Derecho civil español común y
foral, 12a. edición, Madrid, Reus, 1978, tomo I. Volumen II; García Mendieta Carmen.
“La obligación de reparar el daño moral a través del tiempo”, Memoria del III Congreso
de Historia del Derecho Mexicano, México, UNAM, 1984; Planiol, Marcel y Ripert,
Jorge, Tratado práctico de derecho civil francés; traducción de Mario Díaz Cruz, tomo
VI, Las obligaciones, La Habana, Cultura, 1940.
DEBENTURES v. Obligaciones.
DEBER JURIDICO I. “Deber” proviene del latín debere, a su vez de habere y de:
“tener que”, “ser necesario”, “tener la obligación”, “deber”. En el lenguaje ordinario
“deber” indica el compartimiento al que un individuo está obligado de conformidad con
una regla o precepto (religioso, moral, jurídico). De ahí que “debido” (de “debitum”: el
comportamiento conforme a la regla o precepto) sea entendido como “lo correcto”, “lo
bueno”, “lo justo”, “lo lícito”.
Aunque sin relación etimológica “deber” está relacionado con δεον: “ser
preciso” “ser necesario”; de ahí deontología; teoría de los deberes.
159
“Deber” no indica necesidad, sino obligación (tener una razón, por ejemplo
moral, para actuar “Deber” se opone a lo que es; alude a lo que debe ser. “Deber” se
aplica especialmente a la obligación moral; en este sentido Pflicht en la moral Kantiana.
Como modalidad normativa del comportamiento la dogmática jurídica (especialmente
civil) usa más frecuentemente “obligación”.
El acto considerado debido es un acto tenido por obligatorio: un acto que se debe
hacer. Normalmente el deber se manifiesta en el contenido de un mandato; “cumple tus
promesas”, o bien de una prohibición: “no mientas”. Por ello “deber” denota siempre una
restricción impuesta a los individuos. La imposición de deberes es una de las formas
típicas por las cuales se regula el comportamiento humano.
II. Con debere los romanos aluden al hecho de encontrarse bajo la obligación de
pagar o hacer algo, designan una obligación surgida ex contractu o ex delito que era
perseguible judicialmente. Debitum significaba tanto el objeto de la obligación (id quod
debetur: lo que es debido) como el vínculo obligacional entre deudor y acreedor: il iuris
vinculum por el cual nos vemos constreñidos en la necesidad de hacer algo (Inst. Just.
3, 13, pr.) El contenido de la obligación consistía en vincular (abstringere) a alguien a
dar, hacer o realizar algo (D. 44, 7, 3). Para los romanos el debitum es un vínculo, un
estado de sujeción de una persona hacia otra. Obligatorio se refería indistintamente a
deber moral o jurídico.
III. Por el deber jurídico los juristas entienden el comportamiento requerido por
el derecho, la conducta obligada de conformidad con una norma de un orden jurídico
histórico (nacional o internacional). Todo aquello que es jurídicamente obligatorio
constituye un deber jurídico. De acuerdo con lo anterior, se puede caracterizar el deber
jurídico como la conducta prescrita por el derecho, el comportamiento que debe
observarse. La imposición de deberes ha constituido uno de los rasgos más
característicos del derecho: “La característica más general y relevante del derecho en todo
tiempo y lugar, es que su presencia indica que cierta conducta humana deja de ser
optativa, convirtiéndose, así, en obligatoria” (H.L.A. Hart).
Mediante la imposición de los deberes el derecho limpia o restringe las
posibilidades del comportamiento humano: sin deberes el derecho sería inconcebible.”
‘Un derecho por el cual nadie estuviera obligado’, ‘un derecho por el cual nadie fuera
coaccionado’, ‘un derecho por el cual la libertad de ninguno fuera restringida’. Todas
esas frases, no serían sino contradicciones in terminies” (J. Bentham).
Cuando a un individuo se le requiere jurídicamente una conducta se dice que se le
impone un deber. Esto sólo es posible mediante la intervención de una norma jurídica
(nacional o internacional). La fuente de un deber jurídico (la cual constituye el criterio
que nos permite distinguirlo de cualquier otro tipo de deber) se encuentra, en última
instancia, en una norma jurídica positiva. La imposición de un deber, o mejor la norma
que la establece, se convierte, así, en una razón para que el sujeto obligado haga u omita.
El deber jurídico es una modalidad jurídica del comportamiento: el
comportamiento requerido, el comportamiento obligado, el cual suele indicar con los
operadores: “debe”, “es debido” o “es obligatorio”. El deber jurídico es la conducta que
debemos observar y se opone a la que debemos omitir. El deber jurídico es siempre la
conducta opuesta (su omisión) al hecho ilícito. El deber jurídico es la conducta opuesta a
la conducta que funciona como condición de una sanción (H. Kelsen). De esta forma
resulta que el deber jurídico se encuentra estrechamente relacionado con el hecho ilícito y
160
con la sanción. Esta relación se puede apreciar fácilmente en el siguiente ejemplo. Si una
norma n establece que ∅ (matar) es la condición de una sanción π (pena de prisión),
entonces ∅ es la conducta que debemos omitir (la conducta prohibida) y el deber jurídico
es la opuesta, precisamente su omisión: no matar (−∅).
La conducta debida (por ejemplo no matar, o cualquier otra: no robar, no
defraudar) puede ser expresamente descrita por el material legislativo. Esto sin embargo,
no es necesario; es suficiente que la norma determine un hecho ilícito para establecer ,
ipso facto, el deber jurídico respectivo: basta que una norma disponga que está prohibido
∅ para saber que −∅ es jurídicamente debido. De lo anterior se desprende que el derecho
impone deberes al establecer conductas que condicionan la aplicación de sanciones.
Muchos autores sostienen que los deberes son debidos a otra persona la cual,
normalmente, se encuentra en posibilidad de exigirlos. De ahí que la existencia o el
reconocimiento de un deber implique el reconocimiento del derecho de otra persona cuyo
contenido sería, precisamente, la conducta debida. Ciertamente, el deber puede ser
correlativo de un derecho. El caso típico es la relación de crédito en la cual la conducta
debida es aquello a lo que el acreedor tiene derecho. Esta característica “impero-
atributiva” ( L. Petrazycki, E. García Máynez), sin embargo no puede ser siempre
sostenida. En primer lugar, no toda las características de los derechos pueden explicarse
como si éstos fueran meros reflejos de las obligaciones.
Muchas de las funciones de los derechos son oscurecidas cuando éstos son
explicados desde esta limitada perspectiva (N. MacCormick, R. Tamayo). Por otro lado,
se ha demostrado que existen ciertos deberes absolutos (J. Austín) con respecto de los
cuales no existen ningún derecho correlativo, tales como aquellos “debidos a personas
indefinidas” o “ debidos a la comunidad” por ejemplo, los deberes impuestos por el
derecho penal, la prestación del servicio militar, etcétera, los cuales no corresponden a
derechos en sentido estricto, no conceden ninguna ventaja práctica a nadie, simplemente
imponen una desventaja sobre el sujeto obligado. Los deberes jurídicos son tales porque
son condiciones de sanciones, no porque exista un derechohabiente correlativo.
Contrariamente a lo que dice Radbruch, no siempre el deber implica una deuda o
prestación de conducta debida a alguien.
De acuerdo con su origen el deber jurídico puede ser impuesto directamente por el
orden jurídico o, bien puede surgir de un acto complejo; los individuos, mediante el uso
de facultades otorgadas por orden jurídico, pueden “auto imponerse” obligaciones.
Por último, es importante distinguir entre el deber jurídico entendido como la
conducta jurídicamente requerida (cuya omisión es condición de una sanción) y la cópula
normativa que relaciona el supuesto con la consecuencia de sanción en una norma
jurídica. Cuando una norma jurídica dice “si. . .debe aplicarse tal o cual sanción”, aquí
“debe” no puede interpretarse como un deber jurídico. Para que la aplicación de la
sanción constituyera un deber jurídico sería necesario que otra norma jurídica hiciera de
su omisión la condición de una sanción. El “deber” de la cópula normativa indica
simplemente la relación específica que existe entre el supuesto y la consecuencia y que
esta última está expresamente autorizada por el orden jurídico (H. Kelsen). Teniendo en
cuenta que, de hecho, la norma establece una sanción (y espera que ésta se aplique si es el
caso), algunos autores consideran que la sanción está prevista y quieren ver aquí otra
categoría de deber, aunque más débil que el deber en sentido estricto (C. Nino).
161
derecho de intervención no puede ser visto por ella más que como manifestación de una
política de fuerza, política que en lo pasado provocó los más graves abusos y que, sean
cuales fueren las actuales deficiencias de la organización internacional, no podría hallar
sino alguno en el derecho internacional”.
Otras manifestaciones del referido deber general de los Estados que cabría
simplemente mencionar aquí, son la renuncia al uso de la fuerza, lo que implica la
solución de sus diferendos por medios pacíficos; el respeto mutuo en sus relaciones
recíprocas, lo que conlleva no sólo la abstención sino también la represión de toda actitud
ofensiva o injuriosa contra otro Estado, etcétera.
v. Intervención, No intervención.
III. BIBLIOGRAFIA: Accioly, Hildebrando, Tratado de derecho
internacional público; traducción de la 2° edición brasileña por José Luis de Azcárraga,
Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1958, t. I; Delbez, Louis, Les principes
généraux du droit internacional public; 3a. edición, París, Librairie Générale de Droit et
de Jurisprudence, 1964; Núñez y Escalante, Roberto, Compendio de derecho
internacional público, México, Editora Orión, 1970; Sierra Manuel J., Derecho
internacional público; 4a. edición, México, sin editorial, 1963.
Por otra parte, este deber incluye tanto la prohibición de todo acto de hostilidad
entre beligerantes en aguas neutrales, como la obligación de respetar la reglamentación
interna e internacional sobre la estancia de buques beligerantes en aguas o puertos
neutrales, ambas previstas por los artículos 1 a 5 y 12 de la Convención XIII:
Por lo que toca a la prohibición de hostilidades en aguas neutrales, la misma debe
ser entendida en su sentido más amplio, ya que no sólo se prohibe todo acto de hostilidad
stricto sensu - combate naval - en las aguas neutrales, sino también el ejercicio del
derecho de presa en dichas aguas, incluida la conducción a un puerto neutral de una presa
hecha fuera de las mismas.
Así por ejemplo, en caso de que un beligerante conduzca un buque mercante
capturado en alta mar a un puerto neutral, el Estado neutral debe liberar inmediatamente
el buque capturado e internar al buque captor y a su tripulación.
Por cuanto hace al respecto de la reglamentación interna e internacional sobre la
permanencia de buques beligerantes en aguas neutrales, el mismo comprende,
particularmente, la obersvancia de las tres reglas siguientes: una, que prohibe a los
buques beligerantes permanecer más de veinticuatro horas en aguas neutrales; otra,
aplicable cuando en un puerto neutral coinciden los buques de guerra delas partes en
conflicto, caso en el cual debe dejarse transcurrir un lapso de veinticuatro horas entre la
salida de unos y otros del puerto neutral y, otra más, que prohibe a los beligerantes
utilizar los puertos neutrales como base de operaciones.
Una consecuencia de la libertad actualmente reconocida del comercio neutral con
uno y otro beligerante es, en primer lugar, la regla, enunciada ya desde la Declaración de
París de 1856, de que los bienes enemigos, salvo el contrabando, en buques neutrales en
alta mar o en aguas territoriales enemigas no pueden ser confiscados por un beligerante,
y, en segundo lugar, la regla establecida por el artículo 1. de la Convención XI de La
Haya, de que la correspondencia postal de los neutrales o beligerantes, excepto la
destinada a o que proceda de un puerto bloqueado, que pueda hallarse en un buque
neutral o enemigo en el mar es inviolable.
Sin embargo, el deber de un beligerante de no impedir las relaciones, y
especialmente el comercio legítimo, entre los neutrales y el enemigo sufre una excepción
en el caso de represalias. En efecto, si el enemigo recurre a medidas que impidan, o
tiendan a impedir, sus relaciones legítimas con los neutrales, y éstos no prohiban que
tales medidas se ejecuten, el Estado beligerante estará justificado si recurre a las
represalias y sí, a su vez, impide las relaciones entre su enemigo y los neutrales. Es decir,
de la misma forma en que los neutrales que no impiden, o no pueden impedir, que un
beligerante haga pasar tropas por sus territorios neutrales no pueden quejarse si el otro
beligerante invade también estos territorios y allí ataca al enemigo, igualmente los
neutrales que no prohiben que un beligerante obstruya ilegalmente las relaciones
comerciales entre ellos y sus enemigos, no podrán reclamar si éstos contestan recurriendo
a medidas destinadas a impedir las relaciones entre aquel beligerante y los neutrales.
En la práctica, durante las dos pasadas guerras mundiales se ha visto surgir el
problema de las represalias en relación con los neutrales. Así, por ejemplo, en el curso de
la segunda contienda bélica mundial, después que Alemania hubo desencadenado una
campaña de guerra submarina ilegal y de colocación de minas, Francia e Inglaterra
emitieron a fines de noviembre de 1939 órdenes de represalias idénticas en gran medida a
las que se dictaron durante la Primera Guerra Mundial.
165
artículo 13 constitucional dispone con toda precisión que los tribunales castrenses en
ningún caso y por ningún motivo podrán extender su jurisdicción sobre personas que no
pertenezcan al ejército (y en general a las fuerzas armadas), por lo que cuando en un
delito o falta del orden militar estuviese complicado un civil, conocerá el caso la
autoridad judicial ordinaria que le corresponda, lo que significa que en el caso de
participación en los mismos hechos, los militares serán juzgados por los tribunales de ese
orden, si se refieren a actos que afecten la disciplina militar, y los civiles por los jueces
comunes, siempre que los mismos hechos estuviesen tipificados por los códigos penales
respectivos, lo que es importante en cuanto nuestro ordenamiento se aparta abiertamente
de la práctica que existe en varios países latinoamericanos, en los cuales es frecuente que
se someta a los particulares a la jurisdicción castrense cuando se les acusa de delitos o
faltas contra la seguridad del Estado.
c) Derecho o garantía de audiencia, regulado por el segundo párrafo del artículo
14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos según el cual “Nadie
podrá ser privado de la vida, de la libertad, o de sus propiedades, posesiones o derechos,
sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se
cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes expedidas
con anterioridad al hecho”.
Lo anterior significa que toda privación jurídica que afecte a los gobernados,
incluyendo la pena de muerte prevista con limitaciones por el artículo 22 constitucional
(pero que ha sido suprimida de los Código Penal del Distrito Federal), requiere de un
proceso seguido ante tribunales previamente establecidos (es decir que no pueden
constituirse con posterioridad a los hechos para juzgar a ciertas personas, puesto que
tendrían carácter privativo según el artículo 13 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, según se expresó anteriormente), y de acuerdo con leyes expedidas
con anterioridad al hecho, en virtud de que el primer párrafo del propio artículo 14
constitucional prohibe el efecto retroactivo de las disposiciones legislativas (lo que
significa que pueden aplicarse de manera favorable, especialmente en materia penal).
El concepto de juicio ha sido interpretado por la jurisprudencia de manera amplia,
es decir, que no es forzoso que se trate de un proceso ante tribunales judiciales, ya que las
autoridades administrativas pueden afectar válidamente los derechos de los particulares,
siempre que les otorguen oportunidad de defensa (ver tesis 336 páginas 564-565,
Segunda Sala, Apéndice al Seminario Judicial de la Federación, publicado en 1975).
También de acuerdo con la jurisprudencia, cuando las leyes administrativas no establecen
un procedimiento que permita la audiencia de los particulares afectados, las autoridades
respectivas deben darles oportunidad de defensa, en aplicación directa del artículo 14
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (ver tesis 339, páginas 569-570,
Segunda Sala, Apéndice al Seminario Judicial de la Federación, publicado en el año de
1975).
Un aspecto esencial del derecho de audiencia previsto por el citado artículo
constitucional, es el relativo a las formalidades esenciales del procedimiento , que son los
principios formativos que deben seguirse en la tramitación, tanto judicial como
administrativa, para la correcta defensa de los derechos de los gobernados. Estos
lineamientos se establecen de manera específica en el artículo 20 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos que consagra las garantías del acusado en
materia penal, y reglamentadas en forma prohibitiva por el artículo 160 de la Ley de
168
Héctor Fix-Zamudio.
cesación de pagos”, pero también a solicitud escrita del comerciante, de uno o varios de
sus acreedores o del Ministerio Público (artículos 5° y 6°).
3. Requisitos probatorios previos. Cuando el comerciante mismo sea el que
solicite su quiebra deberá exponer al juez los motivos de sus situación; a la demanda
deberá acompañar sus libros de contabilidad, el balance de la empresa, una relación de
acreedores, deudores y sus domicilios, con mención del importe de las deudas y créditos,
así como los estados de pérdidas y ganancias durante los últimos cinco años, la
descripción valorada de todos sus bienes y derechos y la valoración conjunta y razonada
de la empresa. En caso de que los acreedores fueren más de mil, o de que sea imposible
determinar la cuantía de sus créditos, bastará que indique el número aproximado de tales
acreedores, con arreglo al último balance, el nombre y el domicilio de los conocidos y el
importe global de sus créditos (artículo 6°).
Si la solicitud se presente por una sociedad deberá acompañar, además una copia
(sic) de la escritura social, con los datos de su inscripción en el Registro Público de
Comercio, si existiera (artículo 8°). Estas dos últimas palabras han dado lugar a que el ya
citado Rodríguez y Rodríguez opine que, como lo dispone el artículo 4° párrafo cuatro
Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos también las sociedades irregulares pueden
solicitar y obtener la declaración de quiebra. Si la solicitud se formulare por un tercero,
deberá demostrar que el deudor se encuentra en cualquiera de los casos reputados como
hechos de quiebra (artículos 2° y 9°).
4. Competencia judicial. A elección del solicitante, el procedimiento concursal
puede ser conocido por un juez de distrito o por un juez de primera instancia en cuya
jurisdicción se encuentre el establecimiento principal del comerciante individual deudor;
si se trata de una sociedad mercantil, la competencia corresponde al juez del domicilio
social, salvo que, además de ser irreal tal domicilio, el principal, asiento del negocio se
encuentre en otro lugar, en cuyo caso será juez competente el que tengan jurisdicción en
dicho lugar (artículo 13).
5. Requisitos procesales previos. Solicitada la declaración de quiebra por el
propio comerciante o por terceros, el juez deberá citar al primero a una audiencia de
pruebas en la que además deberá dictarse la resolución. Corresponde al propio juez dictar,
entretanto, las medidas provisionales necesarias en protección de las intereses de los
acreedores (artículo 11).
6. Publicidad. La sentencia declarativa de la quiebra debe difundirse en tres
formas: a) personalmente, mediante carta certificada con acuse de recibo o a través de
telegrama, se hará del conocimiento del quebrado del Ministerio Público, de la
intervención y de los acreedores de domicilio conocido; b) mediante comunicación
escrita del juez, los encargados de los registro públicos respectivos han de inscribirla en
la sección correspondiente; c) un extracto de la misma se publicará, por tres veces
consecutivas, en el Diario Oficial de la Federación y en dos periódicos de los de mayor
circulación en el lugar en que se declare ña quiebra y, a juicio del juez, en los lugares en
los que hubiere establecimientos importantes de la empresa.
Estas modificaciones, inscripciones y publicaciones deben efectuarse dentro de
los quince días siguientes a aquel en que se haya dictado la sentencia (artículo 16).
7. Efectos. La declaración de quiebra configura un status que coloca al fallido
en la siguiente posición:
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proclama el triunfo del derecho natural y se dirige solemnemente a todos los hombres de
todos los países.
II. Contenido de la Declaración. La Declaración consta de un preámbulo de
quince líneas, y de diecisiete artículos - el más corto es de dos líneas y el más largo de
seis -; es un texto muy breve, redactado en un lenguaje admirable por su claridad y
precisión.
El preámbulo expresa su adhesión a la doctrina del derecho natural, como
fundamento del orden social “Bajo los auspicios de Ser Supremo”. Los individuos tienen
derechos inherentes a su calidad de seres humanos: estos derechos son “naturales,
inalienables y sagrados”; no son otorgados por las autoridades sociales o políticas, sino
que son preexistentes, y la Asamblea se limita a reconocer su existencia a la declararlos
solemnemente.
La Declaración establece dos series de disposiciones; por una parte, enumera los
derechos “naturales e imprescriptibles” del Hombre y el Ciudadano, y, por otra, enuncia
los derechos de la Nación al formular varios principios de organización política, que
constituye los fundamentos del nuevo derecho público.
1. Los artículos 1, 2, 3, 7, 8, 9,10, 11 y 17 enumeran los derechos del hombre:
la igualdad (artículo 1), la libertad y seguridad y la resistencia de la opresión. El fin de
toda asociación política es la conservación de estos derechos “naturales e
imprescriptibles”: el cuerpo político tiene, pues, la misión de protegerlos (artículo 2).
a) La libertad es el derecho “de poder hacer todo aquello que no perjudique a
otro”, y sus límites no pueden ser determinados sino por la ley (artículo 4). La libertad
tiene varios aspectos.
- la libertad individual y la seguridad: garantías contra las acusaciones y
detenciones arbitrarias (artículo 7), presunción de inocencia del acusado (artículo 9),
principio de legalidad del juez, del delito y de la pena (artículo 8)
- la libertad de conciencia y de opiniones, “aún religiosas” (artículo 10).
- la libertad de comunicar sus ideas y opiniones, es decir libertad de expresión,
libertad de prensa y libertad de imprenta (artículo 11).
b) La propiedad es la garantía más segura de la libertad; es un derecho
“inviolable y sagrado” del que nadie puede ser privado, “sino en caso evidente de
necesidad pública, legalmente justificada, y previa justa indemnización” (artículo 17).
c) Se proclama la igualdad de todos los hombres entre sí (artículo 1°) ante la ley
y el impuesto, así como en lo referente al acceso a los cargos públicos. En efecto, la ley
es “la misma pra todos, tanto cuando protege como cuando castiga”; “todos los
ciudadanos igualmente admisibles a todas las dignidades, cargos y empleos públicos. . .
sin más distinción que la de sus virtudes y talentos” (artículo 6); y “el impuesto se
repartirá igualmente entre los ciudadanos, en razón de sus bienes” (artículo 13).
d) La resistencia a la opresión, como los derechos antes referidos, debe
analizarse como una condena implícita de los abusos y arbitrariedades de la monarquía y
de los privilegios de la aristocracia.
2. Los artículos 3, 5, 6, 12, 13, 13, 15 y 16 formulan cuatro principios esenciales
de organización política, que fundamentan el derecho público moderno: soberanía
nacional, libertad política, participación activa del ciudadano y separación de poderes.
a) La soberanía nacional se sustituye al dogma de la autoridad por derecho
divino: “el principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación”; el término
179
“Nación” no designa el pueblo que existe en un momento dado, temporal o efímero, sino
una colectividad indivisible y permanente, y “ningún cuerpo ni individuo podrá ejercer
autoridad que no emane de ella (la Nación) expresamente” (artículo 8) .
De la soberanía nacional deriva la soberanía de la ley, “expresión de la voluntad
general” (artículo 6) que se impone a todos.
b) Se afirma el principio de la libertad política y el poder de intervención de
“todos los ciudadanos que tienen derecho a participar directamente, o mediante sus
representantes, en la formación de la ley” (artículo 6).
Esta regla implica en principio el sufragio universal; sin embargo, la Constitución
de 1791 lo concederá solamente a los “ciudadanos activos. . . que paguen una
contribución directa igual por lo menos al valor de tres jornadas de trabajo” (título III,
capítulo I, sección III, capítulo I, sección II, artículo 2).
c) El artículo 14 establece el derecho de control activo de los ciudadanos es decir
el de “comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la
contribución pública”, así como el de “consentirla libremente, de vigilar su empleo y
determinar la cuota, la base, la recaudación y la duración” de la misma.
Por su parte, el artículo 15 formula la regla de la responsabilidad de los
funcionarios, al declarar “el derecho de la sociedad de exigir cuentas de su gestión a todo
agente público”.
d) En fin, el artículo 16 enuncia el principio de la separación de poderes, al
destacar que “toda sociedad en la cual no está asegurada la garantía de los derechos ni
determinada la separación de poderes, no tiene Constitución”.
III. Significado de la Declaración. Racionalista, teísta y universalista, la
Declaración de 1789, “suma de la filosofía de las luces”, acentúa en mayor grado el
carácter teórico, abstracto, casi metafísico que se manifiesta ya en las declaraciones
americanas.
En realidad, el documento lleva el sello de su época y de la clave social que la ha
votado, es decir, de la burguesía liberal. En efecto, declara “inviolable y sagrado” el
derecho de propiedad - lo que es muy significativo -; desmantela la desigualdad jurídica
del Antiguo Régimen, establece la igualdad y la libertad política, y tiende a suprimir la
opresión por parte del Estado; pero no se preocupa por las desigualdades económicas y
sociales que son susceptibles de generar opresiones peores - pero, en verdad, aquella
época no tenía claramente conciencia de estos problemas.
Ello no impide que el acento de la Declaración de 1789, su estilo y la fuerza viva
que le dio la Revolución francesa le hayan conferido un gran prestigio, mucho más allá
de las fronteras nacionales. Ha sido el “catecismo” político del mundo moderno, al menos
hasta la Revolución soviética de 1917.
Cabe precisar que el preámbulo de las Constituciones francesas de 27 de octubre
de 1946 y 4 de octubre de 1958 han reafirmado los principios que proclama el texto de
1789, poniendo así fin a las incertidumbres que se habían manifestado acerca de su
vigencia y del carácter obligatorio de las normas que, hace casi dos siglos, consagró la
Asamblea Nacional Constituyente.
IV. BIBLIOGRAFIA. Chevalier, Jean-Jacques, Historie des institutions
politiques de le France de 1789 á nos jours, París, Dalloz, 1952; Duverger, Maurice,
Droit constitutionel et institutions politiques, París, P. U. F., 1956; Ellul, Jacques,
Historia de las instituciones, Madrid, Aguilar, 1970, 2 volúmenes; Lampue, Pierre, “Le
180
róle des tribunaux français dans l’application de la Declaration des droits de l’homme et
du préambule constitucionnel”, Revue Juridique et Politique, Paris, número 1, enero-
marzo 1982.
Monique Lions.
mismo se hará cuando no hubiere defensor de oficio federal en el lugar en que reside el
tribunal federal que conozca del asunto.
VI. Con el objeto de obtener una mayor concentración en el proceso penal
respectivo, cuando sea posible, al concluir la declaración preparatoria o se termine la
diligencia en la cual el inculpado se niegue a declarar, el juez podrá carear al acusado con
los testigos que depongan en su contra (artículos 295 Código de Procedimientos Penales
del Distrito Federal y 504 Código de Justicia Militar).
ver Careo, Consignación, Garantías del acusado.
VII. BIBLIOGRAFIA: Arilla Baz, Fernando, El procedimiento penal en
México; 7a. edición, México, Editores Unidos Mexicanos, 1978; Colín Sánchez
Guillermo, Derecho mexicano de procedimientos penales; 4a. edición, México, Porrúa,
1977; Franco Sodi, Carlos, El procedimiento penal; 4a, ed, México, Porrúa, 1957;
García Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal penal; 2a. edición, México, Porrúa,
1977; González Blanco, Alberto, El procedimiento penal mexicano en la doctrina y en
el derecho positivo, México, Porrúa, 1975; González Bustamante, Juan José, Principios
de derecho procesal penal mexicano; 6a. edición, México, Porrúa, 1975; Piña y Palacios,
Javier, Derecho procesal penal, México, Talleres Gráficos de la Penitenciaría del D. F..
1947; Rivera Silva, Manuel, El procedimiento penal; 9a. edición, México, Porrúa, 1978.
Héctor Fix-Zamudio.
códigos de Guanajuato, México, Michoacán y Veracruz prescriben que las armas serán
decomisadas en todo caso. A este respecto el de Guanajuato hace, sin embargo, la
salvedad de que, perteneciendo ellas a terceras personas, éstas ignoren que el delito
culposo se ha cometido con ellas, situación en que el decomiso no procede.
Los instrumentos y objetos decomisados, ceden normalmente en beneficio del
Estado. El código de Guanajuato dispone, no obstante, que aquellos que sean de lícito
comercio deben venderse a petición de quien tenga derecho a la reparación del daño,
cuando ésta no haya sido pagada por el obligado, aplicándose su producto a indemnizarlo.
Varios códigos penales locales prescriben, además, que si los instrumentos u objetos de
uso ilícito sólo sirven para delinquir o son sustancias nocivas o peligrosas, deberán
destruirse al quedar firme la sentencia. Según el Código Penal del Distrito Federal, en
este caso la autoridad judicial que conoce del asunto puede, cuando lo estime
conveniente, determinar que las sustancias, nocivas o peligrosas se conserven para fines
de docencia o investigación.
Los objetos que no hayan sido o no puedan ser decomisados y que en un lapso que
fluctúa, según las diversas legislaciones penales mexicanas, entre uno y tres años, no
hayan sido reclamados por quienes tienen derecho a hacerlo, deben realizarse y su
producto cederse en favor del Estado.
III. BIBLIOGRAFIA: Carrancá y Trujillo, Raúl. Derecho penal mexicano,
parte general; 13a. edición, México, Porrúa, 1980.
Alvaro Bunster.
República, a expedir disposiciones generales para preservar la salud pública. En los casos
anteriores la ley tiene su origen en el Poder Ejecutivo, surgiendo lo que se conoce en la
doctrina como decreto-ley y decreto-delegado:
i. Decreto-ley La Constitución atribuye al Ejecutivo, facultades para legislar sin
necesidad de una delegación de facultades del Poder Legislativo, la atribución es directa
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos El presidente de la
República da cuenta al Congreso del ejercicio de esta facultad artículo 73, fracción
XVI).
ii. Decreto-delegado. El Congreso de la Unión delega al Ejecutivo facultades
extraordinarias para legislar en los caso de excepción que la propia Constitución
determina artículo 49 Constitucional). De conformidad con el artículo 29 constitucional,
el Congreso concederá las autorizaciones necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la
situación, al suspenderse las garantías individuales. El artículo 131 párrafo segundo,
establece que el Ejecutivo podrá ser facultado por el Congreso de la Unión para legislar
en materia arancelaria.
Existen otros tipos de decretos entre los que podemos mencionar:
Decreto-administrativo. Expresión jurídica de la voluntad del órgano ejecutivo,
que dicta resoluciones en el ejercicio de sus funciones, sobre una especie particular de los
negocios públicos.
La base constitucional para este tipo de decretos la encontramos en el artículo 89
fracción I de la C que habla de las facultades del Ejecutivo para proveer en la esfera
administrativa la exacta observancia de las leyes.
Decreto-judicial En sentido amplio cualquier resolución que pronuncian los
jueces, en casos especiales también se denomina así el auto o sentencia interlocutoria. La
fracción I del artículo 79 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal
dispone que los decretos judiciales son simples determinaciones de trámite que se dictan
dentro del proceso. Los artículos 89 y 90 del mismo ordenamiento, así como el artículo
220 del Código Federal de Procedimientos Civiles señalan que las resoluciones
judiciales son decretos, autos o sentencias y los primeros se refieren a simples
determinaciones de trámite.
V. BIBLIOGRAFIA: Acosta Romero, Miguel, Teoría general del derecho
administrativa; 4a. edición México, Porrúa, 1981; Garza, Sergio Francisco de la,
Derecho financiero mexicano; 11a. edición, México, Porrúa, 1982; Gómez Acero
Ricardo, “El ejercicio de la función legislativa por el gobierno; leyes delegadas y
decretos-leyes”, Revista de Estudios Políticos, Madrid, año XI, núm. 60, 1951: Serra
Rojas, Andrés, Derecho administrativo, 10a. edición, México, Porrúa, 1981, 2
volúmenes; Toro Calero, Luis del, “La iniciativa y formación de las leyes”, Derecho
legislativo mexicano, México, Cámara de Diputados, 1973, Tena Ramírez, Felipe,
Derecho constitucional mexicano, 13a. edición, México, Porrúa, 1975.
como tal en México, respecto del nombre de Apatzingán, porque éste fue el lugar en
donde, en su huida el grupo insurgente se había reunido en funciones de constituyente, lo
expidió.
Se trata de un documento sobre el que se ha polemizado en forma muy amplia,
con ataques furibundos y loas más allá de lo conveniente. El resultado de la polémica es
que, hoy por hoy, se conoce mejor este documento que cualquiera otra constitución
vigente en México, incluyendo la de 1857, la de 1917 y, desde luego, la federalista de
1824. Como prototipo de los detractores, se podría citar a Lorenzo de Zavala, quién
afirmaba que se trataba de una obra de abogados y clérigos sin experiencia, sin
conocimientos prácticos de gobierno y al propio Herrera y Lasso, quién se refiere a él
como un estatuto inoperante. Sus defensores han sido, desde Fray Servando, que supo ver
en este documento genuino mensaje de la insurgencia hasta los escritores
contemporáneos, intérpretes del sentir oficial como Octavio A. Hernández o Jorge Sayeg
Helú. Quizá todavía, deberíamos hablar de una tercera corriente, más ecléctica o
equilibrada en sus análisis, representada modernamente por uno de los autores que mejor
conocen este periodo, Ernesto de la Torre Villar.
Es, pues, un documento solemne, expedido por los insurgentes con el propósito de
que sirviera a México como constitución, a fin de consolidar la independencia definitiva
de España y organizar adecuadamente al país. Como bien sabemos, las circunstancias les
fueron adversas y este grupo de héroes nacionales sucumbió y no será hasta 1821, con
otros protagonistas, cuando se consume dicha independencia y hasta 1824, cuando se
establezca la primera Constitución expedida por un constituyente enteramente mexicano
y más proporcionalmente representado.
II. La importancia enorme que tiene la llamada Constitución de Apatzingán se
cifra, más que nada, o más que en su vigencia real, en el mensaje genuino de la
insurgencia mexicana, hecho éste que permite compararlo provechosamente - como ha
apuntado Manuel Calvillo -, con otros grandes documentos de los movimientos
insurgentes de centro y sur América y que permite valorarlo en sí mismo, sin llegar a las
actitudes extremas de la loa inmerecida, o la condena por incomprensión
Consta esta Constitución o Decreto Constitucional de Apatzingán de 242
artículos, distribuidos en dos grandes apartados o títulos: el primero llamado Principios o
Elementos constitucionales que abarca seis capítulos con 41 artículos en total y el
segundo gran título o apartado llamado Forma de Gobierno que abarca 22 capítulos y el
resto del articulado.
En la primera parte o apartado se habla de la religión artículo 1); de la soberanía
artículos 2-12); de los ciudadanos artículos 13-17); de la ley artículos 18-23); de la
igualdad, seguridad, propiedad y libertad de los ciudadanos artículos 24-40) y de las
obligaciones de los ciudadanos artículo 41)
El segundo apartado sobre la forma de gobierno, incluye los capítulos relativos a
las provincias que comprende la América mexicana artículos 42-43 ); de las supremas
autoridades artículos 44-47); del supremo congreso artículos 48-59); de la elección de
diputados artículos 61-101); de las atribuciones del Supremo Congreso artículos 102-
122); de la sanción de las leyes artículos 123-131); del Supremo Gobierno artículos 132-
174); de las intendencias de Hacienda artículos 175-180); del Supremo Tribunal de
Justicia artículos 181-204); de los juzgadores inferiores artículos 205- 210); de las leyes
que se han de observar en la administración de justicia artículo 211); del tribunal de
194
pudiera ser grave el sistema del gobierno representativo y popular establecido por la
Constitución, puesto que reúne, aunque transitoria e incompletamente las facultades de
dos poderes en un solo individuo, lo cual, independientemente de crear una situación
jurídica irregular dentro del Estado Mexicano, en el que la división en el ejercicio del
poder es una de sus normas fundamentales, en el terreno de la realidad va sumando
facultades al Ejecutivo con el inminente peligro de convertir en dictadura personal
nuestro sistema republicano, democrático y federal. Cree el Ejecutivo de mi cargo que
solamente en los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública o cualquier otro
que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, mencionados en el artículo 29
Constitucional, se justifica debidamente la concesión de facultades extraordinarias. . .”.
La trascendencia de esta reforma encaminada a evitar la proliferación del decreto-ley y a
reducir las posibilidades de que el Ejecutivo legisle, a los casos de grave peligro previstos
por el artículo 29 constitucional. evidencia la honradez y la convicción democrática y
republicana de Lázaro Cárdenas, quién como dijera el Senador Guerrero en la sesión
extraordinaria de la Cámara de Senadores celebrada el 14 de diciembre de 1937, “desde
la cumbre del poder y gozando del cariño de los mexicanos rechaza los títulos de jefe
máximo y de hombre fuerte de México, encubridores de tiranías, para trocarlos por el
más honroso, el más sencillo de ciudadano al servicio honrado de su país”.
El 9 de noviembre de 1950, el presidente Ruiz Cortines envió al Congreso una
iniciativa para reformar el artículo 131 constitucional y por consecuencia, también el 49,
cuyos textos se reformaron y siguen vigentes en los términos siguientes: artículo 49 “El
Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y
Judicial. No podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o
corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades
extraordinarias, al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En
ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgarán
facultades extraordinarias para legislar”: artículo 131. . “ El Ejecutivo podrá ser
facultado por el Congreso de la Unión para aumentar, disminuir o suprimir las cuotas de
las tarifas de exportación, expedidas por el propio Congreso y para crear otras; así como
para restringir y para prohibir las importaciones, las exportaciones y el tránsito de
productos, artículos y efectos, cuando lo estime urgente, a fin de regular el comercio
exterior, la economía del país, la estabilidad de la producción nacional, o de realizar
cualquier otro propósito, en beneficio del país. El propio Ejecutivo, al enviar al Congreso
el Presupuesto Fiscal de cada año, someterá a su aprobación el uso que hubiese hecho de
la facultad concedida”. (Diario Oficial 28-III-51).
III. Explicación del concepto. El decreto-ley como hemos visto puede producirse
en el Estado de facto y en el Estado de derecho; a raíz de un golpe de Estado quién
detenta el Poder Ejecutivo dicta decretos-ley en clara usurpación de la función legislativa;
a raíz de una revolución, es frecuente que quien la acaudilla asuma la función legislativa
y dicte decretos-ley. El Estado de hecho, requiere pues el decreto-ley para su
organización provisional, con miras a convertirse, por lo menos formalmente en Estado
de derecho, en el cual el decreto-ley es un procedimiento excepcional de legislación
delegada atribuido al Ejecutivo para determinadas situaciones. “Presionados por la
necesidad, las cámaras todoporderosas abandonan provisionalmente en manos del
gobierno una parte de su poder legislativo: mediante una ‘ley de plenos poderes’ le
autorizan durante cierto periodo y en un ámbito limitado, a hacer reglamentos con fuerza
197
de ley, es decir que pueden modificar las leyes en vigor, tales ‘decretos-ley’ se someterán
luego a la ratificación del parlamento en un determinado plazo de tiempo. Así se llega a
una confusión de poderes parcial y temporal que deforma el régimen parlamentario en
otro sentido, es decir, dando al Ejecutivo una preponderancia de hecho, pero sin
asegurarle la duración” (Duverger página 200).
La Constitución española de 1978 hace pleno y expreso reconocimiento de la
figura del decreto-ley en sus artículos 85 y 86 el último de los cuales literalmente ordena:
“1. En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar disposiciones
legislativas provisionales que tomarán forma de Decretos-ley y que no podrán afectar al
ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y libertades
de los ciudadanos regulados en el Título I, al régimen de las Comunidades Anónimas ni
al Derecho electoral general. 2. Los Decretos-ley deberán ser inmediatamente sometidos
a debate y votación de la totalidad al Congreso de los Diputados, convocado al efecto
sino estuviese reunido, en el plazo de los treinta días siguientes a su promulgación. El
Congreso habrá de pronunciarse expresamente dentro de dicho plazo sobre su
convalidación o derogación, para lo cual el Reglamento establecerá un procedimiento
especial y sumario. 3. Durante el plazo establecido en el apartado anterior, las Cortes
podrán transitarlos como proyectos de ley por el procedimiento de urgencia”.
En Italia consideran el decreto-ley comprensivo de todas las disposiciones
normativas expedidas por el Poder Ejecutivo cuya eficacia es idéntica a la de la ley
formal; el artículo 76 de la Constitución italiana, permite la delegación legislativa en
favor del Ejecutivo, bajo la base de una precisa “determinación de los principios y
criterios directivos y sólo para tiempo limitado y para objetos definidos”. La delegación
de la función legislativa en favor del Ejecutivo conforme al artículo 76 de la Constitución
italiana tiene “. . . Los siguientes límites que conciernen, respectivamente: 1) a la
materia delgada, que, por lo regular, debe ser sustancialmente legislativa (admitiéndose la
delegación de leyes-medidas sólo en situaciones particulares de interés general,
susceptibles de valoración puramente política que implican un juicio que, por razones
especialmente técnicas, no puede formularse directamente por el parlamento); 2) al
destinatario de la delegación, que debe ser el Gobierno (entendido, sobre la base de los
artículos 92 a 96 de la Constitución, como conjunto de ministros, reunidos en Consejo de
ministros, y, en consecuencia, no alguno de ellos considerarlo aisladamente u otros
órganos o mentes); 3) a la forma de la ley delgada, que (según el artículo 87, V, de la
Constitución) debe ser la propia del decreto presidencial (asemejándose el valor de la
intervención del jefe del Estado al implicado por la promulgación de las leyes, y
exigiendo, además, el complejo procedimiento que caracteriza los decretos en cuestión:
deliberación del Consejo de ministro publicación análoga a la de las leyes, etcétera.); 4)
al contenido de la ley de delegación, que debe contemplar ‘objetos definidos’
(excluyendo, por esto, cualquier ‘delegación de plenos poderes’, excepto en el caso ya
acordado de la ‘liberación del estado de guerra, confiriendo al Gobierno poderes
necesarios, según el artículo 78 de la Constitución: número 144), y, además, debe
determinar ‘los principios y criterios directivos’ que el Gobierno está obligado a seguir en
la elaboración de las mismas normas; 5) al mismo tiempo que durará la delegación, que
debe ser, necesariamente, limitado’. Mediante las cinco clase de límites indicadas la
Constitución ha acogido tal instituto, eliminando las dudas sobre su constitucionalidad,
que frecuentemente se presentaron estando vigente el ordenamiento estatuario, pero, al
198
Ejecutivo y Judicial, sin que puedan reunirse dos o más de éstos en una sola corporación
o persona, excepto el caso de facultades extraordinarias concedidas al Ejecutivo en los
términos que establece la presente Constitución”.
Sonora: artículo 27, “No podrán reunirse dos o más Poderes en una sola persona
o corporación, ni depositarse el Legislativo en un solo individuo, excepto en el caso
previsto en la fracción XXXIII del artículo 64 de esta Constitución”.
Tabasco: artículo 11. “El Poder Público, se divide, para su ejercicios, en
Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más poderes en un solo
individuo o corporación, ni depositarse el Legislativo en una sola persona, salvo lo
previsto en la fracción XVIII del artículo 36 de esta Constitución”.
Veracruz: artículo 37, “No pueden reunirse dos o más de esos poderes en una sola
persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo. La observancia de
este precepto podrá suspenderse en los casos de la fracción XXII del artículo 68”.
Zacatecas: a 25. “El Supremo Poder del Estado se divide, para su ejercicio en:
Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán reunirse dos o más poderes en una sola
persona o corporación salvo el caso de facultades extraordinarias concedidas al Ejecutivo,
en los términos que establece esta Constitución”.
Según hemos visto en los textos constitucionales transcritos, en México está
prevista la existencia y vigencia del decreto-ley, aun cuando no se le designe literalmente
con esa denominación, pero coincidente en términos generales con lo que la doctrina
considera como tal, no obstante que no se exija el requisito de la ratificación o
convalidación congregasional o parlamentaria que establecen las condiciones de otros
países.
IV. BIBLIOGRAFIA: Biscaretti de Ruffia, Paolo, Derecho constitucional;
trad. de Pablo Lucas Verdú, Madrid, Tecnos, 1973; Burgoa, Ignacio, Derecho
constitucional; 3a. edición, México, Porrúa, 1979; Cotarelo, Ramón G. y Linde
Paniagua, Enrique, Indice analítico de la Constitución española de 1978, Madrid,
Editora Nacional, 1979; Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus
constituciones, México, Cámara de Diputados, XLVI Legislatura del Congreso de la
Unión, 1967, tomo V; Duverger, Maurice, Instituciones políticas y derecho
constitucional, Barcelona, Ariel, 1962; Gascón Hernández, Juan, “Decreto-ley, Nueva
enciclopedia jurídica, Barcelona, Seix, 1954, tomo VI; Hauriou, André, Derecho
constitucional e instituciones políticas, Barcelona, Ariel, 1971; Tena Ramírez, Felipe,
Leyes fundamentales de México, 1803-1979; 10a. edición, México, Porrúa, 1981;
Usinger, Owen, “Decreto”, Enciclopedia Jurídica Omeba, Buenos Aires, Editorial
Bibliográfica Argentina, 1968, tomo V.
DECRETOS DE LAS CORTES DE CADIZ. I. Son una de las formas con que se
encabezaban las diversas disposiciones, de carácter general, que fueron emitiendo las
Cortes Generales y Extraordinarias durante sus tres años constante actividad, del 24 de
septiembre de 1810 al 24 de septiembre de 1813, reunidas en la parte sur de España,
Cádiz, de donde les viene el nombre de Cortes de Cádiz. Las otras dos formas frecuentes
son la ley y la orden. El decreto y la ley viene a significar una misma cosa, sobre todo, en
boca de tratadistas y compiladores, quienes a una misma disposición le dan
200
Claro está, no todos los decretos de las Cortes de Cádiz fueron favorables para las
clases populares de las Américas, como ellos decían, ya que algunas medidas
abiertamente les dejan de reconocer verdaderos derechos políticos, vejámenes que con la
Independencia quedaron subsanados, dejando vigentes nada más la parte de organización
y administración liberal que contenían, de instrumentación de la idea del nuevo Estado
moderno de derecho o constitucional.
Por su parte el tratadista Gabino Fraga hace notar que la distinción entre decreto y
ley entre nosotros “se ha echado en olvido en la práctica, en la que no se sigue ningún
criterio”.
VII. En el ámbito procesal se entiende genéricamente por decretos judiciales toda
clase de determinaciones y resoluciones de los jueces y de los tribunales, cualquiera que
sea su contenido, dictadas en los asuntos de su conocimiento y así se dice, por ejemplo,
que el juez de Distrito decretó la suspensión del acto reclamado en un juicio de amparo
o que el juez de lo familiar decretó el divorcio solicitado por los cónyuges en un proceso
de su competencia, etc.
VIII. En un sentido concreto de los decretos constituyentes una especie particular
dentro del conjunto de las resoluciones judiciales que nuestros códigos de
procedimientos, de acuerdo con el criterio tradicional, subdividen en decretos, autos y
sentencias.
Jaime Guasp en sus comentarios al artículo 369 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
española expresa que una definición descriptiva de resoluciones judiciales las distingue
en actos de impulso, actos resolutivos, que son los que tienen a solucionar las cuestiones
planteadas en el litigio pero que no constituyen el fondo del mismo, y actos de decisión.
En lo sustantivo se atiende al grado de influencia que cada una de esas especies de los
actos tiene o tiende a ejercer en el proceso y no puramente a una cuestión de forma, de tal
modo que según ese grado de influencia dichas resoluciones resultan más o menos
complejas. Unas, como se ha dicho, tienen por efecto impulsar el desarrollo del proceso,
otras obran sobre la dirección del mismo dirimiendo cuestiones surgidas durante su
desenvolvimiento y las últimas realizan la decisión sobre el fondo del litigio. Este
comentario es aplicable a la interpretación del artículo 79 del Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal, habida cuenta de que las resoluciones que en el
ordenamiento español se llaman providencias, en el nuestro llevan el nombre de
decretos.
En el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal italiano se
consagra la clasificación de las resoluciones en decretos, ordenanzas y sentencias y para
caracterizarlas respectivamente. Ugo Rocco encuentra que la función de la sentencia
consiste en declarar la certeza de una resolución jurídica, sustancial o procesal que era
incierta; y que está frente a una ordenanza o a un decreto, siempre que, según los casos,
no se presente una falta de certeza en la aplicación de la norma jurídica. La ordenanza es
un acto de voluntad del juez, emitido en virtud de sus poderes de dirección del proceso
de manera que resulta menos necesario el ejercicio de una actividad teórica del juez que
aun cuando es necesaria para el ejercicio de toda actividad práctica (acto de voluntad) no
es absolutamente necesaria para el ejercicio de ella, de aquí que el Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal italiano disponga que la sentencia debe
ser motivada artículo 132) al paso que la ordenanza debe ser sucintamente motivada
artículo 134). Por cuanto a los decretos el artículo 135 del mismo código dispone que el
decreto se pronuncie de oficio o mediante instancia, aun verbal, de la parte y no requiere
motivación a menos que la ley provenga expresamente.
Añade Rocco que apuntados los caracteres de la sentencia y de la ordenanza y sus
diferencias sustanciales, puede por eliminación definirse el decreto como un acto emitido
por el poder jurisdiccional que no sea ni una sentencia ni una ordenanza.
204
Con referencia a nuestro derecho procesal positivo, los tratadistas Rafael de Pina y
José Castillo Larrañaga al referirse a los decretos, que el artículo 79, fracción I del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal define como simples
determinaciones de trámite estiman, en forma análoga a la opinión de Rocco antes
señalada, que éstos son todas las resoluciones judiciales no comprendidas en las restantes
fracciones del mismo artículo y que, en consecuencia muchas resoluciones que conforme
al Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal de 1884, quedaban
clasificadas como autos, en el actual código procesal deben reputarse como decretos, ya
que éstos no comprenden solamente las resoluciones de escasa importancia en el proceso,
a las que las leyes anteriores llamaban decretos, tales como que mandan unir a los autos
algún documento o hacer saber un cómputo o informe, sino que el código clasifica como
decretos, resoluciones tan importantes como las que dan entrada a la demanda en el juicio
ordinario.
Por lo que hace la forma, el único requisito que los decretos deben llenar, si se
atiende a lo dispuesto en el artículo 80 del propio Código de Procedimientos Civiles para
el Distrito Federal, es el de ir suscritos con firma entera del magistrado, juez o secretario,
según el caso, como todas las demás resoluciones judiciales.
No es mucho más minucioso en esta materia el Código Federal de Procedimientos
Civiles cuyo artículo 221 se limita a ordenar que los decretos deberán dictarse “al dar
cuenta el secretario con la promoción respectiva”.
ver RESOLUCIONES JUDICIALES.
IX. BIBLIOGRAFIA. Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus
constituciones; 2a. edición México, Librería Manuel Porrúa, 1979, tomo VI; Ciprioti,
Pío, Leyes y Tribunales en el Vaticano; traducido Claudio Matos Rosi, Barcelona, Luis
Miracle Editor, 1949; Cuenca, Humberto, Proceso civil romano, Buenos Aires EJEA,
1957; Fraga Gabino, Derecho administrativo; 14a. edición, México, Porrúa, 1977;
Gaius, Institutes, Texte établi et traduit par Julien Reinach, París, Les Belles Lettres,
1950; Guasp, Jaime Comentarios de la Ley de Enjuiciamiento Civil, 2a. edición Madrid,
Aguilar, 1948, tomo I; Pallares, Eduardo. Tratado de los interdictos, México, Editorial
Santiago, 1945; Pina Rafael de y Castillo Larrañaga, José, Institución de derecho
procesal civil; 13a. edición, México, Porrúa, 1979; Rocco, Ugo, Tratado de derecho
procesal civil; traducción de Santiago Sentíes Melendo y Mariano Ayerra Rodín, Bogotá,
Temis, 1970, tomo II.
Ignacio Medina Lima.
Las deducciones en las sociedades mercantiles son parte medular para determinar
el llamado resultado fiscal (base gravable) y la utilidad fiscal (base para el 8% de
participación de los trabajadores en las utilidades).
b) Personas morales con fines no lucrativos: tendrá las mismas deducciones que
las autorizadas para las personas físicas (salvo las generales de salario mínimo, donativos,
etc.
Nota: recuérdese que las personas morales con fines no lucrativos no son sujetos
del impuesto sobre la renta (ISR), sino sus socios o participantes.
c) Personas físicas con residencia en México:
1) Actividades empresariales: tendrán las mismas deducciones que las señaladas
en el capítulo de sociedades mercantiles, aunadas las generales de las personas físicas.
2) Otras actividades: dependiendo de la actividad desarrollada por el
contribuyente podrá o no tener deducciones.
En el caso de las personas físicas se hablaba de dos tipos de deducciones: las
específicas y las generales.
Las específicas se otorgan dependiendo de la actividad, siendo que en unas no se
tiene deducción alguna, como sería el caso de ingresos por salario, en tanto que en otras
la ley es muy generosa, como el caso de las empresariales.
Las deducciones generales son cuatro y se utilizan para todo tipo de actividades
que realice el contribuyente: a) donativos, b) gastos funerarios; c) gastos médicos y
d) salario mínimo de la zona del contribuyente elevado a un año.
d) Residentes en el extranjero:
1) Establecimiento permanente: podrán deducir aquellas erogaciones que
correspondan a las actividades del establecimiento permanente.
2) Residentes en el extranjero sin establecimiento: como regla no tienen
deducciones debido a que paga su Impuesto Sobre la Renta sobre tasa aplicada a ingreso
bruto, salvo los casos de opción como son los de enajenación de inmuebles y partes
sociales en los que el extranjero en lugar de pagar su impuesto sobre ingreso bruto lo
paga sobre ingreso neto una vez demostradas las deducciones.
IV. BIBLIOGRAFIA. Calvo Langarica, César, Estudio contable de los
impuestos; 12a. edición México, PAC, 1982; Johnson Okhuysen, Eduardo, Impuesto
sobre la renta de personas físicas; 2a. edición, México, Colegio Superior de Ciencias
Jurídicas, 1982; Yebra Martul Ortega, Perfecto, La justicia fiscal y el impuesto sobre la
renta, Santiago. Universidad de Santiago de Compostela, 1973.
Motivó de inmediato ese fenómeno una reacción social de socorro y ayuda mutua,
de rescate de heridos y muertos y de retiro de escombros de los derrumbes producidos,
apoyada por las autoridades administrativas de todas jerarquías y aun de importante
ayuda proveniente del exterior.
El fenómeno atrajo también la atención de la Cámara de Diputados del Congreso
de la Unión, sobre la necesidad de legislar la materia de defensa civil.
En tal sentido, el día 3 de octubre de 1985 una comisión interpartidista de dicha
Cámara dio a conocer un documento programático en el que se recogían las demandas de
toda la nación frente al estado de emergencia causado por el repetido sismo, en cuanto a
reforma urbana, vivienda, trabajo, seguridad social, abasto, salud, educación pública,
cultura, justicia, economía y programas de defensa civil con participación de los
ciudadanos, tanto en los aspectos preventivos como en los operativos.
A su vez, el ejecutivo formuló las bases para el establecimiento de lo que, a su
tiempo, habrá de llamarse Sistema Nacional de Protección Civil. Empero, hasta el
presente no se ha llegado a emitir la ley que sobre esa materia se requiere.
X. BIBLIOGRAFIA. The New Caxton Encyclopedia, London The Caxton
Publishing Company Limited, 1969, volumen V; Collier’s Encyclopedia, The Crowell
Collier Publishing Company, 1963, volumen 6; The Encyclopedia Americana, New York,
American Corporation, 1961, volumen VI.
V. El Código Penal del Distrito Federal prevé todavía una situación en que, salvo
prueba en contrario, se presumen concurrir todos los requisitos de la defensa legítima. En
esa situación se halla aquel que cause un daño a quien a través de la violencia, del
escalamiento o por cualquier otro medio, trate de penetrar, sin derecho, a su hogar, al de
su familia, a sus dependencias o a los de cualquier persona que tenga el mismo deber de
defender o al sitio donde se encuentra bienes propios o ajenos respecto de los que tengan
la misma obligación; o bien lo encuentre en alguno de aquellos lugares en circunstancias
tales que revelen la posibilidad de una agresión.
Esta disposición conforma una legítima defensa privilegiada, para la afirmación
de cuyo efecto justificante se prescinde de la concurrencia real de todos los requisitos que
por lo regular exige para ello la ley. El privilegio se funda, sin duda, en la imposibilidad o
dificultad en que el sujeto agredido se halla de percibir la índole, magnitud y riesgo del
ataque. Esto, sin embargo, no priva a esas presunciones de su carácter de presunciones
iuris tantum, como ahora lo deja claramente establecido.
VI. BIBLIOGRAFIA: Jescheck, Hans Heinrich, Tratado de derecho penal,
Barcelona, Ariel, 1981; Jiménez Huerta, Mariano, La antijuridicidad, México, UNAM,
1952; Pavón Vasconcelos, Francisco, Manual de derecho penal mexicano; parte
general; 5a. edición México, Porrúa, 1982; Porte Petit Candaudap, Celestino,
Apuntamientos de la parte general de derecho penal; 4a. edición México, Porrúa, 1978;
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Tratado de derecho penal, Buenos Aires, Ediar, 1981.
Alvaro Bunster.
derecho del menor y de la familia, los derechos de los jóvenes, etc. Aludiremos
brevemente a cada uno de estos organismos y entidades.
1. Las defensorías de oficio. En virtud del carácter federal del Estado mexicano,
existen sistemas de defensoría de oficio tanto de carácter federal como de local (o del
“fuero común”), a los cuales nos referimos por separado.
a) La defensoría de oficio federal. La Ley de Defensoría de Oficio Federal del 14
de enero de 1922 (Diario Oficial 9-II-1922) y el Reglamento de la Defensoría de Oficio
en el Fuero Federal aprobado por la Suprema Corte de Justicia el 18 de octubre de
1922, contiene las normas para la organización y funcionamiento del sistema federal de la
defensoría de oficio. Este sistema depende jerárquicamente de la Suprema Corte de
Justicia , ya que ésta es la encargada de aprobar el reglamento de la defensoría de oficio
federal y de nombrar y remover el jefe y demás miembros del cuerpo de defensores. Los
servicios de la defensoría de oficio federal, que deben ser gratuitos, se refieren sólo a los
asuntos penales federales y se circunscriben a los casos en que el inculpado no tenga
defensor particular. A pesar del escaso número de defensores, cuantitativamente resulta
importante su labor. En el año de 1975 el porcentaje de juicios penales federales en los
que intervinieron defensores de oficio fue de 60%. En el año de 1981 este porcentaje fue
de 76%. En septiembre de 1982, el sueldo promedio de los defensores era de 18,000
pesos.
Conviene aclarar que, además de la defensoría de oficio federal (para los delitos
ordinarias), también existe la defensoría de oficio militar, prevista en los artículos 50 a
56 de CJM de 1933. Este cuerpo de defensores de oficio es el encargado de proporcionar
“la defensa gratuita” a los “acusados por delitos de la competencia del fuero de guerra”,
pero “en favor de los acusados a quienes debe prestar sus servicios, no se limitará a los
tribunales del fuero de guerra, sino se extenderá a los de orden común y federal”, según
indican los artículos 50 y 51 del ordenamiento citado.
b) La defensoría de oficio local. Cada entidad federativa tiene su propia
defensoría de oficio local. Al final de esta voz, hemos colocado una relación de las leyes
y reglamentos sobre defensoría de oficio de los Estados. Cabe observar que, aparte de
estas leyes y reglamentos, también las leyes orgánicas de los tribunales de los Estados
suelen regular las defensorías de oficio locales. Por razones de espacio, nos referimos
sólo a la defensoría de oficio del Distrito Federal.
De acuerdo con el artículo 18 fracción VI, de la Ley Orgánica del Departamento
del Distrito Federal de 1978, es atribución de dicho Departamento: “Vigilar que se preste
asesoría jurídica gratuita en materia civil, penal, administrativa y del trabajo, tendiendo a
favorecer a los habitantes del Distrito Federal”. Las disposiciones específicas sobre la
defensoría de oficio del Distrito Federal se encuentran en el Reglamento de las
Defensorías de Oficio del Fuero Común en el Distrito Federal, expedido por el presidente
de la República el 7 de mayo de 1940, con base en los artículos 21, 24, y 7° transitorio de
la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal del 31 de diciembre de 1928; el
cual estuvo vigente hasta 1941.
En los términos del citado Reglamento la defensoría de oficio del fuero común
debe proporcionar en forma gratuita los servicios tanto de defensa en materia penal, como
de patrocinio en materia civil, a las personas que no puedan cubrir los honorarios de un
abogado particular. Los servicios de la defensoría local, sin embargo, han rebasado las
materias civil y penal, ya que, por una parte, al dividirse la competencia judicial civil en
213
exceda de esa cantidad la pena será de dos a nueve años de prisión artículo 73 párrafo
primero).
Cuando no se pueda determinar la cuantía del impuesto que se defraudó o intentó
defraudar, la pena será de tres meses a nueve años de prisión (el mismo, párrafo
segundo).
No se impondrán las sanciones mencionadas, si quien hubiere cometido el delito
entera espontáneamente el impuesto omitido (el mismo, párrafo tercero). Para determinar
el monto del impuesto omitido se considerará el total del impuesto o impuestos
defraudados o que se intentaron defraudar dentro de un mismo periodo fiscal, aunque se
trate de impuestos diferentes de diversas acciones u omisiones de las previstas en el
artículo 72 del Código Fiscal de la Federación artículo 74)
En el Código Fiscal de la Federación que entró en vigor el 1° de enero de 1983 se
considera que cometer el delito de defraudación fiscal “quien con uso de engaños o
aprovechamiento de errores, omita total o parcialmente el pago de alguna contribución u
obtenga beneficio indebido con perjuicio del fisco federal” artículo 108).
De acuerdo con el artículo 109 de este ordenamiento “Será sancionado con las
mismas penas del delito de defraudación fiscal quien:
I. Consigne en las declaraciones que presente para efectos fiscales, ingresos
menores a los realmente obtenidos o deducciones falsas.
II. Omita enterar a las autoridades fiscales, dentro del plazo que la ley establezca,
las cantidades que por concepto de contribuciones hubiere obtenido o recaudado.
III. Se beneficie sin derecho de un subsidio o estímulo fiscal”.
El delito de defraudación fiscal se sancionará con prisión de tres meses a seis
años, si el monto de lo defraudado no excede de $500,000.00; cuando exceda de esa
cantidad, la pena será de tres a nueve años de prisión artículo 108 párrafo segundo).
Cuando no se pueda determinar la cuantía de lo que se defraudó, la pena será de
tres meses a seis años de prisión (el mismo, párrafo tercero).
No se formulará querella, si quien hubiere cometido el delito de defraudación lo
entera espontáneamente con sus recargos antes de que la autoridad fiscal descubra la
omisión o el perjuicio, o medie requerimiento, orden de visita o cualquier otra gestión
notificada por la misma, tendiente a comprobación del cumplimiento de las obligaciones
fiscales (id., párrafo cuarto).
Para establecer el monto de las contribuciones omitidas se tomará en cuenta las
defraudadas en un mismo ejercicio fiscal aun cuando se trate de contribuciones diversas y
de acciones u omisiones diferentes (el mismo, párrafo quinto).
V. BIBLIOGRAFIA. Calvo Langarica, César, Anatomía del Código Fiscal de
la Federación, México, PAC, 1982; Giuliani Fonrouge, Carlos M., Derecho financiero;
3a. edición, Buenos Aires, Depalma, 1977, t. II; Hernández Esparza, Abdón, El delito de
defraudación fiscal, México, Botas, 1962; Lerdo de Tejada, Francisco, Código Fiscal de
la Federación comentado y anotado; 3a. edición, México, IEESA,. 1980; Rivera Silva
Manuel, El procedimiento penal; 10a. edición, México, Porrúa, 1979.
DEHESAS I. (Del latín Defesa, ae: porción de tierra acotada, prohibida, destinada
generalmente a pastos).
II. Prácticamente estamos ante una figura histórica ya que la doctrina sobre el
derecho agrario suele ubicarla entre los diferentes tipos de propiedad colectiva, junto al
ejido, al fundo legal y a las tierras del común. Es posible que el legislador indiano haya
equiparado, para efectos operativos, la figura de la dehesa con la del ejido. Es decir,
posiblemente le atribuyó ese carácter de propiedad colectiva, señalado por los autores de
derecho agrario, refiriéndose nada más una institución de otra en cuanto a los fines de
ambos tipos de tierras; el ejido tenía como finalidad inmediata la recreación, el
esparcimiento, motivo por el cual solía fijarse en las proximidades del fundo legal o zona
urbana; mientras que dehesa estaba un poco más alejada del pueblo y se destinaba para
pastos. Con todo, cabe señalar que su origen o derivación latina hace más bien referencia
a una porción de tierra acotada y prohibida, lo que podría llevarnos a pensar en que
originariamente pudo tratarse de un tipo de propiedad particular, no colectiva, de ahí que
las leyes de Partidas, como observa Escriche, hablen de la dehesa, precisamente con esta
significación de tierra acotada y prohibida, notas que no encajan bien en un tipo de
propiedad colectiva.
III. Como quiera que sea, la ampliación del alcance del ejido, su práctica
equiparación con la figura de la dehesa, hizo que una y otra institución limaran
diferencias y vinieran casi a confundirse. Así, el ejido mismo, de su significado original
de lugar para recreación se transformó en tierra común para aprovechamientos agrícolas y
ganaderos, como nos recuerda Martha Chávez Padrón, confundiéndose con la dehesa, que
físicamente solía lindar con aquél.
IV. BIBLIOGRAFIA. Chávez Padrón, Martha, El derecho agrario en México;
5a. edición, México, Porrúa, 1980; Lemus García, Raúl, Panorama vigente de la
legislación agraria mexicana, México, Limusa, 1972; Mendieta y Núñez, Lucio, El
problema agrario en México y la Ley Federal de Reforma Agraria; 16a. edición,
México, Porrúa, 1979; Ruiz Massieu, Mario, “Derecho agrario”, Introducción al
derecho mexicano, México, UNAM, 1981, tomo II.
para poder subsistir con sus propios recursos. El 13 de abril de 1917 la Ley de
Organización del Distrito y Territorios Federales, dispuso que el gobierno del Distrito
Federal, estuviere a cargo de un gobernador que se subordinara al presidente de la
República, quien lo nombraría. Al mismo tiempo se dividió dicho gobierno en
municipios, cuya autoridad de naturaleza inminentemente política, era el presidente
municipal. El ejercicio de los poderes que les incumbían secretos y bandos dentro de su
circunscriptos y bandos dentro de sus circunscripción territorial. No obstante haberse
aprobado esta organización, la división gubernamental en municipios desapareció en la
gestión del presidente Alvaro Obregón, quien envió al congreso una iniciativa de
reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a través de las
cuales se abolía en el Distrito Federal la existencia del régimen municipal, para dar paso a
un gobierno en esta entidad a cargo del presidente de la República, quien debía
desempeñarlo por conducto del órgano u órganos que determine una ley.
Tocó a la Ley Orgánica del Distrito Federal, de 31 de diciembre de 1928,
establecer el cargo de jefe del departamento del Distrito Federal, para ejercer facultades
relacionadas con los asuntos del Distrito Federal. En esta época su extensión territorial se
encontraba fijada, desde el 15 y 17 de diciembre de 1898, cuando al ratificarse los límites
con los estados de Morelos y de México, se modificaron los del Distrito Federal.
En esta secuencia de cambios, la naturaleza política del gobierno del Distrito
Federal que afloró en las primeras formas de organización política, cedió el paso a lo
administrativo propiamente dicho, pues se descartó el proceso electoral como el medio de
elección de sus autoridades. De aquí que la denominación política de las delegaciones,
como meras formas de organización administrativa desconcentradas, impropiamente,
sigue denominándose políticas.
III. Derecho administrativo. De acuerdo con la definición señalada son
características, conforme a la doctrina de estos órganos desconcentrados: participar de la
personalidad jurídica del ejecutivo federal y contar, a la vez, con plena autonomía que les
permita ejercer, dentro de la circunscripción territorial que les ha sido asignada, las
facultades que originalmente correspondían al jefe del departamento del Distrito Federal.
Estas facultades, además de ejercerse frente a los particulares, atienden a las necesidades
de la vida urbana, a la prestación de los servicios públicos y a proporcionar a la población
los medios que permitan garantizar que su vida se desenvuelva en el orden y la paz
públicos.
En los términos de la Ley Orgánica del Departamento del Distrito federal, vigente,
las delegaciones son: Alvaro Obregón, Atzcapozalco, Benito Juárez, Coyoacán,
Cuajimalpa de Morelos, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztacalco, Iztapalapa, La
Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan, Venustiano
Carranza y Xochimilco.
Corresponde a las delegaciones en sus respectivas circunscripciones geográficas
ejercer las atribuciones siguientes: planear, programar, organizar, dirigir y controlar el
funcionamiento del órgano administrativo a su cargo en los términos de los lineamientos
que al efecto se fijen en el instrumento de creación respectivo y en las disposiciones del
jefe del Departamento del Distrito Federal; atender y vigilar la debida prestación de los
servicios públicos; legalizar, en los términos de las leyes y reglamentos aplicables las
firmas de los subalternos del delegado y expedir copias y constancias de documentos
archivados en la delegación; expedir licencias parra ejecutar obras de construcción,
226
Finalmente, la prevención terciaria tiene que ver con la acción directa del Estado
cuando se ha transgredido la ley penal y se ha tenido éxito en el etiquetamiento del
transgresor como delincuente, y por reacción social formal se ha decidido la
readaptación, cura, resocialización o repersonalización del referido transgresor de la ley
penal.
V. BIBLIOGRAFIA. Miralles, Teresa, Métodos y técnicas de criminología,
México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 1982; Pfuhl, Erdwin, The Deviance
Process, New York, D. Van Nostrand, 1980; Rodríguez Manzanera, Luis, Criminología,
México, Porrúa, 1979; Wilson, James Q., Thinking about Crime, New York, Vintage
Books, 1977; Wolfgang, Marvin E., The Sociology of Crime and Delinquency; 2a.
edición, New York Penguin Books, 1970; Worsley, Peter, Modern Sociology; 2a.
edición, New York, Penguin Books, 1979.
proviene de un juicio valorativo basado, ora en la naturaleza y entidad del bien jurídico
protegido, ora en el carácter irreparable de la lesión inferida a él, ora en las características
especialmente odiosas de la forma de conducta incriminada, y, las más veces, en la
concurrencia de más de uno de los factores señalados o de todos ellos.
III. De la definición formal ofrecida surgen tanto el núcleo de la infracción como
sus caracteres:
a) El mero pensamiento no es susceptible de castigo (cogitationis poenam nemo
patitur). Para que haya delito es pues, necesario, en primer término, que la voluntad
humana se manifieste externamente en una acción o en la omisión de una acción. Es
frecuente abrazar la acción y la omisión bajo el común concepto de conducta, base y
centro del delito, sin la cual éste es inconcebible. Aunque esa conducta no puede, en si
misma, ser escindida, aparece en cuanto conducta delictiva, es decir, en cuanto delito,
dotada de ciertos caracteres que, para los efectos del análisis, se estudian por separado.
Estos caracteres son la tipicidad, la ilicitud o antijuridicidad y la culpabilidad. Antes de
hacer referencia a cada uno de ellos, empero importa tener presente que falta la conducta
en la hipótesis de fuerza irresistible y en aquellas en que el acto no es voluntario o se ha
ejecutado en estado de supresión de la conciencia por diversas causas.
b) La acción u omisión deben ser típicas, ello es, conformarse a una descripción
de la conducta delictiva, hecha previamente por la ley (tipicidad). Esta descripción es el
tipo, medio de que el derecho se vale, en la parte especial de los códigos penales o en
leyes penales independientes, para individualizar las conductas punibles. Los tipos son
predominantemente descriptivos, y comprenden en sus descripciones contenidos tanto
objetivos como subjetivos.
La tipicidad de la acción u omisión no se da cuando en el hecho acaecido falta
alguno de los elementos objetivos del tipo o todos ellos, cuando por error de tipo
desaparece el dolo sin dejar un remanente culposo y cuando está ausente alguno de los
demás elementos subjetivos requeridos por el tipo, en su caso.
c) Las acciones u omisiones típicas deben, en seguida, para constituir delito, ser
antijurídicas, esto es, hallarse en contradicción con el derecho. Tal ocurre cuando no
existen en el ordenamiento jurídico, tomando en conjunto, preceptos que autoricen o
permitan la conducta de que se trata, autorizaciones o permisos que reciben el nombre de
causas de justificación. Entre éstas cuéntase la defensa legítima, el estado de necesidad
justificante, el cumplimiento de un deber, y el ejercicio legítimo del derecho.
d) Las acciones y omisiones típicas y antijurídicas deben, finalmente, para
constituir delito, ser culpable, es decir, deben poder reprocharse personalmente quien las
ha efectuado. Para que ese reproche tenga lugar debe el sujeto a quien se dirige ser
imputable, haberse hallado en la posibilidad de comprender el carácter ilícito de su acto y
haber obrado en circunstancias que hayan hecho exigible una conducta conforme a
derecho.
La culpabilidad se excluye, por tanto, por inimputabilidad del sujeto o por haber
obrado éste en virtud de error de prohibición o en condiciones de no poder exigírsele otra
conducta adecuada a derecho.
De lo dicho aparece, pues, que la culpabilidad presupone la antijuridicidad del
hecho y que ésta, a su vez, implica la tipicidad del mismo. Tipicidad, antijuridicidad y
culpabilidad son, así, caracteres ineludibles de todo delito.
231
IV. El delito doloso puede ser tentado o consumado. Legalmente se dice que hay
tentativa en el comienzo de ejecución de un delito que no llega, sin embargo, a
consumarse por causas ajenas a la voluntad del agente. El delito se entiende formalmente
consumado en el momento en que concurren todos los elementos que integran su
descripción legal.
Salvo el caso en que el tipo o figura de delito implique la necesaria concurrencia
de más de un agente, como, por ejemplo, en el delito de adulterio, el delito doloso puede
cometerse por una persona, o, en general, por varias personas eventualmente. En este
concurso no necesario sino eventual de varios sujetos, alguno o algunos de ellos pueden
tener intervención directiva o ejecutoria y otros las de instigación o auxilio.
Aparte la concurrencia o concurso de varias personas en un delito puede darse el
concurso de varios delitos cometidos por un mismo sujeto. Este concurso puede ser real o
material, o bien, concurso ideal. El primero, que el Código Penal del Distrito Federal
llama acumulación, se produce cuando se juzga al sujeto por varias acciones delictivas
independientes, y el segundo, cuando un solo acto viola simultáneamente varias
disposiciones penales.
V. Los delitos se agrupan en la parte especial de los códigos penales de acuerdo
al bien jurídico que ofenden, esto es, al correspondiente interés de la vida colectiva
protegido por la ley penal. El libro II del Código Penal del Distrito Federal procede de ese
modo, pero aunque los bienes jurídicos de naturaleza social quedan allí antepuestos a los
de alcance individual, ello no significa ninguna jerarquía preordenada de valores ni
expresa en forma necesaria una política criminal determinada. Ese orden comprende los
delitos contra la seguridad de la nación (título 1°), el derecho internacional (título 2°), la
humanidad (título 3°), la seguridad pública (título 4°), las vías de comunicación y
correspondencia (título 5°), la autoridad (título 6°), la salud (título 7°), la moral pública y
las buenas costumbres (título 8°), los delitos de revelación de secretos (título 9°), los de
funcionarios públicos (título 10°), los delitos contra la administración de justicia (título
11°), los cometidos en el ámbito de la responsabilidad profesional (título 12°), los delitos
de falsedad (título 13°), los delitos contra la economía pública (título 14°), los delitos
sexuales (título 15°), los delitos contra el estado civil (16°), los delitos en materia de
inhumaciones y exhumaciones (título 17°), los delitos contra la paz y seguridad de las
personas (título 18°), los delitos contra la vida y la integridad corporal (título 19°), los
delitos contra el honor (título 20°), los que importan privación ilegal de la libertad y de
otras garantías (título 21°), los delitos contra el patrimonio (título 22), y el delito de
encubrimiento (título 23°).
VI. Tras esta calificación de las infracciones de acuerdo al bien jurídico contra el
cual se dirigen, mencionaremos las más importantes clasificaciones de los tipos, hechas
de acuerdo a diferentes puntos de vista.
Aparte la distinción entre delitos de acción y de omisión y entre tipos dolosos y
tipos culposos, cabe diferenciar los delitos de daño o lesión de los delitos de peligro,
según que el hecho delictuoso importe, en seguida, una efectiva lesión del bien jurídico
(homicidio, lesiones, violación, etcétera) o su mera exposición a peligro (asociaciones
delictuosas, armas prohibidas, y otros). Esta clasificación no debe confundirse con la que
distingue, luego, entre delitos de resultado, en que el tipo respectivo lo requiere para
conformar el hecho delictuoso, y delitos de mera conducta (mal llamados formales), en
que ese resultado no es necesario en la configuración del tipo.
232
Finalmente, el Código Penal del Distrito Federal vigente (1931) regula esta
materia en el libro segundo, título decimocuarto: “delitos contra la economía pública”,
capítulo primero: “delitos contra el consumo y la riqueza nacionales”.
III. Doctrina. Consideramos que nuestra legislación vigente concentra a los
delitos contra la industria o el comercio, fundamentalmente y casi exclusivamente en la
competencia desleal; es decir, emplea esta figura como la piedra de toque, la perspectiva
a través de la cual reglamenta los distintos supuestos de un lícito penal, civil o
administrativo. Bajo tal fisonomía se engloba al monopolio, a los derechos de propiedad
industrial, al boicot.
Así pues, al existir la libertad de concurrencia se hace factible la posibilidad de
abusar de ella y por ende dañar a un competidor determinado al comercio, industria,
empresa en general o al conglomerado de consumidores. Actos tendentes a desvirtuar la
filosofía misma de la competencia.
1. Como marco de referencia establezcamos dos conceptos aproximativos sobre
competencia ilícita y competencia desleal.
A. Entiéndase por competencia ilícita (competencia desleal criminosa o
competencia prohibida): todo preceder abusivo (deshonesto) en el ejercicio del comercio,
industrial o empresarial, manteniendo la rivalidad profesional, a través de medios
reprobables y con transgresión a expresas normas prohibitivas contenidas en leyes,
reglamentos (penales, comerciales) o contratos.
B. Y por competencia desleal: toda práctica alevosa de quien pretende desviar en
su favor, la clientela ajena, particularmente de algún establecimiento mercantil, industrial
o empresarial, sirviéndose para tal fin de equívocos, coincidencias causales de nombre,
falsos indicios o cualquier medio de propaganda o publicidad engañosas.
Téngase por elementos constitutivos en lo que atañe a uno u otro o entrambos de
dichos conceptos:
a) una norma que prohibe y sanciona a la conducta incorrecta o un uso que tutela
libertad comercial. . . ;
b) una obligación de no hacer;
c) una rivalidad (conducta competitiva) practicada por quienes compiten
(comerciantes. . .);
d) un comportamiento tal de los rivales (industriales. . .) que vulnera principios
normas o usos que permiten dedicarse libremente al trabajo, industria, comercio o
empresa ilícitos:
e) un propósito del infractor para obtener una ventaja por los actos practicados.
Ventaja indebida, a la que no se tiene derecho y la cual no necesariamente habrá de ser
económica;
f) un perjuicio que resulta al contender en esas condiciones, y
g) un bien jurídicamente protegido (la libertad de comercio, de competencia. . .; o
mejor igualdad de todos en el ejercicio de actividades económicas. . ., los consumidores,
la clientela).
2. Determinación del bien jurídico. Diversas son las teorías que han intentado
precisarlo. Englóbanse en dos grandes grupos: el primero de ellos comprende las tesis
que lo identifican con un derecho de naturaleza patrimonial y el otro que lo cifra en un
derecho de la personalidad.
238
Por otra parte, adviértase que confrontación desleal y propiedad industrial deben
distinguirse. Lo que acontece es que, en el fondo, violar el derecho de propiedad
industrial es uno de tantos supuestos de realizar competencia desleal.
4. Antijuridicidad. La acción típica en la competencia desleal debe encaminarse a
conseguir una ventaja, la mayoría de las ocasiones económica, pues es lo buscado en la
rivalidad mercantil.
5. Culpabilidad. Se requiere la forma dolosa; el dolo específico de provocar un
daño al competidor.
6. Tentativa. Esta clase de conductas al tipificarse como delitos admiten la
tentativa, ya que el proceso prescribe que se trate de “todo acto o procedimiento que evite
o dificulte o se proponga evitar o dificultar”. . .(artículo 253 fracción I, b) Código Penal
del Distrito Federal).
Por otro lado estas actuaciones forman parte de los delitos de peligro (a. 253,
fracción I, b) Código Penal del Distrito Federal).
7. Fuentes. La competencia desleal puede originarse: A) de la legislación (leyes
inequitativas); B) de la función administrativa (aplicación desviada, abusiva o excesiva
de la normatividad), y C) de la actividad de los particulares (práctica privada indebida).
La elaboración de la teoría de la competencia desleal ha seguido tres caminos: A)
un texto legal que enuncia los casos de competencia desleal; B) la violación de un deber
moral en ausencia de un precepto jurídico, y C) los usos que han hecho posible la
formulación de un concepto; por ejemplo la Convención de París, al definir a aquella
expresa que se entiende por tal “todo acto de competencia contraria a los usos honestos
en materia industrial y comercial” (a. 10 bis, párrafo 2°).
IV. Legislación. Queremos anotar la existencia de un nuevo derecho de normas
de carácter de derecho común que en forma poco efectiva protegen la libre competencia a
través de la responsabilidad aquiliana o extracontractual (artículos 1910 en relación con
el 1830, Código Civil para el Distrito Federal.)
Nuestro sistema jurídico cuenta con normas genéricas y preceptos específicos
contra la libertad comercial, de competencia. . .. en ocasiones considerándolos como
delitos, a veces como infracciones administrativas.
La regulación genérica comprende toda la conducta competitiva dentro del campo
de la actividad comercial.
La reglamentación especial, precisa la tutela contra determinadas conductas en
favor de ciertos bienes o actividades.
Dentro de la normatividad genérica se distinguen normas generales absolutas y
normas generales relativas.
A las primeras pertenecen entre otras: el artículo 10 bis inciso 2) del convenio de
París de obligatoria aplicación a nuestro país.
Las relativas, fijan algunos casos especiales de tal artificio, por ejemplo
desacreditar a un competidor, propiciar la confusión con los productos de un competidor
(artículo 10 bis, inciso 3 de la Convención de París; artículo 210, fracción IX y X de la
Ley de Invenciones y Marcas (LIM), Diario Oficial 10-II-1976).
Con ánimo de señalar más que de clasificar preceptos, enumerados los siguientes:
como delitos contra la industria y el comercio (artículos 253 fracciones. I-III del Código
Penal del Distrito Federal y 228, del Código Penal de Aguascalientes; artículo 224
Código Penal de Campeche; el inciso b) de la fracción I del artículo 253 del Código
240
Penal del Distrito Federal). Como delitos contra la propiedad industrial los artículos 211
y siguientes de la Ley de Invenciones y Marcas.
Por otra parte, el Código de Comercio impide ejercer el comercio a quien por
“sentencia ejecutoria haya sido condenado por delitos contra la propiedad” (artículo 12,
fracción III), podría interpretarse como extensivo a la propiedad industrial, etcétera
El mismo ordenamiento preceptúa que “las convenciones ilícitas no producen
obligación, ni acción, aunque recaigan sobre operaciones de comercio” (artículo 77).
Otros preceptos relativos son: los artículos 68, fracción III, 309, 312, 330 fracción II,
Código de Comercio.
De la Ley de Sociedades Mercantiles Ley General de Sociedades Mercantiles, los
artículos reglamentarios de dicha materia son: 37, 57, 156, 196 y 211.
La Ley General de Instituciones de Seguros prohibe ciertas conductas cuya
transgresión devienen incorrectas y configuran competencia desleal (artículos 3°
fracciones I y III; 23, párrafo penúltimo, 24, penúltimo y últimos párrafos y 139).
Asimismo el proyecto de Código de Comercio 1980, regula a partir del 327, “los
límites de la actividad mercantil y de la empresa desleal”.
En suma, son varias las leyes que de una forma u otra forma se refieren a la
materia, tales como la Ley Orgánica del Artículo 28 Constitucional (Diario Oficial 31-
VIII-1934) con sus respectivos reglamentos, la Ley sobre Asociaciones de Productores,
Distribuidores y Vendedores (Diario Oficial 25-VI-1937), de tal manera que sería muy
conveniente unificar en un código la reglamentación de la materia que aquí nos ocupa.
véase Concurrencia Mercantil, Costumbre Mercantil, Delitos contra la
Economía Pública, Monopolios.
V. BIBLIOTECA: Barrera Graf, Jorge, Tratado de derecho mercantil, México,
Porrúa, 1957; Delmanto, Celso, Delitos de concurrencia desleal, Buenos Aires,
Depalma, 1975; Díaz Bravo, Arturo, “Aspectos Jurídicos de la competencia desleal”,
Revista Mexicana de la Propiedad Industrial y Artística, México, año IV, n. 7-8, enero-
diciembre 1966; Frisch Philipp, Walter y Mancebo Muriel, Gerardo, La competencia
desleal, México, Trillas, 1975; Garrigues, Joaquín, Curso de derecho mercantil,
México, Porrúa, 1981, tomo I; Gómez Leyva, Delio, “La competencia desleal”, Revista
del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, volumen 71, números 506-507,
enero-diciembre 1978; Jiménez Huerta, Mariano, Derecho penal mexicano, México,
Porrúa, 2a. edición, 1980, tomo V; Mantilla Molina, Roberto L., Derecho Mercantil,
México, Porrúa, 1981; Righi, Esteban, “Las garantías individuales y la represión de la
delincuencia económica”, Revista Mexicana de Ciencias Penales, México, año I,
número 1, enero-junio1978; Rotondi, Mario, “Como clasificar los actos de competencia
desleal”, Revista de Derecho Mercantil, Madrid, volumen XXI, n. 60, abril-junio 1956.
Pedro A. Labariega V.
DELITOS DE IMPRENTA. I. Por regla general, los preceptos legales que regulan la
libertad de imprenta suelen incluir una parte penal consagrada a tipificar ciertos actos
contrarios a dichas previsiones legales como faltas de imprenta o delitos de imprenta,
según la gravedad de las infracciones. Llamamos pues, delitos de imprenta a las diversas
hipótesis de hecho que la legislación sobre esta materia, sin perjuicio de la aplicación de
otras leyes penales, califica de delitos, fijando su respectiva sanción o pena y señalando el
241
modo especial que debe seguirse para su persecución, conocimiento casi siempre
encomendado a un jurado especial.
II. Desde el punto de vista histórico, la tendencia a darle un trato legislativo penal
especial a esta materia se manifiesta desde el momento mismo de la aparición de la
imprenta o desde que el hombre intentó y logró comunicar por escrito sus pensamientos,
ideas y sentimientos. Siempre la autoridad ha procurado castigar los abusos en general,
como suele también llamarse a este tipo de infracciones vertidas en escritos, y en
particular los abusos contra la libertad de imprenta desde que se reconoce dicha libertad,
a partir del Decreto de la Libertad de Imprenta del 10 de noviembre de 1810, expedido
por las Cortes de Cádiz.
La Inquisición, por ejemplo, desempeñó el papel de perseguir de oficio, de
conocer y castigar, entre otros, los abusos cometidos por literatos, filósofos, artistas,
científicos y demás escritores en sus respectivas obras, no obstante la existencia de la
previa censura. Abusos principalmente cometidos contra la religión y aun contra
determinados principios y formas de gobierno; usos consuetudinarios y de moral.
Con la consagración de la libertad de imprenta se suprimió previa censura, se
contribuyó a la abolición de la Inquisición y se ampliaron enormemente las materias
sobre las cuales se podía hablar, discutir y escribir libremente. Sin embargo, subsistieron
ciertas hipótesis de hecho, consideradas como abusos que deberían ser perseguidos y
sancionados de una manera especial. Y es esta tradición la que subsiste en la actualidad y
la que mantiene la figura de los delitos de imprenta como una categoría especial dentro de
la doctrina general del derecho penal.
III. Pues bien, para el estudio de los delitos de imprenta ahora vigentes en
México es preciso partir del propio artículo 7° constitucional y de la Ley de Imprenta de
9 de abril de 1917, principalmente. Después habría de tomar en cuenta otras disposiciones
legales que también sancionan conductas susceptibles de calificarse como delitos de
imprenta, en términos generales, no obstante que aparezcan bajo otros nombres y otros
propósitos, como la lucha contra la pornografía, la lucha contra la subversión y las buenas
costumbres. Entre estas otras disposiciones tenemos los convenios, suscritos por México
y uno o varios países, relativos a la propiedad literaria, científica y artística; a los
derechos del autor, traductor o editor; a la represión de la circulación y del tráfico de
publicaciones obscenas, como dice el convenio publicado en el Diario Oficial del 12 de
febrero de 1948, que se hizo actualizar mediante el decreto publicado en el Diario Oficial
el día 26 de noviembre de 1982 y poco después derogado por decreto del día 13 de
diciembre de 1982, quedando por tanto, en vigor el primeramente citado de 1948.
IV. La materia concreta que permite el establecimiento de estos delitos de
imprenta aparece genéricamente determinado en el artículo 7° constitucional, en donde se
dice que la libertad de imprenta no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la
moral y a la paz pública. Así pues, es la ley reglamentaria, que data de 1917, la que
desarrollará los tipos concretos, los delitos particulares que se cometen contra la vida
privada, la moral y la paz pública. Determinarán igualmente otros posibles delitos de
imprenta las demás disposiciones, reglamentos y convenios internacionales, en cuanto
pueden acogerse a los términos limitativos del mencionado artículo 7° constitucional.
Subsidiariamente se tomará en cuenta el Código Penal del Distrito Federal, en la medida
en que varios de los delitos previstos en ese código pueden perpetrarse por medio de
escritos o la imprenta.
242
III. La materia en torno a la cual se han delineado los tipos delictivos está
constituida fundamentalmente por la idea de que el servidor público debe desempeñar su
encargo con honradez, lealtad, imparcialidad, legalidad y eficacia sobre todo por lo que
respecta al manejo y aplicación de los recursos federales. Es decir, por los actos y
omisiones en que incurran en el desempeño de sus respectivas funciones, como establece
el artículo 108 reformado de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;
por enriquecimiento ilícito o, como decíamos, por el indebido manejo y aplicación de
recursos federales.
El artículo 109 reformado de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, fracción II, establece que la comisión de delitos por parte de cualquier
servidor público será perseguida y sancionada en los términos de la legislación penal, en
la cual efectivamente se han previsto, de acuerdo a la reforma mencionada del Código
Penal del Distrito Federal, once tipos diferentes: ejercicio indebido del servicio público
(artículo 214); abuso de autoridad (artículo 215); coalición de servidores públicos
(artículo 216); uso indebido de atribuciones y facultades (artículo 217); concusión
(artículo 218); intimidación (artículo 219); ejercicio abusivo de funciones (artículo 220);
tráfico de influencia (artículo 221); cohecho (artículo 222); peculado (artículo 223); y
enriquecimiento ilícito (artículo 224).
Todos estos tipos versan sobre la idea del uso indebido del cargo o función
pública que se desempeña y sobre el uso indebido de los recursos económicos de la
federación. Todos ellos son tipos complejos, ya que cada figura admite diversas
conductas con penas también diferentes. Todos ellos ofrecen una gran dificultad a la hora
de delimitar exactamente los contornos de cada tipo, debido a que existe una
extraordinaria aproximación entre unos y otros, por ejemplo entre el abuso de autoridad y
el ejercicio abusivo de funciones; entre el ejercicio indebido del servicio público y el uso
indebido de atribuciones y facultades. Y, por último, en todos ellos se advierte el
predominio de los subjetivo sobre lo objetivo, lo cual tampoco favorece la delimitación
de cada conducta punible.
IV. El procedimiento aplicable para hacer efectiva la responsabilidad penal en
que hubieren podido incurrir los servidores públicos resulta también complejo, al grado
de aparecer impracticable el encausamiento propiamente penal, cuando se trata del
presidente de la República y de los altos funcionarios que gocen de fuero constitucional.
Por lo que mira al presidente de la República el artículo 110 reformado de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos preceptúa que durante el tiempo
de su encargo sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden
común, en cuyos supuestos se le formularán cargos ante la Cámara de Senadores, la cual
resolverá con base en la legislación penal.
Respecto a los funcionarios, diputados y senadores; ministros, secretarios, jefes de
departamento, procuradores generales; y los altos funcionarios locales, dispone el artículo
111 reformado de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que se siga
primero el desafuero del inculpado antes de ponerlo en manos de la justicia penal
ordinaria, con el grave inconveniente de que la última reforma a la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, misma que estamos comentando, vino a reforzar
poderosamente el procedimiento de desafuero en beneficio de los inculpados.
El artículo 109 constitucional refuerza el carácter protector del fuero porque al
trámite ante la Cámara de Diputados se le da un fuerte sentido contradictorio, ya que pesa
246
ocultarlos, que manifiestamente no podría nunca estar sujeta a requisitos legales que la
hicieran lícita (artículo 280 fracción 1). Se conforman, en seguida, en torno de las mismas
tres acciones antedichas, y esta vez solo respecto de un cadáver y no ya de un feto, en el
caso de que la muerte haya sido consecuencia de golpes, heridas u otras lesiones, y el reo
haya sabido esa circunstancia (artículo 280, fracción II).
III. Figura delictiva completamente diferente es la de violar un túmulo, un
sepulcro, una sepultura o un féretro, en la cual no recae ya la acción en los restos
humanos mismos, sino en los sitios en que ellos reposan o en la caja que los contiene, e
importan un atentado al sentimiento de piedad que se debe a los difuntos. La pena
privativa de la libertad es aquí mayor, prisión de 1 a 5 años (artículo 281, fracción I).
IV. Contra ese mismo sentimiento atenta, por último, la acción de profanar un
cadáver o restos humanos con actos de vilipendio, mutilación, brutalidad o necrofilia. Si
los actos de necrofilia consisten en la realización de coito, la pena que normalmente es de
l a 5 años, pasa de 4 a 8 años.
V. BIBLIOGRAFIA. Moreno, Antonio de P., Curso de derecho penal
mexicano; parte especial; 2a. edición, México, Porrúa, 1968; Pavón Vasconcelos,
Francisco y Vargas López, Gilberto, Derecho penal mexicano; parte especial, México,
Porrúa, 1981.
Alvaro Bunster.
delitos comunes aquellos perpetrados por funcionarios o empleados públicos fuera del
desempeño de la función o encargo.
La Constitución de los Estados Unidos de América en su artículo II sección 4a.
determina como causa de remoción del presidente la sentencia en contra por la comisión
de los delitos de traición, cohecho y otros “delitos e infracciones graves”. La primera Ley
de Responsabilidades Oficiales del 3 de noviembre de 1870, al enunciar los delitos
oficiales de los altos funcionarios, hacían alusión a “cualquier infracción de la
Constitución o leyes federales en punto de gravedad”, haciendo así un uso muy similar de
la terminología jurídica norteamericana.
De acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
vigente, la existencia de infracciones graves como una de las vagas casuales de
responsabilidad, ha sido suprimida para contrastar con el sistema original de
responsabilidad, para referirse sólo a delitos que se entienden previa y debidamente
tipificados en la ley.
La frase “delitos e infracciones graves” proviene de la traición jurídica inglesa que
se remonta al juicio de responsabilidad incoada en contra de Earl of Suffolk en 1386. A
partir de entonces, los delitos más habituales para fincar responsabilidad han sido:
malversación de fondos, negligencia en el deber y violación a las prerrogativas del
parlamento.
En todas estas causales se podrían encontrar ofensas no directamente relacionadas
con el cargo, pero de naturaleza tan atroz, que inhabilitan al infractor para ejecutar
cualquier tarea pública.
Según William Blackstone, la frase de delitos graves comprendía a las llamadas
felonías y a las infracciones graves. Los inculpados de felonías eran susceptibles de
recibir la pena de muerte.
En México hasta antes de 1857, el presidente no podía ser acusado por ningún
delito cometido sino hasta pasado cierto lapso (que era de un año) después de haber
concluido su gestión. A partir de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos de ese año, los únicos delitos por los que puede ser responsable, es por los
calificados graves, gozando en consecuencia de inmunidad con relación a todos los
demás delitos comunes.
La justificación para limitar esta responsabilidad penal radicó en la necesidad de
proteger al cargo del presidente de la República contra acusaciones por infracciones
leves.
III. Como ya mencionamos, la problemática del presente tema se reduce a
determinar la gravedad de los delitos. Las tesis sustentadas al respecto de los delitos
graves han sido las siguientes:
1. Aquellos delitos que privan al inculpado de la garantía de la libertad
caucional. Manuel Herrera y Lasso considera que en la propia Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos se encuentra la regla para determinar la gravedad de un
delito. Es de interpretarse que el artículo 20 fracción I, al referirse a la libertad bajo
fianza, determina que los inculpados de algunos delitos considerados lo suficientemente
graves, no gozan de la garantía caucional que la disposición consagra. Esta gravedad se
traduce en la regla de aplicación de la pena: cuando el término medio aritmético sea
mayor de cinco años de prisión. Dicho término se obtiene al calcular la media de la suma
de las penas mínima y máxima que la ley correspondiente imponga a cada delito.
250
2. Aquellos delitos en los que la pena de muerte puede ser impuesta. Según se
aludió, Blackstone consideraba que los delitos de felonía, cuya pena era de muerte,
constituían delitos graves según el common law inglés. Una interpretación parecida se
dio en la doctrina mexicana. La interpretación original de Tena Ramírez (antes de 1955)
se leía de acuerdo a los delitos políticos, no contemplados en el artículo 22 constitucional:
traición a la patria, parricidio, homicidio con alevosía, premeditación o ventaja, plagio,
incendio intencional, piratería y el ser salteador de caminos o reo de otro delito grave del
orden militar. Estos delitos deben considerarse graves precisamente por la gravedad de la
pena que es la pena de muerte.
3. Aquellos delitos que sean determinado expresamente en la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos o en la ley reglamentaria. Según esta tesis,
actualmente no hay posibilidad de determinar cuáles son los delitos graves del orden
común. Tena Ramírez sostiene actualmente que debe ser facultad del poder constituyente
la tipificación de los delitos graves, pues de lo contrario, el presidente de la República
estaría a merced del arbitrio del Congreso para fijar en una ley secundaria los supuestos
de su responsabilidad penal. Similar argumento fue sostenido por la doctrina
norteamericana del pasado siglo a través de William Rawle y Joseph Story quienes
condenaron la idea de que el Congreso pudiera supeditar mediante la expedición de una
ley, la determinación de los delitos e infracciones graves cometidos por el presidente.
Por otra parte, la tendencia legislativa tuvo un intento de quedar plasmada, cuando
en 1947 se presentó un proyecto de reformas a la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos sobre esa materia. En la parte conducente se expresaba que el
presidente sólo podía ser acusado “por delitos graves ordinarios del orden federal o local
que determine la ley”. Cabe mencionar que esta forma finalmente no prosperó.
4. Aquellos delitos que a juicio del Congreso de la Unión se determinen
casuísticamente. Thomas Cooley consideró que la determinación de los delitos e
infracciones graves debía estar a cargo del Congreso, apreciando caso por caso los delitos
de los funcionarios inculpados. Las críticas en México de Tena Ramírez y Juan José
González Bustamante han sido contundentes para alejar del arbitrio del Congreso, la
determinación de tan importante materia.
IV. Herrera y Lasso ofrece una clasificación útil de los delitos contemplados por
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Según este autor, los delitos se
clasifican en:
1. Gravísimos muy graves, si merecen la pena de muerte (artículo 22); 2.
Graves, si el inculpado no goza de la garantía de la libertad caucional (artículo 20
fracción I); y 3. Menos graves, si el inculpado puede acogerse a la garantía de la libertad
caucional.
Según esta clasificación, a la cual seguimos, el presidente podría ser responsable
por los delitos graves y gravísimos. Sin embargo, esta determinación es más hipotética
que real, pues tal como lo ha explicado Tena Ramírez dentro de estos delitos hay algunos
que sería absurdo pensar siquiera aplicables al presidente de la República (salteador de
caminos, pirata, plagiario, etcétera). Por otra parte, hay otros delitos cuyo término medio
aritmético es menor de cinco años de prisión, alcanzando en consecuencia la libertad bajo
fianza, pero que pueden erosionar de tal manera la confianza y el prestigio en un
presidente de la República, que lo inhabilite ante la nación para seguir desempeñando su
cargo. Tal es el caso de algunos delitos contra la seguridad de la nación, contra la salud,
251
ello destacaba el motivo ratione personae, para labrar este otro concepto del crimen
militar.
5. El tratadista ilustra que por el desenvolvimiento sucesivo de la vida de las
legiones romanas, en épocas antiguas, y en ocasión de las conquistas de las provincias o
dominación de las rebeldías de alguna de ellas, se encomendaron singulares actuaciones a
las fuerzas y con ellas se extendieron los motivos de aplicación de la persecutio propia a
hechos que ganaron consideración de delictum militarae por ratione temporis (en razón
de las circunstancias o por ratione loci (en razón del sitio o lugar), y estas circunstancias
labraron nuevos motivos o causas de las infracciones militares, las cuales perduraron en
los textos de los escritores y en las legislaciones de guerra, bajo los conceptos de delitos
“ocasionales” militares.
6. Contemporáneamente, Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), en su teoría
técnico-jurídica del delito señaló los elementos esenciales del mismo, actividad que
comprende tanto el acto positivo como al negativo (delitos de comisión por omisión);
tipicidad mediante la descripción en la ley de la figura del delito; antijuridicidad como
concepto contrapuesto de la resultante de cultura que en el momento de la realización del
delito está en la conciencia social de un pueblo; imputabilidad, atribuir a determinada
persona la comisión de un crimen; culpabilidad o responsabilidad voluntaria de la
realización del delito y penalidad o sanción (pena) establecida por la ley para castigar y
reprimir el delito, así como para mejorar el comportamiento social del delincuente.
7. Estimado así el delito, como la conducta (acción u omisión) antijurídica,
culpable, típica y punible según ciertas condiciones objetivas, como lo confirma Raúl
Carrancá y Trujillo, cuando se refiere a la materia castrense, dicha conducta asume signos
de gravedad que afectan seriamente la disciplina militar y puede malograr los fines
esenciales del instituto armado. La represión de tales infracciones delictuosas se atribuye
a las autoridades judiciales marciales, que aplican una verdadera pena, que ha sido
calificada por el tratadista Véjar Vázquez como represión judicial.
8. Por el contrario, la falta militar implica una conducta ilícita de menor
importancia, pues solamente se dirige contra el decoro, la tranquilidad y la conveniencia,
si bien obligatoria, de la disciplina castrense, por lo que su represión tiene carácter
gubernativo, ya que corresponde a los jefes militares, como facultad complementaria del
mando, la imposición de la corrección adecuada al infractor y no sólo en un sentido de
reparación del bien jurídico lesionado, que por otra parte debe ser inmediata y eficaz, sino
precisamente de ejemplaridad, ya que de lo contrario, al tolerarse esas faltas o posponer
su castigo, se quebrantaría la institución en su columna vertibral, estructurada por el
principio inviolable de la jerarquía.
9. Verdad es también que tratándose de un organismo constitucional como el
ejército, al actualizarse la conducta punible debe imperar el principio de legalidad, es
por esto que el superior debe apreciar la falta y ejercer su arbitrio conforme a las normas
positivas que le otorgan dichas facultades.
10. De acuerdo con este doble contenido, el derecho penal militar se escinde o
manifiesta en dos ramas, que podemos llamar derecho penal militar en sentido estricto y
derecho disciplinario militar, el primero de los cuales reglamenta exclusivamente los
delitos marciales y el segundo se contrae a las faltas castrenses.
III. Desarrollo y explicación del concepto. 1. Frente a las serias dificultades que
se presentan para formular un concepto técnicamente adecuado y prácticamente útil en
253
los textos legales, los autores del Código de Justicia Militar, expedido por Abelardo
Rodríguez, presidente sustituto constitucional, el 28 de agosto de 1933, publicado en el
Diario Oficial el día 31 siguiente y que entró en vigor el 1° de enero de 1934, “con gran
habilidad han evitado todo concepto definidor y han utilizado el señalamiento de la
esencia del delito militar y el sistema de relación para dejar indicados cuáles son los
delitos militares, máxime si se tiene en cuenta que al texto del código tenían que llegar las
directrices y expresiones del texto constitucional del artículo 13 de nuestra Carta Magna”
(únicamente están sujetos al fuero militar los miembros del ejército o marina de guerra),
en tal virtud aunque resulte verdad de Perogrullo, legalmente sólo los militares pueden
cometer delitos militares.
2. El título. quinto del código citado, artículo 57 indica “Son delitos contra la
disciplina militar: I. Los especificados en el Libro Segundo de este Código, y II Los
del orden común o federal cuando en su comisión haya concurrido cualquiera de las
circunstancias que en seguida se expresan, etcétera”.
3. El libro segundo, artículo 99 señala que todo delito del orden militar produce
responsabilidad o pena al que lo comete, aunque sea por imprudencia y no con dañada
intención.
4. El artículo 101 clasifica los delitos militares en internacionales y de
imprudencia, señalando sus respectivas características.
5. El artículo 104 previene que las infracciones que sólo sean faltas, serán
castigadas acorde la ordenanza o leyes que la sustituyan.
6. El artículo 105 indica que los delitos serán punibles en todos sus grados de
ejecución o sean: conato, delito frustrado y delito consumado.
7. Los artículos 107 y 108 se refieren a la reincidencia y acumulación.
8. El artículo 109 estatuye a quienes considera como autores de un delito, el
artículo III que señala a quienes estima como cómplices y el 116 a los encubridores.
9. El artículo 119 establece las circunstancias excluyentes de responsabilidad del
delito.
10. El artículo 122 expresa que las penas son: prisión ordinaria; prisión
extraordinaria; suspensión de empleo o comisión militar; destitución de empleo, y la
muerte.
11. Los artículos 123 y 127 estatuyen los términos de las penas, su disminución o
aumento, su cumplimiento, etcétera
12. Los artículos 128 a 142 tratan sobre los conceptos y alcances de las penas
señaladas en el artículo 122, y los artículos 143 y 144 de sus consecuencias legales.
13. Más adelante en el título sexto se configuran los delitos contra la seguridad
exterior de la nación y éstos son: artículos 203 al 205 relativos al de traición a la patria y
artículos 206 y 207 al de espionaje.
14. Delitos contra el derecho de gentes: artículos 208 al 215.
15. Los delitos de violación de neutralidad o de inmunidad diplomática: artículos
216 y 217.
16. Tít. séptimo: delitos contra la seguridad interior de la nación: artículos 218 a
223, relativos al de rebelión; y artículos 224 a 227 al de sedición.
17. Tít. octavo: delitos contra la existencia y seguridad del ejército: artículos 228
a 238 el de falsificación; artículos 239 a 245 los de fraude, malversación y retención de
haberes; artículos 246 a 254 los de extravío, enajenación, robo y destrucción de lo
254
perteneciente al ejército; artículos 255 a 257 los de deserción e insumisión; artículos 276
y 277 los de inutilización voluntaria para el servicio; artículos 278 a 280 los de insultos,
amenazas o violencias contra centinelas, guardias, tropa formada, salvaguardias, bandera
y ejército; artículo 281 los de ultrajes y violencias contra la policía; artículo 282 el de
falsa alarma.
18. Tít. noveno: delitos contra la jerarquía y autoridad: artículos 283 a 292 el de
insubordinación; artículos 293 a 300 el de abuso de autoridad; artículos 301 al 304 el de
desobediencia; artículos 305 al 309 el de asonada.
19. Tít. décimo: delitos cometidos en ejercicio de funciones militares o con
motivo de ellas: artículos 310 a 322 el de abandono de servicio; artículo 323 el de
extralimitación y usurpación de mando o comisión; artículo 324 el de maltrato a
prisioneros, detenidos opresos y heridos; artículos 325 a 337 los de pillaje, devastación
merodeo, apropiación de botín, contrabando, saqueo y violencia contra personas.
20. Tít. decimoprimero: delitos contra el deber y decoro militares: artículos 338 a
351, los de infracción de deberes comunes a todos los que están obligados a servir en el
ejército; artículos 352 a 361 los de infracción de deberes de centinela, vigilante serviola,
tope y timonel; artículos 362 a 381 los de infracción de deberes especiales de aviadores;
artículos 382 a 385 los de infracción de deberes militares correspondientes a cada militar,
según su comisión o empleo; artículos 386 a 396 los de infracción de los deberes de
prisioneros, evasión de éstos o de presos o detenidos y auxilio a unos y otros para su
fuga; artículos 397 a 409 los relativos contra el honor militar; artículos 410 a 420 el de
duelo.
21. Tít. decimosegundo, delitos cometidos en la administración de justicia o con
motivo de ella: artículos 421 a 426 los cometidos en la administración de justicia;
artículos 427 a 433 los cometidos con motivo de la administración de justicia.
véase Fuero Militar.
V. BIBLIOGRAFIA: Calderón Serrano, Ricardo, Derecho penal militar; parte
general, México, Minerva, 1944; Carrancá y Trujillo, Raúl, Derecho penal mexicano,
parte general; 11a. edición México, Porrúa, 1977; Moreno, Antonio de P., Curso de
derecho penal mexicano; parte especial; 2a. edición, México, Porrúa, 1968: Querol y
Durán, Fernando de, Principios del derecho militar español, tomo 11, Derecho penal
militar, Madrid, Editorial. Naval, 1948; Schroeder Cordero, Francisco Arturo, Concepto
y contenido del derecho militar. Sustantividad del derecho penal castrense y sus
diferencias con el derecho criminal común, México, 1965 (tesis profesional); Véjar
Vázquez, Octavio, Autonomía del derecho militar, México, Stylo, 1948.
de “político” debe referirse de modo claro a la naturaleza del bien jurídico o interés
legítimo que mediante el tipo delictivo se pretende tutelar. Una tendencia opuesta está
representada por la teoría subjetiva a cuyo tenor reciben el calificativo de políticos
aquellos delitos en los que su autor, independientemente del bien jurídico violado o
puesto en peligro, haya realizado la conducta típica con la intención de menoscabar la
integridad jurídica del Estado o regular el funcionamiento de sus instituciones.
Finalmente, conforme a la teoría mixta para que nos encontremos en presencia de un
delito político es preciso que en él concurran los elementos subjetivos - intención expresa
de menoscabar la integridad del Estado - y objetivos - lesión de un bien jurídico de
carácter político.
III. Las tres teorías supra mencionadas se han desarrollado a partir de las
diversas concepciones acerca de la oposición entre libertad y autoridad. El delito político
constituye un límite de carácter expreso a las formas de participación política y ejercicio
de las libertades ciudadanas por los gobernados. Por ello, las conductas tipificadas como
delitos políticos han variado a lo largo de la historia. En suma, los delitos políticos
tienden a procurar soluciones de carácter represivo - preventivo a los problemas que
generan al Estado las actividades de disidencia políticas.
IV. De conformidad con el Código Penal del Distrito Federal vigente, poseen el
carácter de delitos políticos los de “rebelión”, “sedición”, “motín” y el de
“conspiración” para cometerlos. Todos ellos se encuentran comprendidos dentro del
título 1°. Delitos contra la seguridad de la nación. La sedición y el motín constituyen
límites al ejercicio de los derechos de asociación y petición constitucionalmente
garantizados. Por su parte, el delito de rebelión representa el límite penal al inalienable
derecho que el artículo 39 constitucional reconoce al pueblo para alterar o modificar la
forma de su gobierno refrendando, igualmente, el principio de inviolabilidad de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En los tipos de rebelión, sedición
y motín el legislador ha seguido a la teoría objetiva evitándose los riesgos inherentes a
una concepción subjetivista que abriría las puertas a que la calificación de político o
común fuese realizada sobre bases discrecionales tales como ocurría con los llamados
delitos de “disolución social” aprobados en 1941 y derogados en 1970 ( Diario Oficial
de 27 de julio de 1970).
V. La importancia jurídica de la distinción entre delitos comunes y delitos
políticos es clara si se consideran las reglas específicas en materia de imposición,
conmutación y ejecución de sanciones, así como en materia de extradición. En primer
lugar, de conformidad con lo previsto por el artículo 22 constitucional la pena de muerte
no podrá imponerse a quienes comentan un delito político. Por su parte, el artículo 73
Código Penal del Distrito Federal, reconociendo la diferencia que existe entre
delincuentes comunes y políticos, faculta al Ejecutivo a conmutar la pena impuesta al reo
político, atenuando el rigor de la misma al autorizar que la prisión se vea sustituida por el
confinamiento y a que éste se transforme en multa. Considerando la naturaleza
históricamente contingente de los delitos políticos, el legislador previó de modo expreso
que respecto a los mismos cupiese la amnistía. En tiempos recientes, las leyes de amnistía
han tenido como característica la de comprender figuras delictivas diversas de las
expresamente reconocidas por el artículo 144 del Código Penal del Distrito Federal como
“políticos” pero que constituyen ataques contra la seguridad interior o exterior de la
nación o bien delitos comunes en los que los móviles pueden ser calificados como
258
políticos, los cuales pueden considerarse como delitos políticos conexos. En materia de
extradición el artículo 15 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y
la Ley de Extradición de 1975 prohiben expresamente la extradición de reos políticos.
VI. BIBLIOGRAFIA: Carrara, Francesco, Programa de derecho criminal;
traducción de J.J. Ortega y Torres; 3a. edición, Bogotá, Temis, 1974; volumen VII;
Varios autores “Los delitos de disolución social”, Criminalia. México, año XXXIV,
número noviembre de 1968; Ruiz Funes, Mariano, Evolución del delito político,
México, Hermes, 1944.
DEMANDA. I. Proviene del latín demandare (de y mando), que tenía un significado
distinto al actual: “confiar”, “poner a buen seguro”, “remitir”.
II. La demanda es el acto procesal por el cual una persona, que se constituye por
el mismo en parte actora o demandante, formula su pretensión - expresando la causa o
causas en que intente fundarse - ante el órgano jurisdiccional, y con el cual inicia un
proceso y solicita una sentencia favorable a su pretensión.
La demanda es el acto fundamental con el que la parte actora inicia el ejercicio de
la acción y plantea concretamente su pretensión ante el juzgador. Conviene distinguir con
claridad entre acción, como facultad o poder que tienen las personas para provocar la
actividad de los órganos jurisdiccionales a fin de que resuelvan sobre una pretensión
litigiosa; pretensión, o reclamación específica que el demandante formula contra el
demandado, y demanda, que es el acto concreto con el que el actor inicia el ejercicio de la
acción y expresa su pretensión o reclamación contra el demandado. Esta distinción la
resume Guasp en los siguientes términos: “Concedido por el Estado el poder de acudir a
los tribunales de justicia para formular pretensiones (derecho de acción), el particular
puede reclamar cualquier bien de la vida, frente a otro sujeto distinto, de un órgano
jurisdiccional (pretensión procesal), iniciando para ello, mediante un acto específico
(demanda), el correspondiente proceso, el cual tendrá como objeto aquella pretensión”
(página 216).
III. En el derecho romano, la demanda tuvo una evolución que la caracterizó
primero como un acto verbal e informal y después escrito y formal. Así en la etapa de las
legis actiones, la demanda era oral y privada: el actor se trasladaba personalmente con el
demandado y lo invitaba (in ius vocatio) a que se presentara con él ante el magistrado.
En el proceso per formulas la iniciación del proceso tenía lugar con la editio actionis,
es decir, con la especificación que el actor hacía de la actio de la cual se quería servir.
En el periodo de la extraordinaria cognitio, se conservó la invitación privada del actor al
demandando, pero ya no de carácter oral, sino a través de una litis denuntiatio, escrita.
Por último, en el derecho justinianeo, en lugar de la litis denuntiatio se introdujo el
libellum conventionis, que era un documento escrito que contenía una exposición sucinta
de la pretensión del actor y de su fundamento; en él, se precisaba la actio. Este
documento era entregado al magistrado, el cual lo comunicaba, por medio de un
funcionario llamado executor, al demandado, junto con la invitación a comparecer. El
demandado contestaba a través del libellus contradictoris.
Es en el derecho español medieval donde se utiliza la expresión demanda, la cual
es objeto de detalladas reglamentaciones, desde las leyes de Estilo hasta las Siete
259
Por último, la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado autoriza a
la parte actora a presentar su demanda por escrito o “verbalmente por medio de
comparecencia” (artículo 128). Los requisitos que debe contener la demanda, en todo
caso, son los siguientes: 1) nombre y domicilio del demandante; 2) nombre y domicilio
del demandado; 3) objeto de la demanda; 4) relación de los hechos, y 5) indicación del
lugar donde puedan obtenerse las pruebas que el actor no pudiere aportar directamente. A
la demanda deberán acompañarse las pruebas de que disponga el actor y los documentos
que acrediten la personería (artículo 129).
ver Acción, Comparecencia, Pretensión, Suplencia de la Queja.
IV. BIBLIOGRAFIA. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Aciertos
terminológicos e institucionales del decreto procesal hispánico, Estudios de teoría
general e historia del proceso (2945-1972), México, UNAM, 1974, tomo I; Becerra
Bautista, José, El proceso civil en México, 8a. edición, México, Porrúa, 1981; Briseño
Sierra, Humberto, El juicio ordinario civil, México, edición, Trillas, 1975, tomo I;
Costa, Sergio “Domanda giudiziale”, Novissimo digesto italiano, Turín, UTET, 1960,
tomo VI; Guasp, Jaime, Derecho procesal civil, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1968, tomo I; Ovalle Favela, José,. Derecho procesal civil, México, Harla, 1981, Pina
Rafael de y Castillo Larrañaga, José, Instituciones de derecho procesal civil; 14a.
edición, México, Porrúa, 1981; Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal del
trabajo; 5a. edición, México, Porrúa, 1980.
que realice los estudios técnicos pertinentes y una vez comprobadas las demasías y
rectificada la documentación se proceda a su inscripción en el Registro Agrario Nacional
y en el Registro Público de la Propiedad respectivo, con lo cual quedan implícitamente
reconocidas estas demasías y adjudicadas debidamente a sus poseedores.
Cuando se trate de particulares se seguirán los pasos fijados por la Ley de
Terrenos Baldíos, Nacionales y Demasías de 1950, la cual prevé un trámite ante la
Secretaría de la Reforma Agraria, ante la cual se presenta la documentación
correspondiente para acreditar la propiedad y las demasías existentes, más la conformidad
de quienes posean propiedades colindantes con los linderos señalados en el plano
respectivo, a efecto de pagar un tanto por ciento a favor de dicha Secretaría y obtener la
declaratoria del ejecutivo federal de la adjudicación de dichas demasías.
III. BIBLIOGRAFIA: Mendieta y Núñez, Lucio, El problema agrario en
México y la Ley de la Reforma Agraria; 16a. edición, México, Porrúa, 1979; Ruiz
Massieu, Mario, “Derecho agrario”, Introducción al derecho mexicano, México, UNAM,
1981, tomo II
José Barragán Barragán.
caso de obligaciones de monto indeterminado, salvo los casos previstos en la última parte
del artículo 3011, cuando se den las bases para determinar el monto de la obligación
garantizada, y
7. Cuando falte algún otro requisito que deba llenar el documento de acuerdo con
el Código y otras leyes aplicables.”
Las fracciones 1, 2 y 7 deben interpretarse en concordancia con las normas
contenidas en los artículos 3005, 3006, 3018, 3020 y demás relativos del propio Código
Civil para el Distrito Federal y de las demás leyes y disposiciones aplicables a la forma
de los documentos registrables.
Por su parte, el Código de Comercio establece, en su artículo 31, que en el
Registro Público de Comercio, los registradores no podrán rehusar, en ningún caso y por
ningún motivo, la inscripción de los documentos mercantiles que se les presenten.
Este drástico principio del Código de Comercio debe ser matizado atendiendo a
varias circunstancias: por un principio lógico, sólo deben ser materia de registro los
documentos que por su propia naturaleza sean registrables; tales son los mencionados en
los artículos 21 del Código de Comercio y 29 del RRPC (Reglamento del Registro
Público de Comercio).
Indebidamente los artículos 10 y 11 del Reglamento del Registro Público de la
Propiedad, contrariando el texto expreso del artículo 31 Código de Comercio citado,
facultan al registrador de comercio a suspender o denegar la inscripción de documentos
que se les presenten, cuando de la calificación que se haga resulte a su criterio la no
procedencia del registro. Estas normas reglamentarias deben ser interpretadas en forma
tal que no contravengan lo dispuesto el Código de Comercio.
Existen otras disposiciones legales aplicables al tema de la denegación de
inscripción. Un ejemplo constituye el artículo 262 de la Ley General de Sociedades
Mercantiles, según el cual el juez de distrito o de primera instancia tiene facultad para
ordenar o negar el registro del primer testimonio de la escritura constitutiva o de reformas
de una sociedad mercantil.
Aunque no se diga expresamente en las disposiciones legales citadas debe
entenderse que el registrador puede denegar la inscripción o más correctamente no dar
curso al trámite, si no se cubren los derechos que de acuerdo a la Ley de Hacienda
respectiva se causen.
III. BIBLIOGRAFIA: Cabral y De Teresa, Luis, Derecho notarial y registral;
6a. edición, México, Porrúa, 1981: Pérez Fernández del Castillo, Bernardo, Derecho
notarial, México, Porrúa, 1980; Sánchez Medal, Ramón, De los contratos civiles; 5a.
edición, México, Porrúa, 1980.
Miguel Soberón Mainero.
de otro príncipe por negarse a impartir justicia a los súbditos extranjeros, representaba la
sanción por excelencia de la denegación de justicia.
En la Edad Media, el individuo que sufría un perjuicio en un país extranjero, debía
dirigirse primero al príncipe del mismo para obtener la reparación correspondiente; pero
si, por malicia o impotencia de dicho príncipe para asegurar la reparación del daño
causado, el reclamo del individuo afectado resultaba infructuoso, entonces éste se dirigía
a su propio príncipe, quien, en virtud de un uso cuyos orígenes remontan el siglo XIII le
extendía las llamadas cartas de represalias. Así, el derecho de represalias privadas estaba
directamente subordinado a la denegación de justicia.
Fue a partir del siglo XVIII que la práctica de las represalias privadas tiende a
desaparecer, y será a finales del mismo cuando perderán completamente su razón de ser,
al asumir el Estado de manera exclusiva la protección de sus nacionales en el extranjero.
Así, se concentró en manos del Estado el ejercicio de la acción internacional, dando lugar
a la protección diplomática fundada en la denegación de justicia, y se desligó la teoría de
la responsabilidad internacional de la noción y práctica de las represalias privadas,
condenándose definitivamente todo recurso a la justicia privada.
Sea como fuere, el estudio de los orígenes y el desarrollo histórico de la
denegación de justicia muestra a esta noción como indisolublemente ligada a la
institución de la protección de los nacionales en el extranjero.
III. La denegación de justicia representa una de las nociones más antiguas, pero,
a la vez, una de las más controvertidas e imprecisas del derecho internacional, al grado
que se ha llegado a decir que, por su carácter huidizo y complejo, parece desafiar todo
intento de definición y, por las dificultades que plantea, toda posibilidad de acuerdo sobre
el particular.
Y en efecto, si como ya hemos visto, en un principio esta noción apareció
íntimamente vinculada a las represalias privadas, y más tarde se invocó en función de la
protección estatal de los nacionales en el extranjero, hoy día la misma se inscribe en el
ámbito de la protección internacional de los derechos y libertades fundamentales de toda
persona humana, sin distinción de ninguna especie e independiente del lugar donde se
encuentre.
Es en este último sentido que se orienta la definición que de la denegación de
justicia hemos propuesto desde un principio, tomando en cuenta que las dificultades de
definición y las imprecisiones que se atribuyen a esta noción derivan justamente de la
diversidad de sentidos que, en el orden internacional, se dan a este término.
En la doctrina y en la práctica internacionales es casi interminable la lista de
supuestos que, según las diferentes opiniones, configuran esta noción. Unas veces la
denegación de justicia se ha concebido tanto en un sentido amplio como en un sentido
estricto, aunque, en ambos casos, circunscrita al ámbito de la protección jurídica que debe
darse a los extranjeros; lato sensu, sería toda falla o irregularidad en la organización o
en el ejercicio de la función jurisdiccional que implique incumplimiento del Estado a su
deber internacional de protección judicial de los extranjeros; stricto sensu, estaría
constituida por la negativa a los extranjeros del libre acceso a los tribunales, o por
retardos u obstrucciones injustificables opuestos al quejoso extranjero.
Otras veces, por denegación de justicia se entiende, también en relación con la
protección judicial de los extranjeros: la imposibilidad en que se coloca a éstos para
acceder a los tribunales, en los casos en que a los nacionales les es permitido hacerlo; la
270
Héctor Fix-Zamudio.
DENUNCIA. I. Del verbo denunciar, que proviene del latín denuntiare, el cual
significa “hacer saber”, “remitir un mensaje”
II. La expresión denuncia tiene varios significados. El más amplio y difundido
es el que la entiende como un acto en virtud del cual una persona hace del conocimiento
de un órgano de autoridad, la verificación o comisión de determinados hechos, con el
objeto de que dicho órgano promueva o aplique las consecuencias jurídicas o sanciones
previstas en la ley o los reglamentos para tales hechos. Dentro de este significado amplio
se puede ubicar el que se da a esta expresión dentro del derecho procesal penal, como
acto por medio del cual una persona pone en conocimiento del órgano de la acusación (el
Ministerio Público, en México) la comisión de hechos que pueden constituir un delito
perseguible de oficio. Al lado de la denuncia, el artículo 16 Constitucional permite la
querella como medio para iniciar la averiguación previa; al igual que la denuncia, es una
participación de hecho que pueden constituir delito, formulada ante el órgano de la
acusación, por persona determinada e identificada, pero a diferencia de la simple
denuncia, debe tratarse de un supuesto delito perseguible a petición del ofendido y debe
ser hecha precisamente por éste o su representante legal. Fuera de estos dos medios
legítimos de iniciar la averiguación previa en el proceso penal, se entiende que el artículo
16 Constitucional proscribe todos los demás medios, como las delaciones secreta y
anónima y las pesquisas general y particular.
1. Además de este significado preciso de la expresión denuncia dentro del
derecho procesal penal, también tiene uno similar en el derecho disciplinario de los
funcionarios judiciales, donde se le utiliza como medio para poner en conocimiento del
órgano sancionar las posibles faltas oficiales en que incurran dichos funcionarios. En este
sentidos, el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal alude a la llamada
“queja” como denuncia de faltas oficiales (artículos. 171, 724 y 47 del título especial de
la justicia de paz); y la Ley Orgánica de los Títulos de Justicia del Fuero Común del
Distrito Federal utiliza indistintamente las expresiones queja y denuncia (artículos 278 a
280).
2. En el derecho procesal civil, la denuncia es entendida como una actitud del
demandado que consiste en solicitar al juzgador que haga del conocimiento de un tercero
el juicio que se ha iniciado con la demanda, y lo llame a participar en él, para que la
sentencia que se llegue a dictar pueda adquirir, en su caso, la autoridad de la cosa juzgada
frente a dicho tercero llamado a juicio. También se alude a la denuncia de un intestado,
para designar la forma de iniciación del juicio sucesorio ab intestato, manifestando el
fallecimiento de una persona sin dejar testamento y acompañando los documentos que
273
telégrafos, salubridad, la educación popular, que por régimen federal depende sólo del
Ejecutivo de la Unión en lo relativo al Distrito y Territorios.
De este doble punto de vista resultan dos grupos de órganos del Ejecutivo, y son
unos aquellos que ejercen atribuciones meramente políticas o, cuando menos, a la vez
políticas y administrativas; son los otros los que administran algún servicio público en su
funcionamiento nada tiene que ver con la política y, más todavía, es muy pernicioso que
la política se mezcle en estos servicios, porque los desvía de su objetivo natural, que es la
prestación al público de un buen servicio en el ramo que se les encomienda y nada más;
cuando la política se mezcla en estos asuntos, desde el alto personal de los servicios
públicos, que no se escoge ya según la competencia, sino según sus relaciones políticas,
hasta el funcionamiento mismo del sistema administrativo ofrece grandes dificultades.
Por esto ha parecido a la Comisión conveniente que los órganos del Ejecutivo se
constituyan según un sistema que hasta la fecha no ha sido ensayado en México; pero
otros pueblos no sólo de mayor cultura, sino también de intensa vida social y económica,
han demostrado estar de acuerdo con las condiciones que el desarrollo comercial y en
general la vida moderna exigen para los servicios públicos administrativos” Y agregaba:
“Al segundo grupo de órganos del Ejecutivo, o sea a los meramente administrativos,
corresponde la creación de una nueva clase de entidades que se llamarán ‘departamentos
administrativos’, cuyas funciones en ningún caso estarán ligadas con la política, sino que
se dedicarán única y exclusivamente al mejoramiento de cada uno de los servicios
públicos, dependerán directamente del jefe del Ejecutivo, no refrendarán los reglamentos
y acuerdos relativos a su ramo, no tienen obligación ni facultad de concurrir a las
Cámaras a informar ni se les exigen constitucionalmente cualidades determinadas para
poder ser nombrados; el presidente, que tiene la facultad de nombrarlos, queda con el
derecho de calificar sus aptitudes que deben ser principalmente de carácter profesional y
técnico”. (Diario de los debates tomo II, páginas 477 y 478).
La comisión referida propuso la redacción de los artículos 90 y 92 en los
siguientes términos:
“Artículo 90. Para el despacho de los negocios de competencia del Poder
Ejecutivo, habrá las siguientes secretarías: de Estado; de Hacienda y Crédito Público; de
Tierras y Aguas, Colonización e Inmigración; Trabajo, Industria y Comercio; de
Comunicaciones y Obras Públicas; de Guerra; de Marina. Habrá también departamentos
administrativos dependientes directamente del presidente, para los ramos de correos y
telégrafos, de salubridad general e instrucción pública, y los demás que lo requieran. La
ley determinará la distribución de los negocios, tanto con relación a las secretarías, como
de los departamentos administrativos, tomando los negocios de que deban ocuparse de los
que hayan quedado al conocimiento de las secretarías”.
“Artículo 92. Todos los reglamentos, decretos y órdenes del presidente, deberán ir
firmados por el secretario del Despacho encargado del ramo a que el asunto corresponda,
y sin estos requisitos no serán obedecidos. Los reglamentos, decretos y órdenes del
presidente, relativos al Gobierno del Distrito Federal y a los departamentos
administrativos, serán enviados directamente por el presidente al gobernador del Distrito
y al jefe del departamento respectivo”.
En la misma sesión se dio a conocer el voto particular que sobre el artículo 90
formuló el diputado por el 18 distrito de Jalisco, Paulino Machorro y Narváez, en los
siguientes términos: “El subscripto, de acuerdo con el dictamen de la mayoría de la
279
Comisión, por contener la expresión de las ideas cuya práctica hará estable al Gobierno
en nuestro país desde el punto de vista político, ha tenido la pena de discrepar de la
opinión de dicha mayoría en el punto relativo a las secretarías de Estado y departamentos
administrativos; aunque esto no en cuanto al fondo, sino simplemente en cuanto a la
forma de presentar el proyecto relativo, porque el subscripto opina que no debe ser un
proyecto constitucional el que determine el número y denominación de las secretarías y
departamentos. Seguramente como satisfacción a una necesidad política, será suprimida
la Secretaría de Justicia y la de Instrucción pasará de Secretaría de Estado a
Departamento Administrativo, por no justificarse su carácter legal de institución general,
que en realidad no tiene. Otros ramos, como correos y telégrafos, la salubridad general y
algún otro, tal vez exijan ser desligados de la política, haciendo a su personal directivo
independiente de las secretarías de Estado; pero ha parecido más conveniente dejar todo
esto a una Ley Orgánica, la cual, por la facilidad relativa a su expedición y, en su caso, de
modificación, es mas adaptable a las necesidades públicas en un momento dado.
Además, tratándose de una nueva organización de los órganos del Poder Ejecutivo y
siendo admisible que la práctica haga cambiar las ideas que ahora se tuvieran sobre dicha
organización, no es prudente hacer constitucional una división del trabajo que, por su
naturaleza misma, no puede ser definitiva. La Constitución sólo debe fijar los
lineamientos generales. Por lo expuesto, me honro en proponer a la aprobación de esta
honorable Asamblea el artículo 90 en los siguientes términos: Artículo 90. Para el
despacho de los negocios de competencia del Poder Ejecutivo, habrá las secretarías de
Estado. Habrá también departamentos administrativos y la distribución de los negocios
tanto en aquéllas como entre estos; podrán crearse nuevos departamentos
administrativos, tomando los negocios de que deben ocuparse de los que estén al
conocimiento de las secretarías” (Diario de los debates tomo II, página 481).
En la sesión nocturna del jueves 18 de enero de 1917 se puso a discusión el
dictamen de la comisión acerca del artículo 90 y el correspondiente voto particular de
Machorro Narváez; en contra de ambos textos se pronunció el diputado sonorense Luis
G. Monzón, por no aceptar la creación de los departamentos administrativos a los que
llamó “pedazos de ministerio”, habiendo quedado pendiente la respectiva votación. En la
misma sesión se discutió el texto propuesto por la comisión para el artículo 92, el cual fue
aprobado por unanimidad de 142 votos. Ya para finalizar la reunión, el diputado por el
Distrito Federal, Félix F. Palavicini pidió al presidente de la 2a. comisión retirar su
dictamen acerca del artículo 90, a lo que accedió la comisión, y también se retiró el voto
particular de Machorro Narváez. Ya era la noche cuando el diputado de San Luis Potosí
Samuel de los Santos manifestó: “Quiero suplicar a los compañeros que nos salgamos
para no perder el tiempo y poder aprovechar la desvelada” (Diario de los debates, tomo
II, página 640). Se puso entonces a votación el texto del artículo 90 contenido en el
Proyecto del Primer Jefe y fue aprobado por unanimidad de 137 votos, eran las cero horas
con cuarenta minutos del 19 de enero de 1917. De esta suerte el artículo 90, aprobado
después del 92, ignoraba a los departamentos administrativos que este último presupuso.
El texto original en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de
1917, de los artículos en comentario, fue el siguiente: “Artículo 90. Para el despacho de
los negocios del orden administrativo de la Federación habrá el número de secretarios que
establezca el Congreso por una ley, la que distribuirá los negocios que han de estar a
cargo de cada Secretaría. Artículo 92. Todos los reglamentos, decretos y órdenes del
280
Presidente deberán estar firmados por el Secretario del Despacho, encargado del ramo a
que el asunto corresponda, y sin este requisito no serán obedecidos. Los reglamentos,
decretos y órdenes del Presidente relativos al Gobierno del Distrito Federal y a los
Departamentos Administrativos, serán enviados directamente por el Presidente al
Gobernador del Distrito y al Jefe del Departamento respectivo. Artículo 93. Los
Secretarios del Despacho, luego que esté abierto el periodo de sesiones ordinarias, darán
cuenta al Congreso del estado que guarden sus respectivos ramos. Cualquiera de las
Cámaras podrá citar a los Secretarios de Estado para que informen cuando se discuta una
ley o se estudie un negocio relativo a su Secretaría”.
En la reforma constitucional de 1974 (Diario Oficial 31-I-74) el artículo 93 se
modificó en los siguientes términos: “Los Secretarios del Despacho y los Jefes de los
Departamentos Administrativos, luego que esté abierto el periodo de sesiones ordinarias,
darán cuenta al Congreso, del estado que guarden sus respectivos ramos. Cualquiera de
las Cámaras podrá citar a los Secretarios de Estado y a los Jefes de los Departamentos
Administrativos, así como a los directores y administradores de los organismos
descentralizados federales o de las empresas de participación estatal mayoritaria, para que
informen cuando se discuta una ley o se estudie un negocio concerniente a sus
respectivos ramos o actividades”.
La reforma de 1977 (Diario Oficial 6-XII-77) adicionó el siguiente párrafo al
artículo 93: Las Cámaras, a pedido de una cuarta parte de sus miembros, tratándose de los
diputados, y de la mitad si se trata de los senadores, tienen la facultad de integrar
comisiones para investigar el funcionamiento de dichos organismos descentralizados y
empresas de participación estatal mayoritaria. Los resultados de las investigaciones se
harán del conocimiento del Ejecutivo Federal.”
La reforma de 1981 (Diario Oficial 21-IV-81) modificó el texto del artículo 90
en los siguientes términos: “La administración pública federal será centralizada y
paraestatal conforme a la Ley Orgánica que expida el Congreso, que distribuirá los
negocios del orden administrativo de la Federación que estarán a cargo de las Secretarías
de Estado y Departamentos Administrativos y definirá las bases generales de creación de
las entidades paraestatales y la intervención del Ejecutivo Federal en su operación. Las
leyes determinarán las relaciones entre las entidades paraestatales y el Ejecutivo Federal,
o entre éstas y las Secretarías de Estado y Departamentos Administrativos”.
La reforma de 1981 (Diario Oficial 21-IV-81) modificó el artículo 92 en los
siguientes términos: “Todos los reglamentos decretos acuerdos y órdenes del Presidente
deberán estar firmados por el Secretario de Estado o Jefe de Departamento
Administrativo a que el asunto corresponda, y sin ese requisito no serán obedecidos”.
III. Desarrollo del tema. Como se desprende de los antecedentes históricos, el
departamento administrativo creado en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos del 17, constituyente la figura jurídica que el constituyente queretano crea en
los moldes del derecho público para atender la amplia actividad empresarial que prevé
para el Estado; así consideró que los departamentos administrativos deberían administrar
servicios públicos ajenos a la política. En nuestra opinión estas ideas coinciden en cierta
forma con algunos de los principios teóricos que dieron origen a la descentralización
administrativa, la cual era poco conocida en México en la época en que se aprobó la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917; y que, por otra parte, el
constituyente, creemos, tampoco tendría obligación de planear o suponer formas
281
jerárquica que los faculta a actuar en su nombre, para atender en la esfera administrativa
los asuntos que la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal les confiere. Su
régimen jurídico se integra por el artículo 90 constitucional, por las disposiciones de la
propia Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y por los reglamentos
interiores de cada una de las secretarías de Estado y departamentos administrativos.
II. En la doctrina la naturaleza jurídica de las dependencias administrativas se
explica a través de los caracteres de la centralización administrativa que es una forma de
organización de las funciones que le competen al ejecutivo. El alcance de la voz
dependencia administrativa se esboza a través de la subordinación unitaria, coordinada y
directa que cada secretaría de Estado o departamento administrativo con respecto al
órgano demás alto rango, en la pirámide jerárquica que caracteriza a la estructura
administrativa del ejecutivo federal. En estos caracteres se explica el vínculo dependiente
que en lo administrativo entrelaza a los órganos administrativos centralizados con la
autoridad suprema de la estructura administrativa mencionada. Unicamente el carácter de
órgano político que corresponde a las secretarías de Estado, cuando a través del refrendo
sus titulares autorizan y autentifican a los reglamentos, decretos y órdenes del presidente
en los que se normen asuntos propios de su ramo o competencia, los sustrae de las bases
y principios que dan contenido al vínculo de subordinación que caracteriza a las
dependencias administrativas dentro de la administración pública federal, puesto que los
efectos del refrendo dan validez a aquéllos y su ausencia implica el supuesto o
posibilidad jurídica de desobedecerlos.
En teoría los administrativistas coinciden al señalar que a través de la
centralización administrativa federal y a partir del poder ejecutivo se desarrolla un
conjunto de órganos que mantienen estricta dependencia a los órganos inferiores que
atacan las órdenes o instrucciones de los primeros. Destacan como facultades que
consolidan tal dependencia, las de mando, decisión, vigilancia, de orden disciplinario, de
revisión y para la resolución de conflictos de su competencia. Particularmente las
facultades de decisión y de mando dan contenido a la relación de jerarquía porque la una,
establece límites para que solamente los órganos de alto grado en la jerarquía
administrativa resuelvan asuntos de su competencia y adopten medidas que se traducen
en actos jurídicos creadores de situaciones de derecho. Y la otra, permite que las
autoridades superiores instruyan a los órganos inferiores indicándoles los principios a
seguir para ejercer las funciones que les hubieren sido atribuidas.
La Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, en su artículo 26
establece que para el estudio, planeación y despacho de los negocios del orden
administrativo, el Poder Ejecutivo de la Unión contará con las siguientes dependencias:
Secretaría de Gobernación, Secretaría de Relaciones Exteriores, Secretaría de la Defensa
Nacional, Secretaría de Marina, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Secretaría de
Programación y Presupuesto, Secretaría de la Contraloría General de la Federación,
Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal, Secretaría de Comercio y Fomento
Industrial, Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Secretaría de
Comunicaciones y Transportes, Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, Secretaría
de Educación Pública, Secretaría de Salud, Secretaría del Trabajo y Previsión Social,
Secretaría de la Reforma Agraria, Secretaría de Turismo y Secretaría de Pesca, así como
también el Departamento del Distrito Federal.
283
tratadistas de derecho civil para quienes su tratamiento rompe las reglas básicas de la
institución familiar, al reconocer a personas que no guardan parentesco ni relaciones
civiles con el trabajador, determinados derechos y beneficios patrimoniales. Se dice, por
ejemplo, que reconocer derecho a personas no casadas legalmente constituye una falta de
respeto a la familia y una grave afectación a la esposa, descendientes y ascendientes que
viven bajo el amparo del salario del trabajador. El legislador mexicano desde la ley
laboral de 1931 estimó que era necesario actuar conforme a la realidad social de nuestro
país y dar satisfacciones a necesidades auténticas de los hombres, sobre todo en aquellos
casos en que la familia civil de hecho no existe, sino que realmente existente es una
familia natural que merece igual respeto que la otra. De ahí que desde entonces hayan
sido considerados dependientes económicos: a) la esposa y los hijos legítimos o
naturales menores de dieciséis años; b) los ascendientes cuando sean sostenidos por el
trabajador; c) la persona que hubiese vivido con el trabajador durante cinco años cuando
menos; d) la persona con la cual haya tenido hijos fuera de matrimonio y e) cualquier
otra persona que bajo un vínculo diferente a los anteriores hubiese dependido, para su
sustento, de un trabajador.
III. Durante la vigencia de la ley de 1931 se sostuvo por los tribunales de trabajo
la tesis de que la familia civil era siempre beneficiaria de un trabajador y en consecuencia
debía presumirse su dependencia económica salvo prueba en contrario; solamente la falta
de ella podrían ser considerados dependientes económicos las demás personas antes
aludidas. Se dijo que si bien es cierto que si conjuntamente con el principio general de
dependencia económica coexiste el principio de exclusión, la esposa legítima y los
descendientes (hijos legítimos o naturales reconocidos, menores de dieciséis años), tienen
siempre a su favor la presunción iuris tantum de su calidad de beneficiarios preferentes,
con exclusión de personas que sin controvertir cualquiera otra dependencia económica, la
demuestren mediante prueba inobjetable, ya que las disposiciones legales les otorgan este
derecho y sólo a falta de esposa legítima y descendientes, las demás personas podrán
exigir el reconocimiento de tal calidad. Unicamente mediante prueba podía excluirse a
aquellos que ostentan en su favor la presunción de dependencia económica, pues no
puede otorgarse el derecho a dos grupos cuya distinción y exclusión se establece por la
Ley Federal del Trabajo.
El legislador de 1970 modificó sustancialmente este concepto por estimar que no
se requieren consideraciones especiales para declarar que en los casos de riesgos de
trabajo, el trabajador que sufre el daño es el titular único del derecho a recibir las
prestaciones en especie y las indemnizaciones que concede la ley. La determinación de
los beneficiarios tanto a esas indemnizaciones como a las prestaciones a que se hubiese
tenido derecho en vida el trabajador, debe regirse conforme al principio de la
dependencia económica, independientemente de la idea de la seguridad social en el
sentido de que en ésta se encuentra la garantía de una existencia decorosa en el presente y
en el futuro. Por ello se prefirió incluir en varios grupos a los dependientes económicos:
I. El formado por la viuda o el viudo que hubiese dependido de la esposa y tuviese una
incapacidad de cincuenta por ciento o más para el trabajo; II. Los hijos menores de
dieciséis años o los mayores de esta edad, cuando tuviesen asimismo un cincuenta por
ciento o más de incapacidad física para el trabajo; III. Los ascendientes que hayan
dependido del trabajador; IV. De no existir cónyuge supérstite se considera dependiente
económico a la persona con quien el trabajador vivió como si fuera su cónyuge durante
289
los cinco años que hayan precedido a su muerte, o la persona con la que hubiere tenido
hijos, “siempre que ambos hubieren permanecido libres de matrimonio durante el
concubinato”, y V. Los parientes o entenados que prueben que eran sostenidos por el
trabajador (artículo 501 Ley Federal del Trabajo). De esta manera podrán en la actualidad
concurrir al pago de una indemnización o de prestaciones pendientes, personas de todos
los grupos, excluyéndose de acuerdo al principio legal y en la proporción en la que
pudieran ostentar algún derecho patrimonial.
Finalmente, las acciones que podrán intentar los dependientes económicos de los
trabajadores serán aquellas de las cuales sean titulares, esto es, son acciones que no les
trasmite el trabajador sino que las admite a su muerte. Así lo establece la ley al declarar
que “los beneficiarios del trabajador fallecido tendrán derecho a percibir las prestaciones
e indemnizaciones pendientes de cubrirse, ejercitar las acciones y continuar los juicios,
sin necesidad de juicio sucesorio (artículo 225 Ley Federal del Trabajo). Esta disposición
se contempla con la del artículo 501 a la que hemos hecho referencia, y de ambas se
desprenden los derechos que les hemos atribuido como propios a tales dependientes
económicos.
ver Accidentes de trabajo, Enfermedad Profesional, Riesgos Profesionales.
IV. BIBLIOGRAFIA: Camerlinck, G. H. y Lyon-Caen, G., Derecho del
trabajo; traducción Juan M. Ramírez Martínez, Madrid, Aguilar, 1974; Cueva, Mario
de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo, tomo II. Seguridad social derecho
colectivo del trabajo, sindicación, convenciones colectivas, conflictos de trabajo,
México, Porrúa, 1979; Despontin, Luis A., La influencia técnica en el desarrollo del
derecho del trabajo. Buenos Aires, 1941; Krotoschin, Ernesto, Instituciones de derecho
del trabajo, Buenos Aires, Kraft, 1948.
cosa, ‘res’, que colocaba a la persona humana sometida al poder omnímodo y despótico
de la liberación del patrono” Hoy, de acuerdo con el artículo 295 ( Ley Federal del
Trabajo), es necesario el consentimiento expreso del deportista para que se produzca la
operación de transferencia; además, en los términos de las frs. II y III del artículo 296,
para determinar el monto de la prima, se requiere el acuerdo entre la empresa o club y el
trabajador deportivo; éste tendrá derecho, por lo menos, al 25% del volumen de la
operación, que se incrementará en un 5% por cada año de antigüedad en el servicio, hasta
alcanzar el 50%.
El artículo 298 ( Ley Federal del Trabajo) contiene las obligaciones especiales de
los deportistas profesionales, que van desde someterse a la disciplina de la empresa o club
y concurrir a las prácticas de preparación de los eventos y funciones. Estos deberes
específicos deben armonizarse e incluirse en los de carácter general que contiene todo
reglamento interior de trabajo (artículos 422-425,Ley Federal del Trabajo).
Los deportistas profesionales, como prohibición legal, deben evitar todo maltrato
de palabra o de obra a los jueces o árbitros, a sus compañeros y a los jugadores
contrincantes. Especial énfasis pone el artículo 299 ( Ley Federal del Trabajo) en
aquellos deportes (box, lucha, etcétera) que impliquen una contienda personal, en cuyo
caso los adversarios deberán abstenerse de toda exaltación antideportiva.
Los patrones tienen como obligaciones de carácter especial, la organización y el
mantenimiento de un servicio médico que practique reconocimientos periódicos a los
deportistas, así como concederles un día de descanso semanal. En virtud de que el día
domingo resulta ser el más propio para la realización de la mayoría de actividades
deportivas, los jugadores profesionales quedan excluidos de la prestación económica
consistente en otorgar una prima adicional de un 25% sobre el salario de los días
ordinarios de trabajo (ver artículo 71 y 300, Ley Federal del Trabajo).
Los patrones deben abstenerse de exigir a los deportistas profesionales un
esfuerzo que no sea proporcional con los objetivos de toda competencia o evento
deportivo.
El artículo 303 de la Ley Federal del Trabajo recoge como causas especiales de
rescisión en el ámbito del trabajo deportivo, a la indisciplina grave o faltas repetidas de la
indisciplina, así como la pérdida de las facultades. Este último factor de ruptura de las
relaciones de trabajo deportivas, es altamente polémico, en virtud de que puede aducirse
como rendimiento deficiente el de un participante que se encuentre en plenitud física y
emplee de manera responsable y eficaz sus habilidades. Si bien un caso de esta
naturaleza, al convertirse en un conflicto individual de trabajo, puede ser materia de
prueba en un juicio, especialmente la pericial, un criterio muy extendido entre los
tratadistas es que el conflicto se resuelve en base a los dictámenes provenientes de la
institución de seguridad social que deba brindar los servicios de solidaridad al deportista
implicado.
El artículo 147 de la Ley Federal del Trabajo somete a un régimen especial, en
materia de vivienda, a los deportistas profesionales, en cuanto a las modalidades y fechas
de incorporación, previo estudio y dictamen del organismo administrador del Fondo de la
Vivienda para los trabajadores (INFONAVIT).
IV. BIBLIOGRAFIA: Buen Lozano, Nestor de, Derecho del trabajo, tomo II,
Derecho individual, derecho colectivo; 4a. edición, México, Porrúa, 1981; Cueva, Mario
de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo, tomo I, Historia, principios
293
artículo 2517 Código Civil para el Distrito Federal el depósito es oneroso pero puede ser
gratuito. Los estudiosos distinguen también entre depósito voluntario que satisfaría los
extremos de la definición del artículo 2516 del Código Civil para el Distrito Federal y
depósito necesario y miserable cuando es producto de una voluntad que la ley presupone
como en el caso de incendio, inundación o cualquier otro desastre, pues en estas hipótesis
el consentimiento presunto se basa, en cuanto al depositante, en la regla de que todo el
mundo quiere que lo favorezca y en lo que se refiere al depositario en la sabia disposición
de que no quieras para otro lo que no quisieras para ti mismo.
Finalmente, se distingue el depósito regular del irregular siendo el primero aquel
en el que no se señala tiempo ni duración, facultándose el depositante para exigir la
restitución cuando la pida. El depósito irregular es aquel en el que se faculta el
depositario para usar la cosa depositada; entregando otra en su lugar, en este caso se
asemeja al contrato de mutuo, pero se distingue de él en que éste se constituye a beneficio
del mutuario, en tanto que el depósito irregular se constituye en beneficio del depositante.
Otra especie de depósito es el del albergue u hospedaje a que se refieren
específicamente los artículos del 2536 al 2538 del Código Civil para el Distrito Federal
pues habiendo establecido el legislador que los dueños de establecimientos en donde se
reciban huéspedes son responsables del deterioro, destrucción o pérdida de los efectos
introducidos en el establecimiento con su consentimiento o el de sus empleados, salvo
que prueben que se han dañado por imputación a los propios huéspedes; para evitar la
carga que tendría el depositario de probar el conocimiento expreso de que se introducen
los bienes en sus establecimientos, imponen a los hospederos la obligación de recibir
dinero, valores u objetos de precio notoriamente elevado si se entregan expresamente al
dueño del establecimiento o a sus empleados para constituir el depósito. En este caso
cualquier aviso para limitar su responsabilidad no exime de la misma al posadero.
La capacidad que se exige a las partes en el contrato de depósito es la capacidad
general para contratar, pero se otorga una mayor latitud extendiéndose las obligaciones
del depósito incluso a los incapaces porque si lo fuera el depositante el depositario no
podría alegar la anulabilidad del contrato y, si el incapaz es el depositario éste no podrá
eximirse de restituir la cosa depositada si la conserva aún en su poder o el provecho que
hubiere recibido de su enajenación pues la base del contrato, como se ha dicho, es la
confianza.
En cuanto a las obligaciones las del depositario son: las de guardar la cosa
depositada; restituirla cuando se lo pida el depositante aunque al constituirse el depósito
se hubiese fijado plazo y éste no hubiere llegado. La restitución debe hacerse con todos
sus productos y accesorios; si el objeto ha sido recibido cerrado, se restituirá en la misma
forma. El objeto debe restituirse al depositante o a sus causahabientes o a la persona
designada por éstos y debe hacerse en el lugar señalado siendo a cargo del mismo los
gastos de la entrega.
Por estas circunstancias el depositante está obligado a reembolsar al depositario
los gastos de conservación e indemnizarlo de los perjuicios sufridos.
v. Secuestro.
IV. BIBLIOGRAFIA: Branca, Guiseppe, Instituciones de derecho privado;
traducción de Pablo Mercado, México, Porrúa, 1978: Lozano Noriega, Francisco,
Cuarto curso de derecho civil. Contratos; 2a. edición, México, Asociación Nacional del
Notariado Mexicano, A. C., 1970; Sánchez Medal, Ramón, De los contratos civiles; 5a.
295
edición, México, Porrúa, 1980; Zamora y Valencia, Miguel Angel, Contratos civiles,
México, Porrúa, 1981.
José de Jesús López Monroy.
Pedro A. Labariega V.
DEPOSITO JUDICIAL. I. Es ésta una de las formas que reviste el contrato real en
cuya virtud una persona recibe de otra una cosa determinada con obligación de
custodiarla y devolverla cuando aquélla lo disponga.
Cuando el depósito sobre un bien litigioso se le da el nombre de secuestro y éste
puede ser convencional o judicial, según que las partes en litigio convengan dejar la cosa
en poder de un depositario en tanto se decide por el juez a quién deba entregarse, o que
sea el juez mismo quien decrete el secuestro (artículos 2539 a 2541 del Código Civil para
el Distrito Federal).
Precisa el artículo 2544 del Código Civil para el Distrito Federal, que depósito
judicial es el que se constituye por decreto del juez y en cuanto a la naturaleza de ese acto
jurídico Pallares explica que la aceptación del depósito judicial da lugar a un contrato de
derecho público, porque las obligaciones y las responsabilidades que contrae el
depositario, no sólo afectan a intereses privados, sino a la función misma que aquél
desempeña.
II. Como referencia histórica de esta institución conviene recordar que en el
derecho romano de depósito era un bona fidei negotium que se realizaba mediante la
299
virtud del cual una de las partes, llamada depositante entrega a la otra, llamada
depositario, algún bien, quedando obligado a devolver tal bien u otro equivalente, cuando
el bien entregado es objeto de comercio o bien cuando el contrato se celebra a
consecuencia de una operación mercantil”.
II. Clasificación. En atención a los derechos de las partes, el depósito se
diferencia en regular e irregular, siendo el primero aquel en que el depositante hace
entrega del bien, sin transferir el derecho de propiedad ni de uso, y el depositario queda
obligado a restituir el mismo bien. En tanto en el depósito irregular, el depositante
transfiere la propiedad del bien, y el depositario queda obligado a restituir otro de la
misma especie y calidad.
En atención al depositario, debe diferenciarse del depósito bancario, y al depósito
en almacenes generales de depósito de las demás figuras, ya que aquéllos están sujetos a
regulación especial.
Dada la pluralidad de regímenes, resulta necesario referirse a cada figura
separadamente.
1. Depósito regular. Es el contrato en virtud del cual el depositante hace entrega
al depositario de algún bien, quedando éste obligado a conservarlo según lo reciba y a
devolverlo en cuanto lo solicite el depositante (Código de Comercio artículo 335).
A. Elementos: a) personales: existen dos aspectos esenciales según los artículos
2519 y 2529 del Código Civil para el Distrito Federal, aplicables en materia mercantil y
b) reales: pueden ser objeto de depósito tanto bienes muebles cuanto inmuebles. Por
tratarse de un contrato real, su perfeccionamiento requiere la entrega del bien.
B. Obligaciones de las partes: a) depositario: debe conservar el bien, restituirlo
cuando se le solicite y responder de los menoscabos o daños derivados de su malicia o
negligencia (Código de Comercio artículo 335). Si se trata de depósito de numerario y se
especificaron las monedas o se entregaron cerradas y selladas, el riesgo de aumento o
baja de valor es por cuenta del depositante y “los riesgos de dichos depósitos corren a
cargo del depositario”, salvo que pruebe que ocurrieron por fuerza mayor o caso fortuito
(Código de Comercio artículo 336) y b) depositante: debe cubrir la retribución al
depositario, salvo si se pactare como gratuito (Código de Comercio artículo 333).
2. Depósito irregular. El Código Civil para el Distrito Federal parece negar que
el depósito irregular sea un depósito (a. 338), sin embargo la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones
Auxiliares se refieren a la figura y la regulan diversos aspectos, si bien tan sólo en el
caso de depósitos bancarios.
Dado que los únicos depósitos irregulares expresamente regulados son los
bancarios, tanto de dinero cuanto de títulos, sólo se hace referencia a éstos, los cuales son,
además los de mayor importancia.
3. Depósito bancario. La Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
regula el depósito bancario de dinero (artículos 267-275) y el de títulos (artículos 276-
279), si bien la regulación se encuentra complementada por diversas disposiciones de la
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares que autorizan o
prohíben a las diversas instituciones la celebración la de tales depósitos (ver por ejemplo
Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares. artículos 10-I y II;
15, 16 y 17-XIII, XIV y XVII, 18, 19-III bis, 21, 22, 23, 26-IV bis y XVI, 28-XVII, 33-
III y XII; 34 y 35 párrafo final, 36-III y III bis; 39-III; 43-I; 46 bis I-I y X; 46 bis 2-III y
303
V; 46 bis 10-XIV), facultan a las autoridades para regular la materia en ciertos aspectos
(Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares a 107 bis), y
regulan diversos aspectos del depósito mismo (Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares artículos 102 a 107 bis y 115 y 118).
De ese conjunto de disposiciones se perfilan claramente cuatro figuras del
depósito bancario, según sean de dinero o de títulos, regulares o irregulares.
de dinero
{ -Regular
Depósitos
Bancarios
{ de títulos
{
-Irregular
-Regular
-Irregular
o, lo que es lo mismo
-Regular
{ -de dinero
Depósitos
Bancarios
{ -Irregular
{
- de títulos
- de dinero
-de títulos
A su vez, cada una de las figuras puede dar lugar a diversas modalidades, en
atención a distintos elementos (plazos, obligaciones del depositario).
A. Depósito bancario de dinero: Puede ser regular (Ley General de Instituciones
de Crédito y Organizaciones Auxiliares artículo 268) o irregular (Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares artículo 267).
a) El depósito regular se rige por las disposiciones del contrato, en lo no previsto
habrá que estarse a lo arriba dicho sobre el depósito regular, pues no existen
disposiciones especiales cuando es bancario.
b) En el irregular, la institución de crédito depositaria adquiere la propiedad del
dinero - sea moneda nacional o extranjera - y queda obligada a restituir la suma
depositada en la misma especie (Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares artículo 67).
c) La Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito (artículo 270) distingue
tres pos de depósito irregular de dinero: a la vista, a plazo y con preaviso (ver por
ejemplo, artículo 46 bis I-I), a su vez el primero puede ser no en cuenta de cheques. Por
su parte la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares se refiere
304
Kelsen considere que “cualquier intento por definir un concepto (derecho) tenga que
tomar como punto de partida el uso común de la palabra que [lo] denota. . . “
La explicación del término “derecho” no puede ser restrictiva (arbitrariamente
restrictiva). La determinación del alcance de la expresión “derecho” constituye la
delimitación de un sector de la experiencia que debe corresponder al objeto descrito por
la ciencia jurídica (dogmática) y su historia. Para este propósito no existe procedimiento
más apropiado que la exposición de las caracterizaciones que, siendo lógicamente
consistentes, no se desvían del uso del lenguaje (ordinario como técnico). Cierto es que si
las características consideradas son insuficientes, entonces “derecho” podría aplicarse
indiscriminadamente a todo, privando a la ciencia jurídica (dogmática) y a su historia de
objeto y sustantividad. Si, por lo contrario, las características atribuidas son exageradas
(por razones metodológicas o concepciones ideológicas) podría excluirse un buen número
de cuestiones que han sido consideradas, desde siempre, parte de la experiencia jurídica.
¿Por qué dedicarle tanto tiempo y tanto esfuerzo a este problema? Pareciera que
esto no sucede en otras esferas del conocimiento (P. J. Fitzgerald, H. L. A. Hart). Se
puede decir que la necesidad de proporcionar una definición del derecho proviene de la
urgencia en clarificar el más fundamental de todos los conceptos jurídicos, el derecho
mismo. Este argumento, sin embargo, es frecuentemente mal entendido. “Derecho” no es
un concepto jurídico, así como “geometría” no es un concepto geométrico. (P. J.
Fitzgerald, W. W. Buckland). Sin embargo, una clara concepción del derecho y sus
funciones permite entender y comprender el alcance de los argumentos jurídicos, los
cuales son de enorme significado práctico. De hecho, la gran mayoría de cuestiones
jurídicas presupone una referencia al concepto del derecho y a la forma como éste opera.
Por otro lado, el problema es metodológicamente importante: la determinación del
concepto del derecho delimita el campo de la ciencia del derecho.
II. (Etimología y significado ordinario.) a) Etimología. La palabra “derecho”
proviene del latín directum el cual deriva de dirigere (“enderezar”, “dirigir”,
encaminar”), a su vez, de regere, rexi, rectum (“conducir”, “guiar”, “conducir
rectamente, bien”). Por extraño que parezca, “derecho” no desciende de una palabra
latina de morfología semejante e igual significado. La palabra latina que corresponde a
“derecho” (o de sus equivalentes en las lenguas modernas) es ius de antigua raíz
indoiránica (v. infra).
“Derecho” pertenece a una familia de palabras (de diferentes lenguajes) que se
remontan a la raíz indoeuropea rj la cual significa “guiar”, “conducir”. Rectum, sin
duda, proviene de rj y corresponde al sánscrito rjyat (rají: “enderezar”, “arreglar”), y
al griego erektos: “erecto”, “recto”. Esta etimología es común en las lenguas celtas y
germánicas: raitht (gótico), raith (cimbrio), Ret (escandinavo, del antiguo nórdico:
rettr). rect (irlandés), right (inglés, del antiguo alemán: Reht), Recht (alemán). El
prefijo di, el cual deriva del las raíces dh y dhr y que dan la idea de estabilidad y
firmeza, fue incorporado posteriormente, formando, así, la voz directum (derectum). Las
lenguas romances ofrecen distintas derivaciones de di-rectum: “de-recho” (o “d-recho”)
di-reito o d-reito (portugués), d-recht (provenzal), d-roit (francés), d-ret (catalán), drept
(rumano, d-ritto o di-ritto (italiano).
Así “derecho” implica “dirección”, “guía”, “ordenación”; detrás de “derecho”
subyace la idea de regulación (de regere: regir, regular. Por otro lado “derecho” connota
“lo recto” (rectum: lo correcto, “lo que está bien”). “Derecho” recibe con el significado
308
al ius (conjunto de praecepta y principios). El ius quo populus romanus utitur (el
complejo de normas que el pueblo romano aplica) sigue en tiempo y se contrapone a
alicui ius esse utendi fruendi (al goce de cualquier derecho) (M. Kaser, R. Sohm).
Estos pudieron haber sido los usos orinarios como lo revelan la etimología y el
significado de ius y iurare.
El análisis de los usos de dike ha puesto en claro, entre otras cosas, la conexión
que guarda con los usos judiciales de ius: diken aipein corresponde a ius dicere; dikaios,
a iustus; dikaspólos, a iudex. Asimismo al igual que dike, palabra que designa el derecho
humano opuesto al divino (thémis), ius nombra los praecepta humanos oponiéndose a
fas. (E. Benveniste, G. Calhound, A. Berger).
Es dentro de las lenguas indoiránicas donde encontramos los antecesores de ius: el
veda yoh y el avéstico yaos. Yaos significa “purificación”; el sentido de yoh, debe ser
“salud” (así: samca yosca: “felicidad y salud”). El iránico conservó yaos en fórmulas en
las cuales se combina con el verbo: da (“investir”, “hacer disfrutar”) para formar el verbo
yoazda (“purificar”) del cual derivan varias palabras relacionadas: yaozdatar; “aquel que
tiene el encargo de purificar”; yaozdati: “purificación”, etcétera En estas derivaciones se
aprecia claramente el sentido original de }: “hacer de conformidad con las
prescripciones”, “realizar según lo requiere el culto”. Se trata pues de una condición del
sacrificio, del rito: aquel que ofrece debe hacer ritualmente apto el objeto del culto
(oblación). Estamos en presencia de una expresión fundamental de un código religioso (o
mágico). Todo acto debe ser ritualmente realizado y con el objeto adecuado. Esta
integridad es la condición indicada por yaozda. Yoh es una expresión de augurio: se
dirige a alguno deseándole que el estado de salud y prosperidad le sea concedido; yoh,
es una palabra para pronunciarse. La situación de yaos es un poco diversa.. El vínculo
yaos con da (“investir”, “hacer”) muestra que yaos enuncia una acción a realizar y no
(o no sólo) una palabra a pronunciar. Esta diferencia es de gran importancia dentro del
derecho y el ritual en los cuales los “actos” frecuentemente son palabras. Gracias a los
términos indoiránicos analizados descubrimos el significado ordinario de ius. La palabra
yous (ius) significa “el estado de regularidad requerido por las reglas rituales”. En latín
(particularmente en el lenguaje jurídico) esta idea es sobrepuesta a la doble situación
advertida ya en los términos indoiránicos que le anteceden. La expresión ius indica
cualquiera de estas situaciones (o ambas): la indicada por la derivación iustus en
expresiones jurídicas como: iustae nuptie (“matrimonio lícito”) iusta uxor (“esposa
legítima”), en donde significa “lo que está conforme a la fórmula del ius”. El otro
significado se encuentra manifiesto en la expresión ius dicere, en donde ius funciona
como el operador de la fórmula que prescribe aquello a lo que un individuo debe
atenerse. Aquí yace el fundamento de la noción “derecho” en la Roma arcaica (D.
Benveniste).
El vocablo latino ius tiene un verbo derivado: iurare (“jurar”) cuyos usos nos
informan el significado de ius. La evidencia historiográfica muestra claramente cómo se
prestaba juramento en el mundo romano y como iurare deriva de ius (Plauto, Rudens,
1331 y siguientes; A. Gellio, Noctes atticae, II, 24; Tito, Liv. II, 1, 9; Tácito
Historiare, I, 37; Gayo, Inst. . . ). Aquel que induce a otro a prestar juramento debe
praeire verbis (enunciar el texto) que el compromitente debe repetir palabra por
palabra. Esta es la parte esencial de la ceremonia. Iurare no designa la misma cosa que
indica el verbo “jurar” (o sus equivalentes modernos); el hecho de comprometerse de
310
Este uso de ius tiene sus equivalentes en las lenguas modernas: “derecho”, en
“derecho romano”, “derecho internacional”; droit en droit romain, droit international,
droit pénal; Recht, en römisches Recht, Volkrecht, Strafrecht; law, en Roman Law,
International law, Criminal law; diritto. . .;direito. . . etcétera). Cuando es usado en este
sentido los autores modernos suelen agregar la palabra “objetivo” (“derecho objetivo”,
“droit objectif”, “Objektive Recht”) para distinguirlo (u oponerlo) de otros usos de
“derecho”.
Al lado, y en contraposición, con el uso referido, ius se usa para indicar los
derechos (iura) de los cuales goza un individuo, como el derecho de adquirir o disponer
de alguna cosa. Proveniente del ius dictado por el iudex (en principio, como vimos, iura,
como díkai, nombra los pronunciamientos de las sentencias, del iudex), los iura entran
al patrimonio del beneficiario y se extienden a otros. Este uso se percibe claramente en
expresiones como iura in re aliena (“derecho sobre los bienes del otro”) ius conubi
(“derecho a celebrar matrimonio”). En este último sentido ius aparece como sinónimo de
facultas y potestas significando con ello el poder para realizar cierto acto válido.
Por otro lado, ius se usa también para indicar el status personal de un individuo
como aparece en las expresiones sui iuris, alieni iuris, indicando cuando alguien actúa
por su propio derecho o se encuentra bajo el poder (tutela o potestad) de otro.
Por otro lado, ius se usa también para fundamentales y, así, se opone a sus
componentes. Lex, por ejemplo, no es sino una de las manifestaciones de ius.
Ciertamente, lex crea ius, pero está sometida al ius (entendido ius como el conjunto de
principios (regulae en el sentido de D.50, 17, 1) que se imponen a todas las fuentes
componentes del ius. Este es el sentido de ius en la cláusula que figuraban en el
sanctio de ciertas leyes: “Si quid ius non esset rogarier, eiusce lege nihilum rogatum”
(Cic. Pro Caecina, 33,95): las prescripciones, contrarias al derecho (ius) que pudieran
haber sido parte de la rogatio del magistrado, deberían de ser considerados como no
puestas (J. Gaudemet).
En conclusión, teniendo en cuenta los usos de sus antecesores indoiránicos yoh y
yaos y considerando su relación con el verbo dire, ius quiere “decir fórmula de
conformidad”, “pronunciando de lo que debe hacerse”.
III. (Nociones prevalecientes.) Hemos visto que “derecho” (esto es, “ius”) tiene
varios significados en la literatura jurídica. Dos son, sin embargo, sus usos más
persistentes: (1) “complejo de normas e instituciones que imperan coactivamente en una
comunidad estatal” (“orden o sistema jurídico”) y (2) “permisiones” o “facultades”, así
como “exigencias” o “reclamos” que se consideran jurídicamente justificados. Al primero
de los significados se le suele llamar “objetivo”; al segundo “subjetivo”.
El problema de la teoría jurídica consiste en encontrar y describir los elementos
característicos del objeto llamado “derecho” (el descrito por la dogmática jurídica y su
historia. Algunos autores sostienen que abordar el derecho en general - en su primer
significado - es en extremo problemático, en virtud de que el término “derecho” no tiene
límites claros aplicabilidad. De ahí que este problema deba abordarse describiendo, más
bien, fenómenos jurídicos individuales (K. Adomeit); por ejemplo, normas jurídicas.
Esta estrategia, además de prestar problemas tan complejos como los que presenta
el enfoque alternativo, no puede prescindir de una noción (aún fuera intuitiva y
provisional) del derecho y de la forma como éste opera. Así, se ha insistido en que un
claro, entendimiento del derecho y sus componentes depende de una clara comprensión
312
grado funciona la coacción dentro del orden jurídico. La tesis aparentemente excesiva que
sostiene que toda norma jurídica establece una sanción es normalmente atenuada por la
que presupone que en un orden jurídico todas las normas (normas de competencia,
normas de adjudicación, normas no independientes, etcétera) se relacionan entre sí
manteniendo una conexión esencial con las normas sancionadoras (J. Raz, R. Tamayo).
5. Derecho como reclamos justificados, (Interés legítimo). El término “derecho”,
además de designar un orden jurídico (o una parte significativa del mismo), se usa para
referirse a una ventaja o beneficio normativo conferido a un individuo o a una clase de
individuos. En este sentido, “derecho” designa una permisión otorgada a alguien (o
algunos) para hacer u omitir cierta conducta, con la garantía de la protección judicial. Así,
se dice “el arrendador tiene derecho de. . .”, “el propietario tiene derecho de. . .”, etcétera
Es en este sentido en que se dice que el comportamiento (o una esfera del mismo se
encuentra jurídicamente tutelado).
La idea de pretensión o exigencia inseparable a este uso de ‘derecho’ proviene de
que, en un principio, un “derecho” era pedido (por ejemplo al praetor o al chacellor) y,
en virtud de los méritos del caso, un actio o un writ era concebido. De esta forma, un
interés, un petitum, era jurídicamente protegido. Este es el sentido que tiene el aforismo
latino: ibi, ius, ibi remedium (ahí donde hay derecho, existe protección judicial).
Una vez judicialmente establecidos, los derechos (iura, ver infra) “pertenecían”
al individuo, al derechohabiente. Después, los "derechos” compilados o codificados se
convierten en disposiciones legislativas conferentes de derechos: se convierten en
formulaciones más o menos amplias de conducta humana (libertades, inmunidades,
prerrogativas) protegida no sólo frente a la intervención de los demás individuos, sino,
inclusive, frente al Estado.
El sentido de pretensión, petición o reclamo que se encuentra en su origen, ha
dado ocasión a un uso abusivo y perturbador de “derecho”. Así cualquier pretensión que
se considera justificada (no en base a un alegato o interpretación jurídica, ni en
argumentos de moral positiva en casos de lagunas, sino de cualquier manera, pretende
reivindicar el nombre “derecho” y cubrir dicha pretensión con el objeto significado
técnico de derecho subjetivo en el sentido de permisión o potestad jurídicamente
protegida.
Ciertamente, el derecho subjetivo, sigue siendo una exigencia judicialmente
respaldada. Por ello es necesario deslindar el uso técnico del término “derecho”
(subjetivo) del uso incorrecto, el cual origina no pocas confusiones en el discurso
jurídico. Así, se habla de “derechos naturales”, “derechos sociales”, “derechos
asistenciales”, etcétera Estos “derechos” en tanto establecidos por un orden jurídico
particular, son derechos propiamente hablando (derecho de asociación, derecho de
coalición, derecho de huelga, etcétera), pero mientras no lo están, es decir, mientras no
son conferidos por una disposición del orden jurídico, pueden ser, según el caso,
reclamos moralmente justificados, aspiraciones, anhelos, prédica social humanitaria, si no
es que simples declaraciones, mera retórica política. Existirá por ejemplo, el derecho de
asociación ahí es donde haya una norma del sistema que lo establezca (legislación,
precedente o costumbre) y goce de protección judicial para, si es el caso, hacerlo efectivo.
6. El derecho. Significado valorativo. El término “derecho” posee una pesada
carga emotiva. El peso emotivo de “derecho” descansa en las antiguas y persistentes
ideas, profundamente arraigadas en el mundo occidental desde tiempos clásicos; desde
315
sentido subjetivo no se puede predicar del derecho como orden jurídico. Asimismo, lo
que se puede predicar de un conjunto de normas positivas, no se puede predicar del
derecho natural, entendido como el conjunto de formulaciones sobre lo que el derecho
debe ser. El concepto “derecho” por consiguiente, no es unitario (derecho natural y
derecho positivo no son partes de un mismo objeto) (V.P.J. Fitzgerald, E. García
Máynez). El término “derecho” no se aplica siempre en el mismo sentido; es como
vimos, vago, ambiguo. Ciertamente la ambigüedad y equivocidad en ocasiones quedará
oculta creando grandes problemas de comprensión. A los usos de “derecho” le ocurre lo
que Aristóteles observaba con los usos de “justicia” (dikaiosyne) e injusticia (adikía): “.
. . se entienden, por lo que parece, en varias formas; pero por ser muy cercana su
significación, la ambigüedad de estas palabras quedará oculta. . .” (Etik, Nik. 1129 a 26-
28).
Los sentidos en que se usa “derecho” se evocan recíprocamente, de manera
particular en el lenguaje ordinario. Usar “derecho” en uno de los sentidos analizados no
cancela la connotación de otros ni lo despoja de su carga emotiva. El uso apropiado de la
expresión “derecho” requiere, por tanto, un adecuado deslinde y una muy precisa
determinación.
ver Coacción, Derecho Natural, Derecho Objetivo, Derecho subjetivo,
Eficacia, Facultad Jurídica, Filosofía del Derecho, Fuentes del Derecho, Institución,
Validez.
IV. BIBLIOGRAFIA: Adomeit, Klaus, Introducción a la teoría del derecho;
lógica normativa, teoría del método, politología jurídica; traducción de Enrique
Bacigalupo, Madrid, Editorial Civitas, 1984; Alchourron, Carlos y Bulygin, Eugenio,
Introducción a las ciencias jurídicas y sociales, Buenos Aires, Astrea, 1974; Benveniste,
E., Le vocabulaire des institutions indo-européennes II. Pouvoir, droit, religion, París,
Les éditions de Minuit, 1969; Berger, Adolf, Encyclopedic Dictionary of Roman Law,
Filadelfia, The American Philosophical Society, 1968; Bobbio, Norberto, Teoría
dell’ordinamento giuridico, Turín, G. Giappichelli, 1960; Buclkand, William Warwick,
Some Reflexion on Jurisprudence, Hamden, Conn., Archon Book, 1974; Calhound, G.
M., Introduction of Greek Legal Science, Aalen, Scientia Verlag, 1967; Condonimes,
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Seix, 1950, T. I; Cordero, Franco, Riti e sapienza del diritto, Roma/Bari, Editori Laterza,
1985; Corominas, Joan, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid,
Gredos, 1976; Devoto, G., Origini indoeropee, Florencia, Sansoni, 1963; Ernout, A., y
Millet, A., Dictionnaire étymologique de la langue latine, París, 1959; Fitzgerald P. J.
(edición), en Salmond, John, On Jurisprudence, Londres, Sweet & Maxwell, 1975;
García Máynez, Eduardo, La definición del derecho. Ensayo de perspectivismo jurídico,
Xalapa, Mexico, Universidad Veracruzana, 1960; García Máynez, Eduardo, Introducción
al estudio del derecho, México, Porrúa, 1982; Gaudement, J., Institutiones de
1’antiquité, París, Sirey, 1967; Guthrie, W. K. C., History of Greek Philosophy,
Cambridge, Cambridge, University Press, 1969; Hägerström, A., Der römische
obligationsbegriff im Lichte der allgemeinen römischen Rechtsanschauung,
Uppsala/Leipzig, 1927-1941; Hart, H.L.A., El concepto del derecho, trad, de Genaro
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etymologisches Wörterbuch, Heilderberg 1938; Honore, A. M., “Real Laws”, Law
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derecho y los griegos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1979; Kantorowicz,
Hermann, La definición del derecho, traducción, de J. M: de la Vega, Madrid, Revista
de Occidente, 1964; Kaser, M., Das altrömische ius. Studien zur Rechtsvortellung und
Rechtsgeschichte Römer, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1949; Kelsen, Hans,
Teoría general del derecho y del Estado, traducción, de Eduardo García Máynez,
México, UNAM, 1983; Kelsen, Hans, Teoría Pura del derecho, traducción, de Roberto
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droit romain (Essai de solutions sociologiques), París, Domat, Montchrestien, 1934;
Nino, Carlos, Introducción al análisis del derecho, Buenos Aires, Astrea, 1980;
Niermayer, J.F., Madiae Latinis Lexicon Minus, Leiden, Ej. Brill, 1976; Pérez Carrillo,
Agustín, Introducción al estudio del derecho. La definición en la ciencia jurídica y en el
derecho, México, Manuel Porrúa, 1978; Pokorny, H., Indogermanisches etymologisches
Wörterbuch, Berna, 1959; Raz, J., El concepto del sistema jurídico. Una introducción a
la teoría del sistema jurídico; traducción de Rolando Tamayo y Salmorán, México,
UNAM, 1986; Raz, J., La autoridad del derecho. Ensayos sobre derecho y moral;
traducción de Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, 1985; Robles, Gregorio,
Las reglas del derecho y las reglas de los juegos. Ensayo de teoría analítica del derecho;
Palma de Mayorca, Facultad de Dret, 1984; Ross, Alf, Sobre el derecho y la justicia;
traducción de Genaro Carrió, Buenos Aires, Eudeba, 1970; Scarpelli, Uberto, “Diritto”,
Gli strumenti del sapere contemporaneo, Turín, s/a, volumen II; Sforza, W. C., “Diritto
(principio e concetto)”, Enciclopedia del diritto, Milán, Guifrè editore, 1964; Salmond,
John, On Jurisprudence, Londres, Sweet and Maxwell, 1924; Tamayo y Salmorán,
Rolando, El derecho y la ciencia del derecho (Introducción a la ciencia jurídica),
México, UNAM, 1986; Vernengo, Roberto J., Curso de teoría general del derecho,
Buenos Aires, Cooperadora del Derecho y Ciencias Sociales, 1975; Watson A., The
Nature of Law, Edimgurgo, Edinburgh University Press, 1977.
Lo anterior no siempre resulta verdad, pues se pueden ver múltiples normas procesales
que están en los códigos sustantivos y viceversa.
III. BIBLIOGRAFIA: Ross, Alf, Sobre el derecho y la justicia, traducción de
Genaro R. Carrió; Buenos Aires, Eudeba, 1963.
derecho administrativo; 3a. edición, Montevideo, 1963, tomo I; Serra Rojas, Andrés,
Derecho administrativo; 9a. edición, México, Porrúa, 1979. 2 volúmenes
Los romanos ya conocían las aduanas, en el año 580 antes de Cristo, pues existía
el portitorum que era un impuesto que se percibía sobre la circulación de mercancías y
comprendía tres tributos: los aduaneros, los arbitrarios y el peaje. Las aduanas durante esa
época y por mucho tiempo después se otorgaban en arriendo al mejor postor.
A partir del descubrimiento de América, España obtuvo del papa Alejandro VI,
que como árbitro supremo de las cuestiones internacionales, la expedición de la bula
Alejandrina mediante la cual concedió el reconocimiento de un derecho exclusivo para
comerciar con las nuevas tierras a los reyes católicos y a sus sucesores.
En sus inicios el comercio entre la península y sus posesiones se realizó mediante
expediciones aisladas, pero la piratería inglesa, francesa y holandesa obligaron a que se
creara el sistema de flotas, como medio de defensa de las embarcaciones. Anualmente se
enviaban dos, lo que incrementó el contrabando durante el largo tiempo en que no se
presentaban las flotas, aunado a los elevados precios en que se vendían las mercancías
por su escasez.
A partir de la independencia de nuestro país se suceden los primeros aranceles y
ordenanzas en materia de aduana. Estos ordenamientos contenían normas de carácter
arancelario y disposiciones que regulaban los trámites a realizar para efectuar las
importaciones y exportaciones, así como las sanciones aplicables en caso de infracciones.
Durante el presente siglo se han expedido los textos legales no arancelarios que
tienen fundamental importancia para el derecho aduanero: Ley Aduanal de 18 de abril de
1928, Ley Aduanal de 30 de diciembre de 1929, Ley Aduanal de 30 de agosto de 1935 y
su Reglamento de 24 de diciembre de ese mismo año, el Código Aduanero de los Estados
Unidos Mexicanos de 30 de diciembre de 1951 y la Ley Aduanera de diciembre de 1981
y su Reglamento de 18 de junio de 1982, estos dos últimos en vigor.
III. La doctrina ha sostenido la existencia de tres clases de fuentes del derecho:
históricas, reales y formales, para efecto de este estudio sólo se analizarán las
mencionadas en último término. La forma que reviste la norma es esencial para
imponerse a los hombres y convertirse en socialmente obligatoria. De lo que se concluye
que es preciso que las normas registran una forma determinada, única, que permita al
Estado garantizar su aplicación.
A continuación se contemplan las diversas fuentes formales del derecho aduanero:
1. La ley. A. Disposiciones constitucionales (aa. 31 fracción IV; 32, 73 fracción
VII y XXIX; 89 fracción XIII; 117 frs. IV a VII; 118 y 131); B. Leyes constitucionales y
tratados internacionales: a) Ley Reglamentaria del Segundo Párrafo del Artículo 131 de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y b) Tratado de Montevideo
(ALADI); C. Derecho federal ordinario: a) Ley Aduanera; b) Ley del Impuesto
General de Importación; c) Tarifa del Impuesto General de Exportación; d) Ley de
Ingresos de la Federación, y e) Código Fiscal de la Federación; D. Leyes
reglamentarias: a) Reglamento de la Ley Aduanera y b) Reglamento Interior de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
2. La jurisprudencia.
3. Las circulares, acuerdos, instrucciones, reglas generales.
4. La costumbre.
IV. El conjunto de normas que conforman el derecho aduanero, lo podemos
clasificar en tres grandes grupos:
325
1. Normas eminentemente aduaneras, que son la esencia de esta nueva rama entre
las cuales podemos mencionar la Ley Aduanera y su Reglamento, Ley del Impuesto
General de Importación, Tarifa del Impuesto General de Exportación, Código Fiscal de
la Federación.
2. Normas que refiriéndose a un régimen jurídico distinto, tienen señaladas
disposiciones de carácter aduanero como la Ley del Impuesto al Valor Agregado, Ley de
Coordinación Fiscal, Ley de Registro Federal de Vehículos.
3. Normas que en forma especial establecen relaciones de coordinación entre el
derecho aduanero y otras normas del derecho, verbigracia LS, Ley Forestal, Código Penal
del Distrito Federal.
v. Aranceles.
V. BIBLIOGRAFIA: Berr, Claude y Tremeau, Henri, Le droit douanier, París,
Libraire Générale de Droit et Jurisprudence, 1975; Fernández Lalanne, Pedro, Derecho
Aduanero, Buenos Aires, Depalma, 1966; Jacquemart, Claude, La nouvelle douane
européenne, París, Editions Jupiter, 1971; Sánchez Ildefonso, Estudios aduaneros. La
aduana: pasado, presente y futuro, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1974.
juridique des aérostats”. Para 1903, los hermanos Wright (Wilbur y Orville) realizan el
primer vuelo con un aparato más pesado que el aire. En 1905 se funda la primera
organización aérea internacional, la Federación Internacional de Aeronáutica (FIA). En
1908 aparece el derecho de aviación como disciplina organizada. La Conferencia
Internacional de Navegación Aérea formula un Proyecto de Convención, París, mayo 18-
junio 19 de 1910.
Los primeros acuerdos internacionales sobre la aviación se hicieron entre Estados
Unidos de Norteamérica y Canadá posiblemente después de esta Conferencia. El Instituto
de Derecho Internacional, aprueba la primera reglamentación orgánica sobre la materia,
en tiempo de paz y en tiempo de guerra, Madrid, 1911. El Comité Jurídico Internacional
de Aviación realiza el primer Congreso Internacional sobre la aviación y redacta el
artículo primero del Código del Aire, París, mayo 31 a junio 2 de 1911. Al amparo de la
Federación Internacional de Aeronáutica, se crea la Comisión Internacional de Derecho
Aeronáutico, la cual consideró los problemas de la aeronavegación en las reuniones
celebradas en 1912 y1913. La primera Conferencia Panamericana de Aviación Civil,
1916, aprobó una recomendación en favor de un Código Uniforme de leyes aeronáuticas.
La Convención sobre la Reglamentación de la Navegación Aérea o Convención
de París, cuna del derecho aeronáutico internacional, firmada el 13 de octubre de 1919, en
vigor el 11 de julio de 1922, fue modificada en varias ocasiones hasta lograr el texto
definitivo que entró en vigor el 17 de mayo de 1933. Esta Convención comprendió el
principio “cada potencia tiene completa y plena soberanía sobre el espacio de su
territorio”. Siguiendo a la Convención de París, se celebró en Madrid la Convención
Iberoamericana sobre Navegación Aérea (noviembre 1, 1926) suscrita por México. La
Convención Panamericana relativa a la aviación comercial, La Habana, enero 16-febrero
20 de 1928, de la que México, fue país signatario. Asimismo, el Código Bustamante que
en los artículos 174-181; 185; 188-194; 300, 301, y 340-342 regula la materia relativa, La
Habana, 1928. La Convención Aérea de Varsovia sobre transporte aéreo, diciembre 12-
1929. La Confederación Técnica Interamericana de Aviación, creó la Comisión
Americana Permanente de Aeronáutica, Lima 15-25 de septiembre de 1937.
La Conferencia de Aviación Civil Internacional o Convención de Chicago,
noviembre 1° a diciembre 7 de 1944; obligó a los Estados miembros a denunciar las
Convenciones de París y La Habana. México fue país signatario. En esta Conferencia se
enfrentaron tres tesis: la internacionalización; la de la libertad general o competencia libre
(free interprise) y la inglesa. Prevaleció ésta, declarando el derecho de los Estados, de
sujetar a su previa autorización el funcionamiento de líneas internacionales regulares
sobre sus propios territorios, a la vez que propugnaba por la creación de una entidad
internacional que tuviere poderes de control sobre estas líneas y que promoviese la
cooperación internacional en la materia. La Conferencia aprobó el Transit Agreement y el
Transport Agreement (acuerdos complementarios); este último nunca entró en vigor. El
acta final de la Conferencia contiene cinco apéndices y doce anexos técnicos. Los cinco
apéndices fueron: dos Convenciones, dos Acuerdos, además de diversos documentos y
anexos técnicos.
Las dos Convenciones fueron suscritas por México. Ahí se estableció el régimen
de libertades del aire: liberta de paso inofensivo; libertad de escala técnica; libertad de
tráfico entre el país de origen de la aeronave y otro Estado; libertad de tráfico entre el
país de destino de la aeronave y otro Estado; libertad total de comercio entre Estados
328
contratantes; libertad de tráfico entre dos Estados extranjeros por la vía del Estado de la
nacionalidad de la empresa de aviación; libertad de tráfico internacional por parte de una
empresa de aviación que presta servicio exclusivamente fuera del Estado de su
nacionalidad; libertad de tráfico entre dos puntos del mismo Estado extranjero o cabotaje
y libertad de volar sobre alta mar, ésta pertenece al (a. 2°, párrafo 4° de las Convenciones
sobre Alta Mar, Ginebra, abril 29, 1958).
De 1926 a 1946, subordinada a la Sociedad de Naciones, funcionó para el
desarrollo del derecho aéreo internacional, la Comisión Internacional Técnica de
Expertos Jurídicos Aéreos (CITEJA); después de mayo de 1947 la tomó a su cargo la
Comisión Jurídica especializada de las Naciones Unidas. Con sede en Montreal, funciona
la Organización Internacional de la Aviación Civil (ICAO). En 1947 se integró a la
ONU. La forman una Asamblea, una Comisión Consultiva y un Consejo. Este organismo
técnico, creado por el Convenio de Chicago, tiene a su cargo unificar las reglas de la
navegación aérea y fomentar su desarrollo en todos sus aspectos. Tiene funciones
legislativas, judiciales y de colaboración.
Existe un proyecto de Código de Aviación Civil para Centroamérica, Managua
1954, IV Junta de Directores de Aviación Civil de Centroamérica. El Código Aeronáutico
Latinoamericano de 215 artículos, se formuló por la Asociación Latinoamericana de
Derecho Aeronáutico (ALADA), Buenos Aires, mayo 1963; se revisó durante las IV
Jornadas Latinoamericanas de Derecho Aeronáutico y Espaciales, Bogotá, septiembre 13-
16, 1971. El proyecto de Código Iberoamericano de Aviación Civil ha sido preparado por
el Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico y del Espacio y de la Aviación
Comercial de Madrid.
La Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) fundada en 1929 y
reformada en 1945, agrupa a las líneas aéreas internacionales y fue la que elaboró las
Condiciones Generales del Transporte Aéreo. Hay también un Código Internacional del
Aire, consta de 854 artículos repartidos en 4 libros: derecho público, privado,
administrativo y fiscal aéreo. Existe también la Conferencia Internacional sobre Aviación
Civil Internacional, Londres mayo 1978.
En fin, que sobre la materia existen una serie de tratados universales, regionales,
multilaterales y bilaterales; diversas organizaciones, así como múltiples sucesos.
Llámense Congreso Jurídico Internacional, Instituto de Derecho Internacional, Comité
Jurídico Internacional, International Law Association, Convención Panamericana,
Conferencia Internacional Americana, Instituto Hispano-Lusitano-Americano de Derecho
Internacional, Convenciones Internacionales de Transporte Aéreo, Congresos
Internacionales de Derecho Aéreo, Reuniones de la Aviación Civil Centro-Americana,
Jornadas Latinoamericanas de Derecho Aeronáutica de Buenos Aires, Jornadas
Iberoamericanas de Derecho Aeronáutico, Instituto Iberoamericano de Derecho
Aeronáutico y del Espacio, Reuniones de la Conferencia Interamericana de Transporte
Aéreo, Cámara de Comercio Internacional. Federación Aeronáutica Internacional,
etcétera
En resumen, el devenir del derecho de la aviación internacional se puede analizar
fundamentalmente si dividimos al mismo en tres extensos periodos: el doctrinario, al
que corresponde una actividad aérea de tipo experimental y deportiva, cuya conclusión es
el Convenio de París de 1919; el convencional al que incumbe la actividad del transporte
y abarca desde el Convenio de París hasta el Convenio de Chicago de 1944, y el de la
329
Pedro A. Labariega V.
guarda relaciones muy estrechas con otras asignaturas y ciencias del derecho de las cuales
se auxilia y se complementa.
II. Admitiendo la clásica división del derecho, en público y en privado, el
derecho agrario quedaría inscrito con el carácter de público. Más todavía y aceptando otra
corriente de la doctrina moderna, el derecho agrario también tiene un neto carácter social.
Con ambas notas de público y social sin duda, se pretende destacar la directa y
predominante intervención del Estado en esta materia objeto del derecho agrario, por
mandato expreso de la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos la
cual propende y mira por la protección de las clases marginadas y más débiles
socialmente, favorecidas de acuerdo al legado social de la Revolución de 1910.
Como consecuencia de estas notas de público y social, el régimen legal de la
propiedad agraria determina que ésta sea imprescindible, inalienable e inembargable,
todo lo cual contrasta poderosamente con el principio de la libre disposición a que está
sujeta la propiedad privada.
III. Los sujetos del derecho agrario son aquellos que realizan entre quienes se dan
las diversas operaciones y relaciones contempladas por las leyes agrarias. El artículo 27
constitucional nos ofrece una base inmejorable para determinar estos sujetos. Por una
parte, tenemos a aquellas autoridades a quienes la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos les reconoce competencia en materia agraria, en cuya virtud
intervienen de una o varias formas en los propósitos agrarios; estas autoridades son el
Congreso de la Unión, a través de su función legislativa; el poder judicial federal, a través
de la vía del amparo, cuando éste proceda; el ejecutivo federal, a través de los decretos
presidenciales y a través de las propias secretarías de Estado, particularmente la de la
Reforma Agraria; asimismo cabe mencionar a los gobernadores en las entidades
federativas, a través de sus mandamientos de dotaciones provisionales, principalmente.
De otra parte tenemos a aquellos sujetos que no gozan de autoridad o
competencia, no al menos en el sentido estricto o equiparable a las arriba citadas sujetos
colectivos, como los poblados, congregaciones, condueñazgos, rancherías y demás
núcleos de población que, de acuerdo a la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos han podido reclamar restituciones de tierras o formular demandas de dotación,
creándose la singular figura del ejido, que goza de personalidad jurídica propia y
protagoniza la misma reforma agraria; así como las demás comunidades agrarias,
mientras que como sujetos particulares tendríamos no sólo al ejidatario, en cuanto tal,
sino también a los restantes campesinos y personas que realizan actividades contempladas
por las mencionadas leyes agrarias.
IV. La materia objeto del derecho agrario suele precisarse y determinarse en base
al mismo término agrario, tal como proceden Mendieta y Núñez, Martha Chávez
Padrón, Angel Caso y otros especialistas más. Con todo, no existe una noción pacífica
acerca del significado y el alcance de dicho término, para cuyo estudio citan sus
equivalentes voces latinas.
El problema que aquí se plantea es aclarar cuál deba se el alcance del derecho
agrario; si por ejemplo, debe comprender a todo lo que tiene que ver con el fenómeno
suelo, con el fenómeno tierra, o si, por el contrario, nada más deba circunscribirse al
mundo del campo objeto de cultivo o explotaciones agropecuarias y forestales, Mendieta
y Núñez, sobre este punto, señala que el contenido del derecho agrario en México viene
dado por el alcance de las leyes, reglamentos y demás disposiciones administrativas
332
DERECHO AL TANTO I. Facultad que tiene una persona para adquirir algo con
preferencia de otro. En el derecho civil mexicano los artículos 2303 a 2308 del Código
Civil para el Distrito Federal reglamentan esta facultad como una modalidad del contrato
de compraventa, referida a la estipulación de que el vendedor goce del derecho de
preferencia por el tanto en caso de que el comprador quisiera, a su vez, enajenar la cosa
que fue objeto del contrato de compraventa. En estos casos el comprador deberá ejercer
su derecho dentro de los tres días, si la cosa fuere mueble, y de diez si fuere inmueble,
después de que el comprador le haya notificado la oferta que tuviere por la cosa. Pasados
estos términos, sin que se hubiere ejercido, el derecho se pierde. En todo caso el vendedor
333
está obligado a pagar el precio de la oferta, si no pudiere hacerlo, el pacto queda sin
efectos. En caso de que se conceda un plazo para el pago del precio, el derechohabiente
no puede prevalerse de este término si no garantiza el pago. Es un derecho personalísimo,
intransmisible ni a título de herencia.
Para que el que goza del derecho de preferencia pueda hacerlo valer deberá
notificársele, en forma fehaciente, lo que ofrezcan por la cosa, o, en su caso, el día, hora y
lugar en que se verificará el remate, si la cosa se vendiere en subasta pública. En caso de
no darse los avisos la venta es válida, pero el vendedor responde de los daños y perjuicios
causados.
Este mismo derecho al tanto es gozado por el arrendatario cuyo contrato, haya
durado más de cinco años, que haya hecho mejoras de importancia en la finca arrendada
y esté al corriente en el pago de sus rentas, en caso de que el arrendador quiera vender la
finca arrendada (a. 2447 Código Civil para el Distrito Federal).
Tratándose de arrendamiento de fincas urbanas destinadas a habitación el artículo
2448 fracción I Código Civil para el Distrito Federal, establece que el arrendatario tendrá
derecho a que se le prefiera a otro interesado en el nuevo arrendamiento del inmueble
siempre y cuando esté al corriente del pago de la renta. Este mismo precepto establece el
derecho al tanto de que goza el arrendatario en caso de que se quiera vender la finca.
El ejercicio de este derecho está sujeto, en casos de compraventa, a seis reglas
establecidas por el artículo 2448 del Código Civil para el Distrito Federal: a) el
propietario deberá dar aviso al arrendatario de su deseo de vender precisando tanto el
precio como las demás condiciones, de la venta: b) el arrendatario deberá ejercitar su
derecho dentro de los quince días siguientes a este aviso; c) si hubiere algún cambio en
las condiciones señaladas, el propietario deberá dar nuevo aviso y el arrendador contar;
con otros quince días, excepto si las modificaciones se refieren al precio y éstas sean de
menos del 10% tanto en incremento como decremento de la cantidad fijada inicialmente;
d) para los bienes de propiedad en condominio deberá ajustarse este ejercicio a las
normas de la materia; e) el notario que intervenga en la escrituración deberá cerciorarse
de que se hayan cumplido estos requisitos antes de autorizar la escritura correspondiente,
y f) se establece la nulidad “de pleno derecho” y una sanción para los notarios en caso
de inclumplimiento a lo establecido en este precepto.
También los socios en las sociedades civiles gozan de este derecho (artículo 2706
Código Civil para el Distrito Federal). En caso de que sean varios quienes deseen
ejercerlo les competerá este derecho en la proporción que representen. Deberán ejercerlo
dentro de los ocho días contados a partir de que reciban el aviso, del que pretende vender.
Es también un derecho de los copropietarios (artículos 950 y 2279 Código Civil
para el Distrito Federal); para ello el propietario que desee vender deberá notificar a los
demás por medio de notario o judicialmente, la venta que tuviere convenida, para que
dentro de los ocho días siguientes lo ejerzan. Una vez concluido este término, el derecho
se pierde (artículo 973 Código Civil para el Distrito Federal). Si son varios los
copropietarios que hicieren uso de su derecho será preferido el que presente mayor parte;
si son iguales se designará por sorteo, salvo el pacto en contrario (artículo 974 Código
Civil para el Distrito Federal). Tratándose de copropiedad, mientras no se haya hecho la
notificación para que los demás propietarios puedan ejercer su derecho y haya
transcurrido el plazo fijado por la ley, la venta realizada no producirá efecto legal alguno
334
(artículo 973 Código Civil para el Distrito Federal). En estos mismos términos goza el
usufructuario del derecho del tanto (artículo 1005 Código Civil para el Distrito Federal).
En materia sucesoria los artículos 1292, 1293 y 1294 Código Civil para el Distrito
Federal reglamentan este derecho estipulando que si un heredero de parte de los bienes
quisiere vender su derecho hereditario a un extraño deberá notificar a los demás
coherederos por medio de notario, judicialmente o ante dos testigos, las bases en que se
ha concertado la venta a fin de que aquéllos estén en posibilidad de ejercer su derecho del
tanto dentro de los ocho días siguientes al aviso y en las mismas condiciones pactadas. Es
nula la venta realizada omitiéndose la notificación excepto cuando se trate de una venta a
un coheredero.
II. En derecho mercantil también encontramos expresamente concedido el
derecho del tanto en la Ley General de Sociedades Mercantiles a los socios de las
sociedades personales como son la Sociedad en Nombre Colectivo (artículo 33 Ley
General de Sociedades Mercantiles) y la Sociedad en Comandita Simple (artículo 57 Ley
General de Sociedades Mercantiles). En ambos casos el plazo para ejercitarlo será de 15
días contados a partir de la fecha de la junta en la que se hubiere autorizado la cesión de
los derechos de que se trate. Si varios socios quisieren hacer uso de su derecho del tanto
les competerá a todos en proporción a sus aportaciones.
III. Por su parte el artículo 21 Ley General de Bienes Nacionales establece que
cuando se vayan a enajenar terrenos que, habiendo constituido vías públicas hayan sido
retirados de dicho servicio, o los bordos, zanjas, setos, vallados u otros elementos
divisorios que les hayan servido de límite, los propietarios de los predios colindantes
gozarán del derecho del tanto en la parte que le corresponda, para cuyo efecto se les dará
aviso de la enajenación. Este derecho deberá ejercitarse dentro de los treinta días
siguientes del aviso respectivo (v. también el artículo 771 Código Civil para el Distrito
Federal).
Igualmente goza del derecho del tanto el último propietario de un bien adquirido
por la nación mediante procedimientos de derecho público, que vaya a ser vendido. En
estos casos el aviso se dará por correo certificado con acuse de recibo, y cuando no se
conozca el domicilio, mediante una sola publicación en el Diarioi Oficial (a. 22 Ley
General de Bienes Nacionales).
IV. En la Ley de Fomento Agropecuario (LFA) encontramos el derecho al tanto
concedido a los minifundistas dueños o poseedores de predios colindantes con otros
minifundios en caso de enajenación (artículo 70 Ley de Fomento Agropecuario).
V. Se afirma que el derecho del tanto es una modalidad de los contratos que, en
razón del principio de autonomía de la voluntad puede incluirse en cualquier contrato.
Mantilla Molina sostiene que tratándose de sociedades mercantiles intuito capitalis no
es posible incluir en sus estatutos este derecho, en virtud del principio de libre circulación
de los títulos de crédito, de ahí que no haya sido concedido expresamente por la ley como
si lo fue para las sociedades intuitu personae.
v. Derecho de los socios.
VI. BIBLIOGRAFIA: Gutiérrez y González, Ernesto, El patrimonio
pecuniario y moral o derechos de la personalidad; 2a. edición, Puebla, Cajica, 1980;
Ibarrola, Antonio de, Cosas y sucesiones; 4a. edición, México, Porrúa, 1977; Lozano
Noriega, Francisco, Cuarto curso de derecho civil, contratos; 2a. edición, México,
Asociación Nacional del Notariado Mexicano, A. C., 1970; Mantilla Molina, Roberto
335
L., Derecho mercantil; 14a. edición, México, Porrúa, 1974; Rodríguez y Rodríguez,
Joaquín, Tratado de sociedades mercantiles; 5a. edición, México, Porrúa, 1977.
la clase o grupo social superior. Así pues, tanto respecto a las tierras del Estado como de
las comunales, los individuos eran solamente poseedores.
IX. respecto de su estructura familiar, cabe advertir que, entre los mexicas se
permitía la poligamia, aunque reservada a los que se distinguían en el campo de batalla.
Había tres categorías de unión para constituir la familia: a) matrimonio, como unión
duradera; b) matrimonio provisional y c) concubinato. El primero era solemne y
formal, el segundo era no solemne y estaba sujeto a la condición resolutoria del
nacimiento de un hijo, y el tercero constituía la forma común de unión entre los que no
podían costar los gastos de las ceremonias. El divorcio era admitido, pero mal visto. El
procedimiento variaba en función del tipo de unión que vinculaba a la pareja. Las
responsabilidades eran parejas en lo relativo a la educación de los hijos; sin embargo, el
padre era el jefe de la familia. La mujer podía disponer de sus bienes, celebrar contratos y
acudir a los tribunales.
X. Por lo que se refiere a las transacciones mercantiles había dos modos de
realizar el comercio: a) el que era en gran escala, a larga distancia, y presumiblemente
más rico, realizado por los pochtecas, que se agrupaban en una especie de gremio, b) el
pequeño comercio, de los vendedores en pequeña escala o tlanamacaque que era
realizado en los mercados. El Estado intervenía en la fijación de los precios, y en todo lo
relacionado con el comercio exterior. En fechas fijas, y en lugares preestablecidos se
celebraban ferias a las que concurrían los habitantes de los lugares vecinos a ofrecer sus
productos. Algunos pueblos tenían mercados especializados, por ejemplo : Atzcapozalco,
en donde se celebraban las transacciones sobre los llamados esclavos.
Muchas otras cosas podríamos agregar, sobre otros aspectos del derecho de los
mexicas, pero las que se llevan dichas son suficientes para lograr una visión, muy
general, aunque quizá no muy amplia del tema.
XI. BIBLIOGRAFIA: Castillo F., Víctor M., Estructura económica de la
sociedad mexicana según las fuentes documentales. México, UNAM, 1972; Davies,
Claude Nigel Byam, Los señoríos independientes del imperio mexica, México, INAH,
1968; León-Portilla, Miguel, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, 2a.
reimprimir., México, UNAM, 1979; López Austin, Alfredo, La constitución real de
México-Tenochtitlan, México, UNAM, 1961.
Código de Comercio, si bien éste preveía que los bancos se regirían por una ley especial
(artículo 640). con lo cual se daba base a considerar al derecho bancario como un
conjunto de normas especiales, pero formando parte del derecho comercial.
La doctrina mexicana parece unánime en el sentido de que el derecho bancario
forma parte del comercial o mercantil, sin que se haya pretendido constituirlo en una
rama autónoma desde el punto de vista científico, aunque sí se ha hecho notar la
conveniencia de su autonomía didáctica.
La discusión sobre el derecho bancario es público o privado, termina siempre en
la conclusión de que abarca normas de derecho público y de derecho privado, lo cual se
da prácticamente en todas las ramas del derecho en México, aunque en tanto forma parte
del derecho mercantil, se le clasifica como privado.
Son de derecho público las normas relativas a la concesión necesaria para el
ejercicio de la banca y el crédito (Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares artículo 2), las relativas a cuestiones fiscales (es artículos 154-
157), facultades de autoridades ( Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares artículos 1, 160 y siguientes) delitos y faltas ( Ley General de
Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares artículos 143 y siguientes) y
muchas de las relativas a estructura y funcionamiento de las instituciones de crédito, y de
derecho privado, son las normas sobre operaciones y también algunas atinentes a
estructura y funcionamiento.
III. Antecedentes históricos. Se tienen pocos informes de la banca durante la
época novohispana, si bien hay noticias de la existencia de los bancos (Rodríguez, página
23).
En 1782 se creó el Banco Nacional de San Carlos (Creel, p. 452) y las Ordenanzas
de Minas de 1783 crearon el Fondo y Banco de Avíos y Minas (Rodríguez p. 24). Ya
antes, por Real Cédula de 2 de junio de 1774, se había creado, como fundación privada el
Banco del Monte de Piedad, que llegó a ser banco de emisión, aunque posteriormente
transfirió su facultad de emisión al Banco de Fomento.
En 1830 se crea el Banco de Avío, promovido por Lucas Alamán y Esteban de
Antuñano, disuelto en 1842, y en enero de 1837 el Banco de Amortización suprimido en
diciembre de 1841.
Al amparo del Código de Comercio de 1854, se constituyó el primer banco de
características modernas que fue el Banco de Londres, México y Sudamérica, creado en
1864, y que funcionó como banco de emisión hasta la creación del Banco de México.
A nivel local, se crea el Banco de Santa Eulalia en 1875, en el estado de
Chihuahua. En la misma entidad el Banco Mexicano y el Banco Minero Chihuahuense.
En 1881 se crea el Banco Mercantil y el año siguiente el Banco Nacional
Mexicano, mismos que se fusionan en 1884 bajo el nombre de Banco Nacional de
México.
En diciembre de 1883 se aprueba la reforma al artículo 72 constitucional, para dar
facultades al Congreso General para legislar en materia bancaria, de ahí que ya el Código
de Comercio de 1884 regule la materia (artículos 954-995).
El Código de Comercio de 1889 se limita a señalar que “Las instituciones de
crédito se regirán por una ley especial, y mientras ésta se expide, ninguna de dichas
instituciones podrá establecerse en la República sin previa autorización de la Secretaría
de Hacienda y sin el contrato respectivo probado, en cada caso, por el Congreso de la
340
Unión” (artículo 640). Sin embargo, la ley se expide hasta 1897 con el nombre de Ley
General de Instituciones de Crédito. La ley de 1897 es derogada por la de 1908.
Entre tanto, el sistema bancario porfiriano logra incluir 25 bancos de emisión, tres
hipotecarios y siete refaccionarios, de los cuales muy pocos logran sobrepasar la crisis de
la Revolución Mexicana (Creel, página 454).
En 1916 una ley pone en liquidación los bancos de emisión y establece las bases
para reorganizarlos. La Constitución de 1917 prevé la creación de un banco de emisión
único, controlado por el Estado, el cual es creado por la ley del 25 de agosto de 1925
(Fernández página 17).
Por su parte, en 1926 se expide una nueva Ley General de Instituciones de Crédito
y Organizaciones Auxiliares, derogada por la de 1932 y a su vez por la de 1941 que, con
múltiples reformas, continúa en vigor tanto que sea compatible con la nacionalización de
la banca privada.
El presidente, al rendir su informe al Congreso el día 1-IX-1982 anunció la
nacionalización de la banca privada casi en su totalidad, pues se exceptúa tan sólo al
Banco Obrero y a la sucursal en México de Citybank, S. A. que venía operando años
atrás. Al efecto se publica en el Diario Oficial el Decreto que establece la
nacionalización de la banca privada los días 1 y 2 de septiembre.
Simultáneamente, se establece un control generalizado de cambios (Decreto que
establece el control generalizado de cambios, Diario Oficial 1-IX-1982).
Conforme al decreto de expropiación, el servicio continúa prestándose “por las
mismas estructuras administrativas que se transformarán en entidades de la
Administración Pública Federal y que tendrán la titularidad de concesiones” (artículo 6),
y se crea un Comité Técnico Consultivo, integrado con representantes de la Secretaría de
Programación y Presupuesto, del Patrimonio y Fomento de la Industria, del Trabajo y
Previsión Social, de Comercio, de Relaciones Exteriores, de Asentamientos Humanos y
Obras Públicas, de Hacienda y Crédito Público y del Banco de México, para auxiliar a la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público a la prestación del servicio.
En el mismo informe presidencial se anuncia la presentación de una iniciativa al
Congreso para transformar al Banco de México, S. A. en un organismo descentralizado.
En el Diario Oficial del 6-IX-1982 se publica el Decreto mediante el cual se
dispone que las instituciones de crédito que se enumeran operen con el carácter de
Instituciones Nacionales de Crédito, el cual prevé que los bancos expropiados se
constituirán en organismos públicos descentralizados (artículo 2), y que las relaciones
laborales se rijan por el apartado B del artículo 123 constitucional (fe de erratas del
Decreto en Diario Oficial del 7-IX-1982). Al mismo tiempo se da a conocer a través de
la prensa el nombramiento de los representantes del gobierno federal en la banca
nacionalizada. La lista completa se publica en la prensa (El Financiero, año 1, núm. 228,
correspondiente al 6-IX-1982).
La medida es acogida con beneplácito por la banca extranjera en general, lo cual
es comprensible dado lo elevado del endeudamiento hacia el exterior de la banca privada
expropiada (se estima tal endeudamiento entre 6 y 8 mil millones de dólares) y la falta de
liquidez por la que atravesaba, ya que en virtud de la nacionalización tales adeudos
quedan garantizados por el gobierno federal (Decreto de expropiación, artículo 4).
Establecido el control de cambios, se sujeta a permiso previo la exportación del
oro (Acuerdo que establece que la exportación del oro quedará sujeta a previo permiso
341
del Banco de México, Diario Oficial 8-IX-1982), salvo cuando es realizada por el
Banco de México, y se autoriza al Banco Internacional, a operar cuentas especiales en
moneda extranjera (dólar americano, marco alemán, franco suizo, franco francés, libra
esterlina y yen japonés) de organismos internacionales e instituciones análogas, así como
de diplomáticos y cónsules extranjeros (avisos en Excélsior, año LXV, tomo V, núm. 23
861 correspondiente al 9-IX-1981). También se sujeta al requisito de permiso previo la
exportación de billetes de banco, tanto mexicanos cuanto extranjeros, y la de plata, salvo
cuando sea realizada por el Banco de México o por instituciones que actúen por su cuenta
y orden, o cuando se trate de billetes o piezas metálicas de curso legal por un monto que
no exceda de cinco mil pesos (Acuerdo que sujeta al requisito del permiso previo por
parte de la Secretaría de Comercio, la exportación de las mercancías que se indican,
incluyendo la que se realice desde las Zonas Libres del País, hasta el 31 de diciembre de
1982, Diario Oficial 10-IX-1982), y simultáneamente se sujeta al mismo requisito la
importación previéndose las mismas excepciones (Acuerdo que sujeta al requisito de
permiso previo por parte de la Secretaría de Comercio, la importación de las mercancías
que se indican, incluyendo la que se realice a las Zonas Libres del País, hasta el 31 de
diciembre de 1982, Diario Oficial 10-IX-1982).
En el Diario Oficial del 17-IX-1982 se publica el decreto que reforma, entre
otros, el artículo 28 constitucional. Según la reforma pasa a ser monopolio estatal el
servicio bancario.
Desde el punto de vista doctrinal, los primeros interesados en la materia bancaria
en México, parecen haber sido Joaquín Demetrio Casasús con sus estudios: La cuestión
de los bancos a la luz de la economía política y el derecho constitucional, México,
Imprenta de F. Díaz de León, 1885; Las instituciones de crédito. Estudio sobre sus
funciones y organización, México, Imprenta de F. Díaz de León, 1885; Las instituciones
de crédito. Estudio sobre sus funciones y organización, México, Imprenta de F. Díaz de
León, 1885; Las instituciones de crédito. Estudio sobre sus funciones y organización,
México, Imprenta de la Secretaría de Fomento, 1980, Las reformas a la Ley de
Instituciones de crédito e instituciones de crédito en México, México, Tipografía de la
Oficina Impresora de Estampillas, 1908, e Indalecio Sánchez Gavito y Pablo Macedo con
su estudio en conjunto La cuestión de los Bancos, México, Imprenta de F. Díaz de León,
1885-90. 2 volúmenes,
IV. Fuentes principales. La Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares no enumera las fuentes del derecho bancario y la que hacen el
Código de Comercio y la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito no son
suficientes, pues no toman en consideración las leyes y reglamentos sobre materia
bancaria.
Tomando lo anterior en consideración, Rodríguez y Rodríguez enumera las
siguientes fuentes (página 6).
1. las leyes especiales sobre instituciones y operaciones de crédito.
2. La legislación mercantil común.
3. Los usos bancarios y mercantiles.
4. el derecho común.
Desde luego, debe agregarse a la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos misma, no sólo en tanto faculta al Congreso para legislar sobre instituciones
de crédito y para crear el banco de emisión único (artículo 73 fracción X), sino por
342
agentes que intermedian en ellas y a las operaciones que se realizan en las mismas, lo que
constituye sólo una parte del mismo, por la razón que más adelante se expresa.
Antes de exponer los antecedentes históricos de esta disciplina en México, hay
que aclarar que desde un punto de vista legal, el mercado de valores en nuestro país no se
reduce al bursátil, aunque de hecho así ocurra, ya que en el marco legal respectivo existe
también un mercado de valores que corresponde a títulos no registrados en la bolsa, que
son los que cuentan con la autorización de la Comisión Nacional de Valores para ser
inscritos en el Registro Nacional de Valores e Intermediarios, Sección I, Subsección A:
valores aprobados para su oferta pública fuera de bolsa.
Es de lamentar que en nuestro país no se hayan hecho estudios que abarquen toda
la disciplina del derecho bursátil y sólo se hayan realizado trabajos sobre algunas
materias.
II. En lo que se refiere a antecedentes históricos se deben distinguir las
disposiciones relativas a las bolsas de valores y las referentes al mercado fuera de la
bolsa. Cronológicamente no se presentaron al mismo tiempo, sino que tuvieron una
evolución separada.
En efecto, el antecedente histórico de la bolsa de valores se presenta al final del
siglo pasado.
El régimen legal de las acciones y después de valores, que pueden ser objeto de
oferta pública fuera de bolsa, se inicia en México en el año de 1940, y entonces surge
también la autoridad que ejercería su competencia sobre tales ofertas: la Comisión que se
creó en la Ley que Establece los Requisitos para la Venta al Público de Acciones de
Sociedades Anónimas, publicada en el Diario Oficial del 1° de febrero de 1940. Esta
reglamentación nace con motivo de abusos cometidos en la colocación de acciones de
sociedades anónimas, en que las personas que llegaban a ser accionistas, como resultado
de su oferta pública, recibían un trato inequitativo, ya que, por ejemplo, se daba el caso
de accionistas de voto plural, las que sólo pertenecían a los que hacían la oferta o bien se
les limitaba la participación en los resultados sociales. Hay que aclarar que las sociedades
respectivas habían sido creadas de acuerdo con el Código de Comercio
La Comisión creada al efecto debía vigilar e investigar las ofertas de acciones, las
que sólo podían ser objeto de oferta pública cuando contaran con su autorización.
Dicha comisión tuvo una vida corta, ya que en abril de 1946 se creó por decreto
publicado en el Diario Oficial del 16 del mismo mes y año, la Comisión Nacional de
Valores, con una competencia más amplia que su antecesora, ya que no se limitó a las
acciones, sino que su jurisdicción se amplió a lo que se consideró como valores; al
efecto aparecieron listas de los mismos en el Reglamento Especial para el Ofrecimiento al
Público de Valores no Registrados en Bolsa, publicado en el Diario Oficial del 22 de
enero de 1947. En este listado quedaron incluidos los valores que la ley vigente considera
como tales a través de la aplicación del criterio general de títulos emitidos en serie o en
masa, así como los títulos representativos de mercaderías de fondos pecuniarios o de
servicios. En el citado reglamento se exceptúan del requisito de previa autorización para
su oferta al público, los emitidos o avalados por el gobierno federal, por los gobiernos de
los Estados y por el Distrito Federal, así como los emitidos por instituciones mexicanas
de crédito, de seguros y de fianzas.
La competencia de la Comisión Nacional de Valores, conforme al decreto
respectivo, podría describirse señalando que era el organismo encargado de autorizar el
344
resulta ser algo completamente diverso, cuya finalidad es garantizar la circulación de los
documentos que regula (Mantilla Molina).
En efecto los títulos cambiarios se singularizan por un único elemento distintivo,
evidentemente el más significativo e importante, indispensable y suficiente para
configurar esta categoría. Al parecer, este carácter decisivo radica en la institución
(acción) del regreso, como único elemento de la disciplina cambiaria, exclusivo de
algunos títulos de crédito.
Se define el regreso cambiario como la facultad que tiene un título de crédito
para incorporar múltiples obligaciones reglamentadas por ley, conforme a una
determinada jerarquía cambiaria, en el entendido de que la extinción de toda obligación
determina en su sujeto pasivo la adquisición de la titularidad activa de las obligaciones
anteriores.
Los elementos de la definición son: la facultad privativa de un título de crédito, la
incorporación de una pluralidad de obligaciones a disposición legal de las mismas, la
adecuación a una graduación cambiaria y la asunción de la titularidad activa por el
deudor de las obligaciones anteriores al extinguirse toda obligación.
Dos fundamentales subdivisiones internas operan en el campo de los títulos
cambiarios.
A. La primera distinción de índole un poco empírica y aproximada se refiere a la
función económica usual de los títulos de crédito bajo dos modalidades como:
a) Instrumentos de crédito preferentemente encaminados a la realización de
operaciones de crédito (es decir, que permiten la dilación en el pago); por ejemplo, letra
de cambio, pagaré, bono de prenda.
b) Medios de pago, es decir, como sustitutivos del dinero en los pagos (no ya en
el sentido técnico del cumplimiento de las obligaciones): verbigracia el cheque.
B. La segunda subdivisión concierne a un elemento formal al que, sin embargo,
corresponde la presencia o ausencia de una situación sustancial relevante:
a) Títulos que comprendan en su texto una orden de pago dirigida por el librador
a un tercero, por ejemplo, la letra de cambio y el cheque.
b) Títulos que encierran en su texto una promesa de pago para su emisor, como
el pagaré y el bono de prenda (Pellizzi).
2. Contenido de la disciplina cambiaria. Diversos son los aspectos que
conforman la teoría general de los títulos de crédito de la que los títulos cambiarios
representan un tipo característico y cuyos preceptos constituyen a la Ley General de
Títulos y Operaciones de Crédito, en nuestro derecho positivo, como fuente legislativa
primordial. Algunas leyes complementarias son: la Ley del Mercado de Valores; la Ley
de Navegación y Comercio Marítimo ; la Ley General de Instituciones de Crédito y
Organizaciones Auxiliares; la Ley General de Sociedades Mercantiles.
Configuran esta disciplina los puntos relativos a los distintos tipos de títulos, su
naturaleza jurídica, las características, la emisión y forma de los mismos; las
obligaciones, acciones (directa y de regreso), excepciones y procedimientos cambiarios;
los caracteres, circulación, aceptación y aval cambiarios; la capacidad, prescripción y
caducidad cambiaria; el pago y el protesto del documento; la reivindicación y cancelación
del título y las acciones extracambiarias.
La Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito se refiere concretamente en
su texto a la letra de cambio (artículos. 76-169), al pagaré (artículos 170-174), al cheque
350
(artículos 175-207). Conforme a esta ley, la letra de cambio es tomada como prototipo de
los títulos cambiarios, de modo que en lo conducente se aplican determinados preceptos
que le son propios a los otros dos documentos (artículos 174 y 196).
Los títulos cambiarios han sufrido interesantes transformaciones en algunos países
del orbe que no quisiéramos dejar de señalar. Los avances tecnológicos, particularmente
en materia bancaria y bursátil, al responder a necesidades socioeconómicas y financieras,
han rebasado la construcción teórica de la doctrina cambiaria, a la que en un primer plano
impulsaron.
El cheque por ejemplo, además de servir como instrumento de pago, en ciertos
casos lo es de garantía. Por su parte, la letra de cambio y el pagaré han adolecido de
cierto revisionismo en relación a la secular abstracción cambiaria, a punto tal que los
anglosajones han establecido normas con sentido causalista resquebrajando los cimientos
de la abstracción. Aún más, estos documentos han sido desplazados de funciones
consideradas como exclusivas; el descuento bancario, verbigracia, por nuevas prácticas
bancarias, tales como: el factoring y el forfeiting de impronta sajona. Este último, cuya
modalidad de pago es la letra de cambio por computadora (lettre de change relevée). Lo
útil de esta novedad indica en que el documento aparece redactado en una cinta
magnética que sólo circula entre los bancos, con lo cual se evita la circulación de material
de las lettres de change relevées y se simplifica en alto grado el manejo muy frecuente
de estos documentos. Este proceso altera la codificación del documento cuyas normas
cambiarias resultan inaplicables. Algunos autores afirman que se trata no de letras de
cambio sino de simple mandato de cobranza, dado por el librador a su banco, a través de
una cinta grabada.
Y por lo que respecta a nuestro derecho bursátil, que decir del régimen de
excepción al que se someten los títulos de crédito emitidos en serie o en masa, cotizables
en bolsa, al guardarse en el Instituto para el Depósito de Valores (INDEVAL) y a los que
la Ley del Mercado de Valores califica como valores (artículo 3°).
Efectivamente, esta ley al sufrir ciertas reformas (artículos. 1° y 41, fracción IX)
y adiciones (artículos 54-86), en el año de 1978, creó el INDEVAL (ver Diario Oficial
2-V-1978) y posteriormente a través de otras modificaciones (ver Diario Oficial 6-VI y
30-XII-1980), estableció ciertas particularidades a los valores como: la fungibilidad de
los títulos nominativos, el endoso en administración, la emisión de títulos sin cupones,
etc. (artículos 67, 71, 74 y 78 Ley del Mercado de Valores).
Revistas especializadas en derecho cambiario: Banca, Borsa e Titoli di Credito;
Revista del Diritto Commerciale e del Diritto Generale e delle Obligazioni.
véase Cheque, Depósito de Valores, Letra de cambio, Pagaré, Títulos de
Crédito.
IV. BIBLIOGRAFIA: Ascarelli, Tulio y Bonasi-Benucci, Eduardo,
“Cambiable”, Novissimo digesto italiano, Torino, Utet, 1957, tomo II; Bonfanti, Mario
Alberto, “En torno de una teoría unitaria de los títulos de crédito”, Revista del Derecho
Comercial y las Obligaciones, Buenos Aires, año II, núm. 63, junio de 1978; Cassandro,
Giovanni, “Cambiale (premessa storica)”, Enciclopedia del diritto, Milano, Giuffrè,
1959, tomo V; Cervantes Ahumada, Raúl, Títulos y operaciones de crédito; 10a.
edición, México, Editorial Herrero, 1978; Goldschmidt, Levin Storia universale del
diritto commerciale; traducción de Vittorio Pouchain y Antonio Scialoja, Torino Utet,
1913; Lattes, Alessandro, “Genova nella storia del diritto cambiario italiano”, Revista
351
del Diritto Commerciale e del Diritto Generale e delle Obligazioni, Milano, tomo XIII,
I, 1975; Mantilla Molina, Roberto, Títulos de crédito cambiarios, México, Porrúa,
1977; Messineo, Franceso, Titoli di credito; 2a. edición, Padova, Cedam, 1934, 2
volúmenes; Pallares Eduardo, Títulos de crédito en general, México, Botas 1952;
Pellizzi, Giovanni L., Principi di diritto cartolare, Bologna, Zanichelli, 1967; Tena,
Felipe de J., Títulos de crédito; 3a. edición México, Porrúa, 1956.
Pedro A. Labariega V.
Los concordatos son tratados que suscribe la Santa Sede con algún Estado, los
cuales generalmente crean normas canónicas, en todo caso se trata de derecho pontificio,
dado por el papa o persona autorizada por éste.
Aunque si bien es cierto que existieron normas canónicas desde la fundación de la
Iglesia, en un principio ésta no pretendió crear un sistema jurídico, el mismo se fue
integrando a lo largo de los siglos como una necesidad societaria y pastoral. El gran
esfuerzo sistematizador se ha realizado durante el segundo milenio de nuestra era, aunque
antes hubo algunos esfuerzos importantes en ese sentido.
A partir del siglo XI, y a medida que se reafirmaba el poder pontificio, surgió la
necesidad de incrementar la producción legislativa - decretales - y de esta manera dar
forma jurídica al mismo. Ello coincidió con el gran impulso de la vida cultural que
supuso la creación e incremento de universidades, el advenimiento de la “segunda vida
del derecho romano” y la paz social en Europa. Todos estos factores coadyuvaron al
nacimiento de la edad clásica del derecho canónico que se inicia en el siglo XII con la
aparición del Decreto de Graciano (Concordia Discordantium Canconum) escrito por
ese monje, profesor boloñés, con fines didácticos y en consecuencia con carácter privado,
aunque la costumbre se encargó de darle vigencia. Esta obra, primera gran recopilación
del derecho canónico, puso de manifiesto lagunas y contradicciones, mismas que tenían
que ser resueltas por la legislación pontificia, lo que trajo como consecuencia el fomento
de dicha actividad.
Posteriormente el Decreto de Graciano se hicieron otras recopilaciones privadas y
oficiales, hasta llegar a la obra cumbre del derecho canónico clásico: las Decretales de
Gregorio IX, que vinieron a consolidar un solo texto esas recopilaciones, obra que
además tendría carácter de oficial; esa labor se le encomendó a uno de los más destacados
juristas del siglo XIII, quien después vino a ser San Raimundo de Peñafort, fue
promulgada por el mencionado papa, el 5 de septiembre de 1234, mediante la bula Rex
Pacificus, recopilación que se le conoce como Decretales (de Gregorio IX), también
como Liber Extra (en relación con la obra de Graciano).
Más adelante hubo necesidad de ir actualizando ese trabajo, lo cual hicieron
Bonifacio VIII y Juan XXII mediante sendos apéndices a la obra georgiana, a los que se
les denominó Liber Sextus y Liber Septimus respectivamente (porque la anterior se
dividía en 5 libros), habiendo sido promulgados mediante las bulas Sacro Sanctae
Romanae Ecclesiae de 3 de marzo de 1298, firmada por Bonifacio VIII, y Quoniam
Nulla de 25 de octubre de 1317 por Juan XXII, esta última contenía las famosas
Clementinas (es decir los decretales de Clemente V).
Finalmente en 1500 y 1503 se imprimió de manera particular y en una sola obra,
el Decreto de Graciano, las Decretales de Gregorio IX, las de Bonifacio VIII, las de Juan
XXII y 74 decretales de diversos papas, no recopiladas por las anteriores (llamadas
consecuentemente extravagantes), con todo ello se formó lo que se denominó Corpus
Iuris Canonici, el cual posteriormente fue revisado por la Santa Sede (correctores
romanos) y aprobado mediante la constitución apostólica Cum pro Munere dada por
Gregorio XIII el 1° de julio de 1580 y publicada el 2 de junio de 1582 mediante el breve
pontificio Emendatione Decretarum del propio pontífice. Con la cual termina la época
clásica del derecho canónico.
En los siguientes tres siglos y medio no vamos a ver grandes alteraciones en el
derecho canónico, quizá solamente los aspectos jurídicos de la reforma tridentina, pues
354
tales alteraciones se van a dar hasta el período de codificación a principios del siglo XX;
período que encuentra sus raíces en la renovación eclesiástica que se inició en León XIII
en la segunda mitad del siglo XIX.
El papa Pío X, a través del motu proprio Arduun Sane Manus del 19 de mayo de
1904, creaba la correspondiente comisión codificadora, presidida por él mismo y teniendo
como secretario a quien después fuera el cardenal Pedro Gasparri. Como resultado de los
trabajos de dicha comisión se elaboró el Codex Iuris Canonici (CIC), el cual fue
promulgado por Benedicto XV mediante la constitución Providentissima Mater Ecclesia
el 27 de mayo de 1917. Con ello quedaba recogida de manera sistemática toda la
legislación canónica en un solo cuerpo jurídico. El alma de esa ingente labor fue el
cardenal Gasparri.
La producción legislativa de la Iglesia Universal no quedó paralizada.
Particularmente después del Concilio Vaticano II vino una muy profunda revisión de toda
la disciplina externa de la Iglesia, tanto así que la llamada legislación posconciliar
alcanzó aproximadamente el 50% del volumen del Codex Iuris Canonici. En previsión de
ello Juan XXIII creó, el 28 de marzo de 1963, una Comisión para la Revisión del Codex
Iuris Canonci, la cual ha estado trabajando intensamente durante casi 20 años, trabajo que
ha sido escrupulosamente revisado por los diversos dicasterios vaticanos, institutos
religiosos, obispos de todo el mundo, destacados juristas y diversos congresos científicos.
Resultando de ello ha sido la publicación del nuevo Codex Iuris Canonci en 1752
cánones por el roano pontífice Juan Pablo II el día 25 de enero de 1983, mediante la
constitución apostólica Sacrae disciplinae leges.
IV. El derecho canónico tuvo plena vigencia en México durante la época
colonial, mediante él se regularon muchos aspectos del derecho de familia, sucesorio,
procesal, penal, internacional, e incluso administrativo y constitucional. Piénsese en el
Regio Patronato Indiano, el fuero eclesiástico, Inquisición, recursos de fuerza, diezmos,
etc. Al alcanzar nuestra patria su independencia se redujo el ámbito de influencia del
mismo, particularmente al dejar de existir ciertas instituciones como el Patronato y la
Inquisición, hasta que desapareció formalmente dicho ámbito de influencia con la
reforma liberal, concretamente con la Ley de Matrimonio Civil de 23 de julio de 1859 y
la Ley Orgánica del Registro Civil de 28 de julio de 1859.
Sin embargo, en la práctica subsistió de manera atenuada, pues era difícil
modificar de un plumazo situaciones tan arraigadas como el derecho de familia y de las
personas, hasta que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 se
pronunció de manera terminante sobre el particular, como lo disponen los artículos 3°,
24, 27 y 130 de la propia ley fundamental. Sin embargo subsisten algunos resquicios,
como el artículo 327, fracción VI, del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito
Federal que señala como documento público las constancias existentes en archivos
parroquiales.
V. BIBLIOGRAFIA: Codex Iuris Canonici, Ciudad. del Vaticano, 1983;
Hervada, Javier, Lombardía, Pedro, El derecho del pueblo de Dios I, Pamplona,
EUNSA, 1970; Maldonado, José, Curso de derecho canónico para juristas civiles, parte
general; reimpresión de la 2a. edición, Madrid, 1975; Miguelez, Lorenzo; Alonso,
Sabino y Cabreros, Marcelino, Código de derecho canónico y legislación
complementaria (texto latino y versión castellana); 10a. edición, Madrid, BAC, 1976;
Straubinger Juan (traductor y comentarista), El Nuevo Testamento, según el texto griego,
355
también el Fuero viejo de Castilla, que se puede considerar como un código legal, único
y general para toda Castilla la Vieja.
Poco después, Alfonso X el Sabio, comenzó su gobierno fundiendo estos códigos
con otros textos consuetudinarios y con preceptos romanos formando el Fuero real.
Otorgándolo a cada una de las ciudades, pretendía el rey sabio lograr la unidad jurídica de
su reino. Posteriormente mandó componer y promulgar el Libro o Fuero de las Leyes,
posteriormente denominado Siete Partidas, que recogía el sistema jurídico de los
glosadores y canonistas, con olvido casi absoluto del viejo derecho castellano.
Este monumento legislativo, considerado el código más perfecto de su época, se
nutrió del derecho romano justinianeo (Digesto y Codex principalmente), del derecho
canónico (el Decreto de Graciano y las Decretales de Gregorio Nono), de las opiniones
de los glosadores a ambos derechos y, en menor medida, del derecho germánico que
había quedado incorporado a “los buenos fueros y las buenas costumbres de Castilla y de
León”. La reacción de la nobleza y de las ciudades que vieron en peligro sus fueros y
privilegios no se hizo esperar y Alfonso el Sabio tuvo que derogar sus leyes en 1272 y
reconocer la vigencia del derecho viejo. Pero las Partidas, aún sin fuerza legal, inspiraron
las decisiones del tribunal supremo del rey y formaron la mentalidad de los nuevos
juristas. Por ello aunque solo quedaron como derecho supletorio o subsidiario, en la
práctica se impusieron sus principios y normas. En las Indias - entre ellas la Nueva
España - las Partidas no tuvieron que luchar con los viejos intereses feudalistas y así se
convirtieron, aunque en versiones vulgarizadas como la de Gregorio López, en la fuente
fundamental del derecho privado. Sobrevivieron a la Colonia, y se utilizaban todavía en
la primera mitad del siglo XIX.
Otras obras del periodo alfonsino, relacionadas con las Siete Partidas, fueron las
Leyes de Estilo, el Espectáculo, el Doctrinal y el Setenario.
La diversidad de estatutos jurídicos causaba conflictos en la aplicación del
derecho. Estos quedaron resueltos en 1348 con la promulgación del Ordenamiento de
Alcalá que estableció el orden de prelación de las leyes. Este era: el propio
Ordenamiento, en su defecto, los Fueros municipales y el Fuero Real y por último las
Siete Partidas. Estos fueron los ordenamientos castellanos más importantes que estaban
en vigor al momento del descubrimiento y conquista de América.
El matrimonio de los reyes católicos, Fernando e Isabel sentó las bases de la unión
política de las coronas castellana y aragonesa. Durante su reinado se consolidó la
conquista con la toma de Granada y se descubrió un nuevo continente que convirtió a
España en la primera potencia internacional. Dicha unión política se consolidó
posteriormente bajo los reinados de Carlos V y Felipe II a todo lo largo del siglo XVI.
Esta etapa de plenitud de derecho español hizo florecer el derecho común, único que se
estudiaba en las universidades. Frente a éste, el nacional o real, según la denominación de
la época fue tratado como un derecho especial cediendo paso al primero. En este periodo
bajo los reyes de la casa de Austria (1474-1700) se sientan las bases de la unificación
jurídica española. Al derecho castellano se le denominó derecho español mientras que a
los estatutos jurídicos de los otros reinos, se les calificó de forales. Las recopilaciones
más importantes de la época fueron: las Leyes Reales de Castilla, también conocidas
como Ordenamiento Real u Ordenamiento de Montalvo, debido a su autor (Alonso Díaz
de Montalvo), durante el gobierno de los Reyes Católicos; las Leyes de Toro,
promulgadas por Juana la Loca, en 1505, importante legislación para el derecho privado,
357
que intentó resolver los problemas creados por la contradicción entre las soluciones dadas
por el derecho común y el nacional y la Nueva Recopilación de Castilla (1567) en época
de Felipe II, que con sus adiciones constituye el cuerpo legal más importante del derecho
castellano en la Edad Moderna.
Con la llegada de los Borbones, al iniciarse el siglo XVIII, se da el paso definitivo
para la tan ansiada unificación jurídica. El absolutismo de los reyes de esa nueva dinastía,
fundamentado en la ideología del racionalismo ilustrado permite al rey, por sí solo,
legislar con carácter general o nacional. Unicamente Castilla, las Indias, Navarra y el país
vasco conservaron íntegramente sus propios ordenamientos. Esta unificación se lleva a
cabo a través de los Decretos de Nueva Planta entre los años 1711 y 1781. El derecho
castellano, en adelante, sería el español por antonomasia y los restantes estatutos
siguieron considerándose como forales. En la vieja polémica entre derecho común y
nacional, el primero perdió el ascendiente que había gozado hasta entonces mientras que
el segundo se fue revalorizando. Por último, en los inicios del siglo XIX, en los albores
ya del movimiento independentista americano, se promulga otra recopilación. La
Novísima Recopilación de las Leyes de España, que a pesar de ser tardía, se aplica
todavía en los territorios americanos en la primera mitad del siglo XIX.
III. La conquista y colonización de América planteó el problema del derecho que
había de aplicarse en los territorios conquistados. En un inicio se trasplantó el derecho
castellano vigente en la época. Pero ya desde la mitad del siglo XVI la realidad mostró
que las peculiares condiciones económicas y sociales del Nuevo Mundo requerían de un
estatuto jurídico distinto. Así nació el derecho indiano, con carácter especial para las
Indias pero imbuido de los preceptos del derecho peninsular.
Desde la metrópoli se decretó que las disposiciones dictadas para los territorios
americanos por las autoridades metropolitanas o criollas tuviesen primacía en su vigencia
y observancia, sobre las castellanas, no pudiendo acudirse a éstas a salvo omisión de un
precepto aplicable en las fuentes del derecho propiamente indicado.
La vigencia del derecho castellano tuvo por tanto un carácter meramente
supletorio. Sin embargo, como las disposiciones indianas se expidieron sobre todo en
materia de derecho público y tuvieron un acentuado carácter casuístico, en la esfera del
derecho privado, los preceptos jurídicos contenidos en los cuerpos legales de Castilla
alcanzaron en las Indias casi la misma amplitud que en la península. El orden de
prelación de las leyes quedó contenido a finales del siglo XVII en la Recopilación de
Leyes de Indias, 2.1.2. que decía: “Ordenamos y mandamos que en todos los casos
negocios y pleitos en que no estuviere decidido ni declarado lo que se deba proveer por
las leyes de esta recopilación, o por cédulas, provisiones y ordenanzas dadas y no
revocadas para las Indias, y las que por nuestra orden se despacharen, se guarden las
leyes de nuestro reino de Castilla conforme a la de Toro”. A su vez, las Leyes de Toro
reproducían el orden de prelación contenido en el Ordenamiento de Alcalá de Henares.
De todas las fuentes mencionadas, las que tuvieron mayor vigencia en México
durante el periodo de dominación española fueron: las Siete Partidas, las Leyes de Toro,
la Nueva Recopilación y la Novísima Recopilación.
v. Derecho Canónico, Derecho común, Derecho Novohispano.
IV. BIBLIOGRAFIA: García-Gallo, Alfonso, Manual de historia del derecho
español; 8a. edición, Madrid, Artes Gráficas y Ediciones, 1979, tomo I; Lalinde Abadía,
358
Jesús, Derecho histórico español, Barcelona, Ariel, 1974; Ots Capdequí, José María,
Historia del derecho español en América y del derecho indiano, Madrid, Aguilar, 1969.
Beatriz Bernal.
DERECHO CIVIL. I. Rama del derecho privado constituida por un conjunto de normas
que se refieren a las relaciones jurídicas de la vida ordinaria del ser humano en su
categoría de persona.
En la actualidad, forman parte del derecho civil aquellas reglas de conducta que
en unión de las disposiciones del derecho mercantil, constituyen el ámbito del derecho
privado; pero al paso que estas últimas reclaman para sí la disciplina del acto de comercio
y de la persona en su situación de comerciante, las del derecho civil consideran a la
persona en un punto de vista bastante más amplio y más general, pues se interesan en
ella, en atención a su calidad y a su dignidad de ser humano considerado con capacidad
de goce y, por lo tanto, con personalidad y, a la vez, como miembro de una familia y
como titular de un patrimonio.
De ahí que esta rama del derecho privado comprenda todo un sistema jurídico
coherente, construido alrededor de la persona (personalidad y capacidad), del patrimonio
(bienes, contratos, sucesiones) y de la familia (matrimonio, filiación, patria potestad y
tutela). A este conjunto de normas e instituciones jurídicas que integran el núcleo central
del derecho civil, se agrega otro grupo de disposiciones normativas que exceden por
mucho, el ámbito del derecho privado y que son por decirlo así, la expresión normativa
de los principios fundamentales del derecho objetivo, a saber: las que se refieren a la
vigencia de la ley en el tiempo y en el espacio, a la igualdad jurídica de la persona con
independencia de su sexo y condición, a los principios básicos de la interpretación de la
ley y su aplicación, a la fuerza imperativa de las leyes de interés público, así como a la
exclusión de la costumbre, finalmente en este conjunto de disposiciones generales del
Código Civil para el Distrito Federal incluye normas que disponen acerca de los efectos
de la ignorancia de la ley y un precepto relativo a la lesión en los contratos bilaterales.
Los intentos reiterados de la doctrina para ofrecer una definición comprensiva del
derecho civil no han resultado hasta ahora satisfactorios, primeramente porque la
naturaleza de las normas que lo constituyen está íntimamente ligada, quizá como ninguna
otra rama del derecho, a la circunstancia del devenir histórico que a través de los siglos
han influido en la posición ocupada por el hombre en cada época de la humanidad y así,
el concepto y la definición misma del derecho civil, han dependido siempre de ese dato
de historicidad que le han caracterizado siempre. Por otra parte el derecho civil ha
conservado un indiscutible sello de continuidad, que como lo ha señalado Luis de los
Mozos, ofrece sin duda uniformidad y consistencia racional en la solución de los
problemas jurídicos debido ciertamente a su tradición romanista y a su milenaria
“experiencia jurídica” en la aplicación de los valores permanentes del derecho.
El derecho civil a la vez que tiene sus raíces en lo más propio y arraigado de la
vivencia humana y el derecho de lo tuyo y de lo mío, se ha construido desde la Ley de las
XII Tablas en una secuencia milenaria no interrumpida sobre los principios
fundamentales e inmutables del derecho.
II. La noción general del derecho civil, sus raíces históricas y su función. Es
conveniente hacer una referencia así sea breve, a su desarrollo con el fin de tratar de
359
Conviene señalar que con anterioridad a la promulgación del Código Civil para
el Distrito Federal de 1870, Justo Sierra en 1859 redactó un proyecto de Código Civil
para el Distrito Federal que sirvió de base al Código Civil del Imperio Mexicano (del
que sólo fueron publicados sus dos primeros libros); antes, en algunos de los Estados de
la República, Zacatecas (1818), Jalisco (1839) y Veracruz (1869) se formularon
proyectos de códigos civiles que por diversas circunstancias no entraron en vigor. Se
conoció en 1827 un código civil que rigió en el Estado de Oaxaca.
Durante la dominación española en la Nueva España se aplicó el derecho civil de
la metrópoli, a saber: las Leyes de Toro hasta la publicación de la Nueva y Novísima
Recopilación; suplementariamente el Ordenamiento de Alcalá, la Siete Partidas, el Fuero
Real y el Fuero Juzgo, así como la legislación promulgada en España para las colonias
americanas (Recopilación de las Leyes de Indias de 1570 y la Real Ordenanza de
Intendentes 1786).
III. Las ideas que sirvieron de inspiración a los redactores del Código Civil para
el Distrito Federal de 1928, según la expresión de sus autores, descansan en el principio
de “preeminencia de la solidaridad” frente al individualismo que postularon los códigos
civiles de 1870 y 1884, con el propósito de coordinar las ideas que se sustentan en la
Constitución de 1917, a saber: la protección de las clases débiles, la reivindicación de la
riqueza territorial y el equitativo reparto de los bienes como base de la tranquilidad y la
prosperidad públicas. De acuerdo con estas directrices, el Código Civil para el Distrito
Federal proclama el principio de aplicación territorial del derecho; la exención de las
sanciones por el incumplimiento de la ley, a los individuos que la ignoraban debido a su
notorio atraso intelectual, a su apartamiento de las vías de comunicación o a su miserable
situación económica; ordena que los habitantes del Distrito Federal, tienen obligación de
ejercer sus actividades y de usar y disponer de sus bienes en forma que no perjudique a la
colectividad, acogiendo así en sus disposiciones preliminares la prohibición del ejercicio
abusivo de los derechos; reconoce y protege la existencia de la propiedad privada y
dispone que su titular puede gozar y disponer de ella con las limitaciones y modalidades
que fijen las leyes; prevé la expropiación por causa de utilidad pública; restringe el
ámbito de la autonomía de la voluntad en (1857), señala que la comparación entre
protección de los intereses de terceros y del orden público, e impone la obligación de
resarcir el daño producido por el riesgo creado.
Equipara la situación jurídica de la persona independientemente de su edad, sexo,
condición y estado civil, reconociendo la plena capacidad de la mujer para celebrar toda
clase de actos y contratos, así como para desempeñar cualquier trabajo, profesión y oficio
y para ocupar en el hogar una posición de igualdad con el marido en cuanto al ejercicio
de la autoridad doméstica, en el ejercicio de la patria potestad y en la distribución de las
cargas de la familia.
En esta manera el Código Civil para el Distrito Federal de 1928, para el Distrito
Federal, acusa, aunque no de una manera decidida, la influencia o mejor la armoniosa
convergencia del interés público y del interés privado; pero en su estructura general no
logró desprenderse enteramente, aunque tal haya sido el propósito de sus autores, de las
ideas individualistas que inspiraron los códigos civiles de 1870 y 1884 y en materia de
regulación de la familia, la Ley de Relaciones Familiares de 1917.
IV. La evolución del derecho civil no ha cesado, de la misma manera que sigue
avanzando la cultura y la técnica de la humanidad; pero hoy en día el jurista ha de
361
trabajar, como lo apunta certeramente René Savatier, con datos que se transforman a una
velocidad jamás vista antes, y el derecho civil se enfrenta a ese problema, ante el cual al
derecho privado compete la misión, de preservar los principios milenarios del derecho y
la justicia.
Debe reconocerse, por otra parte, que se está operando en el seno de las
instituciones civiles una transformación que atañe a las ideas de libertad, de igualdad, en
las relaciones humanas y de reparación del daño causado a otro. Estas mutaciones que
constituyen una exigencia económica y social, se expresan en el derecho a través de la
necesidad de revisar los conceptos de autonomía de la voluntad, equilibrio de las
prestaciones contractuales y de la responsabilidad por el uso de cosas peligrosas.
En lo que se refiere al derecho de familia, las transformaciones son aún más
ingentes si cabe, tanto en las relaciones conyugales como paternofiliales y en los
conceptos de patria potestad y de protección del menor. El profesor francés antes citado
enseña que las relaciones familiares, consideradas hasta hoy como un complejo de
derechos y obligaciones recíprocas, se transforman gracias a un elemento muy
importante, a saber: la solidaridad que sustentada en la recíproca ayuda que deben
prestarse sus componentes, constituye el fundamento y razón de las relaciones familiares
que se explican no sólo como relaciones jurídicas sino esencialmente como relaciones
afectivas, de las cuales aquellas son sólo una expresión.
V. BIBLIOGRAFIA: Batiza, Rodolfo, Las fuentes del Código Civil de 1928,
introducción, notas y textos de sus fuentes originales no reveladas, México, Porrúa,
1979; Galindo Garfias, Ignacio, Derecho civil; parte general, personas y familias; 5a.
edición, México, 1982; García Téllez, Ignacio, Motivos, colaboración y concordancias
del nuevo código civil mexicano, México, 1932; Mozos, José Luis de los, Derecho civil
español, tomo I., Parte general, volumen I, Introducción al derecho civil, Salamanca,
1977; Ortiz Urquidi, Raúl, Derecho civil (parte general); introducción, teoría del
derecho (ubicación del civil), teoría y técnica de aplicación de la ley, teoría general del
negocio jurídico, México, Porrúa, 1977; Piña, Rafael de, Elementos de derecho civil
mexicano, tomo I, Introducción, personas y familia; 10a. edición, México, Porrúa, 1980;
Rojina Villegas, Rafael, Derecho civil mexicano, tomo I. Introducción y personas; 3a.
edición, México, Porrúa, 1980; Savatier, René, Les metamorphosis économiques et
sociales du droit civil d’ajourd’hui; 2a. edición, París, 1952-1959, 3 volúmenes
vigencia del derecho viejo (1272); pero las Partidas se incluyeron como buena doctrina
en los tribunales y en 1348 el Ordenamiento de Alcalá proclamó su vigencia como
derecho subsidiario.
III. En la historia del derecho mexicano, el derecho común tiene un lugar
preponderante. Esa doctrina jurídica fue la que se enseñaba en la real y Pontificia
Universidad de Nueva España, y en la qué se formaron los juristas hasta finales del siglo
XVIII. Las Partidas, como ordenamiento del derecho castellano, eran vigentes en toda
América española, y su influencia fue aquí más honda que en la península, por no haber
en los países americanos tradiciones jurídicas nativas vigorosas, ni tampoco un gremio de
juristas formados en ellas, capaces de oponer resistencia a la penetración del derecho
común. La recepción del derecho común en México y en Hispanoamérica es un
fenómeno histórico que apenas comienza a ser estudiado y que merece mayor atención de
parte de los juristas e historiadores americanos.
IV. En la legislación mexicana, el Código de Comercio (artículo 2°) establece
que el ámbito de su aplicación el “derecho común” es derecho subsidiario. Por derecho
común se entiende aquí, por reminiscencia histórica, el derecho civil, y más
concretamente el Código Civil para el Distrito Federal, cuyo artículo 1° señala que tiene
vigor en toda la República “en asuntos de orden federal”, como es la legislación
mercantil.
v. Derecho Romano, Recepción del Derecho Común, Siete Partidas.
V. BIBLIOGRAFIA: Calasso, Francesco, Introduzione al diritto comune,
Milano, Giuffrè, 1951; Margadant, Guillermo, Introducción a la historia universal del
derecho, Jalapa, 1974; Wieacker, Franz, Historia del derecho privado en la edad
moderna; traducción de Francisco Fernández Jardón, Madrid, Aguilar, 1957.
X. Fin de la quiebra. La quiebra, así como se inicia por medio de una sentencia,
también se extingue por otra sentencia. Son causas de extinción, primera, el pago de los
acreedores (artículo 275 de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos), en este supuesto,
el juez convoca a una junta de acreedores, en la que el síndico rinda sus cuentas
definitivas (artículo 278 de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos); si existieren
créditos no pagados, los acreedores afectados conservan sus acciones para cobrar en el
futuro, si el quebrado adquiriese nuevos bienes (artículo 284 de la Ley de Quiebras y
Suspensión de Pagos); segunda la que previene el artículo 287 de la Ley de Quiebras y
Suspensión de Pagos, o sea, que el activo sea insuficiente aún para cubrir los gastos
ocasionados por la quiebra; tercera, la falta de concurrencia de acreedores (artículo 288
de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos); cuarta, el acuerdo unánime de los
acreedores concurrentes (a. 292 de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos); Véanse
también los artículos 297, 321, 322, 317, 318, 319, 325, 328, 331, etc. de la Ley de
Quiebras y Suspensión de Pagos.
XI. Diversos tipos de quiebra. El artículo 91 de la Ley de Quiebras y Suspensión
de Pagos establece tres clases de quiebra: 1° fortuitas, 2° culpables y 3° fraudulentas.
Fortuita es la quiebra del comerciante individual o colectivo, a quien
sobrevinieron infortunios que, debiendo estimarse casuales en el orden regular y prudente
de una buena administración mercantil, reduzcan su capital al extremo de tener que cesar
en sus pagos (artículo 92 de la Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos).
Quiebra culpable, es la del comerciante individual o colectivo que, con actos
contrarios a las exigencias de una buena administración mercantil haya producido,
facilitado o agravado el estado de cesación de pagos (artículo 93 de la Ley de Quiebras o
Suspensión de Pagos, el que señala cinco supuestos que se consideran como actos
contrarios). El artículo 92 señala otros presupuestos. El artículo 95 ordena la imposición
de uno a cuatro años de prisión para los declarados en quiebra calificada de culpable.
Se reputa quiebra fraudulenta, la de los comerciantes que se alcen con todo o
parte de sus bienes, o que fraudulentamente realicen, antes de la declaración con
posterioridad a la fecha de retroacción o durante la quiebra, actos u operaciones que
aumenten su pasivo o disminuyan su activo; o bien, que no llevaren todos los libros de
contabilidad, o los alteraren falsificaren o destruyeren en términos de hacer imposible
deducir la verdadera situación, o que, con posterioridad a la fecha de retroacción
favorecieren a algún acreedor haciéndole pagos o concediéndole garantías o preferencias
que éste no tuviere derecho a obtener (artículo 96 de la Ley de Quiebras y Suspensión de
Pagos).
Igualmente, se considera fraudulenta la quiebra de los agentes corredores, cuando
se justifique que hicieron por su cuenta, en nombre propio o ajeno, algún acto u operación
de comercio distintos de los de su profesión; así como la del comerciante cuya verdadera
situación no pueda deducirse de los libros (artículos. 97 y 98 de la Ley de Quiebras y
Suspensión de Pagos).
XII. Suspensión de pagos. Navarrini nos indica que mediante la suspensión de
pagos se pretende salvar al comerciante desafortunado y honesto, el cual se halla en
temporal desorden, de la declaración de quiebra que de otro modo debería afectarle. La
doctrina es unánime en considerar a esta institución como un beneficio que la ley le
otorga al comerciante que en un momento determinado se ve imposibilitado para cumplir
con sus obligaciones, pero que en lo futuro podrá hacer frente a las mismas mediante la
371
obtención de espera, quita o ambas cosas de sus acreedores; pero también un gran sector
de la doctrina opina que esta institución ha sido utilizada por comerciantes deshonestos
para dilatar el cumplimiento de sus obligaciones económicas, con grave perjuicio para los
acreedores, en virtud de que declarada la suspensión, la administración de la empresa
continúa a cargo del deudor quien sigue con sus operaciones ordinarias.
Los órganos de la suspensión son (artículo 414 de la Ley de Quiebras y
Suspensión de Pagos) como en la quiebra, el síndico (artículos 415 y 416 de la Ley de
Quiebras y Suspensión de Pagos) y la junta de acreedores.
El juez tendrá las facultades que se le confieren en el procedimiento de la quiebra,
en la medida en que sean compatibles con la naturaleza especial de la suspensión de
pagos.
El síndico tiene las funciones de vigilancia y las que señala el artículo 416 de la
Ley de Quiebras y Suspensión de Pagos, más no tendrá a su cargo la administración de
hecho de la empresa.
Por su parte, la junta de acreedores designará una intervención que vigilará todas
las operaciones, tanto del síndico como del suspenso (artículo 417 de la Ley de Quiebras
y Suspensión de Pagos).
Mediante el convenio que se lleva a cabo entre los acreedores y el suspenso, se
evita el estado de quiebra de éste y una vez aprobado para que surta efectos jurídicos, se
requiere de la homologación judicial.
Si se rechazare la proposición del convenio o el juez negare su homologación o
revocara su decisión, se constituirá el estado de quiebra.
v. Comerciante, Crédito, Garantía de Audiencia, Sentencia, Sociedades
Extranjeras, Sociedades irregulares.
XIII. BIBLIOGRAFIA: Brunetti, Antonio, Tratado de quiebras; traducción
Joaquín Rodríguez y Rodríguez, México, Porrúa, 1945; Cervantes Ahumada, Raúl,
Derecho de quiebras; 3a. edición, México, Editorial. Herrero, 1981; Estasen, Pedro,
Tratado de la suspensiones de pagos y de las quiebras; 2a. edición, Madrid, Reus, 1908;
García Martínez, Francisco, El concordato y la quiebra en el derecho argentino y
comparado, Buenos Aires, El Ateneo, 1940; Garrigues, Joaquín, Derecho mercantil; 7a.
edición, México, Porrúa, 1979; Majada, Arturo, Manual de concurso, quiebra y
suspensión de pagos, Barcelona, Bosch, 1956; Pallares, Eduardo, Tratado de las
quiebras, México, 1937; Provinciali, Renzo Tratado de derecho de quiebras; 3a.
edición. traducción de Andrés Lupo Canaleta y José Romero de Tejada, Barcelona,
Editorial. Nauta, 1958; Ramírez, José Antonio, Derecho concursal español, Barcelona,
Bosch, 1959; Rodríguez y Rodríguez Joaquín, Ley de quiebras y suspensión de pagos.
Concordaciones, Expresión de Notarios y Bibliografía; 2a. edición, México, Porrúa,
1952; Satta. Salvatore, Instituciones de derecho de quiebra, traducción de Rodolfo O.
Fontanarrosa, Buenos Aires, Ejea, 1948.
1972; Tena Ramírez, Felipe, Derecho constitucional mexicano; 18a. edición, México,
Porrúa, 1981.
Jorge Carpizo.
Exégesis, según la cual las decisiones judiciales deben fundarse exclusivamente en la ley.
De esta manera se consolida el sistema de derecho escrito que actualmente impera en la
mayoría de los países del mundo y para el cual la costumbre es solamente una fuente
supletoria de derecho.
México desde la época colonial es un país de derecho escrito. Durante el
virreinato la principal fuente de derecho fueron las recopilaciones de las Leyes de Indias
promulgadas en diversas fechas por sucesivos monarcas españoles. Después de la
Independencia, esta tendencia se refuerza provocando que la mayoría de las normas
jurídicas mexicanas sean producto de la legislación.
III. Dependiendo de la forma en que se producen sus normas, el derecho se ha
clasificado en: consuetudinario, cuando tiene como fuente a la costumbre y escrito,
cuando se origina en la ley; a continuación analizaremos ambas categorías de derecho:
1) La costumbre que crea el derecho o costumbre jurídica es una especie dentro
del conjunto de los usos sociales. En efecto, no basta que un hábito se encuentre
arraigado en una sociedad, para que sea fuente de derecho. La teoría romano-canónica
consideraba que la costumbre jurídica debía integrarse en dos elementos fundamentales:
el primero de carácter objetivo, la inveterada consuetudo consistente en la práctica
suficientemente prolongada de un determinado proceder y el segundo de carácter
subjetivo, la opinio iuris seu necessitatis caracterizado por la convicción existente de que
dicha práctica es obligatoria y, por tanto, puede ser impuesta coactivamente por el
Estado. Estos dos elementos de la costumbre jurídica se expresan perfectamente en la
definición de Claude du Pasquier: “La costumbre es un uso implantado en una
colectividad y considerado por ésta como jurídicamente obligatorio; es el derecho nacido
consuetudinariamente, el ius moribus constitutum” (página 41).
En opinión de la doctrina el elemento objetivo de la costumbre se constituye por:
a) actos uniformes y constantes, es decir, que no hay costumbre donde existen actos
fundados en reglas contrarias; b) actos que se han repetido durante un largo espacio de
tiempo. Esto es lo que se expresa cuando se habla de un uso largo e ininterrumpido o de
longa consuetudo. Así, por ejemplo, el derecho consuetudinario inglés (Common Law),
se define como la costumbre general e inmemorial del reino. Los tratadistas han discutido
cuál debe ser el plazo de duración mínimo que constituye costumbre; se ha hablado de
cien años, basándose en un texto romano en el que longaevum significa centenario. En
el derecho canónico se menciona a la costumbre de diez años. Respecto a los derechos
internacional y constitucional se admiten plazos más cortos, y c) actos que deben ser
plurales, ya que un solo acto no basta. Esto se conoce como densidad del acto.
Se observa que el elemento subjetivo de la costumbre es lo que la diferencia de
otros hábitos sociales como son: las reglas del trato social, la moda, las prácticas morales
y religiosas, etcétera.
La noción de derecho consuetudinario se identifica, desde los romanos con la de
derecho no escrito. Sin embargo, esta concepción tan amplia conduce a incluir dentro de
la costumbre otras fuentes del derecho, tales como, la jurisprudencia, los principios
generales del derecho o la equidad.
La Escuela Histórica representada por Savigny y Puchta se apartó un tanto de la
concepción tradicional que la doctrina ha tenido de la costumbre. Para Savigny la
expresión “derecho consuetudinario” no es muy adecuada porque podría dar a entender
que en un principio una cuestión de derecho fue abandonada como cosa indiferente al
375
derecho arcaico regía solamente para los ciudadanos romanos y, por lo tanto, los
extranjeros (peregrinus) no tenían capacidad para celebrar ninguno de los negocios
solemnes del ius civile.
Sin embargo, esta situación va transformándose debido al incremento del tráfico
comercial que es el resultado de las conquistas romanas. Los contactos de Roma con otras
culturas se vuelven cada día más frecuentes e imponen la necesidad de que el derecho se
despoje de atavismos y tome en cuenta a los extranjeros. En este sentido aparece en el
año 242 antes de Cristo un nuevo magistrado, el praetor peregrinus encargado de
administrar justicia entre los extranjeros. Las decisiones de este magistrado van creando
un derecho más flexible que el ius civile y mejor adaptado a las nacientes realidades
económicas. Este derecho conocido como ius honorarium recibe la influencia de las
instituciones y prácticas jurídicas prevalecientes entre los pueblos del Mediterráneo en
aquella época. A su vez en dichas instituciones empiezan a ver los romanos un derecho
común a todos los hombres que es denominado ius gentium.
Algunos autores consideran que existe identidad entre los conceptos de ius
honorarium y ius gentium; por ejemplo, Rodolfo Sohm piensa que el ius gentium fue
siempre parte del derecho romano positivo y concreto, modelado por las necesidades del
comercio y por las fuentes jurídicas romanas, particularmente por el Edicto Pretorio
(página 39). Por el contrario la mayoría de los tratadistas postula que el ius gentium es
un derecho supranacional, perteneciente a varios pueblos, que fue asimilado por Roma a
través del ius honorarium (Margadant, páginas. 69 y 101).
Las principales aportaciones del ius gentium al derecho romano son las
siguientes: a) la traditio, es decir la transmisión de la propiedad mediante la entrega de
la cosa y el consentimiento de las partes. Esta figura se extiende posteriormente a otro
tipo de contratos como son el depósito, la prenda y el comodato; b) las obligaciones
bonae fidei, en las cuales el deber del sujeto pasivo se interpreta de acuerdo con las
circunstancias especiales del caso, las prácticas comerciales y tomando en cuenta la
intención de los contratantes. Estas obligaciones provocan la aparición de figuras tan
importantes como la compensación, la culpa y el dolo por omisión. Es necesario recordar
que originalmente el ius civile sólo conocía las obligaciones stricti iuris, en las cuales el
deudor únicamente está obligado al cumplimiento de lo prometido, sin que el sentido
común o la equidad puedan agravar o atenuar el contenido de su deber (Margadant,
páginas 310 y 311); c) la lex rhodia de iactu, fundamental en materia de comercio
marítimo. Esta ley establecía las reglas para la repartición de las pérdidas en caso de que
se hubieran arrojado las mercancías de un buque por peligro de naufragio, y d) una
reglamentación menos severa en relación a la esclavitud. Para el ius gentium solamente
existían dos casuales de esclavitud: la cautividad producto de una guerra “justa” y el
nacer de una esclava.
III. La primera referencia del derecho de gentes la encontramos en las obras de
Cicerón. Para este autor existen dos grandes clases de derecho, el ius civile y el ius
gentium. Desde el punto de vista, el primero es aquel derecho peculiar de cada pueblo;
mientras que el segundo está compuesto de las leyes que, por el contrario, son de
aplicación general a todos los hombres, pues son aquellas en las que se contienen los
principios racionales y naturales comunes a todos, que por lo tanto también valen en
todos los pueblos. A esta última clase de leyes pertenecen las que prescriben que no se
debe matar injustamente, ni robar, ni cometer adulterio, ni prestar falsa declaración. Para
378
Cicerón estos preceptos son consecuencias necesarias de los principios evidentes por sí
mismos de la justicia natural consistentes en dar a cada quien lo suyo y en no causar
ningún agravio. Se puede ver que el pensamiento ciceroniano equipara el ius gentium al
derecho natural.
A la concepción anterior se adhiere Gayo, el cual en sus Instituciones señala:
“En todos los pueblos el derecho se divide en dos partes, una que es peculiar a cada
pueblo, con exclusión de los demás y otra que es común a todos y es por consiguiente un
derecho universal humano. El derecho que cada pueblo se da llámase ius civile, el que la
razón natural establece entre los hombres y es igualmente observado se denomina ius
gentium porque vale en todas partes” (I, 1, 2).
Como vemos, a los juristas romanos de la época clásica les parecía lógico pensar
que ciertas instituciones que habían alcanzado gran difusión fueran “naturales”. No se
percataban de que dichas instituciones podían tener un origen puramente cultural.
Esta postura, que veía en el ius gentium un derecho superior al positivo emanado
directamente de la naturaleza humana, evoluciona por influencia del cristianismo. Es
evidente que la filosofía cristiana no podía admitir que instituciones propias del ius
gentium, como la esclavitud y la guerra fuesen parte de un derecho ideal. De esta manera
se substituye la clasificación bipartita del derecho (ius civile y ius gentium) por otra
tripartita (ius civile, ius gentium y ius naturale). Es un texto del Corpus Iuris se
manifiesta por primera vez este cambio en las ideas jurídicas “El derecho de gentes es un
derecho común al género humano, pero nacido de las exigencias del tráfico y de las
necesidades humanas, en vista de las cuales los hombres lo han constituido. Parte del
derecho de gentes es contrario al derecho natural (la esclavitud, las guerras, el cautiverio);
otra parte en cambio está de acuerdo con él: contratos como la compraventa, el
arrendamiento, el depósito y el mutuo” (Instituta, 1, 2, 2).
La distinción entre ius gentium y ius naturale se va haciendo cada vez más
nítida en el pensamiento de la Edad Media, San Isidoro de Sevilla consideraba que el
derecho natural es aquel que procede de la inclinaciones innatas del hombre - fruto del
origen impreso en la naturaleza por el Creador - por lo cual es común a todos los
hombres; tal derecho es siempre justo y entre las cosas que incluye están: el matrimonio,
la educación de los hijos, la sucesión hereditaria, la posesión común de los bienes, la
libertad de todos los hombres y la legítima defensa. Por el contrario, para el hispalense el
derecho de gentes es aquel que usan ordinariamente todos los pueblos y comprende la
ocupación, construcción y fortificación de las plazas, las guerras, los cautiverios, las
esclavitudes, las reintegraciones, a la patria, las alianzas de paz, las treguas, la
inviolabilidad de los embajadores y la prohibición de un matrimonio entre extranjeros.
Todas estas materias son propias de las relaciones interestatales y le confieren al ius
gentium una nueva significación: la de derecho internacional público: con Isidoro han
quedado excluidas del derecho de gentes las cuestiones mercantiles del derecho privado.
Esta nueva significación de la noción, derecho de gentes es muy importante en la
filosofía de los escolásticos españoles del siglo XVI. Para Francisco de Victoria el
derecho de gentes no rige sólo entre individuos sino también entre naciones y Estados.
Por su parte, Francisco Suárez encuentra en el derecho de gentes dos características
primordiales: 1) es simplemente derecho positivo humano distinto del derecho natural
tanto en su esencia como en su universalidad y mutabilidad y 2) es un derecho que
regula las relaciones entre los pueblos.
379
DERECHO DE VISITA. I. Se trata de una institución del derecho del mar por la cual
se establece una excepción al principio llamado de la “jurisdicción exclusiva del
pabellón”. Según este principio, una embarcación que navega en alta mar sólo está sujeta
a la jurisdicción del Estado que le ha dado derecho de enarbolar su bandera.
Excepcionalmente, esa jurisdicción puede ejercerla un buque extranjero con base en el
derecho de visita. Este derecho incumbe solamente a barcos de guerra extranjeros y
pueden ejercerlo únicamente sobre un barco mercante cuando haya motivo fundado para
creer que dicho barco se dedica a la piratería o a la trata de esclavos o que tiene en
realidad la misma nacionalidad que el barco de guerra que realiza la visita aunque haya
izado una bandera extranjera o se haya negado a izar bandera alguna. Durante la visita se
puede proceder a la comprobación de los documentos que autoricen el uso de la bandera.
Para ello se puede enviar un bote al barco sospechoso, al mando de un oficial. Si aún
después del examen de los documentos persisten las sospechas, se puede proceder a otro
examen a bordo del barco, que deberá llevarse a efecto con todas las atenciones posibles.
Si las sospechas no resultan fundadas, y siempre que el barco detenido no hubiere
cometido ningún acto que las justifique, dicho barco tendrá derecho a ser indemnizado
por todo perjuicio o daños sufridos.
II. Las normas que reglamentan el derecho de visita surgieron
consuetudinariamente como parte del derecho internacional hasta codificarse en la
Convención sobre Alta Mar adoptada en Ginebra el 29 de abril de 1958, en su artículo 22.
El derecho mexicano recoge dichas normas por la vía de la incorporación de esa
mencionada Convención al ser aprobada por el Senado y ratificada su adhesión el 2 de
agosto de 1966 (ver Diario Oficial 19 de octubre de 1966) y fe de erratas el 22 de
febrero de 1967). Recientemente, las mismas normas fueron codificadas en la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar adoptada el 30 de abril de
1982 en Nueva York y abierta a la firma en Jamaica el 6 de diciembre del mismo año.
III. El funcionamiento de esta institución se encuentra en la concepción de que
las embarcaciones constituyen una extensión del territorio del Estado cuyo pabellón
enarbolan y, por tanto, como regla general sólo pueden ser sometidas a la jurisdicción de
éste. Esta ficción jurídica está recogida en el artículo 2 de la Ley de Navegación y
381
Alberto Székely.
DERECHO DEL MAR. I. Rama del derecho internacional público cuyas normas
regulan la conducta principalmente de los Estados en el ámbito marino, el cual está
dividido en tres tipos de zonas: en primer lugar, las zonas marinas sujetas a la
jurisdicción nacional de los Estados, es decir, el mar territorial, las aguas marinas
interiores la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma continental e
insular; en segundo lugar, el alta mar, que está más allá de las zonas antes citadas, y
donde todos los Estados gozan de la libertad de navegación, de pesca, de sobrevuelo y de
tendido de cables y tuberías submarinos; finalmente, la zona de los fondos marinos y
oceánicos más allá de los límites de la jurisdicción nacional la cual, junto con los recursos
que en ellos se encuentran, son patrimonio común de la humanidad.
II. El derecho del mar tradicional se desarrolló en forma consuetudinaria como
una parte del Derecho Internacional. En 1930, la Sociedad de Naciones organizó una
Conferencia Diplomática para la Codificación del Derecho Internacional, en La Haya,
que fracasó en su intento de codificar algunas normas centrales del derecho del mar,
sobre todo las referentes al mar territorial. En 1958 se celebró la Primera Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en la que por fin se logró una casi
exhaustiva codificación de las normas de esta disciplina, en cuatro convenciones de las
que México es parte desde 1966 (ver Diario Oficial del 5, 19 y 22 de octubre y 16 de
diciembre del citado año). Se trata de la Convención sobre el Mar Territorial y la Zona
Contigua, la Convención sobre la Alta Mar, la Convención sobre Pesca y Conservación
de los Recursos Vivos de la Alta Mar y la Convención sobre la Plataforma Continental.
Sin embargo, en dicha Conferencia fue imposible lograr un acuerdo sobre la importante
cuestión de la anchura máxima del mar territorial. En 1960, la Segunda Conferencia de
las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar volvió a fracasar sobre ese tema. El
desarrollo de la tecnología, el interés de los países en desarrollo por aprovechar sus
recursos naturales, el cobro de una conciencia ecológica internacional y el
descubrimiento de cuantiosos depósitos de minerales en los fondos marinos
internacionales, llevaron a la celebración de la Tercera Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Derecho del Mar, la cual fue preparada a partir de 1967 y realizada desde
1973 a 1982. Después de 15 años de esfuerzos, el 30 de abril del último año mencionado,
se adoptó la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, abriéndose a la
firma siete meses después, el 6 de diciembre en Jamaica. En esta Convención se contiene
lo que se ha dado en llamar el nuevo derecho del mar. México votó en favor de su
adopción y la firmó, el Senado la aprobó el 29 de diciembre de 1982 y se ratificó el 21 de
febrero de 1983.
383
III. Es necesario tener presente que el derecho del mar debe distinguirse del
derecho marítimo. Este último es rama del derecho privado e interno, íntimamente ligada
con el derecho mercantil, por referirse principalmente a todo lo relativo al régimen de
propiedad y administración de buques. En contraste, el derecho del mar es parte del
derecho público, tanto interno como internacional, siendo sus materias principales la
definición de los poderes del Estado en cada una de las zonas jurídicas en las que se ha
dividido el espacio marino, la delimitación de cada una de las zonas, la administración y
conservación de los recursos vivos y no vivos del mar, la protección del medio marino,
incluyendo la prevención de la contaminación y la investigación científica marina. Por lo
tanto, el derecho pesquero y el derecho de navegación son subramas del derecho del mar.
En México, las principales normas del derecho del mar están contenidas en los párrafos
cuarto, quinto y octavo del artículo 27 y en los artículos 42 y 48 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la Ley General de Bienes Nacionales, en la
Ley de Navegación y Comercio Marítimo, en la Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal y en la Ley de Vías Generales de Comunicación.
IV. BIBLIOGRAFIA: Colombos, C.J., Derecho internacional marítimo,
Madrid, Aguilar, 1961; Castañeda, Jorge, “El nuevo derecho del mar”, Seis años de
relaciones internacionales de México, 1970-1976. México, Secretaría de Relaciones
Exteriores, 1976; García Robles, Alfonso, La Conferencia de Ginebra y la anchura del
mar territorial, México, Fondo de Cultura Económico, 1959; Székely, Alberto, México
y el derecho internacional del mar, México, UNAM, 1979.
Alberto Szélkely.
3) Las modalidades y dificultades del tránsito entre diferentes fases y formas del
crecimiento y del desarrollo global, y en especial: la tendencia a la concentración y
centralización económica bajo variedad de formas y prácticas monopólicas, tanto
nacionales como transnacionales; la estructuración de clases y otros grupos de intereses
en grandes organizaciones burocrático-corporativas, y la multiplicación de sus conflictos.
4) Ascenso y primacía del Estado y sus diferentes grados y modalidades de
injerencia en la economía, la sociedad y la política (mero intervencionismo, dirigismo,
planificación).
5) Creciente internacionalización de la economía, la sociedad, la cultura y la
ideología, la política, y fuertes diferenciaciones en el seno del orden mundial, en
jerarquías de poder y en bloques (capitalista desarrollado, colectivista de planificación
centralizada, “Tercer Mundo”, variedades de integración regional).
Las relaciones se dan entre derecho y economía como dos niveles y aspectos de la
totalidad social, ambas específicas y relativamente autónomas, pero en mutuo
condicionamiento y determinación. La economía no puede organizarse ni funcionar sin la
387
base y el marco del ordenamiento jurídico, que debe ser instrumental y funcional a los
requisitos, exigencias y fines de la economía, a los cuales no puede afecta ni destruir por
coacciones, restricciones ni sanciones excesivas. El derecho, sin embargo, cumple este
papel de acuerdo a su realidad y a su lógica propias, y a los requisitos internos y externos
de existencia y eficacia. Requisitos internos del derecho económico, como de cualquier
otro derecho, son: generalidad, publicidad, no retroactividad, claridad, no contradicción,
posibilidad de cumplimiento, continuidad. Requisitos externos: son: solidaridad,
seguridad, derecho de defensa, derecho de juicio por jueces naturales, soberanía del
contrato como ley de las partes, primacía de la lealtad o buena fe, transitoriedad de los
valores realizados por el orden jurídico. Este sirve a la economía, pero le impone sus
exigencias, en contradicción posible con las de eficacia económica.
Por encima y más allá de las diferencias que se evidencian entre distintos países y
sistemas - en términos de realidades, experiencias y regímenes jurídicos -, y de la rápida y
constante evolución del derecho económico en todos ellos, una noción amplia y compleja
de aquel tiende a prevalecer en dogmática normativa, la doctrina, la jurisprudencia, y la
administración pública. De acuerdo a la concepción prevaleciente, el derecho económico
no puede ser conceptualizado ni analizado de acuerdo a un enfoque formalista y
exclusivista. No puede, por una parte, ser asignado a ninguno de los demonios
disciplinarios preexistentes; no es reductible al derecho público ni al privado, entre los
cuales cabalga: no es una parte o un emergente de los derechos comercial, civil,
administrativo, financiero, fiscal, penal, constitucional, internacional público, aunque
contiene elementos de todos ellos. Tampoco ha llegado a ser hasta la fecha una rama
autónoma del derecho.
El derecho económico tiende a ser a la vez disciplina general y particular; a
combinar las estructuras dogmáticas y formales de otras disciplinas jurídicas con el
sentido teleológico y práctico. Derecho aplicado a la economía, resultado de sus
interacciones, debe tener en cuenta el número y la diversidad de normas de diferentes
disciplinas jurídicas, las cuales presuponen, admiten o rechazan datos y fines
económicos, producen o impiden efectos económicos. La omnipresencia de aspectos
económicos produce sobre las normas jurídicas impactos diferentes (principales o
secundarios, directos o indirectos, manifiestos o latentes). Esta actividad temática
requiere la aplicación simultánea y coordinada de reglas jurídicas de naturaleza diversa,
sin vínculos teóricos, unidas entre sí sólo por la comunidad de implicaciones económicas,
y las cuales debe el derecho económico, a partir de un enfoque interdisciplinario, y
mediante sus propias técnicas, captar y unificar.
III. Métodos y ámbitos. La especialidad disciplinaria del derecho económico, su
funcionalidad e instrumentalidad respecto a la economía, la necesidad de adaptación de
las cambiantes condiciones de aquéllas, se manifiestan en otras características
metodológicas y en la diversificación de sus ámbitos.
Las características metodológicas se dan en la constitución de las normas
(movilidad, plasticidad, disciplinariedad, prevalencia de la objetividad sobre la
subjetividad); en la interpretación de normas (reducción del papel del juez, aumento del
papel de la administración pública y de los expertos); y en la aplicación de las normas
(concepción de los delitos, tipología de las sanciones). La diversificación de los ámbitos y
temáticas se da en la división entre un derecho económico interno y otro internacional, y
en el interior de cada uno de ellos.
388
Marcos Kaplan.
Estado, a la periódica sustitución de sus titulares, así como aquellos procesos en que el
mismo electorado interviene en la fundación legislativa o en la definición de una cuestión
crítica de política nacional, por medio de la iniciativa, el referéndum o el plebiscito,
según sea el caso.
II. La democracia, en su acepción más moderna, no sólo implica el gobierno con
el consenso y la vigilancia del electorado, sino también su intervención en la integración
de los órganos del Estado. Cuando el titular del poder ejecutivo es sustituido
periódicamente por el electorado, el sistema de gobierno se denomina República, en
contraposición, por ejemplo de la monarquía, donde el titular del poder ejecutivo es el
jefe del Estado y se transmite por la vía hereditaria. Así la forma y el procedimiento de la
elección de los órganos del Estado determina el tipo de gobierno de una nación. Por ello,
el estudio de gobierno de una nación. Por ello, el estudio de los sistemas de elección de
los órganos del Estado se encuentra indisolublemente vinculado no únicamente al de las
formas de gobierno, sino también al de la caracterización de la democracia.
III. Por lo que se refiere a la integración de la representación popular en los
órganos del Estado y en particular al poder legislativo, existen dos principios para
proceder a asignar escaños a los partidos políticos, dentro de las cámaras. El primero es el
principio de la mayoría que consiste en asignar uno o varios escaños a cada uno de los
candidatos que hayan obtenido la mayor cantidad de votos en cada una de las
circunscripciones electorales. El escrutinio mayoritario puede ser uninominal y
plurinominal, de mayoría relativa o absoluta y de una o dos vuelta. La segunda vuelta o
ballotage se presenta cuando ningún candidato haya obtenido una mayoría absoluta de
votos y, por no ser suficiente la mayoría simple, se hace necesaria una segunda votación,
que se da entre los candidatos que hayan obtenido una mayor votación. El sistema para la
elección del presidente de la República, en Francia, requiere de mayoría absoluta y de
segunda vuelta. La elección del Senado y la Cámara de Representantes en los Estados
Unidos se hace conforme al principio de mayoría; la Cámara de los Comunes, en el
Parlamento del Reino Unido de la Gran Bretaña, Escocia e Irlanda del Norte, también se
elige conforme al principio mayoritario. Asimismo, la Cámara de Senadores de los
Estados Unidos Mexicanos se elige conforme al principio de mayoría.
La representación proporcional es el principio de la asignación de curules por
medio del cual se atribuye a cada partido o coalición un número de escaños proporcional
al número de votos emitidos en su favor. La representación proporcional puede ser
integral o aproximada, dependiendo de que la elección se haga en una o varias
circunscripciones. La representación proporcional pura es muy difícil de encontrar, en el
nivel nacional. La mayor parte de los sistemas que utilizan la representación proporcional
lo hacen en forma aproximada y combinándolo con el sistema de mayoría.
Los sistemas mixtos son aquellos que aplican los principios de mayoría y de
representación proporcional, de distintas formas y en diversas proporciones. El sistema
puede ser dominante mayoritario o proporcional, dependiendo de cuál de los dos
principios utilice con mayor extensión y relevancia. En México, la integración de la
Cámara de Diputados se elige por medio de un sistema mixto con dominante mayoritario,
desde la reforma constitucional de 1977, 300 diputados de mayoría y hasta 100 en
representación proporcional artículos 52, 53 y 54 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos El sistema original fue el de mayoría, que se utilizó desde la
Constitución de 1824 y en la Constitución de 1857 hasta el texto original de la
390
Federal, como por los senadores de la anterior legislatura que continúen en el ejercicio de
su cargo.
Finalmente, el último párrafo del mismo artículo 60 dispone que la preparación,
desarrollo y vigilancia de los procesos electorales corresponden al gobierno federal.
Asimismo, se dispone la creación de un Tribunal Electoral para conocer de los
recursos que se interpongan con motivo de la realización de procesos electorales, contra
cuyas resoluciones sólo procede su impugnación ante el Colegio Electoral. El artículo 77
fue reformado en su fracción IV, con el objeto de regular la atribución de cada una de las
Cámaras para expedir la convocatoria de elecciones extraordinarias, mediante las cuales
se cubran las vacantes que ocurran en cada una de ellas. En el caso de los diputados
electos por el principio de representación proporcional, las vacantes serán cubiertas, en
forma automática, por aquellos candidatos del mismo partido que sigan en el orden de la
lista regional respectiva.
VI. BIBLIOGRAFIA: Berlín Valenzuela, Francisco, Derecho electoral,
México, Porrúa, 1980; Carpizo, Jorge, “La reforma política mexicana de 1977”,
Estudios constitucionales, México, UNAM, 1980; Cotteret, Jean Marie, y Emeri,
Claude, Los sistemas electorales, Barcelona, Oikos-Tau, 1973; Madrazo, Jorge,
“Estudio comparativo de la legislación electoral de Centroamérica y de Colombia,
México, Panamá y Venezuela”, Legislación electoral comparada, Costa Rica, CAPEL,
1986; Nolen, Dieter, Sistemas electorales del mundo, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1981; Orozco Hernández, José de Jesús, “Legislación electoral en
México”, Legislación electoral comparada, Costa Rica, CAPEL, 1986; Patiño
Camarena, Javier, “Las elecciones de diputados: su significado político, jurídico y
estadístico”, Las elecciones en México. Evolución y perspectivas, México, Siglo XXI,
1985.
Manuel Barquín Alvarez.
necesita pues, más justificación que la voluntad expresa del legislador nacional que juzga
necesaria la intervención de un sistema jurídico diferente del suyo para resolver los
conflictos nacidos de la vida internacional de las personas.
III. El problema de la prueba del derecho extranjero, de su interpretación y de su
aplicación se encuentra íntimamente vinculado con la autoridad que se le puede
reconocer. En los sistemas en los cuales se niega el carácter jurídico del derecho
extranjero, es decir, los sistemas que lo consideran como un simple “elemento de hecho”
la carga de la prueba recae sobre las partes; el proceso se desarrolla entonces, en todas sus
instancias, como si el derecho extranjero fuera un elemento de hecho que se va agregando
a los demás, no sometido al control del tribunal superior en cuanto a su interpretación y
aplicación por los tribunales inferiores. Se trata del sistema actualmente en vigor en el
Distrito Federal en virtud del artículo 284 del Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal.
Sin embargo, del punto de vista estrictamente conflictual, la aplicación del
derecho extranjero plantea problemas específicos aun cuando se le considera como un
elemento de hecho, lo que demuestra que se trata o bien de un “hecho” muy especial,
totalmente diferente de los demás hechos de la causa o bien, lo que nos parece más
sensato y más apegado a la realidad de un verdadero derecho en todo igual al nacional, en
lo que se refiere a su fuerza jurídica; si no ¿cómo se podrían justificar los problemas de
calificación de reenvío, de cuestión previa, de orden público internacional y de fraude a la
ley?. El derecho extranjero debe ser considerado como tal por el juez del foro, porque así
se lo ordena su propio legislador, porque no pierde su carácter jurídico al ser aplicado por
un poder judicial que no se encuentra dentro de su ámbito original de validez y porque los
conflictos nacidos de la vida internacional de las personas así lo exigen. El juez del foro
tiene entonces la obligación de investigar su contenido, de interpretarlo y de aplicarlo tal
como se interpreta y se aplica en su ámbito original de validez, pero siempre con la
reserva del orden público internacional.
v. Calificación, Certificado de Costumbre, Conflicto de Leyes, Cortesía
Internacional, Cuestión Previa, Exequatur, Fraude a la Ley, Orden Público
Internacional, Reenvío, Reglas de Conflicto, Territorialismo.
IV. BIBLIOGRAFIA: Arellano García, Carlos, Derecho Internacional Privado,
México, Porrúa, 1974; Batiffol, Henry y Lagarde, Paul, Droit international privé, 5a.
edición, París, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, 1970; Mayer, Pierre,
Droit Intarnational privé, Paris, Editions Montchrestien, 1977; Miaja de la Muela,
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Imre, “Le traitement du droit étranger dans le procès civil. Etude de droit comparé”.
Revista de Diritto Internazionale Privado e Processuale, Padova, núm. 2; abril-junio de
1968; Zajtay, Imre, “L’application du droit étranger: science et fictions”, Revue
Internationale de Droit comparé, Paris, año XXIII, número 1, enero-marzo de 1971.
Claude Belair M.
las finanzas públicas. En el caso de México las norma suprema señala algunos principios
a los que están sujetas las operaciones financieras públicas, en particular en el caso de la
federación.
IV. BIBLIOGRAFIA: Flores Zavala, Ernesto, Elementos de finanzas públicas
mexicanas; los impuestos; 19a. edición, México, Porrúa, 1977; Garza, Sergio Francisco
de la, Derecho financiero mexicano; 8a. edición, México, Porrúa, 1978; Gil Valdivia,
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Alberto Vázquez del Mercado, México, Porrúa, 1982; Margain Manautou, Emilio,
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argentinas; 3a. edición, Buenos Aires, Macchi, 1975; Zavala, Silvio A., Las
instituciones jurídicas en la conquista de América; 2a. edición, México, Porrúa, 1971.
Beatriz Bernal.
autores que consideran que el “derecho al desarrollo que poseen los Estados no puede ser
definido como un derecho humano. El hecho de que haya violación de los derechos
humanos si no se realiza el derecho al desarrollo es una cosa diferente. En una definición
más general será mejor referirse al derecho de los individuos y Estados al desarrollo” (ver
De Vey Mostdagh página 53).
Es también importante la diferencia que se hace de derecho internacional del
desarrollo y derecho internacional al desarrollo. La diferencia estriba en que el primero es
el derecho objetivo y el segundo es un derecho subjetivo en su aspecto colectivo referido
a los Estados, pero especial y particularmente a los países subdesarrollados y pueblos que
luchan por su libre determinación. Es decir que los países subdesarrollados y los pueblos
sometidos a la dominación colonial y extranjera, tienen un derecho subjetivo al
desarrollo.
IV. BIBLIOGRAFIA: Anjak, Faez, “La signification juridique de la Charte de
Droits et Devoirs des Etats”, Droit international et développement, Alger, 1976; Becerra
Ramírez, Manuel, “El derecho internacional del desarrollo, nueva rama del derecho
internacional público”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, año XIX,
número 57, septiembre-diciembre de 1986; Bettati, Mario, “Les transformations
juridiques et institutionnelles du droit au développement”, Droit au développement au
plan international, Netherlands, 1980; Flory, Maurice, Droit international du
développement. Paris, Presses Universitaires de France, 1977; Gros Espiell, Héctor, “El
nuevo orden económico, el derecho al desarrollo y los derechos humanos”, La
protección internacional de los derechos humanos, México, UNAM, 1983; Gros
Espiell, Héctor, “Derecho internacional del desarrollo”, Estudios de derecho económico
II, México, UNAM, 1980; Israel, Jean-Jacques, “Le droit au développement”, Revue
Générale de Droit International Public, Paris, tomo, 87, núm. 1, 1983; Phillip, Alston,
“The Right to Development at the International Level”, Droit au développement au plan
international, Netherlands, 1980; Rioseco Vázquez, Alberto, “El derecho internacional
del desarrollo. Nueva rama del derecho internacional público” Revista de Derecho,
Concepción, año LI, núm. 173, enero-junio de 1983; Vey Mestdagh, Karel de, “The
Right to Development”, Netherlands International Law Review, Alphen aan den Rijn,
volumen XXVIII, número 1, 1981
Son también muy importantes las relaciones que tiene esta materia con el derecho
procesal. Se presenta dentro del aspecto procesal una cuestión que tendrá que ser
considerada sobre la definición expresa del tribunal competente. En la Ley Orgánica del
Poder Judicial Federal no se encuentra disposición alguna sobre la jurisdicción marítima,
por lo que en tales condiciones sólo se tiene la disposición constitucional que determina
la exigencia de su conocimiento por los tribunales federales (artículo 104, fracción II).
Sobre este punto también hay que llamar la atención del problema que se presenta para
definir el procedimiento aplicable a los juicios marítimos, ya que se estima que no se
puede acudir a procedimientos establecidos para otros derechos, a menos que el
legislador hiciera un reenvío a los mismos, basándose sólo en la supletoriedad que, por
otra parte, no se encuentra admitida en la propia Ley de Navegación y Comercio
Marítimo.
En relación con el derecho mercantil, se considera que también es una rama con la
que el marítimo mantiene vínculos, derivados de que en el desarrollo de los negocios
marítimos, las relaciones no sólo se reducen a las instituciones marítimas establecidas en
la Ley de Navegación y Comercio Marítimo, sino que en la vida de los negocios se
requiere aplicar instituciones del derecho comercial, como serían los casos de sociedades,
contratos, títulos de crédito, operaciones bancarias.
Otras ramas del derecho que mantienen relaciones con éste son: el laboral, el
militar, el penal, el civil.
El contenido que entre nosotros, en términos generales, corresponde al derecho
marítimo sería: los espacios marítimos; el régimen administrativo de la navegación; del
comercio marítimo, en que se comprenden el buque, la empresa marítima, la fortuna de
mar y el abandono; las personas, tripulación y capitanes; de los contratos de
arrendamiento de nave, fletamento en sus diversas variedades y seguro marítimo; avería
gruesas y de maniobras en los puertos.
En el aspecto de fuentes jerárquicas de esta rama del derecho encontramos, en
primer lugar, la Constitución y los tratados internacionales; en un segundo plano estarían
las leyes orgánicas de la Constitución, como la Ley Reglamentaria del Párrafo Octavo
del Artículo 27 Constitucional, relativa a la Zona Marítima Exclusiva. Luego vendrían
las leyes expedidas por el Congreso de la Unión, en la que la principal sería la Ley de
Navegación y Comercio Marítimo y, finalmente, los reglamentos expedidos por el poder
ejecutivo.
VI. BIBLIOGRAFIA: Azeredo Santos Theophilo, Direito da navegaÇão; 2a.
edición, Río de Janeiro, Companhia Editora Forense, 1968; Brunetti, Antonio, Derecho
marítimo privado italiano; traducción de Rafael Gay de Montella, Barcelona, Bosch,
1950-1951, 4 volúmenes; Cervantes Ahumada, Raúl, Derecho marítimo, México,
Editorial Herrero, 1970; Ripert, Georges, Compendio de derecho marítimo; traducción
de Pedro G. San Martín, Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1954; Rodière,
René, Droit maritime; 4è. edición, Paris, Dalloz, 1969.
DERECHO MERCANTIL. I. Es una rama del derecho privado que regula los actos de
comercio, el estado (status) de los comerciantes, las cosas mercantiles y la organización
y explotación de la empresa comercial.
414
código; y al efecto, a partir de 1929 hasta el año de 1982, se han formulado diversos
proyectos para un nuevo Código de Comercio, todos los cuales han sido abandonados,
no tanto por sus defectos y omisiones (como el último de 1982, que inclusive llegó a la
Cámara de Diputados, la que lo ha difundido en busca de comentarios y observaciones).
Juzgo inconveniente sea unificación total, dado el gran número de leyes, reglamentos,
decretos sobre la materia: la variedad, complejidad y diversidad de negocios, de
instituciones, de títulos y documentos mercantiles; la injerencia creciente del Estado en la
vida económica, y la existencia de relaciones de intereses y de textos internacionales a
lado de las de carácter interno.
V. Las fuentes de derecho mercantil son, en primer lugar, el derecho positivo; en
segundo lugar, los usos y costumbres mercantiles y en tercero, como supletoria, el
derecho común o civil. Los usos son preferentes al derecho común, porque junto al
derecho positivo integran la disciplina: el derecho mercantil mexicano, y sólo en ausencia
de normas contenidas en esas dos fuentes, debe acudirse al derecho civil supliendo tales
lagunas. Sin embargo, un distinguido mercantilista mexicano, Roberto L. Mantilla
Molina, sostiene la prelación del derecho común sobre los usos; y un ilustre
internacionalista, Antonio Gómez Robledo, afirma que “solo por excepción y por
autorización expresa del derecho escrito, puede entrar (aplicarse) el derecho
consuetudinario”. En alguna ley, en efecto, hay indicación expresa de que la costumbre
precede al derecho civil (a. 2° Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito).
Del derecho positivo hemos enumerado las principales leyes; la de alcance más
general el es Código de Comercio La jerarquía en su aplicación, va de la ley mercantil
más concreta (verbigracia la Ley General de Sociedades Mercantiles), a la de mayor
generalidad Código de Comercio por ejemplo, los artículos 22 fracciones V y XII, 24 y
25), como se indica en la materia respectiva (por el artículo 2° Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito). Los preceptos legales mercantiles, por otra parte, pueden
aplicarse por analogía (a. 75 fracción XXIV Código de Comercio) a otros actos de los
enumerados en el código y en las leyes especiales. Por lo demás tales preceptos legales de
carácter comercial, no sólo están comprendidos y regulados en las leyes mercantiles, sino
también, en otras de naturaleza distinta; desde la Constitución (verbi gratia artículos 27
párrafos primero y cuarto; 28; 73 fracciones X, XVII, XVIII; 123 fracción IX, etcétera),
hasta el Código Civil para el Distrito Federal (artículos 556, 563 párrafo segundo; 2257,
2267).
En cuanto al derecho común, ya se dijo que sólo se aplica supletoriamente; es
decir, cuando todas y cada una de las leyes mercantiles, y a mi juicio, la costumbre
mercantil, es omisa y contiene lagunas respecto al problema que se trata de resolver; por
otra parte, es corriente y constituye opinión prevaleciente, la que considera que tal
derecho común o civil es el comprendido y regulado en el Código Civil para el Distrito
Federal del Distrito Federal y no en el Código Civil para el Distrito Federal de la entidad
federativa en donde el acto se ejecute o el negocio se celebre. Se aduce que al aplicarse a
la materia comercial, el Código Civil para el Distrito Federal deviene federal - y no local
- y que el único que tal alcance tiene es el del D.F., en los términos de su artículo 1°:
“Las disposiciones de este Código regirán. . . en toda la República en asuntos del orden
federal”. Esta opinión ha sido recogida en diversas leyes mercantiles, que afirman la
aplicación supletoria del Código Civil para el Distrito Federal del D.F., (verbigracia
artículos 2° fracción IV Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito y el 6° inciso
417
propio de cada uno de los países europeos donde surgía y con manifestaciones que fueran
distintas entre los países, fue un derecho uniforme.
Pero, aunque su origen y su vocación fue internacional, tal peculiaridad sufrió
mengua y en realidad se perdió, con el fenómeno de la codificación, a principios del siglo
XIX, a partir del Código de Comercio de Napoleón de 1808; que fue adoptado por los
demás países continentales europeos, y después por nuestros países latinoamericanos.
Siguió después en “Alemania”, la promulgación del Allgemeine Hangelgesetzbuch, de
1861, y en Inglaterra con la incorporación del Law merchant en el Common Law, por
Lord Mansfield (Informe de las Naciones Unidas).
El comercio mundial en nuestros días, tanto entre países capitalistas como entre
los socialistas, y entre unos y otros; el constante cambio de productos y de servicios en
todas las latitudes; la influencia y el predominio de las empresas transnacionales, el
comercio de materias primas, de maquinarias, de valores y de dinero son factores que han
vuelto a la internacionalización del derecho mercantil.
III. Los primeros textos en el siglo pasado de estas nuevas manifestaciones
externas del derecho mercantil, preparados deliberadamente como normas uniformes para
regir, no a un solo país o a un grupo de ellos (los europeos-continentales, por ejemplo, en
cuanto, al transporte ferroviario), sino a todos los del mundo, se dictaron en materia de
derecho industrial: la Convención de París para la protección de la propiedad industrial de
1883 (que se ha venido actualizando y ampliando hasta la fecha) el llamado Arreglo de
Madrid sobre registro de marcas, de 1891, y su depósito en la oficina internacional que al
efecto se creó en Berna. En cuanto a condiciones generales de ventas y contratos tipo, la
London Corn Trade Association, de fines del siglo pasado, que dictó fórmulas de
contratos-modelo sobre el comercio internacional del maíz.
En este continente, en 1889 se iniciaron las Conferencias Internacionales; y en la
misma fecha se redactaron los primeros proyectos de leyes de aplicación internacional, o
sea, el Tratado de Derecho Comercial Internacional de Montevideo (1889);
posteriormente, en La Habana, en 1928, se firmó el Código-Bustamante sobre títulos de
crédito (su texto en Registro de Textos de Convenciones y otros Instrumentos Relativos al
Derecho Mercantil Internacional).
IV. En el presente siglo se han formulado diversos ordenamientos y regulaciones
internacionales. De las principales, en materia cambiaria, las Convenciones de Ginebra de
1930 y 1931, sobre letra de cambio y pagaré, la primero, y sobre el cheque la segunda,
que, sin haber sido ratificadas por México, sirvieron de modelo de nuestra legislación
interna (la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito). Antecedentes de esas
Convenciones, son la Ley Cambiaria Alemana de 1848, la Bill of Exchange Act inglesa,
de 1882 y el Proyecto de La Haya de 1912. Diversas Convenciones se han preparado en
materia de transporte marítimo; las principales son las dos Convenciones Internacionales
de Bruselas de 1924, una para la unificación de ciertas reglas relativas a la limitación de
la responsabilidad de los navieros, y la otra para la unificación de ciertas reglas en
materia de conocimientos de embarque (ambas pueden verse en Cervantes Ahumada, pp.
593 y siguientes y 620 y siguientes respectivamente) y la Convención de Varsovia de
1929, para la unificación de ciertas reglas relativas al transporte aéreo internacional.
Todas ellas influyeron sobre la reciente Convención de Hamburgo sobre el transporte
marítimo internacional, de 1978.
420
regiendo hasta 1882, en que se expidió el primer CJM, inserto en la Ordenanza General
para el Ejército de la República Mexicana, expedida por el presidente Manuel González,
el 6 de diciembre de dicho año y estuvo en vigor a partir del 1°-I-1883. siendo el ministro
de guerra y marina Francisco Naranjo; es de hacerse notar que el Soberano Congreso
General Mexicano expidió el 5-V-1824, la Ordenanza de la Milicia Activa, que derogó
varios artículos de la Real decretada de Aranjuez el 30-V-1767.
2. Posteriormente, en 1898, se expidieron: la Ley de Procedimientos Penales en el
Fuero de Guerra y la Ley Penal Militar, correspondientes a la época de Felipe Berriozábal
como secretario de Guerra y Marina, a las cuales fueron abrogadas en 1901, año en que
se promulgaron otras tantas de igual denominación, ya con el general Bernardo Reyes
como ministro del ramo y que estuvieron en vigor a partir del 1°-I-1902; además, fueron
expedidas también la Ley Orgánica del Ejército Nacional por el primer mandatario,
Porfirio Díaz, el 31-X-1900; el decreto núm. 251 de 28-VIII-1901, reformando varios
artículos de la Ordenanza General del Ejército y más adelante una nueva Ordenanza
General del Ejército fue promulgada el 12-IX-1908, por el presidente Díaz, siendo
secretario de guerra y marina Manuel González Cosío.
3. Durante su mandato el presidente Francisco I. Madero expidió nuevamente por
decreto núm. 224 otra Ordenanza General del Ejército, el 11-XI-1911 y también la
Ordenanza General de la Armada, según el decreto núm. 225 del día siguiente.
4. En los años veinte de la posrevolución, se promulgó la Ley Orgánica del
Ejército y la Armada Nacionales, de 15-III-1926 y su Reglamento de 12-III-1930, que
crearon el servicio de justicia militar, con el consecuente desvinculamiento de ésta
respecto de los jefes militares, pasando su administración a letrados que no son militares
de guerra. El 1°-VII-1929 comenzaron a regir tres leyes, la Orgánica de los Tribunales
Militares y la de Procedimientos Penales en el Fuero de Guerra, lo cual dio lugar a
proliferación de disposiciones legales castrenses, confusión e incluso ignorancia de
algunas, resultando indispensable la elaboración de un código que reuniera los tres
aspectos fundamentales del fuero marcial o sean: la organización y competencia de los
tribunales militares, el derecho penal respectivo y el procesal correspondiente, ardua
labor que cristalizó en el CJM, promulgado por Abelardo Rodríguez, presidente
constitucional sustituto de la República, el 28-VIII-1933 y vigente a partir del 1°-I-1934.
IV. Desarrollo y explicación del concepto. 1. Los tratadistas están de acuerdo en
que la esencia de esta rama de la ciencia jurídica se encuentra en la existencia misma de
la sociedad armada, que las finalidades que tiene y que llena y, consecuentemente, la
necesidad de constituirla legalmente en forma independiente del orden común o civil; de
manera que si el derecho castrense se inspira en la técnica de la institución militar y ésta a
su vez, en la disciplina, que otorga cohesión y eficacia a las fuerzas armadas, estimamos
que el derecho militar se basa fundamentalmente en dos presupuestos: el ejército y la
disciplina castrense, siendo esta última como indica Véjar Vázquez, el nervio vital de
aquél.
2. Este orden jurídico especial no ha sido explotado suficientemente por la
doctrina, que generalmente se limita al examen del derecho penal militar, sin atender a
todas las otras materias que comprende el derecho castrense, ya que por ser la más
importante del estatuto marcial configura el orden protector de la disciplina, sin la cual
sería imposible la existencia de los ejércitos de tierra, mar y aire.
423
Funcionamiento del Estado Mayor Naval, Diario Oficial 13-VIII-1940; Ley Orgánica
del Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y Armada, S. A., Diario Oficial 29-XII-
1978. En el derecho social militar: Ley del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas
Armadas Mexicanas Diario Oficial 29-VI-1976.
ver Fuero Militar.
V. BIBLIOGRAFIA: Calderón Serrano, Ricardo, Derecho penal militar; parte
general, México, Minerva, 1944; Querol y Durán, Fernando de, Principios de derecho
militar español, tomo I, Preliminares y derecho orgánico judicial militar, Madrid,
Editora Naval, 1948; Schroeder Cordero, Francisco Arturo, Concepto y contenido del
derecho militar. Sustantividad del derecho penal castrense y sus diferencias con el
derecho criminal común, México, 1965 (tesis profesional); Soberanes Muñoz, Manuel;
Cuenca Díaz, Hermenejildo; Olvera Toro, Jorge y Pérez Abreu, Juan, Documentos
históricos y constitucionales de las fuerzas armadas de México, México, Senado de la
República, 1966, 4 volúmenes; Véjar Vázquez, Octavio, Autonomía del derecho militar,
México, Stylo, 1948.
Francisco Arturo Schroeder Cordero.
DERECHO MINERO. I. Es la rama del derecho administrativo que tiene por objeto la
regulación y estudio de los recursos mineros y en general de la minería. Comprende la
exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento de los minerales.
Catalano considera que el derecho minero “estudia las calidades del dominio de
las minas y las condiciones bajo las cuales es permitida su exploración y explotación” (p.
13), concluyendo que es un derecho mixto, público y privado, sin ser parte del derecho
civil ni del derecho administrativo, sino más bien un nuevo derecho económico.
Derecho de minería o derecho minero, se puede definir, dice Ruiz Bourgeois,
como el “conjunto de normas jurídicas relativas a la industria minera, que establecen la
forma de constitución, conservación y características de las concesiones de exploración y
explotación mineras y armonizan a dichas características las instituciones de derecho
común relacionadas con la minería” (página 17).
II. Tradición jurídica minera. País minero, antes y después de la conquista
española, hasta nuestros días. México ha acumulado importante y valiosa legislación
minera que da testimonio de su riqueza natural. En los tres siglos de la Colonia, XVI,
XVII y XVIII, y tres cuartas partes del siglo XIX, rigieron las leyes expedidas por
España, destacando las Ordenanzas de Minería aprobadas en Aranjuez. Del significado y
valor de estas últimas, en 1884 Santiago Ramírez, ingeniero de minas, opinó: “El respeto
que esta ley merece, la gloria que refleja sobre sus ilustrados autores, los servicios que ha
prestado, que presta y seguirá prestando a nuestra Minería, la doctrina encierra, la
enseñanza que derrama, los principios que contiene la justicia en que abunda y el papel
que desempeña como centro de nuestra legislación minera, obliga a reseñar la historia de
su formación, promulgación y vigencia en nuestro país. . . a pesar de los cambios que han
causado el tiempo y las costumbres - la legislación minera - está representada por aquella
ley monumental, justa, previsora y sabia” (páginas 731 y 734).
Inseparable de las Ordenanzas de Minería, es el nombre y obra del más insigne
cronista y comentarista de ellas, Francisco Javier de Gamboa, abogado que escribió:
Comentarios a las Ordenanzas de Minas, que vio la luz en el año de 1761, trabajo con el
cual se proponía “descubrir los daños, que padece la labor en las minas, y los remedios
426
concesiones a que se refiere esta Ley. Los gobiernos y soberanos extranjeros, por ningún
motivo pueden adquirir concesiones, ni derechos mineros de cualquier especie, ni ser
socios, asociados o accionistas de empresas mineras. El Reglamento determinará la forma
de comprobar la mayoría de capital suscrito por mexicanos”.
IV. Derecho minero vigente. Integran fundamentalmente el derecho mexicano de
la minería, varios textos de la Constitución: los párrafos 4° y 6° del artículo 27,
comentados, la fracción X, del artículo 73, en que se faculta al Congreso de la Unión
para legislar en minería; la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia
Minera, publicada en el Diario Oficial de 22 de diciembre de 1975; Reglamento de la
Ley Reglamentaria, publicado en el Diario Oficial de 29 de noviembre de 1976 y, Ley de
Impuestos y Fomento a la Minería, publicada en el Diario Oficial de 29 de diciembre de
1977.
V. BIBLIOGRAFIA: Becerra González, María, Derecho minero de México y
vocabulario con definición de conceptos jurídico-mineros, México, Limusa-Wiley,
1963; Catalano, Edmundo Fernando, Curso de derecho minero; 3a. edición Buenos
Aires, s.e., 1960; Gamboa, Francisco Javier de, Comentarios a las Ordenanzas de
Minería, México, Consejo de Recursos Naturales no Renovables, 1961, tomo I;
Morineau, Oscar. Los derechos reales y el subsuelo en México, México, Fondo de
Cultura Económica, 1948; Prieto López, Eduardo, Régimen de la propiedad minera y
petrolera en México, México, Imprenta Mundial, 1935; Ramírez, Santiago, Noticia
histórica de la riqueza minera de México, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría
de Fomento, 1884, Rouaix, Pastor. Génesis de los artículos 27 y 123 de la Constitución
Política de 1917; 2a. edición, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la
Revolución Mexicana, 1959; Ruiz Bourgeois, Julio, Instituciones de derecho minero
chileno, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1949, tomo I; Villers, M. G., El artículo
27 de la Constitución mexicana de 1917; nociones de historia legislativa referente a las
instituciones jurídicas que contiene el artículo 27 en el ramo petrolero y materias
conexas, México, S. Galas, 1926.
II. El derecho natural es una parte de la ley natural, no toda la ley natural, pues
ésta comprende, además de los criterios y principios rectores supremos de la conducta
humana en su aspecto social (a los que llamamos derecho natural), aquellos que se
refieren al actuar individual del hombre, que son propiamente las normas morales. La ley
natural es la participación, en lo que corresponde al hombre, de la ley eterna (ordenación
general del universo), puesta por Dios (Ordenador, Creador o como se le quiera llamar)
en la naturaleza del hombre; cuyos principios conocemos no por revelación directa de
Dios, sino únicamente por medio de nuestra razón. Así, la ley natural es “el conjunto de
leyes racionales que expresan el orden de las tendencias o inclinaciones naturales a los
fines propios del ser humano, aquel orden que es propio del hombre como persona”
(Hervada, páginas 144-145). Dicho en otras palabras, el derecho natural es la parte de la
ley natural que se refiere a las relaciones de justicia. Ambos conceptos, ley natural y
derecho natural, no pueden separarse pues uno es parte del otro, pero tampoco deben ser
confundidos, pues designan realidades distintas.
III. Desde la antigüedad grecolatina hasta el siglo XIX, la existencia del derecho
natural fue un punto de partida evidente y generalmente aceptado; se llegó incluso a
identificar los términos filosofía del derecho y derecho natural; pero, también durante ese
tiempo, existió discrepancia respecto al significado que habría de darse al término
naturaleza. Algunos han entendido como tal al universo de seres vivos, otros a la razón, o
al ser biológico del hombre, o a su condición social, y, finalmente, aquellos que, con la
postura hoy comúnmente aceptada, consideran que el fundamento del derecho es la
naturaleza humana, tanto física como racional y social, pues sólo viendo al hombre como
un todo, como lo que es, será posible racionalmente llegar a conocer los principios
supremos que rigen su obrar hacia sus fines propios.
No obstante la multitud de criterios con los que se ha estudiado al derecho natural
y la enorme cantidad de teorías que han surgido en torno a él, hay de común en todas ellas
la idea de una justicia objetiva, “de que el derecho vale y, consecuentemente, obliga, no
porque lo haya creado un legislador humano o tenga su origen en cualquiera de las
fuentes formales, sino por la bondad o justicia intrínseca de sus contenido” (García
Máynez, página 506).
IV. Uno de los puntos más controvertidos respecto del derecho natural es su
inmutabilidad, atacada en gran parte por la absurda pretensión, racionalista de lograr un
sistema de derecho ordenado, completo y permanente, abarcando cada una de las
instituciones y situaciones jurídicas que pudieran presentarse. Esto, a todas luces, resulta
no sólo utópico sino irracional, pues pretende eliminar del derecho y del hombre una de
sus dimensiones, la historicidad. Ya Aristóteles distinguía en el derecho una parte
permanente y otra mudable, esta última es la afectada por la historicidad.
Los principios supremos del derecho natural son inmutables ya que se fundan en
las exigencias ontológicas de la naturaleza humana, la que por necesidad es inmutable,
esto es, para que el hombre pueda ser un ser histórico es necesario que cuente con un
núcleo permanente que sustente el cambio, dicho núcleo permanente es precisamente su
naturaleza en la que tienen su fundamento los principios del derecho natural (como
también los de la moral), que al ser aplicados al caso concreto son afectados por la
historicidad, adecuándose a la circunstancia histórica en la medida de su indeterminación.
El principio permanece, es el mismo (por ejemplo la protección de la vida, de la libertad,
429
etcétera), lo que cambian son las circunstancias, el momento histórico en que se aplica
(paz, estado de guerra, grado de civilización, etcétera).
Por la misma razón que el derecho natural es inmutable, es también universal,
pues se funda en la naturaleza humana que es común a todos los hombres en cualquier
tiempo y lugar.
V. Si bien hemos sostenido que el derecho natural tiene existencia real, no por
esto puede afirmarse que forme por sí solo un sistema de derecho, pues es sólo un aspecto
de un único sistema jurídico, del que también forma parte el derecho positivo. No existen,
pues, como se ha pretendido, dos sistemas jurídicos contrapuestos, uno de derecho natural
y el otro de derecho positivo (teoría de los dos órdenes), sino sólo uno que “es al mismo
tiempo positivo o técnico y natural o racional, ya que en él se conjugan una técnica
positiva y unos fines racionales” (Preciado Hernández, página 243). No tendría sentido
hablar del derecho como puramente natural, ni reducirlo a una mera técnica sin fines
permanentes y necesarios.
El derecho natural nos señala un orden fundamental, dejando a la libertad humana
la elección de los medios, la adecuación del principio a la circunstancia, que se realiza
por medio de actos de voluntad, formando así lo que llamamos derecho positivo, sin más
límites que los señalados por la naturaleza misma. De esta forma, será la correcta o
incorrecta adecuación de la norma de derecho natural a la circunstancia histórica inscrita
en el derecho positivo, el criterio para determinar si éste es justo y correcto.
ver Derecho Divino, Derecho Positivo, Jusnaturalismo, Ley Natural.
VI. BIBLIOGRAFIA: García Máynez, Eduardo, Filosofía del derecho; 3a.
edición, México, Porrúa, 1980; Hervada, Javier, Introducción crítica al derecho natural,
Pamplona, EUNSA, 1981; Pasquier, Claude du, Introducción a la teoría general del
derecho y a la filosofía jurídica; traducción de Julio Ayasta González y Juan Bautista de
Lavalle, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1944; Preciado Hernández, Rafael, Lecciones de
filosofía del derecho, México, UNAM, 1982; Recaséns Siches, Luis, Tratado general de
filosofía del derecho; 7a. edición, México, Porrúa, 1981; Sancho Izquierdo, Miguel,
Compendio de derecho natural, Pamplona, EUNSA, 1980, 2 volúmenes; Vecchio,
Giorgio del, Filosofía del derecho; 9a. edición, Barcelona, Bosch, 1980; Villey,
Michel, Compendio de filosofía del derecho; traducción de Luis Horno Liria, Pamplona,
EUNSA, 1981, 2 volúmenes
Víctor M. Martínez Bulle Goyri
el derecho indiano tanto en su aspecto temporal como espiritual era el especial, de ahí que
los primeros tuvieran carácter supletorio y sólo fueran aplicados en ausencia de
disposiciones específicamente dictadas para las Indias en general o la Nueva España en
particular.
Por lo que toca al orden en que, a su vez, debía aplicarse el derecho dictado para
la Nueva España, de la práctica judicial poco podemos concluir, por lo menos hasta
ahora. Esto en razón de la amplitud del arbitrio judicial y de la falta de motivación de las
sentencias. Otros factores inducen a pensar que el orden de la relación debió ser muy
casuístico, entre ellos se pueden señalar los siguientes: la necesidad de mantener la paz
social en los términos planteados por la propia conquista; la necesidad de mantener las
relaciones entre la Iglesia y el Estado en forma de colaboración mutua e incluso, en
ocasiones, en convivencia, para lograr los propósitos que en cada época se planteaban
respecto de estos reinos, el cada vez más fuerte Estado español; y, finalmente, la
necesidad de mantener a salvo los sistemas de patrocinio y clientela necesarios para la
superviviencia de la estructura económica y social de la Nueva España.
V. Por lo que toca a la forma de las disposiciones que conformaban el orden
jurídico novohispano se puede afirmar lo siguiente: de las dictadas por las autoridades
civiles metropolitanas, las más numerosas fueron las reales cédulas y las reales órdenes.
También se dictaron pragmáticas, ordenanzas, decretos, resoluciones y declaraciones.
Todas estas disposiciones emanaban del Consejo de Indias, aunque fuera el rey su autor,
excepción hecha de las reales órdenes que emanaban de la Secretaría del Despacho de
Indias y aludían específicamente a cuál era la voluntad real.
Por lo que toca a las disposiciones dictadas por las autoridades locales, el superior
gobierno, es decir el virrey, emitía ordenanzas, bandos, circulares, decretos y despachos.
Las reales audiencias de México y Guadalajara creaban normas de carácter general en la
reunión Real Acuerdo, o sea cuando presididas por el virrey, por el gobernador resolvían
cuestiones de importancia; las disposiciones así dictadas se llamaban autos acordados.
Sin que se pueda explicar el fundamento jurídico, la Sala del Crimen de la Real
Audiencia de México también emitía autos acordados. Por otra parte, con el sello real, de
la Audiencia de México emanaban reales provisiones; solían ser órdenes destinadas a
algún funcionario en particular para que diera cumplimiento a alguna disposición de
carácter obligatorio o bien, resoluciones en torno a alguna cuestión.
Los alcaldes y corregidores, por su parte, se limitaban a dictar órdenes para que se
cumplieran las disposiciones emanadas de otras autoridades de mayor jerarquía. Para
lograr dicho cumplimiento gozaban de amplias facultades, a más de que en sus manos
estaba también la administración de justicia civil y penal.
Las autoridades municipales reunidas en el cabildo, a través de las actas emanadas
de este órgano colegiado, resolvían cuestiones relativas a la vida diaria de su jurisdicción.
VI. Por lo que toca a los testimonios de la aplicación del derecho novohispano, se
pueden hacer las siguientes observaciones. Respecto a la administración de justicia
ordinaria hay multitud de archivos judiciales que se conservan en sus lugares de origen o,
microfilmados y, más o menos ordenados, en la biblioteca del Museo Nacional de
Antropología e Historia. En estos testimonios es donde se puede apreciar el derecho
vigente, por más que no sea frecuente hallar las sentencias motivadas. En los ramos de
Civil y de Criminal del Archivo General de la Nación, es posible localizar miles de casos
de la justicia ordinaria, en primera instancia. Ahí mismo se encuentran casos de
433
penal mexicano; parte general; 4a. edición, México, Porrúa, 1978; Zaffaroni, Eugenio
Raúl, Manual de derecho penal: parte general; 2a. edición, Buenos Aires, Ediar, 1979.
Alvaro Bunster.
Alvaro Bunster.
DERECHO PESQUERO. I. Es una nueva rama del derecho que enseña y estudia
aquella parte del ordenamiento jurídico que regula las relaciones de los sujetos
realizadores de las actividades calificadas por la ley como pesqueras. En una ciencia
jurídica formada en base al desarrollo alcanzado en los últimos años, no sólo por las
propias operaciones y faenas de la pesca, expansión de la actividad y enormes recursos
capturados, sino también por los estudios e investigaciones llevadas a buen término
dentro del campo pesquero. Posee, como toda ciencia, unos sujetos precisos,
inconfundibles, tradicionalmente llamados pescadores, o agentes pesqueros en la
terminología actual; un objeto inmediato y determinado, constituido por las especies que
hacen vida en el agua y, por extensión, dicho objeto abarca el agua misma, así como a
todos aquellos otros elementos materiales, incluidos los tecnológicos y los financieros
que se emplean directa o indirectamente en la pesca; y, por último, posee un método, el
método jurídico, a imitación de otras varias ramas del derecho que le permite llegar a
resultados ciertos y de gran utilidad tanto para las ciencias jurídicas, cuanto para el mejor
aprovechamiento social de los productos llamados hidrobiológicos.
II. En cuanto a la rama del derecho, en cuanto ciencia jurídica y pese a
encontrarse en su etapa inicial y de consolidación, el derecho pesquero goza de
autonomía e independencia respecto a las demás ramas y ciencias, jurídicas, al tiempo
que mantiene las naturales relaciones con estas mismas, como para poder auxiliarse y
complementarse de manera adecuada y perfecta, sobre todo para propósitos de su
enseñanza.
Tal autonomía e independencia viene impuesta por razones de orden didáctico, así
como por la naturaleza misma de la materia y de las normas que la regulan. Las razones
derivadas de la enseñanza se cifran fundamentalmente en la imposibilidad del estudio
detallado, detenido y profundo, como requeriría el desarrollo alcanzado por la misma
actividad, si se continuara considerando a la materia pesquera como parte del amplio
contenido del derecho administrativo en donde venía alojada, tal como actualmente
ocurre en muchos países europeos. El derecho administrativo resulta tan extenso y, por
otra parte, tan corto espacio que ocupa dentro de la carrera de derecho que en la práctica
muchas materias, propias de su contenido, nunca se llegan a repasar de manera adecuada,
promoviendo generaciones de abogados y de juristas, que no han tenido tiempo ni
siquiera de leer la normativa vigente sobre muchas de esas materias, entre las cuales cabe
enumerar a la de la pesca. Y esta falta de conocimiento contrasta con la importancia que a
la misma le reconocen mundialmente los planes de desarrollo y las inversiones públicas y
privadas.
439
materiales y técnicos que se emplean para el desarrollo de dicha pesca. En este sentido, el
derecho pesquero estudia el régimen de propiedad que corresponde a las especies,
declaradas propiedad de la nación en México y, con expresiones equivalentes, también en
Cuba, Perú, Argentina, Ecuador y otros países del área continental americana; declaradas
objetos de libre apropiación, como la clásica posición de la res nullius en los países
europeos no socialistas y comunistas. Asimismo, el derecho pesquero se auxilia de las
ciencias biológicas y del mar, a fin de poder determinar el régimen concreto del orden
legal que corresponde al aprovechamiento de cada una de las especies, según las zonas,
según las tallas y medidas y otros criterios que determinan las vedas, las zonas de reserva
y las prohibiciones respecto a los métodos de captura y aprovechamiento.
El derecho pesquero se ocupa igualmente de lo relativo a las artes de pesca, desde
la caña tradicional a las modernas redes de arrastre o de gran profundidad, ampliándose la
regulación a las embarcaciones mismas, desde los cayucos hasta los barcos-factorías y
demás equipo técnico de apoyo. Estudia, por último dentro de esta somera enumeración
de materias objeto del derecho pesquero, lo relativo al agua misma, su régimen de
propiedad y todas las demás condiciones químico-biológicas que debe conservar a fin de
potenciar la proliferación de la vida y de los elementos hidrobiológicos susceptibles de
aprovechamiento humano. Allí las previsiones sobre contaminación y equilibrio
hidrobiológico que existen al respecto.
V. En suma, se trata de una nueva rama del derecho, que viene impulsada por el
extraordinario auge de la actividad misma de la pesca, por la preocupación de los
Estados, comprometidos por la necesidad de garantizar la alimentación indispensable
para sus poblaciones, por ampliar las fuentes y las oportunidades de empleo y de riqueza
material, todo lo cual implica la obligación de las instituciones de enseñanza de
respaldarla mediante la investigación y el estudio adecuado o especializado para la
satisfacción de tales requerimientos.
VI. BIBLIOGRAFIA: Geir, Ulfstein, “El derecho pesquero como ciencia
autónoma e independiente”. Memoria del Primer Coloquio Internacional sobre
Legislación Pesquera, México, UNAM/Departamento de Pesca, 1981, tomo IV;
Queguiner, Jean “La pesca y otras ramas del derecho”, Memoria del Primer Coloquio
Internacional sobre Legislación Pesquera, México, UNAM/Departamento de Pesca,
1981, tomo II; Samánez Concha, José, “Consideraciones en torno de la autonomía del
derecho pesquero”, Memoria del Primer Coloquio Internacional sobre Legislación
Pesquera, México, UNAM/Departamento de Pesca, 1981, tomo IV; Schyberg, Staffan,
“Derecho pesquero, una ciencia independiente y autónoma. Algunas reflexiones”,
traducción Ana Cecilia Lagomarsino, Memoria del Primero Coloquio Internacional
sobre Legislación Pesquera; Torres Córdoba, Roberto, “El derecho pesquero mexicano”,
Memoria del Primer Congreso Internacional sobre Legislación Pesquera, México,
UNAM/Departamento de Pesca, 1981, tomo I.
Derecho positivo deviene, así, una expresión que se aplica a todo derecho
existente, a toda forma de derecho dada en la historia. El positivismo niega que un orden
jurídico históricamente existente pueda contener un precepto que no hubiera sido creado
mediante una forma públicamente reconocida, es decir, por una instancia de dicho
orden.
El carácter histórico del derecho positivo se explica diciendo que la condición de
existencia de una norma de derecho positivo reside en que su carácter jurídico le es
atribuido por un poder competente (kompetente rechtbildende Macht), utilizando un
procedimiento apto para la creación de normas jurídicas, procedimiento que, en tanto tal,
pertenece a la historia y constituye la fuente formal de la norma en cuestión (K.
Bergbhom).
De esta forma el derecho positivo es para el positivismo el conjunto de normas
jurídicas que pueden referirse, de alguna manera, a una fuente, es decir, que son
producidas por hechos normativos (Bobbio): un poder normativo creador, una potestad
creadora: “. . .ab aliquo principio extrinseco habente potestatem. . .” (Suárez).
De allí que el concepto de “fuente” del derecho adquiera importancia enorme que,
en ocasiones, ha sido exagerada por algunos autores que quieren encontrar las
características del derecho sólo en su origen o forma de creación.
IV. Condiciones de existencia (o positividad). El derecho positivo no es tal sólo
por el hecho de que haya sido puesto por medio de una fuente apropiada (mediante un
principio extrinseco habente potestatem); es necesario, además que sea efectivamente
aplicado y observado; necesita existir como derecho. En esto reside su carácter de
histórico: ser el derecho de determinada comunidad. De esta forma, el derecho positivo
no es sólo aquel creado por una determinada instancia, sino el realmente aplicado y
observado (Capitant, G. Jèze, G. del Vecchio, M. Waline). Por ello en Austin se observa
que entre las condiciones de existencia del derecho se encuentra la obediencia habitual.
Radbruch, por su parte, piensa en la eficacia (Wirksamkeit) del derecho como “. . .seine
Fähigkeit, sich in grösserem oder geringerem Grade Geofolgschaft des
Rechtsadressanten zu verschaffen” (“. . .aquella capacidad, de los creadores del derecho
de procurarse, en mayor o menor grado, seguidores”). Por ello distingue entre
positividad, entendida como efectividad, que llama “validez en sentido sociológico”
(“Rechtsgeltung in ihrer soziologischen Bedeutung) y la validez (Geltung) en sentido
normativo que, para Radbruch, corresponde a la obligatoriedad (Verbindlichkeit).
Distinción que “crea” un género intermedio: un derecho establecido, pero no observado. .
.(!). Este género intermedio aparece, también, en la distinción entre derecho vigente
(formalmente válido) y derecho positivo (el efectivamente seguido y aplicado (García
Máynez).
En realidad, el hecho del establecimiento del derecho, mediante el procedimiento
apropiado y la instancia competente, y los hechos de su observancia y aplicación son,
ambos condiciones de la existencia del derecho (positivo). Al respecto señala Kelsen, que
el acto de establecimiento no es la única condición de la positividad del derecho; también
lo es su eficacia: el hecho de ser efectivamente observado y aplicado. Expresamente dice:
In diesem druch menschiche Akte Geseztz-Sein und der. . .Wirsamkeit. . . liegt di
Positivität der Moral und des Recht” (“En este acto humano de establecimiento (Gesetz-
Sein) y en eficacia, reside la positividad de la moral y del derecho).
444
V. Con el rechazo del derecho natural el enfoque del derecho fue radicalmente
alterado. El problema de la ciencia jurídica consiste ahora en describir el derecho
positivo; surge así la ciencia del derecho positivo. Esta “ciencia” siguió diferentes líneas
de desarrollo. Como el pensamiento filosófico y las condiciones políticas (reformas,
codificación, etcétera), se manifestaban en forma sustancialmente diferente en Inglaterra,
Alemania y Francia, la ciencia del derecho positivo tomó direcciones distintas en estos
países. Podrían claramente distinguirse tres distintas tendencias igualmente influyentes en
el pensamiento jurídico posterior: (1) el positivismo empírico o naturalista,
fundamentalmente inglés; (2) el positivismo idealista, representado básicamente por la
ciencia jurídica alemana y (3) el positivismo legalista o exegético, manifiesto en la
tradición francesa. A estas tres direcciones habrá que agregar el positivismo que subyace,
necesariamente, en la jurisprudencia dogmática al describir cualquier derecho histórico
(nacional o internacional): en toda descripción dogmática existe siempre un enfoque
positi-vista (Alchourron y Bulygin, Nino, Tamayo).
En la literatura contemporánea la expresión “positivismo jurídico” (legal
positivism, Rechtspositivismus, positivismo giuridico) es usada con mayor frecuencia; ha
llegado a ser uno de los términos más comunes del vocabulario jurídico.
Desafortunadamente, el sentido y alcance dado al positivismo por sus diferentes adeptos
difiere, varía. Esto altera el significado original de “derecho positivo”.
No es difícil percatarse qué tanta confusión se ha creado con el uso de la
expresión “derecho positivo”, al sustituirse la unidad mantenida durante largo tiempo.
Esta confusión dificulta la comprensión del concepto de derecho positivo y de los
presupuestos y alcances del positivismo.
Parece que es en la literatura alemana donde, tarde en el siglo XIX, comienza a
hablarse de positivismo jurídico. Gierke en 1883 usa positivismus por primera vez en
una lección inaugural (Naturrecht und deutsches Recht) para referirse a una teoría del
derecho (Olivecrona). Casi un siglo antes, en 1798, Gustav Hugo utiliza la expresión
Philosophie des positiven Rech, expresión que adopta John Austin en sus Lectures (R.
Ago, K. Olivecrona). La gran ambición de los juristas de la época de introducción y
mantenimiento de un patrón “científico” en sus obras. Esto implica, primero y sobre todo,
la exclusión de toda especulación sobre el derecho natural. La única verdadera ciencia
jurídica era die Wissenschaft vom positiven Recht (K. Olivecrona).
No obstante muchas diferencias en sus teorías, era opinión común entre los
grandes juristas alemanes de la segunda mitad del siglo XIX, la idea de que sólo el
derecho positivo era el objeto legítimo de la ciencia del derecho. B. Windscheid, R. von
Ihering, K. Binding, A. Thon, E. Zitelmann, A. Markel, H. Dernburg, K. Bregbohm,
etcétera, son llamados “positivistas” en este sentido. Kelsen continúa esta tradición.
Desde los Hauptprobleme (1911) considera evidente que la ciencia jurídica sólo puede
ser ciencia del derecho positivo. La ciencia del derecho tiene que describir su objeto, esto
es, la realidad jurídica manifiesta en su fenómeno que generalmente se designa como la
positividad del derecho. “El objeto específico de la ciencia jurídica es el derecho positivo
o real, en contraposición con un derecho ideal, el fin de la política. La teoría del derecho
rehusa a ser una metafísica del derecho. . . al igual que la teoría de John Austin, la Teoría
pura busca alcanzar exclusivamente sus resultados mediante el análisis del derecho
positivo. Cada afirmación hecha por la ciencia del derecho tiene que basarse en un orden
jurídico positivo”.
445
obligationem alteri iniungendi (la potestad de imponer obligaciones a los otros) (De iure
naturae et gentium, 1.6.11).
El concepto de derecho positivo admitido por el positivismo no es, en su origen,
radicalmente diferente al que manejaba la teoría tradicional. La diferencia estriba, más
bien, en los alcances del concepto tradicional de derecho positivo. El voluntarismo de la
doctrina tradicional en vez de indicar un derecho creado por actos humanos, apunta a la
voluntad de los órganos del Estado, a la voluntad psicológica de aquellos que gobiernan y
adscribe, con ello, un carácter maligno al derecho positivo, carácter que es blanco de los
opositores, los cuales ven en el positivismo una doctrina que legitima o pretende
legitimar el poder político establecido. Sin embargo, debe observarse que, por un lado, el
“soberano” o el “Estado” en la teoría positiva del derecho no es sino una entidad jurídica
o la representación del orden jurídico de la comunidad y no prejuzga sobre cómo surge el
poder, ni quien deba ejercerlo. Por otro lado, describir y explicar el derecho que existe en
determinada comunidad histórica, no significa legitimarlo o aceptarlo.
Sobre este particular, dice J. Raz, que la naturaleza perenne e inexhaustible de la
controversia con respecto al análisis positivista del derecho se debe, en no poca medida,
al elusivo significado de “positivismo” en la filosofía jurídica, (Ciertamente, está bien
establecido que el positivismo jurídico es esencialmente independiente - aunque no
separado - del positivismo en la filosofía del siglo XIX y del positivismo lógico del
presente siglo). Sin embargo, las grandes variaciones entre las diferentes teorías
positivistas y la extensa variedad de motivaciones filosóficas que penetran la obra de los
opositores que deforman (o caricaturizan) el derecho positivo, incrementan la dificultad
del problema.
Por ello, señala el mismo Raz, la forma más sencilla de abordar la cuestión del
positivismo jurídico es a través de las tesis particulares que ésta presupone. Tres áreas de
discusión han estado en el centro de la cuestión: la identificación del derecho, su valor
moral y el significado de sus términos básicos; las cuales denomina “la tesis social”, “la
tesis moral” y “la tesis semántica”, respectivamente.
En términos generales, la tesis social del enfoque positivista es que lo que es y lo
que no es derecho es una cuestión de hechos sociales (esto es, la variedad de las tesis
sostenidas por los positivistas son diversos refinamientos y elaboraciones de esta
formulación).
La tesis moral es que el valor moral del derecho (tanto de una disposición jurídica
particular como de todo un orden jurídico), o el mérito moral que éste tenga, es una
cuestión contingente que depende del contenido del derecho y de circunstancias de la
sociedad a la cual se aplica.
La tesis semántica es una tesis negativa, a saber: los términos o predicados
normativos (por ejemplo “derecho”, “deber”, “responsabilidad”) no pueden ser usados
con el mismo significado en el contexto jurídico y en el contexto moral.
De todas, señala J. Raz, la tesis social es la más fundamental. Ella es, también,
responsable del nombre “positivismo” el cual indica la idea de que el derecho es puesto,
de que es hecho derecho por la actividad de seres humanos. Frecuentemente se piensa que
la tesis social necesita de las tesis moral y semántica. El argumento es el siguiente: puesto
que en virtud de la tesis social, lo que es derecho es una cuestión de hechos sociales y la
identificación del derecho no supone argumentos morales, entonces se sigue, que la
conformidad con valores o ideas morales no es condición para que algo sea derecho o
448
jurídicamente obligatorio. De esta forma, la conformidad del derecho con valores e ideas
morales es contingente, dependiendo de las condiciones particulares de su creación y
aplicación. De esto se sigue, la tesis semántica.
IX. El concepto de derecho positivo presupone la idea de que “validez” significa
“existencia” (la peculiar existencia del derecho”): los hechos crean o aplican el derecho
que existe (nacional o internacional) son hechos sociales, históricos, empíricamente
verificables.
Aunque la expresión “derecho positivo” puede tener significados diversos
(especialmente los asignados por la crítica exacerbada o fanática de algunos opositores)
esta expresión, tanto en su uso originario como dentro de las diferentes corrientes del
positivismo, tiene un núcleo más o menos estable que puede caracterizarse así: el derecho
positivo es el derecho “propiamente hablando”, el derecho puesto (laid down) por
instrucciones sociales de cierto tipo, el cual constituye el objeto propio de la ciencia del
derecho y de su historia.
El derecho positivo es así el objeto de la ciencia del derecho, esto es de la
jurisprudencia dogmática, no sólo por satisfacer elementales requerimientos
metodológicos sino porque la ciencia jurídica que existe hic et nunc sigue el viejo
modelo milenario el cual es, en gran medida, positivista. Esto se aprecia en el hecho
incontrovertible de que todo jurista, cualquiera que sea su credo (político o moral) y
cualquiera que sean las doctrinas jurídicas a las que se adhiera, cuando describe el
derecho (nacional o internacional) describe cuando lo hace, derecho positivo (Achourrón,
Nino, Tamayo).
La expresión “derecho positivo” en ocasiones es sustituida por otras que son
tenidas por equivalentes (verbigracia “derecho vigente”). Los adjetivos “positivo”,
“vigente”, “eficaz” (o sus formas sustantivas: “positividad”, “vigencia”, “[en] vigor”
“eficacia”) se refieren fundamentalmente a lo mismo: a la existencia del derecho. Con
frecuencia estos términos son usados como sinónimos; sin embargo, no lo son; enuncian
distintos matices. “Derecho positivo” alude a la existencia empírica del derecho, a su
existencia histórica (oponiéndose, así, a la atemporalidad e idealidad del derecho natural).
“Derecho vigente” indica el derecho actual, que existe en el tiempo presente (Cossío);
se opone al derecho que ya no está en vigor, al derecho que fue, o al derecho posible. La
expresión “derecho eficaz”, o mejor, “eficacia del derecho” aluden al hecho de que el
orden jurídico (o una disposición jurídica) es efectivamente seguido y aplicado.
“Eficacia” nombra una de las condiciones de la positividad del derecho, apuntando al
hecho de la conformidad (o no conformidad) con sus normas (supra). De esta forma,
tenemos que “derecho vigente” significa derecho positivo actual, presente y “derecho
eficaz” no es sino una mención de una característica esencial del derecho que existe (o ha
existido): cuando deja de ser eficaz, deja de ser derecho.
Derecho Vigente.
X. BIBLIOGRAFIA: Aftalión, E.R., García Olano, F. y Vilanova, J.
Introducción al derecho, Buenos Aires, Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales,
1972, Ago, Roberto, “Droit positif et droit international” Annuaire Française de Droit
International, Paris, volumen III, 1957 (Ago, Roberto, “Distrito positivo e diritto
internazionale”, Scritti di diritto internazionale in onore di T. Perassi, Milán, Giuffrè,
1957); Allen, Carleton Kemp, Law in the Making, Oxford, Oxford University Press,
1978; Austin, John, Lectures on Jurisprudence or the Philosophy of Positive Law,
449
Nueva York, Burt Franklin, 1970; Austin, John, The Province of Jurisprudence
Determined, Nueva York, Burt Franklin, 1970; Bergbohm, K., Jurisprudenz und
Rechtsphilosophie, Kritische Abhandlungen, Leipzig, 1892; Bobbio, Norberto,
Giusnaturalismo e positivismo giuridico, Milán, Edizioni di Comunità, 1984; Bobbio,
Norberto, Il positivismo giuridico. Lezioni di filosofia del diritto, edición por Nello
Morra, Turín, G. Giappichelli, 1979; Carre de Malberg, Raymond, Contribution à la
théorie générale de l’Etat, Paris, Recueil Sirey, 1920-1922; Cattaneo, M.A., Il
positivismo giuridico inglese. Hobbes, Bentham, Austin, Milán, Giuffrè, 1962; Falk, R.
A. y Shuman, “The Bellagio Conference on Legal Positivism”, Journal of Legal
Education volumen 14, 1961-1962 Falk, R. A. y Shuman, “Un colloquio sul positivismo
giuridico”, Revista di Diritto Civile, volumen VII, 1961); Gagner, S., Estudien sur
Ideengeschichte der Gesetzebund, Uppsala, 1960; García Máynez, Eduardo, Introducción
al estudio del derecho; 33a. edición, México, Porrúa, 1982; García Máynez, Eduardo,
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Abeledo Perrot, 1963 (reimpreso en México. Editora Nacional, 1978); Hart, H.L.A.,
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Allgemeine Theoric der Normen, Viena, Manzche Verlags und Universitätbuchhandlung,
1979; Kelsen, Hans, Problemas capitales de la teoría jurídica del Estado; traducción de
W. Roces, México, Porrúa, 1987; Kelsen, Hans, Teoría general del derecho y del
Estado; traducción de Eduardo García Máynez, México, UNAM, 1983; Kelsen, Hans,
Teoría pura del derecho; traducción de Roberto J. Vernengo, México, UNAM, 1987;
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Kuttner, Stephen, “Sur les origines du term droit positive”, Revue Historique du Droit
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Rechtspositivismus, Hamburgo, Hermann Gentner Verlag, 1962; Nino, Carlos,
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derecho como hecho. La estructura del ordenamiento jurídico. Barcelona. Labor 1980;
Raz, Joseph, La autoridad del derecho. Ensayos sobre derecho y moral; traducción de
Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, 1985; Ross, Alf, Sobre el derecho y la
justicia; traducción de Genaro Carrió, Buenos Aires, EUDEBA. 1970; Tamayo y
Salmorán, Rolando, El derecho y la ciencia del derecho (Introducción a la ciencia
jurídica). México, UNAM, 1986; Vernengo, Roberto J., Curso de teoría general de
derecho. Buenos Aires, Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, 1975.
Constitucional
{
451
Administrativo
Procesal
PUBLICO Penal
{
Internacional Público
DERECHO
PRIVADO
{ Civil
Mercantil
Internacional Privado
su fracción IX, dispone que las relaciones laborales entre los Estados y sus trabajadores
se regirán por las leyes que expidan las legislaturas locales con base en lo dispuesto por el
artículo 123 de la Constitución (apartado B) lo que comprende también las disposiciones
procesales.
c) Derecho procesal agrario, el cual inició su desarrollo en la parte relativa de la
Ley Agraria del 6 de enero de 1915, cuyos lineamientos esenciales están consagrados por
el artículo 27 Constitución , fracciones VII-XIV, y reglamentados por la LRA de 22 de
marzo de 1971 (libro quinto, artículos 195-298). La resolución de dichos conflictos, no
obstante que asume naturaleza jurisdiccional, corresponde a las autoridades de la
Secretaría de la Reforma Agraria, autoridades que tienen carácter administrativo federal,
y la decisión de las controversias de mayor importancia se atribuye al presidente de la
República, pero con la posibilidad para los afectados de acudir al juicio de amparo.
d) Derecho procesal de seguridad social, que se encuentra todavía en formación,
en virtud de los conflictos que se suscitan entre los beneficiarios y las instituciones
nacionales de seguridad social, se plantean primeramente en la vía administrativa interna
(recursos de inconformidad, en ocasiones de carácter potestativo), y posteriormente ante
la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, a través del procedimiento ordinario laboral
artículos 870-891 de la Ley Federal del Trabajo.
C) Derecho procesal inquisitivo, en el cual están comprendidas aquellas normas
instrumentales por conducto de las cuales se pretende la solución de los conflictos o
controversias en los cuales se discute la aplicación de los preceptos jurídicos de carácter
indisponible, de manera que el juez o tribunal que los decide debe impulsar de oficio el
procedimiento, investigar la verdad material sobre la puramente formal y posee, al menos
en teoría facultades amplias para dirigir el proceso. Comprende varias categorías:
a) Derecho procesal penal. Es el sector en el cual resulta más evidente la
indisponibilidad del objeto del proceso, el cual es necesario para imponer sanciones
punitivas, puesto que el juez debe resolver de acuerdo con la acusación planteada por el
Ministerio Público (MP). Como ocurre con el derecho procesal civil, la materia criminal
corresponde en cuanto a su regulación legal tanto a la federación como a las entidades
federativas, por lo que las disposiciones instrumentales están contenidas en 33 códigos de
procedimientos penales, la mayoría de los cuales siguen a los modelos de los
ordenamientos del DF y el federal, promulgados, como se expresó anteriormente, el 27 de
agosto de 1931 y el 28 de agosto de 1934, respectivamente.
A los preceptos anteriores deben agregarse las normas procesales que
corresponden a los enjuiciamientos especiales, tales como los relativos a la sanción de los
delitos militares, cometidos por los integrantes de las fuerzas armadas, cuando están
directamente relacionadas con la disciplina militar, de acuerdo con el artículo 13 de la
Constitución, y la parte relativa del Código de Justicia Militar de 29 de agosto de 1933
(libro tercero, artículos 435-923). También el enjuiciamiento de la conducta ilícita de los
menores, está regulada por ordenamientos especiales en las diversas entidades
federativas, la mayoría de las cuales ha tomado recientemente como modelo de Ley de
los Consejos Tutelares para Menores Infractores para el DF, promulgada el 26 de
diciembre de 1973, sustituyéndose de manera paulatina a las leyes de tribunales menores,
que a su vez se inspiraron en la distrital de 1941.
b) Derecho procesal administrativo. Se ha desarrollado a partir del
establecimiento del TFF en la Ley de Justicia Fiscal del 27 de agosto de 1936, como se
456
Héctor Fix-Zamudio
Los derechos civiles formados al influjo del Code civil francés derivan de la
interpretación racionalista del Corpus Iuris, y los que están emparentados con el Código
Civil alemán parten de la elaboración pandectística - en muchos e importantes aspectos
coincidente con la racionalista - del mismo texto.
III. En México, el derecho romano ha jugado un papel decisivo en la
conformación de la doctrina jurídica mexicana. Durante la etapa del virreinato, el derecho
romano es el derecho que se enseña en la Real y Pontificia Universidad de Nueva
España. Entonces la formación del jurista en el derecho civil se hacía exclusivamente por
el conocimiento y explicación de las Instituciones, el Código y Digesto de Justiniano,
conforme a los autores españoles y extranjeros seguidores del mos itallicus. En la
Universidad, el estudiante aprendería a pensar jurídicamente, es decir adquiría criterio
jurídico, y luego, tendría que aprender a lo largo de su práctica profesional el contenido
de las disposiciones legales vigentes. Esta forma de enseñanza se va a ir modificando a
partir del siglo XVIII, tanto en España, como en la Nueva España, para ir dando lugar al
estudio del derecho vigente (derecho “real” o derecho “nacional”) en detrimento del
derecho romano.
En el primer plan de estudios de la carrera de derecho en la época independiente
(1833), el derecho romano ya sólo es una de las ocho materias que se cursan. A partir de
entonces, esta disciplina se seguirá estudiando, con más o menos intensidad, en más o
menos cursos, porque se considera necesaria como antecedente o “ilustración” de las
leyes vigentes, porque se juzga que ciertos principios y criterios jurídicos romanos valen
como derecho “natural” (es decir como derecho ajustado a la razón) y porque se reconoce
su valor para la formación del criterio jurídico de los estudiantes.
IV. Actualmente, los estudios, jusromanistas se realizan predominantemente, con
un método histórico-crítico (mos gallicus) tendiente a descubrir el derecho romano
clásico. Gracias a la llamada “crítica de interpolaciones”, por la cual se han podido
detectar muchas de las alteraciones que sufrieron los textos de los juristas clásicos
recopilados en el Corpus Iuris y en otras fuentes, los romanistas han podido avanzar
considerablemente en la reconstrucción del derecho romano clásico. En 1951 Fritz Schulz
publicó su Classical Roman Law que fue el primer libro que logró aprovechar los
resultados de la investigación crítica sobre los textos para reconstruir el sistema jurídico
clásico. A partir de entonces se han publicado diversos libros con el mismo propósito, de
los cuales el más importante hoy es el tratado de Max Kaser, titulado Das römische
Privatrecht.
En los últimos años, después de la Segunda Guerra Mundial y, en parte como una
reacción contra la prohibición de estudiar el derecho romano hecha por el nacional
socialismo, se ha producido una tendencia para moderar, o incluso suprimir, la técnica de
crítica interpolasionística y procurar la vinculación del derecho romano con la
jurisprudencia práctica (la “vuelta a Savigny”, proclamada por Koschaker). No es posible
prever qué consecuencias pueda tener este movimiento, especialmente hoy cuando el
derecho privado se encuentra en crisis, pero conviene notar que la romanística
contemporánea, gracias a la reconstrucción del derecho clásico, cuenta con un “nuevo”
derecho romano, que aunque no es antecedente de los derechos privados actuales (el
antecedente romano de éstos es el derecho justinianeo), puede servir como punto de
comparación y punto de partida para solucionar los actuales problemas jurídicos del
derecho privado.
460
derecho social a un lado del derecho público y del derecho privado, según el siguiente
cuadro:
Constitucional
DERECHO PUBLICO
{ Administrativo
Penal
Procesal
Internacional Público
Civil
DERECHO PRIVADO
{ Mercantil
Internacional Privado
Del Trabajo
{
Agrario
DERECHO SOCIAL Económico
De seguridad
De asistencia
Cultural
Las ramas del derecho social que aparecen en el cuadro precedente, no podrían
ubicarse dentro del derecho público o privado, y justifican, por lo tanto, el
establecimiento del derecho social dentro de las divisiones primarias del derecho.
El derecho del trabajo regula las relaciones obrero-patronales y trata de rodear al
trabajador de todas las garantías en el desempeño de sus actividades. Protege al
trabajador, en tanto es miembro de esa clase.
El derecho agrario regula la equitativa distribución de la tierra y su explotación en
beneficio del mayor número de campesinos y a la sociedad por el volumen y costo de la
producción agrícola ganadera. El derecho agrario es también un derecho de clase no
subsumible en las categorías tradicionales.
El derecho económico tiende a garantizar un equilibrio, en un momento y en una
sociedad determinadas, entre los intereses particulares de los agentes económicos
públicos y privados y un interés económico general (Cuadro, página 19) y tiene una
462
finalidad puramente social: poner al alcance de las masas, elementos de trabajo y de vida
(Mendieta página 75).
El derecho de seguridad social procura poner a cubierto de la miseria a todo ser
humano. Es un derecho de clase porque se dirige a proteger a quienes sólo cuentan con su
trabajo personal como fuente de ingresos y los protege en la enfermedad, la invalidez, la
desocupación y la vejez.
El derecho de asistencia social considera los intereses y las necesidades de
quienes no pueden trabajar ni procurarse las atenciones médicas de alimentación, de
indumentaria, de habitación que requieren, constituyéndose instituciones jurídicas con
características ajenas al derecho público y al privado.
El derecho cultural se integra con las leyes que regulan la instrucción y la
educación en todos los grados, clases y aspectos, procurando ofrecer las condiciones
necesarias para una buena educación para todos.
El carácter de un ordenamiento jurídico se expresa con mayor claridad por la
relación que en él tengan, uno frente al otro, el derecho público y el privado y por el
modo en que se repartan las relaciones jurídicas entre ambos derechos. La transformación
que ahora vivimos del derecho liberal en derecho social se revela, en las nuevas
limitaciones del derecho público impuestas al derecho privado, en especial a la propiedad
y a la libertad contractual (Radbruch, Filosofía, página 168) y constituye un notable
avance hacia la justicia social.
véase Derecho Agrario, Derecho del Trabajo, Derecho Económico, Derecho
Privado y Derecho Público.
IV. BIBLIOGRAFIA: Cuadra, Héctor, “Reflexiones sobre el derecho
económico”, Estudios de derecho económico I; reimpresión México, UNAM, 1980;
Cueva, Mario de la, El nuevo derecho mexicano del trabajo, tomo I, Historia,
principios fundamentales, derecho individual y trabajos especiales; 6a. edición, México,
Porrúa, 1980; Mendieta y Núñez, Lucio, El derecho social; 3a. edición, México, Porrúa,
1980; Radbruch, Gustavo, Filosofía del derecho; traducción de José Medina Echavarría;
3a.edición, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado, 1952; Radbruch, Gustavo,
Introducción a la filosofía del derecho; traducción de Wenceslao Roces, México, Fondo
de Cultura Económica, 1976.
sino incluso es la idea clásica, los juristas romanos señalaban: “libertas est facultas eius
quod cuique facere libet” (D. 1,5,4.). De acuerdo con lo anterior, resulta que x es libre de
usar o no de su derecho.
La permisión (esto es el acto de permitir) presupone el hecho de que sin ella, sin
la permisión, la conducta no está permitida. Una clara diferencia entre la permisión,
propiamente hablando y la “permisión débil” (conducta que se considera “permitida” en
razón de que su realización ni su omisión son obligatorias) radica, precisamente, en que,
en el segundo de los casos, no existe una fuente jurídica de la permisión. Mientras que ahí
la permisión no es establecida, en el caso de los derechos la permisión es expresa.
Permítaseme denominar a la permisión establecida por una fuente jurídica:
“permisión fuerte (permisión stricto sensu) en contraposición a la “permisión” débil. La
diferencia apuntada podría ser irrelevante si no fuera porque, precisamente, los derechos
son conferidos cuando la conducta no está expresamente permitida (o para evitar que se
prohiba). El enunciado “x tiene derecho a nadar en la piscina” que autoriza a x a nadar
en la piscina, presupone que no todo el mundo puede nadar en la piscina (o que él no
podía). El derecho implica una permisión exclusiva: exceptúa. Si a alguien se le concede
el derecho de entrar a cierto lugar presupone el hecho de que, en principio, no podía
hacerlo. Cuando digo “puede pasar “con ello expresamente permito. Este es precisamente
el efecto de investir a alguien con una permisión. La permisión contenida en un derecho
(o en una facultad) exceptúa, privilegia, beneficia a alguien (o a algunos). De esto se
desprende una consecuencia normativa muy importante: en el caso de la permisión débil
no existe un fundamento jurídico para ∅ (el sujeto puede ∅ porque está obligada su
omisión). En cambio, cuando la permisión está contenida en un derecho subjetivo, x
tiene un fundamento jurídico para ∅.
Aunque la conducta, objeto de un derecho, se encuentra permitida, no toda la
conducta permitida puede explicarse en términos de derechos. Ciertamente, la conducta
obligada está permitida, pero es igualmente cierto que ésta no se explica en términos de
derechos. La permisión incluida en la obligación se distingue claramente de la permisión
fuerte que el derecho subjetivo confiere. La obligación implica la permisión de la
conducta requerida, pero los alcances de esta permisión son restringidos: no se permite la
omisión; por el contrario, se prohibe. En el caso del derecho subjetivo, el sujeto del
derecho puede omitir (no es ilícito omitir, no hace mal si omite). Esta circunstancia
distingue al derecho de aquellas situaciones en que al individuo le está permitiendo ∅,
pero que, en ningún caso, le está permitida su omisión. Por eso es un error hablar de
“derechos de ejercicio obligatorio”.
Cuando se permite, confiriendo derechos, se intenta producir una ventaja
normativa sobre una persona o clase de personas. Todos los actos jurídicos por los cuales
se confiere derechos (se inviste con facultades o se impone obligaciones) pretenden que
ciertas cosas ocurran; no reflejan un estado de cosas: tienen una función normativa.
La descripción del derecho en términos de permisos y libertades anteriormente
expuesta, corresponde, en gran medida, a nuestras intuiciones sobre derechos como al uso
lingüístico de “derechos” en el contexto jurídico (académico y judicial). Aún más, esta
imagen de derechos se conforma con la idea común que asocia a la libertad (con toda su
carga emotiva) con cualquier alegato de derechos.
La descripción de derechos subjetivos en términos de permisos es básicamente
correcta; sin embargo, claramente problemática, porque las naciones de permisión y
465
libertad son tanto o más complejas que las de derecho. Hay que esclarecer perfectamente
qué se entiende por permisión y libertad para saber qué es el derecho (como vimos, en
todo lo que se dice de la permisión conviene al derecho). Por otro lado, la descripción
referida es incompleta. Es incompleta porque no describe cómo surgen los derechos,
cómo son establecidos. Ciertamente, el propio funcionamiento de la permisión sugiere la
existencia de ciertos actos (los actos que permiten), actos mediante los cuales la
permisión se establece. En el lenguaje técnico como en el ordinario se habla de los
derechos como creados mediante ciertos actos. Se tiene la idea de que son producidos
mediante la manifestación (declaración) de voluntad de ciertos individuos especialmente
facultados (órganos o particulares). Asimismo, se piensa que los derechos se modifican o
se extinguen mediante la intervención de actos o voliciones humanos.
La permisión que confiere un derecho es expresa y necesita de un acto por el cual
es otorgada. Si alguien se le concede el derecho a ∅ quiere decir que antes de tal
concesión (antes de tener derecho) no podía jurídicamente ∅.
IV. Cuando se otorga un derecho, con ello jurídicamente se permite. De lo
anterior se sigue que el derecho subjetivo presupone, siempre (como en el caso de la
facultad o de la obligación), una fuente que lo establezca: un derecho (subjetivo) existe si,
y sólo si, hay una fuente que determine su contenido y existencia. Por “fuente” (del
derecho) entiendo aquellos actos por virtud de los cuales una disposición jurídica (esto es
norma jurídica) es válida y su contenido (derecho, facultad, deber), identificado.
La existencia de una fuente (una norma jurídica) es una condición de la existencia
de un derecho subjetivo; esto es, la existencia de una norma jurídica apropiada es
condición necesaria para que x tenga un derecho a ∅. Dicho de otra forma: x tiene
derecho a ∅, si existe una norma que establezca (que le confiera) un derecho en tal
sentido. Dicha norma constituye el único fundamento jurídico para que x tenga derecho a
∅ (paso por alto el hecho de que pueda haber otros fundamentos no jurídicos por