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EL JEFE DIEGO, AVE DE TEMPESTADES

Por Raúl Ramírez Baena*

Vaya que causó sorpresa la desaparición de Diego Fernández de Cevallos, conocido


popularmente como El Jefe Diego, mote que lo pinta de cuerpo completo.

En los blogs de los distintos medios se ha desatado una intensa corriente de


opinión en rechazo a la figura de este mítico líder de la derecha mexicana. Y no es para
menos. Diego tiene en su haber múltiples actuaciones en la política mexicana que han
puesto en duda la legalidad del Estado y han golpeado a la izquierda. Unos lo odian, otros
lo aman.

Muchos han comentado que su desaparición, quién sabe por quién, es un


distractor para desviar la atención de una supuesta detención y posterior puesta en
libertad de Nacho Coronel, uno de los tres poderosos lugartenientes del Chapo Guzmán,
junto con El Azul Esparragoza y El Mayo Zambada. En lo personal no lo creo.

Hacer un recuento de los haberes de Diego es largo y tedioso. Su figura despuntó,


primero, cuando fue el artífice de las “concertacesiones” al haber avalado el dudoso
triunfo de Carlos Salinas de Gortari en 1988 frente a Cuauhtémoc Cárdenas. Tan es así que
se ganó el mote de “La Ardilla”, por aquello de que no salía de Los Pinos.

Diego Fernández ganó fama a partir de su candidatura a la Presidencia de la


República en 1994. Gracias a sus buenos dotes como orador, el sentir popular creyó que
ganó el debate a Ernesto Zedillo, del PRI, y a Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, pero que
abandonó de facto la contienda a partir de un acuerdo cupular para hacer llegar a Zedillo.

Por ello se dice que, cuando Zedillo arribó a la presidencia, ofreció la PGR al PAN.
Diego no aceptó ser Procurador, pero en cambio propuso a un abogado panista de su
prestigiado bufete privado: Antonio Lozano Gracia, quien a la postre fuera malogrado
Procurador General de la República tras el desastroso manejo judicial de los crímenes de
Colosio y del Cardenal Posadas, entre otros.

En marzo de 1997, la dirigencia nacional del PRI acusó a Fernández de Cevallos de


recibir los terrenos de Punta Diamante en pago por las urnas quemadas en 1988, en
beneficio de Carlos Salinas de Gortari y perjuicio del entonces FDN.

De temperamento explosivo e irascible, su mote de “Jefe” le vino de la fracción del


PRI, cuando fue coordinador del grupo parlamentario del PAN en el Senado de 2000 al
2006, desde donde influyó de manera determinante para frenar las reformas
constitucionales en materia indígena acordes a los estándares y tratados internacionales,
reformas que se dieron a raíz del levantamiento y posterior Caravana Zapatista del 2001.
Tampoco se olvida su gestión para que se aprobaran las reformas a la Ley de Radio
y TV y de telecomunicaciones, la primera de ellas declarada anticonstitucional en lo
principal por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que abiertamente favorecían al
duopolio televisivo.

Diego Fernández fue artífice para la llegada de Felipe Calderón a la presidencia de


la República, al contribuir a la campaña negra y descrédito de Andrés Manuel López
Obrador, quien se la debía tras derrotarlo, según las encuestas, en el improvisado debate
televisivo con Joaquín López Dóriga en marzo del año 2000. Para Diego, AMLO es un
“germen”, “judas del perredismo” y “psicópata de altísima peligrosidad”.

Símbolo de la impunidad, ¿cómo olvidar la dudosa adquisición por Diego de cinco y


medio hectáreas de los privilegiados terrenos de Punta Diamante en Acapulco, con valor
de 14 millones de dólares, denunciado en la Cámara de Diputados por lo oscuro de la
transacción y presuntamente por no pagar impuestos en la operación?

Siendo senador, Diego fue duramente cuestionado por ser parte del Estado al
mismo tiempo que litigante contra el Estado. No hubo poder humano que lograra
enjuiciarlo por tráfico de influencias, al ganar un largo litigio a la Secretaría de la Reforma
Agraria por más de mil doscientos millones de pesos, cifra equivalente al presupuesto
anual de esta dependencia, en beneficio de Gabriel Ramos, esposo de Socorro Pineda que
a su vez es hermana de la cantante Guadalupe Pineda, esposa del ex Procurador Antonio
Lozano, socio de Diego Fernández. Gabriel Ramos es heredero de Gabriel Ramos Rubio,
quien fuera socio del ex presidente Miguel Alemán. Negocio redondo entre familia.

En abril de 1998 el IPAB fue derrotado por el bufete Fernández de Ceballos, y


obligado a pagar al entonces Banco Bital la cifra de 13 mil millones de pesos, provenientes
del erario público, por la dudosa adquisición del Banco del Atlántico. Esos sí son negocios.

Las influencias del Jefe Diego son a tal grado en los regímenes panistas, que el
actual Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, proveniente de otro despacho
jurídico, fue propuesto por el propio Diego al cargo. El poder tras el trono.

Por eso y más que se me escapa de la memoria, el sistema y el régimen panista le


deben al Jefe Diego en buena parte su llegada al poder presidencial y su permanencia en
él, tanto que su lamentable desaparición ha movilizado como nunca al aparato de Estado
en su búsqueda. ¿El crimen tocó a un príncipe del Estado? Malas noticias para Calderón.

Ojalá pronto aparezca sano y salvo, y que la autoridad actuara igual en los casos de
los cientos de desaparecidos de Sinaloa, Sonora, Baja California, Durango, etc., víctimas de
la “guerra” declarada al narco, posiblemente como Diego Fernández de Cevallos.
A nadie le deseamos un mal, mucho menos ser víctima del delito, aunque sea el
Jefe Diego.

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