En el alborerar de un nuevo mundo,encontramos a Pelagia Nilovna Vlasof una
humilde mujer,viuda de un obrero y a un grupo de gentes obscuras que vivian
en torno a una gran fbrica que llamaba con su alarido estridente y remeca el arrabal.A la media luz fra ibanse por la calleja angosta hacio los paredones altos de la fbrica que los esperaba segura,alumbrando la calzada fangosa con sus innumerables ojos cuadrados,amarillos y viciosos.Bajo los pies,el barro.Voces dormidas resonaban en roncas exclamaciones,injurias rasgaban al aire y una oleada de ruidos sordos acoga a los obreros:el sonar pesado de las maquinas,el gruido del vapor.Por encima del arrabal,como bastones,sombras y repelentes,como centilas,se dibujan las altas chimeneas negruzcas. La fbrica se haba tragado una jornada y las mquinas haban chupado de los msculos del hombre todas las fuerzas necesarias para ellas.Los hombres haban dado un paso ms hacia la sepultura;pero ya podan entregarse al descanso,a los placeres de la taberna srdia y estaban satisfechos. De vuelta a casa.los maridos rean a las mujeres,pegndoles a menudo,sin escamitar fuerzas.Los mozos quedaban en la taberna o hacan reuniones,ya en casa de uno o de otro;tocando el acorden,cantando estpidos e innobles cantares,bailando,contndose cuentos obscenos y bebiendo con hartura.Extenuados por el trabajo;embriagbanse con facilidad,y en cada pecho se iba desarrollando una sobreexitacin enfermiza;se acometan unos a otros como fieras irritadas. El mismo sentimiento de animosidad en acecho dominaba en las relaciones mutuas de los trabajadores,tan iveterado como la fatiga de los msculos.Son seres que nacen con esa triste y perversa enfermedad del alma;odiosidades,rivalidades, es herencia de los padres,que como negra sombra les acompaa hasta el sepulcro,impulsmdoles a cometer actos espantosos por su crueldad intil. Haba,sin embargo,algunos