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El caballito de mar

Este pequeño ser que muchas veces hemos visto en


dibujos infantiles y que no sabemos muy bien de qué
tipo de animal se trata, es un caballito de mar. Su
nombre hace referencia al parecido de su rostro con el
de los caballos terrestres, pero en nada más se puede
comparar con ellos. El caballito de mar es un pequeño
pez marino.

Presenta la característica, única entre los


peces, de tener la cabeza en ángulo recto
con el cuerpo y representa en muchos
aspectos.

El cuerpo está totalmente embutido en una armadura de placas o anillos


óseos. No hay aleta anal, pero la parte posterior del cuerpo es prensil y se
puede enroscar en torno a los tallos marinos para proporcionar anclaje.
La natación se basa en movimientos ondulatorios de la aleta dorsal; el
animal avanza en una posición erecta muy característica. El cuidado de
las crías por parte del macho ha llegado a tal punto que es él quien tiene
una bolsa de incubación, formada por las placas óseas del cuerpo. El
camuflaje puede alcanzar un extraño grado de perfección en algunos
miembros, como Phyllopteryx foliatus, australiano, que está dotado de
apéndices carnosos en forma de hoja que decoran el cuerpo simulando
algas. Llega a medir hasta 30 cm, tamaño verdaderamente grande para
un pez de este grupo.
Hace largo tiempo que los caballitos
de mar empezaron a despertar interés,
tanto por su aspecto, poco propio de un
pez, como por la facilidad con que se
pueden conservar ejemplares disecados.
Como ya hemos dicho, su cabeza recuerda
sorprendentemente a la de un caballo. En
el Hortus sanitatis de J von Cube,
publicado en el siglo XV, hay una
ilustración que representa un ejemplar
El caballito de mar
con las patas anteriores provistas de
cascos y el cuerpo recubierto de pelo.
Se le utilizaba como talismán y en pociones contra diversas
enfermedades. Sin embargo se creía que sus cenizas mezcladas con vino
eran un veneno mortal y que si la víctima lograba sobrevivir, estaría
siempre atormentada por un deseo insaciable del bañarse. También se
creía que esas mismas cenizas mezcladas con brea, eran muy eficaces
para restaurar el cabello y que tomadas solas, constituían un excelente
remedio para la mordedura de perro rabioso.

El comportamiento del caballito de mar vivo es tan interesante como


las antiguas leyendas. Es capaz de ostentar notables cambios de color
para acomodarlo al del medio que le rodea. Cada ojo se mueve con
independencia del otro, y el pez puede utilizar la cabeza para trepar por
entre las algas en las que vive, descolgándose de unas a otras. No es raro
que se reúnan varios adultos y entretejan sus colas prensiles en una danza
encantadora, aunque posiblemente mortal para los jóvenes que a veces
son incapaces de liberarse y mueren de inanición. Para criar, el macho y
la hembra de la mayor parte de las especies, enroscan sus colas. Los
huevos pasan de la hembra, por un apéndice cloacal, hasta la bolsa de
incubación que tiene el macho en el vientre. Dicha bolsa está
interiormente revestida de tejido blando y dotada de minúsculos
compartimientos en los que se empotran los huevos. Al mismo tiempo, los
vasos sanguíneos de este tejido se agrandan y la transforman en un
vientre esponjoso. Podría establecerse un paralelismo entre el tejido
vascular que rodea los huevos y la placenta de los mamíferos. El macho
puede recibir la visita de varias hembras. Los huevos que no encuentran
un hueco en la bolsa, no se desarrollan, pero los que lo consiguen
eclosionan y permanecen en su compartimiento hasta haber agotado toda
la yema. Al parecer, el parto, o expulsión de las crías es muy penoso para
el macho. Sujetándose firmemente con la cola a algún soporte, frota la
El caballito de mar
bolsa contra una roca o concha hasta que salen los pececillos, junto con
diversos fragmentos de tejido. No parece ser cierta la afirmación de que
después del nacimiento las crías buscan refugio en la bolsa paterna
cuando algún peligro les amenaza. Un macho grande puede parir hasta
400 jóvenes, cada uno de los cuales es una diminuta réplica del adulto.

Los caballitos de mar viven en las


aguas someras cálidas, templadas y
tropicales de todo el mundo pero su
distribución es muy irregular y faltan en
grandes tramos de la costa de África
occidental.

En la zona indopacífica pueden aparecer en una región y faltar por


completo en otra. Se conocen unas 100 especies. Todas se alimentan de
diminutos organismos pelágicos, que succionan con sus largos hocicos.
Estos peces, muy comunes en el Mediterráneo, están representados
en dicho mar por dos especies próximamente emparentadas:
Hippocampus hippocampus e H. guttulatus, esta última algo mayor.
Viven entre las algas, en aguas poco profundas y no son muy
espectaculares. En cambio el caballito de mar común del Atlántico H.
hudsonensis, puede producir colores magníficamente intensos que van
desde el blanco hasta el rojo vivo y el púrpura intenso, pasando por los
verdes y pardos normales. El caballito de mar Hippohystrix
spinosissimus, de Australia, está recubierto de pequeñas espinas.

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