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Titulo original: How to Do Things with Words Traduccién de Genaro R. Carrié y Eduardo A. Rabossi Publicada por acuerdo con The Clarendon Press, Oxford Cubierta de Mario Eskenazi 1.8 edicién, 1991 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacion escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, a reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo publicos. © 1962 Oxford University Press © 1971 de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibérica, S. A., Av. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona www.paidos.com ISBN: 978-84-7509-141-9 Depésito legal: B-20.485/2009 Impreso en Book Print Digital Botanica, 176-178 - 08908 LHospitalet de Llobregat (Barcelona) Impreso en Espajfia - Printed in Spain SUMARIO La filosofia de John L. Austin, por Genaro R. Carrié y Eduardo A. Rabossi. so ee 9 Nomina de trabajos de J. L. Austin... 22... . 37 Prefacio de la edicion inglesa, por J. O. Urmson. .. 41 Conferencial. 2... ee ee 45 Conferenciall .. 2.22... 57 Conferenciall. 1... .....000.% 71 ConferenciaIV..........00.. 8 ConferenciaV. . 2.2... ..020.. 101 ConferenciaVI...........-. 115 ConferenciaVH. ...........-. 131 ConferenciaVIT . 2... 2... 141 ConferenciaIX .. 2. .....0.00.. 155 ConferenciaX ...........0.. 167 ConferenciaX] .. 2.2. ...200-. .. 179 ConferenciaXIl. 2. 0... ee ee 195 Apéndice del compilador .. 2... 7. 2 ee 213 Glosario de los traductores de esta version... . . 217 LA FILOSOF{A DE JOHN L. AUSTIN* John Langshaw Austin nacié en 1911 y murié en 1960. Estudio y ensefié en Oxford. Alli ocupé, desde 1952 hasta su muerte, la catedra de Moral Philosophy. La obra escrita que dejé no es muy extensa. Sin embargo la influencia de sus * En la composicién de esta nota preliminar hemos usado, quizés abusiva- mente, diversos materiales cuya némina deseamos consignar aqui. 1) Para el pri- mer apartado, donde intentamos una caracterizacién general del cuadro de ideas sobre las que hay que proyectar la labor de Austin si se quiere apreciatla en su contexto, hemos recurrido a diversos articulos de la Encyclopaedia of Philosophy, preparada bajo la direccién de Paul Edwards y publicada en 1967 por The Mac- millan Company & The Free Press, Nueva York, y Collier Macmillan Co. Ltd., Londres. Hemos utilizado asi las contribuciones de Anthony Quinton, «British Philosophy» (t. I, pags. 369-396); Charles E. Caton, «Artificial and Natural Lan- guages» (t. I, pags. 168-171); Warner Wick, «Aristotelianism (t. I, pags. 148- 161); D. W. Hamlyn, «History of Epistemology» (t. III, pags. 8-38); William P. Alston, «Language» (t. [V, pags. 384-390); Norman Kretzman, «History of Se- mantic» (t. VII, pags. 938-406), y Edmund J. Furlong, «Wilson, John Cook» (:. VEIL, pags. 318-319). También, hemos utilizado la obra de John Passmore One Hundred Years of Philosophy, Gerald Duckworth & Co. Ltd., Londres, 1966, caps. IX, X y XVII, y las compilaciones Philosophy and Ordinary Language, diti- gida por Charles E, Caton, University of Illinois Press, 1963, y Ordinary Langua- ge, ditigida por V. C. Chapell, Prentice Hall, Nueva Jersey, 1964. En lo que con- cierne a la forma como se aprecia en Oxford la obra de Aristételes, nos hemos dejado guiar por la Concise Encyclopaedia of Western Philosophy and Philoso- phers, preparada bajo la direccién de J. O. Urmson y publicada en 1960 por Hut- chison, Londres. 2) Para el segunda apartada, que intenta presentar un hosquejo 10 COMO HACER COSAS CON PALABRAS ideas —expuestas principalmente en clases, conferencias, seminarios, reuniones privadas— ha sido enorme. Parte de sus contribuciones han sido recopiladas en libros péstumos. Para usar un rétulo provisional, diremos que Austin mi- lité en la llamada «filosofia del lenguaje ordinario». Esta ex- presién puede apuntar a muchas cosas distintas. Antes de esbozar las ideas centrales de Austin (véase infra, apartado II), haremos una breve referencia a la «filosoffa del lenguaje ordinario». A) Afirmar que un filésofo pone énfasis en el lenguaje ordinario o natural puede querer decir, entre otras cosas, que sustenta o recomienda alguna o algunas de las siguien- tes tesis 0 actitudes: 1. Para tratar los problemas filoséficos —sean lo que fue- ren— hay que usar un lenguaje llano, esto es, claro y simple. del pensamiento y método de Austin, hemos utilizado los siguientes materiales: a) el ensayo de Stuart Hampshire «J. L. Austin» publicado en los Proceedings of the Aristotelian Society, New Series, vol. LX, pags. 1 a 14; b) el articulo de G. J. War- nock «John Langshaw Austin», publicado en los Proceedings of the British Aca- demy, vol. XLIX, pags. 345-363; c) el articulo de David Pears «Wittgenstein and Austin», incluido en la compilacin British Analytical Philosophy, dirigida por Bernard Williams y Alan Montefiore, publicada por Routledge & Kegan Paul, Londres, 1966, pags. 17-39; d) el articulo sobre Austin publicado por J. O, Urm- son cn The Encyclopaedia of Philosophy avtiba citada (t. 1, pags. 211-214); ye) el libro de Passmore citado mas arriba, cap. XVIII. Alindicar aqui la bibliografia bésica utilizada, a la que hay que agregar, cla- ro esta, la obra del propio Austin, nos evitamos colocar las numerosas notas que, de no haber seguido este procedimiento, deberiamos haber insertado reiteradas veces en el texto con el consiguiente dafio a su legibilidad. LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 11 Hay que evitar la jerga altamente especializada y general- mente incomprensible que muchos consideran indispensa- ble para hacer filosofia. Grandes pensadores han abogado por esto e incluso han predicado con el ejemplo. 2. Los problemas filosdficos, sin excepcidn, son pseu- doproblemas. Se originan en abusos cometidos en directo detrimento del lenguaje ordinario o natural, cuando se pre- tende usarlo fuera de los contextos donde cumple cabalmen- te su funcién. La tinica tarea util que puede llevar a cabo un fildsofo es curar a sus colegas de la enfermedad profesional que los aqueja. Para ello debe persuadirlos de que se abs- tengan de sustraer al lenguaje ordinario de sus trabajos ha- bituales. Los problemas filoséficos son problemas artificia- les; brotan cuando, impulsado por los filésofos, el lenguaje «sale de vacaciones» y empieza a operar locamente como una turbina que girase fuera de sus engranajes. Un lenguaje es una forma de vida. No podemos considerarlo aislada- mente y en si mismo, con independencia de las multiples funciones que cumple en el cuadro de la vida de quienes lo emplean. 3. La tarea filosdfica consiste basicamente en la elucida- cién de conceptos ordinarios, incorporados al lenguaje co- mun. No consiste en elucidar versiones espectrales 0 su- puestos equivalentes técnicos de ellas, obtenidos mediante procedimientos que, se piensa, han de liberarlos de la ambi- giiedad, vaguedad, textura abierta, dependencia contextual, caracter no explicito de sus reglas de uso y otras «imperfec- ciones» que los caracterizan. Hacer filosofia no es construir cAlculos ni jugar con ellos. Es poner en claro el complejo aparato conceptual presupuesto en el empleo ordinario de palabras y expresiones cruciales que, en su mayoria, perte- necen al lenguaje cotidiano, no especializado. 12 COMO HACER COSAS CON PALABRAS 4. El lenguaje ordinario o natural recoge las principales distinciones que vale la pena hacer, por lo menos en todos los aspectos practicos de la vida humana. En consecuencia, un estudio detenido de él, hecho con paciencia y minuciosi- dad, permite resolver todos los problemas filos6ficos genui- nos relativos a aquellos aspectos. Ese lenguaje atesora la experiencia secular de la humanidad. Por ello, todas las dis- tinciones conceptuales justificadas estan incorporadas a él, y no hay distincién incorporada a él que no esté justificada. La cuestidn esta en saber mirar. 5. Sin prejuzgar sobre la génesis y/o la naturaleza de los problemas filos6ficos, parece obvio que un adecuado ataque a ellos requiere, como tarea previa indispensable, dominar adecuadamente el ctimulo de distinciones y la riqueza de matices que exhibe el lenguaje ordinario. El examen de éste no garantiza la solucién (ni la disolucién) de todos los pro- blemas filoséficos, pero constituye un punto de partida obli- gatorio para cualquier empresa ulterior. Por qué apresu- rarnos a buscar nuevas formas de discriminacién conceptual sin haber examinado previamente las numerosas distincio- nes que encierra el lenguaje ordinario? Si no hemos hecho claramente explicito qué es lo que realmente decimos cuan- do a diario nos comunicamos con el préjimo, y mientras esa tarea siga siendo dificultosa, ¢c6mo podemos lanzarnos a construir lenguajes artificiales dirigidos a sustituir total o parcialmente a ese lenguaje natural cuyos arcanos no hemos podido desvelar? Sin un previo relevamiento del lenguaje natural, ¢c6mo podremos acordar la convencién ad hoc en cuya virtud adjudicaremos significado a los signos del len- guaje técnico usado para plantear y/o resolver éste o aquel problema? LA FILOSOFfA DE JOHN L, AUSTIN 13 B) Las anteriores son algunas de las cosas que podemos querer decir cuando afirmamos que un filésofo pone énfasis en el lenguaje ordinario. En el apartado II veremos en qué sentido y con qué alcance puede decirse que Austin fue miembro del movimiento llamado «filosofia del lenguaje or- dinario». Sin duda es una simplificacién excesiva hablar de wn mo- vimiento. Quiz4 también lo sea distinguir tinicamente dos lineas dentro de esa orientacién. Sin embargo es usual ha- cerlo y aqui nos atendremos a ese modo de ver las cosas. 1. La primera linea se vincula al nombre de Wittgen- stein y ala obra de sus tiltimos afios. Para algunos, la filosofia del lenguaje ordinario no es otra cosa que lo que Wittgen- stein ensefié desde la década de 1930 en Cambridge, y que su libro péstumo Philosophical Investigations recoge a su ma- nera. Se trata de un modo muy original de entender el me- nester de la filosofia: hemos resumido toscamente su idea central mas arriba, en el punto A.2. Por las razones alli bos- quejadas se lo conoce también como «andlisis lingiiistico te- rapéutico». Wittgenstein llego a persuadirse de que todos los proble- mas filos6ficos son artificiales y reservé para la filosotia —para su filosofia— el papel de terminar con ellos mediante la exhi- bicidn del origen espurio de los mismos. Mientras que el Witt- genstein del Tractatus da de baja a toda la filosofia —incluso ala del T'ractatus— por considerarla embarcada en la insen- sata empresa de querer decir lo inefable, el Wittgenstein de las Philosophical Investigations da de baja al resto de Ia filosofia —con excepcidn de la de las Imvestigations— por considerar- la una empresa dedicada a la ridicula faena de lidiar con difi- cultades que ella misma, y sdlo ella, suscita u origina. 14 COMO HACER COSAS CON PALABRAS Es dificil entroncar al nuevo Wittgenstein —por llamar- lo asi— en la historia de Ia filosofia. Su pensamiento parece ser radicalmente original. Aun antes de la publicacién de las Investigations la influencia de las nuevas ideas crecié dentro y fuera de Cambridge, especialmente a través de sus disci- pulos directos. 2. La otra linea perteneciente a la llamada filosofia del lenguaje ordinario tiene sus raices y su principal desarrollo en Oxford. Algunos de sus integrantes estan inspirados por ideas afines a las que resumimos més arriba en los puntos A3 y AS. No es facil determinar con aceptable certeza en qué medida las ensefianzas del nuevo Wittgenstein influye- ron en los fildsofos de la linea oxoniense. En el préximo apartado trataremos de mostrar que no influyeron en Austin. De todos modos no se justificaria intentar aqui un estudio mas detenido de las relaciones entre ambas lineas, aun en el supuesto de que estuviéramos en condiciones de hacerlo. Podemos afirmar, eso si, que esta otra linea hallé en Ox- ford terreno propicio y se manifest6 con caracteristicas incon- fundiblemente locales. El interés de los filésofos de Oxford por el lenguaje ordinario tiene antigua data y rafz aristotélica. Tal como Platén es el inspirador de buena parte de lo que en filosofia ha producido Cambridge, Aristételes es el inspi- rador de buena parte de lo que en filosofia ha producido Oxford. Aristételes es y ha sido admirado en Oxford por los ras- gos que lo distinguen de Platén. Se ha dicho que es respeta- do, sobre todo, por su falta de dogmatismo; por su inclina- cién a admitir sucesivos replanteos de un mismo problema y a reconocer la existencia de dificultades; por la honesta mi- nuciosidad con que considera las opiniones de otros pensa- dores y las expresiones usadas por el hombre comin; por su LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN: 15 disposicidn a hallar lo que contienen de verdad las posicio- nes divergentes; por su afan de buscar soluciones razonables mediante una clarificacién analitica de las preguntas que las originan. Particularmente en los trabajos sobre ética, Aristé- teles apela con frecuencia al lenguaje ordinario como crite- rio para formular distinciones esclarecedoras y para recha- zar otras que no lo son. Uno de los filésofos de Oxford mas influyentes de su tiem- po fue John Cook Wilson (1849-1915). Siguiendo una linea aristotélica insistié en que «las distinciones corrientes en el lenguaje no pueden ser nunca desatendidas» por los filéso- fos y sostuvo que para el estudioso de légica es capital de- terminar «el uso normal [...] de una expresidn lingiifstica». Cook Wilson consideraba que el lenguaje ordinario sirve, por lo comin, como elemento de conviccién corroborante de doctrinas filos6ficas sdlidas. Lo contraponia al «lenguaje de la reflexién», que estimula o favorece las falacias. Una de las caracteristicas de Cook Wilson cra su pasién por la exac- titud y la lucidez, asi como el respeto frente a los dictamenes del sentido comutn, actitudes que compartia con el filésofo de Cambridge G. E. Moore. Cuando se trataba de examinar usos lingitisticos ordinarios —faena que consideraba parti- cularmente importante para no incurrir en las falacias que engendra «el lenguaje de la reflexi6n»— insistia en la con- veniencia de tener a la vista una gran variedad de ejemplos. Uno de los discipulos mas capaces de Cook Wilson —si no el mas capaz— fue H. A. Prichard (1871-1947), quien ocup6 la cdtedra de Moral Philosophy en Oxford. Sin duda existié una reciproca influencia de ideas entre ambos. Pri- chard también exhibe puntos de contacto con Moore: asi lo demuestra su predileccion por el lenguaje llano y por el ri- gor en la argumentacién. Prichard fue tutor de Austin. 16 COMO HACER COSAS CON PALABRAS Ese ambiente fue el que presidié los afios formativos de Austin. Una vez graduado se dedico con especial interés a la filosofia griega, y en particular a las obras éticas de Aristéte- les. Ademés Ilegé a ser un experto en Leibniz, cuya filosofia estudié durante varios afios. Podemos presumir facilmente cuél fue la influencia que sobre é! ejercié la tradicién aristo- télica de Oxford, y, dentro de ella, la actitud de respeto ha- cia el lenguaje ordinario como criterio para el planteo e in- tento de solucién de los problemas filoséficos. Mas dificil es conjeturar en qué medida pueden haber influido sobre Aus- tin algunas de las reflexiones de Leibniz. Vale la pena recor- dar brevemente ciertos pasajes de éste relativos al lenguaje ordinario. Es verdad que Leibniz postulé la invencién de un «al- fabeto del pensamiento humano», cuyos elementos, adecua- damente combinados, encerraban la verdadera filosofia. En ese sentido, el nombre de Leibniz ha sido vinculado a los proyectos de lenguajes formalizados que caracterizan a la 16- gica a partir de la segunda mitad del siglo x1x. Es verdad, también, que Leibniz crefa que las que él [lamaba «caracte- risticas reales» —esto es, elementos simbélicos que se ase- mejan en forma natural a lo simbolizado por ellos—sdlo po- dian desarrollarse cabalmente en un lenguaje artificial. Pero Leibniz sostuvo también que los lenguajes naturales eran en ciertos aspectos «caracteristicas reales». Con razén, Nor- man Kretzman ha podido decir que «sobre la base de esa observacién [...] Leibniz se convirtié en el primer fildsofo importante después de Epicuro en sugerir como técnica fi- losdfica el recurso al lenguaje ordinario». En los Nouveaux Essais Leibniz dice: «Realmente pienso que los lenguajes son el mejor espejo de la mente humana y que un anilisis de la significacién de las palabras haria co- LA FILOSOF{A DE JOHN L, AUSTIN 17 nocer las operaciones del entendimiento mejor que cual- quier otra cosa» (libro III, cap. VIL, § 6). Ignoramos si estos pasajes de Leibniz u otros similares —y lo que ellos implican— influyeron sobre el joven Austin, que estudié a Leibniz con la seriedad y minuciosidad carac- teristicas en él. Pero no nos cabe duda de que si influyeron sobre Austin ideas como las expuestas por John Stuart Mill, uno de los pensadores mas fecundos dentro de la tradici6n filos6fica britanica, quien exhortaba a sus colegas a observar una sana actitud de respeto hacia los lenguajes naturales. Mill decia que una de las «propiedades inherentes mas va- liosas» de un lenguaje natural es la de «conservar las expe- riencias del pasado». «El lenguaje constituye un depdsito del cuerpo acumulado de experiencias al que, con su apor- te, han contribuido todas las edades pretéritas y, a la vez, es la herencia que dejaremos a todas las edades futuras» (A System of Logic, libro IV, cap. IV, § 6). «Si usamos los nombres como nuestra pista o indices de las cosas —decia Mill—, inmediatamente ponemos ante nosotros todas las distinciones que han sido reconocidas, no por un solo inves- tigador sino por todos los investigadores considerados en conjunto. Sin duda que podremos hallar, y que hallaremos, que los hombres han multiplicado innecesariamente las va- riedades, y que han imaginado que existen distinciones en- tre las cosas cuando s6lo las hay en el modo de Ilamarlas. Pero no estamos autorizados a suponer esto inicialmente. Debemos comenzar por reconocer las distinciones hechas en el lenguaje ordinario» (op. cit., libro I, cap. I, § 3). Hasta aqui hemos bosquejado el cuadro general de ideas sobre el que hay que proyectar la original contribucién de Austin. Ahora debemos referirnos especificamente a ella. 18 COMO HACER COSAS CON PALABRAS II ¢Cual fue, en términos generales, la actitud de Austin frente al lenguaje ordinario? ¢Cual fue su posicién frente a los problemas filos6ficos? ¢Qué criticas formulé a los tradi- cionales modos de proceder de los filésofos? ¢En qué medi- da puede diferenciarse su actitud basica de la de otros filé- sofos del lenguaje ordinario? Hay un germen de respuesta a algunas de estas preguntas en la brevisima caracterizaci6n que hicimos més arriba en el apartado I, punto A.5. Cabe aclarar, ante todo, que para contestarlas no hay que atender sdlo a lo que Austin dijo acerca de los problemas que ellas plantean —que fue en realidad poco— sino también y, en especial, a lo que Austin hizo al tratar los problemas parti- culares de que preferfa ocuparse, ¢ inferir de alli su actitud frente a aquellas cuestiones generales. En relaci6n con tales cuestiones se han atribuido a Aus- tin dos tesis o doctrinas basicas. Segiin la primera, el len- guaje ordinario o natural es algo sacrosanto; porque «esta bien tal como est4» no merece criticas ni reclama enmien- das. De acuerdo con la segunda, los problemas filoséficos se originan exclusivamente en confusiones lingiiisticas o en abu- sos de lenguaje. Austin no sostuvo ninguna de estas dos tesis, aunque cabe admitir que algunos rasgos peculiares de su método de tra- bajo y algunas afirmaciones suyas han podido dar cierto fun- damento a una y otra interpretacion. Seguin Austin el lenguaje natural es un punto de partida necesario, digno de toda atencién, que debe comprometer nuestro empeiioso afan clarificador. Las palabras que em- pleamos a diario son herramientas de las que nos valemos para realizar multiples tareas; es un principio elemental que LA FILOSOF{A DE JOHN L. AUSTIN 19 tratemos de utilizar herramientas «limpias». «Debemos sa- ber qué es lo que queremos decir y qué es lo que no quere- mos decir, y es menester que estemos precavidos contra las trampas que el lenguaje nos tiende» («A Plea for Excuses», Philosophical Papers, Oxford University Press, 129). Cual- quier intento clarificador resultara estéril, cuando no direc- tamente cngafioso, si no tenemos en cuenta el caracter ins- trumental del lenguaje y el precepto de «limpieza» de los medios de expresi6n. Se podria sostener, empero, que Austin no se limita a pretender que el lenguaje natural sea tomado como un pun- to de partida necesario. En un discutido pasaje de «A Plea for Excuses», afirma: «Nuestro repertorio comin de pala- bras encarna todas las distinciones que los hombres han crei- do conveniente trazar y todas las conexiones que han crefdo conveniente destacar durante la vida de muchas generacio- nes. No cabe duda de que es probable que tales distinciones y conexiones, puesto que han pasado el prolongado test de la supervivencia del mas apto, sean més ricas, mas sensatas y més sutiles —al menos en lo que respecta a las cuestiones comunes y razonablemente practicas— que las que cual- quiera de nosotros podamos concebir una tarde en nuestro sillén de trabajo, procedimiento que, por lo demas, consti- tuye el método alternativo que recibe la adhesién de la ma- yoria» (Phil. Papers, 130). Interpretadas fuera de contexto, estas afirmaciones pue- den sustentar la idea de que Austin —por lo menos en de- terminado momento de su evolucién filoséfica— defendié una fesés fuerte (tal como la ha calificado Hampshire), segin la cual toda distincién existente en el lenguaje comin tiene una raz6n de ser, en el sentido de que a toda distinci6n ver- bal corresponde una distincién conceptual, principio al que 20 COMO HACER COSAS CON PALABRAS hay que agregar su complementario, a saber, que toda dis- tincidn conceptual digna de tomarse en cuenta ya est reco- gida por una distincién verbal. Segtin esta interpretacién. Austin habria postulado algo asi como un principio de con- tinuidad en el lenguaje (todo el espacio conceptual esta ya ocupado por los medios lingiiisticos) que no dejaria intersti- cio alguno para la novedad 0 la enmienda. De mas esta decir que si éste fuera el caso, la critica de que Austin exalté el len- guaje ordinario al nivel de lo sacrosanto estaria plenamente justificada. Pero Austin jamds sostuvo dicha tesis fuerte. Unos pa- rrafos mas adelante observa: «Por cierto que el lenguaje or- dinario no puede pretender ser la ultima palabra, si es que existe tal cosa. Sin duda, lleva en si algo mejor que la meta- fisica de la Edad de Piedra, a saber, como ya hemos dicho, la experiencia y el ingenio heredados a través de muchas ge- neraciones de hombres. Si una distincién sirve para los pro- positos practicos de la vida comin [...] entonces podemos estar seguros de que hay algo en ella, de que sefiala algo; sin embargo, es muy probable que no constituira la mejor mane- ra de presentar las cosas si nuestros intereses son mas amplios o mas intelectuales que los ordinarios». Ademdas: «Dicha ex- periencia se ha derivado de los medios de que dispusieron los hombres a lo largo de la mayor parte de la historia de la civilizaci6n: no se ha nutrido con los recursos proporciona- dos por el microscopio y sus sucesores». Concluye Austin: «En consecuencia, no cabe duda de que el lenguaje ordina- rio no es la ultima palabra: en principio puede ser comple- mentado, mejorado y superado. Pero recuerden: es la primera palabra» («A Plea for Excuses», Phil. Papers, 133). Estos parrafos muestran que en realidad Austin se adhirié auna tesis mucho mas moderada, es decir, a una tesis débil LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 21 (la terminologia también es de Hampshire), que incluye los siguientes puntos: a) las distinciones —nitidas 0 borrosas— que encontramos en el lenguaje ordinario reconocen por lo general una raz6n de ser que, llegado el caso, puede y debe explicitarse; b) el lenguaje ordinario constituye el punto de partida para todas las incursiones lingiiisticas y «conceptua- les», asi como la piedra de toque para apreciar los logros de ellas, toda vez que las sutilezas y refinamientos que se alcan- cen no pueden estar divorciados del lenguaje natural; c) el lenguaje ordinario debe ser complementado y mejorado, si hace falta, segtin la naturaleza del interés que nos guia; y d) si bien la investigacién del lenguaje ordinario puede consti- tuir un fin en si mismo —y por cierto que para Austin lo fue en gran medida—, no debe olvidarse que cuando se la prac- tica no se «miran» solamente las palabras «sino también las realidades para hablar acerca de las cuales usamos las pala- bras». De tal manera, en todo momento «estamos emplean- do una conciencia agudizada de las palabras para aguzar la conciencia que tenemos de todos los fenémenos, aunque ellas no sean los arbitros definitivos de estos tiltimos» (Phil. Papers, 130). Queda claro, pues, que es inexacto atribuir a Austin la pretensién de canonizar el lenguaje ordinario y la de despre- ciar el lenguaje técnico. El lenguaje ordinario no es la tltima palabra, pero es —sin duda— la primera y, como tal, la im- prescindible. Qué viene después es una cuestidn totalmente distinta. En cuanto al método adecuado para llevar a cabo este necesario relevamiento preliminar, Austin no se encierra dentro de limites estrechos: no hay ## método privilegiado. Austin solia escandalizar a sus oyentes diciendo que para clarificar un determinado problema —y como hemos dicho, 22 COMO HACER COSAS CON PALABRAS s6lo juzgaba dignos de interés a los problemas particula- res— podia bastar con tener a mano un buen diccionario. Eso si, habia que leerlo cuidadosamente y con inteligencia para inventariar todas las palabras tipicamente relacionadas con la cuestién, 0 —método alternativo— extraer de él los significados de los términos relevantes previamente selec- cionados con un criterio amplio. En uno y otro caso, habia que operar cuidadosamente con las palabras y significados obtenidos, para describir con rigor las complejas relaciones que ellos tienen dentro del lenguaje natural. De esta manera se podrian ir formando grupos o familias de expresiones cuya ordenacién permitiria clarificar un campo mas o me- nos vasto, en funcién de nuestras intenciones y del caracter mas 0 menos comprensivo de la seleccién inicial. Pero geno es esto mera gramatica o mera lingiiistica? ¢En qué medida esta tarea puede ayudar a solucionar problemas filos6ficos? La posicién de Austin frente a preguntas de este tenor es muy interesante. En primer lugar, nunca pretendié trazar una clara linea de demarcacién entre la actividad y el interés de los lingitistas y los de los filésofos. Y ello no sélo por- que de hecho tal linea demarcatoria tajante no existe en la ac- tualidad, sino porque interpreto la fluida situacién en que hoy se encuentran ambas actividades como signo propicio de que en el futuro se desarrollaria una ciencia lingiiistica auténoma, fundada en una teoria general capaz de otorgar- le mayor rigor. Por cierto que en ningtin momento pensé que sus investigaciones habian logrado alcanzar ya tal nivel, aunque en la parte final del presente libro se pueden encon- trar los lineamientos de una teoria general de los actos lin- giiisticos, susceptibles quiza de ser desarrollados en el sentido que indicamos. LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 23 En segundo lugar, era caracteristico de Austin no preo- cuparse por el rétulo de lo que estaba haciendo. Le tenia sin cuidado que se lo calificara o no de filosofia. A poco que se piense, su actitud se hace explicable: la palabra «filosofia» suele ser usada como signo encubiertamente encomidstico de un método, de una problematica o de un tipo de res- puestas, y Austin profesaba un acendrado amor a la verdad como para dejarse seducir por el encanto de los rétulos per- suasivos. Los trabajos de Austin testimonian el reconocimiento del valor intrinseco que tienen los andlisis minuciosos de giros y formulas del lenguaje ordinario, ligados a problemas que han preocupado a los fildsofos. En tanto tales, esos andlisis no tienen por qué ser caracterizados como filosdficos 0 como no filoséficos. Pero de todos modos cabe preguntarse si las conclusiones alcanzadas con ese método, y desde ese punto de vista, permiten solucionar, o al menos aclarar, pro- blemas tradicionalmente considerados filoséficos. Tampoco aqui Austin se compromete excesivamente con la cuestidn. Esta interesado en estudiar de forma rigurosa y paciente aspectos particulares del lenguaje ordinario, con una delectacién morosa y un respeto frente a los datos lin- gulisticos nunca vistos hasta entonces, y, muchas veces, pare- ce interesarse por esos problemas como cuestiones en si. No tuvo inconveniente en admitir que la utilizacién de sus lo- gros para atacar problemas filoséficos fuera algo secunda- rio, un simple subproducto de la actividad realizada. Es ilus- trativo destacar que en este aspecto existe una diferencia fundamental entre Austin y el Gltimo Wittgenstein, a quie- nes se suele equiparar erréneamente en cuanto a sus actitu- des frente a los problemas filoséficos. Vale la pena hacer un breve comentario sobre el punto que atafie al desarrollo de 24 COMO HACER COSAS CON PALABRAS algo sugerido mas arriba y que, creemos, puede ayudar a en- tender mejor ciertos aspectos de la actitud de Austin frente a la filosofia. Witigenstein no influy6 en las ideas de Austin. Esto se debié parcialmente a factores idiosincrasicos: a Austin le dis- gustaba el personalismo y el caracter oracular que caracteri- za a muchos fildsofos, rasgos que en Wittgenstein se encon- traban sumamente acentuados. Pero ademas, la reaccién de Austin esta intimamente ligada a una actitud frente al que- hacer filoséfico totalmente opuesta a la de Wittgenstein. Aus- tin crefa con firmeza que la Gnica manera de superar el in- terminable vaivén de las opiniones filoséficas en pugna y de terminar con el afan de generalidad y con la tolerancia frente ala imprecisién que caracteriza a las llamadas tesis fi- los6ficas, consistia en encarar un trabajo cooperativo, en el que el constante intercambio de informaciones y de expe- riencias, asi como el control reciproco, permitiria conquistas parciales sélidas y un avance lento pero seguro. Austin y Wittgenstein, ya en otro plano, concebfan de ma- nera muy distinta el quehacer de los filésofos. Para el prime- ro se trataba de progresar sin premuras, conquistando nue- vos territorios mediante el logro de soluciones definitivas y precisas, expresadas con claridad y rigor, lo que dependia —naturalmente— del desarrollo de recursos metédicos ap- tos y de la aplicacién constante del trabajo cooperativo. Para el segundo la «solucién» de un problema filoséfico consistia en hacer desaparecer el halo de perplejidad y confusién que le da origen, desvaneciendo asi «el encantamiento de nues- tra inteligencia por el lenguaje». Por eso no puede decirse que para Wittgenstein existan soluciones para los proble- mas filosdficos en el mismo sentido en que existen para Aus- tin. Lo que ocurre es que en determinado momento pode- LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 25 mos dejar de sentirnos perplejos y confusos: hemos conse- guido salir del laberinto. Pero hallar la salida no es pasar a un recinto ordenado, construido por nuestro esfuerzo, En- contrar la salida es liberarse, como por un acto de exorcis- mo, de una situacién conceptual intolerable, presidida por el desconcierto. Por tiltimo, Wittgenstein y Austin se distinguen profun- damente en lo que concierne al motivo de su interés por el len- guaje ordinario. Para Wittgenstein es importante comprender el funcionamiento del lenguaje ordinario porque, basicamen- te, los problemas filosdficos nacen de confusiones e incom- prensiones en el uso del mismo. El estudio del lenguaje ordi- nario es, pues, interesado: es un medio —el tinico— para alcanzar un fin especifico. Para Austin —como ya hemos in- dicado— el estudio del lenguaje ordinario podia constituir un fin en si mismo, y sus conquistas, asi alcanzadas, ayudar a resolver los Ilamados problemas filoséficos, aunque como una consecuencia no buscada deliberadamente. Lo expuesto muestra, a grandes rasgos, las diferencias de enfoque entre Wittgenstein y Austin. Explica, también, por qué dijimos al comienzo de este apartado que es erréneo atribuir a Austin la tesis de que los problemas filoséficos se originan exclusivamente en confusiones lingiiisticas y abu- sos de lenguaje. En realidad no puede decirse que Austin haya sostenido una tesis especifica acerca de lo que ha de en- tenderse por «problemas filoséficos» y, menos atin, acerca de c6mo se originan. Los comentarios precedentes quiz4 sirvan para resumir, en gruesas pinceladas, la actitud de Austin frente al lengua- je ordinario, y en cierta medida, frente a los problemas lla- mados filosdficos. No pretendemos, por supuesto, haber presentado un cuadro completo ni nada que se le parezca. 26 COMO HACER COSAS CON PALABRAS Para remediar en algo sus deficiencias creemos necesario re- ferirnos a varias pautas de comportamiento teérico que Aus- tin aceptd expresa o implicitamente. Austin rechazaba la repeticién rutinaria de teorias y el empleo automatico de la jerga filosdfica en boga. Pero eso no significa que adopté una actitud despectiva frente a todo afan de hacer teorfa o de utilizar terminologia técnica. Su ac- titud critica apuntaba a los inevitables «empantanamientos» que sobrevienen cuando transitamos por enésima vez los mis- mos caminos que otros filésofos, dejando hondas huellas, transitaron en el pasado. También rechazaba la engajiosa fa- cilidad que brindan aquellos caminos trazados con el pro- posito de evitar los accidentes y las desigualdades del terre- no, y de asegurar una marcha rapida y sin tropiezos. Parano empantanarse y para no empobrecer artificialmente la rica y excitante experiencia del viaje hay que intentar caminos nue- vos, prestar atencidn a detalles no atendidos previamente, considerar lo que no fue considerado, cualquiera que haya sido el motivo de la desatencién. En cuanto a la terminolo- gia filoséfica tradicional, Austin pensaba que la adopcién no critica de términos ya acufiados comprometia necesariamen- te a tomar caminos trillados que desembocan muchas veces en callejones sin salida, o a repetir mecanicamente viejas pi- ruetas conceptuales. Por cierto que Austin jams se negé a usar una terminologia técnica util, y cuando lo consideré ne- cesario introdujo neologismos audaces para no usar etique- tas desgastadas por el uso en la identificacién de fen6menos que no habian sido suficientemente destacados. Otra cosa que Austin también criticé con dureza a los fi- lésofos del pasado y del presente fue la tendencia a simplificar excesivamente los problemas y la irreprimible inclinacién a dar, de inmediato, «soluciones generales». Tal simplifica- LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 27 cién y tal premura provocan la inexactitud que, a juicio de Austin, caracteriza a la mayor parte de lo que han dicho los filésofos. Por ello «debemos evitar a toda costa la simplifi- cacién excesiva, que estariamos tentados de considerar la enfermedad profesional de los fildsofos, si no fuera su pro- fesién» (How to Do Things with Words, pag. 38). Para superar esos males cr6nicos de la filosofia y, por enci- ma de todo, para conseguir que se dé en ella un real progreso, es necesario plantearse muchos problemas, examinar grandes cantidades de casos, analizar con cuidado numerosos argu- mentos, en suma, intentar por todos los medios poner plena- mente en claro la situacién de que se trata. Planteadas asi las cosas, se advierte el sentido que tiene el trabajo cooperativo: slo una unién de esfuerzos permite realizar dicho programa. Quizé no sorprenda ya saber que Austin admiraba a G. E. Moore, en cuanto éste constituye un paradigma de se- ricdad analitica, a quien jamas obsesion6 la preocupacién de buscar rapidas o elegantes soluciones generales. Si algo lo obsesion6 fue el deseo de ir examinando problemas concretos sin preocuparse de elaborar el gran sistema. En esto —pero no en mas que en esto— Austin se parece a Moore. Antes de cerrar este aspecto de la presente nota prelimi- nar nos parece conveniente transcribir el pasaje con que Austin concluye «Ifs and Cans», pues alli expresé con brillo cuél era el sentido que atribuia a su labor y qué esperanzas lejanas tenia depositadas en ella: «En la historia de las inda- gaciones humanas la filosofia ocupa el lugar de un sol cen- tral originario, seminal y tumultuoso. De tanto en tanto ese sol arroja algtin trozo de si mismo que adquiere el estatus de una ciencia, de un planeta frio y bien regulado, que progre- sa sin pausas hacia un distante estado final. Esto ocurrid hace ya mucho tiempo cuando nacié la matemitica, y volvié 28 COMO HACER COSAS CON PALABRAS a ocurrir cuando nacié la fisica; en los ultimos cien afios he- mos sido testigos una vez mas del mismo proceso, lento y casi imperceptible, que presidi6 el nacimiento de la légica matematica a través de los esfuerzos conjuntos de los mate- miaticos y de los filésofos. Me pregunto si no es posible que los préximos cien afios puedan asistir al nacimiento, merced a los esfuerzos conjuntos de los filésofos, de los gramati- cos y de otros muchos estudiosos, de una genuina céencia del lenguaje. Entonces nos liberaremos de otra parte de la filo- sofia (todavia quedaran muchas) de la Gnica manera en que es posible liberarse de ella: dandole un puntapié hacia arri- ba» (Phil. Papers, 179-180). Por todo lo dicho llama la atenci6n —como con agude- za ha observado Pears— que se haya Ilegado a pensar que con su actitud teédrica y sus pretensiones empiricas, Austin hizo de la filosofia algo mas facil, mas elemental y hasta in- trascendente, o que haya querido hacer eso. «Si hizo algo de ella —dice Pears—la hizo mas dificil. Aunque, en verdad, lo que realmente hizo fue mostrarnos cuan dificil es.» Til éQué frutos produjo la concepcién de Austin y su pecu- liar modo? Ya hemos dicho que la obra escrita que dejé es muy bre- ve y que su influencia tuvo lugar, primordialmente, a través de su relacién personal con colegas y alumnos, en clases, se- minarios, reuniones privadas, actos académicos, etc.* Pese a * Como apéndice de esta nota preliminar insertamos una némina de los tra- bajos de J. L. Austin en la pagina 37. LA FILOSOFIA DE JOHN L. AUSTIN 29 esta parquedad bibliografica la influencia de las contribu- ciones de Austin ha sido inmensa. Asi, por ejemplo, dificil- mente pueda hablarse ya de las condiciones significativas del verbo «conocer» sin considerar el andlisis que de él hizo Austin en «Other minds». Del mismo modo seria imperdo- nable volver a exponer 0 a criticar las teorias sobre la per- cepcién sensorial y los «sense-data» sin atender al vapuleo que Austin les infiere en Sense and Sensibilia, o prescindir de las contribuciones de Austin al abordar problemas como los que plantean las exczsas, o algunos tipos de enunciados hi- potéticos, o la nocién de verdad. Acerca de esta Gltima, Aus- tin y P. F. Strawson polemizaron con singular brillo. Al mismo tiempo Austin introdujo una problemitica au- ténticamente original con su estudio de las «expresiones rea- lizativas» («performative utterances») y bosquejé una teoria general de los actos lingiiisticos que puede servir de punto de partida para una construccién tedrico-sistematica de al- cances revolucionarios. Estas dos tltimas contribuciones forman parte de How to Do Things with Words —la obra cuya traduccién ofrecemos al lector—. Por tal motivo es conve- niente que nos detengamos unos instantes en ellas. Primero algo de historia. Como sefiala Urmson en el pre- facio —citando a Austin—, las ideas que subyacen a la obra comenzaron a tomar forma en 1939 y fueron publicadas, por primera vez, aunque sin mayor desarrollo, en «Other minds» (1946). En diversas oportunidades Austin las expu- so en clases dictadas en Oxford. Finalmente hizo de ellas el tema de un ciclo de conferencias —las William James Lec- tures— dado en la Universidad de Harvard en 1955. Austin tocé especificamente el tema de las expresiones realizativas en «Performative Utterances», charla difundida por la BBC de Londres en 1956 (incluida en los Philosophical Papers), y 30 COMO HACER COSAS CON PALABRAS en «Performatif-Constatif», trabajo leido en las reuniones que tuvieron lugar en Royaumont en 1958 (La Philosophie Analytique, Les Editions de Minuit, 1962, pags. 271-281, tra- ducido al inglés por Warnock, e incluido en la compilacién Philosophy and Ordinary Language, de Charles E. Caton, pags. 22 y sigs.). Lo que Austin dejé sobre el tema de la teo- ria general de los actos lingiiisticos parece agotarse en lo ex- puesto en el presente libro; hay antecedentes, empero, en las consideraciones programaticas que formula en «A plea for excuses» y en «Ifs and Cans» (véase supra, apartado II). éQué es eso de las «expresiones realizativas»? Casi sin excepcion los fildsofos y los légicos han atribuido carac- ter privilegiado a los «enunciados declarativos» 0 «descripti- vos», a las «aserciones», «aseveraciones», «proposiciones», etc., es decir, a las expresiones que describen algtin estado de cosas o un hecho y que monopolizan la «virtud» de ser verdaderas 0 falsas. La presuposicién obstinada de que tni- camente tienen interés tedrico los enunciados descriptivos fue denominada por Austin «falacia descriptiva». «Debes amar al prdjimo» no es una oracién descriptiva. Por lo menos no lo es en el mismo sentido en que lo es «El almohadén esta sobre el sofa» 0, quizd, «Tengo dolor de muelas». Pero ¢qué ocurre con expresiones del tipo de «Pro- meto devolverte el libro mafiana»? Puede observarse que las expresiones de este tipo: a) son enunciados, desde un punto de vista gramatical; b) no describen nada, esto es, no son como «El almohad6n esta sobre el sofa» que describe el he- cho de que el almohadén esta sobre el sofa; c) no son verda- deras ni falsas; y d) no son sinsentidos. ¢Cual es, pues, su funcién? ¢Cémo justificar su cardcter significativo? Austin observa que las expresiones del tipo de «Prome- to devolverte el libro mafiana» poseen la siguiente peculiari- Pe EL] Serie filosofia Este libro contiene ideas expuestas por John Langshaw Austin -una figura clave en el mundo filoséfico contemporaneo- en sus Clases y en un ciclo de conferencias ofrecido en la Universi- dad de Harvard: las William James Lectures. Se trata, pues, de una recopilacién de notas, cuidadosamente realizada por J. 0. Urmson , en la que quedan expuestas las ultimas e incon- clusas reflexiones de Austin sobre temas candentes de filosofia del lenguaje. A ellos contribuyé de manera original con su ana- lisis de las denominadas “expresiones realizativas" (performati- ve utterances), la nocién de fuerza ilocucionaria y, en general, con su teoria de los actos /ingti/sticos. Las ideas de Austin sobre la importancia del lenguaje ordinario, el caracter cooperativo de la investigacion filosdfica, y la necesidad de una ciencia del lenguaje “liberada” definitivamente del yugo de la filosofia hacen -entre otras cosas— que esta obra no solo posea atraccién especial para todos aquellos interesados en la reflexidn filoséfi- ca sobre el lenguaje, sino también para quienes se preocupan por la teoria de la comunicacion, la semantica, la lingtiistica e incluso la filosoffa del derecho. 022 NNN www.paidos.com 9"788475"091419 Disefio: Mario Eskenazi i

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