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Necesidad y Limites de la Educacién Krokemars, A. (1982). Pedagoola General. Essaia: Herder. (2p. 76 » 80). Las ideas desarrolladas en nuestros dos primeros capitulos, permiten deducir faclimente la necesidad y posibilidad de hacer de un hombre algo distinto de lo que actualmente es. Es indudable que la materia inorgénica puede transformarse en lo que se dese; su plasticidad es practicamente ilimitada. Las potencialidades de la planta estan latentes en el germen; sélo cabe cultivarla. Podemos adiestrar los animales y daries asi una segunda naturaleza, formada por los habitos. Qué sucede en el hombre a este respecto? Segiin el behaviorismo, en sus corrientes extremas’, la influencia del medio en su formacién seria ilimitada. Otros psicélogos piensan ‘que Unicamente la herencia determina la orientacién del desarrollo y que el medio ambiente no produce més que efectos aparentes. La psicologia filoséfica, uno de cuyos més importantes representantes es E. Spranger, nos propone su propio punto de vista :, basado en supuestos filosdficos. El hombre podria ser educado, pero unicamente dentro del limite, de las aptitudes propias de su estructura, las cuales son consideradas como una forma a Esta forma constituiria un potencial de la interioridad y se desarrollaria bajo la infiuencia de los bienes culturales. Existe una correlacién entre estos dos elementos, es decir, entre la forma a priori y los bienes culturales: nuestro psiquismo solamente admite los bienes culturales cuya estructura responde a su constitucién psiquica. En este principio descansa el axioma fundamental de G. Kerschensteiner’, segun el cual, el hombre esté formado exclusivamente por los bienes culturales cuya estructura corresponde completa o parcialmente a la estructura de su psiquismo. Para la psicologia filoséfica la educabilidad se reduce a la aptitud que posee el Psiquismo para desplegarse por la asimilacién de la cultura objetiva existente. E! resultado de este proceso depende de la disposicién estructural y de los dienes culturales empleados, Nos parece posible admitir, hasta cierto punto, esta teoria pedagégica, con la condicién de enfocarla desde una perspectiva distinta. Esta teorfa no nos dice nada, sin embargo, sobre la influencia del medio no cultural en la formacién del hombre. No precisa el origen de los bienes culturales existentes. No nos dice si se desarrolian ni cémo lo hacen. Deploramos sobre todo que no liame la atencién sobre la funcién de la actividad propia del hombre. El psicoanilisis freudiano tiene en cuenta los factores hereditarios determinantes. No obstante, las neurosis se forman sobre todo en el transcurso de la primera infancia. Son, en efecto, afecciones de! yo *. Es natural que se produzcan més facilmente en el momento en que el yo es todavia débil, 0 cuando no tiene capacidad para defenderse, ni esté preparado para hacerlo, y cuando no se halla a la altura de las tareas que se le imponen. Este yo demasiado dédil sdlo Puede defenderse por mecanismos de huida, que se convierten en limitaciones para el desarrollo ulterior del individuo. Seguin’ Jung, los factores hereditarios se relacionan con ciertas experiencias de la humanidad primitiva. La psicologia individual de Adler, por el contrario, concede demasiada importancia a los factores, del medio, Pero todos estos psicélogos y sus discipulos estén de acuerdo en que las experiencias de la primera infancia y de la humanidad primitiva pueden producir fijaciones que disminuyen la educabilidad ulterior, o pueden estar en el origen de un estilo de vida que hace imposible una educacién tendente a hacerles adquirir una personalidad madura y equilibrade. Nos gustarfa subrayar principalmente la necesidad de la educacién. El hombre es incapaz de alcanzar por sus propios medios una madurez espiritual digna de él. Siendo un ser extraordinariamente inerme, necesita ayuda. Ademés, el poder de reflexién y autodeterminacién que pose en principio, hacen que su existencia se presente como un quehacer y para nosotros, catélicos, las consecuencias psicolégicas del pecado original refuerzan aun mas la necesidad de la educacién En cuanto a la posibilidad de la educacién, se desprende de las aptitudes innatas del hombre, que pueden formarse y desarrollarse. Estas aptitudes naturales dependen de la herencia. Las que son indispensables para la conservacin de la vida se desarrollan casi espontaneamente, y en gran parte de una manera independiente del medio. Se habla aqui de maduracién. Es caracteristico en el hombre que la mayor parte de las disposiciones naturales sean poco especificas y, ademas, incapaces de alcanzar esponténeamente la madurez Esto ocurre principalmente con aquellas que hacen posible la vida del espiritu en un medio cultural. Necesitan para desarrollarse la ayuda del me ejerce una influencia efectiva desde e! nacimiento del nifio. Existe. por lo tanto, una plasticidad natural, innata, gracias a la cual el nombre puede cambiar. Esta facultad de adaptacién, no sélo permite la educacién, hace también posible una cultura objetiva determinada, cierta situacién histérica, un tipo determinado de educacién y de educadores. Pero todo ello solamente explica la posibilidad de lo que M. Langeveld llama el estado preparatorio de la educacién. En efecto, la plasticidad y el medio de que aqui se trata son las bases de la formacién, en la cual el pupilo tiene sélo un papel insignificante, puesto que, en esta etapa, no esta atin maduro y se siente incapaz de rehusar o aceptar lo que se le ofrece. Toda la responsabilidad descansa ain en el educador. Queremos decir que en este caso solamente se puede hablar de educacién en el sentido degradado de la palabra, es decir, como «crianza» y «adiestramiento». Estas dos formas de ayuda Pedagégica pueden, sin embargo, preparar, como lo hace notar Langeveld, la educacién propiamente dicha. Nosotros afiadimos que pueden, como consecuencia, ir a la par con la educacién o convertirse en su manifestacién exterior. No constituyen, sin embargo, la verdadera educacién humana. La posibilidad de ésta estd implicita en Ia libertad de la persona humana: | desarrollo de sus aptitudes innatas puede ser obra suya 0, por lo menos, es posible que la persona, en cuanto tal, se vea presionada por las influencias sociales ejercidas sobre ella. No existe el pretendido «cardcter fijo» determinado por la herencia biolégica (Schopenhauer). Rechazamos el determinismo, que hace del hombre un mero producto de los factores del medio. Precisamente a causa de esta libertad del alumno, la educacién tiene a veces un cardcter tragico para el educador. En efecto, si un técnico como tal comete una falta, é| mismo es la causa. Pero el educador puede sufrir derrotas e incluso ponerse en ridiculo aun cuando se haya desenvuelto de una manera perfecta en su labor. Ello se debe a que el fracaso no depende de sus propias imperfecciones, sino de la esencia de la educacién, la cual, Puesto que tiene que ver con seres libres, es siempre un riesgo. Todo esto demuestra claramente que el desarrollo en el plano humano implica la maduracién, la formacién por el ambiente y, sobre todo, la autorrealizacién Es evidente que la educabilidad tiene sus limites, constituidos, por ejemplo, por la herencia y el medio. Langeveld se referia a esto cuando escribia: «El limite de la educabilidad se encuentra donde resulta imposible despertar una vida moral, por muy elemental que sea» *. Podriamos llamar a este limite, limite inferior de la educabilidad. Porque, en el caso de que los papeles de educador y educando correspondan a dos personas, el educador veré en la libertad de su alumno el limite de su actividad. Bajo este aspecto, lo Unico que cabe hacer es tratar de despertar al alumno. La coaccién esté prohibida, aun cuando puede decirse que el limite superior de la educabilidad queda determinado por la libertad de quien queremos formar’. No se puede, por lo tanto, hacer sin més un hombre bien educado. Hay algo en él que escapa a dejarse formar por otros con un resultado durable. Esta es la razén por la cual algunos pedagogos contemporéneos se preguntan si es posible la educacién por lo que respecta al «nUcleo existencial» del hombre *. Contestamos a esto en primer lugar que el verdadero educador puede, en momentos de plenitud, conmover al alumno en su «ntcleo existencial», de suerte que, en un estado de crisis, se despierte su buena voluntad y se sienta impulsado, por asi decir, por el deseo de transcenderse. Puede ocurrir que esta crisis pase sin dejar demasiadas huellas. Pero también es posible que no se pierda el enriquecimiento de esta experiencia, sino que profundice la recta intencién e imprima una nueva direccién a su vida, la cual, sin duda, encontraré pronto su ritmo habitual y, por afiadidura, habré ganado en ‘valor. Sin embargo, ello no quiere’ decir que debe practicarse intencionadamente una

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