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Afiuni. La presa del comandante
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Afiuni. La presa del comandante

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Editorial Dahbar reedita la 4ta edición de uno de sus libros más emblemáticos: Afiuni, la presa del comandante, que ha vendido más de 23 mil ejemplares y ha puesto de relieve una de las grandes violaciones a los derechos humanos del gobierno de Hugo Chávez. Esta reedición incluye un nuevo prólogo y un epílogo que actualiza el caso.

Afiuni, la pres
LanguageEspañol
PublisherDahbar
Release dateAug 26, 2021
ISBN9789804250606
Afiuni. La presa del comandante
Author

Francisco Olivares

Francisco Olivares es uno de los más avezados periodistas investigativos de Venezuela Es uno de los más destacados periodistas de investigación de Venezuela. Ha abordado en profundidad temas de interés nacional, trabajo por el cual fue merecedor en 1995 del Premio Nacional de Periodismo, el más valioso galardón con el que podía ser reconocido entonces un periodista venezolano. Coordinó por varios años la unidad de investigación de El Universal. En 1995 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo y ha sido galardonado en otros eventos por sus trabajos de investigación. Ha publicado otros libros como Las balas de abril (2005) y Las cuentas ocultas del presidente (1989).

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    Afiuni. La presa del comandante - Francisco Olivares

    AFUINI. La presa del Comandante

    © Primera edición, Cyngular Asesoría 357 C. A., noviembre 2012

    Primera reimpresión, diciembre 2012

    Segunda reimpresión, mayo 2013

    © De la presente edición, Editorial Dahbar C.A., noviembre 2020

    Diseño de portada

    Jaime Cruz

    Depósito legal: DC2020001051

    ISBN: 978-980-425-060-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema recuperable, o trasmitida en forma alguna o por ningún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin el previo permiso de Cyngular Asesoría 357, CA

    "La lucha del hombre contra el poder

    es la lucha de la memoria contra el olvido"

    Milan Kundera

    El libro de la risa y el olvido

    A mis hijos, Julia, Rafael, Samantha y Valeria, para que

    recuerden siempre el valor que es vivir en democracia y que no importan los años o la edad, siempre podemos encontrar la fuerza para ofrecer otro grano de arena a favor de la justicia.

    A María Lourdes y la familia Afiuni Mora, quienes sin habérselo propuesto, representan la fuerza y los valores de una Venezuela que emergerá de las cenizas, del caos y la destrucción ética edificada en nombre del socialismo y de un imaginario hombre nuevo.

    Índice

    Agradecimientos

    Prefacio

    Prólogo

    Introducción

    II

    III

    Chávez sí lo sabía

    Once años después

    Sobre el autor

    AGRADECIMIENTOS

    En primer lugar debo mencionar a la jueza María Lourdes Afiuni, quien desde el primer momento me entregó su confianza y su disposición para ofrecer tan valioso testimonio de sus años de prisión. A Eligio Cedeño, que ofreció el otro ángulo de esta historia y expuso abiertamente aspectos que nunca habían sido revelados. Lo mismo, a otros entrevistados como José Amalio Graterol y Thelma Fernández, quienes como abogados ofrecieron importantes aportes.

    Otros amigos que de alguna manera participaron con oportunos consejos son Tahys Peñalver, Luis Rivasés, Raquel Seijas, Alejandra Hernández Fuentes, Alberto Barrera Tiszka y Milagros Socorro.

    Por supuesto, un especial reconocimiento a la periodista Alicia De La Rosa, quien forma parte de esta historia, y a Lina Romero, quien me motivó a que asumiera este trabajo.

    PREFACIO

    María Lourdes Afiuni es nuestro Conde de Montecristo. Es un ejemplo vivo del deterioro sufrido por la institucionalidad venezolana en dos décadas que ya lleva el chavismo en el poder. Todo comenzó en 2009, cuando la abogada fue detenida de manera arbitraria e ilegal por cumplir con la ley. Su caso hoy es sinónimo de muchos de los males que aquejan a Venezuela. Falta de independencia en la administración de justicia, ausencia de separación de poderes, sed de venganza, carencia de contrapesos gubernamentales y civiles que defiendan los derechos humanos, abusos cometidos por funcionarios de seguridad del Estado, atropellos que nacen del resentimiento más primitivo.

    Es bueno recordar que María Lourdes Afiuni era jueza del Tribunal 31 de Primera Instancia en Funciones de Control del Circuito Judicial Penal del área metropolitana de Caracas, cuando fue detenida el 10 de diciembre de 2009. Era una funcionaria pública. Su vida nunca volvió a ser como era. Su caso se convirtió en un ejemplo para ejercer terror frente a cualquier otro juez que enfrentara una orden del Presidente. De seguir los pasos de Afiuni, podría ocurrir lo peor. Destitución, encarcelamiento y tortura.

    La jueza María Lourdes Afiuni fue "detenida por otorgar libertad bajo fianza a Eligio Cedeño, banquero detenido sin juicio desde febrero de 2007, acusado de simulación de importación, distracción de recursos bancarios y operaciones cambiarias ilegales’’. Así lo consigna la cronología de la ONG venezolana Acceso a la justicia.

    Afiuni no hizo otra cosa que aplicar la ley venezolana, que establece que nadie puede estar detenido más de dos años sin sentencia. Era una recomendación del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas, que había cuestionado el caso de Cedeño. Pero ese argumento no evitó su detención por parte de los servicios de inteligencia venezolanos y su posterior envío a una prisión con numerosas mujeres a las que ella juzgó y sentenció por delitos como infanticidio, robo y narcotráfico.

    Todo ocurrió como suele pasar en países en el que se violan los derechos básicos de los ciudadanos. Fue detenida sin orden judicial, sin que se le informara el motivo de la detención, ni la autoridad que la había ordenado. Fue recluida en el Instituto de Orientación Femenina (INOF), ubicado en Los Teques, estado Miranda. El presidente Hugo Chávez pidió en cadena de radio y televisión que se le impusiera la condena máxima de 30 años de cárcel, por haber facilitado la fuga de Cedeño, ya que el banquero huyó del país al ser liberado. La máxima autoridad del país en ese momento la juzgó sin permitirle que expusiera sus razones para liberar a Cedeño. Y la condenó, con el pulgar hacia abajo, sin juicio previo, como hacían los romanos.

    A partir de ese momento, Afiuni padeció un calvario en los tribunales y en la cárcel. En la audiencia fue imputada con delitos de corrupción propia, favorecimiento para la evasión, asociación para delinquir y abuso de autoridad. La fiscal general de la República de ese momento, Luisa Ortega Díaz, declaró que Afiuni habría actuado de manera ilegal y en desconocimiento de la Ley al otorgar la libertad condicional a Cedeño. Tres expertos independientes de Naciones Unidas calificaron el arresto como un golpe del presidente venezolano Hugo Chávez a la independencia de los magistrados y abogados en el país.

    En enero de 2009 la fiscalía presentó el escrito de acusación formal contra María Lourdes Afiuni. Se ratificaron los delitos imputados y se confirmó privativa de libertad y reclusión en el INOF. La fiscal general Luisa Ortega Díaz reiteró que eran válidas las acusaciones porque "el procedimiento seguido para liberar a Eligio Cedeño no fue el adecuado, además no elaboró ni entregó boleta de excarcelación’’. Curiosamente, en septiembre de ese año, el documento apareció, pero ya no servía para nada. Cuando lo importante no es hacer justicia, sino culpar a una persona, todo ayuda.

    María Lourdes Afiuni se apegó al artículo 350 de la Consti-tución, que consagra la desobediencia civil para negarse a ser enjuiciada por Alí Paredes, por carecer de imparcialidad e independencia. Esto provocó que le revocaran el nombramiento de sus abogados defensores, quienes le fueron restituidos en octubre. El Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de Naciones Unidas consideró, en una carta remitida al Gobierno venezolano, que el encarcelamiento de la jueza Afiuni era arbitrario, por lo que pidió su liberación inmediata.

    En enero de 2011 se produjeron pronunciamientos de Human Rights Watch y Amnistía Internacional denunciando las condiciones inhumanas de la prisión de Afiuni y exigiendo su liberación. En julio y diciembre, el científico y activista estadounidense Noam Chomsky intercedió ante el presidente Hugo Chávez, para solicitar la libertad de Afiuni, apelando a valores humanitarios de la Revolución Bolivariana. Ni Human Rights Watch, ni Amnistía Internacional, ni Noam Chomsky, fueron escuchados.

    Un año más tarde, el 13 de enero de 2012, el presidente Chávez aseguró que Afiuni no era una presa política y negó que en el país existiera este tipo de reclusos. Sujetos desconocidos, para congraciarse con el Presidente, dispararon contra el edificio donde residía la familia Afiuni. El 23 de novimebre de 2012 Francisco Olivares publicó Afiuni. La presa del comandante, magnífico y valiente libro que hoy vuelve a la calle. Aquí se relatan los abusos que sufrió la magistrada, y además se asegura que fue violada en prisión por sus carceleros, quedó embarazada y abortó. Este libro se convirtió en un fenómeno editorial desde el mismo día que salió a la calle. Se vendieron 23 mil ejemplares. En el canal de televisión del Estado, VTV, se organizó un programa con presas del INOF, convocadas para "valorar el buen estado de las cárceles venezolanas’’.

    Cuatro años más tarde de su detención, y uno después de haber salido el libro, luego de un tortuoso recorrido por el absurdo tribunalicio, el 14 de junio de 2013, la jueza Afiuni obtuvo libertad condicional. Se le impidió que abandonara el país, que se comunicara con periodistas y que usara sus redes sociales. Parecía que finalmente, aunque sin libertad absoluta como se merecía, la jueza podría descansar después de tanto atropello y reanudar su vida cotidiana como la había conocido antes de 2009.

    Pero aún no había terminado la pesadilla. El horror se volvería a manifestar con una nueva solicitud de condena. El 21 de marzo de 2019 el juez Manuel Antonio Bognanno condenó a la jueza Afiuni a cinco años de prisión por el delito de corrupción espiritual (sic), es decir, corrupción sin dinero. El tribunal décimo séptimo de primera instancia en Funciones de Juicio acordó el cese de la medida cautelar sustitutiva de libertad, ocurrida en 2013, a favor de la ciudadana María Lourdes Afiuni. Sin embargo, mantuvieron la prohibición de salida del país y la prohibición de declaración a medios de comunicación, así como manifestarse en redes sociales.

    Hasta la fecha de hoy María Lourdes Afiuni no encuentra paz después de haber conocido el infierno. Su nombre es una marca oscura en la historia de la (in)justicia aplicada por abogados afectos al chavismo. Es un ejemplo de la retaliación más abyecta, cuando la dama de la balanza cierra los ojos y permite abusos atroces. Este caso ha sido posible porque en Venezuela la democracia ha sido sustituida por un régimen dictatorial en el que no existe el estado de derecho.

    Beltrán Núñez Aparicio

    Noviembre 2020

    PRÓLOGO

    Atiendo la amable solicitud de nuestro apreciadísimo Francisco Olivares, quien ya nos dejó un trabajo de excelencia en Las balas de abril y aborda de nuevo un tema de trascendental significación en la Venezuela de hoy: la administración de justicia y la democracia.

    Es un libro que me afecta profundamente. Refleja de una manera exacta una realidad que vivimos y vivo con especial intensidad por la función que me ha tocado desempeñar.

    Ser Magistrada de la Sala Penal y ver en estas líneas la injusticia brutal, los tribunales envilecidos y el abuso institucionalizado, no hace más que fortalecerme en la convicción de lo que he venido denunciando sistemáticamente y creo que no ha sido entendido o medido en toda su gravedad por la ciudadanía: no tenemos jueces, con honrosas excepciones.

    El trabajo que hoy nos presenta Francisco Olivares es de un valor inestimable para lograr esa comprensión y para evitar el olvido, dejándonos un testimonio exacto de lo ocurrido. Son tiempos oscuros para la administración de justicia en Venezuela. El caso de la jueza Afiuni clama ante todos esta verdad. Ella está presa por haber tomado una decisión, la esencia de su función. En lugar de la revisión por el juez superior se produjo la revisión por el Ejecutivo y otra jueza obedeció y se atrevió a detenerla, condición en la cual continúa hasta el momento de escribir estas líneas. Más de dos años han pasado desde que decidió otorgar una libertad que correspondía conforme a la ley y por ello paga cárcel.

    María de Lourdes Afiuni es una venezolana honesta que asumió a plenitud su rol de jueza, de garante de la libertad. Cuando me acerqué a ella, movida por el absurdo de su situación, encontré a una mujer íntegra, que no ha cedido en sus convicciones a pesar de todos los atropellos sin nombre de los cuales ha sido víctima. Encontré a una ciudadana que cree en la justicia y que no ha permitido que lo sucedido la amilane o la amargue. Cuesta creer todo lo que vivió después de su decisión. El enlace que hace el autor de las dos historias que nacieron juntas, la de Afiuni y la de Cedeño, representando cada una de ellas una cara del mismo asunto, resulta muy ilustrativo para que se entienda lo que significa una justicia mediatizada, sin autonomía. Nunca imaginé que nos tocaría ver estos extremos, ver jueces recibiendo órdenes y entregando la libertad de otro a cambio de su permanencia en el cargo o el ascenso resulta desolador.

    Olivares nos hace una narración de lo vivido por Eligio Cedeño y por la jueza Afiuni, a partir del momento de la excarcelación del primero, que nos mantiene en vilo, sin que podamos dejar la lectura hasta el final. Lamentablemente no es una novela lo que leemos, es una realidad.

    Creo que es una contribución importante para que se entienda lo que significa la autonomía e independencia de poderes como base de la democracia, y cómo no puede existir la una sin lo otro.

    Blanca Rosa Marmol de León

    INTRODUCCIÓN

    Una conversación con la periodista y amiga Lina Romero me motivó a prestarle una atención especial a la historia de la jueza María Lourdes Afiuni. En medio de un país lleno de conflictos, de tragedias humanas, arbitrariedades, de abuso de poder, su historia podía pasar como una más frente a hechos trascendentales que han impactado más allá de nuestras fronteras.

    Afiuni no es una presa política en el sentido clásico del concepto aceptado por todos. De hecho, ni siquiera se trata de una activista o una enemiga del gobierno revolucionario. Al visitarla en su casa, ahora su sitio de reclusión, y conversar una hora con ella, me di cuenta de que su historia arrastraba mucho más que un caso particular. La dimensión de lo que le había sucedido reunía todos los ingredientes que revelan la esencia de un poder autocrático que siente amenazada su autoridad e incluso su existencia frente a la conducta discrepante de una funcionaria.

    Allí estaban juntos los componentes de una historia de poder, de soberbia y hasta de capricho, desencadenados por una conducta que debería ser normal dentro del ejercicio común de un país que se rige por leyes democráticas, pero que en el actual contexto es percibida como amenazante por parte de una ideología que pretende regir a toda la sociedad por encima de la Ley.

    El presidente Hugo Chávez ha descrito ese principio de poder a través de numerosas expresiones, pero quizás una que gusta repetir, águila no caza moscas, permite medir la prepotencia de un hombre que se ha colocado en un nivel superior y no admite que su poder sea transgredido.

    La decisión que tomara una simple jueza, una mosca a su entender, puso en evidencia ese poder, lo mostró vulnerable y descubrió las rendijas por donde pueden colarse cientos, miles o millones de súbditos.

    Los presos políticos en Venezuela no son los líderes de la resistencia, no son los Mandela o los disidentes cubanos que mueren en huelgas de hambre. Son personas comunes a quienes las circunstancias colocaron ante determinadas decisiones, pero que con sus conductas se convirtieron, incluso sin proponérselo, en emblemas de la transgresión ante el poder.

    Ese poder se volvió contra ellos, los humilló y los aplastó, pero al mismo tiempo los convirtió en figuras públicas y los hizo referentes para millones de venezolanos.

    Tal es el caso de la jueza María Lourdes Afiuni. Una mosca que ha alterado el vuelo del águila, que padeció las más vengativas vejaciones. Su expediente se encuentra en los archivos de las más importantes instituciones defensoras de los derechos humanos en el mundo, ha pasado por las manos de senadores, cardenales, magistrados y figuras políticas del mundo democrático, como un testimonio que retrata la otra cara del régimen de Hugo Chávez. Su drama personal es una parte sustancial de lo que han sido todos estos años de revolución en Venezuela.

    Esta es su historia.

    I

    El que sería su último día como una persona libre no lo percibió como diferente. Vestirse sobre la marcha con una taza de café en la mano, mirar los minutos que restaban antes de lanzarse a las congestionadas calles de Caracas, intercambiar algún comentario fugaz con su hija Geraldine, o con sus padres, en medio de la cotidiana agitación, no acusaba alguna alteración en su rigurosa vida de jueza. Entonces María Lourdes Afiuni era una habitante anónima entre millones de caraqueños.

    Lo que hacía diferente aquel jueves 10 de diciembre de 2009, era que esa mañana tendría una audiencia y debía tomar una decisión sobre un preso, al parecer muy importante, de quien se decía el presidente Hugo Chávez tenía un interés personal. Y ciertamente, apenas unas horas más tarde su nombre sería pronunciado en cadena nacional por el mismo Presidente del socialismo del siglo XXI, para luego resonar en los portales más importantes de noticias del continente y, en adelante, su caso sería una referencia para miles de personas en Venezuela. Pero lo más importante es que los efectos de su decisión serían una advertencia para todo el país y el resto de los miembros de la justicia venezolana.

    Lo que no pudo advertir es que a partir de allí su vida entraría en un callejón oscuro y solitario que ningún ser humano estaría dispuesto a transitar ni por todo el oro del mundo. Así que, como ese acto repetido que solemos hacer cada mañana, al lado de nuestros seres queridos con quienes convivimos, María Lourdes se despidió sin ninguna aprensión, dejando atrás esas pequeñas cosas que acostumbramos congelar momentáneamente, en la idea de que poseemos tiempos infinitos para resolverlas, más tarde, al regreso o al día siguiente. Solo que para María Lourdes no habría día siguiente.

    Ni yo misma sabía que ese día daría una cautelar con la cual daría la libertad a ese hombre tan importante. Se decía que era ‘un preso del Presidente, reflexiona María Lourdes cuando han pasado dos años y cinco meses desde que está en prisión. Luego del tiempo transcurrido, tal vez María Lourdes no comprenda en toda su dimensión lo que le ha ocurrido. Es como mirarse en un camino detenido, no tanto por la acción que fue ejecutada por su propia voluntad, sino por el sendero que no fue escogido por ella. Rabia, odio, amargura, venganza, podrían estar impresas con toda razón en su mirada, en su expresión, pero al observarla

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