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La perinola

¿Racista yo?
Álex Ramírez-Arballo

Con la promulgación de la ley arizonense, ley migratoria ya de todos conocida, ha visto


la luz un conjunto de expresiones que buscan, por un lado, la indignación ante el racismo
implícito en tal legislación y, por otro, las de aquellos que -muy bobaliconamente, por cierto-
afirman que lo que los estadounidenses hagan no nos compete y que, en consecuencia, lo que
deberíamos hacer los mexicanos es asegurar los empleos de este lado de la frontera, que eso sí
nos atañe, dicen. En fin, ante este argumento tan endeble se puede afirmar algo irrebatible: en un
mundo de economía global, el tránsito masivo de productos y personas ha reducido los
perímetros nacionales a su mínima expresión; es decir, pensar en países autónomos es un asunto
ya enteramente del pasado.
Pero este papelillo va de racistas, decía; pues bien, quienes acusan a la malhadada SB-
1070 de implicar un desprecio histórico hacia los mexicanos e hispanos en general, no se
equivocan. La pelea histórica entre los blancos y los no blancos en el país del norte es antigua,
eso se sabe. Al mismo tiempo, si es que nosotros vamos a criticar las acciones racistas de los
demás, deberíamos fustigar también el racismo implícito en nuestra propias prácticas cotidianas.
Ya que el racismo es una lacra moral debe ser atacada desde cualquier frente y sin que sea
comprendido como un problema presente sólo en determinadas culturas; no, la verdad es que,
como es propio del ser humano, somos jueces severísimos de los demás y profundamente
indulgentes y hasta ciegos con nosotros mismos.
Creo que el racismo merece ser denunciado sin escatimar medio o forma y en todo caso
debe hacerse con el vigor de quien sabe, de quien esta cierto de poseer la verdad. Es tan equívoca
la práctica de la discriminación hacia las personas por motivo de sus origen étnico que no debería
tolerarse ni su forma más mínima y sutil. Ya se sabe que las legislaciones no son nunca
suficientes, y por ello no se puede hablar de ley alguna que consiga modificar la conducta de las
personas; es más bien al revés, son las leyes las que expresan el carácter y las costumbres de una
comunidad. Así que ya nos va quedando muy claro lo que bulle en el corazón de muchos
norteamericanos del estado de Arizona.

P.S. Nací y viví buena parte de mi vida en México, específicamente en Sonora. No conozco a
profundidad otras partes del país, aunque estoy convencido que ahí, en el desierto del norte, se
vive una cultura particularmente regionalista y cerrada. No es distinto en otras partes del mundo
y de Estados Unidos donde, por ejemplo, los pueblos del medio oeste, lo pueblos pertenecientes
al llamado "cinturón bíblico", se autodefinen abrazándose fervorosamente a sus costumbres y,
en consecuencia, defendiéndose rabiosamente de prácticas culturales diferentes. Los
regionalismos son también formas del desprecio hacia los demás, de temor y profunda miopía
moral. Menospreciar a alguien por su acento o por sus costumbres muy propias, endilgarle una
esencial corrupción y asegurar que por no ser como uno deben ser entonces perversos, es nítido
reflejo de una profunda mezquindad.

Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y actualmente


trabaja como profesor en el departamento de Español, Italiano y Portugués de la Pennsylvania State
University. Su correo electrónico es alexrama@orbired.com y su página web www.orbired.com

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