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De la seguridad a la legalidad democrática

Si me eligen Presidente de Colombia haré con la ilegalidad lo que


el presidente Uribe hizo con las Farc: arrinconarlas políticamente,
dejarlas sin justificación. Las Farc son solo una de muchas
manifestaciones de la ilegalidad en Colombia y ameritan seguir
siendo combatidas sin titubeos. Sin embargo, la ilegalidad más
dañina e insidiosa es la del narcotráfico.
El principal problema de Colombia está en la ilegalidad y en su
justificación social. Son muchos los comportamientos ilegales;
pero son aún más frecuentes los "fue-que-s" que justifican esos
incumplimientos.
En efecto, en Colombia la ilegalidad -el incumplimiento habitual y
sistemático de la ley- logra presentarse muchas veces como justa
(cómo no va a robar quien no tiene comida para su familia; para
qué pagar impuestos si luego se los roban). Es más: la ilegalidad
llega a ser vista como fuente de justicia (Pablo Escobar, con su
fortuna y violencia, convenció a muchos de estar proporcionando
justicia social). Las diversas aspiraciones por justicia deben
encauzarse hacia un respeto generalizado a la ley y a los
mecanismos legales para procurar justicia. Cuando hay igualdad
ante la ley e igual posibilidad de acceder a la justicia se puede
hablar de legalidad democrática. Igual derecho de todos a hacer
valer derechos iguales.
La justicia por mano propia socava el Estado de Derecho igual o
más que el terrorismo. De hecho, el terrorismo es apenas una
manifestación de la justicia por mano propia orientada a causar
emociones extremas para afectar la confianza de la sociedad en el
gobierno, y modificar los comportamientos de ambos. Los
terroristas también pretenden estar haciendo justicia.
El Estado de Derecho se plasma en el respeto a la Policía y a las
Fuerzas Armadas, la comprensión de su misión y la
correspondiente empatía; pero también se debe expresar con
igual fuerza en admiración y respaldo hacia cada fiscal y cada
juez.
Un ejemplo de legalidad democrática es lo que logramos en
Bogotá, durante mis dos alcaldías; reducir la tasa de homicidios
en un 45 por ciento, donde fue clave la valoración de la vida,
mejoramiento de la justicia y disminución de las justificaciones
sociales para violar la ley. La propuesta de seguridad para
Colombia es retomar la experiencia de Bogotá, que mejoró la
seguridad y la convivencia aplicando cultura ciudadana. Cultura
ciudadana como enfoque de seguridad y convivencia combinará:
* Construcción de un tabú cultural alrededor del respeto a la vida.
* Pedagogía de la ley.
* Interpretación de la tarea del policía como formador de
ciudadanos.
* Uso gerencial y pedagógico del sistema de información sobre
homicidios y otros delitos.
* Capacitación y gerencia de la Policía.
* Movilización de las autoridades morales y de la sociedad hacia el
rechazo de la ilegalidad.
* Mejoramiento del sistema de justicia.
De esta manera, se disuade al ciudadano de hacer justicia por
mano propia y el Estado recupera el monopolio de la justicia, base
democrática del monopolio de la fuerza. Enfoque integral y
equipos estables le permitieron a Bogotá, a lo largo de cuatro
gobiernos (Mockus 1, Peñalosa, Mockus 2 y Lucho), una
reducción progresiva de la tasa de homicidios de 80 por 100.000 a
18 por 100.000. Podemos ser mucho mejores de lo que hemos
sido y seguir construyendo sobre lo construido.
Respetar la ley ayudaría mucho en Colombia. Necesitamos
policía, justicia acatada, jueces respetados, jueces en quienes
podamos creer. Hay que lograr que la ley sea comprendida,
entendida y asumida, que la consciencia les haga reproches a las
personas que transgreden la ley, y que haya rechazo social a
cada transgresión. Ayudémonos a construir una barrera social
contra el narcotráfico y otras formas de ilegalidad.
El próximo 30 de mayo tenemos la oportunidad de elegir la
legalidad democrática.

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