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[1]
23 de enero de 1937
Basndonos en los despachos anteriores, nos parece que aqu radica el taln de
Aquiles del proceso. Para cualquier persona seria es evidente que entre la ejecucin de
los diecisis y el da de hoy se prepar una nueva amalgama.
En realidad, la acusacin actual, al igual que la anterior, no contiene una pizca de
verdad. El gigantesco fraude se desarrolla como un problema de ajedrez.
Considero necesario recordar que desde 1927 en adelante no he dejado de
advertirle a la Oposicin que, en la lucha de la casta de dspotas contra el pueblo,
Stalin recurrira inevitablemente a sangrientas amalgamas. En el peridico de la
Oposicin del 4 de marzo de 1929 escrib las siguientes lneas: A Stalin slo le queda
un camino: tratar de trazar una demarcatoria sangrienta entre el partido oficial y la
Oposicin. Para l es indispensable vincular a la Oposicin con crmenes
terroristas, insurreccin armada, etctera [ Cul es el objetivo inmediato del exilio
de Trotsky?, Escritos 1929-30].
En este sentido, los procesos de Mosc no me han tomado por sorpresa.
Me reservo el derecho de responder detalladamente a todas las revelaciones del nuevo proceso.
Por el momento, y no en nombre de mis propios intereses, sino en bien de la higiene poltica
ms elemental, llamo una vez ms a la creacin de un organismo internacional de
investigacin, integrado por personalidades destacadas de diferentes pases.
Pondr mi correspondencia a disposicin de esa comisin. Est completa. Junto con
mis libros y artculos, mi correspondencia demuestra claramente cules son mis ideas y
actividades polticas.
Es por eso que, el 7 de noviembre pasado, la GPU trat de robar mi archivo. Slo
logr sustraer algunos papeles sin importancia.
Reitero mi desafo a los organizadores del fraude judicial. Si tienen pruebas, si no
temen a la luz, comparecern ante una comisin internacional en presencia de la
prensa libre. Por mi parte, me comprometo a demostrar ante esa comisin que Stalin
es el organizador de los crmenes polticos ms grandes de la historia universal.
[1]
Por qu fue necesario este juicio. New York Times, 24 de enero de 1937.