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Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana
Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana
Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana
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Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana

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"Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana" de Autores diversos de la Editorial Good Press. Good Press publica una gran variedad de títulos que abarca todos los géneros. Van desde los títulos clásicos famosos, novelas, textos documentales y crónicas de la vida real, hasta temas ignorados o por ser descubiertos de la literatura universal. Editorial Good Press divulga libros que son una lectura imprescindible. Cada publicación de Good Press ha sido corregida y formateada al detalle, para elevar en gran medida su facilidad de lectura en todos los equipos y programas de lectura electrónica. Nuestra meta es la producción de Libros electrónicos que sean versátiles y accesibles para el lector y para todos, en un formato digital de alta calidad.
LanguageEspañol
PublisherGood Press
Release dateJan 17, 2022
ISBN4064066063399
Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana

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    Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana - Autores diversos

    Autores diversos

    Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana

    Publicado por Good Press, 2022

    goodpress@okpublishing.info

    EAN 4064066063399

    Índice

    ADVERTENCIA PRELIMINAR

    MARQUÉS DE SANTILLANA

    1. Serranilla

    JORGE MANRIQUE

    2. A la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su padre

    ROMANCES VIEJOS

    3. Romance de Abenámar

    4. Romance del rey moro que perdió Alhama

    5. Romance de Rosa fresca

    6. Romance de Fontefrida

    7. Romance de Blanca-niña

    8. Romance del conde Arnaldos

    9. Romance de la hija del rey de Francia

    10. Romance de doña Alda

    GARCILASO DE LA VEGA

    11. Égloga primera

    12. A la flor de Gnido

    GUTIERRE DE CETINA

    13. Madrigal

    FRAY LUIS DE LEÓN

    14. Vida retirada

    15. A Francisco Salinas

    16. A Felipe Ruiz

    17. Noche serena

    18. Morada del cielo

    19. En la Ascensión

    20. Imitación de diversos

    21. Soneto

    SAN JUAN DE LA CRUZ

    22. Cántico espiritual entre el alma y Cristo su Esposo

    ANÓNIMO

    23.

    FRANCISCO DE LA TORRE

    24. La cierva

    GIL POLO

    25. Canción

    FERNANDO DE HERRERA

    26. Por la victoria de Lepanto

    27. Por la pérdida del rey don Sebastián

    DON JUAN DE ARGUIJO

    28. Al Guadalquivir, en una avenida

    29. La tempestad y la calma

    30. La avaricia

    31.

    BALTASAR DEL ALCÁZAR

    32. Una cena

    FRANCISCO DE RIOJA

    33. A la rosa

    RODRIGO CARO

    34. A las ruinas de Itálica

    ANÓNIMO SEVILLANO

    35. Epístola moral

    LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA

    36. A la esperanza

    37.

    38.

    BARTOLOMÉ LEONARDO DE ARGENSOLA

    39.

    LOPE DE VEGA

    40. Canción

    41.

    42.

    43. Judit

    44.

    45.

    46.

    47. Temores en el favor

    DON LUIS DE GÓNGORA

    48. Angélica y Medoro

    49.

    50.

    51.

    52.

    DON FRANCISCO DE QUEVEDO

    53. El Sueño

    54. Epístola satírica y censoria

    55. Memoria inmortal

    56.

    57.

    58. Letrilla satírica

    DON ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS

    59. Oda sáfica

    DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

    60.

    DON ANTONIO MIRA DE MESCUA

    61. Canción

    DON NICOLÁS F. DE MORATÍN

    62. Fiesta de toros en Madrid

    DON GASPAR M. DE JOVELLANOS

    63. Epístola de Fabio a Anfriso

    DON JUAN MELÉNDEZ VALDÉS

    64. Rosana en los fuegos

    DON LEANDRO F. DE MORATÍN

    65. Elegía a las Musas

    DON MANUEL MARÍA DE ARJONA

    66. La diosa del bosque

    DON ALBERTO LISTA

    67. Al Sueño

    DON MANUEL JOSÉ QUINTANA

    68. A España, después de la revolución de Marzo

    DON JUAN NICASIO GALLEGO

    69. Elegía a la muerte de la Duquesa de Frías

    DON JUAN MARÍA MAURY

    70. La timidez

    DON JOSÉ JOAQUÍN DE MORA

    71. El Estío

    DON ANDRÉS BELLO

    72. La agricultura de la zona tórrida

    DON JOSÉ MARÍA HEREDIA

    73. Niágara

    DUQUE DE RIVAS

    74. El faro de Malta

    75. Un castellano leal

    DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

    76. Himno de la Inmortalidad

    77. Canción del Pirata

    78. Canto a Teresa

    DON JOSÉ ZORRILLA

    79. Introducción a los «Cantos del Trovador»

    80. A buen juez mejor testigo

    DON NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    81. A la luna

    DON ENRIQUE GIL

    82. La violeta

    PADRE JUAN AROLAS

    83. Sé más feliz que yo

    DON PABLO PIFERRER

    84. Canción de la Primavera

    DON GABRIEL GARCÍA TASSARA

    85. Himno al Mesías

    DOÑA GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA

    86. Amor y orgullo

    DON EULOGIO FLORENTINO SANZ

    87. Epístola a Pedro

    DON ADELARDO LÓPEZ DE AYALA

    88. Epístola a Emilio Arrieta

    DON RAMÓN DE CAMPOAMOR

    89. ¡Quién supiera escribir!

    90. Lo que hace el tiempo

    DON JOSÉ SELGAS

    91. El Estío

    DON VENTURA RUIZ AGUILERA

    92. Epístola

    DON GASPAR NÚÑEZ DE ARCE

    93. Estrofas

    94. Tristezas

    DON GUSTAVO A. BÉCQUER

    95. Rimas

    96.

    DON VICENTE W. QUEROL

    97. Carta

    98. En Noche-Buena

    DON FEDERICO BALART

    99. Restitución

    DON MANUEL DEL PALACIO

    100. Amor oculto

    NOTAS

    ADVERTENCIA PRELIMINAR

    Índice

    Comprende este tomo cien poesías líricas escogidas entre lo mejor de la literatura española antigua y moderna, excluyendo los autores vivos. No se nos oculta la dificultad de esta selección, en que tanta parte puede tener el gusto individual, ni presumimos tanto del nuestro que estemos seguros de haber logrado constantemente el acierto. Hemos procurado, sin embargo, no omitir ninguna de las poesías ya consagradas por la universal admiración, ni dar entrada a ninguna que no tenga a nuestros ojos mérito positivo, aunque no siempre llegue a la absoluta perfección formal. Hay en algunas de estas composiciones rasgos de mal gusto propios de una época o escuela determinada, pero hubiera sido temeridad borrarlos, porque la integridad de los textos es la primera obligación que la crítica impone al colector de toda antología por diminuta y popular que sea.

    Hemos prescindido de las poesías anteriores al siglo XV porque exigirían comentario filológico, inoportuno en la ocasión presente. Las pocas que insertamos del siglo XV son de belleza indudable y de fácil lectura para todo el mundo. El mayor espacio de nuestra colección va dedicado naturalmente a la edad de oro de nuestra lírica (siglo XVI y principios del XVII). Se notarán en ella omisiones que nos duelen mucho, pero que eran inevitables dentro de los estrechos límites impuestos a nuestro plan: spatiis exclusas iniquis. Nada hemos puesto de Castillejo, de Acuña, de Valbuena, de Jáuregui, y otros preclaros ingenios, y hemos tenido que reducir a muy pocas muestras el tesoro poético de Góngora, de Lope de Vega y de Quevedo.

    Nuestra tarea era relativamente fácil tratándose del siglo XVIII, el mas prosaico de nuestra historia literaria, pero se tornaba dificilísima respecto de la opulenta producción poética del siglo XIX, que sin ser superior a la antigua como lo ha sido en Francia y en otras partes, ha continuado con nuevo espíritu la tradición de las formas líricas, las ha remozado a veces merced al impulso genial de los poetas y al contacto con extrañas literaturas, y ofrece buen numero de obras ya sancionadas por el común aplauso. En esta parte más que en ninguna solicitamos y esperamos indulgencia.

    Aunque se titulan líricos los poemas de esta colección, no ha de entenderse esta palabra en sentido tan riguroso que excluya algunas narraciones poéticas breves en que se entremezcla lo épico con lo lírico. Esta salvedad, que a todas las literaturas alcanza, tiene más propio lugar en la castellana, que siempre ha conservado rastros de su origen épico. Por eso incluimos algunos romances antiguos, de los de tono más lírico, y un par de leyendas de los dos grandes poetas románticos Zorrilla y el Duque de Rivas.

    El orden en que van colocadas las poesías no siempre es estrictamente cronológico, porque se ha atendido a la sucesión de escuelas y formas artísticas.

    M. MENÉNDEZ Y PELAYO

    MARQUÉS DE SANTILLANA

    Índice

    1. Serranilla

    Índice

    Moça tan fermosa

    Non vi en la frontera,

    Como una vaquera

    De la Finojosa.

    Façiendo la vía

    Del Calatraveño

    A Sancta María,

    Vençido del sueño

    Por tierra fragosa

    Perdí la carrera,

    Do vi la vaquera

    De la Finojosa.

    En un verde prado

    De rosas e flores,

    Guardando ganado

    Con otros pastores,

    La vi tan graçiosa

    Que apenas creyera

    Que fuesse vaquera

    De la Finojosa.

    Non creo las rosas

    De la primavera

    Sean tan fermosas

    Nin de tal manera,

    Fablando sin glosa,

    Si antes sopiera

    D’aquella vaquera

    De la Finojosa.

    Non tanto mirara

    Su mucha beldat,

    Porque me dexara

    En mi libertat.

    Mas dixe: «Donosa

    (Por saber quién era),

    ¿Dónde es la vaquera

    De la Finojosa?...»

    Bien como riendo,

    Dixo: «Bien vengades;

    Que ya bien entiendo

    Lo que demandades:

    Non es desseosa

    De amar, nin lo espera,

    Aquessa vaquera

    De la Finojosa

    JORGE MANRIQUE

    Índice

    2. A la muerte del maestre de Santiago

    don Rodrigo Manrique, su padre

    Índice

    Recuerde el alma dormida,

    Avive el seso y despierte

    Contemplando

    Cómo se pasa la vida,

    Cómo se viene la muerte

    Tan callando:

    Cuán presto se va el placer,

    Cómo después de acordado

    Da dolor,

    Cómo a nuestro parescer

    Cualquiera tiempo pasado

    Fue mejor.

    Y pues vemos lo presente

    Cómo en un punto es ido

    Y acabado,

    Si juzgamos sabiamente,

    Daremos lo no venido

    Por pasado.

    No se engañe nadie, no,

    Pensando que ha de durar

    Lo que espera

    Más que duró lo que vio,

    Porque todo ha de pasar

    Por tal manera.

    Nuestras vidas son los ríos

    Que van a dar en la mar,

    Que es el morir;

    Allí van los señoríos

    Derechos a se acabar

    Y consumir;

    Allí los ríos caudales,

    Allí los otros medianos

    Y más chicos;

    Allegados, son iguales

    Los que viven por sus manos

    Y los ricos.

    Invocación

    Dexo las invocaciones

    De los famosos poetas

    Y oradores;

    No curo de sus ficciones,

    Que traen yerbas secretas

    Sus sabores.

    A aquél solo me encomiendo,

    Aquél solo invoco yo

    De verdad,

    Que en este mundo viviendo,

    El mundo no conoció

    Su deidad.

    Este mundo es el camino

    Para el otro, qu’es morada

    Sin pesar;

    Mas cumple tener buen tino

    Para andar esta jornada

    Sin errar.

    Partimos cuando nacemos,

    Andamos mientras vivimos,

    Y llegamos

    Al tiempo que fenecemos;

    Así que cuando morimos

    Descansamos.

    Este mundo bueno fue

    Si bien usásemos d’él

    Como debemos,

    Porque, según nuestra fe,

    Es para ganar aquel

    Que atendemos.

    Y aún el Hijo de Dios,

    Para subirnos al cielo,

    Descendió

    A nacer acá entre nos,

    Y vivir en este suelo

    Do murió.

    Ved de cuán poco valor

    Son las cosas tras que andamos

    Y corremos;

    Que en este mundo traidor

    Aun primero que muramos

    Las perdemos.

    D’ellas deshace la edad,

    D’ellas casos desastrados

    Que acaescen,

    D’ellas, por su calidad,

    En los más altos estados

    Desfallescen.

    Decidme: la hermosura,

    La gentil frescura y tez

    De la cara,

    La color y la blancura,

    Cuando viene la vejez

    ¿Cuál se para?

    Las mañas y ligereza

    Y la fuerça corporal

    De juventud,

    Todo se torna graveza

    Cuando llega al arrabal

    De senectud.

    Pues la sangre de los godos,

    El linaje y la nobleza

    Tan crecida,

    ¡Por cuántas vías e modos

    Se pierde su gran alteza

    En esta vida!

    ¡Unos por poco valer,

    Por cuán bajos y abatidos

    Que los tienen!

    Otros que por no tener,

    Con oficios no debidos

    Se mantienen.

    Los estados y riqueza

    Que nos dexan a deshora

    ¿Quién lo duda?

    No les pidamos firmeza,

    Pues que son de una señora

    Que se muda.

    Que bienes son de fortuna

    Que revuelve con su rueda

    Presurosa,

    La cual no puede ser una,

    Ni ser estable ni queda

    En una cosa.

    Pero digo que acompañen

    Y lleguen hasta la huesa

    Con su dueño;

    Por eso no nos engañen,

    Pues se va la vida apriesa

    Como sueño:

    Y los deleites de acá

    Son en que nos deleitamos

    Temporales,

    Y los tormentos de allá

    Que por ellos esperamos,

    Eternales.

    Los placeres y dulçores

    D’esta vida trabajada

    Que tenemos,

    ¿Qué son sino corredores,

    Y la muerte es la celada

    En que caemos?

    No mirando a nuestro daño

    Corremos a rienda suelta

    Sin parar;

    Des que vemos el engaño

    Y queremos dar la vuelta

    No hay lugar.

    Si fuese en nuestro poder

    Tornar la cara fermosa

    Corporal,

    Como podemos hacer

    El alma tan gloriosa

    Angelical,

    ¡Qué diligencia tan viva

    Tuviéramos cada hora,

    Y tan presta,

    En componer la cativa,

    Dexándonos la señora

    Descompuesta!

    Estos reyes poderosos

    Que vemos por escripturas

    Ya pasadas,

    Con casos tristes, llorosos,

    Fueron sus buenas venturas

    Trastornadas;

    Así que no hay cosa fuerte;

    Que a Papas y Emperadores

    Y Perlados

    Así los trata la muerte

    Como a los pobres pastores

    De ganados.

    Dexemos a los Troyanos,

    Que sus males no los vimos,

    Ni sus glorias;

    Dexemos a los Romanos,

    Aunque oímos y leímos

    Sus historias.

    No curemos de saber

    Lo de aquel siglo pasado

    Qué fue d’ello;

    Vengamos a lo de ayer,

    Que también es olvidado

    Como aquello.

    ¿Qué se hizo el Rey Don Juan?

    Los Infantes de Aragón

    ¿Qué se hicieron?

    ¿Qué fue de tanto galán,

    Qué fue de tanta invención

    Como truxeron?

    Las justas e los torneos,

    Paramentos, bordaduras

    E cimeras,

    ¿Fueron sino devaneos?

    ¿Qué fueron sino verduras

    De las eras?

    ¿Qué se hicieron las damas,

    Sus tocados, sus vestidos,

    Sus olores?

    ¿Qué se hicieron las llamas

    De los fuegos encendidos

    De amadores?

    ¿Qué se hizo aquel trovar,

    Las músicas acordadas

    Que tañían?

    ¿Qué se hizo aquel dançar

    Y aquellas ropas chapadas

    Que traían?

    Pues el otro su heredero,

    Don Enrique ¡qué poderes

    Alcançava!

    ¡Cuán blando, cuán alagüero

    El mundo con sus placeres

    Se le daba!

    Mas verás cuán enemigo,

    Cuán contrario, cuán cruel

    Se le mostró,

    Habiéndole sido amigo,

    ¡Cuán poco duró con él

    Lo que le dio!

    Las dádivas desmedidas,

    Los edificios reales

    Llenos de oro,

    Las vajillas tan fabridas,

    Los enriques y reales

    Del tesoro;

    Los jaeces y cavallos

    De su gente y atavíos

    Tan sobrados,

    ¿Dónde iremos a buscallos?

    ¿Qué fueron sino rocíos

    De los prados?

    Pues su hermano el innocente,

    Que en su vida sucesor

    Se llamó,

    ¡Qué corte tan excelente

    Tuvo y cuánto gran señor

    Que le siguió!

    Mas como fuese mortal,

    Metiolo la muerte luego

    En su fragua.

    ¡Oh juïcio divinal!

    Cuando más ardía el fuego

    Echaste agua.

    Pues aquel gran Condestable

    Maestre que conocimos

    Tan privado,

    No cumple que d’él se hable,

    Sino solo que le vimos

    Degollado.

    Sus infinitos tesoros,

    Sus villas y sus lugares,

    Su mandar,

    ¿Qué le fueron sino lloros?

    ¿Qué fueron sino pesares

    Al dexar?

    Pues los otros dos hermanos,

    Maestres tan prosperados

    Como reyes,

    C’a los grandes y medianos

    Traxeron tan sojuzgados

    A sus leyes;

    Aquella prosperidad

    Que tan alta fue subida

    Y ensalçada,

    ¿Qué fue sino claridad

    Que cuando más encendida

    Fue amatada?

    Tantos Duques excelentes,

    Tantos Marqueses y Condes

    Y Barones

    Como vimos tan potentes,

    Di, muerte, ¿dó los escondes

    Y los pones?

    Y sus muy claras hazañas

    Que hicieron en las guerras

    Y en las paces,

    Cuando tú, cruel, te ensañas,

    Con tu fuerça los atierras

    Y deshaces.

    Las huestes innumerables,

    Los pendones y estandartes

    Y banderas,

    Los castillos impunables,

    Los muros e baluartes

    Y barreras,

    La cava honda chapada,

    O cualquier otro reparo

    ¿Qué aprovecha?

    Cuando tú vienes airada

    Todo lo pasas de claro

    Con tu flecha.

    Aquel de buenos abrigo,

    Amado por virtuoso

    De la gente,

    El Maestre Don Rodrigo

    Manrique, tan famoso

    Y tan valiente,

    Sus grandes hechos y claros

    No cumple que los alabe,

    Pues los vieron,

    Ni los quiero hacer caros,

    Pues el mundo todo sabe

    Cuáles fueron.

    ¡Qué amigo de sus amigos!

    ¡Qué señor para criados

    Y parientes!

    ¡Qué enemigo de enemigos!

    ¡Qué Maestre de esforçados

    Y valientes!

    ¡Qué seso para discretos!

    ¡Qué gracia para donosos!

    ¡Qué razón!

    ¡Cuán benigno a los subjectos,

    Y a los bravos y dañosos

    Un león!

    En ventura Octaviano;

    Julio César en vencer

    Y batallar;

    En la virtud, Africano;

    Aníbal en el saber

    Y trabajar:

    En la bondad un Trajano;

    Tito en liberalidad

    Con alegría;

    En su braço, un Archidano;

    Marco Tulio en la verdad

    Que prometía.

    Antonio Pío en clemencia;

    Marco Aurelio en igualdad

    Del semblante:

    Adriano en elocuencia;

    Teodosio en humanidad

    Y buen talante.

    Aurelio Alexandre fue

    En disciplina y rigor

    De la guerra;

    Un Constantino en la fe;

    Gamelio en el gran amor

    De su tierra.

    No dejó grandes tesoros,

    Ni alcançó muchas riquezas

    Ni vajillas,

    Mas hizo guerra a los moros,

    Ganando sus fortalezas

    Y sus villas;

    Y en las lides que venció

    Caballeros y caballos

    Se prendieron,

    Y en este oficio ganó

    Las rentas e los vasallos

    Que le dieron.

    Pues por su honra y estado

    En otros tiempos pasados

    ¿Cómo se hubo?

    Quedando desamparado,

    Con hermanos y criados

    Se sostuvo.

    Después que hechos famosos

    Hizo en esta dicha guerra

    Que hacía,

    Hizo tratos tan honrosos,

    Que le dieron muy más tierra

    Que tenía.

    Estas sus viejas historias

    Que con su braço pintó

    En la juventud,

    Con otras nuevas victorias

    Agora las renovó

    En la senectud.

    Por su gran habilidad,

    Por méritos y ancianía

    Bien gastada

    Alcançó la dignidad

    De la gran caballería

    Del Espada.

    E sus villas e sus tierras

    Ocupadas de tiranos

    Las halló,

    Mas por cercos e por guerras

    Y por fuerças de sus manos

    Las cobró.

    Pues nuestro Rey natural,

    Si de las obras que obró

    Fue servido,

    Dígalo el de Portugal,

    Y en Castilla quien siguió

    Su partido.

    Después de puesta la vida

    Tantas veces por su ley

    Al tablero;

    Después de tan bien servida

    La corona de su Rey

    Verdadero;

    Después de tanta hazaña

    A que no puede bastar

    Cuenta cierta,

    En la su villa de Ocaña

    Vino la muerte a llamar

    A su puerta.

    (HABLA LA MUERTE)

    Diciendo: «Buen caballero,

    Dejad el mundo engañoso

    Y su halago;

    Muestre su esfuerço famoso

    Vuestro coraçón de acero

    En este trago;

    Y pues de vida y salud

    Hiciste tan poca cuenta

    Por la fama,

    Esfuércese la virtud

    Para sufrir esta afrenta

    Que os llama.

    »No se os haga tan amarga

    La batalla temerosa

    Que esperáis,

    Pues otra vida más larga

    De fama tan gloriosa

    Acá dexáis:

    Aunque esta vida de honor

    Tampoco no es eternal

    Ni verdadera,

    Mas con todo es muy mejor

    Que la otra temporal

    Perecedera.

    »El vivir que es perdurable

    No se gana con estados

    Mundanales,

    Ni con vida deleitable

    En que moran los pecados

    Infernales;

    Mas los buenos religiosos

    Gánanlo con oraciones

    Y con lloros;

    Los caballeros famosos

    Con trabajos y aflicciones

    Contra moros.

    »Y pues vos, claro varón,

    Tanta sangre derramastes

    De paganos,

    Esperad el galardón

    Que en este mundo ganastes

    Por las manos;

    Y con esta confianza

    Y con la fe tan entera

    Que tenéis,

    Partid con buena esperança

    Que esta otra vida tercera

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