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snvenided dechte""* ~ INSORA LAS ELITES, LOS INTELECTUALES Y EL CONSENSO Estudio de la Cuestién Social y del Sistema de Relaciones Industriales de Chile JAMES O. MORRIS. Profesor Adjunto, New York St School of Industrial and Labor R Traduccién de ROLANDO GONZALEZ ZANZANI POLYANA TRONCOSO editorial del pacifico, s. a. santiago de chile PROLOGO Fl Instituto de Administracién de la Facultad de Ciencias Econdmicas de la Universidad de Chile decidié, hace unos seis afios, iniciar cl estudio de Ia proble- mética del trabajo en Chile, un pais en vias de industrializacién, y en el que se pucden detectar numerosos sintomas sociales que reflejan el paso de una sociedad de tipo tradicional a formas més modernas en sus instituciones econdinicas, socia- les y politicas. Por otra parte, Ja estructuracién de un sistema de relacidn de tra- bajo més dindmico y progresivo trie consigo une serie de problemas nuevos que es de gram valor investigar. Con este trasfondo, el Instituto de Administracién organizé una divisin de relaciones industriales para estudiar esta realidad, la que se abocd a fa investigacién, Ia docencia en la Escuela de Economia y la extensién con un programa de educacién sindical Para echar las bases de la divisién de telaciones industriales, el Instituto de Administracién estimé que seria de gran interés Ja asesorfa de Universidades ex- tranieras de reconocido prestigio en esta area del conocimiento. Con esta finalidad, la Universidad de Chile suscribié um convenio culthral con la Universidad de Cornell ubicada en Ithaca, Nueva York. La universidad citada, con la ayuda finan- ciera otorgada por AID al provecto, encomendé a su Escuela Estatal de Relaciones Industriales y Laborales que Ievara a cabo esta tarea de asesoramiento académico, Jo que significé, por una parte, la venida a Chile de un grupo de profesores norte- americanes, la organizacién de una biblioteca especializada y diversas taseas de divulgacién. Por otra parte, un grupo de becarios chilenos, en su mayorfa inte- grantes de Ia divisidn de relaciones industriales del Instituto, siguié cursos de es pecializacién en el rea de relaciones industriales en la Universidad de Cornell. EI profesor James O. Mortis fue el primer coordinador en Chile del progra- ina intetuniversitario, en representacién de su Universidad. Conjuntamente con su desemperio en estas tareas directivas realizé directamente trabajos de investigacién en los temas de su especialidad y asesord en otros a profesores del Instituto. Su primera obra fue “Afiliacién y Finanzas Sindicales”, esctita en colaboracién con Roberto Oyaneder C, y editada en el aio 1962. Un nuevo apotte es la presente publicacién con el titulo; “LAS ELITES, LOS INTELECTUATES Y EL CONSENSO, Estudio de la cuestidn social y del sistema de relaciones industriales de Chile”, obra en que el profesor Morris ha realizado un esfuerzo intelectual digno de destacar y que va ha sido publicada en idioma inglés, por la Editorial de la Universidad de Cornell. El libro mencionado es una investigacién histérica acerca de los otfgenes det Cédigo del Trabajo de Chile y de sus efectos en la modelacidn del sistema de rela- ciones obrero-patronales vigente en el pais. Apotta considerables antecedentes acer- ca del tema en cuestiGn, analiza la discusién parlamertaria y priblica del mismo y presenta su interpretacién de los acontecimientos y de fa evolucién del pal ese La investigacidn histérica se basa en [a utilizacién meticulosa de la documen+ tacién oficial, de las memorias de egresados de la Universidad, ademas emplea ade- cuadamente la informacién recogida por autores nacionales que han escrito sobre esa época y refuerza sus atgumentos con numerosas referencias a obtas de autores extranjeros. La obta ¢s una valiosa y muy personal contribucién 2 nuestro mejor conoci- miento del dren de relaciones industriales y, en especial, a Ja historia y legislacién del trabajo, intezpretando un aspecto interesante del desattollo nacional. Ef Instituto de Administracién, consciente de su funcién universitaria de dar conocer diversos enfoques de la realidad nacional dentro de su esfera de acti- vidades. hace entrega de esta obra 2 los estudiosos del tema y agradece al profesor James ©. Mortis por este importante aporte académico. También hace ptiblico su Teconocimiento por el brillante desemperio que le cupo al profesor Morris como representante de la Universidad de Cornell ante nuestro plantel de educaciém su- perior y la fructifera labor cumplida por el éxito del convenio interuniversitario. INSTITUTO DE ADMINISTRACION Abraham Toledo, Director. Santiago, Julio de 1967, PREFACIO Algunas de las investigaciones que forman parte de este libro se iniciaron en 1958, mienteas me desempefiaba en Ja Universidad de Chile, en Santiago, en mi- sién de la Fundacion Fulbright. Mi labor prosiguié cuando regresé a Chile a fines de 1959, acompafiado por mi familia, esta vez como Jefe de Grupo de un proyec- to de telaciones industtigles auspiciado conjumtamente por la Universidad de Cor- nell y la Universidad de Chile. Esta segunda estada en Santiago se prolongs hasta mediados de 1962. Creo que en el curso de estos afios, en visitas posteriores a Chile y viajes de varias semanas 0 meses a otros paises de la regién, he llegado a conocer fa América latina de manera més que superficial. Desde 1963 vengo dic- tando un curso para graduados, sobre “Las Relaciones Industriales en América !a- tina”, en Ia New York State School of Industrial and Labor Relations de la Uni- versidad de Cornell, y sov miembro, ademds, de la Comisién de Programa para Atmética Jatina de esta univetsidad.. El primer original completo det texto se sometid a la lectura y observaciones de varios colegas y “Jatinoamericanistas”: los profesores Leonard P. Adams. (Cot- nell), Tom E- Davis (Cornel), John J. Johnson (Stanford) y Henry A. Lands- berger (Cornell). Se sometié a Ja lectura y observaciones del profesor Frederick B. Pike (Universidad de Pennsylvania} un segundo bortador, considerablemente revisado y aumentado (con tres nuevos capitulos). Ademds, leyeron y comenta- ron capftulos determinados el profesor Victor Alba (Catedrético de la Universidad de Kansas, 1966) y el profesor William V. D'Antonio (Notre Dame). Me alien- ta Ja confianza de que esta versién definitiva es superior a las que la precedieron, Al respecte, todos los colegas nombrados son acteedores a mi sincera gratited. Muchos amigos y colegas chilenos de la Universidad de Chile me han brin- dado su valiosa ayuda en la recoleccién € interpretacién de datos. En este sentido, deseo expresar mis agradecimientos cn forma especial a Moisés Poblete Troncoso y William Thayer Arteaga, asf como también a Alberto Armstrong, Verdugo, Jor- ge Barria Serén y Carlos Salazar Umatia. Los trabajos realizadas por varios de mis atumnos de Ia Universidad de Chile me han sido de suma utilidad, especialmente en relacién con el Capitulo 1. Los nombres de los respectivos autores se citan en Jas notas del texto de dicho capitulo. Siempre recordaré con célida simpatfa las muiltiples manifestaciones de gen- tileza de Ia Stia. Patticia Elbo (actualmente Sra, de Jurgensen), quien mecano- grafié en espafiol gran parte de mis investigaciones. La traduccién del libra al espaftol es obra del Sr. Rolando Gonzdlez Zanza- ni, con la colaboracién de Ja Stta. Polyana Troncoso. Deseo expresar a ambos mi agradecimienta por su eficiente labor. Mis relaciones con el Sr. Gonzélez, tanto ‘en ¢l campo de sus actividades de traductor profesional como en el plano perso- nal, son ya de larga data. Solo él habré de comprender las reales proporciones de mi gratitud ante su lealtad en el curso de langos afios de amistad. a7 En sentido més amplio, tengo una deuda de gratitud con la Universidad de Chile, en especial con cl Instituto de Administracién (INSORA), de la Facultad de Ciencias Econémicas, por el respaldo que se me proporcioné durante el perio. do de investigacidn. Por ello expreso mi reconocimiento a los Sres. Juan Gémez Milas, a Ja sazén Rector de la Universidad; Luis Escobar Cerda, que en esa épo- ca se desempefiaba en el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Econémicas; Ricardo Séenz, Juan Iampaglia Sgubin y Jorge Ide Kindermann, que se desempe- faban como Directores de INSORA durante mis estancias en Chile. y Roherty Oyaneder Casanova, Jefe del Departamento de Relaciones Industriales de INSORA. bablemente, mi trabajo no habtfa culminado en la presente publicacién si no hubiese surgide de la Agency for International Development (Organismo pa- ra ef Desarrollo Internacional], primero, la iniciativa de realizar et proyecto uni- versitario en el campo de las relaciones de! trabajo y, posteriormente, el corres: pondiente respalde financiero. El funcionario de la ATD encargado a la sazén de atender en Chile los asuntos relatives a la esfera del trabajo, Irving G, ‘Tragen foe, indudablemente, el hombre clave cn este sentido. El sigue siendo hasta ef momento mi afectuaso y atento amigo. A través de nmestro mecanismo de contra- tos universitarios, la AUD proporcioné también un subsidio substancial a la Edi- torial Del Pacifico para los efectos de esta publicacién, Pot su coopetacién en este sentida, agradezco al Sr. Joshua M, Levine, Asesor Regional de Potenciat Hu- mano de la Oficina de Desarrollo Instituciona) de la AID en Washington, Fl apoyo que mi ptopia institucién ha dado al proyecto, y personalmente a taf desde mi regreso a Ithaca, ha sido trascendental para csta publicacién, Vaya mi mds sentida gratitud tanto a los anteriores Decariog de la New York State School of Industrial and Labor’ Relations, Sres. Martini P. Catherwood y John P, McCon- nell, como al titular actual, St. David G. Moore. La obra se ‘publicard en versién inglesa por la New York State School of Ta- dustrial and Labor Relations, Universidad de Cornell, Ithaca, N. York 27 de junio de 1966. James O. Morris Profesor Adjuato Director de Actividades Ine ternacionales, NYSSILR Universidad de Cornell. INTRODUCCION Este libro es un estudio de la génesis y los primetos catorce afios de desa- rrollo del sistema legal de relaciones industriales chileno. No obstante la cireuns tancia de que contiene un capitulo de introduccidn que trata de la condicién ac- tual ideoldgica y del sistema de relaciones industriales, Ia obra comprende esencial mente €l lapso que se inicia alrededor del afio 1900. cuando Ja “cuestién social” atrajo por primera vez la atencidn nacional, hasta 1938, momento en que el Fren- te Popular gand [a presidencia y se asegurd la consolidacién del sistema legal de relaciones induscriales. En realidad, el sistema se habfa promulgado en 1924, al cabo de mas de veinte afios de efervescencia intelectual y debate politico. Fn esa época, el sistema estaba formado por siete leyes relativas a los siguientes aspects: 1) contratos de trabajo (individuales y colectivos) para obreros, 2) seguro de en- fermedad. invalidez y accidentes. 3) reforma de una lev anterior relativa @ acci- dentes det trahajo, 4) conciliacién y arbittaje, 5) sindicatos. 6) cooverativas y 7) contratos de trabajo pata empleados. Estas leyes fueron objeto sélo de cam- bios menotes, antes de tefundirse con otras leyes de!"trahajo, en 1931, otiginando asf el primer eddigo del trabajo det hemisferio occidental. A fines de la década de 1930 habfa en actividad un gran ntimero de sindi- catos legates, constituidos por decenas de miles de trabajadores de ambos sexos; les juntas de conciliacién intervenian en una cantidad creciente de “conflictos co- lectivos” y se encontraba en funcionamiento un sistema de tribunales del trabajo. Por otra parte, los dirigentes sindicales nacionales, sin consideraciones de orden politico ni ideolégico (excepto los anarquistas), apoyaban el sistema auspiciado por el gobierno. Esie respaldo de socialistas. comunistas, radicales, libetales y con- servadores por imual, por la esfera de los ditipentes sindicales, y le victotia elec. toral del Frente Popular (dominado por radicales y socialistas v apoyado por los comunistas), fueron elementos decisivos para la consolidacién del sistema Jegal de relaciones industriales. Los acontecimientos posteriares no han alterado los funda mentos principales del sistema v, por tal motivo, el afio 1938 constituye 1m hito apropiado para certat este estudio de los orfgenes del sistema de telaciones indus- triales de Chile. El primer propésito del autor, como historiador, consiste simplemente en pro- porcionar una descripcién, lo mas ecudnime y completa posible, del establecimicn- to del sistema. Si esta descripcién es merecedora del nombre de historia, ella de- be, a semejanza de toda historia veridica, contribuir a iluminar cl presente y a ha- cerlo més comprtensible, A juicio del autor, existen también ciettas circunstancias relativas a las précticas, estructutas y moldes de conducta en el campo de las te- laciones del trabajo en Ja actualidad chilena, que muy dificilmente podrfan legar a comprenderse, y menos-a modificarse, sin un conocimjento profundo de Jos orf- genes del sistema. ene Empero, al concederse en las obras histéticas una impottancia muy destacada al valor utilitario de fa historia para fos que se sumergen en los problemas ain no tesueltos de Ia vida, se puede Hegar a deformar el verdadero significado del pasado, La historia puede setvir al presente al aportar {as lecciones de la experien- cia, pero no se la puede obligar a hacerlo sin encarar el riesgo de que pierda su significado intrinseco “propio”. No se trata aqui de una cafda en tratar-de defen- der racionalmente un estéril “la historia por fa historia”, sino mas bien de un re- conocimiento de [a integralidad del enfoque histérico y una advertencia a mi mis- mo en cuanto a no limitar su alcance a la solucién de problemas en la actualidad nj a un telato aislado de hechos ya olvidados. El segundo propésito del estudio se refiete a singularizar a los intelectuales, sefialar el alcance de su aporte a la constitucién del sistema de relaciones indus- triales y analizar esta contribucidn dentro del cantexte generalizado de 1a actividad intelectual en América latina, as como, en menor medida, en las naciones occi- dentales més avanzadas. Creemos que la atencidn especial respecto a Jos intelec- tuales se justifica en virtud de su papel eritico en la configuracién del derecho del trabajo en Chile. Su papel fue’ ctitico no tanto en funcién de la extensa literatu- ra de protesta social que se divulps par diversos medios en as décadas iniciales del siglo veinte, sino a causa de Is participacién politica activa que tuvieton unos pocos intelectuales en los debates rcalizados para dar forma a ptoposiciones legis- lativas sobre la materia, Por otra parte, el papel constrictive correspondiente a Jos estidiantes univetsitarios autores de memocias; que indagaron en la literatura per- tinénte’a Ias telationes del trabajo en. paises mas avanzados, en busca de ideas y soluciones adaptables al problema de Chile, ciertamente resulta impresionante a un observador estadounidense. Tenemos faimpresidn de que en Chile mismo no se ha apreciado en forma total este aspecto. El concept general que se tiene del es tudiante universitario como activista politico en América latina parece correspon- der al de un estereatipado manifestante callejero, “alborotadot”, propiciador de huelgas frente a profesores indefensos y desventurados administradores, raramen- ta provisto de algén sentido de responsabilidad civien, El estudiante umiversitario de Ja ciudad de Santiago de-Chile exhibia otras cualidades hace dos o tres ye- neraciones . El tercero y tiltimo propésito del estudio es el de ofrecer un anilisis. psico- social de la incapacidad de las élites chilenas para impedir Ja divisidn idcoldgica de Ja sociedad y resolver la “cuestién social” mediante Ias leves de 1924. Dicho de.otra manera, Iz historia de los origenes del sistema de relaciones industriales chileno sefiala que durante tas, etapas iniciales de industrializacién los movimientos de fos trabajadores urbanos y mineros se distanciaron de 1a sociedad. Como anar- quistas, socialistas y comunistas, los dirigentes obreros expresaron una intencidn revolucionaria de producir un vuelco en cl sistema social y asumir e! peder en nom- bre de fas clases trabajadoras. Esta pérdida del consenso sigue caracterizande a Chile en la actualidad. El fenémeno es observable también en otros pafses Jatinoamericanos, por ejemplo la Argentina y el Brasil, asi come en otros lugares del mundo, con inclusién de Eu- ropa. Puede causar inestabilidad politica erénica o reducciéa de eficiencia del si tema econdmico, asf como también puede otiginar una revoluciéa coronada por el Gxito. Por consiguiente, hay fundamento para indagar por qué desaparecié en Chile el consenso en el curso de Ja transicién desde una sociedad de cardcter abru- madoramente agrario a otta con figuracién de importantes sectotes utbanos € in- dustriales. ‘ ee despecviito de medios analiticos especiales para ofrecer respuestas cientificas dentro del marco del andlisis social de este tipo. Las expli- cacionés que se proporcionan'se basan en el testimonio histético expresado por boca de escritores y politicos chilenos, y en Ja intuicién, Se abriga la esperanza ei de que el presente estudio, en su caricter de esfuerzo inicial, proporciona percep- ciones titiles a otros interesados en el coutivante tema del consenso en la sociedad En los tres capitulos que forman la 1 Parte se persigue el cbjetive de des rrollar cada uno de los tres propésitos 0 temas del estudio, en st contenido in- formative y conceptual, en grado suficiente para prestar claridad y comprensién a su mayor desarrollo en los capftnlos siguientes. El tema histético se explica en buen grado por s{ mismo a medida que avanza el estudio. Por esta razin ¢) Ca- pitulo 1 es breve; consiste en una explicaciéa de conceptos y una ojeada tanto & las ideologias actuales como el sistema de relaciones industriales vigente en Chile hoy en dia. El Capitulo 2 introduce el tema de los intelectuales en la Amética la- tina y ea Chile, en tanto que el Capitulo 3 intenta definir el consenso y exponer algunas apreciaciones generales, incluso de otros autores, respecto a su presencia « ausencia en Ja sociedad. La II Parte, que forma el nudo del estudio, contiene cinco capftulos (del 4 al 8). El Capitulo 4, “La Cuestién Social”, establece el panorama de antece- dentes histéricos amplios necesario pata comprender la naturaleza y significacisn del sistema de relaciones industriales instituido en 1924. Se proporciona maverial pertinente a desarrollo econémico, fuerza de trabajo, organizaciones de los traba jadores, relaciones obrero patronales y partidos politicos. Los Capitulos 5 y 6, ti tulados “EL Proyecto Conservador y los Intelectuales” y “El Pruyecto de Ja Alian- 2a Liberal y fos Inteleccuales”, respectivamente, desctiben a wénesis de las propo- siciones lepislativas de las éiites en la esfera del tabajo, destacando el papel de los intelectuales, El Capitulo 7, “La Oposici6n de las Elites”, identifica y evaltia la oposiciéa presentada a la legislacida del trabajo desde las organizaciones claves de los agricultores y empresarios, asi como por la Iglesia catclica, El Capitulo 8, “Crisis en el Congreso”, constituye ef relato de Ja tramitacién legislativa de los proyectos de leyes del trabajo presentados al Congreso, Comprende un lustro (1919- 1924) de debates, maniobras, rivalidades politicas y crisis constitucional que cul- miné en la imervencién de los militares La IIi Parte tiene dos capitulos, el primera de los cuales (el Capitulo 9, “Consecuencias Imprevistas”) relata cémo un movimiento revolucionario de los tzabajadores acepté el sistema legal de relaciones industriales y en ultimo término consolidé su influencia en dicko sistema a través del gobierno del Frente Popular. Esta seccidn abarca el periodo 1924-1938, El capitulo final reine los cesuitados principales del estudio y expone algunas observaciones acerca del status actual del consenso en Chile. ‘Be I PARTE CAPITULO 1 CHILE HOY EN DIA; LA DIVISION IDEOLOGICA Y EL SISTEMA DE RELACIONES INDUSTRIALES eQué significa “sistema de celaciones industriaies”? ¢A quién corresponde la responsabilidad de la formacin del sistema de relaciones industriales y cudndo ocurre esta formacién? Para que una descripciin del actual sistema de relaciones industeiales de Chile cobre significado, se requiere primero dar respuesta a estas preguntas. EL concepto de sistema de relaciones industriales es el que proporcionan las publicaciones relacionadas con e] Estudio Interuniversitario de los Problemas del Trabajo en el Desarrollo Econémico, 1a principal aportacién teérica de este pro- yecto es el libro Industrialism and Industrial Man (1960), de Clark Kerr, Jon T. Dunlop, Frederick H- Harbjson y Charles A. Myers. Estos autores ex antes que nada, que los sistemas de relaciones industriales se crean en el cutso de} proceso de industrializacién. Todos ellos contienen similitudes importantes y, al mismo tiempo, reflejan diferencias también importantes. Asi es como en todo sistema de relaciones industriales hay tres patticipantes: trabajadores, gerentes Estado. Todos los sistemas cumplen las tres funciones principales de “definit Jas relaciones de poder y sutoridad (entre los participantes), controlar la protesta de los trabajadoxes y establecer un complejo de nocmas”” para el lugar de trabajo y Ja comunidad labora. Sus diferencias se derivan de las distintas épocas, cultorss y etapas de desarrollo econémico en que se inician, También se derivan de las di- feremes élites que encabezan a las sociedades industrializantes y que poseen “\ ferentes conceptos y programas para los nacientes sistemas de relaciones indus- truales”” ‘Una observacién especialmente aguda de Industrialism and Industrial Man se refiere a que Ja forma y el contenido esenciales del sistema de relaciones indus tiales son “cristalizados por la lite dirigente en una etapa relativamente tempra- na” de Ja industrializacién, Ademés, observan los autores que es probable que el sistema mantenga estas caracteristicas permanentemente mientras se respeten los procesos demacréticos, Sélo un alzamiento revolucionario puede alterar el carécter fundamental de un sistema de relaciones industriales establecido.* La observaciéa tiene vigencia muy precisa respecto al sistema chileno, que en la actualidad retiene en su mayor parte los rasgos esencigles que posefa en el momento de su instaura: sién en 1924. Aquel dicho que afirma que “el pasado es prologo”, aunque a me- tudo resulta desmentido por los hechos, tiene en este caso el cardcter de orienta: cidn fidedigna. En esta ciscunstancia reside la razén de que Ja historia de los orf- 1 Clark Kere, John T. Dunlop, Fredetick H. Harbison y Chatles A. Myers, Industrislism and adver ‘Man, Cambridge; Harvard University Press, 1960, pags. 234235. 2 Ibid, pig. 235. 2-1, 0, Moeris. “174 genes del sistema de relaciones industtiales chileno ilumine y haga mas compren- sible la situacién actual de las relaciones trabajadores-gerentes-Estado. Sin embargo, conviene en este punto efectuar un afinacién, Ya se ha cxpre- sado que este estudio se ocupa de los origenes del sistema legal de relaciones in- dustriales en Chile. Politicamente hablando, el sistema legal de telaciones indus- triales constituye con certeza la patte més imporcante del sistema ‘otal, aunque en términos numéricos pueda ser mayor la cantidad de empleadores y trabajadores que se encuentran fuera de él que la de los que lo observan, por io menos respecto ‘& materias tan importantes camo los sindicatos y el recurtir a las juntas de conc! Tiacién gubernamentales. El sistema fegal de relaciones del trabajo comprende Jas siete leyes aprobadas en 1924 (que constituyen el nucleo del sistema) y toda la egislacién laboral ulterior. Abarca todas las organizaciones de trabajadores estable cidas de conformidad con estis leyes y constituidas por ef gobierno (mediante el otorgamiento de personalidad juridica). También incluye a todos los trabsjadores, no necesariamente miembros de sindicatos legalmente reconocidas, y empleadores que se valgan del aparato dirigido por el gobierno para los efectos de la negoci cidn colectiya y la solucién de conflictos (una setie de juntas generales y especia- tes: de coinciliacién y arbitraje), ast como de Jos tribunales del trabajo. Finalmente, el Sistema inchiye también a todos los trabajadores y empleadores afectados por la legislacin pertinente a las condiciones de los contratos individuales, la seguridad soeial’y-aspectos similares. En el sistema legal de relaciones industrials que se acaba de desctibie, ef Piescnte estudio hace hineapié en las dos primeras fanciones que mencionan Kert y sus colegas, a saber, las de definir las relaciones de pader y autoridad, y contro- iat ta protesta de los trabajadores, més que destacar fa trama normativa del ta- Mer, la’ fébrica y 1a comunidad de trabajo. Se considera que las cuestiones relativas al poder y la protesta son las mis “diffeiles” y, segtin la manera como se enca- ren, las que mas se inclinan a revélar prontamente la psicologia del sistema, la firmeza o debilidad de la élite del pader y si acaso el sistema habré de ser ditca dere o dé funcionamiento eficiente. Los sindicatos, la negociacién colectiva, las huelgas, In ideologia, Jas juntas de concifiscién y arbitraje, constituyen las clases de fenémenos que reciben mayor atenciéa. En resumen, el foco de mayor interés ésté constituide por Ie significacién politica bisica def sistema legal de relaciones industzidles. El hecho de que se decida resefiar un sistema legal de relaciones in- dustriales de fuertes tendencias politicas no ha de causar sorptesa cuando, en un pais 'y en la regién ‘del mundo que él representa, se dice que hay tantas cosas “politizadas” ” Si la dlite dirigemte determina Ins caracterfsticas principales del sistema de relaciones induseriales en una etapa inicial de Ja industrializaci6n, se desprende que Jas telaciones industriales ‘no constituyen fendmenos aislados en la sociedad; son, ch general, resultados deterntinados més que fuerzas determinantes”.* Las élites, de [as qué se distinguen cinco, son importantes fuerzas determinantes. Se les iden- tifiéa por las siguientes denominaciones: a élite dingstica, la ‘clase media, los in- telectuates revolucionarios, los administradores coloniales y los ideres- nacionalis tas, Quignés componen uha élite? Los Ifderes del proceso de industrializacion “Filos vatian’ de una sociedad a otra, pero se incluye a los lideres politicos, lo» constructores de organizaciones industriales, altos jefes militares, intelectuales. re- lacionados y ocasionalmente dirigentes de organizaciones de los trubajadores”4 “Las diferentes éstrategias mediante las cuales estas cinco élites se proponen “ordenar 1a sociedad circundante de manera arménica y compatible” determinan las diferentes rutss que toman hacia Ja industrializacién y, en consecuericia, los » pigs 1, ‘Thid, nota del texto, pég. 8. “ag? sistemas de relaciones industriales peculiates a esas retas. Las élites y sus rutas constituyen ideales “‘y, como tales, no cortesponden integramente a ningtin caso individual histérico. Pero fa mayor parte de los casos individuales se pueden com- prender mejor en relacién con uno de estos tipos”.* En el perfode que se estudia, dos élites se disputaban el poder en Chile, las que prepararon sendos proyectos laborales amplios: la élite dindstica-y la de clase media. En este estudio, la primera se denomina “élite aristocratico-catélica” y no dindstica, debido a que esta terminologia describe con mas exactitud al grupo de los poseedores tradicionales del poder en Chile (los propietarios rurales y la jerarquia de la Iglesia catdlica). Debe dejarse en claro aqui, y mantenerse pre- sente a lo largo del estudio, que tas dos élites chilenas no constituyeron grupos siempre nitidamente separados ni uniformemente antagénicos. Hasta un grado limitado pero necesario {esto es, necesario para fines de anélisis), se trata de tipos ideales incluso en el medio chileno de estudio de casos. Personajes y grupos politicos importantes ocasionalmente se identificaban con Ja élite “equivocada”; 4 veces, componentes de la esfera rural prestaron apoyo a la clase media y pode rosos paliticos de Ia ciudad en ocasiones formaron filas con la élite aristocritico- catdlica, Ademds, los dos proyectos de legislacidn laboral de las élites perseguian el objetivo comin de mantener el orden social existente, aun cuando evidencia- ban diferencias significativas en cuanto a politica, forma y devalles. > En consecuencia, el sistema chileno de relaciones: industriales no se puede estudiar eficientemente en forma aislada. Para conocer dicho sistema se requicre primero saber algo respecto al pensamiento y las inguictudes de los grupos de Glite que lo forjacon. Se abriga la esperanza de que en esta obra se haya conce- dido a esta estratégica relacién de pader la consideracién que se merece. E] actual sisterna de relsciones industtiales chileno prosigue reflejando Ja accién dominante de las élites en pugna y de a competencia entre los partidos politicos. En el nivel nacional, diferenciado respecto al nivel de una industria 0 establecimiento determinado, el sistema de relaciones industriales refleja 1) Ja divisién ideolégica que ba caracterizado a la sociedad chilena durante casi dos generaciones, 2) fuerte influencia, cuando no control, multipartidista sobre las organizaciones estratégicas de los trabajadores, 3) un considerable papel del go- bierno en cuanto a prescribir y llevar a la préctica las normas que otientan, y en muchos casos estipulan, las relacianes entie los sectores de los trabajadores, Ids gerentes y el Estado, 4) un marcado paternalisma de los empleadores, fend- meno ‘tanto psicolégico cuanto material, y 5) un papel relativamente débil de los sindicatos o los trabajadores en-la elaboracién y aplicacién de las normas. En los aspectos més amplios de las dlites y partidos, las dos élites indivi. dualizadas antes ain existen en Chile, pero la balanza del poder se ha inclinada pronuncisdamente ex favor de la clase media y, como consecuencia, el sector tra- dicional aristocrético-catélico (con una identificacién muy disminuida con la Igle- sia catélica) ha perdido en el Congreso incluso facultad de veto. Actualmento, wna alianza revolucionaria de comunistas y socialistas, el Frente de Accién Popu lar (FRAP), presenta vigorosa oposicién a los elementos tradicionales y de ly clase media. 5 Ibid., pags. 50, 51. fag* Los seis partidos politicos més importantes se distribuyen, en Mneas gene- rales, entre las tees categorfas de élite pertinentes al caso de Chile, si bien hay cietto grado de adhesiones compattidas (y aunque, por supuesto, las élites y Jos partidos politicos no constituyen grupos recfprocamente inclusivos). A la élite aristocritico-catélica corresponde el Partido Conservador, bastante a mal traer en las ltimas elecciones, y tal vez !a mayor parte del Partido Liberal, En la clase media se puede situar un sector del Partido Liberal, el Partido Radical y el De- mécrata Cristiano. En la izquierda revolucionaria se encuentran Jos partidos Co- munista y Socialista, unidos por muchos afios en la coalicidn del FRAP. E] Partido Demécrata Cristiana podria también colocarse aquf, puesto que proclama Ja “re- volucién en libettad’* y, segtin sefiala un observador, se encuentra “muy hacia la izquierda” del espectra politico, en comparacién con los partidos democratacris. tiauos de Europa.” Parte de {a izquierda del Partido Radical podria agregarse a la élite revolucionaria. Dependiendo del Ingar en que se decida situar al Partido Demdcrata Cristiano, resulta que o la clase media o la izquierda revolucionaria se encuenjra dividida en su propia contra en Chile, puesto que dicho partido tiene poco en comin con los radicales o el FRAP, De tiempo en tiempo aparecen ottos partidos, algunos de ellos formados por grupos separatistas y generaimente en la izquierda, pero producen poca repercusién persistente en el dmbito nacional Esta alineacién de los partidos chilenos es divisiva en la esfera ideolégica, no por ef hecho de constituir un sistema de partidos méltiples, a diferencia del que tiene dos partidos tinicamente (en Ins sociedades basadas en el consenso, Jos sistemas de mas de dos partidos pueden funcionar eficazmente), ni exclusi- vamente porgue tal alineacién sefleje Ja existencia de ideologias contrapuestas, Fila es divisiva porque los partidos son reflejo de ideologias en pugna y ademas porque son contendoses electoralmente fuertes y persistentes en su biiscmeda del poder. En este estudio, el término “‘ideologia” se emplea con la connotucién de organizacién conceptual internamente arménica, fundada en un concepto del hom- bre y una disposicién de las instivusiones sociales de naturaleza tal, que permitan diferenciarla en los aspectos fundamentales de alguna otra ideologéa. Por consi- guiente, el término se refiere a sistemas de pensamiento mas o menos toxales, como fascisino, democracia, democracia cristiana, socialismo, comunismo y anar- quismo. Algunas de estas ideologias pueden ser compatibles, o parcialmente com- patibles, con otras segtin las circunstancias relativas al pais, el lidetazgo politico, Jas tradiciones y las adaptaciones locales de un modelo tedrico determinado, Una lustracién tomada de Chile mismo es el caso del FRAP, coalicién de socialistas y comunistas sin igual en todo el mundo en la actualidad y patangonada en la ox periencia reciente solo por la desaparecida alianza de los socialistas de Nenni y los comunistas en Italia, En una democracia estable, como los Estados Unidos, Jas diferencias entre Jos partidos en torno a materias de importancia vigente, como la alternativa entre control federal y control de cada Estado, gastos internos-o gastos en el extranjero y los derechos civiles, no se consideran representativas de desavenen- cias ideoldgicas, Tedricamente podrian llegar a setlo y, con referencia a un fun- damento regional y no pertinente a los partidos politicos, podria admitirse que en la actualidad existe en los Estados Unidos de Nortcamérica divisién ideolé- gica en torno a los derechos ciudadanos de fos negros. Sin embargo, fa divisién ideolégica en torno a una cuestidn que afecta fundamentalmente a una regién © Emst Halperin, Nationalism and Communist in Chile, Cambridge (Massachusetts): MILT. Press, 1965, pag, 178. Landsberger y ottos tarubién sefiaten’ que el Partido Deméctaty Cristiano chileno es “ona agrapacién definidamente izquierdista que propicia cambios bésicos". Véase Henry A. Landsberget, Manuel Barreza y Abel Toro, “The Chilean Labor Union Leader: A Preliminary Report on His Background and Attitudes", Industrial and Labor Relations Review, Vol. 17, abril de 1964, pig. 417. “20° del pais por lo comin no equivale a una inestabilidad generalizada-al émbito nacional. Se considera que Chile cumple cont la primera condicién rélativa a la divi sién ideolégica, a saber, Ja presencia de ideologias contendientes y, en grado significativo, incompatibles, Cierto es, segiin ha expresado Kalman H. Silvert, que todos los grupos chilenos concuerdan en la necesidad de 1a industrializacién y que “cl respeto por Ja forma constitucional y la legalidad politica es tan pro: fundo que incluso les izquicrdistas revolucionatios prometen seguir los métodos constitucionales en su téctica politica”. Empero, puede ponerse en tela de juicio si acaso estas dreas de concordancia consticuyen un “consenso mis grandioso” entre “diferencias politicas reales”.7 Un enfoque diferente, que se presenta manera de teoria general de la industrializacion, exptesa que las causas de la diferenciacién de las sociedades y de la divisién del mundo actual residen en. la existencia de alternativas de acceso a la industrializacién y élitgs en pugna, que propician y siguen las diversas alternativas de acceso. Dicho de otra manera, si ccurre la divisién, esta se presenta en la etapa de eleccién de ruta, no en fa etepa de decisién respecto a industrializar 0 no industrializar. En una sociedad democratica, el acuerdo en tomo a los métodos constitucionales es ciertamente necesario para establecer consenso, pero un segundo requisito principal es el relativo al acuerdo respecto a la ideologia. Ambos se encuentran evidentemente relacionados, pero, en una democracia, es posible que los disidentes voliticos respeten los métodos constitucionales hasta un punto determinado (por ejemplo, tal vez hasta el momento de Megar al poder) sin comprometerse en forma pro- funda, sinceta o permanente con los valores o ideales democraticos. La conducta circunspecta mientras uno se encuentra “fuera de juego” es tina cosa; otra prueba, quizés més estricta, se refiere a si aquel que estaba “fuera”, al llegar al poder, puede y est dispuesto a respetar la oposicién que se fe haga a él. Expresando el asunto de mancra un tanto diferente, puede decirse que ol empleo de medios révelucionarios (es decir, Ja violencia en cualquier forma) en la Jucha por ef poder no constitiye una condicién necesaria de la di ideoldgica (aunque tales medios pueden ciertamente estar presentes y apudizar el conflicto en algunas sociededes divididas ideolégicamente). En su estudio re ciente de la iaquierda chilena, Ernst Halperin afitma categsricamente que en nin- ptin lugar de Ia América latina, considetando incluso 4 Chile, que posee uno de fos més fueites y mejor organizados partidos comunistas del hemisferio, cuenta el comunismo con una “tradicién revolucionaria vigorosa”. Con esto quiere decir que no hay une “decisién brutal por Jograr el poder a tods costa” y que, muy por lo contrario, [os partidas comunistas se conforman con participar en el juego politico “cooperando tanto con dictadores como con demécratas, a cambio de peauenios beneficios”. Por otra parte, el Partido Socialista chileno es fuertemente antiparlamentario y ptefiere luchar por el poder sobre wna estrecha base obrera. Averte la ausencin de medias revolucionarios. empera, Halperin recanoce Jos cbjetivos toulitarios y_antidemocréticos del FRAP. Refitiéndose al programa electoral del FRAP en fa eleccién presidencial de 1964, juzga sus reformas “tan extensas que con toda seguridad sevia imposible Hevarlas a la prictica com la estructura actual de las instituciones democréticas chilenas”. Su conclusién ge- neral es Ja de que cl FRAP se proponia realizar “una revolucién similar a la de Castro”. Ademds, cuando quiera que los. conmanistas latinoamericanos han Hewado a disfrutar aun cuando sea una fraccién del poder politico (como en Cuba, Gua- temala en 1954 y por un corto periodo en Chile en 1946-1947) “su totalitaris- 7 Kalman H. Silvert, ‘The Conflict Society: Reaction and Revolution in Latin America, New Orleans: Hauser Press, (961, pigs, 5152 y Kalman H. Silvect, Chile: Yesterday and Today, New York: Holt, Rinehart and Winston, 1965, pap, 8 “Kerr y otros, Industrialism and Industrial Man, pégs. 50, 31. tae mo se ha hecho inmediatamente manifiesto en sw conducta frente tanto a aliados como opositores”.® Dentto de una petspectiva mayor, puede importar poco, en consecuencia, que un movimiento extremista profane las instituciones democré- ticas en su arremetida hacia el poder o que estas instituciones se respeten en la pogna, pero se profanen una vez que se ha ganado el poder. Qué vale la de- mocracia? ¢Qué el respeto por el constitucionalismo? Cuando falta la concordan- cla tespecto a la ideolopia, el empleo de los medios democréticus puede carecet de significacin perdurable. Respecto a la segunda prueba de fa divisién ideoldgica, Ia de que Jas ideo- logias sean fuertes en algin sentido mensurable (por ejemplo, los resultados de las elecciones nacionales) y contendientes tenaces por el poder, es bien sabido que el candidato del FRAP perdié Ia cleccién presidencial de 1958 por escaso margen frente a un politico y empresario de caractetisticas consetvadoras. En la iltima eleccién presidencial (1964), el candidato democratacristiano obtuvo una amplia victoria (56 por ciento de los yotos), aungue el FRAP obtuvo casi un millén de suftagios (el 39 por ciento} del total de dos millones y medio de vo- antes, El hecho de que el FRAP perdiese por mérgenes més amplios en las ciu- dades, precisamente donde debid haber triunfado més ampliamente, que en Jas zonas rurales y minetas, se ha interpretado como fracaso del mensaje extremista.!° Sea efective 0 no que el ato 1964 pasaré a Ja historia chilena como una gran enctucijada ideoldgica, queda en pie el hecho de que hasta ahora la izquierda ha sido muy paderosa, lo suficiente para constituir una fuerza divisiva. La tepresentacién de fos partidos en el Congreso seals la total extensi de las ideologias contendientes. En marzo de 1966, los 45 asientos det Senado se distribuian de la manera siguiente: 13 democratactistianos, 9 radicales, 7 so- cialistas, 5 liberales, 9 comunistas y 2 conservadores. Los cuatro lugares restan- tes coiespondian a representantes de dos pequefios partidos de fa izquierda y dos independientes. Los partides de detecha y de centro-derecha (conservadores, liberales y radicales) tenian en consecuencia el 36 por ciento de fos asientos, los democratacristiancs el 29 por ciento y el FRAP el 27 por ciento. Como era de esperarse, la distribucién eta més favorable a los partidos “populares” en la Gi mata de Diputados. De 147 asientos, los democratactistianos tenfan 82, les radi- cales 19, los comunistas 18, los socialistas 15, los liberales 6 y los conservadores 3. Tres otros asientos corzespondian a un solo partido pequefio del ala izquierda y habia una diputacién vacante. La distribucién en tanto por ciento era asi 9 los partidos de derecha y de centro-derecha coreespondia el 19 por ciento, a los democratacristianos el 56 por ciento y al FRAP el 22 por ciento.!? Probable- mente, desde el siglo pasado no se daba el caso de un partido que por sf sole tuviese tan clara mayotia en una de ambas cémaras. La divisién ideolégica, tal como la refleja Ja Camara de Diputados, puede por consiguiente ser en Ja actua lidad’ més débil de lo que ha sido en muchos afios. ® Halperin, Nationalism and Communism in Chile, pigs. 13-14, 42, 140-141, 142-143, Halperin afirma también cue en 1964 el FRAP experimentaba temores de que la detecha.chi- era no permitiera af candidato presidencial de diche coalicién (Salvador Allende) asamir ef poder en caso que triunfase en Ia eleccién. Cita las expresiones de un portavaz del FRAP, gue declaraba que “nadie puede bacerse ifusiones respecto a Ja actitud de los reaccionarios eo de que fuesen deroiados en 1964; algunos sectores podrian aceptar sn fraceso con since. ridad, pero ores ya se estén preparando decididamente para impeditlo. Actualmente se esti preparando clundestioamente fa Milicia Republicana y ea las filas de las fuerzas armadas. se esti climinando sin inhibicién alguns 2 todo oficial que manifieste una mentalidad progresista © que, por st actitad de cisciplina, sea considerado como vn peligro para la perpetuacién del sistems oligérquico”. Ibid., pags. 151-152 10 Ibid, pigs, 199.196, 218-222, 238, 11 "Distribucién de los Miembros del Senado y de Ta Cimata de Diputades por Partido, al 2 de marzo de 1966", datos de tabulacidn propercionados por Alberto Atmstrong Verdugo. #226 El actual poderio parlamentario de los diversos partidos no dice nada res- pecto a la petsistencia de la divisién ideolégica en Chile. El Partido Conservador, ef Liberal y el Radical datan del siglo pasado y, « través de coaliciones de compo sicién variada, han dominado el Congreso, controlado los gabinetes y situado a sus ditigentes en los cargos politicos mds elevados del pats, FE] Partido. Comunista (1921) ha sido factor de importancia en la politica-chilena “pot mds larga tiem. po y més persistentemente” que cualquier otro partido similar de la América latina. Salvo durante los tiltimos afios de la década de 1930, en que el Partido Socialista era el principal portavoz de los trabajadores, el Partido Comunista ha sido “la principal fuerza politica de los-trabajadores del pats"! A pertin de los afios que siguieron a 1920, ha elegido representantes en-ambas ramas del Cons greso y ha obtenida recanocimiento oficial en un gabinete ministerial, La mayor parte de los éxitos electorales del partido se han -obtenido, sin embargo. ea el nivel comunal o municipal. Hoy se le considera uno de los cuatro mis poderosos partidos comunistas de fa América latina (junto a los de Cuba, Brasil y Vene- zuela).! El Partido Socialista (1933) siempte ha constitaido una parte apreciable del Conrreso; compartié el poder con los radicales durante la corta duracién del Frente Popular (1938-1941) y se jacta de contar en sus filas a una serie de ex ministros de Estado. A pesar de su pérdida de liderazgo sobre la clase obrera a manos de los comunistas, es un partido “casi igualmente paderoso” y “extremada- mente animado en el plano ‘intelectual”.'* El Partido Demdcrata Cristiano ha surgido Jentamente en el curso de los ii'timos treinta aiios. Corresponde al futuro pronunciarse respecto a si puede organizarse con eficiencia y retener.su teciente gtan aumento de pattidarios, é 1 in ideoldgica en el pafs en general, en Ia forma que refleja la. po- Itica nacional, pasa al movimiento de los trabajadores a través de los “departa- mentos sindicales” (nacionales, regionales y locales) de los seis partidos més importantes. Los activistas de los partidos pertenecientes a los sindicatos orpa- nizan céhulas (comunistas}, brigadas (socialistas), frentes (democtatactistianos ) u otfos grupos politicos dentro de las organizaciones locales, regionales y nacio- nales de los trabajadores. Estos mismos activistas son los engranajes que sincro- nizan a los grupos politicos de los sindicatos con los departamentos sindicales de los partidos. E! objetivo de Jos partidos es controlar o ejercer influencia en Jas decisiones y actividades de la organizacién sindical infiltrada.*® E] requisito principal para pertenecer al drea particista de esta estructits es Ia lealtad y antecedentes de servicios al partido, El candidata puede también 12Robert_ J. Alexander, Communism in Latin America, New Brunswick: Rutgers. Univer: sity Press, 1957, pag. 177. 19Mattin C. Needfer, Latin American Politics in Perspective, Princeton: University Press, 1963, pig, 106, 1 Halperin, Nationalism and Communism in Chile, pags. 22.23. 15 Jorge Barrfa Serdn, Trayectoria y Estructura del Movimiento Sindical Chileno, 1946- 1962, Santiago: INSORA, 1963, pigs, 326327 y Francisco Gonziler Labbé, “El Departamento Sindical det Partido Demécrata Cristiano”, trabajo de seminarl presentado’ por el sefior' Goo- xdlez Labbé siendo alumno del seminario dirigido pot el autor en Ia Universidad de Chile en 1961, +234 ser o haber sido ditigente sindical.! Los trabajadores, en consecuencia, legan al departamento sindical del partido primordialmente como democtatactistianos, so: Gialistas, radicales, comunistas, ete. y no como dirigentes sindicales. El abietivo principal, desde el punto de vista del partido, es conseguir que los trabajadores sitvan al partido politicamente, en lugar de que el partido sirva a los trabajadores récnicamente (0 politicamente). Empero, es evidentemente necesatio algdin éxite en ambas dreas como requisito de permanencia y actuacién eficaz. A través del enlace estructural directo con el movimiento de los trabajado- res y en particular con los elementos de fila de Ia fuerza de trabajo en la fabrica, el taller, la offcina y la mina (a veces incluso donde no existe sindicato local), el partido aspira a ganar miembras y votos en les elecciones locales, provinciales y hacionales. Un partido coalicién puede invocar a los sindicatos que controla, con el fin de que apoyen su programa si ejerce el pader en el nivel ejecutivo y/o si cuenta con una representacidn oficialista en el Congreso Nacional. A la in- verse, si ef partido o coalicidn no se encuentta en el podet y hace oposicién al gobierno, puede solicitar a los sindicatos que controla que combatan cl programa de este. En ambos casos, se recurre a huelgas, marchas, manifestaciones ante ¢l Congreso y actos semejantes, o a abstenerse de tales técticas. Finalmente, el par tido puede contar con sus adherentes para que adopte, en ef movimiento laboral en general, las posiciones que se estimen mas congruentes con los objetivos del par- tido tanto inmediatos como de largo plaza, Varias veces durante los iiltimos seis afios, por ejemplo, los radicales y democtatactistianos han cambiado de ac- titud frente a la participacién en congresos de Ja Central Unica de T'rabajadores (CUT) y respecto a lu representacién en su junta ejecutiva. Un insdlito sistema de votacién, que prescribe el Cédigo del Trabajo, pro- bablemente tienda a exagerar Ia divisién ideoldgica y la “politizacién” dentro de los sindicatos locales individuales. La ley establece que todo sindicato legal debe elegir un directorio ejecutivo de cinco miembros, Cada trabajador tiene derecho a emitir un voto para cada cargo de director, 0 2 votos si tiene un mi nimo de tres afins de servicio en ef establecimiento, Los votos de cada trabaja- dor, sean 5 6 10, pueden “acumularse” y emitirse en favor de solo un candidato (0 salo dos, tres, etc.). Este sistema de votos miltiples y suftagio “acumulativo” estimula covsiderablemente la influencia politica y realza las recompensas de la disci- plina partidista. También tiende a perpetuar Jas minotfas politicas Por via de ejemplo, puede indicarse que en la eleccién de 1958 para direc- toric del sindicaro industrial de la Compafia de Acero del Pacifico, la distribucién de los 20.460 votos emitidos fue la siguiente: comunistas, 4.800 votos por 2 candidatos; anarquistas, 6.060 votes por 2 candidatos; radicales, 1.800 votos por 2 candidatos; democratactistianos, 6.600 votos por 10 candidatos (se en- contraban a la sazén divididos y presentaron 2 listas de 3 candidatos cada una); otros 1,200 votos de partido o independientes por 5 6 6 candidates. Los resulta- dos no son claramente expresivos a través de estas ciftas, pero los comunistas cligieron 2 directores, los anarquistas 2 y los democratacristianos sélo 1.17 De ‘este modo, los comunistas, con el 23 por ciento de los votos, eligieron <1 40 por ciento del directorio; Jos anarquistas, con el 30 por ciento de fos votos, eligieron el 40 por ciento del directorio y los democratacristianos, con el 32 por ciento de los votos, eligicron el] 20 por ciento del directorio. \SEL Partido Radical prescribe |e condicién de haber sido micmbzo del partido durante cinco a diez alivs, para poder desempeiiarse en los cargos situados en los diversos niveles de Ja estructura de su Departamento Sindical. Mabel Bullemore, "Departamento Sindical cel Per tido Radical”, Trabajo presentado en ef seminatio civigido por el autor en la Universidad de Chile en 1961. 41 Estadisticas proporcionadas al autor por ef Director de Personal de la compaitia en 1958. soe ‘A pesar de! hecho de que el movimiento de los trabajadores chilenos estarfa indudablemente dividido politicamente aunque no existiese este sistema de vo- tacién, la divisién podria set menos marcada y, et todo caso, ocurritfa més entre sindicatos que dentro de ellos, si el sistema actual se cambiase por otro de vota- cién de mayoria directa para cada cargo de director. Semejanie caiubio habria sido més fécil hace cuarenta afios, mientras se debatian tas leyes del trabajo y cuando los partidos tradicionales eran mds fuertes y los partidos de iaqnierda eran débiles 0 inexistentes, que en la actualidad. Hoy en dfa, los partidos més antiguos son en general més débiles, pero son més poderoscs en todo ef émbito del pais que en el movimiento Inboral, asumiendo una actitud defensiva en tela- ciéa con Ja votacién acumulativa, que les proporciona alguna esperanza de re- presentacién minoritaria en los sindicatos del pais. Todo esto plantea Jas intere- santes preguntas de por qué se adopté ef sistema de votacién nnéltiple acumula tiva, en primer lugar, y de si acaso los legisladores de la década de 1920 ore- vieron las respectivas consecuencias politicas. Algo se expresatd respecto a esto en los capitulos posteriozes. Debe quedar en claro en este punto que la influencia de los partidos poli- ticos en los sindicatos chilenos © el control de estos por aquellos no constituye tun proceso mecinice simplisra, exento de oposicida y libre de complicaciones La infiltracién en ef movimiento de los trabajadores no se realiza con igual vigor, disciplina centtalizada y €sito por todos los partidos; sus consecuencias no se experimentan por parejo en todos Jos niveles de Je estructura sindical y no cons- tituye la Gnica fuerza, pi necesariamente la més importante, que acttia en el mo- vimiento laboral, La meyorfa de las funciones cotidiasas y rutinarias de los sin- dicatos locales probabslemente no se encuentren muy afectadas por la “politiza cién”; el aparato partidista simplemente no es lo suficientemente grande par? adentrarse en més de unos pocos problemas sindicales 0 de relaciones entre trabajadores y empleadores; por otra parte, los ditigentes politicos carecen de Ia pericia pata actuar en relacién con una gran variedad de industrias y sus ea racteristicas especiales, En otras palabras, existe una extensa area de relaciones entre los sindicatos, fos gerentes y el Estado, que ain no se ha descrito y que se encuentra substancialmente liberada de la atencién politica pattidista. Ademés, existe una presién en sentido inverso, del sindicato sobre el partido, que varia en cuanto a fuerza y significacién general de uno a otto partido y de uno a oteo sindicato, Algunos sindicatos buscan y obtienen importante asistencia financiern técnica y politica de los dirigentes de los partidos; el partido posee una estructura nacional, mis eficaz que !a del sindicato, que alcanza hasta los otganismos del gobierno, el Congreso y tal vez incluso hasta el Ministerio o la Presidencia misma. Puede yatantizar ayuda leyal, apoyo en lay huelgas, programas educacionales ¥ fondos destinados a subsidios de desocupacién y a la realizacién de convenciones En los momentos criticos, sin embargo, y especialmente en los niveles de con- federacidn y nacional —mds que cn el local—, fas decisiones. fundamentales jper- tinenzes a las aetividedes sindicales se plasman sobre la base de critetios politicos El partido cobra su quid pro quo. En las elecciones pueden triunfar aquellos tra- bajadores que tienen voz en los circulos del partido; ciertas huelgas claves. se llevan a cabo primardialmente por motivos de la estrategia partidista y las prin cipaies divisiones 0 manjobras de unidad se encuentran condicionades por obje- tivos politicos determinados."" Un resumen apropiado de este aspecto es el de Robert J. Alexander, quien llama Ja atencidn hacta “la atmésfera excesivamente politica que rodea al sindicalismo chileno”. “Los partidos”, prosigue, 28EL mejor estudio estructural de los departamentos sindicales es obra de Emilio Morgedo Valenzuela, “Depattamentos Sindiczles de Seis Partidos Politicos Chilenes”, trabajo presentado en el curso dictado por el autor en Comell cn 1964 25° .. .pefsiguen constantemente el contol de los sindicatos y muy fre- cuentemente un sindicalista destacado es también figura importante en un partido politico. Representantes de los trabajadores son miembros de importantes organismos del gobierno, ya sea en earfcter elective 0 por designacién, y tienen mucho que decir respecto a la polftica gu- bemativa; pero usualmente se expresan mds como miembros del pat- tido determinado al que pertenecen que como representantes sindi- cales. A consecuencia de esta situacidn, los ditigentes sindicales socialis- tes, comunistas, democratacristianos © tadicales, como politicos deben ptoseguir hablando y pensando en términos del interés, diametral- mente opuesto a las clases de trahajadores y empleadores, que consti- tuya las consignas vigentes de sus respectivos partidos. Si un dirigente sindical no lo hiciese asi, se le producirian dificultades con fa agcupa- cidn politica, de cuyo apoyo depende. Esta situacién se intensifica en virtud de la divisién tradicional de la politica chilene en “izquierda” y “derecha” debiendo los dirigentes de los trabajadores estar a cual- quier costo en la “izquierda”. Empleando una metéfora, se puede de- Gir que le tinica ocasién en que un dirigente de los trabajadores puede bajar la guardia es cuando la linea politica de su partido se inclina hacia la “unidad nacional”.’* En ningin otro sector del movimiento labozal existe mayor evidencia de la influencia y el control politico que en el principal centro sindical, la Central Unica de Trabajadores. La inmensa mayoria de los cbreros organizades se en- cventra afiliada 0 bajo la seduccién de la CUT, aunque existe una organizacién rival, Ja Confederacién Nacional de Trabajadores (CNT). Esta dltima, formada principalmente por anarquistas ¢ independientes que en un tiempo se contaron entre los componentes de una CUT unificada, pasa desapercibida y parece tene: pocas perspectivas de crecimiento, La CUT, por lo contrati, regularmente de- clara contar con cientos de miles de adherentes trabajadores, Aunque ni la can- tidad de'miembros de la CUT ni, en un sentido politico mis vasto, el nimero de su “séquito” se puedan establecer con seguridad y ptecisién, ¢s indudable que constituye la confederacién laboral dominate del pais. Dominante, empero, no significa todopoderosa. Como organizacién de tra- bajadores, 1s CUT es débil en grado sumo. Posee escaso control sobte los sin- dicatos afiliados Jocales, nacionales y provinciales; la autoridad centralizada que posee detiva de Ia similitud de obediencia pattidista entre los dicigentes de los diversos niveles de su estructura y no de la fuerza econémica nj de delegacién reglamentaria de autoridad como tal, En otras palabras, como lo ha sefialado Victor Alba, las decisiones de la CUT se adoptan “en negociaciones entre los partidos més bien que por la direccién oficial de los sindicatos”2” Jorge Barrfa se refiere a esta situacién denominéndola “polarizacién ideoldpica” del_ movi- miento de los trabajadores y considera que el conflicto de Ja CUT con el Estado y su propia divisién interna constituyen “un gran problema no solo para los tra- bajadores sino paca In sociedad entera’’** En el Cuurto Congteso de Ja CUT, que se realizé en Santiago en 1965, habia mds de dos mil delegados que representaban seis tendencias pollticas. EL 42 por ciento eran comunistas, € 33 por ciento socialistas, el 9 por ciento demo- 10 Robert J. Alexander, Labor Relations in Argentina, Brazil, and Chile, New York: McGraw liill, 1962, pég. 306. 20 Victor Alba, Historia def Movimiento Obreto en América Latina, México: Libretos Mexicanos Unidos, 1964, pigs, 383384. 21 Battia, Trayeetoria y Estructura del Movimiento Sindical Chileno, pigs. 320, 348-349, +264 cratacristianos, el 5 por ciento radicales; anacquistas y ex trotskistas de) Movi. miento de Izquierda Revolucionaria figuraban con un 1 por ciento cada uno y un 8 por ciento correspondia a independientes o no identificados en cuanto a su preferen- tia politica o idealdgica. Esta alineacién de delegados representa cambios tanto de posicién como dz fuerza de yotacién relativa, en comparacién con afios anteriores. Sin embargo, debido a que algunos grupos no han participado regularmente en los congresos de fa CUT y por la circunstancia de que la cantidad de independientes y no vo- santes ha sido tan grande y variable (entre el 5 y el 32 por ciento), no tiene significacién realizar un anilisis detallado de Ia composicién de los’ delegados a estos congresos. Los datos proporcionan fundamento suficiente para las con- clusiones generales siguientes: 1) los comunistas y socialites son los dos grupos més fuertes, por un amplisimo margen, y, con excepcida del Congreso Consti- tuyente (1953), los comunistas han aventajado claramente a todo el resto; 2) la mayoria de los anarguistas se retiraron de la CUT en 1957, de manera que cn todo el pois son algo mas fuertes de lo que sefiala su actual representacién en la CUT, aunque es probable que en los tiltimes afios se hayan debilitado; 3) el poderio de los radicales ha tendido a permanecer hastance estable; 4) es no- torio que los democratacristianos aproximadamente han triplicado su fuerza, aun- que atin se encuentran en un lejano tercer Ingar detrés de los socialistas, La presencia democratacristiana en el congteso de la CUT de 1965 corres. pandié més © menos ¢ Ia mitad de su verdadero poderio. En tres congresos ante- riores correspondié a la democracia cristiana entre el 15 y el 18 por ciento de Jos delegados, En 1963, se dividieron respecto a la participacién en el congreso y un grupo no envié delegados Por otra parte, los comunistas y los socialistas no pudieron ponerse de acuet- do en cuanto a cémo hacer frente a la faccién democratacristiana y a los radica'es que asistieron al congreso a que vos referimos. Los comunistas preferian un lla- mamiento amplio a todos Jos grupos, para constituir una CUT unificada, distri- buyéndose los cargos del Comité Ejecutivo Nacional segin una féenvula previa. mente acordada. Los socialistas, por otra parte, propiciaban una politica cigurosa (como Io han hecho tradicionalmente) y la eleccién de los miembros del consejo segiin estricta concordancia con la fuerza de votacién y los reglamentos de la CUT. Contaban con fuerza suficiente para forzar la decisién de Ja cuestién por via de una votacién. Los democratacristianos y los radicales se abstuvieron de votar. En consecuencia, el Consejo quedé constituido sulo por comunistas (12) ¥ socialistas (9). En aiios anteriores, Jos democratacristianos y fos radicales han tenido en conjunto entre cuatto y ocho consejeros. Hay que hacer notar también que los radicales, que de partida ezan débiles, se dividieron en el congreso en dos grupos, uno de los cuales seguia la orientacién emanada del FRAP. Los principios y el programa de la CUT siempre han sido revolucionarivs en cuanto a su propésito y¥ marsistas en Ja ideologia. En el curso de los afios se han intraducido cambios con el fin de mantener la unidad y satisfacer a las minovias tadicales y democratacristianas, peto la esencia de la plataforma proclamada hoy por la CUT es la misma sustertada en 1953, al funcarse la organizacién. En su “Declatacién de Principios” de 1962, la CUT afirmaba que _ Ja injusticia social y Ia miseria que oprime a las mayorlas naciona- les tienen como causa la incapacidad crénica del régimen capitalista que, basado en la propiedad privada de. la tetra, de los instrumentos y medios de produccién, divide a la sociedad en clases antagénicas, trabajadores y empresarios, explotados y explotadores. 22 Jorge Bartfa Serén, “Informe Provisorio sobre el IV Congreso CUI", Marzo 11, 1966, ‘Vease también Bacrfa, Trayectosia y Estructura del Movimiento Sindical Chileno, pigs. 332-346, tore Para enfrentarse con los enemigos de los trabajadores y derrotarlos, la CUT proponia Ia accién basada en ‘los principios de clase” pata ganar la “emancipa cin total de los trabajadores”.2° En su mas reciente convencién (1965), la CUT aprobé resoluciones que demandan el desarme general y completo, la destruccién de los armamentos nu- cleares, las relaciones diplométicas y comerciales con tados los pafses del mundo. la unidad de los trabajadores latinoamericanos en una organizacién regional, el apoyo a los puebios de Cuba y la Repiblica Dominicana ante Ja intervencién extranjera y el sabovaje imperialista, asi como la reunificacién del Vietnam sobre a base de las praposiciones hechas por el Vietcong y el gobierno de Corea del Norte. Exigia poner tétmino al “saqueo” de los recursos naturales !evado a cabo por fos consorcios y monopolios internacionales, amén de demandat la ruptura de telaciones con el Fondo Monetario Internacional y el repudio de la Alianza para el Progreso, Rechazaa el “'imperialismo educacional y culturat” y las “ope! raciones de espionaje”, como el Plan Camelot, y, finalmente, pedia la termina- cin del pacto militar entre les Estados Unidos y Chile, ademds de fa supresién de todas las bases militates extranjeras en la América latina.®! Sin dejar de mantener una posicién idcolégica belicosa y revolucionaria, Ja CUT se ha tornado mas reformista 0 constitucional en su actuacién de hecho. Después de haber desarrollado en sus primeros afios de existencia una campaia casi constante de amenazas o tealizacion de huelgas generales, pacos de 24 horas, marchas y concentraciones, la central, a consecuencia de una desastrosa huelgs general organizada en enero de 1956, inicié una nueva etapa, algo mas tranguila Les trabajadotes, afectados por una inflacién intensa y persistente, afligidos por encarnizados conflictos intestinos y derrotados en algunas industrias por emplea dores enemigos de los sindicatos, perdieron el interés por las acciones belicosas y la CUT se vio forzada a reducit Ia energia de su actividad.”® A pesar de todo, sigue siendo una organizacién de izquierda, que no armoniza con Jas instituciones de la sociedad en fa forma que estas se encuentran actualmente constituidas y que aseguta representa a Ja clase ttabajadora chilena, Una reciente encuesta a 231 presidentes de sindicatos industriales locales (que tepresentaban Jos tres principales centres industiiales de Santiago, Valpa: raiso y Concepcién) tiende a confirmar el izquierdismo de la CUT come expresién genuina de la preferencia politica de los trabajadores organizados. Al preguntér- seles cudl era segin su opinidn el partide que mas hacia en favor de !a clase ira- bajadora, el 43 por ciento de estos presidentes se pronuncié por el FRAP, el 23 por ciento por Ia democracia cristiana y solo el 9 por ciento por los radicales. Un 19 por cento afitmé que “a ninguno de los partidos le importabs realmente a clase trabajadora”2* Este dltima grupo indudablemente conienfa a muchos anarquistas, tradicionalmente hostiles a la autoridad organizada y ai gobierno. ‘Al responder a una investigacin semejante, en relacién con el cambio. social, el 34 per ciento de los dirigentes de sindicatos locales se declaré en favor de la “inmediata y total” reestructutacién de las institnciones sociales, el 44 por ciento deseaba que estos cambios dristicos “no demorasen mucho” y solo el 22 por ciento estaba en favor del cambio gradual y evolutivo. Los autores de esta en- cuesta de opiniones recalcan que estas respuestas son “més bien expresiones ge- nerales de actitudes; nos dicen poco respecto a conducta, sea tevolucionaria o #2 Barria, Trayectoria y Estructura del Movimiento Sindical Chileno, “Declztacidn de Prim cipios de la Central Unica de Trabajadores de Chile”, pigs. 383-385. 24EI Mereutio, agosto 30, 1965 #9 Respecto a una buena exposiciéa de Ja historia de Ja CUT, véase Burrfa, Trayectoria y Estructura del Movimiento Sindical Chileno, especialmente los Capirulos TIT y VIT. 28 Landsberger y otros, “The Chilean Labor Union Leader”, Industrial and Labor Refs. tions Review, Vol. 17, abril de 1964, pégs. 417-418, + 2g © de otta indole”. Llegaa a la conclusisn, empero, de que “aunque sea en el nivel de actitudes solamente, estas ciftas indican un iatenso sechazo del actual sistema {social ¢Gémo se ha producido esta profunda y trigica separacién del movimiento de Jos trabajadores organizados? gCudles son los orfgenes histéricos, en la so- ciedad ‘chilena, de la actual CUT dominada por socialistas y comunistas? 1 A pesar de que el movimiento de los trabajadores se encuentra dividido internamente en varias corrientes ideoldgicas y no obstante que en el aspecto ex terno dicho movimiento refleja un aiskumiento politico, predominantemente de carécter izquierdista, respecto al resto de la sociedad, existe una compleja trama de preceptos fegales cuyo efecto, tedricamente, debe ser el de hacer homogéneo el movimiento del trabajo y las relaciones industriales, situando estos factores cn posicidn definidamente subordinada y dependiente respecto al Estadg’ En rea: lidad, esto tiene vigencia no solo en el plano teérico, puesto que Ja seglamenta- cin gubernativa ha fogrado tales efectos en grado apreciable. ‘Nos enfrentamos, pues, con una paradoja: un movimiento labora! atomizado, débil y controlado desde el punto de vista econémico © funcional, que coexiste con un poderoso movimiento laboral politico capaz de presentar candidatos a la presidencia de ja replica y, hasta el momento, casi capaz de hacerlos triunfar,/En realidad, se trata de una paradoja doble, en Ja que Ja otra parte esté constituida por el he cho de que todo esto haya ocurrido en un pats democratico cuyss instituciones privadas, con inclusidn de aquellas relacionadas con las relaciones industrials, no se han mezclado en la burda demagogia 0 el egoismo auroritario vinculado con otras repiblicas latinoamericanas. Esta diferencia puede percibirse si se efec- tan comparaciones con Ia Argentina (Perén}, el Brasil (Vargas) 0 Venezaela (Pérez Jiménez), para citar solo unos pocos de los casos més conocidos. Se resumirin a contimuacién las areas de la reglamentacién estatal y sus re- percusiones, peto es conveniente plantear antes tres preguntas: L) ¢Esperaban los sectores de élite’ de hace dos generaciones impedit el extremismo de los taba: jadores organizados mediante estrictos controles del Estado? 2) En caso afitma: tivo, y si fracasaron, hasta qué punto es segura la generalizacién de que, por el hecho de que los movimiemtos de los (rabajadores pueden controlarse y ta pro testa tiende a declinar, el primer problema de} trabajo ca las sociedades en in- duscrializacién “zo es el de cémo manejar In protesta, sino el de In estructura. cién de Ja fuerza de trabajo”?** Qué explicacién y fundamento pueden darse respecto a Ja {uerza y persistencia del extzemismo de los uabajadores, que en !u gar de disminuir ha aumentado 2 pattit del establecimiento de los controles gu- bernamentales? Las leyes chilonas del trabajo estipulan una extensa gama de condiciones de trabajo, especifican cules son las formas permisibles de organizacién de los tra hujadores, reglamentan los asuntos internos de los sindicatos y especifican y reglamentan Ja maneta en que se han de dirigir las relaciones trabajo gerencia, En lo externo, el resultado total es un papel que corresponde al gobierno en el sistema de relaciones industriales, papel que es muy diferente y mucho més am- plio que el que le corresponde en otros paises occidentales, como los Hstados 27 Ibid, pix. 418, 28Kerr y otros, Indusitialiom and Industrial Man, pags. 7-8, 30, 226-233. +294 Unidos, ¢l Canadd y Gran Bretafia, La diferencia entre la realidad y la apariencia externa consiste en que el gobierno no desempefia su papel integtalmente © no hace cumplir Ia ley estrictamente; pero el contraste con otros paises es, asf y to- do. significativo. Por otra parte, lo que e! gobierno no hace segiin sus propias atribuciones legales se compensa, por lo menos en parte reducida, por la intro- misién extralegal de fos partidos politicos. En la esfera de las condiciones de trabajo (o del “contrato individual”, para emplear la terminologia latina), el gobierno determina muchas cosas que en otros paises occidentales serfan objeto de negociaciones colectivas entre representantes sindieales y de los empleadores, o se determinarian segiin las fuerzas de mercado. En esta esfera se hallan comprendidos: vacaciones, feriados, procedimientos y pagos de despido, asignaciones familiares y el “sueldo vital” de los empleados. Existen también leyes especiales para industrias u ocupaciones en patticular, Jas que cstipulan trato 0 condiciones especiales pata los respectivos trabajadores: leyes para fos trabajadores de la mineria del cobre, maritimos y agricolas, asi come para los servidores domésticos y empleados en general. La injusta distincién legal entre obreros y empleados ha sido origen, segtin estiman muchos, de Ja divisién y debilitamiento de la clase trabajadora; ha per- petuado una aversién por el trabajo manual y, ademas, ha insuflado en los estratos obreros un sentimiento de infetiotidad totalmente contrario a los valores de “igualdsd”, _ Mespeto por el propio, trabajo”, “‘logro” y “‘espirita prictico”, vineu- lados con lis sociedades dinémicas. [Por razones de orden psicolégico y econémico, regularmente surgen peticiones de grupos de obteros que demandan de, los or. genismos gubernativos correspondientes se les otorgue la clasificacién de’ emplea- des) De la noche a la mafiana, los choferes de buses, los taxistas, los maquinistas ferfoviatios y otros grupos de trabajadores se han convertido en empleados. Un directivo superior de una de Jas principales plantas industriales chilenas expresé al autor que todas sus dificultades en el plano laboral desaparecerian si pudiera convertir a todos sus obreros en empleados, ;cosa que personalmente estaba dis- puesto a realizar! (El tema ha originado muchas polémicas en Chile y, tal como sefiala Alexander, en los tltimos afios ha existido ta tendencia a reducir las dife- rencias econdmicas entre los dos grupos’) A la postre, esto puede alterar tam- hién la naturaleza de Ja actual distincidtl psicolégica entre ambos sectores, Sin embargo, [a legislacién contiene también diferencias ajenas a lo econémico (por ejemplo, no se permite que obreros y empleados sean miembros del mismo sin- dicato local); ia climinacién de estas diferencias puede ser mas dificil de alcanzar. Iv Por lo que conciemne a los sindicatos y sus asuntos internos, la ley permite dos clases de sindicatos. Los obreros en general pueden organizar sindicatos in- dustriales, al tanro que los empleados, asi como Ios obtetos de determinadas agrupaciones ocupacionales 0 especialidades, pueden constituir sindicatos profe- sionales. Los sindicatos pueden formar federaciones 0 confederaciones, pero solo las integtadas por sindicatos profesionales gozan del derecho de defender los in- vereses econdmicas de sus miembros, vale decir: el derecho de negociar con tos empleadores o representar a los trabajadores ante las juntas de conciliacién y arbitraje y- los tribunales del trabajo, En ef caso de los sindicatos industriales, a los que corresponden dos tercios de todos los sindicatas lepales, la negociacién 28 Alexander, Labor Relations in Argentina, Brazil, and Chile, pég. 269. +304 se encuentra reducida al nivel det establecimiento. Hay excepciones en la ley (por ejemplo, los trabajadores del cobre negacian en el Ambito de toda una empresa) vy en la préctica (Jos trabajadores del cuera y el calzado, del azticor y maritimos han dado forma a un sistema de negociacién para la totalidad de las respectivas industrias). ¢Por qué el movimiento de los trabaladores se encuentra funcional mente atomizado de esta manera por disposiciones gubernativas, no habiéndosele permitido Hegar a constituir estructuras apropiadas administrativas y de negocia- cigs mediante ef libre juego de Jas fuerzas del mercado y el poder? La legislacién no autoriza a los sindicatos ¢ remunerar a sus dirigentes, sea que estos se desempefien con dedicacién parcial o total. La mayoria de los disi- sindicales trabajan todo el dfa en una f4brica v1 oficina, déndose por en- lo que atienden sus deberes sindicales después del trabajo. Si lo que Neva a le perfeccién es Ja préctica, no hay por qué asombrarse si los dirigentes sindi- cales chilenos no son petfectos. Incluso se ha afirmade que esta limitacién cons- tinuye “una gran desventaia para e! desarrollo de un movimiento sindical demo: crdtico en Chile”.*° Solo los candidatos a cargos sindicales electivos y los cinco miembros que sean elegidos gozan de proteccidn adecuada contta el despido arbi- trario. Los sindicados de fila solo disfrutan de esta proteccidn (fuer) durante Ios conflictos colectivos; los dirigentes pierden su fuero seis meses después de haber dejado de desempefiar ¢l cargo. Las ingresos y gastos de los sindicatos se encuentran sometidos a estricia reglamentacién y tevisién periédica por parte de funcionarios del Ministetio del Trabajo. La tesorerfa de un sindicato sélo puede tener en caja sumas ridicula- mente pequeiias en efective, debiendo depositarse el resto en Ia oficina més cer- cana det Banco del Estado. Todos Ios cheques que excedan de una cantidad ab- surdamente baja no se pueden girar si no es con la firma del inspector del trabajo que corresponda. Los sindicatos industriales obtienen Ja mayor parte de sus in- presos en virtud de un sistema legal obligatorio de participacién de utilidades, correspondiendo la administracién de estos fondos a comisiones tripartitas. Nin- gin sindicato puede juntar fondos de buelga, pero esta prohibicién a veces no se respeta; también se retinen fondos de huelga, en los casos en que se produce una emergencia de esta clase, a base de colectas entre los miembros del sindicata, donaciones de partidos 0 personas, ete.” La lev detalla ilos procedimientos y condiciones que deben observarse para establecer fos sindicatos como organizaciones Tegales y para disolveros: las ats- buciones del Estado en cada caso son ampiisimas: No se trata simplemente de una inscripcién publica, como en ef sistema francés, ni de disolver los sindicatos inaetivos. Aunque rara vez se han disuelto sindicatos fuertes y activos, resulta més dificil decir si acaso el Estado no ha empleado sus atribuciones para negar Ja personalidad juridica a un sindicato indeseable, En Chile hay unos 600 sindicatos industriales y alrededor de 850 profesio: nales. Teniendo presente la cantidad de afiliciones dobles, estas sindicatos aco- gen a unos 200,000 trabajadores. Sin embargo, esta cifra no representa el toral teal de la fuerza sindical, puesto que los servidores publicos (con inclusién de los trabajadores ferroviarios} tienen derecho a formar “asociaciones”, las cuales, a pesar de que formalmente no gozan del derecho a llevar a cabo nezociaciones y organizar huelgas realizan tales actividades admirablemente bien. Su inclusién hace ascender el total de la fuerza sindical 2 alrededor de 336.530 miembros, 30 Tbid,, pigs. 292293, Alevander Uega a esta conclnsién cuando afirma que el Partido Comunista obtiene provecho de lis restricciones legates, pagando a algunos de sus activistas para que dediquen su tiempo a es asuntos sindicales. 37 El Gnico estudio relativo a los ingrescs y gastos de los sindicatos chilenos es el de James O. Morcis y_ Roberto Ovaneder, Allinson. y Finaazas Sindicales en Chile, 19321959, Santiago: Editorial Universitaria, 1962. “ore ifra que no incluye, sin embargo, a los miembros de una cantidad pequeiia ¢ in- determinada de sindicatos “libres”, que en su mayor parte son de orientacién anarquisca y se encuentran totalmente fuera del sistema legal de relaciones indus triales. Se calcula que alzededor del 18 por ciento de In fuerza de trabajo no aget- cola se encuentra tealmente organizada, proporcién que es muy inferior a los in- dices de organizacién de los paises mis avanzados.™? Vv Uno de los primeros aspectos de las relaciones del trabajo en Chile que Haman 1a atencién al extranjero es la psicologia de conflicto que envuelve al pro- ceso de negociacién. En Chile, todo ef periodo de negociacién se conoce por Ja derominacién “conflicto colectivo”, ea contraste con las denominaciones que se usan en los Estados Unidos, vale decit “controversia laboral” © “paro laboral’’, que se gmplean solo para significar lo que sucede después del fracaso de las ne* gociaciones directas. En Chile el contlicto colectivo se inicia en ¢l momento en que el sindicato hace nuevas peticiones al empleador y prosigue hasta que se llega a una solacién o a Ia huelga Hablando en tétminos generales, existe poca negociacién directa entre Jas partes y, técnicamente, son may pocos los convenios colectives que se suscriben. La ley establece un plazo de cinco dias para efectuar negociaciones directas (que se pueden prolongar en virtud de un acuerdo entre las partes}; después, el con. flicto entra a un proceso de conciliacién obligatoria que dura 15 dias. La mayorta de los convenios se plasman en esta etapa. En todas las regiones del pals hay en funciones juntas de conciliacin tripartitas y algunas poseen jurisdiccién ea indus- trias principales especificas. La conciliacién obligatoria puede considerarse como “negociacién colectiva baju la muicién gubernativa”, El arbitraje ¢s voluntatio y en caso de que cualquiera de las partes no lo dese, el sindicato es libre de de- clatar la huelga (observando determinadas condiciones de tiempo, yotacién de sus miembros, etc.}. El sistema de conciliacién o negociacién no se ha analizado cnidadosament hasta ahora, pero existen indicios de que es suficientemente cficaz para aquello: que lo vsan, Empero, tal vez la mitad de los trabajadores organizados puede en- contrarse excluida de los convenios colectivos, Solo el 57 por ciento de los traba- jadotes organizadas de la populosa y altamente industrializada provincia de San- tiago presenté demandas a las juntas de conciliacidn en 1959; se atchivaron peti cianes que afectaban al 9 por ciento de estos trabajadores. Aunque en ambos ti pos de circunstancias {es decir, no uso del proceso de conciliacién 0 archivo de peticiones) se puede haber Hegado a arreglos informales entre las partes, sin que dichos arreglos se comunicasen a las juntas de conciliacién, es probable que mu- chos sindicatos de propésito social y dominados por las empresas no hayan per- seguido un scuerdo, a ta par que, en otros casos, la hostilidad de los empleadores haya impedido el debate. Se ha sugetido que cortesponde a los empleadores buena parte de culpa, en especial con respecto a las peticiones archivades, Podrian haber pasado por alto los defectos formales de las peticiones, en Ingar de aprovechar 1a coyuntura de tales defectos para dar término a Jas negociaciones, si hubiegen asu- mido una actitud mds constructiva y responsable ante los sindicatos y la citcuns- tancia de compartir Ja autoridad.°* 82 Véase ibid, pigs. 26M. 33 Alberto Armstrong Verdugo, E1 Proceso de Negociacién Colectiva en Chile, Santiago: INSORA, 1964, pags. 7-8, 17-26. +32" La mayoria de los conflictos que Hlegan a las juntas de conciliacién se resuel- ven mediante ¢l proceso de conciliacién, empero, pareciendo justificada la conclu- sién de que “el aparato pata negociar convenias colectives funciona aceptahtemen: te bien, anizds tanto como es posible en consideracién de la naturaleza excesiva- mente politica de los sindicatos y las consideraciones polfticas aue forman parte de Is solucién de toda controversia lsborat de imporiancia” en el pais.“ Frecuen temenie las presiones politicas son tan intensas que las audiencins de las juntas de conciiacién son metas fottualidades legales, realizdndose las verdaderas negociacio- nes en otra parte. Las huelgas pueden set setias, tanto en términos de su cantidad como de los diashombre perdidos, habiéndose dado el caso de que Ins de cardcter ilegal sobre pasen en cantidad a Ins legales. En 1962, en Ja provincia de Santiago solamente, hubo 667 huelgas, que afectaron a 113.998 trabajadores (citra equivalente al to- tal de la fuerza de trabajo organizads de la provincia}. Se perdieron mas de un milln de dias-hombre de trabajo. Con excepcién de 97 de ellas, estas huelgas fue- ron ilegales, correspondicndo también a las huelgas ilegales el 55 por ciento del total de dfeshombre perdidos.3 Segin las evidencias, solo unas pocas de estas huelgas tuvieron lugar durante le etapa de conciiacién, En su mayoria se produ- cen por falta de un convenio por escrito 0 debido a disensiones posteriores al contrato, Por regla general, no existe en Chile procedimiento formal de peticiones ca el nivel de establecimiento y el procedimienio de Jos tribunales del trabajo ex engorroso y prolongado. Consideradas estas cixcurstancias, amén del hecho adicio. nal de que una huelga legal se puede realizar solo una vez que se han agotado las instancias del proceso de conciliucién, no tiene nada de sorprendemte que las iuuelgas ikegales constituyan una propotcién tn grande del total. Por otra parce, la mayoria de las huelgas ilegales no sufren persecucién de los empleadores ni reciben castigo del gobierno. Las consideraciones tendientes a determinar si cll son politicas o econdmicas, eficaces © ineficaces, son cosa aparte, pero al parecer su clasificacién como “ilegales” tiene, en la inmensa mayoria de los casus, poco efecto. prictico sobre las relaciones entre trabajadores, empleadores y Estado, Todavia mis, se podria especular en torno a que buena parte de las razones para gue el sistema de relaciunes indusiriales funcione con un minimo aceptable de eficiencia reside en que ef gobierno no lo aplica unitormemente o con inflexi- bilidad, ni manipula desenfrenadamente para obtener ventaja politica por su in- cermedio. Los trabajadores que no se encuerstran organizados en sindicatos legales frecuentemente tienen acceso a las juntas de conciliacién y arbitraje; tara ven se disuelven sindicatos, salve por inactividad; los convenios no se anulan, aun cuan- do de hecho se hayan negociado en el nivel de industria; las hnelgas ilegales fre cuentemente guedan sin sancién. Fl sistema tambien da resoliados, empero, porque los trahajadores y los em pleadores se aceptan reciprocamente en un grado que sorprende, El 25 por cient» de 231 presidentes de sindicatos que participaron en wna encuesia calificaron las relaciones de sus sindicares con los empleacores de “muy buenas”, el 48 por cien- to las consideraba “mas buenas que malas", el 23 por ciento las consideraba “mus malas que buenas” y solu el 3 por cicnto las estimaba “muy malas", Un estudio paralelo realizado con 61 administradores de personal revelé un grado atin mayor Ge acepracién del sindicato por parte de la gerencia, Respondiendo a exactamente la misma pregunta, el 62 por ciento declaré que las zelaciones con su sindicato industrial eran ‘muy buenas”, ef 33 por ciento sefialé que tales relaciones eran “mis buenas que malas”, solo el 5 por ciento pensaba que eran “mis malas que 4 Alexande:, Labor Relations in Argentina, Brazil, and Chile, pig. 320. 8 Atherto Armstrong Verdugo, Las Huelges en Chile en 1962: su Magnitnd y Causas, memoria de prueba, Santiago: Univetsidad de Chile, 196%, pags. 29.30, 77. 3, 0. Morris, 4 33 4 buenas” y ninguno ereia que fuesen “muy malas”. Volvemos, pues, a estrellar- nos con ta paradoja. Cuando los autores dicen gue el trabajador chileno es “esencialmente décil y facil de empujar o guiar’”? 0, similarmente, que es “modesto, sufrido y pacien- te”, seguramente debea refetitse al trabajador en el taller o en el hogar, al tra- bajador como asalariado o jefe de familia. El trabajador como clector, en Ja calle © en el Congreso, es un revolucionatio, seguro de sf mismo, extremista y ya no paciente. La paradoja no es atributo exclusive de Chile. El Japén proporciona un ejem- plo atin mis sorprendente. La tradicién autotitatia de Ia industria japonesa, acen- tada por el paternalismo total del empleador y la prestacién de servicios por t0- da una vida al mismo empleador “genera {uertes sentimientos de subordinacidn, obligacidn, lealtad y gratitud de parte de los trahajadores”, El resentimiento rara vez intumpe en la superficie de la vida industrial; se le oculta y se traspasa a la palestra politica, “Alli, con ausencia total de vinculaciones y obligaciones persona les entre los participantes, estalla reiteradamente In guerra de clases con nsvecen- tado encono”, En Ia politica, “los sindieatos muestran un rostro belicaso, doctri- nario, extremists... que muchos empleadores individnales tienen vara ocasién de ver”. ° El principal centro sindical del Japén (Sohyo) se encuentra estrechamen- te relacionado con el Partido Socialists Japonés. Semejante paradoja de actitudes y proceder no constituye una mera curiasidad. Ella significe que no existe consen s0 fundamental en la sociedad japonesa ni cn el sistema de relaciones industriales del pais. ‘Tampoco podri haberlo “mientras ta idealogfa de ta principal organiza- cién de trabajadores del Japén sea adversa al orden econémico y social imperan- te”. No obstante que concuerda con esta tiltima efirmacida, el amor no desea inferie en esencia que la organizacién Schyo det Japdn (ni tampoco la CUT en cl caso chileno) deba considerarse necesariamente como responsable de la divisién ideolégica del pais 2Es la paradoja en Chile también real, 0 es solo aparcnte? ¢Es el extremis- mo politica la conspiracién de una minotia dirigente bien disciplinada, que no re- presenta fielmente a sus adherentes?" ;Constitaye el extremismo politica mani- festacin de una necesidad psicolégica de disentir que puede caracterizar a los chi- Jenos en general y que, por consiguience, puede despojar a las caregorfas politicas 88 Henry A. Landsberger y Rail Dastres M., La Situacién Actual y el Petsamiento del Administrsdor de Personal Chileno, Santiago: INSORA, 1964, pég. 34. 81 Alexander. Labor Relations a-Argeatina, Breil. ond Chile, pag. 246. 88 Landsberger y ottes, “The Chilean Labor Union Leader”, Industrial and Labor Relations Review, Vol. 17, abril de 1964, pig. 409. 80 Alice Hl Cook, An Introduction to Japanese Trade Unionism, Ithaca (New York): New Yatk State School of Industrial and Labor Relations, Comelt Universi, 1966, pigs. 4, 8, 16, 89-92. 40 John P, Windmuller, “Model Industria! Relations Systems”, Reprint Nt 15, New York State School of Industrial and Labor Relations, Cornell University, 1963, pius. 6:7. ALEsta patece ser la posicién de Alexander, por lo menos respecto a los comunistas. Afi ma que Ix gran cantidad de comunistas bien remunerados y muy disciplinados que hay en el movimiento de los teabajadores es tina de las razones por las cuales el comunismo controla ‘numerosos sindicatos, “a pesic del hecho de que el zespaldo que reciben de los miembtos de fila es muy limitado”. Esto resulta dificil de tebatir, debido Ja falta de datos acerca de las leccioncs sindicales y ademas porque tembiéa se catece de una definicidn de lo que Alexan- der entiende por “muy limitado". En todo caso, el autor considera que so ha abusado de ta doctzina de Ia conspiracién y que, en circunstancias de que los socialistas comunistas pueden elegit ef 27 pot ciento de los senadores y e) 22 por ciento de los dipatados en ef Congreso, ademis de conseguir casi un millon de votos en una cleccién presideneial, su contipgente de pattiderios politicos, a diferencia de su respalda de las filas sindicales, no es limitady, Respec fo a los puntos de vista de Alexander, véase su Labor Relations in Argentina, Brazil, and Chile, pigs. 292 - 293 y Comunisin in Latin Ametica, pig. 177. +544 convencionales de gran parte de su significacién? ©, por otra parte, gacepta real- mente el trabajador gran parte del sistema actual de relaciones industriales y, al mismo tiempo, rechaza el conjunto global de la estructura social? Quiaés haya al- go de validez en contestar afirmativamente cada una de estas preguntas; pero, en el contexto de fa historia chilena, el autor ha encontrado muchos hechos que pres- tan fundamento al concepto de una sociedad verdaderamente dividida. No siem- pre Chile ha tenido un sistema de pluralidad de partidos representatives del es- pectro ideolégico, Los dirigentes comunistas de los trabajadores aceptaron el sis- vema de relaciones industriales en la década de 1920, pero con el fin de obtener de 41 las ventajas econdmicas inmediatas que fuese posible tograr y poder seavir participando en la competencia por tn victoria politica a largo plazo. Primero ellos, después los socialistas y actualmente los democratactistianos, han sido acompafia- dos por la gran mayoria de la clase trabsjadora organizada 42 Relirigndose preferentemente a] cema de la inflecién en Chile, Albert O. Hirschman se- fala que “diversos grupos sociales mantiener y aprecian una actitud y fraseologia de indectina- ble oposicién y hostilidad: cotristen, pero ensian eludie todo acuerds © avenimienta franco”. En presencia de tales circunstancias sociales y de sctitad, “el grado de armonta y consenso existente en la sociedad” cs mayor de lo que aparentan’ Jos rasgos externos, El autor

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