Pedidos en Tepatitlán al 788-8310
Tepatitlán en el tiempo
El portal viejo
Por Don Juan Flores García
Había en la pared
que hacía esquina con
una pequeña manzana
de casas en el mismo
centro, frente al
mercado, por la calle
Porfirio Díaz y
Progreso, una placa de
material, en ella letras
resaltadas y bien hechas que decía: Calle
Progreso, Cuartel 20 Manzana 9a. Fue
una de las cuatro que quedaban a la vista
y que fueron repuestas por las actuales
que son de lámina y sin mencionar los
cuarteles en los que está dividido Tepa.
En esa esquina ahora hay un edificio con
cuatro arcos que da a la calle Porfirio
Díaz y al fondo, pasando a la otra calle
que todos conocíamos por la cuadra
donde estaba don Teófilo y más al otro
lado La Mariposa y las fondas y
pulquerías, esa calle que ya está
adoquinada se llama Herrera y Cairo y
el Portal, Pedro Moreno.
Se me ocurrió mencionar a este viejo
portal, porque bien que conocimos los que
ya estamos maduros, todo lo que en él
hubo. En la esquina de la calle Porfirio
Díaz por la calle de adentro, estuvieron
los ezequieles con su alacena recargada
en ese amplio pilar que sostenía los dos
portales y por fuera, la banqueta donde
asistían nuestros amigos los nunca
olvidados cargadores que tanto servicio
nos dieron. Oficio éste muy honroso, al
único de este grupo de amigos que hasta
hace poco todavía lo veíamos sentado
cerca del lugar de costumbre, es don
Heliodoro Rodríguez Angulo “el
chimealo”. Sentimos con su presencia que
no han desaparecido y que fueron a algún
encargo que alguien les pidió que hiciera
y andan en su ocupación. Con todo y que
no quisiéramos, sentimos el vacío que fue
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dejando aquel viejo y desocupado portal,
nos aflige el tiempo que pasó sin que nos
diéramos cuenta y de buenas a primeras
notamos que aquel edificio que dijimos
había nacido en el año 1888, año en que
nació Anacleto González Flores, nuestro
mártir.
Después de estar de pie por más de
un siglo soportando sus cimientos todo el
peso de la casa, no hubo más que echarlo
abajo. Cada muro del pilar que resistía el
arco recibió malos tratos. Nos acordamos
que de ellos amarraban aquellos
manteados para hacer sombra o clavaban
alguna alcayata para colgar alguna cosa.
Luego el ajetreo de los que íbamos por
ese lugar a sus paredes gastadas y su
piso también, así como su techo
cuarteado. Lo único que podemos
conservar de ese lugar es una fotografía,
así que, vemos en cada una de sus cosas,
que guardan las voces y gritos del
vendedor de cada cosa que gustábamos
de comprar con ánimo de vivir un rato
sabroso que fue en ese tiempo diferente
al de hoy o sea, su costumbre. Pero
andando se llega lejos, cuando empezó a
ir cayendo cada ladrillo y escombro, todos
los que vimos abajo aquel terrenal,
sentíamos que en esos terrones iba parte
de nuestra vida.
Por buena suerte, el dueño, aunque
con material moderno, fue levantando la
construcción y dándole figura de casa
parecida a la anterior y ya ahora que lo
vemos terminado, nos consuela saber que
va a conservar y mejorar la estampa de
lo que vivimos, aunque aquella sencillez
que tuvo se perdió y vemos que el lujo
está manifestando su importancia
moderna, aunque ya no tendrá su placa
donde decía a qué cuartel pertenece, y
por eso decimos que así fue Tepa en el
tiempo.
Pedidos en Tepatitlán al 788-8310
La devoción
a la Virgen
Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Después de haber celebrado con tan
grande fiesta al señor de la Misericordia,
ahora nos disponemos a celebrar durante
todo el mes de mayo a la Virgen María y por
eso conviene recordar uno de tantos
favores:
Alcázar de Toledo. Era ésta una academia
militar, una escuela para oficiales. Allí se
refugiaron 750 militares católicos con sus
familias. En total eran 1,100 hombres y 800
mujeres y niños. 10,000 hombres del ejército
rojo los atacaban. La situación era
extremadamente crítica. Cada mañana el jefe
comunista llamaba al Coronel Moscardó, jefe
del Alcázar: “¡¿Cuándo se van a rendir?!” –
“¡Nunca! ¡Jamás!”, era su respuesta.
¿Por qué tanto valor para resistir? –Es
que los 1,100 hombres allí refugiados eran
“Soldados de María”. El Coronel Moscardó
y sus militares se habían consagrado a la
Virgen Santísima. Por eso el Arzobispo de
Cartagena decía: “No me extraña que los
defensores del Alcázar de Toledo hayan
dado tales pruebas de valor: Es que eran
caballeros de Nuestra Señora, vencedora de
Satán”.
Si se hacían cálculos meramente
humanos los defensores del Alcázar tenían
que rendirse, pero ellos pusieron su
confianza en la Virgen Celestial. Entronizaron
solemnísimamente la Estatua de Nuestra
Señora y la declararon “Generala del
Alcázar”. Organizaron el rosario perpetuo,
dividiéndose en grupitos de manera que
todo el día y toda la noche hubiera unas
personas ante la imagen de la Madre de Dios
rezándole. Dos veces por día se reunía toda
la guarnición ante la Sagrada Imagen y
rezaban el rosario con gran devoción.
Cuando los cañoneros del enemigo eran
m á s salvado, porque
terroríficos
las 1,900
personas
tenían que
refugiarse en
los sótanos
p a r a
defenderse
de las
granadas
explosivas.
Allí pasaban
horas y Santísima nos dio
horas y no
había casi
aire, ni luz y
así durante
71 días, y por
milagro
divino ninguna epidemia llegó. Faltaba el
agua casi por completo. Hicieron una
procesión con la imagen de la Virgen y poco
después descubrieron una cisterna profunda
7 días Sábado 3 de mayo de 2008
que tenía 40,000 litros de
agua fresca y pura.
Uno de los tres
médicos allí presentes
declaró después: “Sólo
con una intervención del
cielo se puede explicar
aquella situación. No
había mesas para operar a los heridos. Ni
siquiera había anestesia para operar, ni
antisépticos, y teníamos que hacer las
cirugías a la luz de una vela. Debíamos
contentarnos con poquísima carne y qué
carne. El alimento eran pan infeccionado y
carne de mula. El fuego del enemigo era
intenso y continuo. Pero la Virgen nos ha
conservado en vida para que contemos a la
posteridad lo que se puede alcanzar de Ella
a través de la oración”.
Los enemigos pusieron una espantosa
carga de dinamita debajo del Alcázar. Se abrió
una brecha de 100 metros de diámetro. Todos
los que estaban rezando a la Virgen cayeron
por el suelo. Pero ninguno quedó herido.
Ellos gritaban entusiasmados: “Milagro,
milagro de Nuestra Señora”.
A los 72 días de asedio les llegó la
sonrisa del cielo: Un avión con un mensaje
del General en Jefe de los Católicos:
“Estamos llegando en su auxilio”. El
entusiasmo de los sitiados fue indescriptible.
Se oyeron gritos entusiasmados: ¡Viva la
Virgen! ¡Viva la Inmaculada! ¡La Virgen nos
ha salvado! Y llorando y cantando se
dirigieron todos a la estatua de la Madre de
Dios. El Coronel Moscardó los acompañaba
llevando la bandera, El mismo,
profundamente conmovido tomó en sus
manos la Sagrada Imagen de la Virgen y
entre lágrimas exclamó: ¡“Madre Tú nos has
no abandonas a
aquellos que en Ti
confían!”
Moscardó el
f a m o s o
gobernador del
castillo decía
después a los
periodistas:
“Dios, por medio
de Nuestra
Generala María
la victoria. A ella
es a la que hay que
preguntarle cómo
pudimos resistir
tanto tiempo. Ella
dirigía la mano de
nuestros médicos y concedía valor a
nuestros corazones. Lo que nunca olvidaré
es que fue la Madre Celestial la que nos
salvó”.