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De Jean-Francois Lyotard
En este informe del saber se tiene por objeto analizar a las sociedades más
desarrolladas en la condición llamada postmodernidad, la cual se caracteriza por
la incredulidad de los metarrelatos y con ello la crisis de la legitimización del saber
cómo se venía estructurando. Sin embargo los decididores encuentran en este
problema una oportunidad en las que se puede lograr la oportunidad de aplicar
estos nuevos criterios para su conveniencia, ya que en la necesidad de ser
competitivos, con ello medibles, encontraran su legitimización en el símbolo del
progreso y la justicia social, una especie de beneficio para los más al menor costo,
la cual lleva a varias incongruencias.
Lyotard ofrece una perspectiva de esta validación desde el lenguaje , los juegos y
componentes del discurso que hacen que una verdad se considere como tal,
mediante la aproximación de este lenguaje a través del saber en las sociedades
informatizadas, las cuales empiezan a modificar las funciones principales:
transmitir e investigar, ya que se han empezado a construir nuevos canales,
elementos que afectan la manera de entender el lenguaje, en el que se deben de
aprender nuevos elementos para insertarse en el manejo de códigos bajo ciertas
prescripciones que establecen los que producen saber. Con ello el saber se ha
trasladado en un medio de producción para ser negociado, tiene su mercado y su
valor. Al entrar el conocimiento en el juego del mercado se empieza a sujetar a
sus reglas y en consecuencia a segmentarse en el mercado en dos partes
principales: conocimientos de pago y conocimientos de inversión. Con ello a hacer
más grande la brecha entre los que producen y consumen, la marginación crece.
Para poder ver el camino que ha tomado el lenguaje en este juego, Lyotard nos
presenta cómo se sustentaban las reglas en la modernidad y cómo se plantean en
la postmodernidad. En esta última las reglas del juego del lenguaje autorizan y
alientan a redes flexibles de la sociedad a dar mayor flexibilidad a los enunciados,
mismos que pueden originarse en el saber científico o en el narrativo, aunque la
primera se legitima en la segunda, ya que el conocimiento excluye a los demás
enunciados, como falsos o verdaderos, sujetando los enunciados a criterios
establecidos, mientras que el saber narrativo permite definir los criterios, hace al
destinado destinatario, lo hace referente y admite la pluralidad de juegos de
lenguaje; es en la forma narrativa donde se crean los relatos. Empero ambos
saberes establecen las reglas del juego para que cada jugador realice sus jugadas
y estas sean valoradas bajo esas reglas.
En esta lucha del pueblo contra el pueblo, el saber se deslegitimiza, pues lo hace
el relato, dando pie y auge a las técnicas y tecnologías, es en ellas y su
performatividad en donde el saber busca refugio. En este lugar, el lugar de las
técnicas, la prueba es la encargada de hacer constatar un hecho en función de
los datos o actuar sobre el contexto, pero esta obedece a un principio: la
optimización de actuaciones y no la verdad. La performatividad, la mejor relación
input/output, busca hacer más, tener más, busca poder, queda de largo lo
verdadero, lo justo, para dar paso a lo eficiente. El poder busca mantenerse, no
jugar, eliminar es la nueva consigna. Ello impacta a la transmisión, a la
enseñanza, la cual se vuelve funcional, así también la investigación; ambas
parecen estar sumergidas en un juego de poder.