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Causa nº33.

773
1 “P., H.
s/ recurso de casación”

En la ciudad de La Plata a los 17 días del mes de diciembre del


año dos mil nueve, siendo las ....... hs., se reúnen en acuerdo ordinario
los Jueces de la Sala Primera del Tribunal de Casación Penal de la
Provincia de Buenos Aires, doctores, Horacio Daniel Piombo, Benjamín
Ramón Sal Llargués y Carlos Angel Natiello con la presidencia del
primero de los nombrados, para resolver en causa Nº 33.773 de este
Tribunal, caratulada “P., H. s/ recurso de Casación”. Practicado el
sorteo de ley, resultó que en la votación debe observarse el orden
siguiente: PIOMBO – SAL LLARGUES (art. 451 “in fine” del C.P.P.),
procediendo los nombrados magistrados al estudio de los siguientes:

ANTECEDENTES
I. El Tribunal Oral en lo Criminal Nº 5 del Departamento Judicial
La Plata condenó en causa 618 a H. P. a la pena de catorce (14) años
de prisión, con accesorias legales y costas, por encontrarlo autor del
delito de homicidio simple.
II. Contra este decisorio se alza el Defensor Particular del
encartado, Dr. Héctor Granillo Fernández, denunciando, como
nulidades de previo y especial pronunciamiento, en primer lugar la
violación a la garantía de imparcialidad –y, a la vez, de impartialidad- de
los jueces actuantes en el debate, en franco quebrantamiento de los
arts. 18, 33 y 75 inc. 22 de la C.N., en relación con el 8.1 de la C.A.D.H.
y 14.1 del P.I.D.C.y P.; 56, 334, 354, 360 –ap. 2º, 3º y 4º-, 364, 367 y
concs. del C.P.P.; y arts. 17 inc. 1º y 2º y 54 de la ley 12.061; habida
cuenta el interrogatorio activo y sin limitaciones que los Jueces habrían
realizado a los comparecientes en el juicio, excediendo claramente sus
facultades ordenatorias y aclaratorias. Como segunda nulidad
constitucional, estima inobservados los arts. 18, 33 y 75 inc. 22 de la
C.N. relacionados a los arts. XXVI de la D.A.D.H.; 10 de la D.U.D.H. y
14.2 del P.I.D.C.y P. y el art. 1º -3er. apart.- del C.P.P., por entender
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inobservada la garantía referida al respeto del estado de inocencia y de


la forzosa resolución del estado de duda en favor del imputado.
Denuncia la nulidad de la reconstrucción fáctica, por entender que no
se consignó en el cuerpo del delito el hecho de que la víctima, luego de
la segunda operación (27/10/2003), registró fiebre alta y recién se
realizó un antibiograma para determinar el agente patógeno un mes
después de aquella intervención. Sostiene que el herido hubiera tenido
chances ciertas de sobrevida de haberse realizado el procedimiento
correcto, por lo que entiende que la causa eficiente de la muerte de
Zaracho resultó ser ésta mala praxis médica, no imputable a su asistido
sino a los médicos intervinientes y en forma culposa, por lo que
sostiene la errónea aplicación del art. 79 del C.P. y la inobservancia de
los arts. 84 y 90 del mismo cuerpo legal, violatorio del art. 31 de la
Carta Magna Nacional.
Luego, denuncia lo que considera reiterado quebrantamiento del
art. 210 del ritual en la valoración probatoria de los elementos surgidos
en debate por parte del Tribunal de mérito.
En primer lugar, y en cuanto a la valoración del testimonio del
médico autopsiante Dr. Carlos Simondi, se agravia sosteniendo que no
se tomó en cuenta que de sus dichos se desprendió que de haberse
dado un tratamiento eficaz al cuadro séptico sobreviviente, la víctima
Zaracho habría tenido chances ciertas de sobrevida.
Considera que el fallo se apartó groseramente de las
constancias causídicas al no tomar en cuenta los indicadores graves de
existencia de infección en la víctima desde la segunda intervención
hasta el deceso, con mayor razón si se trataba de un herido de bala.
Asimismo, destaca la intervención del médico de la Asesoría Pericial de
Tribunales, Dr. Gualdoni, donde declara que durante treinta días el
paciente no recibió antibioterapia.
También estima desoído el art. 366 del C.P.P. respecto a la
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incorporación por lectura de piezas de la I.P.P. solamente con carácter


excepcional, e inobservado del art. 274 del C.P.P. sobre anticipo
extraordinario de prueba y sustitución por la incorporación del
testimonio de la víctima sin los recaudos sustanciales. Alega que la
defensa no tuvo la oportunidad de ejercer el contradictorio al momento
de tomarle declaración al fallecido Zaracho, incorporada posteriormente
por su lectura, violando el art. 274 del ritual que dispone el
procedimiento en casos de testigos que ameriten declarar con
urgencia.
Considera no observado el art. 171 de la C.P.B.A. en relación a
la determinación, conforme a derecho, de que el automóvil de P. resulte
ser el efectivamente empleado en el hecho ilícito, en tanto encuentra
infundado que el faltante del cartel “Charly” sea indicio de culpabilidad y
que su defendido haya recaído en contradicciones respecto a la venta
posterior del rodado.
Se agravia de la evaluación de la declaración del testigo Catriel,
en relación a que existen numerosas unidades como el auto Ford
Taunus que se dice conducido por su asistido, amén de su falta de
reconocimiento en debate. También se agravia por el cotejo de pintura
entre el auto y la bicicleta del occiso, por entenderlo contrario al art.
226 del C.P.P. en cuanto a la irregular incorporación al proceso, en
tanto el biciclo habría estado en poder de la viuda por más de un año y
no se habrían encontrado en el auto marca alguna de rozamiento. En
relación a esto, denuncia la falta de observancia del art. 244 del ritual
respecto a la exigencia de conocimientos especiales de quien actúa
como perito en una causa, en referencia a que la perito química
Raverta empleó un método científico de análisis que entiende como ya
superado por el estado actual de esa ciencia, y que concluiría en
resultados dudosos. Aduna que la pericia correcta a realizar constituía
el método “pirólisis-cromatografía gaseosa-espectrometría de masas
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(Py-GC-MS)” y no el análisis con “espectrofotometría infrarroja” de


Fourier, que entiende arcaico y equívoco.
Denuncia arbitrariedad, absurdo y uso de argumentos
dogmáticos de pura autoridad para dar por probadas supuestas
presunciones graves usadas como fundamentación de la condena,
como ser: a) el cruce de llamadas entre el imputado y su hermano los
días previos a los disparos; b) el conocimiento de H. P. respecto de la
pelea que había sostenido su hermano Rodolfo con la víctima y c) los
dichos de cargo del testigo Barrionuevo, quien habría visto a su
defendido cuatro años y unos meses antes, por única vez en un lugar
oscuro, por brevísimo lapso y dentro de un automóvil, y lo reconoce,
bajo estas circunstancias, en el debate. Entiende que resulta absurdo
considerar este testimonio apto como medio probatorio por las
circunstancias detalladas.
Pone de manifiesto la inobservancia reiterada del art. 234 del
C.P.P. prohibitivo del testimonio de los propios cónyuge y hermano en
contra del procesado. Asimismo, denuncia violación a la garantía de no
declarar contra sí mismo, al pretender el Tribunal extraer
consecuencias cargosas de la declaración de Pare.
Por último, denuncia inobservados los arts. 40 y 41 del C. P. en
relación a varios atenuantes introducidos por la defensa e ignorados
por el Tribunal de mérito, como ser los excelentes antecedentes
personales, familiares y sociales de su defendido o el carácter del
custodio víctima, al que se describe como violento y acostumbrado a
pegar como ejercicio común de conducta.
Como corolario de su labor, la defensa ofrece producir prueba en
esta instancia, formula reserva del caso federal a tenor del art. 14 de la
ley 48 y reitera la solicitud de anulación del juicio y de absolución de su
asistido.
III. Con fecha 30/5/2008 el Tribunal actuante decide conceder el
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recurso impetrado. A su turno, en interlocutorio obrante a fjs. 118/122,


esta Sala confirma dicha admisibilidad, haciendo lugar, por mayoría de
opiniones, a la reproducción en audio solicitada por la defensa, a la vez
que convoca a la audiencia para informar en derecho.
IV. Producida el 18/12/2008 en audiencia previa e independiente
la prueba admitida en esta instancia, se fija la fecha y se notifica a las
partes de la realización de la audiencia para informar en derecho.
V. Llegado este acto, el defensor particular agrega que entiende
demostrado con las escuchas de la audiencia de grado realizadas la
intervención desmedida y arbitraria del Tribunal Criminal al preguntar a
los testigos, como asimismo la falta de debido reconocimiento del auto
empleado en los hechos ni que perteneciera o estuviera en poder de su
asistido, ratificando los restantes agravios recursivos.
A su turno, la Dra. Moretti, Fiscal Adjunta de la Casación,
propicia el rechazo de los agravios defensistas por no encontrar
conculcación de garantías constitucionales ni violentados los principios
de imparcialidad o defensa en juicio, ni el contradictorio entre las partes
durante la producción del debate de instancia. Luego, encuentra
razonado y adecuado a las constancias causídicas la construcción del
factum criminoso por parte del Tribunal de mérito y, en cuanto a la
recalificación solicitada, la descarta por infundada, por no haberse
producido una interrupción relevante del curso causal de los
acontecimientos, a la vez que entiende que se infiere inequívocamente
la intención de P. del resultado muerte a la postre producido. No halla
configurado absurdo o arbitrariedad en cuanto a la valoración de la
prueba de la autoría verificada en autos y respecto al agravio en
relación a los elementos para la determinación de la pena, lo rechaza
por resultar a su juicio extemporáneo, dado que no se invocó en debate
ni consta en el acta, y por encontrar la mensuración de la pena
correctamente realizada.
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A su turno, la defensa particular acompaña memorial a tenor del


art. 458 tercer apartado, del C.P.P. y solicita, en primer lugar, una
revisión integral del fallo atacado, en virtud de los precedentes “Casal”
–C.S.J.N. y “Herrera Ulloa” –C.I.D.H.-, por lo que descarta el argumento
fiscalista de la falta de constancias en el acta del debate. En segundo
término, considera confirmado el agravio respecto a la falta de
parcialidad e intervención en violación del contradictorio del Tribunal de
mérito. A su vez, en tercer término no considera probada una relación
causal entre las heridas inflingidas y la muerte resultante, dado el
holgado tiempo que medió entre ambos actos, y se agravia de la
incorporación al proceso de los dichos de la víctima sin contralor de
esa parte. Y como cuarto ítem, sostiene la falta de culpabilidad de su
asistido por la falta de identificación, por parte del testigo Catriel, del
auto exhibido como el utilizado en el hecho.
VI. Hallándose la causa en estado de dictar sentencia, los
magistrados de referencia en el inicio de esta relación resolvieron
plantear y dilucidar las siguientes:

CUESTIONES
1ra.) ¿Existen nulidades de previo y especial
pronunciamiento?
2da.) ¿Se verifican nulidades producidas en el debate o
respecto a la incorporación de elementos de prueba?
3ra.) ¿Resulta adecuado a derecho la conforma-ción del
cuerpo del delito?
4ta.) ¿Se ha producido una errónea o arbitraria valoración
de la prueba producida en la audiencia, determinantes de un yerro
en la calificación discernida o en la autoría endilgada?
5ta.) ¿Resulta procedente la subjetivización de la pena
realizada?
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6ta.) ¿Qué fallo corresponde emitir?

A la primera cuestión planteada, el señor Juez, doctor


Piombo, dijo:
La resolución del interrogante planteado se halla ligado a una
actividad no común en la tarea de control casatorio: la apreciación
“proprio sensibus” de un desvío achacado al Tribunal de grado, cuál es
el haberse transformado en verdadera parte interesada; primero
interviniendo, según la defensa, con ruptura del carácter adversarial del
proceso y, a la postre, incidiendo con preguntas que favorecían al
Ministerio Público Fiscal.
Y bien, he tomado nota con especial atención de cada pasaje del
plenario oral reproducido a instancias de la defensa. Asiste un principio
de apoyo al despliegue defensivo en el aspecto apuntado, en cuanto
menudean las intervenciones del Tribunal en el material reproducido.
Pero a poco de reparar en su contenido, fluyen prístinas las razones
imperiosas que determinaron a los magistrados a preguntar y luego a
ampliar su primer interrogatorio. Testigos imprecisos en sus relatos,
vacilantes en sus conclusiones y hasta autocontradictorios en sus
afirmaciones basales, pese a tratarse, en los pasajes en los que se
anotaron las preguntas de los magistrados, de profesionales con
especiales conocimientos en la materia sometida a examen. Y el tema
no era por cierto baladí, toda vez que se abordaba el tratamiento
hospitalario que la víctima había recibido en el nosocomio en el que
permaneciera internado. En otras palabras, la prueba que abastecía
uno de los dos planteos básicos de la articulación defensiva. Y en esa
inteligencia, todos los interrogantes fueron aclaratorios y expresados de
manera precisa. No advierto otra inquietud que perseguir un mayor
acercamiento a la verdad frente a profesionales que trasuntaban temor
a quedar comprometidos por una negligencia o inobservancia de los
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deberes que el cargo público les imponía o que el ejercicio del arte de
curar les proponía. Y esta caracterización de la problemática, que
extravasa ampliamente el sólo interés de la defensa y supera los
límites de lo meramente adversarial, no sólo posibilitaba sino que
imponía a los jueces despejar el ítem en función de un omnipresente
orden público. Incluso, y esto es gravitante, no se plasmó en el acta de
debate protesta alguna de acudir en casación por dicho particular y tal
documentalidad se firmó en total conformidad, tanto por la defensa
como por el encartado.
En definitiva: ni el derecho a un debido proceso –que, por cierto,
requiere la imparcialidad del juzgador y su no compromiso con las
partes- ni la garantía de la defensa en juicio sufrieron desmedro por la
impugnación que, por cierto, debe ser rechazada.
Voto por la negativa.

A la misma primera cuestión planteada el señor Juez,


doctor Sal Llargués, dijo:
Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Voto por la negativa.

A la segunda cuestión planteada el señor Juez, doctor


Piombo, dijo:
En el tratamiento de lo que importa una amplia gama de
ataques apontocados en el quebrantamiento del principio de legalidad y
en el consecuente asolamiento del derecho de defensa, doy comienzo
a mi tarea enderezando hacia la presuntamente írrita incorporación de
piezas de convicción por lectura.
En la audiencia del art. 338 del ritual la defensa impugnó lo
relacionado con la denuncia efectuada por la víctima Zaracho a fjs.26 y
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vta. y su declaración complementaria operante fjs.34/35.


Previo a la consideración en punto a la validez, destaco que la
denuncia siempre cumplimenta un rol como elemento articulador de la
reacción del Estado frente a la “notitia criminis” y desde el punto de
vista de la regularidad de la secuencia procesal, por lo que únicamente
puede caer en la medida que quebrante las formalidades que presiden
su recepción. Y esto no está en juego en el presente, donde la artillería
endereza hacia el valor probatorio, respecto de lo cual cabe confirmar –
no convalidar- la incorporación sobre la base de lo dispuesto en el art.
366, inc. 2, del C.P.P.
Puntualmente la defensa alega violación a la defensa en juicio
por frustración del debido control; pero es del caso señalar que,
revisado el expediente hasta el momento de pronunciarse el
denunciante, no existía auto que imputara la acción, siquiera indirecta o
eventualmente, hacia la persona de H. P.. Incluso, por parte de Zaracho
la identificación no es directa, sino referida a la existencia de un
automóvil de color azul que lo habría seguido desde su casa y la
familiaridad del rostro de las dos personas que le dispararon por la
sencilla razón de haberlos visto con anterioridad en la sede de la
U.O.C.R.A., seccional La Plata. Así las cosas, no alcanzo a vislumbrar
de qué manera se podría controlar un elemento de cargo cuando
todavía no existía imputación directa hacia ninguna persona, sino
diligencias investigativas previas, en el caso: acta de procedimiento,
comunicación a los magistrados judiciales, requerimiento a la policía
científica, declaración testimonial de Juan José Catriel, parte médico
recogido por los efectivos de la Comisaría de Ensenada Primera,
informe médico del Dr. López Aguiar, inspección ocular y croquis
ilustrativo, comparendo de perito con aceptación de cargo, acta de
levantamiento de muestras y cometido de realización de determinadas
pericias. Ninguna posibilidad de indefensión se produjo, entonces,
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puesto que todavía no existía ningún sindicado como autor material o


intelectual del delito.
Otro de los agravios desgranados se refiere a la valoración de
testimonios de familiares de P., en cuyo marco si bien es cierto que se
toman los dichos de la esposa de P. como prueba de la posesión del
Taunus a la fecha del hecho, en violación al art. 234 del C.P.P., no lo es
menor que esto también lo encuentra probado el órgano de grado por
los testimonios de Claudio Daniel Avalos, Juan Carlos Pereyra, Alberto
Estecho, Aldo Hugo Aguirre y Hugo Damián Nuñez, por cursos
independiente que permiten adquirir el mismo dato. O sea que declarar
la nulidad en este caso resultaría ocioso o ingravitante (conf.: doctrina
vertida el resolver las causas 5252 del 28/9/2004 y 4818 del
30/10/2003).
A todo lo anterior se adita la sugerida falta de exactitud en los
métodos usados para periciar el biciclo en relación a la pintura del
Taunus.
Respecto a la peticionada nulificación de la pericia sobre la
pintura, traigo a capítulo reiterada jurisprudencia de esta sede, la cual,
con referencia a supuestos análogos al presente, han señalado que:
“En mi parecer -dejando de lado la gravitación jurídica que
puede asumir la utilización de la pericia atacada por el Juez de
Garantías al dictar la prisión preventiva-, no puede aplicarse el sello de
irreproducibilidad o definitividad, salvo que medie la imposibilidad
absoluta de repetir la experticia, verbigracia, por desaparición del
material sometido a estudio o porque sólo en el momento de
practicarse se podía lograr la determinación científica relevante para
perfilar un estado (ver Tribunal Oral en lo Criminal 1, Capital Federal,
decisorio del 15/3/93 en "E.D.", disco l ser, registro 218577). O sea que
no puede aplicarse automáticamente un rótulo descalificador de la
validez sin previamente evaluar puntualmente en cada caso el tipo de
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pericia y la clase de determinación a que se aspira, como también en


su caso las posibilidades científicas de lograr a posteriori, con igual o
distinta metodología, el resultado apetecido” (causa 537, "Recurso de
Casación Fiscal en causa 7-38", sent. del 4/9/2001 y reiterada en la
sent. del 15/5/2003 en causa 7762 “Weckeser”)”.
“El sistema de enjuiciamiento implantado por la ley Nº 11.922,
pone la columna basal del proceso en el debate plenario. Allí debe
validarse o revalidarse cada elemento de prueba cuya apreciación,
salvo absurdo, incumbe soberanamente a los jueces de los hechos
(Sala I, sent. del 28/8/01 en causa Nº 1680, "Chamorro Pacheco"). El
otro pilar es el concepto de reproducibilidad de las medidas de prueba,
con lo que aun la declarada nula puede volver a realizarse siempre
que científica o prácticamente esto pueda ser posible (Sala I, sent. del
4/9/01 en causa Nº 537, "Recurso de casación fiscal en causa7-38")”.
“En la especie, la parte interesada bien pudo impetrar nueva
pericia o, a su elección, interrogar a los peritos. Sólo pretendió la
nulidad y bloqueó el camino a cualquier ampliación o esclarecimiento,
sin demostrar en momento alguno el perjuicio que había sufrido su
parte. En otras palabras, especuló con el sentido formalista del
ordenamiento derogado sin advertir que esto ya es historia. De ahí que
no cite la recurrente precepto de la nueva legislación y, por lo tanto, no
exista motivo para declarar la invalidez (art. 205, última parte, del
ritual)(Sala I, sent. del 13/4/00 en causa Nº 456, "Ruíz"; Sala I, causa
1556, sent. del 17/12/2002)”.
Lo transcrito sella la suerte del ataque; pero debo agregar, en
función de la doctrina “Casal”, que las manifestaciones juramentadas
de la perito Daniela Raverta, que se transcriben en la sentencia,
trasuntan fundamentos sólidos, a los que, por otra parte, cabe añadir la
experiencia del perito exhibida por la cantidad de experticias a través
de las cuales se ha pronunciado a partir del año 2001.
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Voto por la negativa.

A la misma segunda cuestión planteada el señor Juez, doctor


Sal Llargués, dijo:
Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Voto por la negativa.

A la tercera cuestión planteada el señor Juez, doctor


Piombo, dijo:
Respecto a la reconstrucción de los hechos y el agravio
atingente a la falta de recepción del dato fáctico consistente en “…que
no se consignó en el cuerpo del delito el hecho de que la víctima, luego
de la segunda operación (27/10/2003) registró fiebre alta y recién se
realizó un antibiograma para determinar el agente patógeno un mes
después de aquella intervención…”, cabe tener en preferente
consideración que, en la requisitoria de juicio, glosada en el cuerpo III,
fjs.527/533 vta. de los principales, se acusa también por el siguiente
tramo de conducta: “Que posteriormente, Walter Zaracho fue internado
en el Hospital zonal General de Agudos Horacio Cestino de la localidad
de Ensenada ese mismo día, falleciendo el 14 de diciembre de 2003,
como consecuencia de las heridas que había recibido.” (fjs.527vta.). A
su vez, en la respuesta a la primera cuestión del veredicto se extrae la
conclusión de que lo ocurrido causó “… lesiones que provocaron la
internación en el Hospital zonal General de Agudos Horacio Cestino de
lo localidad de Ensenada, para luego producirse su deceso el día 14 de
diciembre de 2003, como consecuencia de las heridas recibidas (fjs.61
del recurso).
Así perfilado el muy relativo alcance del agravio, debo recordar
que tengo dicho en causas de análogos ribetes que:
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“…La accionada sabía el contenido fáctico y jurídico de la


acusación, porque tanto el hecho como su calificación permanecieron
prácticamente invariables a todo lo largo de la investigación preliminar
y luego en la etapa de debate. Vale decir que no hubo lugar para la
sorpresa o la emboscada en este nuevo ámbito que traza el sistema
acusatorio, donde las partes marcan el contenido de la "res litigiosa",
máxime teniendo en cuenta que en la ley 11.922 la requisitoria fiscal
recién adquiere su forma definitiva en la ocasión marcada por el art.
368 de dicho texto normativo (mi voto en causa 479, sentenciada el
1/12/99)….”; ídem Sala I, sent. del 22/6/2000 en causa 514 “Rodríguez,
Saúl”)”.
Adunado a ello y para desechar este agravio, la calificación
resultante de la requisitoria resulta ser la de homicidio, y el pretendido
dato fáctico nada agregaría respecto de este tipo penal, según mi leal
saber y entender. El punto específico es que no se encuentra
violentado el derecho de defensa con la supresión de este dato, porque
la calificación de por si lo contenía. Distinto hubiese sido si la
calificación hubiera recaído en lesiones dolosas, porque una supresión
como la analizada hubiera llevado a un estado de relativa indefensión
originado por la sustitución del resultado. Al contrario, pienso que no
existen emboscadas procesales o elementos que no pudiesen ser
reeditados en debate, y respecto a la construcción del cuerpo del
delito, el absurdo:
<“…Sólo atrapa el error grave y manifiesto, que nace cuando la
apreciación no es coherente, y que lleva al juzgador a conclusiones
claramente insostenibles o abiertamente contradictorias entre sí. O sea
que no se configura aun cuando el parecer judicial sea discutible o
poco convincente, toda vez que siempre debe demostrarse que la
operación intelectual desarrollada en el proceso de formación del
veredicto carece de bases racionalmente aceptables (Sala III, sent. del
14

5/4/05 en causa 9623, “Oroná”, mayoría)…”. Sala I, sent. del 15/4/2009


en causa 26216 “Cabrera”.>
Voto por la afirmativa.

A la misma tercera cuestión planteada el señor Juez, doctor


Sal Llargués, dijo:
Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Voto por la afirmativa.

A la cuarta cuestión planteada el señor Juez, doctor


Piombo, dijo:
Con nitidez se perfilan dos temas que urgen respuesta. Acerca
del primero, referido al encuadramiento del hecho, existe doctrina de
esta Sala y, atento a ello, cabe recordar que este Tribunal tiene sentado
que:
“La permanencia y estabilidad de la doctrina de casación
impone que, una vez adoptado un criterio, éste siga rigiendo en cuanto
no hayan variado las razones de orden legal que fundamentaron su
adopción (Sala I, sent. del 12/5/99 en causa 259, “García”; ídem del
26/10/04 en causa 16.347, “Incidente de Competencia entre el Tribunal
Criminal Nº 2 de San Martín y el Tribunal Criminal Nº 1 de Zárate
Campana”).”
Así las cosas, corresponde traer a capítulo que en precedente
“Cheille” (sent. del 27/2/2007 en causa 6854), se dijo que:
“La herida colocó la vida del lesionado en verdadero y real
peligro. El delito no cambia porque la cura sea afortunada en menor o
mayor medida, toda vez que la causa eficiente la colocó el autor del
accionar acriminado. Por otra parte, la infección hospitalaria no es un
hecho extraño, sino una consecuencia -que asume rango de hecho
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s/ recurso de casación”

notorio en nuestra sociedad contemporánea- del fracaso de la


antibioterapia usual frente a organismos patógenos que han
desarrollado excepcional resistencia frente al ataque farmacológico”.
En el caso, el instrumento empleado (arma de fuego de cierto
calibre) fue adecuado a un deseo de quitar la vida; el modo de empleo
–esto es: la cantidad de proyectiles disparados y los lugares de
impacto- fue congruente con la existencia de “animus necandi”, y las
conductas inmediatamente anterior y posterior al hacer reflejaron una
actitud congruente con el objetivo letal (seguimiento previo, abandono
del cuerpo herido a su suerte y huída procurando la impunidad). Y en
un dejo de insistencia, no resisto la tentación de transcribir el informe
médico que da cuenta de que el sujeto agente ha disparado “al menos
cinco veces con un arma de fuego” hacia la zona de la caja torácica del
la víctima; proyectiles que al menos en número de cuatro, penetraron
“en el tercio superior del brazo izquierdo, región dorsal lumbar media,
región subcostal izquierda, y región derecha (provocando) abdomen
agudo hemorrágico y lesión en distintos órganos (pulmón izquierdo,
bazo, hígado, riñón izquierdo, epiplón) y producción de
hemoneumotorax y hemoperitoneo” (fjs. 69 de la historia clínica Nº
43122 del Htal. Cestino de la localidad de Ensenada y declaración del
Dr. Carlos Omar Simondi, médico autopsiante).
En este orden de ideas, la conclusión del Tribunal de grado no
refleja fisuras lógicas y tampoco es posible, en seguimiento del
precedente “Casal”, arribar a una conclusión distinta por revaloración
de cada uno de los elementos considerados -que no dudo en efectuar-,
de la prueba rendida (causas 30.329, “Salazar”, sent. del 07/4/2009;
14.274, “Prieto”, sent. del 10/3/2009 y 33.975 “Delfino”, sent. del
16/4/2009). A su vez, relacionando esto con el actuar médico, entiendo
que corresponde señalar que en el precedente “Datilo” (causa 34.935),
esta sede ha dicho que:
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“… no existe impedimento que a una cadena causal iniciada


por un acto doloso, se sobreponga acto de origen culposo que
conduzca, por negligencia o imprudencia, a coadyuvar o no impedir,
cuando mediara deber de asistencia, un desenlace fatal”.
Abundando sobre el particular, entiendo que son datos de
espacial valor persuasivo que el encartado nunca abandonó el hospital
desde el día de los hechos (20/10/2003) hasta el deceso (14/12/2003),
(esto probado por historia clínica de fs.122/124 de los autos principales,
punto II, y transcripta en la sentencia a fjs.68vta. a 69, junto con la
declaración del médico legista autopsiante Carlos Omar Simondi) y que
se recuperaron, en la operación de autopsia, tres balas alojadas en el
cuerpo de la víctima (veredicto, fjs.69vta.). Todos estos elementos
abonan unívocamente el terreno fértil de la sepsis con falla
multiorgánica que diera razón al deceso a las 16.55 hs. del
14/12/2003). La eventualidad de un milagro, o de una feliz aplicación
de sustancias antibióticas, no puede cambiar el enfoque, conforme el
precedente “Chaile” arriba citado, siempre que, como en el caso, la
cadena causal conduzca al resultado de una manera directa. Aquí,
precisamente, tanto observando el caso a la luz de la teoría de la
“condición o de la equivalencia”, como a través de la doctrina de la
“condición legal”, la conducta típica ha precipitado la producción del
resultado. Incluso, aun usando correctores “limitantes” como los
conceptos de adecuación o relevancia (Hans-Joachim Rudolphi,
“Causalidad e imputación objetiva”, Universidad Externado, Colombia,
1998, p. 24 y sigts.), esa vinculación no se pierde. No hay curso
independiente como sería el derrumbe del techo del hospital o un
luctuoso incendio que terminara con las vidas de los internados. Más
aún, tampoco en el discurrir de la doctrina de la “imputación objetiva” la
situación puede ser salvada en el sentido que propugna la aguerrida
defensa, toda vez que esa solución elaborada por la doctrina
Causa nº33.773
17 “P., H.
s/ recurso de casación”

germánica propugna que “un resultado antijurídico causado por una


conducta humana, sólo es imputable si esta conducta ha creado un
peligro desaprobado jurídicamente para la realización del resultado y si
ese peligro también se ha realizado en el hecho causante del resultado”
(ibídem), y en el caso ese peligro se ha creado con vigor determinante,
sin que influya, dado el riesgo generado, la actuación de el agente
infectante intrahospitalario consignado por el declarante Dr. Rodrigo
Lopez Aguiar, a fjs.95 de los autos sub-examine.
Respecto al planteo concerniente a la autoría, traigo al
foro discursivo que la sede a la cual pertenezco, ha destacado que:
<Tratándose de elementos probatorios calificables de indicios
—id est: indicadores de un camino—, su análisis debe ser hecho en
forma integral y armónica y nunca de manera parcial o aislada, puesto
que toda evaluación incompleta conduciría a desvirtuar su sentido
(Sala I, sent. del 3/8/2000 en causa 776, “Suárez”; ídem del 1º/10/1999
en causa 479, “Córdoba”, ampliación de fundamentos de los
magistrados de segundo y tercer voto; ídem del 1/6/04 en causa 3542,
“Elicabe”). Por consiguiente, el análisis parcial y aislado de los
elementos de juicio obrantes en la causa, sin integrarlos ni
armonizarlos debidamente en su conjunto, configura:
<...vicio descalificante del acto jurisdiccional (Sala I, sent. del
23/9/1999 en causa 30, “Ruiz”).

<...deformación que si bien puede justificarse en aras del


"sagrado e inviolable" derecho del art. 18 de la C. N., no cambia ni
altera el sentido con que debe apreciarse el acto jurisdiccional (Sala I,
sent. del 1/6/04 en causa 3542, “Elicabe”).
<Consiguientemente, no resulta hábil para conmover el fallo
asentado sobre prueba de presunciones, la crítica enderezada a
cuestionar uno a uno los elementos considerados por el tribunal de
grado, cuando el medio probatorio de esta laya lo constituyen,
18

precisamente, indicios que deben ser apreciados globalmente y no en


particular (Sala I, sent. del 1/7/04 en causa 6915, “Labonia”). Sala I,
sent. del 15/4/2009 en causa 26.216 “Cabrera”.>

La advertencia tiene como destinatario la piqueta conceptual


con que la defensa aspira a demoler el entramado conductor edificado
por el órgano “a quo”, el cual, adelanto, resuma solidez.
Recuerdo que se trata de una historia que arranca con una
pelea anterior entre el hermano del imputado y el occiso, en proximidad
temporal de una interna sindical de la UOCRA (asociación profesional
de trabajadores extraordinariamente conflictiva en nuestro medio), la
necesidad de “enviar un mensaje” de claro corte mafioso a los afiliados
que estaban prontos a votar a favor de la línea opositora a la que
pertenecía Zaracho; el móvil Ford Taunus celeste que usaba el
encartado -con un cartel tipo calco “Charly” en el vidrio trasero- y que
en la ocasión siguiera a la víctima desde su casa; la formulación de
preguntas por parte de sus ocupantes en el barrio respecto al domicilio
del occiso; el reconocimiento de P. como el conductor del mismo
(manifestación del testigo Barrionuevo); la declaración juramentada del
testigo Catriel respecto a la falta de dos parlantes en la bandeja trasera
del rodado que llevaba a los homicidas que traza un vínculo más con el
rodado del encartado; y la pericia positiva demostrativa de la identidad
de huellas de pintura que vincula el biciclo de la víctima y la pintura del
auto del ofensor.
Y esto es más que suficiente, desde el punto de vista racional,
a los fines de sustentar la imputación. Más allá, también irradia la
fuerza de convicción para que quien suscribe este voto, en línea con el
precedente “Casal”, participe, por comunidad axiológica o valorativa, de
la conclusión acriminadora.
Voto por la negativa.
Causa nº33.773
19 “P., H.
s/ recurso de casación”

A la misma cuarta cuestión planteada el señor Juez, doctor


Sal Llargués, dijo:
Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Voto por la negativa.

A la quinta cuestión planteada el señor Juez, doctor


Piombo, dijo:
En un libro especializado en el tema propuesto en esta parte
del acuerdo que me toca protagonizar (Patricia Ziffer, “Lineamiento de
la determinación de la pena”, Editorial Ad Hoc, Buenos Aires, 2da.
Edición, 1999, pág. 122, 123 y 124), se desgranan los siguientes
conceptos:
“II. Las consecuencias del hecho: El art. 41 del Código penal
concede relevancia para la valoración del hecho a la “extensión del
daño causado”.
“En qué medida pueden ser tenidas en cuenta para agravar o
atenuar la pena aquellas consecuencias del hecho que no son el
resultado: todos aquellos daños que se han producido fuera del ámbito
propio del tipo… Con relación a este problema se plantea si las
consecuencias mediatas del hecho deben ser alcanzadas por el
dolo…”.
“Sólo pueden interesar aquellas consecuencias que puedan
relacionarse con la acción típica por su especial relación de
imputación… para agravar la pena sólo se pueden tener en cuenta la
afectación de bienes jurídicos “coprotegidos” por la norma”.
“...la relevancia de la conducta posterior al hecho. III. La
reparación del daño. ...La comisión del delito genera el deber de
reparar, coloca al autor en “posición de garante” respecto de la
evitación de las consecuencias dañosas del hecho. Aún cuando ya nos
20

ya posible desistir, de todos modos existe el deber tanto penal como


civil de reducir al máximo las consecuencias dañosas del hecho.”
“No obstante, subsiste el problema del tratamiento de aquellos
casos en los que el daño es reparado por terceros y si esto puede ser
considerado una disminución de las consecuencias del hecho. Se
podría, incluso, pensar en una aplicación de las reglas de la tentativa.
De hecho, la reparación por terceros es reducción del resultado por
circunstancias ajenas a la voluntad del autor. Si la no producción del
resultado tiene virtualidad para atenuar, con independencia de la
voluntad del autor, ¿por qué negar toda relevancia a una reparación por
terceros, cuando la no producción del resultado, en última instancia, es
análoga a la reposición de las cosas al estado anterior?. En los
sistemas jurídicos en que se otorga relevancia al resultado no puede
haber argumentos decisivos para hacerlo; a lo sumo, se le podría
conceder menor eficacia atenuante a la prestación por terceros que a la
personal, pero no es coherente negársela por completo.”
En el caso que nos ocupa, la reparación por terceros no mejoró
el estado de cosas, con un antibiograma harto necesario pero muy
tardío y con tres balas todavía alojadas en el cuerpo de Zaracho
durante su corta sobrevida. Tomando la doctrina anterior, si bien los
terceros no tenían un deber jurídico de reparar el daño respecto de P.,
si lo tenían en poner la debida diligencia en el arte de curar respecto
de la víctima, lo cual no se hizo en alguna medida. Por ello, entiendo
que la circunstancia de que terceros hayan de alguna manera
incumplido su deber casi “asegurando” el resultado, cuando mediaba
deber de debida diligencia de restañar heridas y curar, podría
introducirse no como variación del curso causal de los acontecimientos,
dado que Zaracho contaba con cinco heridas de bala en su cuerpo,
sino como elemento potenciador del resultado de muerte querido y a la
postre ocasionado.
Causa nº33.773
21 “P., H.
s/ recurso de casación”

Por la razón anotada, que fundamento también en la facultad


que me otorga el art. 371 del ritual, debo aquí votar por la afirmativa.
Es mi voto.

A la misma quinta cuestión planteada el señor Juez, doctor


Sal Llargués, dijo:
Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Voto por la negativa.

A la sexta cuestión planteada el señor Juez, doctor Piombo,


dijo:
Por los argumentos expuestos, entiendo corresponde: 1) casar
parcialmente el fallo impugnado, en el rubro atenuantes, fijando la pena
para H. P., en trece (13) años de prisión, accesorias legales y costas,
dejando incólumes las demás enunciaciones de la sentencia revisada,
sin costas en esta sede (art. 15 de la Const. Pcial.; arts. 40, 41 y 79 del
C.P.; arts. 210, 371, 373, 433, 448, 449, 450, 451, 459, 460; 530 y 531
del C.P.P.); 3) regular los honorarios profesionales al letrado
interviniente, doctor Héctor Granillo Fernández, por la labor profesional
desplegada en esta sede, en la cantidad de dieciséis (16) unidades jus
con más los aportes de ley (artículos 171 de la Constitución Provincial;
1, 9, 16, 31, 33 y 51 de la ley N°8904; 1 y 12 inciso a) de la ley N° 8455
y artículo 534 del C.P.P. -ley N°11.922- debiendo procederse como lo
determina el art. 22 de la ley N°6716, modificado por el art. 12 de la ley
N° 10.268); 4) tener presente la reserva del caso federal efectuada (art.
14 de la ley 48).
Así lo voto.

A la misma sexta cuestión planteada el señor Juez, doctor


22

Sal Llargués, dijo:


Adhiero al voto del doctor Piombo, expidiéndome en igual
sentido y por los mismos fundamentos.
Así lo voto.

Con lo que terminó el Acuerdo dictándose la siguiente


SENTENCIA
Por lo expuesto en el Acuerdo que antecede, el Tribunal
resuelve:
I.- Casar parcialmente el fallo impugnado, en el rubro
atenuantes, fijando la pena para H. P., en trece (13) años de prisión,
accesorias legales y costas, dejando incólumes las demás
enunciaciones de la sentencia revisada, sin costas..
Art. 15 de la Const. Pcial.; arts. 40, 41 y 79 del C.P.; arts. 210,
371, 373, 433, 448, 449, 450, 451, 459, 460; 530 y 531 del C.P.P..
II.- Regular los honorarios profesionales al letrado interviniente,
doctor Héctor Granillo Fernández, por la labor profesional desplegada
en esta sede, en la cantidad de dieciséis (16) unidades jus con más los
aportes de ley.
Artículos 171 de la Constitución Provincial; 1, 9, 16, 31, 33 y 51
de la ley N°8904; 1 y 12 inciso a) de la ley N° 8455 y artículo 534 del
C.P.P. -ley N°11.922- debiendo procederse como lo determina el art. 22
de la ley N°6716, modificado por el art. 12 de la ley N° 10.268.
III.- Tener presente la reserva del caso federal efectuada por la
defensa particular.
Art. 14 de la ley 48.
IV.- Regístrese. Notifíquese. Remítase copia certificada de lo
aquí resuelto, junto con los autos principales (causa 618/0631,
agregados e incidentes, así como los efectos reservados por Secretaría
bajo Nº 60), al Tribunal Oral en lo Criminal Nº5 del Departamento
Causa nº33.773
23 “P., H.
s/ recurso de casación”

Judicial La Plata.
Oportunamente remítase.

FDO.: HORACIO DANIEL PIOMBO - BENJAMIN RAMON SAL


LLARGUES
ANTE MI: Carlos Marucci

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