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Preámbulo
Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base
el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana;
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos
humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la
humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del
hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados
del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad
de creencias;
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un
régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo
recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones
amistosas entre las naciones;
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la
Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el
valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y
mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a
elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad;
Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar,
en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto
universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y
Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es
de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;
La Asamblea General proclama la presente
Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que
todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los
individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella,
promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos
derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter
nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y
efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los
de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
Artículo 1
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2
1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política,
jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una
persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio
bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra
limitación de soberanía.
Artículo 3
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona.
Artículo 4
Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata
de esclavos están prohibidas en todas sus formas.
Artículo 5
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes.
Artículo 6
Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su
personalidad jurídica.
Artículo 7
Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual
protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda
discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación.
Artículo 8
Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales
nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
Artículo 9
Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.
Artículo 10
Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída
públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para
la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de
cualquier acusación contra ella en materia penal.
Artículo 11
1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su
inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio
público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para
su defensa.
2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de
cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional.
Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la
comisión del delito.
Artículo 12
Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación.
Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias
o ataques.
Artículo 13
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia
en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y
a regresar a su país.
Artículo 14
1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a
disfrutar de él, en cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente
originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y
principios de las Naciones Unidas.
Artículo 15
1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a
cambiar de nacionalidad.
Artículo 16
1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin
restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y
fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al
matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá
contraerse el matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene
derecho a la protección de la sociedad y del Estado.
Artículo 17
1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Artículo 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de
creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia,
individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la
enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este
derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 20
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación
pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
Artículo 21
1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país,
directamente o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las
funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta
voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de
celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto
u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.
Artículo 22
Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad
social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación
internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada
Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,
indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.
Artículo 23
1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a
condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el
desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por
trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme
a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por
cualesquiera otros medios de protección social.
1. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la
defensa de sus intereses.
Artículo 24
Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una
limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas
pagadas.
Artículo 25
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure,
así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios;
tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad,
invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de
subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia
especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio,
tienen derecho a igual protección social.
Artículo 26
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser
gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y
fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción
técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios
superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad
humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y
promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que
habrá de darse a sus hijos.
Artículo 27
1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural
de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y
en los beneficios que de él resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y
materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas,
literarias o artísticas de que sea autora.
Artículo 28
Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e
internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración se hagan plenamente efectivos.
Artículo 29
1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en
ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda
persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con
el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y
libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del
orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en
oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.
Articulo 30
Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere
derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y
desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de
cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.
MAGNA CARTA (15 de junio de 1215)
15 de junio del añ o 17° del reinado del rey, año del Señor 1215.
Juan, por la gracia de Dios rey de Inglaterra, señ or de Irlanda, duque de
Normandi ́a y Aquitania, y conde de Anjou: a los arzobispos, obispos, abades,
condes, barones, jueces de bosques, sheriffs, gobernadores, oficiales, y a todos los
alguaciles y a los demás fieles súbditos suyos salud. Sabed que Nos, en la
presencia de Dios, y por la salud de nuestra alma, y de las almas de nuestros
antecesores y herederos, y para honra de Dios y exaltación de la Santa Iglesia, y
reforma de nuestro reino, de acuerdo con el parecer de nuestros venerados
padres, Esteban, arzobispo de Canterbury, primado de toda Inglaterra y cardenal
de la Santa Iglesia romana; Enrique, arzobispo de Dublin, Guillermo, obispo de
Londres, Pedro de Winchester, Jocelin, de Bath y Glastenbury, Hugo de Lincoln,
Gualterio, de Worcester, Guillermo, de Coventry, Benedicto de Rochester,
obispos; y maestro Pandolfo, subdiácono y antiguo siervo del papa, fray Aymerick,
maestro del Templo en Inglaterra, y las nobles personas Guillermo Marescall,
conde de Pembroke, Guillermo, conde de Salisbury, Guillermo, conde de Warren,
Guillermo, conde de Arundel, Alano de Galeway, condestable de escocia, Warin
Fitz Gerald, Pedro Fitz Herbert, y Huberto de Bughe, senescal de Poitou, Hugo de
Nevill, Mateo Fitz Herbert, Tomás Basset, Alano Basset, Felipe de Albine, Roberto
de Roppele, Juan Marescall, Juan Fitz Hugh, y otros vasallos nuestros, hemos, en
primer lugar, asentido ante Dios, y por esta nuestra presente carta, confirmada
por nosotros y nuestros herederos para siempre.
I. Que la Iglesia de Inglaterra será libre, y gozará inviolablemente de todos sus
derechos y libertades. Y haremos que unos y otros sean por tanto observados; en
consecuencia la libertad de elecciones, que se ha crei ́do muy necesaria para la
Iglesia de Inglaterra, y por nuestra libre voluntad y agrado la hemos concedido y
confirmado por nuestra carta, y obtenido la confirmación de ella por el papa
Inocencio III, antes de la discordia entre Nos y nuestros barones; la cual carta
observaremos y haremos que sea observada plenamente por nuestros herederos
para siempre. Hemos concedido también a todos los hombres libres de nuestro
reino, por Nos y nuestros herederos, para siempre, todas las infrascriptas
libertades, para que las tengan y posean, ellos y sus herederos de Nos y nuestros
herederos.
II. Si alguno de nuestros condes, o barones, u otros que dependan principalmente
de nosotros por servicio militar, muriese, y al tiempo de su muerte fuese de edad
su heredero, y debiere compensación, tendrá la herencia por la compensación
antigua; es decir, el heredero o herederos de un conde, cien libras por toda una
baroni ́a; el heredero o herederos de un caballero, cien chelines a lo más por todo
un feudo de caballero; y el que deba menos, pagará menos, según la antigua
costumbre de los feudos.
III. Pero si el heredero de los dichos fuese menor de edad, y estuviese bajo tutela,
tendrá su herencia sin compensación o multa, cuando llegue a ser mayor de
edad.
IV. El guardador de la tierra del heredero que sea menor de edad solamente
sacará de la tierra de dicho heredero preventos razonables, y la someterá a
costumbres y servicios razonables; y eso sin destruir o arruinar los hombres o las
cosas; y si Nos encomendamos la guarda de esa tierra al sheriff, o a otro
cualquiera que sea responsable a Nos por los productos de la tierra, y si él
ejecutase actos de destrucción o de ruina en las tierras de la tutela, lo
compeleremos a dar satisfacción, y la tierra será encomendada a dos legi ́timos y
discretos moradores de aquel feudo, quienes serán responsables por los
productos a Nos, o a aquel a quien Nos los asignaremos. Y si Nos diéramos o
vendiéramos la guarda de dichas tierras a alguien, y él ejecutase actos de
destrucción o ruina en ellas, perderá la tutela, que será encomendada a dos
legi ́timos y discretos moradores en el feudo, los cuales serán de igual manera
responsables a Nos como se ha dicho.
V. Pero el tutor, mientras tenga la guarda de la tierra, deberá conservar y
mantener las casas, parques, conejeras, estanques, molinos y otras cosas
pertenecientes a la tierra, cubriendo los gastos con los productos de ella; y cuando
el heredero llegue a ser mayor de edad, deberán restituirle toda su tierra, provista
de arados y carruajes, con los aparejos que el tiempo requiera, y que los
productos de la tierra puedan soportar.
VI. Los herederos se casarán sin degradar el linaje, y antes que el matrimonio sea
contrai ́do deberá darse conocimiento de él a sus más cercanos parientes
consangui ́neos.
VII. La viuda tendrá, inmediatamente después de la muerte de su marido, y sin
dificultad ninguna, su haber de matrimonio y su herencia; ni será ella obligada a
dar cosa alguna por su viudedad o haber de matrimonio, o por su herencia, que su
marido y ella posei ́an el di ́a de la muerte de aquél; y puede ella permanecer en la
mansión principal o casa de habitación de su marido cuarenta di ́as después de su
muerte, dentro del cual término le será asignada su viudedad.
VIII. Ninguna viuda será obligada a casarse entretanto que ella tenga la intención
de vivir sin marido. Pero ella dará fianza, sin embargo, que no se casará sin
nuestro asentimiento, si dependiere de Nos, o sin el consentimiento del señ or de
quien dependa, si dependiese de otro.
IX. Ni Nos ni nuestros alguaciles embargaremos tierra o renta por ninguna deuda,
mientras haya muebles del deudor en la finca, que sean bastante para pagar la
deuda. Ni se embargará a los fiadores del deudor, entretanto que el deudor
principal sea suficiente para el pago de la deuda. Pero si el principal deudor falta al
pago de la deuda, no teniendo enteramente con qué satisfacerla, entonces los
fiadores responderán de la deuda; y si ellos lo hicieren, deberán tener las tierras y
rentas del deudor, hasta que sean satisfechos de la deuda que pagarán por él; a
menos que el deudor principal pueda probar que se halla libre de la deuda, contra
los dichos fiadores.
X. Si alguien hubiese tomado prestada alguna cosa de los judi ́os, más o menos y
muere antes de que sea pagada la deuda, no se pagará interés por dicha deuda
mientras el heredero se halle en menor de edad, sea quien fuere la persona de
quien dependa. Y si la deuda cae en nuestras manos, Nos tomaremos solamente
los bienes muebles mencionados en la carta o instrumento.
XI. Y si alguno muriese siendo deudor a judi ́os, su mujer tendrá su viudedad, y no
pagará nada de la deuda; y si el finado dejó hijos menores, se les proveerá de las
cosas necesarias según la heredad (o propiedad inmueble) del finado; y del
residuo se pagará la deuda; salvo, sin embargo, el servicio de los señ ores. Hágase
de igual manera en las deudas a favor de otras personas que no sean judi ́os.
XII. No se impondrá derecho de escudo (scutage) de nuestro reino, a menos que
sea por el Consejo General de nuestro reino, excepto para redimir nuestra
persona, y para armar caballero a nuestro hijo mayor, y para casar una vez nuestra
hija mayor; y para esto se pagará un subsidio razonable. De la misma manera
deberá ser respecto de los subsidios de la ciudad de Londres.
XIII. Y la ciudad de Londres tendrá todas sus antiguas libertades y costumbres
libres, tanto por tierra como por agua. Además de esto, queremos y concedemos
que todas las demás ciudades y burgos, y villas, y puertos, tengan todas sus
libertades y costumbres libres.
XIV. Y si el Consejo General del reino (Cámara de los Comunes) intervendrá en lo
concerniente al reparto de los subsidios, excepto en los tres casos arriba
mencionados. Y para repartir los derechos de escudo, haremos que sean
convocados los arzobispos, obispos, abades, condes y grandes barones del reino,
cada uno singularmente, por cartas nuestras. Y además de esto haremos que sean
convocados en general, por nuestros sheriffs y alguaciles, todos los demás que
dependen principalmente de Nos en jefe, en un cierto di ́a, es decir, cuarenta di ́as
al menos antes de la reunión, para un cierto lugar, y en todas las cartas de tal
convocatoria declararemos la causa de ella. Y hecha la convocatoria, se procederá
al despacho de los negocios el di ́a señ alado, según el parecer de los que se
hallaren presentes, aunque todos los que fueron convocados no hayan
concurrido.
XV. Para lo futuro no concederemos a nadie que pueda exigir subsidios de sus
arrendatarios libres, a menos que sea para redimir su cuerpo, y para hacer
caballero a su hijo mayor, y para casar una vez su hija mayor; y para esto,
solamente se pagará un subsidio razonable.
XVI. Nadie será sujeto a embargo para ejecutar mayor servicio por un feudo de
caballero, u otra posesión libre, que el que por ellos deba.
XVII. El tribunal de pleitos comunes no seguirá nuestra Corte, sino que se tendrá
en un lugar cierto.
XVIII. Los juicios sobre autos de despojo, y de muerte de antecesor, y de última
presentación de beneficio, se seguirán en los condados propios, y del modo
siguiente: Nos, a nuestra justicia mayor si Nos estuviésemos fuera del reino,
enviará dos jueces a cada condado cuatro veces al añ o, quienes, con los cuatro
caballeros elegidos por el pueblo de cada condado, tendrán las dichas asises
(sesiones para juzgar) en el condado, en el di ́a y lugar señ alados.
XIX. Y si no pudieren ser determinadas algunas materias en el di ́a señ alado para
tener las asises en cada condado, serán nombrados los caballeros y poseedores
libres que han estado en las dichas asises, para que las decidan, como es
necesario, según el mayor o menor número de negocios que haya.
XX. Ningún hombre libre podrá ser multado por una pequeñ a falta, sino según el
grado de la falta; y por un gran crimen, en proporción a la gravedad de él; salvas
las cosas que posee juntamente con el fundo que tiene; y si fuere comerciante,
salvo su mercaderi ́a. Y un villano podrá ser multado de la misma manera, salvo su
aparejo de carro, si cayere bajo nuestra clemencia; y ninguna de las dichas multas
será adjudicada sino por el juramento de hombres buenos del vecindario (por un
jurado).
XXI. Los condes y los barones no serán multados sino por sus pares, y según la
gravedad del delito.
XXII. Ningún eclesiástico será multado sino en la proporción sobredicha, y no
según el valor de su beneficio eclesiástico.
XXIII. Ninguna ciudad, ni persona alguna, será compelida a hacer puentes sobre los
ri ́os, a menos que antiguamente y de derecho hayan estado obligados a hacerlos.
XXIV. Ningún sheriff, comisario de polici ́a, coroner, u otro de nuestros ministros de
justicia tendrá pleitos de la Corona.
XXV. Todos los condados, centurias, distritos y gabelas se mantendrán al antiguo
arriendo, sin aumento ninguno, excepto en nuestras tierras del dominio real.
XXVI. Si alguno que tenga de nosotros un feudo luego muriese y el sheriff, o
nuestro alguacil mostrare nuestras letras patentes de intimación, concernientes al
pago de lo que el finado nos deba, será legal para el sheriff o para nuestro alguacil
embargar y registrar los muebles del finado que se hallen en su feudo lego, hasta
concurrencia del valor de la deuda, por vista de hombres legales, de manera que
nada se distraiga hasta que toda la deuda sea pagada, y el resto se dejará a los
albaceas para que cumplan la voluntad del finado, salvo las partes razonables que
corresponden a la mujer y a los hijos.
XXVII. Si algún hombre libre muere "ab intestato", sus muebles serán distribuidos
por manos de sus parientes más próximos y amigos, con visto de la Iglesia, salvo a
cada uno las deudas que a su favor hubiere contra el finado.
XXVIII. Ningún comisario o alguacil nuestro tomará de ningún hombre granos u
otros muebles, a menos que pague al condado por ellos, o que el vendedor le dé
plazo para el pago.
XXIX. Ningún comisario de polici ́a compelerá a ningún caballero a dar dinero por
guardia del castillo si él mismo la hubiese en persona, o por medio de otro
hombre apto, en caso de que se halle impedido por alguna causa razonable. Y si
nosotros lo condujéramos, o lo enviáramos al ejército, estará libre de la guardia
del castillo, durante el tiempo que esté en el ejército por orden nuestra.
XXX. Ningún sheriff o alguacil nuestro, u otro cualquiera, tomará caballos o carros
de hombre libre para carruaje sino por la buena voluntad del citado hombre
libre.
XXXI. Ni Nos, ni nuestros alguaciles, ni otros tomarán las maderas de algún
hombre para nuestros castillos u otros usos, a menos que sea con consentimiento
del dueñ o de las maderas.
XXXII. Nos retendremos las tierras de los que sean condenados por delito grave
(felony) sólo un añ o y un di ́a; y después de este tiempo serán entregados al señ or
del
feudo.
XXXIII. Todas las compuertas o paraderas que haya en los ri ́os Támesis y
Medway, y por toda Inglaterra, serán abolidas para lo venidero, excepto en la
costa del mar.
XXXIV. El auto llamado praecipe (orden por la cual se mandaba a alguno que
hiciera alguna cosa, o que probara la razón por qué no la haci ́a) no será en lo
futuro concedido a persona alguna de ninguna tenencia por la cual un hombre
libre puede perder su causa.
XXXV. Habrá una medida para el vino y otra para la cerveza en todo el reino, y una
medida de los granos, es decir, el cahiz o cuartal de Londres; y el ancho de una
tela de pañ o teñ ido, dos anas dentro de la lista; y los pesos serán como las
medidas.
XXXVI. De aqui ́ en adelante no se dará ni tomará nada por un auto de
investigación del que desea que tal investigación se haga respecto de vida o
miembro, sino que se decretará gratis, y no será denegado.
XXXVII. Si alguno dependiese de Nos por feudo arrendado, censo o enfiteusis, y
tuviere tierra de otro por servicio militar, Nos no tendremos la tutela del heredero
o de la tierra que pertenezca al feudo de otro hombre, por causa de que él
depende de Nos por el feudo que tiene en arriendo, o por el censo o enfiteusis; ni
tendremos la guardia del feudo arrendado, censo o enfiteusis, a menos que el
servicio del caballero nos fuera debido por el mismo feudo arrendado. Nos no
tendremos la tutela de un heredero, ni de ninguna tierra que él tenga de otro por
servicio militar, por razón del empleo de suministrarnos alguna arma, que tenga
de nosotros, asi ́ como por el servicio de darnos saetas, puñ ales y otros
semejantes.
XXXVIII. Ningún alguacil enjuiciará a un hombre por simple acusación, si no se
presentan testigos fidedignos para probarla.
XXXIX. Ningún hombre libre será tomado o aprisionado, desposei ́do de sus bienes,
proscrito o desterrado, o de alguna manera destruido; no Nos dispondremos
sobre él, ni lo pondremos en prisión, sino por el juicio legal de sus pares, o por la
ley del pai ́s.
XL. Nos no venderemos, ni negaremos, ni retardaremos a ningún hombre la
justicia o el derecho.
XLI. Todos lo comerciantes podrán salir salvos y seguros de Inglaterra y volver a
ella, y permanecer alli ́, y pasar tanto por agua como por tierra a comprar y vender,
según las costumbres antiguas y permitidas, sin ningún perjudicial portazgo,
excepto en tiempo de guerra, cuando sea de alguna nación que se halle en guerra
con Nos. Y si algunos de estos últimos se hallaren en nuestro pai ́s al principio de
una guerra, serán embargados, sin hacer dañ o a sus cuerpos y mercaderi ́as, hasta
que sepamos, o sepa nuestra justicia principal, cómo son tratados nuestros
comerciantes en la nación que está en guerra con nosotros; y si los nuestros están
alli ́ salvos y seguros, los de ella lo estarán del mismo modo entre nosotros.
XLII. En lo futuro, será legal para cualquiera irse fuera del reino y volver a él salva y
seguramente por tierra o por agua, salvo su fidelidad a Nos; si no es que en
tiempo de guerra sea por poco tiempo para beneficio del pai ́s, y las gentes que
estén en guerra con Nos, y los comerciantes que se hallen en la condición de la
que hemos hablado arriba.
XLIII. Si de alguno depende algún feudo que ha vuelto a Nos por confiscación o
falta de herederos, como el honor de Wallingford, Nottingham, Boloñ a, Lancaster
y otros que están en nuestras manos y son baroni ́as y muriese, su heredero no nos
dará otro subsidio alguno, o prestará a Nos otro servicio que el que prestari ́a al
barón, si él poseyese la baroni ́a; y Nos la poseeremos de la misma manera que la
posei ́a el barón.
XLIV. Los hombres que viven fuera del bosque, no serán en adelante citados ante
nuestros jueces de bosques, sino aquellos que son acusados o son fiadores por
algunos que estaban embargados por algo concerniente a bosques.
XLV. No nombraremos jueces, ni comisarios, ni alguaciles o sheriffs, sino los que
conozcan las leyes del reino y estén dispuestos a observarlas.
XLVI. Todos los barones que son fundadores de abadi ́as, y tienen cartas de los
reyes de Inglaterra para el patronato o derecho de presentar, o son acreedores a
él por la antigua tenencia, y deben tener la custodia de ellas cuando se hallen
vacantes.
XLVII. Todas las selvas que han sido comprendidas dentro de los bosques en
nuestro tiempo, serán excluidos de ellos otra vez inmediatamente, y lo mismo se
hará con los ri ́os que han sido tomados o cercados por nosotros durante nuestro
reinado.
XLVIII. Todas las malas costumbres concernientes a bosques, conejeras,
guardabosques o y conejeros, sheriffs, y sus empleados, ri ́os y sus guardianes,
serán sujetas inmediatamente a una investigación en cada condado, por doce
caballeros del mismo condado, elegidos por las personas de más crédito en el
mismo, y sobre juramente; de modo que jamás vuelvan a ser restablecidas, de
modo que nosotros tengamos conocimiento de ello, o nuestro juez, si no
estuviésemos en Inglaterra.
XLIX. Nos dejaremos libres inmediatamente todos los rehenes y prendas que nos
han dado nuestros súbditos ingleses como seguridades para mantener la paz y
prestarnos fiel servicio.
L. Removeremos de nuestros alguacilazgos a los parientes de Gerardo de Athyes,
de modo que en lo futuro ellos no tengan ningún alguacilazgo en Inglaterra.
Removeremos también a Engelardo de Cygony, Andrés, Pedro y Gyon de Canceles,
Gyon de Cygony, Godofredo de Martyn y sus hermanos, Felipe Mark y sus
hermanos, y a su sobrino Godofredo y a toda su comitiva.
LI. Y tan pronto como se restablezca la paz, enviaremos fuera del reino a todos los
soldados extranjeros, ballesteros, estipendiarios, que han venido con sus caballos
y armas en perjuicio de nuestro pueblo.
LII. Si alguno, sin previo juicio legal de sus pares, ha sido desposei ́do o privado por
Nos de sus tierras, castillos, libertades o derechos, se los restituiremos
inmediatamente; y si sobre este punto se suscitare alguna disputa, sea decidida la
materia por los veinticinco barones aqui ́ adelante mencionados para la
conservación de la paz. En cuanto a todas las cosas de que alguna persona haya
sido desposei ́da o privada sin el juicio legal de sus pares, ya sea por el rey Enrique,
nuestro padre, o nuestro hermano, el rey Ricardo, y que Nos tenemos en nuestras
manos o son posei ́das por otros, y que nosotros estamos obligados a sanear,
tendremos un plazo por el término usualmente concedido a los Cruzados; excepto
por aquellas cosas sobre que tenemos pleito pendiente, o respecto de las cuales
se ha hecho una investigación por nuestra orden, antes de que emprendiéramos
la cruzada. Pero cuando regresemos de nuestra peregrinación, o si no la
llevásemos a cabo, inmediatamente haremos que se administre plena justicia en
ellos.
LIII. El mismo plazo tendremos para abrir al uso común los bosques que nuestro
padre, Enrique, y nuestro hermano, Ricardo, han plantado; y para la guarda de las
tierras que están en feudo de otro, de la misma manera que Nos hemos gozado de
estas guardas, por razón de feudo dependiente de Nos por servicio de caballero; y
para las abadi ́as fundadas en feudo que no sea nuestro, a las cuales el señ or del
feudo pretende tener derecho; y cuando volvamos de nuestra peregrinación, o en
caso de que no la llevemos a cabo, inmediatamente haremos justicia a todos los
que reclaman en estas materias.
LIV. Ningún hombre será aprisionado o tomado en virtud de demanda de una
mujer, por la muerte de cualquier otro hombre que no sea su marido.
LV. Todas las multas injustas e ilegales, y todas las penas pecuniarias impuestas
injustamente y contra la ley del pai ́s, serán perdonadas enteramente, o si no se
dejarán a la decisión de los veinticinco barones aqui ́ adelante mencionados para la
conservación de la paz, o la mayori ́a de ellos, junto con dicho Esteban, arzobispo
de Canterbury, si puede hallarse presente, y otros a quienes él juzgue conveniente
asociar; y si él no puede estar presente, seguirá el negocio sin embargo sin él; pero
con tal que si uno o más de los veinticinco barones fueren demandantes en la
misma causa, sean puestos a un lado en lo que concierne a este negocio
particular, y otros sean escogidos en su lugar de los dichos veinticinco, y
juramentados por el resto para decidir la materia.
LVI. Si Nos hubiésemos despojado o desposei ́do a algún habitante de Gales de
algunas tierras, libertades u otras cosas, sin el juicio legal de sus pares, les serán
inmediatamente restituidas. Y si se suscita disputa alguna sobre este punto, la
materia será determinada en las fronteras, por el juicio de sus pares; por
tenencias en Inglaterra, según la ley de Inglaterra; por tenencias en Gales, según la
ley de Gales; por tenencia en las fronteras, según la ley de las fronteras; los
habitantes de Gales harán lo mismo con Nos y con nuestros súbditos.
LVII. Por lo concerniente a todas aquellas cosas de que cualquier habitante de
Gales haya sido despojado o privado, sin el juicio legal de sus pares, por el rey
Enrique, nuestro padre, o por nuestro hermano, el rey Ricardo, y que se hallan en
nuestras manos, o son posei ́das por otros, con la obligación por nuestra parte de
saneárselas, tendremos un plazo por el tiempo generalmente concedido a los
Cruzados; excepto respecto de aquellas cosas acerca de las cuales hay un pleito
pendiente, o sobre que se haya hecho una investigación por nuestra orden antes
de que emprendamos la cruzada. Empero, cuando regresemos de ella, o si
permanecemos en el pai ́s, y no llevamos a cabo nuestra peregrinación, les
haremos inmediatamente plena justicia, según las leyes de Gales y de las otras
partes arriba mencionadas.
LVIII. Despediremos sin tardanza al hijo de Llewellyn, y a todos los rehenes de
Gales y los libraremos de los compromisos que habi ́an contrai ́do con Nos para la
conservación de la paz.
LIX. Trataremos con Alejandro, rey de los escoceses, acerca de la restitución de
sus hermanas, y rehenes, y derechos y libertades, en la misma forma y manera
que lo hacemos con nuestros barones de Inglaterra, a menos que por obligaciones
contrai ́das con Nos por su finado padre Guillermo, último rey de los escoceses,
deba ser de otra manera; y esto se dejará a la determinación de sus pares en
nuestra corte.
LX. Todas dichas costumbres y libertades, que han sido concedidas para ser
posei ́das en nuestro reino, en cuanto corresponde a Nos para con nuestro pueblo,
todos nuestros súbditos, asi ́ eclesiásticos como legos, las observarán, en cuanto
les concierne, respecto a sus dependientes.
LXI. Y por cuanto, para honra de Dios y reforma de nuestro reino, y para aquietar
la discordia que ha surgido entre Nos y nuestros barones, hemos concedido todas
las cosas antedichas; queriendo hacerlas firmes y duraderas, damos y concedemos
a nuestros súbditos la siguiente seguridad, a saber: que los barones elijan
veinticinco barones del reino que ellos crean conveniente, quienes cuidarán con
todo su poder de poseer y observar, y hacer que se observen la paz y libertades
que les hemos concedido, y que confirmamos por nuestra presente carta. De
manera que si Nos, nuestro juez, nuestros alguaciles, o cualquiera de nuestros
empleados, faltaren en algún caso a la ejecución de ellas para con alguna persona,
o infringieren algunos de estos arti ́culos de paz y seguridad, y se notifica el delito a
cuatro barones, elegidos de entre los veinticinco arriba mencionados, los dichos
cuatro barones se dirigirán a Nos, o a nuestro juez, si estuviésemos fuera del
reino, y poniendo de manifiesto el agravio pedirán que sea reparado sin tardanza;
y si no fuere reparado por Nos, o si por acaso Nos estuviésemos fuera del reino y
no fuese reparado por nuestro Juez, dentro de cuarenta di ́as, contados desde el
di ́a en que se notificó a Nos, o a nuestro juez o justiciero, si estuviésemos fuera
del reino los cuatro barones dichos pondréis la causa ante el resto de los
veinticinco barones y dichos veinticinco barones, junto con la comunidad de todo
el reino, nos embargarán y afligirán de todas las maneras posibles; a saber,
embargando nuestros castillos, tierras, posesiones, y en todas otras maneras que
puedan, hasta que el agravio sea reparado a su satisfacción; salva siempre sin
dañ o de nuestra propia persona, y las personas de nuestra esposa e hijos; y
cuando el agravio sea reparado seremos obedecidos como antes por todos
nuestros súbditos. Y toda persona quien quiera que sea en el reino, puede jurar
que obedecerá las órdenes de los veinticinco varones antedichos, en ejecución de
las cosas que acaban de expresar, y que nos apremiará junto con ellos hasta lo
último de su poder; y damos pública y amplia libertad a cualquiera para que se les
preste ese juramento, y jamás impediremos a ninguna persona que lo preste.
LXII. Y si alguno de nuestros súbditos no prestaren por su propio acuerdo el
juramento de unirse a los veinticinco barones para apremiarnos y afligirnos,
daremos orden para que se les haga prestar el referido juramento. Y si alguno de
los veinticinco barones muriese, o saliese fuera del reino, o de cualquier modo se
hallase impedido de poner las dichas cosas en ejecución, el resto de los veinticinco
barones puede elegir otro en su lugar, a su discreción, el cual será juramentado de
la misma manera que los demás. En todas las cosas que están a cargo de los
veinticinco barones, si cuando se hallaren reunidos no pudiesen convenirse en la
decisión de alguna materia, o algunos de ellos no pudiesen o no quisiesen asistir,
siendo convocados, todo lo que se acuerde por la mayori ́a de los que se hallen
presentes será reputado firme y valedero, como si todos los veinticinco hubiesen
dado su consentimiento; y los dichos veinticinco jurarán que todas las premisas
antedichas serán fielmente observadas por ellos, y que las harán observar con
todo su poder. Y Nos no procuraremos, por nosotros mismos o por otros, cosa
alguna por la cual algunas de estas concesiones y libertades sean revocadas o
disminuidas; y si tal cosa se obtuviese sea nula y de ningún valor; ni Nos haremos
uso de ella por Nos mismos o por algún otro. Y toda la mala voluntad, ira y
rencores que han surgido entre Nos y nuestros súbditos, eclesiásticos y legos,
desde que estallaron al principio las disensiones entre nosotros, las remitimos y
perdonamos plenamente. Además, todas las transgresiones ocasionadas por las
dichas disensiones desde la Pascua en el año decimoquinto de nuestro reinado,
hasta la restauración de la paz y tranquilidad; por las presentes las perdonamos a
todas, de eclesiásticos y legos, en cuanto está en nuestro poder. Hemos, además,
concedi ́dole nuestras letras patentes testimoniales de Esteban, lord-arzobispo de
Canterbury, de Enrique, lord-arzobispo de Dublin, y de los obispos antedichos, tal
como del maestre Pandolfo, para seguridad de estas concesiones.
LXIII. Por tanto, queremos y ordenamos firmemente, que la Iglesia de Inglaterra
sea libre, y que todos los hombres en nuestro reino tengan y posean todas las
antedichas libertades, derechos y concesiones, verdadera y paci ́ficamente, y libre
y quietamente, plena y totalmente, para si ́ mismos y sus herederos, de Nos y
nuestros herederos en todas las cosas y lugares, como queda dicha. Se presta
también juramento, por parte nuestra y por parte de los barones, que todas las
cosas antedichas serán fiel y sinceramente observadas en buena fe y sin mala
intención. Dado bajo nuestra firma, en presencia de los testigos arriba
mencionados, y muchos otros, en el campo llamado Runnymede, entre Windsor y
Staines, el 15 de junio del añ o 17° de nuestro reinado.
Declaración de Derechos de Virginia
12 de junio de 1776
1. Que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes,
y tienen ciertos derechos inherentes, de los cuales, cuando entran en un estado
de sociedad, no pueden ser privados o postergados; en esencia, el gozo de la vida
y la libertad, junto a los medios de adquirir y poseer propiedades, y la búsqueda y
obtención de la felicidad y la seguridad.
2. Que todo poder reside en el pueblo, y, en consecuencia, deriva de él; que los
magistrados son sus administradores v sirvientes, en todo momento responsables
ante el pueblo.
3. Que el gobierno es, o debiera ser, instituido para el bien común, la protección y
seguridad del pueblo, nación o comunidad; de todos los modos y formas de
gobierno, el mejor es el capaz de producir el máximo grado de felicidad y
seguridad, y es el más eficazmente protegido contra el peligro de la mala
administración; y que cuando cualquier gobierno sea considerado inadecuado, o
contrario a estos propósitos, una mayoría de la comunidad tiene el derecho
indudable, inalienable e irrevocable de reformarlo, alterarlo o abolirlo, de la
manera que más satisfaga el bien común.
4. Que ningún hombre, o grupo de hombres, tienen derecho a emolumentos
exclusivos o privilegiados de la comunidad, sino en consideración a servicios
públicos, los cuales, al no ser hereditarios, se contraponen a que los cargos de
magistrado, legislador o juez, lo sean.
5. Que los poderes legislativo y ejecutivo del estado deben ser separados y
distintos del judicial; que a los miembros de los dos primeros les sea evitado el
ejercicio de la opresión a base de hacerles sentir las cargas del pueblo v de
hacerles participar en ellas; para ello debieran, en períodos fijados, ser reducidos
a un estado civil, devueltos a ese cuerpo del que originalmente fueron sacados; y
que las vacantes se cubran por medio de elecciones frecuentes, fijas y periódicas,
en las cuales, todos, o cualquier parte de los exmiembros, sean de vuelta
elegibles, o inelegibles, según dicten las leyes.
6. Que las elecciones de los miembros que servirán como representantes del
pueblo en asamblea, deben ser libres; que todos los hombres que tengan
suficiente evidencia de un permanente interés común y vinculación con la
comunidad, tengan derecho al sufragio, y no se les puede imponer cargas fiscales
a sus propiedades ni desposeerles de esas propiedades, para destinarlas a uso
público, sin su propio consentimiento, o el de sus representantes así elegidos, ni
estar obligados por ninguna ley que ellos, de la misma manera, no hayan
aprobado en aras del bien común.
7. Que todo poder de suspender leyes, o la ejecutoria de las leyes, por
cualesquiera autoridad, sin consentimiento de los representantes del pueblo, es
injurioso para sus derechos, y no se debe ejercer.
8. Que en todo juicio capital o criminal, un hombre tiene derecho a exigir la causa
y naturaleza de la acusación, a ser confrontado con los acusadores y testigos, a
solicitar pruebas a su favor, y a un juicio rápido por un jurado imparcial de su
vecindad, sin cuyo consentimiento unánime, no puede ser declarado culpable; ni
tampoco se le puede obligar a presentar pruebas contra sí mismo; que ningún
hombre sea privado de su libertad, salvo por la ley de la tierra o el juicio de sus
pares.
9. Que no se requieran fianzas excesivas, ni se impongan, ni se dicten castigos
crueles o anormales.
10. Que las ordenes judiciales, por medio de las cuales un funcionario o agente
puede allanar un sitio sospechoso sin prueba de hecho cometido, o arrestar a
cualquier persona o personas no mencionadas, o cuyo delito no está
especialmente descrito o probado, son opresivas y crueles, y no deben ser
extendidas.
11. Que en controversias sobre la propiedad, y en conflictos entre hombre y
hombre, es preferible el antiguo juicio con jurado a cualquier otro, y debe
considerarse sagrado.
12. Que la libertad de prensa es uno de grandes baluartes de la libertad, y que
jamás puede restringirla un gobierno despótico.
13. Que una milicia bien regulada, compuesta del cuerpo del pueblo entrenado
para las armas, es la defensa apropiada, natural y segura de un estado libre; que
en tiempos de paz, los ejércitos permanentes deben evitarse por peligrosos para
la libertad; y que en todos los casos, los militares deben subordinarse
estrictamente al poder civil, y ser gobernados por el mismo.
14. Que el pueblo tiene derecho a un gobierno uniforme; y, en consecuencia, no
se debe nombrar o establecer ningún gobierno separado o independiente del
gobierno de Virginia, dentro de sus límites.
15. Que ningún gobierno libre, o las bendiciones de la libertad, pueden ser
conservados por ningún pueblo, sino con una firme adhesión a la justicia,
moderación, templanza, frugalidad y virtud, y con una frecuente vuelta a los
principios fundamentales.
16. Que la religión, o las obligaciones que tenemos con nuestro Creador, y la
manera de cumplirlas, sólo pueden estar dirigidas por la razón y la convicción, no
por la fuerza o la violencia; y, por tanto, todos los hombres tienen idéntico
derecho al libre ejercicio de la religión, según los dictados de la conciencia; y que
es deber mutuo de todos el practicar la indulgencia, el amor y la caridad cristianas.
La Declaración de Independencia
Acción del Segundo Congreso Continental, 4 de julio de 1776
I
Que se han impuesto multas excesivas.
Que se han aplicado castigos ilegales y crueles.
Y que se han hecho concesiones y promesas del importe de las multas y
confiscaciones, antes de que se hubieran obtenido las pruebas necesarias o la
condena de las personas a las que se iban a aplicar estas penas.
Todo lo cual es total y directamente contrario a las leyes, ordenanzas y libertades
de este Reino.
Considerando que habiendo abdicado el difunto rey Jacobo ll, y habiendo quedado
por ello vacantes el gobierno y el trono, Su Alteza el príncipe de Orange (a quien
Dios Todopoderoso ha querido convertir en el glorioso instrumento que librara a
este Reino del papismo y el poder arbitrario) ha hecho enviar, por consejo de los
Lores espirituales y temporales y de varios miembros destacados de los Comunes,
cartas a los Lores espirituales y temporales protestantes, y a los diferentes
condados, ciudades, universidades, burgos y a los cinco puertos, para que eligieran
a las personas que les representarían en el Parlamento que se debía reunir en
Westminster el 22 de enero de 1688, con el objeto de acordar lo necesario para
que su religión, leyes y libertades no volvieran, en lo sucesivo, a correr el peligro de
ser destruidas, y habiéndose celebrado elecciones de acuerdo con las cartas
citadas.
En estas circunstancias, los mencionados Lores espirituales y temporales y los
Comunes, hoy reunidos en virtud de sus cartas y elecciones, y constituyendo la
plena y libre representación de esta nación, examinando los mejores medios para
alcanzar los fines indicados declaran, en primer lugar, como han hecho en casos
semejantes sus antepasados, para defender y asegurar sus antiguos derechos y
libertades:
Que el pretendido poder de suspender las leyes y la aplicación de las mismas, en
virtud de la autoridad real y sin el consentimiento del Parlamento, es ilegal.
II
Que el pretendido poder de dispensar de las leyes o de su aplicación en virtud de la
autoridad real, en la forma en que ha sido usurpado y ejercido en el pasado, es
ilegal.
III
Que la comisión para erigir el último Tribunal de causas eclesiásticas y las demás
comisiones y tribunales de la misma naturaleza son ilegales y perniciosos.
IV
Que toda cobranza de impuesto en beneficio de la Corona, o para su uso, so
pretexto de la prerrogativa real, sin consentimiento del Parlamento, por un
período de tiempo más largo o en forma distinta de la que ha sido autorizada. es
ilegal.
V
Que es un derecho de los súbditos presentar peticiones al Rey, siendo ilegal toda
prisión o procesamiento de los peticionarios.
VI
Que el reclutamiento o mantenimiento de un ejército, dentro de las fronteras del
Reino en tiempo de paz, sin la autorización del Parlamento, son contrarios a la ley.
VII
Que todos los súbditos protestantes pueden poseer armas para su defensa. de
acuerdo con sus circunstancias particulares y en la forma que autorizan las leyes.
VIII
Que las elecciones de los miembros del Parlamento deben ser libres.
IX
Que las libertades de expresión, discusión y actuación en el Parlamento no pueden
ser juzgadas ni investigadas por otro Tribunal que el Parlamento.
X
Que no se deben exigir fianzas exageradas, ni imponerse multas excesivas ni
aplicarse castigos crueles ni desacostumbrados.
XI
Que las listas de los jurados deben confeccionarse, y éstos ser elegidos, en buena y
debida forma, y aquellas deben notificarse, y que los jurados que decidan la suerte
de las personas en procesos de alta traición deberán ser propietarios.
XII
Que todas las condonaciones y promesas sobre multas y confiscaciones hechas a
otras personas, antes de la sentencia, son ilegales y nulas.
XIII
Y que para remediar todas estas quejas, y para conseguir la modificación,
aprobación y mantenimiento de las leyes, el Parlamento debe reunirse con
frecuencia.
Reclaman, piden e insisten en todas y cada una de las peticiones hechas, como
libertades indiscutibles, y solicitan que las declaraciones, juicios, actos o
procedimientos, que han sido enumerados y realizados en perjuicio del pueblo, no
puedan, en lo sucesivo, servir de precedente o ejemplo.
Hacen esta petición de sus derechos, particularmente animados por la declaración
de S. A. R. el príncipe de Orange, que los considera el único medio de obtener
completo conocimiento y garantía de los mismos respecto de la situación
anteriormente existente.
Por todo ello tienen la completa confianza de que S. A. R el príncipe de Orange
terminará la liberación del Reino, ya tan avanzada gracias a él, y que impedirá, en
lo sucesivo, la violación de los derechos y libertades antes enumerados, así como
cualquier otro ataque contra la religión, derechos y libertades.
Los mencionados Lores espirituales y temporales y los Comunes, reunidos en
Westminster, resuelven que Guillermo y María, príncipe y princesa de Orange, son
y sean declarados, respectivamente, rey y reina de Inglaterra, Francia.