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Primers ditin (Pret), 2007 Primers (fc), 2013, art, Roger “Teta dltenary lasted / Roger. — Miso: FCE, 2013 1 ps2 lm — (Seen de Obed sna) ISBN SAUTE 1 Terhano — Antopoigs 2. Sociedad — Siglo KX Se Lt LcHVEsE Dewey 363.2501 B13 Ditrbcn en Letineaice Dean de ports Pol Ase Bat .R. ©2007, Rogers DAR ©2018 Fondode Cala Eeonimscs (CaztcterPcacho Ae 27, M738 Mes D. npr ertfead 80 901.2008 Comes edtorslatondodeclaeconomiscott srbdodecibarestnmiznsi aL (G8) $207 467s (59) 227-4004 ‘Sepraie iproduccion tal opal deta ea tl fre cloned sin coeds por exits deli dele derechos ISBN 978-607-16822-6 Inpese ea Mio «alin Meso indice Prélogo... L. Las redes imaginarias del terror politico. IL, Alegorias de la creatividad y del territorio IIL Culturas liquidas en la tierra baldia « TV. Los salvajes de la modernidad tardi: arte y primitivismo ene siglo xx... V, Lamitologia francesa y el féretro del romanticismo. VIL Las obras del castor: la vida de Lewis H. Morgan. VIL. Doce historias de melancolia en la Nueva Espatia .. Indice analitico ..... 29 39 3 78 10 37 ALEGORIASDELA CREATIVIDAD YDEL-TRRRITORO mentacién o a rebasar los limites establecidos, sino simplemente las peculiaridades de su vida cotidiana, A veces tengo la impresion de que estos creadores hibridos y migrantes estén construyendo inquietan- tes territorios verticales donde las reglas tradicionales estin trastoca- das, un altisimo muro donde ellos anidan como abejas descarriadas (0, mejor, como una especie mutante de murciélagos melancélicos agarrados firmemente a las grietas, alertasa los rumores que ascienden hasta ellos pero temerariamente ciegos ante el abismo que se abre de- bajo. El vértigo aumenta si pensamos que la masa de estos enjambres de trasterrados crece de forma geométrica a cada momento, y entra cen estrecho contacto con esas corrientes de fundamentalismosy rela- tivismos religiosos 0 étnicos que se desprenden de la putrefaccién politica y social de vastas éreas del mundo. Por ello, la masa desterri- torializada, hibrida y heterodoxa, genera una irritacién que estimula el crecimiento de focos de intenso odio reaecionario, que alimentan ¥y propician el terrorismo fundamentalista de quienes no conciben la vida cultural mas que atada por sus raices al territorio sagrado. Este odio es el que golped las Torres Gemelas de Nueva York e inauguré el milenio con el asesinato masivo de miles de personas 38 III. Culturas liquidas en la tierra baldia LA MODERNIDAD QUE SE CONSOLIDA EN LOS SIGLOS XIX -Y XX TLENE la apariencia pétrea tipica de las construcciones nacionales que pre- tendieron consolidar sociedades homogéneas donde los individuos ‘quedaban incrustados en sistemas de valores relativamente estables, Por ello me gustan las imagenes del gran poeta T.S, Eliot para describir la erisis que va fracturando la modernidad durante el siglo xx hasta aleanzar la tierra baldia de la posmodernidad: «<;Cuiles son las rafces que arraigan, qué ramas crecen/en estos pétreos desperdicios?»" Eliot describe la tierra parda y érida de un mundo agénico y moderno {que espera la lluvia que lo ablande, La peculiar amalgama de conser- vvadurismo y modernismo le dio a Eliot una extrema sensibilidad ante las tensiones culturales desu época. El poema de Eliot es una queja amarga que mezcla las imagenes dde-una tierra muerta con las del agua que remueve las turbias raices. Nadie puede adivinar cuando florecers el cadaver plantado en el jar- din de Ia modernidad tardia, ni qué ramas podrin brotar de la roca sélida. El poema de Eliot oscila entre lo pétreo y lo liquid, entre la ticrra sedienta y la lluvia, entre la roca y el agua. Si seguimos el juego ‘metaférico, podemos preguntar: zqué clase de cultura liquida se de- rama por las grietas del terreno seco de la modemidad? La posmo- dernidad ha traido flujos sociales que alientan formas inestables de ‘empleo, responsabilidades econémicas que huyen de los territorios delimitados, movilidades globales que viven en la incertidumbre, 7, Blot, The Waste Land, we 19-20,aducein de Agust Barts. 2 (CULTURAS LIQUIDAS ENA TIERRA BALDIA oleajes y vaivenes politicos que no respetan las soberanias estatales antiguas, derramas de poblacién que provienen de remolinos caéti- os en la periferia del mundo, Sin duda se est4 expandiendo una nue- vva forma de vivir. Una burbujeante politica posdemocritica comien- za a empapar la sociedad, que se ve dominada por una creciente irresponsabilidad hnimeda y flacida. Uno de los fenémenos més caracteristicos de esta condicién es la zozobra provocada por los flujos migratorios y las diésporas. En las sociedades industriales desarrolladas vemos un gran crecimiento de los estratos culturales desterritorializados. Enormes franjas de inmigra- dos extienden su manto y generan tensiones en la poblacién autécto- nna que siente su solidez. amenazada por la presencia de otredades necesarias pero inquietantes. Los trasterrados viven su condicién como una paradoja que aiina las esperanzas de infiltrarse en una nue- vva vida con las amarguras del destierro, Los inmigrados en los paises desartollados del mundo constituyen a comienzos del siglo 2011 una masa de mis de 100 millones de personas, lo que significa casi 9%6 de |a poblacién, Son como un inmenso bloque demogestico que se de- rrite sobre la sociedad. En Europa occidental la poblacién de inmi- sgrados lega a mas de 10% y en los Estados Unidos rebasa 12%. Esta otredad interior genera procesos culturales y politicos, a veces espec- taculares, que superan con creces la importancia demogrifica del fe- inémeno, Aun en paises con porcentajes relativamente bajos de inmi- grados podemos observar cémo la sociedad teje en torno del extranjero luna densa red de miedos y mitos. El efecto cultural y psicolégico de esta alteridad interna aumenta considerablemente en paises donde alcanza alrededor de 10%, como Alemania, Francia y Suecia, y lega a ser impactante en lugares como Australia y Suiza, donde una cuarta parte de la poblacién es de origen extranjero, Estas cifras se refieren, inicamente al micleo duro cuyas existencias son cuantificadas por las estadisticas, No incluyen a grupos de antigua residencia cuyo te- rritorio carece de autonomia nia los inmigrados y sus descendientes que ya gozan de ciudadania, Si los sumamos, el peso relativo de las alteridades interiores aumenta considerablemente. He querido senalar muy escuetamente el sustrato socioeconémi- co de la eclosién de los procesos culturales que alimentan los mitos modemos sobre la otredad y el extranjero. Lo que me interesa ahora 40 (CULTURAS LIQUIDASENLA TIERRA BALDIA es extraordinaria expansidn de la mitologia relacionada con las cul- turas que carecen de base territorial, Las lamaré culturas liquidas. La imagineria vinculada al extranjero y al otro no es un fenémeno nue- vo: los mitos de a alteridad se han ido acumulando como estratos hasta nuestros dias, y han formado estructuras culturales muy com- plejas. Los procesos migratorios han amplificado los mits y les han dado una nueva fluidez. Esta alteridad interna, junto con sus mitos, es una de las mani- festaciones més visibles de las culturas Ifquidas que empapan la so- ciedad posmoderna, que humedecen la pedregosa tierra baldia. Quisiera creer que las metéforas posticas de Eliot inspiraron las imigenes de Zygmunt Bauman, el socidlogo polaco que ha contras- tado la sélida modernidad tradicional, donde los hombres se aferran ‘asus raices, con la modernidad liguida como época fluida y mévil, donde predominan el desarraigo y la desterritorializacion.? Yo pre- fiero usar las metéforas de Eliot sobre la tierra baldia para referirme la posmodernidad y reservo la idea de liquidez para senalar la nue- va derrama de otredades que ocurre en el seno de las sociedades actuales, A partir de esta ides, quiero esbozar una aproximacién an- tropol6gica alos mitos que giran en torno de las culturas liquidas de Inalteridad. Los antropélogos estamos especialmente interesados en las for- mas miticas en que se construye culturalmente la idea de la otre- dad, En general nos desplazamos a regiones remotas alejadas de la civilizacién metropolitana para investigar las maneras en que se esta- blece la imaginerfa sobre el extranjero. A contrapelo de esta tradi- cién, quiero proponer una expedicién antropolégica, no a las regio- nes marginales, sino al coraz6n mismo de los poderes occidentales. Quiero ademas advertir que aqui me interesarin solamente las mani- festaciones miticas de la otredad y su relacién con la llamada «civi zacién occidental». No exploraré las ideas hermenéuticas que bus- can la unidad de conciencia entre el Uno y el Otro (Hans Georg -yemnant Bauman, Lagu Modernity, Cambridge, Polity, nec. Desputs de escribir estas lines, een Modernidady ambwalencia (Barcelona, Anthropos 2005 p. 1) la justa ‘molesta de Bauman por elsiniestro antisemitismo de Ehot. Se refere a que ef poeta aM que era indeseabe el incremento de judioslibrepensadores: Dud, entonces, que “The Waste Land haya insprado a Bauman. a (CULTURAS MIQUIDAS EN LA TERRA BALDIA Gadamer), en un proceso de fusién de horizontes o de apropiacién de lo ajeno. Otras perspectivas (Jacques Derrida), por el contratio, han dado como un hecho establecido el cardcter irreductible —aun- que sublime— de la separacién y la diferencia. Un punto de vista dis- ‘into (Julia Kristeva) supone que el otro es la proyeccién de nuestros miedos inconscientes o de la bestia que Ievamos dentro. Asi, el otro se convierte en un monstruo. O bien puede ser la proyeccién de nues- tros deseos reprimidos y, en consecuencia, el otro adopta una forma divina o heroica. El extranjero también puede ser contemplado como un chivo expiatorio (René Girard) sobre el que recaen las culpas de nuestros desastres, des6rdlenes 0 crisis. Los extensos mantos de alteridad interior ya no invocan la ima- gen individual y casi heroica del Otro que era evocada por fldsofos y psicoanalistas como una de las claves de la condicién humana. Po- driamos ubicar el famoso relato de Camus, El extranjero, como una pieza emblemitica del puente que unia las tradiciones existencialis- tas y psicoanaliticas de raiz decimonénica con el auge del estructura- Jismo en las ciencias humanas del siglo xx. En ese relato Camus nos revela que el yo —enfrentado a un mundo absurdo y sin set es en realidad un extranjero, Bl ego occidental, presentado con orgu- Ilo como el centro del mundo y enfrentado a otredades birbaras e incivilizadas, aparecfa como un yo orastero y angustiado, Para la an~ tropologia es evidente que en torno de los otros existe una especie de halo o aura especial que va més alla de la definicién de identidades tribales, étnicas, nacionales o personales: un halo que senala a aque- llos seres ajenos, extranjeros y birbaros, que se hallan fuera del circulo propio del ego, sea éste entendido como un enjambre calectivo 0 como una particula individual. Ese halo peculiar habia sido aborda- do como expresién del inconsciente reprimido, como arquetipo del inconsciente colectivo, como herida psiquica ante el espejo, como expresién dela incongruencia fundamental del mundo y como figura en el teatro cotidiano del absurdo. Una primera aproximacién al otro, a este nuevo extranjero de la cultura liquida, nos indica que se trata de un conjunto de simbolos que tienen en comtin la idea del alejamiento de un sujeto respecto del mundo que lo rodea, como si suftiera la atraccién de un astro le- jano cuya luz lo bafiase con esa anreola que nos produce la sensacién, 2 CCULTURAS LIQUIDAS EN LA TIERRA BALDIA, de extrafeza. Ese conjunto de simbolos forma una suerte de fluido cultural que reflea la alteridad o la extranjeria. Podria decirse que se trata de espejos liquidos que reflejan las inguietudes por la presencia masiva de otredades interiores. Yo quiero referirme a seis espejos li- quidos que se han derramado durante los tiltimos dos siglos en la so- ciedad occidental. Estos espejos conforman los planos de una espe- cie de cosmografia de la alteridad. Para ello partiré de los puntos cardinales como referencias simbélicas. ‘Si miramos hacia el Este contemplaremos el espejo de la otredad oriental, esa extrafia mezcla de imagenes roménticas y monstruosida- des politicas que vienen del pasado mitico, En el Oriente hay sensibi- lidades eréticas diferentes, sitrapas, antiguas sabidurias y perversiones, refinadas, También de alli vienen oleadas migratorias de turcos, pa- ‘quistanies, chinos o érabes. Llega asimismo la influencia del budismo zen, el yoga ylos gurts indios, asi como el miedo alos déspotas orien- tales, desde los sultanes otomanos y los emperadores manchtes has- ta las diversas dictaduras encarnadas en Sadam Husein, Pol Pot, Suharto o el sha Reza Pahlevi. Edward Said ha deserito en un libro muy conocido el orientalismo europeo (Orientalism, 1979). Nerval y Chateaubriand alentaron la imagineria orientalista y después Nietz- sche se refirié a la unién de la antigiedad clisica con el Cercano Oriente, de Dionisos con Zaratustra. Si ahora dirigimos nuestra mirada a un Sur interior e imaginario, ‘veremos alli las miticas figuras de los salvajes, seres primitivos que viven una existencia tosca y bestia, carentes de los refinamientos orientales, pero tan extranos como los miticos habitantes de Catay, los sultanes de Las mil y una noches 0 las sensuates odaliscas turcas. Los salvajes no estin sumergidos en la nebulosa fantasfa del Oriente, sino en las oscuras y peligrosas selvas, los desiertos y las montafias. Pero también son un flujo de emigrantes africanos, con extraiias cos- tumbres tribales y lenguas incomprensibles, que arriban a las costas mediterrineas en busca de trabajo. O los miles de latinoamericanos {que cada aio llegan a los Estados Unidos. Los famélicos emigran tes se confunden, en el espejo liquido de la imaginacién, con los miticos calibanes y yahoos que escapan del corazén de la oscuridad que des- cribié Conrad en su famose novela. Del Norte, desde la Antigiiedad y la Edad Media, se descuelgan B CCULTURAS LIQUIDASEN LA TIERRA BALDIA oleadas agresivas donde rudos escitas y barbaros germanos amena- zan aa civilizacién. Coetzee ha representado en una extraordinaria novela, Esperando a los barbaros, los miedos ancestrales frente a inde- finibles amenazas nérdicas, eslavas 0 germénicas que se ciernen so- bre la civilizacién, En esta ripida exploracién hay otro rumbo, otra ruta hacia la le- janfa. En la geografia de las otredades a historia avanza hacia el Oeste yy atraviesa en peligroso equilibrio por un punto —el ego occidental— ubicado entre los salvajes crueles del Sur y las hordas barbaras del ‘Notte. El porvenir imaginario y fantasioso ubicado en el Oeste est tan plagado de alteridades como el pretérito oriental. Pero aqui el ful- gor de la otredad proviene de supertecnologias desconocidas, de fe- némenos cibernéticos hipersofisticados y de formas de robotizacién, ccuyas expresiones emblemticas se encuentran en el Extremo Occi- dente, en unos Estados Unidas miticos en cuyas suenos y pesadillas habitan los arquetipos posiblemente mas radicales del Otro y del Ex- tranjero: los seres hibridos robotizados como los cyborgs, los extrate- itestres y los superhombres o superhéroes de la ciencia ficcién. Los referentes reales de esta encamacién futurista ultraoccidentalizada son poco precisos, pues este mito vive sobre todo en un mundo ima- ginario, Acaso los centros de investigacién © experimentacién cient. fica y tecnolégica asociados a los enclaves militares o de inteligen; pueden ser un ejemplo de su enigmstica presencia en la sociedad, En esta cosmografia de la otredad nos falta por mirar hacia otras irecciones. Si dirigimos los ojos hacia el cenit, hacia arriba, podremos contemplar cémo del cielo nos llueven misticos que pretenden estar en comunicacién con los dominios celestiales: iluminados, alumbra- dos, ilusos, melancélicos y profetas perdidos en la noche oscura, lu- niticos y saturninos que predican con fervor exético las bondades de la luz verdadera, Formas blandas y aparentemente benévolas de la Jocura se mezclan, en esta otredad angélica, con los fanatismos y fun- damentalismos mds radicales de ayatolas, unas veces imaginarios y otras muy reales y amenazadores. El punto opuesto al cenit Io hallamos hacia abajo, rumbo al nadir de las alteridades malignas. En las profundidades subterraneas, en el infierno, existe el imperio mftico del mal —en el que cree firmemente el presidente Bush—, un pozo que no sélo se traga a los pecadores, 44 (CULTURAS LIQUIDAS EN LA TIERRA BALDIA, sino que desde sus cavernas emana la otredad malvada de los terto- sistas, los criminales, Ia locura furiosa y e! hedonismo desenfrenado, La cosmografia imaginaria que he descrito revela la presencia de un torbellino heterogéneo de corrientes ubicado en el corazén mismo de las sociedades posmodernas. Estoy convencido de que se trata de 1un proceso de gran importancia, conectado con los ejes de la globali- ‘acién y con la nueva situacién politica surgida tras el fin del mundo bipolar en 1980. Podrfa afirmarse que el 1 de septiembre de 2001 es el simbolo dramitico de los nuevos flujos politicos y culturales, pues la destruccién de las Torres Gemelas en Nueva York y el ataque al Pen- tigono son la mas extrema agresién jamais realizada por fuerzas de la otredad contra el establishment occidental. Después de este acto tri- gico cunde el miedo a unos barbaros y salvajes, poseidos por un ma- ligno furor mistico, que caen como una plaga de terroristas extrate- rrestres sobre los centros mas significativos del poder global. Con ello se refuerzan las tendencias posdemocriticas que habian comen- zado desde hace decenios a compensar los déficits de legitimidad po- litica mediante la implementacién de formas no electorales de forta- lecer la gobernabilidad. En realidad los flujos propios de la otredad interior han estado tejiendo desde hace mucho esas peculiares redes imaginarias de la legitimacién no democritica que cada vez se ex: tienden més en Europa y los Estados Unidos. Estas redes se caracteri- zan por una confrontacién, en parte real y en parte imaginaria, entre dos polos: las fuerzas hegeménicas que representan la normalidad y la estabilidad enfientadas a las mil caras de la otredad enemiga del orden establecido. Con la desaparicién de la amenazadora alteridad comunista ha aumentado la necesidad de buscar e inventar nuevos enemigos, Podefa pensarse en otra bipolaridad mitica: la que opone latierra baldia de la posmodernidad alas otredades liquidas, La tierra baldia de Eliot —waste land— es una idea compleja y polisémica que no slo se refiere a un espacio instil y yermo. Se refiere a la vas- tedad del derroche, la inmensidad de lo superfluo, el vacio después del consumo, las sobras del banquete. Se trata de una visin que mu- chos inmigrantes tienen de la tierra que los recibe, pero también re- fleja los sentimientos de algunas formas de pesimismo cultural en Occidente. 4s ‘CULTURAS LiguIDAS: VLATIERKA BALDIA Pero no todo ocurre en las nubes de la imagineria politica. El si- glo x1 contempla situaciones nuevas y desconocidas que todavia no sabemos entender. El mundo de las naciones-Estado se esta disol- viendo. Los ejes centrales de Ia economia se van desplazando hacia la produccién de mercancias blandas y servicios, La produccién tradi- ional de objetos (automéviles, tejidos, artefactos) se desplaza hacia la perifetia y en las regiones hegemnicas crece la economia ligada a las nuevas tecnologias y ala informatica. La urbanizacién se expande y adquiere dimensiones que se adaptan a las nuevas formas de em- ppleo que ya no requieren de la vieja ciudad industrial metropolitana. Los sindicatos languidecen, la jomada de trabajo semanal se reduce, eldesempleo y el tiempo libre crecen y se confunden. En este contex- to aumenta la presencia masiva de los sectores de inmigrados y de ciudadanos descendientes de extranjeros, que conforman los es- pacios culturales liquidos. La condicién liquida denota tanto su ca- rencia de tierta como su origen fluido y su condicién inestable. Estas culturas liquidas son un fenémeno propio de la sociedad contempo- rrinea: no constituyen un resabio del pasado ni el advenimiento de tuna nueva época. Ademds, quiero evitar expresamente la idea de que estamos ante la continuacién, en territorio occidental, de una guerra entre civilizaciones. No es mi intencién examinar aqui estos nuevos procesos. Lo que pretendo esreflexionar sobre la imagineria que se desprende de ellos, pues me parece que nos descubre aspectos signficativos y reveladores. Uno de ellos es la popularizacién del relativismo cultural y de las vi- siones multiculturalistas. Se ha querido estimular y poner en marcha tun proceso de «recuperacién» de las identidades propias de los di- vvers0s fragmentos de las franjas de poblacién que ha abandonado sus territorios originales o cuyas tierras ancestrales han sido invadidas por la cultura mayoritaria y hegeménica. Asi, surge aparentemente la necesidad imperiosa de las culturas sin territorio de reconstruir una ‘memoria o una tradicién, De alguna manera, se vuelve a plantear un problema antigo, En el siglo x1x la historiografia roméntica contri- buy6 a consolidar as identidades nacionales que emergian en Europa. Estamos demasiado deslumbrados por la idea de que el romanticis- ‘mo fue una reaccién conservadora contra la modemnidad capitalista, y hemos perdido la sensibilidad para reconocer la gran importancia 46 (CULTUNAS LIOUIDAS BN LA TIERRA BALDIA del delirio del Yo roméntico en la consolidacién de la memoria mo- derma, Como sefalé al comienzo, las angustias reflejadas por el psi- coanilisis y el existencialismo formaron parte de la construccién del ego occidental. ;Se ests repitiendo el proceso en el seno de las culta- zas liquidas? Bs posible que las culturas desterritorializadas recupe- ren, mediante la reconstruccién de las tradiciones hist6ricas, la me- ‘moria dela identidad que han perdido? Con el objetivo de reflexionar brevemente sobre este problema, ‘me gustaria rescatar una historia antigua, contada por Cicerén para ilustrar la importancia del arte de la memoria, la mnemotecnia.> En cierta ocasién un noble de Tesalia llamado Scopas contraté al famoso poeta Siménides — conocido ademas por ser precisamente el inven- tor de la mnemotecnia— para cantar un poema lirico durante un banguete, en honor del poderoso anfitrién. Siménides dedicé la mi tad de su poema al noble, pero el resto fue una loa de los héroes ge- melos Cistor y Pélux. El varén noble advirtié a Siménides que s6lo le pagaria la mitad de lo convenido por el panegirico, y que podia co- brarel esto alos gemelos divinos a quienes habia exaltado. Poco des- pués, durante el fastuoso banquete, le llevaron al poeta un mensaje avisindole que dos jévenes que querian verlo estaban esperindolo fue- 1, Se levant6 y salié a la puerta, pero no encontré a nadie. Mientras ‘estaba fuera, el techo del salén de banquetes se desplom6 y aplasté a Scopas y a todos los invitados, que quedaron tan mutilados que sus familiares no podian reconocerlos. Sin embargo, Siménides, gracias a su arte, recordaba exactamente los lugares que ocupaban los invita- dos, y con ello pudo ayudar a que los parientes recuperasen a sus muertos. Los inmigrantes buscan algo parecido: quieren que la me- ‘moria de un pasado en ruinas se conecte con el futuro para permitir el duelo de los familiares y descendientes. Pero cuando el futuro se con- verte en presente, las inas siguen ally se hace evidente que las co- «sas del pasado no hablan por si mismas. Bs necesario descifrarlas para que los vivos puedan reconocer a los muertos. ‘La anécdota de Siménides nos permite también senalar los pro- Dlemas de la tradicién. La construccién de una memoria es una ela- ® Cicerin, Deoratore Vease sobre este temaclbellolibeo de Frances A. Yates, The Art of Memory, Londres, Rostledge 8 Kegan Paul, 1966 "7 ‘CULTURAS LIQUIDAS EN LA THERA BALDLA boracién tedrica que nos enfrenta a la inquietante pregunta: zqué cla- se de cultura es necesario recuperar y cual es mejor olvidar? Estamos ante un curioso retorno de las preocupaciones romanticas, un regreso de los intentos por descifrar el enigma del Yo. Aunque la historiogra- fia cientifica moderna ha pretendido dejar que se extinga el Yo para petmitir que las cosas hablen solas, no ha logrado escapar de lo que ‘me gusta lamar la maldicién cartesiana: para que la realidad de las cosas —pasadas y presentes— llegue al escenario de la conciencia debe haber un homiinculo espectador —como Siménides— que contempla ‘y manipula el teatro interno de la memoria. En el papel de Siménides hoy aparecen antropélogos, historiadores, sacerdotes o politicos que se erigen en espectadores e intérpretes de la memoria perdida. Pero podemos comprender que si Siménides hubiese simplemente inven- tado la posicién de cada persona en el banquete, el resultado seria el mismo: los herederos podrian realizar sus labores de duelo, aunque Jas ligrimas no cayesen sobre los restos correctos. ;Quién podria dar- se cuenta? Claro que siempre pueden llegar unos arquedlogos agua- fiestas a denunciar el infundio... El ideal de los historiadores modernos pretendia establecer una relacién directa y sin mediaciones con el pasado, para dejar que el yo occidental supuestamente se construyese a si mismo. Pero la maldi- cién del hominculo cartesiano condené al fracaso el proyecto: se ha sefialado, no sin angustia, que una teoria contiene un homninculo a partir del momento en que la explicacién del proceso de gestacién de tuna memoria consciente acude al mismo proceso que requiere expli- cacién. Es la pesadilla de los cientificos que intentan explicar los me~ canismos neurolégicos de la memoria: de una u otra forma recurren a la presencia de un homiinculo animado —el alma, en Descartes— que examina los archivos, pues las fuentes de la historia y del conoci- ‘miento tal vez hablan o emiten imégenes, pero estin sordas y ciegas ante s{ mismas, Siempre que se intenta tna representacién del pasado aparece el problema de! homiinculo que la contempla, Las fuentes tal ‘e7, incluso, cantan; pero ellas no escuchan su propia melodia: alguien tiene que ofrlas interpretar el canto. Y ese alguien es precisamente el Ego moderno, el gran homiinculo de la occidentalidad. Ante estas dificultades, surge una curiosa tendencia relativista en el proceso de reconstruir un pasado ligado al territorio del que se ha rs ‘CULTURAS LIQUIDAS BN LA TIERRA BALDIA cescapadoyy que se ha perdido, Hay una amarga renuncia a explicarlos hechos pasados por si mismos: ahora ya sélo se explican los comen- tarios y ls interpretaciones que se han hecho de ellos. Es como silos homiinculos encacgados de leer las fuentes se hubiesen multiplicado, Segiin esta idea, los hechos histdricos sélo se pueden entender a tra- vés de las imagenes y las representaciones que otros han hecho, espe- cialmente en textos. Siménides, que conocié y memoriz6 el lugar de los personajes aplastados por el peso de la historia (es decir, por el techo que les cayé encima) no seria el verdadero historiador: Io serian ‘en cambio Cicerén, que interpreta la historia del poeta memorista, y los comentaristas posteriores que nos comunican en sus textos, no sus percepciones, sino sus opiniones: unas opiniones empapadas de la representacién que sus sociedades hacen de s{ mismas. ‘Un Siménides moderno podria ser un cronista invitado por las autoridades portuarias de Nueva York a leer una loa del puerto, como simbolo de la recepcidn de inmigrantes y extranjeros, en un banque- te.con representantes de diversas comunidades étnicas y religiosas en el World Trade Center el 1 de septiembre fatidico. Si, salvado por ‘unos heroicos gemelos, celosos de fas altisimas torres, describiese después de memoria la disposiciOn contingente de los invitados en el banquete multicultural, ¢qué podrfamos hacer con ese documento? {Qué valor tendria? Tal vez no tiene valor alguno antes de que el do- ‘cumento del cronista, publicado en el New York Times, levante —di- gemos— una polvareda de opiniones y criticas: es en esta nube de polvo contaminado donde prefieren respirar los historiadores que intentan recuperar las tradiciones perdidas. El ideal historicista buscaba lograr la desaparicién del Yo en la polvareda, para que el ctimulo de textos permitiese que los hechos histéricos hablasen por si mismos. En contraste, los relativistas y multiculturalistas estan muy lejos de querer borrar el ego cartesiano del historiador que encatna la identidad del grupo, el espiritu de la colmena. Bl desafio, por consiguiente, es la construccién de una na- sativa teleolégica, donde el sentido del pasado es producido a partir de sucesos posteriores. Asi, la representacién de un acontecimiento se convierte en la llave para entrar en un espacio hist6rico anterior. ‘Aqui hay un peligro: ;no estamos construyendo un palimpsesto sis- témico que sobrepone representaciones sobre representaciones, en 0 (CULTURAS LIQUIDAS EN LA TIERRA BALDIA tun proceso infinito de regresion donde siempre hay un observador que observa al observador, a su vez observado por otro mas, en una sucesién sin fin? ‘Volvamos al ejemplo de Siménides: me pregunto si podemos es- perar que dioses generosos, capaces de adivinar el futuro, interven- gan de vez en cuando para salvar a algunos historiadores y poetas de su destino, para que con sus artes y sus escritos se conecten con el pasado, La dificultad radica en que dioses como Cistor y Pélux no existen en los tiempos moderos y, por lo tanto, no pueden interve- nir para salvar las culturas liquidas del desplome del techo. Los mitos de Ia otredad interior son diferentes: crecen de manera es- pectacular en torno de las culturas liquidas. Lo que me parece funda- ‘mental de esta imagineria mftica es el hecho de que forma parte de un proceso politico legitimador de las sociedades actuales. La otre- dad interior es una amenaza controlada, un peligro ctl, una agresién aprovechable. En suma, un fluido fértil que enriquece la tierra vasta, tanto’en su significado estricto de aportar fuerza de trabajo necesaria como en su sentido politico mas amplio de estimular la cohesi6n y la legitimidad. Vistas desde este angulo, las culturas liquidas son apro- vechadas tanto si se manipulan como flujos de mano de obra como cuando son invocadas por los foros sociales mundiales de protesta contra la globalizacién en Porto Alegre o en Bombay. La soluci6n de los problemas que afectan a las culturas liguidas no se encuentra en la forma tradicional de configurar identidades potentes sobre territorios soberanos. No hay condiciones pata ello, ¥ pateciera temeraria e imétil toda empresa politica encaminada a transitar los viejos senderos del nacionalismo. La reconstruccién de la memoria se vuelve un acto de duelo sobre las ruinas de una histo- ria dislocada, Al mismo tiempo, estas culturas sin territorio tampoco parecen encontrarse en ripido proceso de desintegracién, mestizaje y fusion, Se trata de culturas en vilo, oscilantes, que no logran fun- dar un superego definido y sélido, ni tampoco se disuelven en el terreno de la cultura hegeménica. Viven en un estado liquide latente, *Veanse al respecto las eflexiones de Guillermo Zermeno, La cultura moderna de la Istria, Una gproximacin teria, México, El Colegio de México, 2002, P13. so ‘CULTUNAS LIQUIDAS EN LA TIERRA BALDIA de lentisima absorcién e imposible solidificaci6n. Las culturas ligui- das adoptan la forma del vaso que las contiene: la sociedad en que se alojan. Bl problema es que la sociedad nacional posmodema es un vaso contenedor que se resquebraja, tiene filtraciones, gotea y amenaza con derretirse. La masa de cindadanos «normales», que no posee un origen «extraiio» y que aparentemente no sufre problemas de iden. tidad, comienza a parecerse 2 la condicién liquida de los . Diversos estudios han mostrado que la individualizacién extrema se asocia a una volatilidad de las costumbres y a un carnaval de identi- dades cambiantes. Hay una inestabilidad de empresas e instituciones {que propicia nuevas formas de trabajo. Muchas carreras laborales tra- dicionales, enmarcadas en fabricas y oficinas localizadas, centralizadas y jerarquizadas, son sustituidas por circuits de empleos sucesivos. ‘Ahora parecen carreras de obsticulos variables sin continuidad, sin un final discernible ni localizacién estable. Un sector importante de los asalatiados aborigenes y de raiz antigua vive un estado de zozobra en citcuitos nomadicos, Por otro lado, es revelador que algunos em- presarios hayan expresado en el Foro Econémico Mundial reunido «en Davos a fines de enero del 2004 que el caracter que podria llamar- se liguido, desterritorializado, viscoso y elistico de la organizacién terrorista que encabeza Bin Laden pueda ser un modelo de eficacia para as grandes corporaciones que necesitan estrategias lexibles para las fasiones y adquisiciones. Es un hecho que los empresarios apren- la posmodernidad tiene la apariencia de un extraiio te- rritorio seco, arido y resquebrajado. La imagen de tierra baldia me parece adecuada. Quiero terminar con unos versos de Eliot que se antojan premonitorios. Como se veri, sélo le falté mencionar Nueva ‘York. Pero all estan los salvajes enmascarados, las fracturas posmoder- nas, la tierra sin fronteras, las urbes fantasmales y las torres derrum- badas: Qué sonido es ese que se oye en la altura ‘Mormallo de amento maternal 5 sdLosempresari aprenden de Laden», HI Pls, 25 de enero de 2004, P-7 st CULTURASHIQUIDASENLA TIERRA BALDIA a Qué hordas encapuchadas son esas que hormigueaa Porllanurasinfnitas, tropezando en las grietas ‘De una tierra imitada por el r2s0 horizonte ‘Qué ciudad es esa sobre las montafias CChasquides y reformas y lamas en el aire violeta ‘Torres que se derrumban, Jerusalén Atenas Alejandra ‘Viena Londres Irreales* TS. Blot, The Waste Land w 366-276, taducelin de Agust Barta, IV. Los salvajes de la modernidad tardia: arte y primitivismo en el siglo xx |A FINALES DEL SIGLO XX SE PODIA OBSERVAR, EN LAS CALLES DE las grandes metropolis de las sociedades més desarrolladas, la pre- sencia de unos peculiares personajes que lucfan atractivos tatuajes, cabellos con peinados coloridos y numerosos anillos colgando de per- foraciones en los labios, nari y oxejas. En la época en que me encon- traba concentrado en la investigacién para una historia del mito del salvaje occidental, me parecia fascinante contemplar, a la salida de la gran Biblioteca Publica de la calle 42 en Nueva York, a varios ejem- plares de esos mismos seres que estaba investigando en los archivos. El tatuaje de una serpiente que se iniciaba en el tobillo de una joven continuaba hacia su muslo y se internaba acaso hasta su vientre. El ‘musculoso muchacho que lucia tatuajes en su créneo rapado y mis de tuna docena de anillos en diferentes puntos de su rostro seguramente llevaba alguna joya exotica, un ampatlang, que atravesaba su pene, El dibujo que aparecia en el cuello de una adolescente parecia descen- der hasta envolver su seno. Solia también encontrarme con estos «primitives modemnos, como se les lamaba, en los arededores de la Biblioteca Britsnica en Londres, en los campus universitarios de los Estados Unidos y en las cercanias de los diversos museos cuyos at- chivos exploraba en busca de representaciones antiguas de salvajes. “Las revistas especializadas en los quiescos de prensa mostraban im- presionantes fotografias de bellisimos tatuajes extendidos por todo el cuerpo, incisiones cicatrizadas que formaban texturas geométricas, perforaciones para diversos adornos en las partes més recénditas de! cuerpo, cabelleras tefiidas de colores y peinadas en formas que a ve- 3

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