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CAPÍTULO 5
EL LIBRO DE LOS JUECES (IV)
UN LIBRO VIOLENTO Y CRUEL

En el libro de Josué llama la atención la crueldad del anatema; en Jueces, la crueldad a


nivel individual. La encontramos desde el comienzo del libro, cuando se cuenta el
castigo de Adonibézeq, al que cortan los pulgares de manos y pies, cosa que ya él había
hecho con los reyes enemigos (1,6-7).
La alegría con que se cuenta el asesinato de Eglón por Ehud subraya esta
tendencia del libro, que, para nosotros, se convierte en verdadero escándalo cuando Yael
hunde el clavo en la sien de Sísara y se describe con saña su lenta caída hacia la muerte
(5,27). Todo esto sin el menor reproche. Más aún, con la introducción entusiasta:
―Bendita entre las mujeres Yael, mujer de Jéber el quenita, bendita entre las que habitan
en tiendas‖ (5,24). El contraste entre este sentimiento y los que debe alentar un cristiano
es indiscutible.
Detalles crueles no faltarán en los relatos posteriores. Gedeón ―con espinas del
desierto y cardos azotó a los hombres de Sucot‖ y luego ―mató a los hombres de la
ciudad de Penuel‖ (8,16-17). Luego invita a su hijo primogénito, Jéter, a matar a Zebaj
y Salmuná, como si fuese un gran honor (8,20-21); no olvidemos que éstos habían
asesinado previamente a los hermanos maternos de Gedeón (8,18-19).
Abimélec contrata a un grupo de malhechores para que maten a sus setenta
hermanos (9,1-5) y él mismo morirá de forma cruel: ―Una mujer tiró sobre la cabeza de
Abimélec una piedra de molino y le rompió el cráneo‖ (9,53).
Jefté sacrifica a su propia hija (11,30.34-40). Y cuando los efraimitas le
reprochan no haberlos invitado a la guerra, organiza una matanza de 42.000 de ellos.
Sansón mata a treinta filisteos para pagar una apuesta perdida (14,19). Después
mata a otros mil (15,15). Cruel es también la escena en la que le sacan los ojos (16,21).
Y muere matando a más de los que había matado en vida (16,33).
Son violentos los danitas, que roban sin miramiento alguno los objetos
religiosos de Micá; y son crueles cuando llegan a Lais, ―un pueblo tranquilo y pacífico‖,
―y lo pasaron a espada, pegando fuego a la ciudad‖ (18,27).
Pero las escenas más crueles del libro son las relacionadas con la violación de la
mujer del levita (19,25-29). Empezando por la frialdad con que su marido la entrega,
siguiendo con la violación y muerte, y terminando con el cadáver descuartizado y
repartido por las tribus de Israel. También es trágica y cruel la guerra civil posterior, y la
forma violenta en que se actúa con la población de Yabés de Galaad, especialmente con
las mujeres.
Si intentamos establecer cierta lógica en este catálogo, vemos que la violencia se
ejerce generalmente contra los enemigos, sin hacer distinción entre extranjeros
(Adonibézeq, Eglón, Sísara, Zébaj, Salmuná, filisteos) y connacionales (habitantes de
Sucot y Penuel, los setenta hermanos de Abimélec, la mujer del levita, los benjaminitas,
los habitantes de Yabés de Galaad); ni siquiera la propia familia se salva (hija de Jefté).
Pero hay otro aspecto interesante, destacado por Mieke Bal:

The Book of Judges is about death. It is one of those numerous monuments of antiquity
that celebrate death and that we celebrate, because of their respectable old age, without
realizing that we celebrate death in the same move. It is, however, in the way we
celebrate it, read and misread it, that we can become aware of our own attitude toward
death. In Judges there is death in all forms, each violent. The book is full of murder:
public and private murder, war and individual murder. It openly celebrates murder. And
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murder, in this text, is related to gender. Men kill women, and women kill men. And
men kill men. The man-man murders are, with only one exception [Ehud-Eglon],
collective murders: wars. The woman-man murders are derived from that primary po-
litical kind of murder: women kill heroes and military leaders. The man-woman
murders are different. Men, mighty men, kill innocent young daughters. This
fundamental dissymmetry is the thread that will lead us through the labyrinth of the
confused, unclear, enigmatic Book of Judges.1

Estas acciones ‒a veces violentas, a veces crueles‒ se justifican en algunos casos


con la idea de la retribución: el violento provoca su propio castigo. Curiosamente, el
único que reconoce su pecado y el castigo merecido es un extranjero, Adonibézeq
(―Dios me paga mi merecido‖: 1,7). Abimélec podría haber dicho lo mismo, pero le
sería difícil hablar después de que le destrozaran el cráneo; es el autor del relato quien
enseña la lección (―así pagó Dios a Abimélec lo mal que se portó con su padre,
asesinando a setenta hombres‖: 9,56), válida también para los siquemitas (―y todo el
mal que hicieron los de Siquén, Dios lo hizo recaer sobre ellos‖). Y en esta misma línea
se sitúa la conducta de Gedeón con los dos reyes madianitas (―Si los hubierais dejado
vivos [a sus hermanos maternos], yo no os mataría ahora‖: 8,19) y la de las once tribus
con los benjaminitas, para ―castigar como se merece esa infamia que han cometido en
Israel‖ (20,10).
En otros casos se da por supuesto que el enemigo, o quien se porta mal con uno,
puede y debe ser castigado. Así ocurre con Eglón, Sísara, los habitantes de Sucot y
Penuel, los efraimitas, los filisteos, los de Yabés de Galaad.
Y otras veces se cuenta el hecho, sin más, dejando que el lector emita su propio
juicio: la conducta de Abimélec con sus hermanos, la de Jefté con su hija, la de los
gabaonitas con la mujer del levita.
En esta línea habría que entender quizá el conjunto del tema en el libro de los
Jueces. Algunos autores han subrayado que el tema de la violencia no está repartido de
forma homogénea, sino que crece cada vez más hasta el final catastrófico de los
benjaminitas, cuando desaparece una tribu de Israel. Por consiguiente, todas los hechos
violentos anteriores estarían al servicio de esta idea global: la época de los Jueces es una
época terrible, a la que sólo cabe una solución: la monarquía. Al mismo tiempo, ya que
el autor o autores presentan estos siglos como de recaída continua en la idolatría,
podríamos ver una relación estrecha entre idolatría e injusticia, en la línea de lo que dice
el libro de la Sabiduría:

«25 Todo lo domina un caos de sangre y crimen, robo y fraude,


corrupción, deslealtad, anarquía, perjurio,
26
desconcierto de los buenos, olvido de la gratitud,
impureza de las almas, perversiones sexuales,
desórdenes matrimoniales, estupro y desenfreno.
27
Porque el culto a los innominables ídolos
es principio, causa y fin de todos los males» (Sab 14,25-27).

John L. Thompson se ha planteado si debemos hablar de estos temas en la predicación.


Copio su respuesta, que me parece interesante:

1
M. Bal, Death and Dissymmetry. The Politics of Coherence in the Book of Judges (Chicago –
London 1988).
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It remains to consider whether these texts should be preached today. There are some
obvious reasons to say yes, including the fact that these stories are part of the "whole
counsel of God," or in view of the predilection of the Reformed tradition for lectio
continua After all, it is difficult to preach on the whole book of Judges without arriving,
sooner or later, at chapter 11, not to mention chapter 19. There is another reason to
preach on these stories, too, and that is the simple fact that our lives and our world are
often disrupted by the same kinds of terror depicted in these texts. Moreover, terror and
violence and violation in our world are too often met by a silence—sometimes from the
church—that communicates either blame for the victim or a lack of caring. To preach
on the texts of terror is to name that silence, to recognize the atrocity, and to open a
pathway for communication and healing 2.

En la exegesis ofreceré la bibliografía sobre los diversos episodios violentos. Ahora sólo recojo
algunos títulos.

Christianson, E. S., «A Fistful of Shekels: Scrutinizing Ehud's Entertaining Violence


(Judges 3:l2-30)»: Bib Int 11 (2003) 53-78; Íd., «The Big Sleep: Strategic Ambiguity in
Judges 4-5 and in Classic film noir»: BI 15 (2007) 519-48.
J. A. Hackett, «Violence and Women‘s Lives in the Book of Judges»: Int 58 (2004)
356-64.
Thompson, J. L., «Preaching Texts of Terror in the Book of Judges. How Does the
History of Interpretation Help?»: CTJ 37 (2002) 49-61.
Trible, Ph., Texts of Terror (Philadelphia 1984).
Tsang, S., «Violence and gender: the Ugaritic ‗violent female‘ tradition and the story of
Deborah in Judges 4»: Sino-Christian Studies 4 (2007) 95-108.

2
Art. cit. 59.

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