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De ahora en adelante, todas las citas textuales remiten a la edición de Asueto,
Hojas de poesía,( 1999-2007), de Ferreyra Editor, Córdoba, octubre de 2007, 343
páginas..
simbólica en la que diversas formas de circularidad (la cúpula, la fuente,
el espejo, los árboles, las cumbres) remiten sea a la magnificencia de un
espacio más enunciativo o subjetivo que físico, sea a la percepción
ominosa del paso del tiempo como devenir: ante el milagro renovado del
mundo que concita un asombro fresco y primigenio, la contingencia
humana –límite, presagio y posibilidad- es tanto escape como
renunciamiento o despedida, condición de adversidad que, junto a la
actitud dialógica, pareciera acentuarse en los últimos poemas publicados
(“sólo los horizontes/ de cumbres circulares/ contienen el adiós.// Cántaro
no colmado/ todavía,/ por el último verso”, 2005-2007:p. 258). La
búsqueda, en ese marco, será quizás “paralizar el instante” y “ensayar la
eternidad” (1999-2007:p. 27).
Por su parte, Claudia Bayarri (Córdoba, 1966) es una presencia que
irrumpe con frescura, determinación, entusiasmo y una fina captación
estética desde sus primeros poemas, que conduce rápidamente a una
promisoria madurez diversificada en dos tendencias, la contemplativa,
centrada en la representación empática de la proyección interiorizada del
medio natural (“ahora,/ en este instante/ el universo renace,/ y sostengo
estas estrellas contra mi pecho/ para atrapar la memoria”, 2004-2007:p.
211); y aquella que apela a la puesta en discurso de una mirada de género
sutilmente femenina, fundada en una precisa selección de elementos
compositivos que remiten a la complementariedad de los principios
genéricos hombre/mujer: “una mujer se va,/ y enceguece el alba.// Un
hombre llega,/ y enciende el horizonte” (2004-2007:p. 232).
Por último, en Ana Tibaldi (Bahía Blanca, 1947) se despliega un
delicado minimalismo de situaciones y objetos que operan por la
sugerencia y la imantación de un verdadero advenimiento de presencias;
la fuerza, la economía y la intensidad de la escritura parecieran ser los
requisitos que busca la “palabra nueva” de la escritora, capaz de “creer
en la inocencia” sin eludir la –apenas insinuada- alusión política o social:
“y cuánto duele/ quedarme aquí// despierta,/ callada” (2006-2007: p. 300).
En cuanto a la escritura de autor, el poeta de mayor experiencia y
formación del grupo es Carlos Gómez Chapanay (Córdoba, 1942), quien
registra una evolución extraordinaria desde formas clásicas y
tradicionales ligadas a una metafórica y una sonoridad convencionales –
como es el caso del soneto ”Rosa morena” escrito en 1979 y publicado en
2003 (2003-2007:p.183)- hacia una notoria diversificación de estructuras
compositivas y una lírica austera y decantada cuyo distintivo es la
brevedad y la densidad semántica, el extremo poder connotativo de una
palabra de gran eficacia estética cargada de intuiciones, dudas y
sospechas que no eluden el interrogante existencial (“cómo pensar en la
muerte/ a la hora de la vida”, 1999-2007:p. 16), el velado e inasible
erotismo (“por tu figura desciende/ el amor y el deseo/ y tu sombra/ se
derrama por un espacio/ intocable”, 2001-2007: p. 96) y la reflexión sobre
el destino de la poesía y el lenguaje (“largo camino de nombres/ antigua
torre que señala/ el centro de mis laberintos”, 2002-2007:p. 153).
En Jorge Vázquez Yofre (Córdoba, 1949), gracias a un itinerario que
también avanza hacia una potente síntesis expresiva y, en igual medida,
hacia reales niveles de excelencia lírica, se abre paso una actitud de
profunda introspección abismada en una nítida propensión metafísica
ocasionalmente teñida de ciertas inflexiones nihilistas o “malditas”:
“alma mía,/ -nave de negro pulmón-// (…) tú y yo/ siempre,/condenados al
instante” (1999-2007: p. 31). En ese “diálogo” poemático con “la voz de
una lágrima/ que vuelve a su origen” (2000-2007: p.72), como en otros
autores la visión se conjuga con una estilizada recreación de algunos
elementos sobresalientes del paisaje; sólo que aquí la preeminencia de
las horas crepusculares y nocturnas, el imperio de las tonalidades
brumosas o sombrías, las típicas recurrencias imaginales (noche, río,
agua, mujer, luna) y el sentido elegíaco del acontecer le brindan cierto
relieve original en el interior del grupo, que lo mantiene al margen de
concesiones eufóricas o intromisiones anecdóticas:“la noche cae/ sobre
la noche (…)// …y un silencio de campana/ donde sólo se siente/ el crecer
de las horas // (allí, en las laderas/ escarpadas del corazón.)” (2005-2007:
p. 260).
Finalmente, Claudio Suárez (Córdoba, 1940), a través de personajes
arquetípicos y en espacios reducidos a su mínima expresión simbólica
elabora una fina poesía de elevado poder de sugestión, en la que el peso
de la significación es conferido a la alusión y la mención indirecta o
implícita, no carente de ocasionales matices de ternura, juego e ironía:
“tener dos alas nuevas y plegarias/ sobre ese dolor tuyo.// Ser sombra/
paz nocturna en torno/ a tu apagada sonrisa” (2006-2007:p. 312).
No quisiéramos culminar estas líneas sin realizar una acotada reflexión
que, al igual que el “Prólogo” de Julio Castellanos que da inicio al
volumen que hoy presentamos, apunta a formular una suerte de elogio y
bendición de lo pequeño, sólo que desplegando otros acentos y
modulaciones sin duda presupuestos o contenidos en él; asimismo, en
trabajos recientes, ensayistas como Ricardo Herrera, Tamara Kamenzsain
y Francine Masiello han señalado la tendencia -descollante en algunos
sectores de la literatura actual- que hace patente un “giro hacia lo
mínimo” en ciertas formas de representación y producción lírica, inflexión
ligada no sólo a un cambio de sensibilidad o a un agotamiento de algunas
modalidades artísticas precedentes, sino a una posición de crítica y
resistencia frente a la preponderancia histórica de los llamados “grandes
relatos”-en el sentido de autores como Jean-François Lyotard en La
condición posmoderna- de la filosofía, la historiografía y diversas
ciencias sociales que fueron puestos al servicio de la voluntad de
dominación y explotación a la manera de grandes paradigmas teóricos y
discursivos, configurando ideologías y visiones del mundo falsamente
naturalizadas que asumieron un carácter centralizador e imperialista.
De este modo, frente a las narrativas y los saberes enciclopédicos de la
modernidad y sus aspiraciones totalizadoras; frente a los usos
pragmáticos y masificados de la cultura con sus estrategias de
mercantilización y cosificación; frente a la crisis de los idiomas públicos y
las lenguas oficiales con sus pretensiones monopólicas; frente a la
banalización de la existencia y la desacralización domesticadora de la
vivencia o el aplanamiento de los potenciales estéticos de lucha, crítica y
confrontación, no sólo el pequeño formato de estas hojas de poesía se
aviene, diríamos, familiarmente a las temporalidades restringidas de la
cotidianeidad o a las instancias fragmentadas y dispersas de la
civilización mediática; no sólo el formato breve propicia la concentración
de esfuerzos y la convergencia de proyectos y actitudes que redundan en
la excelencia del resultado como objeto de gratificación y de consumo;
pues puede ocurrir, y de hecho ocurre, que en lo mínimo se encuentre la
posibilidad última de la verdad y el lugar de la invisible alianza de ésta
con la perennidad de la poesía y la belleza. A la manera de una entidad
monádica y quizá prismática por su concurrencia de nombres y registros,
también el pequeño formato puede ser faro y fanal de irradiación, el
vigilante foco de expansión de los lenguajes y las voces que deben ser
rescatados, difundidos y custodiados. De estas operaciones de auténtica
transfiguración de lo mínimo en lo monumental, del ínfimo sentido en el
gran vehículo de la significación universal y multitudinaria, se nutren
empresas de tanto valor y jerarquía como ésta que hoy presentamos a
través de las “hojas de poesía” Asueto. Hojas que, según decíamos, en su
origen fueron también “cuadernos”–los medios de la transmisión y la
apropiación del saber- y al mismo tiempo “alas” –los vehículos del
tránsito hacia la elevación y la ascensión, del contacto con la fuente
inspiradora de la trascendencia y de la Musa-, alas que hoy recogen y
revitalizan, conforme a la mejor tradición de creación y reflexión, la
secular herencia de la poesía y la verdad bajo el amparo de un solo signo
convocante y múltiple: Asueto.