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TOMO XVII ENERO - JUNIO 1958 N° 53 LIMA - PERU SOCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL TOMO XVII ENEROJUNIO DE 1958 NP 53 5 REVISTA PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL ORGANO DE LA SOCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL ° EL DERECHO DEL MAR e COMISION DE LA REVISTA Alberto Ulloa Manuel Félix Mairtua Fedro Ugarteche Fernando Schwalb Edwin Letts Victor Proafio JEFE DE REDACCION: Gonzalo Fernandez Puyd SUMARIO _ Homenaje al Dr. MANUEL ViCENTS ViLLARAN 3 Homenaje al Dr. ARTURO GaRcia SALAZAR ... 10 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mer, de Ginebra . . 15 Intervencién del Presidente de la Delegacién del ALBERTO ULLOA 33 Intervencién del Delegado del Pera, doctor ENRIQUE Gazcia SavAn 42 Intervencién del Delegado del Pert, Contralmirante Luis Epcarpo LUGBA) sane wearedvinnanacten 63 Exposicién del Delegado del Pert, Dr, EDwin 78 Documentos Importantes: Convencién sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua . 83 Convencién sobre’ la Alta Mar ........--...0ee.-ce ees 92 Convencién sobre Pesca y Conservacién de los Recursos Vivos de Hay ALE, Mate) Stes puccr vascesne uP seteinstons vy ae 5 cevecene 102 Convencién sobre la Plataforma Continental 110 Resolucioues y Recomendaciones aprobadas en la Conferencia . il4 Declaracién Conjunta Peruano-chilena-ecuatoriana ........ 121 Propuesta Peruana sobre reunién periddica de la Conferencia dé NN. UU. sobre Derecho del Mar ...... 0.00. eseseeeeeeeecees 122 Eleccién de miembros de la Comisién de Derecho Internacional .. 124 Notas Bibliogrdficas ............-c0eece eee : 126 Calendario de Sucesos Internacionales 141 LIMA-PERU. 1959 SOCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL CONSEJO DIRECTIVO Presidente: Dr. Alberio Ulloa S. Vice-Presidente: Dr. Juan Bautista de Lavalle Secretario: Dr. Enrique Garcia Sayén Teserero: Dr, Gonzalo Ferndndez Puyé Pro-Tesorero: Dr. Manuel Gareia Calderén Vocales: Dr. Francisco Tudela y Varela Bdkulc, Jun Miguel Delgado Irigoyen, Javier Encinas Pando, José A. Feméndez Puyé, Gonzalo Llosa Poutrat, Jorge Ullod P., Bolivar Vegas Gareic, Jorge Wagner de Reyna, Alberto Dr. Artuzo Garcia Salazar Pro-Secretario: Dr. Visitor Andrés Belaiinde Dr. Edwin Letts S. Dr. Pedro Ugarteche | MIEMBROS TITULARES Dr. Aguilar Cornejo, David Dr. Lavelle, Juan Bautister de » Alverade G., Luis Letts, Edwin » Aromburt, José Félix » Leén Barandiarén, José | |, Aramburé Menchaca, Andres » Levalle, Hernando de | | 4 Arias Schreiber, Didmedes « Mailca, Carlos | Barreda Loos, Felipe » Matirtua, Manuel F i |. Basadre, Jorge » Miré Quesada, Luis i | » Belainde Victor Andrés » Miro Quesada S.. Aurelio | . Bustamanis y Rivero, José L. » Neuhdus Ugarteche, Carlos | « Detstue A., Alejandro » Oliveira, Pedro | » Espinoza Saldafia, Adéa » Porras Barrenechea, Rati » Elguera, Juan Ignacio » Proiio, Viator G « Garcia Calderén, Manuel » Schwalb L. A., Fernando i « Gercia Gastafieta, Carlos » Soli y Muro, Alfredo j » Garcia Salazar, Arturo « Tudela y Varela, Francisco | » Garcia Sayén, Enrique » Ugarteche, Pedro | » Hoyes Osores, Guillermo » Ulloa, Alberto | » Goazalez Dittoni, Enrique » Vilarém, Manus! Viconts | Iberico, Mariano MIEMEBROS ASOCIADOS Dr. Arévalo, Carlos Dr. Iturriaga R., José | SOCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL TOMO XVIIr ENERO-JUNIO DE 1958 Ne 53 REVISTA PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL ORGANO DE LA SCCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL e EL DERECHO DEL MAR e COMISION DE LA REVISTA Alberto Ulloa Manuel Félix Madrtua Pedro Ugarteche Fernando Schwalb Edwin Letts Victor Proaiio JEFE DE REDACCION: Gonzalo Ferndndez Puyé SUMARIO ones. Homenaje al DR. MANUEL VICENTE VILLARAN . ee z Homenaje al Dr. Arruro Garcia SALAZAR ........ oe lo Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, de Ginebra ........ ee eee eT 15 Intervencién del Presidente de la ALBERTO ULLOA ......... 38 Intervencién del Delegado del Pert, 42 Intervencién del Delegado det Perd, EDGEA. accents cs oon aon ee ve 63 Exposicién del Delegado del Perd, Dr. Epwin Letts 78 Documentos Importentes: Convencién sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua . 83 Convencién sobre la Alta Mar .....-...0.-0. 00. = 92 Convenciéa sobre Pesca y Conservacién de los Recursos Vivos de Ie AN Mar pmccrax 2 onenegs 2 8h 55 ane-an ae > : 102 Convencién sobre la Plataforma Continental... » 110 Resoluciones y Recomendaciones aprobadas en la Conferencia |. 114 Declaracion Conjunta Peruano-chilena-ecuatoriana ....... » 12h Propuesta Peruana sobre reunién periédica de la Conferencia de NN. UU. sobre Derecho del Mar oo... 00-0000. cee sees ese 122 Eleccién de miembros de la Comisién de Derecho Internacional .. 124 Notas Bibliograficas ....... diksose 2 na atu # 126 Calendario de Sucesos Internacionales... 22...) ss sss, 141 LIMA-PERU 1959 + MANUEL VICENTE VILLARAN El 21 de febrero de 1958, fallecié en su quieta y alejada residencia de San Isidro, adonde parecié levar en los Gitimos afios la actitud premonitoria de su despedida, uno de los hom- pres mds eminentes y de més auténtico valor espiritual e in- telectual del Peri contempordneo: Manuel Vicente Villaran. El retardo que producen circunstancias que son comunes a las tevistas como la nuestra y la ausencia del Presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional que presidia en ese momento en Ginebra la Delegacién Peruana a la Confe- rencia del Derecho del Mar, han sido causa de lo aparente- ynente tardio del homenaje que hoy le tribute. Aun cuando sé que las apreciaciones contenidas en estas lineas son compat- mbros de la Sociedad, ellas son de un ca- tidas por otros 1 rActer personal. En las oraciones y discursos escritos en los dias de su fallecimiento, se encontraré datos minuciosos sobre la vida de este maestro insigne que representé el eslabén entre el pensa- miento clasico y el pensamiento moderno del Pert, en lo po- Iitico, en lo educacional y en lo juridico. También encontra- ran en aquellos datos y referencias, los reconstructores de la relacién y de la interpretacién de las Gltimas seis décadas, la conexién que siempre existe —como afirmacién, como nostal- gia, como consuelo o como contraste— entre algunos aspec- tos esenciales de la vida de un pais y los personajes que pro- yectaron sobre ella una figura recia y luminosa. Como las esculturas de cristal, Villaran fue sencillo y trans- parente. Las lineas de su actitud fueron también las de su manto de patricio, Mas que las sombras de uno a otro plano, su espiritu trasladd, combin4ndolas, con gesto grave, equi- librado y erquido, asi como por la palabra nitida, precisa, elevada y elegante, las consideraciones mAs apreciables del ae des campo educativo al juridico, al filoséfico o al politico y reci procamente. De modo légico —porqu? estos hechos negativos expzesan el continuo rebote de Ja mediocridad— Villar4n no llegé sino muy brevemente a altas posiciones notorias y d+ pttblica nomenclatu- ra. Rector de la Universidad Mayor de San Marcos, de 1922 a 1924, fue a ese cargo como el penate de dos generaciones de catedraticos y alumnos, y como el simbolo de la autonomia legal y de la independencia espiritual de nuestro viejo y des- venturado instituto; en el momento en que éste, malquerido y hostilizado por el Gobierno de Leguia, habia sido recesado por los profesores en 1921 y reabria sus puertas por acto propio y libre y en una actitud de desinterés econémico y de abnegacién por parte de los maestros, a los que Villardn reorganiz6 y di- rigié en medio de amenazas y riesgos pero también de altiveces y pobreza. Después de que la Universidad, presidida por Villaran, de- mostré su libertad y su eficiencia, Leguia, eminentemente po- litico, que habia adquirido de la educacién inglesa al propio tiempo la rigidez y la flexibilidad, se incliné sin rendirse y vino a presidir la apertura del afio universitario de 1923, Pa- recié, en ese momento, que los dos poderosos adversarios —la Universidad y Leguia— se respetarian y tolerarian en lo for- mal. Las jornadas més duras y batalladoras —entre otras la de la frustrada coronaci6n oficial del Corazén de Jestis— no ha bian pasado atin con su cortejo trepidante y apasionado. Le- gufa, recordador desconfiado, volvié a la hostilidad anti-uni- versitaria y como Villaran era la Universidad por simbolismo, la prensa oficiosa, panfletos y plumistas, empezaron a lanzar contra ella y contra 1 —la Universidad y Villaran— dardos envenenados. En diversas oportunidades y distintas formas, los profe. sores y los estudiantes se irguieron y se agruparon en torno de su forjador espiritual y su guia. Desde fuera de la Univer- sidad, la poderosa e infatigable oposici6n a Legufa tuvo una actitud tan inequivoca de adhesién a Villaraén que casi re- presentaba insinuarlo cuando no proclamarlo, informalmente, como jefe. Dentro de este espiritu los estudiantes se lanzaron se be a aclamarlo en las calles, cada vez que desde el bando del Gobierno se le agredia. Los politicos empezaron a exaltarlo y a concederle una publicidad que no es la habitualmente re- gateada a los protagonistas simplemente intelectuales. Y, fi- nalmente, los conspiradores, civiles y militares, empezaron a tocar a su puerta. 2 Se present6 asi para Villarén una posicién dramética. El no queria, ni aceptaba que una Universidad politica se agru- para detrés de él y cambiara la direcci6n de su mano de guia. Como todos los hombres con conciencia de su valer auténti- co y permanente, Villarén no queria tampoco rehuir lo que podia ser un mandato nacional ni abjurar lo que era cierta- mente un deber de ciudadano y de hombre colocade en el zenit de Ja hora. Asi se explica que renunciara el Rectorado de la Univer- sidad, en un documento memorable, para no hacerla victima de la odiosidad que provecaba é1 mismo; aun cuando en rea- lidad hubiera empezado a provocarla por servir a la Univer- sidad y por cumplir, en el claustro y en la vida, su deber de maestro. Pero no se explica asi, a primera vista, que Villaran no continuara en el campo politico y no se mantuviera en el estrado de tribuno ni entrara, sélidamente armado como e¢s- taba, al combate. Contrariamente a lo que esperaban el ardor de los opositores a Leguia y la fe en el hombre egregio, cuyo verbo se estaba convirtiendo en mesidnico, Villardn volvid la espalda a posibilidades politicas ciertas y vehementes en ese momento y —en concepto de muchos— a responsabilidades histéricas. Fue asi cémo, objetivamente, el hombre que dejaba la Universidad para salverla de Ja politica en la que resultaba representativo en virtud de circunstancias ocasionales que po- dian f4cilmente convertirse en permanentes; el hombre que no habia repudiado la politica para mantenerse exclusiva- mente en la Universidad, al dejar ésta tampoco aceptara actuar en la politica. La explicacién esté en que tenia ciertamente sobra- da vocacién universitaria para sacrificarse por la Universidad, apartandose del Rectorado para no atraer por su causa la hosti- lidad del Poder contra la institucién que amaba. Pero, no te- nia vocacién por la politica, y a pesar de sus condiciones inne- gables de direccién y autoridad, que emanaban org4nicamente a Gxt de su caracter y de su idiosincracia espiritual, Villarén, en la inminencia de ser caudillo —lo qu> envuelve una situacién de facto— pensé que era un profesor, un hombre de ley, un ju- rista, un teorizante del Derecho Politico, con cuyas atributos no se podia improvisar un conspirador. Concurrentemente, ha- bia para él una contradicciéa insalvable entre ser catedratico de Derecho Constitucional, admirador de sdlidos y pacificos sistemas institucionales que presentaba como ejemplos a sus alumnos, y abandonar su verdad esencial por la fulguraci6n ocasional del éxito politico. En la imposibilidad de discutir, su capacidad, su hombria de bien, su honestidad, sz ha dicho muchas veces en las con- versaciones y en los cendculos que Villaran no tenia caracter. Lo decian, algunos escépticos del porvenir nacional que no creen en las virtudes directivas de la inteligencia y la cultura. Lo decian, también, los que veian proyectarse sobre su tortuoso camino la sombra tacitamente acusadora de una auténtica res- petabilidad. Lo decian, por Ultimo, los enérgicos verbales o vo- cacionales que gustan del atropello y del cuartelazo. Bien dificil es, sin embargo, negar cardcter a un hombre como Villarén que, el 29 de mayo de 1909, cuando el Palacio de Gobierno fue asaltado por rebeldes intrépidos y el Presi- dente Leguia fue obligaco por la fuerza a salir en un desfile dra- m&tico del que no se sabia a dénde habia de conducir a su victima; siendo su Ministro de la tranquila y civil cartera de Justicia e Instruccién, como era Villarén en ese momento, acom~- pafié al Jefe del Gobierno durante varias horas, alentando con su presencia la entereza de aquél, e inequivocamente resueito a correr su riesgo, que podia ser el de la vida. De los seis mierm- bros que tenia entonces el Gabinete Ministerial, el Gnico que acudié a la compafifa y amparo del Presidente fue Villardn, mientras el E‘ército permanecia acuartelado y expectante, sin re- cibir 6rdenes de reaccién, y mientras la ciudad quedé practi- camente dominada por les revolucionarios hasta que se did ia orden de salida de un simple piquete de tropa para rescatar al Presidente, como lo hizo, ciertamente por la fuerza pero sin mayor movilizacién de efectivos. Cerca de diez afios mas tarde, Villaran pudo ser el can- didato del Partido Civil, entonces predominante, y no hu- biera encontrado ninguna resistencia’ considerable: puesto ait! que el propio Leguia, cuya candidatura ya se anuncia- ba como contraria al régimen, manifest6 que no la man- tendria si Villarén era candidato. Todavia estaba Leguia en la zona de influencia personal y politica de la conducta que Vi- jlarén habia tenido para con él mismo en 1909 y de cuya zona habia de salir, pocos afios después, en la embriaguez de su éxito arrollador que Megé muy pronto al punto de no respe- tar discrepancias. Pero el Gobierno prefirié la candidatura dé- bil de don Antero Aspillaga. Se formé la conciencia popular de que queria imponerla; y Leguia que, segtin fue notorio, habia ganado la eleccién, temid, objetivamente, que le fuera desco nocida y aprovechd, subjetivamente, del dura de su populari- dad para crear el sdlido poder personal que se prolongé du- rante once afios y que le permitié gobernar casi discrecional- mente al Peri; aun cuando dentro de formas que estdn cierta- mente muy lejos, como casi todas las dictaduras de auestra Historia, de las que han empleado otros dictadores latino ame- ticanos. En cierto modo precursor de los regimenes totalitarios, Leguia estuvo lejos de la rigida inflexible y a veces cruel que fue el mas ficaz instrumento de los tiltimos para sus realiza- ciones. Ya acercdndose a la ancianidad cronoldgica, pero en la plenitud de su capacidad de pensamiento y de trabajo, con- servada hasta los Ultimos afios, Villarén representé el postrer acto de su breve y ocasional vida politica. Alentado por gru- pos calificados de las generaciones universitarias que forjé y por un movimiento importante de hombres de centro, fue can- didato presidencial en 1936. Acepté serlo por el concepto de Jo que consider6 un deber simbdlico de democracia y de mesu- ra; oponiéndose a tendencias menos sustantivas pero més fuer- temente politicas. Si los c6émputos electorales se hubiera rea- lizado y el sufragio no hubiera sido anulado, Villarén cierta- mente no habria alcanzado el triunfo; pero su concepto abne- gado de la vida piiblica se demostré una vez més. Un hombre de su capacidad, de su mentalidad juridica, de su laborioso servicio de la Justicia, no podia ser extrafio a la vida internacional del Peri. En esta se destacan su estudio, publicado en 1925, sobre “El Arbitraje de Washington en la Cuestién Peruana-Chilena” y su asidua colaboracién, de mu- chos afios, en la Comisién Consultiva de Relaciones Exteriores, = Ba para la que hizo numerosos estudios y exposiciones, sobre va- riados aspectos juridicos de nuestros conflictos, especialmente el de limites con el Ecuador. Ocupaba, por consiguiente, en la Sociedad Peruana de Derecho Internacional un puesto de Miem- pro Titular. Desde él fue colaborador esclarecido de nuestro empefio de mantener la tradicién y el lustre de la vida juridico- internacional del Pert. Perteneciente a una estirpe de militantes y docentes del Derecho, Villarén fue siempre un jurista y un abogado. Su jncansable aptitud de trabajo, su posicién modelo de estudiante y de profesor, le mantuvieron durante toda su vida vinculado a los conceptos juridicos y con el espiritu reciamente arrai- gado en ellos Clasico y universalista en su cultura, estuvo siempre abierto a la posibilidad de absorcién y adaptacién de instituciones y de arquetipos que no babian nacido ni desarro- Jlado en nuestro suelo, pero que podian ser sembrados y dar frutos en él. Asi lo demuestran, mds alla del campo juridico, sus famosos discursos sobre “Las Profesiones Liberales en el Pert” (1900) y “La Misién de la Universidad” (1912) en que abo- g6 sustancialmente por el abandono de una ensefianza orna- mental e intelectualista para reemplazarla por una ensefianza realista, de tendencia técnica y econémica, previsoramente con- cebida antes de la transformacién democratica y cientifica de las concepciones intelectuales de la vida; pero sin abandonar la base de la cultura general. En su larga faena de maestro fue una realidad que se virti6 en un ejemplo. Su extensa preparacién en Filosofia del Derecho y en Derecho Constitucional, se vertid en clases ma- gistrales, en que la elegancia sobria de la palabra, relevaba la profundidad y la nitidez del concepto. Convencido, por la reflexién y el estudio, de la superioridad y de las ventajas de los regimenes politicos democrdticos y liberales, Villaraén im- pregné a numerosas promociones universitarias de su fe en la virtualidad de una buena arquitectura constitucional y del funcionamiento ponderado y sincero de las institucionales mo- dernas del Dercho Politico, como fundamento y garantia de Ja juridicidad en el Pera; de su valor moral y de su funcién de marco insustituible de la vida nacional. Seguramente ha ha- ido desviaciones, y muy grandes, de sus c4nones ideolégicos; pero, seguramente también, la mayoria de los hombres que =O = recibieron Jas ensefianzas juridicas de Villardn desde Garcia Calderén y Riva Agiicro hasta Jorge Basadre y Le6n Baran- diaran y desde los La Jara y Belatinde hasta quienes le rodea- ron en los tiltimos afios de su ensefianza universitaria, ha pro- clamado y sostenido en la vida ptiblica las doctrinas que por él les vinieron y los principios que él les inculcd. Su influencia magisterial, intelectual y moral, se ejercié mucho mds alld del claustro universitario mismo, no sola- mente porque casi todos los hombres de ley que actuaron du- rante cincuenta afios en el PerG, y algunos de los cuales con- tindan actuando todavia, fueron, directa o indirectamente, sus discfpulos, sino porque en el ejercicio profesional Villaran puso las mismas altas calidades que en el Magisterio. Como abo- gado practicé una moral profesional austera y lend los Ambitos de nuestros tribunales, desde los Juzgados hasta la Corte Su- prema de Justicia, de sus conocimientos profundos, de sus sé- lidos raciocinios, de sus construcciones equilibradas, de su elo- cuencia nitida, sobria y atrayente. Por encima de los encumbramientos politicos circunstan- ciales, respecto de los cuales se mantuvo escéptico; muy alto en el nivel espiritual que era el que mds apreciaba; mas alld de cada dia y de oportunidades fugaces y eventuales, la figu- ra patricia de Manuel Vicente Villardn se conservaré como un modelo del gran ciudadano, cuyo posicién, formada de sabi- duria, de elevacién moral y de equilibrio, ha de constituir siem- pre un ideal y una esperanza. ALBERTO ULLOA. + ARTURO GARCIA SALAZAR El 7 de Junio de 1958, fallecié en Miraflores el Dr. Ar- turo Garcia Salazar, jnternacionalista, profesor, publicista y diplomatico de larga figuracién en la vida politica externa del Pert. Reproducimos como un homenaje a su esclarecida me- moria, los siguientes discursos pronunciados en su sepelio por el Presidente de la Sociedad de Derecho Internacional Dr. Al- berto Ulloa, el Decano de la Facultad de Derecho de la Uni- versidad de San Marcos, Dr. René Boggio y el General Teo- dorico Terry Garcia, en nombre de los ex-alumnos del Cole- gio de la Inmaculada. También pronunci6é un discurso, en nombre del Ministerio de Relaciones Exteriores el Dr. Victor Andrés Belatinde, del que desventuradamente, no se tomé ver- sién taquigrafica. DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL, DR. ALBERTO ULLOA. Sefiores: La Sociedad Peruana de Derecho Internacional rinde ho- menaje de reconocimiento y respecto a uno de los més desta- cados entre sus miembros més ilustres; y yo me acojo a la personeria de nuestro jnstituto para traer la propia y profun- da emocién con que venge a cumplir una vez mas con el ata- vico mandato que nos da cita, desde hace setenta afios, a los Garcia y los Ulloa, en la vida y en la muerte, en el éxito y ea el dolor, en 1a decepcién y en la esperanza. En este pais 4vido de eficiencia y de circunspeccién; que, en medio de todas las encrucijadas de sus realidades y de sus rectificaciones, busca instintivamente Jineas rectas que no siem- pre encuentra, es un caso venturoso y extraordinario que su ax TE = servicio pGblico haya aprovechado con relativa continuidad de las sobresalientes condiciones que demostr6é y empleé Artu- ro Garcia Salazar a través de una vida larga y transparente. Nacido bajo el dolor de la desventura nacional, desde ni- fio la actuaci6én y el ejemplo de su padre le Ilevaron natural- mente al Servicio Diplomatico del Perd. Empez6 muy mozo en el estudio auxiliar de las cuestiones de limites que serian, durante casi medio siglo, materia de su preocupacién, campo de su esfuerzo, tema de su labor de funcionario y cauce de su vocaci6n de historiador. Con mi padre, con Solén Polo, con Carlos Larrabure, con Victor Andrés Belatinde, pertenecié al grupo selecto de los que, juntos o sucesivamente, hicieron rendir toda su trascendente utilidad al Archivo de Limites del Ministerio de Relacicnes Exteriores; y fijaron las lineas intelectuales de la defensa de nuestras fronteras. A través de todas las escalas y jerarquias, sin ascender a empellones o a zancadas, sin andariveles ni cuerdas flojas, por obra de su propio y auténtico valer, convertido en inevitable gravitacién personal; nunca precipitado por las mareas poli- ticas sino antes bien prolongada y digna victima de ellas; a veces pospuesto o desconocido, Arturo Garcia fue un repre- sentante del Perti, lticido, competente, laborioso, culto, esme- zado, en todas las misiones que asumié siempre con conciencia de sus dificultades y de sus obligaciones, sin limite de dedica- cién y de esfuerzo; tipo de hombre responsable ante si mismo y ante su deber. Asi fue c6mo, por resultado de sus virtudes y de sus cua- lidades intelectuales, de sus estudios y trabajos; a través de las misiones mas serias y dificiles, en Quito, en Santiago, en Bogota, en la Conferencia Perti-ecuatoriana de Washington de 1936 a 1938; surcando las aguas mds procelosas o corriendo el riesgo de los cielos mas ennegrecidos; a veces sin m&s faro que su intuici6én o su raciocinio claros y serenos; asi fue cémo Ar- turo Garcia Salazar leg6é a ser, desde hace muchos afios, una figura patricia de nuestra vida internacional y de nuestra di- plomacia contempordneas. Tal vez por aquellas mismas excelsas condiciones e¢] in- terés nacional, escudando el egofsmo de nuestra Cancilleria, le retuvo en América durante cuarenta y cinco afios de su vida cones PP, diplomatica semi-secular y solamente en los Giltimos se realiz6 con él un acto simple de justicia distributiva designandolo para las Embajadas en Ja Santa Sede y en Paris de las que trajo en la mirada y en el espiritu la objetivacién de su sd- lida y pertinaz cultura. Arturo Garcia, mas que un representante diplomatico —ter- miné este equivoco y falseado— fue un gestor infatigable y eminente de los intereses del Pera. Su vida no estuvo solamen- te consagrada a nuestra patria en el campo de la Diplomacia en el que, por ilimitado y Meno de mastuerzos, se pierden o se borran las mejores y profundas huellas. Fue, también, un in- vestigador y un hombre de estudio, un profesor y un publi- cista. Su espiritu de una escrupulosidad y de una honradez mental impresionantes, le Mlevé, por vocacién y competencia, a ser autor de libros practicamente exclusivos hasta ahora. Sobre Historia DiplomAtica del Pera produjo dos libros memo- rables que, por su contenido y método serén de permanente utilidad; sobre todo como la expresién més orgdnica y siste- mada de las preocupaciones y de los problemas que han sa- turado el pensamiento internacional del Peri durante mas de un. siglo. Naturalmente fue Arturo Garcia miembro fundador de Ja Sociedad Peruana de Derecho Internacional que presidié, después de su reorganizacién en 1938, con vivo interés y em- pefio Gtil. Por sus méritos y trabajos era, sin duda, uno de los representativos més conspicuos de los estudios internacionales en nuestro pais, en sus tres aspectos fundamentales: el juridi- co, el diplomatico y el histérico. Pensemos con melancolia pero con orgullo patriético, en este momento dramatico de sinceridad, que ha muerto un gran ciudadano y que —caso venturoso— el Perti lo aproveché casi plenamente, para acierto y altitud de su Diplomacia y de su Magisterio en que lucid su vida eminente, limpia y derecha. —13— DISCURSO DEL DR. RENE BOGGIO —DECANO DE LA FACUL- TAD DE. DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS Sefiores: Cumplo con el penoso deber, en mi calidad de Decano de la Fa- cultad de Derecho de la Universidad Nacional de San Marcos, de traer el postrer saludo del Claustro, y rendir emocionado y dolorido home- naje a la memoria del que fuera nuestro ilustre Catedratico desde 1922 del Curso de Historia Internacional y DiplomAtica, Sefior Dector Dow Arturo Garcia Salazar. El espectaculo de ia muerte, siempre nuevo, a pesat de su con- tinuided, no deja jam&s de sumirnos en hondas meditaciones. Pero si bien es cierto que la separacién produce un hondo dolor, imposible de expresar, porque es inefable, en cambio sabemos como ya dijera Sécra- tes, que cualquiera que sea el destino del “hombre, nada debe temer el hombre bueno. Si el pensamiento de este filésofo es justo y nos da la conformidad, el pensamiento cristiano nos da la esperanza. Nos da la prueba, nos da la certeza de una inmortalidad feliz para aquel que suro complir noblemente su destino. Tal es precisamente el caso del Dr. Ar- turo Garcia Salazar, maestro, diplomatico, hombre piiblico, hombre siem- pre ponderado, justo, cabal y humano, donde quiera que dejé sentir su influencia esta fue siempre efectiva, serena, como era él mismo, acer- tado su juicio, precisa y oportuna su opinién, maduro y sano su consejo. Por eso, si bien su pérdida es irreparable, en cambio nos queda el con- suelo de saber que sin duda alguna ha alcanzado la paz imperturbab’e de ios que duermen ya en el Sefior. Al tracros pues, Sefior Doctor, la voz angustiada de nuestra Fa- cultad, os digo que vuestro recuerdo seré permanente en ella, en ella se- guiréis viviendo, el recuerdo de vuestras luminosas lecciones sera im- perecedero, y el ejemplo de vuestra vida y conducta rectilinea, farce de luz para la juventud a la que con vuestra sabiduria y esfuerzo con- tribuisteis a formar. DISCURSO DEL GENERAL TEODORICO TERRY GARCIA VICE- PRESIDENTE DE LA ASOCIACION DE EX-ALUMNOS DEL COLEGIO DE LA INMACULADA. Sefiores: La Asociacién de Ex-Alumnos del Colegio de la Inmaculada me ha pedido que traiga a este sagrado recinto su despedida emocionada a nuestro querido consocio y amigo el Dr, Arturo Garcia Salazar, de la promocién de 1896, Hamado por la Providencia para recibir el justo premio de una vida Ilena de virtudes y bondades. Nuestra Asociacién ms Pe ce tiene una deuda con Arturo Garcia Salazar, quien como Vice-presidente de ella, en los afios 53 y $4, ademds de cumplir con decisién les obli- gaciones inherentes al cargo, actué con toda eficacia en la organizacién y desarrollo de las fiestas y ceremonias con las que celebramos las bodas de oro de nusstra querida Asociacién. La muerte es la prueba més terrible a la que estd sujeto el hom- bre y sdlo la fe cristiana, que tan bien supieron referzar en nuestras al- mas los padres jesuitas, nuestros maestros, puede proporcionarnos al co- raje necesario para soportarla con valor y resignacién, Podemos estar seguros, seficres, que Garcia Salazar, como justa coronacién de una vida cristiana, recibié del Altisimo esa confertacién en su tiltima hora Nos inclinemos reverentes ante el dolor de su dignisima viuda y de sus hijos. que les esperanzas de nuestra religién sabran mitiger. Arturo Garcia Salazar, querido consocio y amigo nuestro, tu obra ha terminado, ha Megado para nosotros el momento doloroso de la se- paracién y para ti la hora suprema de la luz. Dencansa en paz. CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE DERECHO DEL MAR (Ginebra, 24 de febrero a 29 de abril de 1958) La Conferencta dividié sus trabajos, segtin las materias que estos comprendian, en cinco Comisiones: I — Mar Territorial y Zona Contigua (En esta Comi- sién se realiz6 el Ilamado Debate General en que se fijaron las posiciones 0 politicas nacionales). II — Alta Mar (Régimen General) Il] — Alta Mar (Pesca, Conservacién de los Recursos Vives del Mar) IV — Plataforma Continental. V— Cuestién del Libre Acceso al Mar de los Paises sin litoral Maritimo (Estos paises celbraron una Con ferencia previa, en Ginebra, del 10 al 14 de febrero de 1958. En este n@mero de la Revista Peruana de Derecho Inter- nacional, dedicado preferentemente a la Conferencia sobre De- recho del Mar, hemos reunido documentos cuyo conocimiento es de primordial interés para nuestros lectores. A saber, los principales discursos pronunciados por el Presidente y miem- bros de la Delegacién del Pert, fijando la posicién de nuestro pais en la Conferencia; las Convenciones preparadas como re- sultado de sus trabajos y las Resoluciones que no tuvieron for- ma convencional. as 16 DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DE LA DE- LEGACION DEL PERU, DOCTOR ALBERTO ULLOA, EN EL DEBATE GENERAL DE LA PRIMERA COMISION, EL 5 DE MARZO DE 1958. La Delegacién del Pert participa en este debate general en la inteligencia clara de que él se refiere no solamente a los articulos de la parte respectiva del proyecto, considerada como un todo, sino a la presentaci6n por cada Delegacién de su propia posicién en conjunto, sobre el contenido de la Conferencia, aun sin referirse a los articulos del proyecto. Esta apreciacién se explica por Ja relacién de verdadera interfenencia que existe entre todo el trabajo de la Conferen- cia. Se explica, también, por Ya naturaleza de esta Primera Co- misién, cuyas resoluciones tendr4n tanta influencia en los re- sultados de la Conferencia; y por la impresién objetiva del concepto pGblico internacional en el sentido de que la cues- tién de Derecho Internacional mas destacada es Ja cuesti6n de las Zonas Maritimas en sus diversos conceptos. No querriamos ser los {iltimos en manifestar, como ya lo han hecho en diversas oportunidades otras Delegaciones a la Conferencia, nuestro aprecio por la labor de estudio y trabajo y por el esfuerzo de coordinacién que ha realizado la Comi- sién de Derecho Internacional. Pero este aprecio, en nuestro caso, se extiende a nuestro agradecimiento por la constata- cién que ha hecho la Comisién de Derecho Internacional res- pecto de la realidad de situaciones y de problemas que los paises del Pacifico Sur, entre ellos el PerG, han sido los pri- meros en presentar a la consideracién de la comunidad inter- nacional. Hubiera sido, en realidad, muy optimista esperar que la Comisién de Derecho Internacional aceptara nuestras férmu- jas. Un paso tan avanzado en la creacién de un nuevo ders- cho va mAs alld, sinceramente, de la indole, de la esencia y de la posicién de un aredpago de juristas eminentes, formados, in telectual y doctrinariamente, en la escuela del Derecho clasi- co; cuya funcién es, en gran parte, constatar el derecho exis- tente —lo que importa decir el derecho que viene del pasado— € intentar su modificacién progresiva. La progresién es continuidad, modificacién y avance de aw 17 es la misma linea sobre los mismos rieles, pero no es transforma- cién, en el sentido de crear un Derecho nuevo, sino una simple modificacién tasada. Sélo en un largo transcurso de afios, en que las instituciones del Derecho nuevo hayan demostrado su necesidad y su eficiencia, alcanzard la modificacién progresi- va del Derecho Internacional su adopcién completa por una comisién de la naturaleza de la Comisién de Derecho Interna- cional. Acabamos de hacer referencia a la transformacién yala creaci6n de un nuevo Derecho Internacional. Hemos de fundar y de aclarar estos conceptos. Ello esté indicado por el equivoco que se ha querido tendenciosamente crear respecto de la acti- tud de los paises del Pacifico Sur. Se ha dicho, buscando una notoria influencia impresionista, es decir para que espiritus es- taticos puedan llegar a créerlo, que quienes sostienen los nue- vos principios de Derecho Maritimo estén tratando de violar y desconocer el Derecho Internacional tradicional y preexis- tente, a cuyas reglas nos negariamos a someternos. Esto es inexacto. No se trata de desconocer ni violar el Derecho Internacional antes existente, sino de crear un nuevo Derecho Internacional. Es decir, continuar el proceso histérico del Derecho en todas sus manifestaciones y el proceso histérico de todas las instituciones humanas, en el sentido de que el cam- bio de condiciones de cada época impone variar las normas dentro de las cuales se pretenden enmarcarlas y que no han sido creadas para ellas. EI Derecho que estamos Pprocurando crear es un Derecho nuevo, aun cuando muchas veces tenga sus raices en el De- recho antiguo; un Derecho nuevo que tiene, como objetivo y como fundamento determinadas realidades y concepciones que no existian hace algiin tiempo. No se trata de introducir algu- nas modificaciones, limitadas y avaras, de las mismas reali- dades 0 en las mismas condiciones. Se trata de otras. Facil es escoger un ejemplo. En la base de todo el nuevo Derecho Ma- ritimo estd la concepcién de los Derechos Humanos; del apro- vechamiento de las riquezas de la naturaleza en beneficio del Hombre para el cual existe el Derecho Internacional. Se trata de una concepcién nueva que antes era desconocida en el d2- recho Internacional. En una categoria, inferior pero andloga, no se puede dejar de mencionar aqui la concepcién relativa — ig a la conservacién de las especies maritimas. También es esta una concepcién nueva del Derecho Internacional, porque antes se crefa que la Pesca y Caza maritimas eran inagotables y que podian ser indiferentemente explotadas. Por otra parte, no son los tres paises del Pacifico Sur —Pe- ra, Chile y Ecuador— o los que se encuentran en el mismo caso expresamente, como Costa Rica y El Salvador— es decir Jos que han proclamado su soberania sobre la zona adyacente a sus costas para preservar y aprovechar la riqueza que se en- cuentra en ella— no son aquellos paises los primeros que han abandonado el Derecho antiguo y que pugnan por establecer un nuevo Derecho Internacional. Han sido, en el terreno juridico, los paises que proclamaron los derechos a la Plataforma Sub- marina y a la conservacién de la riqueza pesquera, los prime- ros en transponer esa frontera entre el antiguo y el nuevo Dere- cho Internacional. Sin embargo, son estos mismos paises que trazaron les primeros caminos de los nuevos conceptos, los que hoy se alarman ante sus consecuencias y su extensién; los que quieren detener y oponerse a su desenvolvimiento ldgico e ine- vitable y parecen querer detener al Derecho Internacional para que no avance o mantener su desenvolvimiento rigidamente enmarcado y prisionero de intereses determinados. Otro de los argumentos que m&s se ha usado contra los cinco paises primeramente mencionados es el de decir que sus pretension¢s atentan contra la Libertad de los Mares. Tal afir- macién envuelve un desconocimiento del origen y de la trans- formacién juridica generalmente proclamada y aceptada con ciertas reservas en los tiltimos cuatro siglos. Antes de ellos pri- m6 el concepto del Dominio del Mar, amparado por la fuerza en cierta relacié6n con la Geografia. El] Derecho Internacional, como realidad normativa, aun cuando no siempre sistemada, de relaciones entre los Estados, antecedi6 en mucho a la exis- tencia de la Libertad de los Mares. Esta existencia no fue sino una de las consecuencias determinadas por los intereses de la vida de relacién juridica que se desarroll6 paulatinamente en- tre los Estados. No obstante de que no estaba precisada la aplicacién al mar:de una concepcién o de reglas de Derecho, es evidente que, en los primeros siglos que antecedieron a la proclamacién y de- sarrollo del principio de la Libertad de los Mares, existia un wos YQ! ees concepto de dominio sobre éstos, aun cuando aplicado a zonas o partes restringidas que eran las tinicas cuyo uso y control resultaban necesarios primero para la Pesca y después para la navegacién costanera. La Pesca represents, originariamente, la satisfaccién de las necesidades clementales de subsistencia de las poblaciones costaneras. Los pescadores, que eran casi to- dos hombres fitiles, entraban al mar con barcas rudimentarias, para tomar, en beneficio de su alimentacién el pescado que encontraban al alcance de sus medios primitivos. Los pueblos costaneros fueron pescadores antes que mavegantes. Esto es muy interesante desde el punto de vista de la gestacién histé- rica y juridica de los conceptos esenciales sobre el Derecho del Mar. Los hombres necesitaban para pescar un dominio inme- diato a sus costas. Este dominio estaba limitado por la sa- tisfacci6n de sus necesidades humanas de subsistencia y por los medios rudimentarios con que contaban. Asi fue cémo la idea del dominio del mar antecedié, en la génesis del Derecho, a la idea de la libertad. La idea de la Libertad de Navegacién fue originariamen- te uma expresién de capacidad, de necesidad y de fuerza. Los primeros navegantes iban donde podian, sin ser obstaculiza- dos, como lo fueron mas tarde, por los piratas y, mds tarde aun, por las incipientes marinas de guerra. El objeto de éstas, ori- ginariamente, fue el de asegurar no la libertad sino el dominio del mar, mediante la proteccién a la marina mercante y al co- mercio de los paises respectivos. Asi es cémo la idea de la proteccién se confundié con un concepto de dominio porque s¢ trataba de la protecci6n material, fisica, de fuerza, que su- ponia el ejercicio de una autoridad o de una jurisdiccién sobre el Mar. Desde su origen —y durante siglos— el uso del mar no s<¢ vincula, pues, con la idea de la libertad sino con la idea del dominio. No se trata, naturalmente —casi no hay mecesidad de de- cirlo— del absurdo de comparar para el Mar el concepto de dominio con el concepto de libertad. Pero asi como el exceso de las pretensiones de dominio trajo consigo la afirmacién de ja idea de la libertad del mar, en otros ciclos de la evolucién del Derecho, se comprende que la Libertad de los Mares no puede ser irrestricta, en un sentido geografico, con desconoci- miento o derogacién del concepto de dominio aplicado razo- oun 20h nablemente a zonas maritimas cuya existencia es necesaria a la subsistencia de las poblaciones costeras; a ja conservacién en provecho preferente de éstas de la riqueza ictiolégica y de la economia nacional, comprometida o amenazada, de los Es- tados, frente a cuyas costas existe una riqueza que el propio Derecho natural, ademas de razones juridicas, atribuye a aque- Nos Estados para su utilizacién y beneficio preferente. Cuando se inicié la era de los descubrimientos, empe- zaban estos por ser reconocimiento cercano; y aun cuando se llegé a los descubrimientos transoceAnicos, la idea del descu- brimiento iba acompafiada de la capacidad o poder no solamen- te para afirmar el titulo del descubrimiento, sino para mantener las comunicaciones. Es decir, conceptos de dominio. En esa épo- ca, ast como en el territorio se avanzaba o penetraba y, cuando era posible, se mantenia la autoridad y una ocupacién mas o me- nos extensa; también se avanzaba en el mar, explorando y descubriendo rutas que condujeran a tierras nuevas o ajenas. En este paralelismo entre las tierras no descubiertas 0 inexplo- radas y los mares no explorados 0 no descubiertos, sélo se iba donde la capacidad de poder aseguraba la autoridad. En los tiempos anteriores al siglo XVII solamente la fuer- za, expresién de una idea de dominio, estorbaba la navegacién. La fuerza se expresaba en la Pirateria o en las primeras escua- dras de guerra, dedicadas a proteger la navegacién de su pro- pia bandera y a estorbar la ajena. Durante siglos la necesidad de proteger las comunicaciones descansaba en la idea de la propiedad de las cosas transportadas, es decir las mercaderias, o de las cosas que realizaban el transporte, es decir, las naves. Mientras algunos paises dominaron los mares, por el nt- mero y extensién de las rutas maritimas que recorrian; por la superioridad de su flota mercante; por el imperio de su marina de guerra; por el ejercicio por la fuerza de ciertos de- rechos; esos paises fueron partidarios del dominio del mar Pero cuando las rutas maritimas resultaron cada vez més ex- tensas y conduciendo a parajes mas lejanos, las necesidades y conveniencias del intercambio y del comercio hicieron surgir nuevas flotas mercantes que hubieron de ser a su vez prote- gidas. Entonces el peligro de que el uso de la fuerza y su sola confrontacién pudieran traer conflictos en oportunidades ines- peradas y en sitios desprevenidos, cuyos conflictos dificulta- at = ran la navegacién y el comercio de todos, aquellos mismos paises se convirtiezon en paladines, destacados e infatigables dia- lécticos y practicos, de la Libertad de los Mares. Empezaron un camino contrario a su anterior posicién; saliendo al encuentro de todo lo que pudiera ser o consideraran como contrario al invocar la Libertad de los Mares. Deseo hacer la salvedad expresa de que no me estoy re- firiendo a los Estados Unidos de América que, desde su es- tructuracién nacional, pugnaron por Ja Libertad de los Mares; ¥ que, aun en la época en que eran débiles y relativos sus me- dios, combatieron y condenaron las depredaciones que corsa- rios y piratas realizaban aun en mares lejanos, a los que lle- gaban apenas las naves de la bandera de los Estados Unidos, precursoras de su interés en la Libre Navegacién. De Io que he venido diciendo se deduce que los tinicos propésitos que fundamentaran tradicionalmente la Libertad de los Mares fueron la Libre Navegacién y el Libre Comercio. Por otra parte, la Libertad de los Mares nacié restringida por el concepto del Mar Territorial que representé siemp-e una limitacién de aquella en provecho del dominio del Estado costanero en una zona del Mar. La Libertad d+ los Mares no destruy6 o no puso término al concepto del Mar Territo- rial. Este Ultimo fue respetado en un reconocimiento virtual y efectivo de qua la idea de dominio en determinadas zonas no es incompatible con la naturaleza del mar ni con su aprove- chamiento por los seres humanos. En las condiciones econd- micas del mundo de hoy, dentro del reconocimiento creciente y proclamado de los Derechos Humanos, la idea de la libertad y la idea de la jurisdiccién pueden conciliarse a base de la esencia causal de la Libertad de los Mares que son la libre navegacién y el libre comercio, los que pueden funcionar y son reconocidos como compatibles con el Mar Territorial que ecepta, indiscutiblemente, el principio y la préctica del paso inocents. Asi también todos aceptan que son compatibles con la Libertad de los Mares ciertas ideas de dominio y de jurisdic- cién, como la autoridad sobre las naves en alta mar, dentro del derecho de surcarla por naves o aeronaves; como la ac- ci6n internacional contra la pirateria y la trata de esclavos; como el derecho de persecucién; como la tendida de cables — 22 submarinos y como algunas reglamentaciones que se han pac- tado sobre pesquerias internacionales en zonas de concurrencia practicamente geografica. Se puede agregar, destacadamente, en los tiltimos tiempos, que ese es también el caso de la exten- sién de derechos de dominio de los Estados costaneros sobre la plataforma o zécalo continental; y la emergencia a la superficie de instalaciones necesarias para la explotacién de aquéllas. Frente a las limitaciones intrinsecas de la Libertad de los Mares en tiempo de paz y frente a su desconocimiento y re- duccién, primero, y a su destruccién y desaparicién después, en €poca de guerra, parece evidente que ya no puede hablarse de una Libertad de los Mares sagrada ni universal en el tiempo ni en el espacio. En la Guerra la han desconocido los Grandes Estados por necesidad. Dentro de la organizacién juridica de los Estados, la Libertad de los Mares esté subordinada a la situaci6n que se crea con motivo de amenazas o de ataques contra la paz. En época de paz grandes Estados sostienen la Libertad de los Mares, que desconocen en €pocas de guerra, porque asi corresponde a su interés. ¢Acaso el interés puede ser motivo para determinar el manténimiento de una norma abso- luta, inflexible, que no s¢ encuentra respaldada, al mismo tiem- po y proporcionalmente, por razones juridicas y por factores morales y humanos? En Ja guerra los pequefios Estados sufren de la limitaci6n de la Libertad de los Mares que da a los grandes Estados el privilegio de su utilizaci6n y dominio. En la paz los grandes Estados pueden proteger sus intereses, por medios juridicos, li- mitando un concepto arbitrario de la Libertad de los Mares, pero no con una limitaci6n que tenga por finalidad la destruc- cién y el dafio y por manifestacién el abuso como la limita- cién que se realiza en tiempo de guerra; sino por una limita- cién determinada por ¢l bienestar humano. El hecho de que la Libertad de los Mares contintie funcionando aparentemente en tiempo de paz, demuestra que las normas solo existen mu- chas veces para los Grandes Estados cuando coinciden con el interés de sus nacionales que ellos resultan protegiendo. Esta proteccién sdlo es legitima cuando a su vez coincide con los De- rechos Humanos; no lo es cuando tiene por contenido el lucro y el beneficio individuales. La razén o el interés primordial que han fundamentado — 23 — tradicionalmente la Libertad de los Mares es preservar la na- vezacién y el comercio libres. Nadie los discute en tiempo de paz. Este concepto, preciso y auténtico de la Libertad de los Mares es respetado en el hecho y en las expresiones juridicas que proclaman este resp*to. Por eso los actos normativos por los cuales numerosos paises han declarado su jurisdiccién con- dicionada o modal sobre zonas extensas, mas alld de los limites de su antiguo mar territorial o la extensiédn de éste; asi como las resoluciones o proclamaciones gubernativas como la del Peri de 1947, y la Declaracién de Santiago de 1952 declaran expresamente que la Libre Navegacién representada por el con- cepto juridico del paso inocente debe ser respetada. El concepto de la Libertad de Pesca surgiéd como una con- secuencia del de la Libertad de los Mares; pero mucho des- pués de que ésta se hallaba reconocida. Antes de establecerse una relacién entre estas dos libertades, la Pesca fué una ins- tituci6én de dominio, no solo en su nacimiento, al borde cercano de la ribera del mar, sino cuando se fue extendiendo para me- jorar su productividad y conforme fueron progresando los me- dios con que se realizaba. Pero no dejé de tener la Pesca el caracter de un acto de dominio; cuya ejecucién no se conside- taba posible, originariamente, sino como una realizacién de la autoridad del Estado, o de simples colectividades 0 grupos hu- manos, organizadeos o no juridicamente, sobre zonas determi- nadas del mar. Precisamente porque la Pesca no era libre en cualquier parte para los pescadores de cualquier procedencia, eun cuando fuera cercana, es que se trataba de una institucién propiamente excluyente de una completa Libertad de los Mares y afirmativa de un concepto de dominio sobre éstos. La Libertad de Pesca fué una consecuencia, facilmente de- tivada de la légica juridica aplicada a la oportunidad y la Geografia. Por eso se pensé que si los mares eran libres, su Tiqueza podia ser aprovechada por todos. Solamente més tarde, la lucha entre la idea de proteccién a las pesquerias nacionales y la idea de extensién, mds all4 de una estrecha zona del Mar Territorial de los derechos de pescar y cazar en el mar, determinaron conflictos jurisdiccionales, es decir, juridicos y reales, que también eran humanos. Algunos convenios tuvieron por objeto evitar, mediante la convivencia juridica, la realizacién de tales conflictos. Aun no habia surgido la idea cientifica del ee ge aprovechamiento, desarrolio y conservacién de las especies ictio- légicas; ni se habia fijado ni extendido la personalidad interna- cional del Hombre, como sujeto de Derecho Internacional en cuyo servicio ste existe, como lo pensamos en nuestros dias. Tenemos pues que la Pesca, como interés internacional, naciendo en este concepto como consecuencia de la Libertad de los Mares fué posterior a la Libre Navegacién y al Libre Co- mercio. La base de sustentacién del derecho de pesca 0 caza en el mar libre o en alta mar, era deducida de la Libertad de los Mares mediante la cual podian todos aprovechar de la ri- queza ictiolégica. Pero cuando el modesto oficio de pescar, que empezé6 en todas partes por ser actividad de un grupo de hom- bres en puntos determinados, que s¢ alejaban mas o menos de sus costas, segtin sus pobres medios se lo permitian, se fué con- virtiendo en una industria con fines mercantiles; conforme se fué desenvolviendo la codicia de una riqueza que podia ser va- lorizada y desarrollada desde este mismo punto de vista co- mercial y mercantil, surgieron dos fendmenos nuevos. En pri- mer término, las pesquerias distantes, es decir, las expediciones para ir a pescar en otros mares; y ademas, los conflictos deri- vados unas veces de la jurisdiccién y otras veces de las rela- ciones entre los mismos pescadores. Estos conflictos estaban restringidos a determinadas zonas geograficas y sdélo interesa- ban, generalmente, a algunos Estados, vecinos por la configu. racién de sus costas. Entonces surgié la tendencia —a que me he referido— de no agravar esas dificultades y suscribir algu- nos convenios internacionales entre los Estados regionalmente interesados. Pero en aquellos conflictos, dentro de cierto tipo, apareci6 también la tendencia del dominio del Estado costa- nero, que queria ejercer una jurisdicciédn lo mds extensa po- sible sobre lo que consideraba como adyacente a su propio te tritorio, y, por consiguiente, como correspondiente a su riqueze y a sus posibilidades comerciales e industriales. De manera que la Pesca no costanera ha sido una deriva cién, no una causa de la Libertad de los Mares. Esta fué pro clamada para garantizar la Libertad de Navegacién y come resultado de una necesidad general de los Estados con el obje- to de asegurarse, en condiciones de igualdad, las rutas mariti- mas necesarias pata su comercio. En cambio la Pesca indiscri- minada por los paises no costaneros y con un fin eminente lu- its (QB crativo, ha sido implantada después de afirmarse y aceptarse generalmente, el principio de la Libertad de los Mares. No es, sin embargo, este principio, en su puro sentido juri- dico y filos6fico, el que defienden los que pretenden sostener que fuera de un reducido Mar Territorial los mares estén abier- tos a la pesca de toda clase de embarcaciones y a los pescado- res de todas las nacionalidades. Lo que se sostiene realmente es la finalidad mercantil de la pesca y la caza indiscriminadas; que han llegado a constituir una explotacidn de tal manera desarrollada e irresponsable que ha disminuido, si ao concluido, ciertas especies de la fauna maritima y ha obligado, en ayuda de los propios fines mercantiles y lucrativos, a la celebracién, en casos de concurencia en mares determinados, de acuerdo internacionales destinados a cautelar la conservacién de las especies. Hemos visto sumariamente una parte de lo que puede de- cirse de la Libertad de los Mares y de la relatividad en revisién de su concepto, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra. Hemos visto también algo acerca de las relaciones en- tre el Mar Libre y el Mar Territorial; y algo respecto del origen de la Pesca y de sus relaciones con aquellos otros conceptos. Nos falta decir algo més, relacionado con el Mar Territorial. Se puede demostrar, sin dificultades, que la regla de las tres millas que ahora se invoca con tanto énfasis, solo ha sido un expediente practico para establecer sin disputas un domi- nio estatal. Fundamentalmente nunca hubo acuerdo sobre la extensién del Mar Territorial. Asi lo constata la Comisién de Derecho Internacional. Cada Estado lo determinéd conforme a su criterio y a las exigencias que lo impulsaban circunstancial- mente a fijar una extensién que oponer a la actividad de di- verso tipos de otros Estados. El fundamento primordial del Mar Territorial fué la de- fensa de los Estados, principalmente la defensa militar. Esta idea fundamental de la defensa condujo a una delimitacién re- lacionada con el progreso de las artes militares. Mas las varia- clones siempre extensivas de la medida o de la anchura del Mar Territorial no han modificado ese fundamento sustancial en virtud del cual se erigié para la Proteccién y defensa de los Estados. En determinado momento los juristas trataron de unificar la discusién respecto de la medida del Mar Territorial y la refirieron al alcance que en ese momento tenia la artille- En principio y en légica juridica todas las férinulas de ficaci6n resultan generalmente cémodas y atractivas porque ponen fin a discusiones y conflictos y porque no se adopta ge- neralmente las posiciones extremas sino las mAs equitativas. Siendo ya en nuestro tiempo practicamente imposible la defensa militar con la antigua medida del Mar Territorial pa- vec que se pretendiera mantenerle su antigua justificaci6n pre- tendiendo cambiar el concepto original y esencial de la defensa militar al de proteccién administrativa, es decir, principalmente, fiscal o aduanera y sanitaria. Para el ejercicio de esta clase de protecci6n no haria falta en verdad una zona imprecisa, inde- finida o muy vasta de Mar Territorial. Bastaria buscarla en la capacidad normal de vigilancia o navegacién, relacionada con la configuracién de las costas, que permitiera a los elemen- tos de control del Estado impedir que sus reglas administrativas fueran burladas. Las instituciones juridicas del Mar Territorial y de la Libertad de los Mares pueden subsistir, en su realismo actual, relativo a la Libertad de Navegacién y Comercio, a la protec- cién administrativa y a la proteccién humana. Deben subsis- tir con lo que es fundamentalmente su base esencial, es decir la Libre Navegacién y el reconocimiento, y defensa de los De- rechos Humanos. Conviene recordar que todos los actos legis- lativos, convencionales o declarativos que los Gobiernos han dictado en los Ultimos afios, con referencia a la extensién de sus derechos soberanos o de su jurisdicci6n y control sobre zonas determinadas del Mar, han sido redactados de una ma- nera deliberada en forma de mantener la Libertad de los Mares en aquel concepto esencial, es decir de la Libre Nave- gacién y el Libre Comercio. Nurica hubo acuerdo general para determinar la medida del Mar Territorial ni existié convenio internacional colecti- vo en ese sentido sino acuerdos bilaterales o parciales que se originaron en causas u oportunidades precisas. Cada Estado tendié a determinar su Mar Territorial conforme a sus inte- Teses, que coincidian o no con la medida de tres millas. Mu- chos Estados aceptaron tacitamente esta medida o no hicieron ninguna reserva a su generalizacién tendiente a formar una costumbre internacional. ria. ee ee Varios nuevos conceptos de caracter fundamental en el Derecho’ Maritimo Internacional, como los de la Plataforma Submarina, la Zona Contigua o Adyacente y los derechos de los Estados Costaneros han contribuido a la transformacién de aquel antiguo concepto del Mar Territorial. En todo caso me parece cierto que el Mar Territorial y su medida sufrie- ton siempre una doble presién: En primer término la de los estaban fuera de esa medida, es decir los Estados extrafios al Estado costanero, que, con motivo de las Pesquerfas, con mo- tivo de la jurisdiccién sobre las naves, con motivo de la de- fensa contra la accién fiscal y administrativa del Estado si- berefio, violaban aquellas medidas y frecuentemente origina- ban conflictos. En segundo lugar, aun cuando simult4neamen- te, el respeto y la medida del Mar Territorial también han estado sujetos a las modificaciones derivadas de los propios Estadoss costaneros que se protegian. Cuando los Estados costaneros han tenido interés en ir ellos mismos mas alla, de adentro hacia fuera de la linea del Mar Territorial para proteger su jurisdiccién fiscal y sanita- tia, lo han hecho. Evidentemente que han provocado protestas y que en algunos casos han celebrado acuerdos bilaterales: pero fundamentalmente lo han hecho. Es decir, han ido do adentro hacia afuera extendiendo su jurisdiccién. Por otra parte, creemos que esto significa, en el fondo, el criterio de la Plataforma Submarina. Ella no tiene una medida igual ni una regla media que sea generalmente aceptada. Sin embargo, muchos Estados han precisado ya sus derechos so- bre la Plataforma Submarina; y puede afirmarse que donde esta plataforma termina, m4s o menos abruptamente, segin Ia constitucién geolégica, es frecuentemente en un punto que esté mas lejos que la antigua linea del Mar Territorial. Es Iégico y verosimil que muchos de los Estados que afir- man sus derechos sobre la Plataforma Submarina hayan re- clamado o reclamen en el futuro derechos sobre las aguas que estdi encima de Ja plataforma. De esta manera la exten- sién del mar territorial creceria tanto como la extensién de la Flataforma misma; respetandose el derecho de “paso inocente” que nadie niega porque se confunde con el fundamento de la Libertad de los Mares para la Navegaci6n y el Comercio de todas las naciones. Las proclamaciones relativas a la Plata- Se Q Gi sen forma Submarina suelen hablar de la posibilidad de que sea preciso sacar a la superficie instalaciones o elementos necesa- tios para su explotacién. Por consiguiente, esas serdn otras tantas limitaciones a la libertad del mar fuera de la Mamada vona del Mar Territorial La existencia de la Plataforma Submarina es un fenéme- no geolégico correspondient: al perfodo de formacién de ios continentes y de los mares o de su lenta modificacién posterior que ha escapado al control y a la delimitacién por el hombre. Este ha construido su concepcién juridica y ha previsto sus realizacionss practicas a base de la conformacién de la Plata- forma Submarina que él no ha creado ni puede modificar. Hay regiones costaneras cuya masa continental o insular es conti- nuada por una plataforma amplia que varia en extensién y pro- fundidad. Hay otras regiones como las del Pacifico Sur en que la masa continental terrestre no tiene, debajo del mar, la con- tinuacién que supone la idea de una plataforma extensa. En ellas, contrariamente, la plataforma prdcticamente no existe, porque desde las costas o muy cerca de ellas la cornisa o me- seta continentales descienden abruptamente hacia la maxima profundidad del Mar En consecuencia no s¢ puede aplicar generalmente los criterios referentes a la Plataforma Submarina porque ellos resultarfan beneficiando a los paises que la tienen m&s vaste y perjudicando a los paises qu no la tienen o que la tienen muy pequefia. Si sobre la idea de la Plataforma Submarina se apoya un sistema juridico del Derecho Maritimo Contempo- réneo y un sentido econémico relacionado con las posibilida- des de riqueza de los paises que gozan de una plataforma muy amplia o, si s¢ quiere, relativamente amplia, seria injusto eli- minar de tales beneficios y posibilidades a los paises-menos favorecidos por la naturaleza cuando surgieron geolégicamente los continentes .y se formaron los mares. Se ha ido fortaleciendo, en los tiltimos tiempos, la idea de la Zona Contigua o sea un espacio maritimo que se mira desde la ribera o desde el limite que se fije al Mar Territo- rial y en el cual quedaria comprendida al menos una parte de la Plataforma Submarina; pudiendo ejercerce en la Zona Contigua ciertos derechos de jurisdiccién y control por parte de los Estados riberefios. — 26 La Comisiédn de Derecho Internacional de las Naciones Unidas ha llegado a la conclusién de que la Zona Contigua sea, como el antiguo Mar Territorial, otra faja estrecha de mar; y que los derechos de los Estados costaneros se limiten a los de policia sanitaria y fiscal, eliminando los de control y re- serva de las pesquerias para la conservacién de las especies y el aprovechamiento por parte de los Estados riberefios. De es- ta manera surge, en el fondo, el deseo de prestar proteccién no a los derechos de los Estados costaneros sino a los intereses industriales de sGbditos de grandes Estados cuyas flotas pes- queras pretenden seguir aprovechando de la riqueza inmedia- ta a las costas de los riberefios desconociendo la razén aatu- ral y los legitimos intereses de éstos. La oposicién a las aspiraciones legitimas de los paises que han extendido su soberania maritima para la conservacién y el aprovechamiento preferenciales de las riquezas de una Zona Maritima Adyacente o Contigua, consiste en decir que los pai- ses opositores estén también protegiendo un interés humano porque la riqueza ictiolégica, fuera de la antigua medida del Mar Territorial, existe en beneficio de toda la humanidad; asi como que los Estados oponentes también prctegen los inte- reses legitimos de sus nacionales. Esta argumentaci6én no corresponde a fundamentos exactos. El interés humano tiene que ser admitido, en primer término cuando esta acompafiado por razones naturales o juridicas de vecindad que determinan un derecho inherente, y por las ne- cesidades de orden alimenticio e industrial de las zonas cos- taneras y de los paises mismos que, por tener un extenso li- toral de riqueza pesquera, estén habituados y se habituarda cada vez més a incorporar el pescado a su alimentaciéa. Las necesidades de estos paises son de cardcter inmediato y ur- gente. No satisfacerlas desarticula su economia y produce im- portantes perturbaciones en la salud y bienestar de sus pobla- ciones.. Esto no sucede respecto de aprovechamientos industria- les en comarcas o por poblaciones distantes, cuyas necesida- des alimrenticias’ estén satisfechas en los limites de -su capa- cidad econémica, que es muy superior a la d2 aquetlos otros que se encuentran mal alimentados y urgidos. El servicio de toda la humanidad, referido al provecho de Jas grandes empresas explotadoras de: la riqueza de mares cos- eon SO ees taneros lejanos, es una afirmacién esencial y geograficamente artificial. Supone el aprovechamiento, en forma y para fines industriales, de una riqueza siutada en regiones distantes y, precisamente, frente a las costas de paises que no tienen gran importancia politica ni econédmica y de los que se presume qu~ carecen de los medios materiales para oponerse a impedir la explotacién. Segtin la Geografia, las riquezas estén colocadas en ubi- caciones que han correspondido después, en el caso de las ri- quezas naturales, a las demarcaciones politicas. Los nacionales de un Estado explotan, primero, lo que puede Mamarse su propia riqueza, después buscan la compra o la permuta de la riqueza ajena. Pero cuando interviene este factor de adquisi-

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