Solo es solidario por las ventajas que pueda sacar de ello y para alzar su
reputacin. Vive desconfiando de todos, sintiendo temor hacia las personas
sinceras, creyendo escuchar un reproche merecido de sus palabras.
La honestidad es una irritacin, la virtud es una originalidad. Hemos distinguido
al delincuente del honesto, insistimos en que su honestidad no es la virtud, l
se esfuerza por confundirlas, sabiendo que la segunda le es inaccesible. Ser
honesto implica someterse a las convenciones corrientes, ser virtuoso es ir
contra ellas exponindose a ser enemigo de toda moral el que lo es solo de
ciertos perjuicios.
La moralidad es tan importante como la inteligencia. La grandeza del alma es
bilateral. La virtud es inconcebible en el imbcil y el ingenio es infecundo en el
desvergonzado. La subordinacin de la moralidad a la inteligencia es un
renunciamiento de toda dignidad. Una elevada inteligencia es siempre propicia
al talento moral y ste es la condicin misma de la virtud.
Toda santidad es excesiva, desbordante. Se es santo por temperamento y no
por clculo o corazonadas firmes. La santidad crea o renueva. Si se admite una
moral que se va haciendo, es necesario que ella sea la creacin, el
descubrimiento de un individuo o de un grupo. Es importante observar que la
concepcin terica de un ideal moral es ms elevada.
En las grandes crisis de renovacin moral, cuando la apata amenaza disolver
un pueblo, la virtud excelente entre todas es la integridad del carcter. Los
ideales ticos no son exclusivos del sentimiento religioso, no lo es la virtud ni la
santidad. Los espritus cultos conciben la santidad en los pensadores, tan
luminosa en los hroes y apstoles.
El hombre que piensa con su propia cabeza y la sombra que refleja los
pensamientos ajenos, parece estar en dos mundos diferentes. Las creencias
son el soporte del carcter, el hombre que las posee firmes y elevadas lo tiene
excelente. Las sombras no crecen. La personalidad esta en perpetua evolucin
y el carcter es su delicado instrumento.