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Patrstica I
Ao: 2014
Profesor: Alberto C. Capboscq
Alumno: Ezequiel A. Boada
Ciertamente, si viramos a Cristo en persona, sin duda cada cual le dara de lo suyo en
abundancia. Pues bien: ahora es El mismo. Porque dijo: Yo soy. Entonces por qu no le
das lo tuyo todo? Ahora lo oyes que dice: Conmigo lo hacis. No interesa que des a
ste o a ese otro; pues no hars menos que las mujeres aquellas que entonces
sustentaban al Seor, sino mucho ms. No os conturbis por esto. Claro que no es lo
mismo alimentar al Seor presente en persona (pues aun un corazn de piedra se
movera a ello), a ayudar, por solas las palabras de Cristo, a un pobre mutilado y
encorvado. En el caso de Cristo aun la sola dignidad y aspecto del que se nos presenta,
nos atrae; en cambio en el caso del pobre se te da ntegro el premio de la misericordia.
Por lo dems, mayor prueba es de respeto y reverencia para con Cristo el ayudar en
todo a un consiervo por solas las palabras de Cristo. Ayuda, pues, a los pobres y fate
del que recibe y dice: A m lo diste. Si no fuera a l a quien lo das, no te recompensara
ni te retribuira con el reino. Tampoco te echara a la gehena, si no fuera a l a quien t
desprecias en el pobre, cuando desprecias a un hombrecillo vil cualquiera. Pero como
l es el despreciado, por esto el pecado es muy grave. En su caso Pablo a El persegua,
por lo cual Cristo le dice: Por qu me persigues?
En consecuencia, cuando damos limosna, pensemos que la damos a Cristo; porque sus
palabras merecen ms fe que lo que por los sentidos percibimos. Cuando veas a un
pobre acurdate de que dijo que era El mismo el alimentado. Aunque aquel que pide
no sea personalmente Cristo, pero bajo su disfraz l es el que pide y recibe.
Avergnzate cuando no des al que te pide: es cosa de vergenza, y merece pena y
castigo. Que El pida es fruto de su bondad, del que convendra que nos gloriramos.
Que t no le des es fruto de tu crueldad. Si t ahora no crees que lo pasas de largo
cuando desprecias a uno de los fieles pobres, ya lo creers cuando l te saque al
medio y te diga: Cuando no lo hicisteis con uno de stos, conmigo no lo hicisteis. Pero
ojal nunca oigas semejantes expresiones. Ojal que ahora creyendo en sus palabras,
fructifiquis y oigis entonces aquella otra palabra que os introduzca en el reino.
(JUAN CRISSTOMO, Hom. In Mt. 88, 3)