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>» siglo veintiuno editores s.a. Guatemala 4824 (c1425nuP), Buenos Aires, Argentina siglo veintiuno editores, .a. de c.v. Cerro del agua 248, Delegacién Coyoacin (04310), DE, México siglo veintiuno de espatia editores, s.a. c/Menéndez Pidal, 3 1s (28006) Madrid, Espafia Fradkin, Rail Osvaldo La Argentina colonial / Ratil Osvaldo Fradkin y Juan Carlos Garavaglia. - 1a ed, - Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2009. 280 p. sil. 23x16 cm, - (Biblioteca basica de historia / Luis Alberto Romero) ISBN 978-987-629-077-7 1. Historia Argentina. I. Garavaglia, Juan Carlos CDD 982 ee © 2009, Siglo Veintiuno Editores S.A. Edicién al cuidado de Yamila Sevilla y Valeria Anén Diserio de colecci6n: tholon kunst ISBN 978-987-629-077-7 Impreso en Grafinor / / Lamadrid 1576, Villa Ballester, en el mes de abril de 2009 Hecho el depésito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina // Made in Argentina BaMAAARABAABAAAAAA El rey Consejo de Indias Madrid Virreinato del Rio de la Plata Buenos Aires Audiencia de Charcas Audiencia de Buenos Aires La Plata Buenos Aires Intend, de — Intend. de Intend, de Cochabamba @ 8 z s E Gob. de Gob. de Montevideo Intend, del_Intend. de Intend. de Intend. de Salta del La Paz Potosi Moxos Misiones Buenos Paraguay Cérdoba Tucumén del Tucuman Aires La Paz Cochabamba Potosi Cordoba Asuncién Buenos Montevideo Salta Aires ‘Subdeleg. de Subdeleg. de Subdeleg. deSubdeleg. de Subdeleg. de Subdeleg. de Chichas —_Larecaja Santa Cruz Santa Fe Mendoza Tucuman Sorata Tupiza Yaguarén SantaFe SanCarlos Yapeyt Chiquitos Santa Cruz San Miguel Mendoza de Tucuman la Sierra de Maldonado: Esquema de la organizacion politica a fines del siglo XVill, tomando como ejemplo varias ciudades y pueblos indigenas. a7” 8. Las reformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata Durante el siglo XVIII, la monarquia hispana introdujo modifica- ciones en sus dominios coloniales tratando de acrecentar su capacidad de control, asegurar su defensa y fomentar un creci- miento econdmico que permitiera aumentar sustanciaimente la recaudacion fiscal. Estas politicas son conocidas como las “yeformas borbénicas”, dado que fueron efectuadas por una nueva dinastia que paso a gobernar el imperio a principios de siglo, los Borbones. Su implementacién tuvo efectos muy dife- rentes en cada regién, pero en todas puso en tension las rela- ciones de las autoridades con los distintos grupos sociales, asi como las relaciones entre ellos. Reformas controvertidas Las evaluaciones de los historiadores acerca de estas refor- mas han sido muy diversas. Algunos postularon que fueron una verda- dera “revolucion desde el gobierno” y hasta una auténtica reconquista burocratica de América luego de un largo siglo de relajamiento de la intensidad de las relaciones coloniales. Otros las vieron como un in- tento fallido de reforzar la dominacién colonial. Gon todo, existe con- senso acerca de que era la mayor reorganizacién del imperio colonial desde el siglo XVI. No se trataba de un fenémeno exclusivamente es- paitol, pues los demas imperios también introdujeron reformas como resultado de la intensa competencia entre las principales potencias europeas. Por otra parte, las innovaciones no fueron parte de un plan previamente elaborado sino que se fueron definiendo a través de ini- ciativas que tuvieron ritmos desiguales y muy disimil capacidad de eje- cuci6n, El perfodo més dlgido de reformas coincidié con el reinado de Carlos HII (1763-1788) y con la presencia del ministro José de Gal- vez en la Secretarfa de Indias (1775-1787). El impulso reformista de- 178 La Argentina colonial cay6 durante el reinado de Carlos IV (1789-1808), dado que la impli- cacién de Espaiia en el ciclo de guerras que abrié la Revolucién Fran- cesa fue erosionando la capacidad imperial. En consecuencia, el es- fuerzo reformista terminé desembocando en la desintegracién del imperio, aunque los historiadores difieren acerca de su incidencia en el proceso de disolucién, Para mediados del siglo XVIII, las autoridades compartian un diagnés- tico: los dominios coloniales debian funcionar efectivamente como colo- nias. Para ello necesitaban modificar el modo en que se gobernaban y transformar el laxo régimen de consensos y negociaciones que habia sos- tenido hasta entonces la fidelidad de las elites coloniales. Era preciso do- tar al imperio de una burocracia mas profesional desembarazada de com- promisos con los grupos dominantes coloniales. Un objetivo de estas dimensiones implicaba un desafio que se demostraria desmesurado. Las reformas estaban orientadas a la biisqueda de una mayor centra- lizaci6n politica. La Guerra de los Siete Aiios (1756-1763) demostré la imperiosa necesidad de apurarlas, pues los britanicos habian logrado apoderarse de La Habana y de Manila. Por eso, no es casual que la pri- mera intendencia americana fuera instalada en Cuba en 1764. Se de- line6 una estrategia destinada a pasar de un sistema de defensa de al- gunos puntos estratégicos a uno de defensa total. Se trataba de un dispositivo que consistia en la fortificacin de algunos emplazamientos, la dotaci6n de regimientos regulares (los llamados “fijos”) y la reorgani- zaci6n del sistema de milicias. A su vez, para la designacién de los prin- cipales funcionarios (virreyes € intendentes) fueron preferidos los ofi- ciales de maxima graduacién de los Reales Ejércitos y la Real Armada, sin duda el nticleo burocratico mas sélido del imperio. Esta estrategia derivé en un notable incremento del gasto militar y en una transferencia de recursos desde México hacia Cuba, Puerto Rico, Florida y Filipinas, desde Bogota hacia Cartagena de Indias y desde Potosi hacia Buenos Aires y Montevideo. Esta situacion no haria mis que acrecentarse; a fines del siglo XVIII, el situado potosino repre- sentaba un 70 por ciento de los ingresos fiscales de la Caja Real de Buenos Aires. Si bien la experiencia reformista se inicié en Cuba, el gran laborato- rio fue el Virreinato de la Nueva Espaiia, el principal dominio colonial espaiiol del siglo XVIII. Mientras tanto, el Rio de la Plata cobraba una importancia inusitada para la politica imperial, y la expedicion militar que la Corona envié al mando de Pedro Cevallos en 1776 se transformé en la decisién de organizar un nuevo Virreinato. Las reformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata 179 BAMBARA BAMA we La politica defensiva de los fortines La politica borbénica tendié a desplegar un sistema de fuertes y fortines fronterizos en las areas que lindaban con otras potencias, como al norte de la Banda Oriental, o con parcialidades indigenas que no habian sido sometidas, como al norte de la Nueva Espaiia y la frontera sur que iba desde Chile hasta Buenos Aires. Vista aérea de la fortaleza de Santa Teresa, situada al norte del Uruguay. Mai” La expulsion de los jesuitas y el regalismo borbénico sino afectar los intereses eclesiasticos La politica reformista no podiz e ti en la medida en que la centralizacin politica se expres6 también a través de un creciente regalismo, cuyo momento culminante fe la ex- pulsién de la Compaiifa de Jestis de todos los territorios imperiales en 1767. Detras de esta decisi6n se movieron miltiples factores, entre ellos, la expulsién barria con el mayor grupo de oposicin a la politica regalista. Hasta entonces, la Compania habia sido una firme aliads: le la monarquia hispana y su prédica habfa servido para construir el edi- ficio ideol6gico y simbélico de una monarquia que se veia a si misma como “catélica”. Pero a mediados del siglo XVHI entraban en abierta contradiccién con las pretensiones regalistas de la Corona: para algu- nos reformadores, como José Moniiio, conde de Floridablanca, o Pe- dro Rodriguez, conde de Campomanes, el poder monarquico ema- 180 La Argentina colonial naba directamente de Dios y el rey era una suerte de vicario sin nece- sidad de subordinacion alguna al Papado; otros, como Joaquin de Ri- vadeneira, llegaron a sostener que el derecho de patronato real en las Indias no provenia de una concesién papal sino que emanaba de la misma soberania temporal de la monarquia. Concepciones de este tipo modificaban la visién oficial acerca de los eclesidsticos, que em- pezaron a'ser vistos como un instrumento de la autoridad real y prac- ticamente como funcionarios del estado. PRM MAAMAAAAAa aaa Los fundamentos de la nueva legitimidad real El regalismo borbénico entraba en conflicto con Componentes clave del Profetismo jesuita; erradicarlos se convirtié en un objetivo central a partir de la expulsion. Tres cuestiones resultaban fundamentales. En primer término, se trataba de buscar una obediencia completa del clero al Rey, y algunos catecismos civicos de finales del XVIII son ejemplificadores en este sentido. En segundo lugar, resultaba preciso desterrar la teoria que justificaba el tiranicidio. En tercer término, debia afirmarse un nuevo Concepto del derecho que tendiera a ratificar la voluntad real frente a la centralidad de que gozaban las costumbres locales. Los fundamentos de la nueva legitimidad, por tanto, no Podian provenir sino de algunas de las ideas de la llustraci6n. No de todas, por cierto, sino de una version selectiva y catélica que contribuy6 a dar forma a un estilo de gobierno ue se denomind “despotismo ilustrado”. Grabado que representa la matanza de Jesuitas en Paraguay. En Pierre Frangois Xavier de Charlevoix, Histoire de Paraguay, Paris, 1756. 4” Las reformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata 181 En el nuevo imaginario politico, la monarquia no buscaba su legitima- ci6n en su misién trascendente sino que encontraba argumentos en fi- nes mas terrenales, pragmaticos y utilitarios. La prosperidad del reino acompaiiaba sin desplazar a la meta del bien comin, y la utilidad de sus habitantes se postulaba como un valor tan importante como su religio- sidad. La Corona obtuvo la colaboraci6n tanto del clero ilustrado como de integrantes de otras 6rdenes que, aunque no fueran entusiastas par- ticipes de la nueva sensibilidad, vefan en la expulsi6n de los jesuitas una ocasién inmejorable para acrecentar su influencia y patrimonio. Con todo, el eje de la politica eclesidstica oficial no se orienté tanto a forta- lecer el papel del clero regular adicto (aunque no dejé de recompen- sarlo), sino que propicié fundamentalmente la reforma del clero secu- lar; a este fin contribuyeron los concilios que se realizaron en México, Lima y Charcas en los afios inmediatos a la expulsi6n. En el mundo rioplatense, las relaciones entre jesuitas, elites y autori- dades habian tenido una importancia fundamental, pues no sdlo ha- bian sido decisivos para asegurar las fronteras sino también para some- ter a los vecinos discolos de Asuncién, en 1786. Por otra parte, el peso de la Compaiiia en la corte era notable. Probablemente el momento culminante de esta influencia cortesana haya sido la Real Cédula de 1743, que consagré los privilegios tributarios y organizativos de las mi- siones guaranies. Sin embargo, la guerra guaranitica desarrollada entre 1753 y 1756 acrecento las prevenciones contra la Compaiiia. Los tratados entre las coronas portuguesas y espaiiolas de 1750 y 1751 buscaban redisefar os limites imperiales e implicaban el traslado de siete pueblos misio- neros, pero la resistencia indigena adopté la forma de un levanta- miento encabezado por el cacique Nicolas Neenguird, quien enfrenté a los destacamentos militares de ambos imperios. Aunque la instiga- ci6n jesuita nunca fue fehacientemente probada, y a pesar de que las evidencias sugieren que los misioneros intentaron contener el levan- tamiento, su virulencia era prueba para muchos del fracaso del expe- rimento jesuita y mostraba que la Compaiifa era una suerte de estado auténomo dentro del imperio, con indios mas leales a ella que a la Corona. A afirmar esta impresién contribufa la masiva presencia de misioneros extranjeros que, a fines de la década de 1750, representa- ban un tercio del total. Asi, el primer paso fue prohibir esta practica en 1760. El siguiente fue la decisién tomada el 2 de abril de 1767, cuando una Pragmatica Sancién dispuso la expulsion de la Compaiifa de todos los dominios espafioles. 182 La Argentina colonial eee eee ee le ee le Motin de Esquilache La expulsion no fue una iniciativa exclusivamente espafiola: la decision de Carlos III fue precedida por Portugal en 1759 y por Francia en 1764. Pero fueron los conflictos internos de la metrépoli los que la desencadenaron: en la Semana Santa de 1766 estallé una virulenta revuelta del “populacho” de Madrid, que exigia desde la rebaja de los precios de los articulos de primera necesidad hasta la destitucion del marqués de Esquilache y la derogacién de varias de sus impopulares decisiones. En un contexto de aguda crisis econdmica y fuertes disputas cortesanas, el levantamiento, conocido como el motin de Esquilache, se transformé en una impugnaci6n abierta del mal gobierno, encarnado en el repudiado ministro. Una vez reprimida la sublevacién, la investigacién oficial llegé a una conclusion taxativa: detrés de! motin estaba la instigacién jesuita. El motin de Madrid (0 Esquilache). En Dionisio S. de Aldama, Historia general de Espafia, Madrid, 1864. a” Las reformas borbonicas y el Virreinato del Rio de la Plata 183 MaMa MM MMM MMe Resistencias a la expulsién de los jesuitas La historia completa de las resistencias a la expulsion atin esté por indagarse, pero pueden sefialarse algunas evidencias. Por ejemplo, Carlos Birocco ha revelado que los esclavos de la estancia jesuita de San Antonio de Areco se amotinaron el 30 de septiembre de 1767 gritando que “no eran esclavos del rey, sino de los padres” y acompafiados por sus mujeres se lanzaron a la fuga; al parecer 26 nunca pudieron ser hallados. Entre los esclavos de las estancias jesuitas de Cordoba se produjeron rebeldias y fugas colectivas. Actitudes resistentes también se manifestaron entre las decenas de arrendatarios que vivian en las tierras jesuitas de Buenos Aires; cobrarles los arriendos fue extremadamente dificil para los nuevos administradores, pues durante décadas muchos de estos campesinos se resistieron apelando a los acuerdos que habian mantenido con los jesuitas. En el Paraguay, no hay evidencias de rebeldias abiertas, pero la fuga y la emigracién desde los pueblos misioneros fue desde entonces una constante. La orden real leg6 secretamente al Rio de la Plata en junio; un mes después, estaba ejecutada. Los miembros de la Orden fueron apresados y embarcados inmediatamente hacia Espaiia y los bienes de la Compa- hia confiscados y puestos bajo la administracién estatal en las Ilamadas Juntas de Temporalidades. La expulsi6n, sin embargo, encontré resis tencias aunque no fueron articuladas ni generalizadas. “Como maltrata[n los espafioles] a sus negros y negras esclabos.” En Felipe Guaman Poma de Ayala, EI primer nueva corénica y buen gobierno, México, Siglo XX! editores, 1980 (edicion critica de John V. Murra y Rolena Adorno, traduccion del quechua de Jorge L. Urioste, del manuserito de la Kongelige Bibliotek de Copenhague). we 184 La Argentina colonial En esas resistencias convergian varios conflictos, Los casos de Salta yJu- Juy resultan ilustrativos. Como ha mostrado Gustavo Paz, las relaciones entre el Cabildo de Jujuy y el gobernador del Tucuman eran muy tensas desde 1764, dado que se habia apoderado de los fondos capitulares Para destinarlos a la defensa de la frontera chaquenia. Cuando el gober- nador hizo efectiva la orden de expulsién, los vecinos de Jujuy y Salta, con la colaboracién de los tenientes de gobernacién de ambas ciuda- des, se levantaron para repudiarlo. En Jujuy, una multitud de mas de 300 hombres armados apres6 al gobernador y lo expuls6 de Ia ciudad; Poco después, una situacion similar se produjo en Salta, donde su casa fue asaltada y saqueada. La afrenta no pas6 desapercibida y el Virrey de ma envié una fuerza armada para apresar a los rebeldes, aunque sus jefes terminaron absueltos, Estos episodios evidencian las estrechas relaciones que la Compaiiia habfa tejido con las elites locales a través de la educacién y de su inser ci6n en la economia local, especialmente por sus actividades financieras. Asu vez, atestiguan hasta qué punto ese entramado local era capaz de ab- sorber a los funcionarios reales como los tenientes del gobernador que habfan terminado encabezando la revuelta~y, de no ser posible, ofrecer- les franca resistencia. Las reformas, y particularmente la instalaci6n de in- tendencias, apuntaban a restringir este margen de autonomia local. Franciscanos, dominicos, mercedarios y voraces administradores se hicieron cargo de las misiones. En Cérdoba fueron los franciscanos quienes pasaron a controlar la Universidad y se reforz6 la orientacion regalista de las doctrinas ensefadas. En forma semejante, los bienes del Colegio jesuita de Buenos Aires sirvieron para organizar el Real Colegio de San Carlos. La educaci6n superior se ponia al servicio de la reforma, El Virreinato del Rio de la Plata viejo Virreinato del Peré y constituir uno nuevo con cabecera en Bue- nos Aires no fue la primera de este tipo que adoptaron los Borbones, En 1739, ya habian conformado el Virreinato de Nueva Granada con capital en Bogota. Ahora, le mutilaban al dilatado Virreinato de Lima Casi todas sus jurisdicciones del sur. Le quedaba, con todo, Chile, aun- que su transformacién en Capitania General dotaba a los territorios que dependian de Santiago de un poder politico muy centralizado yun amplio margen de autonomia. La decisién terminaria arrojando resul- Las reformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata 185 tados paraddjicos: el nuevo Virreinato viviria una fase de intenso creci- miento y se transformaria al estallar la crisis imperial en uno de los bas- tiones mas firmes del movimiento revolucionario. DAMMAM MAAMaAM ae ae El crecimiento mercantil de Buenos Aires y la creacién de! Virreinato La decisién de organizar el Virreinato fue tomada en e! contexto de una aguda confrontacién con la corona portuguesa por el control de los territorios de la cuenca del Plata. Con ella, la pequefia aldea ~para emplear la feliz expresion de Gonzalez Lebrero- consolidaba institucionalmente un proceso de crecimiento mercantil que se habia iniciado décadas antes y que se sustentaba en su creciente capacidad Para concentrar los circuitos de intercambio legales, ilegales 0 Paralegales y, en especial, el flujo de buena Parte de la circulacién de la Plata producida en los distritos mineros del Alto Peri, Este crecimiento se apoyaba tanto en la recuperacién de la mineria andina, evidente desde la década de 1730, como en la creciente importancia del comercio con el Pacifico sur, que habia habilitado {a legalizacion de la ruta por el Cabo de Hornos en la década de 1740. Mapa del Rio de la Plata, 1756, En G. Furlong Cardiff, Cartografia Jesuitica del Rio de La Plata, Buenos Aires, Peuser, 1936. 4” 186 La Argentina colonial Los distritos mineros altoperuanos sostenfan el financiamiento de la es- tructura virreinal, pues suministraban la mayor parte de los recursos fis- cales y testimoniaban el triunfo de los comerciantes del puerto del Rio de la Plata frente a sus competidores limeiios. No por casualidad, el pri- mer virrey de Buenos Aires prohibié la circulacién de plata potosina ha- cia el Per. A su vez, la inclusién dentro de la jurisdiccién del nuevo Vi- rreinato del corregimiento de Cuyo separaba administrativamente por primera vez a esta regién de su cabecera en Santiago de Chile. El espa- cio econémico peruano, cuya configuracién en el siglo XVI describié Assadourian, estaba dando lugar a la constitucién de un espacio econd- mico rioplatense. La designacién de un virrey era tan s6lo el primer paso; la estructura de gobierno virreinal se completé en los aiios siguientes. La habilita- cién completa del puerto de Buenos Aires al comercio intercolonial con el Reglamento de Libre Comercio entre Espafia e Indias de 1778 trajo consigo la legalizacion de practicas anteriormente toleradas, un notable incremento del trafico y la constitucién de un dispositivo admi- nistrativo con la instalacién de la Real Aduana en Buenos Aires y en Montevideo. En 1781 se organizé el Estanco de Tabacos, una reparti- ci6n estatal destinada a regular la actividad de los cultivadores y a mo- nopolizar la elaboracién y comercializacion. En 1782, tras la derrota de los movimientos insurreccionales indige- nas que sacudieron el dominio colonial en los Andes, el territorio vi- rreinal fue dividido en ocho intendencias 0 provincias, término que en la época designaba estas grandes unidades administrativas y que atin no tenia el sentido que adquirié en la era postrevolucionaria. Esta de- cisién modificaba el esquema del poder politico colonial porque venia a colocar una camada de hombres nuevos en la cispide del poder de cada regién, un grupo de burécratas a sueldo y de carrera, reclutados mayoritariamente en la Peninsula, aunque también habia algunos se- leccionados entre ciertas distinguidas familias criollas. Los intendentes concentraron atribuciones de los ramos de guerra, hacienda, justicia y policia (en particular, los dos primeros), con el propésito de subordi- nar a los cabildos, aunque los resultados fueron ms complejos de lo previsto. Hacia 1785, Buenos Aires volvia a contar con un maximo tribunal de justicia, una Audiencia que habria de restringir las incumbencias que desde el siglo XVI habia tenido la que funcionaba en Charcas. Era parte de un conjunto de iniciativas orientadas a mejorar la administra- cién de justicia y hacerla mas afin a los propésitos de la Corona. En este Las raformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata 187 lo, las nuevas Audiencias (en Buenos Aires, Cuzco y Caracas) no sino un aspecto de una politica que trataba de impedir la venta de de oidores que oficialmente habia comenzado a fines del siglo y que habia sido uno de los caminos a través de los cuales buena del personal judicial especializado habia terminado por reclu- entre las elites locales. Para decirlo en los términos acuhados por older y Chandler, se intentaba propiciar el pasaje de la “era de la ncia” a la “era de la autoridad”. 1794 hubo otro avance en esta direccién: las gestiones que du- varias décadas habian Ievado adelante los comerciantes portefios desembarazarse de la regulacién comercial ejercida desde Lima se n recompensadas con la organizacién del Consulado de Buenos ysus diputaciones provinciales. La nueva institucién era al mismo el 6rgano de representacién del gremio mercantil, el tribunal tendfa en las disputas comerciales y una junta encargada de pro- xr medidas y politicas de fomento de la economia. En su seno, se nuevos grupos. BAA ae Nueva burocracia, viejos dilemas nuevo estamento burocratico se estaba conformando. En 1767 habia ‘en Buenos Aires sdlo cuatro reparticiones oficiales con 14 empleados; dos décadas después las primeras ascendian a 10 y los segundos a 125. El 64 por ciento de estos individuos era de origen peninsular, el 29 por ciento, de Buenos Aires (aunque concentrados en los escalones més ‘bajos de la administraci6n), y el 7 por ciento restante provenia de otras fegiones americanas. Cabe agregar un dato no menos significativo: el 71 ; por ciento de las esposas de estos burécratas habia nacido en Buenos Aires. En otros términos, la conformacién de una burocracia profesional desligada de compromisos locales pareciera haber quedado a mitad de ‘camino. Este estamento no era demasiado amplio y su autoridad efectiva Siguid dependiendo (a pesar de las pretensiones oficiales) de los lazos que pudiera entablar con la elite local. La intrincada trama que anudaba intereses privados y posiciones oficiales, y que hacia posible el ejercicio ‘de la autoridad y la acumulaci6n mercantil, no habia sido deshecha por Jas reformas sino que habia adoptado nuevas modalidades e incluido a Nuevos protagonistas. Ai” 188 La Argentina colonial Reformas y rebeliones Hacia 1780, la subsistencia del orden colonial fue amenazada en los An- des por una serie de movimientos insurreccionales, cada uno con su propia dindmica y caracteristicas, El 4 de noviembre de 1780, el corre- gidor Antonio de Arriaga fue ahorcado piiblicamente en la plaza de Tungasuca, en un movimiento dirigido por el jefe indigena José Gabriel Condorcanqui. Unos dias después, tras el asalto del pueblo de Sanga- rard, la movilizaci6n se expandi6 por toda el area cuzqueiia y adopté la forma de una insurreccién general. Condorcanqui, que pertenecia a un linaje noble indigena y se consideraba descendiente de los incas, ha- bia realizado previamente innumerables gestiones legales y judiciales para obtener su reconocimiento, Ahora, a la cabeza de la insurreccién, adopté el nombre de Tiipac Amaru II, se proclamé Inga-Rey y fue reco- nocido por buena parte de las comunidades quechuas del sur andino que vieron en la insurreccién la ocasién para restaurar el Tawantisuyu, DARA BAABAAaAaAaAa ae La “Gran Rebelidn” en el sur La alarma cundié entre las autoridades, desde Jujuy hasta Cordoba y desde Asuncién hasta Mendoza. A veces provenia de la aparicion de pasquines favorables a los rebeldes, como sucedié en Santiago del Estero en abril de 1782. En esta ocasién, las autoridades se apuraron a destruirlos para evitar que la plebe se enterara de su contenido. Otra era ‘ocasionada por denuncias de conspiraciones que se habrian estado Preparando para el momento en que llegaran las fuerzas tupamaristas: asi acontecié en Mendoza, donde circuld la noticia de que los conspiradores buscaban adquirir un retrato de Carlos Il para quemario en la plaza de la ciudad. También, en ocasiones, se acentuaba la desconfianza de las autoridades hacia las milicias que debian ser movilizadas para colaborar con la represién, como sucedié en Cordoba, Tucumén, Salta y Jujuy. Pero fue en La Rioja donde se puso de manifiesto que la alarma podia deberse a gran variedad de motivaciones: en abril de 1781, el comandante de armas habia tenido serias dificultades para movilizar a las milicias, que no sdlo exigian negociar quiénes iban a comandarias sino que ademés protagonizaron un estruendoso tumulto en la plaza de la ciudad, ‘saquearon los almacenes del estanco de tabaco y exigieron que se les vendiera “con una considerable rebaja”. Sin embargo, las mayores preocupaciones Las reformas borbonicas y el Virreinato del Rio de la Plata 189 ‘surgieron en Jujuy, donde se identificaron varios focos rebeldes. Uno, en la puna, donde las autoridades temian la influencia de la insurreccién del Corregimiento altoperuano de Chicas, donde habia sido muerto el corregidor debido a directivas de los tupamaristas, y en cuyos pueblos circulaban edictos rebeldes; otro, en los valles calchaquies, donde parece haber habido conatos de rebelién en algunas encomiendas; un tercero estaba en la frontera oriental salto-jujefia, donde desde febrero de 1781 corria la voz entre los indios de “que los pobres quieren defenderse de la tirania del espafiol y que muriendo estos todos, sin reserva de criaturas de pecho, solo gobernaran los indios por disposicién de su Rey Inca”. Estos rumores aterraron a los vecinos de San Salvador, que no podian dejar de tener en cuenta “la mucha gente plebeya de que se compone esta ciudad” y temian un asalto combinado de indios tobas “que se hallan ya fuera de su reducci6n” con otros afincados en las inmediaciones de la ciudad. Por cierto, el liderazgo identificado del nuicleo rebelde era heterogéneo. El principal parece haber sido José Quiroga, un mestizo que se habia desempefiado como intérprete en la reduccién de indios tobas de San Ignacio; otros eran Antonio Umacata (un indio que era “muy ladino en el hablar Castellano”), Gregorio Juarez (un criollo santiaguefio) y Basilio Rezazo (un “mestizo amulatado” oriundo de Chichas). La represién fue muy violenta, y el gobernador Andrés Mestre Paso por las armas a unos 90 matacos, entre hombres, mujeres y nifios. La alarma también soné en Asuncién, donde se habia ordenado moyilizar 1000 milicianos para colaborar con la represién: las autoridades habian detectado que circulaban “estampas” del “traidor tupamaro” y hasta algunos “cholos” que, se presumia, eran sus emisarios. Los milicianos Paraguayos debian dirigirse primero a Buenos Aires, pero rapidamente se hizo evidente el aumento de las deserciones en los contingentes que se dispersaron entre Corrientes y la Banda Oriental. incluso en los afios noventa, encontramos en la campafia de Buenos Aires un indio cuyo gentilicio es “tupamaro”. a” Alpoco tiempo, Tipac Amaru II habia obtenido la adhesién de un am- plio territorio indigena que Hegaba hasta Azdngararo, en la costa del lago Titicaca, y abarcaba practicamente todo el sur del Virreinato del Penti, Sin embargo, la proclamacién fue rechazada por otros jefes y cu- Yaeas andinos que se alinearon activamente con el orden colonial. Esta colaboracion result6 decisiva para que, en enero de 1781, los espaiioles lograran impedir que los rebeldes se apoderaran de Cuzco. En abril, las fuerzas de Tupac Amaru I fueron derrotadas, y el 18 de mayo de 1781, 190 La Argentina colonial éste fue juzgado, muerto y descuartizado en el Cuzco junto a su mujer, Micaela Bastidas, y varios familiares que ocupaban rangos decisivos en el movimiento insurreccional. Con todo, la rebelién de los tupamaristas © tupamaros no habia sido vencida, y la jefatura rebelde pas6 a su primo, Diego Crist6bal. Mientras tanto, la rebelién se habia hecho fuerte en la regién de Puno, donde también la ciudad fue sitiada por los rebeldes. La rebeli6n habia estallado también en el Alto Pert. El 10 de febrero, otro importante foco rebelde aparecié en Oruro: tras un motin popular encabezado por los hermanos Rodriguez y articulado a través de la suble- vacion de las milicias de la ciudad, se estructuré un heterogéneo movi- miento rebelde en el que convergian criollos, mestizos e indios, una alianza que no duré mucho tiempo. Poco después la rebelién alcanzaba el altiplano de La Paz, era protagonizada por pueblos aymara y estaba di- rigida por Julian Apaza, un campesino de Ayo Ayo que habia sido mitayo y sacristén y que tomé el nombre de Tiipac Katari. El movimiento re- belde que encabez6 se caracteriz6 por su radicalismo étnico y por estable- cer un sitio de la ciudad de La Paz practicamente continuo entre marzo y octubre. El enfrentamiento fue tan violento que provocé mas de 6000 muertos en una ciudad que no excedia los 20 000 habitantes. Las dos alas principales de la insurreccién, la quechua, encabezada por los Amaru, y la aymara, dirigida por Katari, no legaron a obtener una eficaz coordina- ci6n y terminaron derrotadas: el 14 de noviembre de 1781, Katari corria Ja misma suerte que Tépac Amaru II. Al aio siguiente fueron condena- dos a muerte su mujer, Bartolina Sisa, que también habia ejercido el mando de las fuerzas insurgentes, y sus principales oficiales. También al norte de Potosi habia habido otro foco rebelde. En agosto de 1780 comenzaba un movimiento dirigido inicialmente contra el corregidor, que exigia la liberacién de su cacique, Tomas Katari. Asi, cuando Tiipac Amaru II iniciaba su insurrecci6n en Tinta, en Chayanta hacfa ya dos meses que los aymaras habfan quebrado el sistema de do- minacion y ejercian el poder regional. Tomas Katari fue el lider de la rebeli6n hasta su muerte el 7 de enero de 1781, cuando el liderazgo pas6 a sus hermanos Damaso y Nicolas. El movimiento se radicaliz6 a tal punto que en febrero de 1781 los rebeldes sitiaron la ciudad de La Plata y amenazaron con acabar con toda la poblacién hispana. Para marzo, el movimiento rebelde de Chayanta habia empezado a desgra- narse hasta que fue definitivamente derrotado. La magnitud de la “Gran Rebelién” no puede explicarse s6lo como una respuesta a las reformas borbdnicas, sino que debe integrarse a las Las reformas borbénicas y el Virreinato del Rio de la Plata 191 dindmicas de resistencia y movilizacién que los pueblos andinos venian desplegandodesde mucho antes. Sin embargo, es indudable que las re- formas tuvieron incidencia en la simultancidad de los movimientos in- surgentes. Lalegalizaci6n del reparto forzoso de mercancias a través de los corregidores en la década de 1750 es sin dudas uno de los motives que concitaroninicialmente el odio rebelde. A su vez, las decisiones de la década de 1770 acrecentaron los descontentos: la duplicacién de las tasas de la alcabala, la multiplicacién de las aduanas recaudadoras y los intentos oficiales de impedir el trafico de plata potosina al Pert eran medidas que afectaban seriamente los circuitos mercantiles indigenas, _ Ademis, las reformas alteraron los criterios que regian el cobro del tri- buto, y el afgn recaudador habia extendido la condicién de tributarios a pobladores de los pueblos de indios sin tierras asignadas e incluso a las castas que vivian en ellos. Con todo, los resultados fueron extrema- damente variables. Como ha indicado Silvia Palomeque, en la puna el miimero de tributarios se duplicé y alli, como en la Quebrada de Huma- huaca y en elvalle de Salta, la totalidad de los indios empadronados se convirtié en tibutario. En Santiago del Estero, en cambio, solo los ori- ginarios quedaron como tributarios mientras que el resto, aunque fue reconocido como indio, conmuté la obligacién a cambio de un servicio de milicia. En Gérdoba, tan s6lo el 37 por ciento de los indios paso a ser tributario, y en Tucuman, el 25 por ciento. Tras la represion violenta y sangrienta, las reformas se profundizaron. El sistema de repartos fue prohibido (aunque estuvo lejos de desapare- cer) y los corregidores desplazados: fueron los intendentes y sus subde- legados los nuevos responsables de la recaudacién del tributo. Con los Corregidores, lasautoridades también buscaron desplazar a los caciques Sospechosos de haber adherido o simpatizado con la rebelion. _ Las reformas y [as elites coloniales El sistema politico que habia imperado durante mas de dos siglos se ba- Saba, en buena medida, en el consenso que el imperio tenia entre los grupos de elite coloniales. En cierto modo, funcionaba como un deli- cado e inestable equilibrio entre los requerimientos metropolitanos, los intereses de las elites locales y las formas de resistencia de los grupos so- Giales subalternos. Era una situacién de negociacin y renegociacién permanente, en la cual la autoridad politica, dotada de una raquitica estructura burocratica, debfa lidiar y arbitrar entre las redes que com-

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